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_ Volumen XV AMERICA PREGOLONIAL _ coordinado por Angel Palerm (T) (Universidad Iberoamericana, México) SALVAT EDITORES, S.A. clos de materia organica: en 8 gracias ala soquedad reinanter ef otras, a cau- sa de lo gron humedad, que ha producido un efecto de car- bonizacién por reduccién. El hocho cierto es que este ho- Hizonte cuenta con materiales suficientes para establecer Conjuntos instrumentales muy variados, los cuales permit Fian la explotacin de numerosos recursos. Uno de los grupos del Arcaico utiizd el cobre nativo que se halla en la orlla sur dal lago Superior y en la isla Royale. El cobre puro so presenta en grandes pepitas o en laminas irregulares y se trabajaba marlilleindolo una vez recalenta- do, como si fuera una piedra maleable, sin que este trabajo se considere un comienzo de la metalurgia, Un patron semojante al llamado Arcaico se encuentra en distintos lugares de México; se le ha deno toncolitice, Para unos grupos este horizonte fuo fransicto ‘hal. puesto que, con ol_sistema de una economia muy variada en lo alimentario, senté las bases para la domos- ticacion de plantas y animales. Para otros grupos fue ol estado en el que 10s encontraron les primeros europeos con los que hicieron contacto, en los siglos XV-x¥i El inicio de la domesticacién de yanimales lantas En la larga historia de la humanidad es posible que el transito de la otapa de depredacion a la de produccién de imentos sea la més impor ~ £1 hombre es el factor mas poderoso de alteracién de los ecosistemas; quizés es el prototipo de alterador, pues todo lo que alcanzamos a ver y a medir como proceso des- tructivo de la ecologia es producto del hombre. Este puo- de ser considerado un componente heterotrofico, macro- Consumidor, pero a estos calificativos biolégicos une algo ‘nico: es un animal social. Actualmente sabemos por el tipo de denticién que desde hace unos dos o tres millones de afios unos pequefios seres, con caracteristicas humanas indudables, comenzaron a de- predar en la fauna y, aunque no existan huellas de ello, a utilizar productos vegetales, que recolectaban de acuerdo con las estaciones, Esta forma de vivir como depredadores se mantuvo durante larguisimo tiempo, hasta que hace ‘unos 10.000 0 7.000 afios, segiin las regiones, comenz6 a transformarse, de depredador, en productor. Este transito, de fundamental importancia, no fue répi- do ni se dio en todos los lugares que el hombre ocupaba. La literatura arqueologica ha denominado «revolucion neoliticay a esta transicion, ya que el proceso de adquisi- no sempre se utlizaba para techar ln construcciones. vvables deben estar on proceso de descanso o sin uso, rege nerando asi ol bosque y restourando la fertlidad natural El hogar del sistema detfozay de sus variedades es el bosque tropical, lo mismo qué él hogar dol sistema de‘bar:> echo Yo constituyen las tierras templadas y frias. En ‘os sistemas el proceso comienza con Ta limpieza de tn sector de bosque. Sin embargo, mientras que el agricultor de roza acabaré devolviendo ese sector otra vez a la natu- raleza, el de barbecho proyecta instalar el cultivo de ma- hera permanente: en realidad no roze, sino que desmonta. El contraste mayor entre la roza y el barbecho es, pues. la copacidad de permanencia dele def suelo. En'ta mayor parte de las tierras frias y templa- das basta dojar el terreno en descanso por un periodo ge~ neralmente igual al que ha estado en cultivo para que re- ‘cobre la fertilidad. Dentro de estos limites el ciclo cultivo- descanso ofrece variaciones que tienen que ver con la ca- lidad de los suelos. Un suelo rico puede ser cultivado dos © tres ais seguides, dejindolo descansar un aio. Otros menos fértiles, que son los més abundantes, so cultivan ano si y aio no, Las tierras més pobres se cultivan una vez ¥ se dejan en descanso dos 0 tres afos. 1813 Iustrcion dol amado Cédice ‘THotzin, que contene informacion sobre a historia de ls puebios ‘hichinecas on los siglo x 1 xv hasta la 6poca de Nezahwolpili; monarea que rend de 1472 a 1515 (Museo Nacional de Antropologi, México} Durante cl peviodo milters del horizon paselésicn, en Mesoamerica se olabomaron cdiows do gram inter, A peser de las variaciones, en el caso del(barbech) re- sulta posible establecer una rélacion promedio entre la $1 perficie cultivada y Ia que se precisa mantener on reserva. 0s ealeulos efectuados indican que esta relacién prome dio oscila entre uno a dos y uno a tres. Asi pues, por cace hectérea en cultivo, dos o tres hectareas cultivables deben estar én proceso de descanso o sin uso, en reserva, Bajo el sistema intensivocde secand) que se encuentra, como el de barbecho, en las tierras frias y templadas ce Mosoamérica, la estabilidad del terreno de cultivo es practicamente completa. El mismo suelo se cultiva aio {ras aio sin confiar su regenoracion a los factores nature- ies 0 @ métodos simples de descanso y rotacién elemen- tal de cultivos. No hay desmonte, a no ser que se abran hhuevas tierras. La labor del suelo es intensa y constante, 1814 El calmil (inilpd de la casa) es una de las formas tipicas 46 oste cultivo intensivo, Su nombre nahua describe su caracter. Se trata de una poquoia extension de terreno (or lo general media hectarea) anexa a la viviende 0 muy proxima a ella. El suelo se abona con todos los desperdi- ios doméstices, con la besura formada en los corrales y con hojas y ramas, Dado el cardcter de. «despensar que tiene el caimil, la Fotacién de cultivos y los cultivos mix. tos son técnices normales. También es frecuente el em- pleo del calmil como alméciga 0 semillero de érboles frutalos y como lugar de experimentacién en le domos. ticacién, | Los bancales y las terrazag|de secano se encuentran so- bre toda la «Tierra Fria y Templada>, en especial en las Jaderas empinadas y en los bordes de los barrancos. 1 nombre do terrazas se reserva para las construcciones con paredes de contencién del suelo, construidas con piedras © adobe. EI nombre de,bancal parece més propio cuando la contencién del suelo se hace por medio de setos vivos © de plantas itiles como el maguey. Por lo general. las te: razas son estrechas y se encueritran en las pendientes més inclinedas. Los bancales son més anchos y se encuen- tran en pendientes més suaves, Ambas técnicas -bancales y terrazas~ crean superficies de cultivo y protegen el suelo contra la erosién. Ademés, tienen el ofecto de retener més eficazmente la humedad de las luvias y de permitir acumular, en cada escelona- miento, una cierta cantidad de tierra de aluvion, que se istribuye sobre el suelo para incrementar su fertilidad. Los bancales y las terrazas de secano estén asociadas con Ja labor intensa del suelo. con el uso de abonos verdes, es- tiercol y otros fertilizantes, y con los cultivos mixtos y la rotacion de cultivos. 7 Bajo olsistema de humedady riegd se agrupa una gran variedad de técnicas, que van desde las aplicadas a los cli- ‘mas semiaridos y desérticos hasta aquellas que se utilizan en las zonas Iluviosas en extremo, y que abarcan una drea comprendida entre el trdpico y las terras frias, Su carac- teristica comin, por supuesto, es el uso deliberado del agua como un elemento de la misma importancia que el suelo y las plantas. Los grados de complejidad de las nicas varian desde el simple aprovechamiento de las 20- nnas de humedad creadas por las inundaciones naturales hasta los gigantescos sistemas hidréulicos caracteristicos del valle de México. Un modo més complicado de cultivo de humedad es la inundacién artificial, mediante le realizacion de pequehas obras de contencidn, con frecuencia temporales, en las co- rrientes de agua. A veces esta técnica va asociada con obras de drenaje. Se sospecha que el riego por inundacion artificial precedi6 en algunos lugares a la verdadera agri- cultura: existen evidencias etnograficas de estes practicas on lugares desérticos, as cuales favorecen el crecimiento de plantas silvestres, que después son recolectadas. Dondequiera que existen aguas subterréneas poco pro- fundas se abren pozos y el agua se extrae en cubos 0 vasi- jas. El riego se hace a brazo o bien se echa el agua en pe- querios depésitos, desde los que corre por pequetios cana. les hasta el terreno cultivado. Esta técnica es caracteristi- adel valle de Oaxaca, > Las técnicas de riego mediante acequias o canales se encuentran en toda Mesoamérice, incluso en las zones tropicales Iuviosas. Las formas varian sustancialmente, en especial segiin Ia manera de abastecerse de agua: 1) se abre una acequia o canal desde una corriente parcialmen- te obstruida y se leva el agua hasta los terrenos de cult vo; 2) se construye una presa en la corriente para elevar ol agua y desviarla por una acequia principal (este sistema permite mayor regularidad en el abastecimiento de agua y el cultivo de terrenos situados a mayor altura}; 3) en cualquiera de los dos casos anteriores, sobre todo en el se- sgundo, las obras se complementan a veces con la cons- fruccién de uno o varios depésitos para almacenar el agua. Una técnica especial consiste en abrir una acequia des- de Ia orilla de un lago o Taguna de agua dulce; Ia acoqui ‘de profundidad creciente para permitir que corra el agua, se lleva hasta el terreno de cultivo o cerca de él; se extrae ‘extonces el agua a brazo y se riega como en el caso de los pozos. Otra forma de riogo consiste en captar el agua de /los manantiales y llevarla a las tierras de cultivo a través Jde canales. En estos casos también os frecuente Ia cons- ftraccion de depésitos de las construcciones realizadas por los mayas ha permitido a los pecialistasditinguir cinco stiles arguitctenicas representadas por los centros ‘ceremoniales de Peter. Palenque, Rio Boe, Chenes y Put estos de algunos construcciones del contro ceremonial de Datbichaltin, al noroete del ‘estodo mexicano de Yucatan, ‘orca de Mérida, Comesponden a luna etapa de tronsicion hacia el Ihorizonteclasico maya, El estudio En las regiones donde las precipitaciones son esporadi- cas y torrenciales se construyen paredes circulares de pie- Gra en las cimas de los cerros relativamente Hlanas para recoger el agua de las lluvias. A voces el lugar de almace- namiento del agua se excava para aumentar su capacidad. En otros casos se construyen diques en ol cauce de los ba- rrancos. Una vez seco el depésito se utiliza frecuentemen- te el fondo de las riveras para cultivos de humedad. «Las chinampas, escritas erréneamente como «jardines, flotantes», constituyeron seguramente la técnica mas es- pecializada y compleja del cultivo en Mesoamérica. La chinampa es una pequefa isla artificial construida en lu- gares poo profuindos de un lego o pantano de agua dulce en Torma de un cuadrilatero estrecho y largo, de seis @ 1815 Dentro de su perimetro, senalado co jando capas de vegetacin acuatica, tierra y lodo hasta que Ta superficie de Ta chinampa sobresale unos vei {reinta centimetros del agua. Se plantan estacas de si (aliefotes}, cada cuatro-6 cinco metros a To Targo de todo el perimetro; si propésito es proteger Ta chinarmpe de la erosidn. Cuando se ha consolidado el suelo de la china a, el proceso de descomposicién de Tas sustancias sgénicas esta ya avanzado y Ios sauces han enraizado, el ‘e- rreno se considera listo para el cultivo (West y Armillas, 1950) La chinampa no necesita ser regada; estrecha y rodeada de agua; generatmente tas fittraciones resultan suficientes para mantener la humedad constante, En caso necesari se riega a mano, echando agua del Iago con cubos 0 va jas. La chinampa no requiere tampoco fertilizantes. La composicion organtca tel sueto, constantemente renovada con nuevas capas de lodo y vegetacién acudtica, hace précticamente innecesario todo tipo de abono. En las chi- nampas se encuentran las formas més desarrolladas de rotacién de cultivos y dé cultivos mixtos, asi como el em- pleo mas intenso de almacigos y somilleros. Este tipo de cultivo se halla en produccién durante todo el perioto anual, afo tras afo; seguramente se trata de uno de los sistemas de cultivo més permanentes, intensivos y pro- ductivos del mundo. La distribucion goografica actual de las chinampas se reduce a algunas zonas de los ya casi desaparocidos lagos del valle de México, como Xochimilco y Chalco, donde se conservan mas como objeto turistico que como las mara~ villosas fébricas agricolas sin méquinas que fueron 2n otro tiempo, que legé hasta la conquista espariole. Gracias un enorme y complejo sistema de control hidraulico de los lagos, rios y manantiales, las chinampas cubrioron buena parte de la superficie lacustre dulce, e incluso dela salobre, separada esta ultima por un gigantesco dique [el amado albarradén de Netzahualcoyotl) y obligada a reti rarse parcialmente de las aguas dulces (Palerm, 1973). El testimonio arqueolégico y etnohistorico es més elo- cuente y muestra la antigua existencia de chinampas 2n los modernos estados de Tlaxcala, México, Hidalgo, Vera- cruz, Tabasco y Campeche. Actualmente se puede afirmar con seguridad que las chinampas, o las construcciones semejantes a ellas, se extendieron por toda Mesoamérics, incluso por las zonas pantanosas tropicales y lugares ée- séfticos. Parte de estas técnicas diferenciadas consistia 2n formar artificialmente pantanos o pequefias lagunas apro- vechando los desniveles del terreno. Quiz os descubrimientos arquoolégicos mas impor- tantes al respecio sean los realizados en la costa de Cam- eche, al norte de Ia laguna de Términos, ei Belice: efi el interior del Peten; én Campeche, Tabasco y Veracruz, € incluso tan al norte como en el rio Nautla (Siemens y Fu- leston, 1972; Turner, 1974; Turner y Harrison, 1978). Ante smpas a estos sistemas de cul: jedad, los especialistas nortea mericanos les han dado el nombre de raised fields, Con todo, parece mucho mas apropiado ol nombre de nes que les dieron los primeros cronistas espafiolés. 1816 de camellones, tanto en los pantanos y riberas de Tos rios mo en los bajios de tierra adentro, en lugare nna (Campeche) s@ han encontrado enormes sistemas hi- dréulicos con canales de varios kilometros de largo y con un ancho de cincuenta metros, estanques artficiales, etc. (Matheny, 1976). Con todo esto se han roto o desvanecido dos prejuicios tradicionales: que la roza es la tinica forma ids que éste. Demografia y produccion Pueden hacerse comparaciones de muchas clases, signi- ficativas para el desarrollo de la civilizacién en Mesoam: a, entre los cuatro sistemas propuestos (roze, barbecho, intensivo de secano y humedad-riego). La comparacion mas obvia se refiore a la capacidad de carga demografica. Si se aceptan las cifras etnogréficas de rendimientos y consumo de maiz, una familia de roza necesita cultivar un ‘minimo de 1,5 hoctéreas, pero mantenor 1,5 por 9 de tierra cn reserva, Una familia de barbecho, dada la menor ferti- lidad natural del suelo, necesita cultivar 2.5 hectéreas, pero mantener en reserva s6lo 2.5 por 2-8 hect Una familia de intensive complejo de secano podria cultivar sélo 2 hectéreas, sin necesidad de reservas, al igual que Jos campesinos de riego y de chinampas, que pueden cu- brir sus necesidades de maiz. con 0,86 y 0.4 hectareas res- pectivamente. La eapacidad de carga demografica de un territorio con una buena combinacién de humedad-riego ¢ intensivo de secano debié de ser muy grande. Se encuentra ast cierta corroboracién independiente de los célculos de la escuela de Berkeley sobre la poblacién mesoamericana, consider dos a menudo exagerados (W. Borah, 1975). Una poblacion de 20-25 millones para Ia parte central de México en el ‘momento de la conquista espafola ciertamente es una ci- fra sorprendente, pero probablemente no esta lejos de las que muchos especialistas en agricultura prehispénica es- tarian dispuestos a aceptar. Por otra parte, Deevey (1979), trabajando con métodos enteramente distintos, ha calcula- do un climax de poblacion para las tierras bajas mayas clasicas de mas de cinco millones de habitantes, cifra que hubiera resultado increfble antes de los recientes descu- brimientos referentes a la agricultura intensiva maya. La cuestién de los excedentes que cada sistema agricola podia generar es un asunto clave, pero resulta en extremo oscuro. La pregunta se encamina, por supuesto, a la capa- cidad del sistema de producir mas allé de las necesidades de subsistencia de la familia campesina, y de esta manera permitir los procesos de urbanizacion y division del tra- bajo sociel. Aun en el nivel etnografico moderno el pro- blema es dificil de resolver. Cuando menos desde Chaye nov (1968) se sabe que el campesino calcula su inversion de trabajo de acuerdo con Ta propia concepcién de sus ne- cesidades. Aiin cuando sea duramente presionado por los sistemas de tributacion 0 por los impuestos y los bajos precios, resulta improbo calcular los rendimientos del tra- bajo del campesino que se agrogan a aquel que resulta in- dispensable para asogurar la subsistencia, La situacién en Mesoamérica durante la etapa de los es- tacos militeristas y del Imperio azteca quiz no fue muy diferente, desde el punto de vista de los excedentes, de lo que describe Kula (1974) sobre el segundo feudalismo po- aco, ligado al sistema mercantil; es decir, excedente os todo lo que se puede extraer del campesino en productos y en trabajo sin erruiner enteramente la economia, Quiere decirse que, en un dtimo anélisis, la cuostién de los exce- dentes, si bien depende primariamente de los rendimien tos del suelo y de la productivided del trabajo, en cada so- ciedad agraria concreta se determina por la capacidad de presién, control y organizacion de la clase dominante (es- tado, sehores feudales, etc) y por la eficacia de la resis- tencia de los campesinos. La eficacia del control del estado en Mesoamérica no era sélo intrinseca: era también una funcién de los siste- mas de cultivo. De todos ellos, el més dificil de controlar ypresionar es, evidentemente, el de roza, con sus milpas itinerantes, su poblacién dispersa y sus viviendas tempo- rales. Las posibilidades de control se incrementaron con Jos demés sistemas, incluyendo las extensas terrazas mayas, y el punto optimo se alcanzé con las grandes orge- nizaciones hidréulicas construidas y manejadas bajo la di reccién del estado. Es interesante que los sistemas mas roductivos fueran precisamente aquellos que ofrecian ‘mayores posibilidades de control estatal: es posible que existiera un efecto de circularidad. Le historia del desarrollo de la civilizacion en Mesoa- [ERNESTO JORGE RODRIGUEZ 1a Prsmide Mayor tomplo construdo hac 880 en la okdad ‘maya do Edznd, en el actual estado mexicano de Campeche Obsérvese eu distribucion en «pisos, siguiendo la idoa de las plotoformas excalonadas, una de Jas caacteristioas poculiares de Ja argultectura de esta zana habitada por fs chenos en rlacion con el resto de fa arquitecura maya. mérica transcurre en este escenario dificil y variado, con la lenta acumulacién de recursos, sobre todo de origen ve- sgetal; practicamente sin animales domésticos, sin la rueda, con una tecnologia de piedra y con unas formas y recur- sos de organizacién social que permitieron suplir muchas defi materiales. Arqueologia y periodizacién Seria conveniente poder relatar esta historia como un flujo ininterrumpido, pero los materiales que facilita la ar- queologia no se prostan a ello. Casi cion afios de trabajo arqueolégico en Mesoamérica han producido una canti- dad inmensa de informacién, pero la mayor parte carece de conexiones internas, ya que las investigaciones fueron levadas a cabo con propésitos y técnicas muy diversos. Entre las més antiguas existen muchas que parecen haber tenido més la intencién de descubrir grandes monumen- tos y desenterrar objetos valiosos con los que llenar las colecciones de los museos que de agrupar conocimientos cientificos e histéricos. Esta situacion cambio radicalmente, por supuesto, con 1817 1 acceso de una nueva arqueologia concebida no como trabajo de anticuario, sino como una disciplina dedicada a reconstruir aquellos procesos y culturas que estan fuera del alcance de los métodos normales de la historia y la et- nologia. A la vez, esta nueva arqueologia so considera a si al. puesto que aspira no sdlo a rocesos y cultu- ‘Ante la acumulacion de materiales provistos por ls ar- queologia se han Ievado a cabo frecuentes tentativas para relacionarlos y agruparlos cuando menos en fases crono- logicas absolutes y relatives. Para denominar estas fasos se eligieron nombres tomados evidentemente de la ar- queologia clésica (arcaica, clésica, etc.) pero también dori- vados a veces dela propia historia mesoamer na (leocratica, militarista, etc] Mas recientemeate, Tas préocupaciones de los arquoologos de la escuela evolucio- nista Hevaron a buscar terminos més acordes con las fases del desarrollo (formativa, urbanistica, etc.) Es probable qué una periodizacién no tan necesaria 4s itil y clara para los propésitos actuales, sea la que empleemos en este capitulo. Asi pues, consideraremos el perfodo de desarrallo dea civilizacién, desde hacia 2600 a. C. hasta la conquista espaiela (¢- mienzos del siglo xv1}, dividido en cinco grandes etapas: 1818 1) aparicion de las aldees agricolas sedentarias; 2) surgi- miento de los céntros ceremoniales; 3) las grandes ciuda- icas; 4) los estados militaristas, y 5) el imperio y su disolucién. Cada denominacién representa, desde Iue- go, el climax cultural de una etapa y de une region y no el estado general del érea mesoamericana, Las aldeas agricolas sedentarias La sedentarizacién no siempre tiene una base agricola. 6 pescadores de la costa noroeste del Pacifico nortea- mericano, por ejemplo, habian levantado pueblos grandes y permanentes y posefan una organizacién social comple- ja: su tinica actividad agricola era quizas el cultivo del ta- baco. Por otra parte, no toda agricultura lleva a la sedenta- Fizacién. Los cultivadores primitives de la cuenca del Amazonas no viven en aldeas permanentes, sino que mi- gran ciclicamente segin los tipos de recursos que estén aprovechando en cada estacién del af. En Mesoamérica la domesticacion de las plantas co- menz6 hacia 5000-6000 a. C., pero las primeras aldeas agricolas permanentes no aparecerian hasta 2600 a. C; 6s posible, no obstante, que sucesivas excavaciones les des- cubran en niveles mas antiguos. Un intervalo tan largo re- sultaria inexplicable sin la transformacion dramética del maiz a que antes nos hemos referido. La civilizacion me- ‘soamericana es verdaderamente el milagro de esta planta. El registro arqueolégico mas completo de que se dispo- ne del paso al sedentarismo procede del valle de Tehua- ccin (Mac Neish, 1967). Dadas les peculiaridades del valle {extrema aridez, variedad de nichos ecologicos, et.) es po- sible -o, mejor dicho, es casi seguro- que el proceso no se repitié de la misma manera y con los mismos ritmos en otras partes de Mesoamérica. Tampoco se debe pensar que en el valle de Tehuacan ocurriera por ver. primera en Mesoamérica ese paso al sedentarismo; las excepcionales condiciones de conservacion de los materiales orgénicos y la persistencia y habilidad del equipo de Mac Neish han permitido realizar en Tehuacén lo que quizé no podra igualarse nunca en otros lugares. Entre 6500 y 4800 a. C. se obsorva que los habitantes del valle dependioron cada vex més de la recoleccién que de caza. Primero fueron domesticados el chile y el aguaca- fe y luego la calabaza, y quiza también el algod6n. Apar en Testos de maiz silvestre y ebundan las piedras de mo- ler. Existen productos textiles y por vez primera el trabajo en madera. El nimero de componentes de las bandas au- ment y varias de éstas (macrobandas) se reunian estacio- nalimente en un lugar y luego volvianse a dispersar. Vasiias de forma endo y topa onion decordas una con pintura ol fescoy la otra can una técnica que racuerda champlevé: proceden de Teotihuaedn (Museo Nacional de Antropologia, México! Bn la gina anterior, fa pinimide del Sob junta ala Calzada de os, ‘Muortos en Teotihvacdn. Con rominizcencios argultectonicas proclésioas esta plrdmide fonstituye uno de los edicts mis conacidos de Mesoamerica Entre 4800 y 3500 a. C. se acentuaron las tendencias an- teriores. Aparece el frijal domesticado y también zapotes, que tuvieron que ser traidos de fuera del valle y que se- guramente no podian sobrevivir sin ser regados. Ello de- muestra que en otros lugares se daban también procesos de domesticacion. En Tehuacin se encuentran tam! por vez primera metates y manos de metate Entre 3500 y 2300 a. C, algunas macrobandas se volvie~ ron sedentarias y se instalaron en casas a lo largo de las terrazas de los rios; otras, en cambio, continuaron vivien- do on cuevas y campamentos abiertos. En esa época exis- tia ya mafz cultivado, dos clases nuevas de frijoles y algo- dén con cierta abundancia. También, aparecen por vez primera en el registro arqueoldgico pequefios perros, utili zados como alimento, A este nivel temporal, es decir, quizs entre los aitos 2000 y 2500 a, G., los procesos de sedentarizacién parecen 1819 universales en Mesoamérica. En cada lugar se realizaron mediante adaptaciones especificas a las condiciones eco- logicas locales y se usaron algunos de los sistemas de cul- tivo que se han descrito antes, o una combinacién de ellos. Lo mismo puede decirse del repertorio de las plan- tas domésticas utilizadas, aunque el maiz se hallabs pre- sente en todos los casos, excepcién hecha de algunos en que la subsistencia parece que dependia de la yuca. Resulta interesante subrayar los fendmenos de difusion de las plantas y su relativa rapidez. Los zapotes no eren, como ya hemos sefialado, originarios del valle de Tehua~ ccén, Io cual indica que fueron domesticados en algin otro lugar. La hibridacién del maiz silvestre con sus parientes, teocinie y tripsacum, tampoco puda bacerse-en al valle, de donde estos parientes en apariencia estaban ausentes. El maiz de Tehuacén, o una de sus variedades, pronto se tendio por la costa del Golfo de Mexico, Lo que se quiere indicar 6s que a peser de la gran diversidad ecoldgica de Mesoamérica, o més bion precisamente a causa de ella, se establecioron procesos muy tempranos que tendieron a ‘a- 1820 cilitar cierta unided cultural. Como la etapa de sedentari zacién coincide cronolégicamente con tales difusiones intercambios no es dificil concluir que en ese periodo se formaron los patrones culturales mas generalizados y fun- damentales de Mesoamerica. Entre estos patrones se encuentran ademés de la arqui- tectura, que muestra espléndidas realizaciones, la cerémi- Ga, de procedencia mesoamericana incierta, pero cuya aparicién coincide précticamente con_la_sedentarizacion agricola. Es posible que la cerdinica tuviera diversos luga- es de origen, pero también se le ha atribuido un origen sudamericano, a partir de la costa del Ecuador. La tecnologia instrumental hizo de la piedra defini ménie_su_materia_prima fundamental, eleccion que se inantendria pese a un perfeccionamiento constante de los instrumentos y a una creciente variedad de ellos, algunos tan sumamente finos como para efectuar incrustaciones de piedras semipreciosas en los dientes. Sin embargo, has- ta ahora la atoncién de los arquodlogos se ha dirigide més bien a la tipologia y por ello faltan buenos estudios de los aspectos puramente técnicos y funcionales de los instru- menios y de su evolucién. Los productos textiles, a pesar del extraordinario desa- rrollo ‘que aleanzaron, se vieron limitados por-el telar de Cintura y por una cieria pobreza de fibras. La mas co- imiin de ellas fue la del Sgave y la més apreciada la del al- ‘godén, reducida en algim momento a producto suntuario y a parte del equipo militar defensivo de los guerreros (los corseletes 0 ichcahuipilles). La escritura_y los calendarios son. por supuesto, dos elementos indispensables de la civilizacién; ambos se encuentran en toda Mesoamérica, pero bajo formas muy diversas. Como es bien sabido, Ia escritura maya. clésica sigue sin ser descifrada, aunque algunos indicios hacen esperar mejor suerte en el futuro. Los calendarios han sido estudiados, generalmente desdé él angulo ceremo- nial; en cambio se ha dado poca importancia a su cone- “xién con las tareas agricolas y con la regulacién de otras actividades econémicas, ‘Al margen de la cerdmica, los productos textiles, el ca~ lendario, etc., elementos que, pese a sus caractoristicas lo- cales, son comunes a cualquier forma de civilizacién, existen dos caracteristicas fundamentales de Mesoaméri- ca que diferencian su desarrollo de los otros. La primera de estas caracteristicas se define por el de- sarrollo generalmente pacifico de le civilizacién mesoa- ‘mericana; es decir, por la ausencia de la guerra como fe- némeno importante o significativo y por la ausencia de Tos guerreros como grupo social visible. Se define asi mis- mo por la ausoncia de sactificios humanos en niimero apreciable. Los rasgos séhdlados se aplican, por supuesto, a todo el largo periodo que va desde la aparicién de las al- deas sedentarias hasta el final de las grandes ciudades teocraticas y el comienzo de los estados militaristas. ‘Sin embargo, no se puede afirmar la ausencia completa de guerra antes de Ta aparicion de los estados militaristas. ‘Alguiios relieves y representaciones olmecas. geograti mente lejos de sus lugares, representan a guerreros y ac~ ciones militares: algunas representacionés de Teotihuacan han sido interprétadas como trofeos, y hay que senalar, Calendario azteca copiado del ‘origina indigena por el ‘stiénomo mexicana Antonio de 1Leén Gama (1735-1802) en popel de dgovo (Biblioteca Nacional Paris] Entre los aziecas existion dos sistemos de cémpato ol situal Yel solar calondario ritual ‘comprendia 200 dis divididos en 20 periodos de 13 dias y canton, entre otros dates, fos dios propicios, os festvidades tl itual pam todo ef pueblo. Los acerdotes, guiados por os libeos emados tonalamatl, extrofan prediccionesastoligicas de este ‘alendaria. Sin emborga se utdizaba mas el ealendario que 8 bosabo en el aio solar se divida en 18 mesos de 20 dio, ‘gin un edmputo basodo on las ses hinares. dando un total de 20 dias, mas 5 que se ‘cnsdraban nefasto En gina anterior, dealle de la ddecoracin pintada de un plata de cerémica maya ‘orrespandiente al peiodo elasico taro (entre 600 y 900d. La polioromia en lx terdimica seria uno de los rosges ‘earacteristicas del harizonto elsico en Mesoamerica desde luego, la existencia de los famosos frescos de Bo- nampak. Pero, pese a que pueda haberse exagerado el ca- racter pacifico de ese largo periodo, si la guerra y los gue- rreros hubieran constituido un fenémeno socialmente im- portante abundarian otros tipos de evidencia. Desde este punto de vista, resulta interesante comparar Mesoamérica con la descripetén que hizo Gordon Childe (1958) del proceso de la civilizacion on Europa. La intro- duccion de elementos culturales orientales avanzados de- sato una sorie ininterrumpida de guerras. A lo lergo y a los lados de las rutas de difusion, sobre todo de la meta- lurgia, aparecieron poblados fortificados, ciudades y pe- quefias poblaciones rodeadas por cinturones de murallas. Los lugares eran atacados, sitiados y destruidos una y otra vez, Sin embargo, los agricultores neoliticos europeos, se- fala Childe, eran gente originariamente pacifica. La com- paracién quizés ayude alguna vez a comprender las dife- rencias entre las sociodades llamadas de tipo oriental (al que pertenece Mesoamérica en sentido amplio) y la civili- zacién occidental. Los centros ceremoniales la enorme importan completa trabazén_ con Tos si social. Las aldeas sedentaria remoniales, algunos de los cuales se convirtieron en mo- ‘oceniros y finalmente en grandes eiudades teocréticas. La clase dominante se supone que estaba constituida ex- clugivamente por sacerdates, que desempeitaban tina gran diversidad de funciones en la sociedad y el estado. Los dioses eran en su casi totalidad deidades de la fertilidad, del agua y la tierra, de'la vogetacién, etc. Bs dificil descri bir con los escasos elementos existentes como podia ser une sociedad en Ie que la clase dominante era la sacerdo- tal, que edemés de sus funciones religiosas cubria las ne- cesidades administrativas y de gobierno de la vida econ6- mica, politica y social, Cabe preguntarse donde surgieron los primeros centros ceremoniales. He habido una larga discusion entre los que podrian Ilamarse partidarios de las mesetas aridas y se- miaridas de la parte central de México ~al fin y al cabo el lugar propuesto como origen del maiz- y aquellos que conceden la prioridad de las costas himedas y tropicales. La controversia ha ido variando, sin resolverse, de acuer- do con el progreso do las investigaciones y 1a posibilidad de establecer cronologias absolutas. Como cabe esperar, cada nueva investigacién reabre el problema y da nuevos argumentos a alguna de las hipotesis. En las versiones més recientes la prioridad ha sido dade @ la costa guatemalteca-chiapaneca, en. el Pacifico, donde aparecen plataformas de tierra y monticulas en for- ma de piramide. La zona tiene tina larga tradicion en ol yyuca, anterior al del maiz, y ol privilegio de 1921 SFauancicm ores nga AN haber sido intensamente estudiada en virtud del interés por los contactos culturales con Sudamérica (ceramica). De cualquier manera, ol experimento no tuvo larga vida. Bs posible que Ia progresiva sustitucion de la yuca por el maiz indujera a un desplazamiento hacia las tierras altes. En leapa, en Chiapas, aparece una piramide escalonada, y en Kamiwaljuya, en Guatemala (fase Miraflores), existen altares, estelas y bajos relieves. La zona favorita sigue siendo la de los{ olmecas| los le- sgendarios fabricantes de cabezas monumentales, quo ha bitaron en la costa del sur de Veracruz y en ol oeste de Tabasco. Desde 1500 a 400 a. C. floreci6 el centro ce- remonial de San Lorenzo sobre una plataforma de tierra rodeada de sabanas inundadas periédicamente. Les cons- trucciones de este centro incluyen un juego de pelota y muestran un conocimiento sorprendente de las técnicas hidraulicas (cauces artificiales de arroyos, drenajes subte- rrneos), San Lorenzo es excepcional desde otro puntc de viste: es uno de los escasos sitios que muestra sefales de destruccién deliberada, Otro gran centro ceremoaial clmece, La Venta (h. 1000 a 600 a. C). se superpone crcno- ogicamente con San Lorenzo, pero sobrevivié a la crisis cualquiera que fuera su origen. La Venta fue construida también sobre une plataforma. En ella existe una enorme construccién cénica de 110 m de alto. Los habitantes de La Venta fueron grandes acumuladores de objetos de jade, material que trabajaban con extraordinaria perfecciéa, y de espejos céncavos de magnetite. Los olmecas conocie~ ron probablemente un comienzo de escritura jeroglifica y de calendario (Weaver, 1972). Los olmecas hablaban, casi con toda seguridad, el maya. Constituyen probablemente un caso diferenciado de un complejo cultural basado en Ia agricultura de camellones; segin las investigaciones més’ recientes, este complejo 1822 Bn fa pogin siguiente, ‘reba aa izqlenda, ‘sculure que ropresenta a Xilonen diosa del maiz y ale derecho, almena de oreo teothuacana con una representacion ‘esquematizada de ‘Tialoc, dos de lo Hua (Museo Nacional de Antropologin, Mexico} in el pantedn fscupan ur lugar destocada las divinidades relacionadas con la ‘agriculture. Be lo anisma pagina, abajo, figurillos de barre ‘acide procedentes de Matic (Museo Nacional de Aatropologia, Mexico} Bate tino de expresion artsticn os muy propio ‘el horizante precsieo ‘mesoamericana. ELPRECLASICO EN MEXICO cultural pudo extenderse, desdo Ia Huasteca (otro grupo hablante del maya}, por le costa del Golfo de México y del Caribe. El desarrollo de patrones culturales igualmente complejos en la zona de bosque tropical hiimedo del inte- rior, como el Petén, fue mas tardio. Sin embargo, cuando aparecieron los centros ceremoniales, 6stos poseian ya ca racteristicas propias que prefiguraban con bastante clari dad la civilizacion maya clésica. El panorama actual de la aparicién de los centros cere- moniales en las mesetas de las tierras templadas y frias de Mesoamérica, panorama que puede verse alterado fé- cilmente por nuevas investigaciones, indica que tal apari- Cidn se produjo con retraso respecto a la costa del Golfo de México. Es mas, las influencias olmecas parecen haber desempeiado un papel muy importante. En el valle de México la influencia olmeca aparecié ha- cia 1200 a. C. Sin embargo, hacia 900 a. C. habian surgido ya varias vigorosas culturas locales, uno de cuyos rasgos caracteristicos era la confeccién de figurillas de barro co- cido de gran originalidad, decoradas con los més diversos motivos (Tletilco}, Esta tradici6n continu6 hasta la con- quista espafiola, aunque Teotihuacén la estereotipé al fa- bricar las figuras con moldes. El primer centro ceremonial importante fue|Cuicuilcol(ya que no se sabe realmente mucho sobre Tletilco}, un lugar posteriormente arrasado por una serie de erupciones volcénicas. Su gigantesco cono truncado, la construccion més prominente del lugar, quedé rodeado por Ia lava. El segundo fuelTlapacoyal Am- bos estaban situados en las orillas de los viejos lagos, lo que de alguna manera sugiere que la agricultura de chi- nampas desempeié algin papel en su desarrollo. El valle de Oaxaca parece haber sido para los olmecas, una fuente dé aprovisionamiento de ciertas materias pri- mas, como magnetita ¢ ilmenita, Entre 900 y 400 a. C. se desarroll6 la primera fase de Monte fluencias olmecas, aunque adaptadi minente de su centro ceremonial es una plataforma con bajos relieves de figuras humanas masculinas en mcvi- miento (los lamados denzantes). En la Manure donde se asienta Monto Albin existen evidencias de riego por pozos y por canales. Otros dos contros ceremoniales importantes fueron \Milla y-Montenegrol este ultimo en un cerro casi totalménte aterrazado. La poblacién del valle de Oaxaca parece que desarrcilé durante ese periodo el calendario circular.de cincuenta y dos aitos, de uso general en Mesoamérica hasta Ia con- quista espaftola. El atio estaba dividido en dieciocho me- ses de veinte dias, y cada afto se designaba con uno de veinte nombres fijos y uno de troce nimeros correlativs. Al total de trescientos sesenta dias se le agregaban cinco dias més, considerados nefastos. El ciclo de cincuenta y dos atios quedaba determinado por el afio en quo se repe- tia la misma secuencia nombre-nimero para designar los dias. El sistema mesoamericano permitia distinguir un afio de otro, hasta cincuenta y dos, mediante la combina- cin de tres numerales con cuatro simbolos, pero no per- tmitia distinguir un ciclo de otro, a diferencia de la cuenta larga maya, que tomaba, como nuestro calendario actval, un punto de partida arbitrario y podian, por tanto, conlar indefinidamente, Chaleatzingo, en el valle de Morelos, fue otro centro ce- reivomial de las mosetes, probablemente contemporaneo del centro olmeca de San Lorenzo. Construido en laderas empinadas, posee terrazas y canalos de riego, y diversos grabados en piedra sobre Ia agricultura, [a fertilidad y la Iluvia y bajos relieves claramente olmecas. De hecho se ha sugerido que Chalcatzingo era en realidad una especie de colonia olmeca utilizada para controlar y proteger las ru- ‘tas comerciales hacia el centro dé México y la costa de 1824 jortantes fuentes de matorias primas. En los pueden verse también representaciones que han sido interpretadas como militares: si ello es asi, cesta tradicion fue adoptada posteriormente por las ciuda- des teocraticas. En Kamiwaljuyé, en la meseta de Guatemale, cerca de la moderna capital del pais, el centro ceremonial se halla formado por una serie de pirémides levantadas alrededor do una plaza rectangular, con templos en la parte supe- rior. A veces, las pirémides se usaron como tumbas de personajes importantes, que eran enterrados junto con acompaiiantes momificados; en estos casos se construia ‘una nueva piramide superpuesta a la original. Existen in- dicaciones de cultos alucinégenos, expresados probable- iras de sapos y hongos con figuras humanas 0 animales. En Izapa, en Chiapas, hay ochenta pirdmides-centro, ordenadas en plazas y recintos. Apare- con estelas con inscripciones calendéricas, y al parecer se usaba la cuenta larga maya, aunque sus pobladores no fueron los primeros en hacerlo El proceso de civilizacion ha sado en todas partes por ero en Mesoamérica transcurtié ademas por los centros ceremoniales. El tér- mino centro ceremonial ha adquirido, desde un principio, una cierta carga ideolbgica, ¢ incluso se diria mistica, sobre la cual es necesario prevenirse. No se trata de disminuir el inmenso papel de la religion como factor de integracién en Mesoamérica, sino de procurer entender los contextos y Ios mocanismos sociales, econémicos y po- Iiticos por medio de los cuales operé la religién, asi como sus propios aspectos institucionales. La serie de centros ceremoniales que se han ejemplifi- cado, desde las modestas vucciones de monticulos. hasta Ia increible aglomeracion de piramides de Izapa, ‘muestra una poblacién creciente, una cantidad en to de recursos materiales y humanos y una division del irabaja social considerable. Muostra También, en Tos casos més desarrollados, tun fuerte control de un grupo domi- nante sobre una poblacién que muchas veces tuvo que ex- tenderse mas alla del micleo habitado para incorporar una serie de comunidades o una pequehe region. De todos modos, quiz lo mas notable sea que tanto la forma planeade de las construcciones como los materia- les empleados y el cuidado puesto en ellas muestran una fuerte voluntad de permanencia y organizacion. La volun- tad de organizacién se expresa claramente en la traza fisi- ca de las edificaciones ceremoniales: la orientacion geo- sréfica, el orden interno, las interrolaciones de masas y volimenes, etc. Esta organizacién rigurosa del espacio fi- sico puede denominarse, sin riesgo a equivocarse, planifi- cacién, y sus ejecutores pueden ser considerados trabaja- dores especializados y no simples campesinos. Esta voluntad general de permanencia y organizacion cexhibide en los centros ceremoniales no podia correspon- der ‘inicamente al deseo de personalidades aisladas ni de agrupaciones informes de gente. Nada muestra més clara- mente que el propio centro ceremonial la existencia y el vigor de instituciones, de las que no se sabe practicamen- te nada, capaces de imponer su voluntad @ la comunidad 0 ‘un grupo de comunidades y levarla a cabo sin excest- vos conflictos destructivos. Es probable, en consecuencia, que el centro ceremonial, ademas de cumplir las funciones de centro de comercio y de otras actividades que se Ie han atribuido, se con: tuyera en la cabecora de una microrregién, es decir, en tuna forma elemental de estado; desde este punto de vista existe una transformacion caracteristica: la planificacién {isica, reducida primero al niicleo ceremonial, se extendi6 a zonas de residencia de Ia clase alta, edificadas con el mismo cuidado que templos y pirémides. De las residen- cias de Ia gente comin poco se ha conservado a causa de Ia calidad de los materiales, excepto monticulos de tierra, pedazos de cerémica, utensilios domésticos, etc. Cuando la planificacion se extendid practicamente a toda el area habitada del poblado se produjo uno de los rasgos diag- nosticos mas claros de la ciudad teocratica. ‘La concepcion urbanistica mesoamericana no fue tinica. En las mesetas, por lo menos a partir del macrocentro ceremonial de Cuicuilco, predominaron los patrones reti- culares en la traza fisica, En el rea maya clésica se ha ne- gado la existencia de «verdaderas» ciudades, en buena modida porque sus espléndidos centros ceremoniales no estén acompaitados de una traza fisica como la de Teoti- ‘somes — huacén, La poblacién, por el contrario, parece que estaba Dos fotogmfis del centro Inporonte del centr ceremonat dispersa en grupos alrededor del centro, sin orden apa- ceremonial de Cuicuilea, al formado por vorios conos rento, o mas bien en un orden urbanistico que todavia no formeste dele pablacion de truncodes superpuesos Manvel se capta mas que vagamente. Tlalpan yal sur de la cided de Gomio y Byron Cummings Considerada desde el angulo de los procesos de selec- Man Sa crn gu evo __‘iiron oto 6a cultural, la invencién del centro ceremonial fue un Tat pecr ates dems em. enl22 Ene pag sglente._87@n 6xito, El futuro evolutivo de Mesoamérica qued6 li- tpoce'c quer deatado por’ weaved cong coemanel_—-gado a este experimento, que ala vez abrié el camino ha- Cutters perlsscoisee yin, ecarcanes tomato deste "ia las cludades teocréticas, Aquello que pudo verse quiz Caer pore cerz ys wo, exerci stars dele Gomyg yn temendo despifarro de energia (una especie de monticulo, que corresponde a la de la Luna, Ja Calzada de los potlatch a la mesoaméricana) debe interpretarse como una fore super dcleico is’ ‘Moros ya pie a Set_—_‘inversion en control sociopolitico y econémico, 1826 Extrapolando testimonios més tardios podemos afirmar con cierta seguridad que el centro ceremonial era tambien un lugar de ferlas religioso-ceremoniales y una plaza 0 tianguis -mercado- continuo o periddico, incluso para ar- tesanos locales y ambulantes. Por otra parte, si las cons- trucciones mostraban ya la autoridad de un grupo gober- nante, contribuian asi mismo a asegurar y extender su control sobre la poblacién. Se ha dicho que el trabajo so- cial, y particularmente el trabajo para otros, cuando se encubre de ideologia constituye el verdadero proceso de domesticacién social del hombre. El trabajo esclavo em- brutece, pero el trabajo social humaniza y socializa. La aparicién y el éxito de los centros ceremoniales pue- den examinarse tambien desde el angulo de un recurso de adaptacién a las condiciones peculiares de los fundamen- tos econémicos existentes. Es probable que hacia el aio 3000 a. C. fuera conocida ya en la region central de Me- soamérica la lista complota de las plantas cultivadas mas importantes: el maiz, el frijol, la calabaza, el amaranto 0 hhuautli, el chile, el aguacate, el zapote, el maguey, la yuca, el algodon, etc. Es dudoso, sin embargo, que todas estas plantas hubieran legado ya a dar los rendimientos que més tarde se obtendrian. En este esquema, en apariencia satisfactorio, existen dos problemas importantes. Los animales domésticos, os: casos y con poca capacidad de reproducirse, desemperia- ron un papel desdefiable en la dieta hasta la conquista es- paftola. Hacia el aio 3000 a. C., la considerable lista de plantas ‘domesticadas (semillas, frutas, fibras, raices, le- gumbres, verduras) se presentaba con fuertes especialize- cones regionales, es decir, con distribuciones geograficas discontinuas, Estas circunstancias, cuya fuerza y permanencia no {ERNESTO JORGE RODRIGUEZ Protest stor conviene subestimer, estimularon un comercio temprano (0. si se quiere, un activo intercambia de bienes) y tam- bién la formacién de adaptactones"tiicrorregionales y la aparicién de simbiosis entre agricultores y cazadores- pescadores, dedicados a explotar la rica fauna silvestre y los recursos lacustres y riberefios de todo orden. El centro ceremonial fue una solucién mucho mas esta- ble, organizada y de mayor confianza que aquellos origi- nales intercambios esporédicos; fue ademas una solucion pacifica puesta bajo la proteccién de los dioses y de sus emprendedores sacerdotes. No obstante, necesité’ lo que ha sido denominado un punto de despegue, que bien pudo ser una posicién excepcionalmente favorable, la abundan- cia de recursos o bien la posesién de algunos de ellos muy importantes. Parece, sin embargo, consideradas las cir- ‘cunstancias anteriores, que el factor determinante fue la existencia de alguna de las formas més avanzadas de los sistemas de cultivo: regadio mediante canoles, terrazas irrigadas, chinampas y camellones en las lagunas y zonas pantanosas. Existen suficientes evidencias de ls antigiedad de es- tos sistemas, que, aparte aumentar los rendimientos y I estabilidad de los campos de cultivo, liberaban a los eg ultores de muchas de las limitaciones naturales y supera- ban las barreras de especializacion ecolégica regional de cierlas plantas. Por otta parte, Ia construccién, manteni- miento y administracién de los sistemas hidroagricolas aumentaba la cohesion social, e incrementaba el poder y [a autoridad de los gobernantes. La organizacién sociopolitica del centro ceremonial ha quedado ya explicada hasta donde es posible hacerlo sin incurrir en especulaciones excesivas. El grupo gobernan- te, o la clase dominante, si asi se la quiere denominar, 1827 Chalchiuktiove diosa do las fuentes yy de les aguas forests. unto a Quetzalcoat!y Tidloe, os una de bs dlivindados més representativas de ppantedn teothuaeana, estaba formado por sacordotes 0, quiz mas rigurosamen- te, por personas ligadas y pertenecientes al culto religiosa, organizadas en alguna suerte de orden jerarquico. La cle- se_dominante_aparecia entonces como un grupo social- mente homogéneo en relacién con el resto de la sociedad, La homogeneidad del grupo hacia el exterior (todos eran servidores de los dioses) no debe ocultarnos la posi- bilidad de una fuerte division interna, funcional y técnica, del trabajo social de los sacerdotes. Una sociedad de la complejidad relativa del centro ceremonial no podia fun- ionar sin especialistas en el grupo dominante para el go- bierno local y microrregional. la direccién y ejecucion de Jas obras piiblicas, ol desarrollo, mantenimiento y admi nistracién de la agricultura, el comercio y los tianguis, ete. Esta diversificacién necesaria de funciones de un grupo de gobierno que incorpora a la totalidad de las activide- des sociales del centro no se expresaba, sin embargo, en una diversificacién social ostensible; es decir, en funcio- narios civiles ademas de los religiosos, en supervisores de aguas y de mercados, etc. Esto se debe al parecer a que to- dos ellos aparecfan ante sus contemporéneos primordial- mente como sacerdotes. Esta situacién, que es quizés una peculiaridad mesoa- mericana, persistio seguramente durante la etapa de les grandes ciudades teocraticas. Es muy posible que el mo- 1828 nopolio burocrético de la clase dominante no terminara hasta que los guerreros de los centros fortificados de Ia frontera septentrional exigicron y obtuvieron un status somojante al de los sacerdotes. Los cambios en las reprosontaciones de carécter religio- 0 corroboran la importancia creciente de las formas insti tucionalizadas del culto o bien, dicho de otra manera, su control creciente por los sacerdotes, Las antiguas figuri- las no convencionales, seguramente expresion de cultos populares y domésticos, fueron sustituidas por simbolis- ‘mos altamente formalizados de los dioses y sus atributos, dioses relacionados sobre todo con la fertilidad, el agua y Ja agricultura, Casi simulténeamente a estos acontecimientos apare- cieron, a causa de la extension de los centros ceremonia- les, los calendarios y la escritura, poderosos instrumentos de control tanto de los hombres como de le administra. cién, probablemente indispensables para organizar las ta- reas agricolas, levar los registros de las cosechas y de los almacenes, contabilizar las transacciones comerciales y los trabajos comunales, etc. Una ver Megados @ este punto cabe proguntarse dentro de qué marcos temporales se inscribia esta larga y gra- ual transformacién de las aldeas agricolas sedentarias en centros ceremoniales. Las fechas de la arqueologia sefie- lan unénimemente para el contro de México alrededor del aiio 2000 a. C. Es posible, sin embargo, que la transforma- cin hubiera comenzado antes de una manera que todavia no percibimos. Hay que pensar que el espacio temporal que, segiin la arqueologia, media entre la domesticacion de un surtido importante de plantas y la aparicién de las primeras aldeas sedentarias parece demasiado largo. Cuando menos, en algunas zonas del Viejo Mundo el pro- ceso se dio con mayor rapidez. Quizés en el centro de Mé- xico, la ausencia de animales domésticos importantes y, en consecuencia, la mayor dependencia econémica en la ccaza-pesca rotardé el proceso. Por otza parte, es probable que la tradicional atencién que muchos arquedlogos mesoamericanistas han dado @ Jas fases més tardias y brillantes del desarrollo cultural haya contribuido a mantener en la oscuridad los humildes Inicios del esplendor futuro. Las fechas finales de la etapa no son tan significativas para nuestra discusion. Se han situedo, siguiendo criterios, iversos, hacia el comienzo de Ia era cristiana y trescien- tos afios después de Cristo. La ambigiiedad tanto de fe- chas como de criterios tiene que ver con el hecho de que la etapa de aparicion de los centros ceremoniales continué sin rupturas durante la etapa de las grandes ciudades teo- créticas. La corriente general del desarrollo cultural fluia sin in- terrupciones bruscas, pero cambiaba de manera constante y acelerada. Persistieron las pequefias aldeas agricolas e incluso aumentaron su poblacién, pero en esta nueva fase aparecian agrupadas alrededor de los centros ceremonia- les. Persistieron tambien los centros ceremoniales, aunque muchos de ellos crecieron en tamaiio y monumentalidad; soguramente, estos centros ceremoniales controlaban x- tensos territorios y manejaban grandes recursos materia- les y humanos, Reproduccion del diatel dona puerta de Teotthvacan (Museo Nacional de ‘Anlropologia, México, tema de a decoracén que enmarca la puerta halla relaconado con ‘Tialoe, ol dios de lo avi. Los artistas do TTeothuocdn 86 Ingpiraron en tomas religiosos para dacorar Tos palacos y tempos do ‘te centro ceremonial. Las ciudades teocraticas UEn qué momento puede Hamarse ciudad teocrética a und de estos macrocentros ceremoniales? Aqui reside pro- bablemente la causa de las discrepancias cronologicas mencionadas. La mayoria de investigadores prefieren es- perar aquel momento en que el coloso del centro de Méxi- co, Teotihuacén, era ye sin lugar a dudas un centro urba- xo; otros, en cambio, profieren pensar en lugares como Cuicuileo, en ol valle de México, y Amelucan, en el esta- do de Puebla, por ejemplo, como verdaderas pequefias ciudades. La cuestién no reside verdaderamente on ol orden de la magnitud, aunque desde Iuegotlas dimensiones son signi ficativas. Existen actualmente en el area del Mediterraneo grandes poblados agricolas, con varias decenas de miles de habitantes, que no llegan a constituir ciudedes en el sentido urbano estricto, De todos modos, la ciudad existe, pero se halla ubicada en otro lugar y el poblado grande es ‘como uno de sus barrios agricolas. Este no era el caso de los macrocentros o pequetias ciu- dades de México. Existia ya una vordadera estructura ur- bana: el centro ceremonial, de dimensiones considerables Taito Por su tamaiio como por el nimero de edificios; ane- x05 residenciales de tipo palaciego; viviendas comunes dispuestas y agrupadas en un cierto orden. Ademés, 1a planificacién del trazado se habia extendido a toda o a la mayor parte del poblado, adoptando ya desde entonces l patron reticular o de parrilla. En ciertos casos también aparecieron algunos servicios urbanos, como la conduecién de agua por canales, quizés incluso como en épocas més tardias para los jardines, al- bercas y baiios del centro ceremonial. Asi mismo, existen sefiales de sistemas de drenaje o al menos de desagiie del ‘centro ceremonial y quiza de captacion del agua de lluvia No hay razén alguna para no ver en estas nuovas trans- formaciones del centro ceremonial la continuacién y ampliacién de las tendencias que hemos discutido; es decir, el reforzamiento y extensién del fundamento econémico, el perfeccionamiento y crecimiento de la organizacion so- cioeconémica y la influencia creciente de la religién insti- tucionalizada, Sin embargo, la ciudad en si misma era una invencion tan cargada de contenidos y proyeccion historica ‘como en su momento lo fueron los centros ceremoniales. Las potencialidades completas de esta nueva forma cevolutiva que es el centro urbano no podian realizarse por tun simple crecimiento cuantitativo. La ciudad se habia di- ferenciado ya del medio rural de muchas iiafieras: como , de autoridad y de comercio: como or- ganizadora de las actividades agricolas y de los sistemas jidraulicos; etc. Pero ni el macrocentro ni probeble- dad eran todavia la sede de 18 propias de produccién diferenciadas de las rura- j@Mieva gran transformacion tendria su eje y su io- tor ch las manufacturas urbarias. Después de los trabajos de Millon (1978) no cabe ningu- na duda de que Teotihuacén fue creciendo como gran pro- ductor de manufacturas. Esto podia sospecharse desdé ‘que, hace tiempo, se comprobé, por ejemplo, que las cerd- micas teotihuacanas que se encuentran desde el sureste al noroeste de Mesoamérica tienen una sola érea de origen. El hallazgo de moldes y curios para imprimir y la existen- 1829 cia de formas y motivos fuertemente estereotipados tam- bién fueron seftales de la produccién masiva de ceramica. La obsidiana caracteristica de Pachuca que se trabajaba en Teotihuacén, donde Millon ha encontrado un conside- rable numero de talleres de le especialidad, tuvo asi mis- ‘mo una amplisima distribucion geografica, ya que lego hasta el Petén y Kamiwaljuja. Ademés, Teotihuacin ex- tendio hacia el érido norte de México (Chalchihuites, Sie- ra de Querétaro) la bisquede de las piedras preciosas y semipreciosas como la turquosa, la serpentina y el énix, y-al parecer, también cinabrio, plata y oro. Las evidencias sobre Ios tejidos y la plumeria, materie- les muy perecederos, son extremadamente pobres; quiza se reducen de hecho a algunas representaciones pictor.~ cas. Los diversos tipos de malacates perforados de ce- rémica son més tardios, pero quiza sugieren una vieja tre- dicién de produccién de tejidos bastos de fibra de hene- quén, que era el material con que se hactan log vestidas de le y corriente, y de tejidos finos-de algc- dén, necesariamente obtenido por comercio, los cuales eran un articulo suntuario destinado a las clases altas.. todos los productos manufacturados indispensables tanto para la vida doméstica y el trabajo como para la vida cere- monial y el lujo de la clase alta: vestidos, adornos, cerami- a, herramientas, representaciones de dioses, etc. La larga prosperidad de Teotihuacan parece que estuvo basada e2 el monopolio sobre la distribucion de estos articulos den ‘ro de un amplisimo territorio muy poblado. Se ha observado que estas asombrosas transformacic- nes se realizaron, al parecer, sin grandes innovaciones tecnolégicas, a diferencia, por ejemplo, de la Revolucion industrial y los inicios de la civilizacion europea, Armillas (1951) advirti6 hace tiempo que esta impresion puede ser ilusoria, y que a la arqueologia se le pueden escapar cam- bios sutiles pero eficientes en el utillaje y sobre todo ea as maneras de usarlo, También se ha sostenido la tesis de que existieron cambios en lo que podriamos llamar la toc- nologia social del trabajo, que resultaron todavia més de- Teotihuacin representa no solo la primera y profunda diferenciacién entre ciudad y campo desde el punto de vista de la especializacion econdmica, sino tambien y qui- 24 necesariamente una profunda division del trabajo sc- Cial en el interior mismo del centro urbano. Millon ha subrayado claras asociaciones entre los toltecas y ciertas zonas de habitaciones reducidas y casi laberinticas y > que parece mostrar la existencia de una especie de trabs- jadores especializados, que vivian en unas condiciones sc- ciales muy definides. Ante el crecimiento urbano, Sanders (1968) propone ex- plicar el crecimiento demografico de Teotihuacan a partir de la despoblacion rural. En efecto, desde un microcentr> ceremonial como la fase Patlachique (cerca de 5.000 habi- tantes) hasta el centro urbano de la fase Tzacoulli (30.000 habitantes) y Miccaotle (45.000 habitantes), el aumento no podia corresponder al crecimiento natural de la poblaciéa urbana, La hipétesis de Sanders es, pues, plausible y se apoya en una serie de reconocimientos arqueol6gicos que muestran la disminucién del tamaiio y el niimero de pe- 1830 blados en las areas colindantes de Teotihuacan. Se ha pro- Duesto, sin embargo, otra hipstesis alternativa. A diferen- cia de Sanders, se puede considerar que la poblacién que capt Teotihuacén estaba constituida principalmente por las élites locales de sacerdotes y artesanos. Estos iltimos fueron concentrados forzosamente, a juzgar por las carac- teristicas de sus barrios, y convertidos en ol «proletaria- do» urbano dedicado a las manufacturas. La ciudad se urbaniz6 a costa de la ruralizacion de su periferia, un fendmeno que no es ciertamente desconoci- do en el México actual. Aceptando como valida la idea de Sanders de que una gran parte de Ia poblacién de Tooti- hhuacén estaba formada por campesinos que salian todos los dias al campo a trabajar, queda todavia una enorme proporcién necesaria para mantener los talleres en funcio- namiento. Esta masa de trabajadores no podia carecer de especializacion ni estar formada simplemente por campe- sinos. La calidad misma de su trabajo lo demuestra. Solo Jas méquinas modernas, en las que ha sido incorporada la sabiduria de la meno artesanal, pueden prescindir del tra- bajador especializado. Asi pues, cuanto mas baja es Ia tec- nologia del utillaje, més personal es el trabajo artesano y més especializado y apto debe ser el trabajador. Compére- se simplemente una méquina de tejer computarizada con un telar de cintura y las habilidades respectivas de los operarios. Las evidencias fragmentarias que existen no indican debilitamiento alguno do Ia agricultura como parte del fundamento econémico. Al contrario, los sistemas de cul- tivo més avanzado (riego por canales, terrazas, chinam- pas y camellones) parece que se extendieron y perfec: cionaron. La organizacion sociopolitica de la clase dominante, como la tecnologia, no sufrié grandes transformaciones, & no ser que todavia seamos incapaces de distinguirlas. La teocracia incorpord y realizé totalmente todas las activi- * dades que correspondian a la direccién de la religion, el gobierno, la administracién publica y la organizacién y la vida econ6mica. Ningun otro grupo social les disputé su posicién, autoridad y privilegios. La presencia de los trabajadores urbanos y su presunta condicién social presentan varios problemes intrigantes. Gordon Childe (1958) escribié que los rapidos adelantos tecnolégicos obtenidos en Europa a partir de las difusio- nes orientales se debian a que los artesanos occidentales no se vieron convertides en una clase de esclavos o sier- vos. «En el Antiguo Oriente la revolucién urbana funda- mentalmente habia dividido las sociedades afectadas por ella en dos clases econ6micamente opuestas y habia con- denado sin remedio a los artesanos, los pioneros del pro- sgreso material, a la clase baja.» Bin lo pina siguiente, dos detalles de los espndidoe Imuroles ol fresco que recubrian la mayor porte de las supericias exteriors ¢lateriores de los palacios y templos de Teotiuacdn, de os que todavia subsiston abundant restos en la ‘ectualidad: aria, un jaguar con un visloso penacto de plunas alrededor de ln cabeza y abuio, un personafe con las votas dal habia que fluyen de su boca. Los ‘colores son vivos y cantrastodos- a 4 tra cuestion interesante es la del control de la pobla- cién trabejadora, la cual vivia en condiciones de cau- liverio urbano y en condiciones que recuerdan la servi- dumbre o le esclavitud. En Teotihuacén no se advierten indicios de inseguridad de lo clase dominante ni tampoco sehales ostensibles de violencia. A veces se hen hallado untas de flechas, dardos, atlatl, etc. en ciertas concentra ciones, pero este tipo de equipo podia pertenecer simple- mente a aquellos grupos especializados en la caza y la pesca, siempre presentes en le economia del centro de Mexico Nuestra exposicion sobre el problema de las grandes ciudades teocréticas ha tenido a Teotibuacén como unico protagonista. Ello se debe sobre todo a la auténtica excep- cionalidad de este coloso de Mesoamérice, pero también a que conocemos mucho mejor Teotihuacén que cualquier otro lugar del centro de México correspondiente al mismo periodo. Las consecuencias de esta situacion son deplorables, ya que no tenemos la seguridad de que el proceso de urbani- zacion de Teotihuacén se repitiera, aunque fuera en me- nor escala, en otros lugares de la zona central mesoameri- cana. Es posible que operaran diferentes tipos de proce- 808, 0 bien que un mismo proceso general adoptara carac- teristics particulares, como en el caso de Cholula, en el valle de Puebla, y el de Monte Albén, en ol valle de Oaxa- ca. Las notables peculiaridades del urbanismo maya clési- o, que apenas comienzan a sor conocidas, deben inducir a la prudencia Desde la domesticacion de las plentas a la aparicién de Jas primeras aldeas agricolas sedentarias y de éstas a la de los centros ceremoniales y las grandos unidades teo- craticas, los procesos de la evolucién social en el centro de México fluyeron sin rupturas y en apariencia de mane- ra pacifica, Nada de lo que hasta ahora sabemos de Teoti- hhuacén permite anticipar su catastrofe, aunque se obser- van sefiales de decadencia econémica y de disminucion de la poblacién urbana a partir de mediados del siglo Vu. Tempoco nada permite prever el cambio radical de la orientacién cultural mesoamericana, a poser de que on la misma época aparecieron algunos dioses con armas y una cierta glorificacion del militerismo. Se emplean las expresiones de «catastrofer para Teoti- huacén y de «cambio radical de orientacién» para las so- ciedades mesoamericanas porque explican lo ocurrido con mayor exactitud que aquellas descripciones apocalip- ticas que suelen hablar del fin total de la civilizacién de Mesoamérica. Para los aztecas Teotihuacén era ya sélo una leyenda, pero otras ciudades teocréticas le habian so- brevivido y el proceso de la civilizacion continué. De he- cho, Monte Albén y Cholula prosperaron después de Teo- tihuacén, al igual quo Tajin, en la costa de Veracruz, estos de I pinimide conocida cima dela pide se halla los por El Mirador, on Labro, restos de un templo en cuyo muro Important ciudad maya de la frontal se levanta una cresteria. rein yucateca de Puuc. que se de algo mas de 4 m de lure, desarolé en el periodo clisico La anqultectura de Labna, tardio, entre 600'y 800 d.C-n la corrasponde a estilo de Chenes. Los estados militaristas Se ha discutido ya con amplitud, en otro lugar, la for- ‘macién de los patrones militaristas en la frontera septen- trional de Mesoamérica (A. Palerm, 1957), Ast pues, no se trata de volver sobre la cuestién, pero si de recordar que, mientras la gran unidad teoeratica aparecia segura y paci- fica casi hasta el fin, sus pequofias hijas del norte y proba- blemente de otros lugares del centro de México eran ya pequetios centros fortificados que dependian casi total- mente de la agricultura hidraulica y en los que los guerre- ros desempefiaban por lo menos un papel social compara- ble al de los sacerdotes. La historia se puede reconstruir de manera algo especu- lativa, Teotihuacin establecié colonias en diversos luga~ res, desde Kaminaljuyt, en el sudeste de Mesoamérica, hasta Chalchihuites, en el nordeste, y desde la zona del Lerma y Guerrero, en el oeste y el sur respectivamente, hasta Veracruz, en el este. Las colonias tenfan unas veces la funcién de asegurar el control y la provision de mate- ras primas valiosas, otras la de servir de factor ciales y aun otras veces la de proteger las largas vias de transporte, Las colonias teotihuacanas, sobre todo en el norte, més expuesto a los ataques y a la transculturacion chichimeca, desarrollaron fuertes patrones militaristas como parte de sus funciones. Algunas do ellas, como en el caso de Tul fortalecidas por su posicién estratégica y sus actividades, disputaron a Teotihuacén el virtual monopolio econémico, probablemente con el apoyo de otras ciudades teocraticas, ‘como Cholula y Monte Alban. El periodo de decadencia econdmica y demogrifica de Teotihuacén, que precede a su destruccién, pudo muy bien ser el resultado de la progresiva ruptura de la red de relaciones comerciales y de sus consiguiontes pérdidas en beneficio de las viejas colonies independizadas: la guerra pondria término a tal situacién. Los nuevos estados militaristas, subordinados, margina~ les y rasticos, antes de destruir el monopolio econémico de Teotihuacan rompieron su hegemonia ideolégica. Dio- ses tribales, a veces de origen chichimeca, y probablemen- te divinidades de grupos sociales especiales, como los, guerreros, los comerciantes y los nuevos sacerdotes, fue- ron incorporéndose al panteon y desplazaron a los dioses de la ciudad teocratica, aunque sin llegar a abolirlos. Eran dioses muy individualizados (personas), a diferencia del indudable carécter abstracto (Iluvia, fecundidad, tierra, vegetacién) de la mayoria de los antiguos. Eran dioses fe- roces y violentos, que exigian, y obtenian, sacrificios hu- manos en abundancia, a diferencia de lo que ocurria en las viejas teocracias. Eran dioses caprichosos y versatiles que promovian Ia discordia y la lucha entre sus sacerdo- tes y seguidores y peleaban constantemente entre si. ‘De la misma manera que las transformaciones de la ro- (Zhidaprocedenlede Tus ave on a oon elise ligién allanaron el camino para la aparici6n de los estados [Museo Nacional de Antropologia, se vio gradualmente sustituida militaristas, los cambios de los tipos de poblamiento ex- México}. Alfinalizar el Horizonte. por una casia guerrera dura y fia presaban otros movimientos en la misma direccidn. Per- _“lésica eae de tal) ae gt Jo escultura Sistio la idea del gran contro coremonial, pero el trazado Semasrelisisasfueun sateen den mera es —-_ tico de las grandes ciudades teocréticas, desapareci6 ante relacionadas con lo nueva cultwo _tolea ex ontror Jo aoe. 1833 la ubicacton topogratica de los poblados por motives de inaccesibilidad y defensa militar. Refiriéndose a Xochicalco, un tipico centro militarista Uamado paradéjicamente «la casa de las flores», Weaver (2972) seniala que los magnificos edificios ceremoniales y alaciegos «fueron consiruidos en un cerro empinado/ Y aterrazado, donde podian defenderse con fosos y mu- rallas». La poblacién comin vivia agrupada segin las exigencias del terreno, sin que aparezca ningun trazaco formal La misma autora se niega a creer que Tula, otro centro militarista, justifique de alguna manera la fama legenda- ria de los toltecas como gente civilizada y civilizadora por excelencia. La arqueologia «los muestra como gente en- vuelta constantemente en disputas y conflictos y como constructores mediocres (..}. Sus innovaciones especifices Parocen ser la guerra tolal y ol sacrificio humano (..)- Tula tenia asi mismo un gran centro ceremonial, pero ca- recia del patrén reticular del trazado clésico. Tula y Xochicalco, al igual que otros centros de poder; militar, fueron la causa de la ruptura del monopolio teot hhuacano y a la vez producto del hundimiento de la gran tudad teocratica. He aqui lo que siguié a Teotihuecén: d:- vorsificacion y dispersion del poder; ruptura y diferencie~ cién del monopolio comercial: abandono y variacién del ‘razado urbano clésico: quiebra y diversificacion del me- nopolio teocrético. La organizacién sociopolitice seguiris | Procesos semejantes. El estrato dominante de la sociedad se hizo, pues, més complejo. Los guerreros, organizades en diversas Ordenes militares jerarquizadas, ocuparon el lugar preeminent junto a grupos diferenciados de sacerdotes dedicados a diversos cultos étnicos y grupos profesionales. El comer- cio, cuando menos el denominado de larga distancia, lo | practiceban gremios 0 asociaciones de gente especializada 1834 (los pochtecas}. Los artesanos se liberaron de la cautividad urbana, aunque no conocemos de manera suficiente el grado de autonomfa que obtuvieron para trabajar, vender ymoverse de un lugar a otro, La llamada crisis del mundo clésico, es decir, el fin de la hegemonia de las grandes ciudades teocriticas, puede contemplarse como una inmensa catistrofe de la civiliza- cién mesoamericana y a la vez como proceso de elimina- ion de formas que quizas habian llegado ya a los limites de su capacidad evolutiva. Sea como fuere, la transfor- macién fue tremendamente traumética; durante varios siglos ~de hecho hasta la conquista espariola- el panorama del centro de México estuvo dominado por las guerra: cesantes, las religiones sanguinarias y la destruccion de pueblos y ciudades, incluyendo Ia propia Tula. Los estados militaristas aportaron, ademas, en el plano econémico tres elementos muy importantes: la intensifice cién_de los sistemas de agricultura hidréulica, la con- quista ‘inilitar para exigir el pago de un tributo a los jstados ¥ algunos adelantos en la metalurgia con nes uttlitarios. — “Ta intensificacion de la hidroagricultura, un paso que parece normal en culturas formadas en medios aridos y que habian perdido muchos de sus lazos comerciales. por- mitio aumentos de poblacién y el control mas eficaz sobre ésta. La organizacion de amplios sistemas tributarios for- talecié la integracion econémica de extensos territorios y dio mas poder a la clase dominante. El mperio y su disolucién El camino hacia ol Imperio quedabe preparado; slo fal- taba que alguno de los estados militaristas, 0 una coal cién de ellos, pudiera imponer su voluntad a los demas de manera segura. No fueron pocos los que lo intentaron; la historia del centro de México esté llena de sus fracasos y do sus ruinas. Finalmente, fueron los aztecas 0 tenochcas quienes lo lograron en un periodo de tiempo sorprenden- temente breve; sobre ellos poseemos buena informacion arqueolégica y abundantes fuentes historicas. Los aztecas gustaban presentarse a si mismos, ya en la epoca de su dominio sobre el centro de Mesoamérica, ‘como parte de las oleadas de chichimecas que penetraron en las Fogiones civilizadas después de la caida de Tula. La verdad parece ser que se trataba de un grupo de cultive- dores marginales, toltequizados en tiempos todavia no le- janos, que habran sido utilizados como tropas auxiliares de los estados militarista. Durante un siglo (desde principios del siglo xu princi- ppios del xm d. C) los aztocas no encontraron Tugar donde jar su residencia, envueltos en Ia gran crisis de poder ue sufria el centro mesoamericano. Entre tanto, un g1 de chichimecas (la gente de XolotN, en rapido proceso de ‘ransculturacion, habia consoguido establecerse en ‘Te- nayuca y en Texcoco y se aliaron con el pequefio estado Tolteca de Culhuacani. Esta alianza condujo a un periodo do relativa paz y de restauracién cultural en el valle de México. La estabilizacién atrajo a inmigrantes de muchas zonas, entre ellos a los aztecas residentes entonces en las proximidades de las ruinas de Tula. Por este tiempo. de acuerdo con sus propias tradiciones, los aztecas habian aprendido y dominado las técnicas de regadio y de cons- truccién de chinampas. Por otra parte, su religion, centra- da alrededor del dios tribal Huitzilopochth, ya habia to- mado forma, Durante otro siglo (os decir, hasta principios del xiv), los aztecas vivieron dé modo precario en el valle.de Moxi- 0, hostilizados por sus veci jerosos y sirvien do de guerroros mercenarios. Finalmente, en 1325, sobre tuna pequefia isla del lago de Texcoco, fundaron Tenochti- tan, bajo la proteccién opresora del estado de Azcapotzal- co. El apoyo militar aztéca constituye una razén no peque- fia de la expansion de este estado por el valle de México y los territories vecinos. Mas tarde, utilizando habilmente Jas luchas por la hegemonia entre los estados del centro mesoamericano, Tenochtitlan seria uno de los miembros de una Triple Alianza (junto con Texcoco y Tacuba) que consolidé su dominio sobre el valle de México y lo exien- di a los valles de Cuernavaca y Toluca. Una sucesion de grandes caudillos militares dirigid 1a expansién de la mencionada Triple Alianza hasta los esta~ dos actuales de Guerrero, Hidalgo, Puebla y Oaxaca, y un poco més tarde, hasta las costas del Golfo de Mexico y del Pacifico, Tenochtitlan se convirtié en el miembro priaci- pal de tal alianza. Hacia finales del siglo xv solo los taras- os y tlaxcaltecas y algunos sefiorios aislados habian po- ido resistir fa incorporacién al Imperio azteca, que ede- més empezaba a penetrar on la region maya. La base econémica y demografica del enorme pedor desplegado por los conquistadores aztecas esteba en la agricultura de regadio y de chinampas y en la enorme ‘conasntracton de centros poblados del valle de México. A comienzos del siglo xvt la poblacién total del valle se cal- 1836 culaba en unos dos millones de pobladores, con ciudades, ‘como Tenochtitlan, Texcoco, Tact . que se acercabani a Tos cien mil habitantes 0 los sobrepasaban. Grandes obras de ingenieria hidraulica seguian incremen- tando el potencial econémico y demogratico del vale. Aparte Ia agricultura intensiva y la abundante poble- ci6n, otro factor permitia la actualizacién de las potencia- lidades del valle de México en términos de poder: el siste- ma de los lagos do 1a cuenca interna, comunicados entre si por la propia naturaleza o por obra humana mediante sistemas de canales (acelotes). De acuerdo con las fuentes espafolas del periodo de la conquista, en estos lagos exis- tian no menos de doscientas mil canoas: asi pues, todo el valle formaba una unidad integrada, El comercio y la religién fueron también dos poderosos al expassinlamoaulca Los comercantes (pochtecas) estaban organizados en gremios, estrech te vinculados al Imperio. La aparicién de los pochtecas en un lugar constituia un indieio seguro de la llegada de las tropas aztecas. La tributacién y.el monopolio comercial se ponian a los conquistados. La religién, sobre todo el culto a Huitzilopochtli, expre- saba una verdadera ideologia imperiélista. El principal dios de los aztecas les habia prometido, a cambio de los sacrificios humanos que exigia, el dominio del mundo: el Imperio azteca era llamado Cem-Anahuac Tenochca tlalpan (el mundo, tierra de los tenochicas) y el caudillo az- teca se designaba como Cem-Andhuac tlatoani (seior del mundo). La extraordinaria capacidad militar de los. primeros ccaudillos aztecas no fue acompafiada de un talento seme- jante como organizadores del Imperio. Asi pues, el domi- nio sobre los territorios mas alejados seria siempre preca- rio, Hasta el reinado del ultimo Moctezume, en visperas Reproduccién del nacho de ‘Moctezuma I realizado con plumas verdes de quetzal elementos de oro ¥ piedas prociosas (Museo Nacional de Antropoogia, México}. as plumasy ol color verde ~ecierda del color verde azul det jade gozoron de wn profundo significado relgioso en todas las ‘lturos de Mesoamérica. la gina anterior, cuchillo ceremonial ‘on hoja de caleedania y mango de ‘mosoico yturquesas utlzado para sctificar alos paisioneros y extraeres el corzén. que, todavia palpitante ev depositado en el ‘aukxicoll vaso del égulla~ para ofrecer a lo dies. Ete ojemplar Pertenece a la cultura mexico, ya de Ia conquista espafiola, no se realizé un auténtico y gigantesco esfuerzo de organizacion: los territorios some- tidos fueron divididos en provincias tributarias; se estipu- laron los tributos e impuestos de acuerdo con la produc- cién de cada provincia; se deserroll6 una gran burocracia politica, militar y religiose, con gobernadores, recaudado- res de impuestos y tributos, tribunales de justicia, guarni- ciones militares, servicios de corres y mensajeros, etc. Resulta imposible afirmar qué hubiera ocurrido en Me- soamérica sin la conquista espafiola en aquel momento crucial del desarrollo de las sociedades militaristas, Sin embargo, es posible indicar la existencia de dos tenden- cias contrapuestas. El Imperio hubiera podido ser consolidado e incluso extendido, ya que los aztecas no habian agotado su fuerza expansiva y los recursos que tenfan a su disposicién iban ‘en aumento. El proceso de organizacién caracteristico del reinado del ultimo Moctezuma estaba creando un estado imperial comparable a los del Viejo Mundo y al que ya existia on la regién andina, en Sudamérica. A la vez, los rasgos tipicos de una sociedad de caracter oriental (segin la concepcién de Wittfogel, 1957) basada en la agricultura hidréulica eran cada vez mas fuertes y evidentes. Las for- ‘mas colectivas y privadas de propiedad del suelo que existian ostaban siondo anuladas e incorporadas al estado. Los poderosos gremios de comerciantes y artesanos esta- ban siendo absorbidos por la burocracia administrativa ‘La nobleza militar se iba transformando en un servicio més, del estado, al igual que los sacerdotes. El seftor azteca no ‘exa s6lo el caudillo militar, la cabeza administrativa y el ssopremo sacerdote, sino que estaba en proceso de ser dei- Bicado. “Por otra parte, sin embargo, habian aparecido una serie de indicios de debilidad y de posible desintegracién. Ta- rascos y tlaxcaltecas no habian podido ser sometidos: las rebeliones y levantamientos de los pueblos conquistados eran frecuentes; los propios antiguos aliados de Tenochti- tlan conspiraban contra sus dominadores. Podria decirse que la fragmentacién geografica, lingiiistica y cultural de Mesoamérica amenazaba con desintegrar y reducir a rui- nas el esfuerzo de unificacion de un pueblo de conquista- dores. Asi pues, segin esta segunda tendencia, la presen- cia de los espaftoles no hizo mas que precipitar y facilitar la destruccién del Imperio azteca. Las reconstrucciones del desarrollo de Mesoamérica se detienen en ese momento; es decir, en la conquista espa- fiola. Entre la conquista y los estudios etnograficos mo- dernos se extienden, sin embargo, cuatro siglos de los que sabemos muy poco desde el punto de vista de las socieda- des indigenas. Por otra parte, el desarrollo de la sociedad colonial misma puede y debe ser considerado como una prolongacién de la evolucién prehispénica, reconociendo, naturalmente, los profundos cambios de orientacién y de contenido cultural que se produjeron. A pesar de estos grandes cambios, la sociedad colonial continud las grandes lineas do las adaptaciones pre hispanicas. La conquista espafiola puede verse como un proceso de introduccién repidisima do nuevos elementos culturales que tuvieron un efecto explosivo sobre las for- maciones socioculturales anteriores; es decir, como un pe- riodo de crisis y cambio que alteré la evolucion de Mesoa- mérica més radicalmente que el paso de las sociedades tovcriticas a las sociedades militaristas. Pero, como ya hemos sefialado, a pesar de todo ello es posible buscar y hallar en las nuevas sociedades reorganizadas a partir del siglo XVI los elementos de continuidad de una tradicion milenaria, los cuales se han proyectado hasta las socieda- des nacionales contemporéneas. 1837 La civilizacién de los Andes centrales Las culturas preincaicas Luis Guillermo Lumbrer: (Museo de Arqueologia y Etnografia, Universidad de San Marcos, Lima) El territorio de los Andes ocupa todo el frente occiden- tal de América del Sur, bafiado por las aguas del océano Pacifico. Alli, antes del siglo xv1, época en que llegaron los, espaiioles, se habia producido un proceso de desarrollo ci- vilizador cuya expresién més conocida seria el Imperio de los inkas, o incas, o del Tawantinsuyu. ‘En realidad, el Imperio incaico, cuya capital funcionaba en la ciudad de Cusco 0 Cuzco, en el Perd, no es més que cl logro tardio de un proceso complejo que duré milenios y se inicié en el momento mismo en que llegaron los pri- ‘meros pobladores a la regi6n andina. El territorio andino, que abarca desde los tropicos hasta muy cerca de la Antértida, en el polo Sur, es un mundo multiforme, no sélo por su extensién latitudinal, sino por- que esta constituido por una amplia cordillera que altera significativamente los paisajes previsibles: asi, en zonas de total carécter tropical no es raro encontrarse con paises nevados o paramos sumamente frios. De hecho, en la re- gién andina se producen desde bosques sumamente bi ‘medos, como los del Chocé colombiano, en los cuales llue- vve casi constantemente, hasta desiertos absolutos, como el de Atacama, en Chile, donde nunca Iueve. Al sefialar es- tos extremos se sobreentiende que entre ellos existe una ‘gama increiblemente variada de paisajes y climas. Cuando Tos espatioles llegaron al Per, quederon sorprendidos al ‘encontrarse que en distancias de sélo cuarenta kilometros se daban tales diferencias: mientras que en unos parajes reinaba un seco y caluroso verano, en otros se vivia, en la ‘misma época, una estacién Iluviosa de aspecto invernal. El drea andina compronde los actuales paises de Veno- zuela, Colombia, 61 Ecuador, Perd, Bolivia, el noroeste ar- gentino y Chile, En todos ellos se produjo el proceso, aun- Bn Ja pagina dnterior. las Imponentes rls de Machapicoh Per. ciudad inca cedificada a considerable altura, fen plena cadena andi, La Tejania de los lugares mis tmansiiadasy el dificil acceso salvé a Machupiechu de ia ddestrccin sstematica de que fos conguistadores esparioles hiierenvietna a la orquitectara inca en su afén de buscar ef oro ‘que crefon podia alojarse en as roplas untures de ls silaes que de modo desigual, ya que, mientras que en le region Central se logré un alto nivel de desarrollo, no ocurri6 lo mismo en el norte y en el sur, donde el proceso civiliza- dor alcanz6 niveles mas modestos. ‘La region central andina se caracteriza por ser una de Jas mas variadas; es también la zona en que la cordillera es més ancha: alcanza mas de cion kilémetros en algunas partes (distancia lineal aérea), Macizos como los del Vilea- ote-Titicaca o de Junin son altiplanicies do extension considerable, con intensa actividad humana en altitudes que a veces sobrepasan los 4.000 m sobre el nivel del mar. La cordillera de los Andes recorre el continente, de norte a sur, a modo de inmensa columna vertebral, y se- para, de hecho, la costa del Pacifico, que queda a occiden- {e, de los llanos del norte y el sur de la grandiose y selvé- tice hoya del Amazonas, que se inicia en los deshielos de los nevados andinos, y que, después de recorrer Sudamé- rica de oeste a este, vierte sus aguas en el Atléntico. En Tos Andes centrales éstos dividen el territorio on tres 0- nas absolutamente disimiles: la costa desértice, donde ‘nunca llueve; la sierra multiforme, que se aloja en la cor- dillera, con sus valles, quebradas, zonas nevadas, eltiple- nicies, etc; y la selva, que comienza a aparecer en las ‘montafias orientales de los Andes y que luego se proyecta en ol llano, hacia el este Este fue ol mundo que tuvo que domesticar el hombre andino a lo largo de su historia. La Edad de los cazadores-recolectores Hasta donde alcanzan nuestros conocimientos, los pri ‘eros pobladores que llegaron a los Andes provenian del norte, de ello hace ya unos 20.000 afios. Las evidencias més antiguas que de lo dicho tenemos proceden de la cue- va do Pikimachay, cerca de Ayacucho, en la sierra central dol Pera, aunque cada ver se tiene més informacién sobre rostos culturales de primitivos cazadores-recolectores que Legaron a los Andes duranto el Pleistoceno, lo cual permi- te prever una fecha més antigua aiin, especialmente para los restos que se encuentran en Colombia o el Ecuador. Por ser todavia insuficientes, estos primeros indicios se presentan un tanto confusos respecto a los pormenores sobre su comportamiento cultural y su procedencia; sin ‘embargo, no cabe duda de que se trataba de hombres de ‘muy limitados recursos tecnologicos y, quizé por ello, con ‘una gran capacidad de adaptacién. Desde luego, no se tra- ta de proponer un poblamiento tnico de los Andes; las evidencias arqueolégicas apuntan hacia varias «oleadas», 1961 hemes ete 7 ar lemon tee lee torre nding nen algunas de ellas constituidas por cazadores especializados en la elaboracién de finas puntas de proyectl. De cualquier modo, los primeros pobladores andinos eran salvajes y vivian en cuevas, abrigos rocosos o campa- ‘mentos protegidos del viento. Al principio, enfrentados con el cambiante final de la era glaciar, coexistieron con sigantescos y a veces oxtraiios animales actualmente ex- tinguidos on América: elefantes, megaterios 0 perezosos sigantes, tigres con dientes en forma de sable, caballes, etc, Més adelante, ya en nuestra era geologica -en el pos- slaciar-, iniciada hace unos diez mil aos, pudieron cazar camélidos tales como los guanacos, roedares como las viz~ cachas y cuanto animal o planta silvestre existe ain hoy en la regién andina; fue una época de progresivas con- quistas sobre el medio ambiente, Io cual se evidencié on el aumento y perfeccionamiento de los instrumentos para la caza y en el crecimiento de la poblacién humana. Segiin los arquedlogos es evidente que tales cazedores, habitaron practicamente en todas las regiones naturales del Pera, desde las frias punas de gran altura hasta los va- es templados de la sierra y Ia costa y las elomas» estacio- nales que se forman en el seno de los desiertos costeros. 1862 Esté probado que, durante el largo periodo posglaciar que ain vivimos, el clima del Peri no fue uniforme y se produjeron muchos cambios, a los que algunos historiado- res atribuyen las variaciones que también alectaron a las comunidades humanas residentes en aquel medio. Pero esta correlacion es s6lo parcielmente cierta. En efecto, en la medida en que la contradiccién principal de los salvajes ora ol medio ambiente, los cambios del mismo los afectaban en uno u otro sentido: permitian cluso desplazamientos de poblacién a distancies muy leja- nas o estimulaban la creacién o abandono de formas o ti- pos de instrumentos para la caza y la recolecci6n. Determinado tipo de habitos de gran utilidad en el pé- amo 0 las fries estepas de la cordillera andina podia ser nocivo on las quebradas de bosque bajo y montaraz inte- randinas, donde habitan los venados y las vizcachas al pie de los arboles frutales. Asi pues, la poblacién de los An- des debia de tener un cierto grado de versatilidad frente al ambiente, y de hecho no existen practicamente pobla- ciones adaptadas a un solo tipo de habitat, en especial a causa de la multiplicidad de ecosistemas y de la gran pro- ximidad entre unos y otros. Las poblaciones andinas, més que a la adaptacién a un ecosistema dado, tendieron a buscar mecanismos de macroadaptacién. Uno de esos mecanismos macroadapiativos fue le tras- humancia, consistente en la utilizacién de varios croambientes por los cazadores, quienes realizaban de este modo una suerte de nomadismo estacional dentro de una érea més 0 menos extensa, que incluia diversos 508 ecoldgicos. Si bien esto es todavia una hipdtesis en via de estudio y verificacién por los prehistoriadores, existon indicios de que la trashumancia fue un mecanismo habi- tual de ciertos grupos de cazadores. Se propone, por ejem- plo la tesis de que unos cazadores que usaban las «lomas» de la costa durante los meses de junio # octubre pasaban el resto del tiempo ~o quizas una parte de él- en los valles costeros 0 en la cordillera occidental. Similares costum- bres tuvieron quizé los habitantes interandinos, quienes en el periodo Iluvioso de verano (diciembre-marzo) pudi ron habitar la parte baja de los valles y quebradas, mien- tras que durante el seco invierno serrano (abril-no- viembre) pudieron desplazarse hacia las partes altas; en el primer caso dependian principalmente de la recoleccién de frutos y la caza de pequefios animales, y en el segundo, de la caza de camélidos. Sin embargo, estos modelos de utilizacion del medio ambiente no estaban absolutamente generalizados y pu- dieron coexistir, y de hecho coexistian, con otros. Regi nes hay, como la pune, muy favorables para la vida de los cazadores, y bien pudieron ser zonas con grupos de po- blacién permanentes y perfectamente adaptados a dicho ambiente. En la puna habia recursos suficientes para ase- gurar la supervivencia de los cazadores de camélidos (vi- ccufies y guanacos) en cualquier época del aio sin que tu- vieran que recurrir a otros pisos ecolégicos en busca de alimentos. Por otra parte, los paleoclimatélogos afirman que los cambios climaticos en el Holoceno andino no Hlegaron ser muy grandes y nunca fueron de caracter catastrofico, de modo que sus implicaciones en la vide de los poblado- gn — Vista del volle del ro Huileamayo Ro del Sol en 1 Peri, modelico ejamplo de ‘adaptacién de la agriculture a las particulares condiciones ‘eognificas de la region andina, En lo época precalombina, os vallesestrechos y profundos de los Andes separaban « monudo ‘reas importantes desl el punto dd vista cultural A voces la pare bola del vallo ea poco utlizada fen cambio, las renas alas ¥ las Jaderas de las montatos, ‘escalonadas en torazas de caltivo, eran las zanas mts ‘opreciadas por los agrcutores Incos Abaja euinas de una fortaleza preincaica,en el Pet 1s ruinos preincaicas, por su Jimportancia anquitetinioa y por J dator culturalos de dlistinto orden que encieran, ‘traen Ia atencin de ‘arquoslogos« histriadores res andinos no pudieron ser decisivas. Asi pues, los cam- bios en la vida y costumbres de los viejos cazadores perua- nos no tuvieron realmente su origen en el medio ambien- te cambiente; contrariamente, la interaccién entre e] hom- bre y los maltiples pisos ecologicos propios de este pats y la lucha por dominarlos y someterlos a la voluntad social si que tuvieron importancia on el proceso de cambio, Todavia no conocemos totalmente la direccién y las muchas variables de los cambios sociales operados « lo largo del salvajismo andino; el descubrimiento de esta era yy su estudio apenas tienen veinte afios en nuestro pais. Sin embargo, gracias a los indicios a nuestro alcance se han podido trazar algunas lineas generales de este proce- 80, que se inicio hace unos 20.000 6 15.000 afios con caza~ dores-recolectores indiferenciados, que al parecer no co- nocian atin la fabricacién de instrumentos avanzados para la caza, tales como las «puntas de proyectil»: sus instru- mentos de trebajo cran muy rudimentarios; fabricados con piodras toscamente talladas 0 huesos, consistian prin cipalmente en utensilios para trocear la carne de los ani ‘males, limpiar la grasa do las pioles, extraer tubérculos de la tierra o excevar pequefios huecos para obtener insectos, reptiles 0 roedores; en fin, instrumentos de miltiple uso, de funci6n indiferenciada. Con el paso del Pleistoceno al Holoceno (Ilamado tam- bién Neotérmico 0 época de nuevas temperaturas} se pro- dujeron grandes cambios durante un perfodo que oscila entre 10.000 y 8.000 a. C. Al final del periodo, o quizés an- tes, aparecieron cazadores con instrumentos apropiados para la caza a distancia (puntas de proyectil); estos instru- mentos no parece que procedieran de los viejos recolecto- res indiferenciados, sino de cazadores de otras partes del 1863 NUNC SO, a8 1a zona de Moras en la provincia de Urubamba (dopartamento de Cuzca, Per, ‘con las cumbres nevadas de la coadene montaiosa del Salcariay al fondo. Camo muestra Ia fotografia, en los Andes contrcles ‘abundan los vales escalenades por torazas de cultivo salpioadas ‘a menudo con los restos ‘arqueoogicas de algune pequana poblacién precolombina continente, que quizé forzados por los cambios climéticos Megaron en aquel tiempo a los Andes y desplazaron a nes los habian precedido en el uso del tertitorio. ‘A partir de entonces se produjo la ocupacién progresiva de todo el territorio por los cazadores-recolectores de avanzada tecnologia. Esta nueva fase se diferenciaria ade- més de la anterior por una més activa utilizacion de los recursos naturales y los ambientos; por ejemplo, primero habitaron en unas pocas cuevas, las mas accesibles, pero més tarde ocuparon todas las existentes y cubrieron mu- chas éreas nuevas. Hacia el ano 6000 a. C. el paulatino mejoramiento del clima pospleistocénico lleg6 a su éptimo, Este éptimo eli- con la plena utilizacién de las zonas de caza y recoleccién por una poblacién cada vez més nume- rosa y diversificada: pobladores de la puna, las quebradas y los valles, de las lomas y el litoral, y seguramente tam- bien de los bosques orientales y la selva. El optimo climatico operd en el sentido de favorecer ‘ain més el desarrollo econdmico y demogratico de los po- bladores andinos, quiones pudieron prosperar hacia un més completo uso de los recursos naturales. 1864 En la pune, es decir, la extensa estepa altoandina, los cambios climéticos parece que no fueron significativos; no obstante, los cazadores adquirieron bastantes conocimien- tos sobre los modios naturales de subsistencia: los pestos y los camélidos. En los Andes existen atin hoy dos especies salvajes de camélidos: el guanaco y la vicutia. El primero, préctica- mente extinguido en el Peri, existe todavia en Ia Argenti- na y Chile, La vicufia, en cambio, vive aiin en las punas peruanas y, frente al peligro de su extincion por la caza indiscriminada practicada, en la actualidad existen zonas de reserva de este animal, muy apreciado por su fina lana. La vicudia es un animal altoandino propio de las tempe- raturas y pastos de la estepa cordillerana. No es suscepti- ble de domesticacién como especie; no obstante, algunos de estos animales pueden vivir individualmente en cauti- verio, aunque se adaptan muy mal a la crianza humana, En cambio, el guanaco es una especie de camélido muy versétil en cuanto a altitud y temperature, aun cuando esta més ligado a los climas frios y los ambientes de tun- dra y péramo. Aparte estos dos camélidos, en los Andes existen otros dos mamfferos de esta familia, aunque sélo se conocen en condicién de animales domésticos: la llama y a alpaca. La Hama es muy parecida al guanaco y con toda seguridad son parientes muy proximos; su parecido es tan grande que los especialistas consideran al guenaco como la vari dad salvaje de donde se originé la llama. La diferencia en- tre ambos animales reside principalmente en la piel: la Mama esté cubierta con lana de fibra delgada y larga, y el guanaco, con pelos cortos y gruesos, casi como cerdas. Ademés, a causa de sus costumbres, la carne de Ia llama es blanda y sabrosa, similar a la del carnero, y Ia del gua- naco, fibrosa y dura, como ocurre con le mayor parte de Jos animales salvajes. La domesticacién no es un proceso que opere mecénic ‘mente; es decir, que, siendo o no el guanaco el antecesor salvaje de la llama, esta especie doméstica no aparecié por simple evolucién natural, sino como consecuencia de la accién humana, La domesticacién de los animales es un fenémeno totalmente debido a la accion del hombre tanto fen sus origenes como en sus consecuencias. Asi pues, en algtin momento los viejos cazadores andinos iniciaron y luego desarrollaron la domesticacién de estos camélidos; si ese intento incluy6 en algin momento a la vicufa, en este caso fracas6, ya que los habitos naturales de este ani- mal hacen casi imposible su vida en cautiverio, como ya hemos setialado anteriormente. Por otra parte, soria inttil discutir en este momento sobre el origen salvaje tanto de la lama como de la alpaca porque Ia informacion que so- bre este extremo poseemos es atin insuficiento, Lo significativo es que probablemente hacia 5000 a. C. Ja llama estaba ya domesticada 0 en vins de domestica- ién. Por ahora sélo existen indicios aislados sobre este proceso, en el que los salvajes altoandinos desempefiaron un papel muy destacado. El sometimiento de los animales a cautiverio y el control de su produccién y alimentacion era una tarea que tuvo que Hevarse @ cabo a lo largo de varias generaciones y, seguramente, después de innume- rables experimentos. No fue una conquista sugerida des- de fuera ni una consecuencia de los factores climéticos: la domesticacién fue el resultado ldgico del creciente domi nio del hombre sobre su medio ambiente y del desarrollo global de la poblacién, el trabajo y las técnicas de someti- to de los animales a la voluntad humana En la puna los cazadores no abandonaron sus hébitos venatorios, aunque sobre esta cuestion es muy poco lo que sabemos; pero, al mismo tiempo, las praderas y las es- tepas altosndinas se cubrieron de rebafios de llamas y Iuego de alpacas y de pastores de ganado andino, produc- tores de lana y consumidores de carne, que més tarde al- canzarian gran importancia econémica Los cazadores que invadieron el litoral encontraron ve- getales y animales en los valles y las «lomas», pero muy pronto descubrieron los inmensos bancos de mariscos a orillas del mar y pudieron, e través de su recoleccién, su- plir las deficiencias proteinicas debidas a la rareza de la ccaza 0 0 In ausencia de ella, Unos afios mas tarde estos recolectores de mariscos co- nocian ya el anzuelo, que se generaliz6 por todo el litoral del Pacifico sudamericano hacia 6000 e. C; antes del des- cubrimiento de este util, la pesca, al igual que la caza de animales terrestres, se practicaba con proyectiles de punta de piedra utilizados a manera de arpén. EB] anzuelo, que se confeccionaba con conchas 0 con es- pinos doblados al fuego, eliminé las condiciones de des- treza, velocidad y fuerza que requiere la pesca con arpén, ¥ sunque no logré cambier sustancialmente el carécter poco productivo de la pesca individual, sf que permitié de ‘enwesto 10ROE ROORGUEZ Proteser Histor TS ‘aprovechaba todo, inclido ol fexcrementautlizado camo ‘combustible a causa de i flta do vegotacién arborea en las ppunas 0 planicis del Aliplano entra de Tos Andes. Un reboio de Hamas ante los lmponentes murs de la fortaleza de Secsohuamén, ceroa de Cuzco (Ceri La lama, simboio del Peri precolambina era bdsica para la fconomia inca, De ell se hecho que cualquier persona practicara la pesca, ya que la nueva modalidad de pescar con anzuelo no requeria nin- guna habilidad especial como en el caso del arpén. La posca era abundante en el mar peruano y se combi- naba con la caza de mamiferos, como el lobo de mar; pero esta abundancia no seria realmente aprovechada hasta ol doscubrimiento de la red, formidable instrumento para la obtencién de gren cantidad de peces con un esfuerzo me- nor y bésicamente colectivo La red fue descubierta hacia el 4000 a. C. y posibilits, desde entonces, Ia formacién de niicleos comunales real- mente numerosos y sedentarios: éstos se constituyeron no s6lo porque el mar proveia de alimentos de manera abun- dante y permanente, sino también porque con le red la pesca habia dejado de ser une actividad individual y re- queria la cooperactén colectiva. De este modo hacia 3000-2500 a. C., cuando las redes se hacfan de algodén y, en consecuencia, podian ser mas ‘grandes que el popular «chinchorro», en las playas y los riscos que bordean el mar se organizaron nucleos aldea- nos estables y bastante numerosos, algunos de ellos cons- tituidos quiza por un centenar de familias e incluso més, 1965 Se habia abandonado, pues, la estructura elemental de la banda» de los viejos recolectores-cazadores, ya que una poblacién tan numerosa, aunque se estructurara sobre ba- ses de parentesco, requeria una nueva organizacién social, seguramente con una mayor diversificacién y especializa. ci6n en el trabejo y con funciones jerarquicas ligadas a la conduccién civil y religiosa del grupo. Los arqueélogos han encontrado restos de estos pueblos de pescadores. Sus utensilios domésticos eran rudimenta- rios, lo mismo que sus casas ~o chozas- y sus vestimentas. A causa quiz de que la caza o la pesca con arpén cedie~ Fon en importancia ante la ventaja de otros iitiles, estos pobladores de Ia costa perdieron de modo general y pro- gresivo el habito y la técnica de fabricar las finas puntas de proyectil de sus antecesores; en cambio, con lasces 0 esquirlas obtenidas facilmonte golpeando los guijatros consegufan instrumentos que tanto servian para abrir las conchas de los moluscos como para desprenderlos de las rocas: lo mismo se utilizaban para trocear la carne de los peces de mayor tamaio, o los lobos marinos 0 una eventual ballena varada en la playa, El til més complejo conocido era la citada red; junto a ella cabe situar las ca- nastas, las esteras y todo aquello que dio origen al arte del tejido, que los pescadores de la costa y los pastores de la Puna comenzaron a conocer por lo menos desde 5000 a. C. El tejido, la produccién de ttiles liticos y de otras mete- rias, asi como Ia propia pesca nos hablan de la existencia de une organizacién social primaria en la que no existian diferencias sociales de importancia. Ello se confirma con el carécter y la forma de los poblados de estos pescadores primitivos del litoral, los cuales pese a su alta densicad domogréfica no lograron nunca alcanzar el grado de com- plejidad y desarrollo de los nicleos de pobladores de los valles. 1866 Telido procolambino procedente del ioral! pervano (Museo “Arqueoligica, Barcelona}. Los fefdos mas antiguos de fos que se tiene noticia en los Andes ccentraes furan canfeccionados $5000 afos a. C, con fibmas vogetales, por poblaciones pescadoras yrecolectoras del tora. En Jo paging siguiente, ‘aniba, centmica de Tiahvanaco (600 « 1000 dC) perteneciente a una coleecién particular de La Pz (Bolivia so rota de una copa cilindrica, de booa anche, que presenta como motivas ‘ecortivos la cabeza de un felio y dibuoe polieromes relacionados eon este animal lternando con motives eamétrios (grecas otc} Kn la misma pagina, abajo, vasa silbato compuesta de dos euerpos unis por medio de una aaa uente; procede del valle peruano de Lambayeque (Museo Fnolégica Barcelona} Un gran -nimero de piezas de cendmica de ‘estas caracteristcas son proplas dela cultura chim Algunos investigadores, entusiasmados por el éxito de la economia recolectora y pesquera dol litoral, han sugeri do la tesis de que el origen de la civilizacién andina se en- cuentra en la actividad y el desarrollo de los pueblos de pescadores; otros conceden un gran peso a la economia pastoril altoandina, Ambas formas de evolucion de los primitivos cazado- res-tecolectores fueron importantes, pero nada esta mas lejos de Ia evidencia cientifica que explicar el proceso de civilizacién a partir de ellos. En el Perd, al mismo tiempo ue se producia el paso de los cazadores a la situacién de pastores y pescadores, se daba también su paso a la condi- cién de agricultores. Fueron pastores altoandinos, pesca- dores del litoral y agricultores de los valles quienes apa- recieron en el escenario andino negando a los cazadores- recolectores y como una consecuencia logica del desarro- lo de su capacidad para dominar los recursos naturales. La domesticacién de plantas y animales Bl descubrimiento de le agricultura es uno de los hitos hist6ricos més importantes en la historia de la humani- dad. Dada su importancia, antes so crefa que tinicamente podia haber sido «descubiertay una sola vez en algin lu- gar del mundo, a partir del cual se habia difundido por to- dos los continentes. Durante muchos afios los arqueslogos buscaron afanosamente ese privilegiado lugar, pero en su bisqueda se toparon con que existian muchos lugares Propicios para tal acontecimiento y las evidencias cam ton el rumbo de las investigaciones. Actualmente casi to- dos los investigadores estén convencidos de que hubo va- rios centros de domesticacion de plantas y animalos y de que es probable que dicho proceso se repitiora infinidad de voces a lo largo de Ia historia, cuando las condicio- nes de desarrollo de un pueblo lo permitian. Asi pues, los «, etc. Dicha agriculture costefta, que se revela inci- piente y apoyada fuertemente con productos del mar, no incluia ni productos del habitat cordillerano, como Ia qui nua o Ia papa, ni se completaba con tas proteinas proce- dentes de In carne de camélidos, que son de ambiente se- rrano. $e pens6 entonces que tanto las plantas como los ‘animales de la sierra debieron de domesticarse més tarde, ya que aparecieron en la costa por vez. primera entre 1500 y 800 a, C., e5 decir, varios milenios después de la apari- cién de agricultores en la costa. Pero las evidencias ar- queoldgicas nos estan revelando otra cosa. El arquodlogo Thomas Lynch ha encontrado en el Callején de Huaylas (sierra del norte) restos de agricultores tanto o més viejos que los de la costa, que indican que los habitantes del lu- gar ya cultivaban el phaseolus hacia 6000 a. C. 0 quizés an- tes, y, en Ayacucho, Richard Mac Neish y su equipo han hallado evidencias de probable domesticacién de camé- lidos hacia 4000 6 5000 afios a. C. Por otra parte, en la region norte de Chile, Lautaro Naiez Atencio ha encon- trado informacién sobre la domesticacién de quinua que corresponde a una época al menos contemporénea a la de Ia agricultura incipiente de Ia costa. Si bien la exploracién arquoolégica es ain insuficiente, es posible adelantar una hipétesis en el sentido de que en la costa y en la sierra se produjeron paralelamente dos procesos de domesticacién orientados en direcciones distintas, ya que obedectan a condicionamientos de! medio ambiente diferentes; en este ‘caso también se ha querido postular la hipétesis adicional sobre un estimulo original comiin a ambos procesos. Hay quienes sugieren, en efecto, la existencia de ese os- timulo original comiin al proceso de domesticacién andi- no, y han considerado la regién tropical adyacente a los Andes como la zona «de origens. Es indudable que los bosques tropicales de oriente y el norte tuvieron su «pro- pia» domesticacién, que inclufa productos tales como la yuca o mandioca, el camote (Ipomea batatas) y el mani (Arachis hypogaea}, los cuales, ¢ su vez, legaron también tardiamente a la costa (y no sabemos cudndo a la sierra), Los que postulan la hipotesis de la selva como centro ori- 1867 ginario de la domesticacién parton de la tesis de que tal domesticacién reprosent6 bésicamente un proceso de adaptacion de plantas del bosque tropical a las condisio- nes de habitats diferentes, como los valles cordilleranos, donde las plantas procedentes del bosque tropical s6lo po- dian reproducirse con ayuda del hombre, por no tener las condiciones naturales para sobrevivir por si solas. Una hi- potética emigracién de cultivadores tropicales 6 incluso de simples recolectores avanzados- levaria sus productos a los valles, y al establecerse en ellos fijaria las nuevas condiciones de vida de las plantas trasplantadas. Si bion esta hipétesis es sugestiva, existen otras no me- nos sugerentes, como la que postula que la domesticacion fue simplemente el resultado de una recoleccién progr: vamente selectiva que permitié al hombre aislar -en la costa, la sierra y Ia selva- las plantas mas adecuadas ¢ su gusto y sus necosidades y someterlas, también progresiva- mente, a la situacién doméstica, es decir, dependiente de Ja voluntad humana en su reproduccién. Esta tiltima hip6- tesis no descarta la posibilidad de varios centros de do- mesticacién ni niega que pudiera desarrollarse un certro coriginal» antes que otros. Cualquiera que haya sido el proceso que condujo a la pérdida del carécter silvestre de las plantas mediante el cultivo de ellas, es evidente que no todas siguieron el pro- ceso de una sola vez, ni procedian de un nico centre, al contrario, eran de procedencia diversa: desde plantas y animales altoandinos hasta plantas de ambiente subtropi- cal 0 tropical. Nada més heterogénoo que este légico re- sultado del heterogéneo medio ambiente andino. 1868 Detolle de las euinas de ‘Tampumachay (Per con los tipieossllaes de esquina, ls eras tropezoidalesy ls dinteles ‘monolitios todo ello realizado sin ‘edomo alguno, Las obras ‘amuitectanicasrealizadas por los jncas 0 por los pueblas que rectbioron su influencia se ‘aracterizan por la severidad, la Figides y a fraldad, rasgoe compatibles con una buena técnica Més atin: existen plantas que pudieron ser domestica- das muy al norte; por ejemplo, al maiz, que aparecié en la zona andina entre 3000 y 1500 a. C., se le adjudica un ori- gen mesoamericano. Aunque tal hipétesis no esté probada y las evidencias van siendo menos en su favor, no seria extrafio que asi fuese; no obstante, habria que explicar al mismo tiempo cémo llegé el maiz en aquel entonces a los Andes, 0, dicho de otro modo, quiénes lo introdujeron. Los viejos argumentos sobro «viejeros> olmecas o mayas no sitven para nada actuelmente, ya que los primeros apa~ recieron por lo menos mil afios después de conocido ya el maiz en el Peri, y los segundos, algo mas de dos mil atios después. Si los introductores fueron los incipientes agri- cultores tropicales, entonces el origen mesoamericano del mafz no cuenta ya para el Pert; y se trataria de un origen ‘ecuatoriano-colombiano o quizs amazénico. Si bien seria importante establecer el corigen» de cada planta doméstica, pues ello podrie arrojar alguna luz so- bre el proceso, en realidad estamos atin en un nivel de co- nocimientos muy elemental; tanto es asi, que resulta sim- plemente especulativo cualquier intento de discutir el problema con los datos evidentes de que disponemos, y los enunciados no pasan de ser hipétesis por verificar. La revolucién tecnolégica antigua Estas son las bases sobre las que se asent6 el desarrollo de la sociedad andina antigua, cuya explicacién es posible afrontar dentro de un marco de referencia que asuma como primer factor de anélisis le heterogeneidad del me- dio ambiente y, por tanto, la necesidad del hombre de idear miiltiples recursos para superarla, pero sin suponer que el medio fuera el factor tinico de tan vasto y complejo desarrollo, Es esta heterogeneided la que se confronté a lo largo del proceso, que, como antitesis de ella, se convirtid on unitario e hist6ricamente articulado, si bien con un desa- rrollo desigual y necesariamente combinado. Es asi como en un momento dado de le historia andina, a causa del descubrimiento de la agricultura y la ganade- ria, algunos pueblos se hicieron ricos. Gracias a que vi- vian cerca de valles fértles, a que disponian de buenos y abundantes pastos, a que habian aprendido a pescar con red, a los productos agricolas, a los animales domésticos y 4 los peces, aquellos pueblos no sélo satisfacian las nece- sidades de alimentacién, sino que la abundancia permitia disponer de excedentes con los que al menos una parte de la comunidad podia dedicarse a actividades distintas de las del trabajo en el campo. Esta situacion hacia posi- ble, por ejemplo, que muchos hombres se dedicaran a la construccién de grandes tomplos y a la edificacion de cen- ‘ros religiosos no solamente inmensos, sino también Iujo- sos, con piedras finamente tallades y algunas grabadas con imagenes de los dioses. El maiz, las papas, los frfjoles y la carne de llama eran suficientes para alimentar a los ‘campesinos, a los trabajadores de la construccién y a los especialistas picapedreros, a los artistas y a los secerdotes que dirigian las obras. La riqueza era suficiente para que tales especialistas se aplicasen con dedicecion a las faenas religiosas y artesanales. Es asi como hace més de 9.000 aos, en un lugar de la sierra de Ancash, conocida actualmente con el nombre de Chavin de Huantar, se erigio un templo tan sélido y ma- jestuoso que atin hoy podemos admirarlo, pese a que ha estado abandonado durante siglos. Es asi también como, en esa misma época, en diversas partes del Perii, tanto en Ja sierra como en la costa, otros pueblos hicieron lo mis- mo, especialmente en los valles més ricos y en los lugares donde se juntan los caminos que unen regiones econémi- camente importantes. Pero todo ello no se produjo de la noche a Ia mafiana: para llegar a este punto tuvo que transcurrir un largo pe- Hiodo de descubrimientos, experimentos, conquistas tec- nolégicas y progresivo desarrollo de In poblacién. Durante casi un milenio los pueblos del Pera aprendieron a fabri- car vasijas de ceramica y tejidos con telar, a construir edi- ficios con materiales nobles es decir, piedra y adobo- y @ hacer una infinidad de cosas, que juntas constituyeron la base de lo que seria una verdadera revolucién econmica y social cuyo resultado mas notable fue el citado templo de Chavin. En efecto, hacia el afio 2000 a. C. se difundié la cerémi- a por todo el pais, de norte a sur; su descubrimiento se habia realizado més de mil aiios antes, en la zona tropical del Ecuador y Colombia. La llegada de la ceramica los Andes favorecié de modo evidente a la poblacién, ya que facilito el almacena- miento y transporte de agua, necesarios para las aldeas alejadas de los rios o los manantiales, y permitié, ademés, Detalle del eélebre Lanzin de Chavin de Huantar, cuye ‘altura aproximada fs de cuatro metros. Se trata de tm blogue prismatico de piledra, con relieves fn sus tes cares, due se encuentra: fn el interior de a estructura ‘denomirada Et Casi, en Chavin de Huontar (Pero). Los relieves smuestron @ un sor antropomarfo con clementas tomados del jaguar y la serpente. ‘una mejor coccién de los alimentos. Por todo ello, su acep- tacién fue répida y generosa. Al principio, muchos pue- blos hicieron suyas tnicamente las formas més utiles, como ollas y tazones. No obstante, las posibilidades plasti- cas de la arcilla permitieron crear muy pronto una gran variedad de formas. que, a su vez. fueron elaboradas con estilos particulares, adornos propios. etc. Asi pues, en la época de la construccién de los grandes templos, como el de Chavin (hacia el afio 1200 a. GC), la ceramica tenia ya casi un milenio de experimentacion y existfa un gran do- minio de las formas, las técnicas de fabricacién, la decora- cién, ete Por su parte, los tejidos, que antiguamente se producian sin le eyuda mecénica del telar, fueron pronto elaborados con la nueva técnica, cuya época y lugar de descubrimien- to todavia no se conocen. El tejido de telar permitié la confeccién de amplios lienzos lisos y suaves, tanto de al- sgodén como de lana, y agiliz6 su produccién, ampliéndola icativamente. Desde luego, las técnicas de construccién de edificios y Ja arquitectura en general fueron también el resultado de un proceso similar a los anteriores, aunque més largo, pues los primeros edificios de barro y piedra comenzaron 1869 Relieves antropamerfos correspondiantes a la cultura upisnique (900 «200 a. C), de le zona costera soptentional del Peri (Museo Arqueolgico de Lima). Obsérvess que mas que de relieves parece trotarse de _gabados realizados sobre ia superficie plana de la pied. Los personajes representacios en tos y otros relieves dela culture cupisaique son alos dlignatarios a juzgar por sus insignias y su omamentacen. a realizarse dos 0 tres mil afios antes, tanto en la sierra como en le costa, e incluso antes del templo de Chavin existian ya monumentales construcciones ceremoniales, que debemos considerar como antecedentes de los parten- tosos templos posteriores. Chavin y los centros ceremoniales del periodo formativo Finalmente, debemos reconocer que si bien el descubri- miento de la agricultura y la ganaderia se inicié cuatro 0 cinco mil afios atrés. en los cuatro o cinco siglos anterio- res a Chavin y sobre todo durante el perfodo de Chav’ mismo, gracias a un proceso de intenso intercambio entre diversas regiones de distinto clima y eltitud, la agricultu- ra y la crianza de animales domésticos se enriquecié de ‘manera sorprendente, de modo que los habitantes de la costa comenzaron a gozar de los productos de le sierra y la selva y vicoversa. Esta situacion produjo un aumento ain mayor de la riqueza, que se fue concentrando cada 1870 ver mas en los centros ceremoniales, es decir, en manos de los sacerdotes. Chavin tuvo en este aspecto una posi- cién privilegiada, ya que se encuentra en un verdadero nudo de caminos entre la costa, la sierra y la selva, en el centro de la regién que en aquel tiempo era la de mayor desarrollo econémico del Pera. Quizé por ello se convirtié con un centro religioso de gran magnitud, regido por sacer- dotes todopoderosos. Pero seria incorrecto explicar el poderio de Chavin s6lo por su caracter de centro geografico privilegiado; existen muchos otros lugares con iguales condiciones y, sin em- argo, no tuvieron un desarrollo similar. A su situacién deben agregarse, pues, otros factores, como su relacién con los rios Wachegsa y Mosna, que permitié establecer tun uso litargico del agua: ésta era transportada por cana- les subterréneos, construidos especialmente para producir ruidos internos, que al ser menipulados dieron sonoridad al edificio, No es gratuita la interpretacién de que el ruido producido por los canales subterréncos dol templo servia para completar una imagen espectacular, casi teatral, de un templo lleno de misteriosos corredores interiores y re- pleto de dioses de aspocto feroz. algunos de los cuales s6lo podian ser observados por unos pocos iniciados, como el llamado Lanzén Monolitico, que moraba en las profundidades del templo. En realidad, el templo y los dioses de Chavin no eran el simbolo de la paz; alli el fac- tor dominante era el terror: los rasgos més sobresalientes de los dioses eran sus colmillos gigantescos y sus garras, y se hallaban acompafiados de monstruosos caimanes y Aguilas voraces, de felinos y serpientes. Un templo pobla- do de tales demonios y a la vez emisor de extratios ruidos debi6 de ser, més que imponente, temible. ‘A raiz. de estas observaciones. los arqueélogos supone- ‘mos que los sacerdotes que cuidaban el templo de Chavin, y demas templos similares, se servian de estas imagenes y del edificio para lograr algiin tipo de obediencia por parte de quienes acudian hasta all. Parece que ésta fue una ete- pa en Ia que se inicié una divisién social importante entre los campesinos productores de alimentos y aquellos indi- viduos que vivian ligados al centro ceremonial; es obvio que los sacerdotes y sus colaboradores necesitaban ali- mentos, y al no producirlos directamente debian obtener- los de los campesinos. Pero los habitantes de los grandes contros ceremoniales, no vivian como parasitos de los campesinos. Por las gran- des obras hidréulicas que ellos iniciaron es posiblo saber que, aun sin participar directamente en las faenas agrico- las, contribuian con sus conocimientos y direccién técnica a la mejora de la produccién. Ademés, los dioses estaban vinculados a los astros y a las fuerzas naturales de los que dependia el éxito de la siembra; el conocimiento que los sacerdotes tenian de estas fuerzas era, pues, de gran utili- dad para la poblacién agricola. De modo que estamos ha- blando de un cierto intercambio de productos agricolas por servicios, del que, sin embargo, no conocemos las re- sas ni la justicia de tal reciprocidad, Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ésta fue la época en que aparecieron las clases sociales y el es- tado, aunque de forma incipiente y todavia débil. Hubie- ron de pasar muchos siglos antes de que todo ello se con- solidase y adquiriese Ia forma que tendria en los tiempos ‘conocidos hist6ricamente. Con Chavin y los templos de aquella época se inicié una era que bien podria denominarse de reconstruccién de la geografia. Hasta ese momento el hombre habia resuelto sus més importantes problemas de subsistencia -vivienda, abrigo, alimentacion- gracias a los descubrimientos ya anotados. La mayor parte de las plantas domesticables ya eran de dominio del hombre, asi como las técnicas bé- sicas para su produccién. Pero todo esto ocurrfa en los términos més generales, en los términos basicos, de tal ‘modo que a lo largo de todo el Peri se notaba una cierta uniformidad, muy notable en la cerémica, ya que por set tun material de facil variebilidad solo conserva la unifor- midad en situaciones de incipiente desarrollo, como ésta, en situaciones en que los pueblos estan muy vinculados ‘unos con otros. En el Peri ocurrian ambas cosas en aquel tiempo, pero era muy notable la uniformidad derivada de la capacidad productiva de la época: las vasijas eran grises o marrones porque aiin no se dominaba el manejo correcto de los hor- ros; la decoracién era predominantemente incisa o mode- ada porque el uso de pigmentos era dificultoso; etc. Esta uniformidad tecnolégica entré en crisis como consecuen- cia de los diferentes recursos regionales, que, al ser usa- dos con propiedad, produjeron progresivamente matices locales. De este modo, ol declive del viejo periodo Chavinense dio como resultado la aparicién de una serie de corrientes Protene: Histone del Per antigua Su obsesin por @l jaguar en una ea donde 20 existe asta fli y sus paralelismos can le cultura ‘olmeca de Mescamérica la hacen Monolto procedente de Huaylas (Pers) correspondiente « la ‘ultura de Chavin de Huantar [Museo Arqueolegico de Lima} La cultura de Chavin es una de las ‘nds importantes y enigmaticas de desarrollo auténomo, consecuencia de un afianzam to regional de los agricultores y artesanos, quienes, al aprender a dominer plenamente cada regién particular ~descubriendo sus secretos, materias primes propias, etc, elevaron considerablemente su nivel econémico, so- ial y culturel, dando un salto hist6rico colosal en relacién a los precedentes pobladores chavinoides, o, como se les denomina frecuentemente, «formativos». Por ello no hay nada més aventuredo que aquella tesis que sostiene que tales pueblos no descubrieron nada nue- vo después del periodo «formativo»; en realidad, ese pe- rfodo, con Chavin @ la cabeza, s6lo fue una puerta abierta un proceso riquisimo en descubrimientos y perspectives de dominio del hombre sobre los recursos naturales. En consecuencia, fue precisamente después de Chavin cuando crecié la poblacién, tanto en el campo como alre- dedor de los centros ceremoniales; las condiciones de vida mejoraron notablemente gracias a la utilizacion épti- ma de los recursos locales y al descubrimiento de nuevos recursos y técnicas. Se abrié una época de intense creati- vidad, denominada «periodo clasico» por los historiadores del arte. 1871 ‘le derecho, vasa ‘ntropomorfa también muy tien do esta cultura (Museo ‘Anqueoldgica, Cuzco} Puode considerarse como un ‘antocodento do las vasiis-rorato realizadas por los mochicas en época posterior, Teeracola mochicn quo os en realidad una vasia de base eben adarnada en la parte ‘superior por Ia figura de un dragén (Museo de America, ‘Madi. So trata de una pleza tipioa de las etapas mas ‘avanadas de le eullura machica El periodo clasico El mundo «clasico» que se formé entonces no fue sino el resultado de ebordar el medio con plenitud por una sociedad quo en cada experiencia encontraba nuevas posi- bilidades creativas. Es asi como surgieron los reinos de Moche, Nasca 0 Nazca, Tighuanaco, Lima, Recuay, Huar- pa, etc, Todos otT0s profundamente identificedos con sus respectivas regiones, pero no porque construyeran nacio- nes o culturas diferentes, sino porque dentro de su propia y original cultura andina lograron dominer todas y cada una de las riquezas del pais, region por region. Por esto, pese a la regionalizacién de los estilos, se mantuvo un fuerte contenido de unidad, que se reafirmé con la vigen- cia de los contactos e intercambios entre los pueblos. En verdad, ni aun en las épocas de méximo regionalismo ce- saron los contactos entre los pueblos andinos; estos con- tactos e intercambios fueron la base de un progresivo en- Tiquecimiento de las artes, las ciencias y la concepcién del mundo de aquellos pueblos. En la costa norte, en los valles de Trujillo, se form6 el reino de Moche, conocido también erréneamente con el 1872 nombre de Mochiva. No se trataba, simplemente, de una sociedad que dominé la costa norte, sino de la evolucion integral de un pueblo, que aprendié a someter a su volun- tad su medio ambiente natural y consolidé creativamente Ios avances sociales y econémicos del periodo previo y los desarrollé vigorosamente. Asi pues, hacia comienzos de la cra cristiana, unos tres 0 cuatro siglos despues de la decli- nacién del periodo «formativo>, en los valles de Trujillo aparecieron centros ceremoniales de tamaiio mayor, espe- cialmente uno de ellos, en el valle de Moche, en el que se encuentran emplazadas las huaces o monticulos edifica- dos, que hoy llamamos «del Sol» y «de Ia Lunas; este cen- tro ceremonial parece haber sido la capital del extenso reino mochano, que dos o tres siglos después de Cristo abarcaba varios valles, desde Nepefia hasta Lambayeque. El estado aparecia, pues, ya plenamente definido y con él las clases sociales, En efecto, los restos arqueolégicos de Moche nos muestran una organizacién social jerarquizada y fuertemente escindida, con grupos que tenfan grandes diferencias en su acceso a la riqueza y al poder. Nada os més evidente que lo que acabamos de afirmar si se obser- vva que los grandes sefiores estén sepultados en tumbas de suma elegancia y con muchas ofrendas y adornos, mien- tras que las sepulturas de los hombres del comiin son bas- tante modestas (algunos incluso, al parecer esclavos, eran enterrados sin ofrenda elgune, muy pobremente). Todo ello puede apreciarse de modo muy claro en los dibujos pintados de la cerdmica de Mache y sobre todo en los magnificos huacos escultéricos de los artistas mocha- nos; alli estén representados los dioses, los diversos per- sonajes y clases sociales, las costumbres, las plantas, los animales y, en fin, todo el mundo real o imaginado de aquellas gentes. Gracias a estas representaciones sabemos también que los mochanos eran guerreros y que @ sus prisioneros los ofrecian en sacrificio a sus dioses 0 los usaban -probablemente como esclavos- para tareas de carécter productive. Quizé desde entonces se inicié la institucién de los yanacuna, que los espafioles encontra- rian siglos mas tarde entre los incas. ‘A diferencia de los mochanos, que expreseban sus ideas a través de imagenes modeladas 0 a base de siluetas ‘oscuras sobre superficies claras, en la costa sur los maes- tos artesanos lo hacian mediante el color, cubriendo sus vasijas con figuras policromas que por su vivacidad y fi- Disco de or, de 9 em de didmotra, can decoracin do turquese, lapislézull y smadirepeta, correspondiente 0 la Cultura mochico y procedente del Groa de la costa (Museo del Ora, ‘imo}, Beta pieza os un pélido flo do la joyera dol Per ‘antigua, muy importante en su fpoen, poo de fa que quodan ticaeos estos 0 causa de fa cadicia de los conqulstadores, ‘qulenes fundioron las piezas 0 las ddesmontaron para separar el Imola! de las pedro precionas ‘que contenian.Aboia, vasje-etrato corespondiento a Jas atimos fass de a culture ‘machic, de la costa norte del Pert (Musée de Ifomme, Fars) nua son todavia motivo de admiracién. En efecto, los ar- tesanos de Nasca e loa habian descubierto los pigmentos minerales adecuados en los éridos desiertos que rodean los oasis de esa region y, al parecer, no solamente pinta- ban gus vasijas con ellos, sino que incluso los exportaban otras regiones vecinas, como la del Titicaca, donde los artistas de Tiahuanaco decoraban también su cerémica con muchos colores. Por otra parte, los nasquenses, exce- Tentes tojedores, importaban la lana del altiplano con el objeto de fabricar finos tejidos policromos para los seiio- res, ya que, aunque producian algod6n, la lana tenia mojo- rea condiciones para el tefido en colores variados, por lo que este producto era requerido por los expertos textiles. En las primeras fases de Nasca, en el periodo conocido como de las «necropolis de Paracas», los grandes mantos ‘mortuorios se tejian con algodén, pero las bellas imagenes, alli bordadas a todo color eran de lana. En los tapices més tardios, las urdimbres también eran de algodon, pero se recubrian totalmente por tramas policromas, preferente- mente de lana ‘Sabemos que los nascas, asi como los mochanos, eran pueblos organizados a partir de grandes contros urbanos, 1873 desde donde los sacerdotes guerreros dit en su conjunto y organizaban las acciones destinadas a ampliar las fronteras de sus dominios mediante la con- quista y la lucha permanente con los pueblos vecinos. Por esto seguramente se notan en Nasca cambios en la ubica- ccidn de los centros de poder, pues mientras que en los pe- riodos mas antiguos existié un neto dominio de los valles de Cafiete, Chincha y Pisco, en cambio en las fases inter- medias ol dominio se traslad6 a Nasca y al final pasé a Ica, De estos cambios podria deducirse también que los je- rarcas nasquenses estaban en pugna constante entre ellos mismos, y que incluso los sefiores de un mismo valle se encontraban enfrentados entre si. El reino de Moche se habia salvado de esta condicién; las evidencias arqueologicas nos indican que la ciudad que existia donde se hallan las huacas del Sol y de la Luna fue poderosa durante los primeros tiempos del reino yy aun en Ia época de su méximo esplendor, es decir, du- rante los siglos ity it d. C; no obstante, alrededor del si- glo V ol poder se desplazé a Lambayeque y parece que la ciudad de Pampa Grande se convirtié en la capital del rei no y llegé incluso a someter al propio valle de Moche. Este mismo esquema parece haberse repetido también en el poderoso reino de Tiahuanaco, en los alrededores del Iago Titicace; al princi ital pudo ostentarla Pucara, al noroeste del gran lago, y sélo més tarde se des- plazé hacia Ia afamade ciudad de Tiahuanaco, en el sudes- te del Titicaca. No es nada extrafio que asi fuera, pues am- bas estan establecidas en dos de las zonas més ricas de sa rogién, y ello permitiria el mantenimiento de una gran poblacién urbana, que al desarrollarse pugnaba por la ex- pansion como consecuencia de su propia necesidad de ‘crecer; al existir dos contros desarrollados, éstos entraban en competicién, lo cual daba como resultado el dominio de uno sobre el otro o el ascenso alternativo de ambos. ‘Tiahuanaco es famosa por sus magnificos monumentos Iiticos, con esculturas de hasta siete metros de altura, ta- Tledas en una sola piedra, y también por sus edificios construidos con finisimas piedras labradas, pero en real dad el gran mérito de sus pobladores fue la forma como doblegaron el medio ambiente de la puna, no sélo aprove- chando al maximo los recursos naturales alli existentes, sino modificando el entoo para producir otros nuevos. Sus famosas esculturas de piedra y sus edificios son sélo una parte de los singulares logros de este pueblo; también es necesario referirnos a su cerémica policroma y al arte de fabricar joyas con huesos o piedras semipr sas o al importante desarrollo de la metalurgia del cobre, pues todo parece indicar que fueron los habitantes de Tia- ‘huanaco quienes descubrieron el cobre en periodos muy lejanos durante el periodo «formativoy- y luego lo trans- formaron en bronce mediante la aleacién con estafio (pa~ rece ser que también fue este pueblo el que inicio la expe- rimentacion del llamado bronce arsenical, que surge del tratamiento del cobre con arsénico y obtiene resultados similares a los del bronce estanifero). Todo ello por no ‘mencionar la industria textil, basicamente la de la lane, en Ia que fueron auténticos maestros Si bien nos hemos referido ya a las mas famosas civili- zaciones del periodo clésico regional, hay que sefialar que Dos muestas del arte de Tiahnanaco (Bolivia) Arita, ‘cabeza monumental Jabrada en arenisen na, eemplo de a ‘escultura monoltia de grandes dimensiones hasta 7 mde altura~ muy propia de aquella culture A la erecta, equefo manolito realizado en bajo relive y de factura popular o de una stapa ya de ‘ecadencia dela cultura de ‘Tiahuanaco, Betas obras se ditinguen por su goomotism y Simotra y por Jo falta de cexpresividad. Por ddesgrcl, lo mayor parte de las fesculturas del Prt ‘antigua fueron dostridas por los anguitadores y risionorosesparioles ya que pretendian textirpar la idolatra fn aguella region. 1875 Monolito antropamerfo de ‘Tiahuanaco, de rigda expresién y sin apenas elementos ‘mamentales. Su estructura ‘compacta y seccin cuadrangular Jo acercan al concepto del atlante ‘aguitecténico 0 soporte aislado do una construccion, aunque ‘nunca foe wilizado como fa. Ea 1876 relleves de le monumental Puerta del Sol en Tiahuanaco, que deba ‘acceso al lemplo dedicado a Virococho, of dios solar; en la ustracén, la igen de VVircoche, con las insignias des poder, aparece flanqueada or mensojeros alados. existioron otras no menos importantes en cada regién del Peri; por ejemplo, en el Callején de Huaylas, donde flore- cieron los recuay, que, al igual que los tiahuanaquenses, ‘eran habiles talladores de la piedra, aun cuando parece ser que no Hlegaron a tener el mismo nivel de desarrollo urbano que los del sur 0 los de Moche; en Ayacucho flore- cieron los huarpas, cuya capacidad agricola resulta sor- prendente, pues en un medio tan dificil para la agricultu- ra como es la cuenca de Ayacucho lograron transformar la natureleza habilitando tierras incluso en las zonas mas 4speras y racionalizando el uso del agua de modo tal que no se perdiera ni una gota de Iluvia o de los pocos manan- tiales 0 riachuelos existentes; nadie después de los huar- penses ha podido producir tanto y tan sabiamente en aquel érido suolo; en la actualidad, sogiin un céleulo opti- mista, podemos afirmar que las tierras en uso no llegan ni al 40 % del total de las que se cultivaban en aquel tiempo. En Cajamarca la produccion de coramica alcanz6 niveles artisticos muy elevados, que se vieron favorecidos por la explotacién de las arcillas finas de la region, las cuales dieron a la alfareria cajamarquefta un aspecto similar a la delicads loza actual ‘A medida que todo esto ocurria, y que los pueblos do- minaban sus recursos con més propiedad, crecia también la necesidad de contactos con otras regiones, fuera como consecuencia de la biisqueda de nuevas zonas para obte- ner nueva fuerza de trabajo 0 a causa de Ia obtencién de materias primas 0 productos complementarios necesarios al desarrollo. Hacia finales del siglo vt d. C. las redes de intercambio cubrian el érea en todas direcciones, de norte a sur y de este @ oeste; estos pueblos, por cierto, no siem- pre eran pacificos; al contrario, tendian a la guerra; s6lo asi se explica que crecieran Ios poblados cercados con murallas, las fortificaciones y otros recursos de defensa y agresin. No seria una era de paz la que se iniciaba, ya que la violencia se convirtié en el paradigma y la conquis- ta en una meta, Surgieron entonces estados militaristas expansivos, hasta que uno de ellos se hizo més poderoso que los otros, en Ayacucho. La época de los estados militaristas Los huarpas habian establecido una cadena de relacio- nes muy estrechas con los nascas y los tiahuanacos y he- bian absorbido sus conquistas tecnolégicas y muchas de sus costumbres e idoas roligiosas. Esto fue especialmente importante en relacién a Tiahuanaco, de cuyos habitantes los ayacuchanos asimilaron aspectos fundamentales de la religion y les costumbres, En la ciudad de Wari, situa- da cerca de Ayacucho, se centraliz el grupo de poder, que evidentemente tenia una considerable influencia tie- hhuanaquense. Los ayacuchanos, a raiz del éxito alcanzado en el desa- rrollo de la ciudad de Wari, donde la produccién artesa- nal adquirié una gran importancia, abandonaron sus labo- riosos trabajos en el campo y se fueron concentrando en la ciudad. Ayacucho, que, como ya hemos seftalado, ofre- cia dificiles condiciones para la agricultura, poseia, en cambio, excepcionales ventajas para la produccién artesa- nal, ya que es una zona rica en materies primas iitiles para la produccién de cerdmica, tefidos y otras artes me- nores. Tales condiciones posibilitaron un répido creci- miento de la produccién urbana y, por consiguiente, la busqueda de materias primas complementarias, y de «mereados» para sus productos manufacturados; todo ello, ademés, estuvo acompaiiado de una nueva y necesa- ria bisqueda de areas agricolas de influencia, con el obje- to de subsanar las deficiencias de la produccién agricola debidas al alto indice de concentracién urbana. Asi el rei- no de Ayacucho se convirtié répidamente en un imperio, denominado actualmente de Wari, nombre de las ruinas de la ciudad que fue su capital. La expansién de Wari constituyé un acontecimiento historico que produjo una gran convulsién en todo el Pera, tanto en la costa como en la sierra. Todo parece in- dicar que, en una primera fase, Wari conquisté la sierra, hasta Cajamarca, y la costa central y sur, operando espe- cialmente sobre los reinos y seforios de Huamachuco, Huaylas, Mantaro, Lima-Pachacamac ¢ Ica-Nasca, espe- cialmente sobre estos iltimos, con los que histéricamente Ayacucho habia mantenido estrechas y continuas relacio- nes desde muchos siglos antes; més tarde, al consolidarse cl estado de Wari, la conquista incluy6 al reino de Moche, hasta Piura, y las regiones de Cuzco y Arequipa. No cono- cemos con exactitud el cardcter de la conquista y los pro- cedimientos expansivos, pero todo hace presumir que fue necesaria la guerra, sobre todo si tenemos en cuenta los antecedentes, que nos indican que ésta era un modo habi- tual de lucha en la mayor parte del pais. Los efectos de la expansién de Wari fueron de caracter y magnitud diversas en cada region afectada, de modo ue si en algunas partes, como Lima, los cambios fueron violentos y hasta totales, en el sentido de que quedé invo- lucrado todo el conjunto de la cultura, en otras regiones, como Moche, le alteracién de la vida de los pueblos fue sensible, pero no para desechar sus viejos modos de vida ante las ideas de los conquistadores. Este efecto desigual debe de ser la expresién de distintos tipos de rela tre Wari y cada uno de los pueblos sometidos. ‘zcuson Ia influencla de esta ‘hima eultura La época de ‘apogeo de fa cultura do Wee ‘comespande lo siglo val yoed C. evando su coramica fonocié una gran expansion Vosija antropamarfa de la cultura de Wark contempornea de la de ‘Tiahuanaca, se desaroll en la extensa cuenea del io Mantaro fen ol Per La forma la ddecoraci policroma de la pieza Para hacer efectiva la conquista, el Imperio de Wari 25- tablecié muy pronto una red de caminos para vincular la capital con las colonias, construyendo, ademés, un centro administrativo en cada «cabeza de provinelay; en algunos casos tales centros administrativos eran verdaderas ciu- dades, mientras que en otros eran simplemente edificios 0 palacios més o menos amplios; Ia magnitud de estos mi- cleos de gobierno regional debia de depender de factores como el tipo de relaciones diplomaticas entre Wari y cada regidn o la naturaleza de los tributos absorbidos por los Conquistadores. Es interesante advertir que las dos mas grandes ciudadelas coloniales de Wari se encuentran pre- cisamente en los extremos del territorio conquistado: Ca- jamarca y Cuzco. Entre Huamachuco y Cajebamba se levanta la ciudadela de Viracochapampa, en el centro mismo de lo que pudo haber sido un estado pre-Weri mas © menos importante; en el Cuzco, al sur, se encuentra la ciudad de Pikillakta, en el extremo meridional del velle que los incas escogieron més tarde para construir su capi- tal imperial 1878 Ambas ciudades estén calcadas de un modelo tinico, la ciudad de Wari, tanto en la técnica de la construccién como en la forma y disposicién de los edificios; sin em- argo, mientras Wari muestra el «desorden» urbano ca- racteristico de las ciudades que estén en proceso de creci miento permanente, estas otras tienen todas las caracteri icas de lo que ahora Mamariamos una «urbanizacién», pues todos sus edificios, avenidas, plazas, etc., responden un plan muy bien trazado, en este caso similar al de un «damero». Desde luego, uno de los aspectos més impresionantes de la expansién de Wari fue la dispersion de su artesani 0, més atin, de sus modelos tecnolégicos y artisticos, me- diante los cuales se transmitia, naturalmente, su religion y otros valores. En su conjunto todo esto alteré sustancial- mente la forma de vida de los pueblos afectados, y logré penetrar en algunos de ellos de modo tan profundo que tales patrones no fueron abandonados, aunque si desarro- Mados, por muchos ato. La época de maximo apogeo del Imperio de Wari se ubica hacia los siglos vi y 1x d. C; fue la etapa en que la cerdmica policrome de estilo ayacuchano, con fuerte in- fluencia tiahuanaquense, tendi6 a sor imitada y consumi da en todas partes; por su parte, los finos tejidos de Wari, normalmente mal conocidos con la denominacion de «Tiahuanaco de la costa», se utilizaban en las cortes y templos de casi todo el Perd. EI movimiento o intercambio de productos en todas las direcciones y a grandes distan- cias se intensificd de modo notable, circulando por el Pert las turquesas, les obsidianas, las conchas de mares célidos, las maderas finas do la selva, etc. Es de sefalar el hecho sintomatico de que tode esta circulacién era princi palmente de productos destinados al consumo estatal ur- bano, es decir, de productos costosos y de lujo mas que de aquellos utiles para el consumo diario de subsistencia. Es- tamos seguros de que se trateba de un régimen econémico cuyos objetivos principales se dirigian a garantizar Ia su- pervivencia y el desarrollo de las élites de poder que v vien en las ciudades antes que al mantenimiento del pue- blo, pese a que es evidente que una parte de esos produc- tos iban destinados al consumo popular en relacién con el culto, las précticas funerarias y la relacién desigual entre los campesinos y los sefiores de la ciudad, Uno de los logros mas notables de la expansion impe- rial fue, por otra parte, un cambio cualitativo en la pro- duccién artesanal, que se hizo més notable a medida que Jas comunidades oprimidas comenzaron a desenvolverse con més autonomia: se trata de la produccién masiva de artefactos de uso doméstico y, por consiguiente, de la cre- jente division del trabajo entre los productores del campo, antafio autoabastecidos, y los productores especializados en aquel tipo de industria. Ello es notable en la ceramic, puesto que mientras en tiempos precedentes a Wari la tendencia parecia ser que cada comunidad producia su propia vajilla, después de Wari la produccién se realizaba en determinados lugares ~de carécter estatal o no-, donde los especialistas cubrian, con sus productos, las necesida- des de vastas regiones. Factores fundamentales en este proceso fueron el manejo racionalizado y generalizado de los moldes y, seguramente, el control sobre las fuentes ‘uinas de Chan Chon, intresontisima y compleja ciudad de fa costa norte del Peri capital del antigua raino de Chim. Aunque el historiador Gareilso de la ‘Vega, El Inco, se refer a eso reino en sus esritos sus limites geogrdfcos soa actualmente mal conocidas. CChan Chan fue una ciadad campuesta de diez grandes tunidades, bloques 0 barrios en su interior ge halon restos de magnifica templos casae-hablacién tumbas ‘monumental y almacanes todo ello encerrado por tlevados muros. que se combinaban formondo un fiserio urbano may interesante, pero, por desgracio, fedavie paco estudiado en profndidad. principales de materia prima y de combustibles; a ello hay que agreger el desarrollo del «torno de mano». Parelela~ mente, la metalurgia fue transformando su produccién original de adornos y objetos de carécter suntuario hacia tuna produccion de instrumentos més iitiles para la pro- duccién agricola y artesanal y de armes para la guerra. Comenz6, pues, el abandono real de lo que podriamos Hamar una avanzada Edad de Piedra, y se ingres6, con propiedad, en la Edad del Bronce. Pero, después de unos cuatro siglos de dominio, el Im- perio de Wari empez6 a declinar. Es evidente, como ya ha sido seialado, que su influencia no fue igual en todas partes ni tuvo una duracién excesiva; es posible que en algunos lugares no durara ni siquiera un siglo, Su declive, pues, no tiene que verse catastréficamente, como un acon- tecimiento tinico y sincrénico, Parece ser que alrededor del siglo x la influencia de Weri habia descendido en to- das partes y que a finales de dicho siglo 0 a comienzos del x1 practicamente era inexistente, pese a que el sello acufiado durante el Imperio se mantuvo en muches partes con cierta persistencia. En Ayacucho, en cambio, el resul- tado del declive si fue catastréfico; aunque no sabemos ‘mucho sobre este tiempo, los pocos indicios conocidos nos hhacen suponer que las ciudades, especialmente la de ‘Wari, fueron abandonadas, sin reemplazo, y se gener6 tuna especie de ruralizacién del érea, con una poblacién dispersa y pobre. En cambio, en regiones como Trujillo, el ya viejo ideal de vida urbana se consolidé de tal modo que surgieron ciudades de tamafio considerable, como la de Chan Chan, capital del reino de Chima: en unos dos o tres siglos, esta ciudad se convirtié en una de las ciudades més importan- tes del Nuevo Mundo y, definitivamente, on la ciudad més grande del érea andina. En efecto, el crecimiento de Chan Chan es sélo una ex- presién del alto grado de desarrollo alcanzado por la s0- ciedad chimi, que, independientemente de una éptima utilizacton de los recursos agricolas, organizé su econo- mia a partir de una abundante produccién artesanal y de un comercio intensivo de manufacturas y objetos precio- sos. De acuerdo con las referencias conocidas, entre los chimdes existia una division muy pronunciada entre las clases sociales; la clase cortesane, que tenia en su vértice al rey, vivia en medio de un gran boato, con necesidades, muy exigentes de productos extranjeros y, desde luego, ‘con necesidades cada vez mayores de excedentes del campo. En torno al rey, on su corte, vivian una serie de funcio- narios dedicados a satisfacer las necesidades suntuarias del soberano, tales como Ia pintura de la casa, el vestido, a comida especial, etc. En esta época los reyes se hebian convertido ya en per- sonajes de cardcter divino; cuando uno de ellos era ungi- do soberano se le construia un inmenso palacio en Chan Chan Ia mayor parte de cuyas habitaciones eran oficinas, destinadas al trato de los funcionarios con la comunidad, ‘o almacenes y graneros destinados @ la conservacion de los tributos. Una pequeia proporcién de los recintos do estos palacios, que eran verdaderas ciudadelas cerca- das de grandes murallas, servia de vivienda del monarca, y otros espacios se utilizaban como depésitos de agua o como éreas de esparcimiento. Finalmente, una parte, la més importante, estaba destinada a convertirse en la mo- rada del rey para la eternidad; alli era enterrado con sus ‘mujeres y sus stibditos més préximos, y la ciudadela en su conjunto se convertia en un inmenso sepulcro donde se guardaba celosamente la memoria del rey, recaudando, para ello, los tributos que seguramente le eran asignados. Pero el boato cortesano no quedaba reducido a Chan Chan; los nobles encargados del gobierno de las provin- cias del reino posefan también palacios similares en los lugares donde ejercian su funcién de representantes del rey, y seguramente, aunque en menor escala, impo- nian tributes y tenian gastos semejantes a los del monarca chimé. El pueblo vivia en pequefios micleos emplazados cerca de los valles o on las ciudedes alrededor de los palacios. Como ya hemos seftalado, la division social del trabajo ha- 1879 bia Hegado a un nivel muy alto, de modo que la mayor parte de la produccién artesanal adquirié un definido ca~ récter urbano, con especialistas tales como los plateros, al- fareros y tejedores, cuya produccién se generaliz6 en el campo y se convirtié incluso en objeto de exportacién. El desarrollo del mercado interregional y el intercam- bio a grandes distancias se convirtieron en signo de la época. La muestra més noteble de ello es la del reino de Chincha, en la costa sur, donde la sociedad en pleno estaba organi- zada en torno al comercio mediante el trafico marino, con flotas de embarcaciones que circulaban, de sur a norte, por el mar préximo a las costas, llevando productos ma- nufacturados, comida deshidratada o materias primas consideradas preciosas. Claro que los términos del inter- cambio comercial eran, al parecer, fundamentalmente del tipo de truegue, con medidas de valor reguladas por me- canismos de reciprocidad muy distintos de los de un mer- cado contemporéneo; pero esas medidas estén ain en es- tudio. Los mercaderes de Chincha ban también hacia la sierra, y no seria de extrafar que en algin momento se descubriera también su contacto con la selva. La impor- tancia econémica de tales setiores se puede medir si se re- cuerda que los incas, cuando tomaron el poder, respeta- ban tanto al jefe de los chinchanos que, en su caravanas, «el sefior de Chincha» iba inmediatamente después del emperador, La ciudad de Chincha, cuyas ruinas se hallan en Tambo de Mora, era un complejo urbano seguramente muy rico y de considerable tamafio; so encontraba muy cerca del mar, donde decenas de embarcaciones esperaban su tifi- co internacional. Desde la ciudad de Chincha, que tenia como centro una pirémide que ahora se conoce como La Centinela, partian una serie de caminos, en distintas di- recciones, abriéndose o modo de abanico. Vasija chim con una representacén dol dias del mate rodeado de mazoreas como tlemento decorativo principal procede de Chan Chan (Museo tnoogica Barcelona} A la derecho, pectoral de aro correspondiente tambien a la ‘cultura chim. Ente fa exida de Tiahuanaco y la formacién del Impero inca se desarollaron distinos rein en el dread los ‘Andes contaes, dente los ‘cuales destaca el de Chim (1000-1476) en la costa norte del Peri, heredero de gran parto do Jo antigua tredici cultural de riz agricola de la costa En Jo pga sigulenta vista del corr de Putukus, bordeado por ro Urubamb: al fonda. Cordillera Oriental dtrés do ella se allan las Intorninabloe planicis himedas y colursas de Je cuonce alta del Amazonas. En a flografa sobresle el caréctr Grido de los ters alts de los ‘Andes cenrales ounquo en le poca precolombina allo fue ‘ficazmente combatido con loe complejos sistemas de regadio ‘empleados por los pueblos de ‘aquela dea, 1880 La cultura inca Jordi Gussinyer (Wniversidad de Barcelona} EI mundo inca o inka, conocido también como el Ta- wantinsuyn Reino de las Cuatro Regiones (Tawa equiva- Te a cuatro y suyu a direccién y, por extensién, a region}, no representa la culminacion de la civilizacién de los An- des centrales; s6lo constituye uno de sus momentos cul- minantes, ol mas brillante, hasta que el desarrollo cultural de aquella region fue bérbaramente interrumpido. El Imperio inca aparece como el resultado de un proce- ‘80 cultural ascendente, de miles de afios de incesante bus- queda y trabajo hacia el complejo mundo de las altas cul- turas, Los incas no fueron otra cosa més que los herederos de largos e intrincados episodios que desembocaron en la formacién de reinos o culturas locales, dentro de la uni- dad de la civilizacion centroandina, y que en el caso que nos ocupa derivaron hacia el concepto de imperio en el sentido més pristino de la palabra. Este concepto ya habia aparecido con anterioridad en otros pueblos, como el wari el chima, precedentes inmediatos de la idea inca, ‘Al transformarse el pueblo inca en imperio, éste no al- canz6 a ser el més extenso, pero sf fue con toda seguridad el més organizado y prospero de cuantos han existido en América, No sabemos qué hubiera ocurrido de no producirse el colapso que supuso la conquista espaiiola. Existen diver- sas teorias. De entre ellas destaca la idea de una débil y superficial existencia del Imperio inca despues de su répi- da configuracién. La rapidez de expansién del Imperio no llevé consigo su inmediata y necesaria consolidacién ~a veces se ha indicado que aquella procipitada expansion territorial incaica no estaba de acuerdo con la capacidad tecnol6gica del momento histérico-. Pero hay que decir que en 1582 el Tawantinsuyu o Tahuantisuyu, aunque di- vidido a causa del comienzo de una guerra civil, era una realidad. Los inicios: mitologia e historia El pueblo y la cultura incas se hallan intimamente uni- dos a una ciudad, centro rector y verdadero corazén del ‘Tawantinsuyu: Cuzco 0 Cusco; esta palebra considerada 1881 Detalle de la decoracion policrama de un ekoros, vail do madera que fue uno de los clementos mas tipioas de ‘ulture material de los pueblos del Pert antiguas procede de Cuzco (Museo Btnolégica Barcelona}. Los ckeroes Incas ean cslebres por su forma y sdecoracion, aunque ‘actuaimente se conservan pocos efemplares a causa de la fescasn resistencia del materia fempleado en ss fabeicactén casi sagrada, magica, define un punto, un espacio, el lugar en el que reside el inca, el Hijo del Sol, y su familia. Dos- de el principio fue la capital del Imperio y, como conse- cuencia, el punto maximo de referencia; los propios incas Ja denominaban «el ombligo del Mundo». La ciudad se hella situada en el valle del mismo nom- bre, uno de los pequeiios valles montaiiosos tributarios del rio Urubambe, Parece ser que su nombre deriva de la sgrava que alli abundaba; pero la etimologia mas adecuada Jo relaciona con el término «centro», de donde, por exten- si6n, surgiria la idea de combligo» del Tawantinsuyu. En el conjunto de los Andes centrales, el valle de Cuzco habia desempeiiado hasta aquel momento un papel secun- dario. Antes del esteblecimiento del pueblo inca, el lugar estuvo ocupado por sencillas aldeas de oscura trascenden- cia cultural. B! valle no adquirié cierta importancia hasta el Posclésico (a partir del 800 d. C,} al establecerse er. él ‘un pequeno centro de escaso valor histérico, Mary. y poco después un fuerte granero conocido con el nombre de Pi- killakta; pero en realidad fue siempre una rea ocupada por pequeftas tribus de cardcter belicoso y de preceria 1882 existencia econémica y politica, a la cabeza de las cuales se encontraban jefes con amplios poderes politico-sociales Hamados sinchis. Los incas al principio se organizarfan ‘como una més de estas tribus. Sin embargo, para algunos investigadores fueron, ya desde ol comienzo, un pueblo hostil respecto a sus vecinos, y con el tiempo se transfor- maron en una casta dominante, por encima de la masa ‘campesina, con pretensiones expansionistas, que a menu- do se veian obstaculizadas por otros pueblos de la misma rea, como los chanca. Con el tiempo estas tensiones los condujeron a buscar contactos y alianzas con las tribus vecinas. Una de éstas fue la de los quechuas, con los que Jos incas no solamente se unieron, sino que de ellos adap- taron el idioma, que con el tiempo llegé a ser Ia lengua del ‘Tawantinsuyu, es decir, el runa sini (la lengua de todo el Mundo}, en contraposicién al resto de las lenguas del Im- perio, conocidas bajo el nombre genérico de hahue-sini Junto a esta realidad més o menos historica existe la mn mitolégica acerca de la procedencia de los incas y el origen de su capital. Diversas leyendas, en algunas oca- siones contradictorias, nos heblan de los comienzos. De ellas se desprende que alrededor del afto 1200 d. C. llege. ron al valle de Cuzco Manco Cépac y sus hermanos, en- viados por el Sol, procedentes de algin lugar cercano al Iago Titicaca. Otro mito, quizés el mas popular, sitiia a estos persona- jes en un espacio no lejano del valle de Cuzco conocido con ol nombre de Pacuri Tampu (Posada de la Aurora). Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los pue- bblos andinos se consideran originarios de un lugar muy definido: un créter, una cueva u otro espacio, que se trans- forman en su «pacarina>, es decir, la matriz, la raiz misma de la etnia o de su antepasado fundedor. Pecuri Tampu fue la mitica «pacarinay de los incas, En aquel lugar exis- tia una cueva con tres aberturas. De su interior selieron Jos personajes que iban a dar vida al futuro imperio. De los agujeros latereles surgieron los fundadores de los princi- pales ayiliis y del central ocho hermanos: cuatro hombres (Ayar Manco, Ayar Auce, Ayar Cochi, Ayar Uchu) y cua- tro mujeres (Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Cora y Mama Rava). Con el matrimonio de los dos primeros hermanos, Ayar Manco (més conocido como Manco Capac) y Mama Ocllo, comenzaria la dinastia de los emperadores incas. Desde aquel punto de partida se inieié un éxodo, que sogiin la leyenda duré varios afios, durante el cual el pe- quefio grupo se detenia a menudo en las aldeas que en- contraba en el camino: en una de ellas nacié Sinchi Roca (Ginchi equivale a héroe de guerra y Roca significa pode- 1089, ilustre), que mas adelante se convertiria en el segun- do emperador de la dinastia transcurso de la pere- grinacién, Manco Capac cor librarse de sus tres hermanos y prosiguio el camino con su esposa, su hijo, sus hermanas y el resto del grupo. Al llegar al valle de Cuzco buscé un lugar apropiado para establecerse, en el que la tierra fuera buene, abundente y profunda para de- sarrollar una agricultura préspera; para ello, Manco Cé- pac, segiin la leyenda, midié con un bastén de oro la cali- dad y profundidad de Ia tierra. El lugar escogido era co- nocido con el nombre de Huanaypata. En 61 so instal6 Manco Cépac, precursor de su tribu, fundador de la dinas- tia y del Imperio, y héroe civilizador. Este mito refleja quizés una lejana y vaga realidad. En primer lugar, de él se desprende, como del resto de les leyendas, que los in- cas no eran originarios del valle de Cuzco. En el camino se vieron obligados a guerrear con diferentes caciques, sinchis o jefes de tribus, lo que podria reflojarse en la lu: cha (segin la version de algunas leyendas) de Manco Cé- pac con sus hermanos hasta librarse de ellos: es decir, Manco Capac y su gente vencieron en los combates con las tribus por cuyo tervitorio pasaban. Al final se estable- cieron y construyeron las primeras casas y un templo de- dicado al Sol, origen todo ello de la ciudad de Cuze En realidad, cuando los incas alcanzaron la region de su posterior asentamiento, ésta ya estaba ocupada desde hacia siglos por diversas tribus, con les que tuvieron que entablar relaciones. De entre estas tribus sobresalen las de los sahuasiray y la de los allcahuisa ~aliadas de los ma- ras-, que la mitologia considera descendientes de los her- manos de Manco Cpac. Los incas trabaron con estas tribus una alianza, origen de la llamada confederacién cuzquefia. Podria ocurrir que el mito de los hermanos Ayar no fuera més que un pre- texto para dar un origen comin a la confederacion y ju ficar la situacién politica de Cuzco a la legada de los in- ‘cas. Estos se sintieron, al principio, en condiciones de inforioridad con relacién a sus eliados. Los primeros emperadores Una vez establecidos los incas en el valle de Cuzco ter- ming el reinado del primer emperador, Manco Capac, per- sonaje mitico, engendrado quizé posteriormente por los ppropios incas con el fin de dar paternidad y un origen so- brenatural a Sinchi Roca, el segundo soberano, héroe cul- tural que oscila entre la mitologia y la historia y verdade- ro fundador de la dinastia inca. ‘A partir de este momento, la evolucién cultural y polit ca inca puede establecerse on dos grandes niveles, de acuerdo con la secuencia cronoldgica de sus trece empe- radores. El primer nivel abarca los ocho primeros sobera- nos y se traduce en una época de asentamiento y lucha con las tribus vecinas por el control del poder y las tierras de cultivo, y on el inicio una timida expansién fuera del valle. Desde el punto de vista cultural, en este primer pe- iodo los incas no se diferenciaban mucho de las tribus vvecinas. Su niimero era reducido, se mostraban celosos de ‘su independencia, y econémica y tecnolégicamente eran pobres, razones suficientes para crear un clima de guerras ¥ escaramuzas internas, en las que el saqueo y Ie imposi- ‘cién de tributos temporales aparecen como la base de su supervivencie, puesto que no existia todavia entre aque- as etnias ol concepto de expansién territorial y de domi- nio definitivo de las tribus vecinas. . En esta primera etapa, el pueblo inca lo tnico que de- seaba era la consolidacién del espacio ocupedo, y eso 5 ni ams ni menos lo que Sinchi Roca se propuso y consiguié, Los siguientes emperadores -Lloque Yupanqui y Mayta (Cépac- continuaron siendo, en realidad, sinchis, es decir, Manco Capac, mitco fundador de la dinastia inca, con las insignias de la realeza, ol bach fn fa mano derecha y el quitasal fn la Izquierdo, segin un grabado de lo obra de Felipe Huaman Poma de Ayala Nueva erénica y bbuen gobierno (Bioteca| Nacional, Madrid. Segin la leyenda, Manco Capac cass con su hermana Mama Oclo y de ‘to union suri la dinastia inca, jefes do guorra que realizaban incursiones de castigo, mas ‘© menos afortunadas, contra las tribus cercanas. Sus éxi- tos militares aumentaron la importancia y Ia fuerza de la confederacién cuzqueia y al mismo tiempo fueron conso- lidando el poder inca en el interior de la confederacién. ‘Cépac Yupangui, quinto emperador, inicié aunque timida- mente la expansién inca hacia areas vecinas del valle. Con el sexto, Inca Roca comenzaria la supremacia inca en In region. Este emperador emprendié varias expediciones guorreras, amplié el territorio en mas de 20 km fuera del valle y puso @ varios pueblos bajo su influencia, entre ellos los muinas y los pinahuas. En realidad los incas, a pesar de ser ol pueblo escogido por el Sol, no se distinguian, en aquella época, ni por su fuerza ni por su ambicién de conquista ni por su cultura, fuera porque no las tenfan 0 porque les era muy dificil po- seerlas en el interior del ambiente en que se encontraban sumergidos. 1883 EC TMPERIO INKA SX VU) aren: 3 rome teianane Gp wns nec ee Rte & eatin etrraoenee } mugs es een cues em 8st EI siguiente soberano fue Yahuar Hudcac (EI que Hora sangre). Fl reinado de su hijo Hatum Tapac, més conorido por Wiracocha Inca, marcaria el final de una etape de consolidacién y al mismo tiempo supondria el inicio del imperialismo inca. Este éltimo monarca accedié al poder alrededor de 1400, en pleno fermento expansionista de su pueblo; fue el primer emperador al que se puede nombrar ‘como tal, ya que extendid de manera clara, permanente y eficaz la influencia de su pueblo fuera del valle. Una de sus primeras campafas consistié en la conquista de las ri- cas zonas de cultivo de maiz y coca de Calca, en el alto Urubamba; no satisfecho, sometié a los canas y a los can- chis. El dominio sobre estos dos pueblos abrié a los incas ¥ asus aliados un claro acceso al altiplano y les brindé la ocasién de intervenir en una regién tan importante como las zonas riberefias del lago Titicaca. Sin embargo, ol aroa de expansién inca no alcanzaba todavia mas alla de los 40 kilometros fuera del valle de Cuzco. Wiracocha veria ensombrecida la 6poca final de su rei- nado por la amenaza de los chancas, cada vez més fuertes y poderosos. Hacia 1438, éstos ocuparon las fértiles tie:ras de la depresion de Abancay y, al poco tiempo, domineron 4 los quechuas. Con ello, la pugna inca-chanca no se hizo esperar. Al sentirse impotente ante el ejército de los chan- 1884 Figura de un ‘emperador no ‘dentificudo realizada en ‘cerdmica y con ‘escase coloracin: procede del Pent [uso Leone, Verceli. La piezo Jmpresiona por loe asposfaciales del personae representodo, cas, mas grande y mejor organizado, Wiracocha huy6 can. su hijo Urco, el futuro soberano, y se refugié en Ia fortale- za de Calca, No obstante, otro de sus hijos, Cusi Yupanqui, decidi6 resistir en Cuzco: con ayuda y buena estrategia nlitar logro vencer finalmente a los chancas. Como con- secuencia de esta victoria los incas quedaron libres de peligrosos enemigos en las Tierras Altas. Cusi Yupanqui, fortalecido por el triunfo, destituyo entonces a su padre, alejé a Urco del poder y se hizo proclamar emperador. Este hecho marcaba ol fin de la primera etapa de la histo- ria inca, periodo entre legendario ¢ hist6rico, leno de contradicciones, pero repleto de motivaciones historicas Los emperadores conquistadores Cusi Yupanqui, al colocarse en la frente la mascapaicha (orla roja simbolo del poder supremo de los emperadores) se transformé en el noveno soberano inca, con el nombre de Pachacuti Inca. Su primera accion como soberano fue Jiquidar hasta el dltimo reducto la resistencia chanca. En esta tarea lo ayudé su hermano Cépac Yupanqui, mientras él, alrededor de 1450, conquistaba el Altiplano y sometia a los colla, los lupanca y otras tribus que vivian a orillas del Titicaca. Por su parte, en su persecucién de los iiltimos chances hacia el norte, Capac Yupanqui elcanz6 a los an- cara, persiguié por el Mantaro a los huanca, penetré en el alto valle del Santa y somotié a los huayla, hasta llegar frente a Cajamarca, a unos 1.000 km de Cuzco. Estas con- quistas envanecieron a su protagonista, que se convirtié fen una amenaza para el soberano; éste, al tener dudas de la fidelidad de su hermano, lo mand6 ejecutar. Las conquistas de Cépac Yupangui fueron muy exten- sas, pero débiles, ya que les faltaba intensidad y profundi- dad, Pachacuti Inca, consciente do la situacion, decidié consolidarlas y defender Cajamarce: para ello, hacia 1463, ‘mand6 @ su hijo Tépac Inca Yupanqui con un poderoso ejército con el fin de perpetuar las conquistas realizadas por su tio Capac Yupanqui. Después de duras luchas con las tribus citadas anteriormente, el hijo de Pachacuti Inca cenlazé con la guarnicién de Cajamarca. A continuacién di- rigié su ejército hacia la costa del Pacifico, a través del va- Ile de Moche, y conquisté Chan Chan (Chanchén), con lo 1a el poderoso reino chimti quedé a merced de los incas, ‘Tipac Inca Yupanqui siguié entonces hacia el norte y pe- netré en el actual Ecuador, en ol area cultural de los cafta- rie infenté dominar a los habitentes de Quito. En el Fanscurso de la guerra con los quitefos el principe inca realiz6 incursiones hacia Ia costa y logré somoter al pue~ blo mantefio y la region de Huancavelica Con estas conquistas se alcanz6 casi el limite norte del Imperio. Ello no signified sélo una ampliacién territorial y el dominio de un mayor nimero de pueblos, sino que jun- toa lo anterior significeba apropiarse de la enorme rique- za cultural del reino chim y de los conocimientos de las brillantes culturas de la costa, tan antiguas como impor- tantes, influencias que marcaron profunda huella en el ce- remonial, el ritual y las artes de Cuzco. Hacia 1468 se estaba Ilegando ya al final del reinado de Pachacuti Inca, quizés el mas fructifero de toda la historia inca. El fue ef verdadero fundador del Imperio, y con él se inicié la practica de la mitmac, que consistia en cambiar de lugar a pueblos enteros con el fin de evitar posteriores rebeliones. Para defender sus dominios habia organizado ‘um ejército fuerte, poderoso y eficaz. El pais estaba edmi- nistrado por una sofisticada burocracta. Pachacuti Inca fue también quien inicié la construccién de una compleja red de carreteras y postas, y se le considera el ordenador dea ciudad de Cuzco: ide6 el nuevo trazado en el mo- mento de la reconstruccién de la ciudad después de la guerra con los chancas, y en ella mando construir impor- tantes edificios pablicos, ampliando y enriqueciendo el Garicancha o tomplo del Sol. De él se ha dicho que fue ‘col més grande hombre que ha producido la raza eborigen de América». La historia nos lo presenta como un héroe cultural, algo parecido a lo que fue Manco Cépac en el mito. En 1471, Pachacuti Inca, cansado de reinar, abdicé favor de su hijo Tupac (0 Topa) Inca Yupanqui (1471-1493). EI nuevo emperador proseguiria la obra de su padre. Para lograrlo, una voz. asegurada su autoridad en Cuzco, continué la politica expansionista. La primera etapa fue la expedicién a los vallos de Chin- cha y Cafete y la conquista del célebre centro ceremonial de Pachucamac, lo cual significaba ol dominio de la costa Aborigenes de pueblos sometidos “indios de Sores y Lucanes, eno ftras=llevon en andas soberano inca Huayna Cépac (2493-15251 que parte hacte la ‘conquista de las ters del actual Euro, sein un grabado de la ‘obra de Felipe Huamdn Poma de ‘Ayala Nuova cronica y buen ‘gobierno (Bibioteca Nacional, ‘Madtld)n sus campofias del norte, Fuayna Capac ‘2 hizo acompanar por uno de su jos, Atahuaipa. meridional. Al poco tiempo, Tupac Inca Yupanqui llevo a cabo una extrafa expedicién a la selva amazénica, por el curso superior del rio Madre de Dios, contra los anti, un ‘complejo de tribus entre las que se contaban los masi- hhuenca, los campa y los amuesa, pueblos considerados barbaros y que devastaban a menudo diversas areas del Imperio y que en sus incursiones llegaban hasta las proxi- midades del Cuzco. El dominio de tales tribus hubiera sig- nificado la desaparicién de esta amenaza y sobre todo la apropiacién de ricas tierras para el cultivo de maiz y coca. Sin embargo, la expedicién por diversas razones, entre ellas las climaticas, fue un desastre, situacién que aprove charon algunas tribus del altiplano, entre ellas los collas y lupances, para organizar un levantamiento pan-aimard, que fracasé. La reconquista de Chucuyto, en 1480, centro neurdlgico de la sublevacion, marcé el fin de la rebelion. - Una vez. resuelto este problema, los incas se sintieron 1985 soguros de si mismos y de su poderfo y autoridad; enton- ces se aduené de ellos un afan de lucha que se convirtié en una verdadera obsesion de poder, materializada en la Conquista de nuevos espacios, que dio como resultado un nuevo ciclo de campafias, en esta ocasién hacia el sur. Una expedicion fue mandada en direccién al Chaco, pero fue detonida por la fuerza y el impetu de lucha de la tribu de los chirihuanos. Otra expedicién penetré en la regién de Potosi y alcanz6 Jujuy y Tucumén, en la actual Argen- tina. Finalmente, una tercera expedicién penetré por las cordilleras del sur en el actual Chile, territorio que con- quistaria hasta Hegar a le cuenca del rio Maule, ya que més alla hubieran tenido que enfrentarse con los mapu- ches y araucanos, lo que los incas no consideraron pru- dente, Estas conquistas coinciden con el limite maximo ‘alcanzado por el Imperio en su parte sur. Al igual que su padre, Tipac inca Yupanqui no fue sélo un afortunado conquistador, sino que ademas fue un ca- Pacitado emperador que introdujo algunas novedades en ‘Tawantinsuyu. Entre éstas destacan Ia fundactén de va- rias ciudades como Jauja, Vileashuauman y Husnuco, y la construccién de la importante ciudadela de Sacsahuamén, cerca de Cuzco. Por otra parte, el monarca inca intenté realizar un censo de todo el Imperio ¢ introdujo el sistema decimal de funcionarios administrativos y el método de divisi6n tripartita de la tierra y el trabajo. Tapac Inca Yupanqui cas6, como era costumbre, con su propia hermang; del matrimonio nacieron dos hijos, uno de ellos, Titu Cusi Huallpa, aunque més conocido por ol nombre oficial de Huayna Cépac (1499-1525), nombre que viene a significar «el joven jofe, rico en virtudess, seria el ‘uevo emperador. Su reinado se inicio con problemas con tun medio hermano, hijo de concubina. No fue un gran ‘conquistador como lo habian sido su padre 0 su abuelo, quiz porque quedaban pocas tierras por conquistar, pues- to que los pueblos y las tierras fuera de la frontera inca quedaban ya demasiado lejos o estaban ocupadas por et- nies fuertes. Asi, el sur, muy distante, se encontraba en ‘manos de los potentes mapuches y araucanos; por orionto, las impenetrables selvas tropicales habien sido siempre tun Iimite natural y al mismo tiempo conflictivo: por occi- dente estaba el océano Pacifico, Fue en el norte donde ‘Huayna Cépac organizaria una serie de campatias a causa, en parte, de los conflictos que alli se suscitaban. Primero invadié el territorio de los chachapoya, penetré en el érea cultural cafar y tomé. Tumipampa, y finalmente avanzé or territorio de los cara, més al norte de Quito. Por pri- mera ver el ejército inca sufri6 series derrotas; las causas fueron varias: desconocimiento del lugar, excesiva lejania de las zonas de aprovisionamiento, etc. Paralelamente, se produjeron levantamientos, como el de los chirihuanos, en el extremo sur, que originaron se- ios desconciertos, y fueron aprovechados por algunos pueblos como los cares y los cayambis, Era la primera ‘casion en que el ejército inca permanecia « la defonsiva. A pesar de ello, alrededor de 1523 las huestes de Huayna Cépac alcanzaron ol valle del Ancasmayo, en la frontera ‘entre Ecuador y Colombia, y la regién de Pasto. En sus campanas del norte, el emperador se hizo acompaiier por dos de sus hijos naturales; uno de ellos era Atabualpa, Entonces el Imperio inca habia alcanzado su maxima ex- tension: 985.000 km2, con una longitud de 4.000 kilome- tros y una poblacién de unos diez millones de habitantes O sea, el imperio mas grande de la América precolombina. En esta época existian en el Imperio dos polos de atrac- cién, uno en el norte, con Quito como centro, y otro on el centro-sur, con la capital tradicional, Cuzco, como base; ambas capitales se disputaban a direccién del Tawantin- suyu. Influido por esta idea, parece ser que Huayna Cépac queria dividir el Imperio entre dos de sus hijos, Huéscar (épac Cusi Huallpa), legitimo, y Atahualpa, natural y su favorito, pero las presiones internas hicieron que la «mas- capaiche» fuera para el primero (1525-1522), por aquel en- tonces gobernador de Cuzco y con muchas simpatias en las regiones centrales y meridionales del Tawantinsuyu. De todos modos, el ejército y el pueblo de las regiones del norte apoyaban a Atshualpa (1592-1533), iniciéndose, ‘como consecuencia, un conflicto que condujo a la guerra. Al principio solo se trataba de una convulsion interna ‘como tantas otras habian ocurrido en el momento de nom- brarse un nuevo emperador, pero en esta ocasién apare- cieron on escena, complicando la situacién, los conquista- dores espanoles. El conflicto se prolongé con una guerra civil y terminé con Ia intromisién espaiiola, que Ilevé con- sigo el asesinato del iltimo emperador inca, Atahualpa, a manos de Francisco Pizarro y su gente, 1887 GS ———— ue Tipawsameamrann ors abrgealin yeh Sere bath tpsjonee &ayac om este Grabado de la obra de Felipe Hiuamén Poma do Ayala Nueva crénica y buon gobierno (Biblioteca Nacional, Mads) on que aparece Atahuaipa (1822-1539) dltino emperador ‘inca, prisionero de los ‘conguistadoresexporoles Después de sufie miltiphs ‘humillacones y malos ros, ‘Atahualpa fue asesinado por Francisco Parr y su gente. Antes de estos acontecimienios habia muerto Huayna Capac (1528), victima de la viruela, enfermedad que los es- pafioles introdujeron en el Nuevo Mundo. Antes del m- perador, la enfermedad ya habia cobrado mas de 200000 victimas entre los sibditos del Imperio. En medio de esta confusion, en que se mozclaban la ambicion de poder interna y externa con una gran dosis de desorientacién provocadas por los recién legados, se hundié el imperio més grande y organizado de cuantos existieron en la América precolombina, y con él une de las civilizaciones més auténticas de la humanidad, El individuo y la familia Las diversas culturas precolombinas que ocuparon los Andes centrales tuvieron, desde muy antiguo, una cons- tante preocupactén por los temas econémicos. Quizé las duras condiciones de los emplazamientos y las ésperas tiorras que ocupaban influyeron en esta inquictud que se hizo mucho mas presente durante el periodo de desarrollo de la cultura inca, En el interior de la organizacién social y econémica de Ios incas, el individuo ocupaba siempre el lugar exacto y adecuado a su posicién y procedencia, Existie toda una ri- sgida y compleja estratificacién que hacia que cada indivi- duo, cualquiera que fuera su origen, estuviera perfecta- ‘mente situado en el lugar que le correspondia: controlado totalmente desde el punto de vista de los medios de pro- duccién y por toda una serie de prohibiciones, le era im- posible llegar a confundirse con un noble o con cualquier persona que no fuera de su posicién social La familia fue siempre la base de la economia y de la sociedad en los Andes centrales y siguié siéndolo durante cl Imperio inca. En su funcién de cimiento de la sociedad, la familia estaba compuesta por el padre, la madre y los hijos solteros. Al casarse, cualquiera de éstos formaba una unidad por separado e iniciaba una nueva familia, con to- dos los derechos y obligaciones que ello comportaba. En Ia cultura inca hay que distinguir, sin embargo, dos clases de familias: la nuclear, caracteristica del pueblo. compues- ta por los padres y sus hijos, y la extendida, propia de la nobleza, en la que ademas se agrupaban los familiares préximos a los padres y diversas esposas secundarias. Por supuesto que Ia primera era la fundamental, y que representaba la célula bésica de la produccién, dentro de la cual se organizaba Ia divisién interna del trabajo fami- liar segin el sexo. De esta manera, la mujer se dedicaba a Tas tareas de la casa, al cuidado de los hijos, y a la realiza- cin de algunas tareas artesanales, y ayudaba en algunos trabajos sencillos del campo. Al hombre, le correspondian la mayor parte de los trabajos agricolas, artesanales tales como la cerémica y los tejidos, y el cum- plimiento de sus deberes de ciudadano. El matrimonio se iniciaba, por asi decirlo, en casa de los padres de la novia, cuando el prometido por espacio do un aio o més antes del matrimonio definitivo compar- tia con los padres de la novia una especie de vida familiar prematrimonial hasta formelizer la union definitiva. Una vvez realizado o! matrimonio, se iniciaba una nueva célula familiar, que se convertia de inmediato en un miembro activo de su correspondiente avila. Un tema importante en el interior de la familia era la posicién de los hijos cuando ocurria la muerte del padre. Parece ser que en el ayllt existia un doble sistema de de- finicién, a través de la linea masculina directa para los hombres (patrilineal) y por via femenina para las mujeres, (matrilineal), En el primer caso, a la muerte del padre la mujer y los hijos pasaban a formar parte del aylli de aquél. y viceversa, El parentesco era, como consecuencia, por las dos vias, los hombres descendian del padre y las mujeres de la madre. Lo dificil es conocer cuando predo- minaba uno u otro sistema. Junto con el parentesco real cexistia el ficticio, con claras reminiscencias de totemismo. Las familias relacionadas entre si residian en pequefias aldeas, construidas en las cimas de las montafias, en pro- ‘montorios 0 en cualquir lugar facil de defender. Cuando Jos asentamientos estaben situados en un lugar llano te- nian cerca alguna colina fortificada para refugiarse y de- fenderse en caso de necesidad. Aunque las comunidades se establecieran en un lugar de dificil acceso, las zonas débiles y més expuestas a los ataques se fortificaban con murallas en zigzag. Este carécter defensivo de las pobla- ciones nos demuestra la inseguridad de la poblacion, in- certidumbre peculiar del Altiplano. En el interior de estas pequefias aldeas las casas- habitacién se alineaban o se agrupaban en funcién de la topografia del lugar. A veces se levantaban a lo largo de estrechas terrazas artificiales o se agrupaban alrededor de petios formando algo asi como pequefias plazas. Por lo general, la casa-habitacién se construia con muros de pie- dra seca, a veces unida con barro, o de adobe; su planta” era rectangular y de una sola dependencic; tenia un tejado 1 dos aguas, realizado con ichu, especie de zacate. Junto a la casa, habia un pequefio huerto, un sencillo corral y un almacén. Esta era la célula arquitectonica més comin, la de la casa-habitacién para el pueblo, con alguna variante en materiales o disposicion. Elaylla Una gran parte de la poblacién centroandina de la Sie- rra vivia en pequefas aldeas agropastoriles dispersas, la mayor parte de las veces en dos pisos ecolégicos bien de- finidos. Uno de ellos oscilaba entre los 3.000 y los 4.000 m sobre el nivel del mar, altitud en que predominaban los ‘espacios destinados a tierras de cultivo (quishuar). El otro nivel, de cotas superiores a los 4.000 m, lo componian las estepas altas (puna), propias para el pastoreo. ‘Cada uno de aquellos poblados, o un grupo de ellos, es- taba habitado por un conjunto de familias unidas por vinculos de consanguinidad u otras formas de acopla- miento. Estas unidades nos son conocidas con el nombre de aylli. El aylli era en realidad una comunidad com- puesta de varias familias unidas entre si por lazos de pa- rrentesco, de religién y de cultura y por la posesién coman de un territorio, que incluia tierras de cultivo y pastizales. Esta posesion de un territorio comiin era importante para ‘erear Ia nocesaria cohesion dentro de la comunidad y so- tee todo porque en el interior de tal territorio existian Giertos accidentes geogréficos, como cuevas, rios, petias- ‘e0s 0 montafas, que daban vida a un complejo mundo ma- scorreligioso. Aquellos accidentes albergaban el espiritu futelar del aylli, dando lugar al concepto de pacarina o Ingar del que surge todo el grupo. Asi pues, el ayllé era la ‘wnidad social basica del pueblo inca; y tuvo tal arraigo en Iaconciencia del pueblo centroandino, que en cierto modo Iba perdurado hasta la actualidad. Se ha afirmado que el aylla es una especie de extensién de le familia, y ha sido ‘exmparado con el clan o con Ios linajes, pero en realidad ‘mo os ninguna de Tas dos cosas. Mucho se ha escrito acer- ‘ex de su composicién y funcionamiento, verdadera célula y fundamento de todo el comportamiento socioeconémico del mundo inca. Parece ser, como ya se ha indicado ante- iormente, que la filiacién interna se realizaba por linea masculina directa en lo que concieme a los hombres y fe- ‘menina entre las mujeres. Esta peculiar forma de descen- dencia estuvo muy arraigada desde antiguo entre la po- Arita, grabado de ja Nueva croniea y buen gobierno (Biblioteca Nacional Madrid) de Felipe Haein Pome de Ayal, ‘que representa la siombra en of ri antigua. Obsérvese que los indigenos ulizaban ef trop, instrumento todavia en uso ‘octualmente en los Andes ‘contrales. Abajo, name monalito “especie de ofloramiento rocoso natural-de Sabuite Pers). que en ia époen preincnica fue ‘uidadasamentelabrad, Segtin Ja tradicin, so wtilzaba pore el sactficio de lames blacién de los Andes centrales y meridionales y perduré durante la época colonial ‘A pesar de que el ayllit podia tener algunos rasgos pro- pios del clan, no existe en él el concepto de totem, a pesar de que algunos aylliies hicieran remontar su origen a algin animal (céndor, puma, serpiente, etc). El sistema aceptado por la tradicion era que los origenes habia que buscarlos fen personas y lugares més 0 menos miticos. Se reconocia Ia existencia de un ser u objeto superior, espiritu o divi dad conocido con el nombre de huaca (sagrado}, cuya re dencia se localizaba en una montafa, en una fuente o en cualquier accidente geografico un poco extraito. Este con- cepto de la huaca, inherente al propio aylli, estuvo tan arraigado entre el pueblo y la nobleza que actualmente ‘atin persiste a pesar de los esfuerzos de los colonizadores or desterrarlo. El concepto de huaca iba intimamente li- gado al de curaca, jefe del aylld, considerado a menudo descendiente directo del fundador del grupo, Le funcién 1890 primordial del curaca era la de gobernar a su comunid distribuia las tierras, organizaba los trabajos colectivo actuaba como juez. en caso de querellas internas, El aylli no era s6lo la unidad basica de poblacté produccién caracterizada por el agrupamiento de muc familias; en el fondo, era algo mucho mas importante d de ol punto de vista socioeconémico, ya que sus com nentes se preocupaban constantemente por el bienestar Ja comunidad por medio de, por ejemplo, ayudas inter en beneficio de las viudas, los campesinos 0 los enfern Ctra peculiaridad del ayili, quiza la més sobresalies era la asistencia mutua que existia en su interior. De o formas de apoyo interno de la comunidad sobresale ayni: se trataba de un sistema de cooperacion recipr entre determinadas familias, que se ayudaban una otras con motivo de la siembra 0 Ia recoleccién. La trucoién de una nueva casa-habitacion era tambien m vo de proteccién y asistencia. Las bases econémicas El aylli tenia en propiedad un determinado territorio 0 ‘marca, en el interior del cual existian dos grupos de tie- ras de las que podian disponer las familias de acuerdo con el ordenamiento establecido por las leyes y Ia super- vision del cureca. Por un lado, estaban las tierras destina- das a pastizales, las cuales no eran divisibles ni podian parcelarse; todas las families tenian acceso a estos espa~ cios, en los que crecian abundantes pastos y gramineas silvestres con que alimentar a los rebatios. La ganederia fue siempre una valiosa aportacién a la economia, la se- gunda en importancia, entre la poblacién centroandina de Ia Sierra. La actividad ganadera se apoyaba en la domesti- cacion de dos auquénidos: la alpaca (Lamapacos) y la Ila- ‘ma (Lama glama glama},junto con algunas especies en es- tado salvaje, como la célebre vicuia (Lama vicugna) y el ancestro de Ia llama, el guanaco (Lama glama guanicol) todos ollos animales que proporcionaban carne fresca, ccharqui (carne seca salada), pieles para la confeccion de calzado, bolsas, etc, huesos para diversos fines tecnologi- cos, y, sobre todo, lana para la manufactura de los maravi- Moses tejidos peruanos, y cuyos excrementos eran utilize- dos como combustible. Por el otro lado, se encontraban las tierras destinadas al cultivo, terrenos que, a diferencia de los pastizales, eran distribuidos entre las familias en forma de parcelas. La extensién, localizacion y distribucién de estos lotes estaba ppensada para asegurar la subsistencia de una familia, por lo cual existia siempre una proporcién bien calculada en- tre la familia y la calidad de la tierra que poseia en usu- fructo. En caso de extincion de un néicleo familiar, las tie- ras que éste cultivaba pasaban de nuevo al fondo de la comunidad. Los recién casados recibian en usufructo un ote que se incrementaba a medida que la familia crecia. Se procuraba que las parcelas que se distribuian fueran ‘campensadas, o sea de acuerdo con sus posibilidades de Produccién: para ello se escogian diferentes pisos ecologi- ‘e2s, teniendo en cuenta el tiempo de duracién del barbe ‘cho y la calidad de la tierra. Cada unidad recibia el nom- ‘bre de tupa. El tupi era une superficie de terreno sufi- ‘dente para mantener a una persone. De todo ello se deduce la importancia de la agricultura x Ia economia inca, a pesar del ambiente geografico siempre hostil en el que tuvo que desenvolverse. ‘mero de plantas cultivadas fue muy extenso -més de cin- exenta-; entre ellas sobresalen la papa, ol maiz, el camote, es frijoles y la mandioca. El cultivo de cada planta se ‘edaptaba al piso ecoldgico adecuado. Las reas més altas ‘exrcanas a la puna las ocupaban los tubérculos; de entre ‘ellos sobresalen la papa y el ulluct. Mediante su deshi- ‘dratacién se obtenia el chufo, gracias a lo cual el tubércu- Jo permanecia comestible durante afios. El maiz, tan importante para la subsistencia del hombre mndino, se cultivaba en pisos ecolégicos mas bajos, en las Iaderas de los valles templados 0 calurosos pero bien re~ sgndos. De él se obtenia una bebida (ashua) y una harina fancu), A pesar de las ventajas del maiz por encima de Tas tubérculos, ol campesino inca fue siempre un papuvi- exc (comedor de tubérculos). [ERNESTO JOROE RODNOUEZ Profesor Histor % ‘montana de la cadena andina (Peri Como puede observase, el crecimiento demografico y la forogrfioobligaron a ls incas @ ‘onstrirtrrazas de cultivo en las faders de las montatas. En Ja misma pagina, cbajo «le derecto, vasifacaractristica def cultura ina en una de sus etapos mas avanzodas (seo Arqueotigico, Cuzco, I siogo artfctl del maiz ‘pmcticado en la agriculture Drecolombina, sun un grabado fe ka Nueva cronica y buen gobierno, de Felipe Hamdn oma de Ayala (Biblioteca Nacional, Madrid}. Bn la pigina anterior, «la izquierday arriba a In derecho, visas de lo antigua cludad inoa de Machupicchu fedificada en lo alto de una La organizacién politica del Imperio La base de Ia organizacién politica también era la fami- lia, pero en este caso a través del padre de familia, el ani- co elemento en el interior de ésta con derechos politicos. El purej o padre de familia era la autoridad en el hogar, por encima de la esposa y de los hijos. 1 organizaba ol nnicleo familiar y mantenia la cohesion y el orden en su interior; con esta experiencia, resultaba facil al pure} aspi rar a cargos fuera de ella, como la jefatura de cinco fami lias: en este caso se le denominaba pisca-camayoc. Cuan- do llegaba a jefe de un grupo de diez familias se le cono- cia por chunca camayoc, y si dirigia cincuenta su nombre era ol de pisca-chunca-camayoc. Con la jefatura sobre cien familias, la unidad ya no era el pure), sino el pachaca (gru- 1991 po de cien familias} en la cumbre se encontraba el hunu- camayoc, bajo cuya direccion se hallaban diez mil fami- lias. La idea es que los grupos que se situaban por debajo de las cien familias eran subdivisiones de la comunidad: ‘en cambio, los que estaban por encima eran sus multiples, reuniones de varias comunidades. La unidad territorial bésica era la marca, es decir, el te- rritorio propio del ayllé, Cuando un cierto nimero de és- {os se agrupaban en una unidad més grande se organiza- ban en una especie de distrito Hamado saya, Con la reu- ni6n de varias de estas demarcaciones se obtenia lo que se Ilemaba un guamén, es decir, la provincia, quiza la uni- dad més importante de su divisién territorial Las provincias estaban agrupades en el interior de cada, ‘uno de los cuatro espacios o rumbos (suyu) en que se divi- dia ol Imperio. La unién de los cuatro suyu componia el Tawantinsuyu 0 Imperio inca. La primera de las cuatro partes era la septentrional, el Chinchaysuyu, y abarcaba, aproximadamente, la parte central y norte hasta el rio Un- casmayo. Luego venta el Collasuyu, Ia region meridional, que comprendia una gran parte del mundo aimaré, inclui- da la cuenca del Titicaca y Bolivia hasta las tierras del no- roeste de la Argentina y el norte de Chile. A continuacién estaba el Antisuyu, el rumbo de oriente, compuesto por las regiones tropicales de aquella zona, una de las mas conflictivas del Imperio. Finalmente, tenemos el Conti- suyu, la direccién poniente, que comprendia las regiones de Cuzco hasta el océano Pacifico. La capital politica, administrativa y religiosa, e incluso casi geogréfica, de este enorme imperio era Cuzco, resi- dencia del inca y su familia y de la nobleza, y jugar de los, grandes santuarios, verdadero «ombligo del Tawan‘in- Suiyuo, En la cispide del poder politico estaba el Sapan Inca (Apu Sapan Inca = Sefor Supremo y Unico}, que supervi- saba el complejo mundo de la administracion del Imperio y dirigia a monudo las campafas militares, puesto que su resencia era muy beneficiosa para el ejército, ya que sus vasallos lo reverenciaban como a un dios, el Hijo del Sol, tun dios de origen tribal, omnipotente e implacable con sus enemigos, pero justo con sus sibditos. Desde el punto de vista religioso, el Inca reinaba por derecho divino y era obedecido en razén de su divinidad. En realidad, su auto- ridad s6lo quedaba limitada por la costumbre y los prece- dentes. Su poder estaba por encima de cualquier ley y su constante y principal preocupacién era el engrandeci- miento, el bienestar y Ie paz de su pueblo. ‘A pesar de todo ello, al iniciar su reinado el emperador se presenteba como una persona pobre, ya que al ser coro- nado se vefa separado de su linaje y de la herencia « la que tenfa derecho, de la misma manera que el primer em- perador de la dinastia, Manco Cépac, salié de le mitica cueva sin padre ni madre y pobre. A partir del Inca Roca el nuevo emperador abandonaba ef palacio donde residia y tenia que construir su propio palacio (cancha), puesto que sus hermanos y familiares conservaban el diiterior palacio imperial para convertirlo en un verdadero santua- rio del emperador fallecido, BI inca se casaba, segiin costumbre imperial, con su hermane, como lo hizo el mitico Manco Capac, fundador 1892 de la dinastia. Como consecuencia, la hermana se conver- tia en la esposa principal, la coya. Sin embargo, en la pri- ‘mera etapa dinéstica, hasta Pachacuti Ince, el emperador se casaba con la hija de un jefe de una tribu vecina —un sinchi-, pero con las victorias alcanzadas y el engrandeci- miento del Imperio se llegé a tal grado de exaltacion de la supremacia del Inca que sélo su propia hermana era con- siderada digna de ser su esposa legitima, la primera, La costumbre se inicié cuando la fuerza y la supremacia inca eran consideradas tan grandes que la unién matrimonial del soberano perdié toda utilidad politica, ya que no era necesario asegurar a través de ella alianzas 0 buscar la neutralidad con los pueblos vecinos. En realidad, se trat6 de una verdadera pasion hacia el ideal aristocratic. Parece ser que la sucesién del Imperio no recaia nece- sariamente en el primer hijo del soberano o en alguno de Jos hijos restantes de la primera esposa, la coya. En teoria, Ja direccién del Imperio correspondia a la persona que los Gignatarios consideraban mejor dotada entre la parentela familiar, En esta eleccién, el emperador nombraba a su candidato, que siempre era un hijo suyo, el que creia mas apto, generalmente del primer matrimonio. A pesar de ello, en el momento de la eleccion final entraban en juego muchos intereses, algunos de orden politico y militar, que ensombrecian la idea bésica. De ahi que al final de cada reinado existiera un poriodo més o menos largo de vacio de poder, marcado por fuertes luchas y tensiones internas (uno de estos lapsos de tiempo coincidié con Ia llegada de los espafioles). Asi pues, elcanzar el lautu y la mascepai- cha, el simbolo imperial, se convirtié en una verdadera conquista, lo cual era consecuencia de la falta de unas re- slas basicas de transferencia del poder 0 de unos procesos institucionalizados, De este modo, a la muerte del inca se entablaba una verdadera lucha entre los familiares del emperador difunto: hermanos, medio hermanos, tios, so- brinos o cualquier familiar que se considerara con la fuer- za y el poder suficientes para reivindicar aquel famoso simbolo del poder méximo entre los incas. EI Imperio era uno, y a su cabeza se encontraba el Sa- pan Inca; sin embargo se subdividia, como ya hemos sefia~ lado, en cuatro grandes regiones 0 rumbos, que justifica- ban su nombre de Tawantinsuyu. Al frente de cada una de estas regiones estaba un miembro de la familia impe- rial, que era el responsable de la administracion de cada suyu. Cada uno de estos consejeros recibia el nombre de apu (Suyuyuc-Apu). Los cuatro formaban un consejo al gue el inca recurria a menudo antes de tomar una deci- sién importante. Cada una de las cuatro rogiones se subdi vidia en provincias (guaman) més 0 menos grandes ¢ im- ortantes. A la cabeza de cada provincia se hallaba un gobernador (tojrikoj), con residencia en la capital de Ia provincia. Estos gobernadores actuaban en nombre del so- berano a la hora de impartir justicia, controlaban las fuentes econémicas de su circunscripcién, velaban por la conservacién y aumento de los servicios piblicos (puen- tes, carreteras, fortificaciones, postas, etc.) y ejercian su poder por encima de los curacas. ‘A cousa de su importancia socioeconémica, ya que te- nian en sus manos la economia y Ia justicia de una exten- ssa rea, el cargo de gobernador se prestaba a abusos de Visto de count y detalles de kx arquitectu del fortaleza inca dde Ollancytambo, en ios ‘erenias de Cuzco (Per la ‘capital del Imperia. Varios muros ‘esenlonados en la ladero de ia montaa defendion la porte superior de la misma, fn lo qu so encontaban las ‘dependencins. Las caracteriticas “onpitectonicas de ext fortaleza ‘2 las mismas de todos los fonsiiceiones militares incos. poder y al despilfarro. Para evitarlo, eran periddicamente controlados por enviados especiales, una especie de visi- tadores representantes directos del poder central de Cuz- co. Su nombre, muy sugestivo, era el de tucury ricuj (el ‘gran todo lo ve), Entre el personal del tucury ricuj se ha- aban los célebres quipucamayoc, encargados de llevar un estricto control de las fuentes de produccién y de las fuerzas productoras de cada guaman. Las cuentas, la con- {tabilidad general, el nimero de personas en edad de tra- bajo, otc, es decir, todo el poder econémico era controlado por medio de los célebres quipus: cordeles de diferentes colores y longitudes con nudos. Hasta este nivel, los car- ‘g0s administrativos fueron confiados a miembros de los Hinajes imporiales, los famosos ayllies de Cuzco; de esta ‘manera, la etnia fundadora del Imperio controlaba todos los organismos de poder. Pero, con el crecimiento del Ta- ‘wantinsuyu, el emperador se deslig6 cada vez mas de su ropia etnia: como consecuencia de ello, poco a poco fue ‘sustituyendo a los miembros de los linajes imperiales (pa- ‘ace) por personas de otras etnias que le hubieran demos- trado fidelidad. Sin embargo, esta nueva politica de des- Plazamiento de los puestos clave de la tribu inca causé + graves problemas internos a los emperadores. or debajo de esta compleja burocracia imperial se situa- ‘bam los famosos curaces, ya mencionados. En algunas oce- ‘siones se ha subestimado la importancia de éstos dentro de Ja organizacién politica del Tawantinsuyu, reduciéndolos a simples jefes de comunidades més 0 menos extensas y po- bladas. Sin embargo, muchos fueron descendientes de jefes locales que gobernaban vastos territorios, celosos de su po- der y personalidad. Muestra de ello es el orgullo con que al- sgunos curacas demostraban la antigtiedad de su linaj, inclu- 0 frente al de los propios incas. Aunque su funcién era controlar los espacios que ocu- paban sus comunidades y ejecutar las érdenes del empe- rador, recibidas a través de los tofrikoj, también represen- taban, y esto os muy importante, a su pueblo frente a las presiones y abusos de la administracién contral. En reali- dad, eran el punto de contacto, el elemento de unién y el enlace entre ol linaje inca y la poblacién sujeta al Imperio. Ante la posibilidad de tensiones entre ambos poderes, Jos monarcas incas para asegurar la fidelidad del curaca Jo obligaban a enviar en calidad de rehén a su futuro su- ccesor, por lo general un hijo, para que se familiarizara con el quechue, lengua oficial del Imperio, y le cultura tice, Junto con la huaca del curaca, simbolo de su linaje. Ade- més, cuando un nuevo curaca alcanzaba el mando tenia que hacer un acto piblico de sumisién al inca; en recom- ppensa, éste lo confirmaba en su puesto y no podia ser sus- tituido de su cargo, salvo en caso de rebelién o fraude. Asi pues, el poder central controlaba a los curacas por medio de sus sucesores y de sus entecesores (el mallqui) 1893 La religion Es indudable que la religion fue parte integrante y s0- bresaliente del mundo inca, hasta of punto de que su jefe maximo, el inca, se consideraba emparentado con el Sol, con le huaca y al mismo tiempo con el dios més importa te de su linaje. Pero quizé no lo fue tanto como entre sus contemporaneos los aztecas, tal vez porque en Mesoamé- rica Ia tradicion religiosa estuvo siempre mucho més identificada con el pueblo. El sistema religioso inca, semejante en este sentido al, azteca, era sincrético, es decir, tomaba de las culturas an- teriores y de las que iba absorbiendo el Imperio determi- nados conceptos religiosos y a muchas de sus deidades. Sin embargo, en el mundo inca era tan sélido y est cl orden politico que la religién, hasta cierto punto, se adaptaba a 6: las deidades de otras culturas eran incorpo- radas con la obligacién de quedar subordinadas al dios supremo del lingje inca, el Sol, del cual el emporador se consideraba hijo. Para la mayoria do los pueblos de los Andes centrales, incluyendo los incas, el universo era limitado y divisible, del mismo modo que el Imperio reconocia unos limites y estaba dividido en cuatro grandes regiones. Ademés, por encima del universo existia un Ser Supremo, del mismo modo que al Tawantinsuyu lo regia el Sapan Inca. Segiin una de las tradiciones incas, el Ser Supremo 1a bia creado cuanto existia con tres elementos basicos: la tierra, el agua y el fuego, Nuestro mundo formeba parte de un extenso universo (pacha), mucho més complejo, que segan el mito se dividia en tres capas, cuerpos.o grandes espacios. Primero estaba el Janan Pacha, la capa superior, ugar ocupado por el sol, la luna y las estrellas y residan cia de los dioses; después venia el Cay Pacha, nuestro’ mundo, residencia de los seres vivos y de los espiritus, y finalmente se hallaba el Ucu Pacha, espacio inferior, lugar de ios muertos. Estos mundos estaban comunicados entre 1894 si; la comunicacién entre el de los seres vivos y el de los muertos se establecfa por medio de las pacarinas (cuevas, fuentes, créteres, lagos, etc). Los primoros hombres de cualquier linaje se asomaban a la vida a través de uno de estos lugares. Ejemplo de ello es el origen de la dinas- tia inca, o de los chancas, que consideraban que sus pri- ‘meros padres habian surgido del crater de un volcén. No existia comunidad inca que no tuviera su pacarina, Sin embargo, la unién entre nuestro mundo (Cay Pacha) y el Janan Pacha (el superior) se realizaba por medio de un personaje que reunia en una misma persona lo humano lo divino: se trataba de Intip Churin, el hijo del Sol, es de- Gir, el Inca, ya que su padre era el Sol, pero él nacia en la tierra y por ello servia de unién entre los dos mundos. Existia una deidad creadora, suprema en el concepto divino, de antigua tradicion en la Sierra, pero de tardia entronizacién en le cultura inca; se trataba de Wiracocha (senor de cuanto existe), denominacién de creador, que era uno de sus muchos titulos. Segtin o! mito, los inicios de nuestro mundo aparecieron a orillas del lago Titicaca, Alli Wiracocha cre hombres de piedra y los colocé como si fueran estatuas en las aberturas del Ucu Pacha, es de- cir, en las pacarinas, les puso nombres y al lamarlos a cada cual por el suyo comenzaron a moverse. A continua- cin creé el sol, la luna y las estrellas. Es interesante notar que Wiracocha cre6 al hombre en la oscuridad. ‘A Wiracocha, lo ayudaban dos personajes divinos: To- capu Wiracocha ¢ Imaymana Wiracocha. Estas tres divi- nidades se distribuyeron por los Andes centrales: Wiraco- cha fue hacia Cuzco; Tocapu, hacia las tierras calientes y Muviosas del Amazonas, e Imaymana, hacia los Andes oc- cidentales, hasta las tierras desérticas del litoral. La mi- sign primordial de los dos ayudantes era la de crear a los animales y las plantas y darles nombre. En realidad, Wiracocha fue una deidad reciente entre los incas, ya que Ilegé cuando el orden religioso y el esca- Iafon de los dioses estaba ya establecido. La tradicién nos cuenta que su culto lo instituyé Pachacuti Inca en Cuzco para agradecerle su ayuda contra los chancas, aunque en realidad casi no llegé a enfrentarse con ellos. En la religion inca tuvieron gran importancia, como ya se ha sonalado, los lugares sagrados (cerros, cuevas, fuen- tes, lagos, piedras, etc) y también los centros de peregri- nacién y los edificios religiosos en general. Parece ser que s6lo en Cuzco existian trescientos cuarenta adoratorios. Los lagos tenian preferencia como lugares sagrados, de ‘acuerdo con la tradicién que considerabg el lago Titicaca como escenario de la creecién del munds por Wiracocha. Otros elementos importantes en la religién eran las hhuacas (objetos o lugares sagrados) y el mallqui (la mo- mia) y su relgcién con los seres vivos. El concepto'de hua- a es un poco confuso 0 quizés excesivamente complejo. En lineas generales, se denomina como tal cualquier obje- to 0 lugar considerado sagrado. Pueden ser huacas ciertas formas extravagantes de la naturaleza y. por extensién, objetos peculiares por su forma o contenido. Por su parte cl mallqui era la momia del jefe de la comunidad, enterra- da o depositada en un determinado lugar, donde se acudia a ofrecerle ofrendas. Existia, pues, una estrecha relacion entre las huacas, que podian ser el lugar en el que se

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