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Práctica Profesional:
El uso de los metales en la Araucanía septentrional:
una visión desde la Isla Mocha.
Marzo 2003
ADVERTENCIA:
Dicho error surgió de haber mal situado dichos yacimientos en los mapas
(Mapas 4, 5 y 6), pese a que la ubicación consignada en la Tabla 2 es correcta.
Es decir, el error no está en dicha tabla sino sólo en los mapas, y estando
ubicados estos yacimientos en la cordillera andina.
Introducción ............................................................................................................................... 3
Antecedentes ............................................................................................................................. 6
Aspectos técnicos de los metales ............................................................................................... 14
Reseña histórica ......................................................................................................................... 16
Descripción de los sitios arqueológicos ..................................................................................... 23
Yacimientos mineros de cobre, plata y oro de Chile Sur (VIII, IX y X regiones) ................... 31
Aspectos socio-culturales ......................................................................................................... 43
Análisis metalográfico ............................................................................................................... 46
Análisis de las piezas ................................................................................................................. 49
Resultados finales ..................................................................................................................... 51
Conclusiones ............................................................................................................................. 56
Anexo 1: Ficha de registro y análisis de artefactos metálicos ................................................... 67
Anexo 2: Fichas de registro de las piezas estudiadas ............................................................... 69
Anexo 3: Etiqueta para re-embalaje de los materiales ............................................................... 89
Anexo 4: El uso de los metales en la Araucanía Septentrional. Isla Mocha
(Informe de análisis de las piezas) (Almendras 2002 Ms.) ....................................................... 90
Anexo 5: “El trabajo de los metales en Chile Central y Sur en tiempos prehispánicos”
(Campbell 2002 Ms.) ................................................................................................................. 108
Anexo 6: Dibujo de piezas arqueológicas. ............................................................................... 125
Referencias bibliográficas ......................................................................................................... 136
2
“Ellos (los kofkeches) tenían conocimiento de estos
metales (cobre, plata y oro) y sabían como trabajarlos
para hacer adornos. No estaban completamente en la
edad de piedra. Esto en sí es muy interesante y
significativo sobre esta civilización.”
(Bullock 1955: 140)
Introducción.
Quisimos empezar este trabajo con estas dos frases. La primera de ellas es un buen resumen
de lo que aun hoy (casi 50 años después), sabemos sobre el trabajo de los metales en la Araucanía
prehispánica, pero a la vez es un llamado de atención acerca de lo relevante que ello es para
comprender una cultura que estaba en el centro de un proceso de transformación cultural regional.
La segunda es una frase que ya cuenta con 23 años, la que sirve para mostrar el poco desarrollo que
una línea de investigación arqueológica sobre los metales ha tenido en Chile, pese a las buenas
intenciones. En conclusión, esperamos que esta práctica sea el comienzo (ahora si) para este tipo de
investigaciones que sentimos que tanta falta hacen y que tanta información podrían arrojar para el
conocimiento de la prehistoria local y sudamericana. De hecho, nos parece curioso que queramos
iniciar ello desde una zona tan periférica temporal y espacialmente respecto a esta problemática, pero
bueno, por algo hay que empezar.
Esta práctica profesional se inscribe en el marco del proyecto Fondecyt 1020272: “Estrategias
adaptativas entre los grupos El Vergel en las costas septentrionales de la Araucanía”. Este proyecto
busca “caracterizar las estrategias adaptativas seguidas por los grupos humanos que poblaron las
costas septentrionales de la Araucanía, que se extienden entre los ríos Bío Bío y el Imperial, durante
el período comprendido entre los siglos X y XVII de nuestra era, época en la que aparece y se
desarrolla lo que arqueológicamente se ha denominado Complejo El Vergel, y que en sus
manifestaciones costeras llamamos Complejo El Vergel/Tirúa” (Quiroz et al. 2001 Ms.).
Dentro de este proyecto las problemáticas de investigación que interesan son: “[a] la
domesticación y/o uso de los vegetales [maíz, porotos, quinoa, cereales], [b] la domesticación y/o
3
uso de los animales [guanaco], [c] la metalurgia y/o el uso de los metales [cobre] y [d] la
variabilidad cultural interna en El Vergel y su expresión en el espacio y el tiempo [tipos de
inhumación, formas cerámicas, instrumental lítico y óseo, entre otros]” (Quiroz et al. 2001 Ms.).
Nuestra problemática es la del trabajo de los metales. De hecho preferimos esta
denominación, debido a la escasa información con que contamos a la fecha respecto a ellos, la que
nos impide hablar con certeza respecto a la presencia de metalurgia, y que en tal caso, permitiría
hablar de una investigación arqueometalúrgica (Budd y Taylor 1995).
Nuestro material de trabajo serán las piezas metálicas que se han recuperado en la Isla
Mocha, en el marco de diversos proyectos de investigación. Estas contemplan un espacio de tiempo
marcado por la presencia indígena prehistórica e histórica temprana, las incursiones europeas
(españolas, inglesas y holandesas), el despoblamiento de la isla a fines del siglo XVII, y su
repoblamiento por parte de campesinos chilenos a mediados del 1800.
Debemos decir que la investigación técnica referente a los metales arqueológicos ha sido más
bien escasa en Chile, lo que se acentúa claramente en la zona definida como Área Extremo Sur
Andina (como también en el Área Meridional Andina) (Lumbreras 1981). La investigación se ha
limitado prácticamente a la descripción aislada de piezas y con una escasa sistematización de estas1;
sin embargo, un estudio científico, utilizando herramientas desarrolladas por la ingeniería, la física y
la química aun no se ha llevado a cabo, pese a los buenos resultados que se han obtenido en otras
regiones (Medio Oriente [Giumlia-Mair et al. 2002; Golden et al. 2001]; Andes Centrales [Lechtman
1991b]; Noroeste Argentino [L. González 1992, 1997; L. González y Vargas 1999]). Con esto se ha
dejado de lado una materialidad, que si bien es escasa, puede entregarnos nueva e interesante
información sobre los procesos culturales y sociales del pasado.
1
Se puede considerar los trabajos de Cornejo y colaboradores (Cornejo et al. 1997) y de Niemeyer (1993), como
prácticamente los únicos intentos concretos de salir de esta dinámica. Esto al entregar información sobre el proceso
productivo desde la perspectiva de posibles centros de extracción y fundición de mineral de cobre (Cabeza de León y
Viña del Cerro, respectivamente).
2
Contamos sólo con análisis aislados: Bullock (1955: 141. 1970:108-109) ; Gordon et al. (1972-73: 512); Oliver 1927,
en Iribarren 1974: 25. No debemos olvidar el catastro de aros hecho por Bullock (1955: 138-141. 1970: 107-109)
4
relacionable con los fenómenos históricos originados a partir de la presencia hispánica, y no tanto en
el sustrato local prehispánico (Reccius 1985).
En conclusión, mediante esta práctica esperamos poder entregar nueva información respecto
al manejo de los metales y su relación con los procesos sociales y culturales acaecidos en la
Araucanía Septentrional, como también mostrar la utilidad de la investigación científica referida a
los metales.
5
Antecedentes.
Para dar inicio a esta investigación, nos referiremos inicialmente al contexto local del cual
provienen las piezas que son objeto de esta práctica. A continuación haremos una breve revisión de
las principales técnicas que se han utilizado para la investigación de los metales arqueológicos.
Luego presentaremos el marco teórico-conceptual que sustenta y que manejamos en esta
investigación, como también los materiales y métodos a emplear. Finalmente daremos cuenta de los
objetivos que nos proponemos cumplir.
I. El contexto local
La Isla Mocha forma parte del litoral higromórfico chileno (Llagostera 1989: 76), se emplaza
frente a la costa de Tirúa, a una distancia de unos 35 kilómetros del continente, formando parte de la
Provincia de Arauco, VIII Región del Bío-Bío (Mapa 1).
Este ecosistema insular presenta ocupación humana desde el Arcaico Tardío con fechas de
1500 a.C.. Las primeras ocupaciones por parte de grupos alfareros las tenemos hacia el inicio de la
era cristiana por parte de grupos adscritos al Complejo Pitrén, prolongándose hasta el 1300 d.C. Para
el año 1260 d.C., aparecen nuevos tipos cerámicos representantes del Complejo El Vergel,
hallándose asociados a éstos los primeros artefactos metálicos hallados en la isla. Este último período
es extensible hasta los años 1685-1687, periodo en que se llevó a cabo la expulsión de los mapuches
de la isla por parte de los españoles.
Las piezas metálicas se hallan presentes en varios sitios de la isla (P5-1, P12-1, P21-1, P22-1,
P25-1 y P31-1), con fechas que rondan entre el 1260 y el 1680 d.C. Los sitios más relevantes son
P12-1, P21-1 y P25-1 pues concitan materiales de claro carácter indígena (pudiendo ser
prehispánicas o históricas tempranas. Laminas 1, 2 y 3). Además en los sitios P12-1 y P31-1, se han
recuperado restos de escoria que pudieran corresponder a procesos de reducción de minerales para la
obtención de metal; aun no hemos realizado los análisis pertinentes por tanto no nos atrevemos a
aseverar más sobre ellas.
La presencia de piezas metálicas en la zona continental del Área Andina Extremo Sur la
tenemos documentada ya en el 1195 +/- 70 d.C. en Fundo San Jorge (Angol) (Bullock 1970: 53, 55,
107-108, 200-201; Adán y Mera 1997 Ms.). Por su parte en Padre Las Casas, fechado en 1280 +/- 80
d.C. (Gordon 1978), hay ya presentes aros con muesca, los cuales han sido utilizados como
indicadores del Complejo El Vergel (Aldunate 1989: 339). Debemos agregar, por último, que en la
zona de Cauquenes en el sitio Dunas de Rahue, se han hallado evidencias de fundición de minerales
con fecha de 1240 +/- 80 d.C. (Gaete y Sánchez 1995a y b) (Mapa 2).
6
II. Técnicas de investigación
La utilización de técnicas científicas para el estudio de los metales arqueológicos es de
reciente data. Entre estos métodos podemos nombrar la radiografía, la espectrometría de emisión
ultravioleta, la espectrometría de absorción atómica, la espectrometría de fluorescencia de rayos X, la
difracción de rayos X, la microsonda electrónica y el examen metalográfico microscópico (Mohen
1992: 28-33).
Para nuestros intereses son relevantes las tres últimas técnicas debido a su bajo impacto físico
sobre la pieza, y a que mediante ellas se podrían cumplir los objetivos que plantearemos, como
describiremos a continuación.
La difracción de rayos X permite la visualización de la red cristalina de la pieza gracias a las
irradiaciones a las que ésta es sometida, y mediante la comparación con muestras de referencia se
logra la identificación de los metales presentes. Por tanto, gracias a esta técnica podríamos tener una
aproximación con respecto a los metales que están siendo utilizados en determinado momento y
contexto, además de ser factible su determinación respecto a un origen nativo o de fundición.
La microsonda electrónica, permite mediante un haz de electrones visualizar la distribución
de los elementos, de modo que se pueden analizar las inclusiones de los metales, las diferentes fases
de una aleación, las técnicas de soldadura, los procesos de cementación, etc. Esta técnica nos es
relevante en relación con el proceso tecnológico que implica la manufactura de las piezas, dado que
nos informa de la estructura intrínseca de éstas como artefactos culturalmente constituidos. Esto ya
que podríamos determinar procesos diferenciales respecto a ciertas piezas, como también ponderar el
proceso de cambio de las tecnologías a través del tiempo.
El examen metalográfico, por su parte, nos da información acerca de las técnicas utilizadas en
la pieza, sobre la homogeneidad de ésta, heterogeneidad de las inclusiones, fisuras y corrosiones.
Esta técnica nos es útil puesto que ella nos puede poner al tanto del carácter del metal presente,
puesto que ciertos minerales cambian durante el proceso metalúrgico, e inclusive informarnos sobre
este proceso en sí (temperaturas de trabajo). Además de lo anterior, este método nos podría entregar
datos respecto al contexto de la pieza (huellas de uso, fracturas nuevas y recientes, color, etc.)
Una investigación utilizando las dos últimas técnicas fue realizada en Argentina (Vasallo y
Dutrús 1999), sobre artefactos metálicos de adscripción mapuche del Neuquén. Estas piezas
corresponden al siglo XVIII, y formaban parte del contexto funerario del sitio Caepe Malal (Hajduk
y Biset 1996; Hajduk et al. 2000). Este análisis entregó auspiciosos resultados, los que permitieron
arribar a conclusiones en cuanto al tipo de metal empleado, aleaciones y tecnología de manufactura.
9
III. Marco Teórico-Conceptual
Se enfocará esta investigación desde una perspectiva tecnológica, buscando develar mediante
ésta los mecanismos sociales y técnicos que permitieron la producción de las piezas metálicas.
Abandonamos parcialmente entonces la posibilidad de darle un sentido simbólico a esta tecnología,
situación que ya ha logrado ser alcanzada en zonas donde estas investigaciones tienen mayor data y
sistematicidad (Andes Centrales con Heather Lechtman [1991a], y Noroeste Argentino con Alberto
Rex González [1979; 1992 ] y Luis González [1997; 2001]).
No obstante lo anterior, manejaremos como trasfondo teórico los planteamientos
desarrollados por la Antropología de la Tecnología (Lechtman 1977; Lechtman y Steinberg 1979;
Lemonnier 1992). Estos servirán de orientadores al momento de desarrollar la investigación, como
también durante el trabajo interpretativo, al cabo del cual esperamos dar cuenta de fenómenos que no
estén tan sólo determinados por lo funcional, sino que entreguen pistas en relación con procesos que
impliquen elecciones culturales-tecnológicas.
Optaremos por un enfoque desde las piezas finales, pues no se ha encontrado aún el registro
de los otros momentos de su producción. Aun así, ya puede extraerse información importante, la que
luego puede ser corroborada o desechada, en virtud de un cuerpo de información mejor y más
completo.
Por tanto, necesitaremos establecer un marco referencial y conceptual, que nos permita
abordar la problemática de los metales sin caer en confusiones terminológicas. De tal modo, pasamos
a aclarar algunos de estos conceptos y como podemos articularlos en el contexto de la prehistoria
local.
Debemos decir entonces que es factible tener trabajo de los metales sin necesidad de minería
ni de metalurgia3. Esto ya que los metales podrían ser hallados en superficie en estado casi puro
(como metal nativo), y ser trabajados directamente.
Siguiendo a Mohen (1992:73), diremos que “la metalurgia consiste en reducir los minerales
para obtener el metal”, lo que hasta tiempos recientes sólo se lograba mediante calor, es decir,
mediante una tecnología pirometalúrgica. Desde el momento en que se cuenta con metalurgia,
debiera esperarse la presencia de escoria, de estructuras de combustión, y de posibles prácticas de
minería. De todas formas debemos de aclarar que previo a la aparición de la metalurgia propiamente
tal, puede darse un dominio del fuego que permita, por ejemplo, la utilización de éste para ablandar
y/o templar los metales.
3
Este panorama parece estar dándose para el Período Alfarero Temprano de Chile Central, donde la mayoría de las
piezas serían de cobre nativo (Falabella com. pers.)
10
En un sentido evolutivo clásico, primero debiera darse la explotación de óxidos y carbonatos,
y más tardíamente de los sulfuros, puesto que éstos requieren un proceso de tostación previo para
eliminar su contenido de azufre (Petersen 1970: 91; Rodríguez 1976: 22)
De todos modos no hay que dejar de lado la posibilidad de que el trabajo de los metales
pueda estar desarrollándose tanto sobre materiales de origen nativo y de fundición
contemporáneamente, puesto que una tecnología no reemplaza necesariamente a la otra. En un caso
como éste, podríamos estar observando fenómenos que pudieran ir desde estrategias oportunistas
hasta mecanismos ideológicos y/o simbólicos, y que estén condicionando la presencia o no de
determinadas técnicas en el trabajo de los metales.
Debemos agregar a este marco el tema de la dificultad e incerteza que constituye el
determinar el metal de las piezas por mera apreciación visual (para los Andes Centrales tenemos el
caso de la tumbaga, para ejemplificar esto [Lechtman 1991a: 13-16]). Como así mismo, lo cuidadoso
que hay que ser al momento de intentar determinar la condición nativa o fundida de los metales
empleados (hay casos intermedios de metales nativos fundidos, e inclusive recocidos)
11
Las dos piezas provenientes del continente forman parte también de este conjunto, motivo por
el cual se las contempla analizar. Se espera que éstas permitan establecer diferencias entre los
procesos tecnológicos insulares y continentales, sirviendo posiblemente a la vez de piezas de control.
Debido a que el análisis de las piezas, en virtud de los objetivos que plantearemos, requiere
del compromiso físico de éstas en algún grado, llevaremos a cabo un trabajo que involucre el menor
impacto físico posible sobre ellas. Tomando en consideración esto, se intentaría aprovechar zonas de
fractura, en donde el metal original ha quedado expuesto y libre de corrosión. Otro método, es el
raspaje de un sector específico de la superficie de la pieza, de forma de poder exponer una parte de
ella que permita su análisis. Por último, está la sustracción de una pequeña muestra de la pieza, la
que se utilizaría para un análisis más concluyente. Estos procedimientos permitirían una
determinación del metal constituyente, y posiblemente de su carácter (nativo o fundido). Con
respecto a la información de manufactura, la utilización del primer método está dada o no por cual es
la zona expuesta; en cambio, el segundo método permitiría exponer zonas claramente relevantes a
este objetivo, como podrían ser, por ejemplo, la unión del arco con el cuerpo del aro y la unión de las
espirales con la sección mayor de la pulsera.
Esta fase de la práctica, se desarrolló gracias al trabajo de la Sra. Eliana Almendras (Ingeniera
de Minas) y del Sr. Mario Jara (Ayudante Técnico de Laboratorio) 4 . Ellos, desde un principio,
reconocieron lo complejo que sería este trabajo, debido a lo poco tradicional del análisis que se les
encomendaba. De tal forma que el cumplimiento de los objetivos quedó supeditado a como se fue
dando el trabajo sobre la marcha. Por tanto, de darse todo positivamente sería factible determinar el
metal de las piezas, su condición de metal nativo o fundido, y poder determinar algunas
características de su manufactura, en otras palabras, cumplir satisfactoriamente los objetivos de
investigación que se detallan a continuación..
V. Objetivos
Generales:
- Conocer la tecnología utilizada en la fabricación de los artefactos de metal presentes en la
Isla Mocha.
- Mostrar la utilidad del aporte de otras disciplinas para comprender dinámicas y procesos
culturales.
4
Laboratorio de Caracterización de Minerales del Departamento de Ingeniería de Minas de la Facultad de Ciencias
Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
12
Específicos:
- Realizar un catastro de los artefactos metálicos presentes en el área de estudio del proyecto5
(revisión bibliográfica y museográfica6)
- Determinar el principal elemento constituyente de las piezas analizadas (cobre, plata u otro)7
- Determinar el carácter del metal de las piezas (natural o fundido), de modo de establecer si
contamos con una tecnología pirometalúrgica que permita hablar de metalurgia.
- Determinar la tecnología de confección de las piezas (martillado, moldes, soldadura, etc.), la
que nos entregue información referente al nivel del trabajo de los metales presente.
- Intentar establecer diferencias (si las hay) entre las tecnologías del metal operantes en el
área insular y continental de la Araucanía8.
- Elaboración de un protocolo de trabajo, que sea útil a futuras investigaciones.
- Enriquecer la gama de técnicas relevantes para la investigación arqueológica.
5
“Se considera como área de estudio ["costas septentrionales de la Araucanía"] la comprendida entre el interfluvio
Andalién-Biobío por el norte, río Imperial por el sur, la vertiente occidental de la Cordillera de Nahuelbuta como límite
este, y la costa pacífica e islas Mocha y Santa María, como límite occidental.” (Quiroz et al. 2001)
6
Los museos considerados dentro del proyecto son el Museo de Historia Natural de Concepción, el Museo Mapuche
Juan Antonio Ríos de Cañete y el Museo Stom de Chiguayante.
7
Optamos por una determinación del elemento principal, puesto que esto implica un trabajo en un plano cualitativo, el
cual es de menor complejidad técnica que uno que pretenda determinar porcentajes de metales presentes. Además un
análisis cuantitativo se enfrenta al problema de si la sección extraída para análisis es o no representativa de la totalidad de
la pieza.
8
Este objetivo se aborda sin descontar la variable temporal, la que tal vez se muestre muy relevante al momento de
ponderar los cambios culturales que operaron durante el Periodo Alfarero Tardío de la zona sur de Chile.
13
Aspectos técnicos de los metales.
Los metales se pueden presentar en la naturaleza en su estado natural de mineral, pues ésta es
su forma estable; todos los metales tienen una tendencia más o menos rápida a la oxidación, y a
veces se encuentran en su estado mineral original. El oro es el único metal que no se oxida. Por lo
anterior, es que el estado metálico de éstos se obtiene ya sea por procesos naturales en donde quedan
convertidos en “metales puros”, o bien por medios artificiales operados por el hombre, como la
metalurgia (Mohen 1992: 25).
Desde un punto de vista geológico, el oro (Au) es un metal que se lo puede encontrar en
estado puro en la naturaleza, ya sea en forma de pepas, en arenas aluviales o en vetas. También se lo
encuentra en mezclas isomórficas o combinado en teluros, sulfoarsénicos y bismutos. Sin embargo
“no existe hasta ahora ninguna prueba que se haya beneficiado (en el Perú precolombino) alguna
mena aurífera compleja con el fin de extraerle el oro puro” (Petersen 1970:83). El oro posee una alta
maleabilidad y funde a 1063° C (Mohen 1992: 55. Petersen 1970: 43, 83)
El cobre (Cu), por su parte, se lo halla ya sea en estado de metal nativo, o bien, en forma de
mineral formando óxidos, carbonatos, cloruros, silicatos, sulfuros y sulfatos9. En el primer caso se lo
utilizó directamente, en cambio, su obtención desde minerales requería el trabajo metalúrgico. Los
cuatro primeros tipos de minerales nombrados exigen un proceso de reducción simple, en cambio, en
el caso de los sulfuros y sulfatos se requeriría llevar a cabo un tostado previo para que el mineral
elimine el azufre10 (Mohen 1992: 74-75). Esto ha llevado a algunos autores a plantear que fueron
primero trabajados los minerales del primer grupo, y luego los del segundo11. Este metal es la base
material de toda la metalurgia andina, puesto que en casi toda aleación siempre estuvo presente
(Lechtman 1991a). Su punto de fusión es de aproximadamente 1083° C.
La plata (Ag) si bien se la puede encontrar en estado nativo, se la encuentra generalmente
unida a plomo (sulfuro de plomo o galena: PbS) (Petersen 1970: 83-84). Debido a su uso en
orfebrería se crearon métodos específicos para su obtención y purificación a partir de minerales,
como la copelación (Mohen 1992: 64). Es un metal muy dúctil, y su punto de fusión está fijado en
los 961° C.
9
Óxidos: tenorita (CuO), cuprita (Cu2O). Carbonatos: azurita ((CO3)2Cu3(OH)2), malaquita (CO3Cu2(OH)2). Cloruro:
atacamita (ClCu2(OH)3). Silicatos: crisocola (SiO3Cu·2H20), Dioptasa (SiO4CuH2). Sulfuros: calcopirita (S2CuFe),
covellina (SCu), bornita (S4Cu5Fe), calcocita (Cu2S). Sulfatos: calcantita (SO4Cu·5H2O). Sulfoantimoniuro: tetraedrita
(Sb4S13(Cu,Fe,Zn,Ag)12), tennantita (As4S13(Cu,Fe,Zn,Ag)12), bournonita (S3SbPbCu), famatinita (S4SbCu3).
Sulfoarseniuro: enargita (AsS4Cu3).
10
Respecto a esto, es importante hacer la aclaración que más bien que un requerimiento esto es una recomendación,
puesto que como en el caso americano gran parte de las piezas metálicas no tuvieron un fin utilitario, su resistencia
físico-mecánica no fue tan primordial. Esto estaría marcando una diferencia con el Viejo Mundo, en donde el metal
estuvo fuertemente ligado a la guerra, la industria y el comercio (transporte), de forma tal que se necesitaba que este
fuera resistente (Lechtman 1991a).
11
Esta secuencia pareciera estar confirmada en la naturaleza misma, puesto que en los mismos depósitos de mineral, se
encuentra una zona superior de oxidación (con óxidos, carbonatos y silicatos), a continuación una zona de cementación
(con sulfuros y sulfatos) (Mohen 1992: 95). Esto ha servido también para explicar el abandono de ciertas minas, debido
al desconocimiento del proceso de tostado (Mohen 1992:94).
14
El estaño (Sn) se lo halla formando minerales como la casiterita (bióxido de estaño: SnO2) y
la estannita (sulfuro de cobre, hierro y estaño: Cu2FeSnS4) (Mohen 1992:101-102). A ambas se las
extrae de depósitos aluviales, y se las reduce para obtener estaño mediante procesos de fundición; si
bien el estaño tiene un punto de fusión bajo (232° C), a estos minerales es necesario llevarlos a altas
temperaturas (alrededor de los 1000° C) para obtener el metal (Mohen 1992: 102). Se lo utilizaba
para la manufactura del bronce y de otras aleaciones.
El arsénico (As), se lo suele encontrar formando minerales como la enargita (sulfoarseniuro
de cobre: AsS4Cu3) y sus productos de alteración como chenevixita (arseniato de cobre y fierro
hidratado: [Cu2Fe2(AsO4)2(OH)4.H2O]. Se le utilizaba en la manufactura de ciertas aleaciones, pero
esto implicaba un proceso de tostado previo, a través del cual se volatilizaba el sulfuro, el que
afectaba la dureza del material obtenido. (Petersen 1970, Lechtman 1996)
El plomo (Pb) es un metal escaso de encontrar en su estado nativo. Por ello se lo suele extraer
de la galena (sulfuro de plomo: PbS), la que suele contener altos porcentajes de plata también. Se lo
usaba como fundente, para el proceso de dorado y como soldadura, esto último debido a su bajo
punto de fusión (327° C) (Petersen 1970: 57-60)
El mercurio (Hg), se lo puede encontrar en estado nativo mediante el lavado de arenas, y en
estado de pequeñas gotas. También se lo podía obtener por medio de la fundición de cinabrio
(sulfuro de mercurio: HgS), el cual también era utilizado como colorante. Se lo utilizaba en la
orfebrería tanto para soldadura, como para el plateado y dorado. Su punto de fusión es a los –39° C.
(Petersen 1970: 55, 87)
El platino (Pt), se lo obtiene generalmente en asociación con oro, y en forma de granos en las
arenas aluviales. De hecho se los suele trabajar juntos, debido en parte al alto punto de fusión del
platino (1770° C), el cual disminuye al estar en una aleación (Mohen 1992: 63). Es el más dúctil de
los metales luego del oro y la plata, y fue muy utilizado en la región de los Andes Septentrionales.
12
Es tema de discusión el que si es posible distinguir o si existe una etapa pre-metalúrgica en el uso de los metales.
Personalmente creemos que esta situación está condicionada tanto geográfica como culturalmente (como veremos luego),
además de que la tecnología metalúrgica no reemplaza totalmente el uso de metales nativos.
15
Reseña histórica.
El uso de los metales nos remite a momentos más bien tardíos en la secuencia evolutiva del
ser humano, siendo un desarrollo que la mayoría de las veces requiere conocimiento de técnicas
productivas de relativa complejidad.
A escala mundial se ha tendido a abordar esta problemática al amparo del esquema evolutivo
desarrollado en Europa, el cual ha concretado en el clásico sistema de edades europeo (Edad del
Cobre, del Bronce y del Hierro). Mediante éste se nos presenta una secuencia tanto en el uso de los
metales como también de las técnicas de elaboración. Este esquema ha recibido críticas tanto desde
América, Asia y África (Mohen 1992: 95).
Mundialmente hablando, las piezas metálicas más antiguas descubiertas provienen del sitio
de Cayönü Tepesi en Turquía, correspondiendo a leznas, cuentas, ganchos, pequeñas hojas e hilos
manufacturados en cobre nativo. Sus fechas rondan entre 7250 a.C. y 6.750 a.C. Con fechas
similares también deben citarse los sitios de Tell de Siak en Irán, los de Tell Ramad en Siria y los de
Ali Kosh en el oeste de Irán (Mohen 1992: 49-50).
En Europa sur-oriental (ex-Yugoeslavia) el uso de metales se desarrolla durante el V milenio
a.C. Este conocimiento llegará a Europa Occidental durante el IV milenio a.C. Por su parte, las
primeras evidencias en Europa nor-oriental (Finlandia) están fechadas hacia el III milenio a.C. En
África se hallan evidencias de trabajo de cobre ya con fechas del III milenio a.C., también. Con
respecto a la primera y cuarta áreas nombradas, no hay acuerdo entre los investigadores respecto a un
origen local o foráneo en el conocimiento del uso de metales. La segunda y tercera áreas tendrían un
origen alóctono (Mohen 1992: 52-53).
El caso americano merece mención aparte debido a ser un desarrollo independiente de los del
Viejo Mundo (Mapa 3). Este hecho permite desligarla más fácilmente de los esquemas propuestos
desde Europa, a lo que debemos agregar el que las barreras geográficas que presenta América en sí,
hizo posible la presencia de más de un núcleo original en cuanto al trabajo de los metales13 (A.
González 1992). En América del Norte encontramos piezas de cobre nativo asociadas a la Old
Copper Culture, fechada entre el 4.000 y el 2.000 a.C., (Binford 1962, Mohen 1992: 54, Petersen
1970: 55) las cuales tienen la particularidad de provenir del yacimiento de cobre nativo más grande
del mundo ubicado en la península de Michigan; esta fuente fue utilizada hasta tiempos del contacto
y siguiendo las técnicas empleadas en la producción lítica. En este mismo sentido, en Groenlandia
(distrito de la Isla Disko) se observa la presencia de herramientas manufacturadas en hierro
meteorítico (similar al hierro nativo), en contextos esquimales pre-contacto (Mohen 1992: 65-66).
Además en la zona meridional de la cuenca Mississippi, la cultura Adena (1100-700 a.C.), inicia una
13
Esto último ayudado por el hecho de poder distinguir con claridad estos núcleos, a diferencia de lo que ocurre en el
Viejo Mundo donde establecer fronteras para uno u otro desarrollo y determinar su carácter, es más complejo.
16
tradición de trabajo en diversos metales y que continuará hasta tiempos de contacto (A. González
1992: 52)
Por su parte, en América del Sur el primer metal trabajado fue el oro, con fechas que rondan
el 1.500 a.C. El sitio del cual se han rescatado estas primeras evidencias metálicas es el de
Waywayka14, ubicado en los Andes centrales peruanos (Grossman 1978). Es importante hacer notar
que en el caso sudamericano la tecnología en metales estuvo siempre mucho más ligada a lo
suntuario que a lo funcional, marcando una clara diferencia con el Viejo Mundo, y haciendo que el
grueso del conocimiento estuviera orientado a lo estético y no a lo operativo (Lechtman 1991a. A.
González 1979).
14
Este sitio además cuenta en su registro con pequeñas cuentas cilíndricas manufacturadas en lapislázuli (Grossman
1972, en Lechtman 1980: 276). Es muy relevante decir esto, puesto que el único yacimiento de esa piedra en Sudamérica
se encuentra en la cordillera de Ovalle, a unos 3600 m.s.n.m., en una zona que sólo puede ser trabajada durante diciembre
y enero (Brüggen 1926; Cunha 1989; Rivano 1975, 1993). Si realmente las rocas en cuestión son lapislázulis (hay
muchas rocas que pueden ser confundidas con ésta [Cunha 1989, González y Rivano 1979]), su hallazgo en un lugar a
más de 2000 kilómetros de distancia de su fuente original, nos debe hacer pensar en las redes de comunicación que ya
por el 1500 a.C. existían en Sudamérica.
17
Con el advenimiento de la metalurgia podemos comenzar a hablar con la mayor claridad del
uso de los metales, puesto que ya hay total seguridad de que se los está trabajando como tales,
además de quedar un registro más elocuente ligado a su producción (escorias, crisoles, hornos). Es
importante decir, que las zonas donde se dieron las primeras evidencias de metalurgia no deben ser
necesariamente las mismas donde se dio el conocimiento temprano en el uso de metales nativos;
además de que igual que en el caso anterior puede haber más de un núcleo original para el
descubrimiento de esta tecnología.
Las evidencias más antiguas de metalurgia las encontramos en el área de Medio Oriente, con
fechas que rondan el V milenio, pese a que en sitios del VII y VI milenio se han encontrado posibles
piezas obtenidas por fundición, pero que aparentemente no dieron pie a una continuidad tecnológica
relevante. Por su parte el sudeste de Europa (Balcanes), parece haber desarrollado un proceso propio
hacia la metalurgia, de modo que se puede plantear un origen local, y no por difusión, con fecha en el
V milenio (Mohen 1992: 78-85)
Debemos decir que el primer metal trabajado en este caso fue el cobre, y que posteriormente
van integrándose el trabajo de la plata y el plomo. Paralelo a este fenómeno aparecen las minas de
extracción de mineral más antiguas del mundo ubicadas en los Balcanes y Oriente Medio.
La tecnología metalúrgica parece haber tenido una rápida dispersión por Europa, puesto que
en Suiza la hallamos ya en IV milenio, y en España hacia el 3000 a.C. También parece ser el caso en
el subcontinente indio, en donde se han hallado evidencias de fundición de cobre con fechas de 4000
a.C. Al África sub-sahariana (Níger) este conocimiento arriba a fines del II milenio (Mohen 1992:
86-91).
En Sudamérica las más antiguas señas de fundición se han encontrado en el Valle del Lurín
(costa central peruana), en el Alto Piura (norte del Perú) (Makovski y Castro de la Mata 2000) y en el
Altiplano boliviano (A. González 1992), con fechas relativamente contemporáneas, entre el 1500 y el
1200 a.C.
La incorporación de la metalurgia implica un cambio y la aparición de nuevos modos de
hacer las piezas metálicas. De tal modo que para este momento hacen su ingreso al registro hornos
especialmente elaborados para esta labor los cuales han sido acondicionados para obtener las
temperaturas necesarias para la fundición de los metales. Estos revisten distintas formas según como
haya sido la forma local de llevar a cabo este trabajo, los hay sobre, bajo y a nivel del piso; de
diversos cavidades y pisos, etc. Otro elemento clave son los crisoles los cuales eran manufacturados
en rocas refractarias (tipo areniscas), o bien, a partir de arcillas con propiedades refractarias (Mohen
1992: 73-78. Carcedo 1999).
Tratando de dinamizar esta descripción diremos que el proceso productivo se inicia en el
depósito de mineral (generalmente una mina o veta), de donde éste es extraído para luego ser
chancado. Durante este proceso puede ser o no separada la fracción más pura (con mayor contenido
de metal). A continuación se vierte este polvo en el crisol, la mayoría de las veces se le agrega algún
fundente el cual permita que la ganga se concentre y se separe del metal en mejor forma. Si la
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fracción inútil es férrica, el fundente deberá ser silíceo; y si el primero es silíceo, el fundente será
férrico (L. González 1992: 58-59). Por ello, muchas veces la misma fracción no beneficiosa del
mineral debido a un alto contenido ya sea de sílice o fierro (según el caso), puede operar como un
fundente natural. Se cubre al crisol con carbón y se le prende fuego y/o se lo expone al efecto de este.
Es por medio de “sopladores”, fuelles o por especiales condiciones de corrientes de aire, que se logra
alcanzar la temperatura necesaria para separar el metal de su ganga. Durante este proceso es que el
metal decanta (por su mayor peso específico), mientras que la ganga flota en la superficie, de modo
que el apartarla se facilita. Luego se retira el material y se lo trabaja mediante distintas técnicas,
muchas ya conocidas para el trabajo con metales nativos.
Para el caso americano, en especifico, tenemos la presencia de varios tipos de hornos, los hay
móviles e inmóviles. Además como una particularidad cultural, acá no se descubrió el fuelle, por
tanto el trabajo se realiza mediante toberas por las cuales se insuflaba aire “a pulmón” y/o se
instalaban los hornos en terrenos expuestos a fuertes corrientes de aire de modo que mediante ellas se
alcanzara la temperatura necesaria.
Como un desarrollo posterior, debemos tratar el tema de las aleaciones, las que en el caso
europeo, dieron pie a la denominada Edad del Bronce. Este fue primeramente desarrollado en su
variedad arsenical, teniendo aparentemente su origen en la región alpina, alrededor del IV milenio
a.C. El bronce estañífero, por su parte, presenta sus más antiguas evidencias en Mesopotamia,
durante el III milenio a.C.; en Europa Central aparece hacia el 2000 a.C. Paralelos a estos desarrollos
se dieron también aleaciones de cobre-antimonio (Hungría), y de cobre-estaño-plomo (Islas
Británicas), pero éstas no prosperaron puesto que el bronce estañífero mostró ser mejor (Mohen
1992:99)
Debemos decir que algunas de estas aleaciones se encontraban dadas en la naturaleza, y no
fueron buscadas a propósito. Es más, es posible que este haya sido el medio por el que se haya
descubierto la posibilidad de realizar aleaciones de metales, además de que mediante la
incorporación de otro metal en el proceso de fundición de otro se reduce el punto de fusión de éste.
Es precisamente en el campo de las aleaciones donde se presenta una de las evidencias más
ricas para el caso sudamericano, y que la vuelve única en el mundo. Las primeras aleaciones
metálicas en Sudamérica se las encuentra cumpliendo la función de soldaduras, en razón de su punto
de fusión inferior al de las piezas que se desea soldar (Lechtman 1980).
Es durante el Horizonte Medio (600 al 1000 d.C.) y contemporáneamente, que se desarrolla la
innovación del bronce, tanto en los Andes Centrales como en los Andes Centro-Sur. Sin embargo,
hay que hacer notar que en la primera área se dio una aleación de cobre-arsénico, mientras en la
segunda se dio una de cobre-arsénico-níquel, la que hacia fines de este horizonte es reemplazada por
una de cobre-estaño (Lechtman 1996).
Además de estas aleaciones secundarias y ternarias, se desarrollaron otras en las que también
se incorporaban elementos estéticos como ideológicos. Es clave decir que dentro de la metalurgia
19
andina el cobre siempre fue el metal base para todas las demás combinaciones, a pesar de que su
presencia pasaba muchas veces desapercibida (Lechtman 1991a). Tenemos que nombrar entonces las
aleaciones de cobre-plata ya presente en el Horizonte Temprano (1300 a.C.), la de cobre-oro y cobre-
oro-plata (ambas clasificables como tumbaga), y la oro-platino (propia de los Andes
Septentrionales). A estas aleaciones “clásicas”, Petersen (1970: 98-115) agrega las de oro-plata,
plata-cobre, plata-estaño, cobre-plomo, cobre-antimonio, cobre-zinc, cobre-silicio, cobre-fierro-
zinc, cobre-tungsteno-fierro, cobre-fierro-azufre y cobre-fierro-níquel-cobalto.
El trabajo de aleaciones a su vez, esta íntimamente ligado a otra faceta muy propia de la
metalurgia andina como son los sofisticados procesos de dorado y plateado de piezas, que
contemplaban técnicas por enriquecimiento, por reemplazo electroquímico, por fusión, por hoja y
por reducción (Lechtman 1991a. Makovski y Castro de la Mata 2000).
Como ha quedado claro, en Sudamérica hubo un centro inicial en el trabajo de los metales
nativos, y luego al parecer tres centros en el origen de la metalurgia andina. Por su parte, los
investigadores no llegan a acuerdo acerca de como sistematizar el cúmulo de información y
materialidad surgido desde el comienzo del uso de metales, a lo que hay que agregar el que muchas
veces no estén hablando en términos similares.
De tal forma que para A. González (1992), desde un punto de vista de la metalurgia “la
región andina puede subdividirse en cuatro subregiones: 1) subregión norandina peruana, 2) los
Andes Centrales, 3) los Andes del Sur y 4) los Andes Colombianos”. Por su parte, Salazar (2002),
distingue 3 tradiciones metalúrgicas o centros metalúrgicos independientes: a) la zona Andina
Septentrional de América del Sur (Ecuador y Colombia) y el extremo austral de América Central
(Panamá y Costa Rica), b) la costa norte del Perú y c) el Centro sur andino o Altiplano Boliviano.
Además, pero ya fuera de Sudamérica, debemos nombrar la metalurgia mesoamericana. Esta
tendría su origen en contactos entre la costa pacifica del actual México y el noroeste de Sudamérica y
América central, en un primer momento, y para luego tenerlos con los Andes Centrales. Esta
tradición se extendería hasta el suroeste estadounidense. (A. González 1992: 47-48, 51).
En el contexto sudamericano los principales metales usados fueron el cobre, la plata y el oro.
Se puede considerar como metales secundarios (pero no por ello menos importantes) al arsénico, el
estaño, el plomo, el mercurio y el platino, utilizados fundamentalmente en aleaciones o procesos
productivos.
20
plata (Iribarren 1974: 13). Durante el Horizonte Medio, en San Pedro de Atacama ya hay evidencias
más que claras de bronce (Lechtman 1996).
Continuando hacia el sur, en el área septentrional del Norte Chico, durante el primer milenio
de esta era (Cultura El Molle) aparecen los primeros objetos manufacturados en cobre nativo, y hacia
fines de éste el conocimiento de la metalurgia. Ya con los grupos Animas (800-1200 d.C.) aparecen
los primeros objetos de plata y de bronce. Finalmente con el Inca se incorpora el oro (Cervellino
1994). Sin embargo, hay que hacer la salvedad de que en el valle del río Hurtado hay un contexto
con oro y plata adscrito a grupos Molle (Niemeyer et al. 1989: 252-253).
En cuanto a Chile Central, la investigación es escasísima, pero preliminarmente se puede
decir que aparentemente, en un primer momento (desde inicios de nuestra era) se trabajó sólo el
cobre nativo, para luego agregar el cobre por fundición. Es con la Cultura Aconcagua (900-1470
d.C.) que aparecen las primeras evidencias de reducción de mineral (escorias); aunque es importante
decir que esta tecnología, al parecer, no reemplazó del todo el uso de metales nativos. Finalmente en
tiempos del Inca se integrarían el oro y la plata15 (Campbell Ms.[Anexo 5]). A la fecha, la presencia
más austral de una tecnología metalúrgica se encontraría en la zona de Cauquenes, con una fecha de
1240 +/- 80 d.C. (Gaete y Sánchez 1995).
En cuanto a Chile Sur, el uso de metales se inicia alrededor del 1200 d.C. Su más temprana
presencia está reportada en el sitio Fundo San Jorge (Angol), en un entierro en urna fechado en el
1195 +/- 70 d.C., y correspondiendo a 2 aros chicos de alambre de cobre (Bullock 1970: 53, 55, 107-
108, 200-201. Adán y Mera 1997). Por otra parte, en Padre Las Casas, fechado en 1280 +/- 80 d.C.,
encontramos los aros cuadrangulares con muesca con data más antigua, esta vez en un entierro en
canoa (Gordon 1978: 68, 70-71). A la fecha no se ha reportado el hallazgo de evidencias de
reducción de minerales, aunque la fecha de Cauquenes nos hace pensar que esto podría ser posible.
Además, en vista del panorama de Chile Central, podríamos pensar la existencia de un trabajo de la
plata y el oro para tiempos a lo contemporáneos al Inca.
En vista de la evidencia existente, podemos plantear del mismo modo, que el río Toltén16 y la
precordillera andina occidental parecen estar estableciéndose como los límites respecto al uso y
manejo de metales para tiempos prehispánicos en la zona (Campbell Ms.[Anexo 5]).
15
En sitios Aconcagua se han descubierto placas de plata, pero por lo disturbado de los contextos es difícil establecer una
filiación pre-incaica o incaica. (Falabella com. pers.)
16
La condición de frontera del río Toltén nos parece a lo menos sugerente. Esto si consideramos que este río se plantea
como “límite” para los dos estilos decorativos tardíos del sur de Chile (Vergel y Valdivia) (Castro y Adán 2001), como
también históricamente entre los grupos mapuches y huilliches (Silva 1984).
21
Descripción de los sitios arqueológicos.
Procedemos ahora a presentar los sitios arqueológicos de los cuales se han recuperado los
materiales metálicos bajo estudio. Esta información se basa principalmente en el trabajo de Sánchez
(1997), en reportes más recientes de ciertos sitios (P31-1) y en comunicaciones personales de los
investigadores.
Sitio P5-1
Sitio habitacional.
Este sitio se emplaza en el sector este de la isla, a un kilómetro aproximadamente de la costa.
Se ubica sobre la terraza marina III, cerca de un escarpe de erosión y a unos 25 m.s.n.m.
Este sitio fue excavado siguiendo niveles artificiales de 10 cms. llegándose a una profundidad
de 130 cms. Los primeros niveles (hasta los 40 cms.) estaban fuertemente impactados por el uso
agrícola, y es de donde proviene una lámina metálica. En superficie se observaron “restos de
cerámica, conchas marinas, fragmentos óseos y materiales líticos” (Sánchez 1997: 111)
Entre los 50 y 70 cms. aparecieron restos óseos humanos, los que correspondían a sólo un
individuo. Este fue depositado sobre una capa de caracoles (tegula atra), asociados a él se encontró una
cuenta de concha, una punta de proyectil, fragmentos cerámicos, algunos decorados en sobrerelieve, y
abundante carbón.
Del conjunto del sitio fueron rescatados materiales cerámicos (fragmentos alisados, pulidos y
engobados, y 2 valdivia para el nivel 2), líticos (instrumentos formatizados, subproductos y
elementos del proceso de talla), óseos (guanaco, cetáceos, peces, algunos transformados en palas,
taladros y pulidores de cerámica), vegetales (“tipo quinua”, Chenopodium sp., solanáceas y
quenopodiáceas) y de invertebrados (moluscos, crustáceos y equinodermos).
Los fechados radiocarbónicos disponibles para este sitio, corresponden el primero al nivel 6
(50-60 cms.), el cual permite fechar el enterratorio; y el segundo al nivel 11 (100-110 cms.):
Sitio P12-1
Este sitio se ubica en el sector este de la isla. Aun no cuenta con un informe final,
encontrándose su información los cuadernos de campo.
23
Del Nivel 0-10, se rescató un fragmento de una lámina metálica con microprotuberancias. Del
Nivel 2 (10-20 cm), fue recuperado un pendiente de cobre, y del Rasgo 2 (60-70 cm), restos de
escoria. Estas, si bien no serán incluidas en esta práctica, esperamos poder analizarlas a la brevedad
posible.
Sitio P21-1
Sitio habitacional y funerario
Este sitio se encuentra en el sector sur de la isla, en la ladera de un cerro, en la cota de los 25
m.s.n.m. aproximadamente. Importante parte del sitio se ubica bajo matorrales de chilco, maqui y
arrayán, los que protegieron a los niveles superiores de la acción del arado.
Su sector habitacional fue excavado siguiendo niveles artificiales de 15 cms., llegándose a
una profundidad de 210 cms. Inicialmente el contexto funerario de este sitio, fue tratado como un
sitio independiente, denominándosele P21-2 (Sánchez 1997: 128), pero luego se decidió integrarlo al
sitio principal (P21-1) al asumirse que ambos constituían una sola unidad arqueológica.
Del área habitacional fueron rescatados materiales cerámicos, líticos, óseos, de invertebrados
y carbón. Sus fechas y contexto nos remiten a un sitio de adscripción Pitrén, de modo que no nos
detendremos en su descripción:
Las fechas disponibles para este sector son las siguientes:
24
aros de plata (un par y uno aislado), líticos y caracoles. Este contexto cuenta con un único fechado de
1455 +/- 80 d.C. (1997: 131), el cual bien lo puede situar en tiempos prehistóricos o históricos.
Sitio P22-1
Sitio habitacional
Este sitio se encuentra en el sector sur-occidental de la isla, sobre la terraza III. Se extiende de
norte a sur por aproximadamente 200 m., limitando al este con el cordón montañoso central y al
oeste con sectores de vegas.
Las fechas disponibles para este sitio son como se detallan:
Sitio P25-1
Este sitio se encuentra en el sector occidental de la isla, sobre una formación de paleodunas, y
a unos 2 kilómetros de la costa. Cubre un área de 1200 m2, estando dividido en dos partes por un
estero que en sus perfiles expone material faunístico y cultural.
Se excavó este sitio siguiendo niveles artificiales de 10 cms. y también naturales, pudiéndose
discriminar cuatro capas culturales. La primera de ellas, se encontraba fuertemente alterada por la
acción de actividades agrícolas y ganaderas. Además de la capa 3, se rescataron los restos óseos de
un subadulto
El sitio entregó materiales cerámicos (predominan fragmentos rojo alisados y rojo pulidos),
líticos (predominio de subproductos del proceso de talla y de instrumentos para el trabajo lítico), óseos
(guanaco, mamíferos marinos, roedores, aves, peces; fragmento de pala, una lezna y anzuelos), de
invertebrados (moluscos y crustáceos) y metálicos (clavos, anzuelo, aro, pulsera, laminas, barrita)
Del estrato 1, fechado en 1680 +/- 100 d.C., se extrajo un aro cuadrangular de cobre y un
anzuelo de cobre, asociados a cerámica blanco valdivia.
Las fechas disponibles para las ocupaciones denominadas Media y Tardía de este sitio, son
como se detallan:
25
Numero de Numero de Edad AP Edad Nivel
Muestra Laboratorio Calibrada
P25-9316 Gd-10008 270+/-100 1680 Estrato 1
P251-9 UCTL-538 820+/-100 1170 Estrato 2
P25-9356 Beta-62819 890+/-70 1210 Estrato 2
Sitio P31-1
Sitio habitacional.
Este sitio se ubica en el sector oriental de la isla, aproximadamente a 50 m.s.n.m., entre la
llanura litoral y el cordón de altura del centro de la isla.
El sitio tendría un carácter habitacional, reconociéndose en él “fragmentos de alfarería en un
contexto de utilización del bosque higrófilo para actividades de caza y recolección, de probables
prácticas agrícolas, crianza de guanacos y segura elaboración de la cerámica” (Sánchez 1997: 104).
Su extensión asciende a los 12.000 km2.
Para el sitio se establecieron en 1996 (Massone Ms.), 4 niveles estratigráficos. El estrato 1, se
desarrolla entre los 0 y los 30-40 cms. de profundidad, está fuertemente disturbado por la acción del
arado, alcanzando el efecto de este hasta la base del estrato.
Los materiales que fueron recuperados de este estrato corresponden a abundante material
cerámico (fragmentos pulidos y alisados, engobados, con orificios de reparación o reforzamiento y
que pudieran corresponder a urnas, y decorados blanco valdivia), lítico (núcleos, desechos de talla,
una punta de proyectil triangular apedunculada de base escotada, rodados esféricos sin surco y con
surco, este último a modo de pesa para red; y un trozo pequeño de malaquita), óseo (de humano,
camélidos, mamíferos marinos, peces, aves y algunos roedores), malacológico (tégula, lapa, loco,
almeja y choro, algunas modificadas como cuentas de collar), algunas piezas metálicas (un colgante
modelado sobre una lámina delgada, una pieza en forma de U, un aro de plata y una lámina de
cobre), y restos de materiales modernos (metal y vidrio).
De hecho la presencia de objetos metálicos, de piezas cerámicas de gran tamaño y de restos
óseos humanos, hace pensar en la existencia de un contexto funerario en este estrato, el que fue
desarticulado por la acción del arado.
El estrato 2, se extiende entre los 30-40 y 80-90, los restos culturales de este nivel se
encontraban muy poco alterados.
Los materiales culturales rescatados de este estrato corresponden a cerámica (fragmentos de
cerámica alisada a pulida, con presencia de ahumado, y con orificios para reforzamiento, grandes
asas y bordes reforzados), líticos (puntas triangulares apedunculadas de base escotada en basalto y
cuarzo, yunques con rebajes cóncavos profundos en sus caras, un percutor, una cuña de talla bipolar,
lascas de basalto y cuarzo, algunas de éstas con huellas claras de talla bipolar), óseos (de guanaco,
aves y peces, algunos transformados en punzones, palas, espátulas y anzuelos), malacológicos
26
(tégula, lapa, caracoles y locos), y metalúrgicos (restos de escoria). Además hay rasgos de interés
como restos de grandes fogones y huecos de poste.
El estrato 3, se extiende entre los 80-90 y los 106-110 cm de profundidad. De este estrato se
recuperaron materiales cerámicos (fragmentos pulidos y alisados, de paredes gruesas y delgadas,
parte de una olla y un jarro), líticos (lascas en basalto y cuarzo), óseos (camélidos, aves y peces,
algunos manufacturados como punzones, espátula y colgante), malacológicos (tégula, lapa,
caracoles, loco y choritos) y vegetales (13 mazorcas de maíz carbonizadas). Además se reconocieron
oquedades utilizadas como estructuras de combustión, aparentemente de cocina.
El estrato 4, presente desde bajo 106-110 cm y hasta 150 cm, presenta materiales cerámicos y
óseos similares a los del estrato superior, pero en más baja frecuencia. Estos materiales podrían haber
sido introducidos a este nivel por diversos fenómenos como pisoteo y los huecos de poste, entre
otros.
A partir de esto se plantean tres momentos de ocupación del sitio. El primer momento
corresponde al estrato 3, siendo el uso del sitio de carácter habitacional “y en forma más específica
para actividades vinculadas a la preparación de alimentos” (Massone Ms.). El estrato 2,
correspondería a un segundo momento de ocupación, diferenciable del primero; éste tendría también
un uso habitacional, pero donde la presencia de extensos fogones y huecos de poste está marcando
una clara diferencia con el estrato anterior. Por último el estrato1, pese al efecto del arado, pareciera
estar marcando un uso funerario para dicho momento del sitio.
Las fechas con que se cuenta para este sitio son como se detallan (Sánchez 1997: 105):
Sitio Co-2
Este sitio se ubica cercano a la ciudad de Coronel, en el sector conocido como La Obra. Fue
reportado a la Policía de Investigaciones en virtud de la presencia de restos humanos. Luego de
establecerse su carácter arqueológico, los restos culturales (cerámica y objetos de metal) fueron
depositados en el Museo de Historia Natural de Concepción, no así los restos óseos.
De este sitio provienen un aro cuadrangular con muesca y una pulsera, ambos de cobre.
27
Este sitio no cuenta aún con fechas, y la información con que contamos de él proviene de la
publicación correspondiente al sitio arcaico Co-3 (Quiroz et al. 2001) y de comunicaciones
personales de los investigadores.
28
Tabla 1
Materiales metálicos y asociados
Isla Mocha Sitio P 12-1 0-10 cm Fragmento de lámina con microprotuberancias Subactual
Isla Mocha Sitio P 12-1 2 (10-20 cm) Pendiente Indígena
Isla Mocha Sitio P 12-1 60-70 cm Escoria Dudosa
Isla Mocha Sitio P 21-1 1 aro de plata aislado 1455 +/- 80 d.C Indígena
Isla Mocha Sitio P 21-1 1 par de aros de plata 1455 +/- 80 d.C Indígena
Isla Mocha Sitio P 22-1 0-10 cm Fondecyt 1921129 12 fragmentos (clavos?) Subactual
Isla Mocha Sitio P-22-1 10-20 cm Fondecyt 1921129 Varios (4 láminas) Subactual
Isla Mocha Sitio P 25-1 1 (0-10 cm) Fondecyt 1950175 "Clavo" Dudosa
Isla Mocha Sitio P 25-1 1 (0-10 cm) Fondecyt 1950175 Barrita delgada Subactual
Isla Mocha Sitio P 25-1 1 Fondecyt 1990027 Pulsera de cobre 1680 +/- 80 d.C. Indígena
Isla Mocha Sitio P 25-1 1 Fondecyt 1921129 Aro cuadrangular con muesca 1680 +/- 80 d.C. Indígena
Isla Mocha Sitio P 25-1 1 Fondecyt 1921129 Anzuelo 1680 +/- 80 d.C. Indígena
Isla Mocha Sitio P 25-1 10-20 cm Fondecyt 1950175 Lámina de cobre Dudosa
Isla Mocha Sitio P 25-1 Fondecyt 1921129 Lámina semicircular Dudosa
Isla Mocha Sitio P 31-1 10-20 cm Fondecyt 1950175 Pieza metálica en forma de “U” Dudosa
Isla Mocha Sitio P 31-1 10-20 cm Fondecyt 1950175 Lámina Dudosa
Isla Mocha Sitio P 31-1 80-90 Alambre grueso 1260 +/- 70 d.C. Indígena
Isla Mocha Sitio P 31-1 50-60 cm Fondecyt 1950175 Escoria Dudosa
29
En el laboratorio se procedió a denominar las piezas que se sometieron a análisis siguiendo
un sistema correlativo. Quedaron consignadas como se detalla:
Isla Mocha Sitio P 25-1 Aro cuadrangular con muesca Muestra 1.8
30
Yacimientos mineros de cobre, plata y oro de Chile Sur (VIII, IX y X regiones).
En vista del tema de nuestra práctica consideramos muy pertinente llevar a cabo un registro
minero de las regiones VIII, IX y X (provincia de Valdivia). Para realizar éste hicimos una revisión
de la literatura referida, depositada en Sernageomin, y constituida por informes de geología
económica y de prospecciones mineras, en su gran mayoría inéditos. Quisimos hacer esta aclaración
puesto que un relevamiento a partir de fuentes históricas (crónicas), pudiera entregar un panorama
algo distinto, aunque creemos que no tan dispar (el único trabajo basado en crónicas que consultamos
fue el de Petit-Breuilh 1997). Pensamos lo anterior, puesto que más allá de la existencia de
determinado yacimiento en determinado lugar, ambos harían referencia a zonas de donde se
obtendría determinado metal (distritos o prospectos mineros)
De todas formas, queremos hacer la advertencia de que posiblemente no todos los
yacimientos mineros citados hayan sido utilizados por la población indígena, como también, es
posible que algunos yacimientos usados en el pasado estén ocultos en nuestros días. Respecto a esto,
los autores de los informes más extensos (Alfaro s/f, Oyarzún et al 1982a, Enami 1988), hacen notar
la dificultad de llevar a cabo un reconocimiento 100% confiable, debido al clima y la vegetación de
la zona, los que la mayoría de las veces juegan en contra de una buena prospección.
En esta revisión contemplamos sólo los yacimientos de cobre, plata y oro, por ser ellos los
metales que fueron trabajados por los indígenas prehistóricos e históricos de la zona. De hecho, los
yacimientos más relevantes a nuestra investigación serán los cupríferos y argentíferos, pues son éstos
los correspondientes a las piezas metálicas halladas a la fecha en la Isla Mocha. Los yacimientos
auríferos han sido considerados sólo por la utilidad que pudiera servir para futuras investigaciones ya
sea en el continente o en las islas del litoral araucano.
Los datos de esta revisión están consignados en una tabla (Tabla 2) y un mapa (Mapa 4), en la
cual hemos asignado un número a cada yacimiento minero. A partir de la información recopilada es
que podemos dar pie a una discusión referente a los yacimientos mineros de la Araucanía, y como
éstos pueden estar articulándose con las poblaciones que los utilizaron, en nuestro caso con las de la
Isla Mocha.
Si consideramos que en la isla han sido recuperadas sólo las piezas metálicas terminadas,
pese a un posible registro de escoria de fundición, es que podemos plantear tres situaciones: a) que
las piezas sean importadas desde el continente, b) que el metal y/o el mineral sean importados a la
isla y las piezas manufacturadas en ella, y c) ambas posibilidades al mismo tiempo. Hasta el
momento no tenemos evidencia suficiente para inclinarnos por alguna de estas hipótesis, y sólo un
estudio más exhaustivo de las piezas y de las escorias, podría entregarnos un resultado más
31
concluyente. De todas maneras, creemos que la variable temporal es fundamental para dilucidar esta
interrogante.
De forma paralela a lo anterior, podemos plantear otras tres hipótesis: a) que el
aprovisionamiento (ya sea de piezas y/o materia prima) sea realizado por individuos de la isla, b)
que el aprovisionamiento sea realizado por individuos del continente, c) el aprovisionamiento sea
realizado en parte por ambos grupos.
17
Nombre interesante si consideramos que una de las áreas de mineras de cobre de España corresponde al distrito de Río
Tinto. (Dana 1956: 174)
32
El número 49, ubicado en el sector Curacautín-Hueñivales, se encuentra a una distancia de
unos 190 kilómetros de la Isla Mocha. Según Enami (1988), presentaría recursos cupríferos,
argentíferos y auríferos.
El numero 64, refiere a un sector tratado por Quezada (1972) como Área Las Animas, y por
Álvarez (1971) como Zona de río Bueno-río Valdivia. Se halla localizada a unos 205 kilómetros de
la Isla Mocha. Ambos autores le dan un carácter cuprífero, y sólo Quezada agrega que
correspondería a sulfuros de cobre.
Nos parece importante decir que los yacimientos 58, 62, 63 y 64 se hallan mas allá de la línea
del Toltén, río que nosotros planteamos como el límite sur para el conocimiento del manejo y uso de
metales en tiempos prehispánicos en Sudamérica. Por su parte el 61 se ubica casi directamente sobre
esta hipotética frontera. Además los yacimientos 61, 62, 64, por su cercanía a la costa, son quizás
más accesibles por vía marítima que terrestre, siendo la primera posiblemente la preferida por los
mochanos.
Los restantes yacimientos cupríferos de la VIII y IX región se ubican a una distancia de ya
más de 220 kilómetros de la Isla Mocha, enclavados principalmente en sectores bien acotados de la
cordillera andina. Estos sectores son, de norte a sur, el curso alto del río Ñuble (cordillera de
Chillán), correspondiendo a los yacimientos número 04, 06, 07, 08, 09, 10, 13, 14, 17 y 18; el curso
alto del río Laja y Laguna de la Laja, yacimientos número 22, 24 y 25; el curso medio-alto del río
Bio Bio (cordillera de Los Ángeles), yacimientos número 30, 32 y 33; el curso alto del río Bio Bio
(al sur de Lonquimay), yacimientos numero 43, 51, 53 y 55; el curso alto del río Imperial, yacimiento
49; y lago Caburgua (Pucón hacia la cordillera), yacimiento número 57. Además de éstos, en sectores
de valle se encuentran también unos escasos yacimientos cupríferos como son el número 01 (cercano
a Cobquecura), el 05 (Chillán hacia la costa) y el 12 (cercano a Bulnes).
En cuanto a los yacimientos de plata, éstos son bastante escasos en ambas regiones,
ascendiendo a sólo siete. De ellos el 45 es el más interesante a nuestros propósitos por su cercanía
lineal a la Isla Mocha (62 kilómetros). Los demás se ubican a casi más de 200 kilómetros de la isla,
el 10 en la cuenca alta del río Ñuble (cordillera de Chillán); el 12 en el valle central, cerca de Bulnes;
el 24 en el curso alto del río Laja y Laguna de la Laja; el 37 en el curso medio-alto del río Bio Bio (al
sur de Lonquimay); el 49 en el curso alto del río Imperial; y el 57 en el sector del lago Caburgua
(Pucón hacia la cordillera).
33
lago Lleu Lleu), al sur. El restante yacimiento cuprífero no-cordillerano (01) queda más bien aislado
del primer “distrito”.
El yacimiento 05 corresponde a un yacimiento cuprífero denominado Laguna de la Plata o
sólo La Plata. Su riqueza serían sulfuros (calcopirita y bornita), carbonatos (malaquita), y según
Oyarzún y colaboradores (1982a), también silicatos (crisocola).
El yacimiento 12, lo sería tanto de cobre como de plata. Se lo conoce como El Gallo o Baúl.
Los autores sólo llegan a acuerdo en que su mineral de plata sería galena (mineral sulfurado). Con
respecto a los minerales de cobre no hay acuerdo, según Oyarzún y colaboradores (1982a) serían
sulfurados (calcopirita y bornita); según Alfaro (s/f), también serían sulfurados, pero
correspondiendo sólo a calcosina; y según Enami (1988), a carbonatos (azurita y malaquita), silicatos
(crisocola) y sulfatos (calcantita)
Por su parte, el yacimiento 01, denominado Cobquecura, sería de carácter cuprífero y con
minerales sulfurados (calcopirita).
Volviendo a la hipótesis, podríamos pensar que los individuos de estos 2 “distritos mineros”
(Mapa 6), en vista de su cercanía a las fuentes de minerales son los que en cierta forma están
administrando y controlando la producción de ellas. De tal forma que es posible inclusive que ellos
mismos sean los que estén manufacturando las piezas metálicas, las que luego comercializarían.
Ampliando este panorama, podríamos pensar que el “distrito minero” septentrional está
abasteciendo a la zona de Concepción, Los Ángeles y Chillán, es decir, hasta aproximadamente la
línea del río Bio Bio. Por su parte el “distrito minero” austral podría estar haciendo lo mismo con
relación a la zona de Angol, Temuco, Islas Mocha y vertiente occidental de la Cordillera de
Nahuelbuta.
De tal forma, es posible que se estén dando procesos distintos de manufacturar las piezas en
ambas zonas (distintos minerales), como que también entre ellas exista una zona de interdigitación
comercial y técnica.
La tercera hipótesis, es la posibilidad de que las dos anteriores estén operando conjuntamente,
o bien, en ciertos momentos la forma de aprovisionamiento se incline hacia la primera o hacia la
segunda, pero sin primar ninguna en especial.
Otro aspecto que queremos tocar, es el de la malaquita en la isla18. Al revisar nuestros datos,
nos percatamos que los lugares de donde pudo provenir esta malaquita (mineral carbonatado) son
bastante acotados, en vista de la mayor presencia de minerales sulfurados en la Araucanía. Estos
yacimientos serían el 05 (Laguna de la Plata o La Plata, Chillán hacia la costa), el 07 (Lara, curso
18
Del sitio P31-1 se recuperó un trozo de malaquita (Massone Ms), y de P22-1, cuentas discoidales en malaquita (Daniel
Quiroz com. pers.) En las parcelas 5 y 31, también se han encontrado cuentas en malaquita, pero como hallazgos
fortuitos.
34
alto del río Ñuble), el 12 (El Gallo o Baúl, cercano a Bulnes), el 24 (Malalcura, curso alto del río
Laja y Laguna de la Laja) y el 33 (Curacarel, curso medio-alto del río Bio Bio).
De los nombrados sólo el 05 y el 12 son yacimientos de valle, estando los restantes en la
cordillera. Esto nos llevaría a pensar, siguiendo nuestro planteamiento, que de la zona de Chillán-
Bulnes, proviniera esta roca. Sin embargo, no debemos descontar la posibilidad de que provenga de
la cordillera, debido a que tal vez su “riqueza” estaba dada por su especial coloración verdosa y no en
su contenido metálico. Por tanto, los grupos cordilleranos, si bien no habrían trabajado los metales, si
podrían haber comerciado estas particulares rocas.
Respecto a esto mismo, es relevante el hecho que los minerales sulfurados tengan un brillo
metálico (bronceado), a diferencia de los carbonatados, por ejemplo, que tienen un aspecto terroso.
En otras palabras, estaríamos planteando que los minerales sulfurados por su brillo estarían “más
cercanos” al metal que los carbonatados, de modo que a los primeros se los utilizara para
manufacturar las piezas, mientras que los segundos fueron considerados como “objetos especiales”.
Esta hipótesis se vería hasta cierto punto confirmada por el hecho de que todas las piezas
presentarían señas de provenir de sólo minerales sulfurados.
Por último, esta revisión nos logra llevar a otro plano de la investigación referida a las
técnicas que se requirieron para el trabajo de los metales. Esto ya que la mayoría de los yacimientos
de estas regiones son de minerales sulfurados, teniendo los minerales de otro tipo poca presencia. De
hecho, los yacimientos de la zona de Tirúa, como también los restantes ubicados más al sur son
exclusivamente sulfurados.
El que sean minerales sulfurados es relevante puesto que estos requieren un proceso de
tostado previo a su reducción. De este modo se busca volatilizar y oxidar el máximo contenido
posible de azufre, para así facilitar el proceso de reducción del mineral, y a que de lo contrario la
pieza tiene una mayor propensión a quebrarse. En relación a esto último, creemos que ello es más
bien una recomendación que un requerimiento técnico (ver nota 10).
El trabajo a partir de minerales sulfurados, ha sido considerado clásicamente como un
desarrollo más bien tardío en la secuencia del trabajo de metales, el que se ha buscado asociar a un
agotamiento de otros minerales de cobre, como carbonatos, óxidos y silicatos, los que son de
reducción más simple. Aunque de todos modos (y creemos que este es nuestro caso) este fenómeno
se haya sujeto a la disponibilidad local de materias primas minerales.
La presencia de minerales sulfurados, en todo caso, no es incoherente con la existencia de
metales nativos, los que como veremos también fueron trabajados.
35
Tabla 2
36
21 Rere Oro 37°08’30’’ 72°44’30’’ Oyarzún et al. 1982a: 71
22 Polcura Pirita, Calcopirita Cobre 37°10’ 71°29’20’’ Oyarzún et al. 1982a: 73
23 Santa Juana Oro 37°11’25’’ 73°00’20’’ Oyarzún et al. 1982a: 75
24 Malalcura Malaquita Cobre 37°22’ 71°30’30’’ Oyarzún et al. 1982a: 76
Malalcura Malaquita, Crisocola, Bornita Cobre 37°22’ 71°37’ Alfaro s/f: Anexo II
Mina Malalcura - Cobre 37°22’ 71°33’ Enami 1988
Malalcura - Cobre, Plata, Oro - - Di Biase y Skarmeta 1975: 59
25 Prospecto Rucúe - Cobre 37°28’ 71°33’ Enami 1988
26 Pilpilco Oro 37°35’07’’ 73°22’40’’ Oyarzún et al. 1982a: 77
Pilpilco Oro 37°37’ 73°20’ Alfaro s/f: Anexo II
27 El Rosal Oro 37°37’20’’ 73°35’50’’ Oyarzún et al. 1982a: 78
28 Caramávida Oro 37°40’ 73°10’ Oyarzún et al. 1982a: 79
Caramávida Oro 37°40’ 73°10’ Alfaro s/f: Anexo II
29 Área Renaico (incluye Oro - - Enami 1988
el lavadero de Tolpán)
30 Queuco - Cobre 37°42’ 71°32’ Aller 1911
31 Cayucupil Oro 37°44’48’’ 73°04’ Oyarzún et al. 1982a: 80
Cayucupil Oro 37°45’ 73°05’ Alfaro s/f: Anexo II
32 Otué Calcopirita, Pirita, Molibdenita Cobre 37°45’19’’ 71°28’30’’ Oyarzún et al. 1982a: 82
33 Curacarel Bornita, Calcosina, Pirita, Calcopirita Cobre 37°46’42’’ 71°31’ Oyarzún et al. 1982a: 84
Curacarel Bornita, Calcopirita, Malaquita Cobre 37°46’ 71°32’ Alfaro s/f: Anexo II
Curacarel - Cobre - - Alfaro 1974
Mina Curacarel Bornita, Calcopirita, Pirita, Malaquita Cobre 37°28’ 71°33’ Enami 1988
Prospecto Curacarel Bornita, Pirita, Calcopirita Cobre 37°46’ 71°33’ Enami 1988
Curacarel - Cobre - - Di Biase y Skarmeta 1975: 59-60
34 Área Angol (incluye Oro - - Enami 1988
los lavaderos de Est.
Deuco y Est.
Guacolda)
35 Butamalal Oro 37°49’30’’ 73°06’ Oyarzún et al. 1982a: 87
36 Lucatre Oro 37°51’ 73°18’ Oyarzún et al. 1982a: 88
Lucatre Oro 37°50’ 73°11’ Alfaro s/f: Anexo II
37 La Unión Galena, Blenda Plata 37°57’30’’ 71°33’ Oyarzún et al. 1982a: 90
Unión Galena, Blenda Plata 37°58’ 71°33’ Alfaro s/f: Anexo II
Prospecto La Unión Galena, Pirita, Blenda Plata 37°58’ 71°33’ Enami 1988
38 Pocuno Oro 37°58’ 73°18’ Oyarzún et al. 1982a: 91
Pocuno Oro 37°58’ 73°18’ Alfaro s/f: Anexo II
37
39 Área Los Sauces Oro - - Enami 1988
(incluye los lavaderos
de Rio Cabrería, Est.
Guadaba y Est. Quindo
Chico)
40 Purén Oro 38°02’ 73°01’ Alfaro s/f: Anexo II
Área Purén (incluye los Oro - - Enami 1988
lavaderos de Est. El
Molino, Est. Manzanal
y Est. El Lingue)
41 Santa Rosa Oro 38°05’ 72°46’ Alfaro s/f: Anexo II
Santa Rosa Oro - - Di Biase y Skarmeta 1975: 69
42 Área Lumaco (incluye Oro - - Enami 1988
los lavaderos de Est.
Curilebu, Qda. La
Aurora, Santa Ana,
Placilla, Est. La Araña,
Las Lumas, Qda.
Honda, Qda. Piedras
Blancas)
43 Curacautín-Lolco - Cobre, Oro 38°10’ 71°25’ Enami 1988
44 Mahuilque Oro 38°12’30’’ 73°15’ Oyarzún et al. 1982a: 98
Mahuilque Oro 38°12’ 73°15’ Alfaro s/f: Anexo II
Mahuilque - Oro, Cobre 38°12’ 73°15’ Enami 1988
“en la zona de Oro - - Alfaro 1976: 15
Mahuilque, Huillinco y
sector interior de
Quidico y Tirúa”
45 Relún Calcopirita, Galena, Pirita, Bornita Cobre, Plata 38°13’ 73°15’ Oyarzún et al. 1982a: 100
Relún - Oro, Cobre - - Enami 1988
San Pedro de Relún Oro - - Di Biase y Skarmeta 1975: 69-70
46 Área Relún y Sulfuros de cobre Cobre - - Quezada 1972
Mahuilque
47 Mina Vieja Calcopirita, Blenda, Pirita Cobre 38°23’06’’ 73°31’40’’ Oyarzún et al. 1982a: 101
Mina Vieja Calcopirita Cobre 38°25’ 73°32’ Alfaro s/f: Anexo II
Nuevo Rio Tinto Mine Cupriferous pyrite Cobre 38°25’ 73°25’ Officer 1917
Área Tirúa Sulfuros de cobre Cobre 38°23’ 73°33’ Quezada 1972
Tirúa et Puralaco - Cobre - - Thébault 1966
Tirúa - Cobre - - Alfaro 1974
Tirúa Sur - Cobre 38°22’ 73°28’ Enami 1988
Al sur de Tirúa - Cobre - - Alfaro 1976: 15
38
48 Lonquimay Oro - - Di Biase y Skarmeta 1975: 70
Área Lonquimay Oro - - Enami 1988
(incluye los lavaderos
de Est. Mitrauquén,
Sector Las Juntas y Rio
Pedregoso)
49 Curacautín-Hueñivales - Cobre, Oro, Plata 38°30’ 71°45’ Enami 1988
50 Tayón Oro 38°31’ 71°14’ Alfaro s/f: Anexo II
Cerro Tayón Oro - - Di Biase y Skarmeta 1975: 70
51 Ñidol Calcopirita Cobre 38°35’ 71°25’ Alfaro s/f: Anexo II
52 Área Carahue (Incluye Oro
los lavaderos de Est.
Corrales y Est. El
Lucero)
53 Galletué Calcopirita Cobre 38°43’ 71°18’ Alfaro s/f: Anexo II
Lonquimay-Galletué - Cobre 38°45’ 71°15’ Enami 1988
54 Área Nueva Imperial Oro - - Enami 1988
(incluye el lavadero de
Río Madihue)
55 Cerro Verde Calcopirita, Bornita, Covelina, Calcosina Cobre 38°48’ 71°18’ Alfaro s/f: Anexo II
56 Área Teodoro Schmidt Oro - - Enami 1988
(incluye el lavadero de
Est. Quilmer)
57 Melipeuco-Tracura - Cobre, Oro, Plata - - Enami 1988
58 Área Quitrahue Sulfuros de cobre Cobre 39°12’ 72°35’ Quezada 1972
59 Área Toltén (Incluye Oro - - Enami 1988
los lavaderos de Est.
Pichilingue, Est.
Licancullén y Est.
Chacayal)
60 Villarrica-Pucón Oro - - Petit-Breuilh 1997
61 Zona de Queule-Toltén - Cobre - - Álvarez 1971
62 Área Pirén Sulfuros de cobre Cobre 39°30’ 73°10’ Quezada 1972
63 Área Reumén Sulfuros de cobre Cobre 40°05’ 73°01’ Quezada 1972
64 Área Las Animas Sulfuros de cobre Cobre 40°10’ 73°35’ Quezada 1972
Zona de río Valdivia- - Cobre - - Álvarez 1971
río Bueno
65 Área El Meli Calcopirita Cobre 41°07’ 73°20’ Quezada 1972
Zona de El Meli - Cobre - - Álvarez 1971
39
Aspectos socio-culturales.
Quisimos incluir este punto, pues nos parece crucial para comprender el tema del trabajo de
los metales en El Vergel. Sin embargo, lo técnica y exploratoria de nuestra investigación impide, por
el momento, poder desarrollar con el detalle que quisiéramos este tema.
Por tanto, nos limitaremos aquí a presentar ciertos ejemplos respecto a como se ha abordado
esta problemática, y que al mismo tiempo, son relevantes a nuestra situación.
Nos referiremos primero a Hamilton (1996), quien plantea seis preguntas antropológicas
acerca del trabajo con metales. Estas son:
a) ¿Cuáles parecen ser los valores asociados a esta materialidad?
b) ¿Cómo y cuándo cambian las técnicas de manufactura, y hay correlato con otros cambios
tecnológicos y culturales?
c) ¿Hay evidencia de especialización artesanal?
d) ¿Cuál fue la posición social de los artesanos?
e) ¿La tecnología y el material reflejan contacto cultural y, si es así, como?
f) ¿La tecnología en el trabajo de metales es congruente con otros tipos de tecnología y puede esta
congruencia reflejar e incluir valores sociales?
Algunas de estas preguntas son más factibles de responder que otras en nuestro caso. De
hecho nuestro desconocimiento de esta tecnología como también por la poca sofisticación de ella,
juega en nuestra contra al momento de entregar un panorama socio-cultural más completo.
En un intento de responder a ellas, podríamos decir que por el momento desconocemos los
valores ligados a los metales (a), como también, la falta de estudio de otras tecnologías (b) nos
impide pensar en un trasfondo común a ellos, y que nos permita darles sentido. En relación con esto,
debemos nombrar el interesante vínculo tecnológico que realiza Lechtman entre los metales y los
textiles (1991a), para el caso del mundo andino.
Las preguntas respecto al artesanado, tampoco nos son fáciles de responder, siendo nuestro
referente más próximo el de los plateros de fines del siglo XIX e inicios del XX (Guevara 1929.
Joseph 1929). Sin embargo, pensamos que el nivel de la producción de piezas metálicas (su
sofisticación y cantidad), no son base suficiente para poder afirmar o negar una especialización
artesanal, ni tampoco para determinar si se produjo un cambio de status en los individuos que
manejaban este conocimiento.
Las dos preguntas restantes (b y e), son muy importantes para la comprensión de El Vergel y
su posición en la prehistoria local. En el caso de b, si bien nuestro conocimiento no nos permite aun
hablar de cambios en las técnicas de manufactura, si podemos proponer que esta tecnología estaría
43
asociada a un proceso de cambio cultural macro, al que se ha denominado como “andinización”19.
Por otra parte, la pregunta e, debemos responderla afirmativamente básicamente porque esta
tecnología no es autóctona, como también por que pensamos que la presencia inca en Chile Central,
en parte contemporánea a El Vergel, produjo repercusiones hasta la Araucanía aun no tan bien
evaluadas (Campbell Ms.[Anexo 5: 110-111]).
En relación con el punto anterior, Alexander (1981, citado en Mohen 1992: 203), ha tratado el
tema del status de los metalurgistas, definiendo “tres formas de status social según el grado de
avance técnico del artesano y según la necesidad y la importancia de la demanda social”
“- El metalúrgico puede beneficiarse de un status superior (caso irlandés de la Alta Edad
Media). Es posible que las tumbas de los metalúrgicos prehistóricos, reconocibles por los útiles
depositados como ofrenda, correspondieran a este tipo de reconocimiento social.
19
El concepto de “andinización”, aun no ha logrado ser bien sido bien definido, pese a ello, los arqueólogos han hecho
mucho uso de él al momento de contextualizar culturalmente El Vergel. Pensamos que sólo una buena investigación de
puede llevar a superar este problema. Nosotros tratamos este proceso en la pagina 64.
44
- El metalúrgico se integra en una sociedad igualitaria sin que reciba ningún tipo de
consideración de estima o de reprobación. No goza de ningún prestigio religiosos específico (caso
africano)
- El metalúrgico se considera perteneciente a un status social inferior. Aquí hay que distinguir
las diferentes actividades relacionadas con el metal. Sin duda, existen diferencias entre los mineros,
los broncistas y los orfebres o los acuñadores.”
En una perspectiva general, en Sudamérica los metalurgistas gozaron de un alto prestigio,
como es el caso de los artesanos moches y luego los chimúes, protegidos del estado Inca (Lechtman
1991a) como también el de los metalurgistas del Noroeste Argentino (L. González 1997. L. González
y Vargas 1999)
Sin embargo, para el caso mapuche etnográfico tenemos una situación bastante particular, que
nos coloca entre la segunda y tercera situación presentadas. Aquí “el platero es un sujeto muy
solicitado” (Guevara 1929: 275) y su profesión “fue muy apreciada y lo es todavía” (Joseph 1928:
120), sin embargo, “no goza de prestijio entre ellos (los araucanos)” (Guevara 1929: 275). Esto
ultimo ya que “se le considera un hombre que no sabe dedicar sus actividades a los trabajos que son
primordiales entre ellos, que son la reproducción i el cuidado de los animales i las labores de la
tierra. Fuera de estas dedicaciones, queda clasificado en el número de los pobres, lo que motiva un
franco desdén a su persona” (Joseph 1929: 275).
Pese a lo anterior, el entierro N° 18 del sitio Pitraco I (Inostroza 1985, Sánchez 1985 y
Inostroza y Sánchez 1985), parece encajar bastante bien dentro de la primera forma de status
nombrada. Este entierro pertenece a un cementerio de canoas, fechado relativamente alrededor del
siglo XIX y XX, y posee un contexto formado por diversos artefactos utilizados en la manufactura de
piezas metálicas (tijeras, limas, plantillas, materia prima, entre otros).
Por último, quisiéramos consignar un aspecto más bien accesorio a las piezas. Este es el que
ellas “en vida”, debieron de tener un aspecto brillante, pero producto del paso del tiempo iban
perdiendo su brillo y volviéndose opacas. Creemos que esto es mucho más rápido y notorio en un
ambiente como el de la Isla Mocha, donde además de factores ambientales como la lluvia, las piezas
están expuestas al efecto del mar y su salinidad.
Con respecto a ello es que queremos hacer referencia al uso a lo menos etnográfico de la
“yerba del platero” o “cola de caballo” (Joseph 1928:125). Esta hierba crece en lugares húmedos y
sus tallos una vez secos, se frotan sobre la pieza, recuperando ésta su brillo. De tal modo, que
pensamos que todo orfebre debió de portar un suministro de ella. Esto último, puede cobrar
importancia al enterarnos que ella “es un verdadero portento en la farmacopea doméstica”, pues se la
usa para tratar hemorragias, cálculos renales, afecciones cutáneas, entre otras dolencias (Zin s/f), de
tal forma, que el orfebre podría estar desarrollando otros roles también (por ejemplo, curandero).
45
Análisis metalográfico.
El examen metalográfico se basa en que los metales, como también las aleaciones, son
estructuras policristalinas, es decir, compuestas de cristales llamados comúnmente granos. El
tamaño, forma y configuración de estos granos (su estructura), son indicadores de como el metal fue
producido y usado. Además de lo anterior muchas veces las muestras incluyen también otros rasgos
como poros, inclusiones no metálicas, fisuras y productos de corrosión.
Para realizar a cabo el examen metalográfico se necesita extraer una pequeña muestra del
metal de la pieza. Al momento de obtenerse ésta debe tenerse en mente que ella debe ser lo más
pequeña posible (de hasta 1mm3), pero al mismo tiempo lo suficientemente grande como para ser
representativa del total de la pieza.
46
También debe realizarse los siguientes pasos:
1. la pieza debe ser fotografiada y dibujada.
2. registrar la posición exacta de donde se extrajo la muestra (por ejemplo, en un dibujo).
3. la muestra deberá ser numerada (y/o fichada) de modo de no perderse su información
específica y contextual.
Para extraer la muestra hay diversos procedimientos, los que deben adecuarse a las piezas
bajo estudio, además de no alterar ni la muestra ni la pieza. Algunos procedimientos incluyen el uso
de:
- sierra para metal.
- sierra de joyero.
- taladro o barrena tubular.
- sierra circular (wafer blade).
En nuestro caso, debido a lo pequeño y delicado de nuestras piezas, no se usó ninguna de
estas herramientas, sino un alicate cortador con muescas, el cual permitió obtener pequeñas secciones
sin dañar físicamente ni la pieza ni la muestra.
La muestra, una vez obtenida debe ser limpiada, removiéndosele todo el aceite o grasa que
pudiera contener. A continuación es montada en una briqueta de resina sintética para así facilitar su
manejo y almacenaje. Luego, la briqueta debe ser desbastada para obtener una superficie plana. A
continuación la muestra debe ser pulida con materiales cada vez más finos para de tal modo lograr
una superficie libre de rasguños.
En nuestro caso, previo al análisis metalográfico, se realizó una inspección de las piezas
arqueológicas en la lupa estereoscópica (binocular)20. A través de este estudio general se pretendía
determinar que tipo de metal podría ser el de cada pieza, sus oxidaciones superficiales y la
homogeneidad de la pieza. Este último punto es importante, pues guarda directa relación con las
muestras que se extraerán, ya que si la pieza es heterogénea, una sola muestra difícilmente dará
cuenta totalmente de ella. De tal forma, que si tiene colores diferentes o texturas diferentes, requiere
más trabajo.
20
Para la inspección preliminar se utilizó una lupa estereoscópica Leitz; y para el análisis metalográfico, un microscopio
Leitz Orthoplan y un microscopio Nikon Labophot 2-Pol. Para el pesaje de las piezas se usó una balanza de precisión
Mettler-Toledo.
47
Para el estudio mediante microscopía con luz polarizada, se utiliza un microscopio especial
que funciona por luz reflejada, así se logra una “iluminación en campo brillante”, en donde se crea
una imagen obscura sobre un fondo bien iluminado y brillante. Es necesaria esta condición debido a
la naturaleza opaca de los metales, la que impide trabajarlos por medio de luz transmitida (como en
los microscopios biológicos, o donde se puede obtener una sección tan delgada que llegue a ser
transparente, como en minerales, líticos o cerámicas). Usando la iluminación polarizada y rotando la
muestra se logra iluminar ésta, permitiéndose el reconocimiento de propiedades ópticas, físicas y
químicas que permiten la identificación de metales, minerales y sus fases artificiales asociadas.
La microscopía química, se utiliza en casos donde la microscopía con luz polarizada deja
ciertas dudas o bien como complemento de ésta. En este caso la muestra se ataca con reactivos
químicos, los que son específicos a cada tipo de metal o aleación. Mediante este procedimiento se
logra revelar la estructura del metal, puesto que los reactivos atacan los intersticios entre los granos
de metal.
En conclusión, los pasos a seguir para el examen metalográfico son los siguientes:
1. Registro de la pieza, incluyendo fotografías y dibujos.
2. Inspección general en la lupa estereoscópica.
3. Selección y toma de la muestra del objeto.
4. Limpieza de la muestra.
5. Montaje de la muestra.
6. Desbaste de la superficie de la muestra hasta alisarla.
7. Pulido de la superficie de la muestra hasta eliminar todo rasguño.
8. Examen de la superficie pulida de la muestra con el microscopio metalográfico.
9. Registro fotográfico de los rasgos relevantes del espécimen pulido.
10. Ataque de la superficie de la muestra con reactivos apropiados.
11. Examen de la superficie de la muestra atacada por reactivos.
12. Registro fotográfico de las estructuras luego del ataque químico.
13. Preparación de un reporte escrito.
14. Almacenaje de las piezas y sus respectivas muestras.
48
Análisis de las piezas.
49
- Se observa porosidad y relleno con óxido cuproso. Este se detecta en zonamientos
superficiales y exsoluciones en la masa fundida.
En un sentido general, el metal de todas las piezas mostró señas de provenir de yacimientos
de minerales sulfurados.
El óxido que ciertas piezas presentan en superficie podría ser resultado de “sopleteo”, el que
se podría haber utilizado para elevar la temperatura del fuego.
En ningún caso se habrían alcanzado temperaturas de fusión, de modo que el cobre se lo
obtuvo a temperaturas más bajas, pero de a lo menos 800° C. A esta temperatura el cobre podría
separarse de la calcopirita (mineral sulfurado), y tiene una condición pastosa, la que facilita su
trabajo.
No hay tampoco evidencias del uso de fundentes en el trabajo de reducción del mineral.
50
Resultados finales.
En relación con los objetivos específicos planteados al inicio de este informe, presentamos los
siguientes resultados:
- Realizar un catastro de los artefactos metálicos presentes en el área de estudio del proyecto21
(revisión bibliográfica y museográfica22)
Respecto a este objetivo hemos hecho una revisión de la literatura arqueológica
correspondiente al área de estudio del proyecto, sistematizando la información disponible en la Tabla
3. (hemos considerado en ésta las zonas de Nueva Imperial y Puerto Saavedra, pese a estar ellas en
los límites del área de estudio).
Por distintas razones logísticas no pudimos realizar la revisión museográfica, etapa que de
todas formas, realizaremos en el futuro.
- Determinar el principal elemento constituyente de las piezas analizadas (cobre, plata u otro)
Al ya contar con los resultados de los análisis efectuados, podemos presentar la siguiente
información:
El pendiente de P12-1 es de cobre.
Los 3 aros de P21-1 son de plata.
La pulsera de P25-1 es de cobre.
El aro cuadrangular con muesca de P25-1 es de cobre.
El anzuelo de P25-1 es de cobre.
El alambre grueso de P31-1 es de hierro
El aro cuadrangular con muesca de Co-2 es de cobre.
La pulsera de Co-2 es de cobre.
- Determinar el carácter del metal de las piezas (natural o fundido), de modo de establecer si
contamos con una tecnología pirometalúrgica que permita hablar de metalurgia.
El pendiente de P12-1 es de cobre fundido.
Los 3 aros de P21-1 son de plata nativa (aunque se analizó sólo uno).
La pulsera de P25-1 es de cobre fundido.
El aro cuadrangular con muesca de P25-1 es de cobre fundido.
El anzuelo de P25-1 es de cobre fundido.
El alambre grueso de P31-1 es de hierro fundido.
21
Ver nota al pie 5.
22
Ver nota el pie 6
51
El aro cuadrangular con muesca de Co-2 es de cobre nativo.
La pulsera de Co-2 es de cobre fundido.
- Intentar establecer diferencias (si las hay) entre las tecnologías del metal operantes en el
área insular y continental de la Araucanía.
Lo diverso de las piezas y lo escaso de la muestra del continente, creemos, impide una
evaluación concluyente. Sin embargo, es posible decir que la Isla Mocha, está integrada
aparentemente a la totalidad de los procesos continentales.
52
Tabla 3
Tumba 1 placa de forma ovalada Entierro en Reymond 1971: 101, 99, 104.
N° 7 con dibujo (imagen de la cista
Virgen (?)
53
Nueva Ralipitra 1 Tumba 1 aro Entierro en Valdivia Primera mitad del Valdés et al.1985: 439, 442
Imperial N° 2 1 objeto de metal de forma cista siglo XIX (anterior
redondeada (botón?) a Pitraco I)
Nueva Pitraco I Tumba 1 aro de plata Entierro en Siglo XIX -XX Inostroza y Sánchez 1985:455, 463, 467-468.
Imperial N° 3 canoa Inostroza 1985: 66, 72-74.
54
Nueva Pitraco I Tumba Materiales varios Entierro en Siglo XIX -XX Inostroza y Sánchez 1985:459, 467-468.
Imperial (cont.) N° 18 utilizados como materia canoa Sánchez 1985: 141-145
(cont.) prima. Inostroza 1985: 68, 72-74.
2 anillos
7 dedales
1 botón
1 campanilla
1 aro
1 olleta de metal
1 pequeño yunque
55
Discusión y conclusiones.
56
Otro sitio al que queremos referirnos es a Gomero. La sepultura 2 de este sitio presenta dos
piezas metálicas: un aro y un tupu. Este último estaría manufacturado en un metal blanco (¿plata?), y
la decoración que presenta lo asignaría a tiempos históricos23. Lo que nos es relevante aquí es el aro.
Éste es del mismo tipo del par hallado en P21-1, con la diferencia de que estos son de plata y el de
Gomero de cobre (Lámina 6).
Por tanto, estamos frente a un nuevo tipo de aros, adscribibles al Complejo El Vergel. Este
nuevo tipo tiene una dispersión desde la ribera norte del río Bío Bío a la Isla Mocha, y
corresponderían aparentemente a tiempos alrededor del contacto24.
Otro hecho interesante que nos reveló nuestra revisión bibliográfica es la colección de piezas
provenientes de la zona de Contulmo25. Esta colección es única tanto por la cantidad de piezas (28
aros con muesca), como por sus materias primas (cobre, plata y oro). Creemos que ella nos puede
estar indicando una situación, como ninguna otra zona lo hace.26 En este caso, a la existencia de
nuestros hipotéticos “distritos mineros”, y en especifico al meridional, ubicado en la zona de Tirúa-
Lago Lleu Lleu.
Por último, está el conjunto de piezas aisladas, las que no tienen mayor información de
contextos, y que en su mayoría corresponden a hallazgos fortuitos. Dentro de ellas, las de Millahue,
Cerro de la Costilla y Tucapel Viejo, son a lo menos sugerentes, pues corresponderían a piezas y
metales asociables a la presencia inca en Chile Central (Campbell Ms.[Anexo 5]). El aro con muesca
proveniente de la Isla Mocha es una pieza de interés obvio.
Luego de esta revisión, quisiéramos incluir unos últimos datos, los que se pueden obtener al
expandir el área de estudio a toda la zona sur (Tabla 2 del Anexo 5)
El primero es la similitud del “aro aislado” de plata de P21-1 con al menos una “corona” de
cobre hallada en Gorbea-3 (Lámina 7). Si bien para aseverar esto nos basamos sólo en la ilustración
que acompaña la publicación, la semejanza existe. Además la pieza de P21-1 parece ser un
fragmento de una mayor, y por su parte, las “coronas” de Go-3 fueron encontradas “adosadas al
cráneo o cerca del mismo” (Gordon et al. 1972-73: 506). Considerando el conjunto de P21-1, en
comparación al de Gomero y Go-3, sorprende que las piezas de la Isla Mocha sean más pequeñas que
sus símiles del continente.
23
La decoración de las piezas metálicas es un fenómeno que, a la fecha, se presenta sólo desde tiempos de contacto
(Láminas 8, 9, 10).
24
Esto considerando la fecha de 1455+/- 80 d.C. de P21-1.
25
Por medio de comunicaciones personales de Daniel Quiroz y Marco Sánchez, supimos que estas piezas (junto con
otras), formaban inicialmente la llamada Colección Tzschabran. Esta pasó luego a la Compañía de Aceros del Pacífico,
tomando el nombre de Colección CAP, siendo donada después al Centro de Antropología de la Universidad de
Concepción. Desde la disolución del Departamento de Antropología de dicha universidad, el acceso y localización a
dichos materiales ha sido prácticamente imposible. Esta situación es extensible también a todos los materiales del
Departamento (por ejemplo, Gomero).
26
Ni Bullock, en sus más de 40 años de trabajo en la zona de Angol, logró una colección como ésta.
57
Otro dato es la existencia de un tercer tipo de aros en contextos El Vergel. Este es circular y
abierto, y en su mayoría con terminaciones en espiral en sus extremos (Lámina 6). Se halla presente
en Fundo San Jorge, Fundo Las Moras y Padre Las Casas; es decir entre Angol y la ribera sur del
Cautín, ya alrededor del siglo XIII.
Además de lo anterior, debemos documentar la existencia de anillos, los que están
circunscritos a la zona de valle entre Los Ángeles y Nueva Imperial, los que en tiempos históricos
alcanzarían hasta Gorbea.
Del mismo modo, está la dispersión de los aros cuadrangulares con muesca desde a lo menos
el Bío-Bío a la ribera sur del Cautín, y ocupando espacios de costa y valle. Para tiempos históricos su
dispersión alcanzaría hasta Gorbea y cruzaría la cordillera (Lámina 4 y 5).
Respecto a esto último, está nuestra hipótesis de que la tecnología de los metales tan sólo en
tiempos históricos, aumenta su extensión. De tal forma que la encontramos más allá del Toltén (Go-
3), en la precordillera andina (Huitag) y allende los Andes (Neuquén)
Por último, nos parece muy significativo la total ausencia de datos referidos al hallazgo de
crisoles, estructuras de fundición y/o escorias. Esto hallazgos denotarían claramente un trabajo
metalúrgico. A la fecha la presencia más austral de estos rasgos está en la costa de Cauquenes con
fechas de 1240 +/- 80 d.C. Sin embargo, creemos que la escala de producción, en cierta forma, atenta
en contra de poder dar con señas de dicho proceso tecnológico.
58
En relación con el tercer objetivo:
Los resultados de la Isla Mocha sorprenden por ser todas piezas de cobre fundido, y por otra
parte, que las únicas piezas de plata lo sean de plata nativa.
Por tanto, mediante esta práctica hemos confirmado la existencia de metalurgia en el
Complejo El Vergel. Sin embargo, los contextos de la isla, impiden afirmar fehacientemente una
adscripción prehispánica para esta tecnología. Esto debido en parte a la falta de ciertos fechados
“claves” (por ejemplo, P12-1 y P31-1), pero sobretodo por lo disturbado de los contextos, lo que no
nos permite discriminar como se debiera entre los componentes prehistóricos e históricos.
La muestra del continente (Co-2), cuyas piezas parecieran ser más antiguas que las de la isla,
nos parecen muy interesantes por el hecho de estar manufacturadas en cobre nativo y cobre fundido.
Ello viene a poner una nota de cautela referida a la coexistencia de ambas tecnologías, como también
respecto a su presencia o ausencia.
Los aros de P21-1 son muy reveladores, puesto que se ha asumido clásicamente que el trabajo
de la plata es algo que se desarrolla a partir del contacto hispano. Si bien no nos atrevemos a
aventurar una adscripción prehispánica para este trabajo 27 , sí queremos dejar abierta dicha
posibilidad. Más allá de lo anterior, lo significativo es que la matriz de las piezas sea plata nativa, o
sea, no obtenida por fundición a partir de monedas de plata. Ello nos puede llevar a pensar en un
temprano reconocimiento por parte los mapuches de que la plata nativa era el mismo metal de las
monedas; o bien que, era una tecnología previa al contacto, la que va integrando progresivamente
más la plata de monedas, al punto de hacer desaparecer la matriz nativa original.
Un punto aparte merece el carácter de la metalurgia que se reconoció en las piezas. Puesto
que si bien el punto de fusión del cobre es de 1083° C, en ninguna de las piezas se evidencia de que
se haya llegado a dicha temperatura. Por tanto es que se concluye que el cobre se lo obtuvo a
27
En parte por la fecha del contexto, y en parte, por lo especial de éste, formado por cuatro individuos disturbados y de
donde se recuperaron también cuentas de vidrio.
59
temperaturas más bajas. De hecho, no es necesario llevar al cobre al estado líquido para poder
reducirlo y trabajarlo28.
En algunas piezas se reconocieron inclusiones oscuras que podrían ser de carbón de leños, los
que habrían sido utilizados para mantener el fuego. Es más, el óxido que ciertas piezas presentan
puede tener su origen en el proceso de aireación (“sopleteo”) que se efectuó, para poder llevar el
fuego a la temperatura deseada.
Clásicamente se ha dicho que los fogones de vivienda no son aptos para el trabajo
metalúrgico, pues no cuentan con las características necesarias para fundir el cobre, y por tanto, es
necesario construir hornos apropiados. Sin embargo, en nuestro caso, creemos que ello bien pudo no
ser necesario, ya que no se llegó a la fusión del metal, como también porque la escala de producción
no habría requerido tales sofisticaciones29.
Por otra parte, el que no haya evidencia del uso de fundentes, puede ser señal de que no se los
30
usó , o que éstos no dejaron indicios en las piezas.
Por tanto, consideramos clave el aporte que pueda hacer la experimentación, pues ella podría
entregar sugerentes resultados. Estos servirían para confirmar y/o refutar ciertas hipótesis previas,
como también para plantear otras nuevas.
28
Por ejemplo, la calcopirita (mineral sulfurado, como los predominantes en la Araucanía), a los 800° C empieza a
separar el cobre que contiene, el cual tiene a esa temperatura una condición pastosa, la que incluso facilitaría el trabajo de
él.
29
De hecho, si bien no conocemos los materiales (estructuras de combustión y escoria) de Cauquenes. Nos sorprende
dicha sofisticación, puesto que a la fecha, de dicha zona no conocemos piezas metálicas.
30
El uso de fundentes es recomendable pues facilita el proceso reductivo del mineral, pero no es indispensable.
60
En no todas las piezas analizadas fue factible observar sus rasgos de confección con el mismo
detalle. Esto ya que en algunas son más evidenciables, como también hay piezas más complejas que
otras, y por último la muestra no facilitaba mucho la comparación. Por ello, las únicas piezas que
pudieron ser comparadas fueron los aros con muesca y las pulseras (uno de la isla y uno del
continente, en cada caso).
De los aros, más allá de que el de Co-2 es de cobre nativo y el de P25-1 de cobre fundido,
podemos decir que el de Co-2 presentaba claras señas de martillado (para aplanarlo). En una zona de
la placa se evidenció la posible unión de ésta con el arco, la que se habría logrado mediante una
unión mecánica o soldadura en frío, entre ellos31. En el caso del aro de P25-1, este rasgo no fue
visible, hecho que no niega que éste exista.
Con respecto a las pulseras, ambas manufacturadas en cobre fundido. Debemos decir que la
de Co-2 presenta una manufactura aparentemente más simple que la de P25-1. En la primera (Co-2)
se habría trabajado a partir de un alambre al cual se le enroscaron sus extremos con el fin de crear los
espirales que presenta en cada extremo.
En el caso de P25-1, también se habría trabajado a partir de sólo un alambre. Para crear las
tres espirales que presenta en uno de sus extremos32, se habría aplanado el extremo del alambre y
luego se lo habría dividido en tres. A continuación de lo cual se habría trabajado cada extremo para
hacer la espiral, doblándolo y martillándolo.
Al revisar la literatura descubrimos que éstas son las únicas pulseras existentes (o al menos
registradas como tales), a excepción de una de oro proveniente del Lago Villarrica.
Los aros de plata de P21-1, corresponden a un par y a uno aislado. Los tres fueron
manufacturados por martillado a partir de una matriz de plata nativa, dándoseles así los espesores
deseados, trabajo que se habría alternado con el doblado de las piezas. Luego se habrían efectuado
las muescas que presenta el par, las que podrían haber sido hechas con un material de dureza relativa
(concha, madera), puesto que la plata pura es un metal muy maleable.
El aro aislado, presenta señas de estar incompleto, o sea, formaba parte de una pieza mas
grande. No presenta señas de muescas.
31
Creemos que la misma condición más “rústica” de esta pieza, pone más al alcance los indicios de su manufactura, las
que son menos evidentes en piezas más sofisticadas.
32
El otro extremo está ausente, pero se lo puede observar dividido en dos.
33
En contextos Aconcagua de Chile Central se han encontrado pendientes muy similares a éste. La de Laguna de
Matanzas (Planella et al. 1997) y Popeta [K-89-1] (Falabella com. pers.), son más bien rectangulares; y la de Las Brisas 2
(Falabella com. pers.), trapezoidal.
61
perforación. Este último trabajo, por ser de entrada y salida, sería el causante de que halla un reborde
en torno de la perforación en ambos lados de la placa. El primer trabajo, por ser sólo de salida,
produce que uno de los lados tenga más reborde que el otro.
El anzuelo de P25-1, también en cobre fundido, mostraba claras señas al microscopio del
proceso de raspado y modelado al que se lo sometió para poder darle su forma. Según nos ha
informado Daniel Quiroz (com. pers.), la forma de este anzuelo es muy similar a la de los anzuelos
en concha que han sido recuperados en la isla.
Por tanto, en el conjunto de piezas de la Isla Mocha podemos observar una serie de procesos
tecnológicos que incluyen el martillado, la unión mecánica o soldadura en frío, el enroscado, el
muescado, el raspado, el modelado, y posiblemente el templado.
Al igual que en el objetivo anterior, pensamos que es fundamental el aporte que pueda hacer
la experimentación para dilucidar el proceso de manufactura, y el cómo y porqué de ciertos rasgos
tecnológicos.
34
Bullock 1970 (1 aro con muesca de Calle Prat con J. Sepúlveda (ex-Moquehua) [Angol], 1 aro con muesca del sitio del
Mercado [Angol], 1 aro con muesca del Fundo Pichi Quillota [Angol], 1 aro con muesca de la Hijuela Sr. Pedro Salas
[Angol-Cancura], 1 aro circular abierto de Fundo Las Moras [Angol], los 2 aros circulares abierto de Fundo San Jorge
[Angol], 1 aro con muesca de Contulmo [colección Tszchabran]). Seguel 1968 (el aro y el tupu de Gomero). Gordon
1978 (el aro con muesca y el aro circular abierto de Padre Las Casas). Gordon et al. 1972-73 (3 tupu, 1 disco de tupu, 1
corona, 1 aro con muesca, 1 aro decorado y 2 agujas de Gorbea-3). Reymond 1971 (3 placas, 4 adornos cónicos de
Membrillo). Serrano 1930 (1 aro con muesca y un aro “hueco” de Quilla Chanquil [Neuquén]). Falabella (com. pers.) (1
aro con espirales de Angol)
35
En piezas de Chile Central halladas en contextos Aconcagua (Chicauma) e Inca (Cerro La Cruz) también está presente
este rasgo, pero no se presenta tan profusamente como en Chile Sur.
62
Lo que sí hallamos interesante es la presencia de piezas únicas en la zona a la fecha, como el
pendiente de P12-1 y el anzuelo de P25-136. También de piezas en plata nativa y que en el continente
están siendo manufacturadas en cobre (Gomero), en tiempos medianamente contemporáneos. Caso
muy especial (de llegar a comprobarse) es el del aro de plata aislado de P21-1 y la corona de cobre
de Gorbea-3, ya por su distancia geográfica, como también por su distancia temporal de 3 siglos.
Con relación a ésto ya hicimos mención de que las piezas de la isla presentarían un tamaño
menor que las del continente.
Por último, deseamos repetir, lo interesante del contexto de Co-2 donde coexisten piezas
manufacturadas en cobre nativo y cobre fundido.
Dentro de este mismo objetivo, quisiéramos hacer mención del trabajo de revisión
bibliográfico, el cual (como se ha mostrado) ha sido clave al momento de plantear hipótesis y
conclusiones, al entregar una base de datos que puede servir de soporte material a la investigación.
Por tanto, consideramos que el revisar la literatura existente puede resultar en un ejercicio
muy fructífero, más aún si se lo puede complementar con el análisis de materiales. Ése ha sido por lo
menos nuestro caso.
36
En contextos de Chile Central, también se han encontrado en anzuelos manufacturados en cobre. En Punta Curaumilla
(Ramírez et al. 1991), en un sitio alfarero temprano de difícil adscripción cultural; en Quintay (Rivas y Ocampo 1997) y
en Las Brisas 2 (Falabella com. pers), ambos Aconcagua.
63
En conclusión a los siete objetivos específicos, es que ponemos énfasis en la necesidad de
más estudios técnicos, tanto a un nivel macro como microscópico. Estos estudios, pensamos, pueden
dilucidar problemáticas tanto de metalurgia como de manufactura. Ellos servirían posiblemente para
discriminar ciertos aspectos que puedan entregar luz sobre la realidad socio-cultural de la Araucanía.
Del mismo modo, consideramos que la investigación arqueológica en zonas mineras (como
los “distritos mineros” planteados), pudiese entregar interesante información sobre el proceso
productivo, que de otra forma sería difícil de obtener.
Ya fuera de los objetivos de esta práctica hay 2 puntos a los que queremos hacer mención.
El primero es de índole cultural y está referido a lo que pudiese significar la presencia de
piezas metálicas en el contexto de la Araucanía en la primera mitad del segundo milenio después de
Cristo.
Tradicionalmente se ha asociado dicho lapso de tiempo en Chile Sur, a un fenómeno
denominado de “andinización”. Este fenómeno lo podríamos tratar como la dispersión de ciertos
conocimientos y pautas propios de los Andes Centrales, y en parte, Andes Centro-Sur. Se
manifestaría en el desarrollo del manejo de vegetales y animales y en ciertos patrones organizativos
(dualidad, cuatripartición). Por tanto, si bien originado en los Andes Centrales (y Centro-Sur) es un
fenómeno que poco a poco fue cubriendo lo que es la América Andina37.
De tal modo, que es al Complejo El Vergel al que se le ha asignado el rol de estar
“andinizando” la Araucanía, o bien, de estar siendo “andinizado”. En este contexto el trabajo de los
metales es una tecnología que creemos forma parte de este proceso cultural.
Planteamos entonces que, Chile Central y Sur fueron paulatinamente la frontera sur de este
proceso. Es más, pensamos que en ello radica probablemente la mayor relevancia de estas zonas para
la prehistoria andina y sudamericana, pues ambas zonas la momento del contacto hispano estaban
atravesando e integrándose a un proceso continental, y que llevaba a los menos 1000 años de
desarrollo.
Por ello, concordamos con Navarro y Aldunate (2002), los que siguiendo a Lumbreras,
plantean que “el Área Andina Extremo Sur (...) debe ser un ‘laboratorio’ para el estudio de procesos
transicionales”. Como que también, “las sociedades del sur del río Bío Bío (en el siglo XIV) están
dando un paso más en el camino hacia un proceso cultural de nivel continental”
En este contexto cobra relevancia el trabajo de los metales, precisamente por su novedad.
Esto ya que como era una tecnología “recién llegada” y por ello con procesos productivos aun poco
37
Quisimos poner énfasis en la “andinización” como un proceso originario de los Andes Centrales y Centro-Sur. Esto ya
que planteamos que el actual territorio chileno ya fuera directa o indirectamente estuvo, hasta el Inca, en la órbita cultural
de lo que fueron los desarrollos de los Andes Centro-Sur. De tal forma que las culturas tardías de Chile Central y Sur
(Aconcagua y El Vergel), tienen en parte su origen en ellos. A partir del siglo XIV y/o XV esta situación comenzaría a
cambiar, al entrarse en la órbita de una tradición más propia de los Andes Centrales (o bien, que fusiona la de estos
últimos con la de los Andes Centro-Sur), como es el Inca.
64
sofisticados, pensamos puede entregar importante información referida a los orígenes de esta
tecnología, al manejo temprano de los metales, e incluso sobre el proceso de apropiación y
adaptación cultural que su incorporación significa.
El otro aspecto al que queríamos hacer referencia está referido al tema de la conservación de
los metales en una zona como la Araucanía. Clásicamente se ha dicho que debido a la alta
pluviosidad y humedad de regiones como Chile Sur, es precisamente difícil que se conserven ciertos
restos materiales como madera, textiles y metales.
En relación con los metales, los factores antes nombrados provocarían una rápida corrosión
de las piezas, lo que produce que ellas en definitiva desaparezcan del registro, o bien, resulten muy
dañadas dificultando su recuperación y análisis.
Esta práctica, pensamos, ha servido para mostrar que dicho prejuicio es más bien infundado, y
que posiblemente más allá de los factores meteorológicos, primen más el tipo de suelo y el metal de
las piezas.
En el caso de la Isla Mocha P12-1 y P21-1 presentan matriz arcillosa y sus piezas de cobre y
plata presentaban una oxidación más bien leve, en ningún caso destructiva. Por su parte, P25-1,
posee matriz arenosa, y sus piezas de cobre presentaban, al igual que las anteriores, una oxidación
leve y superficial. Distinto era el caso de Co-2, donde las piezas estaban fuertemente atacadas por
óxidos, al punto de afectar la integridad física de las mismas.
De hecho, en materiales correspondientes al periodo histórico tardío de la isla (1850 hasta la
actualidad), principalmente de hierro, se observa mayor corrosión que en los materiales prehistóricos
e históricos tempranos.
Del mismo modo, nuestra revisión bibliográfica nos muestra que el registro de piezas
metálicas en la zona sur no es para nada algo menor. Al contrario, se cuenta con un registro que se
remonta hasta el siglo XIII de nuestra era. De hecho, pensamos (aunque no lo podemos afirmar con
seguridad), que la ausencia de piezas metálicas en algunos sitios se debe a que éstas no estuvieron
presentes, y no a que su proceso de corrosión las haya llevado a desaparecer38.
Por último, planteamos que la novedad del metal en la Araucanía (menos de 1000 años),
ayuda a que el proceso corrosivo haya tenido poco tiempo para actuar, a diferencia de lo que pudiese
suceder en un ambiente como Chile Sur si esta tecnología fuese más antigua.
38
En el caso de Alboyanco, se hipotetizó que de haber piezas metálicas en la urna, éstas podrían haber desaparecido, por
las especiales condiciones del contexto (suelo arcilloso y muy húmedo, condiciones de anoxia). Personalmente,
pensamos, que estas piezas metálicas no estaban presentes en Alboyanco, en parte, porque creemos que ellas en algún
grado se habrían conservado, como también por sus fechas (1300 y 1350 d.C.). Esto último, pues las piezas metálicas son
más bien escasas en los contextos prehispánicos (9 piezas en 70 urnas en el caso de Bullock [1970], es decir, 0,12 piezas
por urna), dándose un aumento progresivo en su cantidad hacia y a través de los tiempos históricos.
65