Miguel Martínez Miguélez, español y también de nacionalidad venezolana es Licenciado
en Filosofía, Psicología y Educación, y cursó estudios en las Universidades de Turín, Roma, Oxford, Munich y Central de Venezuela. Es Doctor en Pedagogía por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma con Especialización en Psicología Educativa. Dicta cursos en el Doctorado de Ciencia Política en la Universidad Simón Bolívar y en el Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Sus obras más recientes son: Comportamiento Humano: Nuevos Métodos de Investigación; La Investigación Cualitativa Etnográfica en Educación; El Paradigma Emergente: Hacia una Nueva Teoría de la Racionalidad Científica; La Psicología Humanista: Un Nuevo Paradigma Psicológico; La Evaluación Cualitativa de Programas; Ciencia y Arte en la Metodología Cualitativa y La Nueva Ciencia: Su Desafío, Lógica y Método, de la cual se presentan los aspectos más resaltantes. Según el autor de la obra, ésta tiene como objetivo fundamental señalar a los interesados en el estudio de las ciencias humanas, el camino para salvar la brecha entre una postura ideológica o racionalidad positivista y una racionalidad postpositivista, caracterizada por su orientación y lógica dialéctica, sistémica, interdisciplinaria, constructivista, ecológica y humanista; y que debe ser conducida con gran rigurosidad, sistematicidad y criticidad. En este sentido, en el contenido de la obra contrasta la ciencia que se ha fundamentado en los postulados del positivismo lógico con la que denomina como Nueva Ciencia, y utiliza como título en esta producción, además confiesa que su escogencia no es casual, sino que tiene antecedente en la obra de Juan Bautista Vico (Scienza Nuova) que aspiraba formar una sola ciencia integrada del saber a través de la convergencia e interpretación de las ciencias humanas. Para una mejor comprensión del planteamiento, el autor presenta una breve descripción de las orientaciones del pensamiento que a su juicio se pueden clasificar como paradigmas epistémicos y considera que el primero de ellos es el teológico, que fundamenta su eje central en la religión, donde los conceptos de creación y finitud de un orden cósmico establecido por Dios, de sabiduría y voluntad divina eran los dadores universales de significado, que aún son considerados de esta manera por algunas personas en su convicción de fe, y que debido a la condición de divino no permite contradecir esta palabra sagrada convertida en verdad absoluta, por lo cual son conceptos irrefutables, es decir, no pueden ser considerados como verdaderos o falsos. Sin embargo, en la actualidad la religión pasó a ser un asunto de opción personal; como en el caso de quien escribe este ensayo, formado bajo los preceptos del catolicismo pero con el pasar de los años ha asumido su propia visión de Dios, como aquella identidad que puede ofrecer la oportunidad de la reflexión oportuna en los momentos de crisis existenciales. El segundo de los paradigmas epistémicos es el filosófico, que según Martínez se explica como la aceptación de las ideas por parte del hombre, en la medida en que concuerden con su lógica y razonamiento, con sus argumentos de razón y no por dogmatismos. Posteriormente presenta el paradigma científico-positivista, el cual sostiene que la realidad está totalmente hecha, acabada y plenamente externa y objetiva; además que privilegia y propugna la objetividad del conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia sensible, la cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica formal y la verificación empírica. Esta última es la tesis básica del precitado paradigma y considera que una proposición es significativa si y sólo si puede ser verificada empíricamente, en caso contrario se convierte en una seudoproposición carente de significado. Otra consideración relevante que expone el autor respecto a este paradigma es el individualismo, en el sentido de la afirmación exclusiva del individuo, del singular, del particular. Ante estos planteamientos del positivismo surge el paradigma postpositivista como respuesta, aunado debido a los cambios que en el pensamiento científico se originan a través de la postura crítica de varios filósofos y gracias al nacimiento de nuevas teorías que permitirán demostrar que el observador influye en el fenómeno y éste lo afecta a él. Son varios los autores quienes contribuyeron y contribuyen a la fundamentación epistémica de este paradigma, entre los principios o postulados se encuentran los de Kant “La mente humana es un participante activo y formativo de lo que ella conoce”, tal como lo considera la teoría cuántica cuando a través de ella se explica que el observador no sólo es necesario para observar los propiedades de los fenómenos atómicos, sino también para provocar la aparición de estas propiedades. Además, esta teoría nos fuerza a ver el Universo no como una colección de objetos físicos, sino más bien, como una complicada red de relaciones entre las diversas partes de un todo unificado. Por otra parte, Martínez plantea que nuestra mente siempre actúa dentro de un marco teórico interpretativo, por lo cual se tiende en cada observación seleccionar aquella realidad que posee un significado personal actual, producto de la formación previa, de las expectativas teoréticas adquiridas y de los intereses, valores, creencias, ideales, necesidades y temores asimilados. En este sentido, plantea el autor que realmente no conocemos hasta dónde lo que se percibe es algo exterior o es producto de nosotros mismos y de nuestras expectativas culturales y sugestiones aceptadas. Tal como se pudo observar en la película ¿Y tú que sabes? o ¿Quién carajo somos?, donde la realidad puede ser afectada por nuestra mente a través de los pensamientos o la realidad afectar lo que podemos pensar; además como lo plantea uno de los científicos entrevistados el cerebro no puede diferenciar entre la realidad externa o interna, lo cual permite comprender que la interpretación del observador es crucial para describir la realidad observada. En este contexto, el autor expone que la observación y la interpretación son inseparables y tal como lo plantea Popper “todo conocimiento –incluso las observaciones- está impregnado de teoría”, es decir, no hay conocimiento sin un sujeto cognoscente y no hay percepción humana inmaculada, por tanto, no existen hechos objetivos inviolables o que no sean interpretados. Ante este enfoque del paradigma postpositivista la actitud del investigador en las ciencias humanas debe estar orientada a la comprensión de la realidad como un todo donde son más importantes las relaciones entre las partes que las individualidades, por tanto, no se puede hablar de hechos objetivos sino que se debe asumir una actitud crítica permanente, donde exista una correspondencia con el método de investigación; lo cual coadyuvará a una búsqueda de conocimiento acorde con la condición humana, obviando la cuantificación de sentimientos, actitudes y emociones que hasta el momento a consecuencia de la universalización del método científico para todas las ciencias se han desarrollado estudios bajo este modelo. Además, es importante tomar en cuenta que las disciplinas representan sólo algunos aspectos de sus referentes en el intento de representar la realidad, aunque esta representación es hipotética, indirecta y parcial, debido a que el conocimiento humano es incierto, inexacto y limitado. De ahí la importancia de asumir responsablemente la investigación y tomar en cuenta la red de relaciones que conforman un fenómeno, tal el caso de la fenomenología que estudia las realidades vivenciales de los actores involucrados, lo cual le permite describir la estructura individual de cada uno de ellos y, a través de ellas construir la estructura general que representa de alguna manera la realidad en estudio, bajo la óptica de los sujetos involucrados en la misma. En este sentido, el dinamismo de las relaciones humanas, la concepción de la realidad del investigador y de los investigados, además de las creencias, valores y cultura inciden directamente en la construcción del conocimiento.
Cristal Del Tiempo: Estructura atómica que se repite, no en tres, sino en cuatro dimensiones, incluido el tiempo. ¿Podrían estos cristales ayudarnos a viajar en el tiempo?