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‘Suadernos Historia 16 250 PTAS naan os Aztecas Manuel Ballesteros y Miguel Ledn-Portilla Cuadernos Plan de la Obra 1. La Segunda Repaibliea Bspaiiola + 2, La Palestina de Jesis + 3, El Califato de Cérdoba * 4. El Siglo de Faraones y pirdmides « 7. La Castilla del Cid « 8, La Revolucién Indus- . Francesa, 1 + 14, La Revoluein Francesa, 2 « 15, La Revolucién Francesa, 3+ 16. I Bxipto de Ramsés II» 17, La invasin érabe de Pspafia +18. Los Mayas +19. Carlos V+ 20, La guerra de la Independencia, 1 + La guerra de la Independencia, 2 * 2. La Hispania romana + 23, Vida cotidiana en J Edad Media + 24. Fl Renacimiento + 25. La Revolucidn Rusa + 26, Los fenieios + 27. La Mezquita de Cérdoba + 28. La Reforma en Europa + 29. Napolesn Bonaparte, | + 30. Napoledn Bonaparte, 2 « 31. Los ieros + 32, Recaredo y su époea + 88, Los campesinos del siglo XVI + 34. La Inglaterra vietoriana +85. El Neolitico + 36. Los Aztecas + 37. La Inglaterra isabelina + 38, La TI Guerra Mundial, |» 39. La TT Guerra Mundial, 2 + 40, La If Guerra Mundial, 3 + 41. Tartessos + 42. Los campesinos medievales +48, Enrique VILL» 44. La Espana de José Bonaparte * 49, Altamira ¢$6.La Union Europea * 47. Los ret nos de taifas + 48. La Inquisicién en Espaia » 49 Vida eotidiana en Roma, 1 » 50, Vida cotidiana en Roma, 2 + 51, La Espaia de Franco + 52. Los Incas + 53. Los comuneros + 64, La Espaiia de Isabel IL +55, Ampurias + 56. Los almordvides + 67. Los viajes de Colin + 58, El cristianismo en Roma + 59. Los pronunciamientos + 60. Carlomagno, 1 + 61. Carlomagno, 2+ 62. La Florencia de los Médicis« 63. La Pri- ‘mera Repiiblica Espaiiola + 64, Los sacerdotes egipcios + 65. Los almohades + 66. La Mesta + 67. La Espatia de Primo de Rivera » 68, Pericles y su Gpoca + 69. El cisma de Avinn + 70, El Reino nazarita + 71, La Espaia de Carlos II» 72. El Egipto ptolemaico + 73. Alfonso XIII y su époea + 74, La flota de Indias + 75, La Alhambra + 76. La Rusia de Pedro el Grande «77. Mérida ¢ 78, Los Templaris » 79, Veliz ‘quet + 80, La ruta de la seda » 1. La Espatia de Alfonso X el Sabio + 82. La Rusia de Catalina Il + 83. Los Virreinatos americanos + 84, La agricultura romana + 85. La Generacin del 98 + 86, El fin del mundo comunista + 87. El Camino de Santiago + 88, Descubrimientos y descubridores + 89, Los asirios + 90. La Guerra Civil espaiiola + $1, La Hansa + $2. Ciencia musulmana en Espafa + 93. Luis XIV y su época + M4, Mitosyritos en Grecia + 95. La Europa de 1848 + 96. La guerra de los Treinta Afios * 97. Los moris- cos +98, La Inglaterra de Cromwell» 99.La expulsin de los judios« 100 La revolucin informatica, © Manvel Ballesteros y Miguel Lain Portilla Informacion e Historia, SL. Historia 16 Rufino Gonaéler, 34 bis 2808 Madrid, Tel. 804 Bi 7 ISBN: §4-7679.286-7 (ascieuls) ISBN: 8 Obra complet Depisito legal: M36H3-1995 Distribuckn en quioses: SGEL Suseripciones: Historia 16, Calle Rufino Gonzler, 4 bis 28037 Madrid. Tel. 3046 Fotocompasicin yfitomecinia: Amoretti SF SLL Tmpresin: Grafcineo, S.A Eneuadernacén: Mavieam Printed in Spin -Impreso en Expaia Historia 16 | “ice 2/ LOS APTECAS }Q0 | 4} o> | ou Indice UNA CIVILIZACION GUERRERA Las fuentes Los aztecas en el valle de México Alianzas La Confederacién Azteca Yellmperio Motecuzoma II, Xocoyotzin Elarte SOCIEDAD Y ECONOMIA Consolidacién de clases sociales 19 Organizacién politica 20) racconnia 2) ecuros naturales 2.2. sereado de Mateole 99 23 wameucioy 24 Mitos de los origenes 26 © 9 Ciclo tolteca de Quetzaledatl 28 Creencias y ritual aztecas 30 ta seitad filos6fico-religiosa Detalle de-una escultura azteca hecha en piedra voledniea (portada). Representacion de Xiuhteeuhtli, ios del fuego \izquierda) una pintura del Cédice Ixtlilsochitl, siglo SVD, 4/ LOS AZTECAS Una civilizacién guerrera Manuel Ballesteros Gaibrois Catedratico de Historia de América Prehispénica. Universidad Complutense de Madrid juede afirmarse con seguridad que del pueblo azteca sdlo tenemos certeza histériea de los hechos de un siglo antes de la llegada de Cortés y sus hombres a las cosias del golfo en donde hoy est situada Veracruz. Todo lo anterior se debate entre las nieblas del mito y las certezas abjetivas de la arqueologia, Parece como si los pue- los del Anahuac (el lugar donde hay agua = lagunas) se empefiaran volun- tariamente en cruzar las pistas que ha de seguir el investigador para averi- guar de dénde vinieron, por dénde en- traron y cuando sucedié todo esto. Mezelan su propia historia de tribu con la de los atros pueblos con ellos emparentados lingitisticamente. Ellos se Ilamaron a si mismos nahua, porque hablaban el rahuatl, pero cuando narran su propia historia, se dan. varios nombres, siendo el prin: cipal el de mexica, como pueblo, o el de azteca «hombres de Aztlin», lugar 0 provincia a la que pertenecieron cuan- do eran parte del Imperio tolteca y como estirpe los tenocheas 0 seguidores del caudillo Tenoch. Pero también na rran que en un tiempo fueron chich mecas 0 pueblos cazadores, lo que hace referencia a su etapa de emigrantes. ‘También se dieron el nombre —pero por presuncién de pertenecer a una es- tirpe ennoblecida— de culhuas, ha ciendo referencia, como se vera, a Cul- huacan. De esta intrineada marana de nombres, que hacen memoria de eta- pas de su peregrinar y establecimien- io, no se podria salir sin la esclarece- dora ayuda de la linguistica. Veamos como. Los lingiiistas no son historiadores, sino que éstos sacan sus conclusiones de las informaciones que aquéllos les dan. Los lingitistas han establecido, después del estudio minucioso de todos los dialectos e idiomas desde México hacia el norte, que la lengua nahua tiene parentesco con indigenas muy septentrionales, estableciendo ast la gran familia yute-azteca, integrada por gran numero de lenguas. Los ute 0 pa: yute estaban situados en la zona del gran Lago Salado, junto al desierto de Utah. Grupos emigrantes de esta zona se fueron desplazando hacia el suroe te, para emprender luego la ruta sur- oeste-sur-este, dejando grupos de dia- lectos emparentados. Emigracién lenta, de siglos, en que yan cazando 0 aprendiendo rudimentariamente prac ticas agricolas, pero sin perder las len- guas originales, mas 0 menos diversifi- cadas en dialectos. Hay, pues, un flujo, quiz desde el siglo VIII de la era cri tiana, de pueblos que buscan zonas mas benignas. En este estado emigra- torio todos son chichimecas, cazadores y depredadores. La derivacién general hacia el sur produce diversas oleadas, la mas im- portante antes de los atzecas es la que después se denominara folteca, no por sui procedencia, sino porque fundan la ciudad de Tollan, desde la cual, levan- tando templos a su dios Quetzalcoatl («serpiente emplumada» 0 «de plu- mas»), unifican todas las tierras, desde el actual norte de México hasta la zona central de las multiples lagunas, 0 Anahuac). Pero estas primeras oleadas ya eran nahuas y el hecho de que se den diversos nombres a cada una de las tribus emigrantes no quita que to- dos fueran étnicamente hermanos y hablaran una misma lengua, o diales tos derivados de ella. Esto explica que las tradiciones emigratorias, que luego los aztecas atribuyen a ellos solos, sean en realidad comunes a todos los invasores 0 barbaros del norte. EI origen, pues, de los aztecas esti fntimamente ligedo con el de las emi- graciones de pueblos —nahua y veci- nos desde las sequedades del desierto de Utah hasta la meseta y valle de Mé- xico. El que los aztecas Hlegaran a ser un pueblo importante, una verdadera nacidn y un Imperio, dificulta diserimi- nar qué es lo que corresponde conere- Los AZTECAS/ 8 tamente a ellos. Lo dificulta porque para servir —ante los propios miem- bros de la comunidad— a la gloria del Imperio, los sacerdotes, que imparti- rian sus ensenanzas en los calmeca~ cuelas, y redactaban los libros ficos, incorporaron todas las tradiciones comunes exclusivamente a su aventura nacional. Pese a ello, los investigadores han podido ir resons- truyendo las lineas generales de su historia. Dos puntos esenciales tiene el relato de Ia emigracién hasta su Ilegada al valle de México: Chicomoztoc y Aztlan El primero como punto de partida y el segundo como lugar de donde toman el nombre de azteca (Az[tlan] tecatl = hombre de Aztlan, perdiendo el tian al aiadirle la terminacién patronimica) y toman contacto con agricultores, aprendiendo a trabajar la tierra. Precisar cronolégicamente todos es- tos datos creemos, sinceramente, que seré casi imposible, pero no asi esta- blecer una muy probable interpret: cin, Bandas vagantes de cazadores van derivando desde los desiertos nér- dicos hacia el suroeste, y Hegan a la re- gién de acantilados rocosos de Nuevo México y, a semejanza de otros pueblos pariente suyos, se instalan en cuevas viviendo una existencia trogloditica, que deja huella en su memoria tribal siete u ocho grupos —tribus— con di versos nombres segtin las varias tradi- ciones (Acolhuas, Culhiias, Chaleas, Tepanecas, Tletepozcas, Talhuicas), que seguramente responden a sus pa- tronimicos posteriores, se asientan alli, e inician nuevas aventuras hacia cl sur-este. Estas siete cuevas, son sie- te bocas, y de ahi la denominacién de Chicome (siete) oztoc (bocas). Aiio pro- bable de esta aparicién de bandas ca- zadoras en esta regién, el 1168, si ha- cemos caso a la cronologia de las fuentes indigenas recogidas por los es- pafoles. Pero les han precedido otros nahua (los toltecas), que habian absor- bido toda la sabiduria agricola de las poblaciones establecidas desde casi los comienzos de la era cristiana en la me- seta de México —los teotihuacanos y otros pueblos— y organizado una do- minacign total sobre tribus y aldeas de muy diverso origen, incluidos los indi- genas anteriores. Pareee, segun la opi- nin muy respetable de Paul Kirch- hoff, que algunos de los nuevos invagores pudieron ser dominados por 6 LOS AZTECAS los toltecas, y se asentaron en diversos lugares. Enire ellos, los que luego se Mamarian azteca. Se colocaron, como pueblo belicoso, en el centro de una la- ‘una, en un islote central. Este lugar fue Aztlén de donde toman nombre, como se ha dicho. La idea de Kricke: berg y otros de que Aztlan no existié nunca y que era proyeccion hacia él pasado de la situacién insular de la in- sular México-Tenochtitlan en medio de la laguna de Telzcoco, resulta falsa ante esta acertada hipétesis. Cuando ‘Tollan, la capital del Imperio tolteca, cae ante el empuje de los nuevos chi” chimecas 0 tribus barbaras del norte, los habitantes de Aztlin se suman a ellos y entran en el valle de México ha- cia 1215. Aqui comienza la historia de los mexicas en la tierra a la que iban a dar nombre. Las fuentes Volvemos a preguntarnos ahora, otra vez, ge6mo sabemos de estas his- torias? La pregunta puede ser contes- tada diciendo que las fuentes que in- forman conviene clasificarlas en dos grandes grupos: las indigenas y las es- panolas. En cada una de ellas hay que hacer los necesarios distingos. Las in- digenas pueden ser prehispanicas 0 confeceionadas en tiempo de la domi- naci6n espaiola, ya con caracteres 1a- tinos, pero en lengua nahuatl. Las pri- meras son las que Ilamamos codices, de los que se habla mas adelante al tratar det arte. Son pictografias con rudimentos de escritura, ya que mu- chas veces unas imagenés no persi- guen ilustrar, sino que pueden ser lei- das diciendo las palabras de las figuras. Asi una montaiia (para lo cual tenian un signo establecido), que en azteca es tepetl, con un aguila sobre ella (Quawhtli), ‘sera el modo de indi- car que se trata del lugar de Quauhte- pee. Adiestrados en las escuelas espa- nolas —especialmente por los franeiseanos— muchos indios eseribie- ron correctamente en caracteres lati- nos, usando el sistema establecido por los misioneros de la correspondencia de los sonidos de la lengua azteca con los signos del alfabeto. Aparecen en pleitos —como en el caso de D. Fer- nando de Alva Ixlilxochitl, descendien- te de los reyes de Texcoco— 0 para na- rrar la propia historia de un pueblo Representacién de un dios Hlevado en andas (del Cédice Ixtlilsochitl, siglo XVD. (tribu) o de una localidad, como el caso de la llamada Historia Tolteca-chichi- meca, de Quauhtinchan, escrita con caracieres latinos y en la que las picto- grafias son ilustrativas. Las fuentes espafiolas ain presen- tan también dos clases: aquéllas que —en menor ntimero— busean infor- mantes de un modo activo, se hacen escribir los viejos himnos y procuran captar la totalidad de la herencia in- dia, legando incluso a escribirse en lengua azteca. El ejemplo mas caracte- ristico es el del franciscano Bernardino de Sahagun, con su Historia de las co- sas de la Nueva Espana. Bl segundo tipo es el que tomando informes de los naturales 0 poniendo en castellano sus antiguas erénicas —sabidas de memo- ria por los ancianos y antiguos sacer- dotes— escribieron historias, como el franciseano fray Toribio de Benayente © Motolinia y el dominico fray Diego Duran. Como vemos, entre las fuentes indi- genas y las espaiolas existe siempre el puente o punto de contacto de las indo- hispanas y las hispano-indias. Los aztecas en el valle de México La fecha que se da para la Negada de los aztecas es la ya indieada de 1215. Son un grupo biirbaro, penden- ciero, depredador y cruel, guiado por los sacerdotes de’ Huizilopochtli, su sanguinario dios, Se habian ido fun- dando ciudades en el valle y los azte- cas no hallaban acomodo en ninguna de ellas, ya que sus habitantes los repelian, por falsos y traicioneros. Es una etapa oscura, sobre la que cada fuente discrepa y' también los histo- riadores que las han interpretado. Lo que si parece clare es que es entonces cuando los aztecas adquieren la herencia tolteca y se van adaptando a los usos urbanos, sin un lugar fijo, empujados por unos 0 por otro: Algun tiempo estuvieron en Tipaza (sitio de las serpientes), 0 en Chapul- tepee (seguramente monte de las lan- gostas o chapulin en nahuatl), de londe los expulsan los xaltonecas 0 los culhias, segin las fuentes, hasta que buscaron acomodo en unos islotes LOS AMTBCAS/7 cereanos a la costa occidental de la laguna de Texcoco, donde ya otros nahua se habian establecido, fun- dando Tlalteloleo (sitio de tierra, de alli, refiriéndose a aquélla con que habian ido Henando los estrechos canales entre los islotes). El establecimiento de los aztecas en estos islotes de la laguna fue, segin la versién tradicional, en 1325 de nues- tra era, pero Kirchhoff opina que fue en 1370, lo que cuadra mejor con la cronologia de sus futuros jefes. A su nueva fundacién Ja lamaron los azte- cas Tenochtitlan, en opinion de algu- nos por el nombre (Tenoch) del caudi- Ho que los guié hasta alli, 0, al parecer de otros, porque signifieaba el nochtli, nopal, sobre la tetl, piedra Esto parece ligico, pues segiin la tra- dicién los sacerdotes hicieron creer a la tribu que alli daba fin su peregri- nacién, porque se habia cumplido la profecia de que hallarian a un Aguila sobre un nopal, con una serpiente en cl pico. La huida de los aztecas hacia los islotes parece haber tenido una causa: la persecucién de cuthiias, por- que la hija de su jefe habia sido ficada por los aztecas a su dios Handola viva Es evidente que un pueblo hasta en- tonces tan miserable, pero al cual le estaba reservado un gran destino his- t6rico, no podria mantener su relativa independencia sin una proteccion, y parece que ésta fue establecida alter- nativamente por los sefiores de Azca- potzalco y los de Culhuacén, los prime- ros tecpanecas y los segundos culhtias. Los tecpanecas eran sin duda los mas importantes en el valle y los aztecas supieron coordina una én a los sefiores teepanecas de Azcapotzaleo con un establecimiento de buenas rela- ciones con Colhuacdn, donde se habfan instalado los restos de los toltecas de Tollan. Como el prestigio de la dinastia tol- teca era grande en el valle, los aztecas pidieron al senor de Culhuacan les de- signara un jefe de su estirpe, y asi fue designado tlatoani —el que habla o da Grdenes— de Tenochtitlan Acamapich- wrimero de la lista de tlacatecuhtili o jefes de hombres de la ciudad-estado. Este nuevo jefe se muestra sometido a los fecpanecas. Su designacién en 1376 parece confirmar la reciente fundacién (1370) de Tenochtitlan. Huitzilihuitl, que le sucede como jefe de hombres— 8) LOS AmTBCAS hasta 1417— por mas de veinte aiios, signifiea la consolidacion de la ciudad y su crecimiento demografico, asi como un trato de igual a igual con sus veci- nos, quiz porque Huitzilihuitl casé con una princesa tecpaneca, hija de Tezozomoc de Azcapotzalco, La suerte de Tenochtitlan iria vinculada a la de Azcapotzaleo. Alianzas Muerto Tezozomoc en Azcapotzalco, se erige a si mismo como jefe de esta ciudad Maxtla, al que llamariamos se- gun nuestro modo de decir usurpador, que pretende someter también a Te nochtitlan, asesinando a Chimapopoca fescudo humeante), sucesor de Huitzi- lihuitl. En 1427 inicia su actuacion de Taltoani Itcoatl (serpiente blanca}, que en trece afios da una completa vuelta a toda la situacién, gracias a la inspira- cién del cihuacoati (o «serpiente-hem- bra», presidente del tecpan 0 asam- blea) Tlacaelel. Pero hagamos una breve interrup- cién, de caraeter historico general, relativa a la erftiea que se hace a la historia como simple exposicién de las gestas de los jefes. Mientras mas pequefio es el pueblo, mientras sus cir: cunstancias le obligan a una mayo cohesién interna, para autodefensa y afirmacién de su identidad, mayor 3 el papel de los caudillos que se identi- fican con su mentalidad y con sus pro- blemas. De ahi que pueda parecer que seguimos un manido y trillado camino de secuencias reales, y que, incluso, al referirse a los tlatoaque aztecas, algu- nos autores hablen de reinados, como se hace con las dinastias medievales enrapeas. San las propias fuentes indé- genas, sus tradiciones eaptadas por los cronistas espanoles, las que destacan la decisiva influencia de hombres sin- gulares en el desarrollo de la politica en el valle de México y en el engrande- cimiento de Tenochtitlan. Iteoat! inau- gura el sistema de alianzas, en este primer caso de cuatro ciudades: Tenochtitlan, Texcoco, Cuauhtitlan y Huexotzingo. Su objetivo era combatir al usurpador y asesino de Chimalpo- poca Maxtla. gHabia un propésito oculto azteca de’acabar con la prepon- derancia tecpaneca? Bs muy posible, ya que entonees es cuando se inicia Ia grandeza de México-Tenochtitlan. Representacién alegériea de la fundacién de ‘Tenochtitlan, la capital de los artecas, lugar sobre el que se asienta la actual Ciudad de México LOS APTHCAS /9 La Confederacién Azteca y el Imperio Hay Imperios de nombre e Imperios efectivos. E] Imperio romano existia de hecho dos siglos antes de su constitu- cin como tal: el Imperio Sacro Roma- no Germanico lo fue de nombre y der cho, pero practicamente no fue sino una verdadera confederacién. Entre los aztecas se organiza una confedera- cién, que realmente eso era el Imperio azteca de Tenochtitlan. El resultado de la alianza cuatripar- tita no solo trae la perseguida muerte de Maxtla —o Maxtlaton, en forma despectiva—, sino la ruina de Azcapot- alco y, por consiguiente, el fin de la supremacia fecpaneca, Hora era ya de organizar un orden nuevo, y el énea gado de ello, asesorado por la asam- blea de los barrios o calpultin (plural de caipulli) mexicanos, es el nuevo tla- catecuhtli, sucesor de Itzcoatl: Motecu- zoma Ilhuicamina, sobrenombre tra- ducido por unos como rayo del cielo o célera divina, y también por el colérico. Este organiza una triarquia integrada por los principales vencedores —Te- nochtitlan y Texcoco, representados por Motecuzoma y Nezahualcototl (co yote hambriento)— y la modesta Tlaco- pan, colonia azteca en la ribera. Estd unida la confederacién para la con- quista, la guerra, el reparto de botines y tributos: dos quintas partes para Mé- xico, dos para Texcoco y una para Tla- copan. Los guerreros de las tres ciudades inician la salida del valle, hacia Cuauhnahuac (Cuernavaca on el decir espaol) y los territorios de Michoacan y de los totonacas. La riqueza de trib tos, muchos de ellos en forma de pri- joneros para las obras piblicas y para las grandes fiestas con sacrificios hu- manos, comienzan a engrandecer ma- terialmente a Tenochtitlan, capital de la confederacién, ya que el tlatoani az- teca era el jefe de ella, Se levantan e ficios y templos de canterfa y afluyen piedras y plumas preciosas, manufac- turas y materias primas de calidad. Thuicamina es realmente cl iniciador del Imperio. No se engaiiaron mucho los espaiioles al considerar a su tiltimo sucesor como un verdadero emperador. Axayacatl —1469-1481— tiene ya una costumbre hecha para los caballe- 10/LOS AZTECAS ros dguilas y para los caballeros ocelot] 6 tigres, que se adornaban con cabezas de estos animales como cascos. Aun- que Tepeticpac —fortaleaa de Ia irre uctible republiea de Tlaxeallan— quedaba encerrada entre territorios conquistados y los taraseos de Michoa- can —muy nahuatlizados, por otra parte— no fueron nunca vencidos, las tropas de los aztecas legan hasta la Huasteca, cuyos habitantes, de raza y lengua mayas, estaban también muy influidos por la tradicion tolteca, es de- cir, nahua. La vieja Tlalteloleo, moni- tora de los aztecas en su primera eta- pa de asentamiento en los islotes, es anadida a la ciudad. Todo parece au- gurar grandezas, pero una revolucion se va fraguando insensiblemente: la del acceso de los hombres comunes — macehualtin— a la vida publica. El macehual ya no es el evasallo», sino el guerrero, ¥ el esplendor de México-Te- nochtitlan se debe a su esfuerzo. Se perfila un periodo militarista que, de hecho, venia formandose desde Iui- camina, El «reinado» de Tizoc, aunque im- portante por haberse comenzado las obras del gran templo central de la ciudad es breve y el mismo consejo tri- bal lo manda ejecutar, por razones os- curas. Interregno que no cierra la era de las conquistas, ya desde 1486 hasta 1502 el tlatoani Ahuizotl extiende los dominios hasta el golfo de México y abre para la tributacién los eaminos que antes s6lo frecuentaban los pochie- ca 0 comerciantes: la llamada «ruta del cacao», que Hegaba a Soconusco y Gua- temala. Antes les habian precedido emigrantes nahuas, como los pipiltin (pipiles del Salvador) y los nicaraos de Centroamérica. Motecuzoma II. Xocoyotzin El ano 1502 marca un rumbo dife- rente, con la eleccion de Motecuzoma II, Xocoyotzin («el joven»), que habien- do sido guerrero, habia pasado al s cerdocio, sirviendo en el templo de Huitzilopochtli. Segin la costumbre, se reunia la gran asamblea de los re- presentantes de los callpulli, de los guerreros y de los sacerdotes y desig: naban, entre los candidatos, quién ha- bia de ser el nuevo tlacatecuhtli, den- tro de la limitacion de que fuera de la estirpe de Acamapichtli, como venia sucediendo. Presentados como candi- datos hijos de Ahuzotl, la eleccion se inclin6 por el sacerdote de 35 arios Mo- tecuzoma, descendiente de Axayacatl Se conocen con todos los detalles las largas ceremonias de la entronizacién del nuevo jefe. Como sincero y devoto sacerdote de los dioses, que habia sido hasta entonces, Matecuzoma va a dar un sesgo y significado distinto a su ac cién. Suprime, en primer lugar (segun. algunos, privandoles de la vida), los al- tos cargos de Ahuizotl, integrando como colaboradores a jévenes herede- ros de antiguos jefes, que habfan sido discipulos suyos en el ealmeca (escu la) del templo. Serio, religioso, pulcro, autoritario y cruel, preocupado por el orden y la abediencia y disciplina, ig- nora a los otros miembros de la confe- deracién y da un tinte absolutista y di- vino a su mando. Los hijos 0 allegados familiares de los jefes de los pueblos sometidos, son levados a Tenochti- tan, casi como rehenes, para ser edu- cados, como se habia hecho un siglo antes entre los gobernantes de Maya- pan, en Yucatan. Hombre de una fe profunda en sus propios dioses, hace la guerra de con- quista en nombre de ellos, especial- mente de Huitzilopochtli. Las tenden- cias monoteistas de Nezahualcoyotl, de Texcoco, significan una postura con- traria a la suya, pero cuando se le avi- sa, desde 1517, que han aparecido gen- tes extrafias, con cascos brillantes, en las costas, su fe se tambalea, pensando si serian los hijos del dios tolteca Quet- zalcoatl («serpiente de plumas» 0 «em- plumada»), el cual segtin la leyenda, habia prometido regresar. Cuando sus dibujantes le traen las imagenes de los espanoles de Cortés, y piensa que sus dioses le abandonan, ya no duda y hace lo posible para impedir que el pe- queno grupo explorador, enriquecido con las tripulaciones de los barcos «da- dos de través» por Cortés, llegara has ta las lagunas. Pero los espanoles pi- san su ciudad y el antiguo hombre autoritario, duro y cruel, se transfor- ma en el sumiso y temeroso Moctezu- ma (manera de pronunciar su nombre por los espafioles), que acaba dejdndo- se encadenar y ordenar la muerte de alguno de sus antiguos suibditos, para complacer al conquistador, como en el caso de Quauhpopoca. Los aconteci- mientos se precipitan en 1520, cuando al regreso de Cortés de someter a las gentes de Pénfilo de Narviéez, se en- cuentra a Tenochtitlan alterado, por los actos cometidos por Alvarado. Cor- tés obliga a Motecuzoma a dirigirse a sus subditos y éstos le apedrean, de cuyas heridas muere en junio de 1520. Obligados a retirarse los espafioles, ante la sublevacién de los aztecas, en a famosa «noche triste», y muerto Mo- tecuzoma, el tlatoapan o asamblea eli- ge a Cuitlahuae como jefe, pero duran- te el asedio de Tenochtitlan por los espafoles, éste muere de viruela (la enfermedad importada por los espano- les, que los indios lamaron matla- zahuatl (ofiebre de los venados»), Mé- xico se rinde y el ultimo tlacatecuhtli, Cuauhtemoc, que se rinde es acogido como tal por Cortés, que lo mantuvo siempre vigilado. Para no dejarlo en México, Cortés lo llev6 consigo a la ex- pedicién de Las Hibueras, pero recelo- so de una conspiracién con los mayas chontales, lo mands ajusticiar en fe- brero de 1525. Asi terminaba la historia de los az- tecas, salidos de los escalones mas ha jos de las tribus invasoras del Anahuac y ascendidos a las alturas del Imperio en poco mas de un siglo y me- io. Elarte Cuando los espaioles contemplaron los elevados templos construidos en Tenochtitlan por los aztecas, probable- mente con mano de obra de los venci- dos en sus conquistas, quedaron tan admirados que feniamos que pellizear- nos los unos a los otros, por no ser que estuviéramos sonando, como dice Ber- nal Diaz. Pero lo que no supieron es que el arte que veian no era mis que la culminacion de un largo proceso que arrancaba de Teotihuacan, pasando por los toltecas. La plaza mayor era un conjunto impresionante, con el templo doble —segiin modelo tezeocano de Te- nayuea— a Tléloc y Huitzilopochtli, con el tzompantli («altar de las calave- ras»), los templos de Ehecaltl (el Vien to, identificado por Quetzaledatl) y de Tezcatlipoca, el dios negro de la guerra y el calmecac 0 centro docente princi pal de los sacerdotes. Las residencias reales (en especial el palacio de Axaya- calt, en el que los espafoles hallaron su tesoro) eran suntuosas, con patios y terrazas y pavimentos de madera puli- LOS AZTECAS /11 mentada, todo ello de canteria. En ar- quitectura no fueron, pues, originales, y sus juegos de pelota eran similares a los de los mayas del Yucatan en su tructura y construccién. Fuera de la capital construyeron también templos y tzompantin («alta- res de calaveras»), como los de Tepoz- teco y Calixtlauaca. Sus templos, como los de todo el mundo mesoamericano, consistian en una «piramide escalona~ da», que servia de basamento al verda- dero templo, ante el cual se realizaban los sacrificios humanos. En la talla de la piedra fueron exce- lentes maestros, sin duda por influen- cia de los artesanos mixtecas, apare- ciendo simulténeamente dos tipos de esculturas y relieves: los de caraeter religioso y los de libre inspiracién. En- tre los primeros figura la representa- in de deidades, como la impresionan- te Coatlieue (diosa de cabezas de serpiente y falda de culebras) o los re- lieves de la piramide de Xochicalco. Entre los segundos hay obras de arte de gran valor estético como el «caballe- ro Aguila» y el Xochipilli («nifo flor»). En las lamadas artes industriales destacaron muy especialmente, tanto 12/108 AZTECAS Moctezuma contempla un cometa que anuneia un préximo desastre (miniatura del Cédice Duréin, arriba). Representacién de un rey de Texcoco en un cédice de mediados de siglo XVI (derecha) en el trabajo de lapidarios (jades y tur- juesas) en bellas empunaduras de cu- chillos de sacrificio, de hoja de peder- nal o de obsidiana, como en la plumeria y la cerdmiea. Tocados de plumas —como el regalado por Mote- cuzoma a Carlos V, hoy en el Museo Imperial de Viena—, escudos para los desfiles de guerreros, de armonica combinacién de colores, y vasijas de las més variadas formas: copas, sahu- merios, vasos, tripodes, platos, con es- tilos diferenciados de Talteloleo y Te- nochtitlan. No hay duda que tanto en la cerdmica como en la orfebreria esta presente la influencia artistiea de los mixtecas. La pintura fue un arte cultivado eon originalidad por los aztecas, y se mani- fiesta en tres espacios: murds, cerami- cas y libros. Pocos murales quedan (el friso de los guerreros en Malinalco) y LOS AZTECAS ‘13 la cerdimica, aunque colorista y policro- ma sin decoracién, es de caracter geo- métrico. No pasa asi con los eddices, donde brilla, a la par que el arte, la in- ventiva de sus autores, lo que merece una meneién més pormenorizada Los mayas habian inventado lo que los aztecas Ilamaron, en su lengua, el amtl, que designa tanto al libro en si como al material, que era un finisimo tejido de la fibra del maguey (agave americana de Linné) recubierto de una disolucién adhesiva y cal, donde se pintaba con pincel. Estos libros se ple- gaban, al modo maya, como un biom- bo. Pero los aztecas habian sido un pueblo cazador y también usaron la piel de venado para sus «eserituras» Estos cédices presentan, por el tema, cuatro tipos: a) topograficos 0 mapas, b) historicos, c) de calendario y ritos, ¥ @) listas de tributos. Podriamos decir que no se lefan, sino que las figuras en ellos representadas servian de guion para un recitado oral. E] arte es con- vencional ¢ ingenuo, pero no tosco. Si, por ejemplo, el hombre aparece esque- matizado (apenas el cuerpo y la cabeza y una sugerencia de pies) se debe a que se establecié asi, Se conservan bastantes de estos cddices, muchos de ellos recogidos en el siglo XVIII por el benemérito mexicanista milanés Lo- renzo Boturini. Sociedad y economia Miguel Leon-Portilla Universidad Nacional Autonoma de México (UNAM) Jara acerearnos a lo que Hegaron a ‘ser la organizacion sociopolitica y la economia del pueblo azteca, pocos aiios antes de la conquista espa- ola, es necesario recordar algunos an- tecedentes. Tras largo peregrinar en el dmbito geografico de la aitiplanicie central, los aztecas 0 mexicas se ha- asentado al fin, en 1325, en un equetio islote, situado en uno de los lagos que entonces cubrian parte con- siderable del valle de México. Al esta- blecerse en ese lugar, quedaban dentro de la zona de dominacion de un reino poderoso. La isla de Tenochtitlan per- tenecia a log tepaneeas de Azeapotzal- co. Primera consecuencia de ello fue que hicieran reconocimiento de vasa- Haje al senior de Azeapotzaleo. Ade- més, los aztecas hubieron de pagarle tributos y participar también, como una especie de mercenarios, en mu- chas de sus empresas bélicas. Hasta entonces la organizacién so- ciopolitiea azteca continuaba siendo la de un pueblo cuyas estructuras se apo- yahan fundamentalmente en relacio- nes de cardcter gentilicio. Unidades de organizaci6n en tal contexto, ademas de los micleos familiares y de las «fa- milias extensas», eran los que se cono- cen con el vocablo indigena de calpu- 14/LOS AZTECAS His, Esta palabra es un aumentativo de calli que significa «casa». La signifi- cacion de calpulli, «gran casa», conno- ta al grupo de personas que, ligadas por vinevlo de parentosco, realizaban conjuntamente una serie de funciones de caracter socioeconémico, religioso, militar y politico. Algunos investigadores han ere‘do ver en la naturaleza de los calpulli una especie de clan con tendencias en- dogamicas, aunque sin excluir la exo- gamia en grado més limitado, Cada uno de los calpullis tenia sus corres- pondientes guias y autoridades. Sobre- salian los sacerdotes, y varios jefes, asi como el que tenia Ia custodia de los bienes de la comunidad. Durante toda la época de la peregrinacién, los varios calpuilis aztecas prestaron obediencia a quienes guiaban al conjunto tribal, los jefes-sacerdotes supremos, aquellos que tenfan a su cargo el culto de los dioses y el destino mismo de la nacién. Cuando ocurrié ya el asentamiento en la isla, la situacién prevalente comen- 26 a modificarse. Segtin un testimonio del manuserito indigena que se eonoce como Anales de Cuauhtitldn, México-Tenochtitlan no fue en un principio sino un conglome- rado de chozas construidas en medic Noble azteca segiin el Cédice Ixtlilxoekitl, siglo XVI LOS AZTRCAS 15 de los earsizales que habia en el Flats pinta ta hor de Huilzilopochti, el divs Lat Gs be extacan, Quondo 6] temple yu eonstruide el dios a través de ls je fos-enecrdstex, oxpreso osta prafecta Tiedchd, ertablessed: hase part Jen tulad caleulie's setorion fogtnie ra del nd in jelintaron entone tt lat SIM Iterated te Nuova Bapana g, basta el presente Sh lamoneras adi de xen, fee lor distin opus rnd en elas. A parte de oe cambien atributo de antes de un eau habitar Spon emda. Bora que mucho signifiearia en su ullerio Saervell, seas, en wu calidad de tribu. tarins del senor de Azeapotraleo, conti unban sirviendolo, De melo e=pecial participaban en las luchas que tenia él fon otros scnorios, Hasta entonces lo veins eaudillos qc iiiad al ueblo azteea en st peregrinacivn, te nian en sits manos el gobiernw en ta mica palitiea de los aztecss subs tan las’ indamentales sire san bastante Ii mitade formas de produccion permitian solo la autosubsistencia, ngravada por la necesidad del paso de Hbutas d Aceapetsalee, Paneecain embargo, habria de introducirse an feambio cievtamente radi habian pereatad I de Azcapotzalen yen | irs se Porias, de que existian otras formas, al parecer mas eficientes, de organiza | poderosos, Un grupo de prominentes Esta maqueta, que puedy contemplarseen el | indigena, la Crénica Mexicayot, ref Gidn politica, Asi, al morir Tenaehili, el | hateeas se dirigio entonces a Culhun- | ‘Museo Nacional de Antropalgia de México, re como, tras larga deliberacion, los de gran sucerdote y'ultimo caudillo azteca | sin, antiguo senovio de raigambre tol " ecomirare el centro ceremonial de Culhuacdn accedieron a la demanda {que Ins habia gobernado desde antes | teca que, aunque estaba sometido a Tenochtitlan enlsspoca de maximo esplendor Su respuesta fue desu asentamiento en la isla, huhe cn: | Azcapotzaleo rreaba st propia, del artes ‘Que gobierne Acamapichtli a | Tos anciai erdotes, sahios, je~ | forma de organizacion politica y' soe we del pruchlo, a fos artecas, a I ¥eapitanes, quienes se inelinarin | Las aziéensmanifostaron ally cl pe son sidrens de Tagine Nahuague, vel or consolidar una angenizacion pokti- | aite de que se Tex enncediera al noble cl primer gran gobernante, tlatoand, de | Dueno del corea y del juntos, del gue ea semejante a ta devsus vecinos mis | ihumade Aeamapiehllt para que fuera Mesico-Penachiitlan, Otre documenta | es Yohwalli Hhecatl, «Noche, Viento: que gobierne a los siervos de Yaotzin Tezeatlipoca y del sacerdote Huitzilo- pochtli Asi desde la década de los setenta del siglo XIV, Tenochtitlan tuvo su pri- | mer rey 0 seitor de linaje emparentado | con los toltecas, A través de él y de otros culhuacanos establecidos tam- bin en Tenochtitlan, por la via de uniones matrimoniales con hijas de los aztecas y, con la sucesiva exaltacion de descendientes de antiguos caudillos aztecas, comenz6 a formarse un pode roso estrato social, el de los nobles 0 pipiltin, con atributos y privilegios de los que'se derivaba una situacion muy distinta de la que correspondia a la gente comun, los hombres del pueblo 0 macehualtin. Precisamente los ma- cehuaitin, la gente del pueblo, eran los que preservaba, y de hecho conserva- ron hasta los tiempos de la Conquista y, en algunos lugares, hasta mucho después, las antiguas estructuras de los ealpullis, Consolidacién de clases sociales Para enmarcar el tema que ahora nos ocupa tomaremos en cuenta algu- nos elementos en funeién de los cuales | se suele determinar la existencia 0 no de clases sociales en un conereto con- texto. Entre ellos estan las relaciones que guardan diferentes sectores de una comunidad con respecto a los me- dios de produceién; el higar que oct- pan en lo que toca a la organizacién Gel trabajo; el consiguiente beneficio que derivan de su trabajo y de la pro- duceién en general; los distintos tatues © rangos que, en una especie de estra- tiffeacién, van ocupando esos sectores que, en diversas formas, participan en Ia produceisn: sus privilegios o caren cias de los mismos; su partieipacion en otros campos como los de la politica, organizacién religiosa, arte, eteétera, Atendiendo a estos puntos de vista pasamos a describir la situacién que prevalecié en la sociedad azteca por Io menos durante el ultimo siglo antes de la conquista espafiola. En primer lugar haremos referencia | a los ya citados macehualtin, «gente del pueblo», que continuaban integra- dos en sus vorrespondientes calpulis. Los macehualtin, en términos de pro- duceién, se ocupaban sobre todo en la agricultura y en tareas de indole arte- 18 ‘LOS AZTECAS las tierras que eran propiedad comu- nal de su calpuili y, otras veces, tam- bién las que pertenecian a los pipiltin, «los prineipes, los nobles», asi como las del estado azteca, de la organizacién religiosa, y aquellas cuyos rendimien- tos se dedicaban a los gastos de gue- rra. Desde luego era fundamental el papel de los macehualtin en el contex- to de la organizacién del trabajo. A ellos de debia, en maximo grado, el abastecimiento de productos agricolas que hacian posible el sustento de la po- blacién. Ademas, en su calidad de pro- ductores de muy variadas formas de artesania —materiales para la cons- truceién, cerdmica, arte plumario, or- febreria, trabajos en piel, eteétera— satisfacian tanto requerimientos coti- dianos y necesarios como otras urgen- cias de eardcter suntuario uv destinadas a fines religiosos 0 belicos. Desde luego los macehualtin, indivi- dualmente y en su calidad de miem- bros de los calpuilis, participaban en Ja riqueza obtenida, aunque en mucha menor proporcién y de manera distin- ta, si se compara su situacién con la del ya mencionado sector de los pipil- tin. Los macehwaltin no tenian propie~ dad de tierras en forma individual Mas atin, en los casos en que determi- nados calpullis poseian escasas tierras laborales 0, por razén de su desarrollo demografico, no podian ofrecer trabajo a sectores de sus miembros, habia en- tonces macehualtin que realizaban ta- | reas agricolas en lugares que no perte- necian a su propia comunidad. Los que asi laborahan se conacian con el nom- bre de mayeque, «los que tienen bra- os», es decir una especie de braceros que prestaban seryicios a otros. Men- cionaremos también aqui a los tlatla- cotin, peculiar forma de esclavos. Su venta no era de por vida, ya que ellos. | mismos u otra persona podia hacer su reseate. Los hijos de los dlatlacotin no eran considerados esclavos. En reali- dad ni los mayeques ni los tlatlacotin constituian propiamente clases so les diferentes de los macehualtin 0 gente del pueblo. Ademas de participar asi en el con- texto de la produccidn del estado azte- ca, los macehualtin integraban, de ma- nera obligatoria, los ejéreitos. Su educacién la recibian en escuelas, en cada caipulli, las denominadas ‘el- puchealli, «casas de jévenes». Su pre- sanal. Correspondia a ellos trabajar | paracién incluia, de modo especial, las téenicas del arte de la guerra. Distinta era, en cambio, la clase de los pipiltin o nobles. Estos podian ser propietarios de tierra en forma indivi dual. Con frecuencia disponian del tra- bajo de mayeques, «braceros», y Watla- cotin, «esclavos». Habia también pilpiltin beneficiados con la percepcién de tributos. Sus hijos recibian una educacion mas esmerada y ejercian luego los mas elevados cargos del go- bierno. Sélo de entre ellos podia se clegido el rey o tlatoani. Interesante resulta destacar el acer- camiento que, por razones econémicas, habian Iegado a tener con los pipiliin los grupos, basicamente de macehual- tin, que integraban los sectores de comereciantes. Nos referimas en parti- cular a los pochtecas 0 mercaderes que habian obtenido una especie de codigo juridico y econémico que determinaba las funéiones que les correspondia desempenar. Los pocktecas tenian ritos y ceremonias religiosas exclusivas de ellos. Poscian sus propios tribunales. Organizaban los diversos sistemas de intereambio comercial, en particular con gentes de regiones muy apartadas, Desempenaban con frecuencia las fun- ciones de embajadores, emisarios y espias. Llego a ser tan grande la impor- tancia social y econémica de los pochte- cas que a veces contaban mas en la vida piibliea que muchos nobles o piprltin. Podria decirse que con los pochtecas 0 mercaderes se repitié un fenémeno parecido al de la burguesia de indus- triales y comereiantes que tanta impor- tancia tuvo en la historia de los paises europeos. Los pochtecas, entre otras cosas, estaban libres de trabajos perso- nales y podian poser tierras en forma individual, cosa que los colocaba casi a la par con los miembros de la nobleza. Organizacién politica Lugar primordial en el gobierno de la nacién mexicana lo ocupaba el huey Hlatoani, expresin que literalmente significa «el grande que habla, el gran ordenador...». Correspondia a él aetuar como ordenador en todos los campos. Si bien era representante de la divini- dad, nunea se pensé, como en el caso de los ineas, que fuera hijo de alguno de los dioses 0 encarnacién suya. El gran #latoani era también el maximo juez y sobre él recaian las mas eleva- das responsabilidades. De él dependia Ia iniciacién de cualquier guerra, la promulgacion de las leyes y el comien- zo de toda empresa importante. El gran tlatoané debia ser clegido de en- tre los pipillin. Como un reflejo, en la organizaci6n politica, de la ereencia religiosa en un supremo dios dual, al lado del huey tlato- ani, desempenaba también funciones en extremo importantes el llamado cihwa- coail. Este titulo significa «serpiente femenina» y también «mellizo feme- nino». El vocablo ethuacdatl era también uno de los nombres de la diosa madre. Al cihuacdadl correspondia desempe- ar las funciones del flatoani en caso de ausencia de éste, como, por ejemplo, cuando salia él a la guerra. En forma transitoria asumia también el poder cuando fallecia el tlatoani. Entre las funciones del cihuacdadl estaban presi- dir el tribunal mas alto o de tiltima in: tancia y actuar asimismo en asuntos religiosos y de administracion publica. Lugar prominente tenian también los varios consejos, entre ellos uno que puede describirse como supremo; Esta- ba formado por representantes de otros cuerpos secundarios. Entre las funciones del consejo supremo sobresa- lian la de auxiliar al dlatoani en los problemas que pudiera someter a su consideracin, asi como participar en la designacion de funcionarios. Habja, ademas, cuatro grandes digna- tarios que desempenaban funciones muy importantes, entre ellas la de actuar a veces como miembros del supremo con- sejo. Mencionaremos primeramente el rango de flacochedleail, «setior dela casa de los dardos» que, junto con el flacaté: cail, asumia la mas clevada jerarquia militar. A su vez, cl huitcrahuatlailotlac y el fizociahudcall tenian atribuciones de jueces principales. ‘on el nombre genérico de Hlatoque se conocian los gobernantes de todas las poblaciones de cierta importancia Posicién distinguida correspondia a los Mamados teewhtli (en singular) y tete- cuhtin (on plural), palabras que signi- fican «sefior, seiiores». Los fetecuhtin, escogidos entre los nobles o la gente del pueblo, podian desempeiiar dive: sas funciones, entre ellas las de gobei nantes, jueces y supervisores en el pago de tribute Jebe recordarse aqui que el expan- sionismo de los aztecas los habia Tleva- LOS AZTECAS 19 do a someter a muchos senorios, antes independientes. En algunos casos los antiguos gobernantes de ellos perma- necian en el poder pero con la obliga- cidn de prestar obediencia y pagar tributos al supremo senor de’ México- Tenochtitlan. En otros casos corres- pondia a algunos tetecwhtin aztecas hacerse cargo de la. administracion de es0s pueblos o provincias. La existencia del Estado azteca re- queria del pago de tributos y de la re- coleccién oportuna de otros ingresos. Tributaban, en funcién de sus calpu- Uis, los macehualtin; ademas, los pue- blos y sefiorfos que habfan quedado su- jetos, asi como otros que mantenian atin cierta forma de independencia, Otros ingresos se derivaban de lo que se obtenia de las tierras que pertene- cian al Estado, asi como de los botines de guerra en las frecuentes campafias. Los artesanos y mereaderes, segtin lo mencionamos, tenfan un estatuto pro- pio en el que se determinaban las con- tribuciones que les correspondian Competia al cikuacéatl vigilar lo con- cerniente a la tributacién, Funciona- rios subordinados eran el huey calpix- qui, «gran guardian de la casa» y el petlacdleatl, «el de la caja o petaca», La economia El estudio de la economia azteca es difieil por lo limitado de las fuentes que permiten cuantificar 0 medir de algtin modo las distintas fuerzas que jugaban papel determinant en la pro- duecién. Asi, por ejemplo, si hay hasta ahora enormes divergencias en los cal- culos sobre el ntimero de habitantes en el Mexico prehispanico, habré que re- conocer que no ser facil precisar cual era, en las distintas ciudades, pueblos, aldeas y regiones, la cantidad de per- sonas dedicadas a tal o cual forma de actividad productiva. Recordemos en este contexto que, entre los caleulos expresados sobre la poblacién del area central (actuales estados de México, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, Michoacan, Colima, Jalis- co, Guerrero y Veracruz), en tanto que unos hablan de sélo tres 0 cuatro mi Hones de individuos, otros elevan la ci fra hasta mas alla de los veinte millo- nes. Disponemos, en cambio, de mayor numero de testimonios que permiten 120/108 APTECAS: conocer las principales formas de espe- cializacién de quienes integraban la fuerza humana de trabajo. En primer lugar, sabemos que existia una distri- bueién de actividades en funcién del sexo. Asi, al hombre correspondian las importantes tareas agricolas y la mayor parte de las formas de produc- cion artesanal. A la mujer, en cambio, tocaban los quehaceres del hogar, algunos nada féciles como la transfi macién del maiz en masa para las tor- tillas, lo que presuponia largas horas de trabajo en la piedra de moler. Hilar ¥ tejer eran asimismo ocupaciones que competian a la mujer. Conocemos también especializacio- nes tales como las que correspondian a quienes se ocupaban en trabajos extractivos (pescadores, recolectores, mineros y otros). Asimismo muestran los testimonios la existencia de grupos dedicados a la construccion (albaiiles, canteros, carpinteros, pintores), a las industrias manufactureras (alfareros, canasteros, productores de esteras, sandalias, curtidores, etcétera). Men= cionaremos el amplio campo de la especializacién artesanal, la de quie- nes producian objetos de indole utilita- ria y de consumo general como papel, instrumentos lIiticos y de madera, canoas, etcétera, y la de aquellos que elaboraban articulos de lujo o suntua- rios, principalmente para los miem- bros de la nobleza y el culto religioso. Entre estos tiltimos habia orfebres, artifices de la pluma, escultores, los Gque elaboraban los eddices y los gema- tistas. Debemos insistir, sin embargo, en que, a la par que habia estas especiali- zaciones, la gran mayoria de los macehualtin o gente del pueblo, dedi- caba buena porcién de su tiempo a la labranza de la tierra. Precisamente los productos que de ella obtenfa le permi- tian en alto grado su subsistencia, la familiar y la comunitaria, al igual que el pago de los tributos que correspon- dian al supremo gobernante, al culto religioso y a otros propésitos ligados con la administracién publica Recursos naturales Respecto de la informacién para co- nocer cuales eran los recursos natura- les sobre los que descansaba la econo- mia del México antiguo, ocurre algo Representacién de una divinidad azteca en un cédice del siglo XVI semejante a lo dicho acerca del poten- cial humano. Las fuentes —aunque en. algunos casos proporcionan datos cuantitativos— Son sobre todo de ca- réeter deseriptivo. Asf, por ejemplo, al hablar de las tierras para la agricultu- ra, aunque en ocasiones se mide su ex- tensién, es mas frecuente encontrar que se Senale cémo eran y para qué servian, Con él nombre de atocili se aludia a las tierras con suficiente agua y bue- nas para la agricultura. Cuawhtalli, stierras de drboles», significaba que en ellas habia residuos vegetales, lo que hoy Namamos «tierra de hoja». En lugares asf dotados de agua y materia orgdnica prosperaban los cultivos de plantas basicas para el sustento: maf: frijol, calabaza, chile (pimiento). Tam- bien ‘habia otras tierras destinadas a fines més particulares, como las que s nombraban xochimilpan, para el cul- tivo de diversas flores Desde luego son muchos los reeur- sos naturales que daban apoyo a la econom{a prehispanica. Del reino vegetal: los arboles y multiples plan- tas que crecian espontaneamente, unas de aplicacién medicinal, otras alimenticias o para producir objetos manufacturados; determinados arbo- les ofrecian madera para la construc- cidn, otros eran frutales, habia ade- mas plantas que podian aprovecharse de formas muy distintas. El reino ani- mal abarcaba variedades acuaticas en los rios y lagos, y otras que podian lograrse para la alimentacion por medio de la caza y a través de la reproduccién en reclusién (animales domésticos), como en el caso mas sobresaliente del guajolote 0 pavo. Los animales propiamente domestica- bles eran, on cambio, casi inexisten- tes. Excepeién la constituia el perro, La ausencia de olros animales domesticables fue en alto grado barrera al desarrollo de una teenologia més cficiente. Al no haber bestias que pudieran servir para la carga y la trae- cidn, el empleo de la rueda s¢ limit6 a su aplicacién en algunos juguetes. Mencionaremos, finalmente, entre los recursos naturales, los derivados del subsuelo y que pudieron aprove- charse a través de trabajos de indole minera, Entre los metales que conocié el hombre prehispanico estuvieron el oro, la plata, el eobre, el estano y, pro- bablemente, en escala muy reducida, cl plomo. Otros minerales, que tam* bién se aprovecharon, fueron el cina- LOS AZTECAS/ 21 brio (protosulfuro de mercurio), la cal- cita (carbonato edileico), ast como dive sos colorantes minerales, varias pie- dras preciosas y otras de diferentes naturalezas. Sobre la base de los recursos natura les —como los mis importantes aqui mencionados— la fuerza de trabajo, el potencial humane, llegs a la produe- cin de una gran variedad de bienes. Para lograr esto las sociedades indige- nas desarrollaron un instrumental y una técnica, a las que brevemente debemos referirnos, Primeramente hemos de resaltar el hecho de que —a pesar de haber logrado grandes creaciones culturales en campos como el del arte, en los cém- putos calendaricos y astronémicos— el hombre prehispanico no aleanzé a tener un instrumental calificable de muy perfeccionado. A pesar de esto, su instrumental fue, en muchos aspectos, bastante eficiente. Abarcé ante todo utensilios hechos de piedra (martillos, raspadores, morteros, eteétera), otros de pedernai, hueso 0 madera, como la coa, el palo que servia para las tareas agricolas, y algunos, en meno mimero, de metal. De estos eabe men- cionar las hachas de cobre. Particular atencién exigen las téni- cas aleanzadas en el cultivo de la tie- rra. Ademas de la agricultura de tem- poral, en la que no se descuidaba el empleo de algunas formas de abono, las sociedades prehispénicas se valie- ron de sistemas de regadio, cultivos escalonados y, sobre todo en’la region central, introdujeron las eélebres chi- nampas, conocidas como «jardines flo- tantes>'o mejor, «anclados» sobre el echo de los lagos. Resta decir algo sobre las «unidades de producciéns, muy vinculadas con distintas formas de agrupamiento social, existentes en el México antiguo. Por una parte, estaba, como unidad pri- maria, la familia. Los integrantes de ésta participaban en el trabajo de acuerdo con la especializacion en fun- cidn de su sexo, como ya se ha visto. Unidades mucho mas amplias las cons- tituian los distintos calpullis. Algunos de éstos, segiin parece, se habian espe- cializado en la produceién de determi- nados articulos, por ejemplo, en los tra- bajos artisticos hechos de plumas. Los calpullis, en cuanto unidades de roduceién, pagaban tributos al Estado. También proporcionaban 22/ LOS AZTECAS mano de obra para realizar empresas, bien sea en provecho del mismo calpu- Ili de la comunidad del pueblo o ciu- dad. Este tipo de servicios —tributos y participacién directa en trabajos— eran asimismo obligacién de entidades mas amplias, los senorios sometidos al dominio de México-Tenochtitlan. Elemento de suma importancia para comprender los aleances que llegé a tener la economia en el México antiguo son la existencia de mereados y de lo jue Hamaremos el comercio exterior, levado a cabo por los pochtecas 0 mer: caderes. Mercado de Tlatelolco En extremo maravillados, algunos conquistadores nos dejaron en sus cri. nicas una imagen de lo que era el mer- cado principal de Tlatelolco, en la an- tigua poblacién ya incorporada a la ciudad de México. Bernal Diaz del Castillo escribié: Quedamos admira- dos de la multitud de gentes y merca- derias que habia en ta gran plaza y del gran concierto que en todo lenian... Comencemos por los mercaderes de oro plata y piedras ricas, y plumas y mantas y cosas labradas y otras mer- caderias de indios, esclavos, y escla- vas... Otros mercaderes que vendian ropa més barata y algodén y cosas de hilo torcido y cacahuateros que vendi- an su cacao... y habia muchos herbola- rios y mercaderes de otra manera... Y también vendian hachas de latén y co- bre, y jicaras y jarros de madera muy pintados... Ya querria haber acabado de decir todas las cosas que alli se ven- dian.. A la metropoli mexicana afluia toda clase de productos procedentes de regiones cercanas y apartadas, obteni- dos gracias a las negociaciones de los mercaderes o en calidad de tributos. A su vez, de la capital, donde, segin vimos, habia diversas formas de pro- duccidn, artes y artesanfas, se exporta- ban maitiples objetos manufacturados. Ciertamente se habian vuelto comple- jas las relaciones de produccién ¢ intereambio durante el esplendor de Tenochtitlan. Mencionaremos al menos cuales eran las dos rutas mas importantes del comercio establecido por los pochtecas. Una se dirigia a Xicalanco, junto a la laguna de Térmi- nos, en las costas del Golfo. Desde tiempos antiguos llegaban alli también en sus embareaciones comerciantes de la region maya. En Xicalanco podian adquirirse productos de zonas tan apartadas como Yueatdn, Honduras y aun las islas del Caribe. La otra gran ruta del comereio mexicano Hevaba a las costas del Pacifico sur, en especial ala rica zona del Soconusco, en Chia- pas, de donde provenian el cacao, plu- mas de quetzal, jade y metales precio- 303, La religid Miguel Le6n-Portilla Universidad Nacional Autonoma de México (UNAM) n las creencias religiosas de los Be y en el conjunto de sus ritos, sacrificios, fiestas, organi- zacion sacerdotal y, en una palabra, en Ja totalidad de sus formas de culto, ha- bia elementos de origenes muy dife- rentes entre sf, Pervivian tradiciones de gran antigiiedad, herencia en ¢0- min de muchos pueblos en el ambito del México antiguo. Algunos elementos provenian de la etapa preclasica, ante- rior a la era cristiana, Muestra de ello es la veneracién al dios del fuego, el que se conoce también como Huchue- toll, «el dios viejo». En la religion de los aztecas perdu- raron asimismo ereencias cuyo origen cabe derivar de las culturas que ha- bian florecido en las eostas del golfo de México, Probable ejemplo lo ofrecen la adoracién de deidades como Tlazol- iéotl, 1a diosa que enciende el amor lu- jurioso y que es a la vez «devoradora de inmundicias», o la veneracin a Xip- pe Tétec, dios focundador, «Nuestro se- ior el desollado.» En este contexto im- porta recordar a otros niimenes, con raices muy antiguas, en los comienzos mismos de la alta cultura en Mesoa- mérica, es decir, entre los olmecas, que vivieron el primer milenio a.C., én la zona fronteriza entre los actuales esta- dos de Veracruz y Tabasco. Algunas de las deidades adoradas por los olmecas, fueron también invocadas mas tarde en el mbito maya, en el de los pueblos de Oaxaca y en otras regiones. Entre esos dioses destacan Ticloc, el propi- ciador de la lluvia, Chalchiuhtlicue, sla del faldellin de jade» y Quetzaledatl, «Serpiente emplumada> Legado, asimismo, para los aztecas fue mucho de las ereencias y practicas religiosas de las metrépolis de Teo- tihuacan (siglos FIX d.C.) y Tula (si- glos X-X1 4.C.), En una y otra habian sido ya objeto de adoracidn varios de Jos niimenes que hemos mencionado. Pero el panteén mesoamericano llegé a. enriquecerse todavia mds en dichos lu- gares. Aparecen asi Xochipilli, «el Principe de las flores, el protectar de jas artes, asi como Tezcatlipoca, «el es- pejo que ahuma». A todo ese sustrato, que incluia multiples mitos y doctri- nas, formas de sacrificios y otras va- riadas practicas, se sumaron, final- mente, las creencias de grupos que, més tarde, vinieron a asentarse en la region central de México. Nos refer mos a los que se nombraron genérica- mente chichimecas, los seminémadas de la flecha y el arco que, tras un largo proceso de aculturacién, comenzaron también a establecerse en pueblo: imitando la vida eivilizada de los anti guos toltecas. Justamente los aztecas, uno de | grupos que a la postre vinieron a ub carse en el valle de México, traerfan también sus formas de culto y sus pro- ios dioses tutelares. Entre éstos s0- Presalen Huitzllopochtli, «el colibri de la izquierda», que habria de identifi- carse con el sol, y la madre de éste, Coatlicue, «la de la falda de serpien- tes». Aunado lo netamente azteca con todo aquello que provenia de etapas y pueblos muy diferentes, la religion prevalente en México-Tenochtitlan al tiempo de la conquista espaiiola era en realidad resultado de largos procesos LOS AZTECAS '23 de fusidn o sineretismo. Ahora bien, hemos de subrayar desde un principio que, por obra de los sacerdotes y sa- bios, ese gran conjunto de elementos religiosos, lejos de ser un confuso agre- gado, habia alcanzado un ordenamien- to en funcién de la divisién del mundo y los ideales de la nacién azteca. Hurgando en ese universo de la reli- gin del México antiguo, con base siempre en los eédices y en los textos que se conservaban en lengua indige- na, trataremos aqui acerca de algunos aspectos que consideramos mas signi- ficativos. Abarean éstos los mitos de los origenes, el gran ciclo en torno a Quetzaledatl y la suprema divinidad dual, las creencias y ritos especificos de] mundo azteca, sus fiestas y saerifi- cios y, finalmente, la aparieién de una nueva actitud que, con todas las salve- dades que se quiera, puede describirse como «filosdfico-religiosa», Mitos de los origenes Seguin el pensamiento prehispdnico, el mundo habja existido no una sino varias veees consccutivas. La que se llamé «primera fundamentacién de la tierra» habia tenido lugar hacia mu- chos milenios. ‘Tantos que, en conjun- to, habian existido ya cuatro soles y cuatro tierras anteriores a la época presente. En esas edades, llamadas «soles», habia tenido lugar cierta evo- lucién ‘en espiral, con la aparieién de formas cada vez mas perfectas de se res humanos, de plantas y de alimen- fos. Das eustts fusrmed peimordiales —agua, tierra, fuego y viento (curiosa coincidencia con el pensamiento clasi- co de Occidente y de Asia)— habian fieicas esas edades o soles, hasta legar a la quinta época, designada como la del «sol de Movimiento». Tal vez partiendo de antiguos cultos al Sol y a la Tierra, concebidos como principio fecundanie y como madre universal, llegé a concebirse la reali- dad de una deidad suprema de natura- loza dual. Sin perder su unidad, ya que los antiguos himnos lo invocan siempre en singular, se afirma de él que es Ometéotl, «Dios dual», Sefior y Senora de nuestra carne (Tonacate- cuhtli y Tonacacthuatl), el cual, en una misteriosa generacién y concep- cién edsmicas, ha dado origen a todo cuanto existe. 24/ LOS AZTECAS El es, como se repite con frecuencia, Madre de los dioses, Padre de los dio- ses, el dios supremo». En un primer desdoblamiento de su propia realidad hizo nacer a sus cuatro hijos, los Tez- catlipocas, «Espejos que ahuman», blanco, negro, rojo y azul. Estos dioses, con uno de los cuales se identificara muchas veces Quefzalcdatl, simbolo de la sabiduria divina, constituyen las fuerzas primordiales que pondrén en marcha la historia del mundo. En un principio los hijos del dios dual obra- ron todos de acuerdo para echar los ci- mientos de la tierra, del cielo y de la regién de los muertos. Aparecid asi el primero de los mundos que han existi- do en tiempos antiguos. Mas pronto, en un afan de prevalecer, traté de aduefiarse de él uno de los Tezcatlipo- cas, Transformandose en sol hizo de cenizas, para su propio servicio, a los primeros seres humanos. Como tinico alimento habrian de comer bellotas. Disgustados los otros dioses por tal osadfa de su hermano, que trataba de imponerse a ellos, intervino Quetzal- edatl y destruyé ese primer sol y esa tierra con cuanto en ella habfa. Ento ces «todo desaparecié, todo se lo lev el agua, las gentes se volvieron peces». Asi, con un cataclismo, concluyé esta primera edad 0 «Sol» Otras tres edades més existieron an- tes de la actual, sezan el pensamiento de los antiguos mexicanos. Fueron con- secuencia de otros tantos intentos de los hijos del dios dual, empefiado cada uno en sobresalir mas que sus herma- nos. La segunda edad «Sol trajo con- sigo a los gigantes, aquellos seres ex- trafos que, al saludarse, decian: «No se caiga usted; porque el que se caia, se cafa para siempre». Ese segundo Sol perecié porque se hundié el cielo y los monstruos de la tierra acabaron con todo. La tercera y la cuarta edades ter- minaron también de un modo trégico. En la tercera, uno de los Tezcatlipocas hizo Hover fuego y todo fue consumido por él. La cuarta edad, finalmente, fue devastada por el viento que destruyé todo lo que habja en la tierra. Enton- ces fue cuando existieron aquellos se- res que el texto indfgena llamé Tlaca- o-zomatin, «hombres-monos» Destruido el universo cuatro veces consecutivas por las pugnas de los dio- ses, se preocuparon éstos por poner fin a tanta desgracia. Se reunieron enton- ces en Teotihuacan para dirimir sus Mectlantecubtli, sefior de la nm LOS AZPECAS /25 envidias y dar principio a una nueva edad, la quinta de la serie, en la que habfan de nacer los hombres actuales. Esta quinta edad, que recibiria el nom: bre de «Sol de Movimiento», iba a ser el resultado de la intervencion y el s: crificio voluntario de todos los hijos del dios dual. EI primer empero de los dioses fue cimentar de nuevo a la ti para esto a la que llegaria a se terrestre, Era una especie de mons- truo, lleno por todas partes de ojos y bocas. Transformandose en serpientes dos de los Tezeatlipocas, cireundaron a la diosa de la tierra, apretndola con tal fuerza que la partieron en dos. De una de sus mitades hicieron la superfi- cie de la tierra y, de la otra, la boveda del cielo. Hecho esto, para compensar de algtin modo el dafio que le habian causado, dispusieron los dioses que de ella nacieran todas las cosas. De sus cabellos se originaron los arboles, las flores y las hierbas. En su piel brota- ron las hierbecillas. De sus multiples se originaron las fuentes y las ca- pequenias, De su boca hacieron los rios y las cuevas muy grandes. Las montatias y los valles provinieron de su nariz y de sus espaldas. Asi, de la realidad viviente de la diosa, fue sur- giendo todo lo que existe. Restaurada la tierra, los dioses reu- nidos en Teotihuacan, se preacuparon por formar de nuevo al sol y a la luna, asi como a los seres humanos y lo que habria de ser su alimento. »Atin era de noche, no habia todavia ni luz ni calor.» Tales son las palabras con que se introduce en un texto en lengua nahua el mito de la creacion del Sol en Teotihuacan. Cuatro dias estuvieron alli reunidos los dioses alre- dedor del «fogén divino». Estuvieron deliberando acerca de quién habria de arrojarse al fuego para convertirse en el astro que alumbra el dia, Hubo dos candidatos: el arrogante Tecuciztécatl, «Sefior de los caracoles» y el modesto Nanahuatzin, «el Bubosilioy. Llego por fin el momento de la prue- ba. El dios arrogante intents lanzarse al fuego cuatro veces y otras tantas tuvo miedo a las brasas encendidas. ‘Toes al humilde Nanahuatzin probar a su vez. Cerrando los ojos, se arrojé éste al fuego, en el que bien pronto se con- sumid. Al ver esto Tecuciztécail, tar- diamente se preeipité en la hoguera El dios humilde, que fue el primero en 26/ LOS AZTECAS arder, aparecié al fin convertido en Sol; Tecuciztécatl, temeroso y tardio, sélo logré transformarse en la Luna. Sol y Luna aparecieron en el firma- mento. Pero, con asombro de todos los dioses, no se movian. Fue necesario que los dioses alli reunidos aceptaran ometerse al sacrificio de la muerte para que el Sol y la Luna se movieran al fin, uno el dia y la otra durante la noche. ‘Asf fueron restaurados y puestos en movimiento el Sol y la Luna, gracias al sacrificio de los dioses. Quedaba en el mito la semilla que mucho mas tarde habria de fructificar en el ritual reli- gioso azteca. Si por el sacrificio de los dioses se hizo posible el movimiento y la vida del Sol, tan s6lo por el saerific de los hombres podra preservarse su vida y movimiento, evitandose el cata- clismo que, como en las edades anti- guas, podria poder fin a Sol y a este tiempo en que viven los seres huma- nos. Cielo tolteca de Quetzaleéatl Asi como los mitos de los origenes césmicos y del hombre aparecen liga- dos con Teotihuacan, la actuacién del sabio sacerdote Quetzalcdatl esta vinenlada con el esplendor de Tula y los tolteeas (siglos X-XI d.C.). Derivan- do probablemente su nombre del dios Queizalesail que, como se ha visto, simboliz6 la sabiduria del supremo dios dual, el Quetzalcéatl sacerdote parece haber dado principio a una nue- va concepcién religiosa de elevado es- piritualismo. El cuadro del reinado de Quetzal- eéatl es la deseripcién de una vida de abundancia y riqueza en todos los Sr- denes. Los tolteeas habian recibido del sacerdote Quetzalcdat! su sabiduria y el conjunto de todas las artes. El sa- cerdote habitaba en sus palacios de di- versos colores, orientados hacia los cuatro rumbos del universo. Alli Heva- ba una forma de vida que lo acereaba a la divinidad. Vivia en abstinencia y castidad. Pero, sobre todo, estaba con- sagrado a la meditacién ya la biisque- da de nuevas formas de acercarse a la divinidad. Se afirma que Quetzalcéatl en su meditacién, moteotia, cbuscaba un dios para sis. En otras palabras, se esforzs ba por percibir cual era la’ naturaleza Coatlicue, la madre de todos los dioses (Museo Nacional de Antropologia de México) Los azrecas del supremo dios dual, al que con fre- cuencia designaba eomo iinico dios: Y se refiere, se dice, que Quetzalesat!invocaba hacia su dios, a alguien que mora enel interior del cielo, a La del faldellin de estrellas, a Aquel Ique hace brillar a las cosies; Sefiora de nuestra carne, Sefior de [nuestra carne; La que esta vestida de negro, El que lestd vestido de rojo; La que sostiene a ta tierra, El que la Ieubre de algodén, Y hacia alla dirigia sus voces, asi se sabia: hacia el lugar de la Dualidad. Mostrando luego que el sacerdote Quetzaledatl habia derivado su propio nombre del dios Quetzaledail, simbolo de la sabiduria del supremo principio dual, se afirma en un antiguo himno jue los toltecas: Sélo un dios tenfan, lo tenian por tinico dios, lo invocaban, le hactan suplicas, su nombre era Quetzaledatl. El guardian de su dios, su sacerdote, su nombre era también Quetzalcéatl El les decia, les inculeaba: Ese dios tinieo. Quetzaleoail es su nombre. Nada exige, sino serpientes, sino mariposas que vosotros debéis ofrecerle, que vosotros debtis sacrificarle Refieren los textos indigenas que, en medio del esplendor tolteca, se presen- taron un dia en Tula tres hechiceros, obradores de portentos. Para algunos, su yenida tenia como fin persuadir a Quetzaledat! de que introdujera el rito de los saerificios humano: Cuando vivi6 allé Quetzaleéatl, muchas veces los hechiceros qusieron fenganarlo, para que hiciera sacrificios humanos, para que sacrificara hombres. Pero él nunca quiso, porque mucho amaba a su pueblo jue eran jos toléecas, Su sacrificio era sélo de serpientes, pdjaros, mariposas, que é sacrificaba. Y se dice, se refiere, que con esto disgust6 a los hechiceros, de manera que éstos empezaron a es- lescarnecerlo, a burlarse de él, Decian los hechiceros 28/ LOS AZTRCAS que quertan afligir a Quetzaleéatl, para que éste al fin se fuera, como en verdad sucedio, Enel ano 1-Cana murié Quetzalesatl Se dice en verdad que se jue a morir lalla, a la Tierra det Color Negro y Rojo. En esa misteriosa Tierra del Color Negro y Rojo, situada hacia el Oriente, por el rumbo de las costas del golfo de México, desaparecié Quetzaledatl. Se- gun una versién, se embareé en una balsa hecha de serpientes. Seguin otra, se arrojé en una hoguera inmensa para salir de ella convertido en astro. De cualquier forma, el héroe cultural se apart en busca de la regién de la sabiduria. El dios y el sacerdote, con- fundidos muchas veces en el pensa- miento indigena, siguieron simbolizan- do en todos los tiempos lo mas elevado del espiritualismo en el México ante- rior a la conquista. Creencias y ritual aztecas La versién de la historia azteca, que incluye datos acerca de su religion, se conserva en diversos textos indigenas. En ellos las divinidades netamente az tecas, en particular el antiguo numen tribal Huitzilopochili, se sitian en un mismo plano con los dioses creadores de las edades 0 «soles», es decir con Tezeatlipoca y Quetzalcéatl. Pero sobre todo aparece vigoroso el espfritu misti- co-guerrero del «pueblo del Sol», es de- cir de Huitzilopochtli, que tiene por misién someter a todas las naciones de la tierra para hacer cautivos con cuya sangre habra de conservarse la vida del Sol Un antiguo himno sagrado, en el que se invoca a Huitzilopochili, mue: tra la importancia que éste habia a canzado entre los dioses venerados en Tenochtitlan. Si su madre Coatlicue habia quedado identificada como uno de los rostros de la suprema deidad fe- menina, Huitzilopochtli recibia ya las mas clevadas formas de culto. Su san- tuario se situ, con el de Tlaloc, el Se- or de Ja Iuvia, en lo mas alto de la piramide principal, dentro del recinto del que se conoce como Templo mayor. EI himno en honor de Huitzilopoch- tli se entonaba probablemente en for- ma de didlogo. Al principio un cantor habla, haciendo alusién al joven gue- rrero que, identificado con el Sol, reco- Escultura del dios azteca Xiuhtecuhttli,h as del Templo Mayor de México en las ru rre su camino en los cielos. A él res ponde, por medio de un coro, el mismo Huitzilopochili: es él quien ha hecho salir al Sol, De nuevo vuelve a hablar la voz de quien dirige el canto para en- salzar al portentoso que habita en la regién de las nubes. La parte final ¢ entonada por la comunidad. zilopochtli, el joven gue el que obra arriba, va andando su ca {mino. No en vano tomé el rapaje de plu nas amarillas. porque yo soy el que ha salir al Sol. El Portentoso, el que habita en la. re jon de nubes: juno es tu pie! I habitador de la fria regién de alas jse abrioé tu mano! Junto al muro de la region de ardores, LOS AZTECAS 29 se dieron plumas. El Sol se difunde, se dio grito de guerra... )Ea, ea, oh, oh! Mi dios se Hama Defensor de hombres. —Los de Amantla son nuestros enemi- Igos: jven a unirte a mi! Los de Pipiltian son nuestros enemi- gos: jven a unirte a mi! Con combate se hace la guerra: jven a unirte a mi! Huitzilopochtli, el Sol, es quien da vida y conserva, alentando la guerra, Ja quinta edad o sol, es decir, la de los tiempos presentes. Es verdad que, des- de antes, los aztecas y otros pueblos de Mesoamérica habian practicado las «guerras floridas», aquellas dirigidas a hacer cautivos cuyo destino era el sa- crificio, Sin embargo, cuando los azte- cas hicieron auya la idea de que su mi- sion consistia on extender los dominios de Huitzilopochtli, para obtener victi- mas con cuya sangre debia preservarse la vida del Sol, tal forma de rito se practicé con mayor frecuencia. Para llevar a cabo los sacrificios de quienes habian sido cautivados en la guerra, habjan edifieado los aztecas un templo rico y suntuoso en honor de Huitzilopochili. El antiguo calendario, heredado de los tiempos toltecas, regia el ciclo sagrado segin el cual se deter- minaban los sacrificios que se hacian a los dioses durante el aiio. Qued6 esta- blecido asi lo que pudiera lamarse

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