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BASTIDAS, DESCUBRIDOR DEL ISTMO DE PANAMÁ

Pero no fue Colón el primer descubridor del Istmo. Esta gloria se había

adelantado a alcanzarla, un año antes, un hidalgo español, natural de Sevilla,

antiguo notario y hombre de espada, llamado Rodrigo de Bastidas.

Llevado de su espíritu de aventura acompañó a Colón en su segundo viaje a

América. Luego, deseando tentar fortuna, obtuvo autorización de la Corona para llevar

a cabo una expedición por su cuenta y la organizó en 1500 viniendo como

Capitán de su armada compuesta de dos naves: San Antón y Santa María de

Gracia, mas un bergantín y un chinchorro. Le acompañaban en este viaje el

experto piloto Juan de la Cosa y el más tarde célebre descubridor del Océano

Pacífico, Vasco Núñez de Balboa.

La Reina Isabel I, la Católica. El Papa Alejandro VI dió, en

1491, en memoria por la expulsión de los moros de la Península Ibérica, al Rey Fernando

y a los sucesivos Reyes de España, el título de Majestad Católica.

Bastidas descubrió la costa atlántica de Colombia y de Este a Oeste toda la regio¡¡

de San Blas, en el Istmo de Panamá, hasta la punta de Manzanillo. En el lugar que

fue denominado en honor suyo, Puerto Escribano, y que Colón bautizó después El

Retrete, al que llegó poco más o menos en octubre de 1501, detuvo Bastidas la

marcha de sus descubrimientos por el mal estado de las naves. De allí regresó a

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Santo Domingo.

En la Española esperaban al descubridor del Istmo persecuciones y penalidades,

Mero al fin se le hizo justicia y los reyes Católicos, apreciando sus meritorios

servicios, le otorgaron honores y cargos. Victima, empero, de la ingratitud y el

antagonismo de sus años más tarde estuvo a punto de perecer a

manos de su lugarteniente y protegido Juan Villafuerte, quien en Santa Marta, la

ciudad fundada por su jefe y amigo, Bastidas, dirigió contra éste una conspira -

ción. Salvado por lo pronto del alentado, murió el 28 de julio de 1527 en

Santiago de cuba debido a los achaques de la edad y a los sufrimientos morales.

Bastidas se distinguió por su espíritu humanitario en el trato que dio a los

indios. Fue un descubridor afortunado que s u p o , c o n s u i n g e n i o s i d a d y

trabajo, alcanzar éxitos y labrarse un bienestar; pero a la postre la

traición y las bajas pasiones proporcionaron a si meritoria vida penas

espirituales que amargaban sus postreros años. en su trayectoria como

hombre público, hasta en la forma injusta como fue traicionado por sus

amigos, entre el descubridor del territorio istmeño y su compañero de

andanzas, Balboa, más tarde descubridor del Mar del Sur, hay gran similitud.

A Rodrigo de Bastidas se le considera el primer descubri dor del Istmo, si

bien lo fue solo del norte del Darién hasta el meridiano 79. 1, ' 1 Almirante

Colón terminó en 1502 el descubrimiento, haciendo el recorrido del territorio

istmeño de occidente a oriente, en su mayor extensión, hasta más allá del

términ o de la exp lo ración de Bastid as, o sea, una regu lar parte del

Archipiélago de San Blas.

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CREACIÓN DE LA PRIMERA DIOCESIS DEL

CONTINENTE AMERICANO

En 1513 el Rey de España solicitó al Romano Pontífice la creación de un Obispado

en el Darién, para cuya mitra propuso a su predicador, el francisca no Fray Juan

de Quevedo. León X lo eligió en agosto del mismo año y llamó el Obispado del

Darién para donde vino el Prelado, "Bética Nueva", denominación errónea que

correspondía a la Nueva Andalucía. Después se corrigió el nombre, designándola

Diócesis del Darién.

Santa María la Antigua fue la sede episcopal y el Rey dotó a su iglesia de

ornamentos y vasos sagrados.

El Obispo Quevedo arribó a ella en junio de 1514, cum plió su apostolado por cinco

años y trató en ellos de suavizar el carácter violento del Gobernador, defendió a

los indios contra los vejámenes de los conquistadores y procuró la ar monía entre

Pedrarias y Balboa, sin éxito.

PEDRARIAS DÁVILA
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El nombramiento de Pedrarias como Gobernador de Castilla del Oro lo supo Bal -

boa al llegar éste a Santa María el 30 de junio de 1514 con la mas lucida expedición,

hasta entonces organizada en España, con destino al nuevo mundo.

Predispuesto contra el descubridor del mar del sur, desde el comienzo el nuevo

gobernador exteriorizo sus sentimientos de antipatía para con balboa, sin que fuera

bastante a desvanecer su gratuito odio, la intervención del humanitario obispo Fray

Juan de Quevedo, el primer mitrado del continente americano, venido en el sequito del

gobernador y la bondad de su esposa, doña Isabel de Bobadilla, sincera admiradora del

joven descubridor.

Pedrarias acusándolo falsamente de insubordinación, proceso a balboa, a quien tuvo como un

rival de su grandeza y todos sus esfuerzos convergieron a eliminarlo como un obstáculo a su

poderío.

Poco acertado en el gobierno, con su presencia se inició una visible decadencia en la

colonia. Sus medidas administrativas resultaron nugatorias; y los indios, pacificados por

Balboa y atraídos a la amistad de los españoles, se levantaron hostiles haciendo la

guerra a los intrusos conquistadores. Balboa tuvo el tacto de no contrariar las órdenes de

su jefe; más bien se esforzaba en prestarle la mayor cooperación posible: por eso, a

indicación de éste organizó y condujo una expedición hasta el río Atrato para buscar el

templo de Dabaibe, fabuloso santuario que se decía repleto de tesoros, el cual la imaginación

de los españoles localizaba en aquella región. La empresa resultó desastrosa; además en

uno de los combates que fue necesario librar contra los hostiles indios, salió herido el propio

Balboa.

BALBOA ES DECAPITADO

Alentando esperanzas de más venturosas expediciones, sin que el fracaso de la

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llevada a cabo en busca de Dabaibe lo amilanara, quiso Bal boa conseguir recursos

en Cuba para explorar el Mar del Sur. Un auxilio que le vino de 70 hombres fue

interceptado por el Gobernador Pedrarias, quien irritado por lo que juzgó una

infidencia, apresó por segunda vez al descubridor y hasta lo encerró en una jaula,

bajo su vigilancia personal.

Por fortuna Balboa se había captado las simpatías del Obispo Quevedo y a

ruegos de éste el rigor de la pena fue aminorado.

La llegada de las reales cédulas nombrando Adelantado del Mar del Sur y

Gobernador de Coiba y Panamá a Balboa, apaciguó momentáneamente a Pedrarias,

lo cual fue aprovechado por el Obispo para amistar a los caudillos. Creyó conseguirlo

concertando el enlace del Adelantado con una hija de Pedrarias que se había

quedado en España, de nombre doña María de Peñaloza. El desposorio se efectuó,

representando a la dama su padre. El Obispo Quevedo regresó entonces para la

Península creyendo dejar armonizada la colonia; pero aquello no fue sino una

tregua en las relaciones de los dos caballeros, más que tirantes, hostiles.

Con la anuencia de Pedrarias, Balboa organizó en Acla una expedición al Mar

del Sur para lo cual hizo construir en éste tres navíos que equipó

convenientemente. Con ellos visitó el Archipiélago de las Perlas y exploró el sur

del Darién hasta Puerto Piñas. De regreso encontró que se le acusaba de tramar

una conspiración para emanciparse de la autoridad del Gobernador Pedrarias, y

proceder al descubrimiento del Perú por su cuenta.

Preso, se le condujo a Acla, donde se le procesó de nuevo y fue condenado a

muerte a pesar de sus protestas de inocencia.

En la plaza de Acla y a presencia del propio Pedrarias, el descubridor del Océano

Pacífico (nombre que recibió un año después el mar que él revelara al mundo en 1513)

fue decapitado el 15 de enero de 1519 con cuatro de sus amigos. Sus cabezas se

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exhibieron sobre picas por varios días.

Crimen horrendo fue éste de que la Historia acusa a Pedrarias Dávila,

provocado más que por una razón de Estado, por los celos y la envidia del funesto

Gobernador, de las glorias del afortunado Descubridor.

LOS PRIMEROS HABITANTES DEL ITSMO

Hagamos un ligero alto en esta narración y abramos un parénte sis para tratar,

aunque someramente, de los primeros habitan tes del Itsmo, teatro de las hazañas

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que llevamos narradas y de las que sucederán en el curso de esta historia.

Se calculan en sesenta las tribus que poblaban la Gober nación de Veragua o

Castilla del Oro, o más concretamente, que habitaban el istmo de Panamá a la

llegada de los descubridores, y en cerca de medio millón la suma de los pobladores.

Según estudios etnológicos, los pueblos que ocuparon primitivamente la zona

del Pacífico del territorio istmeño, hasta el río Chagres, eran derivaciones de los

Nabuas y de los Mayas, pues tenían idiomas, costumbres, caracteres físicos y reflejos

de la civilización que esas grandes razas de Centro América ostentaron en la época

de su esplendor.

Pero por el lado de las Antillas estas tribus recibieron la influencia de los Caribes

que procedentes de las islas de este nombre, ocuparon el golfo del Darién y la costa

Atlántica del Istmo extendiendo su acción, como navegantes que eran y muy

dados al comercio, hasta la Costa de Mosquito, en Centro América.

Los Caribes fueron un pueblo de navegantes audaces. Constituyó su principal

ocupación, como acaba de decirse, el comercio, con el cual enlazaron todo el

archipiélago de las Antillas con el continente.

De lo dicho se deduce que cuando los españoles conquistaron el Istmo, la

población hallada en él comprendía esos tres grandes grupos divididos en tribus

más o menos numerosas, entre las cuales las más importantes eran: al norte, la

de Coiba, cuyo cacique era Cemaco. Sus pueblos se extendían desde el golfo de

Urabá hasta Puerto Escocés. Seguía a ésta la de Careta, la cual tenía por vecina a

su enemiga, la tribu de Ponca. Al suroeste de Ponca se encontraba la de

Cuarecuá. Cerca de la punta Mosquito y en las márgenes del río Cuiti, estaba la

de los Cuevas bajo la jefatura de Comogre.

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Al sur había numerosos pueblos como los de Chiapes, Chitarraga (cuyo cacique

era Tumaco, mencionado atrás, y Terarequi (sus individuos habitaban el

Archipiélago de las Perlas), etc.

Las tribus más conocidas, después de éstas que resistie ron el primer empuje

de la conquista, y quienes en tal virtud hicieron más oposición a los españoles,

por lo que son mencionados por los cronistas de la gesta heroica, son Perequeté,

Chirú, Penonomé, Natá, Escoria, París o Pariza, Guayaré, Urraca,Musá,

Bulabá, Cébaco y, por último, los del extremo occidental del Istmo: Dolega,

Bugaba, Dorases, Caribaró, Chiriquí y Burica, de piel clara, casi blancos, estos

últimos.

Como la raza indígena fue en su mayor parte exterminada por los españoles,

éstos trajeron luego ejemplares de distintos lugares de América para los trabajos en

el Istmo y así se formaron otros pueblos mestizados.

Los actuales Cunas de San Blas son los descendientes de tribus migratorias de

esa raza que en el siglo XVII insurgieron en el Darién y ocuparon la región norte y

las islas del Archipiélago de las Mulatas, despoblados por la extinción de los

Caribes, sus primitivos habitantes.

Los Chocoes proceden igualmente de otras tribus migratorias que vinieron

después de la conquista y poblaron la región meridional del Darién. Los

Guaymíes de Veraguas son los residuos de las tribus aguerridas de Natá,

Escoria, Musá, Urracá y París, que lucharon tesoneramente contra los espa-

ñoles.

Los Sambúes-Chocoes del Darién provienen de las mezclas de los indios

panameños de aquella región con los indios caucanos de Colombia.

Los Cholos de varias provincias son indígenas civilizados que han olvidado la

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lengua, las tradiciones y la existencia primitiva de sus antepasados.

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