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“Tocar la Ceiba con la mano, fortifica”

Todo en ella es beneficioso ; contemplarla


si llueve, mirar el agua que resbala por su
tronco, “refresca el corazón”.
Éste árbol que se cree imperecedero,
y que para todo tiene una virtud, suma de
la fuerza mística de la vegetación, la tiene
también, para hacer fecundas a las
mujeres estériles. La que desea concebir
y consulta a un alasé o palero, beberá
durante tres lunas seguidas, para lograr
su anhelo, un cocimiento de la corteza de
una Ceiba hembra que se descascara de
la parte de su tronco cara al naciente. Y
en cambio, la que no desea parir, la
tomará de una Ceiba macho, orientada al
poniente.
Bomá, hermana de Irokó, es la
divinidad que acuerda esta gracia. Le ha
dado hijos a mujeres que llevan años de casadas esperando su maternidad.

Una almohada rellena con el tenue y suave vellón de la Ceiba, produce sueños
extraños, a veces, proféticos. El durmiente en contacto con el árbol de los espíritus, entra
confusamente en comunicación con seres y cosas del más allá.
“Obatalá que manda los sueños, toma la cabeza del que duerme en almohada o colchón
que tenga flores de la Ceiba”. De ello que, el verdadero algodón para envolver la piedra
de Obatalá, no es algodón de algodonero, sino vellón de Ceiba.
En algunos ilé, al iyawó de Obatalá que duerme en el suelo sobre una estera durante
los siete días del Asiento, se le pone en ésta una rama de Ceiba.

El agua que rezuma el tronco, “el sudor de la Ceiba”, o que deposita en alguna
cavidad de las raíces, es milagrosa. Sirve para bien y para mal. Con esta agua se baña
también al que hace juramento, y se lava el “espejo mágico”. No es raro que allí, en la
humedad de los raigones se encuentre un manca perro, Ngúnguru, sabandija mágica,
muy apreciable y que no ha de faltar en una ngangá. Su contacto aumenta la virtud de
esta agua de por sí bendita. “Agua Ngúnguru, buena pá remedio, Agua Ngúnguru
bonánfila, buena pá remedio”.

Las raíces de la Ceiba están siempre llenas de ofrendas y monedas, que nadie se
atreve a tocar ni apropiarse, de ante votúm y de promesas cumplidas. Es en la Ceiba
donde ha de prometerse a la Virgen del Carmen, Aggomé, a Santa Teresa, Oyá y a
Jesús Nazareno, Obbalufón ; vestir sus hábitos, “vestir promesa”, durante un tiempo
determinado o quizá la vida entera, como antaño solía ser tan corriente.
Estas promesas ya anticuadas, son las que aún cumplen con devota y marcada
complacencia nuestros negros : Padres nkisos y Babalawos, intérpretes de las
divinidades, las aconsejan continuamente.

En los patios de muchos santeros, y quienes particularmente siguen con la tradición,


suele construirse un castillo de mampostería que, encierra el tronco de una Ceiba que se
extiende sobre éste con sus jóvenes ramas nuevas.

Para nuestros negros, que aún observan escrupulosamente los preceptos de la


Semana Santa, era y es un gran día el Sábado de Gloria. El mejor de todos para cortat
palos y arrancar las yerbas ; para saludar la Ceiba. Jueves y Viernes Santos, olochás,

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iyalochas y babalawos, se abstienen de ejercer sus funciones y de ofrendarle comida a
ningún orishá. Se vacía el agua que baña a las piedras del culto y se cubren con tela
negra. No se les encienden velas, no se le tocan campanas, aggogó, ni siquiera se les
da de beber. Los orishas guardan un luto riguroso. Y las ngangás cristianas, también.
Los Kimbisas, desde la seis de la mañana hasta la tarde, visitan las Iglesias y los
cementerios. Los ñáñigos cubren a Akanarán. No se arranca una sola yerba ; pero a
oscuras, antes de salir el sol del Sábado de Gloria, todos van al campo a saludar a la
Ceiba y proveerse de ewé o de vititi, de yerbas y plantas que llevan a sus casa
chorreando el ororó, el rocío, milagroso y sagrado del amanecer, oyumá u oloni de este
día. Resucita el señor, Baba Olorun, la vida vence a la muerte y continúa.

Otro día que se debe recoger la yerba - y bañarse, pues de lo contrario “salen bichos
en el cuerpo” - es el 24 de junio, en que en la Habana se celebra a Oggún, señor del
monte. Ese día además, se enciende la tradicional fogata con palos del monte y algunos
secos, caídos, de la Ceiba, momento ideal para templar hierros y hacer herramientas de
atributo al dios de la guerra y del hierro. Las cenizas sirven al día siguiente como abono
para la nueva Ceiba que se hubiera plantado y consagrado en nombre de Irokó.

Son muchos los misterios y prodigios que ocurren en Semana Santa, y solo el
aggugú y el muloyi penetran en el monte para aprovecharse de la influencia maléfica de
Eshu o Kaddiempémba, que es entonces dueño incontestable y acrecienta el poder de
los palos y bejucos malvados con los que compone o refortalece sus prendas.
El monte es entonces teatro de las más extrañas y horrendas apariciones. En semana
Santa, nadie debe alterarse, ni siquiera se regaña a los muchachos. Son días de
absoluta abstinencia que observa estrictamente la Santería.
En ello, “los matrimonios tienen mucho cuidado”. Si una mujer peca y concibe en
jueves o viernes Santo, lo que traiga al mundo no será bueno. El diablo se metió en eso.
Tampoco esa fecha se trabaja : “Dios castiga lo que se hace ese día, a menos que no
sea por pura necesidad...” En tiempos de la colonia, a algunos ingenios, se los tragó la
tierra por moler en Viernes Santo. Oggún Areré le llevó la mano a Abelardo el carpintero,
un ricachón avaro, que se encerró en su taller en Viernes Santo a terminar un encargo.

LA PALMA REAL
Su relación está dada con el gran orishá Xangó, con Oyá y Aggayú. Su nombre se
conoce en lucumí como : Ilé Xangó orishá ( el templo del orishá Xangó ) ; Iggi Oppwé ;
Opé, Alabbí, Cefidiyé, Eluwere, Oluwekón. En Congo : Lala, Mábba, Diba, Dunkendé.
El más popular de los orishás, Xangó, “Alafi Alafi rey de Oyó y rey de reyes”, Santa
Bárbara, es inseparable del árbol más bello y sugestivo de Cuba. Xangó Olúfina mora en
las Ceibas, pero a la incomparable Palma Real, que imprime al paisaje de la isla el
encanto de su gracia altiva, fina y melancólica le cabe el honor de ser la “verdadera casa
de Alafi”, su vivienda predilecta. Es su trono y su mirador. Allí suele manifestarse en su
aspecto más terrible, Xangó Obayé. Es dueño de otros árboles, del álamo melodioso, del
jobo, del framboyán incandescente, del cedro, del pino ; pero la Palma es el más
simbólico de su divinidad. El rey del mundo que se viste de punzó, el negro prieto y
bonito que come candela, el dios del fuego, desde la vara afilada y trémula de la
palmera, que se eleva al cielo, dispara sus flechas a la tierra.

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“Donde está la Palma Real, está Xangó
descollando en la rama y plantando como en la torre
de su ilé olódin ( castillo )”. Este cogollo que se eleva
en el centro del airoso penacho que componen sus
brazos, es un verdadero pararrayos que atrae las
descargas eléctricas. Xangó, el trueno, “el artillero del
cielo”, va siempre a la palmera, cae en la Palma Real.
La asociación con el gran orishá se hace inevitable.
Por el rayo que fulmina todos los años un número
considerable de éstos árboles, sobre todo en la
estación de las lluvias. Alábbi o la Palma tiene
también, en la economía religiosa, un valor
aproximado tan sagrado e importante como la Ceiba.
La Ceiba es del Santísimo, y la Palma de Santa
Bárbara. La Palma captura al rayo y se lo guarda
dentro. Tiene potestad para “amarrar” al rayo. Según la antigua clasificación Ewé, la
Palma es árbol familia de candela legítima de Xangó Obakosó. Es su pedestal, que el
devoto llega a confundir muy a menudo con el mismo orishá.
Naturalmente por su parentesco o afinidad con Xangó, otros orishas participan del
culto que se le rinde en las Palmas Reales, como Oyá o Yannsá, Mamá-Oyá ferékun, la
Virgen de la Candelaria, la “dueña de la centella”, su inseparable y fiel concubina, que le
sigue a todas partes y combate a su lado en todas sus contiendas.
Oyá Obinidodó, es el brazo derecho de Xangó. La mujer que él más quiere y
respeta. Cuando Xangó sale a guerrear, ella va adelante. Siempre pelea su lado con dos
espadas. Sin la ayuda de Oyá, a Xangó lo hubiesen derrotado muchas veces, como en
su primer guerra contra Oggún.
Oyá de Tapa es del mismo territorio que Xangó, de Ilorín brincó para Cuba. Es hija
de tierra Otá, como se declara en este soróyi ( canto ) : “Omá dó omó otá, Omá dó omó
otá, ré bi iwá Oyá, Malá eleyá” ; pero siguiendo a Xangó fue a Takuá : “Oyá, ¡ jecua jei
yo ro obino óddo ! ¡ Oyá wolenilé irá !”.
Los yesas ( Ijeyá ) dicen que es de su nación ; los takuás, también, al igual que los
mina. Pero generalmente se habla sobre su raíz Takuá.
Todos los orishas odiaban a Xangó. Se confabularon para hacerle una guerra sin
cuartel. Él lo supo y les dijo : ¡ Vengan todos, que pelearé hasta morir...! Oyá se sentó a
contemplar la batalla. Xangó luchaba con un hacha en una mano y un machete en la
otra, día tras día, solo y contra todos. La batalla se prolongaba y ya Xangó no podía
más. Oyá mirando. Cuando se empezó a desmayar, Oyá entró en la lista echando
chispas, y gracias a ella, Xangó salió triunfante.
La lealtad de Oyá, su fidelidad y constante abnegación, no le faltó en ningún
momento de su azarosa vida. Xangó pasó por muchos trabajos : era un jugador, un
tropa, un pendenciero... Fue hombre y rey, Alafín, antes de volverse santo y subir al
cielo. Todos los demás reyes de las otras tribus, lo perseguían y le declararon la guerra
para acabarlo de una vez. Xangó pasó su vida haciendo maldades, huyendo y peleando.
Y Oyá firme a su lado. Oyá y Daddá y Obañeñe, la hermana de leche de Xangó. Se
metió en la tierra con Oyá y Obañeñe, y los tres juntos se fueron al cielo... Fue un rey
que se volvió Ochá.
Unas veces Oyá, que también es el “Viento Malo”, el remolino, la tromba o manga de
aire devastador, precede a Xangó llevando la tempestad en sus faldas, mientras el
orishá combate lanzando rayos y piedras y echando fuego por la boca. Pero Oyá con ser
tan revolucionaria y tan valiente en la pelea y más fiera que Xangó, es muy mujer, muy
amante de su hogar. Pasa años sin salir, metida en su rincón.
Obakoso, Santa Bárbara, cuando era de este mundo fue rey de todas las lucumis.
Pero era malo como un diablo y no podían soportarlo. Rey errante, que tenía que huir de
todas partes. De Oyó, donde hizo horrores, fue a Nupé con Oyá. Allí estaba su madre

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Yemayá. Cuando creyeron que se habían librado de él, porque se hizo el muerto, les
cayó encima arremetiendo candela, metido en la tormenta, y acabó con todos.
Xangó Eyéo, peleaba echando por la boca humo y candela y disparando rayos.
Pelea también con maza, hacha, machete y un cuchillo en forma de media luna. Por
donde pasa guerreando deja a los pueblos hechos montones de ceniza. ¡ Ainá yole
omóba ! Rabioso como él solo ; acababa con cuánto se le ponía adelante. Por eso
cuando se tiene un muñeco vestido de Xangó, nunca se le pone el brazo con la espada
en alto. Se arma de seguro.
Hay un Xangó más serio que va a caballo, y otro que va a pié, el que huye. El más
escandaloso y peleador de todos, es el de Takuá. Eshu y Osaín, su padrino, andaban
siempre con él. Y va pié con pié, con Oyá Yansá, que era la mujer de Oggún,
contrincante de Xangó.
Oyá era reina de Kosó. Es santa de corona, boloya, buena moza, como Obatalá,
Ochún e Yemayá. Se metía en el monte y cazaba animales como un hombre. Tiene una
hermana Ayaó, señorita, que no se asienta, pero que se nombra. Cuando Oyá baja le
canta a su hermana : “Abeokutá mó fi Ayaó, Abeokutá lú sangé”. Esto se baila además
como una marcha. Ayaó prohibe el matrimonio como Yewá. Se parece a Yewá. Los
ngangá la respetaban mucho.
Xangó hacía cuánto quería. Las quejas le llegaban a Obatalá de todas partes. “Es
que se ha criado lejos de mí”, decía el viejo, pero le voy a hacer sentir el peso de mi
Ley ; y así fue. Un día Xangó amarró su caballo a la puerta de una mujer ; pasaron
Obatalá y Oddúa y se lo llevaron. Cuando Xangó preguntó por su caballo, le contestaron
que lo tenían dos viejos que iban andando. Xangó salió disparado, echando candela.
Obatalá lo vio venir y le gritó : ¡ Kunlé foribalé ! Y Xangó sintió el peso de la ley : se tiró al
suelo. Xangó llevaba su eleke ( collar ) todo de cuentas rojas. Obatalá se lo combinó con
cuentas blancas y le dijo : “así verán que eres mi hijo, y esto aplacará tu malhumor...”
Obatalá vivía en un palacio que tenía diez y seis ventanas. Obbá, enamorada de
Xangó, le dijo a Obatalá : “dígale que yo lo quiero”. Obba le llevó un caballo moro de
regalo, y lo dejó en el patio del palacio. Obatalá lo encuentra y le dice : “mira Xangó lo
que te ha traído de regalo Obbá”. Y le responde : “muy bonito el caballo padre, pero la
mujer que a mí me gusta es Oyá”.
Cada pueblo le atribuye a Xangó una mujer de correspondencia, pero éste tiene a
tres : Obbá, Ochún y Oyá. En realidad su original mujer es Obbá, de tierra Takuá, es
Obba Yurú, Obba Guirielú, Santa Catalina de Siena o la Virgen del Carmen. Pero Xangó
la rechazó luego de aquél altercado con su oreja...
Obba no obstante, reclama a Xangó judicialmente. El juez que celebra el juicio es
Ocha-Okó, San Isidro Labrador, que falla los pleitos de los Santos, y Xangó explica
porqué motivo abandonó a Obbá. Xangó la llevó al cielo. No baja a ninguna cabeza. Si
Obba Yúru baja a éste mundo, será tan sólo para llevarse a un hijo. De igual, Xangó
continuamente la consulta. Está en el cementerio, al borde de las fosas. Cuando se le
baila a Obbá, sus hijas tapan con las manos sus orejas.
Cierta vez Yemayá hablando con Obbá le contó lo glotón que era Xangó, y las
cantidades de harina y quimbombó que había que cocinarle. Qué ya casados, Xangó la
abandonaba. Se perdía y pasaba muchos días fuera de casa. Xangó no quería más que
batá y comilona. En una de esas ausencias, Elegguá de dijo a Obbá que le diese una
fiesta ; buscó a Xangó y lo llevó al batá que le preparó Obbá. Oyá fue a buscarla para
llevársela a la fiesta, pero Xangó estaba divirtiéndose, y le enseñó a Oyá la cabeza del
carnero ; esta se asustó y se fue. En esta historia, se comenta que Obbá para amarrarlo
se cortó su oreja y la tiró en el quimbombó, y al verla Xangó se marchó. Obatalá cubrió la
cabeza de Obbá con su pañuelo blanco, el cual ella no se quita nunca. De allí nace otra
contienda de enemistad entre Obbá y Oyá.

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Xangó es un mujeriego incorregible. Una
leyenda nos explica por qué las Palmas, más que
otros árboles, son blanco de los rayos.
Xangó subía a una, y desde allí se comunicaba
con señas con las mujeres con quién tenía
relaciones muy secretas. Sin duda, para evitar las
sospechas de Oyá, y el temible enojo de la diosa,
toma mil precauciones. Sin embargo, Oyá advirtió
aquellos extraños manejos de Xangó. Comenzó a
espiarlo: vio que trepaba a la Palma con
demasiada frecuencia y decidió cerciorarse de lo
que hacía allí, escondido entre las pencas. Xangó
supo inmediatamente que Oyá había trepado hasta
lo último de la copa y dedujo que la diosa estaba
alerta, observándolo de cerca y acaso a punto de
descubrir sus secretos galanteros. No la requirió,
pero llenó el árbol de lagartijas, que asustan a
Oyá, de manera que cuando esta volvió a la Palma
y comenzó a trepar, innumerables lagartijas,
pardas o verdes, se deslizaron por el tronco en
todas direcciones y, la diosa, en su azoramiento
por matarlas, quemó la Palma de una centella.
Desde entonces, éstas son víctimas de los celos de Oyá, defraudada por la evidente
complicidad de las lagartijas alcahuetas, que le impidieron llevar más adelante sus
pesquisas.
De esta leyenda existe otra versión en la que Oyá no interviene. La lagartija,
Agguema - Adllaí decía, alomá - mensajero de Xangó, no le llevó a una mujer que el dios
cortejaba, un regalo pequeño y valioso que éste le había prometido deseoso de vencer
en ella una fingida y calculada resistencia. La lagartija se introdujo el presente en la boca
y partió velozmente en busca de la dama, pero en el camino, en un descuido, se lo tragó,
y el regalo no llegó a manos de la coqueta que lo esperaba con la mayor ilusión, y que
achacó aquél olvido a la proverbial inconstancia de su turbulento enamorado.
Hacía algún tiempo que la turbulenta lagartija andaba muy inquieta, luchando por
desembarazarse de aquel objeto que tenía atragantado y que no podía expulsar de
ningún modo. Cuando Xangó se enteró, por los reproches que le hizo la mujer, de la
conducta incalificable de alomá, furioso le pidió cuentas, preguntándole con su voz de
trueno qué había hecho con el encargo, lo tachó de ladrón y lo amenazó de muerte si no
restituía inmediatamente lo que había robado. ¡ Restituir...! ese era el problema sin
solución posible con que se enfrentaba a diario la lagartija. A cada palabra salía un
borbotón de llamas de la boca del orishá iracundo. Lo escuchó un momento, pero el
objeto, fijo en su garganta que palpitaba distendida como una bandera teñida con la
sangre de un esfuerzo supremo, y el pavor que le causaba la cólera fulminadora de
Xangó, le impidieron explicarse. Huyó remontando el pulido tronco de una Palma Real y
se ocultó arriba en el plumero. Xangó ya en el colmo de la indignación, le lanzó un rayo,
que en vez de alcanzar el atorado mensajero, hirió a la palma de muerte. “Cuando se
oye tronar de lejos, las lagartijas levantan al cielo una manita como pidiendo perdón. A
las doce del día, en punto, bajan a besar la tierra. Hacen una cruz con la boca e
inmediatamente vuelven a subir a lo más alto del árbol”.
En otra leyenda, Xangó, gran danzarín y dueño del tambor olú bata, fue invitado a
bailar “meta”, un baile distinto al bakoso, en el que todos los movimientos se acompañan
con las manos. Xangó estaba a la sazón en tierra Mina y se fue a bailar a tierra Takuá.
Era, como se nos ha dicho tantas veces, adivino y curandero, y dejó en el monte su até,
el tablero para marcar los signos de los augurios, arrimado al tronco de la Palma que
habitaba. Xangó confiaba en ella ; no dudó de que lo cuidara bien en su ausencia. Sin

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embargo, a poco de marcharse, aquella hizo siesta y se durmió profundamente ( no hay
árbol más abstraído, que de más la sensación de abandonarse al sueño que, la
palmera ). Orulá pasó y se llevó el tablero “para coronarse con el”. Cuando Xangó
regresó de la fiesta, al llegar a eba odo, a la orilla de un río próximo a la palma, se
encontró con Osaín. Este le señaló el árbol ; Xangó no vio su tablero y comprendió. Le
lanzó un rayo y desde entonces castiga a la Palma porque no supo defender su tablero,
ni impedir que Orula se lo apropiara.
En África el árbol de Xangó es de una madera muy dura, llamada Ayá. Un viejo
lucimí tiene un oché hecho de esta madera. Todas las naciones le hicieron “moforivale”
en la Palma a Oní Xangó, Elúwekon, Obbálubbe, Alayé, Obbadimelle, rey dos veces,
primera cabeza de la raza lucumí. Éste oché, cetro de Xangó, se construye con madera
de palma, y cuando el dios baja a los güemileres lo empuña para bailar.
Los congos llamaron al dios del trueno Nsasi y Nkita, y “lo invocaron también en la
Palma Real”.
Todos los pueblos que castigó duramente, luego lo aclamaron y veneraron. Cuando
llegaron popós, egbás, ijechás, aggwaddos, binis, oyos, todos los lucumis que vinieron,
en seguida reconocían a Xangó en la Palma Real : veían la espada de Obbakoso.
Xangó nació en Takuá. Arranca di mete tierra sabalú, mete tierra dajomi ; en Dajomi
ñama Jebioso ( va de Takuá a Sabalú y de allí al Dahomey y luego al Congo. En
Dahomey le llaman Jebioso ). Arranca di Dajomi ; cae en Congo. En Congo, Xangó,
Aggayú, Gangá Zumbá, son “siete Rayo”, Tronco batalla, é ñama Nsasi. Xangó, Aggayú,
son lo mismo, Nsasi-Nsasi. Xangó camina pá la pámma, brinca pá güin. ¡ Y ese son rey
de Cuba !
Xangó tomó su tablero, su castillo y su pilón, con los que había descendido del cielo,
y emprendió el camino del destierro. Era un negro bien parecido, trabado y colorado.
Pone su pilón en el cogollo de la Palma y se planta muy derecho arriba del pilón. En la
cabeza lleva un castillo, en una mano un hacha y en otra una barrena, porque fue
barrenador, y en la cintura un machete, pues fue desmalezador de plantas. Andando,
andando se encontró con Orulá y le dio el tablero. Sabía que Orulá, hombre viejo y serio,
tenía gracia en la vista e iba a guardárselo bien y a respetarlo. Adivinando entonces con
caracoles y cocos, y cantando y bailando, armando camorras y fiestas, Xangó llegó a
tierra Yesa. El pueblo lo acoge y lo aclama. En tierra Yesá ocurrió un milagro. El pueblo
recibe un pilón que se aparece volando por los aires, se lo llevan a Xangó, y éste
reconoce que es el suyo. Pero el castillo nunca apareció.
Los Santeros nunca se ponen del todo de acuerdo, pues algunos dicen que Xangó
era gangá y otros lucumí. La cuestión es que en una de estas tierras lo consagraron Oní-
Xangó, rey, poniéndole en la cabeza un gorro rematado por un hacha de dos filos. Aquí
es un gran brujo, un gran adivino, y el viejo Orulá confirma sus palabras. Orula lo
acreditó en aquella tierra y donde quiera que lo consultaban. Xangó fue rey de Kosó, de
Móbba, de Owó, de Ebini, Oso, Ima, Tulempe, Adó, y por eso es que tiene tantos
nombres y títulos. Es el que más caminos ( avatares ) tiene, porque recorrió todo el
mundo. No se cansa de pelear. Era cruel, y por cuenta de sus guerras y atropellos, huye
de un país a otro con un esclavo que le sigue los pasos y no lo deja solo un momento.
Todos sus amigos se le unen y se hacen fuertes, y lo persiguieron y acosaron. Pero al fin
Xangó los aniquila. ¡ Cuándo él se engalla, Yemayá trata de aplacarlo ; Olofi intercede si
nó, convertiría al mundo en cenizas ! Por eso dicen los contemporáneos que, la energía
nuclear y la bomba atómica pertenece a éste gran orishá...
Una imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, equivalente católico a Obatalá,
debe hallarse siempre junto a Xangó, para que lo aplaque en todos los momentos.
Cierta vez que Xangó adivinaba en público, un cojo leproso que oía su palabra, le
preguntó : ¿ Por qué no me dices nada ? ¿ No quieres adivinarme ? Te diré, le contestó
Xangó : “mi padre me ha dicho que aquí en esta tierra yo tengo un hermano y un medio
hermano, mayores que yo. Ese medio hermano eres tú. Escucha ahora. Donde nací no
pude vivir. Hoy me llamo Oní Xangó, pero vivo en tierra ajena. Tu porvenir y tu suerte

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están lejos de aquí. Vuelve la espada y vete. Atraviesa el monte y encontrarás donde
reinar”. Y el leproso le pregunta : ¿ cómo voy a andar mundo en el estado en que me
encuentro ?
Aquél hombre era Babaluayé, San Lázaro. Entonces Xangó se dirigió a otro hombre,
que se hallaba también presente, y que era Oggún, su otro hermano, acompañado de
dos perrazos. Le tomó los perros y se los dio a Babaluayé. Oggún se los reclamó a
Xangó (Oggún tiene muchos perros y Xangó muchos caballos) Esta acción de Xangó dio
lugar a una guerra entre los dos, motivo por le cual son rivales. Muy poderosos los dos,
siempre están en pique y por nada se van a las manos.
Aquella vez Xangó para resolver la cuestión, le lanzó un rayo a Oggún y éste lo
desvió con un pincho de hierro que tenía en la mano. Xangó le zumbó el rayo a Oggún
en su herrería, y se la llenó de humo. Aunque Oggún es tan templado como Xangó, no lo
esperaba y se asustó. Babaluayé en tanto, atraviesa la selva protegido por los perros, y
en la dirección indicada por Oní Xangó, llegó a la tierra de los Ararás y se tendió a dormir
a la puerta de una casa. Allí pasa la noche, y de madrugada, un muchacho lo despierta.
Aquél adolescente tenía como él, un cuerpo eternamente llagado. Le dice : ¡ Cuánto
debes sufrir con estas llagas ! ¿ Tú sufres como yo ?
Babbá al oírlo le pregunta : ¿ Quieres que te cure ? ; y el muchacho con mucha fe le
responde : ¡ Cúrame, por favor, cúrame...!
Babaluayé le pidió harina, manteca de corojo, y un saco de zaraza ( hilo de huenequén ).
Hizo un pan con la harina, lo mojó en la manteca y le frotó todo el cuerpo con aquél pan.
Quemó la ropa que llevaba puesta, y lo vistió con el saco de zaraza.
Toma este pan, le dijo cuando hubo terminado de limpiarlo, ve a tu casa, clávalo detrás
de la puerta y ve después a desnudarte en presencia de tú madre. Cuando ésta vio el
cuerpo de su hijo, eternamente limpio y sano, corrió por el pueblo pregonando el milagro,
y todos pudieron comprobar la maravillosa curación que había operado en el muchacho.
San Lázaro, como le había augurado Xangó, reinó en Dajome. Allí hizo reconocer a su
hermano con el nombre de Jebioso.
Otra historia nos cuenta que, en aquellos tiempos en que Xangó andaba de
vagabundo, sin techo, pero con mujeres por todas partes, y enamorado de Oyá, le
sorprendió la noche en el camino. Buscando donde meterse, la primera casa que
encontró fue un castillo. Aquel castillo era de Babaluayé. Pidió hospitalidad, y el viejo se
la concedió. Al levantarse, porque Xangó era así, a veces, traicionero, y ladrón, le dijo a
Babalú : “Vete y déjame el castillo. Esta es ahora mi casa”. Babaluayé asombrando le
dice : ¡ No puede ser, pelearemos, mi castillo quítamelo con las armas !
Xangó no tenía armas, y por eso fue a ver a Oyá : “Voy a guerrear con Babaluayé para
quitarle el castillo”. Entonces Oyá le dice : ¿ Pero con qué gente cuentas para pelar
contra Babaluayé ? Él es más fuerte que tú, tiene muchas tropas.
Mira, le dice Xangó, yo cuento con tu ayuda. Pelearemos tú y yo. Y a la mañana
siguiente los dos se presentaron frente a las puertas del castillo. Xangó gritó : ¡ Ya estoy
listo !
Babaluayé se envolvió en una manta, abrió la ventana para contemplar los claros del
día, y la chispa de Oyá entró en el castillo que se incendió completamente, y Baba y sus
soldados, sin librar batalla, tuvieron que dejárselo a Xangó.
“Con fuego y vendaval, hacen ellos la guerra...” Por eso, en cierto tiempo, Xangó no
le permitía fumar a sus hijos en una reunión de ilé. Dice que nadie más que él hecha
humo por la boca y las nariz.
Otra vez, de Mina fue a Takuá a matar a un animal feroz, que acababa allí con todos
los hombres y nadie podía con él.
¿ Para que has venido ? ¿ Para dejar la vida ? le dijeron.
¡ No ! Vengo para acabar con ese monstruo...
Aquel dragón rugía, y toda la tierra temblaba. Devoraba a las mujeres ( y eso a Xangó le
desagradaba ). Xangó no quiso soldados para vencerlo. Solo y cuerpo a cuerpo, luchó y

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lo mató : “Kaui Kaui Maforilé. Ké eñí Aladdo, titila eyé...”, Xangó cantaba esto y echaba
borbotones de candela por la boca.
Hipócritamente, en Takuá y en Tulempe le hacían fiestas a Xangó, las mujeres lo
querían con locura, pero los hombres lo odiaban. En una fiesta lo prenden y lo encierran
en un calabozo con siete vueltas de llave. Xangó había dejado su pilón en la casa de
Oyá. Pasaron los días y como Xangó no venía, Oyá movió el pilón, miró y vio que estaba
preso.
Allá en la cárcel, Xangó sintió que andaban con su pilón y se dijo : ¡ Nadie más que Oyá
sabe templarlo ! Y boto truenos y más truenos. Oyá enciende su brasero y empieza a
ochiché ( a cantar ) : ¡ Oyá samaterére, Oyá samaterere...! Pero el canto no la
acompaña, no domina. La candela la quema. Cuando ve que se quema cambia de canto
: “Centella que va bané, yo sumarela sube, centella que va bané, yo sube arriba palo...”
No dice más que estas palabras, cruza, y el número siete se forma en el cielo. La
centella rompe la reja de la prisión y Xangó sale. Ve a Oyá que viene por el cielo en el
remolino y se lo lleva de la tierra Takuá. Hasta aquel día Xangó no sabía que Oyá tenía
centella. Ahí empezó a respetarla.
Con frecuencia, en los altares populares de Cuba, las ramas de la pequeña palmera
de latón, sostienen a un soldadito de plomo que representa a Xangó. Palmas de juguete
nunca faltan en estos altares como símbolo tradicional del dios fuego y de la guerra.
Participa de la Palma Real, además de Oyá, el gran orishá Aggayú, Brazo-Fuerte. La
bola del mundo Aggayú solá, Aggayú Larí, San Cristobal, Babadina, el dueño de la tierra
y del río, hermano mayor de Xangó, y para otros, su padre.
Según las distintas leyendas, así fue que Xangó, hasta que se hizo hombre, no
sabía que su verdadera madre era Yemayá, y que su padre era Aggayú. Sin saber que
era su madre, quiso que fuera su mujer. Un esclavo que seguía a Xangó por todas
partes, se lo advirtió a Yemayá, y ésta antes de cometer el pecado le dijo : ¡ Omó mí ! ,
no tengo madre contestó Xangó ; y Yemayá entonces le dijo : ¡ Lubbeo ! y le ofreció el
pecho, donde Xangó, reconociéndola, se echó a llorar.
Ochún tampoco sabía que Xangó era su sobrino, y fue su mujer. No estaba bien
visto, era iré, que su sobrino se acostase con su tía.
Yemayá si no es la madre carnal de Xangó, lo adora como una madre, ya que otras
leyendas sostienen que Obatalá ( achupá Xangó ) dio a luz a Xangó y tuvo que
abandonarlo porque era fruto del pecado. Yemayá se ocupó de su crianza. “Es su madre
de leche”.
Yemayá parió a dieciséis orishas, y es madre de Alafi. “Y hay misterios en la religión,
de los cuales no debe hablarse”. Yemayá quiere tanto a su hijo que ella misma lo inició
en la vida. Fue su amante. Le enseñó a bailar, y no quería que bailase con ninguna otra
mujer. Orula, que era su marido, tuvo celos de las preferencias que Yemayá, en todo,
demostraba por Xangó. Con Oggún que fue luego marido de Yemayá, sucedió lo mismo,
y por este mismo motivo hubo guerra.
En otra leyenda de tierra Mina, Yemayá no comete incesto, le da en cambio una
buena lección a su hijo.
De este tema tan tabú y cuestionable entre la moderna comunidad afro en Cuba, los
viejos y más contemporáneos, rehuyen hablar de incestos, infidelidades y otros temas
referidos a la procreación, pero son importantes para tener referencia sobre el cómo del
origen de los orishas y sus patakkí, y el porque las relaciones de ellos con los humanos y
sus características particulares.

76
BABALÚ AYÉ
Éste era otro orishá muy mujeriego que
andaba continuamente en parrandas hasta que
todo el mundo le perdió el respeto, y la misma
orisha Ochún, que era su mujer, lo abandonó.
En una fecha sagrada, Orula le advirtió : hoy
domínate y no andes con mujeres...! Sin hacer
caso del consejo, esa noche se acostó con una
de sus amantes. Al otro día amaneció con el
cuerpo lleno de llagas purulentas. La gente huía
de él, porque le tenía miedo al contagio y sólo lo
seguían algunos perros, a los que gustaba
lamerle las llagas. Por mucho que suplicó, Orula
se negó a perdonarlo, y al fin, Babalú Ayé
murió. Pero a Oxum le dio lástima, y gracias a
sus ardides consiguió que Orula le devolviera la
vida. Ahora Babalú Ayé sabía bien lo mucho
que sufren los enfermos, y por eso regresó tan
caritativo y misericordioso.
Es orisha mayor y muy venerado. Es la
deidad de la viruela, la lepra, las enfermedades
venéreas, y en general, de las afecciones de la
piel. Se lo considera hijo de Nana Burukú, pero
en Abpmey ( África ), sus padres son Kehsson y Nyohwe Ananou. Algunos estiman que
nació directamente de Obatalá. En realidad Babalú Ayé es un título que significa “padre
del mundo” y que se le daba a Chopono o Chakpata, el terrible orisha de la viruela cuyo
nombre no podía pronunciarse. Esta deidad, odiosa y maligna, transformó su carácter
entre nosotros, probablemente, porque la viruela y otras epidemias crecían en el mundo
de la naturaleza mortífera y desvastadora con que tenían en África. En la zona de
Matanzas, en Cuba, los descendientes de Arará le tocan a Babalú Ayé el tambor osojin.
A éste le gusta trabajar con muertos, motivo por el cual, la gran mayoría lo tiene como
amplio dominador del cementerio.
Es un orisha que no se asienta, al igual que Obba, pero sí se recibe. En
Matanzas se recibe directamente por los descendientes de Arará y, ese día, se invita a
los “caballos” de San Lázaro para que le hablen al iniciado. En la Habana se hace
Yemayá con Orún a San Lázaro.
Su color es el morado obispo y sus días son habitualmente lo miércoles ( yakutá )
y viernes. Su número es el diecisiete, y habla en el Diloggún por el 4, el 11 y el 13
( Iroso, Ojuani y Metanlá ) respectivamente.

SUS PATAKKI: el nombre Babalú Ayé es de origen Lukumí. Sus nombres en Congo son
Tata Pansua, Coballende, Chakuaneco, Patillaga, Santienta, Mabiliana, Pacolemba,
Luleno, Asuano, Biricuto, Tata Cañengue y Pulilá. Naná Burukú es su madre. En Kimbisa
se le llama Pungun Futila y Tata Funde ; también se le dice Babalú Berilá, Baba Sanaldo
Omibobo Ado Aguadatisa, Mobitasa, Ayanú, Isuá Kesan, Tata Kañedo. En fon lo
denominan Sakpata. En Haití, Legba Pied y Sabata.

Argóniga-Omobitasa : es amante de Iemanjá, y un viejo achacoso, el más anciano de


los Babalú. Por tanto es uno de los pasajes más antiguos del orisha. Atiende todas las
más importantes cuestiones de enfermedades epidérmicas de los hombres, incluso, se
ha sabido de su intervención en la “malaria”, y en cánceres terminales. Se lo fundamenta
en media calabaza, tapándosele su muñeco representativo ( en lugar de piedra u Otá )

77
con rafia. Sus hijos son temperamentales, tozudos y muy porfiados, pero buenos de
corazón y muy luchadores en la vida, al igual que éste. Su morada está en los
cementerios pequeños de viejos poblados, o fosas comunes en medio de la selva.

Asajuano-Asyoricha : es el más joven, revoltoso y mujeriego. Xangó le enseño a bailar


y seducir. Viene de tierra Takuá, y se lo considera el “salvador de las epidemias”. Atiende
casos de tifoidea, bubónica y otras. Junto a Alafi, tratan cuestiones de pulmonías,
neumonías y asma crónico. Se lo funda en una sopera, y sus fundamentos y 11 otás,
van tapados con otra de igual. En el Diloggún habla por Oché y Ofún ( 15 - 16 ).

Babalú Ayuanó : es a quién se le reza, mayormente en Cuba, para alejar las


epidemias. Cuida de los pobladores de ciertas aldeas, y promueve entre éstos, la
limpieza y la higiene. Siempre anda con perros, y por tal motivo muchos lo tienen
sincretizado con San Roque. El el Diloggún no habla, sino que, se lo llama a través de
los cocos del Ifá ; ahí responde por Oyekún o Ireté.

Chakuata-Agróniga : es el camino de Yonkó, muy antiguo de por cierto. Según cuentan


los viejos Santeros, vino fundado en un obí, en épocas de la trata, y en el barco, ninguno
padeció castigos, fiebres o pestes, ni malos tratos. Su otá es una piedra porosa, muy
granulada, deforme, casi retorcida, de color marrón oscuro en forma de ñame. Se la
debe enterrar en la kalunga, junto a las mungungu ( Oyá - Obbá - Yewá ), antes de ser
afirmada. Se lo conoce por mujeriego, y a veces anda por los muelles de la Habana, en
busca de aguardiente, revolviendo la basura. Está muy asociado con Eggún. Es
callejero, y cuida que a sus fieles nada les pase cuando se encuentran con perros
rabiosos o linyeras enfermos. Es en extremo caritativo.

Baba Ayé Awojonú : es el gran brujo curandero, de la tribu. Se lo representa con una
“xaxaraca” ( instrumento de curación ; su aché ). Va asentado en una sopera oscura,
idealmente una antigüedad de muchos años, y su otá deberá ser encontrado cerca del
mar, por su afiliación sentimental con Yemayá. Aprecia el oro, pues conoce todas las
cuevas de piratas. Lo usa para ayudar a la gente que no puede pagar un prolongado
tratamiento médico. Su imagen está dada al “medico brujo” de una tribu, con sus
colgajos, fetiches y maracas de curación.

Asoyí ( Shakpan, Xapaná ) : es el Obispo.

Babalú Atimaya : es cuando está con Yemayá, como su esposo.

Babalú Ayé Ayamú : es de origen Arará. Tiene un viejo camino que le otorga los
poderes suficientes de la curación de todo tipo de enfermedades de transmisión. Xangó
le concedió la candela, para quemar las pestes.

Metanlá; Asojano; Abeolomí; Chopono; Ayanisé; Nikem Babalú Borilá, Babalú


Aguadatisa y Afimayé.

SU OKUTÁ : como fundamento o receptáculo, es una cazuela muy plana, de similar al


alguidar de Elegguá, tapada con otra a la inversa y sellada. La parte superior tiene un
orificio al que se le insertan plumas de aves del día del lavatorio o del fifeto. También
puede ser una calabaza ahuecada en su 2/3 partes, que luego se tapa con una ristra de
raffia. Su piedra u Otá, es una canto rodado de color negro o marrón oscuro, muy
granulada, porosa, representando la viruela, de forma alargada de similar a un “8”. Lo
circundan diecisiete caracoles abiertos marrones, y la misma cantidad de monedas
doradas o revestidas en oro, una cadena de oro, y sus atributos y herramientas.

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SUS ATRIBUTOS : Ajá, es un manojo de varillas de palma de corojo o de coco que, en
su extremo inferior están atadas con una tela de saco. Se le añaden caurís y cuentas
para adornarlos. También tela de saco, ex votos y cualquier implemento propio de los
impedidos. Igualmente, perro de cualquier tipo de material, que sean blancos y con
manchas amarillas. Como herramientas dos perrillos de hierro, dos muletas y una
matraca. Si la cabeza es de Zapatá, se le añade un Elegguá con su respectivo Osun de
perro. Si se entrega por camino Arará de Asojin, este Elegguá llevará el nombre de Afrá.

SUS COLLARES : de cuentas negras, rojas, blanco con rayas azules y matipó de Oyá.
Se combinan según el camino del orisha y en algunos casos se añaden caurís.

SU ROPA : Viste con tela de saco o de cuadrillos obigarrados y se adorna con muchos
cauris y caracoles.

SUS COMIDAS : Minestras y granos, Pan quemado, mazorcas de maíz tostadas, cocos
verdes de agua, ajo, cebolla, vino seco, carojo, pescado ahumado, cogote de res. Es
mensajero de las moscas, los mosquitos y todo tipo de insectos que propaguen
diferentes tipos de plagas y enfermedades. También comparte el viento de Oyá.
Los Ijeyá le hacen una comida muy particular, que consiste en maní, maíz y porotos
negros torrados con aceite de palma, luego mezclado con pipocas ( pochoclo, pororó ).
Encima va un churrasco sin hueso, ya que Babalú, cura con la carne.

SUS BAILES : aparece casi siempre como enfermo, torcido y con las manos
engorrotadas. Cojea y se siente tan débil que se cae. Su hablar es fañoso y tiene la nariz
llena de mucosidades. Sus movimientos recuerdan los de un enfermo febril. En
ocasiones hace como si espantara las moscas y demás insectos que se posan sobre sus
llagas. También agita el ajá en el aire, y otro aché de similar a una maraca llamado
“yayaraka”, con el que cura los enfermos, como en un rito de limpieza, barriendo todo lo
malo. Generalmente este baile afecta mucho a los posesos, a los medium, quienes
suelen querer lamer pústulas o afecciones cutáneas de los espectadores.

AFECCIONES QUE ATIENDE : lepra, viruela, sífilis, cólera, problemas gástricos,


úlceras, gangrenas, embolias, parálisis, erisipelas, amputaciones, y todo tipo de
afecciones cutáneas. También SIDA.

MONTE ( Ewe ) : cundiamor, zarzago, zazafrás, alacrancillo, apasote, higo, ateje, piñón,
botijo, caisimón, bejuco ubí, tapacaminos, carabalí, yaya, tengue, acitero, ajonjoli,
albahaca morada, alejo macho, árbol de sebo, ardacrana, artemisa, bejuco de purgación,
bejuco amarillo, bejuco lombriz, caguairán, caña brava, caña coligue, caña tacuara,
cáñamo, cardo santo, cabolla, ajo, copaiba, chirimoya, escardón, frijol carita, maní,
poroto negro, gauguasi, henequén, incienso, gengibre, pita, aloe, millo, maíz, marú,
hortiga, pica pica, retama, romerillo, menta, sabicú, salvia, yerba de guinea, yerba mate,
zarzaparrilla, y bejuco.

SUS HIJOS : son incansables trabajadores, y siempre les resulta buena cualquier acción
comercial. Son extremadamente materialistas, lo que los hace hijos de orisha de dinero.
Se puede decir que : a nadie salvan gratuitamente ! En cuanto a lo sentimental, le gusta
el cambio y la variedad. Son viriles, masculinos, no tan machistas sino más bien
liberales. Les agrada la parranda, y en todo encuentran excusa para la diversión. No hay
que olvidarse que fue muy compinche de Xangó, y algo aprendió al respecto... La
mayoría de los adultos, ya tienen más de dos o tres matrimonios constituidos. Los más
jóvenes, son difíciles de atrapar. No obstante en términos generales, se puede decir que
tienen bastante suerte.

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SU CATOLIZACIÓN : Babalú Ayé se sincretiza con San Lázaro, uno de los más
populares en Cuba. Lázaro era natural de una aldea cerca de Jerusalén, y de familia
acaudalada. Tenía una hermana mayor llamada María, quién era propietaria del castillo
de Magdalón, motivo por el cual se la conocía con el nombre de María Magdalena. Jesús
era amigo de la casa y gustaba de visitarla. Los Evangelios nos cuentan que Lázaro
enfermó y murió. Jesús al enterarse, fue a su casa y, aunque llevaba cuatro días muerto,
lo resucitó. Lázaro tuvo que abandonar el país y, después de muchas aventuras, llegó
hasta Francia, donde se hizo obispo de Marsella, bajo el imperio Dominicano. Luego fue
hecho prisionero y ejecutado, aunque en esta ocasión quedó definitivamente muerto. A
Lázaro suele representársele envuelto en vendas, como acostumbraba hacerse con los
cadáveres de los judíos, y esto contribuyó a que su imagen se asociara a la de Babalú
Ayé, enfermo y harapiento. Se le celebra el 17 de Diciembre. En sud América, se lo
suele sincretizar con San Roque, por los perros que lleva al lado, y cual el dicho : ¡ San
Roque, San Roque, cuídame del perro que no me toque...!

IBEJIS
En muchos aspectos se los considera los
gemelos de la creación, “Agbé y Sodza”. A los
mellizos les gusta estar divirtiéndose siempre.
No es por gusto que son hijos mitológicos de
Xangó y Ochún. Durante cierto tiempo, les dio
por tocar unos tambores mágicos que les había
regalado Yemayá, su madre adoptiva. Por
entonces el Quiumba, el Diablo, puso trampas
en todos los caminos y comenzó a comerse a
todos los humanos que caían en ellas. Ni
hombres, ni mujeres, ni viejos, ni niños se escapaban de su voracidad. Entonces los
Ibejis se pusieron de acuerdo y Taewó (Agbé) agarró por uno de aquellos caminos,
mientras que Kaindé ( Sodza ) lo seguía oculto en la espesura. Taewo iba tocando su
tamborcillo, con tanto gusto que el Diablo se quedó embelesado, le advirtió para que no
fuera a caer en la trampa, y se puso a bailar. Pero cuando Taewo se cansó, Kaindé salió
del bosque y ocupó su lugar. Porque el problema era que aunque el Diablo estaba muy
cansado, no podía dejar de bailar mientras que el tamborcillo mágico estuviera sonando.
Y cuando estaba agotado, los Ibejis le hicieron jurar que retiraría todas las trampas. Así
fue como los Ibejis, salvaron a los hombres y ganaron fama de poderosos, porque
ningún otro Orisha ha podido ganarle una pelea al Quiumba.
Son orisha menores, varón y hembra. Fueron criados por Yemayá, aunque son
hijos de Xangó y Ochún. Son juguetones, golosos y traviesos, gozan del cariño paternal
de todos los orishas. Se los considera patronos de todos los niños, y viven en la palma.
Hablan en el Diloggún en Eyioko ( 2 ) y en todas las combinaciones melli ( parejas de
números iguales del 1 al 12 ). Su día es el domingo. Su número es el 6 y 12, y su color
son todos aquellos vivos, menos el negro, en degradé hasta formar su cantidad
numérica. Los degradé van de tres en tres: azul, celeste, celeste claro, blanco, gris, rosa,
rojo, bermellón, verde inglés, verde agua, verde claro, amarillo patito, amarillo, dorado,
etc... pudiendo llegar a formarse múltiplos de seis o doce.

SUS PATAKKI: Alawa Kuario y Eddún, son los Ibejis que juegan en la plaza ; Adén, el
que come muchos dulces ; Alabba, el que está cerca de Yemayá ; Ibbó e Igué, los que
juegan con juguetes ; Oraún, el que come miel ; Onó Nibeyi e Idobe, los más populares;
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Taewo y Kaindé, los que fueron capaces de vencer al Diablo ; Arabá y Ainá, el
masculino y femenino ; Agbé y Sodza, los gemelos míticos de la creación ; Olorí y
Oroína, los chapuceros del río de Ochún ; Aganjú y Ntala, los hijos de Xangó.
En Palo Monte en Kimbisa, se los conoce por Batotonki, Batunke Mpangui y Guanalune
Lupangueri. Su nombre Fon es Hohovi. En Haití : Marassa. También se los considera
patrones de barberos y cirujanos.

SUS OKUTAS : estos son don tinajas o apotó, una decorada en blanco y rojo, y la otra
en blanco y azul. Cada una lleva un muñequito tallado en madera, como Otá, sentados
sobre dos pequeños taburetes unidos por un cordel o soga. El varón va con un collar de
Xangó y la mujer con uno de Yemayá. Cada tinaja lleva cuatro piedrecillas o conchillas
de mar. Las piedras del varón son alargadas en forma de pene, y las de la hembra
redondas simulando su parte genésica. Lo acompañan sus atributos y herramientas, que
son : dos acheré o sonajas, dos tamborcillos, juegos de campanillas, güiras pintadas con
cruces o con pares de rayos con fondo blanco.

SUS COMIDAS : todo tipo de frutas, dulces, arroz amarillo y pipocas con miel. También
tortas y galletas. Hay una comida llamada borrigwó, que se hace de bolos de verduras y
hierbas aromáticas, bañadas en azúcar quemada o miel.

SUS BAILES : no se posesionan de los creyentes, sino que juegan con ellos,
haciéndoles algunas travesuras inofensivas en la vida cotidiana. Por eso se dice que hay
que complacerlos con cantos, bailes y juegos. Los bailarines en el coro imitan los pasitos
caprichosos de los niños dando salticos hacia adelante y hacia atrás.

SUS PEDIDOS : se refieren a todos los acontecimientos que sucedan en los niños.
También se los utiliza para unir a adultos, fueran sociedades como lazos sentimentales o
de familia.

MONTE Ewe: hicaco, maíz, mamón, pega-pega, rabo de gato, sagú, platano, manzana,
ananá, zapote y tomate.

SU CATOLIZACIÓN : San Cosme y San Damián ( Taewo y Kaindé ). Santa Serpa y


Porfiria. Santa Justa y Santa Rufina ( Olori y Oroina ). Crispín y Crispina (Talabi y
Salako).
Cosme y Damián fueron dos hermanos de padres cristianos. Estudiaron medicina y la
ejercitaron con genuina calidad, sin afán de lucro, por lo que los llaman “los desinteresa-
dos”. Por entonces el emperador romano Diocleciano envió a un tal Lisias de precónsul a
Egea, lugar donde ellos ejercían su misericordiosa profesión, con órdenes de reprimir
severamente a los cristianos. Como la fama de los hermanos había llegado a sus oídos,
los convocó y trató de persuadirlos para que abandonaran su fe, que cada vez se
difundía más, gracias a su prestigio. Firmes en sus convicciones, perdieron la vida bajo
el hacha del verdugo, después de terribles torturas. Son patrones de los médicos, y su
sincretismo con los Ibejis se debe, posiblemente, al hecho de constituir una pareja
inseparable, conocedores del bienestar para la salud. Su día se celebra el 27 de
septiembre.
Justa y Rufina, nacieron y murieron en Sevilla, en el siglo II de nuestra era. De familia
humilde, ambas hermanas se ganaban la vida vendiendo vasos de barro. Fueron
detenidas cuando rompieron deliberadamente la imagen de un ídolo de otra fe.
Consideradas como “fanáticas peligrosas”, que no aceptaban la política de tolerancia
religiosa del imperio romano, las torturaron para que abandonaran sus ideas.

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OCHÚN
Es la bella de las bellas. Gustaba
pasearse por el monte, cantaba y jugaba
con los animales, porque ella amansa a las
fieras y ni el alacrán la pica. Un día Oggún,
el herrero infatigable que vive en el monte, la
vio pasar y sintió que se le traspasaba el
corazón. Impetuoso y brutal, corrió detrás de
la silvetiaba su deseo, decidido a poseerla.
Ochún que estaba enamorada de Xangó
huyó asustada. Agil como el venado, en su
loca carrera atravesó los verdes campos de
berro del orisha Okó, el que asegura la
fecundidad de la tierra. Pero Oggún, enardecido y violento, estaba por darle alcance.
Fue entonces que Ochún, desesperada, se lanzó al río. Arrastrada por el torbellino de la
corriente, llegó hasta la desembocadura donde se tropezó con Yemayá. Compadecida,
Yemayá la tomó bajo su protección, y le regaló el río para que viviera. Para alegrarla, la
cubrió de joyas, corales e infinitas riquezas. Por eso es que Ochún vive en el río y quiere
tanto a Yemayá.
Es orishá mayor, dueña del amor, de la feminidad y del río. Es el símbolo de la
coquetería, la gracia y la sexualidad femenina. Es mujer de Xangó, e intima amiga de
Elegguá, quién la protege.
Siempre acompaña a Yemayá. Asiste a las mujeres embarazadas y parturientas.
Se la representa como una mulata bella, hermosa, buena bailadora, fiestera y
eternamente alegre, con el persistente tintineo de sus campanillas. Es capaz de resolver
tanto, como de provocar riñas entre orishas y los hombres.
En el Diloggún habla en Oché ( 5 ), Unle ( 8 ), Ofún ( 10 ) y Obaramelli ( 6-6 ),
donde fue coronada. Su color es el amarillo, pero también se le atribuyen los coralinos y
los verdes agua. Su día es el sábado, y sus números son : 5,10, 15 y 25.

SUS PATAKKI:

Yeyé Moró ( Yeyé Karí ) : la más alegre, coqueta y disipada de todas. Continuamente
está de juerga, pachanga, se pinta, se mira en el espejo, se perfuma, y hasta con los
muertos coquetea. Tiene una gran afiliación con Eggún, motivo por el cual muchos
lucumí la consideran mungungu, o reina ngangá.

Ochún Kayodé : como Yeyé Moró, se pasa la vida rumbeando, y es muy alegre y
servicial. Miwá, observa la misma conducta ya que es “ligera de cascos”. En Oyó, el
orishá Xangó la tuvo como esposa, y era muy respetada y querida. Sus riquezas eran
incomparables, y a través de ellas, engalanó a su esposo para que le enseñase el arte
adivinatorio de Até. Se la funda en un otá de río bien pulido, redondo, de colores
marrones en degradé. Sus caracoles son también marrón oscuro, y lleva una llave de oro
que le obsequió Elegguá, con las que abre las puertas de la felicidad, de los corazones
de la gente, pues todos la quieren.

Ochún Aña : es la Oxúm de los tambores. En el batá, se suelen cruzar los seconde
( segundo tambor de la orquesta ) en nombre de Aña. Se nota su buen asentamiento,
cuando ella baila frente a éste, pues es su predilecto y muy rítmico de por cierto,
entonces aceptó el tambor. La dupla Alafi - Aña, es muy común entre los cuerpos de
rada ( tamboreros ) de las Reglas cubanas.

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Ochún Yumú ( Bumí ) : teje mallas, redes y cestos para los pescadores. Vieja y sorda,
también fabrica jarros de barro. Muy severa, esta vinculada con Oggún. Habitualmente a
ella se la considera su mujer. Es la más rica de todas, y “no le gustan las fiestas”. Su
fundamento tiene la forma de un pez, es de cerámica blanca, y su otá presenta
características de una piedra de río plana, con forma de corazón, de color amarillo
azufrado, porosa. Lleva anzuelos, remos, redes, mucho oro, y cosas de la kalunga
( cementerio ). Yumú está asociada a los muertos, sale del río y maneja la pica y el
azadón en Izokú ( también llamados así a los cementerios ). Trae a sus hijos la
prosperidad comercial en todo lo que emprendan. Se mece en una mecedora, una
comadrita, en el fondo del río.

Ochún Sekesé : es sumamente seria. Se la asienta con un muñeco de madera, que


tenga los pechos muy abultados, pues “tiene bastante alimento para darle de mamar a
su hijo”. Algunos pueblos de África, como ser Takuá, lucumí e Ijebu, suelen ponerle un
niño entre los brazos. Es fiel mujer de Xangó, y a éste orishá se le atribuye ese hijo, el
Xangó Ibeji.

Ochún Akuara ( Ibú ) : vive entre el mar y el río, por tanto, es de agua salada o dulce.
Es la que prepara los amarres sentimentales a través de filtros para el amor. Se le suele
llevar hasta su jurisdicción ofrendas, ochinchín, con mucha miel, bastante oro y
perfumes, y una botella de sidra dulce. Antes de llegar al lugar, hay que hacerle ebbó a
Yemayá, su madre adoptiva quién la recogió en su desesperada huida. Akuara, para
muchos lucumí, es uno de los pasajes más viejos de Ochún, que viene de Dajomi. Nada
se escapa a sus ataduras...

Ochún Fumiké : está relacionada con Obatalá. Le concede hijos a las mujeres estériles
y quiere mucho a los niños. Cuando una mujer no puede quedar embarazada, se le hace
un omiero con yerbas del monte de Ochún ; luego se la impregna con miel. Una vez que
la señora quedó en cinta, para mantenerlo ( pues también se puede ser propensa a
perderlo ), se ata un cordón amarillo alrededor del vientre de la embarazada, flojo, para
que la pancita siga creciendo y la criatura no se “desprenda”. A Fumiké se la fundamenta
en una sopera blanca de cerámica, pues es el atributo que le concedió Obatalá, para dar
vida y nacimiento a nuevas personas en la tierra.

Ololodí ( Olodí ) : como Yumu vive en los fondos de los ríos. Borda y teje sumida en el
agua, con sus peces, una estrella y la media luna. Es muy sirena. También es media
sorda, y tarda en responder a su invocación. Muy casera, Señora de respeto. Sólo se
ocupa de asuntos verdaderamente serios. Es menester agitar con fuerza un agogó o
campanilla, que antes era de cobre y hoy es de plata, o llamarla como a Atití, con una
trompeta en forma de cuerno del mismo metal. No baila.

Ochún Funké : es sabia, y tiene grandes conocimientos sobre la magia. Junto a Xangó,
su marido - una de las mejores afinidades de estos orishas -, aprendió los secretos de la
hechicería y la adivinación. Su padrino es Orulá. Viene de tierra Takuá.

Edé ( Pandá ) : es elegante, gran señora, le gusta la música, concurre a las fiestas, pero
es juiciosa y fiel mujer de Xangó y de su hogar. Terriblemente celosa, sus ojos irradian
odio y bravura cuando otra orisha intenta reconquistar al “galán”. Se la funda en una
fuente o sopera de cerámica blanca, con un muñeco de madera, que tenga los ojos
grandes enmarcados por dos caracolas abiertas o güiro.

Ochún Niwé ( Migwé ) : vive entre los juncos del río. Está muy asociada con Naná
Burukú, y ambas entretejen cestos y canastos para los pescadores. Se la simboliza en

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una imagen de madera, muy oscura, pues su cuerpo siempre está impregnado de barro,
y lleva los mismos atributos que su amiga Naná.

Kolé-Kolé ( Akalá-Kalá ) : es la risueña y seductora Ochún. Se arrastra en el fondo


fangoso de los arroyos, y es una hechicera empedernida. Sólo trabaja para el mal.
Inseparable del Aura Tiñosa, es de donde le viene su sobrenombre de Ibú - Kolé. Se
halla en una miseria abyecta, posee una sola túnica de color amarillo que, de tanto
lavarla se tornó blanca. Come lo que le lleva el Aura. Vuela con ella o en ella, y todas sus
obras son malas.

Ochún Awé : es la Ochún de los tambores y del baile ritual. Casi siempre es la primera
en llegar a la fiesta, perfumada y bien arreglada, con todos sus colgajos de oro encima.
Según los lucumí, por su historia tenebrosa, es una de las Ochún más relacionada con
los muertos. Cuando escucha replicar los tambores, “corre como un venado hacia la
fiesta”. También es llamada Galadé, y vive afligida junto a Ikú. Es la Ochún de la “ropa
sucia”.

En Arará se la conoce con el nombre de Afradí Iyá. En Kimbisa como Empungu-Mama-


Wanga y como Chola Wengue. En Palo Monte como Mamá Chola o Sibimu Taluga. Su
nombre en Fon es Aziri. En tierra Ijeshá se la nombra Ochún Dodowá.

SU OKUTA : su fundamento o receptáculo es una bols o una sopera honda de cerámica,


con predominio del color amarillo o dorado, pudiendo ser blanca. En ella se asienta su
otá, que es un canto rodado de río de color cremita amarrillento, granulado, semiesférico
puntuado ( como si fuera un pecho ), que se recoge de éste a horas de la madrugada,
en momentos que despunta el sol. Lo circundan 10 caracoles abiertos, blancos ; 10
monedas doradas ; 1 cadena de oro ; 1 corazón de oro ; 1 juego de alianzas de oro ( una
grande y una más chica ) ; y sus herramientas y atributos. Según que Ochún se asiente,
llevará un okutá de complemento, más pequeño, que se conforma de la siguiente
manera : en una sopera de proporciones menores a la principal, se la llena con agua de
río y se recolectan a la misma hora, cinco tipos de Otás : 2 que simulen los pechos
voluminosos ; 1 que simule su vulva ; 1 que simule una oreja ; y la última que simule una
mano o dedos de una mano.

SUS ATRIBUTOS : abanicos de sándalo o pluma de pavo real, pecesillos, camarones,


conchas, botecitos, espejitos, peines, joyas, corales marinos, sabanitas y pañuelitos
bordados, y todo aquello que tenga que ver con el tocador femenino. Sus herramientas
son : una mano, cinco odané, una media luna, dos remos, una estrella, un sol y de una a
cinco campanillas. De acuerdo a su pasaje, pueden cambiar algunos objetos, o
agregársele otros que tengan que ver con el patakkí.

SUS COLLARES : Llevan cuentas amarillas y de ámbar. Ochún Olodi, Ibú y Gummi,
llevan cuentas rojas, verde esmeralda o amarillo mate. Ikolé las lleva rojo y ámbar. Las
sartas que sólo llevan corales ( iyón ), pertenecen tanto a Ochún como a Yemayá.

SU ROPA : viste una bata amarilla sujeta a la cintura por una faja que, sobre el vientre,
lleva un peto en forma de rombo. Al borde del vestido tiene un festón de puntas con
cascabelitos colgantes. Su blusa la hace muy coqueta, lleva tul y pasamanería de color
amarillo y dorado ; también guardas, lentejuelas, cintas, etc. Cubre su cabeza con un
turbante muy decorado, con aplicaciones de lamé.

SU COMIDA : ésta se llama ayoyó, y es un ebbó ritual que se prepara con mazamorra
amarilla hervida, mezclada con mucha miel, depositada dentro de una calabaza de
zapallo que se cala previamente de manera de canastilla. Por encima se la decora con

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rodajas de melón, su fruta principal. Para ofrendas convencionales se prepara un
Ochinchín, que es una comida litúrgica que se le deposita en la rivera del río, y que
también ceremonialmente se hace antes de iniciar a una iyawó. Esta lleva : tortas de
maíz tostadas con miel, caramelos, dulces, bombones y trozos de tortas. Naranjas
dulces, lechuga, escarola, acelga, tamales, mazamorra amarilla y harina de maíz
( polenta ). Ekó, ekrú y olelé con azafrán. Lisas, anguilas, ostras de río, camarones de
río, lenguado, etc. ; todos estos peces y mariscos de río, fritos o ahumados, ya que
integran su aché. La comida se sazona con almendros, berro, limón, espinaca, perejil y
calabaza. Se la deposita en grandes panelas de madera pintadas de amarillo con
decoraciones doradas, rojas y ámbar.

SUS BAILES : son quizás los más bellos y sensuales de todos. Ríe como Yemayá y
agita sus brazos para que suenen las manillas de oro. Sus manos bajan y corren a lo
largo del cuerpo, como los manantiales y los arroyos descendiendo de las colinas. A
veces hace ademanes de remero y otras imita los movimientos de la que muele en el
pilón (mortero). Generalmente danza con voluminosidad y con las manos tendidas hacia
adelante, en imploración, y con sugestivas contorsiones pelvianas. Pide, exige oñí
( miel ) símbolo de la dulzura, de la esencia amorosa de la vida. Algunos llaman a su
baile “danza de los manantiales”.

SUS PEDIDOS : se refieren a problemas de bajo vientre de la mujer, genésicos y


sexuales, y problemas de fertilidad o imposibilidad de quedar embarazada. También
cuestiones mamarias, de sangre, hepáticas y hemorrágicas.
Por ser una de las Orishas más dulces del panteón, se la invoca para cuestiones de
pareja, matrimonio y familia ( endulzamientos ).

MONTE Ewe: alambrilla, ambarina, anís, añil, avellano de la costa, bejuco, boniato,
calabaza, calagua, canela, carey, cáñamo, culantrillo, espinaca, alcaucil, espárrago,
junco, fresas, frambuesa, frutilla, girasol, grénguere, grosella, guacamaya, guarana,
limón, llantén, lechuga, legaña, escarola, malva, mango, manzanilla, melón, mirto, mirra,
naranja, palo santo, papa, perejil, puerro, peregrina, piña de salón, la moneda, lengua de
vaca, lengua de suegra, hamamelis, mil hombres, lavanda, rosas, crisantelmo, clavel,
vainilla, hierba mulata, gladiolo, corona del rey, páramela, pata miel, panal de abeja,
zarzaparrilla, michay, camalote, mimbre, coligue y bistorta.

SUS HIJAS : son simpáticas, chacharacheras, y en el fondo, muy voluntariosas y tienen


un gran deseo de ascensión social. Aman las joyas, los perfumes y la buena ropa. Son
sensuales, pero se esfuerzan por no chocar contra la opinión pública, a la que conceden
grandísima importancia. Su carácter refinado varía de acuerdo al patakkí de Ochún que
posean, pero en general, miran con ojo de joyero muy bien lo que van a llevar, fuera en
aspectos materiales de dinero o de pareja.

SU CATOLIZACIÓN : se la sincretiza con la Virgen de la Caridad de Cobre. Alrededor de


1620, dos indios, Juan de Hoyos y Juan Moreno, y un negrito criollo, Rodrigo, fueron a
buscar sal a la bahía de Nipe. Estando allí en una canoa, vieron algo que les llamó la
atención en el mar. A la luz del amanecer remaron hacia el lugar, y se encontraron con
una imagen tallada en madera de la Virgen María que flotaba sobre una tabla. Llevaba
en el brazo izquierdo al niño Jesús y una cruz de oro en la mano derecha. En la tabla
había una inscripción que decía : “yo soy la Virgen de la Caridad”.
Los tres hombres recogieron la imagen, que medía quince pulgadas, y la condujeron al
hato de Varajagua, donde el administrador de la mina de cobre ordenó construirle una
rústica ermita. El 10 de mayo de 1916, Benedicto XV la declaró Patrona de Cuba.
Los Yorubas la identificaron con Ochún porque esta orisha es la dueña del cobre,
aparece en la desembocadura de un río, de tez bronceada, y entre los adornos de su

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vestimenta y atributos sobresale el oro. Entre los criollos tuvo una fama de caritativa y
misericordiosa. En tiempos remotos, la Iglesia Católica tomó las mediadas de la imagen
en cintas de raso para colocarlas en los vientres de las parturientas porque, se creía, así
la Caridad del Cobre las protegía en el alumbramiento.

YEMAYÁ
Según la mitología, aquí abajo todo era fuego y rocas
ardientes. Entonces Olofi el todopoderoso, quiso que el
mundo existiera y convirtió el vapor de las llamas en nubes.
De las nubes bajó el agua que apagó el fuego. En los huecos
enormes entre las rocas se formó Olokun ( el océano ), que
es terrible y a quién todo el mundo teme. Pero el mar,
también es bueno, porque es la fuente de la vida, y el agua
hizo venas en la tierra para que la vida se propagara. Esa es
Yemayá, la madre de las aguas. Por eso también se dice, que
antes que nada existiera, Yemayá estaba tendida cuán larga
era y de repente dijo : Ibí bayán odú mi : me duele el vientre ;
y de ella salieron los ríos, los orishas y todo lo que alienta y
vive sobre la tierra.
Es Orishá mayor y madre de la vida, considerada como madre de todos los
orishás. Es la dueña de las aguas y representa al mar. Por eso se dice que el caracol fue
el primero que habló y le dijo a las criaturas lo que tenían que hacer. Fue mujer de
Babalú Ayé, de Agayú, de Orula y de Oggún. Le gusta cazar, chapear, manejar el
machete. Es indomable y astuta. Su nombre no debe ser pronunciado por quién la tenga
asentada, sin antes tocar la tierra con las yemas de los dedos, y besar en ellos la huella
del polvo. Procede de tierra de Oyó y de Mina Popó.

SUS PATAKKI: Awoyó, Akuara, Okule u Okutí, Achaba o Ayabba, Konlá o Konlé, Asesú,
Myakei Mayaleo, Ibu Odó, Okotó, Lokun Nipa, Ayaba Ti Gbe Ibu Osi, Ataramagbá
Anibodé Iyá, Iyawi Awoyomaye Lewo, Yalode, Awo Sama, Agana ( Egbadó ), Afreketé
( Arará magino)
En el Diloggún habla por Oddi ( 7 ) y su día es el sábado. Sus colores son azul y blanco.
Su número es el siete.

SU OKUTÁ : se confecciona en una sopera honda de cerámica coloreada de azul y


blanco con florones de adorno. Su otá, de acuerdo a la Yemayá que fuese su patakkí,
puede ser una piedra de mica, una de cristal de roca o de Lapizlazu. La circundan siete
caracoles blancos abiertos, siete monedas de plata, una cadena de plata y sus
herramientas y atributos.

SUS ATRIBUTOS : el sol ( orun ) ; la luna llena ( oxu ) ; un ancla ( dakoduro ) ;


salvavidas ( yika ) ; un bote ( okó ) ; siete remos ( alami ) ; siete aros ( bopa ) ; una llave
( chileku ) ; una estrella ( irawó ) ; y siete aros de plata. Un rabo de caballo con mango,
llamado iruke, adornado con cuentas azules y blancas. Una campanita ( agogó ), que se
utiliza para saludar y para que preste atención cuando se habla con ella. Abanico con
varillaje de nácar y plata u oro, adornado con cuentas y caracoles. Los Agbebe
(abanicos redondos hechos de pencas de guano adornados con plumas de pavo real,
caracoles y cascabeles). Patos, peces, redes, estrellas, caballitos de mar, conchas, y en
miniatura todo lo relativo al mar.

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SUS COLLARES : siete cuentas de cristal transparente o de roca, también llamadas de
agua, y azules. En Yemayá Okutí, son de agua ultramarino. En Ayabá, azul pálido y
agua. En Asesú, azul oscuro y perlas opalinas y cuentas de jabón.

SUS VESTIDOS : usa una bata con serpentinas azules y blancas, símbolo del mar y la
espuma, con un cinto ancho de tela, y un peto de forma romboidal sobre el ombligo.

SU COMIDA : se le sirve sobre una fuente de cerámica blanca, de vidrio o azul, o con los
colores de su correspondencia : mazamorra blanca hervida mezclada con perejil picado,
ajo picado, limón, sal y condimentos varios a gusto. Sobre éste se depositan distintos
peces de mar y moluscos fritos, alimonados o ahumados. Y por último, se lo acompaña
con rodajas de sandía. Esta es su ofrenda convencional para pedidos generales.
Ritualísticamente, una de sus comidas se llama “ochinchín”, que es un guiso de
camarones, alcaparras, huevos duros, acelga y tomate, y se le sirve en una panela
-como la de Xangó-, pintada de celeste ; otra de sus comidas es el “ekó”, que es tamal
de maíz que se tiene todo el día en remojo, se muele en un mortero, y se cocina
batiéndolo en una cazuela sin grasa y sin sal, luego se le da forma de pirámide y se
envuelve en hojas frescas de plátano, en su ceremonial de festividad se lo deposita
cerca del Elegguá ; el “olelé” consiste en poner en remojo frijoles de carita, pasados por
un guayo para sacarle la cáscara, y se hace una pasta, a la que se le echa sal, se pican
ajos y cebollas añadiendo pedacitos de jenjibre a la masa, y se pone a cocinar en
manteca caliente.

Otras variedades de ebbós para Yemayá son : palanquetas de gofio con miel ; coco
quemado ; berro, lechuga, escarola, acelga y chayote ; su fruta predilecta es la sandía,
piñas, papayas, uvas, peras de agua, manzanas, plátanos y naranjas.
Se acostumbra darle agua con miel. De los peces prefiere la guabina , la anguila, el
pargo, la trucha, la corvina, el lenguado, el pejerrey, los cornalitos, etc.

SUS BAILES : Yemayá es amiga de la buena compañía y del lucimiento. Aunque es


madre virtuosa y sabia, también es alegre y fiestera. Ríe a carcajadas y da vueltas como
las olas, y gira violentamente haciendo trompos infatigables, como los remolinos del
océano. A veces bracea como nadando, otras representa una zambullida para sacar
caracoles, algas y peces para sus hijos. En otras ocasiones parece remar hasta la
hipotética orilla, donde siempre la espera Ochún. Sus danzas comienzan con suaves
ondulaciones, como las aguas que agita blandamente al soplo de la brisa, pero pronto se
encaracola y va aumentando en intensidad, como un oleaje que se enfurece.

SUS HIJAS : son mujeres fuertes, voluntariosas y rigurosas, aunque a veces, altaneras,
descocadas y sobreprotectoras y celosas en la pareja. Muchas veces son impetuosas y
arrogantes. Son maternales y serias. Les gusta poner a prueba a sus amistades. Se
resienten de las ofensas y nunca las olvidan, aunque las perdonen. Aman el lujo y la
magnificencia. Son justas aunque un tanto formulistas, porque tienen un innato sentido
de jerarquía.

MONTE Ewe: Flor de Agua, mora, mazorquilla, zarzago, mejorana, culantro, malanguilla,
berro, verbena, chayote, meloncillo, pañil, malanga, cuba gomosa, achibata, carqueja,
reseda, canutillo, majagua, guama, lechuga, helecho, hierba buena, albahaca, guásima,
mariposa, marilope, panetela, huevo de gallo, helecho de río, guacamaya, yerba mora,
sandía, meloncillo, orozú, palo canela, camagüiré, camarón, casimón, bejuco, ají dulce,
cáñamo, cayumba, cebolla, pinchona, genciana, incienso, jagua, junco marino, algas
marinas, magüey, maíz, limonero.

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SUS PATAKKÍ

Awoyó : La mayor de las Yemayá, la de los más ricos vestidos, la que se ciñe siete
faldas para guerrear y defender a sus hijos, se le reza : Yemayá Awayá okeré okún olomi
karagbó Osa ya bio lewu eyintegbe awa si leku Yemayá obini ku wa yo kueana okun Iyá,
sa orí ere egba mío, o: Yemayá Awoyó que estas lejos en la mar, dueña del agua, tú
que comes oveja, Madre de cabello de plata que pare a la laguna, Madre nuestra
protectora, mujer perfecta, única, que extiendes el mar, Madre que piensa, sálvanos de
los males, ampáranos...
Cuando Awoyó sale a pasear, se le pone los adornos de Olokun y se corona con el arco
iris de Ochumaré.

Akuara : es la de dos aguas. Yemayá en la confluencia con un río. Allí se encuentra con
su hermana Ochún. Vive en el agua dulce ; es bailadora, alegre, pero poco recta ; no
hace maleficios. Cuida a los enfermos, prepara remedios, amarra abikús.

Okuté : la de azul pálido, está en los arrecifes de la costa. Es portera de Olokum. Lo


mismo se encuentra en el mar, en el río, en la laguna, que en el monte. Yemayá es en
este camino, mujer del Dios de la guerra y de los hierros, de Oggun. Come junto a éste,
y lo mismo los acepta en el mar que en el pino de la ruta. Cuando guerrera, lleva
colgados de la cintura, el cuchillo y las demás herramientas de Oggún. Esta Yemayá
trabaja mucho, y es una amazona temible. Como él le envía mensajes a su omó ( hijos )
o suele transformarse en ratón para visitarlos, y le teme al perro. Es de genio violento,
retador ; muy severa y rencorosa. Vive internada en el monte virgen, o en parajes
desolados. Es hechicera, experta en preparar afoché. Le gusta bailar con un majá
enroscado en los brazos. Son suyos los corales y las madre perlas.

Achabá : Peligrosísima, sabia y voluntariosa, es la Yemayá que lleva en el tobillo una


cadena de plata. Su mirada es irresistible, y su aire altanero. Fue mujer de Orula, y su
palabra la acata siempre Ifá, a pesar de lo ocurrido entre ellos, historia que contaré más
adelante. Para oír a sus fieles, suele ponerse de espaldas. Sus armas no se desatan
nunca. Es secretaria de Olofi. Otros la consideran una Yemayá mayor, porque le dio vida
a las criaturas, que nacen y mueren como la luna. Cuando a uno de nosotros se nos
cumple el término, es a Yemayá a quien manda Olofi que nos haga una cruz con
cascarilla en la frente.

Konlá : la de la espuma. Está en la resaca ; enredada en una manta de limo. Naviera,


muy viajadora, vive en las hélices de los barcos, o en los remos.

Asesú : mensajera de Olokum, la de agua turbia, sucia. Es muy seria. Anda en los
caños de desagüe, en las letrinas y en las cloacas. Recibe sus ofrendas en compañía de
los muertos. Es muy lenta en complacer a sus fieles. “Cuando le pida algo, olvídese de lo
que pidió”.

Mayaleo : vive en los bosques, en los manantiales, lo cual los hace inagotables debido a
su presencia. En éste camino se asemeja a su hermana Ochún Ikolé, porque es bruja.
Tiene estrechas relaciones con Oggún.

Okotó : la del mar de fondo rojizo de costa, donde hay muchas conchas y caracoles.

Lokún Nipa : la que tiene la fuerza del mar.

Alara Magwá Onoboyé : cuando está linda, luciéndose en las fiestas y recibiendo
elogios y halagos.

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Oguegué Owoyó Olodé : cuando se le está reflejando el cuerno de la luna ( de cama o
decreciente ).

Ayabá Ti Gbé Ibú Omi : Reina que vive en lo hondo del mar. Madre de reyes, de Xangó
rey de Ima, Tulempe, Oyó, Koso, Nupé y otras tierras.

Atara Magbá Anibode Iyá : cuando se interna en el monte virgen, en los parajes
solitarios.

Iyawi Awoyó Mayé Lewó : nuestra Madre Awoyó, la que tiene vestidos suntuosos, la
del ajuar rico y las siete sayas.

Yalodde : dándole su título de reina, porque Yemayá es una reina poderosa.

Awó Samá : cuando manda a las nubes que llueva.

Yamí Onida : como viejita , anciana, una muy antigua Yemayá.

Agana : la muy caminadora, y a la que los Arará Magino dan el nombre de Afreketé.
Baila agachada y es un poco coja. Afreketé del Dahomey se arrastra y tiene maja, es
decir, utiliza el majá como vehículo.

Yalodde : cuando se la invoca como reina poderosa.

Su nombre en Yoruba y en Fon es : Yemayá Obotó. En Kimbisa y Brillumba es :


Balaunde, Lunganfula.

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SU CATOLIZACIÓN : En fecha lejana, como 1660, se erigió en el caserío de Regla, en
terrenos del ingenio Guaicamar, un bohío que cobijaba una imagen de la Virgen, de la
regla de San Agustín. Cuenta la leyenda acerca del obispo llamado San Agustín, “el
africano”, nacido y fallecido en el continente negro ( 360 - 436 ), que cuando joven tuvo
una revelación de un ángel que le ordenó tallar en madera la figura de una imagen que
debía colocar, bien adornada, en su oratorio. Los siglos borraron el nombre que San
Agustín le hubo de poner, aunque parece ser Virgen de la Regla. Diecisiete años
después de su muerte, un discípulo de San Agustín,
conocedor del secreto de la revelación, llamado Cipriano,
para evitar que la figura fuera profanada por los bárbaros,
embarcó con la imagen en una pequeña nave y llegó a un
punto de las costas de España, cercano al lugar que hoy
ocupa la Virgen de la Regla en la villa de Chipiona, Cádiz.
Se dice que, a pesar de una tormenta que los sorprendió en
medio del estrecho de Gibraltar, la imagen no sufrió
deterioro alguno, ni Cipriano, ni la pequeña embarcación,
considerándose éste su primer milagro, que fuera
ampliamente comentado por marinos y pescadores.
Finalmente la tradición se encargó de hacerla Patrona y
Protectora de todos los marinos, así como en sur América
se conoce a Stella Maris. Dos años después, el bohío fue
arrasado por una tormenta. Juan Martín de Coyendo, un hombre piadoso y modesto, se
dio a construir con sus propias manos ( y la ayuda económica de Don Alonso Sánchez
Cabello, comerciante habanero ), una ermita de mampostería. Quedó terminada en
1664, cuando llegó a la Habana una nueva imagen de la virgen, traída por el Sargento
Mayor Don Pedro de Aranda. La instalaron en la ermita. Allí fue objeto de mucha
devoción, y el 23 de diciembre de 1714, la virgen quedó proclamada Patrona de la
Bahía.
Sus fiestas fueron tradicionalmente muy populares entre todas las clases sociales.
Blancos, nobles y negros esclavos - liberados por unos días -, bebían aguardiente y
presenciaban peleas de gallos e inesperadas corridas de toros. En el aire replicaban
alegres villancicos a la dulce María, pero también profundos toques de batá que
evocaban a Yemayá, la poderosa, la otra madre.
La sincretización de Yemayá con la Virgen de Regla resultó natural : la Virgen es la
madre de Dios, hay que cruzar el mar para venerarla y reside en su orilla ; Yemayá es la
poderosa madre de todos los orishás, la misericordiosa reina del mar, que es su morada.

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