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Nº 15
“Dr. ALCIDES
GRECA”
BIOGRAFÍAS ESCOLARES.
LA ESCUELA EN LA MEMORIA
DE LOS ALUMNOS.
RECOPILACIÓN DE EXPERIENCIAS Y RELATOS A PARTIR DE
i
Indice
Somos todos iguales pero
ALUMNOS QUE PARTICIPARON diferentes: la diversidad en la
EN ESTA PUBLICACIÓN escuela 36
INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 8
Las reglas y normas aprendidas
en la escuela 43
CAPÍTULO 1
Las trayectorias escolares por los CAPÍTULO 9
distintos niveles educativos 8 Maestros memorables 46
CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 10
Lo que aprendí en la escuela 14 La imagen de los maestros y de
los profesores 51
CAPÍTULO 3
Las marcas de la escuela en mi CAPÍTULO 11
vida 18 Familia y escuela: impactos de
una relación necesaria 56
CAPÍTULO 4
Algunos lindos recuerdos CAPÍTULO 12
escolares y otros… no tanto 22 Sueños del mañana… cuando yo
sea maestro 61
CAPÍTULO 5
El recuerdo de la escuela 27
ANEXO 64
CAPÍTULO 6
Como aprendí en la escuela 31 BIBLIOGRAFÍA 66
CAPÍTULO 7
Alumnos que participaron en
esta publicación:
PROFESORADO DE NIVEL PRIMARIO
FERNANDO VAZQUEZ
1Alliaud, Andrea. “La experiencia escolar de maestros inexpertos”. Biografías, trayectorias y práctica profesioanl. Revista
Iberoamericana de Educación. Versión Digital.
interactúan con diversos cuerpos de conocimientos, enfoques y personas. Para el
autor, todas estas experiencias son “formativas” y, por eso, la preparación
profesional no puede explicarse a partir de una sola de ellas.
Según los diferentes autores, en ese largo camino que los docentes
recorren en todos los años que son alumnos, interiorizan modelos de enseñanza
(Lortie, 1975); adquieren saberes y reglas de acción (Terhart, 1987), pautas de
comportamiento (Gimeno Sacristán, 1992); construyen esquemas sobre la vida escolar
(Contreras Domingo, 1987); se forman creencias firmes y perdurables (Jackson, 2002),
imágenes sobre los docentes y su trabajo (Rockwell, 1985), teorías, creencias supuestos
y valores sobre la naturaleza del quehacer educativo (Pérez Gómez, 1997). Todas
estas categorías han sido tenidas en cuenta a la hora de proponer a los alumnos la
escritura de sus propias autobiografías escolares.
En este sentido nuestro trabajo comenzó pensando las dimensiones de la
práctica docente2, como una manera de ampliar la mirada acerca de lo que implica
este quehacer profesional. Ir más allá del trabajo pedagógico – didáctico del
docente en el aula y profundizar acerca de las representaciones que nuestros
alumnos ingresantes tienen acerca de la docencia en el inicio de su proceso
formativo. A través de relatos imaginados acerca de “un día en la vida de un
docente de escuela primaria” o de un “profesor de enseñanza media en lengua y
literatura o matemática”, fuimos descubriendo las dimensiones sociales,
comunitarias, políticas, gremiales, institucionales, axiológicas, personales, etc. que
integran la práctica cotidiana del docente.
Luego planteamos la propuesta de trabajar con la escritura de las
biografías escolares, estudiando la relación entre la narrativa y la construcción de
la identidad3, donde los estudiantes pudieron analizar que nuestra identidad se
refleja o se puede dar a conocer a partir de los relatos que hacemos de nosotros
mismos. Y que, estos relatos, son diferentes según sean nuestros destinatarios,
quienes no leen nuestras historias de la misma manera que nosotros nos
escribimos o nos leemos en ellas. A su vez, nuestras historias son contadas por
otros: padres, maestros, profesores, amigos, compañeros. La multiplicidad de
sentidos e interpretaciones abre un juego en el que nuestra identidad se
confronta, se desestabiliza y se transforma. ¿Quiénes fuimos? ¿Quiénes somos?
¿Cómo llegamos a ser, desde lo que fuimos, lo que somos? fueron algunos de los
interrogantes que nos motivaron en la búsqueda e indagación sobre las historias
personales y escolares.
Centramos nuestro escenario en la/s escuela/s por donde los alumnos
fueron construyendo su trayectoria escolar, a partir de la creencia que la escuela
se ubica, como un punto de intersección, en el que se construyen determinadas
visiones y versiones del mundo, pero en el que también se debe dar lugar a la
construcción de las propias versiones de los sujetos, a partir de sus historias
individuales.
2 Fierro, Fortoul y Rosas (2000). “La práctica docente: dimensiones”. Versión digital.
7 Montes, Graciela en Pineau, Pablo. “Relatos de escuela”. Paidos. Buenos Aires, 2006.
http://www.me.gov.ar/curriform/publica/oei_20031128/ponencia_larrosa.pdf
Capítulo
M
i primera experiencia con la escuela fue a los cuatro años de edad en un jardín
cercano a mi casa. Era muy divertido, ya que mediante juegos, canciones y dibujos
aprendía a contar y a escribir mi nombre. Georgina, 18 años
Acausa de que era muy pequeña, mis padres no me enviaron al nivel pre-escolar. Según
ellos, a mi edad no estaba preparada para empezar la escuela. Maira, 19 años
8
C
años
orría marzo… y al fin lo escuché: el lunes empezás la escuela!!! Que alegría inmensa
sentí al verme de guardapolvo, bolsita a cuadrillé y corbata roja con mi nombre
bordado. Así fue que caminé de la mano de mis hermanos hacia mi jardín. Sofía, 32
A los 4 años empecé a ir al jardín de infantes. Fue la primera experiencia sin mi familia y
lejos de mi casa. Al principio me causo mucho miedo por no saber lo que ocurriría;
tantos chicos llorando me hacían pensar que era un lugar malo… Elena, 25 años
N o recuerdo mucho del Nivel Inicial, solo algunas cosas, como por ejemplo que me
costó mucho integrarme al grupo ya que mis compañeros estaban juntos desde el
jardín y yo ingresé en pre-escolar y era del campo. También recuerdo a la señorita
porque gritaba mucho. Otro recuerdo es el peinado que me hacía mi mamá: una super cola
tirante que casi no podía mover la cabeza. Recuerdo las mesas y sillitas bajitas de colores
verdes y rojos. También había una cama chiquita y muchas muñecas que me gustaban tanto
porque yo no tenía muchas en mi casa. Karina, 29 años.
C reo que el nivel inicial me sirvió para introducirme al ámbito educativo, de tal manera
que no me parezca violento, o por decirlo de otra manera, que no parezca una
avalancha de conocimientos que me pasaba por arriba. A su vez para aprender a usar
algunas herramientas nuevas: tijera, punzón, lápices, crayones, plastilinas, etc. y valores:
higiene, compañerismo, respeto. Fernando, 25 años
C uando comencé el 1° grado me sentía rara porque no había ido al jardín, pero igual no
tuve ningún inconveniente porque en casa mi mamá me enseñaba a escribir mi
nombre, a pintar y muchos otras cosas, esta escuela era muy linda, conocí muchos
amigos, y los maestros eran muy buenos, aprendí mucho. Luli, 18 años.
E n la primaria recuerdo que, a pesar de haber cursado el nivel inicial, me costó bastante
la adaptación a un nuevo año, con diferentes compañeros, pero sobre todo con una
nueva maestra. Me sentía con miedo y muchas inseguridades. Al cabo de un tiempo
me fui adaptando. Nanci, 26 años
9
juguetes en la salita, los bancos ubicados unos detrás de otros… Nanci, 19 años
P ara mí el primer año de la escuela primaria fue bastante difícil: por ser otra escuela, otra
forma de enseñanza, el aprendizaje de reglas, conocer la palabra “prueba”, las señoritas
con guardapolvos diferentes de color blanco, ver chicos/as de todas las edades en el recreo y
muchas asignaturas. Antonella, 19 años.
A lgo llamado primer grado: el primer día fue muy nuevo para todos. Tendríamos que
usar otro guardapolvo de color blanco con dos bolsillos de lado y uno más arriba
cerca del pecho, del lado izquierdo, y una señorita nueva. Era muy linda: rubia,
delgada, distinguida y con una sonrisa de cachete a cachete. Mauro, 19 años
A los 6 años de edad comencé el primer grado en una escuela rural. Desde aquel
entonces y durante siete años consecutivos recorría unos 7km. aproximadamente
para llegar a clases, entraba a las 8hs. de la mañana y salía a las 16hs de la tarde.
Los motivos por los cuales mis padres decidieron mandar a mis hermanos y a mí a esa
escuela, tienen que ver con una cuestión práctica ya que ambos trabajaban, mi madre era
empleada doméstica y mi padre changarín y en tiempos de cosecha solían juntar algodón.
Melina, 30 años
E l nivel primario lo cursé en una escuela rural hasta sexto grado. La modalidad era
plurigrado, debido al número escaso de alumnos y la falta de salones. Los tres
primeros grados los hice en el mismo salón y con el mismo maestro. No teníamos
horas especiales. Las disciplinas básicas eran: matemática y lengua. Desarrollábamos
actividades manuales, recreativas, lectura variada de cuentos, representaciones. Flavia, 23 años
L as maestras me decían que era muy aplicada y que me gustaba ayudar a mis
compañeros. Ellas notaron mi interés y después de terminar mis tareas me nombraban
su asistente. Para mí serlo era algo grandioso. Xiomara, 18 años
L a primaria para mí fue una lucha porque estando yo en cuarto grado no sabía leer y no
sólo la lectura, sino que también la matemática: me costó un montón aprender. Y para
empeorar un chico en específico, que era un grandote peleador, me pegaba a la salida
de la escuela. En este momento estábamos en crisis en casa. Yo recuerdo que cuando mi
hermana mayor quería enseñarme, yo lloraba. Al no tener esos conocimientos básicos para
cuarto año, repetí. Al repetir perdí a mis amigas que eran muy importantes para mí porque me
sentía protegida por ellas. Rebeca, 19 años
L as clases de la maestra Estela eran las que más me gustaban, porque nos explicaba con
un tono de voz suave y pausada, con ejemplos simples y concretos para que
entendiéramos mejor. En poco tiempo encontré mi espacio favorito, la biblioteca, en
el recreo más largo ese era mi lugar, entraba allí y me pasaba unos instantes frente a los
ventanales de donde se veía el patio de atrás, lleno de árboles con pájaros volando y trinando,
luego buscaba un libro, ya sea un cuento o una novela y me sentaba a leer hasta que tocaba la
campana y finalizaba el recreo. Podía transportarme y dejar volar mi imaginación, lejos del
ruido, los gritos y el correteo de los chicos en el recreo. Brisa, 25 años
10
C ursé la primaria en una escuela de campo, muy humilde, donde regía mucho el orden
por sobre todas las cosas, y la enseñanza era básica, una especie de aislamiento total, a
10 km de la ciudad, y donde no te inculcaban seguir estudiando, sí para que
terminarás el nivel! Luego cursé la secundaria en San Javier. Fue toda una tortura, toda una
tormenta. Los chicos hablaban fuerte, en grupos, parecía que todos se conocían. En cuanto a
los contenidos hacían repasos de cosas que yo no había visto… me costó mucho. María Teresa,
22 años
H ice la primaria en una escuela rural, donde muchas veces por situaciones climáticas
no se podían dictar clases normalmente. El secundario lo comencé en una escuela
técnica. La primer semana quería abandonar todo, porque escuchaba que mis
compañeras comprendían sin problemas y es como que yo era la única que no comprendía…
Marta, 20 años
C omencé la secundaria con muchas ganas pero a la vez tenia miedo, éramos un grupo
de amigas que nos anotamos en esa escuela, pero no nos tocó en el mismo salón, nos
separaron me acuerdo que el primer día estaba re nerviosa porque no conocí a nadie
pero enseguida encontré compañeros muy buenos y amables. Por otro lado tenia miedo
porque eran muchas materias las que tenia en la secundaria, pero con el tiempo las fui
superando muy bien, pero luego con el pasar de los años no le daba mucha importancia al
estudio y empecé a llevarme materias, y eso no le gustaba mucho a mi mamá y tuve que
ponerme a estudiar porque me prohibía muchas cosas que a mi me gustaban, entonces no me
quedaba otra que ponerme a estudiar y no llevarme ninguna materia. Luli, 18 años
U
na vez finalizada la escuela primaria en el campo, nos mudamos aquí a San Javier
para que mis hermanos y yo podamos seguir nuestros estudios sin ningún tipo de
problemas. El primer año que empecé a cursar este nivel fue muy duro, porque el
cambio de una escuela rural a una de la ciudad era notable. La enseñanza era muy
distinta y avanzada, por lo que me costó adaptarme, sobretodo a nuevos contenidos, a los
exámenes, a los trabajos prácticos, a las lecciones orales, a las exposiciones, a la gran carga
horaria. Era todo nuevo para mí. Mis compañeros tenían muchos prejuicios, me dejaban de
lado y mucho tiempo estuve sola. Maira, 18 años
E mpecé la secundaria. Todo había cambiado, empezando por tener un profesor por
cada asignatura. El ritmo de estudio al que estaba acostumbrada sufrió un cambio
muy significativo. Los trabajos prácticos y las fotocopias se hicieron cosas de todos
los días. Brisa, 25 años
L a secundaria fue una Babel, porque fue un desorden para mí como experiencia; de la
secundaria a la primaria hay una brecha tan grande que a uno lo hace sentir que habla
de otra forma. Es un choque entre jóvenes entrando a la adolescencia. Rebeca, 19 años
C uando comencé la secundaria, recuerdo el sorteo para armar las divisiones, las
expectativas de ingresar a un nuevo establecimiento escolar, el miedo a que me
separen de mi grupo de amigas. Se venían muchos cambios con respecto a la escuela
primaria que dejaba atrás. Sofía, 32 años
11
L a secundaria, como toda etapa de la escuela, era difícil, tanto adaptarse a una nueva
institución, como aprender cosas nuevas: conocimientos, horarios, responsabilidades,
compromiso. Como todo: “para triunfar hay que estudiar”, si no finalizas la primaria,
no pasas a la secundaria, no podés realizar un nivel terciario, el cual en este momento estoy
cursando. Georgina, 18 años
E n primer año polimodal me llevé seis materias por andar de “vaga”, pero estudié y
logré pasar a cuarto. Creo que me salí de carril por las amistades que tenía, no les
gustaba estudiar. Débora, 22 años
L a mitad de la Secundaria la curse en una Escuela Rural con el sistema de E.G.B (7º,8º y
9º), el aprendizaje en estos tres años fue variando porque mi docente solamente se
basaba en los cuadernillos que el sistema educativo le envía para trabajar esos años,
muy pocas veces recurría a libros que pudieran mejorar esos contenidos, en estos años
tuvimos también profesores itinerantes que venían cada 15 días, es decir ellos también nos
daban clase y nos preparaban para cuando terminemos 9º pudiéramos seguir estudiando la
otra mitad de la secundaria en una escuela en San Javier. En estos años de cursado también
algunos docentes realizar distintos tipos de trabajo de campo (hacer huerta) y trabajo
educativo con sus alumnos (investigación sobre que se trabaja en ese sector). La otra mitad de
la Secundaria la curse en una escuela en San Javier (1º,2º,3 polimodal), en 1º Polimodal, ese
año fue el mas difícil porque hubo un cambio social y cultural en mi, otra forma de pensar y
ver las cosas, tenia nuevos compañeros a los cuales debía integrarme, nuevos profesores que
cada uno daba una materia diferente, cargas horarias y contra turnos a lo cual tuve que
adaptarme rápidamente. Elías, 19 años.
M i paso por la Universidad fue cuando terminé 5to año. Me fui a Santa Fe a estudiar
Licenciatura en Terapia Ocupacional… Era todo un desafío, un cambio porque me
tenía que ir a vivir sola, lejos de mi familia, convivir con otras compañeras y eso
estaba bueno. La facultad implicaba mucha responsabilidad y estudio… Pese a que me iba
muy bien, por un problema personal, volví a San Javier. Al año siguiente me anoté en el
Instituto de San Javier para el profesorado de Historia… Me faltan dos materias para
recibirme… Hoy estoy estudiando el profesorado del Nivel Primario porque creo que la
educación es el futuro, es ayudar a las personas desde otro lugar, poner mi granito de arena.
Karina, 29 años
12
C ursé Ciencias Económicas en la Universidad en Santa Fe. Hice tercer año de la
misma pero no logre terminar mi ciclo porque me di cuenta que no cumplía con
mis objetivos para mi vida profesional. El poco tiempo que transcurrí en la
misma me demostró un mundo diferente a lo anterior aprendí a ser más independiente a
tener más libertad, pero con conducta normas que cumplir sin olvidar mis
obligaciones. Con respecto a la enseñanza se profundizaban mas afondo en las materias,
nos preparaban para ser profesionales, el ritmo de los estudios era más estricto, teníamos
más responsabilidades, el comportamiento era más adulto. Mónica, 23 años
13
Capítulo
A
prendí tanto en jardín como en pre-escolar hábitos de convivencia, a lavarse las
manos antes de comer, cepillarse los dientes después de cada comida, aprendía a
compartir juguetes, libros y hasta la merienda. Aprendí hábitos de integración, de
solidaridad, de respeto hacia mis compañeros como así también hacia la institución
escolar. La seño me enseñó a escribir mi nombre sobre líneas de puntos, que nos servía para
“ablandar la mano” y así manipular sin ningún problema el lápiz. Sofía, 32 años
E n el nivel inicial nos acostumbramos a estar lejos de los padres sin hacer berrinches, a
lograr establecer relaciones con otros niños, a reconocer los colores, formas, dibujar
árboles, los animales, a jugar y compartir con los demás, también buenas costumbres
como lavarnos las manos antes de tomar la leche y después jugar afuera, a cepillarnos los
dientes después de cada comida. En la primaria nos enseñaban a leer y escribir, a no tener
errores de ortografía, a sumar, restar, dividir, multiplicar, entre otros cálculos, la historia de
nuestro país, las células del cuerpo humano, animal y vegetal, a pintar con colores, fibras,
témperas, a recortar por la línea. También inglés. Elena, 20 años
E n la escuela primaria aprendía a conocer las letras, los números. Recuerdo que para
enseñarnos las letras nos hacían hacer varios renglones de rulitos, de “viboritas” para
que vayamos aprendiendo a unir una letra con la otra. Nos enseñaban las vocales, el
abecedario… siempre con figuras con la que empezaba la palabra, por ejemplo: e de elefante,
p de pelota. Nos enseñaban a contar con fichitas, fósforos, palitos y otros elementos que nos
servían para aprender a sumar y restar. Luego nos enseñaron a dividir, multiplicar, los verbos,
14
los sustantivos, cosas cada vez más complejas. En la escuela me enseñaron que San Martín
cruzó Los Andes en un caballo blanco, que el Cabildo era de color amarillo, que el 25 de mayo
de 1810 llovía, que Sarmiento nunca faltó a la escuela… todo esto después, de grande, me di
cuenta que no era así… Nanci, 26 años
E n Ciencias Sociales me gustaban las historias de héroes y patriotas, los desfiles eran
toda una fiesta. Los numeritos de las fiestas escolares me gustaban porque me tenía
que disfrazar de negrita, dama antigua, bailar el pericón, el carnavalito. También
aprendí en los viajes que realicé en la escuela primaria: a las ruinas de Cayastá, a Entre Ríos (al
palacio San José de Urquiza), a Córdoba en 7mo grado. Karina, 29 años
N os enseñaban a rezar, ir a misa, creer en Dios, a tener fe, aprendí cosa nuevas,
conocimientos nuevos, conocí mejor a mi cuerpo, como funciona por medio de
la materia Ciencias Naturales, aprendí a sumar, restar, dividir y multiplicar, a
resolver problemas. En el secundario mis conocimientos iban avanzando paso a paso, ya
no nos dirigíamos a los docentes como maestros sino lo llamábamos profesores, nuevos
amigos, historias de vidas diferentes. Descubrí el interior del territorio argentino, aprendí
a estudiar, a pensar, calcular, trabajar en grupos, las exigencias eran mayores, había más
compañerismo, todo era distinto y novedoso. Mónica, 23 años
T uve una docente que nos daba la materia Actividades Prácticas. Era una religiosa
del colegio, exigente, como no conocí otra, pero con ella aprendí a coser, a
bordar, a tejer, a pirograbar, a cortar telgopor, a punzar, a rellenar almohadones, a
enhebrar y hacer rosarios. También aprendí a cuidar los materiales, a valorar, a respetar
mi trabajo y el de los demás y algo muy importante es que nos enseñó a crear y fue la
creatividad la que jugó un factor fundamental en mi vida laboral. María Fernanda, 37 años
E l viaje a Mar del Plata en 7mo grado, fue una gran experiencia. La primera vivida fuera
de casa y lejos de mis padres. Fue toda una noche de viaje y al llegar vimos el
amanecer reflejado en el mar, las olas se golpeaban en las piedras, era como una
película con la diferencia de que estabas ahí. Era la primera vez que veíamos el mar, ni siquiera
sabíamos que era el agua salada. Luego de paseos, visitas y diversiones, volvimos a casa con
una experiencia inolvidable. Elena, 25 años
L a profesora de inglés en el secundario no daba la clase para todo el curso, sino para
unos pocos que iban a la “academia” y ya sabían inglés, mientras el resto de los
alumnos mirábamos atónitos mientras la profe y sus alumnos de academia parecían
hablar en chino. Brisa, 25 años
15
E n la secundaria teníamos una materia llamada Microemprendimiento, en la que
éramos un grupo de doce alumnos encargados de la administración y venta de
publicidades de la revista escolar, junto con la coordinación de un grupo de
profesores. Quisiera destacar de ésta experiencia el trabajo grupal que realizábamos. Si bien
tuvimos muchas discusiones entre nosotros logramos ponernos de acuerdo gracias a una
profesora, que era la encargada de la materia. Con ella aprendimos a trabajar en grupo,
apoyándonos y ayudándonos entre nosotros. Maira, 19 años.
E n mi paso por la revista escolar de la escuela secundaria pude conocer un poco como
es la vida de un periodista, hacer entrevistas, transcribir el texto a la computadora,
corregirlo, elaborarlo y sentir la emoción tan linda de verlo publicado y que mucha
gente lo lea. Débora, 22 años
E n la escuela técnica aprendí algo fuerte y hasta raro para algunos. Es el hecho de la
confianza, hay trabajos que son riesgosos y uno pone su vida en las manos de sus
compañeros, al mismo tiempo entra en juego la responsabilidad y el hecho de saber
que una imprudencia puede ser fatal. Aprendí a realizar instalaciones eléctricas, soldar, manejar
tornos, etc. Con estos saberes pude pagarme muchas cosas y a su vez ayudar a mi mamá.
Fernando, 25 años
16
tablas estaban rajadas y la pintura ya casi no existía, por lo cual no se distinguía bien la tiza.
Uno de los profesores vio esta situación y nuestras quejas constantes, y nos dijo: “Tenemos
dos opciones: o nos seguimos quejando, o nos ponemos a hacer algo para mejorarlo”.
Respondimos: “¿Cómo? No tenemos dinero ni herramientas, no sabemos arreglarlo ni nada”.
“Entonces – nos dijo – vamos a darle solución a eso para poder solucionar lo otro. Hagamos
un beneficio y con lo que ganemos tratemos de arreglar el pizarrón”. Esta experiencia nos
pareció sumamente interesante pues hubiese sido más sencillo seguir quejándonos como hasta
entonces, sin embargo con voluntad y organización logramos cambiar el pedazo de mundo
que compartíamos en la escuela día a día. Damian, 22 años
17
Capítulo
L
as marcas que ha dejado en mi persona el paso por la escuela fueron: el
aprendizaje, el aprender a respetar a mis compañeros y profesores,
desenvolverme en sociedad, saber que tenía responsabilidades y que debía
cumplirlas, respetar horarios, asistir todos los días a clases, cumplir con mis
tareas, saber que siempre había un tiempo para todo. Con esto pude darme cuenta que
todo ser humano tiene obligaciones, derechos y deberes que desarrollar a lo largo de su
vida… Por ejemplo, hoy que tengo un trabajo y tengo que cumplir horarios y
obligaciones sé como hacerlo gracias a la educación que recibí en la escuela. Agradezco
haber tenido la posibilidad de ir ya no todos tienen el privilegio de asistir aunque es un
derecho. A veces surgen inconvenientes familiares o diferentes razones que dificultan el
paso por la escuela. Nanci, 26 años.
M i paso por la escuela me ha marcado mucho: el poder ver a las docentes que me
enseñaban, desde el abecedario, los números, la lectura, escritura y
principalmente el poder aprender a escribir mi propio nombre, eso es algo que
18
mis padres no podían hacer. Para mi eso fue un privilegio: el ver que no era solo el
trabajo de campo de mi papá y el de ayudar a mi mamá con la limpieza de casa o el de ir a
juntar algodón con ella, yo tenía a mi alcance el poder cambiar las cosas. Para mí no ha
sido fácil pero tampoco imposible, es tanto el arraigo que tengo con la escuela que a mis
hijos le predico todo el tiempo que es importante estudiar, que sin estudio no se puede
seguir que lo único que queda es encerrarse en el trajo de campo, algo que tengo por
insalubre. Mónica, 36 años
S on tantas las marcas que ha dejado la escuela en mi persona que las defino en estas
palabras:
“Porque soy la que soy
Al final es por la escuela
Muchos seres como nosotros
Haremos cosas pequeñas que cambiarán el mundo
Vivir, sentir, amar
Escuela y libertad
Educar no es dar carrera para vivir
Sino templar y valorizar el alma
Escuela no es perder el tiempo
Sino prepararnos para las dificultades
Que nos dará la vida”. Eliana, 20 años
19
C on cierta intensidad aflora en mis recuerdos cuando me encontraba en cuarto
grado y una maestra se quejaba mucho de mí, acerca de que hablaba mucho.
Cierto día me pegó una cinta adhesiva para que dejara de hablar. Me tuvo en esa
situación por varias horas hasta que tocó la campana del recreo. Este hecho fue tan
funesto para mí que hoy lo relaciono como la causa directa de que me cueste tanto
levantar la mano y opinar o preguntar algo en clases. Siento que me marcó fuertemente.
Andrea, 24 años
E l paso por la escuela ha dejado grandes marcas en mí. Creo que la carga horaria
dentro de ella ha sido desencadenante de varias vivencias alegres y otras, no tan
alegres. Tal vez el querer ser una buena alumna y tratar de ser reconocida en mis
pequeños logros han hecho de mí una persona que no exactamente quiere ser la mejor,
pero que si trata de cumplir siempre con sus objetivos. Me he formado como una
persona que le teme mucho a los prejuicios y me dan un poco de miedo. También el
hecho de tener algún día alumnos discriminados o excluidos, que esto les afecte y no
notarlo. Yamila, 19 años
S in duda el paso por la escuela deja marcas y huellas profundas. Siempre sentí
mucho entusiasmo de asistir a la escuela. Esta me sirvió para muchas cosas: aprendí
valores, coseché amigos, respeté horarios, aprendí a hablar cuando me toca el
turno, los hábitos de cortesía, a convivir y a compartir con mis compañeros, a ser
extrovertida, a ayudar a los demás. María Fernanda, 37 años
N unca tuve malos sentimientos hacia la escuela, pero cuando comencé una
carrera terciaria en Santa Fe, sentí que los profesores me hablaban en otro
idioma, me costaba horrores hacer los trabajos y más aún entenderlos. En
momentos así recordás a todos tus profesores y no les deseas cosas buenas. Es ahí donde
te das cuenta de las diversidades de niveles de aprendizajes de las escuelas de ciudades
grandes, chicas y rurales. Elena, 20 años
L a marca que ha dejado en mí el paso por la escuela, es más que nada resaltar el
esfuerzo personal. María Teresa, 22 años
20
D urante los últimos catorce años de mi vida, yo he atravesado una cantidad
incontable de sucesos que me marcaron, de una u otra forma, para bien o para
mal. Es claro que no logro recordar cada uno de ellos, sin embargo, mi memoria
se ha encargado de recopilar algunos recuerdos que me permiten comprender por qué
soy como soy, lo que me agrada y lo que no. Lo que pienso y siento y la forma en la que
actúo basándome en esos ideales. Cristian, 18 años
21
Capítulo
C
uando estaba cursando 6to grado de la primaria, en la hora de matemática, estábamos
en prueba y una compañera me habla, la maestra me quita la hoja y me coloca un
cero grande, siendo que no era yo la que estaba hablando y frente a todos los
alumnos. Me dio mucha vergüenza y me quedé callada. No dije nada. Pero al
recordarlo siento mucha vergüenza. Georgina, 18 años
R ecuerdo como algo negativo el sueño que me podía, pero tenía que estar allí; el frío
que pasaba por las mañanas en el trayecto a la escuela, el miedo a las escaleras. A veces
soñaba que se derrumbaba y me caía. Una vez uno de los maestros me pegó porque
22
no quería participar de una obra de teatro… Eso es algo que no me olvido más.
Nanci, 26 años
L os recuerdos positivos que tengo son las fiestas de fin de año, los pic-nic que hacíamos
para el día de la primavera, el apoyo de mis maestras rurales que siempre me
aconsejaban para cuando comenzara el secundario y en ningún momento me dejaban
sola. Maira, 18 años.
P uedo recordar positivamente algunas actitudes que han tenido conmigo algunos
profesores y maestros, sabiéndome comprender en aquellas situaciones donde yo no
entendía algunos contenidos, me los explicaban sin ningún problema. El
reconocimiento de los maestros me ayudó en la autoestima y en querer seguir superándome.
Marta, 20 años
E ntre los recuerdos positivos están los actos escolares, las imágenes de mi cuaderno de
4to grado, los sellos, los stickers y excelentes notas que me escribía mi maestra.
También recuerdo los recreos, los juegos que realizábamos, los cumpleaños que
festejábamos en el aula. Los bailes y las coreografías que hacíamos con mis amigas del grupo
“Bandana” y que las maestras nos pedían para que participemos en los actos escolares. Los
recuerdos que me dan tristeza y angustia son cuando en primer grado tenía problemas de la
vista, entonces cuando me sentaba lejos del pizarrón, no veía bien las letras. Mi maestra, al ver
mi cuaderno, notaba que yo copiaba mal algunas cosas, entonces me retaba y me gritaba
delante de todo el grupo. Fue algo negativo que nunca logré olvidar. Maira, 19 años.
23
segundo cuando repetí. En esto influyo mucho la separación de mis padres y el ir de una
escuela a otra. Paola, 24 años
R ecuerdo una escuela no muy bien organizada, ni muy amplia, era muy humilde, no
contaban con todos los elementos necesarios: bancos, sillas, libros, espacios para
actividades, pero a la vez se creaba un ambiente familiar, ya que las cocineras, los
porteros y los maestros nos trataban con mucho cariño, trataban a todos por igual. Había
veces que a los más necesitados se les daba comida para que lleven a sus casas y quienes tenían
un poquito más, juntábamos ropa para donar. Ana Luz, 20 años
U no de los recuerdos positivos que tengo fue en cuarto grado cuando la seño por
grupo de cinco alumnos, durante todo el año asignaba quien empezaría a escribir
con lapicera, el primer grupo fue en mayo, y cuando lo nombró yo no figuraba,
así que desde ese día puse mucho esmero y a la semana siguiente me nombró a mi y a
cuatro chicos más… yo emocionada no veía las horas de irme a mi casa a contarle a mi
familia. Otro recuerdo positivo fue en séptimo grado en un día pase por tres módulos de
lectura... ¡imagino mi cara todavía! Todo empezó cuando la maestra de lectura
“regulares” me dijo que había mejorado mucho y que me cambie al salón de lecturas
“vacilantes”, cuando empecé a leer en maestro J.C. me dijo:- No sigas, anda a biblioteca
donde están los de lectura “corrientes” porque lees muy bien…¡y yo emocionadísima!
Natalia, 18 años
L o negativo que me dejo la escuela secundaria fue que en las clases de matemática, el
docente explicaba el tema, daba ejercicios y lo daba por entendido. Esto hizo que me
lleve a rendir la materia, me levantaba temprano a estudiar, iba un compañero a
ayudarme, hasta tomé un té que ayudaba a la memoria, pero siempre me algo me faltaba y no
aprobaba. Recién la saqué a mitad de año, luego de terminar quinto año y tuve que asistir a un
profe particular dos meses. Débora, 22 años
24
llegar a otras institución (secundaria) más rígida y en la cual se replantean temas más
específicos y desarrollados yo parecía estar confundido y retrasado con respecto a alumnos
que provenían de otras escuelas. Eso me jugó en contra y fue uno de los factores
determinantes de mi bajo rendimiento en áreas como matemática, álgebra y otras ciencias
exactas. En otro orden fueron difíciles de superar la pérdida de relaciones de mis amigos, las
fragmentaciones de grupos, las disociaciones y peleas con algunas personas que por alguna
razón no compartían mis ideales y expectativas. Cristian, 18 años
R ecuerdos negativos, no sé… A veces me veía envuelta en líos, porque era muy
justiciera, mediadora, entonces siempre terminaba involucrada, con llamados de
atención. Por querer solucionar, empeoraba. Mi forma de ser, de encarar las cosas, me
jugaba una mala pasada, yo siempre quería estar en todas y la escuela me fue demostrando que
no era así, que hay momentos en los que debemos quedarnos en nuestro lugar… María
Fernanda, 37 años
C ada vez que paso por el comedor de una escuela y siento el olor a la comida, me
acuerdo de la portera, era una señora mayor pero de un genio… su cara es imborrable,
era el terror de los chicos y de los grandes también, ninguno se salvaba. Cada vez que
íbamos a comer nos obligaba a dejar el plato limpio, sino era víctima de sus gritos, ni siquiera
podía quedar el pan en la mesa y ni hablar si querías más… prácticamente te echaba! Elena, 20
años
T engo varios recuerdos positivos acerca de la escuela, pero uno sobresale más que los
otros; es una vivencia que tuve en la secundaria en 3º Polimodal con la profesora de
filosofía; que fue un intercambio de opiniones, creo que ese día deseaba que “la tierra
me tragara” porque sin tener fundamento escribí algo en el pizarrón acerca de su materia, esto
produjo un malestar en la profesora, entonces ella me dijo esta frase …“siempre que des tu
opinión sobre algo, trata de tener fundamento o conocimiento sobre lo que deseas expresar
porque si no la tiene puede causar molestia en algunas personas…”, a pesar de todo, tomo a
este hecho positivo que quedó marcado en mí. Elías, 19 años.
E ntre los recuerdos positivos, que aun hoy constituye un motivo de orgullo
personal es haber sido abanderada y representar a mi escuela en diversos actos.
En tanto que de los negativos puedo mencionar el hecho de que los docentes no
daban tareas, tampoco trabajábamos en grupos ni realizábamos trabajos de investigación
y de exposición. Sostengo que estos se transformaron en obstáculos al momento de
transitar la escuela secundaria. También vienen a mi mente imágenes donde la señorita
ataba a una silla a una de las alumnas porque era inquieta y a otro compañero solía
bañarlo en el salón. Melina, 30 años
25
cuidaba el padre, sabía llegar desesperado con la nena llorando a la escuela para darle de
mamar. Cristina, 26 años
E n 7mo grado falleció un compañero y amigo. Otros dos estuvieron muy mal a
raíz de un accidente, y eso me marcó para toda la vida. Karina, 29 años
E n octavo viví momentos difíciles, porque no mantenía buenas relaciones con mis
compañeros. No nos llevábamos bien, por lo tanto lo único a mi alcance para “huir”
de esa situación era realizando mis actividades, y eso era algo que no les gustaba,
porque avanzaba más que ellos, y como eran la mayoría y conversaban gran parte de las horas,
trabajaban menos. Los retaban o los dejaban sin recreo, pero a mí, no. Esto me sirvió para
desenvolverme sola y defenderme. Xiomara, 18 años
26
Capítulo
El recuerdo de la escuela.
E
l sentimiento que me genera el recuerdo de la escuela es el de querer volver a la
primaria. Sentir el olor a kerosene en los pasillos al entrar a la escuela, y los gritos y
atropellos que al sentir la campana nos dábamos. Nos parecía pequeña la puerta para
salir todos al mismo tiempo. Georgina, 18 años
R
ecordar la escuela me genera un sentimiento de nostalgia. Extraño todo lo de la
escuela: maestros, profesores, compañeros con los cuales fui creciendo.
Maira, 18 años
27
M e gustaría volver a esas épocas donde pensaba y actuaba como niña, donde los
problemas en la escuela eran mucho más fáciles, “eso era lo que yo creía”,
como resolver dos más dos es cuatro o no saber la diferencia entre amigos y
compañeros, donde esperábamos la campana del recreo para salir a jugar a la rayuela…
me acuerdo los planes que hacíamos con visión de futuro, lo que queríamos ser cuando
fuéramos grandes. Hoy en día todo ha cambiado. Pocos son los que han concretado sus
sueños y otros como yo apostamos a algo diferente y no planeado. Paola, 24 años
R ecuerdo que era una escuela humilde y de pocos recursos, muchas veces eran los
maestros los que nos llevaban el material de estudio: libros, cuadernos, tizas,
contadores de matemática. Quedaba alejada y nos trasladábamos a caballo.
También se convertía muchas veces en nuestra única salida, ya que a la ciudad veníamos
muy poco y no teníamos un parque ni una plaza donde ir a jugar. Las casas quedaban
alejadas unas de otras y no podíamos jugar con otros chicos. Los maestros jugaban con
nosotros en los recreos, a la embopa, al patito presumido. Claudia, 35 años
28
C ada vez que voy a llevar a mi nene a la escuela, que es la misma donde yo fui, me
genera muchos sentimientos lindos, al ver como juegan los niños hoy en el patio.
Me trae recuerdos de mi paso por él. El olor a la comida, el saludo a la bandera…
recuerdo el día que fui elegida mejor compañera, me sorprendí mucho al sabir que mis
compañeros y mi maestra me habían elegido. Gladis, 25 años
R ecordar la escuela primaria me generó recuerdos tristes, ya que siendo una niña
tuve que atravesar por la separación de mis padres y violencia familiar, que en
parte opacaron mi niñez. Valeria, 26 años
A veces, cuando entro a una escuela primaria, siento “olor a útiles”, casi no sé
como explicarlo, es una mezcla olorosa de plasticola, lápices y otros ingredientes
pero que al olerlos siento como si me transportaran en el tiempo y aparecen las
imágenes de aquellos buenos tiempos. Andrea, 24 años
E l recuerdo de la escuela me genera tanto alegría como así también tristeza. Por un
lado alegría porque allí viví toda mi infancia, aprendí todo lo que hoy sé, ahí tuve
mis primeros amigos, los primeros maestros. Por otro lado tristeza porque sé que
todo eso no lo volveré a vivir, no como el rol de alumno, pero tal vez sí como maestra
aunque no sea lo mismo. Pero veré en mis alumnos lo que yo una vez hice. También
recuerdo algo que mi maestra solía decir “Vivan el momento, el día, como algo único e
irrepetible. No se priven de explorar, de sonreír, de aprender, de disfrutar lo que tienen
por más que sea poco, vivan su infancia porque es algo que no se repetirá de la misma
manera cuando sean grandes, sólo quedará en ustedes un recuerdo”. Eso me genera
tristeza porque quizás no disfruté como debería haberlo hecho. Stella, 18 años
P ensar en mi trayectoria escolar, volver la mirada a esa época tan importante y tan
fuerte en mi vida me genera sentimientos de orgullo, de satisfacción, nostalgia, el
crecer con otros, el disfrutar, el tener inocencia, hacer la tarea, jugar, hablar de
amor. Tengo imágenes de la escuela como el patio con árboles, los bancos, el mástil, el
kiosco, las masitas Manon… En sexto grado me enamoré de un chico nuevo que llegó
tarde, y yo, en vez de seguir el recorrido de la bandera que subía por el mástil, lo miré, le
29
pregunté quién era y eso marcó mi destino. Hoy es mi marido y tenemos una linda
familia… Hasta eso le debo a la escuela. María Fernanda, 37 años
30
Capítulo
L
os profesores nos enseñaban con diferentes materiales, con libros, afiches, nos hacían
pasar al pizarrón, dábamos lecciones frente a nuestros compañeros, nos hacían leer
para todo el curso, nos daban trabajos para que realizáramos en la biblioteca, que
busquemos información en Internet, nos daban un trabajo y un tiempo o fecha
determinada para la entrega, nos explicaban lo que debíamos hacer y luego preguntaban si
habíamos comprendido, si estaba bien así, y sino, nos volvían a explicar hasta que
entendíamos de que se trataba. Nanci, 26 años.
E l método para aprender a escribir era sobre líneas de puntos, armar palabras con una
consonante y una vocal (ma, pa, ca, re, lo), también lo usábamos para leer pero
haciendo los sonidos de las letras. Me enseñaron a contar con palitos, chapitas.
31
Descubrí la letra cursiva, la emprende mayúscula y minúscula (en realidad descubrí que se
llamaban así). Sofía, 32 años
R
22 años
ecuerdo la primera palabra que aprendí a leer: “alas”. Estaba acompañada de un pájaro
que estiraba sus alas, fue como darme cuenta que estaba creciendo, que ya no era un
niño pequeño sino que poco a poco me iba convirtiendo en un niño grande. Damián,
C on respecto a las lecturas la maestra recalcaba que no era necesaria tener libros
para leer, que si queríamos aprender podíamos hacerlo leyendo los paquetes de
yerba, azúcar o con los de harina y que utilizáramos los diarios con los que nos
envolvían las cosas en los negocios. Esa fue la forma en la que aprendí a leer. Un día
hicieron elecciones en la escuela y votamos eligiendo chicos para ocupar puestos. Yo me
puse para el jardín, otras en biblioteca, en el kiosco, tesorero, etc. Entonces
comenzamos a tener libros en la escuela y comencé a llevar a mi casa para leer, me lo
prestaban una semana y tenía que devolverlo o anotarme que lo llevaba de vuelta, hasta
que mis padre me pudieron comprar un libro de tercer grado, también me compraron
cuando estaba en quinto. Recuerdo que se llamaba Amanecer. Mónica, 36 años
E n primer grado una maestra hermosa de ojos verdes y sonrisa dulce, compradora y
primorosa nos enseñó el abecedario, con el sistema Blecker, de una manera
inolvidable, con sonidos y comparaciones. Como era muy distraída, por las tardes iba
a su casa, me daba tareas individuales para mejorar mi rapidez. Aprendimos a leer. En
segundo grado se hizo hincapié en la forma de leer, con dicción, postura, estilo y rapidez.
Helena, 43 años
primaria las aprendí con “fotolenguaje”. Eran dibujos de nenes y nenas haciendo una
actividad en la escuela: lo que se debía hacer y lo que no respetando las reglas. Por
ejemplo: una nena rayando las paredes, un nene tirando el pelo a un compañero, nenas y
nenes prestando atención al maestro. Antonella, 19 años
C uando aprendí a leer lo hice con el libro de “Ludo Vico”. Era un libro de un loro que
contaba sus aventuras por el mundo… Era tanta la emoción cuando nos entregaron el
libro que hasta hoy recuerdo el olor del libro y el dolor cuando al finalizar el año lo
teníamos que devolver. Ahí fue cuando aprendí a cuidar y querer los libros y no rayarlos,
mantenerlo lo mejor posible para que su próximo dueño lo cuidara con tanto amor. Eliana, 20
años
32
Centena
Decena
Unidad
M e gustaba participar con alegría en todas las actividades propuestas: pasar a decir la
lección, dramatizar poesías y cuentos, exponer un tema, organizar juegos grupales
en el recreo, colaborar con la señorita y los compañeros. Todavía recuerdo los
libros de lectura que leíamos, entre ellos: Los teritos, Rulo y Pelusa, Mis lectura, los manuales
Peuser. Una vez la maestra estaba dando el tema “Los sentidos”. Formamos grupos y a mi
grupo le tocó preparar para exponer el sentido del gusto y de la vista. Preparamos los afiches
con dibujos, explicaciones y justo en mi casa mi papá había matado una vaca. Entonces le pedí
que me diera la lengua y los ojos y los llevé para exponer, para que mis compañeros observen
y vivencien los órganos de esos dos sentidos. Por supuesto que me saqué diez y cuando crecí
recién me dí cuenta que había llevado el material concreto para la exposición. María Fernanda,
37 años
33
de los cuentos, me recomendaba algunos para que yo lea. Cada alumno tenía una ficha
para pedirlos prestados y llevarse libros a su casa. Yo siempre me llevaba cuentos de
amor, amistad, miedo… porque me emocionan los finales felices y el suspenso. Y cuando
era chica creía que todo lo malo que ocurría, de un día para el otro se superaba y con el
tiempo aprendí que no… no todo cambia rápido, puede que no cambie o cambie y no lo
superemos. Francisca, 18 años
R ecuerdo las clases de historia donde nos daban trabajos prácticos de veinte o
treinta preguntas. Eso no era lo más agradable, sino la forma en que teníamos que
presentarlos. Todos los grupos usábamos diferentes técnicas (maquetas, afiches,
obras de teatro) para exponer los trabajos. Todos participábamos y hacíamos preguntas,
aunque al principio nos daba miedo pasar al frente. Paola, 24 años
E n tercero empezamos con una profesora de lengua que nos cambió todo el esquema.
Las primeras clases eran de terror, nos hacía inventar poemas, graffitis, nos hacía leer
novelas, contarlas, luego hacer una síntesis de esa historia. También tuvimos teatro,
títeres, nos costaba mucho interpretar, expresarnos, por último me terminé acostumbrando y
me divertía. Esta profesora no nos tomaba prueba. Para aprobar teníamos que leer, contar la
historia, hacer la síntesis, actuar, inventar el poema. ¡Fue divertido! María Teresa, 22 años
E n quinto año era obligatorio leer a José Hernández y hacer un trabajo práctico final
para aprobar la materia. Pero ese año fue diferente, la profesora nos comentó que los
alumnos de años anteriores se aburrían, no le encontraban sentido al texto y algunos
hacían el trabajo y otros no lo entregaban. Entonces ella propuso que seamos nosotros
quienes seleccionemos el libro que queríamos leer. La primera actividad fue ir a la biblioteca
de la escuela, que estaba llena de diferentes textos literarios: policiales, drama, románticos.
Cada uno podía leer lo que le gustaba y a partir de ellos hacer el trabajo final que consistía en
desarrollar la biografía del autor, la estructura del texto, una síntesis argumentativa y una crítica
personal. Mi nota final fue diez. Esta propuesta atrajo mi atención hacia los libros, que antes
no tenía, y generó el sentimiento de seguir leyendo por placer y descubrir nuevas historias a
través de los libros. Flavia, 19 años
34
luego se hacía una monografía. Débora, 22 años
E n la escuela había lo que se denominaba “coloquio”, que era tipo una visita a un
psicólogo, el cual era profesor de la secundaria con internado. Él charlaba con
nosotros pero no desde su profesión sino como un amigo. Si el problema era mayor
o estaban involucrados el grupo entero, se charlaban entre todos en reuniones que teníamos
todos los días. En las noches era una regla de la escuela que, antes de cenar, nos juntáramos en
el comedor y habláramos sobre lo que pasó ese día. Ese momento lo llamábamos “los 5
minutos”. Y los viernes se hacía la “revisión semanal”. Nos juntábamos igual que todas las
noches, pero a la siesta y entre juegos y trabajos grupales, tratábamos problemas y
agradecíamos cosas a nuestros compañeros y profesores. Nanci, 19 años
C ada profesor tenía su estilo a la hora de dar clases, cada uno tenía sus métodos y
estrategias. Algunos no sólo exigían el estudio memorístico sin dar lugar a nada que no
fuera el material dado, ni a la comprensión del mismo. Otros en cambio preferían la
presentación de un práctico y la exposición oral, dando lugar a expresarnos y a poder decir lo
que habíamos entendido del trabajo. En su mayoría tenían en cuenta el trabajo en clase, la
presentación y disposición que le dábamos a la materia, el cumplimiento con el material
requerido, la asistencia a la clase, la colaboración, etc. Brisa, 25 años
35
Capítulo
L
os más inteligentes siempre eran mejor tratados. Se sentaban adelante y eran los que
mejor se llevaban con los maestros. Podía notar que a mis compañeros que les
costaba mucho aprender y entender, los maestros, en vez de ayudarlos, era como que
se enojaban y los dejaban de lado porque no aprendían. En mi salón había un grupo
de chicas que sabían todo. Ellas solo hablaban entre sí, no se rozaban con nosotros. Esto
hacía que haya diferentes grupos en una misma sala y se notaran a grandes rasgos las
diferencias: los que menos sabían, los pobres que se sentaban atrás (quizás se sentían mal y eso
hacía que se escondieran), los tímidos a los que no les gustaba hablar o los ponía nerviosos
leer. No todos los profesores eran iguales: había muchos que eran muy buenos seres humanos
y en su trabajo dentro del aula: nos hacían sentir que se podía y hacían todo para lograr su
propósito de que aprendiéramos. Nanci, 26 años
36
problemas. En el primario también había sobrenombres y algunos compañeros dejaban de
lado a otros por ser de familia humilde, por vivir en una casa precaria o por no ir aseados a la
escuela ni bien vestidos como ellos. Las maestras enseñaban la igualadad entre todos, si una
persona tenía algo más que la otra, eso no significaba que fuera mejor persona. Maira, 18 años
R econozco haber sido muy tímida ante otras compañeras corajudas y osadas que se
daban el gusto y tenían facilidad para mentir o meter la pata. También estaban las
siempre brillantes que se llevaban todos los premios, banderas, escudos. No
recuerdo haberla llevado mucho, pero la medalla era un incentivo para mejores logros o
para incentivar tu trabajo. Helena, 43 años
H ubo un profesor que en quinto grado dividió el aula en dos. Cuando empezó no
sabíamos de qué se trataba, pero al pasar el tiempo vimos que era así: sus
preferidos por un lado y los demás que él nos llamaba “los burros”. Ese trato
sólo era de la puerta del aula para adentro porque fuera del aula disimulaba el trato. Había
compañeros que se creían perfectos y ponían sobrenombres a todos por ser “alto/a”,
“petiso/a”, “morocho/a”, “gordito/a” o “flaco/a”. No se daban cuenta que pueden
afectar a una persona en su desarrollo y en su autoestima.
Antonella, 19 años.
37
igual y no hacía diferencias. Antonella, 20 años
E n lo referente a las etiquetas, recuerdo que “el hijo de la señorita” o “el hijo
de…” eran tratados de diferente manera. Quizás se le permitían cosas que a otros
no. Lo mismo ocurría con las diferencias individuales: “los del centro”. Había
ciertos privilegios o en las notas siempre eran las más altas. Por más que los profesores
trataban de que todos seamos iguales en el aula, no siempre era así. Los del centro vestían
ropa de marca, sus carpetas eran más lindas, tenían muchas cosas de nada. Luego estas
diferencias pasaron a segundo plano. Karina, 29 años
S iempre había grupos de chicos que se dividían en los más populares, los más lindos
o los menos conocidos. Si querías pertenecer a los más populares o lindos tenías
que tener en tus manos algún juguete o revista que haya salido en ese momento.
Eliana, 20 años
L os que sabían eran tratado dulcemente por las señoritas (hasta podría decirse con
orgullo), en todo momento los comparaban con el resto del grupo. Eran
referencia de todo, y se los elegía para cualquier ocasión particular: actos,
disertaciones, demostraciones en clases. Los que estábamos en el otro grupo sólo
recibíamos gritos, notas en los cuadernos, lapicera roja, entre otros elementos de castigo.
No había manera de sentirse iguales con nuestros pares ya que las docentes marcaban y
resaltaban las diferencias, por lo cual una se sentía diferente. Andrea, 24 años
C erca de la señorita se sentaban los buenos alumnos, los más inteligentes, para ser
los primeros que le corrijan o entreguen las pruebas primero. Los de la ventana
eran inteligentes y distraídos. Los de la puerta, se portaban mal. Los del medio,
sabían algo o nada pero eran tímidos. “Buchones” creo que no había. La “gorda” no me
caía bien, se hacía la super sólo por tener más nivel económico que otros. Los “chetos”
eran los que se compraban algo y te lo refregaban por la cara o no se lo sacaban de
encima. Belén, 17 años
A mi mejor amiga la discriminaban por ser humilde. Ya estaba cansada de que todo
el tiempo la molestaran, más los varones. Llegó un día que me paré delante de
todos y les dije cómo era ella y el esfuerzo que hacía día tras día para concurrir a
la escuela, ya que le costaba mucho aprender. En los días que faltaba a clases trabajaba
para obtener alguna ganancia para su familia y comprarle los remedios a su abuela. Yo me
38
ponía mal porque los maestros no se daban cuenta o no le daban importancia a las
discriminaciones que había: los sobrenombres que se decían eran palabras feas e
hirientes, relacionado con lo físico y también discriminaban con gestos y miradas, con
caras feas, no acercándose a los más humildes. Ana Luz, 20 años
E n la primaria todos los chicos eran víctimas de apodos. Yo tenía muchos por ser
alta: “ferrocarril parado”, “jirafa”. Por los rulos me decían “colchón de húngaro”
o “cabeza de virulana”. Los maestros trataban de evitar que hicieran eso, lo
lograban sólo por un tiempo. Elena, 20 años
H abía discriminación por parte de los personal de cocina con unos chicos que
vivían cerca de donde vivíamos nosotros. Los traban de indios sucios solo por
ser pobres, “marginales”. Eso es algo que hoy recuerdo porque yo me enojé
hasta que un día le dije que el hecho de ser pobres no los hacía indios y que el niño al
cual le decía eso era más rubio que ella y me respondió que había indios rubios. En la
primaria no recuerdo que hubiese algún niño que hable otra lengua, en la zona éramos
todos hijos peón de arrocera o de changarines. Sólo que los que no vivían en colonia
Yatay éramos tomados como inferiores a los demás, tanto por los alumnos como por los
docentes, y el trato para los alumnos que los papás no tenían trabajo efectivo era peor,
cuando se mandaban ayudas para la escuela siempre les daban a los de ese lugar a pesar
de ser para los más necesitados, las diferencias sociales se veían entre los alumnos,
algunos eran uno o dos los hermanos entones tenían mejor pasar económico que los que
tenían varios hermanos, ese tipo de alumnos con mejor pasar eran los primeros para los
docentes. Le daban mejor trato, por ejemplo, pasaban más a izar la bandera. Mónica, 36
años
E ra una señorita buena, que no tenía preferencia alguna. Era muy recta. Enseñaba
a todos por igual. Si alguno de sus alumnos se olvidaba de hacer la tarea te
ayudaba a hacerla en clases y en los recreos quería que todos jugáramos juntos
sin pelear para que aprendamos a compartir con nuestros compañeros de aula. Mauro, 19
años
39
E n quinto año sólo éramos 13 alumnos, por lo que los Directivos decidieron hacer
un quinto año único, es decir, nos unieron al quinto A. al principio fue difícil
para todos, el poder adaptarnos los unos a los otros, las cargadas estaban más
presentes que nunca (nosotros, los 13 alumnos, éramos para los otros los agregados, los
usurpadores, el I.V.A. –valor agregado-, los anexos, etc.). Esto se veía en el salón: a la
derecha los de 5to B y a la izquierda los de 5to A. Sofía, 32 años
En el primer y sexto grupo era de los “tímidos”, pero no solo se les decía así, sino
también “Come libros”, “Cerebritos”, eran tranquilos pero muy estudiosos y buenos
compañeros. El segundo grupo, hay DIOS esos eran los vagos, todos los trabajos que
hacían estaban mal, eran los asquerosos del curso, se vivían manoseando, gritando
groserías, ah!! Pero debajo de sus mesas parecía un basural.
El tercer y quinto grupo: los lieros, se vivían peleando unos con otros, a las chicas se les
decía “machonas” y a los chicos “pollerudos”, solo se llevaban bien con ello mismos
porque con los demás del curso no. El cuarto eran dos chicas calladas, se mantenían al
margen de todo, no se metían con nadie y muy rara vez se las escuchaba hablar. El
séptimo grupo estaba conformado por otros “vagos”, un poco agrandados, los
chupamedias de algunos profesores, siempre pedían los trabajos prácticos a los demás
grupos y los copiaban cambiándoles algunas cosas.
Y por ultimo el octavo grupo, en ese estaba “YO”, nosotras nos vivíamos riendo en todo
momento, como siempre nos tomábamos de las manos o del brazo o nos alzábamos
unas a otras nos apodaron las “loritas del curso”, pero trabajadoras.
Todos teníamos un apodo, pero siempre respetando a todos, no digo que por ahí no
tuvimos un encontronazo y nos decíamos cosas feas pero al tiempo estaban olvidados,
ninguno se enojaba, y si lo hacia se le pedía disculpas. Los profesores solo se reían de los
apodos e incluso algunos estaban en el círculo de la cargada, otros solo iban a dar clases y
se iban. Elena, 20 años
40
- Los estudiosos: quienes jamás olvidan una tarea y se estudian toda la
carpeta y avisaban al profesor sobre alguna tarea, motivo que generaba un
odio sano sobre ellos.
- Los chantas: no hacían nada en clases ni se esforzaban por estudiar.
Simplemente pasaban el tiempo, en diciembre y marzo estaban todas las
vacaciones rindiendo.
Dentro de estas generalidades me gustaría separar las aguas en géneros. Empezaré con las
damas:
- La/s linda/s: cuya belleza física no era tal vez óptima, pero ellas creían
que sí.
- La simpática: no tenía problema de charlar con todos y era muy atenta,
aunque desconfiaba de ellas por pensar que traína algo oculto en su
simpatía.
- La loca: cuyos nervios superaban los comunes y se irritaba por cualquier
cosa dándolo a conocer verbal o gestualmente.
- Las top: quienes se vestían a la moda y vivían pendientes del momento
sin importarles el futuro.
Los varones:
- Los futboleros: quienes en toda la clase hablaban de deportes, en especial
de fútbol.
- El chistoso: cuyo humor siempre era oportuno y tenía siempre algo
divertido que decir.
- Los galanes: quienes se jactaban de su dominio sobre el sexo opuesto.
- El raro: con inclinaciones sexuales dudosas reflejadas en sus hábitos.
- El ganador: quien se creía con ese título, pero sin embargo era objeto de
burlas y de comentarios a sus espaldas.
Lo curioso de estas etiquetas es que no sé donde colocarme yo mismo…
Atendiendo a esta diversidad, los tratamientos de los profesores para con nosotros era
bastante diferente desde lo personal o los temas de conversación. Recuerdo a profesores
pasar horas enteras hablando con un grupo de fútbol y apenas saludar a otros. Damián, 22
años
E l trato de los profesores era igualitario con respecto a las explicaciones del
contenido de cada materia, en todo lo que tenía que ver con nuestros
aprendizajes no presentaban grandes diferencias. Donde se notaba la diferencia
era en la aplicación de reglas y sanciones, a la hora de regular la conducta de algunos
alumnos… Tania, 18 años
T enía un compañero que era fastidiado por otros por el solo hecho de ser
morocho. Algunas chicas lo esquivaban, rehusaban hablar con él y otros se reían
cuando él iniciaba una conversación. Incluso le habían inventado apodos. A él
esto lo hacía sentir muy mal. Además no merecía esta clase de tratos, porque lo único que
esto hacía era perjudicarlo humillándolo públicamente. En este caso los profesores
abordaban el problema explicándole a los compañeros que molestaban a los demás
ciertas pautas de comportamiento, y a todos por igual nos decían que teníamos que
respetarnos a pesar de las diferencias y características de cada individuo o grupo. Algunos
docentes incluso se veían obligados a suspender la clase que estaba programada sólo para
poner límites y desarrollar una especie de charla improvisada sobre esta problemática tan
común en las escuelas. En el caso de que hubiera violencia física, o algún tipo de agresión
41
muy alta hacia un alumno, el profesor derivaba a los alumnos involucrados a la dirección,
allí se decidía como actuar. Cristian, 18 años
42
Capítulo
D
ebíamos asistir al secundario de guardapolvo blanco, nunca de polleras cortas o
shorts, con el pelo recogido, bien peinados, sin maquillaje, siempre respetando
la limpieza e higiene, teníamos que estar en la escuela a la hora exacta, después
del horario de entrada se cerraba la puerta y te ponían media falta por tardanza
en el registro de asistencia, no comer en el aula, respetar a los compañeros y profesores,
levantar la mano cada vez que ibas a decir algo, tirar los papeles en el cesto de basura.
Nanci, 26 años
C uando teníamos actos patrios siempre teníamos que ir bien arreglados, con el
guardapolvo impecable, bien peinados y con la escarapela en el pecho. Cuando
entrábamos al salón antes de sentarnos teníamos que saludar a la maestra
43
correctamente y cuando queríamos preguntar algo teníamos que levantar la mano y
hablar de a uno y siempre escuchar al que hablaba. Eliana, 20 años.
A
años.
lgunas acciones por parte de los docente era de dar miedo; por ejemplo nos
sabían decir “… no quiero que nadie hable…”; “…entendieron…”, creo que
esas acciones del docente en todo alumno produce un poco de temor… Elías, 19
E n los cinco años de secundaria no tuve materias pendientes para poder irme de
vacaciones; en uno de estos años (1º POLIMODAL) a causa de un llamado de
atención, no pude ser abanderada, aunque fue un malentendido, ya que el
director de la institución, lo interpreto a su conveniencia. Carolina, 19 años
44
U n recuerdo negativo del secundario es que no nos exigieran nada. Me hubiera gustado
que nos exigieran el uso del guardapolvo, el respetar horarios, el respeto por las
fechas patrias, ya que no recuerdo algún acto realizado por la institución. Muchas
veces se confundía al profesor con el alumno, porque no se hacía respetar o no se comportaba
como tal, porque hacían bromas no acordes al lugar en donde estaban. Valeria, 26 años
L as reglas o normas que establecían en la escuela secundaria eran muy importantes para
mantener un orden, dentro de un clima de paz y respeto. Ayudaban a un mejor
comportamiento y vocabulario de los alumnos y que qué no el de los profesores
también. Las normas de carácter obligatorio reforzaban la responsabilidad y desobedecerlas
implicaba una consecuencia. Se establecían normas más ajustadas y su incumplimiento
conllevaba una sanción. Llegar a la escuela diez minutos tarde implicaba una “tardanza” de
media falta. Faltarle el respeto al profesor o a cualquier autoridad del establecimiento era
castigada con una amonestación y con una suspensión en los casos más graves. Cuando fui
informada de estas normas, me pareció que estaba muy bien, ya que sólo así se puede tener un
clima de paz y respeto. La limpieza de la escuela era una actividad realizada por los alumnos en
los dos últimos años: lijábamos paredes, mesas, sillas, puertas, etc. También pintábamos y
arreglábamos canteros. Todo relucía y eso nos ayudó a valorar más lo que teníamos y
aprendimos del trabajo a no rayar, ensuciar y pegar chicles en cualquier lado. Brisa, 25 años
45
Capítulo
Maestros memorables
R ecuerdo, en 4º grado, tener una maestra memorable, la docente era A. G., quien
para incentivar a los alumnos a leer utilizó una buena estrategia en la cual yo era
su protagonista. Ella proponía que aquel alumno/a que pasara al frente a leer, iba
a obtener un premio. Recuerdo haber levantado la mano y decir “yo prefiero pasar”; pase
al frente, leí el texto con un poco de vergüenza, pero me animé, creo que me incentivaba
el regalo; cuando termine de leer esperaba por el regalo de la profe, entonces saco una
caja que tenia cerca de su escritorio, me la dio y me dijo: “Este es el regalo”. Había en la
caja cuatro o cinco revista cómicas, ella me dijo que esas revistas eran para que leas en tu
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casa! Creo que la intención de la maestra era que tratemos de perder la timidez al leer,
pasar al frente y leer sin vergüenza. Elías, 19 años.
D e la escuela primaria siempre recuerdo a una docente que nos decía que el día de
mañana podíamos ser nosotros docentes como ella. Mónica, 36 años
T enía un maestro que cuando no te sabías las tablas te daba un tincazo en la cabeza.
Esto generaba mucho miedo y vergüenza, que no te tocara porque quedabas
marcada para toda la vida, y también te generaba impotencia. A veces sabíamos
las tablas, pero de los nervios, nos equivocábamos. En cambio la señorita de lengua nos
estimulaba en lectura con premios, nos hacía concursos en donde les regalaba pelotas a
los varones y cartucheras a las niñas. Valeria, 26 años
L a señora M.R. fue mi primer maestra de primaria, desde primero hasta quinto
grado. Era una mujer de baja estatura, pelo largo, color castaño lacio. Tenía una
mirada dulce. Tendría en ese entonces unos 35 años, un humor incomparable:
sabía cuando ser estricta y cuando levantarnos el ánimo. Nunca nadie lograba sentir odio
hacia ella, porque se hacía querer. Ponía demasiado interés en que aprendamos los
conocimientos, si faltábamos se tomaba el trabajo de ir hasta nuestras casas a preguntar el
motivo de nuestra falta, y si estábamos enfermos mandaba algún compañero para que
nos alcance el cuaderno y lo completáramos. Siempre solía decir que la escuela es lo más
fundamental e indispensable en la vida de un niño. Para cada acto que había en la
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escuela, ella siempre armaba numeritos, sin excluir a nadie. Todos participábamos hasta
ella misma, que parecía una criatura más. Siempre sufría mucho cada vez que nuestra
escuela sufría un ataque salvaje (robos) que nos dejaban sin nada. Recuerdo que ella logró
que nuestros padrinos nos regalaran cinco computadoras. Jamás se daba por vencida,
seguía luchando. Se esforzaba por brindarnos una educación digna para que no nos
sintamos excluidos por ser de una escuela rural. Siempre demostró que llevaba en la
sangre la vocación de docente. Stella, 18 años
E n cuarto grado tuve una maestra que hasta el día de hoy la añoro y la recuerdo
con cariño. Es más me gustaría encontrarla y volverla a ver, a pesar de que han
pasado más de 25 años. Ella era buena, agradable, tenía siempre las palabras
justas, nos aconsejaba, nos abrazaba, hasta cuando nos retaba, nos sonreía, pero a la vez
nos inspiraba mucho respeto. Hasta el día de hoy recuerdo su perfume y su forma de
corregir. Pasaba mesa por mesa para ver como trabajábamos, siempre veía lo bueno en
nosotros, deba catequesis como ninguna. Nunca nos aburríamos con ella. Yo sentía que
quería ser ella, quería imitarla. Para ella éramos todos iguales, no había diferencia entre
uno y otro. Una vez se presentó en mi casa, habló con mis padres y convenció a mi
mamá para que sea catequista. Yo no puedo describir la emoción que sentía de que mi
señorita conozca mi casa y mi familia. María Fernanda, 37 años
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contenidos curriculares y nos enseñó a ser responsables con nuestras tareas.
Maira, 19 años.
R ecuerdo a la profesora de Corte y Confección. Cada vez que teníamos con ella
había que entrar rápidamente al salón, sentarnos bien y escucharla. A mi no me
gustaba coser porque me pinchaba toda, hasta que aprendí los puntos. Nos hacía
sacar bien las medidas, bien prolijo tenía que estar, perfecto, sino nos dejaba sin recreo
para terminar bien. Nos enseñó a coser a máquina de a una, para que ninguna haga
macanas o rompa la máquina. Era muy exigente. Algo para ella siempre estaba mal. Nos
hacía descoser todo y volver a coserlo, así hasta que quede perfecto. Así aprendimos a
coser y a ser prolijas. Julia, 18 años
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luego la sumaba y cada tres de ellas era un punto menos en la nota de concepto. Jamás
me olvidaré de él!!! Ni de las frases que nos decía antes de cada evaluación escrita:
“Escriban su nombre completo, no pongan Juancito ni Pedrito”. Otra frase típica era:
“En matemáticas no mezclen gatitos con canarios, gatos con gatos, canarios con
canarios”. El profesor se interesaba mucho para que nosotros aprendiéramos, nos
preguntaba uno por uno si entendimos el tema y nos proponía que si no comprendíamos
la tarea consultemos con él en los recreos o en algún rato libre. Cuando aportábamos en
su clase sobre el tema o hacíamos la tarea, nos recompensaba con la flechita para arriba,
sumando puntos a la nota de concepto. Francisca, 18 años
H ay un profesor que me marcó más que los demás. Era mi profesor de Historia.
Él entraba al aula y nos hacía sentar en semicírculo. Como teníamos toda la
mañana esa materia e Historia es un poco pesada, nos permitía tomar mate en el
aula. Entonces mientras charlábamos sobre la clase, surgían temas y él por un momento,
dejaba la clase de lado, si el tema era importante y nos hablaba como uno más de
nosotros. Con él sabíamos que cualquier problema que teníamos podíamos contar… Me
enseñó a luchar por lo que quiero y a no bajar la cabeza por nada… Nanci, 19 años
G uardo la imagen de una profesora de geografía. Era una mujer muy seria,
entraba al aula y se tornaba un silencio total, todos sacaban la carpeta de su
materia, si había trabajo todos lo hacían sin cuestionar. Ella tenía una carpeta
propia con el listado de sus alumnos dividido por cursos. Su método era marcar con una
cruz al alumno que no hacía el trabajo o no llevaba los mapas, fotocopias o no daba
lección. A la tercera cruz, un punto menos en la libreta. Por la lección escribía en la
última hoja de clase de la carpeta del alumno la nota que sacó con la fecha y firma. Al
final de cada cuatrimestre controlaba las carpetas completas, el que la tenía incompleta
sacaba un uno, valía como la lección. En su carpeta anotaba todo, o sea que si tiraban la
hoja ella igual tenía su control. Si te llevabas a rendir su materia tenías que estudiar toda la
carpeta, aprobar el examen escrito y podías pasar al oral. Se promediaban ambas notas y
se sacaba una nota final. Débora, 22 años
50
leerlo, lo hizo un bollo y lo tiro diciéndole “esto está mal”. El que estuviera mal, no le
daba derecho a tirarlo y destruir la obra del compañero. Damián, 22 años
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Capítulo
10
S iempre al mirar a los/as docentes me he preguntado como hacen para estar todo
los días frente al salón de clase con tantos alumnos y algunos con malos hábitos. El
ser docente no es fácil. Es la persona frente a una sociedad que mira y juzga mucho
a los/as docentes y son personas como cualquiera solo con una profesión mas compleja.
El trabajo de docente tendría que ser el mejor pagado, todas las profesiones tienen
docentes que dictan las cátedras, de diferentes materias, la presidente y todos los demás
políticos, empresarios, científicos son formados por docentes y el crecimiento de un país
se detendría si no hay quien enseñe. Mónica, 36 años
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D e la primaria tengo la imagen de maestras buenas, comprometidas con su
trabajo, con mucha dedicación, con ganas de que sus alumnos aprendan, con
paciencia para volver a explicar. Karina, 29 años
L os maestros son personas con un trabajo nada fácil, ya que deben dar clases a un
curso de alumnos casi a diario, no terminan de conocerlos a todos, como ellos
quieren. La escuela es nuestra segunda casa y los maestros como nuestros
segundos padres, nos enseñan contenidos para que podamos resolver problemas de
nuestra vida diaria. Belén, 17 años
L a imagen que tengo de los profesores es que hay algunos exigentes y otros no
tanto. Creo que todos se tienen que superar día a día, para alcanzar metas más
altas. Lucía, 20 años
H asta hoy he imaginado que los profesores son como una especie de enciclopedia
parlante ya que deben saber de todo un poco. Admiré mucho a un profesor de
historia porque cuando explicaba algo lo hacía con tanto conocimiento que nos
dejaba perplejos. Él podía contar un hecho como si hubiera sido un testigo de esa
historia. Andrea, 24 años
Y o pienso que los maestros llevan su vocación muy adentro. Los profesores y
maestras que han pasado por mi vida gustaban mucho de su trabajo, más que un
trabajo lo tomaban como algo personal, se involucraban mucho con sus
alumnos. No solamente nos educaban y enseñaban sino que también nos aconsejaban y
cuidaban. Gladis, 25 años
E
años
n el nivel inicial y primario la imagen de la maestra es la de una persona cercana,
comprensiva, con la que tenía una muy buena relación. En la secundaria esta
imagen cambia, el vínculo no es el mismo, es una relación más formal. Gisela, 19
C reo que hay personas dedicadas a su materia y “personajes” que van por el sueldo.
Francisco, 22 años
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M is profesores en el desempeño de su trabajo me dejaron claro que hay que
tener vocación, amar lo que uno hace y transmitirlo con el corazón. Ser
tolerantes, pacientes, preparar la clase de una forma llamativa para lograr el
interés de los alumnos, tener autoridad, exigencia, ser respetado pero también respetar
los derechos y principios de los niños. Beatriz, 19 años
E n las imágenes sobre el trabajo de los profesores hay diferencias en las formas de
llevar adelante la clase. Así algunos profesores sólo se interesan por desarrollar el
tema, hacer las actividades del libro y que se estudie para la nota del trimestre. En
cambio otros nos permitían opinar, desarrollar una investigación fuera de la clase y de la
escuela sobre un tema y después fundamentarla. Flavia, 23 años
E n estos catorce años de haber pasado por la escuela aprendí que tanto como para
ser maestro o profesor se necesita de mucho esmero, dedicación, paciencia y
sobre todo muchas ganas; porque es imposible que un educador termine de dar
su clase, llegue a su casa y deje todo en un rincón hasta el otro día que tiene que volver a
la institución… ¡no! Tiene que llegar a su casa, preparar la clase para el otro día y hasta a
veces corregir cuadernos, pruebas o trabajos prácticos; sin mencionar los deberes de la
casa. Por eso, un profesor, sea lo que sea… malo o bueno, me hace sentir orgullosa,
porque ellos son y fueron los que de una y otra manera te educaron o te enseñaron algo,
por más poquito que haya sido… o porque no…cuando estas en el recreo, te reta
diciéndote que dejes de corres y la tratas mal y cuando tropezás y te caes es esa misma
maestra la que te levanta del piso porque te hiciste mal… y se preocupa por vos. Natalia,
18 años
E l docente debe tratar de hacer todo lo que puede para que su clase llegue a buen
puerto, o que pueda cumplir con la planificación para ese día. Los chicos ahora
tienen otra idea acerca del docente, lo ven como alguien más, no se lo valora,
piensan que el título lo compro o cosas así, si es nuevo creen que no sabe nada. Dar
clases hoy es una tarea difícil. Hay que tener paciencia, comprensión y conocer al grupo
que te toca, tratar de mejorar día a día. Hoy las aulas ya no son las mismas, o más bien los
chicos no son los mismos. Hay muchos valores que se perdieron, como el respeto por el
docente, la obediencia, el prestar atención en la clase, cumplir con las obligaciones como
alumno, etc. Débora, 22 años
54
ciertas diferencias que lo distingue de los demás docentes. Por ejemplo, hay profesores
que suelen ser exigentes porque no están dispuestos a perder el control. Algunos recurren
a gritos o al exceso de actividad, como una condición necesaria para poder enseñar.
Otros apelan al buen trato para motivar de alguna manera a sus alumnos. Marta, 20 años
L os docentes son personas con una formación académica elevada, pero creo que lo
que los hace especiales no son los conocimientos específicos del área que hayan
estudiado a lo largo de su carrera, sino más bien esa capacidad que tienen de saber
como transmitir esos conocimientos a un estudiante que depende de ellos dentro del
marco educativo. Esto es así ya que esta relación de enseñanza – aprendizaje se encuentra
regulada necesariamente por esta capacidad con la cual el docente fue dotado para lograr
sus objetivos, como así también por la relación que se pueda establecer entre el alumno y
el docente. La docencia es una profesión interesante y cada vez más compleja, en la que
se trabaja con persona que, al igual que uno, vivirán experiencias diversas que le
permitirán valerse de herramientas para enfrentarse con situaciones difíciles. Cristian, 18
años
55
Capítulo
11
56
L a separación de mis padres influyo mucho en este 6º grado porque tenia malas
notas, no concurría a la escuela; creo que ese año fue uno de los años mas difíciles
para mi, pero a pesar de todos tuve el apoyo de mis nuevos compañeros y de mi
maestro, lo cual valoro desde entonces porque supieron darme contención en ese
momento tan difícil de mi vida. Elías, 19 años.
C uando iba al jardín sufrí un hecho que modificó mi forma de vivir. Tuve que
afrontar el nacimiento de mi hermana menor y dejar de ser hija única de un día
para otro… en toda la primaria me marcó la mala relación de mis papás, lo cual
repercutió en mí y mi comportamiento no fue el mejor. En la secundaria ya no era
tanto… los problemas seguían, pero era yo la que había crecido y comprendía todo de
manera más clara… Tania, 18 años
R ecuerdo que mi mamá era la que no quería que ensucie el guardapolvo, que no
corra en el recreo, y todas las noches me enseñaba a rezar, quería que esté
siempre impecable y bien peinada. Mi padre era el que me transmitía esas cosas
que a veces no le damos tanta importancia y que son los pilares fundamentales de la vida.
Aún recuerdo algunas de sus frases, me inculcaba siempre el respeto “cuando los
mayores hablan, los menores se callan”, “la maestra siempre tiene la razón”, me solía
decir. Me recalcaba que “para hacer bien las cosas había que poner la cabeza para
pensar”. Siempre me decía que había que ser tranquila y paciente, porque a la virtud de la
paciencia muy pocos la ejercitan. “Sé alegre, amable y respetuosa. Cualquier cosa, menos
mal educada”, me repetía. Todo lo que aprendía en mi casa, de alguna manera, lo
reflejaba en la escuela. No siempre porque también me gustaba ser un poco rebelde y ahí
intervenía mi mamá diciendo “a esta chica hay que ajustarle las clavijas”. María Fernanda,
37 años
57
E n sexto grado cuando por problemas personales me tuve que ir a vivir a ocho
kilómetros de San Javier y me venía a la escuela en colectivo todos los días,
menos los días de lluvia que faltaba porque se me hacía imposible salir del medio
del campo; cuando llegó el invierno llovía casi siempre, entonces como no podía ir a la
escuela la maestra se le quejaba a mi familia porque yo no iba a la escuela y desde ese día
mi mamá decidió mandarme pase lo que pase, en ese invierno siguió lloviendo y tenía
que salir del campo con lluvia, barro y todo; cuando estaba en clases la maestra me
empezó a tratar mal y a decirme que mi mamá era una loca al mandarme toda embarrada
y mojada a la escuela, cuando era ella la que se quejaba porque yo no iba; nunca le quise
contar a mi familia a pesar de que llegaba llorando a mi casa diciendo que no quería ir
más a la escuela; un día mi mamá decidió preguntarle a un compañero mío porque yo
estaba así y este le contó todo y fue así como mi mamá de inmediato me cambio de
escuela. Natalia, 18 años
E l nivel medio no tengo mucho para contar por haberlo cursado en una institución
de Enseñanza media para adultos, la cual se me paso tan rápido después de haber
estado mucho tiempo sin ir a la escuela. Al ser un cursado acelerado no me di
cuenta cuando ya se me terminó y eran pocos los contenidos que se me había enseñado,
por lo que me repito siempre: “si tan solo hubiera tenido la oportunidad de hacer el
secundario cuando termine la primaria serían más los conocimientos que habría
adquirido”, pero por la situación económica de mis padres no pudo ser así. Me tuve que
ir a trabajar a los 14 años. Recuerdo que el presidente era Raúl Alfonsín, mi sueldo era
de 3 australes. Cuando intente que me permitieran mis patrones seguir sin poder
lograrlo… me enojé y me fui a trabajar a Buenos Aires pensando que no podría lograrlo.
Hoy veo que me equivoque en pensar eso. Mónica, 36 años
T erminé 7mo grado y decidí probar como muchas de mis compañeras ir a una
escuela secundaria en Santa Fe. No sé si era para escapar del ambiente de mi casa
que me ahogaba o era un desafío para mí. Fue tremendo: lloré mucho, no podía
habituarme a la distancia, la frialdad de las monjas, las exigencias, la continua
competencia educativa entre compañeras. Helena, 43 años
58
responsabilidad siempre cayó y cae sobre mí. Yo soy madre de mi propia madre…
muchas veces me tenía que retirar de la escuela para llevarla al médico. Amo tanto a mi
familia que los más grandes sacrificios los he hecho por y para ellos”. Paola, 24 años
M i trayectoria escolar fue muy dura. Pasé por cuatro mudanzas que tuvo mi
familia y me fue muy difícil adaptarme a todos los lugares a los que me
mudaba; y cuando me adaptaba me volvía a ir para otro lugar. Y así pasé toda
mi trayectoria. La última mudanza que tuve fue de Córdoba a San Javier. Ese cambio fue
muy difícil de superar y estuve un año muy mal. Priscila, 18 años
E
47 años
n cuarto año, al faltar mi mamá, me tocó colaborar mucho en mi casa: hacer las
compras, cocinar, lavar, limpiar. Esto me llevaba bastante tiempo que le quitaba
al estudio, pero me esforcé mucho y logré no llevarme ninguna materia. Elvira,
A nte el fallecimiento de mi tía, me sentí sola, sin su apoyo, sin la persona que me
guiaba y enseñaba que la vida no era fácil, que el estudio te permitía trabajar de lo
que te gusta, que era muy valorado ese título y uno era feliz. Ella era empleada
doméstica y eso no le gustaba, no pudo elegir y ella me enseñó a elegir y luchar por
cumplir esos objetivos que uno se planifica. Me enseñó que estudiar es una llave que te
abre la puerta a la libertad y felicidad. Débora, 22 años
D espués de terminar 3er grado y tras haber ocurrido una de las más grandes
inundaciones que sufrimos, mi familia y yo nos trasladamos a la ciudad de San
Javier. Eran muchos los cambios a los que nos teníamos que acostumbrar y
sobretodo superarlos: el campo era tranquilo, lleno de silencio, estábamos acostumbrados
a andar a caballo, ayudábamos a nuestros padres a criar gallinas, a juntar los huevos, a
regar la quina y cosechar las verduras. En cambio en la ciudad todo era diferente, todo es
más acelerado, como si no te sobrara tiempo para nada. Cuando empecé la secundaria,
paralelo al estudio trabajaba de niñera ya que mi familia era muy humilde, mis padres y
hermanos cosechaban algodón, hacían techitos de paja. Yo no pude seguir estudiando.
Ya casada y con hijos se me hizo difícil, pero un día me di cuenta que tenía que darme
una oportunidad de poder terminar la escuela. Claudia, 35 años
59
E n el año 2002 comencé el profesorado de EGB y abandoné. No estudié más. En
el 2008 me anoté en Enfermería Profesional y por un grave problema familiar no
pude seguir, no pude rendir y perdí el año. En este año por una amiga que me
fue a alentar me anoté para la carrera de profesorado de Primaria. Me cuesta mucho
empezar de nuevo con la mente fría, con cosas nuevas e interesantes. Me gusta y espero
poder terminar y tener un trabajo digno algún día. Cristina, 26 años
C reo que el apoyo de mi familia y el clima que se vivía en mi casa fueron muy
importantes para entender mejor mi trayectoria escolar. Desde que era pequeño,
veía que mi familia me brindaba el apoyo necesario para poder, creo que mis
padres quieren que yo sea alguien que ellos no pudieron ser. Cristian, 18 años
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Capítulo
12
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Q uisiera ser una maestra con paciencia, que esté dispuesta a explicar una y mil
veces, sin tener preferencias. No quisiera ser una maestra fría, que sólo dé clases
y no hable con sus alumnos, no prestarles atención. Belén, 17 años
M i desempeño como maestra sería a partir del respeto a los demás y que lo
respeten a uno, tolerancia ya que todos tenemos un mal día y debemos ser
pacientes, responsabilidad por los contenidos, actitudes y actividades frente a
los alumnos, vocación, es decir, hacerlo de corazón, sabiendo que algo deja en el otro, no
solo por el sueldo. Ayudar a logar un proyecto de vida, que sean justos y democráticos.
No hacerles agresiones físicas ni verbales a los alumnos. No hacerlos competitivos,
porque con el tiempo son personas egoístas y no solidarias. Prestarles atención en todo
momento, no solo cuando se toma un examen o hacen algo bien. Hacerlos partícipes en
todas las actividades organizando grupos o tareas donde se puedan ayudar unos a otros.
Estudiar no es de memoria. Hay que entender y poder interpretar lo aprendido que no
solo sirve para que te pongan una nota, sino que te va realizando como persona. Valeria,
26 años
Y o soy conciente del poder que tuve como alumno y del poder que tendré como
profesor. No quiero que todos mis alumnos sean iguales, quiero que piensen, que
reflexionen, critiquen, que traten de cambiar el país y sus vidas. Si no lo hace uno
consigo mismo, no lo puede hacer con otro. Francisco, 22 años
62
estimación y reconocimiento de los distintos puntos de vista de los alumnos, la
flexibilidad, la tolerancia y respeto por la diversidad, el interés por la lectura, la
promoción de resolución de problemas dentro y fuera del aula, el trabajo con principios y
valores éticos y morales, el fomento de la cooperación y la solidaridad, el compromiso
con la institución. No quisiera repetir la experiencia que me toco vivir con un docente
que nos decía: “Si no estudian, no es mi problema. Yo ya me recibí y mi sueldo lo cobro
igual”. Brisa, 25 años
Q uiero ser una profesora en quien los alumnos puedan confiar, por si les sucede
alguna cosa, escuchar a mis alumnos, tratar de resolver los problema y/o
conflictos que se den el ámbito escolar. No quisiera ser de esos que llegan mal de
su casa y se la agarran con los alumnos, porque ellos no tienen la culpa de lo que le pasa
al profesor. Fernanda, 21 años
R ecuerdo una comparación que decía “los niños son como diamante en bruto y la
responsabilidad del docente como maestro de la vida es la de pulirlos,
moldearlos, transformarlos en joyas preciosas”. A eso quisiera apuntar mi
enseñanza, a ese gran desafío enriquecedor… María Fernanda, 37 años
A mí me gustaría ser esa persona que no sólo enseñe contenidos académicos, sino
también valores y principios esenciales par desarrollarse y formarse plenamente
como personas íntegras y autónomas. Cristian, 18 años
63
Anexo
CONSIGNA DE TRABAJO PARA ESCRIBIR LAS
BIOGRAFIAS ESCOLARES.
El presente trabajo tiene por objeto trabajar acerca de las propias biografías escolares,
como una manera de reconstruir los saberes aprendidos en la escuela, a lo largo de los
años que has pasado en ella como alumno.
Te pedimos que, al escribir, puedas situarte como alumno de un profesorado de
formación docente. Es decir que a lo largo de tu formación estás construyendo una
identidad que hará luego a una profesión: la docencia. En este sentido debes pensar y re-
construir tus respuestas.
1- Identifica los niveles de la educación por los que has transitado. Descríbelos y
caracterízalos. ¿Qué objetivos educativos han tenido cada uno de estos niveles?
¿Se cumplieron en vos estos objetivos? Fundamentar.
2- ¿Qué marcas ha dejado en tu persona el paso la escuela? ¿Para qué crees que te ha
servido ir tantos años a la escuela? Ejemplifica (organización, tiempos,
aprendizajes, socialización, titulación, hábitos, etc.).
3- ¿Qué recuerdos positivos y negativos puedes identificar de tu trayectoria escolar?
Puedes relacionarlo con vivencias, imágenes, aprendizajes, vínculos sociales, etc.
4- ¿Qué sentimientos te genera el recuerdo acerca de la escuela? ¿Hay alguna
experiencia que pueda justificarlo? Relata esta experiencia como una anécdota.
5- ¿Tienes algún recuerdo acerca del tratamiento de la diversidad en la escuela
(etiquetas, lugares de los alumnos, diferencias individuales, sociales, étnicas, culturales)?
Cómo abordaban los profesores las diferencias? ¿Te sentías igual o diferente a los demás?
Ejemplifica.
6- Podrías ejemplificar a través de relatos o anécdotas los modos de enseñanza de
los profesores, los saberes y reglas de acción de la institución y de los docentes, las pautas
de comportamiento que has aprendido, las creencias que aprendiste en la escuela y que
aún conservas?
7- ¿Qué imágenes te has formado a lo largo de tu paso por la escuela de los
profesores y su trabajo? Ejemplifica.
8- ¿Qué recuerdas de tu desempeño académico y de tu relación con el
conocimiento?
9- Cuando imaginas tu desempeño como docente en el futuro: ¿En qué ámbito te
imaginas trabajando? ¿Se asemeja o no a los ámbitos por los que pasaste en tu trayectoria
escolar personal?
10- ¿Qué puedes rescatar de tu trayectoria escolar para aplicar en tu futuro
profesional? Elabora reglas o principios de acción a partir de lo que consideres
importante para tener en cuenta en tus esquemas de actuación profesional.
11- ¿Qué cuestiones de tu trayectoria escolar intentarías no repetir en tu futuro
profesional? Fundamentar.
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12- ¿Qué implicancias tiene hoy, en el inicio de tu formación profesional, el
reconstruir estas experiencias vividas?
13- ¿Qué acontecimientos de tu vida personal y/o familiar transcurrieron
simultáneamente con tu trayectoria escolar? ¿Cómo crees que se relacionaron o
impactaron entre sí?
14- Recuerda a un docente que por sus rasgos, características o vínculo puedas
calificar como “docente memorable”. Puedes relatar una anécdota o situación vivida
donde se exprese aquello que lo ha transformado a lo largo de los años en tu recuerdo en
un “buen docente” o “mal docente”.
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Bibliografía
• ALLIAUD, ANDREA Y ANTELO ESTANISLAO. “GRANDEZAS Y MISERIAS DE
LA TAREA DE ENSEÑAR”. VERSIÓN DIGITAL.
66
• PHILIP JACKSON “ENSEÑANZAS IMPLÍCITAS”. AMORRORTU. BUENOS
AIRES, 2007.
67