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¿ REACCIONAREMOS IGUAL ANTE LOS ICAROS ?

En el museo de Bellas Artes de Bruselas se encuentra un cuadro de


Pieter Brueghel el Viejo, pintado alrededor de 1560, el cuadro refleja
el momento en que con el fin de huir por el aire , Dédalo , se propone
escapar con su hijo Icaro, construye alas para volar , con plumas
adheridas entre sí con cera. El padre le advierte a Icaro que no se
acerque al sol pues el calor derretirá la cera.

El joven entusiasmado y con ansias de volar desoye las


advertencias de su padre y se acerca tan peligrosamente al sol, que
las alas se desintegran cayendo estrepitosamente al mar.

El cuadro refleja ese momento, en el ángulo inferior del cuadro se


ven las piernas de Icaro , aún en la superficie, mientras el resto del
cuerpo ya se encuentra sumergido.
Salvo, este momento de tragedia , el conjunto de la escena refleja
el acontecer normal de la vida.
Un labriego realiza sus tareas de arar la tierra , un pescador
continúa con su tarea , un apacible barco navega con sus velas
desplegadas . El único signo de la tragedia son las piernas de Icaro
en el preciso momento que está desaparecido para siempre. .

Una reflexión del poeta angloestadounidense W. H. Auden (1907-


1973), al contemplar este cuadro, escribió en 1938: El Icaro de
Brueghel :…” todo se aleja /pausadamente del desastre; el labriego
con su arado pudo oir el chapuzón, el grito desolado/ pero par él no
era importante, el sol brillaba/ sobre piernas blancas que se
hundían /en agua verde , y desde el costoso barco delicado veían / lo
prodigioso :un chico del cielo defenestrado /pero el barco seguía su
rumbo y con calma navegaba…”.

Como señalan los amargos versos de Auden , la bella pintura


plantea el llamativo contraste entre un hecho casi sobrenatural- la
caída desde el cielo de un niño volador-
Y la rutinaria normalidad con que prosigue la vida. Nadie parece
conmoverse ni inmutarse por lo que está sucediendo a su alrededor.
¿ Serán cuadro y poema una acertada descripción del mundo?
¿Estaremos actuando hoy como entonces, con una asombrosa
indiferencia ante lo que le sucede a nuestros semejantes? .
¿ Nosotros tampoco reaccionaremos ante la evidencia de signos del
drama humano que no nos sería difícil advertir a cada paso?
Como los personajes del cuadro , refugiados en el individualismo mas
crudo , no pocas veces continuamos nuestras vidas indiferentes a los
dramas humanos que se desarrollan en torno a nosotros .

En este tiempo convivimos con muchos Icaros, quienes tienen éxito


tienen nuestra atención y consideración, y son recompensados, pero
quienes quedan en el camino de la marginalidad , quienes como Icaro
se precipitan al mar , lo hacen ante nuestra indiferencia .
Sería importante contar esta historia para favorecer nuestras
reacciones y como podemos evitar ésta indiferencia, que ya
observamos en la obra que fue pintada por Brueghel hace casi cinco
siglos.

Esto llevaría a que nuestros niños puedan , a través de la actividad


física conscientizarlos de la importancia del otro, no importa si es
exitoso o no, todos somos valiosos y necesarios, evitando el
individualismo , interesándonos por los demás.
Es el momento de “sellar el pacto” de enseñar y aprender , entre
todos. Si desde el inicio hay “ídolos”y “troncos” , “exitosos “ y
“tolerados”, “buenos “ y “malos” , en realidad todos pierden en el
proceso.
Para esto será valioso

 Aceptar las diferentes características personales y desde allí


encontrar la posibilidad de comunicarse y compartir tareas y
juegos , de forma rotativa, con cualquiera de sus compañeros.
 Reflexionar, con ayuda o mediación sobre
- Actitudes propias y de los compañeros en situaciones
concretas.
 La atención para cuidar a los compañeros, desde una disculpa
cuando sea necesario, o no burlarse ante el error del otro
 La actitud ante los problemas/ conflictos grupales, si es
necesario con la mediación del docente
 Posibilitar una comunicación fluida en un clima de respeto y
distención

Laura
Murtagh
Prof. de Ed.
Física
Bibliotecari
a Profesional

-
Paisaje con la caída de Ícaro
Pieter Brueghel el Viejo, 1554-55
óleo sobre lienzo - Renacimiento
73.5 × 112
Museos reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas

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