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a Fe UNA COLECCION DE CUENTOS PARA MIRAR, LEER Y ESCUCHAR. 1 ‘ CAV << . pe ys -“— Se | wy | conejo le gustaba enojar a sus compafieros, los otros animales, robandoles su dinero o haciéndoles quedar en ridiculo, Un dia robé la cena al zorro, y éste jurd B F vengarse del conejo. Cogié, pues, un fed viejo saco y un poco de paja e hizo un muiieco de tamafio natural. Utiliz6 Cuando el conejo vio al mufieco” una col para la cabeza, un nabo para la * de brea, se detuvo a saludarle. Z nariz y dos rabanos para los ojos. Luego —Hola, amigo, équé haces aqui?..™ lo cubrié con brea, lo vistié con una El mufieco no dijo nada. chaqueta, un sombrero de paja y unos ‘Buenos dias, como estas? guantes, lo colocé junto al camino y fue -insistid el conejo. a ocultarse tras la tapia, p: a que apareciera el conejo. esperar Entonces el conejo le golped, aunque no muy fuerte, con una pala delantera, y ésta se qued6é adherida a la brea como miel a un oso. —iSuelta! El conejo empujé al mufieco con la otra pata delantera, que también se | qued6 adherida como melaza a una cuchara. —iTe daré una patada! El mufieco de brea no contestd, y el conejo la emprendié a patadas con él: sus dos patas traseras quedaron igualmente adheridas al mufieco como moscas a un papel cazamoscas. Pero el mufieco siguié en silencio. —Si estas sordo, te gritaré al oido. Por mas que grité, el muneco de brea no dijo ni media palabra. —iSi no me saludas, te pegaré! Pero nada: el mufieco permanecia —iTe atizaré con la cabeza! El mufieco de brea seguia mudo. El conejo le golped con la cabeza y sus} orejas se pegaron a la brea como la goma a un drbol de la goma. —lYa te he cazado! —exclamé alborozado el zorro. Y agarré al conejo por.el pescuezo, lo despegé del mufieco de brea y lo metié en un saco! —iNo me arrojes a las zarzas! —Te reservo algo mucho peor, ivoy a asarte! —Mientras no me arrojes a las zaqzas... me arrojes a las zarzas ipor favor! —iTe parece poco que te ase al —Me estas aguando la fiesta —dijo espeton? furioso el zorro—. Suponia que te —Haz !o que quieras, pero no pondrias a rogar y suplicar. ne —Y eso hago, te ruego y te suplico * que no me arrojes a las zarzas. = ba hit, —Conque no, éeh? iPues hala! Y el zorro arrojé el conejo a las iTremendo error el suyo! La ultima vez que vi al zorro seguia adherido al — mufieco de brea, debatiéndose zarzas, que, como eran muy altas, le inutilmente y profiriendo toda clase de ocultaron a su vista. insultos contra el conejo. —iQué delicia! jEstén riquisimos! —dijo de pronto el conejo, asomandose entre las zarzas mientras mordia un cardo—. No sé si sabris que me crié en un zarzal, asi que me siento muy a gusto aqui, iQué ricos estin estos cardos! iTe apetece uno? ZNO? Pues llévate ese mufieco de brea antes de que atrape a un inocente conejillo. EI zorro rechiné los dientes y comenzé a dar saltos y a blandir los pufios enfurecido. —iLa préxima vez no te me escaparas, maldito conejo! Y como estaba fuera de si, se volvié y descargo un pufictazo sobre la nariz del mufieco de bree. I sa era una de esas madres que siempre —_ porque traia muy mala suerte tener a una andan preocupandose por todo. Le sirena en casa, se estrujé las manos y preocupaba Pablo, su hijo, porque tenia los dijo: ‘ojos muy claros y empafados, como —iDe donde la has sacado’? sumergidos bajo el agua, y el pelo lacio y —Eso trataba de explicarte. La vi nadar ‘como himedo. También le preocupaba tio arriba, igual que los salmones en Federico, su marido, porque apenas esta época del afio, y se la he traido a Pablo para que juegue con ella. Un dia, Federico, que habia ido a pescar salmones furtivamente, regreso = = a casa llevando una sirena en lugar de un *—=~ salmon. iMenudo susto se Ilevé Isa! La sirenita tenia el cabello claro y sedoso y una colita que relucia como si fuera madreperla. Federico la extrajo del saco y la deposité sobre el mantel rojo. —i.Qué te parece? 6A que es preciosa? Isa, preocupada porque su mejor mantel estaba ahora empapado de agua y Al oir esto, la sirenita rompié a llorar. =iYo no quiero ser el juguete de nadie! iQuiero ir al circo! Federico e¢ Isa se miraron consternados. —iHas oido? Dice que no quiere ser juguete de nadie, que quiere ir al circo —murmuré Isa. Curioso ante los sollozos de la sirena y las voces de Federico y de Isa, Pablo se levanté de la cama y fue a ver qué sucedia. Al vera la sirena, tan sonrosada y bonita, Noriqueando porque queria ir al circo, Pablo la consolé diciendo que también él deseaba ir al circo. Al fin, la sirenita, que se llamaba Comal, se secé los ojos con una punta del mantel y accedié a dormir en el cubo de la colada, que estaba debajo del fi ero. Cuando Isa se acost6, no consiguid pegar ojo, de tan preocupada como estaba, Despertd asu marido y le dijo: —Hay que buscar —iY pensar que nuestro Pablo deseaba iit al cireo y no nos dijo nada! Supongo que no lo dijo porque sabe que no tenemos dinero. (Se te ha ocurrido algo? Federico contesté con voz sofiolienta: Si, querida, se han acabado nuestros problemas. Pero no afiadié una palabra mis. Al dia Siguiente, tan pronto como acabé de desayunar, se fue a la ciudad y no regres hasta la hora de la cena. Cuando se td a la mesa, pregunté en tono nfadado: —iQué tal te ha ido hoy? Isa estaba de pésimo humor porque c mo habia hecho mds que gemir todo él dia queriendo ir al circo, y Pablo no i oy habia conseguido plantas acuaticas para darle de comer. Federico sonrié y deposité cuatro billetes sobre la mesa. Fui a ver al propietario del circo, un tal don Eladio, y le hablé de Coral. Le dije que sabia nadar, cantar y hacer lo que suclen hacer las sirenas, y que ademis era preciosa. Conque don Eladio dijo que la compraria por quinientas libras _ esterlinas para su Circo. La noticia preocupé mucho a Isa, pues no lo veia del todo claro. —Supoén que no quiere trabajar nel circo. —éNo dice que quiere ir al circo? Ademas, don Eladio que necesitara un ctor, asi que le meti enviar a Pablo los dias que no tenia dinero para comer, decia a Coral —Es una pena que los seres humanos no podamos comer algas Marinas. , entonces, le Igunas y le ia Anda, pruébalas, Pablo. Veris como te gustan. Por fin, un dia que tenia mucha hambre, Pablo las probd, ¥ I gustaron tanto, que d las noches tomaba un poco de la cena de Coral. junto con la sirena. Es una buena manera de ganarse la vida, adiestrando a na en un circo ambulante. iY veré mundo! —exclamd Pablo, que corrié a contarselo a Coral. Su madre calld, sosteniendo el dinero en las manos y preguntindose cémo acabaria aquello. —iPor la tarde fueron todos al circo. Don Eladio se acereé a conocer a Co > y le mostré el tanque de agua i que habia mandado construir para ella, Al dia siguiente, Isa hizo un bonito corpifio bordado con conchas para Coral y un traje con galones de oro para Pablo, 4 Durante varios meses Pablo y Coral viajaron con el circo, se reflejaban sobre él, parecian rosas y verdes. Un buen dia, al ver que por los bajos de sus pantalones asomaban sendas colas en ugar de pies, decidié dejar de ser domador de una sirena. Anhelaba vivir en el mar, donde los seres acuiticos, como las focas y los delfines, nadaban ‘etemamente. Pero un dia Pablo noté algo extrafio. Los pantalones le quedaban tan estrechos ‘Que pensé que habria dado un estirén. Pero también noté que sus piernas e cambiaban de color, y que cuando las luces —Escucha, Coral, estoy cansado de este estanque, del circo y de todo. Iremos a vivir en el mar. —Yo también lo deseo, Pablo. Al dia siguiente, cuando abrieron el conducto del agua para cambiar el tanque, Pablo y Coral se deslizaron por él cogidos de la mano. Tras una larga y oscura travesia legaron al vasto océano que prometia las aventuras sofiadas por Pablo. Cuando Federico e Isa supieron la noticia por don Eladio, se llevaron un gran disgusto, pero para entonces Isa habia aprendido a tomarse las cosas con filosofia y 4 No preocuparse siempre por todo. —Si Pablo se ha convertido en un ser marino —dijo Isa—, lo légico es que hos traslademos a vivir a orillas del mar para poder verle con asiduidad. Compraron una casita junto al mar y Federico se hizo pescador. A veces veia a Pablo y a Coral, que le saludaban a lo lejos, desde el mar. Isa recibia todos los lunes por la mafiana una tarjeta postal 0 un paquete de ellos, y puesto que sabia que eran felices y no les ocurria nada malo, nunca mds volvid a preocuparse por nada. y el bicharraco llegaron sobre las burbyjas rojas al centro de lo ciudad de los ogros negros, Detrés de ellos iba Bogro, dando ‘Sus tres amigos se dirigian hacia unc de los inmensas torres espirales rematadas por ofilados pinchos, pero no consiguieron esquivorla y chocaron de forma violenta contra ella, tumbos sobre su burbuja. Los burbujas estallaran y ellos se encontraron ‘al borda de uno torre, que era liso como el cristal, y comenzaron a deslizorse velozmente hacia abajo, hacia lo ciudad. Dejaron otras puentes y torres, penetraron en un hinel y solieron a un gran charco de espuma y burbujas rojas en medio de una inmensa sala negro, ilyminada por lamparas Los ogros negros y los bicharraces rodeaban el charco. Tres bicharracos, mas grandes que el padre de Grogro, las sacaran del charco, sin darles lempo a desenvainar sus espadas, Un agro enorme y gordo, con des cobezas, exclamé por sus dos bocas: —iUn ogre colorado, un pequefio bicharraco y un agro dorado...! IEl rey me daré una buena recompensa por llevarle un ogro dorado! Los bicharracos cargaron a los tres amigos sobre sus @ espaldes y los sujetorom con sus fenfaculos. Subieran una large y ‘empinoda escalera y ofravesoron sinieseom & puentes tendidot sobre el gran chorea rojo. Al llegor a una espaciosa estanciaredonda, con _ni brazos y estaba cubierto de granos. Tenia un ventanas abiertas de par en per, en la cima de la salo ojo, colorado, que no cesoba de girar | Seen lac efecrari los ogres sage: on su rb Frente ad, sobre un peqvaio. El ray scupaba un leona de hocest blanco iadelbal Ue rcs weirs, wae bare a que se alzoba en medio de la estancio. No era ‘amarillas engarzadas en un triéngulo de metal mucho mayor que Grogro, no tenia piernas negro. Eran las piedras solares —Pon a ese bicharraco en el suelo para que pueda exterminarlo —ordend el rey. Grogro estaba oterrodo, pero se negé a soltor al bicharraco. El ojo del rey se volvié negro ¥ apunté el tridngulo hacia un ogro de diez ojos. El tridngulo de piedras despidié un haz amarillo y el ogro desoparecié, dejando ton s6lo una temblorosa llamita amarillo. De inmediato Grogro oyé una vor que procedia del exterior de lo torre y que pronunciaba su nombre. Era la voz de Bogro. Montados sobre lo rono-murciélago de Bogro, éste y el padre de Grogro penetraron por la ventana. —Mi padre no ha muerto —grité Grogro. Bogro, a su vez, exclamé: —"Las fuerzas del amor deben ser superiores o las del odio.” Entonces Grogro recordé a su padre, a Bogro, al pequeiio bicharraco y 0 Zagén El podre de Grogro, presa de indignacién, se obalonzé hacia el rey, pero éste lo 0816 con sus huesudos dedos y lo arrojé por la ventana Grogro rompié a lloror, cogié e! triéngulo de piedras y lo extendié hacia el rey, pero éste di eae yo puedo accionar con mi odio las piedn res. Grogre sintié un maravilloso calor que parecia Fecorrerle el cuerpo y seguir por ol Iriangula do metal. Las piedros refulgian y unos circulos de potente energia rodearon al rey, quien a continuacién se disolvié en cientos de lucecitas amarillas. *2 fonto, los ogros Fos, montados sobre renas-murciélogos, endian de una torre el centro de la ciudad. Matalos, motalos! tabo Bogro. No puedo, no 56 ory no puedo sonar los piedras! "lena @n nosotros, on sé! IDebes salvarnas! rid su padre. onces Grogro opunté Fiéngulo hacio la @ y unos dardos de penetroron en | convirtiéndola en una lumbrante columna de p antes de desplomorse velto en llomas. ir Aterrados, los ogros negros emprendieron la huida. —Vomos, Rago —dijo Bogro. =4Rogo? —inquirié Grogro. —Si, asi se lloman las ranas-murciélago. A ésta la encontré colgando boca abajo y decidi empleorla para rescatarte. A ty padre logré otraporlo ol coer por lo ventana. —Grocias por solvamos —dijo Grogro. 0 hago, si o no#...” “Bueno, ladelantel!” —aCémo lo sabes? —pregunté Bogro, sorprendide —Lo $6 porque uno de tus cuornos, Bogro, se volvié dorado, ol igual que uno de los tuyos, podre. Era cierto, Pero ninguno de los dos se habia percatado de ello durante Ia batalla. Entonces a.través.de un cielo emprencieron el regreso dorado. El bicharraco dormia en brazos de Grogro, quien pensabe en lo contento que 3@ pondria Zagén al verles regresor. 1 Sol y la Luna no siempre han habitado en el cielo, pues antes vivian juntos, como marido y mujer, en Africa, en una gran casa sobre una colina. Formaban una pareja muy simpatica y siempre se alegraban de recibir visitas. Cuando invitaban al arbol & merendar, éste traia a sus primos los traia a sus ahijadas dia en que la Luna in sus hijas, las estrellas, éstas se presentaron con sus tios Las fiestas que sé casa de la colina mosas. —Ya va siendo hora de que Sol a la Luna— Nunca le je agua por todas partes, ‘os importard que haya traido a chareos —dijo la Iluvia. tado de veros —dijo el Jos charcos subian teando por el sendero del jardin. -No os imporiara que hayamos Muestros primos los lagos fi los charcos, Cantada de veros —dijo la Luna ’ Mien los lagos, rises y (grandes y pequefios, penetraban en ia casa No os importara que hayamos do a nuestros amigos los rios n los lagos. _—Encantado de conaceros —dijo el niras los rios, mansos y ulentos, anchos y serpenteantes, subian las es donde gustéis. —No os imporlara que hayamos Jo a nuestros primos los estuarios —dijeron los rios —Muy amables por haber venido —dijeron el Soligla Luna, minindose perplejos—. Poneos comodos Cuando la casa estuvo repleta dey huéspedes, el Sol y la Luna tuviefom que ir a sentarse en el tejado, re de agu: —No os importani que ha: traido a nuestros primos los océanos —dijeron los estuarios -Glug —contesté el Sol —Glug, glug —respondié la Luna. De pronto, ambos comenzaron a elevarse hacia el firmamento. Y en él siguen el Sol y la Luna, contemplando desde lo alto a los océanos y los rios que Jes obligaron a abandonar su casa. Tal vez un dia, cuando termine la fiesta, regresen a su hogar. l sapo se desperté en el bosque sintiéndose terriblemente solo, ambriento y helado. De pronto vio a alguien que se acercaba. Era el raton. —Sube inmediatamente a quitarte esas rop in —Ie dijo el ratén cuando Ilegaron a su casa junto al rio—. Lavate, ponte unas prendas Ss ¥ procura bajar con aspecto Cuando volvié a aparecer, se sentaron a cenar y el sapo contd al raton sus aventuras. tras e lamento darte otro disgusto después de todo lo que has pasado, pero resulta que... hos y las han apoderado de tu la barbilla sobre sus patas mientras unas gruesas lagrimas rodaban por sus m —Cuéntamelo todo, ratén, yo Sabré soportarlo. —Una noche, una pandilla de comadrejas se present6 a las puertas de tu casa, armadas hasta los dientes, mientras unos hurones se aduefiaban del patio trasero y de la cocina y unos armifios ocupaban el invernadero y la sala de billar. Desde entonces viven todos en tu casa. —Conque si, ich? iPues ahora mismo voy a echarlos! —iNo lo lo hagas! iTe meterds en un lio! EY ar EI sapo no hizo caso y bajé corriendo el camino armado con un garrote. Al llegar cerca de su casa, aparecié tras él un hurén que llevaba una escopeta. —i.Quién anda ahi? —No seas majadero —contest6 el sapo—. Sabes de sobra quién soy. Sal inmediatamente de ahi 0... El hurdn se llevé la escopeta al hombro, el sapo se arrojé al suelo. y ibang!, una bala pasé silbando sobre su cabeza. El sapo se levanté de un salto y no paré de correr hasta llegar a casa del ratén. -Te lo dije. Tienen centinelas apostados por todos los rincones. Tendras que armarte de paciencia y esperar. En aquel momento sonaron unos golpes en la puerta y aparecid el tején, con los zapatos llenos de barro y un aspecto lamentable. —Menudo panorama, amigo mio —dijo a modo de saludo. Se dio media vuelta y se senté frente a la mesa. Sonaron otros golpes en la puerta y se presentd el topo, todo sucio y con el pelo revuelto. ~iBienvenido, amigo sapo! iQué alegria volver a verte! El ratén, el topo y el sapo se pusieron a hablar a un tiempo, armando una tremenda barahunda. —iSilencio todos! —grité el tején, poniéndose en pie—. Voy a contaros un secreto: hay un pasadizo secreto que conduce desde el rio hasta la casa del sapo. —iNo es posible! Conozco mi casa palmo a palmo y sé que no existe tal pasadizo. —Tu padre me lo ensefié un dia y me advirtié que, puesto que no sabes guardar un secreto, no debia decirtelo, a menos que te hallaras en un grave apuro. —Reconozco que hablo por los codos, pero vamos a ver, éde qué me sirve a mi ese pasadizo? —Mafiana por la noche se celebra un gran banquete en tu casa. Es el cumpleanios de la jefa de las comadrejas y se reuniran todas en el comedor para festejarlo, sin sospechar nada. No habra ni espadas ni palos ni ningtn tipo de armas, écomprendes? —Pero los centinelas... —dijo el raton. —Ahi es donde interviene el Besadizo. El tunel conduce hasta la @espensa, junio al comedor. —Y nosotros penetraremos Seosamente en la despensa —tercid el topo. ados con pistolas, espadas es —dijo el ratén. acaremos por sorpresa tejon. daremos una buena Senda! —exclamé el sapo. —Perfecto —dijo el tején—. Ya Seems trazado nuestro plan. eOra VAMOS a acoslarnos ¥ mafiana haremos los preparativos. A la noche siguiente los animales se armaron con espadas, garrotes y pistolas, y cuando estuvieron listos, el tejdn cogié una linterna y les ordend: —iSeguidme! Echaron a andar por el pasadizo, que era frio y lébrego, y de techo bajo, aguzando el oido y dispuestos a desefundar sus pistolas a la menor ocasion. —Ya debemos estar cerca de la casa —dijo el tején. De pronto, procedentes del interior de la casa, oyeron voces, patadas y golpes dados sobre las mesas, Siguicron avanzando por el tunel y volvieron a escuchar voces, esta vez muy cerca y con toda claridad: —iHurra! iHurra! iHurra! Al llegar a una trampilla que conducia a la despensa, se detuvieron. —Adelante, chicos —dijo el tején. Los cuatro apoyaron su peso contra la trampilla, la abrieron y se introdujeron en la despensa, a la que una puerta separaba del comedor. El tején agarré el palo firmemente con ambas manos y dijo a sus compaiieros: —Ha Ilegado el momento, iseguidme! Cuando irrumpieron en el comedor, se produjo un tremendo alboroto. Las comadrejas corrian hacia las ventanas y a esconderse bajo las mesas, mientras los hurones intentaban escapar por la chimenea, quedando atrapados en ella. En medio del alboroto derribaron mesas y sillas y la vajilla quedé hecha aflicos. EI tején y el topo blandian sus garrotes y daban gritos de guerra; el ratén, con el cinto repleto de armas de todas las épocas y estilos, se lanzé a la batalla; mientras el sapo, excitadisimo, se dirigié a la jefa de las comadrejas y le asesté un Garrotazo terrible que la dejé tiesa. Aunque s6lo eran cuatro, parecia que la habitacién hubiera sido invadida por un tropel de monstruos. Las comadrejas huian despavoridas por las ventanas, por la chimenea, por donde fuera, con tal de salvar el pellejo. Tras la refriega, los cuatro amigos recorrieron el comedor atizando palos a las cabezas que veian asomarse. A los cinco minutos no quedaba un enemigo en pic. El topo se encargé de esposarlos a todos, mientras el tején, apoyandose en su garrote para la frente, di jalea, pollo fri algo de comer, sapo, de lange stoy muerto de hambre. sapo ba un poco molesto de que no le felicitara por su valentia, pero salié acompanado del ratén astucia y habil manejo de las armas. La ie y¢ viento del Norte . 3 fase una vez una princesa que vivia en un pais muy frio, donde las nevadas montafias casi ‘caban el ciclo y los rios brillaban como el collar de plata que la princesa 7 lucia en el cuello. f E] rey y la reina amaban mucho a su hija, en cuyo cumpleaiios la colmaban siempre de espléndidos regalos. Pero llegé un dia en que no sabian ya qué regalarle, pues tenia de todo, —Otro rubi —dijo contrariada la princesa al abrir un paquete—. iSi ya tengo tres! Llevaos esas perlas, tengo suficientes. —Ya no sabemos qué regalarte, hija mia —se lamento el rey. —Quiero las joyas mas bellas del universo para lucirlas en mi collar, No volveré a celebrar mas cumpleafios hasta que me las consigais. Y diciendo esto, se fue a acostar, sin probar siquiera la tarta en forma de iceberg que le habian preparado. o ‘Aquella noche, cuando la princesa dormia, el viento del Norte empezo a soplar en su habitacién. situada en lo alto del palacio. Soplo. con tal energia, que las espesas nubes se disiparon y las estrellas iluminaron la alcoba. La princesa creyé que era de dia y se incorpord las joyas mas bellas del universo para que las luzeas alrededor del cuello. La princesa corrié a la ventana y miré al cielo, donde millares de estrellas parpadeaban. —iQué hermosas son! iOjala pudiera alcanzarlas! —Ponte la capa y los zapatos y sigueme. La princesa le siguié escaleras abajo, cruzé las puertas de palacio y subid la ladera de la montafa més, alta del. ¢ hiriéndose sus manos ey Ella ignoraba que el 3 a Norte habia congelado cong ae aliento el lago a los pies de la montafia, y que lo que veia no era sino el reflejo de las estrellas que brillaban en el firmamento. Al llegar abajo, corrid hasta el lago y alargo la mano para asir la estrella mas cercana, pero se Ilevé una gran desilusion. El viento del Norte comenzo a soplar tan fuerte que los pinos se estremecieron y la nieve que cubria pues el viento levantaba los fuldones de su capa. A medida que subia, las estrellas parecian alejarse m mas, como si se mofaran de ella. La princesa exclam6: —Debe haber un medio mas sencillo de alce —Mira hacia abajo. La princesa mird contemplé aténita un: que brillaban a sus pies. —Quiero alcanzar las estrellas para ensartarlas en mi collar. De pronto comenz6 a deslizarse por la montama, desgarrandose la capa estrellas onces tomé a la princesa de la ‘mano y la condujo a palacio, donde con gran alegria festejaron su regreso. * sus ramas cayé sobre la princesa, que intenté abrigarse con su capa, pero ésta estaba hecha jirones. —iQué estupida he sido al creer que podria alcanzar las estrellas! Como castigo, heme aqui, aterida de frio y a muchos kilémetros de mi casa. Y al recordar la princesa su calido lecho, la tarta de cumpleafios que no se habia dignado probar y lo bondadosos que eran sus padres, tres lagrimas rodaron por sus moejillas y quedaron suspendidas de su collar de plata. = Suibitamente, las ramas de los pinos cesaron de temblar y se hizo la calma. Entonces un joven aparecia junto a la princesa y senald las lagrimas —verde, purpura y azul- que pendian de su collar y resplandecian en la aurora. boreal. —Mi padre. el viento del Norte, te te Re aero sehes a egoista. Yo soy el ‘ipe del viento aS Quaridos amigos: ‘sta es una carta de despedida. Una despedida que no quiers ser triste, sino tan alegre como los dibujos, los relatos, las canciones que han aparecide s fo lango de foe 39 mimeros de CUENTA CUENTOS: Leg que habéls hecho toda Ia coleocién dispanéia de un conjunte de fantésticas aventuras, leyendas maravillosas, divertidisimas historietas y amenas eancianas, con las que estamos Seguros pasaréis todavia muchas horas felices. Para ello no tendrdis mas que poner en marcha vuastro aparato de cassettes, abrir vusstre librito y disfrutar intensamente con vusstros personajes preferidos: Palitraque, Gobelins, Pipo, Minuto, Lily, Grogro, Tomy, Hugo, Quique Bocabajo..., 0 los inmortales Gulliver, Blancaniew Cenicienta, Simbad, Heidi, Pinocho, Aladino, ol mago de Ca, y Lantos y Lantos héross que pueblan los suefos dé todos los nifics del mundo. Todos ellos estdn ahi, encerrados sn vuestros estucher de colores, y volvern a cobrar vida con sus voces y sus dibujes, como por arte de magia, cuantas voces lo queriis Hemos legado al timo nimero de CUENTA CUENTOS. Juntos hemos viajaco al reino dela imaginacion, poblado de seres curiasos y entretenidos, y de hazafias fabulosas. Pero no olvidéla que eaos seres siguen viviendo @n todos los libros, y qué alli os esperan. Siempre; basta con qué los Dusquéls en sus paginas y les prestéis vuestra stencién y vuestre car Lo hemos pasado muy bien juntos, éverdad? Tan bien, tan que hemos convocada a duendes y magos para que busquen la formula de continuar asos rates agradables, Alo algin dia la encuentran. |Hasta entonces, querides amigos!

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