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• La Constitución es un orden que asegura la integración sociopolítica, siendo esta un
proceso que se legitima y produce continuamente conforme al sistema de valores
recogido en aquella.
• La Constitución, por tanto, cumple hoy una función que va mas allá de la organización
política y de la garantía de la libertad para asegurar un contenido material coherente a
la vida social en sus diversas manifestaciones.
• La interpretación jurídica no puede realizarse correctamente de forma desvinculada de
la realidad, en cuanto debe consistir en la captación del significado, en la comprensión
del contenido material y del sentido de la norma; lo que, a su vez, no cabe verificar sin
situar esta en el contexto normativo constitucional, en cuanto este es una unidad, un
todo coherente dotado de una específica estructura, que se transmite a sus elementos
y supone la jerarquización de estos. Dicho de otra forma, la interpretación tiene por
objeto la determinación del contenido, alcance y sentido de cada norma e institución
dentro del sistema que gobierna el proceso global de integración estatal. Por ello
mismo, toda interpretación constitucional ha de ser sistemática, pues las partes remiten
por sí mismas al todo y solo son tales justamente por su pertenencia al mismo, lo que
significa su connatural o inmanente disposición sistemática.
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flexible que la lógica formal.
En el caso español esta exigencia se plantea desde el primer momento:
• la proclamación de la voluntad de garantizar la convivencia democrática conforme a un
orden económico y social, consolidar un Estado de Derecho, proteger a todos los
españoles en el ejercicio de sus derechos, culturas y tradiciones, lenguas e
instituciones, promover el progreso de la cultura y la economía y establecer una
sociedad democrática avanzada;
• la explicitación del carácter normativo del texto constitucional (articulo 9°.1) enfatizando
la efectividad de su parte dogmática.
• el empleo justamente de la noción de «valor» para calificar determinados contenidos
nada menos que del articulo 1º.1, con el adjetivo «superior» indicativo de un mayor
rango de dichos contenidos, así como el establecimiento de principios y mandatos
positivos de actuación (art. 9º) de gran generalidad y radio de acción;
• la evidente relación sistemática entre los valores superiores del artículo 1º.1, los
principios y mandatos del artículo 9º y los contenidos de la parte dogmática,
conscientemente estructurada a su vez, esta ultima, por el artículo 10º, en el que
claramente se diseña dicha parte como un «orden» constitutivo del «fundamento del
orden político y de la paz social», es decir, de la Constitución como tal.
La Constitución es para el Tribunal Constitucional, así pues, una verdadera norma jurídica
y, concretamente, la superior de todo el ordenamiento, que predica de sí misma el efecto
de sujeción a ciudadanos y poderes públicos (Sentencia 80/1982, de 20 de diciembre).
Pero el orden jurídico constitucional así entendido no es formal, pues tiene por objeto
-como señala la Sentencia 25/1981, de 14 de julio- el establecimiento de «un
ordenamiento objetivo de la comunidad nacional, en cuanto esta se configura como marco
de una convivencia humana justa y pacifica, plasmada históricamente en el Estado de
Derecho ,y, mas tarde, en el Estado social de Derecho o el Estado social y democrático
de Derecho, según la formula de nuestra Constitución (art. 1°.1). Mas concretamente, la
norma fundamental proclama, como norma suprema, un orden de valores (Sentencia
8/1983, de 18 de febrero), que tiene una especifica significación «para el establecimiento
y fundamentación de un orden de convivencia política general (Sentencia 67/1982, de 15
de noviembre). Por ello, demanda no una aplicación literal, sino una interpretación
finalista, como condición para preservar los valores en ella consagrados (Sentencia
18/1981, de 8 de junio).
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cosa a fuerza de poder significar tantas. Puesto que el tiempo y las sentencias del
Tribunal Constitucional darán al Texto su “definitivo” significado, por supuesto cambiante,
en virtud de la evolución política, económica y social (sobre todo esta última), no es el
ciudadano quien se da una constitución cuando vota en un referéndum constitucional.
Con respecto al significado del estado de derecho es útil acudir al libro del profesor
Garrido Falla “Comentarios a la Constitución” que de manera más formalista y no menos
magistral interpreta los artículos de la Carta Magna. Para el cometido del presente curso
interesan, de manera genérica, los diez primeros artículos de la Constitución y, de modo
particular, el primero de ellos especialmente para la cuestión de los valores “in genere”.
Los comentarios se estructuran en cinco apartados. Los tres primeros (Precedentes,
Derecho comparado y Elaboración del precepto) denotan la raigambre formalista que se
desarrolla en el apartado 4º (Exégesis del precepto) y se confronta con el apartado 5º
(Jurisprudencia Constitucional).
En definitiva, los valores deben presidir toda constitución para que ésta sea auténtica y
con un contenido verdaderamente material. La asunción de dichos valores no implica que
estos sean cambiantes, por lo que se puede dar, una vez fijado el texto constitucional, una
interpretación estrictamente formal. Y me parece poco sensato y menos honrado adoptar
términos anfibológicos y artículos intencionadamente poco claros o ambiguos, fruto del
consenso, que sustraen a la voluntad popular la decisión de refrendar la Constitución que
los contiene en lugar de redactar una Constitución de artículos de interpretación sencilla y
clara aunque el precio que haya que pagar sea la brevedad. Si un parlamento estima que
la sociedad ha cambiado tanto que es menester adoptar otros valores pues las leyes que
reclama la sociedad o encajan con la Constitución puede adoptar procedimientos dentro
de la misma que posibiliten su reforma flexible, pero que dejen siempre en manos del
ciudadano su sanción y no en el de un Tribunal Constitucional devenido partidista.
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