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2ª Práctica – Historia del pensamiento contemporáneo

OBJETO

El objeto del presente trabajo consiste en realizar un resumen crítico de la obra Manifiesto del
partido comunista presentada por los autores Karl Marx y Friedrich Engels en 1848 en Londres
después de reunirse con representantes de la Liga de los Comunistas, formada por partidos
comunistas ingleses, franceses, alemanes, holandeses, daneses, polacos y rusos.

Dicho resumen crítico se realiza para cumplir los objetivos de la parte práctica de la asignatura de
libre elección Historia del pensamiento contemporáneo.

INTRODUCCIÓN

El pensamiento político de Marx y Engels ha sido una de las corrientes más influyentes a lo largo de
los siglos XIX y XX de nuestra era. Propulsor de innumerables rebeliones, objeto de represión,
persecución y censura, causa de secesión de sociedades enteras e incluso de facciones militares a
nivel mundial, ha llegado irónicamente a convertirse, en algunos países, en lujo académico al
alcance de unos pocos burgueses ociosos, como el alumno que esto escribe.

Ampliamente desacreditado tanto académicamente, ya en el ámbito filosófico como en el ámbito


científico, cuanto políticamente en la mayor parte de los estados occidentales actuales, el
pensamiento político comunista, no obstante, merece nuestra más cuidadosa atención por su
importancia y el papel histórico que ha desempeñado. Pero no sólo eso, pues todavía hoy es una
corriente activa y cabría un detallado análisis de lo que pueda tener de vigente para considerar si
podemos esperar que nos aporte algo en cualquier ámbito.

Por lo demás, para el presente trabajo se utiliza la siguiente edición de la citada obra:

Karl Marx
Friedrich Engels
Manifiesto Comunista
Introducción y traducción de Pedro Ribas
Alianza Editorial, primera edición 2001, sexta reimpresión 2008 (Madrid)

RESUMEN

La obra está compuesta de cuatro capítulos, “Burgueses y proletarios”, “Proletarios y comunistas”,


“Literatura socialista y comunista” y “Actitud de los comunistas respecto de los distintos partidos
de oposición”.

En el primer capítulo, exponen los autores los principios fundamentales que rigen su planteamiento
filosófico-político, comenzando por una de las conclusiones que se derivan del principal y más
básico de ellos, el comúnmente denominado principio del “materialismo histórico”1, del que más
adelante daremos cuenta. Esta conclusión, por la que se da comienzo al manifiesto, y no por
casualidad, es la que establece la lucha de clases. Nos dicen Marx y Engels que la historia de la
humanidad, en tanto que sucesión de sociedades, es la historia de la lucha y enfrentamiento entre

1 Dejamos al margen la discusión sobre la distinción entre “materialismo histórico” y “materialismo dialéctico” pues
no aportan elementos esenciales para la comprensión del texto.

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grupos de seres humanos oprimidos y opresores2.

La separación estamental de las sociedades, como por ejemplo la separación entre libre y esclavo en
la Grecia Clásica, o bien la separación entre patricios y plebeyos en el Imperio romano, y por
supuesto la separación entre señor feudal y siervo en la Edad media, han sido los marcos históricos
en Europa a través de los cuales se ha dado esta lucha de clases.

En esta lucha de clases, hay un grupo minoritario de seres humanos, los opresores, que explotan y
someten a otros grupos de seres humanos, los oprimidos que son la mayoría. Además, esta
separación en clases históricamente ha tenido, según los autores muchos y muy diversos grados de
opresión por cuanto las escalas de poder dentro de las sociedades eran abultadas.

Por otro lado, la opresión y explotación de unos seres humanos sobre otros, implica no sólo una
relación unilateral y descendente del poder, es decir, unos mandan y otros obedecen, sino también
una desigual distribución de la riqueza, de modo que las superiores condiciones de vida de los
opresores se garantizan mediante la opresión y explotación del resto.

Por último, el elemento dinámico y de lucha correspondiente a esta forma de entender la histórica
radica en la idea de revolución. Esta idea nos indica que las formas de dominación y opresión que
caracterizan cada tipo de sociedad, generan a su vez los elementos que transformarán la sociedad en
el futuro.

Ante este marco conceptual, los autores introducen a su sociedad contemporánea, la sociedad
burguesa, como al tipo de sociedad que se deriva de la sociedad estamental medieval y del
absolutismo renacentista. En la sociedad burguesa se sigue dando la lucha de clases, pero con una
particularidad: las escalas de poder se simplifican, se aplanan, de modo que se tiene a que tan sólo
haya dos grupos o clases3. Estas dos clases, como se indica en el título del capítulo, son la de los
burgueses y la de los proletarios.

Dado que la obra tiene principalmente el carácter de programa político, la densidad de algunos
conceptos y teorías políticas de las que dependen algunas de sus observaciones no siempre quedan
al alcance del lector no versado en la obra de los autores. En concreto, el carácter técnico de los
términos 'burgués' o 'burguesía' y 'proletario' o 'proletariado' no se podría apreciar con la sola lectura
del manifiesto, puesto que depende del pensamiento filosófico y económico de los autores,
desarrollado en otras obras. Así pues, y pese a que la comprensión del texto no se adolece de la falta
de esta apreciación, consideramos interesante añadir a este resumen algunas pinceladas básicas
sobre el sentido técnico de estos términos.

En la página 50 del manifiesto se dice del proletariado que es “la clase de obreros modernos que
viven tan sólo si encuentran trabajo, y que solamente lo encuentran si su trabajo aumenta el capital.”
Con esta aproximación, que remite al sentido corriente del término proletario, podemos acercarnos
al sentido técnico que se le da en el pensamiento marxiano. Así el proletario se define con relación
al capital. El capital para Marx es el conjunto de medios de producción que permiten generar una
plusvalía en el proceso de producción. Para generar esta plusvalía, el capital hace uso en el proceso
de producción de mercancías de diversa índole, pero especialmente una mercancía denominada
'fuerza de trabajo'. Mediante la plusvalía generada, se acumula el capital, que permite seguir

2 Manifiesto Comunista. Edición citada, página 41.


3 Íbidem. Página 42.

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generando plusvalía y acumulando capital. Esa 'fuerza de trabajo' que precisa el capital se obtiene,
como podemos deducir de lo anterior, de los obreros modernos, del proletariado. Así pues, el
proletario es aquél que no tiene capital, y que para poder vivir ha de alquilar su fuerza de trabajo al
capital, de modo que este pueda reproducirse. Este es el sentido técnico del término. Y de modo
contrario, burgués deviene aquel que tiene capital en propiedad, y que por tanto no precisa de
alquilar su fuerza de trabajo para sobrevivir.

Aclarado este punto, podemos proseguir con el hilo de la obra, recorriendo el camino que ha
conducido a la aparición del tipo de sociedad burguesa.

Nos dicen los autores que históricamente la burguesía ha desempeñado un papel altamente
revolucionario4. Este papel revolucionario se explica porque a través del desarrollo de su particular
modo de producción, la burguesía ha ido destruyendo y transformando todas las relaciones de poder
y los modos de producción propios de la sociedad antigua. De modo notable según los autores, el
auge de la burguesía ha supuesto la disolución de todas las ilusiones políticas y religiosas que
servían para la dominación de las antiguas clases opresoras, y “ha demostrado lo que puede llevar a
cabo la actividad humana [revolucionando] continuamente los instrumentos de producción [y] todas
las relaciones sociales”5.

Además, como el sistema de producción capitalista precisa de ampliar continuamente su mercado,


la burguesía ha extendido paulatinamente su revolución a todos los rincones del globo6, “obligando
a todas las naciones a apropiarse del modo de producción burgués”7 o sucumbir en el intento.

Sin embargo, la revolución global burguesa contiene, como todos los cambios y transformaciones
sociales en la historia, incluidos en su naturaleza los elementos que darán lugar al siguiente cambio
y transformación social, pues su modo de producción requiere de la otra cara de la moneda: el
proletariado.

Según los autores, a medida que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla el
proletariado. Los competidores de la alta burguesía industrial, los pequeños burgueses, la vieja
aristocracia y los terratenientes van pasando a engrosar las filas del proletariado en el momento en
que pierden capacidad de acumular capital, produciendo aquella simplificación social que
comentábamos.

La explotación del proletariado por parte de la burguesía va paulatinamente degenerando las


condiciones de vida de este debido a que el salario ha de ser siempre lo suficientemente bajo como
para permitir la generación de la plusvalía. Y sólo por ello, desde el mismo momento en que se
entra a formar parte del proletariado, se está en lucha contra la burguesía, pues los intereses de esta
irán siempre a la contra.

Por último se desarrolla en este capítulo la idea de la revolución proletaria, la transformación social
que seguirá al desarrollo de la sociedad burguesa y el modo de producción capitalista. En la
doctrina de los autores, del mismo modo que en la edad media se gestaron los elementos que dieron
lugar al desarrollo de la burguesía, así en la época burguesa se genera, disciplina (cuasi-

4 Íbidem. Página 44.


5 Íbidem. Página 45.
6 Nótese que esta apreciación se realiza ya por los autores a mediados del siglo XIX.
7 Íbidem. Página 46.

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militarmente) e instruye políticamente al proletariado, se establecen nuevos y más sofisticados


medios de comunicación y transporte, se preparan las condiciones para que las crisis económicas
sean cada vez más globales, violentas e inevitables, es decir, se desarrollan los elementos que
acabarán con la sociedad burguesa.

Pero como decíamos antes, la sociedad burguesa tenía la particularidad de simplificar la


organización social, reduciendo el número de clases a dos, con lo cual encuentran los autores
también una particularidad en la que ha de ser la siguiente revolución social:

“Todas las clases que antes conquistaron el dominio intentaron asegurar la


posición que habían alcanzado sometiendo la sociedad entera a las condiciones en
que ellas obtenían sus ganancias. Los proletarios sólo pueden conquistar las
fuerzas productivas sociales aboliendo su propio modo de apropiación hasta ahora
existente.”8

Es decir, cuando el proletariado pase a ser la clase dominante, se acabará al tiempo la dominación.
La revolución y victoria del proletariado implicará el fin de la historia de la explotación del hombre
por el hombre, la supresión de “las condiciones de existencia de los antagonismos de clase, las
clases como tales y, con ello, su propio dominio en cuanto clase.”9

En el segundo capítulo, titulado “Proletarios y comunistas”, se expone la relación del partido


comunista con el proletariado, los partidos obreros y los intereses del proletariado en general y se
realizan aclaraciones sobre algunas tesis políticas concretas.

Con respecto al proletariado y los partidos obreros, la perspectiva del Manifiesto es que los
comunistas no representan una opción política especial puesto que defienden los mismos intereses
que el resto, es decir, “constitución del proletariado en clase , derrocamiento del dominio burgués,
conquista del poder político por el proletariado.”10

Lo que distingue a los comunistas si algo es su capacidad teórica para comprender la marcha del
movimiento obrero, su visión internacionalizadora del mismo y su radicalidad que les impulsa a ir
siempre más allá.

Con respecto a las aclaraciones, se empieza por el asunto de la propiedad. Los comunistas
reivindican la abolición de la propiedad privada, pero según Marx y Engels, esto no implica la
abolición absoluta de la propiedad, sino que implica por un lado, la abolición de un modo específico
de apropiación, el burgués (que a su vez implicó la abolición del modo feudal de apropiación, etc) y
por otro lado, la transformación del carácter social del capital, que es propiamente una propiedad
social, pasando de tener un carácter clasista a tener un carácter comunitario.

A continuación se da cuenta del trabajo asalariado, con respecto al que los autores aluden que es el
modo de apropiación propio del proletariado, pero que el comunismo no pretende abolirlo en tanto
que modo de apropiación, sino que lo que pretende es eliminar su carácter miserable, por el cuál el

8 Íbidem. Página 55.


9 Íbidem. Página 69. Pese a que esta cita es del segundo capítulo, en ella simplemente se expresa con mayor fuerza y
claridad la conclusión que se plantea en el primer capítulo, por esto hemos escogido esta cita.
10 Íbidem. Página 59.

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proletario sólo accede a los medios necesarios para su existencia si ello sirve para multiplicar el
capital, es decir, si ello beneficia a la clase dominante. “En la sociedad comunista el trabajo
acumulado es sólo un medio para ampliar el proceso vital de los trabajadores, para enriquecerlo,
para favorecerlo”11, se nos dice, y esto se explica porque el trabajo acumulado en la sociedad
burguesa es el 'capital', que es propiedad de la burguesía y sólo favorece los interesas de esta clase,
mientras que el 'capital' en la sociedad comunista, sería propiedad común, favoreciendo los intereses
de todos los trabajadores.

Y durante el resto del capítulo se combaten objeciones políticas y morales habituales contra el
comunismo, como la de la supresión de la libertad, la educación, la familia o la patria. Para rebatir
estas objeciones, los autores arguyen que todas comparten una base común, que es la de asimilar
cada concepto a la representación clasista que se tiene de el. Por ejemplo, se explica que la libertad
la entienden los burgueses como 'libre comercio' y que evidentemente, el libre comercio se suprime
en la sociedad comunista. Pero la supresión del libre comercio no es idéntica a la supresión de la
libertad, con lo cual, la objeción de supresión de la libertad se rebate en tanto que se muestra la
falacia de confusión y en tanto se responde afirmativamente a la voluntad de supresión de esos
conceptos.

En definitiva, los comunistas responden a las objeciones mostrando que éstas son objeciones
reaccionarias, que parten de una miopía derivada de los intereses de la clase burguesa.

Sin embargo, habría una última objeción relacionada con la radicalidad de las rupturas que plantea
el comunismo a diferencia de otros cambios históricos. Y ante esto es donde entra en juego otro de
los principios filosófico-políticos del “materialismo histórico” (principio que es además propio del
pensamiento marxiano). Llamaremos a este principio “principio del origen material de las ideas” a
falta de una denominación mejor. Con este principio se expresa la idea de que en cada etapa
histórica y en cada sociedad, la cultura, los sistemas de pensamiento o en general lo que los
antropólogos materialistas actuales denominan 'superestructura' surge directamente de o viene
determinado por, y refleja, las condiciones materiales, el modo de producción y reproducción, y la
estructura social (relaciones de propiedad y de dominación). De este principio se deducen, entre
otras cosas, las conclusiones de que en cada época, las ideas sobre la libertad, religión, justicia,
etcétera reflejan y soportan las relaciones de poder, propiedad y dominación propias de la clase
dominante, y de que el pensamiento humano no puede ir más allá de esas, sus condiciones
contemporáneas, pudiendo resultar visionario o revolucionario sólo cuando ya se dan de hecho los
elementos que puedan producir cambios.

Si aplicamos este principio a la objeción mencionada, tenemos que la radicalidad de los cambios
que introducirá la sociedad burguesa se deduce de la particularidad de que los cambios anteriores se
basaban en cambios sociales por el acceso al poder y a la dominación de unas clases por otras y por
contra, la revolución proletaria suprimirá las relaciones de dominación, con lo que supone una
ruptura más radical, difícil de entender para aquellos que piensan desde unos conceptos derivados
de una sociedad clasista en la que todavía se da la dominación de unos pocos sobre la mayoría.

Finalmente, en este capítulo se dan las directrices que habrían de guiar el movimiento obrero, al
menos en los países más adelantados, y estas incluyen, la expropiación de la tierra, la centralización
del crédito y de los transportes, la planificación de la producción, la imposición universal de la igual
obligación de trabajar y la educación universal y gratuita. En resumen, la apropiación común del

11 Íbidem. Página 61.

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capital y las medidas necesarias para obtener un rendimiento comunitario.

En el tercer capítulo, “Literatura socialista y comunista”, se distinguen tres tipos de literatura


socialista, la reaccionaria, la conservadora y la crítico-utópica. A su vez, el socialismo reaccionario
se subdivide en feudal, pequeñoburgués y <<verdadero>>.

Analizando los distintos tipos de literatura, los autores llegan a la conclusión de que ninguna de
ellas es útil para los intereses revolucionarios, pues responden a intereses de la clase burguesa o de
la clase aristócrata, ya desahuciada.

El último capítulo, el que desarrolla la “Actitud de los comunistas respecto de los diferentes
partidos de la oposición”, se puede resumir con lo que los autores dicen en la página 85 de la citada
edición:

“los comunistas apoyan en todas partes cualquier movimiento revolucionario


contra la existente situación social y política […] pero en ningún momento
olvida[n] acentuar la creación entre los trabajadores de una conciencia lo más
clara posible del antagonismo hostil existente entre burguesía y proletariado, con
el fin de que los obreros […] sepan de inmediato convertir las condiciones
sociales y políticas […] para que, una vez derribadas las clases reaccionarias […]
comience enseguida la lucha contra la burguesía misma.”

CRÍTICA

El “materialismo histórico” como principio filosófico-político subyacente al texto del Manifiesto,


implica una visión unificadora de la historia de la humanidad y se articula sobre conceptos como
modo de producción, fuerzas productivas, relaciones de producción y de propiedad, dominación,
explotación, condiciones de vida, clase, estructura social, superestructura, conciencia, etcétera.

Para resumir, podríamos decir que en este principio se articula la idea de que la historia de la
humanidad es la historia de la sucesión de los modos de producción. A través de esta sucesión de
modos de producción, asistimos al despliegue y desarrollo de las fuerzas productivas del género
humano, siempre en aumento. Además, cada modo de producción implica y necesita de unas
determinadas relaciones de producción y estructura social, que a su vez determinan las relaciones de
propiedad y la conciencia (superestructuras) dando lugar a las diferentes sociedades que
históricamente conocemos: el esclavismo greco-romano, el despotismo oriental, el feudalismo
medieval, el absolutismo renacentista y la moderna sociedad burguesa.

La otra idea que se articula es la idea de que todos estos modos de producción de han basado en la
división social en clases y en la imposición a toda la sociedad de las condiciones de vida en las que
la clase dominante obtiene sus ganancias y se mantiene en el poder, condiciones de vida que a su
vez, generan los elementos que darán lugar al siguiente cambio. Es decir, que los sucesivos cambios
de modo de producción han venido de la mano de los cambios de poder y de clase dominante, y
propiciados directamente por la acción humana.

De esto se sigue que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, es decir, que los
cambios históricos de modo de producción reflejan la dominación y explotación de unas clases

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dominantes minoritarias sobre el resto, y la lucha de los oprimidos por liberarse de la opresión.

También se sigue el citado “principio del origen material de las ideas” que comentábamos, y que de
algún modo, expresa a su vez el mayor o menor conservadurismo de toda superestructura.

Por último, el “materialismo histórico” determina el análisis político que a lo largo del resumen de
la obra hemos visto y según el cual, la moderna sociedad burguesa ha de ser superada por la
sociedad comunista y con ello, ha de dar lugar al final de la lucha de clases, y al final de la
explotación de unas clases sobre otras.

Huelga decir que una radical crítica del texto (que por otro lado no necesariamente se ha de
emprender) del Manifiesto pasa por criticar el punto de vista del “materialismo histórico”. Además,
y pese a que este tipo de críticas se han emprendido en innumerables ocasiones, desde diversos y
diferentes puntos de vista, hoy en día no resultaría interesante discutir lo que viene a ser
propiamente la propuesta política de la obra, pues en el panorama político actual, el comunismo ha
sido ampliamente desacreditado, y si las condiciones sociales y políticas no cambian mucho, ni
siquiera se puede hacer una consideración seria de la aplicabilidad de la misma.

Así pues, lo que puede resultar interesante es analizar el citado diagnóstico histórico y considerar
los aciertos y errores que se puedan encontrar en el desde algún punto de vista.

En este caso, llamaremos la atención sobre un aspecto contradictorio que se puede observar en entre
el principio básico y el diagnóstico alcanzado. Según el pensamiento de los autores y como
decíamos, la historia estaría trazada por los cambios de modos de producción y con ello la sucesión
de formas de dominación de una parte de los humanos sobre otra. En la moderna sociedad burguesa,
lo característico sería la simplificación de esta dinámica hasta la reducción a dos clases, burguesía y
proletariado. Y a esta simplificación, una vez superada, correspondería la abolición definitiva de la
dominación.

En principio, la coherencia se garantiza mediante el razonamiento de la simplificación, y la


suposición de que la dinámica de la sociedad burguesa genera el desarrollo y unificación del
proletariado, que alcanzará el poder. Además, también se añade el apoyo de una suposición según la
cuál la instrucción cuasi-militar del proletariado y su implicación política promovida por la
burguesía genera conciencia de clase, unión y capacidad de acción política de forma acelerada en
comparación con edades anteriores gracias también al desarrollo de los modernos medios de
comunicación y transporte.

Sin embargo, no hace falta comparar este diagnóstico con lo realmente sucedido en la historia para
darse cuenta de que algunos aspectos del mismo pueden haberse concluido precipitadamente. Si el
“materialismo histórico” implica la explotación del hombre por el hombre, cualquiera que desde
este punto de vista piense que en su sociedad actual hay particularidades que puedan implicar que
un cambio y superación del modo de producción actual conlleve el final absoluto de la explotación
debería considerar si no existen además particularidades que indiquen lo contrario. Ya en el 1848,
fecha de la redacción del manifiesto, podemos encontrar elementos que nos ayuden a pensar que la
clase política es un nuevo tipo de clase dominante que se generará con el desarrollo de la sociedad
burguesa, y con ello podríamos pensar que la revolución proletaria podría ser aprovechada por esta
nueva clase para instaurarse en el poder y seguir explotando a los obreros. O bien podríamos
considerar la expansión colonial y el sometimiento que las potencias europeas y americanas estaban

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imponiendo al resto del mundo, y con ello podríamos pensar que habrían unas naciones que se
convertirían en algo así como “naciones burguesas” y otras que se convertirían en “naciones
proletarias”. También podríamos pensar en el potencial revolucionario de clases enteras que no
respondían a la dicotomía proletariado/burguesía como por ejemplo el campesinado ruso.

En definitiva, el diagnóstico adolece de cierta simplicidad, y por ello, podemos entender fácilmente
que en la historia real, se mostraran sucesos diferentes a los que se predecían en el planteamiento
comunista.

Por lo demás, la finura clínica de algunos de los análisis que se hacen, sobre todo con respecto a la
forma de dominación burguesa, su modo de expansión, y la revolución que le es propia, podríamos
decir que son de un acierto pasmoso.

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