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Una pampa puneña es el escenario perfecto para una historia de muertos silenciosos. La noticia llegó a Lima hace casi una semana y el escándalo está aún fresco en las comunidades campesinas del distrito de Taraco, en la provincia de Juliaca, en Puno, donde la justicia a estas alturas es un concepto amorfo. Los últimos días han sido fugaces para Gerardo Parisuaña. Su hijo fue linchado por una turba de campesinos de una comunidad vecina que lo acusaba de abigeo. Hay dos versiones disímiles sobre el crimen: en una de ellas la propia turba tortura y asesina al menor, y en la otra --más tenebrosa aún--Gerardo es amenazado y obligado a tirar de la cuerda para matar a su hijo. La figura legal se columpia entre un asesinato grupal y un filicidio, pero igual termina en un adolescente de 16 años con el cuello sujetado por una cuerda y dos bloques de adobe bajo los pies. Una patada a los bloques de adobe, un cuerpo agitándose y luego una muerte sin DNI.
Una pampa puneña es el escenario perfecto para una historia de muertos silenciosos. La noticia llegó a Lima hace casi una semana y el escándalo está aún fresco en las comunidades campesinas del distrito de Taraco, en la provincia de Juliaca, en Puno, donde la justicia a estas alturas es un concepto amorfo. Los últimos días han sido fugaces para Gerardo Parisuaña. Su hijo fue linchado por una turba de campesinos de una comunidad vecina que lo acusaba de abigeo. Hay dos versiones disímiles sobre el crimen: en una de ellas la propia turba tortura y asesina al menor, y en la otra --más tenebrosa aún--Gerardo es amenazado y obligado a tirar de la cuerda para matar a su hijo. La figura legal se columpia entre un asesinato grupal y un filicidio, pero igual termina en un adolescente de 16 años con el cuello sujetado por una cuerda y dos bloques de adobe bajo los pies. Una patada a los bloques de adobe, un cuerpo agitándose y luego una muerte sin DNI.
Una pampa puneña es el escenario perfecto para una historia de muertos silenciosos. La noticia llegó a Lima hace casi una semana y el escándalo está aún fresco en las comunidades campesinas del distrito de Taraco, en la provincia de Juliaca, en Puno, donde la justicia a estas alturas es un concepto amorfo. Los últimos días han sido fugaces para Gerardo Parisuaña. Su hijo fue linchado por una turba de campesinos de una comunidad vecina que lo acusaba de abigeo. Hay dos versiones disímiles sobre el crimen: en una de ellas la propia turba tortura y asesina al menor, y en la otra --más tenebrosa aún--Gerardo es amenazado y obligado a tirar de la cuerda para matar a su hijo. La figura legal se columpia entre un asesinato grupal y un filicidio, pero igual termina en un adolescente de 16 años con el cuello sujetado por una cuerda y dos bloques de adobe bajo los pies. Una patada a los bloques de adobe, un cuerpo agitándose y luego una muerte sin DNI.