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Don Simón Rodríguez

“Maestro de Maestros”
Resumen Documental

Realizado por:
Lic. Enrique Alexander Hernández Peñaloza
Mérida, 2007
NACIMIENTO
Simón Narciso de Jesús Rodríguez nació en Caracas entre la noche del día 28 y la madrugada del 29 de
octubre de 1771. En el acta de bautismo que tuvo lugar el día 14 de noviembre fue bautizado como niño expósito, es
decir que fue abandonado por sus padres, con el nombre de Simón Narciso Jesús Rodríguez, sin embargo no está
totalmente demostrado que dicha acta de bautismo se refiera a Simón Rodríguez, y no a algún homónimo suyo.

FAMILIA
De padres desconocidos, se dice que fue hijo adoptivo de Cayetano Carreño y de Rosalía Rodríguez. Criado
en casa del sacerdote Alejandro Carreño toma de él su apellido y es conocido como Simón Carreño Rodríguez.
Documentos de la época y otros testimonios hacen pensar que el sacerdote Carreño era en efecto padre de Simón
Rodríguez y de su hermano José Cayetano Carreño, cuatro años menor que él y quien se desarrollara como notable
músico. Su madre Rosalía Rodríguez era hija de un propietario de haciendas y ganado, descendiente de canarios.
Cayetano era conservador y concupiscente, con ideas contrarias al espíritu liberal y reformista que
evidenciaba Simón desde muy joven. Un día discutieron tan violentamente, que simón para no parecerse en nada a
su hermano, decidió adoptar el apellido Rodríguez, quedándose sólo con el de su madre (originalmente se hubiera
llamado Simón Carreño Rodríguez), por eso es que, el mismo Simón se presenta como expósito en el acta
matrimonial.

INFANCIA
De su infancia, se conoce muy poco. Simón Rodríguez es un niño expósito y su único familiar conocido es su
hermano Cayetano.

EDUCACIÓN
El germen inicial de conocimientos para Simón Narciso debió de provenir de la escuela pública. Todo cuanto
diga más tarde sobre las formas educativas vigentes, se fundará en la experiencia personal. Tres escuelas tenía
entonces la ciudad: la adscrita a la Universidad, regida por un religioso capuchino; la del convento de San Francisco,
a cargo de Fray Jesús Zidardia; y la pública, fundada en la segunda mitad del dieciséis. No interesa que Simón y su
hermano hubiesen concurrido a uno u otro de esos establecimientos: en los tres se enseñaba lo mismo y regían
idénticos métodos.
En la escuela, el niño Simón Narciso no debió de aprender sino aquello poquísimo que él mismo, ya de
maestro, denunciará en un trabajo enviado al Ayuntamiento. Lo sólido y constructivo, en punto a carácter, hubo de
recibir, en labra sistemática y lenta, del sacerdote su tío, persona docta y austera que vivía con él. En sustancia, se
sembraron en el infante gérmenes destinados a hacer de la existencia un ascenso, una fragua, en medio de rezos y de
adoctrinamientos de fe cristiana.
Los sacerdotes, al margen de su comportamiento moral, en cuanto clase, eran necesariamente instruidos y
hasta sapientes, por obligatoriedad de su condición; mantenían, por consecuencia, fuerte sentido de autoridad en el
medio social; el pueblo acataba ese saber, otorgándole reverencia; los clérigos llevaban el título de doctores. El niño,
así, fue amoldando su carácter en la severidad y la disciplina, sometido a horas exactas y ejercicios rutinarios
inevitables. Esa incipiente vida empezó a sentirse “con destino”. Los dos expósitos, en casa del sacerdote, tomarían
derrotero de precisión, cada cual según su personal tendencia. Cayetano será el católico ejemplar hasta su muerte en
1836. Simón tomará otras calles, por el mundo.
Todos los valores de entonces, universitarios o no, hicieron su ruta erudita por personal esfuerzo,
autoeducándose, leyendo. Rodríguez debió de andar entre libros desde temprano, como su amigo Andrés Bello y su
discípulo Simón Bolívar algunos años más tarde. Lo que no daba el medio ni otorgaban los regímenes, había que
suplirlo, acumulando saberes y rompiendo vallas. ¡Todo cerebro poderoso halla maneras de nutrirse!
Puede suponerse, por deducción, que Rodríguez, tal vez entrado apenas en la pubertad, haya sido admitido
como ayudante del educador Guillermo Pelgrón, maestro principal de primeras letras, latinidad y elocuencia. Su
natural tendencia era enseñar; su pobreza exigíale trabajar, las lecturas le habían enrumbado. Algo más tarde el
propio Pelgrón le avalará ante el Cabildo para que se le dé la dirección de la Escuela Municipal. Una ayudantía era
un aprendizaje, una marcha necesaria de primeros pasos, en una ciudad donde nadie preparaba educadores.
Rodríguez va formándose aceradamente en una ciudad de estamentos y clases, de algunos escándalos, de muy
contrastadas divisiones políticas, invadida subterráneamente por los principios de la Enciclopedia y de una
educación dañosamente estancada.

MAESTRO
Y se produce la fe de bautismo profesional de Simón Rodríguez: el Cabildo de Caracas le otorga el título de
maestro el 23 de mayo de 1791, “a consecuencia de lo representado por don Guillermo Pelgrón, maestro principal de
primeras letras, latinidad y elocuencia de esta capital, proponiendo para servir la escuela de niños de primeras letras
a dicho don Simón Rodríguez, de este vecindario, y a consecuencia de lo que han expuesto los alcaldes ordinarios
acerca de su conducta y habilidad; gozará del sueldo de cien pesos”. A esta remuneración se sumarán las cantidades
que le abonen los padres de los estudiantes en cuotas de 20, 16, 12, 10, 8, 6 y 4 reales; los pobres, no pagan nada. Abre
la escuela. El maestro de veinte años se entiende desde el principio con numerosos estudiantes, que llegarán a la cifra
de ciento catorce. ¿Qué otra presión podía incidir ahí sino la del entusiasmo, la vitalidad creadora y el sentido de
lucha, además de una inmensa paciencia?
Quizás Rodríguez sintió en lo íntimo de su conciencia lo escrito por Voltaire, uno de sus autores preferidos
“Los grandes placeres son muy serios”, cuando en el año 1792 fue llamado por el Alférez Real de Caracas, Feliciano
Palacios Sojo, para que se ocupara de la educación del niño Simón Bolívar y, al mismo tiempo, sirviera de amanuense
¡Gran placer, educar a alguien en totalidad! Fue aquella vez una presencia del destino. Sólo Rodríguez infundió sus
saberes, sus normas, su yo, en el espíritu del niño, actuando con intensidad creadora y fecunda y cumpliendo un
plan certeramente elaborado. El discípulo confesará más tarde: “Usted, mi maestro, no habrá dejado de decirse: yo
sembré esa planta, yo la regué, yo la enderecé tierna”.
Rodríguez sembrador, enderezador, penetró en el cariño y la confianza del niño “aparentando grande
interés por sus entretenimientos infantiles”. Bolívar mostró “poca aplicación y poco adelanto en sus estudios”.
Rodríguez y Bolívar estuvieron constantemente juntos en tres lapsos, que se señalan así: cinco años en Caracas, de
1792 a 1797; tres años en Francia e Italia, durante 1804, 1805 y 1806; y uno en el Perú y Bolivia, en 1825. El primero fue
el sorprendentemente grabador y creador, por sustancial.
Rodríguez enrumbó a su juvenil discípulo, tanto en la casa de los Bolívar, como en la escuela pública y en su
propio hogar donde abrió una suerte de internado para pocos niños. Importaba tenerle muy cerca al discípulo de
excepcional calidad.
Rodríguez era un maestro que enseñaba divirtiendo, según expresión bolivariana. Su manera de enseñar,
distinta a todo lo tradicional, era en el campo, frente a la naturaleza, lo cual servía para el espíritu, para la fortaleza
del cuerpo y para el conocimiento de las cosas que nos rodean. Si está en el aula, entre sus 114 alumnos (setenta y
cuatro que pagan y cuarenta gratis, entre ellos nueve expósitos), les da instrucción adecuada a sus edades y les
inculca las buenas costumbres y el amor por la libertad.
MASÓN
¿Dónde se inició Simón Rodríguez en la masonería? Varios autores afirman, que después que salió de
Venezuela en 1797, al quedar comprometido, en el movimiento revolucionario de Gual y España, primero fue a
Jamaica a estudiar inglés, viajando más tarde a los Estados Unidos.
En diferentes libros y revistas norteamericanas, francesas y británicas, hay referencias muy vagas sobre la
iniciación de Simón Rodríguez. Lo que está confirmado, en París, cuando se encontró con su discípulo el joven Simón
Bolívar, ostentaba el Grado de Maestro Masón. Todo parece indicar que fue en Francia donde recibió el sublime
Grado de Maestro Masón. Humboldt y Bonpland, ambos masones, cuando hablan de Simón Rodríguez, le confieren
el título de "Maestro". Finalmente en los archivos de la Gran Logia de Bolivia, hay abundantes referencias sobre la
actividad masónica en Chuquisaca y Cochabamba, del Q. H. Maestro Masón, Simón Rodríguez.
Todo esto lleva a la conclusión que Simón Rodríguez, tenía el Grado 3° del simbolismo masónico. Por lo
demás su vida y obra, siempre dentro del compás y la escuadra, es el mejor testimonio de su militancia en la
francmasonería.

MATRIMONIO
A escasa distancia de un año de haber conocido a su discípulo Bolívar, se casa Rodríguez con María de los
Santos Ronco en el año de 1793. La esposa, de origen modesto como él y asimismo pobre, no le dará hijos en los
cuatro años de su relación. El matrimonio, en cuanto contrato social, le significará al educador una mayor solidez en
su labor: habrá más confianza en él, que apenas si ha sobrepasado los veintiún años. El juvenil maestro defiende su
mañana en su hoy.
Hay que establecer el principio de que para Rodríguez no tuvieron especial significación ni el amor, ni la
mujer en general (exceptuando el propósito de educar también a las niñas). Ni en sus cartas, ni en sus obras todas
hay referencia a lo uno o a lo otro. Con o sin matrimonio -se casará dos veces y es posible que haya tenido alguna
amante (en más de una ocasión le acusaron de “vivir mal”, expresión que en lenguaje popular significa presencia de
una concubina), su encuentro diario, tenaz y ascendentemente luminoso, era con las ideas. No fue ni varón
enamorado, ni un divagador, ni un imaginativo, sino sólo un poderoso razonador.
VIDA Y OBRA
Simón Rodríguez, además de su conocimiento y talento como educador, sintió también la inquietud de la
Libertad; participó en el movimiento revolucionario de Gual y España en contra de la corona española en 1797, y
complicado en esta tentativa de independencia abandonó el país al fracasar el movimiento y se traslada a Jamaica,
suplantando su nombre por el de Samuel Robinson, para evitar cualquier vengativa por parte de las autoridades del
rey.
Al llegar a Jamaica en 1798, se inscribió en una escuela pública para aprender ingles, donde hizo buenas
relaciones con los niños, que eran sus compañeros de clase, debido a su bondadoso corazón. Luego marchó a los
Estados Unidos, estableciéndose en Baltimore, donde se desempeñó por algún tiempo como cajista de una imprenta.
Simón Rodríguez tenía un espíritu de aventurero y esto lo llevo a seguir recorriendo varios países. Simón Rodríguez
solía decir: "No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a
todas esas cosas que marchan sin cesar".
Viajó por espacio de diez y seis años, conoció Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, Rusia, Inglaterra y otros. Su
estadía en el viejo continente le permite dominar el francés, el italiano, el alemán y el portugués, profundizar sus
estudios filosóficos y entrar en contacto con las teorías revolucionarias que pronto implantarían un nuevo orden
político y social de alcance mundial. Todos estos conocimientos, más tarde los vertería en su más destacado alumno:
el Libertador Simón Bolívar.
En Francia se encontró con su antiguo discípulo, el joven Simón Bolívar. Juntos recorrieron varios países.
Presenciaron emocionados la coronación de Napoleón Bonaparte y fueron a Roma. Cuando llegaron al Monte
Sagrado, emocionado por los relatos épicos de su maestro y amigo, Bolívar pronunció su famoso juramento, tan
comentado por los historiadores. Al cabo de veinte años de ausencia en diferentes países europeos, Simón Rodríguez
volvió a Sur América.
Cuando estaba en Colombia, recibió una conceptuosa carta del Libertador, la cual empezaba así: "¡Oh mi
maestro!, ¡Oh mi amigo! ¡Oh mi Robinson!... Usted formó mi corazón para la libertad". Esas frases no pueden ser
más elocuentes ni expresivas. El Libertador testimoniaba así su reconocimiento por la gran labor espiritual de Simón
Rodríguez, quien sembró en la mente del Emancipador, las semillas de la magna obra de la Independencia.
En 1823, vuelve Simón Rodríguez a Venezuela, cuando su antiguo discípulo Simón Bolívar se encontraba
preparando la emancipación del Perú. Al enterarse Bolívar de la llegada de su maestro lo llama a su lado y lo
nombra Director e Inspector de Instrucciones Públicas y Beneficencia, y regenta la Escuela Municipal de Caracas. Y
en calidad de tal acompaña al Libertador a Chuquisaca, donde funda una escuela, acorde con sus ideas de
enseñanza. Se esmera en hacer de sus alumnos albañiles, herreros, carpinteros y otros oficios manuales. Pero
lamentablemente fracasa, porque los mismos padres de familia miraban con desagrado que sus hijos aprendieran
tales oficios, teniendo que cerrar la escuela.
Bolívar ratificó en 1823 la manera de enseñanza de Rodríguez sobre las buenas costumbres y el amor a la
libertad: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Bolívar, llevó a
su viejo maestro al Perú. Juntos entraron a Lima, siguiendo viaje, después de todas las gestas heroicas, rumbo al Alto
Perú.
En la nueva nación soberana creada por el Libertador: Bolivia, Simón Rodríguez, por mandato expreso del
héroe de Boyacá, Carabobo y Junín, se dedicó de lleno a la creación de las estructuras de la educación, con el cargo de
Director General de Instrucción Pública y Beneficencia. Pero, encontró muchos tropiezos. Le salieron al encuentro
seudo educadores de mentalidad colonial, que seguían pensando como en la época de Carlos V. Desengañado y
triste, salió de Bolivia, buscando refugio en una tranquila aldea en la costa del Perú, después de un corto peregrinaje
por Chile. En 1829, retirado de la docencia, establece en Azángaro, sobre las riberas del Lago de Titicaca, una fábrica
de Velas, que irónicamente él llamaba "De luces americanas". Pero reclamado por la población cedió a encargarse de
nuevo de la Educación.
Después de la muerte del Libertador, en 1830, se traslada a Lima y luego a Huacho. En 1833, fue nombrado
Director de estudios del Departamento de Concepción, este mismo año, en Chile se entrevista con su compatriota
Andrés Bello y funda una escuela de Barrio. Después de algunos años de permanencia en aquella República, pasó a
la del Ecuador donde fue nombrado catedrático de Botánica y Agricultura del Colegio de Latacunga. No sin motivos,
Bolívar usaba el calificativo de “el Sócrates de Colombia” para referirse a su maestro.

Algunas Obras
Escribió obras de valioso interés, entre las que se pueden citar:
 Educación Popular
 El suelo y sus habitantes
 Tratado sobre las luces y las virtudes sociales
 Defensa de Bolívar
 El Libertador del Mediodía de América
 Sus compañeros de armas
 Sociedades Americanas

ALGUNAS IDEAS REVOLUCIONARIAS


Ideas Educativas
En el plano educativo, es partidario de combinar la educación con el trabajo, promoviendo la creación de
escuelas técnicas y agrícolas, que posibiliten formar recursos humanos que sean capaces de “colonizar el continente
con sus propios habitantes” para evitar así la emigración indiscriminada del exterior, especialmente de Europa.
Rodríguez manifiesta, para ilustrar lo anterior, indicando de “que todo lo que brilla no es oro”, Enfatiza en lo
siguiente: “El horroroso cuadro de su miseria y de sus vicios donde se observa el vasallaje de esclavos en Rusia,
Polonia y Turquía... Todos anhelan por emigraciones ¡los Europeos, por vaciar su suelo de gente inútil, los
Americanos, por llenarlo con ella!”.
Desarrolla, Rodríguez, el proyecto de Educación Popular en Bogotá y Chuquisaca (Bolivia). En las dos
ciudades, fracasa rotundamente por la animadversión surgida entre las familias pudientes, de altos ingresos
económicos, que no concebían que sus hijos pudieran concurrir a un centro educativo igualitario, donde acudían los
pardos y los indios y donde se adquirían conocimientos de carácter práctico y manual.
Rodríguez, igualmente, cuestionó a la educación especulativa, que no se afinca en lo concreto y a la de
caridad, por cuanto no conducen al logro de los objetivos que se identifican con las carencias de los infantes y de los
adolescentes. Tampoco, compartió la metodología lancasteriana, tan en boga en la época: “La enseñanza mutua es
un disparate. Lancaster la inventó para hacer aprender la Biblia de memoria. Los discípulos van a la escuela a
aprender, no a enseñar, ni ayudar a enseñar”. De igual modo, denunció a los “mercaderes de la educación” de su
tiempo que hacían negocio con la actividad educativa. Estos mercaderes, que desde el origen de nuestras repúblicas
hasta el tiempo presente, se lucran con este quehacer, tal cual decía Rodríguez, “como si se tratara de géneros (telas)”

Asedio a las repúblicas


Al desaparecer, físicamente Bolívar, en gran parte de los países latinoamericanos sobrevienen luchas
intestinas, con el asalto a los gobiernos incipientemente republicanos y que son protagonizados por caudillos y
aventureros, prolongándose en el futuro a través de dictadores de procedencia y naturaleza distintas. Fue, como
clamar en el desierto, cuando Rodríguez, señalaba que había que adquirir conciencia republicana a fin de formar
ciudadanos auténticos y cabales. Tal misión debían cumplirlas, entre otros los especialistas en derecho, pero a éstos
les interesaba más dedicarse a acciones subalternas, propias de “tinterillos”, a quienes llegó a calificar de
“mercaderes de sellos”.

Ideas económicas
En el plano económico, para la época, fustiga a los gobernantes, así como se indica: “Si los americanos
quieren que la revolución política que el curso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido les traiga
verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos”. En este aspecto, Rodríguez no
tuvo éxito. Hasta el día de hoy observamos en América, extensos espacios terrígenos en poder de grupos oligárquicos
y elitescos: consorcios transnacionales, latifundistas de nuevo cuño, ex militares, etc. Prácticamente, ninguna
Reforma Agraria se ha ejecutado plenamente. Citemos el caso de Chile: Ni Frei, ni Allende lograron el objetivo de
equidad y justicia social entre lo sectores campesinos, porque Pinochet les devolvió a las grandes potentados que lo
acompañaron en el cruento golpe contra la república, las escasas hectáreas que alcanzaron a expropiarse, por esos
gobiernos. Por su parte, en Venezuela, a pesar que hubo una Reforma Agraria en los tiempos del presidente Rómulo
Betancourt; uno, cuando viaja kilómetros y kilómetros por los llanos, las haciendas pasan y pasan, con sus cercos
agresivos y desafiantes ante el viajero. Pensamos que situaciones similares, se observan en el resto del continente.

Visión de la prensa
Tampoco, a Rodríguez se le escapan los medios de comunicación, que por la misma estructura del
continente, en una elevada proporción, pertenecen a grupos minoritarios de la élite económica. Como sucede en
estos tiempos neoliberales, donde se ha llegado al colmo de que los periodistas, en ciertas publicaciones, han perdido
la libertad de antaño y se han convertido, lamentablemente, en meros “funcionarios obsecuentes” y “marionetas” de
los editores o de apatronados individuos al servicio de los intereses político-mercantiles de aquél. Rodríguez en su
época al respecto, expresó “Destiérrese de las sociedades cultas el pernicioso abuso de la prensa”.

MUERTE
En los años finales de la vida de Rodríguez, éste da clases en varios Colegios de Quito y Guayaquil, en esta
ciudad grandes partes de sus obras quedan hechas cenizas por un incendio que azotó la ciudad. En 1846, regenta un
Colegio en Quito y en 1847, se traslada al Sur de Colombia, entregado siempre a su pasión de enseñar. Luego, en 1853
emprende su último viaje rumbo a Perú al lado de su hijo José y Camilo Gómez, un compañero de éste y quien lo
asistió en su muerte, donde murió Simón Rodríguez, pobre y sin hogar a los 83 años de edad, el 28 de febrero de
1854, en el humilde pueblecito peruano San Nicolás de Amotape, donde fabricaba velas, que es hacer luz.
Muere a las once de la noche y es sepultado el día 1º de marzo. Los dos cajones de papeles y libros que
Rodríguez llevaba consigo, quedaron en Guayaquil y se cree que se perdieron en el incendio ocurrido en dicha
ciudad entre el 5 y el 7 de octubre de 1896. Setenta años después, el 22 de diciembre de 1924 sus restos fueron
trasladados al Panteón de los Próceres en Lima y luego en 1954, un siglo después, en el centenario de su muerte, a su
Caracas Natal en donde reposan hoy en día en el Panteón Nacional.

ALGUNAS SENTENCIAS DEL IDEARIO DE SIMÓN RODRÍGUEZ


 “El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario.”
 “Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se
eduque.”
 “No hay interés donde no se estrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se
entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los
maestros sobresalen en las tres.”
 “El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que
manda a aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe
dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque
enseñó a aprender.”
 “No hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro.”
 “Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les mande hacer; se
acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los
estúpidos.”
 “La ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable,
porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en una sociedad (por el más
y el menos se distingue una de otra). No es culpable un hombre porque ignora (poco es lo que puede saber),
pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.”
 “Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso,
amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las
habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven.”
 “Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos.”
 “Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga.”
 “Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las
cosas.”
 “Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.”
 “Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria.”
 “El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres
para la sociedad.”
 “Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual
fuere el plan que se adopte.”
Referencias

 RIMAZO GONZÁLEZ, ALFONSO Simón Rodríguez maestro de América (biografía breve). Ministerio de
Comunicación e Información. Publicación digital, marzo, 2006.
 PÉREZ ESCLARÍN, ANTONIO Se llamaba Simón Rodríguez. Distribuidora, Librería y Editorial Estudios C.
A. 2001

Internet:
 www.fundacite-merida.gob.ve
 www.caracasnet.com/eugui/rodriguez
 www.analitica.com
 http://es.wikipedia.org/
 www.glrbv.org.ve
 www.efemeridesvenezolanas.com/html/rodriguez.htm

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