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Buenos Aires, 3 de septiembre de 1997.

Por fin hemos llegado a la primera de las reuniones de este seminario y me ha


parecido pertinente que en los inicios tuvieran uds. algo por escrito. Espero que
tambin aquellos de uds. que asi lo deseen me hagan llegar por escrito las
cuestiones que se les vayan ocurriendo con relacin a las temticas que aparezcan
a lo largo de este seminario.
Los inicios del mismo quedan marcados por el malentendido y la ausencia de Otro
con el que sostener el intercambio. Esto podra ser reducido a la ancdota

de

nuestro mutuo desencuentro o bien puesto a trabajar en relacin con la temtica que
nos convoca en este espacio.
La cuestin del padre habla de un malentendido y esto es algo en lo que los
humanos nos solemos enredar. El malentendido fundante de los otros tal vez sea el
pensar que hay un padre que tiene la acabada respuesta a su propia pregunta.
Si al menos hubiera uno que la tenga podemos descansar tranquilos pues ese
responder por nosotros pero si no lo hay cada uno ser responsable, en el sentido
de aquel que responde, de sus propias acciones. Les propongo que esta sea
nuestra apuesta para abrir el juego.
Sin embargo lo habitual es que cada uno se construya por la va del amor o del odio
un padre propio al que enaltecer o denigrar, que nos proteja de lo que nos pueda
acechar o a quien echarle la culpa de nuestros fracasos. Una vez construido se le
pueden dar los nombres que a cada uno le parezca para darle consistencia de ser a
ese a quien se pone en el lugar donde derivar la responsabilidad.
Pero resulta que en la que iba a ser nuestra primera reunin ustedes encontraron
una ausencia en lugar del profesor que les dijera al tiempo que este se enfrent a la
falta de auditorio a quien dirigirse. Si cada uno de los que estamos hoy aqu se sinti
desengaado en la reunin que no tuvimos esto nos permitir por lo menos pensar
que la desilusin siempre se sustenta en que uno primero se ilusion. Y de esto
cada uno podr pensar, a partir de la ilusin que se haya hecho, en que grado eso
tiene que ver con la propia historia ya que la nuestra aun est por construirse.

Alberto Narvaja

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