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La crisis de la agricultura convencional, la sustitución de insumos y el

enfoque agroecológico
Peter M. Rosset
Tomado de: AGROECOLOGIA Y DESARROLLO
Revista de CLADES
Numero Especial 11/12 Noviembre 1997
http://www.clades.org/r11-art1.htm

Este ensayo se propone dar una respuesta a la


pregunta fundamental de si la agricultura de si la
agricultura sustentable será capaz de sacar a la
agricultura industrializada moderna del estado
de crisis en que se encuentra. Partiendo de un
análisis de las dimensiones económicas, sociales
y ecológicas de la crisis, se hace resaltar la
necesidad de abordar estos aspectos mediante un
paradigma alternativo. Se procede a examinar
dos opciones que existen al interior del
movimiento agrícola alternativo; la substitución
de insumos cuando eso se plantea como un fin en sí mismo, y la transformación
agroecológica de los sistemas de producción. Se argumenta que la primera disminuye
considerablemente el potencial de la agricultura sustentable, ya que la simple substitución
de insumos se preocupa principalmente por el aspecto ecológico y ofrece pocas esperanzas
de revertir la degradación acelerada de los recursos para la producción futura, o de resolver
la contracción de las ganancias y el endeudamiento en el que han caído los agricultores de
todas las partes del mundo.

AGRICULTURA SUSTENTABLE Y CRISIS AGRICOLA

La primera clave de este trabajo es: ¿Será capaz la agricultura sustentable de sacar a los
agricultores, tanto del Primer Mundo como del Tercer Mundo, de la larga crisis en que ha
entrado la agricultura "moderna" industrializada del estilo Revolución Verde. Para
responder a esta pregunta comenzaremos haciendo un bosquejo de las dimensiones
económicas, sociales y ecológicas de la crisis, en el marco del cual se busca un paradigma
alternativo que permita revertir la situación.

Una vez hecho esto procederemos a examinar el concepto de agricultura sustentable a la luz
de cada una de estas dimensiones, y examinaremos la contradicción que persiste en su
interior a consecuencia del dominio del discurso de la substitución de insumos (sobre todo
en los países capitalistas), a través del cual las industrias transnacionales han podido
apropiarse del concepto de sustentabilidad para sus propios fines. En nuestra opinión, la
prevalecencia del discurso de la substitución de insumos disminuye considerablemente el
potencial de la agricultura sustentable para atacar de raíz las causas de la crisis económica y
ecológica que enfrenta la agricultura moderan, la estrategia de substitución de insumos se
basa únicamente en la búsqueda de insumos agrícolas alternativos, menos dañinos al
medioambiente, sin cuestionar ni la estructura de monocultivo ni la dependencia de
insumos externos que caracterizan a los sistemas agrícolas.

DIMENSIONES ECONOMICAS Y SOCIALES DE LA CRISIS

Aunque la crisis de la agricultura convencional moderna es universal, y afecta tanto a las


economías desarrolladas como a aquellas del Tercer Mundo, es conveniente comenzar con
los Estados Unidos, donde supuestamente se origina la agricultura industrial. La Figura 1
muestra la considerable disminución que ha sufrido el número de agricultores en los
Estados Unidos durante el período de la posguerra, lo cual es el primer indicio de la crisis.
Es evidente que 3 millones de productores quedaron fuera de la jugada por razones
económicas, y no principalmente ecológicas; por lo que las alternativas que se ocupan del
lado ecológico de la ecuación, sin considerar el lado económico, están condenadas al
fracaso. Lo cierto es que los agricultores estadounidenses han ido cayendo en una situación
de insolvencia, ocasionada por los cada vez más altos costos de la tecnología agrícola
moderna que se consumen cualquier aumento de las ganancias agrícolas, como se muestra
en la figura 2.

Figura 1
Número de fincas en los Estados Unidos, 1945-1992

Fuente: Vogeler, 1981; Holmes,1994

Figura 2
Ingresos y gasotosnetos de producción agrícola en los Estados Unidos, 1910-

86
Fuente: U.S. Department ofAgriculture, 1990.
Debido a la sobreproducción y la monopolización de la comercialización por los
transnacionales, los precios de los alimentos se han mantenido estacionarios por mucho
tiempo, mientras que los costos de los insumos manufacturados se han elevado
considerablemente (Wessel y Hantman, 1983; Strange, 1988; NRC, 1989; Krebs, 1991;
Guither, Baumes y Meyers, 1994). Los agricultores han tenido que endeudarse para pagar
tractores de US$ 40.000 y cosechadoras de US$ 100.000, y en general sus pequeños
márgenes de ganancia no han sido suficientes para cubrir los intereses de su deuda, lo cual
ha provocado oleadas de bancarrotas y cierres de negocios. Un modelo alternativo tendrá
entonces que reducir drásticamente de dependencia en insumos y equipos externos para
ayudar a los agricultores a salir de cada crisis. Es importante señalar que tanto la
sobreproducción como los altos costos de producción son resultados de la misma
tecnología produccionista, la cual es entonces responsable del aprieto económico en el que
se encuentra los agricultores, tanto del lado de los costos como del de los precios.

DIMENSIONES ECOLOGICAS.

La prueba más clara de la crisis ecológica es la desaceleración de los rendimientos


promedios de los cultivos en los Estados Unidos (Figura 3). En algunos lugares de los
EE.UU. y del mundo, los rendimientos se encuentran en franco descenso (Hewitt y Smith,
1995). Las opiniones en cuanto a las causas subyacentes de este fenómeno varían. Hay
quienes piensan que los rendimientos se están nivelando debido a que se ha alcanzado un
nivel muy cercano al máximo rendimiento potencial de las variedades actuales, por lo que
es necesario recurrir a la ingeniería genética para rediseñar las especies cultivadas (Tribe,
1994). Los agroecológicos, por otra parte, opinan que la nivelación se debe a una constante
erosión de la base productiva de la agricultura a través de prácticas insustentables (por
ejemplo, Hewitt y Smith, 1995; Altieri y Rosset, 1995). Los mecanismos que explican este
proceso incluyen la degradación de las tierras mediante la erosión del suelo, la
compactación, la disminución de materia orgánica y la biodiversidad asociada a ella, la
salinización, el agotamiento de las aguas del subsuelo, la deforestación y la desertificación;
así como la aparición de plagas debido a la generalización del monocultivo, a la
uniformidad genética, la eliminación de enemigos naturales y la resistencia a los
plaguicidas desarrollada por insectos, hierbas y enfermedades de los cultivos (Altieri, 1995;
Carroll, Vandermeer y Rosset, 1990; Goering, Norberg-Hodge y Page, 1993; Hewitt y
Smith, 1995). La reducción en la eficacia de los productos agroquímicos es un síntoma de
estos problemas. En los primeros 30 años del período de la posguerra, el uso de plaguicidas
en los EE.UU. aumentó 10 veces, pero el porcentaje de las pérdidas de cultivo a causa de
insectos se duplicó (Botrell, 1979). Un patrón similar se observa con los fertilizantes
químicos, ya que hoy es necesario aplicar dosis mucho mayores para aumentar el
rendimiento, cuando podrían lograrse aumentos con el uso de mucho menos insumos
químicos (McGuiness, 1993).
Figura 3
Rendimientode Cultivos seleccionados en los Estados Unidos

Fuente: Department if Agriculture, 1995 a, 1995 b; FAO-AGROFAST, 1990-1996

LAS RAICES DE LA CRISIS

Las raíces de estos problemas residen en el contexto socioeconómico en el que se originó la


mayor parte de la agroindustria moderna. Desde el principio, la ciencia agrícola
estadounidense estuvo orientada a aumentar al máximo la productividad de aquel factor que
más limitaciones ponía al desarrollo de la economía estadounidense: la mano de obra. Así
la mecanización temprana de las prácticas agrícolas condujo inexorablemente al
monocultivo, pese a la disminución en productividad por unidad de área que ocasione la
mecanización. La ciencia agronómica se concentró entonces en las variedades y en la
densidad de la siembra que debían aplicarse al monocultivo, y luego en los fertilizantes
químicos que permitirían reemplazar a las prácticas de fertilización más laboriosas (tales
como la aplicación de estiércol y la rotación de cultivos) por un simple compuesto químico.
Los fertilizantes favorecían la especialización, es decir, la separación en el espacio de
ganado y cultivos-, lo cual se acentuarán más tarde por la enorme inversión en maquinaria
necesaria para cosechar un solo cultivo. El monocultivo extensivo, con su práctica de
sembrar plantas básicamente en soluciones de nutrientes, engendro brotes de plagas que
serían contrarrestadas con insecticidas sintéticos
también economizadores de mano de obra
(Perelman, 1977; Buttel, 1990; Carroll et al.,
1990; Goering e al., 1993; Altieri, 1995).

Así pues, ha sido la misma naturaleza de las


fuerzas sociales y económicas que impulsaron la
generación de tecnología la que nos ha conducido
a la crisis actual. Los costos de maquinaria, de
productos químicos agrícolas y otros insumos han favorecido a las fincas de mayor tamaño,
además de la especialización de la producción, el monocultivo y la mecanización. Al
mismo tiempo muchos agricultores quebraban, debido a que los precios estacionarios de los
productos, a pesar de los subsidios, eran insuficientes para pagar los intereses de las deudas
en que habían tenido que incurrir. Además, la ausencia de rotación de cultivos y de
diversificación eliminó los mecanismos de auto-regulación, convirtiendo a los
monocultivos en agroecosistemas altamente vulnerables, dependientes de grandes
cantidades de insumos de origen químicos (Altieri, 1995).

La exportación de la misma tecnología al Tercer Mundo ha resultado tener efectos aún más
catastróficos. Diseñada para maximizar la productividad del recurso más escaso en el
Primer Mundo, la mano de obra, esta tecnología ha demostrado ser dispendiosa en términos
de tierra y de capital. En el caso de países con problemas crónicos de desempleo y/o con
escasez de capital, ha conducido rápidamente a una enorme migración campo-ciudad, con
sus consiguientes problemas sociales, y a la penetración de la agricultura por parte del
capital extranjero (Perelman, 1997; Wright, 1990; Goodman y Redclift, 1991; Shiva, 1991;
Vandermeer y Perfecto, 1995; Altieri, 1995). Más aún, cuando los sistemas de producción
basados en el monocultivo han sido transferidos a las regiones tropicales, a expensas de los
agroecosistemas diversificados, la prolongación del cultivo a todo el año ha hecho que el
problema de las plagas y los plaguicidas entren en una espiral ascendente incontrolable
(Altieri, 1995, Conroy et al.; 1996).

Un rasgo sobresaliente de la crisis de la agricultura convencional es el grado en el que el


capital ha llegado a penetrarla, y cómo esa penetración ha contribuido a intensificar las
dimensiones socioeconómicas y ambientales de la crisis (Buttel, 1990; Lewontin, 1982;
Lewontin y Berlan, 1986; de Janvry, 1983; Goodman y Redclift, 1991; Hamilton, 1994).
Históricamente, el capital ha procedido a "apropiarse" de los elementos del proceso
productivo, reemplazando a los mecanismos naturales de control de plagas por plaguicidas,
la fertilidad natural del suelo por fertilizantes, y así sucesivamente (Goodman y Redclif,
1991). El resultado inevitable de todo esto es el conflicto de intereses: enormes cantidades
de dinero entran en juego para mantener una agricultura industrializada que depende de
fuertes inversiones de capital, lo cual convierte tanto a países como a agricultores en
entidades dependientes de los abastecedores de insumos y equipos. Sin duda, muchas
ganancias dejarían de ser percibidas si hubiera un cambio hacia sendas alternativas y
tradicionales, lo que conduciría a una menor dependencia de los agricultores en materia de
insumos externos (van den Bosch, 1978; Perelman, 1977). Esta pérdida potencial de
ganancias es lo que hace que todo el sistema agrario sea muy renuente al cambio (Hamilton
1994).

Agricultura Sustentable: ¿Una respuesta adecuada a la crisis?

La crisis de la agricultura, así pues, tiene dos dimensiones: una ecológica y una
socioeconómica; ambas interrelacionadas y procedentes de las condiciones históricas de la
agricultura estadounidense, así como de la penetración del capital, hecho que ha servido
para profundizar la crisis e impedir cambios fundamentales. Cualquier paradigma
alternativo que ofrezca posibilidades de sacar a la agricultura de la crisis en que se
encuentra debe atacar las fuerzas ecológicas, sociales y económicas. Cualquier ejército que
se concentra solamente en paliar los impactos ambientales, por ejemplo, sin ocuparse ya sea
de la difícil realidad social que enfrentan los agricultores, o de las fuerzas económicas que
perpetúan la crisis, está condenado al fracaso. Esto es precisamente nuestra preocupación
cuando hablamos de agricultura sustentable.

El concepto de agricultura sustentable es una respuesta relativamente reciente a la


disminución en la calidad de los recursos naturales o de la base productiva de la agricultura
moderna (Altieri, 1995). La cuestión de la producción agrícola ha pasado de ser puramente
técnica a convertirse en una cuestión más compleja que se caracteriza por tener
dimensiones sociales, culturales, políticas y económicas. El concepto de sustentabilidad ha
sido, sin embargo, controversial y difuso, en vista de los intereses en conflicto, y de las
diversas definiciones e interpretaciones de su significado (Lélé, 1991; Allen y Van Dusen,
1990; Allen, 1993).

Este concepto ha generado mucha discusión, así como múltiples propuestas para lograr
ajustes importantes en la agricultura convencional, de modo que sea más viable a nivel
ambiental, social y económico. El enfoque principal ha sido la substitución por insumos
menos nocivos de aquellos productos agroquímicos que han resultado responsables de
muchos de los problemas asociados con la agricultura convencional.

El énfasis ha pasado ahora a los insumos de composición biológica que pueden ser
adquiridos, como el Bacillus thuringiensis, un plaguicida microbiológico ampliamente
aplicado en lugar de los insecticidas de origen químico, y comercializado a través de
grandes laboratorios químicos con marcas como Dipel® y Javelin® . Este tipo de
tecnología está relacionado con el enfoque técnico dominante, conocido como substitución
de insumos. El impulso es básicamente tecnológico, y se caracteriza por conservar la
misma mentalidad del factor limitante que ha dirigido la investigación agrícola
convencional en el pasado. Los agrónomos y otros científicos agrícolas han sido instruidos
por generaciones con la "ley del mínimo" como dogma central. De acuerdo con este dogma
central. De acuerdo con este dogma, en un momento determinado hay un solo factor que
limita el incremento del rendimiento, y ese factor puede ser superado mediante un insumo
externo apropiado. Una vez que se ha superado la barrera del primer factor limitante-
deficiencia de nitrógeno, por ejemplo, para lo cual se considera a la urea como el insumo
apropiado los rendimientos pueden volver a elevarse hasta que
otro factor -supongamos una plaga- se vuelve limitante. Ese
factor entonces requiere de otro insumo -plaguicida, en este
caso- y así sucesivamente, perpetuando un procedimiento que
alivia síntomas en lugar de atender a las causas reales del
desbalance ecológico.

Este enfoque presenta muchos problemas. Por una parte, se


concentra en los niveles más superficiales de integración del
agroecosistema, tomando en cuenta una sola especie, es decir, el
cultivo, y un solo factor limitante, ya sea biótico o abiótico. Por
otra parte, niega a las abundantes bases científicas
proporcionadas por la ciencia agroecológica en cuanto a la
importancia de los niveles más altos de interacción, incluyendo la sinergía, el antagonismo,
y la interacción directa o indirecta de múltiples especies. Desde un punto de vista práctico,
el resultado del enfoque del factor limitante es inevitablemente que, a medida que un
agricultor "resuelve" un problema. El o ella es confrontado por otro problema "inesperado"
Si él o ella utiliza úrea para solucionar el problema del nitrógeno como factor limitante, por
ejemplo. El o ella se enfrenta muy a menudo a un brote de plagas de insectos chupadores,
cuyos números aumentan dramáticamente a medida que aumenta la disponibilidad de
nitrógeno soluble en la sabia de las plantas de las cuales se alimentan (McGuinness, 1993).

Estos factores limitantes, en los que se centra la agronomía clásica, pueden ser vistos por la
nueva ciencia de agroecología como síntomas que encubren la enfermedad subyacente de
un agroecosistema. En el caso hipotético de una deficiencia de nitrógeno, en lugar de
pensar que se trata de un factor limitante puede considerarse síntomas de un malestar
sistemático subyacente, como puede ser una falla en los mecanismos generales de
circulación de nutrientes. En el caso de tierras explotadas mediante métodos
convencionales a largo plazo, el problema real es a menudo un suelo muerto, estéril,
contaminado por productos químicos y con poca materia orgánica. Un suelo así no es
adecuado para el flujo nitrógeno proveniente de la materia orgánica en descomposición, o
para la fijación biológica, y su baja porosidad y naturaleza compacta conducen a la rápida
pérdida de fuentes de nitrógeno de origen químico provenientes del exterior.

En contraste con esto, un suelo saludable, biológicamente rico, con abundante materia
orgánica y una diversidad de microorganismos, incluye en su biota bacterias que
proporcionan y fijan nitrógeno, al tiempo que viven libremente y mineralizan este elemento
a partir de la misma materia orgánica. En lugar de aplicar úrea, así pues, el agricultor
debería iniciar un programa diseñado para reconstruir la estructura del suelo y la materia
orgánica, con una comunidad biótica saludable que se mantiene a sí misma (Magdoff,
1993). Así pues, la agroecología es un enfoque alternativo que va más allá del uso de
insumos alternativos para desarrollar agroecosistemas integrales con una dependencia
mínima de los insumos externos. El énfasis está en el diseño de sistemas agrícolas
complejos, en los que las interacciones ecológicas y la sinergía ente componentes
biológicos reemplazan a los insumos para proporcionar los mecanismos necesarios para el
mantenimiento de la fertilidad del suelo, la productividad y la protección de los cultivos
(Altieri, 1995).

LA PRACTICA VIGENTE ES ALARMANTE.

En este contexto, consideramos que la prevalecencia del modelo de la substitución de


insumos (que sí tiene su lugar correcto en una transición planificada de la agricultura
convencional a la agroecológica), sin contemplar una transición más allá, es un problema.
Por una parte, la mera substitución de insumos en la agricultura alternativa o "sustentable"
es alarmante, puesto que deja intacto al sistema de la agricultura convencional, con sus
fuertes inversiones de capital (sobre todo en los países capitalistas) y su dependencia en el
monocultivo. Todos los cambios son relativamente pequeños. Se elimina un plaguicida
tóxico para substituirlo por un producto biológico. En lugar de la úrea, o junto con ella, son
descargadas cantidades considerables de estiércol o composts comerciales de alto costo. Si
bien estos cambios pueden ser vistos como un avance en una dirección más benéfica para el
ambiente, las fuerzas que operan en la crisis agrícola permanecen como están: monocultivo
extensivo, control de insumos por la industria transnacional, dependencia de combustibles
fósiles, y una muy fuerte necesidad de capital. Este enfoque no toma en cuenta ni el
endeudamiento en que han caído los agricultores, debido a los altos costos de la maquinaria
y de los insumos, ni las bases ecológicas de la disminución de rendimientos -la reducción
de la biodiversidad funcional de los agroecosistemas.

Por todas partes existe evidencias de la hegemonía que va adquiriendo este enfoque
falsamente sustentable. La agricultura orgánica, vista comúnmente como un concepto
holístico, se encuentra ahora altamente comercializada y dominada por el capital. Las
publicaciones dirigidas a los agricultores orgánicos, se encuentran pletóricas de anuncios de
plaguicidas biológicos de alto costo, composts comerciales, enemigos naturales criados en
insectarios comerciales, extractos vegetales en venta por las grandes compañías
agroquímicas, y cosas similares. Las tiendas naturistas de alimentos se encuentran ahora
llenas de casi tanta comida procesada como los supermercados ordinarios, con la sola
diferencia de que los ingredientes son "naturales" u "orgánicos", y se les ha desprovisto de
menos fibra al ser procesados. Por último, el Manejo Integrado de Plagas (MIP), una de las
batallas libradas por las compañías de productos agroquímicos en un principio (van den
Bosch, 1978), es ahora promovida ampliamente por aquellos que alguna vez fueron sus
detractores (Moore, 1995; Western Crop Protection Association, 1995). ¿A qué se debe
esto? A que los planificadores corporativos se han dado cuenta de que se puede hacer
negocios más interesantes con las prácticas alternativas que con la agricultura
convencional, manteniendo a los agricultores dependientes de tecnologías externas.

Los plaguicidas son un ejemplo de lo anterior. Los venenos de amplio espectro


convencionales, que alguna vez fueron las bases de toda una industria, están
desapareciendo rápidamente del mercado debido a que las plagas se han vuelto resistentes a
ellos, y a que las patentes originales están llegando a su fin, a medida que los costos
impuestos por la reglamentación gubernamental para introducir nuevos productos químicos
se vuelven cada vez más prohibitivos. Los plaguicidas biológicos, y toda una nueva
generación de plaguicidas, ofrecen una salida fácil para las compañías preocupadas por su
parte de responsabilidad, en un mundo que ya conoció tragedias como la de Bhopal. Por
otra parte, estos productos ofrecen también una oportunidad para que dichas compañías se
promueven como miembros "responsables de la sociedad civil. Como explicó
recientemente un grupo industrial en un panfleto acerca del MIP (Western Crop Protection
Association, 1995, pp. 9,20-21):

La MIP no es una fórmula para eliminar o reducir el uso de plaguicidas... Todos los
aspectos de la agricultura han respondido a la demanda de plaguicidas de mínimo riesgo..
Los agricultores se han vuelto más conscientes de los problemas ambientales y han
mejorado las técnicas de cultivo... Como resultado de esto, los productores de plaguicidas
han también respondido invirtiendo miles de millones de dólares en investigación, y
desarrollando y comercializando nuevos productos dirigidos a plagas especificas y menos
dañinos al ambiente.. Hoy día asistimos a una virtual revolución en investigación y
desarrollo de plaguicidas que proporcionará aún mejores opciones de control de plagas
para los agricultores. El desafío que enfrentan los legisladores es reconocer y
recompensar a los plaguicidas de menor riesgo…
Las fábricas del Tercer Mundo producen ahora metil paratión (el principal culpable del
envenenamiento por insecticidas de agricultores y trabajadores agrícolas en todo el mundo),
producto cuya patente ha terminado, y se consigue en Centro América, por ejemplo, a un
costo de cerca de US$ y.00 por litro. Debido a que su uso es extremadamente peligroso y a
que ha perdido gran parte de su eficiencia a través del tiempo, los programas de MIP con
financiamiento internacional, así como los extensionistas de los gobiernos y los
representantes de las casas comerciales, recomiendan a los agricultores el uso de nuevos
productos biológicos inocuos y eficaces, tales como el Javelin® , que puede costar unos $
150.00 por litro, o incluso el Avermec®, que puede costar más de $ 400.00. Estos
productos son en realidad más inofensivos, y en muchos casos más eficaces que el metil
paratión. Sin embargo, es necesario hacerse la siguiente pregunta en la forma más cruda:
¿qué es más dañino a la salud de una familia de agricultores cuyo ingreso anual puede estar
muy por debajo de los US$ 1,000.00 anuales, exponerse a las bocanadas ocasionales de
metil paratión, o tener que pagar US$ 393.00 adicionales por un insumo esencial para la
producción? En términos más generales, si los productos alternativos elevan los costos de
producción para los agricultores del Primer y Tercer Mundo (ya en aprietos económicos) y
aumentan su de por sí excesiva dependencia de los proveedores de insumos externos,
entonces los bioplaguicidas no ofrecen una salida para la crisis. Con la excepción de los
casos donde la producción es local, a base de materia prima local, y sin grandes costos de
divisas, como es el caso de los Centros Reproductores de Entomófagos y Entomopatógenos
(CREEs) en Cuba (Rosset and Benjamin, 1994; Rosset, 1996).

Es indudable que la industria agroquímica sabe hacia dónde soplan los vientos. Aunque los
datos actuales son un secreto comercial celosamente vigilado, en todas partes se cree que
más de la mitad de todo el dinero invertido en investigación y desarrollo en la industria de
plaguicidas va a parar a los productos biológicos. Como se trata de productos nuevos,
recién patentados, pueden cobrar regalías y obtener amplias ganancias, y cuentan con un
anzuelo publicitario en medio de la tendencia general hacia el MIP y otras alternativas.
Puede parecer fácil adoptar una postura conformista ante esta situación, apoyándose en la
noción de que es mejor que la industria obtenga ganancias a partir de productos inofensivos
al ambiente y más adecuado, que con productos que lo contaminan. Nosotros también
compartiríamos esta idea, si no fuera por el hecho de que los agricultores no pueden
soportar más alzas en los costos de producción. Más aún, la
tecnología de substitución de insumos no ofrece una
solución a las implicaciones ecológicas de la crisis. Por
último, existe una mejor alternativa, que es la agroecología.

HACIA UN METODO AGROECOLOGICO.

La agrocecología se ha convertido en la disciplina que


proporciona los principios ecológicos básicos para estudiar,
diseñar y administrar agroecosistemas alternativos que
afectan no sólo a los aspectos ecológico-ambientales de la
crisis de la agricultura moderna, sino también a los aspectos
económicos, sociales y culturales (Altieri, 1995). La
agroecología va más allá del panorama unidimensional de la
genética, la agronomía y la edafología de los agroecosistemas, para comprender los niveles
ecológicos y sociales de la co-evolución, la estructura y la función. En lugar de enfocarse
en un componente particular del agroecosistema, la agroecología enfatiza la interrelación de
todos los componentes del mismo, así como las complejas dinámicas de los procesos
ecológicos. Las tendencias actuales en agroecología invitan a los investigadores a
involucrarse con el conocimiento y las habilidades de los agricultores, y a identificar el
potencial para lograr una biodiversidad que dé paso a una sinergía benéfica que posibilite el
mantenimiento o la recuperación de un estado relativamente estable.

El acercamiento a la etnociencia (es decir, el sistema de conocimiento surgido de un grupo


étnico de manera local y natural) ha demostrado que el conocimiento del campesino local
sobre el medio ambiente, la vegetación, los animales, y los suelos, puede ser muy detallado
(Altieri, 1995). El conocimiento campesino de los ecosistemas genera a menudo estrategias
multidimensionales y productivas de uso del suelo que resultan con ciertas limitaciones
ecológicas y técnicas en la autosuficiencia alimentaria de algunas comunidades. Una vez
entendidas las características ecológicas de la agricultura tradicional a saber, su capacidad
para enfrentar riesgos, la eficacia que tienen las mezclas simbióticas de cultivos en la
producción, el reciclaje de materiales, la dependencia de los recursos locales y el
germoplasma, y la explotación de un amplio margen de microambientales es posible
obtener información muy importante para el desarrollo de estrategias agrícolas adecuadas a
las necesidades, preferencia y recursos de grupos específicos de agricultores y
agroecosistemas regionales.

El comportamiento de los agro-ecosistemas depende básicamente de la interacción de los


diversos componentes bióticos y abióticos. Al organizar una biodiversidad funcional, es
posible iniciar una sinergía que dé paso a procesos ecosistémicos mediante ciertas
funciones ecológicas, tales como la activación de la biología del suelo, el reciclaje de
nutrientes y el mejoramiento de artrópodos y antagonistas benéficos. Las tecnologías
agroecológicas no se concentran en la estipulación de la productividad bajo condiciones
óptimas, como lo hacen las tecnologías de la Revolución Verde, sino que más bien
aseguran la continuidad de producción bajo una amplia gama de condiciones climáticas y
de suelo, y especialmente bajo condiciones marginales que generalmente predominan en la
agricultura de granjas pequeñas. Lo que importa, sin embargo, no es enfocarse en
tecnologías específicas, sino en una gama de tecnologías que incorporen diversos cultivos,
la rotación a base de legumbres, la integración de animales, el reciclaje y la administración
de biomasa y residuos.

El sistema de producción debe: (1) Reintroducir niveles funcionales de biodiversidad al


sistema; (2) reducir el uso de energía que ingresa al sistema, de manera que se tenga una
relación de alta productividad con bajo uso de energía; (3) reducir la pérdida de nutrientes
mediante el control eficaz de la lixiviación y la erosión, y mejorar el reciclaje de nutrientes
a través del uso de leguminosos, abono orgánico y composts, y otros mecanismos
adecuados de reciclaje; (4) fomentar la producción local de alimentos adaptados al contexto
natural y socioeconómico; (5) mantener la producción deseable al conservar los recursos
naturales (o r medio de la minimización de la degradación de suelos);ed (6) reducir los
costos e incrementar la eficacia y viabilidad económicas de las fincas pequeñas o medianas,
de tal forma que se promueva un sistema agrícola diverso y resistente (Altieri, 1995).
Los componentes básicos de un agroecosistema sustentable incluyen: (1) una cubierta
vegetal como medida eficaz para la conservación de suelo y agua, creada por medio de
prácticas de cero labranza, el uso de mulch, el empleo de cultivos de cobertura y otras
prácticas relacionadas; (2) una fuente constante de materia orgánica por medio del
suministro constante de estiércol y composts y la promoción de la actividad biótica del
suelo; (3) mecanismos de reciclaje de nutrientes por medio de la rotación de cultivos, la
integración de la ganadería y los cultivos, y otras prácticas relacionadas; (4) el control de
plagas por medio de un aumento en la actividad de los agentes de control biológico,
obtenida mediante la introducción y/o conservación de enemigos naturales; (5)
Diversificación del agroecosistema en el espacio (policultivos, agroforestería, etc.) y en el
tiempo (rotaciones, integración de cultivos y animales, etc.) (Altieri y Rosset, 1995).

CONCLUSIONES:
¿La substitución de insumos contra el enfoque agroecológico, o un paso hacia una
agricultura agroecológica?

Como se enfatizó en este artículo, el objetivo de la estrategia agroecológica para lograr una
productividad agrícola sustentable es socavar la estructura del monocultivo, así como la
dependencia de insumos externos al diseñar agroecosistemas integrales. Este es el único
acercamiento con posibilidades de considerar tanto los aspectos socioeconómicos de la
crisis al reducir la dependencia de costosos insumos externos, sean éstos biológicos o
químicos como la devastación ecológica de la agricultura industrial moderna. No sólo es
posible detener la continua degradación de la base productiva de la agricultura, sino que
puede incluso ser revertida, ya que muchas de las tecnologías agroecológicas han
demostrado que permiten la recuperación de ecosistemas de suelos estropeados.

El resultado final del diseño agroecológico es la sustentabilidad económica y ecológica del


agroecosistema. Los sistemas de manejo alternativos deberán estar a ton con la base local
de recursos y la red funcional de condiciones ambientales y socioeconómicas.

Por otra parte, la substitución de insumos no aprovecha los efectos benéficos que tiene la
integración de la biodiversidad vegetal y animal, al reforzar la interacción compleja y la
sinergía. La sustitución de insumos puede aminorar algunos de los impactos directos de la
agricultura sobre el medioambiente, como son los residuos de plaguicidas y la resistencia
de las plagas, pero no disminuye la vulnerabilidad fundamental del monocultivo. Más aún,
reemplaza insumos baratos y ecológicamente dañinos por otros menos dañinos, pero más
caros, aumentando así los costos y dejando intacta la crisis económica que enfrentan los
agricultores de todo el mundo.

La comparación del enfoque agroecológico con las tecnologías convencionales y de


sustitución de insumos pone en evidencia las ventajas de los sistemas de cultivo integrales
diseñados con un criterio agroecológico. Estas ventajas incluyen una reducción en la
vulnerabilidad a las plagas, enfermedades y hierbas parásitas; una menor dependencia en
insumos ponen en evidencia las ventajas de los sistemas de cultivo agroecológico. Estas
ventajas incluyen una reducción en la incluyen una reducción en la vulnerabilidad de las
plagas, enfermedades y hierbas parásitas; una menor dependencia en insumos menor
dependencia en insumos externos; menores requerimientos de capital y una mayor eficacia
en el uso de la tierra, aspecto asociado a los policultivos. En la Tabla 1 aparece un resumen
de las características más importantes de los sistemas diseñados con los enfoques
convencionales de sustitución de insumos y agroecológicos. En general, las tecnologías
agroecológicas son económicamente viables y ambientalmente acertadas, ya que por una
parte reducen los costos de producción al descansar sobre los recursos locales y, por otra,
promueven una estructuración biológica eficiente, lo cual a su vez asegura el
funcionamiento del sistema. Los agricultores que se deciden por esta opción puede
depender de los recursos y las fuentes de insumos locales, en lugar de los insumos externos,
lo cual resulta en considerables beneficios sanitarios, ambientales y socioeconómicos.
Tabla 1
Características de los Sistemas Convencionales, de Sustitución
de Insumos y Agroecológicos

Sistema
Rubro
Convencional Sustitución de Insumo Agroecológico

petróleo alto alto bajo


mano de obra bajo, contratado bajo, contratado alto, familiar y comunal
gerencia bajo bajo-mediano más complejo
labranza alto alto a bajo bajo, conservación
diversidad bajo bajo-mediano alto
anuales, polinización anuales y perennes,
cultivos anuales, híbridos
abierta cultivares locales
semillas todas compradas muchas compradas locales
integración de
ninguna poca (estiércol) alta
animales
plagas poco predecibles poco predecibles más estables
MIP=umbrales, productos
manejo de insectos químico cultural y biológico
novedosos
manejo de malezas quimico, mecánico productos novedosos competencia, rotación
rotación, resistencia
químico, resitencia antagónicos, resistencia
manejo de patógenos horizontal, cultivares y
vegetal vertical, multilíneas
cultivos mixtos
químicos - intermitente - microbios,abonos reconstrucción del suelo -
nutrientes
abierto naturales - semi-abierto semi-cerrado
importaciones de
procesos de poca poca alta
descomposición
riego artesanal, lluvia,
riego convencional, gran
manejo de agua goteo materia orgánica, trampas
escala
de agua
muy resistente,
respuesta del sistema
muy mala, riesgo alto mala, riesgo alto compensación, menos
a "no previstos"
riesgo
generación de
vertical, importada vertical, importada participativa
tecnología
experimentación diseños convencionales diseños convencionales participativa
insersión en el parcial - autoconsumo y
total - compra, venta total - compra, venta
mercado ventas
inversión de capital alta más alta baja
productividad de la
mediana mediana alta
tierra
productividad de la
alta alta baja-mediana
mano de obra
productividad de
alta => baja baja => media alta
capital
ganancias netas alta => baja baja => media medianas
riesgos para la salud alto mediano - bajo bajo
riesgos para el
alto mediano bajo
ambiente

La agroecología nos ofrece un nuevo panorama y un conjunto de directrices conducentes a


un agricultura más diversificada, en armonía con el medioambiente y capaz de preservar los
lazos comunitarios de la poblaciones rurales. Sin embargo, este panorama no puede ser
realizado cabalmente si no le dan las condiciones necesarias para el desarrollo de una
política encauzadora que promueva un tipo de agricultura verdaderamente sustentable. para
llegar a tales condiciones será necesario hacer desaparecer ciertos factores que impiden el
cambio y sustituirlos por incentivos. La participación activa de grupos de agricultores con
otras instituciones será esencial par generar políticas realmente funcionales, y para desafiar
los proyectos de investigación al servicio de los interés corporativos a expensas de
agricultores y el medio ambiente (Pretty, 1995).

En vista de la contundente superioridad del enfoque agroecológico, creemos que es urgente


resistirse a la propuesta de una agricultura sustentable u orgánica basada en la sola
sustitución de insumos, la cual deja abierta una entrada a los agronegocios, y les asegura el
mantenimiento del control sobre los agricultores. El enfoque de la sustitución de insumos
nos deja con una abastecimiento alimentario biológicamente vulnerable, con una
inestabilidad ecológica y con la dependencia, endeudamiento y empobrecimiento de la
mayoría de los agricultores del mundo. En cambio, la agroecología ofrece la esperanza de
tendrá una economía agrícola más independiente y viable, capaz de abastecer saludable a la
sociedad y de proteger el medioambiente para las futuras generaciones.

Sin embargo la sustitución de insumos tiene su lugar en la transmisión planificada hacia el


agricultura agroecológica. Cuando uno se lanza a la conversión de una finca convencional,
cuenta con un suelo que ha sido esterilizado por décadas de abuso de productos
agroquímicos, y un complejo de enemigos naturales devastados por los plaguicidas.
Requiere tiempo restaura la vida del suelo, su estructura y materia orgánica, así como
recuperar la fauna benéfica. Durante el período de conversión, que puede ser corto o largo y
el uso intencional de biodiversidad, los insumos sustitutos tales como los bioplaguicidas y
los biofertilizantes son indispensables. Pero la meta a mediano plazo es ir reduciendo su
uso, y pro tanto la dependencia del agricultor hacia insumos costosos, en la medida que el
sistema agroecológico vaya adquiriendo la capacidad de autopatrocinar sus necesidades de
fertilidad y manejo de plagas y enfermedades.
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