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Lunes 12 de febrero de 2007

EL CUMPLEAÑOS DE MI NIETA

En el salón todo estaba dispuesto, sillas, mesas, manteles, platos, cubiertos, música
infantil, y, lo que más llamaba la atención eran los festones de colores, gallardetes y
globos que adornaban todos los rincones y los techos donde se celebraba el
acontecimiento. Los niños discurrían contentos ante aquel espectáculo multicolor,
mientras que los adultos que les acompañábamos, perdida toda nuestra curiosidad,
el niño que debíamos llevar dentro, continuábamos con nuestras anodinas
conversaciones.

Preguntas van, preguntas vienen, es el entorno de la chiquillería, la expectación, el


querer saber, la intriga que despierta sus expectativas.

-¿Y por qué vuelan los globos?

-Porque han sido hinchados con un gas especial que se llama helio.

-¡Dame un globo! ¡Dame otro! ¡A mí también!

-Y a mí, gritaba el de más allá.

Y entre el jolgorio, la música y la algarabía de los niños se escuchaba aquí y allá las
explosiones de los globos en medio de risas y gritos de espanto.

-Yo quiero uno rojo, yo uno verde, a mi uno amarillo y bum...bam... bum... no
paraban de explotar y otros, los mas, quedaban pegados al techo sin poder ser
arriados, cuando no, salía un rapazuelo, en carrera tendida con una tira de
festones enredando cuanto encontraba a su paso.

Mi nieta cumplía dos años, miraba inquieta cuanto ocurría a su alrededor o se


entretenía abriendo los paquetes con los cuales había sido agasajada, sacaba de
ellos muñecas, prendas de vestir, mecanos, lápices de colores y algún juego
electrónico, pero no perdía de vista los globos, ella también quería jugar con ellos,
divertirse con el ramillete multicolor que pendía en la mitad del salón pero que
poco a poco iba desapareciendo. Los globos eran curiosos, unos se quedaban
anclados al techo, otros bum, bam, bum, explotaban y otros se deshinchaban y
quedaban exánimes, cansados o muertos pero con su color más oscuro y más vivo.
Los niños, entonces, los recogían y volvían a hincharlos, pero ya no volaban,
habían perdido su capacidad para elevarse y algunos niños, ante aquel desastre
inesperado, lloraban, otros los golpeaban y los hacían circular de golpe en golpe
por toda la sala.
Mi nieta cogió un globo azul y le pidió a su Padre, mi hijo, que la alzara en brazos;
la levanto y salió con ella al patio, el día era luminoso y el cielo profundamente
azul. Mi nieta en un descuido dejo escapar el globo, y, asombrada, lo vio elevarse al
cielo, no lo perdió de vista hasta cuando su color se mimetizo con el firmamento.
Pidió que le dieran otro globo, le alcanzaron uno rojo y lo rechazo, le entregaron
otro azul, lo tomo con sus manitas y volvió a soltarlo observando cómo se elevaba
hasta perderse en el azul del cielo. Y así, una y otra vez...con una leve sonrisa en
sus labios y su mirada angelical perdida en el azul del cielo.

¿Que pensamientos pasaron por la cabecita de mi niña? ¡Nunca lo sabremos!

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