APUNTES SOBRE EL ORIGEN Y LA HISTORIA DE LA CIUDAD
Ignacio Casado Galván
Profesor de Geografía e Historia en el IES Alhambra (Granada) Correo electrónico: dphicg@yahoo.es Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: Casado Galván, I.: Apuntes sobre el origen y la historia de la ciudad, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, enero 2010. www.eumed.net/rev/cccss/07/icg2.htm Resumen: existe una relación básica entre la presión demográfica y la cristalización de los primeros núcleos urbanos, el incremento de población se explica por causas universales. Estos procesos se producen y reproducen de manera independiente en el tiempo y en el espacio, adquiriendo un valor general. Las ciudades mesopotámicas son las primeras que aparecen en el tránsito del IV al III Milenio (3200-29000 a.C.). El fenómeno urbano, la ciudad, es el apoyo fundamental para la transformación global de la sociedad, la ciudad está unida así al nacimiento de la sociedad clasista, al estado, a las relaciones de dominio, a la escritura, a la historia... Cada tipo de sociedad implica una ciudad característica, que está imbricada inextricablemente con su estructura social propia. En cada sociedad destaca un elemento de la estructura social: el económico, el político o el ideológico, dando lugar a un tipo de ciudad característico y a unos elementos urbanos dominantes. La ciudad capitalista es un centro de acumulación de capital, un instrumento colectivo de reproducción social, el modo de usar el espacio más favorable para la reproducción económica y un centro de distribución e intercambio de mercancías. Palabras clave: ciudad, nomo, urbanismo, Sumer, historia urbana, funciones urbanas. Bases teóricas. 1. Los fenómenos urbanos no constituyen una estructura inteligible por sí misma, no es un campo cerrado que pueda ser explicado mediante una teoría general de la ciudad de naturaleza científica. El fenómeno urbano es tan complejo, abierto e interdisciplinar que imposibilita una historia científica. No es posible un urbanismo científico de la misma manera que no existe la ciudad perfecta. 2. Los fenómenos urbanos no son independientes de la evolución histórica, de la propia idea de civilización, del estado, etc. 3. Al ser un producto histórico se excluyen las teorías teológicas. 4. El fenómeno urbano trasciende las grandes épocas históricas, avanza a través de todas ellas, por lo que nos encontramos con una fenomenología urbana muy diversa. 5. Una teoría general que quiera establecer una idea esencial sobre los fenómenos urbanos ha de ser de naturaleza filosófica, fundamentada en investigaciones interdisciplinares: geográficas, históricas, sociológicas, urbanísticas, arquitectónicas... 6. La esencia de la ciudad no es algo inmutable a modo de cuadro general, sino que está determinada por los mismos principios de la dialéctica que rigen el devenir histórico de la humanidad y de la sociedad. Por ello es imposible una teoría general que no sea una teoría evolutiva, de su origen y desarrollo. 7. Esta dialéctica interna del desarrollo urbano tampoco puede ser entendida con independencia de la dialéctica externa, de su relación con el ambiente exterior. La ciudad se relaciona, no se origina por autorreproducción, surge en un contexto: comarca, región, país... 8. Como teoría general de la ciudad podemos proponer la tesis del vórtice (torbellino) que concibe el núcleo urbano como un vórtice que en un lugar del espacio antropológico se constituye a partir de corrientes humanas que confluyen en ese lugar y alcanzan un punto crítico en su desarrollo haciéndose densas, según determinaciones morfológicas que hay que determinar. 9. Este vórtice se forma a raíz de una concentración de elementos (fuerzas productivas) en un espacio concreto. Geográficamente se identifica con puntos llamados de ruptura de carga: espacios litorales, valles fluviales, zonas estratégicas o de especial cantidad de recursos. 10. Los elementos que se concentran se desplazan en forma de corrientes cuyas confluencias o difluencias posibilitan que se forme el nivel crítico necesario para la creación de ese espacio urbano. La razón fundamental que motiva esas corrientes es la presión demográfica que lleva a la búsqueda constante y sistemática de nuevas fuentes de recursos en un constante ensayo de formas de producción ampliada. Cuando la ampliación cuantitativa ya no es posible (ampliación del territorio), se buscan formas de producción más rentables (de la caza se pasa a la agricultura y la ganadería), lo que implica una presión selectiva del espacio en cuanto provisor de alimentos (espacios que se cultivan y que no), hay una selección natural de terminada por la existencia de espacios con especiales recursos. Y aparecen nuevas formas de organización socio-espacial (el grupo humano se organiza de forma distinta). Se producen excedentes y se sedentarizan con la permanencia en un espacio apareciendo el poblado. 11. Si existe una relación básica entre la presión demográfica y la cristalización de un primer núcleo urbano y si el incremento de población se explica por causas universales, se comprende que estos procesos se produzcan y reproduzcan de manera independiente en el tiempo y en el espacio, adquiriendo un valor general. Modelo morfológico de explicación del origen y desarrollo de la ciudad. En un territorio heterogéneo habitado por tres tribus cazadoras recolectoras cada tribu caza y recolecta en su ámbito estable durante milenios. Pero la presión demográfica causada por el crecimiento del grupo lleva a buscar alternativas de supervivencia, en un principio la emigración y el aumento cualitativo del espacio permite mantener el modelo, pero cuando la presencia de la tribu vecina no permite la ampliación lleva a la guerra con las otras tribus o a la ampliación cualitativa, apareciendo los cultivos y la ganadería, desplazándose los flujos de población a las zonas mejores (cerca de un río por ejemplo), creándose una zona de ocupación más densa. En ese momento se produce un cambio en el modelo de relaciones sociales, pasándose de un modelo de relaciones circulares donde los individuos de cada tribu se relacionan exclusivamente con individuos de su tribu (endogámico), a un modelo de relaciones transversales, con relaciones de vecindad con las otras tribus por necesidad de completar las economías de los distintos grupos. Así se inicia una cierta especialización del trabajo (comerciante, sacerdote, príncipe, burocracia, ejército), se complica la estructura social con lazos de dependencia entre esos grupos. El paso siguiente es que algunas de esas aldeas conectadas empiezan a destacar con mayor población, actividades especializadas (templo, palacio, almacenes, artesanos...). Estas empiezan a ser ciudades en estado embrionario que se diferencian de la aldea or la aparición de actividades especializadas respecto a la producción primaria. En este punto hay dos tesis diferentes: la que considera que surge una ciudad única especializada o la que considera que son necesarias varias ciudades a la vez, complementarias entre sí. Ésta última parece la más verídica desde el punto de vista histórico. Este nuevo espacio se protege con una muralla que protege la nueva situación de riqueza y excedentes. Creándose así dos mundos enfrentados los de dentro y los de afuera. Experiencias históricas. Las ciudades mesopotámicas son las primeras que aparecen en el tránsito del IV al III Milenio (3200-29000 a.C.), ya que no hay testimonios con validez científica que avalen que hubo ciudades anteriores en otras zonas. Se han planteado dos hipótesis sobre el origen histórico de las ciudades: su origen único en Sumeria y su difusión desde allí, o su surgimiento en áreas diferentes de manera independiente (ésta es la más aceptada). También hay dos tesis sobre su función: la funcional que considera la ciudad como un mercado, como punto de convergencia mercantil y a partir de esa función se generan otras actividades y se complica o la tesis de centro político: habría surgido fruto de una relación de dominio político, administrativo y religioso con la aparición de una clase dominante cuando es capaz de controlar, gestionar y canalizar los excedentes. Las ciudades de la Baja Mesopotamia. Todo parece indicar que su origen fue autóctono, facilitado por las condiciones ecológicas favorables: valles fluviales fértiles, clima cálido subtropical y la aportación humana del agua. De esa manera las inundaciones fertilizan pero hay que luchar por controlarlas mediante la irrigación. Al evolucionar el clima hacia una mayor sequedad el hombre tuvo que adaptarse, iniciándose el proceso de cultivo y la ganadería. Está claro que cualquiera que fuera la explicación las condiciones ecológicas fueron imporatantes: la agricultura se desarrolló por la práctica de la irrigación y las obras hidráulicas, lo que exigió importantes inversiones, los primero excedenyes se emplearon en estas obras de infraestructura, gran tarea pública que debió necesitar para llevarso a cabo una autoridad. Éste proceso se produjo en tres fases: − Desde el IX al V Milenio se desarrolla la agricultura en diferentes ámbitos (Jericó y poblados en todo el Oriente Próximo) − Entre mediados del V a mediados del IV Milenio hay una fase de transición, un periodo preurbano. − Del 3100 al 2900 a.C. Arranca el proceso urbanizador, formándose entre 12 y 15 ciudades en la Baja Mesopotamia (UR, Uruk, Lasch, Larsa, Eridú...). En la tradición literaria sumeria de los textos cuneiformes se explican estas ciudades como creadas por los dioses, adquiriendo el estatus de ciudades santuario. Este conjunto de ciudades se caracterizan por formar unidades territoriales propias: nomo o ciudad-estado que abarcan la ciudad y un campo circundante. Hay una ciudad principal que destaca por sus mayores funciones, ciudades de menor rango (alguna especialización) y aldeas solo con población rural. Apareciendo el río o el canal como el eje articulador del espacio. Podemos hablar de cultura sumeria porque todas estas ciudades aunque independientes tiene muchas cosas en común: un mismo sistema productivo, un mismo sistema ideológico, un mismo tipo de urbanismo y la escritura. Las funciones urbanas fundamentales eran las religiosas (con el templo como elemento aglutinante), las político-administrativas (gobierno, funcionarios, ejército), el ser un punto de convergencia y redistribución de excedentes y un centro de producción agraria (la ciudad exterior). Las partes de la ciudad destacadas eran el Temenos (recinto amurallado que incluye el templo, el zigurat y el palacio, la ciudad interior (conjunto de barrios donde vive la población con actividades especializadas sobre todo religiosas y político-administrativas y el puerto (asociado al río o canal con artesanos, comerciantes y actividades portuarias). Podemos concluir sobre Sumer que fue toda la sociedad la que evolucionó en su conjunto y la ciudad fue una parte de ese todo. En su origen era una organización tribal que mediante un fenómeno segregacional se van a formar grandes familias patriarcales. Por un principio de vecindad esas familias se unen formando comunidades agrícolas superiores que dan origen a una supercomunidad: el nomo o ciudad- estado. Es una estructura social que se va jerarquizando, tanto en términos sociales, geográfico como urbanísticos. No es meramente funcional, denota que está naciendo una sociedad clasista, lo sabemos por la individualización de los derechos de propiedad de la tierra (en origen común), por la aparición de una especie de nobleza tribal (solo los jefes de las familias más ricas) y por la aparición de la figura del jefe militar que evolucionará hasta convertirse en un déspota. Sobre la base de una distribución de bienes originalmente colectiva va a surgir la división en grupos o clases. Habrá grupos que por carecer de esas riquezas van a entrar en dependencia. Para menatener este nuevo estatus de dominio surgirá el estado, o un embrión de estado: conjunto de aparatos políticoadministrativos con fines coactivos. Las relación tribales vecinales y un principio territorial en la disyribución de la población van a sustituirá las relaciones familiares y a la organización tribal. El fenómeno urbano, la ciudad, es el apoyo fundamental para esta transformación, la ciudad está unida así al nacimiento de la sociedad clasista, al estado, a las relaciones de dominio, a la escritura, a la historia... La ciudad una realidad histórica. Cada tipo de sociedad implica una ciudad característica, que está imbricada inextricablemente con su estructura social característica. En cada sociedad destaca un elemento de la estructura social: el económico, el político o el ideológico, dando lugar a un tipo de ciudad característico y a unos elementos urbanos dominantes como podemos ver en el siguiente cuadro: TIPO DE SOCIEDAD ESTRUCTURA SOCIAL CIUDADES ELEMENTO DOMINANTE Despóticas político-ideológica Próximo Oriente (Babilonia, Tebas) Palacio-templo Esclavistas político Atenas (Pericles) Roma (Augusto) Ágora y foro Medievales europeas Catedral, iglesia, monasterio Feudales ideológico Gremiales (Hansa, Barcelona) Puerto, calles profesionales, lonjas Industriales del XIX Fábricas, polígonos industriales Capitalistas económico Actuales norteamericanas Áreas residenciales, rascacielos Socialistas equilibrio en teoría económico en práctica Soviéticas, chinas Aparatos colectivos de distribución, complejos industriales, centralización del poder. La ciudad capitalista. En la sociedad medieval las actividades comerciales adquieren cada vez más fuerza, apoderándose ya en la ciudad gremial del espacio urbano. Cuando la burguesía pase de éstas actividades comerciales a las actividades productivas será un salto cualitativo hacia la ciudad capitalista. Modelo espacial del capitalismo. La actividad económica comporta una forma de relación social, ésta a su vez tiene una forma de existencia material y una dimensión espacial. De esa manera las actividades económicas básicas (producción, distribución y consumo) forman un modelo territorial específico. Este modelo territorial se caracteriza en lo que respecta a las ciudades en un fuerte crecimiento de las áreas metropolitanas (grandes ciudades), por que han sido constantes los fenómenos de concentración continuada de población, capital y de empleo en las mismas. En segundo lugar lleva a la desertización del resto del territorio. Y en tercer lugar a la formación de una estructura jerarquizada del conjunto de asentamientos que da lugar en la práctica a la aparición de distintos niveles de ciudades: pequeñas, medias, metrópolis de equilibrio y grandes metrópolis. Esta concentración en el espacio de actividades está explicada por la concentración que a otra escala produce del propio capital (monopolio). La gran ciudad es en primer lugar un gran centro industrial, un gran centro comercial y un gran centro de actividades terciarias y por último es un gran centro e decisión política. Es así la propia ley de concentración capitalista la que crea la gran ciudad. Principios económicos que susteentan la ciudad capitalista. 1. Predominio progresivo del valor de cambio sobre el valor de uso: todos los elementos de la estructura urbana están realizados para satisfacer necesidades, pero antes de convertirse en valores de uso han de ser valores de cambio, tienen que pasar por el mercado. 2. Como especificación de este principio el suelo en la ciudad capitalista se convierte en una mercancía que se transforma, se modifica (se le dota de las infraestructuras necesarias9 mediante la aportación de capital y trabajo. Apareciendo una dimensión nueva: la especulación (alteración de los mecanismos habituales de mercado para presionar al alza los precios del suelo). 3. aparecen los agentes que intervienen en la construcción de la ciudad: propietarios del suelo, promotores, constructores, agentes inmobiliarios, usuarios... 4. El a funciona bajo el principio de la propiedad privada y la apropiación privada del beneficio. Funciones de la ciudad capitalista: es un centro de acumulación de capital, es un instrumento colectivo de reproducción social, es un modo específico de usar el espacio (de ordenarlo y planificarlo) más favorable para la reproducción económica y es un centro de distribución e intercambio de mercancías. Bibliografía. Álvarez Mora, Alfonso (1975) Propuesta para un análisis histórico de la ciudad, Revista Ciudad y territorio nº 3. Childe, Gordon (1994)Los orígenes de la civilicación, FCE. Capítulo: La revolución urbana. Guliaev, Valery (1989) Las primeras ciudades, Progreso. Mumford, Lewis (1966) La ciudad en la historia, Buenos Aires, Infinito.
HISTORIA DE LA CIUDAD DE BURGOS
La fundación de Burgos Superada la mitad del siglo IX, y tras un largo periodo de incertidumbre, los condes castellanos, en sintonía con los monarcas astures, se arriesgan a descender de las montañas norteñas a los llanos, con el ánimo de ampliar sus dominios y suministrar a las gentes de estos parajes abiertos la cobertura administrativa necesaria para iniciar una vuelta a la historia con perspectivas de futuro. En este lento y azaroso avance, las autoridades se dejan notar mediante la instalación de pequeñas guarniciones militares en lugares estratégicos, encargadas del control de las pequeñas comarcas que se iban abriendo al proceso repoblador. Van surgiendo así pequeñas villas castelleras, cabeceras de los alfoces o distritos comarcales que se iban conformando sobre la marcha. Una de estas villas, reducidas originariamente a las instalaciones castrenses de un rudimentario castillo, dará origen a la ciudad de Burgos, cuyo nacimiento oficial se certifica en el año 884. No se trata, por tanto, de un acontecimiento de relumbrón. Burgos nace con la modestia propia de los tiempos, aunque con la perspectiva de un futuro esperanzado que nadie quería frustrar. Desde el castillo de Burgos se vigila el curso medio del Arlanzón, mientras la frontera avanza hacia el sur, para llegar al curso de río Duero en el 912. Pronto, la centralidad geográfica de este enclave en el conjunto de los territorios castellanos, que alcanzan por el norte la costa cantábrica, se revelará como un factor decisivo para su promoción institucional. En seguida se adorna con el título de ciudad, o residencia condal, lo que la convierte en centro administrativo de un gran espacio regional, que con el conde Fernán González se unificará para dar paso al denominado “Gran Condado de Castilla”, vigente hasta su elevación a la categoría de reino el año 1037. La época medieval El atractivo del castillo se dejará sentir rápidamente en la población circundante, que se asienta en su ladera más abrigada y soleada en pequeñas agrupaciones que irán dibujando poco apoco los primeros barrios de la incipiente ciudad: San Esteban, San Román, Nuestra Señora de Viejarrúa y San Martín. Mientras se sueldan estos barrios en la falda del cerro, en la cima se levanta airosa la iglesia de Nuestra Señora de la Blanca y se abren las primeras tiendas, que revelan una vocación mercantil en alguno de sus habitantes y anuncian un futuro esplendoroso en este campo, todavía en estado inicial de gestación. Las últimas décadas del siglo XI serán testigo de la consagración de la ciudad del Arlanzón como un núcleo destacado en el conjunto de los reinos de Castilla y León. La elección como sede regia por parte de Sancho II de Castilla (1065-1072); la instauración de la sede episcopal en 1075, sin que mediara derecho histórico alguno; la celebración de un concilio “nacional” en 1080; la llegada de san Lesmes en 1091 como prior del monasterio de San Juan; en fin, el paso de multitudes de peregrinos por sus calles, todo contribuye a dotar a la ciudad de Burgos de un aire de respetabilidad que transciende los límites marcados por la modesta cerca que acogía entre sus brazos a los barrios fundacionales de la entidad urbana, fuera de los cuales, por cierto, quedaban ahora, a finales del siglo XI, la iglesia catedral y el palacio episcopal, así como el monasterio de San Juan, entidades ambas que estarán llamadas a jugar un papel decisivo en el desarrollo urbano y cultural de la ciudad. La iglesia catedral, levantada en el escalón más bajo de la pendiente del castillo, se convertirá en un atractivo reclamo para la urbanización de la vega que acerca la falda del cerro del castillo a la ribera del Arlanzón. Por su parte, los rectores del monasterio de San Juan trazarán la línea, hacia el www.turismoburgos.org Pag. 2 Textos elaborados por la Universidad de Burgos este, que guiará la expansión del poblamiento burgalés hacia la orilla del Vena, alargando con un denso caserío, por la calle de San Juan, el trazado urbano del Camino de Santiago a su paso por nuestra ciudad. De esta manera, el siglo XII y la primera mitad del siglo XIII se convierten en testigos de una intensa urbanización de las zonas llanas del sur de la ciudad, desde Santa Águeda hasta San Juan, pasando por el Corral de las Infantas, el Huerto del Rey y las praderas más próximas al río Arlanzón, donde radicaba el mercado que servía de punto de aprovisionamiento de una ya industriosa ciudad. A este conjunto heterogéneo de barrios y calles sólo le faltaba un detalle para alcanzar su plena personalidad urbanística medieval: la muralla, que se levanta en la segunda mitad del siglo XIII para acoger en el interior de su amplio trazado los símbolos más señeros de la pujante ciudad: el castillo, en la cima del cerro, refugio del poder militar; la catedral, a caballo entre la pendiente y el llano, sede de la autoridad religiosa; y los barrios de la vega, residencia de los “burgueses” que aportaban la sabia que animaba la vida política, económica y social de la ciudad. Fuera de los grandes muros que ceñían el núcleo de la urbe quedaron algunos barrios de vieja historia, como lo era el de San Pedro de la Fuente, en el oeste; en el extremo opuesto de la ciudad, la iglesia de San Juan, que ya comenzaba a ser conocida como parroquia de San Lesmes; y, como era habitual en todas las ciudades y grandes villas de Europa, los conventos de los mendicantes --franciscanos, dominicos, mercedarios, trinitarios o agustinos— y los monasterios femeninos de nueva planta, como el de Santa Clara, todos ellos radicados extramuros de la ciudad, a la que, no obstante, estaban unidos por un delicado cordón umbilical. Más allá del bullicio urbano, a poniente, Alfonso VIII patrocina la construcción, en torno al año 1200, de un complejo monástico de inspiración cisterciense en su versión femenina, que habría de dar origen, junto a su anejo hospital, a sendos conjuntos residenciales autónomos: los barrios de Las Huelgas y del Hospital del Rey. La edad de oro del comercio burgalés (siglos XV y XVI) El siglo XIV pasó como azote sobre la geografía del occidente europeo. La temida trilogía de la peste, el hambre y la guerra se cebó con ahínco sobre la población, dejando un rastro macabro de desolación en todas nuestras aldeas, villas y ciudades. En la Corona de Castilla, los síntomas de recuperación se dejan sentir con vigor a mediados del siglo XV, alumbrando nuevas fórmulas de identidad cultural, de actividad económica y de acumulación de riqueza. La caída de las rentas agrarias se compensa con la dedicación ganadera, en cuyo epicentro se sitúa el negocio de la lana, que deparará a la ciudad de Burgos una de sus experiencias históricas más dinámicas. Circunstancias nacionales e internacionales favorables abrieron las fronteras de la región de Flandes a la lana de Castilla, lo que generó un lucrativo negocio de exportación cuyos agentes más destacados instalaron en la ciudad de Arlanzón la sede de sus empresas, muchas de ellas con delegaciones repartidas por toda Europa. De pronto, Burgos se convirtió en una urbe marcada por la impronta de la actividad comercial, y el mercader pasó a representar su tipo humano más señero. El dinero se acumulaba en grandes cantidades, y la necesidad de transformar el poder económico en prestigio social y cultural, por un lado, y de armonizar el bienestar material en esta vida con el imperativo religioso de salvar el alma más allá de la muerte, por otro, fueron factores que favorecieron el enriquecimiento cultural y artístico de la ciudad en un grado espectacular. www.turismoburgos.org Pag. 3 Textos elaborados por la Universidad de Burgos Las calles de Fernán González y La Calera; la iglesia catedral; las iglesias parroquiales de San Nicolás, San Gil, San Cosme y San Damián y San Lesmes, así como los templos monacal de San Juan o conventual de San Pablo dieron y dan --los que siguen en pie-- testimonio de un orgullo cívico, de un fervor religioso y de un entusiasmo artístico difícilmente superables, proceso en los que estuvieron implicados tanto la nobleza tradicional de corte territorial y cortesana, como los duques de Frías y Condestables de Castilla, numerosos miembros de la aristocracia eclesiástica, como los obispos Alonso de Cartagena o Luis de Acuña, y la numerosa pléyade de burgueses adinerados que hicieron del comercio de la lana su negocio más saneado y de la inversión en bienes suntuarios y obras de arte su capricho socialmente más vistoso y patrimonialmente más duradero. Los tiempos modernos La época dorada del comercio de Burgos se prolonga hasta comienzos del último cuarto del siglo XVI. A partir de 1575, la ciudad pierde su esplendor y se ensimisma y encoge para entrar en una atonía que se va a prolongar hasta bien entrado el siglo XVIII. Los habitantes de la capital quedan reducidos a la mitad, sumidos en un ambiente apagado de penuria y tristeza. Durante todo este tiempo, la actividad cultural y artística se resiente notablemente. Mientras los palacios mantienen su figura a duras penas, el interior de los templos mantiene vivo el impulso de la creación artística, dando vida a un selecto conjunto de nuevos retablos, clasicistas algunos y, sobre todo, barrocos, de grandes desarrollos y rebuscada expresividad. El final del ciclo depresivo comienza a dibujarse en el horizonte en las últimas décadas del siglo XVIII, al amparo de las consignas más optimistas de los ilustrados. Los comerciantes rescatan de sus cenizas el Consulado en el año 1766, para convertirlo en un vivero de iniciativas económicas, sociales y urbanísticas acordes con los aires rupturistas que alentaba la Ilustración. Muy pronto toma cuerpo la idea de adaptar la ciudad medieval a las consignas urbanísticas de más rabiosa modernidad, inspiradas en la búsqueda de la luz, del espacio abierto y de la claridad, en la que pudieran vivir armónicamente el conjunto de ciudadanos, libres e iguales, que habitaran en ella. Los principios comienzan a hacerse realidad muy pronto: en 1772 se derriba la muralla en su tramo sur, con el fin de abrir la urbe al sol del mediodía y a la ribera exuberante del río Arlanzón, cuyas orillas se convierten en paseos abiertos que los nuevos burgueses reivindican como espacios de uso común. Y en la grieta abierta en la muralla se levanta en seguida la nueva Casa Consistorial, expuesta por el norte a una amplia plaza de trazado netamente laicista, y al paseo del Espolón, por el sur. Este primer edificio público de inspiración ilustrada servirá de punta de lanza para orientar el futuro desarrollo urbano de la ciudad, que se guiará durante muchas décadas por la línea trasversal marcada por la sede del consistorio local. La ciudad burguesa A lo largo del siglo XIX y primeras décadas del XX, la capital burgalesa se transforma de manera notoria, tanto en su interior medieval como en sus nuevas calles y paseos de la periferia. Una vez superados los sobresaltos de la invasión napoleónica y de la subsiguiente guerra de la Independencia, así como de los traumas de la revolución liberal, la burguesía local toma las riendas del progreso en su nuevo papel de grupo dirigente y acomete con entusiasmo el remozamiento del caserío antiguo en las calles llanas del centro, además de reservar para sus miembros más significados los nuevos solares del Espolón y del Paseo de la Isla, donde se levantarán los edificios residenciales más vanguardistas, así como las sedes administrativas y edificios de recreo que mejor traslucían las preocupaciones sociopolíticas del Estado Liberal: el Palacio de la Diputación www.turismoburgos.org Pag. 4 Textos elaborados por la Universidad de Burgos Provincial, el Palacio de Justicia, el Banco de España y el Teatro Principal, a los que se unirán algunos otros monumentos de estética historicista, como el Palacio Arzobispal y la iglesia de Las Salesas, por el oeste, o el Palacio de Capitanía General, en el espacio que se ofrece a la ciudad tras la apertura de la muralla por el noroeste. Mientras tanto, la población aumenta sin cesar, hasta multiplicarse por cuatro entre los años 1800 y 1940. Aunque cansinamente, el pulso económico de la ciudad acelera su ritmo, acogiendo a sucesivas oleadas de inmigrantes rurales que buscarán acomodo en los pagos suburbiales de la periferia, conformando barriadas de casas modestas con una impronta ruralizante muy acentuada. El despegue Como en la mayoría de las ciudades españolas, los años sesenta del siglo XX marcan el inicio de un desarrollo económico y urbanístico cuyos efectos se prolongan hasta el momento actual. Como punto de arranque, la declaración, en 1964, de Burgos como Polo de Promoción sirvió de espoleta local para que la capital burgalesa se subiese al carro del desarrollo con las mejores garantías que entonces podían ofrecerse a una ciudad. Y en el centro cronológico del mismo ciclo, la recuperación de la democracia, solemnemente proclamada en la Constitución de 1978, representó para nuestra ciudad, como para todas las demás de España, una oportunidad de oro para el cultivo del orgullo cívico local en un clima de compromiso de la ciudadanía con su entorno más inmediato. Todo ello se traduciría en una política sostenida de limpieza de la imagen pública del conjunto urbano, mediante el remozado de sus calles más señeras, el remodelado de sus vetustas casas, la restauración y embellecimiento de sus monumentos históricos más representativos, el desalojo de la actividad industrial y de las instalaciones castrenses desde el casco urbano hacia lugares periféricos más idóneos, la preocupación por la calidad de vida en el trazado de los nuevos polígonos urbanos, la multiplicación de propuestas población y de instalaciones deportivas y de recreo abiertas al conjunto de la ciudadanía, y la vertebración de la vida social de la urbe mediante el cuidado del tejido asociativo. El siglo XXI Al día de hoy, la capital del Arlanzón está viviendo una tensa experiencia de ansiedad, provocada por la contemplación de las inmensas posibilidades de expansión que se le ofrecen en múltiples campos, por un lado, y el temor a no saber estar a la altura de tales exigencias, por otro. Las expectativas son muchas y de gran calado: su conversión en nudo de comunicaciones multirradial; el aprovechamiento de su riqueza patrimonial; el empuje de los sectores industrial y comercial; la instauración de la Universidad de Burgos, o la dotación de instalaciones culturales de ambicioso empaque visual y destacado impacto social; todo, en fin, invita al optimismo. La ciudad se siente bien colocada en el punto de partida, y tanto las Administraciones públicas —nacionales, autonómicas y locales— como los centros de investigación y los agentes educativos, económicos y sociales más dinámicos y representativos de la ciudad se muestran dispuestos a responder con generosidad ante tales retos. F.J.P.P.