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Me enteré de las bases de la oposición, los requisitos y pruebas a realizar (no tenían
nada que ver con el alto nivel que actualmente se exige) en concreto exigían una profesión
relacionada de alguna manera con el trabajo de bombero y había una prueba tipo test
sobre ella, otra prueba cultural consistente en un dictado y operaciones matemáticas
elementales, aunque de muchos ceros y decimales por medio (hoy con el uso intensivo de
las calculadoras alguno se las vería canutas para realizarlas). Me dí cuenta de que en
aquella oposición, lo único que para mí “cortaba el bacalao” eran las pruebas físicas que
eran eliminatorias, en concreto la única comprometida era correr un kilómetro en 3’ 10’’.
Era una marca respetable para alguien que no estuviera haciendo deporte a un nivel como
mínimo medio. Así que, aunque no estaba totalmente en forma porque había dejado la
competición nacional (jugaba a voley en primera división) me fui a realizar un control de
esa prueba para ver que tal se me daba. Nunca me había dedicado a correr, pero realicé el
test y corrí por debajo de la marca exigida. Así que me dije:
Lo cierto es que a 48 horas del “día D”, dos años después de esa decisión, y sin haber
hecho absolutamente nada específico para esa oposición, tanto en el campo físico como
en el teórico o cultural, decidí hacer un control de la prueba de medio-fondo (las demás no
me preocupaban lo más mínimo, ni la velocidad, ni la cuerda, ni la natación, simplemente
porque las marcas exigidas eran bastante asequibles para mi condición física). Corrí y no
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pude llegar al kilómetro ¡ME AXFISIÉ A LOS 800 METROS! ¡NOOOOOOOOOOOOO! ¡NO
PUEDE SER! Casi me da un “jamacuco” no por la carrera, sino por el shock de no lograr
acabarla. No entraba en mis planes este contratiempo. Me había pasado dos años
pensando confiado en que estaba por encima de esa carrera y ahora parecía que la cruda
realidad era distinta. Me recompuse y me dije:
- ¡Bueno, aún me queda otro día para comprobar si puedo hacerlo, y VOY A HACERLO!
El día importante llegó. Hice varias pruebas sin historia, pero yo tenía consideraciones
con la carrera de velocidad por si no hacía un buen calentamiento y sufría algún tirón en
las piernas. ¡Vaya, pese a que lo sabía y calenté, sucedió! No fue muy grave pero me dejó
tocado para “la madre de todas las pruebas” el kilómetro a galope tendido. Pese a ello no
me dejé amedrentar. Pensé, “si me acabo de romper, ya me arreglaré con pegamento
después pero hoy corro y paso”. ¡Así que corrí y pasé!
Sacaron las preguntas de libros de arquitectura, fue una debacle entre los albañiles.
Todos me daban “sopas con onda” en cuanto a conocimientos prácticos, pues era su
profesión, pero claro un albañil no estudia libros para serlo, aprende el oficio en el tajo,
¡esto era una emboscada! ¡Bueno! Volví a serenarme y me dije, “está claro que por puro
azar algunas podría acertar” así que empecé a utilizar, la etimología, la deducción, la
reducción al absurdo y cualquier otra “triquiñuela” de esa índole para contestarlas todas
(no restaban los fallos ni las sin respuesta, era otra época). Sabía que podía haberlo
conseguido, pero fue una sensación rarísima, el salir de un examen sin tener certeza
alguna de lo que has hecho, sabiendo que en el peor de los casos puedes haber acertado
algunas, aunque no te valieran para aprobar, y en el mejor sacar incluso “nota”. En
cualquier caso había que sacar un cinco para aprobar y pasar y cada una de las veinte
contaba como ½ punto.
Me fui “zumbao” a casa y me tiré en plancha sobre las enciclopedias y diccionarios que
tenía (claro, no existía Internet), para ver que coñ.... había hecho en el examen.......Había
acertado diez...
- ¡FIIIIIIIIIIUUUUUUUUU!
Tenía cuatro mal, y del resto no pude averiguar nada, por lo que podía pasar cualquier
cosa, pero mi objetivo estaba conseguido, que era lo principal. De las seis que no pude
averiguar nada, acerté dos, así que acabé sacando un seis en ese examen.
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¡Otro objetivo conseguido! Pero pese a aprobar, habían, por supuesto, muchas mejores
notas que la mía y yo estaba en el puesto 87 del ranking de 61 plazas, ¡veintiséis puestos
por debajo del corte!
Pero ahora llegaba mi “arma secreta” la que sabía que podía marcar la diferencia, el
examen cultural de dictados, multiplicaciones y divisiones de tamaño “XXL”.
¡Bueno, lo hice! Con respecto al dictado lo tenía claro, no iba a fallar y con respecto a las
operaciones aritméticas, pude verificar a la salida los resultados que me apunté, con otros
compañeros que también lo hicieron, ambos no podíamos estar igual de equivocados, así
que lo teníamos bien.
Me fui bastante más tranquilo de esa prueba final, pero quedando a la dura espera y la
incertidumbre de los resultados definitivos. Pasaron varios días, y un día que nunca
olvidaré, vino otro compañero de oposición y hoy de profesión, a la tienda de deportes
donde yo trabajaba, a decirme que ya habían salido las listas de los aprobados que le
incluía a él, por supuesto. El corazón empezó a golpearme el pecho con fuerza y me fui
corriendo al ayuntamiento a ver qué había pasado...... y cuando llegué a las listas,
comencé a leer por arriba y empecé a bajar la vista por el listado, con cada nombre el
pulso se me aceleraba. Fueron escasos segundos de tensión, pero de repente, en el medio
de la lista ¡ALLÍ ESTABA YO! Lo había conseguido YA ERA BOMBERO. Fue un estallido
de gloria. Mi “arma definitiva” en la que había puesto toda mi confianza y seguridad en
conseguirlo, me había hecho ascender cincuenta puestos de golpe.
En ese momento por primera vez en esos dos "laaargos" años fui consciente de sopetón
que cabía la posibilidad de no haber aprobado. Os doy mi palabra de honor que en ningún
momento hasta ese instante pensé en que podía no haber aprobado, estaba
ABSOLUTAMENTE CONVENCIDO incluso de forma temeraria, de que IBA A SER BOMBERO.
Nunca había contemplado la posibilidad de suspender. No lo hice de forma consciente, fue
totalmente innato en ese momento pero fue una de las decisiones más importantes de mi
vida: VOY A SER BOMBERO. Me temblaron las piernas al ver que no tenía un futuro claro
fuera de esa oposición y que nunca había previsto alguna alternativa durante todo ese
tiempo para el posible caso de no aprobar. Simplemente porque en mi cabeza no existía
esa posibilidad.
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conseguí, me asuste ante que cabía la posibilidad de que no lo hubiera podido lograr, y eso
me impactó.
De toda esta historieta personal sólo hay una cosa que se que es válida para todos y que
creo que cualquiera que intente un objetivo importante en su vida, y una oposición lo es,
puede y debe utilizar. Es su confianza y determinación en lograr su objetivo. Fijaros,
una oposición, como algunos otros avatares de la vida, es un proceso en el que uno se
vende a sí mismo haciendo ver a un tribunal que sabe y domina las capacidades que se le
exigen. Ningún vendedor de lo que sea, conseguirá nada importante si no cree en lo que
está vendiendo. Tú (el opositor) estás “vendiendo” tus cualidades a unos clientes expertos
en ese producto, o sea el tribunal. Bien, si tu no crees en el producto que vendes ¿crees
que serás capaz de vendérselo a un tribunal? Te aseguro que no, el primer paso
indispensable en toda venta es tener absoluta confianza en el producto (tu mismo) y por
su puesto en tu capacidad para venderlo (tu preparación) sin las dos cosas es seguro que
no lo vas a conseguir.
(*) Hay que reconocerlo, en la actualidad ni siquiera con esa determinación y debido al alto nivel tanto físico como de
conocimientos exigido, lo podría haber hecho de forma tan temeraria.
Al final de una andadura, en el fondo, sea cual sea el resultado, nosotros siempre
sabíamos que era eso lo que iba a suceder, aunque si es un fracaso es posible que nos
cueste admitirlo en público. Henry Ford dijo: “Tanto si crees que puedes, como si
crees que no puedes, en ambos casos estás en lo cierto”. Depende de lo que uno
crea de sí mismo, si tú no crees en ti, no esperes que lo hagan los demás.
Que a nadie se le ocurra hoy en día dejar de preparar intensivamente la oposición que le
interese. Lo mío fue de otra época y con un nivel de exigencia ridículo en las circunstancias
actuales (aunque no lo eran entonces, los tiempos cambian). No sería de temerarios, sino
de locos o ilusos intentar hacer lo que yo hice. Pero ahora se que si que hice algo bien, que
es justo el primer paso que uno siempre debe llevar a cabo: Tomar la decisión.
Vicente Vidal
WebMaster
QuieroSerBombero.com
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