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SUNRISE, A SONG OF TWO HUMANS (1927) FRIEDRICH MURNAU

La película supone el debut del director alemán Murnau en Estados


Unidos. Esta supone la adaptación de “Die Reise Nach Tilsit” (Un viaje
a Tilsit) de Hermann Sudermann, novela que fue adaptada por el
guionista Carl Mayer. Se estrena en 1927, marcando el final de la
época del cine mudo, puesto que poco después se estrena El cantor
de Jazz, la primera película sonora, que impondrá un nuevo método
de hacer cine.

La historia retrata la vida en la década de 1920, cuando la población


estaba dividida entre el mundo rural y urbano y muchos tenían en
mente la pugna entre el campo y la ciudad. Todo va bien en una
pequeña aldea, hasta que irrumpe en ella una mujer moderna venida
de la ciudad (Margaret Livingston) que durante sus vacaciones
enamora locamente a un granjero (George O'Brien). El granjero,
cegado por la pasión, mantiene relaciones ilícitas con ella dejando
olvidados a su mujer (Janet Gaynor), a su hijo y a su granja, como
consecuencia esta comienza a tener pérdidas. Tras varios encuentros,
la mujer de la ciudad incita al granjero a que asesine a su mujer y que
se traslade con ella a vivir a la ciudad. Este lo intenta pero se da
cuenta de que es incapaz y la deja marchar, pero acaba
persiguiéndola hasta la ciudad. Allí, el granjero se arrepiente de sus
actos y ambos renuevan sus votos de amor, pasando un día
estupendo que reaviva su afecto por la vida en la aldea. A su regreso,
una fuerte tormenta les invade en el lago y la mujer desaparece. Él,
desolado, acude a buscar ayuda pero es inútil, el cuerpo de su mujer
no aparece. Cuando la amante va a reunirse con el granjero, este
libera todo su odio hacia ella. Entonces los gritos de la gente le hacen
comprender que han encontrado a su mujer. Finalmente la pareja se
reúne feliz y la amante abandona a solas la aldea.

Todo el film está cargado de un lirísmo muy característico de Murnau,


cada acción tiene su significado poético con raíces en el movimiento
expresionista alemán y se pueden observar múltiples relaciones
dicotómicas: duelo entre la mujer tradicional y la moderna, la aldea y
la ciudad, el dia y la noche, el bien y el mal, la redención y el
pecado…

En primer lugar, es muy importante el papel que juegan las dos


mujeres como arquetipos que reflejan las diferencias en las mujeres
de dicho momento histórico. La mujer del granjero tiene una
apariencia mucho más inocente, discreta y representa la figura
tradicional de la mujer como madre y ama de casa, a su vez
representa también la tranquilidad de la aldea. Por otro lado, la mujer
de la ciudad irrumpe en el pueblo causando un caos enorme. Es una
mujer liberada sexualmente y que se vale de la moda y el maquillaje
para resultar más atractiva. Representa el deseo del granjero por
conocer cosas nuevas y salir de la monotonía que supone la vida
tradicional en la aldea para indagar en las nuevas costumbres de la
ciudad moderna. Este duelo entre mujeres se puede traducir en un
duelo entre los valores modernos y antimodernos de la década de los
años veinte que empujaban a algunos a la ciudad o retenían a otros
en áreas rurales.

En segundo lugar, Murnau asocia ciertos valores a la vida en el campo


y a la vida en la ciudad que denotan una preferencia por la primera.
La vida en el campo representa el contacto con la naturaleza y con la
misma felicidad puesto que los aldeanos viven tranquilos y contentos.
En contraposición, la vida en la ciudad se presenta como algo mucho
más caótico y descontrolado, que puede ofrecer muchas experiencias
nuevas y gratificantes pero que al mismo tiempo acaba agotando a
quien abusa de ellas. La gente de la ciudad finalmente opta por
evadirse de todo ese mundo en ebullición constante, como es el caso
de los protagonistas de la cinta, quienes después de pasar un
estupendo día en la ciudad optan por regresar a la aldea y seguir con
su vida en la granja.

Siguiendo con la dualidad que presenta el film, se puede asociar a las


mujeres y a la vida rural y urbana el concepto de día y noche. La
mayoría de escenas en la que aparece la mujer del granjero suceden
a la luz del día y sin embargo, las escenas en las que aparece la
mujer de la ciudad suelen transcurrir en ambientes más lugubres y
nocturnos. Estos usos de la luz y la oscuridad se pueden interpretar
como una metáfora del bien y el mal, rasgo que enlaza con el título
de la película Sunrise: a song of two humans, que simboliza el triunfo
del día ante la noche al amanecer, representativo también del triunfo
de la mujer frente a la amante.

Respecto al uso de innovaciones cinematográficas la película está


plagada de ellas. Teniendo en cuenta que supuso una inversión
descomunal en comparación con el resto de películas realizadas en la
época, es comprensible la calidad técnica que alcanzó Murnau.

Sirviéndose de sobreimpresiones consiguió una narrativa poco


común. Mediante su uso magistral al utilizar las sobreimpresiones
pudo introducir los pensamientos y las aspiraciones de los personajes
con una esquisitez digna del autor. Un ejemplo de ello es el momento
en el que el granjero está observando a su esposa y se imagina a su
amante dándole besos y agasajándole. También se aprecia el uso de
sobreimpresiones en el encuentro de los amantes junto al lago a la
luz de la luna, momento en el que la vampiresa de la ciudad hechiza
al granjero y le ofrece una nueva vida llena de posibilidades:
orquestas, bailes, música, luces, carteles, agitación y color… se trata
de una serie de imágenes fugaces que desfilan fente a ellos y que
representan las aspiraciones más profundas del granjero. Enlazando
de nuevo con sus pensamientos, también se puede observar dicha
técnica cuando él está tumbado en la cama y mediante la
superposición de una imagen de agua que le envuelve, Murnau crea
una metáfora visual que le recuerda el plan de ahogar a su mujer y
que finaliza con un fundido con el lago en el que se va a realizar tal
atrocidad.

Otro ejemplo muy cómico es aquel en el que la pareja sale de la


iglesia tras haber renovado sus votos de amor y ajenos al tráfico de
coches que les rodea caminan en linea recta cegados por el amor que
sienten el uno por el otro. Entran en una especie de sueño en el que
pasean por un campo arbolado plagado de flores que florecen a su
paso. Tras ese momento de fantasía se sorprenden al verse rodeados
de coches y se asombran de encontrarse sanos y salvos. Esta
secuencia se podría interpretar de nuevo como una metáfora visual
que deja patente que el verdadero amor está por encima de todo,
superando toda clase de dificultades, y que además es capaz incluso
de realizar milagros.

Respecto al uso de la cámara, se realiza una serie de movimientos


espaciales que crean un efecto de perspectiva y profundidad muy
útiles y funcionales ya que disimulan la relización de la película en los
estudios de la Fox. Además, se utiliza una serie de planos cortos en
los que predomina la actuación y expresividad de los personajes, que
aportan a la película una carga emocional muy importante.

En lo referente a la iluminación, el uso de la luz, la oscuridad y las


sombras supone un mecanismo muy importante que ayuda a
caracterizar a los personajes y a enmarcar las acciones que realizan,
dándoles la visión adecuada en cada momento. Los momentos
iniciales con la mujer presentan iluminación interior y muestran el
pesimismo del rostro de la esposa. De forma opuesta, la amante se
presenta en exteriores nocturnos, iluminada por la luz de la luna que
la convierte en un ser místico. Esta característica de la amante puede
ser catalogada de intertextualidad dentro de la filmografia del propio
Murnau, ya que el comportamiento de la mujer de la ciudad se
asemeja al del vampiro en Nosferatu, de 1922. Sin embargo, tras el
día en la ciudad se aprecia un cambio en el optimismo y el pesimismo
de la iluminación, se nos muestra a una esposa con una vitalidad muy
distinta a la del comienzo de la película y a una amante que carece
de los poderes místicos de los inicios, todo ello gracias al uso
estratégico de la luz y de las sombras. Por su parte, el granjero
también es retratado a través de un juego de iluminación que en
ocasiones le presenta al borde de la locura y en otras desbordado por
el amor. También se utiliza un efecto de iluminación manual pero
muy útil en la secuencia del interior de la iglesia, en la que los rayos
de luz que aparecen son en realidad pintadas para dar más
luminosidad a la escena.

Finalmente, la utilización de la música es otro factor de especial


interés puesto que indica el estado de ánimo de la escena y ofrece al
lector claves para interpretar las distintas secuencias. Además, se
introduce también una serie de efectos de sonido como las bocinas de
los coches que son manejados con gran habilidad.
Mención especial merece el final de la película, cuando la esposa
recupera la vida en los brazos de su marido y la amante abandona la
aldea en un carruaje tirado por caballos dándo paso así al amanecer,
que simboliza el triunfo final del bien sobre el mal.

Es una película de gran calidad y en ella Murnau consigue que el


espectador pase por una serie de sentimientos muy variados: tristeza,
alegría, compasión, rabia, perdón… de manera muy natural y con un
ritmo nada agotador. Además, se sirve de un uso limitado de
intertítulos que hace que la actuación de los personajes cobre una
presencia asombrosa y que convierte a la película en uno de los
mejores ejemplos de su género. Símbolo de todo ello fue el
reconocimiento que obtuvo en la primera ceremonia de los Óscars, en
la que obtuvo galardones por: Mejor actriz (Janet Gaynor),
Cinematografía y Calidad artística. Sin embargo, desde mi punto de
vista puede que el autor peque de ofrecer una visión idílica del campo
frente a una visión demasiado pesimista de la vida urbana, de la que
él mismo es partícipe y que a su vez le ofrece las posibilidades
técnicas de llevar a cabo su obra.

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