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PSICOSIS Y CREACIÓN

ESCRITURA ¿MEDIO O FIN?

por Mayra Nebril


mayranebril@adinet.com.uy

Desde hace siete años coordino talleres literarios en el Centro de Rehabilitación


Psicosocial Surpalermo. El primer grupo estuvo conformado por los usuarios de la Comunidad
Terapéutica, pacientes en su mayoría psicóticos, que transitaban su proceso de
rehabilitación. el taller literario era, y sigue aún siendo, una de las actividades que el Centro
propone dentro del marco de la rehabilitación. El taller de escritura, así como el de teatro,
o música, o artesanías, o plástica, son actividades puestas al servicio del tratamiento del
paciente. Cada uno de los pacientes de la Comunidad terapéutica participa de todas las
propuestas, Talleres, Asamblea, Grupo terapéutico, sesiones familiares e individuales, por lo
tanto, la motivación no está en relación a la tarea o al taller específico, si no en relación a la
rehabilitación como conjunto.

Me aparece oportuno aclarar que la manera en la que me vinculo con la institución, es


por ser una psicóloga “que además escribe”. Comienzo sostenido por mis credenciales como
psicóloga, y sólo en un segundo plano por escribir ficción.
Cuando recuerdo el primer encuentro con ese grupo, aún me causa gracia la situación que
vivimos. Luego de ser aceptada mi propuesta para coordinar el taller, evalué cual sería el
mejor texto con el cual trabajar para presentarme, a la vez que las expectativas que tenía
con respecto a hacerme cargo de esa tarea. Por aquel entonces, comenzaba a leer con
atención a Lacan. James Joyce y el sinthome, habían llamado mi atención, ya que la escritura
era un interés para mí, y se proponía como posibilidad de estructurar, de dar cuerpo, ¿de
curar tal vez? En definitiva y mirando para atrás, sé que fui buscando a algún Joyce, alguien
capaz de demostrarme que escribiendo se operaban milagros, que la palabra escrita es
articuladora y portadora de verdad.

Llegué a la Comunidad nerviosa. Los usuarios esperaban a “la profesora”. “¿Les gusta
leer?”, pregunté, “¿Alguno escribe?”, insistí. Las respuestas fueron contundentes. “No. Ni un
poquito. Me aburre. No logro concentrarme. No me gusta.” Uno, en voz bajita acotó, que
escribía muy de vez en cuando; y otro, que leer le apasionaba antes de la enfermedad, pero
ahora ya no. “No importa”, me dije, con el tiempo les va a gustar, se trataba de lograr
motivarlos en eso que me resultaba una pasión. “Por suerte traje algo divertido”, pensé.
Había elegido como texto de presentación, un breve cuento de Mario Levrero, que a mi
parecer es muy cómico, y luego de las presentaciones de los participantes y del método con
el cual íbamos a trabajar, lo leí. Al terminar, el silencio fue profundo. Nadie se reía, ni
siquiera sonreían. Los rostros eran de aburrimiento o de franca preocupación. El cuento relata
un viaje en ómnibus y las peripecias confusas, después descubrí que también ambiguas, a las
cuales el protagonista se debía enfrentar. Qué más puedo contarles de este comienzo, me vi
envuelta en tener que explicar el texto, que al igual que sucede con los chistes, si hay que
aclararlos pierden gracia, encanto. Destripé el relato de Levrero, y fue tan engorroso que
desistí. Frustrada y a medio derrotar, propuse una consigna. Para mi sorpresa, casi todos
escribieron.
Salí de la Comunidad cuestionándome si quería regresar. No estaba Joyce allí, y era bastante
evidente que sería muy difícil que algún día acudiera a la cita. ¿Pero había algo para hacer?,
¿qué entonces?, ¿cómo posicionarme en el taller?

Dos años después de esta primera experiencia, se armó un nuevo grupo. La propuesta
está incluida dentro de un programa de diferentes Cursos y, está enfocada a pacientes que
han transitado alguna vez, un proceso de rehabilitación. Es el interés por la escritura y la
lectura lo que motiva la integración al grupo; y ya no el tratamiento en sí mismo. Me
interesó, me planteaba un desafío personal y profesional. Fue también ésta experiencia la

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que me ha hecho pensar más algunas cuestiones teórico- técnicas, que hacen a mi quehacer
como coordinadora del taller.
Era distinto estar a cargo de un grupo de escritura enmarcado dentro de una Comunidad
Terapéutica; que de otro en el que sus participantes buscaban escribir más y mejor. Necesité
entender la nueva tarea, para poder sostener mi lugar. Se requería más de la escritora y
menos de la psicóloga. Pero, si bien al menos a mi parecer, la psicóloga y la psicoanalista
estaban habilitadas a ser; la escritora, estaba aún en proceso de construcción.
Cuestionamientos como si era la persona indicada, si tal vez no se requeriría de más
conocimientos en lo que a lectura y reglas de escritura, me tomaron. Debía recrear la tarea y
también mi rol. Acepté el reto, me interesaba verdaderamente la experiencia. Al formular la
propuesta de trabajo, el énfasis lo puse en intentar transmitir mi pasión por la lectura y la
escritura, a la vez que habilitar un espacio en el que decir contando …en definitiva un taller
literario.

En principio la estructura de los talleres que coordino, tiene mucho en común con los
talleres en los que he participado. La mejor síntesis (a mi criterio), de lo que me resulta
productivo y habilitante para motivar a escribir. El taller dura dos horas aproximadamente. Y
tiene una rutina que hemos ido instaurando, y que se respeta, con pequeñas modificaciones
que el grupo ha solicitado o variaciones que he necesitado introducir. En la primera parte se
lee algún texto y se analiza, y una segunda parte, en la que facilitando una consigna como
punto de partida, los participantes escriben y comparten con el grupo después. Pocas veces
se corrige, pero la lectura hace surgir comentarios y sugerencias de los compañeros y de mí. A
veces el material que sostiene la primera parte, son creaciones escritas a lo largo de la
semana por ellos mismos, y los autores consagrados ocupan cada vez menos espacio. El taller
no es un grupo terapéutico, los objetivos planteados tienen que ver con la escritura y la
creación, a la vez que con la conformación de un grupo como espacio de referencia. Pero
desde el momento en que uno lee lo que ha escrito, expone su punto de vista, el producto de
su fantasía, la intimidad del efecto de la mirada interior, se muestra. Efecto grupal,
conocerse a través del otro, conocerse a través de la propia escritura.

El primer año eran cuatro los participantes de este nuevo taller y éramos dos las
coordinadoras, la continuidad no era buena. El segundo año se incrementó el número y la
asistencia. Hoy por hoy son diez, algún pasante de psicología y yo.
El formato del taller ha ido variando. Primero, al igual que en el grupo de la Comunidad
Terapéutica, era mi criterio el que ordenaba temas u autores. Pero luego el grupo empezó a
reclamar determinadas lecturas, y también temas. Decidimos funcionar con ciclos temáticos.
Ciclo de ciencia ficción, ciclos de cuentos de amor, me animé a proponer un ciclo de humor,
resultó un poco mejor que aquella primera lectura del cuento de Levrero, pero a decir
verdad, la única que se carcajeaba era yo. Luego vinieron los reclamos acerca de que nunca
se trabajaba con poesía, y que gran parte de los participantes escribían versos, leímos y
disfrutamos con la poesía. Al año siguiente plantearon que sería bueno trabajar ciclos de
autor, ya que si no conocían un poquito de cada quien. Cada vez escribían y leían más. Al
mismo tiempo, el grupo se afianzaba y los proyectos como sueños conjuntos crecían.
Fantaseábamos sobre publicar nuestro libro, o poder editar mensualmente una revista, o
escribir teatro y poner una obra con actores a funcionar…
Se comenzaron a festejar cumpleaños, hicieron una lista de teléfonos, avisaban si no podían
venir al taller, primero al Centro, luego a mí, y actualmente al compañero con quien tienen
más afinidad, empezaron a contactarse también para desarrollar algunas consignas de a dos,
poesías, o cuentos en los que cada uno escribía su texto en compañía del otro y que
compartían entre ellos, antes de mostrarlo en el taller. Era muy claro que éramos un grupo.
Un lindo grupo. A mí me gusta mucho coordinar este taller.
Es un espacio que funciona como puerto al cual llegar y desde el cual partir. Una tarea con la
que se comprometen, ya que tanto los ejercicios semanales, como el comentario de las
producciones de sus compañeros, son disfrutadas. Hay buen clima. El intercambio es rico y
productivo. Llevamos mate, a veces galletas, se prende incienso, nos reímos, hacemos planes,
charlamos, pasamos un buen rato. El grupo en sí mismo es referente y sostén, sus vehículos
son la lectura, la escritura, los vínculos.
La creación es el medio para mostrar y decir.

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A principio del 2008, el grupo insiste en el tema de tener nuestra primera publicación.
E incluso comienzan a pensar cómo podríamos hacer para financiarlo. Me piden que consiga
algún presupuesto de imprentas para hacer un pequeño tiraje. Con la cifra aproximada del
costo, deciden que cada uno de ellos pondrá dinero. Adriana la pasante de psicología que nos
acompañaba en ese momento y yo, también nos ofrecemos a poner plata. Seremos una
cooperativa. Vamos a hacer el intento de convertir en realidad lo que hacía años soñábamos.
Como estrategia, debido a la escasez de recursos, decidimos que parte de los libros los
venderíamos por anticipado. Venderíamos una promesa, para recaudar fondos. Éste fue el
momento en que el proyecto peligró, ya que tuvieron muchas dificultades, para ofrecer
siquiera el libro y los temores acobardaban. Decidí salir del problema, haciéndome cargo de
esta venta anticipada y dejando a cargo de ellos, la venta con el objeto concreto en la mano.
El proyecto comienza a verse como realidad y posibilidad. La emoción que a veces nos
desbordaba, volvía a ser disfrutable y manejable. La cooperativa que armamos, funcionaba
también para decidir qué textos irían de cada quien. Cada uno de los participantes traía
varios cuentos o poesías de su autoría y el grupo votaba por los que más les gustaban. Me
pidieron que publicara en el libro. Acepté. Llevé un cuento, creyendo que sería suficiente,
que me lo aprobarían de primera. A casi ninguno le gustó. Muy comunista, sentenciaron.
Llevé otro. No mucho, dijeron, era un cuento cómico y no los hacía reír. El tercero lo
aceptaron por unanimidad. Fue un alivio.

Todo el proceso de la publicación fue muy intenso. Grandes expectativas, importantes


montos de ansiedad, a veces desbordes que tuvimos que contener. Apareció el libro, el
producto, el objeto, nos gustó, y fue realmente emotivo. Los abrazos eran fuertes. Las
gracias sentidas. Las risas contagiosas. El grupo tenía más consistencia. Bromeaban. Se
criticaban. Empezaron a venderlo, recuperamos lo invertido, y obtuvimos algunas ganancias.
Decían de lo que les habían comentado a cada quien, acerca de lo escrito.
A los meses aparece en varios de los participantes la necesidad de inscribirlo en la Biblioteca
Nacional, para obtener los derechos de autor, y que sea nuestro de verdad, comentan.
Además para que no nos roben la idea, ni los textos, que están muy buenos, de verdad. Se
votó y se decidió invertir en la inscripción. Ahora nos encontramos en el proceso de juntar la
documentación necesaria para que nos termine de pertenecer.

El resto de las ganancias, que no son muchas monetariamente hablando, pero que
representan nuestra gran fortuna, aún pensamos en que destinarla. Una nueva publicación es
la propuesta que cuenta con más aceptación.
Cuando surgió la necesidad en el grupo de mostrar lo que veníamos haciendo desde hacía
años, insistía una pregunta que luego una amiga, la formuló y me costó responder. ¿Por qué
debería comprarte el libro, para hacerte un favor, o porqué está bueno? Hacía rato que me
planteaba, ¿para qué mostrar?

¿Mostrar porque el libro es bueno como producto? ¿Mostrar porque son psicóticos los
escritores, a modo de exhibición de locura? ¿Mostrar por el beneficio que implicaría el logro
para ellos? ¿Mostrar para exhibir mi trabajo? ¿Mostrar para los lectores?
Otra vez el fantasma de Joyce me visitó. ¿Tenemos a Joyce en el grupo? ¿Entre todos lo
hacemos o nos acercamos? ¿La publicación nos inscribirá como grupo de alguna manera?
Por otra parte, muchos talleres literarios publican libros de corto tiraje que no persiguen
objetivos grandilocuentes. En los que se trata de mostrar un cierto trabajo y compartir una
apuesta. Nadie se cuestiona los porqué o los para qué.

Nuestro libro responde a un largo recorrido que hemos hecho como grupo, en el cual,
se refleja el trayecto de cada quien. Además, para ser honesta, creo que existe, tanto en el
estilo, como en el orden establecido, un lindo ramillete de textos, que no tendrían porque
defraudar al lector.

El prólogo fue escrito por mí, pero al igual que la selección de textos, debió lograr la
aprobación del grupo. El primero que escribí, a modo de presentación, decía que éramos un
taller de escritura dentro de un Centro de Rehabilitación. Algunos se molestaron. Discutimos
acerca de la pertinencia o no de poner esa información en el libro. ¿Eran escritores o eran
locos? ¿Eran escritores locos? Finalmente decidimos que la información era necesaria, pero no
como forma de presentación.

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Esa ambigüedad muchas veces se desata también en relación a mi profesión, saben que soy
psicoanalista, saben que escribo ficción. A veces, frente al temor de descompensación me
consultan, otras escriben sobre ideas delirantes, o sobre los momentos que han vivido en las
internaciones. El grupo tolera, sostiene. Se preocupan por los compañeros cuando a alguno se
lo ve mal, me comentan. Apelan a mi saber acerca de la locura, y muchas veces eso les da
cierta tranquilidad.

En las obras psicóticas hay un nivel que tiene que ver con lo clínico y otro que tiene
que ver con lo estético. La manera en que se resalta una u otra vertiente también tiene que
ver con el lector y/o coordinador en este caso.
Me pregunto si todo el arte o la artesanía creada por psicóticos es psicótica en el sentido de
reflejar locura. O si se trata del recorte que se hace para mostrar desde las instituciones
psiquiátricas. Ya que la locura seduce. No en vano el surrealismo se esforzó por recrear los
discursos locos de todos los tipos de psicosis. Descubrir el lenguaje de la locura. El supuesto
poder creador del loco, la libertad absoluta, la gran ilusión.

A decir verdad, algunas de las producciones de los participantes me han emocionado


mucho. Momentos en que algo verdadero parece escucharse decir. Tal vez porque los
conozco, porque me importan, porque estoy pendiente de eso distinto que quiero despertar.
O porque hice verdad un dicho que dice que en la psicosis primero hay que creer para después
ver. Lo cierto es que algunas producciones me han conmovido, y me han cuestionado.
El taller tiene un modo de funcionamiento del cual todos participamos. Ellos van escribiendo
y conformando cada cual un estilo, a veces ese estilo se parece mucho a la estereotipia, pero
de vez en cuando sucede algo distinto, un escrito que nos sorprende a todos, ya que nos
conocemos y sabemos, todos, cuando alguno de los participantes logró correr las barreras de
su propia escritura y experimentar. El grupo lo celebra, lo hace saber. Esos saltos en la
producción, son los que suelen emocionarme. Tal vez porque los cargo de un sentido que no
tienen, un salto dentro del proceso que viene transcurriendo esa persona, pero a decir
verdad, incluso con los pasantes de psicología lo comentamos, hay ocasiones en las que el
contenido de lo escrito, es lo que toca de verdad.

Hasta aquí el relato de una experiencia. Anécdotas que conforman el tránsito de los
siete años de trabajo dentro de una Comunidad terapéutica.
Los cuestionamientos que he ido cosechando tienen básicamente dos vertientes: la primera
está relacionada con la escritura y su función; la segunda línea de preguntas se centra en los
objetivos que implica un taller de estas características.
Entonces ¿Cuál es la función de la escritura? ¿Se trata de un medio para, o de un fin en sí
mismo? ¿Es la escritura siempre sublimación? ¿Y si no es sublimación de qué se trata? ¿es
diferente un taller literario ordinario, de los que ofrecen los escritores consagrados a los
noveles; de un taller literario ofrecido en el seno de un centro de rehabilitación para
pacientes psicóticos? ¿Qué se busca en los talleres literarios? ¿Qué se encuentra? ¿Es distinta
su función dependiendo de la estructura psíquica?

La sublimación se la piensa relacionada con la neurosis, ya que Freud requiere del


pasaje por el Edipo, para que las pulsiones cambien su objeto, por uno de valor social.
Freud se preguntaba qué hacía que la sexualidad a veces provocara neurosis y otras obras de
arte. A la vez que afirmaba que el escritor y el psicoanalista tenían al menos un terreno
común, con el mismo material, uno anudaba desde su posición la novela familiar del
neurótico; y el otro, se anudaba a una obra poética.
En “El poeta y la fantasía” y “Múltiple interés del psicoanálisis”, nos dice, que el poeta
presenta en sus obras la realización de sus fantasías, pero, claro está, debe transformarlas
para que aplaquen tanto lo repulsivo, como el origen personal de las mismas. Debe someter
a su producción a normas estéticas, para ofrecer al espectador, la cuota de placer que lo
haga disfrutar de la obra. Es con la función de “velamiento”, y con el placer que le ofrece la
obra, que el artista soborna a su lector, y logra así tener su público, al cual le pasa su
fantasía.
Se trata entonces de la sublimación del artista a través de la creación, y de la necesidad de
un público al que convenza. Un público que disfrute y tal vez sublime con la lectura o con la
pintura o partitura.

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Lacan, plantea en el Seminario 7, que sublimar “es elevar el objeto al lugar de la Cosa”. Y del
objeto de la sublimación nos dice: “es inseparable de las elaboraciones imaginarias y muy
especialmente de las culturales. …La sociedad encuentra alguna felicidad en los espejismos
que le proveen moralistas, artistas, artesanos, hacedores de vestidos o sombreros, los
creadores de formas imaginarias. Pero el mecanismo de la sublimación no debe buscarse en la
sanción que la sociedad les aporta al contentarse con ellos. Debe buscarse en la función
imaginaria, muy especialmente… la forma en la que se apoya el deseo del sujeto.”
También Lacan afirmará que la sublimación es el goce propio al rodeo de un vacío, un agujero
que pone en evidencia la falta que habita al objeto a. Entonces es por las vías contrarias al
goce, vías de desvío que el goce sublimado es alcanzado.

En el libro Escritura y feminidad, de Pura H. Cancina, donde aborda la escritura de


Margaritte Duras, aclara que el objeto plus de goce, pequeño pedazo, al restar advenimiento
subjetivo, es desde allí que es causa y razón, también del goce que elabora el arte. El corte
es el pago del artista a cambio de su goce, nos dice más adelante, en la obra de arte, algo del
objeto se atrapa. La obra de arte recibe su valor de goce, de goce evacuado del campo del
Otro, como lugar de la palabra. La obra de arte es una elaboración del goce evacuado y una
transmisión de ese goce. El artista y su público participando del mismo agujero.

Me surgen cuestionamientos en torno a la sublimación, la escritura y la psicosis.


¿Que un escritor sea psicótico alcanza para decir que no hay sublimación? ¿Si la escritura no
es sublimación de qué se trata? Ahora, ¿puede un psicótico producir, un texto, pintura,
partitura, que genere la posibilidad de sublimación para otros, neuróticos, y que en cambio
para él no sea más que un producto? ¿Sublimar o crear tiene que ver con el producto en sí
mismo, o con el creador y su posición?
Pareciera que el paralelo al término sublimación, en las psicosis, es sinthome ¿Pero es este
paralelismo cierto? ¿Mientras Joyce, para citar un ejemplo de Lacan, construye su sinthome
con su escritura y crea arte para otros y para sí; los psicóticos que escriben, sin ser escritores,
sin construirse a través de su producción un nombre, ni un ego que los estabilice, construyen
una artesanía de la palabra, una manera de expresarse y decir que puede restar goce al
campo Otro, que puede despertar las ganas, que puede poner a funcionar de vez en cuando
cierta creatividad?
¿Será que escribir les ofrece a algunos de los participantes del taller la posibilidad de evacuar
algo del goce del campo del Otro, a pesar de que no los anuda, ni los representa, siendo ni
más ni menos que una artesanía?
No hay lenguaje nuevo, ni brillantes formas de expresar, ni novedades en las reglas, no hay
exquisitez en el estilo, ni asomo de una estética propia, pero aún así la escritura forma parte.
Artesanía, en contraposición a arte. Artesanía que no es exclusiva, como se piensa al arte.
Pero artesanía que construye un mundo y en esa medida tiene valor de creación. Valor para
su autor, efecto de palabra. La escritura forma parte pero no conforma el núcleo a través del
cual el sujeto se nombra. La escritura podrá o no articularse en cada estructura y operar. De
forma singular. Y creativa.
El arte he leído, está más cerca de la locura que la artesanía. El arte es único. Debe romper
algún molde. Zafar el ancla de la realidad. En cambio la artesanía responde a una repetición
creativa, una pequeña vuelta que no implica ninguna revolución.
El arte como fin en si mismo, no aparece en los talleres que coordino más que como una
sombra de preocupación, ilusión, acaso interrogante. Tampoco convertirse en artistas es el
objetivo primero. Alcanza y no sobra. Alcanza con escucharse decir. Escribir aparece como
una necesidad. Y un gusto. Escribir en los momentos de crisis. Catarsis. Escribir en el espacio
del taller. Compartir. Estar. Hacer lazo. Escribir para tener de qué hablar. Artesanía en tanto
crear un producto sin firma, sin autor. Productos que tienen mediano valor de mercado, que
no buscan desprenderse del creador. Creaciones que facilitan el llegar y estar con otros. En
definitiva, vehículos de comunicación.

La segunda línea de cuestionamientos tiene que ver con los objetivos del trabajo que
llevo a cabo. ¿Qué es rehabilitar? ¿El taller, se trata de un grupo terapéutico que se articula
sirviéndose de la lectura y escritura o se trata de un espacio literario propiamente dicho,
cuyo objetivo es la transmisión de un saber hacer con la palabra escrita? ¿Son distintas las
relaciones que se establecen entre ellos y conmigo?

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El trabajo con las psicosis, también en un taller literario, requiere de un
posicionamiento distinto que en las neurosis. Un lugar que se parece al de la amistad, en el
sentido del semejante, y no de sujeto supuesto saber, ya que no hay supuesto saber posible,
si no certezas. Certezas también en torno a la escritura, cada cual escribe a su manera y las
correcciones u opiniones, son aceptadas de tanto en tanto y muchas veces a regañadientes.
A la vez que los objetivos de la labor también se transforman. El trabajo de rehabilitación
tiene que ver con intentar aligerar el goce al cual su estructura los somete, al quedar
ubicados como objeto del goce del Otro. Por lo tanto las intervenciones se sitúan en lo real,
con intentar propiciar que en lo real del Otro, campo social, el psicótico se inscriba, haga
lazo y participe. Que despertando algo del orden de las ganas, mejore su calidad de vida.
Mi manera de coordinar los talleres, tiene obviamente mis particularidades, ya que al igual
que cuando uno se sienta a escuchar a un paciente, lo hace con lo que uno es, y no con el
manual del buen psicoanalista.

Entonces, varias veces me he preguntado si es la psicoanalista o la escritora la que se


presta como coordinadora. Las respuestas han ido variando. Al punto tal que al día de hoy me
resulta tal vez un cuestionamiento tonto, soy ambas, y les presto lo que soy. Unas veces
atiendo la locura y otras la escritura. Unas veces escucho buenos textos y otras posibles
descompensaciones. En algunas oportunidades sueño acerca de publicaciones por venir y en
otras acerca de estabilizaciones posibles. Unas veces creo en el psicoanálisis como paradigma
de cura y otras en la escritura como camino que abre puertas ingeniosas.
Un tema interesante fue, y sigue siendo ayudarlos a ficcionar, que puedan despegar de la
propia experiencia de vida a la hora de escribir. Tal vez esté de más decirlo pero no ha sido
sencillo, ya que la mayoría se apega a la realidad con uñas y dientes; primero porque
despegar implica un riesgo grande de descompensaciones posibles, y segundo, porque el
fantasma de “normalidad” (recordemos que cuentan con cierto grado de estabilización y por
lo tanto cierta conciencia de enfermedad) entonces la “normalidad” los seduce. Esconder en
la medida de lo posible la locura, la propia visión del mundo, ser normales. Y es en este punto
que un conflicto de intereses adviene en la función a desarrollar.

La estabilización requiere de un monto de normativización, en cambio la creatividad,


implica un acercamiento y tolerancia de la propia locura. Entre ambos canales nos movemos,
apelando a la flexibilización, al encuentro de la propia perspectiva, a la posibilidad de
conjugar ambas oportunidades de ser. Anhelando un enriquecimiento que no desestabilice.
El espacio del taller y sus participantes me han enseñado acerca de la escritura y también
acerca de las psicosis. Como conté al principio, aquello de que en la psicosis no hay metáfora,
no era más que una frase hecha a la medida de otro cuando comencé a trabajar. Con el
cuento de Levrero y el ciclo de relatos de humor, me resultó una obviedad que tuve que
descubrir y descifrar. El chiste requiere de algo que no terminan de descifrar. En la misma
línea, la venta del libro como una promesa, sin el producto en mano, no fue posible.
Requirieron del objeto concreto, para poder ofrecerlo y venderlo.

Con la inscripción en la Biblioteca Nacional, volví a comprender y a renovar algunas


cuestiones teóricas. Los participantes insistían en que teníamos que inscribir nuestra obra,
que era necesario y oportuno destinar parte del dinero en que nos perteneciera de verdad.
Demoré en comprender que cuando decían que querían inscribirse como autores y tener un
certificado de escritor, me hablaban de la inscripción en lo real del Otro, campo social, como
tantas veces había leído. Que no se trataba de gastar dinero, si no de invertirlo.
¿De qué manera opera entonces la escritura y los talleres literarios en las psicosis?
Las respuestas no están cerradas. Pero lo que puedo formular es lo que ha sucedido con los
participantes involucrados en el taller. Ciertas estabilizaciones han sido posibles. Las
internaciones se han reducido en número o en la mayoría de los casos han desaparecido. La
calidad de vida en lo que hace a vitalidad, higiene, y vínculos ha mejorado. Recordando que
el taller funciona con pacientes que al ingresar, ya cuentan con cierto nivel de estabilización
y participan también de otros Grupos.
Algunos de ellos, vienen por que tienen un lazo profundo con la escritura, por que la ilusión
de futuros libros los motiva, porque quieren aprender y hacer. En cambio otros, asisten
porque les gusta el grupo, porque disfrutan de compartir un mate, conversar, escuchar a los
compañeros y escriben por ser el requisito para participar. Y en otros porque el vínculo
conmigo o con la institución, es el motor para asistir y seguir en contacto.

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¿Qué es un artista? ¿Qué es un escritor? Tal vez artistas sean quienes sostienen su
identidad a través del arte. Pero, ¿la motivación para escribir es igual en quienes escriben,
qué en los que hacen de la escritura su columna vertebral?

Se les ha preguntado a escritores reconocidos, cuál es la motivación que los impulsa a escribir
ficción:

Juan Carlos Onetti: “¿Qué si escribir ayuda a vivir? Si, sin duda. Siempre he tenido la
sensación de que escribiendo uno está agarrado a la cola de la vida.”

Mario Vargas Llosa: “Para mi la vocación es como una adicción, no es sólo una profesión… Yo
necesito escribir para funcionar.”

Paul Auster: “Yo hago lo que hago por necesidad, guiado por el deseo, por un impulso que
tiene que ver con mis obsesiones. Lo importante es escribir, tener algo que contar y
contarlo.”

Rosa Montero: También eres eterno mientras inventas historias. Uno escribe siempre contra
la muerte.

Elegí a estos autores por que me gustan. Pero en otros, se repite lo mismo uno y otra
vez. La escritura responde a una necesidad. La fantasía es la maravillosa alternativa frente a
la realidad. Hay “locura” en el acto de escribir. Resulta terapéutico su ejercicio, como efecto
y consecuencia, sin buscarlo, como algo que sucede.

Los participantes del taller también han respondido a la pregunta ¿Por qué escribo?

Para ser infinito; Porque me alivia; Porque me ayuda a aflojar tensiones; Porque me
divierte; Para expresar mis sentires; Por que es terapéutico….

La escritura es una posibilidad que algunos tomamos al sentir que es una puerta que se nos
ofrece, o tal vez por ser la única que somos capaces de abrir.

Para concluir retomo las interrogantes del comienzo:


¿Cuál es el lugar de la escritura? ¿la sublimación es sólo para el escritor o puede serlo también
para los lectores? ¿es la escritura un medio o un fin en sí mismo? ¿depende su función de la
estructura psíquica? ¿o depende de las marcas que la vida haya dejado en línea punteada para
cada quien?

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