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Hasta la Independencia
Simón Rodriguez
Ilustración realizada por Francisco Maduro
Finalmente, la gira culmina en Roma, donde el 15 de agosto del mismo año, Bolívar,
junto a Rodríguez y Fernando Toro, jura dedicarse por completo a la causa de
independencia de Hispanoamérica. Gracias a que el texto quedó grabado en la
memoria de Rodríguez, el mismo paso a la posteridad como sigue a continuación:
"Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi
honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma,
hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Luego de una breve visita de Bolívar a Nápoles retornan a París hacia fines de 1805,
separándose tiempo después.
En 1806 inicia un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia,
Polonia y Rusia; que culmina en 1823 cuando llega a Londres donde se encuentra con
Andrés Bello, emprendiendo ese mismo año el retorno a América. Al continente
americano ingresa por Cartagena de Indias, retomando además su nombre Simón
Rodríguez. El Libertador al enterarse de su regreso, le escribe el 19 de enero de 1824
desde Pativilca (Perú), una de las más conmovedoras epístolas de toda su vida: "Ud.
formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo
he seguido el sendero que Ud. me señaló [...] No puede Ud. figurarse cuán
hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado, no he
podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha
regalado". Con la ayuda de Francisco Paula Santander, ordenado por Bolívar,
Rodríguez marcha a unirse con él, emprendiendo por Cartagena el viaje a Perú a
través de Panamá y Guayaquil, llegando a este último puerto a fines de 1824 o
principios de 1825. A su paso por Ecuador dejó importantes obras: en La catunga dicta
clases de agricultura y botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno
un Plan de colonización para el Oriente de Ecuador y en Ibarra, funda una "sociedad
de socorros mutuos". En 1825 Bolívar lo recibe en Lima y lo incorpora de inmediato a
su grupo de colaboradores directos. En noviembre de este mismo año, Bolívar lo
nombra "director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y
director general de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana". El
7 de enero de 1826 Bolívar regresa a Lima y Rodríguez permanece en Bolivia, siendo
ésta la última vez que se ven.
En 1826 renuncia a sus cargos en Bolivia, por no congeniar con el mariscal Antonio
José de Sucre presidente para ese entonces de dicha nación. Por tal motivo, se marcha
a Arequipa donde publica en 1828, el Pródromo de la obra Sociedades Americanas en
1828, texto en el que igual que otros escritos suyos, insiste en la necesidad de buscar
soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase:
" La América Española es Orijinal = Orjinales han de ser sus instituciones i su gobierno
= I Orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos". En 1830
aparece su libro El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas,
defendidos por un amigo de la causa social, el cual era un alegato a favor de Bolívar.
En septiembre de ese año, circula su ensayo científico Observaciones sobre el terreno
de Vincocaya, en el cual destaca aspectos sobre la conservación de la naturaleza, la
economía y la sociedad. Aunque no existen datos precisos al respecto, es probable que
en 1831, hubiese contraído nupcias por segunda vez en Perú con Manuela Gómez. De
Lima se traslada en 1834 a Concepción (Chile), acepta la dirección de una escuela y
publica su libro Luces y virtudes sociales ese mismo año. Seguidamente se edita en la
misma ciudad el Informe sobre Concepción después del terremoto de febrero de 1835.
Tras visitar Trilaleubu y Monteblanco (1836) y Tucapel (1837), Rodríguez se encuentra
por segunda vez con Andrés Bello, en Santiago de Chile. En Valparaíso reedita Luces y
virtudes sociales (1838) y pública artículos en el periódico El Mercurio.
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SIMON RODRIGUEZ
Se caracterizará toda su vida por seguir apasionadamente su ideal de pensar y enseñar en libertad
plena. Su vida estuvo dominada por la pasión de las letras.
El primer contacto de los dos Simones se produce cuando Rodríguez es contratado por Feliciano
Palacios, abuelo de Bolívar, para que en su propia casa le sirva de amanuense. Más tarde, al
fugarse de la casa de su tío Carlos Palacios, Bolívar ingresará a la escuela pública de Rodríguez.
Este era un maestro que enseñaba divirtiendo, según expresión bolivariana. Su manera de
enseñar, distinta a todo lo tradicional, era en el campo, frente a la naturaleza, lo cual servía para el
espíritu, para la fortaleza del cuerpo y para el conocimiento de las cosas que nos rodean. Si está
en el aula, entre sus 114 alumnos (setenta y cuatro que pagan y cuarenta gratis, entre ellos nueve
expósitos), les da instrucción adecuada a sus edades y les inculca las buenas costumbres y el
amor por la libertad.
Don Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia el
Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América, Rodríguez (su "Maestro
Universal") hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a
la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a
calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser
terriblemente cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y
de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una locura singular.
La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos de su edad
adulta; superados algunos rices de la infancia entre maestro y discípulo, roces que nunca más
recordará El Libertador, la compenetración entre ambos es intensa y duradera. Por el carácter
independiente y rebelde de Rodríguez se comprende que cale tan hondo en el espíritu del joven.
La casualidad pone en manos de Simón Rodríguez, pedagogo per sé y fanático de Juan Jacobo
Rousseau, a un niño sano, rico, de alcurnia, inteligente, sin familia, sin padres siquiera a quienes
rendir estrecha cuenta de aquella infancia. En suma, encuentra el Emilio ideal. Y Simón Rodríguez
inicia la educación que aconseja Rousseau en su Emilio. Bolívar es el primer hombre moderno,
quizás el único, que haya sido educado para hombre libre. Rodríguez le hizo cerrar los libros de
texto y le abrió el gran libro de la naturaleza. Le enseña antes que nada a ser fuerte de alma y de
cuerpo; y a convivir con la naturaleza, sin ser víctima de ella. Le enseña a dar grandes caminatas,
a cabalgar días enteros, a nadar, a saltar. Le transmite oralmente cuanto el discípulo puede
asimilar. Y le obliga a leer a los grandes autores clásicos como Plutarco y a los modernos como
Rousseau. A eso se limita.
Simón Rodríguez, en 1794 presentó al Cabildo de Venezuela un proyecto de Escuelas Públicas,
donde analizaba el sistema educativo para aquel entonces y donde planteaba la necesidad de la
participación activa de los alumnos en las cátedras, exponiendo sus ideas y aclarando sus dudas.
Pero las autoridades coloniales no le prestaron ninguna atención.
Simón Rodríguez, además, de su conocimiento y talento como educador, sintió también la
inquietud de la Libertad; participó en el movimiento revolucionario de Gual y España, y
complicado en esta tentativa de independencia abandonó el país al fracasar el movimiento y se
traslada a Jamaica, suplantando su nombre por el de Samuel Robinson, para evitar cualquier
vengativa por parte de las autoridades del rey.
Al llegar a Jamaica en 1798, se inscribió en una escuela pública para aprender ingles, donde hizo
buenas relaciones con los niños, que eran sus compañeros de clase, debido a su bondadoso
corazón. Luego marchó a los Estados Unidos, estableciéndose en Baltimore, donde se desempeñó
por algún tiempo como cajista de una imprenta. Simón Rodríguez tenía un espíritu de aventurero y
esto lo llevo a seguir recorriendo varios países. Simón Rodríguez solía decir: "No quiero
parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas
esas cosas que marchan sin cesar".
Viajó por espacio de diez y seis años, conoció Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, Rusia, Inglaterra y
otros. Su estadía en el viejo continente le permite dominar el francés, el italiano, el alemán y el
portugués, profundizar sus estudios filosóficos y entrar en contacto con las teorías
revolucionarias que pronto implantarían un nuevo orden político y social de alcance mundial.
Todos estos conocimientos, más tarde los vertería en su más destacado alumno: el Libertador
Simón Bolívar.
Simón Bolívar viaja a Europa para distracción de su viudez temprana, dura tres años por fuera,
donde se encuentra con su Maestro Simón Rodríguez y se convierte en un viaje de aprendizaje, ya
que Rodríguez vuelca todos sus conocimientos en él. En esta época Rodríguez le aconseja a
Bolívar que estudie a "Helvecio, Holbach, Hume", entre otros.
En 1823, vuelve Simón Rodríguez a Venezuela, cuando su antiguo discípulo Simón Bolívar se
encontraba preparando la emancipación del Perú. Al enterarse Bolívar de la llegada de su maestro
lo llama a su lado y lo nombra Director e Inspector de Instrucciones Públicas y Beneficencia, y
regenta la Escuela Municipal de Caracas. Y en calidad de tal acompaña al Libertador a Chuquisaca,
donde funda una escuela, acorde con sus ideas de enseñanza. Se esmera en hacer de sus
alumnos albañiles, herreros, carpinteros y otros oficios manuales. Pero lamentablemente fracasa,
porque los mismos padres de familia miraban con desagrado que sus hijos aprendieran tales
oficios, teniendo que cerrar la escuela.
Bolívar ratificó en 1823 la manera de enseñanza de Rodríguez sobre las buenas costumbres y el
amor a la libertad: «Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo
hermoso».
En 1826 Rodríguez le escribía a Bolívar: "No sé si usted se acuerda que estando en París, siempre
tenía yo la culpa de cuanto sucedía a Toro, Montúfar, a usted y a todos sus amigos". Palabras que
sugieren la gran amistad entre aquellos jóvenes y el travieso pero respetado Pedagogo. Esto
haciendo remembranza de la época que pasaron juntos en París cuando bolívar viajó a Europa.
En ese entonces, Rodríguez solo contaba con treinta años.
En 1829, retirado de la docencia, establece en Azángaro, sobre las riberas del Lago de Titicacas,
una fábrica de Velas, que irónicamente él llamaba "De luces americanas". Pero reclamado por la
población cedió a encargarse de nuevo de la Educación.
Después de la muerte del Libertador, en 1830, se traslada a Lima y luego a Huacho. En 1833, fue
nombrado Director de estudios del Departamento de Concepción, este mismo año, en Chile se
entrevista con su compatriota Andrés Bello y funda una escuela de Barrio. Después de algunos
años de permanencia en aquella República, pasó a la del Ecuador donde fue nombrado catedrático
de Botánica y Agricultura del Colegio de Latacunga.
En 1846, regenta un Colegio en Quito y en 1847, se traslada al Sur de Colombia, entregado siempre
a su pasión de enseñar. Luego se enrumba a Perú, donde murió Simón Rodríguez, pobre y sin
hogar a los 83 años de edad, el 23 de Febrero de 1854, en el humilde pueblecito peruano San
Nicolás de Amotape. Fabricaba velas, que es hacer luz.
Sus restos fueron trasladados en 1954 al Panteón Nacional, en el centenario de su muerte.
No sin motivos, Bolívar usaba el calificativo de «el Sócrates de Colombia» para referirse a su
maestro.
Simón Rodríguez, fue un maestro ejemplar y gran luchador por la Libertad y la Justicia.
Escribió obras de valioso interés, entre las que se pueden citar:
Educación Popular.
El suelo y sus habitantes.
Tratado sobre las luces y las virtudes sociales.
Defensa de Bolívar.
El Libertador del Mediodía de América.
Sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social..................................
CARTA DE SIMON BOLIVAR A SU MAESTRO, AL PISAR ÉSTE EL SUELO DE COLOMBIA, DE
REGRESO DE EUROPA EN 1823
Usted, maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota
distancia! ¡Con qué avidez habrá usted seguido mis pasos, dirigidos muy anticipadamente por
usted mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo
hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado
sobre una de las playas de Europa......En fin, usted ha visto mi conducta; usted ha visto mis
pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y no habrá dejado de decirse: "¡Todo esto es
mío! Yo sembré esta planta; yo la enderecé cuando tierna: ahora, robusta, fuerte y fructífera, he ahí
sus frutos; ellos son míos: yo voy a saborearlos en el jardín que planté: voy a gozar a la sombra de
sus brazos amigos; porque mi derecho es imprescriptible, privado a todo"...Sí, mi amigo querido,
usted está con nosotros: mil veces dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia. Un
sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia.
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