Cerré los ojos lentamente mientras dejaba que los suaves labios de Marcos
besaran con dulzura mi cuello enviando pequeñas descargas eléctricas a
través de mi cuerpo. Su mano, cálida como siempre, me tomo con firmeza por la cintura mientras me llevaba en andas hasta su cama. Hice un esfuerzo sobrehumano para despegar mis labios de los suyos y refrenar sus intenciones. - Amor, no quiero esto – susurre. Sin hacer caso a mis palabras el siguió besándome con pasión y acariciando mi cuerpo por entre mi ropa haciendo que adversas emociones se trasmitieran por mi cuerpo. Algo enloqueció en mi interior cuando sus manos se colocaron más abajo de lo normal y lo impulse con fuerza lejos de mí acurrucándome en el medio de la cama. Él me observo humillado y se alejo con rapidez hasta el otro extremo de la habitación. - Perdón – dije en voz muy baja cuando luego de respirar hondo logre calmar las extrañas sensaciones que me inundaban. - No tienes nada que perdonar Ags, debería haberme detenido cuando lo pediste, es que creí que estábamos bien y que ambos queríamos… eh… ya sabes – hizo una mueca extraña con los labios – “esto”. - Yo quiero “esto”... pero… - un nudo se creo en mi garganta y pestañee con fuerza para contener las lágrimas, pero me desbordaron. Sus ojos se fijaron en los míos, enrojecidos, y como llevado por un impulso encerró mi rostro entre sus manos recogiendo con sus dedos las lagrimas que rodaban por mis mejillas. - Lo siento. Lo siento mucho. – dije bajando la mirada. Me acerque más a él y coloque mi rostro en su hombro. Él me abrazo y acuno en la cama hasta que las lágrimas cesaron sin decir palabra alguna. ¿Por qué lo había detenido? Lo quería montones y me hacia sentir más segura que nadie en este mundo, además tenia claro de que si iba a perder la virginidad con alguien, si es que la tenia, él era el indicado. Pero aún sabiendo todo eso… me aterraba. Cerré los ojos que habían estado clavados en los suyos y un torrente de imágenes invadieron mi mente, yo gritaba y alguien gritaba aún más fuerte, me dolía todo el cuerpo y todo estaba oscuro alrededor. Volví a abrir los ojos, aparentemente no había superado todo lo que había ocurrido con Matt. - Necesito decirte algo. - Claro, soy todo oídos linda. – dijo él. - Solo se lo conté a Amy, y no se como comenzar – dije indecisa. Me miro dándome confianza y se recostó en la pared en donde estaba apoyada la cama, yo me senté frente a él tomándole las manos. - ¿Recuerdas que este verano me caí por las escaleras? – él asintió sin entender bien de que iba todo esto – Pues en verdad no me caí por las escaleras. Respire hondo y mire por la ventana hacia la playa en busca de inspiración. - Esa noche había ido a la casa de Matt, mi ex, un chico rico y guapo que me habían presentado mis padres y era un par de años mayor que yo. Como sus padres estaban de viaje el me había invitado y habíamos tomado algunas cosas, ósea el había tomado y yo hacia como que tomaba porque ya sabes que me cae mal todo eso. – Marcos sonrió y hizo un gesto para que continuara – Llevábamos un rato… bueno ejem… besándonos cuando sus manos se volvieron más coquetonas de lo normal, el siempre se había mostrado recatado y dulce, pero entonces mientras forcejeaba con los breteles de mi vestido intentando sacármelo me pareció más brutal. Le dije que se frenara que yo no quería pero me ignoro y siguió forcejeando con el vestido. Insistí y finalmente lo patee mandándole a la otra punta de la habitación. El me miro con los ojos inyectados de sangre y me dijo exactamente esto “Para que mierda te haces la santa y la difícil si todos saben que queres revolcarte conmigo desde el primer momento que te vi, todos ya saben que sos una puta barata”. Hice un segundo de silencio al sentir como se tensionaban los músculos de Marcos que ahora miraba perdido como se movía el mar a lo lejos. - Yo me asuste de su mirada y intente alcanzar la puerta pero el fue más rápido y tiro de mi brazo arrojándome al suelo. En ese mismo momento todos mis años de arte marcial desaparecieron, me sentía totalmente indefensa y emocionalmente agotada. Él me arranco el vestido sin rodeos mientras se desnudaba brutamente frente a mí. “Venga putita, sabes que lo disfrutas” dijo mientras intentaba abrir mis piernas que estaban decididamente cruzadas. Luego al ver que yo no cedía me golpeo con fuerza en el rostro, ahogué un grito pero no me moví, no pensaba moverme por más que me golpeara. El enloquecido empezó a golpearme como nunca en la vida, en el rostro el pecho el estomago y a arrastrarme por el piso. Un uñetazo en el medio del rostro me hizo ver las estrellas y sentí horriblemente espantada como poco a poco perdía el conocimiento dejando mi cuerpo en manos de él. Grite y me removí hasta que finalmente la oscuridad lo lleno todo. Abrí los ojos que en algún momento de la narración sin darme cuenta había cerrado y me encontré con la horrorizada mirada de Marcos. - Pero, pero… ¿Qué paso después? ¿No lo denunciaste? – pregunto el tomando con demasiada fuerza mis manos. - No lo se, desperté unas horas después y él ya no estaba. Llame a Amy y le dije que viniera, ella me llevo al hospital y me atendieron pensando que me había caído de las escaleras, en verdad ninguno creía eso y una enfermera insistió en que dijera la verdad pero me negué. Mis padres prefirieron mirar para otro lado porque Matt era el hijo de un importante inversor de la empresa y era mejor quedarse callados. En cuanto a si lo hizo o no, nunca lo sabre. ------------------ Aún sin poder creer todo lo que había dicho Ágata hace unos segundo me levante y comencé a caminar. Tenia la necesidad de golpear algo, más bien de golpear a ese entupido, pero por cercanía la puerta se llevo mi furia cuando de un golpe casi la arranque. Ágata salto asustada en la cama así que volví para tranquilizarla. - Lo siento, necesitaba golpear algo – me disculpe. Ella asintió en silencio esquivando mi mirada parecía inmensamente miserable y triste. - No puedo creer que no lo denunciaras, ni siquiera puedo creer que te hiciera eso. – dije aún aturdido por el peso de su secreto. - ¿No… no te molesta? – pregunto ella en voz muy bajo abrevándose las uñas tímida. - ¿Qué cosa? – pregunte sin entender. - Ya sabes que yo no sea tan santa como creías, que puede que sea solo otra sucia “puta barata” – dijo ella como si fuera obvio. - ¡¿Qué?! ¿Cómo puedes pensar eso? – pregunte gritando. - Si yo fuera vos, no querría estar con alguien que es solo un sucio trapo de alguien más. Y eso es exactamente lo que soy, soy la mierda que quedo después de que el me usara y me tirara. No soy siquiera una persona completa, ¿es con “eso” con lo que quieres salir? – pregunto ella mirándome por primera vez en tiempo a los ojos. Me quede completamente mudo mientras mi cabeza intentaba hallarle alguna cosa cuerda a todo lo que había dicho. Respire para calmarme y no gritarle lo que iba a decir pues no se merecía mi furia, ella no tenia la culpa. - Yo NO creo que tú seas un trapo sucio. Tu eres perfecta y odio con todo mi ser lo que tuviste que pasar, odio que sientas que no eres una persona cuando eres en verdad la persona más brillante y hermosa que he conocido en mi vida. No entiendo como sientes eso, pues me parece algo irreal. No se veo como “eso” sino como Ágata la chica de quien estoy locamente enamorado. – dije despacio sin desprender la mirada de sus enormes ojos negros. Ella se acerco más a mi y me abrazo por los hombros mientras su largo cabello negro me hacia cosquillas en la piel del cuello. - Gracias. – susurró Ags en mi oído. Bese su cabello negro como la noche más oscura y la recosté en la cama. - ¿Quieres pasar la noche aquí? – pregunte en un tono muy bajo solo para que ella me escuchara. Ágata asintió en silencio y me beso muy delicadamente en los labios para luego acomodarse junto a mí y cerrar los ojos. - Gracias. – volvió a susurrar antes de caer rendida. No logre conciliar el sueño hasta unas cuantas horas después. No podía dejar de pensar en todo lo que aquella hermosa criatura que soñaba a mi lado había pasado y sentirme pésimo por haber insistido trayéndole todos esos recuerdos a la cabeza. Por primera vez en mi vida sentía lo que era odiar verdaderamente a alguien.