Вы находитесь на странице: 1из 1

Un tiempo precioso

Si alguien alguna vez hubiera dicho algo difícil de entender, entonces sería el momento
para actuar. Pero, contra todo pronóstico, Jorge no dijo nada. Jorge era un muchacho
tímido en ese entonces, alto, delgado, con pelo corto y de aspecto gentil. Era uno de esos
muchachos a los que le gustaba practicar deportes, pero no siempre. Y esa vez, Jorge se
quedó sin palabras, ni las fáciles y menos las difíciles. Jorge, en esa tarde de verano,
estaba extasiado contemplando el rostro de Alucena. Alucena, una joven de tez morena
que había llegado hacía pocos días al vecindario, era una muchacha muy bella, atlética,
pero no musculosa, de aspecto distante, aunque a veces era retraída, generalmente era
extrovertida y su rostro emanaba una paz enternecedora. Jorge, como nunca antes,
estaba más que nervioso, más que tímido, le temblaban las piernas, en realidad, le
temblaba el corazón. ¡Se había enamorado a primera vista! Bien, eso de primera vista, lo
digo ahora, que han pasado varios años.

En este momento no recuerdo bien si fue a primera vista o si habían pasado algunos días,
lo cierto es que Jorge estaba enamorado. La dulce voz de Alucena le envolvía en sueños
románticos. Y Alucena, quizá un poco maliciosa, le dijo a Jorge que tenía algo que contarle
y que lo esperaba a la salida de la escuela. Era temprano en la mañana y Jorge sufría cada
minuto de clase, no sabía lo que Alucena le habría de contar y las horas se le hacían
infinitas, casi interminables. Finalmente el timbre de salida sonó y Jorge salió corriendo
para encontrarse con Alucena.

A la salida, a un costado de un árbol frondoso, estaba Alucena, apoyada contra una pared.
Jorge se acercó y le miró. Alucena, en ese momento, puso su boca cerca de la oreja
derecha de Jorge y le dijo aquello que le iba a contar.

A la mañana siguiente, Jorge estaba enfermo, tenía fiebre.

Вам также может понравиться