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Coteccton DiAGonaL 18 Jacques Ranciére eee 62 B00 LOS NOMBRES DE LA HISTORIA UNA POETICA DEL SABER Ediciones Nueva Visién 4 Buenos Aires Titulo del original en francés: Les mots de l'histoire. Essai de poétique du savoir © Editions du Seuil, 1992 Coleccidn “La librairie du XX*sitecle”, Girigida por Maurice Olender ‘Traduceién de Viviana Claudia Ackerman LS.B.N. 950-602-287-9 © 1993 por Ediciones Nueva Visién SAIC Tucumén 3748, (1189) Buenos Aires, Repiblica Argentina Queda hecho el deposito que mares fa ley 11.723 Impreso en Ja Argentina / Printed in Argentina Este libro se originé en un seminario que realivé cn 1987-1988 enel Colldge international de philosophic. En mayo de 1989, en elmatcode las Conférences du Perroquet, se habfapropuestouna primera sistematizacién de sus resultados, La invitacion del Western Societies Program y del departamento de historia de la Cornell University me permitiéretomar el trabajo en el marco de una serie de conferencias sobre las politicas de la escritura en el otofio de 1990, Finalmente, agradezco alos amigos y amigas de Duke, Santa Cruz.y Berkeley, quienes an recogido y discutido mi trabajo. Gs UNA BATALLA SECULAR “Desde hace mas de un siglo, aquellos que se interesan en 1a historia, y son muchos, se han peleado con ‘a palabra.” ‘Asf habia uno de los maestros de la disciplina. Y su decir parece en un primer momento facil de comprender. Los historia- dores que quisieron romper con la vieja crénica para conferir a Ja historia, en la medida de Jo posible, el rigor de una ciencia, debieron pelearse con los presupuestos y los 2quivocos vincula- dos al nombre mismo de la historia. Una historia, en el sentido ordinario, es una serie de acontecimientos que ocurren a sujetos generalmente designados con nombres propios. Ahora bien, la revolucién de Ia ciencia hist6rica quiso justamente revocar Ia primacfa de los acontecimientos y de los nombres propios en benelicio de las largas duraciones y de la vida de los andnimos. Es as{ como reivindic6 al mismo tiempo su pertenencia a la era de Ja ciencia y a la era de la democracia Una historia es, asimismo, en segundo grado, el relato de estes series de aconte- Cimientos atribuidos anombres propios. Y el elato se caracteriza combdnmente por su incertidumbre en cuante a la verdad de Jos acontecimientos relatados y a la realidad de Ics sujetosa quienes se atribuyen. Las cosas serfan demasiado simples si se pudiera decir de toda historia, segsin el uso consagrado, que noes masque 9 Una historia, Lo propio de una historia es poder siempre tanto se comio no ser una historia, También serfan demasiado simples si lacertidumbre de los acontecimientos corriera parejarespecto de Ja de los sujetos. Pero precisamente siempre es posible atribuit acontecimientos veridicos a sujetos de ficcién o de sustitucién, ¥ acontecimientos inciertos y ficticios a sujetos reales. La historia recreativa y la novela hist6rica se nutren en los pliegues y tepliegues que autoriza esta indeterminacién. Aparentemente, nosotros ya no tenemos estos problemas, La cieftcia hist6rica se ha constituido contra la historia recreativa y Ja novela his Ilo que los histortadores de la viej ‘onizaban la inspeccién sigurosa de las fuentes y la documentos, Es por ello que los historiadores de la nueva han aprendido las lecciones de la geografia, de la estadis- fica y.de'la demogratfa. Asf, los materiales de la construccién storiadora debfan estar al abrigo de las fabulas de la opinién y de los manejos de 10s literatos. Pero los materiales no son nada Sin la arquitectiira. Se sabe, enicl sentido habitual dela expresién, que saber una cosa es no tener necesidad de pensar en ella. ueda uno eximido de considerar simplemente esto: la historia 0 es cap, , de una sola arquitectura, siempre lam aserie de acontecimientos ha sucedido a tal larealeza en lugar de los reyes, 1a8 clases sociales, el Mediterraneo 0 el Atlintico en ver dle los generales y los capitanes, No por ello dejar de afrontarse el salto al vacfo contra el cual los rigores de ninguna disciplina auxiliar no aportan garantfas: hay que nombrar a los sujetos, hay que atribuinles.estados, alecciones, acontecimien- tos, Y es allf donde los detensores de la vieja crénica ya ésperaban, hace un siglo, a los partidarios de una revolucion de la historia para prevenirlos de Jo siguiente: los objetos y los meétodos que preconizaban para poner a Ja historia a tw altara de Ja Giencia y de las masas s6lo hacian mas indeterminables las fiverificables las de la inferencia, reglas de la re rencia ym: Con los buenos Viejos rigtados, cada tanto rejuyenecidos, era posible Hegar a un grado suficiente de certidumbre sobre los actos de los prfacipes, de. sus generales y de sus embajadotes, ‘S0bt@ el pensamiento que Ios habja animado, sobre las conse. guencias de su politica, lis razoines de su éxito o de su fracaso, 10 Con los documentos y su critica se puede separar las series de acontecimientos seriamente atribuiblesa Luis XIV oa Napoleda de las provocaciones que niegan la existencia de uno o de las, fabulaciones que se hacen sobre el hermano gemelo del otto Pero, je qué manera el rigor de las series estadfsticas pondré alguna vez a la historia en condiciones de sos 208 el Gnuriciado segin el cual la burguesia ha experimentado tal estado, el proletariado ha conocido tal evolucin o cl Mediterré- neo ha vivido tal acontccimicnto? Alcjarsc de los tet nas tradicio- {idles dela historia y de los medios de verificaci6n ligados a su visibilidad, es penetrar en un terreno en el que se perturban el sentido mismo de lo que es un tema o un acontecimiento y la manera como se puede hacer referencia al primero 0 inferencia del segundo. {Cémo entender, por ejemplo, esta frase tipica de a ntieva historia: “BI desierto conquistador ha entrado mas de una vezenel Mediterrénea”?! Con toda seguridad, el historiador de la era cientifica quiere tomar distancia de Ta visibilidad cémoda y superficial de los grandes acontecimientos y de los grandes personajes. Pero la cicncia més segura que él reivindica es también una his fe, una historia que lleva SE in la inferencia ‘propios de toda historia,” TiestiGn de palabras, se dirs, Una desdichada homonimia propia de la lengua francesa designa con la misma voz la experiencia vivida, su relato fiel, su ficcién mentirosa y su explicaciGn sabia. Mas precisos para sortear las trampas de la homonimia, los ingleses distinguen story de history. Preocupa- dos por explorar en su especificidad el espesor de la experiencia vivida y las condiciones de construccién dei discurso, los alemanes separan Historie de Geschichte. Estas convenciones pueden obturar algunas brechas en las exposiciones metodolégi- cas. AU se termina su virtud. Los cazadores de homonimos hacen como los otros: atribuyen series de acontecimientos a sujetos, Es que no queda otra salida, a menos, precisamente, que *Femand Braudel, LaMéditerrande et le mande méditerranéena’6poque de Philippe Il, Armand Colin, 1949, p. 184 de la edici6n francesa. Salvo indicacin contraria, ligada a modificaciones del texto, las referencias remiten a dicha edieién, i yano se haga historia. Y los cazadores de homénimos inchiso se han situado generalmente del lado de la escuela de las victimas de la homonimia, reconociendo en los Annales la paternidad de ‘a revolucién cientifica del discurso hist6rico. La razén es tan simple en el fondo que resulta paradéjica en apariencia, Precisa- mente era necesaria a confusién de la lengua para sopesar el dilemaentodosurigor: la ciencia hist6rica nueva yano debia set una historia y atin debfa seslo, La diferencia entre ta historia- ciencia ylahistoria-relato debfa producirse en el seno del relato, on Sus palabras y su uso de las palabras. Pues|a batalla de lanuevahistoria tiene de entrada dos frentes, Ante la vieja escuela que se envanecfa por aportar a la historia toda la certidumbre de la que era capaz, se acomodaban, incli- snados sobre la cuna de la historia nueva, 1os buenos y los malos apéstoles de Ja ciencia. Y éstos, por supuesto, la alentaban para Carel paso decisivo que lapondrfaen el terreno de la certidumbre ientffica: abandonar los acontecimientos, sus sucesiones insig- nificantes o sus causalidades azarosas; sustituirlos por hecho: ‘aquellos que ya no se atribuyen a ningiin sujeto particular pero S2 observan en su repeticién, se dejan clasificar segin sus Propiedades y se ponen en correlacién con otros hechos del mismo género u otros géneros de hechos. Y le indicaban todos los medios de encontrar las fuentes y utilizar los métodos apropiados asus nuevos objetos, La nueva historia se honrard de haber soguido 1a leccién de los estadistas por medio de los socidlogos y Ios economistas. Reconocerd su deuda con la Provocacién de un Simian que dertibs los tres {datos dela vieja historia: los fdolos polftico, cronolégico e individual. Pero mucho antes que Simiand, un oscuro fil6sofo, Luis Bourdeau, habfa disefiado polémicamente, en una voluminosa obra publi. cada en 1888, el decorado emblemitico de la nueva historia: el gran mar, apenas arrugado por el viento, oponiendo la calma de Sus profuncdidades a las pequefias olas de los individuos y los aontecimientos. ;Cual cra, preguntaba, la amplitud real de los acontecimientos mis resonantes? La RevoluciGn Francesa no habia existido para cuatrocientos millones de chinos y, en la Propia Francia, “las voces de los més fogosos tribunos y el cain de las més estrepitosas victorias" no habfan legado a las capas mds profundas de lapoblacién, “Eneste vallealejado,en michos 12 in Pueblos tranguilos, ni siquiera se escuchaba hablar de estos acontecimientos cuyo rumor parecfa colmar el mundo.” Pero no hablemos siquiera de valles alejados. En el supuesto centro del terremoto, el acontecimiento se habfa deslizado sobre la super- ficie de las cosas: “Cualesquiera sean los acontecimientos, cada cual prosigue haciendo su tarea habitual, Se siembra, se cosecha, se fabrica, se vende, se compra, se consume segtin la necesidad y los usos [...] En los dfas mas sombrfos del Terror, prosperaban veintitrés teatros en Parfs, Se representaba la Gpera de Corisan- dre «con sus arreglos», piezas sentimentales o bufas; los cafés estaban rebosantes de gente, los paseos muy frecuentados.”2 La conclusiGn se imponia por s{ misma: “Para quien contempla el orden general y la continuacién entera de los hechos, ningiin accidente particular parece digno de estudio. En el océano de las cosas humanas son fluctuaciones de olas que se borran unas a otras, El pescador cuya barca vuelean eree ver a su alrededor montailas y abismos; pero el observador que, desde Ia orilla, pasea a lo largo su mirada, s6lo percibe una superficie lisa, apenas arrugada por el oleaje y terminada enel horizonte por un lmite inmutable.”’ Considerar este limite de a historia inmévil y sin embargo movediza era estudiar estos “fendmenos de funcién” ms tarde se dirfa estos hechos de “civilizacién ma- terial” y estos fendmenos de “mentalidades’- ligados a las grandes constantes de la actividad humana: las concernientes a Ja necesidad de nutritse, de producir, de intercambiar o de (ransmitir, pero también de reir y de amar, de conocer y de crear. La tarea de la historia era seguit el movimiento apenas sensible fue arancaba estas actividades al orden de la rutina para lanzarlas al universo de la invencisn, Por ello, la historia debta, Como toda ciencia, operarsu revolucién copernicana, Necesitaba volverse hacia “el personaje mis importante de la historia, hacia el héroe al que hay que celebrar antes que a radie [...], hacia la ‘multitud de los desconocidos”.* Habfa que reconocer este trabajo ‘inadvertido de los verdaderos héroes y de losinventoresdesconoc!. dos allf donde hablaba su propia lengua, la que conviene a la ; Louis Bourdeau, L histoire et les historiens, Pasis, 1988, pp. 120-122. * Ibid. p. 122, aii “Wid. p. 28. actividad de las masas anénimas, ta lengua de los néimeros y de Jas funciones. “La ciencia de los hechos humanos, durante tanto tiempo descriptiva y literaria, esta destinada a volverse casi enteramente cuantitativa, Los fendmenos de funcién, objeto esencial de su estudio, son efectivamente mensurables por los dos modos de determinacién de cantidades, aritmético y geomé. ttico. Por un lado, se los puede tradueit en ciftas, por él otto, se os puede figurar visualmente por medio de las representaciones srdficas (diagramas y cartogramas), doude se resumen en sor- bprendentes imagenes quehacen las veces de una lengua universal de largas series de hechos cuyas vatiaciones, las relaciones y las leyes, aparecen a plena luz. El idealde la historia elevada a la Gignidad de ciencia serfa expresar asi todas estas nociones y no emplear las palabras sino para explicar 0 comentar estas formu- Jas.”* Ideal de una ciencia histérica desembarazada de la indeter- minaci6n de las palabras y de las frases de las historias, capaz en consecuencia de transformar en conocimientos reales aquello Que atin no era sino Ia “novela de la vida humana”, Esta ciencia fo estarfa en modo alguno acantonada en los meros datos de la poblaci6n, de la produccién 0 del comercio. Por el contrario, verfa abrirse una historia intelectual establecida sobre una base mis significativa: la estadfstica de los diplomas, de a librerfao de las bibliotecas, o una historia de los sentimientos y de las Costumbres estudiada allf donde se hablaba al desnudo; en la estadistica de los casamientos o en el andlisis de los testamentos, éNosse trata acaso de la misma revolucisn que Lucien Febvre Proclamarfa al ligar la primacia cientifica de la demogratfa a la nueva realeza politica del demos? ¢No eta acaso el mismo discurso que sostendria mas tarde Fernand Braudel sobre las Vaguedades 0 el destello engafioso del acontecimiento, 0 Pierre Chaunu sobre la capacidad de Ia historia serial de integrar todo lo que concierne a larealidad humanaen a red de sus correlacio- hes? El oscuro Bourdeau, ;hhabria sido un precursor desconocido hacia quien la historia tiunfante de los Annales se habria ‘mostrado ingrata? Hay que responder negativamente, Los histo- Fiadores de los Annales no fueron ingratos sino licidos. Com. Prendieron lo gue les proponfan, bajo la apariencia de elixir de * Ibid, pp. 291-292, 4 ia juventud, los médicos de Ja era cientista: 1os medios para una eutanasia, Invitar a la ciencia hist6rica a sustituir el lenguaje engafioso de las historias por la lengua universal de las matem- ticas era invitarla a morir sin dolor, sin darse cuenta. Lo que las estadisticas de larga duracién proporcionarfan en lo sucesivo serfan los elementos de una sociologfa comparativa. La historia no serfa sino la dimensi6n diacrénica, ctilen algunos casos, para Ja explicacidn de fendmenos sociales residuales. La historia promovida ala dignidad cies ica era de hecho una historia des- vanecida on la gran ciencia de lo social que le brindaba su objeto y le prescribia los medios desu conocimiento. Asi pensarian, en el fondo, no sélo sus enemigos sarcisticos sino también sus consejeros condescendientes, los economistas y los socidlogos de la escuela durkheimiana. De modo que lo propio de la revolucién historiadora no es simplemente haber sabido definir los cbjetos nuevos de la larga duracién, de la civilizacién material y de Ja vida de las masas y adaptarles los instrumentos nuevos de la lengua de Las cifras, Es haber sabido reconocer, en el canto de sirenas de la era cientista, faamenezade supérdida,eldilemavelado detrasde las proposicio- nesde su cientifizaci6n: 0 lahistoria olaciencia. Eshaber sabido, para responder a esto, mantener el juego de la homonimia, porque era el tinico capaz de transiormar la disyuncién en conjuncién: y la ciencia y la historia, lo cual quicre decir: 1a no- historia y la historia, el poder de articulaci6n.delos nos yde\ los acontecimientos que esti ligado alaindeterminacién ontold- ( {gica det relato. pero que sin embargo es el tinteo adecuado para lu preservation de Ja especificidad de uina ciencialfistiricajen | general, La revolucin historiadora 2s la dispositior dé un ‘espacio de la conjuncidn de los contradictorios, Se rinde home- naje imperfectamente a esta invencién admirando el titulo diplomaitico de las tesis de Lucien Febvre y de Fernand Braudel: Felipe Il y el Franco Condado, El Mediterrineo y el mundo mediterrdneo en laépocade Felipe Il. Ast, han pensado y dejado pensar, admitiendo su nuevo interés cientffico -Ia historia de los grandes espacios de vida formados por la larga duracién — con la Teverencia debida a sus viejos maestros, apegados a los grandes nombres y a a historia diplomatica. Pero este arte de la conjun- ciGn no resulta de las simples reglas de la prudencia o de la 15 Teverencia académica. El y que enlaza los intereses y las inves- tigaciones de lanueva historia alos nombres propios de los reyes no es una cuestidn retGrica. Bs la respuesta cientifica aun .o bien -. 0 bien... No es una simple cuestiGn de palabras. Corresponde ‘una elaboracién poética del objeto y de la lengua del saber. El genio particular de Lucien Febvre consiste en haber com- Prendido intuitivamente lo siguiente: la historia no podia llevar a-cabo.una revolucién que fucra veraderamente propia sino Lugando con Ja ambivalencia de su nombre, rechazando, én la préctica de lalengua, la oposicién dela ciencia y la literattira, No Se trataba meramente de que se pudiéran conciliar los rigores de tuna con Ios encantos de Ia otra, Se trataba, mucho més profun- damente, de que solo la lengua de las historias era apta para ‘marca la cientificidad propia de a cienciahisttica:cuestién no le retGri de los viejo tros y las reglas de la institucisn, tia, que constitufa en iengua de verdad tanto a la Jengua verdadera comio’a la alsa de las historias. .La batalla secular de Tos hisiGriadores con la vieja palabra historia no tiene que ver, por ende, con las cuentas que toda joven ciencia debe, mas o menos durante bastante tiempo, ajustar con su prehistoria ideol6gica. Es el principio mismo de su dinémica propia: ia disposicién interminable, ¢ interminablemente polémica, del Vocabulario de las denominaciones, de la gramética de las atri- buciones y dela sintaxis de las conjunciones y de las subordina- cciones que permiten a la lengua de los historiadores explotar su indeterminacién para operar su supresién, negarse ella misma a promover Ia imposible adecuacién de la ciencia y del relato, la aquivalencia del tiempo del acontecimiento y del tiempo de su supresi6n, Las paginas que siguen se proponen estudiar algunos nudos singulares de esta constitucién. {Por qué se ha operado de un modo insistente en torno de algunos objetos y figuras ejempla- res? {Como éstos se organizeron en forma de intriga? ; Qué relaci6n hay entre la l6gica de estas intrigas y 1a de un ciarto _Maneras de disponer sujetos, com- je aprovechar la conjuncién y la pasado de los verbos, su presencia ehi juego no es el estild de Tos ausencia? La ciest 16 historiadores sino Ja firma de la ciencia. La firma no es el apéndice personalizado de un discurso, sino la marca de su identidad, el nombre propio que articula los nombres propias y Jos comunes, las palabras y Jas cosas, el orden de los seres hablantes y el de los objetos de conocimiento, Tal estudio tiene que ver con aquello que clegf denominar una poética del saber: estudio del conjunto de los procedimientos literarios par miedtio de Ios cuales un discurso se sustrae a {a literafiira, se da.un eStatito de cisicia y 1o significa, La postica del saber é interesa cn las féglas sepiin 168 culésun saber se escribe y se lee, se constituye como un género de discurso especifico. Trata de definir cl modo de verdad al cual se consagra, no de imponerle “nofitias, dé Validar o invalidar su pretenisioa tientifica. Sin duda concierne muy especialmente a las lamadas ciencias humanas 0 sociales que, desde hace dos siglos, intentan, con diversas fortunas, ganar su lugar en el concierto de las verdaderas ciencias, alejar la sospecha interminable de pert obras de Ta literatura o de Ta politica, incluso de amba Pero no se propone confirmar esta sospecha, recordar a histori” © la sociologfa, desde sus ambiciones cientificas hasta sus

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