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LAS
VACUNAS
na
EL
PROPIO
ESFUERZ
O
hermosa maana de
primavera, un joven
contemplaba desde un puente,
con aire afligido, el paso de
unos pescadores de caa que regresaban del ro con los cestos
colmados de pescado.
Cuntos peces llevis? Pregunto a uno.
Cuarenta y ocho le contest el pescador.
Si fueran mos sera feliz! Exclam el muchacho , porque podra
venderlos para obtener comida.
Un viejo pescador, que an permaneca pescando, oy las palabras del
joven y le dijo:
Pues yo te dar otros tantos y tan buenos, si quieres hacerme un
pequeo favor.
Cul?
Tan slo sostenerme la caa dentro del agua mientras voy a hacer un
recado que me llevar poco tiempo.
Acept gustoso el joven y se instal en el lugar del viejo. Al poco rato
comenz a impacientarse, calculando que el pescador tardaba ms de
lo necesario. De pronto se puso de buen humor al ver que los peces
picaban, y cuando el pescador volvi ya haba sacado muchos ms de lo
calculado.
Mir el viejo socarronamente y viendo que en el cesto haba tantos
pescados como el muchacho haba codiciado, se los dio y le dijo:
Cumplo mi promesa, aqu los tienes. Ahora slo me resta decirte que
cuando veas a otros adquirir con su esfuerzo lo que t necesitas, no
malgastes el tiempo en vanos deseos ni en intiles lamentaciones:
echa el anzuelo con tus propias manos!