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Charles Bukowsky
La democracia es un concepto difícil de entender y todavía más difícil de ejercer: tanto para el
que la debe de proveer como para el que la exige implica renuncia, entendimiento mutuo,
empatía y voluntad. Según la Real Academia de la lengua Española, la democracia se define
como: “Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”. Una definición
muy escueta para tratarse de un concepto tan amplio. Me referí entonces mejor a la definición de
democracia que viene en la socorrida Wikipedia: “Democracia es una forma de organización de
grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la
totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva
de los miembros del grupo. En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno, de
organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por
el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le
confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de
convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se
establecen de acuerdo a mecanismos contractuales”.1
Esta definición ya tiene un poco más de carne. La democracia es entonces, de base, una forma de
organización política donde el poder reside en la totalidad de sus miembros –nos podemos
también referir en este sentido a su etimología basada en los vocablos griegos “demos” que
significa pueblo y “krátos” que puede traducirse como poder o gobierno– y donde las decisiones
se toman de manera colectiva. En el sentido amplio la democracia también configura las maneras
en las que nos relacionamos los unos con los otros. Todo lo que conocemos entonces está
formado de acuerdo a la visión de la democracia: las instituciones, los espacios, los discursos. De
manera teórica o práctica la democracia forma parte de nuestras vidas, metida dentro del corazón
del tejido social.
Sin embargo, la mayoría de las veces la democracia en México es pura teoría. Históricamente
hemos tenido votaciones manipuladas, pocas vías oficiales de participación ciudadana y una
casta política de gobernantes que atiende a sus propios intereses sin importarse un ápice por lo
1
Wikipedia (2010) http://es.wikipedia.org/wiki/Democracia
que el pueblo necesita o por lo que el pueblo quiere. Esto, sumado a la poca participación
ciudadana y a una atmósfera de descontento a la que se agregan muchos años de impunidad
política, ha causado que en los últimos treinta años el ejercicio de la ciudadanía haya decaído,
incluso los mexicanos ya no salen a votar.
Este ensayo pretende construir un hilo conductor entre las políticas públicas representadas en la
campaña “Guadalajara consciente” y conceptos como agencia social, habitus, democracia e
instituciones para evidenciar cómo el gobierno de municipal de Guadalajara ha intentado
potenciar la participación ciudadana paralelamente a sus propias obligaciones.
Para el sociólogo francés Pierre Bourdieu, nuestra sociedad se balancea en la relación dicotómica
entre lo individualista y lo estructuralista, entre lo objetivo y lo subjetivo y que para realmente
entenderla es necesaria una explicación dialéctica del fenómeno social. La antropología de
Bourdieu parte de postular que la “relación entre el agente social y el mundo no es la existente
entre un sujeto (o una conciencia) y un objeto, sino aquélla de ‘complicidad ontológica’ –o de
‘posesión’ mutua– entre el habitus, como principio socialmente integrado de percepción y
apreciación, y el mundo que lo determina”. (Wacquant, 1995)
Esto quiere decir, en pocas palabras, que el corazón de lo que nos hace sociedad se encuentra
precisamente en la tensión entre lo que está objetivado y lo que parte de la subjetividad, entre las
estructuras y el agente activo en el cual se fundamenta la vida social (Giddens, 1995), todo en un
contexto histórico, geográfico y cultural. Se trata de reconocer que lo social es producto de los
actores y los actores son producto de lo social.
Bourdieu desarrolla aún más esta tensión, dotándola de una dimensión histórica y cultural y a la
que denominó habitus. Para Bourdieu, el habitus es la raíz de la forma en que los sujetos (la parte
subjetiva) actuamos en la sociedad: “la acción no es una respuesta cuya clave se encuentra sólo
en el estímulo desencadenante; tiene como principio un sistema de disposiciones, lo que llamo el
habitus, que es producto de toda la experiencia biográfica” (Bourdieu, 1990). Esa experiencia
biográfica de la que habla Bourdieu y que está aglutinada en el habitus, nace principalmente de
las estructuras sociales (la parte objetiva) que por medio de sus discursos moldean nuestra vida
social. El habitus es una piel social, los lentes a través de los cuales vemos el mundo, el cúmulo
de discursos de las instituciones sumados a las experiencias que tenemos a lo largo de nuestra
vida en sociedad.
Dentro de esta mencionada tensión entre las estructuras sociales, el sujeto y el habitus, se da lo
que Bourdieu define como “agencia social”, que no es otra cosa más la capacidad que tenemos
todas las personas de construir nuestra propia realidad. Para Bourdieu, los sujetos a la par de las
instituciones -y algunas veces a pesar de ellas- somos capaces de moldear y decidir sobre la
realidad social en la que vivimos, siempre pensándonos y definiéndonos como un cuerpo
socializado que es a su vez institucional es histórico. Las instituciones, como el Estado, y la
historia configuran quiénes somos. Pero el sujeto dentro de su capacidad de construir su realidad
no puede estar solo, la legitimidad y el peso de la institución debe estar detrás de él. Por ello, los
discursos del gobierno municipal de Guadalajara en su campaña “Guadalajara consciente”
pretenden el concepto de agencia social al extremo, dándole toda la responsabilidad de lo
ocurrido con nuestra realidad social a los habitantes de esta ciudad y olvidando la parte
institucional que como Estado debe de proveer.
En el mes de Abril del presente año, el gobierno de Guadalajara lanzó una campaña mediática
para promover el uso de la bicicleta, la separación de la basura y el ahorro del agua entre otras
acciones para hacer una ciudad "consciente". En los spots de radio y televisión te piden que
prefieras usar la bicicleta porque no contamina, te invitan a que, si eres automovilista, cuides y
respetes al ciclista, a que separes la basura de acuerdo a los lineamientos municipales, que
riegues tu jardín por las noches y una serie de acciones encaminadas principalmente a los tres
temas que expuse. Esto parecería una campaña cualquiera si no fuera por el contexto de lo que
está ocurriendo en la ciudad: la asignación de recursos para la movilidad no motorizada
(específicamente para promover el uso de la bicicleta) es nula, la separación de basura es una
política pública que no funciona y el SIAPA está quizá en la peor crisis de su existencia.
El caso específico de la promoción del uso de la bicicleta hace evidente lo que expongo. A
principios del mes de Abril en la Zona Metropolitana de Guadalajara se estaba decidiendo sobre
el destino del dinero del Fondo Metropolitano, poco más de $5,700 millones de pesos que se
invertirían para obra pública en los municipios que conforman la metrópoli. Del total del fondo
metropolitano, el 75% iría destinado para movilidad urbana. Habiéndose entregado
recientemente a los munícipes un plan maestro de movilidad no motorizada que durante dos años
se había elaborado entre ciudadanos, urbanistas e instituciones a nivel nacional e internacional,
se esperaba que una parte de ese presupuesto del Fondo Metropolitano se destinara para la
construcción de ciclovías. Al final de la deliberación, los poco más de $4,300 millones de pesos
en movilidad urbana fueron destinados exclusivamente en obras para el automóvil. Unos días
después, el municipio de Guadalajara lanza su campaña de “Guadalajara consciente” donde
promueve el uso de la bicicleta, en una ciudad donde los peatones y ciclistas atropellados están a
la orden del día. Con esto, el municipio pretende incrementar el número de ciclistas urbanos,
que impactará positivamente en la movilidad y medio ambiente de la ciudad, pero sin invertir ni
un centavo en proveerlos de infraestructura básica para su seguridad. La institución está
habilitando la agencia social de sus sujetos, está creando en ellos la capacidad de decidir cómo se
mueven dentro de su ciudad, pero no está proporcionándoles ni siquiera la infraestructura básica
para cuidar lo primordial: su propia vida.
El caso de la separación de basura es similar. Hace poco más de un año, el gobierno de Jalisco
lanzó una campaña para que la gente separara su basura y la entregara a los camiones
recolectores según el día que tocara: la orgánica los lunes y los jueves, la inorgánica los martes y
los viernes y la sanitaria los miércoles y sábados. El planteamiento del gobierno implicaba crear
de manera municipal una reglamentación para la recolección selectiva de desechos sólidos donde
se explicara desde la logística de las recolecciones y el destino de los desechos hasta las
sanciones que se aplicarían en caso de no separar correctamente la basura. Desde hace más de un
año entonces, varios tapatíos –más de buena fe que por otra cosa– realizan la separación de su
basura, entregándola en bolsas cerradas y separadas según lo dispuesto por el gobierno del
Estado. Sin embargo, está comprobado que los trabajadores de los camiones recolectores de
basura reciben todo cualquier día de la semana, sin multas ni sanciones de ningún tipo. Peor aún:
el destino final de todos los desechos sólidos es el mismo, sin importar qué día de la semana sea.
En los tiraderos municipales, como el de de Matatlán o el de Los Laureles, la basura llega y se
revuelve con la del día anterior. No hay esfuerzos gubernamentales tampoco en ofrecer la basura
reciclable a empresas que pudieran reutilizarlas. Por ello, muchos habitantes de esta ciudad han
optado por llevar sus desechos reciclables directamente con empresas que se encargan de
distribuirlos para su reuso o de hacer compostas caseras en el caso de los desechos orgánicos,
pero son los menos. De nuevo, el gobierno municipal pretende resolver un problema serio de
contaminación dejando todo en manos de la “buena fe” de los habitantes.
No digo con ello que gobierno en un desplante de paternalismo deba hacer todo –cayendo en la
otra acepción de “democracia representativa” donde la representación se realiza en “en lugar de”,
como en el caso de un padre o tutor– sino que cada quien debe hacer la parte que le corresponde.
En estas campañas engañosas disfrazadas de participación ciudadana, el gobierno lo único que
quiere hacer es confundirnos para que -confiados en la apatía tapatía- si las cosas no cambian, no
se les pueda culpar a ellos: lavado de manos al estilo "Poncio Pilato". La agencia social de
Bourdieu tergiversada y llevada al extremo, donde el estado pierde el piso y olvida la razón por
la cual existe: habilitar la agencia del sujeto en las mejores condiciones y procurar así el
bienestar social.
Bibliografía
Habermas, J. (10 de enero de 1997). Encuentro con Habermas. (J. Poulain, Entrevistador)