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La noche de los tiempos

Mario Acha

Las sociedades no mueren víctimas de sus contradicciones, sino de su incapacidad


de resolverlas. Octavio Paz

Soy una de las pocas persona, que sin ser arqueólogo, ha tenido una momia entre

sus brazos y las momias son criaturas tristes y mortecinas, de poco pelo, ultra ligeras,

pequeñas y rígidas. No caminan como en la películas. De su boca pueden salir unas

cuantas moscas, pero no millones. No poseen ropa ni historia personal y rara vez

tienen nombre, salvo las egipcias que vienen acompañadas de largas explicaciones

jeroglíficas. La que conocí era una momia del tercer mundo extraída en posición fetal

de las arenas del desierto. Venía envuelta en finos mantos de colores. Su piel era

oscura, pegajosa y estaba templada como un tambor. Apestaba a diablos, tenía un

olor a hongo fétido y petróleo orgánico que se quedó adherido a mi nariz durante

varias semanas. Sus dientes apretados acentuaban el rictus macabro de su muerte.

Se la puede ver en una vitrina sucia de un pequeño museo provinciano del Perú.

Permanecer es nuestra más antigua preocupación

El año 2000 es un hito numérico del calendario Gregoriano que me hace pensar en el

paso del tiempo. Es un momento sublime para pensar en el futuro, sobre todo ahora

que enfrentamos uno de los momentos más críticos de nuestra historia, cuatro mil

veces milenaria. Lapso de tiempo determinado con precisión gracias al

descubrimiento en Etiopía, de un diente del Artipitecus Ramidus, nuestro ancestro

más antiguo hasta la fecha. Aprovechemos la ocasión.

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Dos son los retos que enfrenta nuestra especie, aparte de vencer su natural

inclinación para meterse en problemas. Primero, asegurar a todos el derecho a

participar del progreso tecnológico y de la enorme acumulación de bienes que hemos

logrado durante los últimos cien años. Segundo, adaptarnos a la increíble aceleración

de la actividad humana que está produciendo cambios irreversibles en nuestro

comportamiento. Pero, pongamos un poco de orden a nuestras ideas y

concentrémonos en cuatro grandes grupos de problemas humanos.

1. La acelerada dinámica de población

A comienzos del siglo XX éramos 1,700 millones de personas, ahora somos seis mil

millones y gracias a nuestras inquietas secreciones hormonales, se añadirán otros 3

mil millones en los próximos cincuenta años.

Nos ahoga la intolerancia. Nos domina la violencia. Hay individuos que ganan más

dinero en un año que todos los pobres del mundo en toda su vida. Las nuevas

generaciones no distinguen entre lo real y lo imaginario. Niños armados disparan

contra sus propios compañero. Las relaciones humanas son escasas y poco

frecuentes.

Usted es, sin lugar a dudas, uno de esos 6 mil millones y probablemente ya conoce el

mundo en que vivimos gracias a la televisión o porque es uno de esos privilegiados

que con su dinero y el sudor de sus empleados ha podido comprobar las cosas

viajado con frecuencia. Si usted no es un bosquimano ni un cazador de osos polares,

entonces, ya conoce lo efímero de las situaciones en estos tiempos pendencieros.

Seguramente ya saboreó la desintegración de la familia, la desaparición de la

historia, la muerte de la tecnocracia y el exceso de información. Ya tuvo la

oportunidad de enfrentarse inútilmente, en bancos y ministerios públicos, con estilos

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burocráticos de vida o el infinito poder de los políticos con sus matones prepotentes.

Probablemente ya conoció en aeropuertos, discotecas, baños públicos y cultivos de

tomate, a emigrantes campesinos, prácticas nocivas y el sexo desmedido; ya le

contaron seguramente en charlas de café, juegos de golf o en reuniones de negocios,

la caída del socialismo, el regreso de los fundamentalistas y las enfermedades

incurables. Ahora, si es usted mujer, y la mitad de la humanidad lo es, añada a su lista

de experiencias negativas, el abuso, la discriminación y la falta de oportunidades.

Enfrentamos una crisis de valores, si señor y vivimos rodeados de inseguridad,

corrupción y desconfianzas. Frente a este panorama la pregunta que surge de

inmediato es ¿Cómo vivir juntos?…Pasemos ahora a nuestro segundo grupo de

problemas.

2. Las complejas relaciones humanas

Las guerras, igual que todas las cosas, también son posibles de clasificar. Las hay

civiles como en Guatemala, santas como en Egipto, de clase como en el Perú;

secesionistas como en Chechenia, expansionistas como en Indonesia, territoriales

como en Liberia y de limpieza étnica como la que soportan los Nubas, Hutus, Kurdos

y Kosovares. Si reducimos esta nefasta y descontrolada actividad humana a la

intolerancia, a la codicia y al rencor generacional, tendríamos que incorporar además

a esta clasificación: la violencia estudiantil, los movimientos neofascistas, las sectas

religiosas, la violencia sexual, las milicias urbanas y algunos partidos de fútbol.

El problema básico que enfrentan los países es, sin lugar a dudas, la inequidad

social. Los países no son homogéneos, están compuestos por grupos humanos

diferentes, con costumbres, sistemas de gobierno e idiomas diferentes (actualmente

se hablan más de 6,700 lenguas en 228 países del mundo). Situación que nos obliga,

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a establecer una clara diferencia entre Estado y Nación, a pensar en los voraces

intereses del narcotráfico y a cuidarnos de las grandes corporaciones

transnacionales que les da lo mismo vender refrigeradoras o minas antipersonales.

Durante la guerra fría, el pánico por una posible guerra nuclear se generalizó tanto

que se fabricaron refugios antiatómicos en todas las ciudades importantes del mundo

y en América del sur, la clase media, siempre más modesta, se armaba con

ametralladoras para defenderse de supuestas invasiones campesinas. Esta neurosis

colectiva luego evolucionó y se hizo real al aparecer el fenómeno de la violencia

urbana. Hoy en día sabemos que no hay lugar seguro en todo el ancho mundo,

aunque se sospecha de algunos como las islas de Turcos y Caicos, los desiertos de

Namibia, las montañas de Mongolia o los estados insulares de Tuvalu y Tokelau en la

Melanesia.

3. La alarmante situación del medio ambiente

Dice el informe de las Naciones Unidas: GEO – 2000, que ha habido un aumento

considerable de la frecuencia y severidad de los desastres naturales, sequías,

inundaciones, fríos desmesurados, terremotos, tsunamis, ciclones y huracanes,

debido fundamentalmente a cambios climáticos provocado por nosotros mismos. Las

pérdidas por desastres naturales durante la última década han sido ocho veces

mayor que en los años 60.

Un cuarto de la población mundial vive en condiciones de extrema pobreza y muere

por falta de agua y alimentos adecuados, 65% de las tierras de cultivo han

desaparecido en África desde 1950 y la desnutrición afecta hoy a más de 200

millones de africanos; mientras tanto la cuarta parte mejor alimentada del mundo en

desarrollo, corre el riesgo de reventar de pura obesidad.

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En Río y Sao Paulo mueren prematuramente por contaminación atmosférica, 4 mil

persona cada año, se sospecha que en la ciudad de México sucede algo similar. Sin

embargo, el problema básico de la región, es la pérdida de bosques tropicales, la

pérdida irreparable de especies vegetales y animales, así como de la herbolaria

tradicional. Calentamiento global, megalópolis desmesuradas y accidentes nucleares,

son otros de los problemas que tendremos que enfrentar en las próximas décadas.

¿Y ahora, quien podrá salvarnos?

En los últimos años han aparecido una serie de personajes testarudos y tenaces que

han dedicado su vida, a preservar el equilibrio planetario, ha surgido un nuevo tipo de

héroe, muy alejado del modelo Rambo, Che Guevara, Barbarella, Superman o

Sandokán, y lo han hecho sin lucha ideológica de por medio. Han aparecido,

siguiendo el ejemplo del capitán Cousteau, exploradores de la solidaridad y de los

derechos humanos, medioambientalitas, protectores de la biodiversidad y de la

ecología, investigadores y guardianes de especies en extinción. Impulsores de la

bioética y exploradores del universo viviente. Personas que aún creen que el mundo

se puede salvar con un poco de esfuerzo personal… Ahora pasemos al ámbito del

futuro y cuarto grupo de problemas.

4. Las atrevidas nuevas tecnologías.

Hace cien mil años, el homo sapiens moría físicamente agotado, lleno de fracturas e

infecciones ahora fácilmente prevenibles, alrededor de los 30 años de edad. Hoy es

frecuente que las personas vivan 90 y más años. La acumulación de generaciones

bien alimentadas, las costumbres higiénicas, la facilidad de la vida diaria y los

avances de la medicina han permitido que las personas vivan mejor y más tiempo.

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Pero eso lo sabemos desde inicios del siglo XX. Lo que muchos no saben es que las

nuevas tecnologías van a transformar por completo nuestros modos de vida.

Dentro de una o dos décadas, dice el Scientific American, vamos a ver un boom de la

biogenética y de la microelectrónica que permitirá: generar hígados y corazones de

repuesto desde una célula del propio enfermo, úteros artificiales para mujeres que no

pueden o no desean tener hijos, vacunas genéticas indetectables que generen masa

muscular sin necesidad de ir al gimnasio, alimentos que regulen el colesterol malo o

la diabetes o que incluyen su vacuna preferida. Aparecerán realidades virtuales a los

que se les añadirá el sentido del tacto y del olor. Cada uno de nosotros tendrá una

pequeña tarjeta con su mapa genético que servirá a los especialistas para

diagnosticar debilidades corporales y el grado de reacción que tenemos a los

medicamentos que ofrece el mercado. El sábado por la noche usted podrá rociarse

encima, a modo de perfume, un extracto químico inodoro que va a realzar su poder de

atracción corporal o darle el appeal de su estrella favorita y no me refiero a atracción

sexual sino aquella extraordinaria química que atrae a las parejas de por vida. ¿Está

usted decaído, bajo de memoria, tiene parkinson o esclerosis múltiple? Pida una cita

a un especialista, lleve su mapa genético, hágase un implante neural y conéctese a

una computadora que le va a inyectar entusiasmo, coordinación o la memoria que

necesita. Con un mismo aparato podrá comunicarse en teleconferencia, recibir un fax,

imprimir a colores, revisar la biblioteca del Congreso, escuchar su concierto favorito,

escáner en tres dimensiones, traducir cualquier idioma, navegar por Internet, ver

televisión de alta definición y tener acceso a gigantescas bases de datos. Usted podrá

adquirir casas inteligentes que se adecuan automáticamente a los cambios de

temperatura o de luz, y que obedecen al mandato de su voz. Podrá comprar aretes

que le miden la presión sanguínea, anillos que leen los signos vitales y avisan a su

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médico en caso de emergencia, anteojos que le muestran el menú cuando entre a su

restaurante chino preferido. Se cree que pronto un equipo de biólogos en algún lugar

del mundo, va a clonar un ser humano a pesar de la oposición de los grupos

conservadores que prefieren la manera tradicional de hacer niños. Sin embargo, a

pesar de este atractivo banquete de posibilidades para los consumidores

compulsivos, quedan grandes y antiguas incógnitas por aclarar. ¿Cuál es la edad del

universo? ¿cómo fue creada la materia? ¿cuáles son los límites del universo? ¿hasta

donde llega lo infinitamente pequeño ¿cómo apareció la vida? ¿cuál es nuestro

origen? ¿existe vida extraterrestre? ¿qué es la conciencia? ¿cómo se cura el

VIH/SIDA? ¿qué es lo correcto? ¿ existe algo después de la muerte? ¿Seremos

capaces de resolver esta preguntas alguna vez?

Pero, como decía Einstein, años antes de que un grupo de científicos estudiara su

cerebro: “El más grande misterio que enfrentamos es nuestra capacidad de entender

el mundo de una manera comprensible”.

Epílogo

- Todos sabemos que vamos a morir alguna vez e inventamos miles de excusas para

no pensar en ello, pensó el maestro Eckhart mientras se rebanaba uno de los dedos

con la punta de un buril. – ¡Sheise¡, murmuró mientras la sangre le brotaba a

borbotones. Se santiguó tres veces y gritó con fuerza – EVAA… y cubrió su mano

herida con un trapo sucio sin dejar de mirar la plancha de metal que estaba

grabando. Era un pequeño retrato de la muerte, representada por un enano cortando

una hogaza de pan sobre una enorme piedra manchada de sangre. – Ya vooy,

respondió Eva en tono aburrido, y se apareció descalza en el estudio del maestro,

arrastrando los pies y limpiándose la frente con el dorso de la mano. Vestía un

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enorme camisón sucio. Acababa de degollar con los pies la última gallina que

quedaba en el corral y el rostro lo tenía salpicado de sangre fresca. Al verla el

maestro Eckhart levantó su mano herida, dio un paso hacia adelante y se desplomó

derramando a su paso una botella de tinta negra preparada con betún de Judea. Esa

fue la última vez que Eva vio a su marido con vida. Era el primer día del año mil de

nuestra era. El grabado del maestro Eckhart se encuentra exhibido en un pequeño

museo privado de Estrasburgo. Eckhart estaba en lo cierto, perdurar es el problema y

una de las pocas cosas que lo logran son los hijos, las obras de arte y las momias.

Los milenios son demasiado lentos, duran alrededor de cincuenta generaciones y si

no fuera por el calendario, nadie se daría cuenta de ellos. Ahora, luego de mil años

después de Eckhart, enfrentamos una vez más, el eterno problema de lo perecible y

de la permanencia. Pero nosotros, al contrario del antiguo maestro grabador, en vez

de asumir el problema del paso del tiempo, buscamos la manera más prosaica y

divertida para convertir el suceso en disparatada celebración. La pregunta de moda

es ¿que vas a hacer para recibir el año 2000? Las respuestas son de lo más curiosas,

haga la prueba se va a divertir.

México, 11 de octubre de 1999

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