U n día, un gran genio plasmó la verdad absoluta sobre su
pizarra, vio la luz y supo que existen cosas más allá de aquello que percibimos por medio de los cinco sentidos. El gran genio no podía creerlo, pero milagrosamente había quedado este secreto eterno demostrado en su pizarra. Tal demostración le costó horas de interminables cálculos que le habían dejado exhausto y aún con gran emoción no pudo evitar desplomarse sobre su cama y caer en sueño profundo.
A la mañana siguiente, su esposa le levanta con su usual gesto
de amor. Le da la gran noticia de que sus suegros les han obsequiado un verdadero día de descanso, al enviarle a la señora que limpia para ayudarles con la limpieza que ese domingo planeaban llevar a cabo. Cuando el genio se levanta y sale de su cuarto, ve solo la silueta borrosa de la señora que limpia pasando el paño por todas partes en su cuarto de estudios, allí mismo donde se encuentra su pizarra. Trato de ver si todavía estaban sus cálculos plasmados en la pizarra, pero no tenia sus espejuelos puestos y pensó que debían aún estar ahí. Le dice a su esposa: “Por favor, dile que no borre la pizarra”. Su esposa le contesta: “No te preocupes, que ella no va a borrar la pizarra”. El genio dice en voz alta que la información no es sucio. Preocupado, busca sus espejuelos y se acerca hacia su pizarra. Para su sorpresa, todo fue borrado. Aquella pizarra nunca había brillado tanto. Mientras el gran genio miraba en completo desaliento su pizarra resplandeciente, la diligente señora que limpia se percató de su estado atónito y le dice: “¡Perdón! Yo pensé que era un cristal y le pase el paño”. El gran genio no carecía en humildad e inmediatamente le contestó que no se preocupara. Por un instante contempló que todos aquellos cálculos y ecuaciones debieron haber parecido meros garabatos, mucho sucio sobre la pizarra. Boquiabierto y con un dolor interior indescriptible, expulsó de su interior una suave sonrisa; una misteriosa felicidad invadió su ser. La señora que limpia entonces pregunta inocentemente: ¿Pero tu sabes lo que había ahí no?. El gran genio contesta: “Sí…ahí había algo”. Sale del cuarto de estudios y contempla nuevamente la pregunta de la señora que limpia. Contesta nuevamente, pero esta vez en su interior: “Sí…yo sé lo que hubo ahí.” Aunque aquella verdad jamás fue plasmada nuevamente sobre su pizarra, el gran genio pudo verla. Continuó su vida feliz y si te encuentras con él en alguna parte, seguramente te dirá que la verdad absoluta jamás podrá ser escrita.
De vez en cuando alguien ve al viejo gran genio reunido entre
los jóvenes diciendo: “La ignorancia es el arma más potente del universo. Nada como una fuerza destructiva incapaz de reconocer aquello que destruye mientras lo hace pedazos. La ignorancia jamás anda sola, pues siempre le acompaña la inocencia. Tal vez sea la ignorancia el guardián secreto de las arcas del conocimiento absoluto. ¿Quien puede culpar a la ignorancia? En todo caso, podemos culparnos de ignorar la ignorancia.” ---------fin----------