Вы находитесь на странице: 1из 2

Asociación Banda de Música

“Maestro Dueñas”
Avda. Menesteo s/n, edif. Casa de la
Cultura
11500 El Puerto de Santa María
C.I.F. G- 11340700

El Puerto de Santa María, a 30 de Junio de 2010

“ Aquel día que fuimos músicos”


Desde pequeño, en mi infancia, siempre me atrajeron los sones de las bandas de música.
Recuerdo cuando hacía recorrer a mi madre calle a calle, realizando una búsqueda infinita tras de
los pasos de Semana Santa, o cuando mi tío me llevaba a la plaza de toros, que lo que más me
gustaba era escuchar a la banda de música. Ahora reconozco la tortura que hice padecer a mis
familiares con mis desafinados tarareos y silbidos. Y es que de pequeño, soñaba con ser músico,
ataviado con mi bonito traje y haciendo sonar en mi instrumento melodías que sabían a gloria.
Recuerdo haber leído una vez al escritor Paulo Coelho, una frase que en estos días me ha
hecho meditar: “Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él”. Y es
cierto, porque entre dimes y diretes, cumplí la treintena de años, siendo un apasionado de la
música, pero sin tener ni pajolera idea de notaciones musicales y profano en lo que se refiere al
uso de un instrumento.
Pues bien, hace justo un año por esta época, en la sobremesa de una comida de trabajo,
surgió una conversación aislada que trataba sobre la música, y yo me pronuncié como un gran
ignorante en la materia en cuestión. Dos compañeros, prestos y veloces me hablaron de la escuela
de música de la banda portuense Maestro Dueñas y me invitaron a matricularme para el curso
siguiente. Es curioso, pero desde ese día supe que si no me subía a ese tren que me ofrecían,
perdería la oportunidad que llevaba ansiando toda la vida.
Pues así fue, en septiembre me matriculé junto con mi mujer en la escuela de la Banda de
música Maestro Dueñas, recibiendo clases de lenguaje musical. Tras unos meses pude escoger
instrumento y sin duda me decanté por la trompeta. Tras muchos ensayos y clases, hoy delante de
mi escritorio, tras el cierre de los conciertos de verano, puedo decir que me he sentido músico,
aunque esa palabra me venga todavía muy grande.
Me he sentido músico, porque coincidiendo con el fin de los conciertos de verano en la
Bajamar, hemos debutado todos los alumnos de la escuela junto con los músicos de la Banda
Maestro Dueñas, interpretando una pieza de la banda sonora original de la película La Misión “
Gabriel Oboe” de Ennio Morricone.
Aún recuero el día que el director de la Banda Joven nos comunicó la actuación... y con la
banda grande (como yo denomino a la Banda Maestro Dueñas). Además mi profesor de trompeta
y director de la Banda Maestro Dueñas me indicó que ejecutaría el solo de la pieza que ambas
formaciones tocaríamos al unísono. Todo fueron nervios, una dualidad de alegría y acongojo, de
sueño cumplido y final feliz de cuentos de hadas. Por fin el niño que llevo dentro iba a cumplir su
sueño, su sueño hecho realidad.

Y llegó el día, 11 de agosto a las 10 de la noche. Todo estaba preparado, familiares en


primera fila, atriles perfectamente alineados, la trompeta brillante como una patena y los nervios
a flor de piel. Atrás quedaron días de ensayo conjuntos e individuales. Atrás quedaron las
calurosas tardes de ensayo y las frías noches de insomnio. No había marcha atrás, allí me veía
sentado en mi silla, junto con mis compañeros.
El programa constaba de tres partes, una primera donde la Banda Joven tocaría dos
piezas, una segunda donde la Banda Maestro Dueñas nos deleitaría con un repertorio variado de
pasodobles y tanguillos, y una tercera parte donde la escuela se uniría a la banda para interpretar
la pieza nombrada líneas arriba.
La primera parte pasó en una santiamén, tocamos Canticorum Iubilo y Sarabande.
Seguidamente la banda interpretó Hispánico, Los duros antiguos, Tango de la plastilina, Tango
Takata Chim Chim pom, La marcha de Cádiz, Mar i Bel, La orgía dorada, Las corsarias y como
propina por la entrega del público, Suspiros de España.
Y llegó el gran momento, nos unimos las dos formaciones. Afinación completada,
gusanillos de nervios todos lo que me cabían en el estomago. Sentía la profesionalidad de los
músicos, dándonos ánimos a los más inexpertos, y de repente eche un vistazo a mi alrededor, y
me vi sentado en la cuerda de trompeta siendo uno más de la banda. Fue entonces cuando el
director alzó las manos y todo comenzó. Veinte compases de espera y comenzaba mi parte,
menos mal que me sentía totalmente arropado por mis compañeros, a los que doy las gracias
desde estas líneas. Y así fue, todo comenzó como la seda, con muchos nervios pero como la seda.
Percibía la musicalidad en cada músculo de mi cuerpo, apreciaba como empujaban mis
compañeros para que las notas saliesen de mi trompeta, veía la cara cómplice de Javier Alonso,
nuestro Director, dirigiéndonos como marionetas y proporcionándonos la seguridad que algunos
necesitábamos. Y llegó el solo.
Compás cuarenta y cuatro y cuarenta y cinco, dos redondas en FA agudo que daban paso
al silencio de casi todos los instrumentos de la banda. Cierro los ojos y abordo esas notas que he
ensayado durante horas, advierto como el trompeta primero me traspasa su magia, me da
seguridad, se hace interminable pero lo mastico, lo disfruto hasta que la banda vuelve a sonar y
todo termina. El público aplaude y el director me pide que me levante. No se si ahora estoy más
nervioso que antes, pensé, pero allí de pie arropado por todos, dí gracias a Dios, a todos los
componentes de la banda Maestro Dueñas y a mis compañeros de la escuela, por hacerme sentir
durante una noche músico.
Como dijo el gran poeta Antonio Machado, “Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo
mejor de todo despertar”. Hoy se que seguiré soñando todas las noches, con en ese día en el que
fuimos músicos. Gracias a todos.

José Antonio Sánchez Zarra

Вам также может понравиться