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El área académica de la ética ambiental surgió como respuesta al trabajo de científicos como
Rachel Carson que con su libro Primavera Silenciosa (1962) denunciaba el efecto medioambiental
de los pesticidas de uso agrícola, la publicación del Informe del Club de Roma Los límites del
Crecimiento (1972) o el Informe Brundtland (1987). Aquí es cuando la contingencia político social
urge a los filósofos para la consideración filosófica de todos los problemas ambientales. Además, el
influyente ensayo previo de Aldo Leopold A Sand County Almanac. The Land Ethic (1949) donde el
autor expone que las raíces de la crisis ecológica son fundamentalmente filosóficas. Otros títulos
importantes que dieron inicio y marcaron la necesidad de una ética ambiental fueron El concepto
de moralidad de William Frankena (1966) y La tragedia de los comunes de Garret Hardin (1968).
En la Revista de Filosofía Aplicada, en 1993, Alan Marshall expuso la idea comúnmente aceptada
del equilibrio ecológico existente entre los seres animados (entidades vivientes) y los inanimados
(entidades no vivientes). Para Marshall, como para otros pensadores del ambiente, el rápido
proceso de industrialización en los últimos 300 años ha dado lugar a un importante desequilibrio.
Hoy, las preocupaciones crecientes sobre el calentamiento global subrayan la aceptación general
de que la preservación del ambiente es un asunto de vital importancia. Sin embargo, los motivos
por los que uno acepta o rechaza los argumentos a favor de la preservación son un objeto de
debate ético, y esto invariablemente incluye una postura personal sobre los animales no humanos
y sus derechos.
Este enfoque evoca el de los derechos civiles (el compromiso de extender derechos igualitarios a
todos los miembros de la comunidad). En ambiente, esto implica la consideración moral de los no
humanos asimismo como se consideran los humanos.
Andrew Brennan era un defensor del humanismo ecológico (eco-humanismo), el argumento de que
todas las entidades ontológicas, animadas e inanimadas, pueden tener valor ético solamente por la
razón de su existencia. El trabajo de Arne Naess y su colaborador Sessions también puede
clasificarse dentro del Extensionismo Libertario, aunque ellos prefieren el término Ecología
Profunda. La ecología profunda es el argumento del valor intrínseco o inherente del ambiente, es
decir, que tiene valor por sí mismo y por su sola existencia. Su argumento, incidentalmente, cae
dentro del extensionismo libertario y del extensionismo ecológico.
El trabajo de Peter Singer puede ser categorizado bajo el Extensionismo Ecológico. Su
razonamiento del "círculo creciente de consideración moral" puede ser redibujado para incluir a los
animales no humanos, y no hacerlo sería actuar bajo premisas del especismo. Singer considera
dificultoso aceptar el argumento del valor intrínseco de las entidades abióticas o no sintientes (no
concientes), y concluye en su primera edición de Ética Práctica que no deberían incluirse en el
círculo de consideración moral. Este enfoque es esencialmente biocéntrico. Sin embargo, en una
edición posterior de Ética Práctica, posterior también al trabajo de Naess y Sessions, Singer
admitió que, aunque poco convencido por la Ecología Profunda, el argumento del valor intrínseco
de las entidades no sintientes es plausible, pero problemático.
Esta categoría incluye la hipótesis Gaia de James Lovelock, la teoría que el planeta Tierra altera su
estructura geofisiológica en el tiempo para continuar con el equilibrio evolutivo de la materia
orgánica e inorgánica. El planeta es una entidad total y holística, dotado de valor ético y donde la
especie humana no tiene una significación particularmente especial en el largo plazo.
2 www.usem.org.mx
Con todo, no se debe ignorar lo que el desarrollo sustentable significa para las empresas. En tanto
actores centrales de la actividad generadora de riqueza, las empresas son el agente social que de
modo más directo se relaciona con el proceso de interacción con la naturaleza.
Así, desde la óptica de la responsabilidad social empresarial, el ingrediente medioambiental es
clave. De echo, en el capitulo 4 de la Agenda 21 de la Cumbre de Río -1992- se formulan los
conceptos de producción y consumo sustentables. Mientras el consumo sustentable se refiere al
imperativo de modificación de patrones a partir de los cuales se define el bienestar y la idea de una
“buena vida”, la producción sustentable pone el énfasis en la necesidad de que los procesos de
extracción, transformación y aprovechamiento de los recursos naturales sean expresión de una
actitud renovada ante la naturaleza.
Más en específico, no solo se trata de que los actores económicos cumplan a cabalidad con las
leyes y normas ambientales, por ejemplo, en materia de manejo de residuos o de control de
emisiones; ello representa, a fin de cuentas, el cumplimiento de una obligación elemental. La
responsabilidad social de las empresas va más lejos y se relaciona con la manera en que éstas
consideran las variables ecológicas en el diseño de sus estrategias de negocio. La adopción de los
criterios de la ecoeficiencia ilustra con claridad esta idea. La toma de decisiones tecnológicas
ambientalmente amigables.
Una nueva ética ambiental no está reñida con el desarrollo; lejos de ello, inaugura otras vías. Por
un lado, los recursos canalizados a la reconversión ambiental de las actividades productivas
representan una inversión susceptible de generar ventajas competitivas. El cumplimiento de la
normatividad ambiental, indispensable para acceder a los mercados, promueve la innovación
continua y la adopción de los criterios de la ecoeficiencia –por ejemplo, uso de energías
alternativas, nuevas tecnologías, disminución de desperdicios, y el reciclamiento-. Por otro lado, el
cumplimiento de las normas ecológicas es capaz de inducir la aparición de nuevos sectores de
negocio, tales como el procesamiento de desperdicios y el reciclaje de recursos ya utilizados, la
consultoría en materia ambiental, la producción de tecnologías amigables con en entorno ecológico
y la fabricación, instalación y operación de equipos anticontaminantes y de tratamiento de residuos,
entre otros.
Se requiere una visión de largo plazo. Para una empresa socialmente responsable, los recursos
naturales no deben ser vistos como botín, sino como un patrimonio que hay que cuidar y preservar
en beneficio del sustento de las futuras generaciones y de las propias empresas. Tampoco la
satisfacción de las normas ambientales debe ser vista como una carga y una fuente de costos, sino
como una inversión. Con base en una nueva ética de relación con la naturaleza, las empresas
socialmente responsables deben ser pioneras y abrir nuevos caminos al desarrollo.
Incertidumbres
Los ingenieros tienen el deber moral y legal de perfeccionar su trabajo. Este deber
implica una responsabilidad para actuar razonablemente con relación a su familia, clientes, la
sociedad en general y el ambiente natural. Por lo tanto, la ingeniería es una actividad de toma de
decisiones responsables basada en valores específicos – uno de los cuales es actuar en forma
responsable partiendo de la obtención de información confiable. El tomar responsabilidades
implica no solo que uno ha ganado el derecho de hacer las cosas bien, o de estar moderadamente
cerca de lo que está bien, sino que además ha tomado todas las precauciones que se pueden
esperar razonablemente de él para no hacer las cosas mal.
Moral y Etica
La moral se relaciona con lo correcto y lo incorrecto – con lo que debería ser más
que con lo que es. Define qué está bien. La ética, según una definición del diccionario, es la
disciplina de la conducta moral – la palabra sugiere un conjunto de pautas a través de las cuales un
grupo en particular o una comunidad decide regular su comportamiento – que distingue lo que es
aceptable para llegar al logro de sus metas y lo que no lo es. En el discurso ordinario las palabras
pueden usarse indistintamente: podemos por ejemplo hablar de conducta moral o conducta ética, o
de filosofía moral o filosofía ética.
La ética consiste en tomar decisiones que definan un criterio que sirva para
determinar que es lo mejor en general y en particular, lo que es mejor para una persona o grupo
social en relación con otra persona o grupo. Pero en la actualidad la ética avanza mas allá. Tal cual
lo propone Saemann en su trabajo. Podemos proponer la siguiente ecuación
Conducta Ética = Actuar en forma apropiada y responsable.
El énfasis puesto aquí es en el actuar, no simplemente en pensar, hablar y escribir.
Evolución de la responsabilidad en el ámbito profesional
Por ello se impone para el futuro encontrar una cultura que equilibre el
antedicho poder con una adecuada salvaguarda ética que resulte además capaz de dar una nueva
dimensión a la responsabilidad. Respecto a esta ultima, según Jonas, son dos los cambios
destinados a tener en el futuro una relevancia cada vez mayor.
Si alguna vez vamos a alcanzar una gran conciencia ecológica en las decisiones y
en la gestión ambiental dentro de la industria y otros contextos tecnológicos, vamos a necesitar
una renovado énfasis en la ética. Si revisamos las fuerzas motoras detrás de nuestras conductas y
proceso de decisiones que son apropiadamente responsables y compatibles con las necesidades
ambientales, se pueden distinguir cuatro componentes:
- La tecnología que influye en la concepción que el hombre tiene de sí mismo
- La legislación que viene a ser el marco que sustenta la aplicación de su
cumplimiento.
- Los instrumentos del mercado que constituyen la motivación para un estímulo
económico.
- La ética personal e institucional que es el factor de motivación desde el interior
del hombre y la sociedad.
En síntesis necesitamos a la ética como una conducta complementaria de la legislación y los
instrumentos del mercado que de un sentido y estimulo interior a una comportamiento
comprometido.
Además es cada vez más evidente en las sociedades democráticas que nosotros
debemos respetar los aspectos formales de la ética de la información. En particular, esto significa
que, cuando haya disputas que provienen sobre normas relevantes y proyectos específicos,
nosotros debemos buscar consenso en un dialogo serio con todas las partes interesadas.
Para los ingenieros y los científicos, en no menor grado que otros grupos
profesionales, el individuo debe tomar responsabilidad por las consecuencias de sus acciones y
para que su conocimiento esté disponible a los que toman decisiones. Esta responsabilidad ética
no puede ser delegada.
Por ultimo queda claro que se hace necesaria la enseñanza de la ética profesional
en el ámbito universitario, promoviendo la conciencia general de una responsabilidad ambiental en
toda la sociedad. Este asunto se deberá convertir en una creciente componente de nuestro
proceso educativo que debe involucrar a la familia, la Iglesia, las distintas corporaciones, las
asociaciones profesionales, Universidades, y a las facultades de ingeniería y otras.
La relación del hombre con la naturaleza ha variado a través de la historia y de las diferentes
culturas. Pero la sociedad humana, en casi todos los casos, se ha caracterizado por ser
depredadora de otras especies y contaminadora compulsiva (Iturraspe, 1998).
Los metales preciosos y las tierras aptas para la producción de azúcar fueron los dos principales
atractivos iniciales de los conquistadores y colonizadores del nuevo mundo. (Ferrer, 1996). Éstas y
otras actividades extractivas y agrarias dejarían una huella indeleble en muchos ecosistemas.
La primera mundialización (posterior a los "descubrimientos") trajo consigo, como primera nota a
considerar, la depredación de los "recursos naturales" y la ideología de la reducción de la
naturaleza como "recurso" a explotar.
Pero esta depredación vino acompañada de la degradación de los "recursos humanos". La minería
y las haciendas y plantaciones exigieron el sometimiento de las poblaciones originarias: los
"recursos naturales" requerían de "recursos humanos". La reducción de los diferentes pueblos
indígenas al trabajo requerido por el nuevo modelo productivo mercantil, fue una de las causas de
la terrible catástrofe demográfica que sufrió el continente con la muerte de decenas de millones de
seres humanos.
Frente a esta situación emergen respuestas de distinto género en todo el continente, desde las
primeras insurrecciones indígenas y la rebeldía de los esclavos en las "cimarroneras" y "rochelas"
hasta los enfrentamientos al colonialismo español y portugués, con las guerras de la independencia
que darán lugar a la imposición del orden oligárquico y al neocolonialismo anglosajón.
Las nuevas respuestas serán las luchas democráticas por la autonomía regional frente al
centralismo y la imposición del orden neocolonial, y las organizaciones y luchas de los trabajadores
de la ciudad y del campo que caracterizan las etapas iniciales del movimiento sindical
latinoamericano en el siglo XIX y comienzos del XX. En esta fase de respuestas se inscriben la
revolución mexicana y centroamericana, las rebeliones campesinas, la reforma universitaria y la
construcción de organizaciones democráticas de contenido latinoamericanista.
Esta expansión del progreso exportador en América Latina y de la segunda mundialización tiene su
crisis en 1930, época en la que se potencia un nuevo modelo de desarrollo basado en la
industrialización sustitutiva de importaciones. Este proceso da lugar al crecimiento del Estado, con
un papel en la economía y en políticas sociales que logran expandir la educación, establecer
sistemas de seguridad social y regímenes más democráticos de relaciones laborales con el apoyo
a las organizaciones sindicales y el surgimiento de organizaciones políticas y sociales populares.
Estos procesos sociales disímiles y en diversos tiempos según los países, intentan, por una parte,
ponen fin al orden oligárquico, y por otra, enfrentar la creciente influencia de los Estados Unidos en
la región, dentro de las limitaciones propias de nuestras sociedades.
El esquema de desarrollo "endógeno" da lugar -en especial en algunos de nuestros países- a una
rápida urbanización, un importante incremento de la población, el intento de construcción de
economías basadas en el mercado interno y en el proteccionismo que permite una industrialización
muchas veces sin límites ecológicos. Estos factores determinan nuevos desequilibrios ambientales,
la utilización de tierra agrícola sin una planificación de la ocupación del territorio, el aumento
desproporcionado del tamaño de las ciudades con sus cinturones de miseria, la falta de
planificación adecuada de la deposición de los desechos industriales y urbanos que convierten en
cloacas a nuestros ríos, la llamada "revolución verde" que provoca graves problemas a la
biodiversidad, la contaminación del aire, del mar y del suelo etc. El propio Estado industrializador
es incapaz de poner coto a la acción depredadora, frente a la cual aparecen los primeros
movimientos conservacionistas contra la contaminación y por el medio ambiente.
Este modelo de desarrollo comienza a entrar en crisis y es reemplazado por un nuevo esquema
neoliberal que acompaña a una tercera mundialización que implica una fuerte expansión del
comercio mundial, sobre todo entre los países desarrollados, una notable concentración del poder
de los monopolios trasnacionales y una aguda dependencia financiera, una nueva y profunda
revolución tecnológica, una ruptura de los espacios nacionales en el plano comunicacional, cultural,
jurídico y político y la imposición de un modelo societal mundial que, sobre todo después de la
caída del muro de Berlín, aparece con la pretensión de "único".
La ideología del progreso indefinido y sus apoyos científico-positivistas (y los diversos credos
políticos que surgieron bajos estas ideas) renovaron en América las promesas bíblicas que le
ofrecieron al hombre "dominar la tierra" y ponerla a su servicio.
El derecho, influenciado por esas ideas y por el auge del progreso económico, toma los conceptos
jurídicos romanos, los codifica o los jurisprudencializa, para que la naturaleza y todos sus reinos
(animales, vegetales y minerales) sean una res (cosa, objeto) y la relación del hombre-propietario
con ellos, la plena in rem potestas, que facilita el ius utendi, et abutendi et fruendi. El sacrosanto
derecho de propiedad permite abusar y degradar la naturaleza como eje de todo el sistema jurídico
articulador de los intereses sociales hegemónicos.
Las guerras coloniales y mundiales fueron un gran instrumento para la expansión del progreso y la
tecnología y permitieron la difusión de la ideología de este modelo productivo y de relación
sociedad-ambiente.
Durante todo el tiempo hubo voces disidentes y enfrentamiento al modelo de desarrollo, pero eran
arrolladas por la marea creciente del progreso y los formidables aparatos ideológicos, jurídicos,
culturales, científicos, religiosos, artísticos, económicos etc. de la modernidad. Al comienzo
aparecieron unos individuos a veces exóticos, llamados conservacionistas, que intentaban combatir
el mal por sus efectos y por ende solían ser totalmente funcionales al sistema.
Pero las señales de alarma se multiplicaron. La gente común, primero en el mundo desarrollado y
después en todos los países, empezó a percibir con claridad los terribles estragos: los peces
muertos en los ríos contaminados, la proliferación de las enfermedades ambientales, la polución
atmosférica. Comienza a desarrollarse la idea de medio ambiente y surge la ecología que pone de
manifiesto el tenebroso impacto sobre los ecosistemas de nuestra civilización.
Un informe del Club de Roma recopiló las profecías del desastre por parte de grupos de científicos
altamente acreditados: nos queda carbón, petróleo, minerales para muy poco tiempo y el ritmo de
utilización de esos "recursos" se intensifica vertiginosamente; la población aumenta en forma
geométrica, la contaminación de los diversos ecosistemas es cada vez mayor; los bosques,
pulmones de oxígeno, los océanos, grandes fuentes de alimentos, están en grave peligro.
Cuando en los años ochenta los cambios políticos en la ex Unión Soviética comenzaron a mostrar
a través del Glasnost (transparencia) los efectos en la naturaleza del sistema imperante en los
países hasta entonces denominados socialistas, el mundo no dejó de asombrarse. La destrucción
ecológica era algo más que un subproducto del capitalismo occidental: forma parte de nuestros
impulsos vitales, se alojaba en el tanatos de nuestro inconsciente colectivo, era inseparable de
todas las manifestaciones culturales del mundo del progreso.
Muchos propusieron un cambio agresivo, otros formaron partidos para tratar de modificar el
aparato del Estado y establecer reglas de juego, pero poco o nada realmente cambió fuera de los
llamados países centrales en los que la conciencia de la población operó una modificación
substancial de las conductas sociales sustantivas, aunque, en muchos casos, superficial.
Los trabajadores y sus organizaciones se vieron bien pronto frente a una feroz contradicción: las
fábricas, los microclimas industriales, las vecindades urbanas, los campos de labor contaminados
por los pesticidas eran su hábitat natural, pero la imposición de reglas estrictas en beneficio de su
vida y su salud se encontraba frente al permanente chantaje de pérdida de los puestos de trabajo y
el traslado de las fuentes de empleo a zonas o países permisivos, generándose el dumping
ambiental o ecológico.
iii) el desarrollo tecnológico desenfrenado que le ha permitido al hombre obtener energía del átomo
(y crear armas infernalmente poderosas capaces de hacer volar el planeta en mil pedazos),
materiales del gas y del petróleo, de los minerales, biotecnología, generalizar el transporte y las
telecomunicaciones, lograr estándares de confort insospechados hasta hace muy pocos años - en
general altamente consumidores de energía - y sobre todo acumular medios bélicos cuya
utilización en una pequeñísima fracción ha traído consecuencias impresionantes, como las
enfermedades degenerativas de soldados norteamericanos de la guerra del Golfo o la leucemia
que padecen los soldados italianos que permanecieron en Kosovo, según la prensa internacional
(El Mostrador, Santiago, 19 de diciembre de 2000).
La perspectiva neoliberal, además de ser un modelo económico, es también una visión amplia de
la vida en sociedad. Postula al mercado como el escenario social perfecto. Su funcionamiento se
basaría en la aceptación voluntaria de los individuos, a partir de sus intereses particulares, sin
atender a los fines colectivos. Las interacciones sociales quedan reducidas a relaciones de
mercado. El centro se pone en el individuo, y la sociedad deja de ser una categoría con
características propias, reflejando en cambio un mero agregado de personas distintas, cada una
atendiendo sus propios fines. Los derechos personales son reducidos a derechos del mercado, y la
libertad es presentada negativamente, como ausencia de coerción, y en especial restringida a la
libertad de comprar y vender. Es en el mercado donde se realiza la libertad personal. Para
asegurar su correcto funcionamiento debe estar protegido de intervencionismos, y en especial, de
los provenientes del Estado. Un breve vistazo a algunas medidas que se han tomado en los
terrenos social y ecológico, servirán de ejemplo. Las políticas sociales -en particular los servicios
de seguridad social- y la educación, así como las políticas ecológicas de conservación de la
naturaleza, quedan subordinadas a criterios de mercado (Gudynas (1995, 1998) Coraggio (1993),
de Sierra (1994), Stahl(1994) etc.
Dice Gudynas en su trabajo que el ambientalismo neoliberal puede alcanzar posiciones ridículas.
En su búsqueda obsesiva de optimizar los mercados se ha llegado al extremo de plantear que el
principio de contaminador-pagador se aplicaría a aquellos afectados por la contaminación, quienes
deberían pagar esos impuestos (y no el contaminador), de manera de inhibir a las personas de
escoger lugares de residencia próximos a industrias contaminantes (Baumol y Oates, 1988).
Las empresas consideran los costos ambientales como "externalidades", parte de un pasivo
indeseable, y los Estados que establecen reglas y las hacen cumplir son considerados enemigos
de la competitividad y poco fiables para las inversiones.
i) Los efluentes industriales, las substancias contaminantes que muchas veces son subproducto de
algunos procesos cuyas tecnologías fueron desarrolladas con absoluta prescindencia de los
posibles impactos ambientales, como los desechos radiactivos de las plantas de generación de
energía atómica, las plantas petroquímicas de cloro soda que desechan toneladas de mercurio al
medio ambiente, la generación de energía por la quema de combustibles fósiles y su comprobada
contribución a la lluvia ácida y al efecto invernadero etc.
ii) La utilización irracional de energía e insumos y un permanente "saqueo" de las materias primas
compradas a precios manipulados en el mercado mundial, rebajados por lo que la CEPAL
denominó el deterioro de los términos del intercambio.
iii) La contaminación de los lugares de trabajo y las vecindades industriales. Una encíclica ponía de
manifiesto hace muchos años que la materia sale ennoblecida del taller y el hombre degradado.
Miles de productos son utilizados por las industrias sin un estudio previo de su incidencia en la
salud de los trabajadores (ni de los consumidores, ni de los habitantes de las vecindades). Cuando
la presión pone en peligro las actividades contaminantes esos procesos son trasladados a otros
países con menor o sin protección ambiental.
vii) Los gravísimos cambios climáticos en los cuales parece tener una responsabilidad muy grande
los desequilibrios provocados por la continua expansión de la tecnoesfera y una de cuyas
expresiones más difundidas es el agujero de la capa de ozono que producen los derivados del
carbono que se combinan con esa forma alotrópica de oxígeno y priva a la atmósfera de la defensa
natural contra los rayos solares dañinos para la vida humana, vegetal y animal.
viii) El uso de herbicidas, pesticidas, alimentos para animales, métodos agrarios altamente
peligrosos para la salud de los trabajadores rurales y los consumidores.
ix) La propagación de enfermedades ocasionadas o agravadas por los problemas ambientales, que
constituyen un grave peso para la salud pública de nuestros países.
Esta situación produce una grave y múltiple agresión que sufren la naturaleza y los propios seres
humanos: como productores, en un ambiente agresivo, insalubre y contaminado; como
consumidores, objeto de manipulación y graves peligros por el uso de diferentes substancias no
catalogadas pero muy probablemente dañinas; como pobladores de las altamente marginalizadas
ciudades, producto del proceso de "calcutización" de nuestras metrópolis; como desempleados, por
la incorporación de la robótica y demás tecnologías desplazadoras de mano de obra, y como
subempleado o trabajador precario, por las nuevas formas de contratación "flexibilizadas"; como
ciudadano de un país y como habitante de un planeta amenazado por la destrucción de los
ecosistemas y como padres de las nuevas generaciones que recibirán problemas ambientales y
ecológicos agravados por la irresponsabilidad de las generaciones anteriores.
IV. El papel del Estado, el derecho laboral y el derecho ambiental y sus limitaciones en
América Latina y el Caribe
Así como el derecho laboral es producto de los graves desequilibrios sociales producidos en la
Revolución Industrial, el derecho ambiental nace como una reacción frente a la grave situación de
los crecientes desequilibrios ecológicos, y tiene desde sus inicios una vocación internacional: es
reconocido que, en general, los problemas ambientales afectan más allá de las fronteras
nacionales.
Algunos países desarrollan importantes instituciones para el control ambiental y sanciones más
severas para los contaminadores. A nivel internacional se crean importantes instituciones
especializadas como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y se
multiplican las conferencias mundiales que constituyen grandes hitos en el desarrollo de una
conciencia ambiental como las de Estocolmo y Río de Janeiro. Aparece la idea de la tierra como
hábitat de la humanidad: "una sola tierra".
En esta segunda ola de regulación los sindicatos -siempre atrapados en este campo por la
contradicción entre la defensa del empleo y la protección ambiental- utilizan una doble estrategia:
por una parte intentan, a través de la negociación colectiva y otros mecanismos, establecer reglas
que permitan mejorar las condiciones ambientales sin detrimento del empleo; y por otra, demandan
al Estado reglamentaciones, compensaciones y subsidios para poder enfrentar el problema.
Los derechos ambientales -como derechos felicitarios (Tinoco, 1988), como derechos de tercera
generación o derechos de solidaridad (Uribe Vargas, 1983)- comienzan a constitucionalizarse. Esta
tendencia es tan notable que incluso constituciones como la chilena de la dictadura, que proponían
fundar jurídicamente un orden neoconservador o neolibral, contienen normas importantes de
derecho ambiental.
Es precisamente ese esquema político neoconservador o neoliberal que como parte de la (contra)
revolución tatcheriana-reaganista comienza a erosionar al aparato jurídico institucional de defensa
del ambiente en general y del ambiente de trabajo en particular. Los delitos ecológicos, sobre todo
los cometidos con frío y calculador dolo y propósito de enriquecimiento desmedido por las grandes
corporaciones industriales, extractivas, energéticas y de transporte son habitualmente delitos de
cuello blanco que entran dentro del amplio campo de las ilegalidades privilegiadas (Acosta, 1988).
El poder del Estado se debilita frente a las empresas trasnacionales y al mercado. La posibilidad
concreta no solamente de imponer sanciones sino de inspeccionar y controlar se vuelven en
muchos casos ilusorias. Los organismos reguladores carecen de autonomía real y de estructuras
técnicas frente al poder de los monopolios.
El poder de los sindicatos sufre en esta etapa un fuerte retroceso y con él la posibilidad de órganos
independientes de control en el seno de las empresas y por ramas de producción. En muchos
casos, nuevos actores sociales ambientalistas, vecinalistas etc. toman un lugar fundamental en la
organización de la población para enfrentar los graves problemas ecológicos.
La reacción sindical no se hace esperar y el tema del ambiente aparece en la agenda de los
congresos laborales internacionales y en la literatura teórica del sindicalismo. Esta preocupación,
en general, no llega a la práctica sindical concreta en época de crisis del empleo, de
reestructuración productiva y del aparato del Estado y de fuerte ofensiva antisindical. Por el
contrario, la cotidianidad de la lucha laboral se torna fuertemente "defensiva" y "economicista".
Dada la satanización del Estado y de lo público, en esta concepción son las propias empresas las
que deberán cuidar del cumplimiento de la normativa sobre ambiente laboral y sobre protección
ecológica. En compensación a este "desguace" del Estado se le otorgan a los trabajadores -en
general como derecho individual, no colectivo- responsabilidades en el control. Pero las nuevas
condiciones políticas y culturales -con la preeminencia de los criterios individualistas-consumistas y
no solidarios- producen un agudo desequilibrio de fuerzas entre los actores de las relaciones de
trabajo, lo cual hace aún más ilusorio este control incluso en los países desarrollados (Tucker,
1999).
En realidad, esto es parte de un esquema ideológico que rechaza las intromisiones del Estado o de
cualquier otro agente en el mercado, porque serían ataques a la libertad personal. Según esta
concepción, nadie posee toda la información como para planificar y manejar adecuadamente la
marcha de la sociedad, en tanto el conocimiento está diseminado y fragmentado, y será en el
mercado donde esas piezas de información se integren. En atención a ello niegan que el Estado o
cualquier otra organización pueda planificar o encauzar la marcha de la sociedad, confiando
entonces en un orden espontáneo que deriva de las relaciones en un mercado competitivo (Hayek,
1994).
Tanto para el Derecho de las condiciones y medio ambiente de trabajo como para el Derecho
Ambiental (como conjuntos de normas jurídicas) se pretende - en esta tercera oleada de regulación
- pasar a una simple ética de seguridad o ética ambiental (mediante normas no coercitivas).
Este sesgo mercantil se nutre de una serie de preceptos que encarnan claramente la corriente
neoliberal. Para ellos el mercado es el único medio para la asignación más eficiente de los
recursos. Allí se genera un orden espontáneo, donde la competencia es el mecanismo básico de
acción entre los individuos. De hecho, según Hayek (1968), son los individuos persiguiendo sus
propios intereses y beneficios los que determinan la marcha de la sociedad.
Allí no hay lugar para la razón ni para una ética de solidaridad o altruismo. Hayek (1990) sostiene
que "la competencia no es otra cosa que un ininterrumpido proceso de descubrimiento, presente
en toda evolución, que nos lleva a responder inconscientemente a nuevas situaciones. Es la
renovada competencia, y no el consenso, lo que aumenta cada vez más nuestra eficacia".
Esto explica varias de las posturas sostenidas en el campo de las políticas sociales. La fuente de
los principios no está en el análisis ético sino en las relaciones de mercado. "En un verdadero
sistema de libre empresa, los derechos de los individuos y su propiedad son sagrados y no pierden
su valor debido a conceptos filosóficos, como el bien público, o el interés público o el bien común"
(Block, 1992). En el mismo sentido, el ambientalismo del libre mercado reniega de discusiones
éticas tales como las que consideran si los animales y plantas pueden ser sujeto de derechos, y en
cambio afirma que esta postura va de la mano con la que privilegia el individualismo frente a las
acciones colectivas, que consecuentemente se debilitan. Los seres humanos no tienen fines
últimos compartidos. La minimización de la política y el Estado se reflejan en la propuesta de
Hayek de un orden distinto a la democracia, y que llama demarquía. Para Hayek no puede existir
algo como una justicia social porque el orden emergente del mercado es espontáneo y está basado
en individuos que buscan su propio beneficio. (Gudynas, 2000).
De esta forma, la regulación se presenta como una "autolimitación" que se imponen las propias
empresas que adoptan un "discurso" y un marketing ambiental: incluso es importante el mercado
de los productos "no contaminantes" que basan su propaganda en que, por ejemplo, no contienen
compuestos de flúor carbono que deterioran la capa de ozono, o automóviles supuestamente
ecológicos que contaminan un poco menos porque tienen un convertidor catalítico.
En muchos países de América Latina la situación se torna aún más crítica con el proceso de
privatización de la seguridad social, y con la adopción de esquemas de economía abierta que
tratan de salir de la industrialización sustitutiva por medio de modelos de desarrollo exógeno que,
en muchos casos, privilegian las exportaciones con ventajas comparativas de recursos naturales,
con el consecuente deterioro de los mismos y del medio ambiente (Universidad de Chile, 2000).
Las exigencias de la "competitividad" para participar de un comercio internacional cada vez más
influenciado por el dumping social y el dumping ambiental y para atraer capitales, hacen de las
regulaciones ambientales y laborales -en el pensamiento de muchos de nuestros formadores de
políticas- graves "obstáculos al desarrollo".
Pero es precisamente en los graves problemas que generan esas prácticas, como lo son la
creciente polarización social e internacional y el evidente deterioro de los ecosistemas globales,
donde surge una conciencia crítica que sustenta nuevos esquemas de regulación.
Estamos frente a dos aspectos positivos que puede traernos el actual proceso de mundialización:
el surgimiento de un modelo de acción humana que armonice los aspectos éticos, económicos y
ecológicos centrándose en una vocación de solidaridad comunitaria, y el creciente papel del
derecho internacional y la ampliación de los derechos de la tercera generación.
Los derechos de tercera generación exigen de una acción de la comunidad internacional, ya que
no puede haber desarrollo, ni protección del medio ambiente, ni paz, ni reconocimiento del
patrimonio común de la humanidad, ni consiguientemente vigencia efectiva de esos derechos, sin
una acción internacional que viene manifestándose en instrumentos como la Declaración de
Estocolmo (Declaración de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano" de 1972), la Declaración
de Río (Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992), el Convenio sobre la
Diversidad Biológica y el Protocolo de Cartagena sobre la Materia, el Convenio de Basilea de 1989
sobre control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación, así
como las normas contenidas en los tratados de integración, de libre comercio y los tratados
bilaterales.
En todos nuestros países son crecientes los intentos de aplicación de esta normativa internacional,
así como la toma de conciencia paulatina de sectores sociales críticos cada vez más importantes
que asumen lo que Guattari (1989) llamaba "luchas del deseo", y que exigen el cumplimiento de las
normas y la adopción de políticas ambientales y sociales contrapuestas a los esquemas
ideológicos hegemónicos (Anderson y Leal, 1991) y a la concentración del poder financiero,
tecnológico y político (Chonchol, 2000).
"Educación Ambiental es el proceso que consiste en reconocer valores y aclarar conceptos con
objeto de fomentar y formar actitudes y aptitudes necesarias para comprender y apreciar las
interrelaciones entre el hombre, su cultura y su medio biofísico. La educación ambiental también
entraña en la práctica la toma de decisiones y la propia elaboración de un código de
comportamiento respecto a las cuestiones relacionadas con la calidad del ambiente.
El objetivo de la educación ambiental es lograr que tanto los individuos como las comunidades
comprendan la complejidad del ambiente natural y el creado por el bombre, resultado este último
de la interacción de los factores biológicos, físico-químicos, sociales, económicos y culturales, para
que adquieran los conocimientos, valores, actitudes y habilidades; prácticasque les permitan
participar de manera responsable y efectiva en la previsión y resolución de los problemas
ambientales.
Para el caso de México, además de los objetivos anteriores, se añaden los siguientes:
Transformar los esquemas teórico-metodológicos de las relaciones hombre-hombre y
hombre-naturaleza.
Desarrollar a través de la educación una conciencia ética hacia los valores ambientales.
Algunas de las metas que se persiguen con la aplicación de este modelo de educación ambiental
son las siguientes:
El conocimiento de los problemas ambientales, puede, bajo principios orientados a audar a
comprender un poco más lo complejo de la realidad que vivimos. Esto no significa que los
contenidos por si solos conduzcan al estudiante a un cambio de actitudes.
Ética ambiental
La ética se define como la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones de los
seres humanos, proponiendo para ello, un modelo de comportamiento humano a través de un
conjunto de normas morales o valores que tutelan la conducta de las personas.
La educación en los valores en el campo ambiental debe promover un cambio fundamental en las
actitudes y en el comportamiento individual y grupal, que permita adoptar formas de vida
sostenibles para mejorar las relaciones entre los seres humanos y las de éstos con la naturaleza.
Es importante para la educación ambiental resaltar algunos valores:
Tolerancia. Éste debe ejercerse en el marco de los debates y las discusiones que implican tomar
decisiones. El debate tiene que transcurrir sin agresividad, sin que sea apriorístico; es necesario
que en éste exista la comprensión de las distintas posiciones, sin que esto signifique que se deban
aceptar estas posturas.
Solidaridad. Debe traducirse en acciones de apoyo, cooperación y diálogo entre diversos sectores
y entre las distintas generaciones.
Responsabilidad. No se trata de sentirse culpables o actuar como si los problemas no nos
afectaran, sino de ser conscientes, de reflexionar, de involucrarse, de actuar.
Respeto. Éste debe abarcar todos los aspectos relacionados con el ser humanos: a la Tierra, a la
vida, a la libertad de credo, a la preferencia sexual, a la diversidad cultural, etcétera.
Equidad. La equidad debe estar presente en todo tipo de relación humano; sólo de este modo se
podrán eliminar las desigualdades y democratizar las oportunidades, satisfacer las necesidades
humanas y superar todo tipo de discriminación.
Justicia. Éste debe aplicarse a todos por igual para reafirmar los derechos y deberes de la
humanidad en toda su diversidad.
Participación. Ésta debe servir para fortalecer la democracia, garantizar la gobernabilidad y
facilitar la autodeterminación en la toma de decisiones.
Paz y seguridad. Ambas consisten no sólo en la toma de decisiones, sino en el equilibrio en las
relaciones humanas y la congruencia y expresión respecto de éstas hacia la naturaleza.
Honestidad. Es la base para afianzar la confianza.
Conservación. Deberá garantizar la existencia de la vida y la Tierra y preservar el patrimonio
natural, cultural e histórico.
Precaución. Obligación de prever y tomar decisiones con base en aquellas que ocasionen un
menor daño e impacto.
Amor. Fundamento para mantener una relación armónica, en la cual preponderen el compromiso y
la responsabilidad hacia esta relación.
Educar en Valores
La educación ética formal debe apuntar al desarrollo armónico e integral de los estudiantes, es
decir, tenderá al logro de una preparación científica indispensable para comprender la realidad y a
un humanismo basado en la adquisición de valores. No es posible tener en cuenta sólo uno de
estos aspectos.
Nuestra realidad social muestra con frecuencia una crisis de valores, crisis moral cuya
responsabilidad se adjudica a muchas veces a la escuela, problemas actuales como los de la
salud, la no satisfacción de necesidades básicas para un número cada vez mayor de personas y el
deterioro ambiental, parecen estar relacionados directamente con la educación "la institución
escolar debe responsabilizarse de estos fracasos", es el discurso más generalizado.
El reto de la educación en valores consiste en generar espacios dentro de la universidad para que
se analicen críticamente los dilemas morales de esta sociedad, a fin de que se elaboren
pensamientos autónomos, solidarios, participativos y respetuosos de los derechos del hombre.
El creciente deterioro ambiental expone situaciones en las que los valores universalmente
reconocidos se ven infringidos en forma constante. La pobreza, por poner un caso, fruto del
desequilibrio, viola tanto la igualdad como la libertad y compromete seriamente la calidad de vida
de los hombres.
Educación en, sobre y para el ambiente
Estas preposiciones no pretenden sugerir modos alternativos de construir oraciones "ambientales o
ambientalistas", sino que van más alla. Así en y sobre sugieren un enfoque diferente acerca de la
manera de encarar la educación ambiental, considerando tambien su evolución.
Los objetivos de la educación ambiental postulan el conocimiento de la dinámica que encarna el
ambiente y pretenden mantener una fuerte actuación de los individuos a través de la adquisición de
conductas responsables, éticas y comprometidas con la conservación, la preservación y la
protección de los recursos.
Una educación ambiental para el ambiente exige la presencia y tratamiento de contenidos que
permitan una nueva conducta de los ciudadanos respecto a la problemática ambiental.
Una educación ambiental sobre el ambiente y en el ambiente exige un cambio de actitud respecto
al entorno, por lo que es necesario tener un acercamiento y contacto para aprender en y de él.
La educación ambiental debe ir más allá de la simple transmisión de conceptos que favorezcan la
actitud pasiva del estudiante. Exige la capacidad para analizar y proponer soluciones a los
problemas. Éstas pueden alcanzarse mediante el cuestionamiento de ideas, la formulación de
nuevas hipótesis, además de la integración y práctica de valores.
Etica Ambiental
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