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La aventura de un matrimonio
A esa hora la casa estaba siempre mal caldeada, pero Elide se haba
desnudado completamente, temblaba un poco, y se lavaba en el
cuartito de bao. Detrs llegaba l, con ms calma, se desvesta y se
lavaba tambin, lentamente, se quitaba de encima el polvo y la grasa
del taller. Al estar as los dos junto al mismo lavabo, medio desnudos,
un poco ateridos, dndose algn empelln, quitndose de la mano el
jabn, el dentfrico, y siguiendo con las cosas que tenan que decirse,
llegaba el momento de la confianza, y a veces, frotndose
mutuamente la espalda, se insinuaba una caricia y terminaban
abrazados.
La aventura de un matrimonio
Cuando volva Elide, por la tarde, Arturo caba un rato que daba
vueltas por las habitaciones: haba encendido la estufa, puesto algo a
cocinar. Ciertos trabajos los haca l, en esas horas anteriores a la
cena, como hacer la cama, barrer un poco, y hasta poner en remojo la
ropa para lavar. Elide encontraba todo mal hecho, pero a decir verdad
no por ello l se esmeraba ms: lo que haca era una especie de ritual
para esperarla, casi como salirle al encuentro aunque quedndose
entre las paredes de la casa, mientras afuera se encendan las luces y
ella pasaba por las tiendas en medio de esa animacin fuera del
tiempo de los barrios donde hay tantas mujeres que hacen la compra
por la noche.
La aventura de un matrimonio
La aventura de un matrimonio
Elide lavaba los platos, miraba la casa de arriba abajo, las cosas que
haba hecho su marido, meneando la cabeza. Ahora l corra por las
calles oscuras, entre los escasos faroles, quizs ya haba dejado atrs
el gasmetro. Elide se acostaba, apagaba la luz. Desde su lado,
acostada, corra una pierna hacia el lugar de su marido buscando su
calor, pero adverta cada vez que donde ella dorma estaba ms
caliente, seal de que tambin Arturo haba dormido all, y eso la
llenaba de una gran ternura.
FIN