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POLÍTICA ANALÍTICA

Juan Fernando Perdomo *

COMUNIDAD Y SOCIEDAD CIVIL

Anteriormente hablamos del impacto negativo de la Política económica


denominada Neoliberal; inevitablemente debemos insistir en la siguiente
interrogante: ¿qué resultados y riesgos arrojan a la fecha esta modalidad de
neoliberalismo y globalización exclusivistas? Nunca antes en la historia se había
dado tal concentración, centralización y sofisticación de poderes económicos,
políticos y militares en tan pocas manos.

El Grupo de los G-8 se ha constituido, con clara hegemonía de los Estados Unidos,
en un Supra-Estado que, a través del unívoco control ejercido sobre estratégicos
organismos internacionales: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), incluida la
Organización de Naciones Unidad (ONU), administra la globalización, sanciona
nuevos intervencionismos a escala mundial, domina la competitividad, se arroga la
facultad de establecer las reglas del juego en lo tecnológico, las comunicaciones,
las finanzas, la producción, la comercialización, la educación, la geopolítica,
etcétera. Todo subordinado a sus propios intereses, más específicamente
colocándolos en las manos de los intereses privados y, en la mayoría de las
gestiones, a contrapelo de sus respectivas Constituciones y de la Legalidad
Internacional, alcanzando, a falta de restricciones legales y éticas mínimas, niveles
ilimitados e insospechados de corrupción (los escándalos recientes de Enron y
Worldcom son buenos ejemplos).

Una hojeada al ámbito económico-social nos muestra de forma contundente que


las “políticas neoliberales” han generado desequilibrios y desigualdades hasta ahora
nunca conocidos, tanto entre los países ricos y pobres, como entre los distintos
sectores sociales de esos mismos países. El más apremiante es el aumento
dramático de la pobreza y de la pobreza extrema y, con ello, el incremento de una
violencia fuera de control.

La lógica del sistema neoliberal (el libre juego de la fuerzas devastadoras del
mercado, la disminución efectiva del Estado en la economía, junto con la ausencia
calculada de políticas de protección a favor de los sectores sociales más afectados)
hace más fuertes y más ricos a los que controlan los capitales multinacionales y
más numerosos los débiles, pobres y miserables.
Esta desigualdad se ha convertido en el mayor reto que tiene por delante nuestra
humanidad en la doble acepción de la palabra: ética y como especie. La inequidad
es proporcionalmente equivalente a la inestabilidad política, a los resentimientos
sociales, a la injusticia, a la insatisfacción, al desasosiego, a la desesperación, a la
desesperanza, al empobrecimiento de la calidad de vida, pero no a la inacción. Tal
situación límite, con claras tendencias a magnificarse, puede llegar a explotar si no
apelamos a nuestra humanidad, insistimos, para evitar estas polarizaciones y dar
justa y digna respuesta y solución a dicho problema.

Ante las inevitables y graves limitaciones, si no es que deliberada incapacidad, de


los Estados Neoliberales para atender los mismísimos peligros que generan, hay
una emergente Sociedad Civil dispuesta a organizarse, participar y colaborar en el
logro de los fines antes mencionados. A estos organismos, la mayoría
independientes, dispuestos a trabajar desde, por y para la Comunidad, se les conoce
hoy como ONG’s, Tercer Sector u Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC´s);
muchas de reciente creación, pero otras con una larga trayectoria y experiencia de
trabajo. Como muestra, un botón puede ser ilustrativo.

Hace unas semanas la Secretaría de Desarrollo Social dio una cifra


espeluznante: hay más de 53 millones de mexicanos que viven en la pobreza; si
estos son los números oficiales y aproximados, es factible asumir que los “más”
pueden ser muchos más. Dejemos de lado, en esta oportunidad, los dudosos y
arbitrarios criterios a través de los cuales se define la pobreza y, por tanto, se
maquillan las cifras.

Parece ser que nos enfrentamos a una “plaga” y no a una “enfermedad” localizable
y fácil de combatir a través de un diagnóstico certero y de manera relativamente
rápida. No en balde hace unos meses el equivalente a Ministro del Trabajo de la
India afirmaba desesperadamente que el suicidio de campesinos pobres en su país
había adquirido proporciones “epidémicas”. ¿Será ésta la mejor forma de erradicar
la pobreza: la resignación y el desespero por ineptitud o mordaza? O peor aún,
¿poniendo en práctica políticas de “control poblacional” que deja a los pobres a la
fatalidad de la “libre concurrencia”, es decir, a la muerte por inanición, guerras,
terrorismo, enfermedades, epidemias, hambre? Esta última mediación horrorosa de
la pobreza coincide con el discurso de los ridiculizados “místicos neoliberales de la
crisis” que cínicamente sostienen que “los pobres son pobres porque quieren ser
pobres” y que su sufrimiento lo tienen bien merecido ya que radica en su
insubordinación, su pereza y su voluntad infrahumana. Lo que sí debemos asumir
como juicio de realidad, y no casual, es la incapacidad del Estado Neoliberal para
resolver por sí solo este grave dilema; no importa cuántas (la retórica del inútil
criterio cuantitativo) instituciones de “apoyo” a las comunidades existan o se
puedan seguir sumando: DIF, SEDESOL, DICONSA, LICONSA,
OPORTUNIDADES, Programa de Empleo Temporal, Programa de Zonas Áridas,
programas, programas, programas... ¡La pobreza en México sigue en aumento!

¿Qué proponemos? Que el gobierno y la población apoyen también a esas


organizaciones de la Sociedad Civil, Asociaciones Civiles o Instituciones de
Asistencia Privada (IAP), que llevan años de experiencia de lucha contra la
pobreza, la marginación, la desigualdad y que se comprometan con esas redes
personas que aman a sus semejantes y que, en esa medida, se sientan afines a los
valores y principios de dichas organizaciones.

El próximo fin de semana iniciará operaciones la Fundación del Golfo (IAP) en


Veracruz y tendrá como sede el centro del Estado, la región de las Altas Montañas,
donde existe un grave problema de pobreza. Su función será apoyar a Asociaciones
Civiles y otras IAP que, con honestidad y transparencia probada, realizan labores de
beneficio para los más desprotegidos: ancianos solos, niños huérfanos, madres
solteras, discapacitados, jóvenes desorientados...

Para lograrlo, la Fundación del Golfo realizará tareas de investigación, capacitación


y asesoría que le permitan allegar fondos para la realización de sus tareas, además
de recibir donativos de personas físicas y empresas. Esto debe complacernos pues
es la Sociedad Civil a favor de la Comunidad, del bien común, que tanto nos
compromete. Pero lo más importante es que lo hará a través de instituciones que
han probado ser eficaces en su quehacer social. Hoy dediquémosle unos minutos a
pensar cómo podemos ayudar a todas esas organizaciones de apoyo a las
comunidades marginadas y desprotegidas, no sólo con dinero, sino con nuestra
inteligencia y nuestro tiempo ya que, finalmente, esto último es lo que más urge dar
a los que lo necesitan.

JUAN FERNANDO PERDOMO es egresado del TEC DE MONTERREY.


Servidor Público, Empresario y Político. ( jperdomo@infosel.net.mx)

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