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Es un trastorno de la niñez y la adolescencia que implica problemas de comportamiento crónicos tales como:
• Maltrato infantil
• Conflictos familiares
• Defectos genéticos
• Drogadicción o alcoholismo de parte de los progenitores
• Pobreza
Signos y exámenes
• Intimidar
• Pelear
• Quedarse en las noches por fuera del hogar sin acatar los toques de queda u otras limitaciones
Estos niños a menudo no se esfuerzan en ocultar sus comportamientos agresivos y tienen problemas para tener amigos cercanos. El diagnóstico
se hace sobre las base de los antecedentes de estos tipos de comportamientos.
Tratamiento
El tratamiento efectivo requiere de un compromiso estrecho de parte de la familia del joven. Los padres pueden aprender técnicas para ayudar a
manejar la conducta problemática su hijo.
En casos de maltrato, es posible que sea necesario retirar al niño de la familia y ubicarlo en un ambiente menos caótico. El tratamiento con
medicamentos o la psicoterapia se pueden utilizar para la depresión y el trastorno de déficit de atención, que normalmente acompañan el trastorno
de conducta.
Muchas escuelas de "modificación del comportamiento", "programas educativos y terapéuticos de salidas al campo" y "campamentos de
entrenamiento de reclutas" se ofrecen a los padres como solución para este trastorno de conducta. Estos programas pueden emplear una forma
de "terapia de ataque" o "confrontación" que realmente puede ser dañina y son técnicas para las cuales no existe ningún soporte investigativo. Los
estudios sugieren que es más efectivo el tratamiento de los niños en el hogar junto a la familia.
En caso de estar considerando la posibilidad de optar por un programa de hospitalización, debe hacerse una averiguación exhaustiva del mismo,
ya que se han presentado muchas lesiones y muertes relacionadas con algunos de estos programas y en muchos estados no están regulados.
Expectativas (pronóstico)
Aquellos niños que presentan síntomas severos o frecuentes tienden a tener el pronóstico menos alentador. Las expectativas son igualmente
desalentadoras para los individuos que presentan otras enfermedades, como trastornos del estado de ánimo y consumo de drogas.
Complicaciones
Los niños con trastorno de conducta pueden llegar a desarrollar trastornos de personalidad como adultos, en particular el trastorno de personalidad
antisocial. A medida que sus comportamientos empeoran, estos individuos también pueden desarrollar problemas notables a nivel legal o de
drogas. La depresión y el trastorno bipolar se pueden desarrollar en la adolescencia y a comienzos de la adultez.
Situaciones que requieren asistencia médica
Cuanto más temprano se inicie el tratamiento para el trastorno de conducta, mayores probabilidades tendrá el niño de aprender mejores técnicas
de adaptación y de prevenir algunas de las complicaciones potenciales.
ÁREA GENERALÁREA ESCOLARÁREA CLÍNICAÁREA ESPECIALIZADAGABINETE PSICODIAGNOSISFORO
InicioÁREA CLÍNICATrastornos de ConductaTrastornos Conducta (Información General)
ÁREA CLÍNICA
TRASTORNOS CONDUCTA (INFORMACIÓN GENERAL)TRASTORNO DÉFICIT ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDADTRASTORNO NEGATIVISTA, DESAFIANTE POR
OPOSICIÓN ADICCIÓN A NUEVAS TECNOLOGÍAS
1-Introducción
2-Los primeros signos
3-Evolución
4-Características
5-Factores de mal pronóstico
6-Etiología
7-Comorbilidad y patologías asociadas
8-Pautas de intervención
1- Introducción
Las conductas agresivas, de oposición, desobedientes o desafiantes se encuentran a menudo en la población infanto-juvenil como parte de un desarrollo
evolutivo "normal". Establecer los límites en donde se debe acudir al profesional de la salud es difícil de concretar. Las pistas nos las tiene que dar la
frecuencia, magnitud y perseverancia en el tiempo de la conducta en cuestión en función de la edad del niño. El hecho de que consideremos la
manifestación de dicha conducta como trastorno leve (no clínico) o trastorno más severo (clínico), tiene una importancia vital ya que de ello va a
depender el tipo de intervención.
Cuando los problemas de comportamiento no son considerados clínicos, la intervención psicológica se dirige a informar y asesorar a los padres (técnicas
de dominio de contingencias, refuerzo, etc...) principalmente. En el trastorno clínico, el psicólogo además deberá trabajar directamente con el niño en
tareas de evaluación e intervención como parte del tratamiento.
En esta sección se analizaran las características generales de los trastornos clínicos de conducta. Para ver información sobre los problemas habituales de
conducta en la infancia (problemas de conducta) pulsar sobre el enlace.
-Los Trastornos del comportamiento son extremadamente comunes en la infancia. Del 2 al 7%, de los niños en edad escolar cumple los criterios
diagnósticos de T.D.H.A.(Trastorno Déficit Atencional con Hiperactividad), o bien un trastorno de conducta.
Desde los primeros meses de vida pueden observarse en algunos casos, conductas que a la larga se podrían convertir en trastornos del
comportamiento. Concretamente:
3- Evolución
Edad Manifestaciones o signos
6 a 12 meses Algunos autores afirman que pueden aparecer ya algunas conductas parecidas a la agresión.
18 a 24 meses Se empiezan a observar ya conductas que pueden ser clasificadas de hostiles o agresivas hacia otros.
30 a 36 meses Se reducen las conductas agresivas que tienen como finalidad obtener alguna cosa y en su lugar empieza a aparecer la
agresividad verbal y las amenazas.
5 a 6 años Problemas de atención. Crueldad con los animales, comportamientos de oposición, mentiras, pequeños hurtos, etc...
-Existen evidencias que los trastornos de conducta severos que presentan los preescolares sitúan a estos niños en un alto riesgo de presentar trastornos
de conducta en edad escolar, adolescencia y edad adulta. Lo cual indica la importancia de una detección e intervención precoz.
-Según estudios epidemiológicos, la prevalencia de trastornos de conducta severos (clínicos) en la etapa preescolar se sitúa alrededor del 4 al 9% de la
población.
6- Etilogía
-Los Trastornos de conducta no son una entidad simple, sino el resultado de la interacción de diferentes tipos de vulnerabilidad psicobiológica y de
muchos tipos diferentes de estresores ambientales.
-Desde la bioquímica se señala el problema de la autorregulación del sistema nervioso autónomo y, problemas del metabolismo de las sustancias
noradrenergicas, que estarían implicadas en la manifestación de agresividad. Aún no verificado del todo, algunos investigadores apuntan a la presencia
de un nivel más elevado de testosterona en los sujetos con T.C. lo que les predispondría a episodios disruptivos con mayor facilidad.
-Los factores ambientales son igualmente importantes. Los abusos y el maltrato se apuntan como factores de alto riesgo para la génesis de los T.C. Las
carencias afectivas severas en la infancia apuntan hacia el mismo sentido. Finalmente señalar la influencia de los modelos inadecuados (padres
delincuentes, maltratadores, alcohólicos, etc).
8- Pautas de intervención
-Los Trastornos de Conducta (T.C.), conforman un conglomerado de síntomas que van desde la desobediencia, el insulto verbal, con menosprecio de las
personas, a manifestaciones comportamentales de agresividad física extrema. Se ha comentado ya la multiplicidad de factores, internos y externos,
decisivos en su génesis y expresión. Hoy por hoy, el tratamiento que ha demostrado mayor efectividad, según muchos estudios, es la combinación del
tratamiento farmacológico con la psicoterapia (en aquellos casos que la medicación está indicada). Se han utilizado, según la gravedad, los psico-
estimulantes (metilfenidato) o anti-psicóticos. La medicación, aunque puede mejorar muchos de los síntomas positivos (impulsividad, hipercinesia,
agresividad, falta de atención...) no mejora los aspectos relacionados con las habilidades comunicativas o sociales. Las técnicas cognitivo-conductuales
son las más utilizadas en la modificación de comportamientos disruptivos y/o agresivos.
-La intervención es multicontextual y se aplica una vez efectuada la evaluación y el análisis funcional de la conducta o conductas problemáticas.
-La entrevista con los padres es fundamental, en un primer momento, para obtener información, pero ésta, no suele estar expresada en términos
conductuales sino en términos de su propia interpretación. Puede ocurrir también que haya discrepancias entre diferentes miembros de la familia acerca
del origen y/o mantenimiento del problema. Igualmente, puede darse la situación de que el niño sea etiquetado como "problemático", "gamberro",
"rebelde", "no tiene respeto por nada"..., sin asumir, los padres, ningún compromiso. A estas alturas ya se habrán establecido un marco de
interacciones verbales coercitivas y desafiantes entre ambos lados que llevan sólo a la perpetuación del problema.
-El niño nos aportará su punto de vista, siendo necesaria la utilización de autoregistros a la hora de analizar su conducta y obtener información acerca
de sus consecuencias (positivas o negativas) o su frecuencia e intensidad. Este instrumento nos permite, además, fomentar la autoobservación y el
aumento de conciencia, por parte del niño, del problema. Otra fuente de información necesaria es la del tutor o profesor, especialmente, si las
conductas se manifiestan también en este ámbito.
Es importante señalar también que, en algunas ocasiones, las conductas manifiestas de los niños o jóvenes obedecen a causas de tipo emocional. El
abandono, los malos tratos, la falta de figuras de vinculación, las sepraciones y otros pueden estar en el origen de la conducta disruptiva siendo su
causa principal o acompañando a otros factores de riesgo.
Para profundizar en estos aspectos aconsejamos la lectura de nuestra página:Trabajándo el vínculo afectivo con nuestros hijos.
-Con los niños que presentan T.C. la conversación no es fácil ni por parte de los padres, de maestros o incluso el terapeuta. Están acostumbrados a que
sus intercambios verbales se realicen de una forma conflictiva, de oposición a los interlocutores. En el proceso de escolarización de estos alumnos suele
producirse aquello que Tanen (1994; 2004) define como "ritualización del conflicto". Ello hace referencia a que se da una cierta cristalización de las
representaciones, actitudes y presuposiciones que cada uno de los interlocutores tiene sobre el otro (niños T.C./Profesores, educadores, padres). Las
propias posiciones subjetivas (los respectivos marcos de referencia personal y situacional), de los participantes los empuja hacia la confrontación. Las
representaciones que tienen de sí mismos y del otro llevan a cada uno de los interlocutores a definir e interpretar la situación sobre la base de sus
propias sospechas y perjuicios, percibiendo que atentan a su imagen y sentimientos. En definitiva se obstaculiza el establecimiento de bases
contextuales comunes y, en consecuencia, se imposibilita la construcción de un marco de referencia compartido por las dos partes.
-Al hablar con un niño con T.C. siempre deberemos tener presente este substrato subjetivo, pues, los participantes al hablar, se comportan de acuerdo
con sus interpretaciones, conocimientos y sentimientos vitales que constituyen sus marcos de referencia personal.
-Suele ser frecuente que nos encontremos con niños o niñas que no respeten una mínima estructura de participación. Voces superpuestas entre los
interlocutores, interrupciones, bloqueos y rupturas que se manifiestan de muchas maneras (negativa a hablar en un primer momento, tonos de voz
elevados hasta llegar a chillar, silencios.....). De esta forma se crea y se consolida un contexto de conflicto, hipotecando cualquier posibilidad de generar
acuerdos y elementos compartidos. Por tanto se cierra la oportunidad a la confianza mutua.
-Así pues, el reto principal para padres, educadores o maestros será encontrar las formas y los medios mediante los cuales podamos transformar este
contexto de conflicto, donde imperan los puntos de referencia de cada una de las partes, por un contexto mental donde la experiencia común sirve de
base para establecer un sistema de interpretación e interacción más compartido.
-Independientemente de la utilización de la palabra para intentar llegar a soluciones en las manifestaciones conductuales disruptivas y dependiendo
siempre, del tipo, frecuencia y magnitud de la misma, se deberá establecer un plan de intervención concreto, determinando los pasos a seguir. En los
casos que el uso de la palabra está limitada o es imposible (retraso mental o cuadros asociados a síndromes genéticos que cursan con déficits cognitivos
severos), la intervención será básicamente a nivel de modificación de conducta.
1º-Cual es la conducta o conductas que deben modificarse (lo que hace y cómo).
2º- Historia de la conducta disruptiva (cuando surgió, cuando se produce, duración....)
3º-Análisis Funcional. Conjunto de variables que intervienen en la emisión y/o mantenimiento de la conducta (antecedentes-consecuencias).
4º-Seleccionar metas para el tratamiento (metas generales, específicas, a corto, medio y largo plazo).
5º-Evaluar la motivación hacia el "cambio" no tan solo del niño sino también de la familia. Sus expectativas, nivel de colaboración, habilidades y
recursos personales, etc...Hay que establecer sistemas de comunicación más eficaces entre las partes, evitando las interacciones coercitivas.
6º-Escoger de inicio las técnicas más simples, con alta probabilidad de eficacia, pero adaptados al funcionamiento de la familia.
7º-Plantear a la familia una explicación razonada en base a la evaluación efectuada y los principios del aprendizaje implicados en la conducta
disruptiva.
8º-Establecer reuniones periódicas supervisadas por el terapeuta para analizar los cambios y la evolución del problema.
-A continuación se exponen algunas de las técnicas cognitivo-conductuales para la intervención en los Trastornos de conducta. Se expondrán de forma
muy general, ya que, cada trastorno, en función de sus características, requerirá de técnicas adaptadas a las exigencias particulares del caso.
1-Moldeamiento de la conducta.
Se utiliza para incorporar nuevas conductas positivas, no presentes en el repertorio actual, y para afrontar las situaciones de riesgo con alternativas
deseables. El terapeuta enseña, paso a paso, mediante aproximaciones sucesivas y refuerzo la respuesta que deseamos establecer.
2-Economía de Fichas.
Estas técnicas resultan muy útiles para el establecimiento de conductas alternativas de colaboración en casa y actividades cotidianas. Básicamente
consiste en entregar reforzadores (puede ser algún tipo de ficha, moneda, etc...) cuando aparezca la conducta deseada. Posteriormente y según un plan
trazado con anterioridad, se intercambiarán por un premio mayor. El principal reto de ésta técnica es que una vez retiremos los reforzadores materiales,
los propios refuerzos naturales (respuesta positiva del entorno ante el cambio) lleguen a mantener por sí solos las conductas en cuestión.
3-Coste de la respuesta.
Puede aplicarse conjuntamente con la economía de fichas. Consistiría en la retirada de alguno de los reforzadores entregados contingentemente a la
aparición de la conducta no deseada y previo acuerdo por las partes.
4-Tiempo Fuera.
Contingentemente a la emisión, por parte del niño, de la conducta inadecuada, se le retira del lugar o separa del grupo durante un tiempo breve (5 a 10
minutos). El adulto, cuando procede a separar al niño, debe procurar hacerlo sin violencia verbal o física y diciéndole que en cuanto corrija su actuación
volverá a la situación de inicio. Esta técnica puede provocar reacciones emocionales colaterales y debe utilizarse con prudencia en función de la edad del
niño y el tipo de conducta.
6-La Relajación.
La relajación puede ser útil, en algunos casos, como complemento del tratamiento terapéutico. Se enseña al niño estrategias cuyos resultados
contrarrestan los elevados niveles de activación fisiológica que suelen preceder a la conducta agresiva.
7-Contrato Familiar.
Especialmente útil para casos de adolescentes que viven en un constante conflicto con sus padres y otros familiares (hermanos, abuelos, etc...). Cuando
las cosas están muy difíciles en las interacciones familiares, el Contrato Conductual, establecerá por escrito una serie de acuerdos, pactados de común
acuerdo por las partes (adolescente y resto familia) y que regulará nuevas formas de interacción. El adolescente puede obtener así una serie de
beneficios (p.e. llegar un poco más tarde el fin de semana sin recibir broncas) pero tendrá que comprometerse a mantener limpia su habitación o a
estudiar un determinado tiempo. El Contrato debe especificar claramente todas estas circunstancias y deberá ser firmado por las partes, entregando una
copia al terapeuta.
8-Habilidades Sociales.
El entrenamiento en Habilidades Sociales es uno de los más utilizados en el tratamiento de las conductas disruptivas y/o agresivas. Su principal objetivo
es enseñar al niño conductas más eficaces que puedan ser empleadas en distintas situaciones sociales. Habilidades como conversar, relacionarse con
sus iguales, expresar sus ideas, sentimientos e incluso sus quejas, puede hacerse sin utilizar la agresividad o la coerción.