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TOMO 1_ EN LA HISTORIA CONTEMPORANEA PUNDACIONMAPERE lt 7 La vida politica Noemi Goldman y Marcela Ternavasio Los cambios politicos ocurridos en el Rio de la Plata entre 1808 y 1830 se explican, en gran parte, ala luz de los aconte- cimientos desatados por la crisis de la monarquia espafiola. Una crisis a escala imperial que estuvo precedida en el ter torio rioplatense por importantes mutaciones. La aplicaci6n de las reformas borbénicas implicé la creacion del virreinato del Rfo de la Plata en 1776 con capital en Buenos Aires, la instauracion de nuevas autoridades y cuerpos —el virrey con su corte, la Audiencia y el Consulado de Buenos Aires, entre otros— y la redefinicion jurisdiccional del territorio con la creacién del sistema de intendencias. A estas innovaciones institucionales, que tendfan deliberadamente a reforzar la soberania del monarca, le sucedieron transformaciones po- liticas significativas al sufrir la capital virreinal el impacto de dos invasiones inglesas. Pero fue con la ocupacién napoleonica en la Peninsula cuando los hechos se precipitaron y el imperio espaiiol, en crisis desde el siglo xviii, entré en su definitiva disgregacién. La abdicacién de los reyes de Espafia en 1808 dejé el trono vacante y produjo una situaci6n inédita de dificil resolucion, a en el plano juridico. En mayo de 1810, elarribo de las noti- cias sobre el avance francés en Andalucia y la disolucin de la Junta Central abrieron una nueva etapa en el Rio de la Plata, mareada por la formacién de un gobierno autonomo —luego declarado independiente en 1816— y por la guerra contra los frentes realistas. El proceso revolucionario rioplatense iniciado en 1810 presenta peculiaridades pero también rasgos comunes con el resto de Hispanoamérica. Entre los rasgos comunes se desta- cael problema de la soberanfa. La crisis de la monarquia de- jaba como herencia el dilema de quién o quiénes eran los he- rederos legitimos del rey. La invocacién del principio de la soberan{a popular no resolvia todos los problemas, puesto jue una de las mayores dificultades con las que se enfrenta- ron los grupos criollos en esos afios fue la de definir si esa so- beranja residfa en un sujeto tinico e indivisible —la nacién o el pueblo (en singular)— 0 en «los pueblos» con derecho al autogobierno. Toda Hispanoamérica vivié conflictos en torno alairresoluci6n del problema de la soberanfa, y en el Rio dela Plata las disputas fueron particularmente virulentas. Entre 1810 y 1820, el poder central nacido de la revoluci6n no slo debié enfrentar la guerra de independencia sino que ademas sufrio los embates de quienes reclamaban para sus regiones mayor autonomia. Embates que en 1820 dieron por tierra con las autoridades centrales para dejar paso aun proceso de fragmentacién politica sin precedentes, Son ecco emcee e punto de Partida para nuevos vel provincial. En este sentido, yenel momento en que las ciudades se hal llaron en proceso de consolidarse como Estados autonomo: , se hizo mas evi- 2 Bie La vida politica - Noemi Goldman y Marcela ‘emavasio dente el efecto perdurable de la crisis hispanica en rel la centralidad que tuvo el protagonismo de los pueblos en Hispanoamérica después de 1808, al mismo tiempo que se buscaban nuevas alternativas de organizacion politica, Es decir, la crisis no provocé la disgregacién de una nacion pre- existente, sino que inaugurd, aunque en forma desigual, el proceso de consolidacién de «provincias» independientes, que se acompanio con la elaboracién de Constituciones, re- glamentos y leyes fundamentales propias, Bajo este impulso, Buenos Aires plasmé entre 1821 y 1824 un conjunto de reformas encaminadas a modernizar la estructura politico-administrativa heredada y a encauzar a la sociedad en la practica de los nuevos valores promovidos por la revoluci6n. El eje de estas reformas fue la implemen- tacién de un nuevo régimen repr ciudad y la campaiia, y que instauraba a la opinién pablica como principio de legitimacién del gobierno. Pero cuando desde Buenos Aires se impuls6 la reunién de un nuevo Con- greso Constituyente, las divisiones entre los pueblos reapa- recieron, conduciendo al fracaso del tiltimo intento del pe- tiodo posrevolucionario de organizar constitucionalmente a las provincias bajo un gobierno general lacion a entativo que reuniaa la De las invasiones inglesas a la crisis de la monarquia (1806-1810) En 1808, cuando la noticia de las abdicaciones de los) de Espafia arribé al Rio de la Plata, el ambiente politico se encontraba bastante convulso. Las autoridades del virreina to habjan sufrido dos invasiones britanicas, ocurridas en 38 1806 y 1807 respectivamente. Si bien ambas incu 7 hyabbian sido repelidas luego de unacorta Beene a. tos fueron disruptivos para elorden politico colonial. " rh pidaconquista dela capital virreinal en la primera expedicion ili s i s coloniales Jejaba al desnudo | Jebilidad de las autoridades col oan ‘América. Aunque las tropas para defender sus dominios en q t espaiolas y las milicias urbanas intentaron improvisar la defensa en 1806, las fuerzas pritanicas pudieron avanzar sin mayores resistencias. Por otro lado, la actitud asumida por Jas autoridades, una vez tomada la plaza portefia, se revelaba, cuando menos, ambigua. El general William Beresford, que juntoal comandante Home Popham dirigié la primera expe- diciGn, exigié el juramento de fidelidad a la nueva soberania pritiinica tanto a las autoridades civiles como a los principa- Jes veeinos y comerciantes de la ciudad. El acto de juramento realizado en el fuerte caus6 desconcierto y cierta indignacién entre muchos pobladores. La fidelidad al rey espafiol seguia siendo un valor demasiado capital para los vasallos que habi- taban el rineén mas austral del imperio como para aceptar repentinamente un cambio de esa naturaleza. Mientras la confusion reinaba, en aquellos dias de julio de 1806, el virrey marqués de Sobremonte se retiraba ha- ia Cordoba —antes de que se produjera la capitulacién de Buenos Aires— con el propésito de organizar la defensa y proteger las Cajas Reales, Pero los caudales debié entregar- osa los nuevos ocupantes dela capital —por expreso pedido ‘de organizar las improvi- La vida politw sadas tropas de la reconquista fueron el capitan de Santiago de Liniers, francés de origen pero al servicio de la Corona de Espafia, Juan Martin de Pueyrredén y el alealde del cabildo, Martin de Alzaga. ¥ El triunfo de las fuerzas milicianas sobre los ingleses no escondié la indignacién hacia la maxima autoridad virrei- nal, acusada de haber abandonado a su suerte a la ciudad capital. La agitacién popular frente alo ocurrido se expres6 ante el Cabildo de Buenos Aires y presioné para exigir el desplazamiento del virrey Sobremonte. En ese caldeado cli- ma se reunié una «Junta General» el 14 de agosto —segiin los términos utilizados en el acta del cabildo de ese dia, pero que en otros documentos figuraba como «Congreso» 0 «ca- bildo abierto»—, en la que estuvieron presentes el obispo, tribunales, prelados y algunos vecinos principales. Esa jun- ta, invocando como argumento la aclamacién general del pueblo, tomé una decisién saloménica: delegar el mando politico y militar de la plaza de Buenos Aires en el héroe de lareconquista, Santiago de Liniers. Si bien el virrey no habia sido destituido, como pretendian muchos, se trataba de un hecho inédito en el Rio de la Plata que, sin dudas, dejaba muy desprestigiada a la autoridad virrei nal. Un desprestigio que se acrecent6 pocos meses mas tarde, cuando en febrero de 1807 las fuerzas briténicas ocuparon Montevideo a la es- pera de nuevos refuerzos para lanzarse una vez mas sobre Buenos Aires. En esta segunda ocasién el virrey no logré mantener su fragil autoridad al exhibir una total incapacidad e iner- cia para auxiliar a Montevideo. Cuando Liniers dio aviso el 4-de febrero en Buenos Aires de la caida de la plaza de la Banda Oriental, los comandantes de las milicias, ahora navio Noemi Goldman y Marcela Ternavasto s i el afio anterior, exigieron mucho mejor Cd 3 oe llelirmalde frentealeabildo la ae sleabildo ylaaudiencia buseaban agitacin ces mi violaralalegalidad colonial. La pre- unaalternativa que no violara aaeiénien sign de los comandantesy de parte dela poblacién era tan fuerte que finalmentese decidié reunir una junta de guerra, Ein realidad se trataba de una junta sui géneris, similar a la celebrada en agosto de 1806, que se asemejaba mas a un cabildo abierto, en la medida en que participaron de ella el cabildo capitalino, Liniers, la audiencia, jefes y coman- dantes militares, funcionarios superiores y algunos vecinos principales. Mientras la audiencia intentaba persuadir a los presentes de convencer al virrey para que éste delegara to- talmente sus facultades en dicho tribunal —y salvar as{ la legalidad juridica—, la junta decidié suspender al virrey en sus funciones y arrestarlo momentaneamente. Quedaba, pues, despojado de su mando el representante del rey en la colonia, abriéndose una crisis de autoridad que no resulta- ria facil de resolver, 3 Seen ea briténieas en Buenos Aires en an sR a 1807 al mando del teniente prendié al jefe de la einai, Wee. deleabildo lg eto: Martin de Alzaga, alcalde tando barentoeenzado la defensa de la ciudad levan- lo barricadas y animando a los vee ‘ci Vecinos a participar des- desus casas Para frenar el avan ie ice de las i _ 5 las fuerzas milicianas, tras una is tropas inglesas. Asi, servicit y entrenamiento militar para todos los vecinos ma- yores de 16 aiios se crearon milicias que superaron los 8.000 miembros —la mayorfa de origen criollo, en una ciudad que recién sobrepasaba los 40.000 habitantes— y que lograron suplir la falta casi total de un ejército veterano capaz de de- fender los dominios de Espaiia. Tal como ha destacado Tulio Halperin Donghi, el papel que asumieron las milicias fue crucial en el conflictivo esce- nario que dejaban por herencia las dos expediciones britani- cas. Erigidas en un nuevo factor de poder, esas milicias intervendrian en las querellas que se estaban desencade- nando entre las autoridades coloniales, enfrentadas luego de 1807 en disputas de muy diversa indole. Liniers, gracias al nuevo criterio impuesto en esos meses por la Corona para cubrir interinamente las vacancias del cargo de virrey, se convertfa en la maxima autoridad virreinal puesto que ya no seria el presidente de la audiencia sino el militar de mayor jerarquia destinado a ocupar ese lugar. A su vez, el cabildo, dominado por su alcalde Alzaga, se habia visto consolidado por su destacado papel en la defensa de la ciudad frente a la segunda invasién britnica y por el consuetudinario rol que tenia de «representante» de la ciudad. De hecho, se trataba de la institucién mas antigua y arraigada de la capital virrei- nal, convertida al calor de los acontecimientos en el vehiculo de las peticiones que culminaron con la destitucién de Sobremonte. La audiencia, aunque habfa participado de aquellos eventos, no dejaba de evaluarlos como «pernicio- sos» para el orden colonial, en lamedida en que consideraba que habjan socavado al representante de la autoridad real. En esta precaria situacion se encontraba el virreinato cuando se produjo el avance napoleénico sobre la peninsula ‘Noemi Goldman y Marcela ee Los efectos de las transformaciones ocurridas en el - al impactaron sobre toda Iberoaméri escenario internacional impactan Pai te deriblaza- manera peculiar, en el Rio de ee Jas cireunstancias hasta aqui relatadas, a lacrisis de la Peninsula, colaboraron a que precedieron a la¢ EE Aipindien: hacer mucho mas confusa que en otras eI ie es, dela metropoli la situacion del virreinato mas austral. - La primera conmoci6n se producia con el traslado 4 corte portuguesa a Rio de Janeiro. Cuando a a am ee 1808 Napoleén Bonaparte conquisto Lisboa, elrey lofi’ de Portugal y toda su corte huyeron hacia sus colonias americanas bajo la proteccién britanica. La llegada de la corte a Brasil causé mucha inquietud en Buenos Aires. Alas tradicionales disputas entre ambos imperios —el lusi- tano y el espafiol— en el sur del continente americano, se sumaba ahora el temor por la cercanfa de un rey, enemigo de Espaiia, y por la fuerte presencia de Gran Bretafia en la nueva residencia de aquella corte, cuya apetencia sobre el virreinato del Rio de la Plata habia quedado en evidencia con las expediciones de 1806 y 1807. Pero mucho més alar- madas se mostraron las autoridades coloniales cuando po- co después recibieron la noticia de la ocupacion napoledni- caen Espaiia, Los inéditos sucesos ocurridos en esos meses en la Pe- ninsula no s6lo generaron incertidumbre, sino que aventa- ron en el escenario local todo tipo de rumores sobre conspi- Ibéri cay, de miento geografico y Lavida politica marzo de 1808, en el que se produjo la abdicacién de Car- los IV a favor de su hijo Femando, se sucedieron dos meses después los insdlitos y conocidos «sucesos de B, Enesa ciudad de la frontera francesa, Napoleén logr triple abdicacién: la de Fernando devolviendo la corona asu padre, la de Carlos IV a favor de Napoleén ya del empera- dor francés a favor de su hermano José Bonaparte. Cuando las noticias de estos hechos arribaron al Rio de la Plata, todo se convirtié en una gran confusion, Mientras las autoridades intentaban entender lo que acontecia en la Peninsula, buscaban a la vez evitar la Propagacién de tales noticias para no inquietar atin mas los énimos de la pobla- cién. En medio de los rumores, impresos e informes cruza- dos, las autoridades no sabian a qué rey debfan jurar fideli- dad: si a Carlos IV 0 a Fernando VII. Pero si parecfan tener claro que tal juramento no iba a estar destinado aningin rey de origen francés. E] desconcierto era atin mayor por- que con estos sucesos no sélo quedaba acéfala la Corona, sino que cambiaba rotundamente —casi de un dia para el otro— el sistema de alianzas imperante. Francia pasaba de aliada de Espafia a ser su mAs acérrima enemiga, e In- jayona», taba una glaterra y Portugal —sus tradicionales contrincantes en el escenario europeo y atlantico— se convertfan en aliadas de una Espafia que no lograba salir del estupor. El trono vacante —o mejor dicho, la presencia de un rey extranjero en Espafia— y la rdpida transformacién del sistema de alianzas repercutieron inmediatamente en el Rio de la Pla~ ta, alentando todo tipo de especulaciones. Una de las que comenz6 a cobrar cada ver, mas entidad fue la encabezada Por la esposa del rey de Portugal, la infanta Carlota Joa- quina de Borbén. Noemi Goldman y Marcela Temavasio - rlos TV y hermana de F ‘ na era hija de Cal ‘ cated desde comienzos de 1808 en Rio de nando Vil ys familia real portuguesa. Las renun- Jansen ode i. imposibilidad delos here- ae ie Hi ifs ae ih familia real de ocupar el trono— |a ees mis directa heredera de eed que podia reclamar derechos a oeupar una regencia sobre los territorios americanos dependientes de Espafia, mientras se encontrara ésta ocupada por los franceses. oe hedtin, Carlo- ta Joaquina jugé esta carta en el reino que tenia mas cercano y con el que logré mejores contactos: el Rio de la Plata. Pero esta alternativa avent6 inmediatamente los peores temores entre las autoridades virreinales, puesto que nadie parecia confiar en la infanta, y menos atin en las dos potencias que estaban detrés de ella: Portugal e Inglaterra. En realidad, pesea que ahora estaban frente a dos paises aliadc toridades rioplatenses segufan siendo muy recelosas y des- confiadas de las verdaderas pretensiones de In: glaterra y Portugal. Muchos vefan en la propuesta de Carlota J oaquina Unintento deestablecer un protectorado portugués, o inglés insu defecto, en el Rio de la Plata, mientras que algunos fee enla Potencial Tegente una oportuni- Pian nit los vineulos interimperiales y de obtener © un mayor grado de autonomia para el gobierno de estas tierras. Aunque este dltimo Etupo —integrado por ‘Juan José Castelli, Saturnino Rodfeucs Peta, Nicole Ro- driguez Pefia, Manuel Belgran Bue? Pefia, Nicolis [ 0, Hipélito Vieytes, entre distintas alternativas que comenzaran 4 He hecho de que las autoridades ignarlo como el «partido de la dlesconfianza de los representan- 5, las au- tes de la metropoli frente a las acciones emprendid: sectores criollos mAs activos, Para agregar mas turbacién azarosa cond as por los ala intrineada trama local, la n de francés del nuevo virrey interino, San- tiago de Liniers, nombrado —segtin se rida la crisis monarquica, fue utilizada por algunas autori- dades locales para desprestigiar al héroe de la reconquista y restarle asi poder; especialmente después de la llegada a Buenos Aires del marqués de Sassenay, un env iado de Na- poleén Bonaparte que buscaba s edblad autoridades locales frente a los hechos ocurridos en la Pe- ninsula. Esta visita alert6 sobre las apetencias de Napoleén respecto a las colonias espafiolas en América y abrié un sin- néimero de rumores sobre la posibilidad de que el Rio de la Plata jurara obediencia a la nueva casa reinante de origen francés. El personaje que con mayor vehemencia acus6 de profrancés a Liniers fue el gobernador de Montevideo, Francisco de Elio, quien con este argumento decidié no reconocer la autoridad del virrey, de quien dependia su Gobernacién militar. En un cabildo abierto, Montevideo resolvfa formar una junta local para tutelar los derechos de Fernando VII al trono, en oposicién a las supuestas negociaciones que podia liderar Liniers con otras poten- cias extranjeras. Sin duda, Liniers fue victima de los constantes realinea- Mientos de fuerzas que se venian produciendo en la capital virreinal como consecuencia, primero, de la crisis legada por las invasiones inglesas, y luego por la propia crisis de la mo- narqufa. El virrey interino no s6lo se encontraba cada vez mas enfrentado con el cabildo capitalino dominado por Alzaga, sino que era acusado, alternativamente, de conni- dijo— antes de ocu- Noem Goldman y Marcela Ternavasio £ veneia con portugueses & ingleses en pos de| deelar ar la fia ica del dominio espafiol, 0 bien de fo- fidelidad al emperador de Francis Las muest iS iniers de absoluta Jealtad hacia el rey Fernan- ara desvanecer Jas sospechas eruza- pendencia de Amér mentar que exhibid Li do VII no alcanzaron ps i , frenar las disputas internas. Tales disputas llega- do con ocasién de laeleccion de 1809 se enfrentaron el das ni para ron asu maxima expresion cuan| anual de capitulares el 1 de enero cabildo de Buenos Aires y el virrey, eneargado de confirmar res del conflicto culminaron con Jas designaciones. Los avatal as criollas al mando de Cornelio aparticipacion de las milici Saavedra, quienes dieron su apoyo a Liniers, principal res- ponsable de haberlas creado cuando se produjeron las inva- siones inglesas. Las milicias ya constituian un factor de po- der insoslayable capaz de volcar con su apoyo la suerte de las fuerzas en pugna. Pero esas fuerzas se movian en el escenario local siguien- do el pulso de los avatares sucedidos en la Peninsula. El problema crucial era, sin duda, el trono vacante. Las abdi- caciones de Bayona habjan creado un dilema juridico sin Precedentes en todo el imperio. El principio de legitimidad politica y de unidad del inmenso territorio que dominaba Espaiia residia en la autoridad del rey. Si el monarca estaba «cautivo» en manos; de Napole6n —aunque es preciso des- ‘acar que con la imagen de un «cautiverio forzado» parte de la opinion pablica espafiola intent i " intent6 ocultar el desconcierto frente la actitud de la famili i i iene 6 ia real— existian dos opcio- hes: 0 se juraba fidelidad al nuevo rey francés deta idad.Sibien al ney ancés 0 se descono- oy an Hen algunas autoridades dela Peninsula Reeders ey al Heer ative, laresistencia ala ocupa- surgi casi inmediatamente en muchas ciuda- — La vida politic! des espafiolas, dando lugar a la llamada Guerra de la Inde- pendencia. Una resistencia que se expresé politicamente a través de la formacién de juntas locales que asurnfan el de- posito de la soberania con el objeto de tutelar los derechos del rey Fernando VII. Con la formacién de la Junta Central Gubernativa del Reino, en septiembre de 1808, se buscé crear un comando unificado para aquel movimiento juntista y se produjo el primer intento de dar representacién a los reinos americanos en un 6rgano de gobierno peninsular. El temor a que en los dominios de ultramar se reprodujera la formaci6n de juntas locales o se alentaran alternativas mas radicales condujo a la Junta Central a conceder en enero de 1809 dicha representacién. Pero, ademas de ser una repre- sentacion desigual —muy minoritaria para América frente a la Peninsula—, los diputados americanos que se fueron eli- giendo durante ese afio nunca llegaron a ocupar sus cargos. Laraz6n estaba marcada por el curso que segufa la guerra: el avance francés en Andalucia obligé a la junta a autodisol- verse y a crear un Consejo de Regencia de cinco miembros a comienzos de 1810. De manera que cuando en medio de estos sucesos era designado un nuevo virrey para el Rio de la Plata, la incer- tidumbre legaba a su climax. La llegada de Baltasar Hidal- 80 de Cisneros, en agosto de 1809, para reemplazar al inte- tino Liniers no resolvié los dilemas derivados de la crisis. Si bien el virrey intent6 pacificar los conflictos internos, laola de rumores sobre conspiraciones revolucionarias supuesta- mente encabezadas por lideres criollos desde tiempo atras Se acrecent6, Cuando finalmente llegaron a Buenos Aires Jas noticias del avance francés en Andalucia y la disolueion dela Junta Central, la crisis local fue irrefrenable. Despues Noemi Goldman y Marcela Ternavasio 8 de dos afios de un trono vaeante, ante la sensacion de quela Peninsula estaba perdida en manos de Napolebn y frente a autoridades coloniales que no hacian mas que ee pitta entre sf, se imponfa replantear las alternativas en juego. Y eso se hizo durante los hechos de mayo de 1810. La revolucién y sus rumbos (1810-1815) La exigencia de las autoridades coloniales de rendir obe- diencia al nuevo Consejo de Regencia formado en Esparia desat6 una crisis sin precedentes en varias ciudades ameri- canas. Y Buenos Aires fue escenario de una de ellas. El 22 de mayo de 1810, bajo la presién de las milicias criollas, se reunié un cabildo abierto en la capital. Alli los asistentes decidieron deponer al virrey Cisneros —por haber caducado la autoridad que lo habfa designado—, que el cabildo asu- miera el mando como gobernador y que en tal calidad se encargara inmediatamente de formar una junta para tutelar los derechos del rey Fernando VII. El cabildo hizo un ultimo intento al dia siguiente de integrar a Cisneros en esa junta, ; pero se trataba de una inclusion sui géneris: se le hizo abdi- car previamente de su cargo para designarlo como presiden- tede la junta, pero sin la calidad de virrey, bei fue ae ea mayo, un movimiento «popu- pa ae ae 5 mil ee muon elevaba un petitorio aque ete TOS tine debian estar en esa Junta ‘a Provisional, formada por nueve int presidida por el j “ . rembros y presidida por el jefe de las mi icias, Cornel bi did: licias, io b los derechos del rey Fernan- do VI mientras durara su cautiverio en nombre de la retro- ot La vida politica RSS ae j ‘Noemi Goldman y Marcela Ternavasio ——————————<————— versién de la soberania a los pueblos. El papel de las milicias fue crucial para definir el rambo que siguieron los hechos en esos dias. La militarizacién producida en Buenos Aires co- mo consecuencia de las invasiones inglesas se hizo sentir con total contundencia. De igual manera irrumpfa en el es- cenario portefio un nuevo actor —la «plebe» w rbana—, cuyo protagonismo en muchos episodios alli ocurridos revelan la politizacién de la sociedad en el contexto revolucionario abierto en mayo de 1810. Siguiendo el ejemplo del movimiento juntista espaiiol, el gobierno del Rio de la Plata pasaba, pues, a estar en ma- nos de una junta que, en parte controlada por el cabildo capitalino, debia decidir el rambo a seguir. Un rumbo que se revelaria sinuoso, no slo por los acontecimientos de la Peninsula, sino también por los desplegados en todo el te- rritorio rioplatense. Respecto a los hechos peninsulares, la junta se neg6 a jurar fidelidad a un Consejo de Regencia que consideraba ilegitimo y defendié sus derechos a ejercer el gobierno provisional. La Regencia, consciente de su fra- gilidad, decidié finalmente convocar a Cortes Generales. La convocatoria a Cortes le otorgé a los reinos americanos una representaci6n muy minoritaria respecto a los peninsula- Tes, siguiendo las huellas de la real orden de enero de 1809 lanzada por la Junta Central. Este hecho profundiz6 ain més las diferencias con el gobierno peninsular y provoc6 un nuevo rechazo por parte de la Junta Provisional rioplatense, que se negé a participar de dichas Cortes. Esta misma s\- tuacién se produjo en otras regiones americanas, provocan- do la divisién entre un bloque leal que acept6 ser parte del Congreso que se reunia en CAdiz en septiembre de 1810 y un bloque insurgente que seguia el camino de la autono- 65 mia, sin que esto significara declarar la independencia de la metrépoli. ois ; En ese escenario, la Junta Provisional debia, en primer lugar, garantizar la obediencia del resto de las provincias del virreinato y darles una representacion en el nuevo gobierno si queria ser consecuente con el principio invocado de retro- versién de la soberania en los pueblos. Para ello, el envio de Jas circulares en las que se comunicaba a las ciudades la nue- vasituaci6n fue acompafiado por expediciones militares. El primer foco de resistencia a la junta tuvo su epicentro en Cérdobay fue duramente reprimido al ordenar aquélla pasar porlas armas asus responsables, entre los que se encontraba Santiago de Liniers. Un escarmiento ejemplar que no fue necesario repetir: la mayorfa de las ciudades fueron aceptan- do obedecer a lajuntay elegir en cabildos abiertos a los dipu- tados que habrian de representarlas en el nuevo organo de gobierno. Pero no todas las jurisdicciones prestarfan su beneplaci- to. La provincia del Paraguay proclamé su autonomia res- pecto de Buenos Aires, y la expedicion militar enviada alli al mando de Manuel Belgrano fue derrotada. Montevideo, donde estaban apostadas las fuerzas navales espafiol ee pe es ae durante varios afios. Y si bien el igen oa a dominio espafiol por las fuerzas ee as ires a fines de 1810, ese avance se nope ae andar. De hecho, enel media- incon at Junsdicciones formarian tres Estados : una vez terminadas las guerras de indepen- dencia (Paraguay, Bolivia y Uru : Lo cierto es que el at 5 ener Saas Producido en mayo de 1810 mo revolucionario por parte de % Lavida politics aquéllos que consideraban que se debja seguir manteniendo obediencia a las autoridades de la Peninsula, Un calificativo que los as{ llamados «revolucionarios» no tardaron en adoptar —pese a sostener la fidelidad al monarca cautivo—. especialmente cuando la oposicién a lo que ellos denomina- ron el «nuevo orden» dio origen a la guerra. Un nuevo or- den plagado de ambigiiedades. Se trataba de un gobierno autonomo de las autoridades de la metrépoli pero fiel a Fer- nando VII; un gobierno que por el hecho de tener s6lo en depésito la soberania no podia cambiar el orden juridico vigente, pero que a partir de 1811 comenzaba a percibir los limites que tal situacién planteaba; un gobierno, en defi- nitiva, que se queria supremo, pero que debia coexistir con los poderes heredados de la colonia, especialmente por el cabildo de la capital. Con el arribo a Buenos Aires, a fines de 1810, de los dipu- tados electos en las ciudades, todas esas ambigiiedades que- daron exhibidas, desatando la primera crisis interna de la junta. Si bien ya se perfilaban en ella cier' ladiscusion en torno a cudles debfan ser las condiciones de incorporacién de los representantes fue crucial para definir Tas posiciones en pugna. La mas radical fue liderada por el secretario de la junta, Mariano Moreno, quien frente a las ambigiiedades del nuevo orden antes sefialadas propuso iad de diputados de s divisiones, incorporar a los representantes en calid ados un Congreso destinado a discutiry dictar una Constitucion La propuesta fue considerada radical porquess bien segura tuna ruta similar a la de la Peninsula, donde las Cortes reunt das habfan asumido el poder constituyente, se trataba de Una ruta que podia cambiar el orden vigente en el eseendrid local, dada la condicidn de constituyente que pretendia dar- oi Noein Goldman y Marcela eee camblea reunida. Sin duda que en esta alternativa Jas banderas y el ideario mas radicalizado de su Ifder. selea veabria el camino hacia la «emancipacion» =signiendoel | grupo, conocido como el «Club Morenista», comenzaria término utilizado por el propio Moreno en sus célebres ar- entre 1811 y 1812 a proclamar en alta voz lo que antes nadie ticulos de la Gazeta de fines de 1810—. La posicion mode- | se animaba a expresar ptiblicamente: la necesidad de decla- rada la encabez6 el presidente de lajunta, Cornelio Saave- rar la independencia definitiva y de reunir un Congreso tha, quien nto ala mayoria delos dipatados del interior | TConstitayente para decid la forma de gobierno, —y especialmente apoyado por el dean Gregorio Funes, re- En tercer lugar cabe destacar el creciente conflicto entre presentante por Cérdoba— sostuvo que los diputados elec- | Jas posiciones centralistas lideradas desde Buenos Aires y las tos debian incorporarse como miembros de Ja Junta Guber- posiciones autondmicas defendidas en muchas ciudades nativa, yno de un Congreso. Una posicion que era moderada | ‘Aunque ambas presentaban muchos matices, el nticleo dela enlamedidaen que si bien no acataba obediencia alas Cor- | disputa pasaba por la voluntad que exhibja la capital de tes de Cadiz, tampoco se disponfa a romper definitivamente ejercer el gobierno supremo de manera centralizada frentea conellas replicando en el escenario rioplatense la reunion de la voeaci6n de autonomifa de las distintas ciudades depen- un Congreso. dientes, que, en nombre de la retroversién de la soberania a Eltriunfo dela alternativa moderada dio lugar al aleja- Jos pueblos y con base en sus cabildos, invocaban el derecho miento de Moreno y ala formaci6n de la Junta Grande, un al autogobierno sobre sus jurisdicciones y una mayor parti- poder colegiado integrado por todos los diputados electos cipacin en el gobierno central. Este conflicto se expres6 en las ciudades, que debié afrontar en los meses siguientes claramente cuando en octubre de 1811 se formé un Triunvi- Jas incertidumbres derivadas de su precaria situacion inter- rato elegido en la capital, el cual ter mind disolviendo a la nay de los cambiantes acontecimientos a nivel internacio- Junta Grande —con mayoria de representantes de las ciuda- nal. Desde el punto de vista interno, los problemas se multi- des del interior— y asumié el gobierno de las Provineias plicaban. En primer lugar, el hecho de tener solamente la Unidas del Rio de la Plata. En los primeros meses de 1812, el tutela dela soberanfa, enfrentaba a la junta a diversos desa- Triunvirato debié enfrentarse a la oposicién firme de la So- fios para ejercer el gobierno, puesto que se encontraba limi- ciedad Patridtica —que reunié a los herederos de Moreno y ‘tada por el orden juridico colonial. Un dato no menor si se que ahora, liderados por Bernardo de Monteagudo, acusa- considera que ese orden juridico colocaba al cabildo de la banal gobierno de mantener un rumbo demasiado modera- capital ylos eabildos de las provineias en una situacién de do—, el reclamo de las ciudades, que demandaban su repre- preeminencia, En segundo lugar, el alejamiento de Moreno Sentacién en el érgano supremo, y la presion del cabildo : _ Ti alta mar mientras Viajaba como enviado @ aie que, cada vez mas, se erigia en el reaps con- — _ impidi6 que muy rapidamente sus seguido- "ol del Triunvirato. Finalmente, ¢l gobierno debié dirigir formaran un grupo de oposici6n al gobierno y levantaran asi sin recursos materiales— los avatares de la guerra re * t 6 La vida politica Noemi Goldman y Marcela Ternavasio fs cada en su principal frente del Alto Peri yolucionaria, mar E : ta en Huaqui en julio por la derrota del ejército patriot de 1811. Alos p mas, los derivados del con Jas autoridades rioplatenses estuvieron expectantes res- pecto a las politicas desarrolladas en las Cortes de Cadiz —reunidas desde 1810—, cuando éstas sancionaron en marzo de 1812 una Constitucién que recibid por primera ver el adjetivo de «liberal», las alternativas se redujeron: o se aceptaba formar parte de esa nueva nacin espaiiola for- mada por los dos hemisferios —segiin proclamaba la nueva Constitucién— o se rechazaba hacerlo. Esta segunda op- cién —que de hecho adopté el Rio de la Plata— implicaba quedar en el bando «rebelde» y defender tal postura en una guerra reglada que, ahora sf, enfrentaba mas claramente a loque comenz6 adenominarse el «partido espafiol» versus oe Con la sancién de la Carta gadita- i = asa ai de mediaci6n briténica Blanco White eae sha como el sevillano José 2 lver el conflicto desatado entre las zonas insur, gentes y las Cortes proponi iyde: ; pendencia moderada» de los Proponiendo una «inde roblemas en el frente interno se sumaban, ade- fuso escenario internacional. Si territorios ameri 3] marco dela E pee ricanos en el Laindependenea en SPafiola bajo garantia britanica, cla moderada significaba Negociar con las Cortes una representacién j sulares y americanos, (On igualitaria en ellas, entre penin- Ponerfin ala utilizacién de la fuerza ee ntade politica Lo cierto es que 1812 mareé —por todas las razones se- fialadas— un cambio de rumbo en la revolucién. Ya resulta- ba dificil sostener la ambigua situacién de mantener fideli- dad a Fernando VII mientras la Peninsula declaraba la guerra a las zonas insurgentes y dictaba una Carta orgdnica que era aceptada por las regiones mas densamente pobla- das del imperio. Desde el punto de vista polit ‘0, la cuestion més acuciante era decidir c6mo y en qué nombre gobernar estos territorios. La situacién de provisionalidad manteni- da desde 1810 quitaba legitimidad y capacidad de accién a los gobiernos revolucionari salir de esa provisionalidad era convocar a un Congreso Constituyente que, representando a todos los pueblos del ex virreinato, decidiera el nuevo rumbo politico de la regi6n. E] Congreso fue finalmente convocado, después de los convulsos episodios de octubre de 1812. El Triunvirato, for- mado por personajes de Buenos Aires, se encontraba cada vez mas aislado, y aunque quiso legitimar s novando sus miembros cada seis meses, el sistema electoral disefiado no he ejercer un gobierno centralizado desde la capital. La casi absurda minoria que le dejaba a las restantes ciudades del interior para participar en ese sistema electoral y las gestio- Nes realizadas para manipular la designaci6n de los triunvi- TOs provocaron una primera en abril de 1812 y la crisis definitiva en octubre de ese aiio. Un movimiento revolue| nario liderado por los miembros de la Sociedad Patridtica, absorbidos ahora por la Logia Lautaro —sociedad secreta formada, entre otros, por José de San Martin y Carlos de Alvear, desembarcados en el puerto de Buenos Aires a co- Mienzos de 1812—, dio por tierra con el Primer Triunvirato y s. Y la tinica via jurfdica para autoridad re- a mas que dejar al desnudo la voeacion de n bem Goldman y Marcela Ternavasio do Triunvirato, domina- formé un nuevo gobierno. El Segun’ les, que proclamaban la do por las tendencias mas radical , M necesidad de declarar formalmente la independencia, fue el encargado de convocar al primer Congreso Constituyente que se reunio en el Rio de la Plata en enero de 1813. La Asamblea del afio xii, en sus primeros tramos, repre- sent6 el momento mas radical de la revolucion. No s6lo por haber sancionado la libertad de prensa, la libertad de vien- tres, la extincion del tributo, la mita y el yanaconazgo, y la supresion de titulos de nobleza, sino también por haber ex- cluido la formula de juramento de fidelidad al rey Fernan- do VIL, La nueva formula de juramento fue, sin duda, nove- dosa y ala vez conflictiva. Los diputados electos en las ciudades llegaron a Buenos Aires con instrucciones de repre- sentar a sus respectivos pueblos, pero una vez abiertas las se- siones del Congreso, el diputado Alvear propuso que todos juraran en nombre de la «nacién». Con esta nueva formula, los diputados dejaban de representar a su ciudad y provincia para pasar a representar a una «nacién» que nadie sabia muy Yen emo. definir. Lo cierto es que esta novedad —que seguia es de la Asamblea revolucionaria francesa ie ‘ Cortes de Padine fue fuente de conflictos, ya que ee la percibieron como un avasallamiento @ nos Ge Tepresentacion particular y asus reclamos de autonomia, De hecho, el Congreso —a d ris. lame cargo del poder legis- 3 lyente— estaba dominado por los grupos Portefios de posicién centrali aa nesicl sonia istay controlaba las designacio- * ejecutivo, primero en manos del Triunvirato Juego, apartirde1si4,deundirectorcamery eee amblea del afio xi11 no e Principales cometidos de declarar la inde uumplid con sus pendencia y dicta n Lavida politic una Constituci6n, puso al desnudo los problemas que deja- ba por herencia la crisis de la monarqufa. Por un lado, la jndependencia no fue declarada porque la situacién en Ja Peninsula comenz6 a cambiar radicalmente. El repliegue creciente de las fuerzas napoleénicas culminé a comienzos de 1814 con la restauracién de Fernando VII en el trono y con la propagacién de un clima politico mucho més conser- yador en toda Europa. Las guerras libradas en territorio americano no exhibian mayor optimismo. El Ejército del Norte sufria dos derrotas en 1813 en Vileapugio y Ayohtima, mientras que en el frente oriental, si bien las fuerzas patrio- tas habian logrado vencer finalmente a los realistas, se pre- sentaban problemas de otra indole que, principalmente, se derivaban de la disputa en torno a cémo definir la nueva soberanja. El conflicto ya sefalado entre posiciones centra- listas y autonomistas tuvo su epicentro en la Banda Orien- tal, ysu protagonista fue Gervasio Artigas, lider oriental del ejército patriota. Artigas defendia un proyecto de organiza- cién confederal en el que las provincias gozaran de un am- plio margen de autonomifa y autogobierno frente al poder central. Su posicion fue resistida por los grupos centralistas de Buenos Aires, hasta tal punto que los diputados electos Por la Banda Oriental para el Congreso de 1813 fueron re- chazados. La disputa se trasladé al campo de batalla yas, Mientras Artigas extendfa su influencia sobre todo el litoral Santa Fe, Entre Rios, Corrientes e incluso Cordoba—, Buenos Aires lo declaraba enemigo de la patria. En ese con= texto, el Congreso Constituyente fire perdiendo cada vez mAs impulso, quedando practicamente aislado a fines de 1814, El nuevo director supremo, Carlos de Alvear, no cola- €N pacificar los Animos y su caida en abril de 1815 por _ Noemi Goldman Yy Mareela Ternavasio 3 una revolucion armada termind también con la primera experiencia constituyente. En ese momento la sit tenses. El avance de las fuerzas perada para los rioplat , mérica hispana insurgente parecia listas en casi toda la A : aplastante y Fernando VII volvia al trono con Ja férrea vo- de castigar ya no soloa Tuntad de recuperar sus dominios y las colonias rebeldes, sino también a los protagonistas de las Cortes liberales que habian sancionado la Constitu- cién de 1812, Por otro lado, Artigas habia formado la Liga de los Pueblos Libres con las provincias del litoral, el Ejér- cito del Norte practicamente se autogobernaba con el apo- yo de las provincias del noroeste, el Alto Perti estaba defi- nitivamente perdido luego de la derrota de Sipe-Sipe en 1815 y el norte quedaba bajo la defensa de Martin de Gite- mes, a cargo del gobierno de Salta. En medio de esta crisis, laacefalia del gobierno central, con la caida del director supremo, parecia amenazar el orden revolucionario naci- doen 1810. ~ Sin embargo, el Cabildo de Buenos Aires —que habia visto eclipsado su poder mientras la Asamblea del afio x1! ee serfa el encargado de cubrir rapidamente eas ae manera Provisoria el mando po- one dea or a Pea Eleabildo convo- - para formar una Junta sku anombrar un nuevo director calc dibaahecdit na Provisorio hasta que s¢ Mesasce a ans istituyente. Fue designado edeconel-Aivared ee : Rondeau, y en su ausencia mesdemayo, Yel Estatuto estuvo listo en ¢! uacion se presentaba casi deses. a * Za vida politic De la independencia a la caida del poder central (1816-1820) FE] Estatuto de 1815 convertia en electivas a todas las autori- dades territoriales. Si bien el principio de la representacion politica basado en el suftagio venta aplicadose desde 1810, apartir del nuevo reglamento tanto el director del Estado como los diputados al Congreso General, los cabildos secu- lares de las ciudades y villas, los gobernadores de provincias ylos miembros de la Junta de Observacién debfan ser nom- brados por elecciones populares, siguiendo el moderno principio que ajustaba el ntimero de representantes a la cantidad de habitantes de cada jurisdiccién. Cuando el Estatuto fue comunicado a las provincias para su jura, pese aque en él se procuraba atender a algunas de las demandas de los pueblos, la situacién no fue de apoyo undnime. Fue reconocido en Salta y Tucuman; en Jujuy, Chuquisaca y Potosi fue jurado con propuestas de adiciones y reformas; Artigas lideré el rechazo de la Liga de los Pueblos Libres; y Cuyo, segregada como gobernacién intendencia en 1814, aceptaba al nuevo director pero se negé a jurar el Estatuto por considerar que dejaba al poder ejecutivo con muy es- casas atribuciones como pata dirigir el gobierno en esos Momentos dificiles. En este tiltimo caso, cabe destacar que el gobernador intendente de Cuyo era el general José de San Martin, quien desde su arribo al Rio de la Plata inten- taba convencer al gobierno de que la mejor estrategia pa- Ta vencer al poder realista era dirigir una campana hacia Chiley de alla Pers. En su base en Cuyo, San Martin orga- hizaba mientras tanto su fuerza militar con el objeto de Cumplir su cometido. mi Goldman y Marcela Temavasio Suen —_ gusulas del Estatuto Provisorio se CONVOC6 a Bajo las cléusulas cima. ados constituy : elecciones de ane at siudad de Tucuman. En si arZ0 puta x Buenos Aires, a intes los diputados po 4 abet oti La Rioja, Mendoza, San i érdoba y Mizque, y quedaron sin shareas, Chichas, Cor : ead Paraguay, Banda Oriental, Entre Rios, Co- ee sy Santa Fe, dada la situacion conflictiva que estas ee con el gobierno central. El Congreso regiones mantenfan iE ie, anti como nuevo director a Juan Martin de Pueyrredén yseabocd a cumplir con su primer cometido: declara rla independencia. Yano habia cabida para sostener laambigua situacién juridica en la que se encontraba el Rio de la Plata tuna vez producidala restauracion de Fernando VII y exhibi- da su voluntad de reprimir a las regiones rebeldes. O se aceptabavolvera la sumisién alametrOpoli o se daba el pa so hacia la independencia. E19 dejulio de 1816 el Congreso declaraba la indepen- dencia de las Provincias Unidas de Sud América de la domi- naci6n espafiolay de toda otra dominacién extranjera. Fl voeablo «Sud América» expresaba la indefinicién del mo- mento respecto a cuales serian las provincias que realmente quedarfan bajo la nueva condicién juridica. Una indepen deneia que, més que nunca, debian defender los criollos ¢? elterreno delas armas mientras el brazo politico del nuev? ve anes ; BS Ne Emi de gobierno que habr'* Enel plano bélico, liar con los recursos ne Martin a Chile. Con inicié el eruce de los greso en m\ Tucuman, San Luis, ri Pueyrredén se comprometié a aur! Cesarios la campafia liderada por 5*” tn ejéreito de casi 3.000 hombres *° Andes para eomenzar la campaii* &” 6 suelo chileno. Al primer triunfo de las fuerzas patriotas. Chacabuco en febrero de 1817, le sucedié la ocupacién de Santiago y del puerto de Valparaiso y la declaracién de la independencia de Chile en febrero de 1818. Desde alli, San Martin organizaba, junto con Bernardo de O'Higgins, la expedicién al Pera, que culminé con la declaracién de su independencia en 1821. Mientra tanto, las provincias del noroeste, defendidas por las fuerzas de Giiemes, siguieron sufriendo invasiones real as, La guerra de independencia segufa su curso mientras el frente de la Banda Oriental, una vez ganado por las fuerzas patriotas y con su gobierno en manos de Artigas desde 1815, pasaba a sufrir los embates de las tropas portuguesas. El apoyo que el gobierno de Puey- rredén le dio a San Martin contrastaba con la indiferencia exhibida frente al avance portugués en la Banda Oriental. De hecho, la invasién portuguesa puso fin al sistema de Ar- tigas y termind con la anexién de esa disputada region al Brasil. Artigas, no obstante, siguié liderando la disidencia de todo el litoral y poniendo en jaque de este modo al gobierno ejercido por el director supremo y por el Congreso, que en 1817 se habfa trasladado de Tucuman a Buenos Aires. Una vez en la capital, el Congreso debia cumplir con su segundo cometido: dictar una Constitucion. Pero para ello era necesario definir previamente cual seria la forma de go- bierno que debia adoptarse. Un problema dificil de resolver dadas las condiciones internacionales e internas vigentes en la coyuntura. En el plano internacional, el clima conserva- dor impuesto en Europa después de la derrota napoleénica y del Congreso de Viena hac‘a dificil pensar en que la adop- cién de una forma de gobierno republicana pudiera ser reconocida. Y sin el reconocimiento de las principales po- ‘Noemf Goldman y Marcela’ (rea : —en un momento en el que Jas guerras de indepen- cu curso y en el que Espaita recibfa el apoyo ‘9 Mundo—, las Provineias Unida sas posibilidades de consolidarse como entidad politica independiente. De hecho, la tinea experiencia repu- blicana vigente era la de Estados Unidos, mientras que las formas moniirquicas contaban con todo el prestigio y el aval esiglos de historia. Mas atin en el siglo xtx, cuando se im- ponia de manera creciente el modelo de monarquia consti- tucional en el que era posible combinar el principio heredi- tario con los dispositivos modernos de representacién politica y divisién de poderes. Pero uno de los principales obsticulos para hacer posible el establecimiento de una mo- narquia en América era, precisamente, la ausencia de un li- naje de sangre que legitimara el principio hereditario del monarea. Un obsticulo que en el Rio de la Plata procuré salvarse tanto en la propuesta de Belgrano de crear una mo- narqufa inea que restaurara a alguno de sus descendientes en el trono, como a través de enviados locales a las cortes oleae algin principe dispuesto a ser corona- rey en estas tierras. ‘Ninguno de los proyectos mondrquicos pudo ser imple- mentado. Pese al sesgo conservador de los diputados del Congreso —que acufiaron ellema «fin ala revolucién, prin- a los pueblos a regitse bajo un ‘Noemi Goldman y Marcela ‘Ternavasio in ; gobierno general— se confundié rapidamente con una se- gunda etapa, en la que prevalecié la idea de dictar cuanto antes una Constitueién. En el cambio de posiciones influys ladeclaraci6n de la guerra al imperio brasilerio (como con- secuencia dela reincorporacién de la Banda Oriental a las Provincias Unidas en abril de 1825), y Ja firma del tratado comercial y de amistad con Inglaterra. De manera que la promulgacion de las leyes tendientes a organizar el Estado se concentraron en un solo afio, mientras paralelamente se discutia el proyecto de Constitucién. En el curso de 1826 se dictaron las leyes de creacion del Banco Nacional, de Pre- sidencia y de Capitalizaci6n; por esta tiltima quedaron su primidas las propias instituciones de Buenos Aires, y como corolario se proclamé una Constitucién unitaria. Pero la discusién de estas leyes generé una fuerte polé- micaen el seno mismo del Congreso, donde empez6 a dis- iene ate a ampliacién del niimero de diputa- en ie — una clara division entre unitarios y azgo sobre los federales en el Congreso, = aN anit Morenoy el coronel Manuel Do- eee ee el peso de la oposicién al gru- ganado las elecciones de la ciudad lf . en 1824. Los federales cuestionaron la Ley de Presidencia —bajo la cual A F ibn pane nombr6 a Rivadavia presidente de la n2- aes que éstaviolaba el eardicter provisorio Sjecutivo por la Ley Fundamental hast lanacién, declaraba a Buenos Aires capital de y dividfa a capi noeve ditins asec nin de Buenos Aires en dos ia delo cual la provincia de 90 Buenos Aires perdia el acceso al puerto y al comercio ultra- marino. Ademés, se dispuso la supresién de las instituciones autonomas creadas en 1821 como la Sala de Representantes yel Ejecutivo provincial, lo que provoed una division dentro del mismo Partido del Orden y una pérdida de apoyo al pro- yecto unitario por parte de los sectores mAs vinculados con Jos intereses rurales bonaerenses. ‘Apesar de esto, el grupo unitario avanzé en el dictado de una Carta constitucional. La Constitucién sancionada por el Congreso, el 24 de diciembre de 1826, comenz6 por ratificar Jaindependencia dela «nacién argentina» de toda domina- cidn extranjera, la naturaleza republicana de su gobierno y elcardcter catélico, apostolico y romano desu religién. Lue- go definia su forma de gobierno, « representativa republica~ na, consolidada en unidad de régimen», la ciudadania y la division de poderes, de la cual desaparecian los rasgos porativos que contenfa la Constitucién de 1819. La Sec- cién VII estaba dedicada a la administraci6n provincial, donde se creaba en cada capital de provincia un Consejo de Administraci6n para velar sobre la prosperidad de la pro- vineiay sus particulares. Esto ‘iltimo, ya diferencia de la Constitucién de 1819, otorgaba a las provinci la propia administracién de sus recursos. Pero tal como habfa estable- cido la Ley Fundamental, se dispuso que la nuev Constitu- cién fuera sometida al «examen y libre aceptacién de la ca- Pital y provincias»; circunstancia que llev6 al inmediato Teche del texto por parte de las provincias de Mendova, La Rioja, Cordoba y Santiago del Estero, que no consideraban Suificiente resguardo de sus derechos soberanos 0 estipulado Cha Seecién VII. Ante esta negativa, ala quese sumé el ré- Pidodéterioro econémico producidoen In ciudad de Buenos n RS hors Ternavesio oconsecuencia del bloqueo del Rio dela Plata Por ‘ia, y la guerra civil en el interior, Ri- vadavia se vio obligado a renunciar ala presidencia en 1897, El Congreso se apresuré en designar un sucesor Pprovisorio en la persona de Vicente Lopezya dejar sin efecto la Ley de Capitalizacion para restaurar las instituciones de Buenos Aires; pero ineapaz de frenar Jaguerra en el interior, el nue- vo presidente elevé su renunciaa su cargo y el Congreso no pudo mas que disolverse, delegando en Buenos Aires el ma- nejo dela guerra de las relaciones internacionales. En otto orden de cosas, a la caida del poder central en 1820, las provincias experimentaron un doble proceso. Por unlado, surgieron regimenes de caudillos, dentro de los que se destacan Juan Facundo Quiroga en La Rioja y Estanislao L6pezen Santa Fe, que tuvieron una fuerte influencia en cl interior y en el litoral rioplatense. Por otro lado, se inicié un proceso de afirmacién de soberanias independientes a través dela creacién de instruments estatales propios, tales como Constituciones provinciales o leyes fundamentales. Pero le- jos de ser antag6nicos —como lo quiso una larga tradicion __ historiognifica— estos dos procesos coexistieron en tension. Enestesentido no es casual que la primera Carta constitu- cional provincial sea la de Santa Fe, dictada por Lopez ¢” aes 19 designaba al gobernante con la e pode Provineias conservaban gran parte de las r¢- ‘ass hee eiitlonin —como la ordenan- ital apie 1782 que perduré en diversos aspe”- 1817 ere me Provisorio del 8 de diciembre 4° mayorndhenciaen esd de 1816-1819, el que te’? jones provinciales, mient™™* Aires com . parte dela flota brasile ry. Ta vida politic! entre 1819 y 1825 se iniciaba un periodo febril de elaboracin de Constituciones, reglamentos 0 estatutos proves ro- pios para afirmar la soberan‘a provincial. En buena te estos nuevos Estados-provincia tendieron a fundar la auto- nomia provincial frente a las tentativas de unificacion estatal centralistas, afirmando que la soberanfa residia «originaria- mente» en el pueblo y siguiendo los lineamientos del cons- titucionalismo republicano al proyectar una rudimentaria diyisién de poderes. Aunque, al mismo tiempo, los debates en el seno de las Legislaturas provinciales muestran la co- existencia de viejas y nuevas significaciones de Constitucién, que derivaban de la pervivencia y superposicién de antiguas prerrogativas jurisdiccionales con nuevos derechos «consti- tucionales». En tal sentido, cabe advertir el uso indistinto en laépoca del término federalismo para designar formas diver- sas de asociacién, tales como el Estado federal, las confede- raciones 0 las simples ligas entre provincias 0 Estados. Estos variados usos de la voz tuvieron su correlato en las propias eonductas de los criollos, que oscilaron permanentemente entre el control politico independiente de sus espacios y una Posible organizacién nacional. Las Constituciones difirieron entre si en cuestiones sus tanciales vinculadas con la definicin de la ciudadania, las atribuciones del gobernador o el régimen electoral. El Regla- mento Constitucional para la nueva provincia de Catamarca, dictado el 11 de julio de 1823, otorgaba, por ejemplo, la ciu- dadania a «todos los hijos nativos de esta provincia, y demas Americanos naturales de cualquier pueblo o provincia de los tetritorios, que fueron espafioles en ambas Américas [...>. Si, por una parte, esto revela la persistencia del sentimiento de identidad americana y la inexistencia de una ciudadania 93 oem Goldman y Marcela Temavasio ——=— rr i otra, descubre que los prj_ e» oargentina, por la 3 Pri titucionales que se afirmaron no se co. j6n sino con espacios locales, «cioplatens' meros sujetos cons! dian con una nae} ae. a rias de las provincias, los nuevos Junto con ello, en val c ; textos constitucionales proclamados a partir de 1820 crea. ron las Salas de Representantes 0 Legislaturas; en otras, como fue el caso de Buenos Aires, lasala surgi6 por una ley especial o por la transformacion de las juntas electorales convocadas para elegir diputados. La militarizacion produ- cida en las campafias durante las guerras de independencia confirié un poder cada vez mas amplio a las autoridades lo: cales —militares, policiales y judiciales—, de cuyas manos dependia la provision de recursos humanos y econdmicos de las zonas rurales. La necesidad de considerar los inte ses de estas zonas, pero también el creciente antagonismo dela campaiia con la ciudad, y particularmente con las ¢li- tes que dominaban en ella, dieron origen a las Legislaturas provinciales, Esta medida derivé en la supresién paulatine de los antiguos cabildos debido, en parte, a la rivalidad que se suscitd entre ambas instituciones por la superposicion de Jurisdieciones, pero sobre todo por el hecho de ser dos insti- tuciones de naturaleza histérica diferente. Pues, mientras ¢! ear del estatus de ciudad, de acuerdo co" tantes reunia a aoe pe atic: la Sala de ren aantaiall ae ae de la ciudad y de la campa?* Piedad Tia de estos ditimos eran residentes 4¢ la seat absorbié cada vex més funciones de la vieia in’ titucion. Al final de este bones de la vic) E icntis Proceso, y a diferencia de otros Pacios hispanoamericanos, tod I ; Pere ton, con exeepeién del d los los eabildos desapares ; la organi: e@' de Oran, en Salta, que subsistié he" organizacién nacional 4 Las nuevas soberanjas resultaban asi de la incorporacién oe espe en la defini i6n de un nuevo régimen repre- sentativo y de un conjunto de disposiciones fiscales, admi- nistrativas, judiciales, politicas y religiosas destinados a con- solidar espacios soberanos. Dentro de tales disposiciones se distinguian las normas electorales que diferenciaban, al igual que la ley electoral de 1821 en Buenos Aires, el voto activo del pasivo, pero que, por lo general, preservaban —con agrega- dos— las restricciones al acceso a los derechos del ciudadano del Reglamento Provisorio de 1817, que excluia de la ciuda- dania al «doméstico asalariado» o al que no posefa una pro- piedad u oficio lucrativo. iste es el caso del Reglamento Provisorio de 1821 de Cérdoba, que ademas de lo sefialado anteriormente establecia que para ser ciudadano se debia poseer una propiedad de al menos 400 pesos, o que esta con- dicion se perdia por ser deudor de la Hacienda estatal, entre otras exclusiones. La gobernabilidad, sin embargo, no iba a estar garantiza- da en el interior de estos espacios que sufrian con frecuencia dela influencia de las provincias limitrofes, de las ambiciones hegeménicas de los caudillos, del cambio de las alianzas mili- tares interiores 0 de la lucha facciosa. Mientras la provincia de Corrientes, por ejemplo, inicis en 1821 un periodo constitu- cional estable que habria de durar varios aiios con recambios Tegulares de gobernados cada tres afios, gracias a una econo mia diversificada y al control de las fuerzas armadas por parte dela élite urbana, Tucumdn tuvo 19 gobernadores entre 1822 Y 1832, producto de numerosos pronunciamientos militares, que no lograban durar en sus mandatos mas de diez meses. En paralelo surgia una figura que iba a dominar en las Provincias del noroeste y a incidir en Ja disolucin del Con- 95 Noemi Goldman y Marcela Teravasio reso y en la renuncia del presidente provisorio. El ascenso a poder de Quiroga se bas6 en el control militar de Los Lla- zona de abundante ganado que abastecia a mas de una provincia, pero también en U en el servicio de los gobierno: F La Rioja desde 1810. Entre 1816 y 1822 iba a conseguir los grados de capitan, sargento mayor, coronel y comandan te general. Este rapido ascenso militar fue caracteristico del proceso de militarizaci6n iniciado con las jeuemas de in- dependencia, y convalidé su autoridad mas alld de su pro- vincia. Desde la Comandancia General de La Rioja, Quiroga mareé el tono de la politica provincial en tiempos de auto- nomfa, pero son numerosas las evidencias que revelan la vi- gencia de una reglamentacién articuladora de las relaciones militares del caudillo y el gobierno provincial. Porque si bien el caudillo bas6 su poder en las milicias rurales de Los Lla- nos, no es menos cierto que éstas integraban una red jerar quica y territorial de relaciones tanto informales como for- males. Por otro lado, en La Rioja, a diferencia de otras provincias, no se dio una Carta constitucional para regular el funcionamiento de sus poderes, pero no estuvo por ello desprovista de cierta normativa institucional para organi- zarlos. E] Reglamento Provisorio de 1817 siguio en vigenci* luego de 1820 y se adopté un régimen electoral para reg! las elecciones de los diputados que iban a integrar la nuev Sala de Representantes, En 1826 el caudillo se lanzé ala conquista del interio". ao ae al Brave conflicto suscitado en la ciudad de i Por la sucesién enla Gobernacién, del que no !u cs cee interesado en imponer aun hor” Y que enfrent6 a fuerzas de Catamar na reputacion militar lograda 5 de Buenos Aires, Cordoba y ” 4 La vita poll La Riojay Tucuman. La guerra civil asi desatada permitié al caudillo consolidar, después de varios triunfos “ile : ploque de las provincias centrales (La Rioja, Cuyo, Cérdoba, Santiago del Estero), lo que contribuyé al fracaso del iltime jntento de organizacion nacional ens entre 1824 y 1827. yado por Buenos Aires La lucha entre unitarios y federales y el ascenso al poder de Rosas (1827-1830) En 1897, al restituirse las instituciones locales, Manuel Do- rrego asumia el gobierno de la provincia de Buenos Aires apoyado por los sectores urbanos populares y con la ardua tarea de resolver el conflicto con Brasil. A pesar de su tradi- cional postura belicista, el popular lider federal tuvo que ce- der ante las circunstancias y acceder, el 27 de agosto, ala firma de un tratado de paz —en el que habia mediado lord Ponsonby, ministro plenipotenciario del Reino Unido— por el cual se establecfa la independencia absoluta de la Banda Oriental, dando asf nacimiento ala Republica Oriental del Uruguay. Sin embargo, la resoluci6n del conflicto no hizo mas que agudizar las tensiones y enfrentamientos entre el sector unitario, la oficialidad del ejército, ahora sin ocu- pacion militar, y el gobernador, hasta desembocar en violen- tas elecciones para la renovacién de diputados ala Legisla- tura en mayo de 1828. En diciembre de ese mismo afio una Sublevacién, liderada por el general Juan G. Lavalle y apo- yada por reconocidos unitarios, puso fin al gobien? de Dorrege, Su casi inmediato fusilamiento, en lugar de calmar Tos énimos, abrié el camino de la guerra civil entre unita- 7 N emi Goldman y Marcela ‘Ternavasio riosy federales y el ascenso al poder de Juan Manuel de Ro. sas es me no logrd mantenerse en el gobiern, un iene rural en el que se conjugaron diversos factores —penurias econdmicas, una sequia y el miedo nuevas levas. por parte de los sectores pobres de las zonas rurales— lo llevé primero alenfrentamiento militar y lueg, alanegociacion conel hombre fuerte de Ja campaiia bonae- rense, que accederia al poder en 1829 con las facultades ex. traordinarias. El gobierno de Rosas, quien desde 1827 ejercia como comandante general de Milicias de la campatia y desde 1825 como presidente de la Comision Pacificadora de Indios, se poyara en algunas de las transformaciones emprendidas iodo de la «feliz experiencia» —en particula: regular a elecciones—, aunque cambiando- on la imposicién de una lista tinica de candica- dad dela opinion pablicay la exclusion de los fincias no estaban «lis itucional. En 1829: oder de Cordoba) sea Quiroga en" )y Oncativo (1830), a" Por su parte, e una liga entre contra los unita” impaiia de Quiros" adrid en Tee” as is) ict many la prision casual a manos de Lépez del general Paz. Las provincias del interior volvieron entonces a manos derales. La firma del Pacto Federal de 1831 entre las provin- cias del litoral —al que luego se incorporaran el resto de las provineias—, aunque reafirm6 la libertad e independencia de las mismas, no logré constituirse, sin embargo, en el fun- damento de un nuevo proyecto de organizacién nacional. Por el contrario, el Pacto Federal fortalecié la tendencia al ejercicio de la soberania provincial, salvo en lo que concer- nia al manejo de las relaciones exteriores, que fue delegado en el gobierno de Buenos Aires. Favorecida por esta situa- cidn, crecié la influencia politica de Buenos Aires sobre el interior, reflejando de ese modo tanto su poderio como la imposibilidad de los Estados provinciales de trascender su autonomismo. El ascenso politico de Rosas marcé el inicio de la conso- lidacién de la hegemonfa de Buenos Aires sobre la Confede- racién Argentina por varios afios. Al mismo tiempo, una explicaci6n de la continuidad principal del débil lazo confe- derativo entre las provincias —hasta la firma del Acuerdo de San Nicolés de 1852— se encontraba en la existencia misma del Estado auténomo de Buenos Aires y en el manejo exclu- sivo de los ingresos del puerto y de la aduana, en torno a los cuales se seguirfa desarrollando la trama de las disputas po- Iticas por la organizacidn nacional: 99 Goldman y Marcela Temavasio Ie cael

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