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A modo de prólogo
“Cuidar a una persona no consiste en cuidar sus órganos, sino cuidar su integridad, cuidarla en
su completa totalidad y ello supone un esfuerzo y un cambio en el paradigma intelectual y
práctico respecto al modelo especialista y microcósmico.
Cuidar a un ser humano es cuidar de alguien y no de algo y jamás puede reducirse el ser
humano a la categoría de cosa, de artefacto técnico o de realidad natural. Si el ser humano,
como dice Séneca, es sacra res, entonces la tarea de cuidarle y asistirle requiere una cautela y
una prudencia básicas. En la acción de cuidar a un ser humano se produce el encuentro entre
dos universos personales, entre dos mundos libres, entre dos conciencias, entre dos destinos
singulares en la historia2.
“¿Es posible una ética del cuidar de carácter universal y absoluto? ¿Es posible definir unos
principios elementales del cuidar más allá de las tradiciones y registros culturales?... Las
formas concretas de articular el cuidado difieren substancialmente de un lugar a otro, per la
necesidad de ser cuidado y, por lo tanto, el deber de cuidar puede calificarse, desde el plano
antropológico, de universales y absolutos”.
Para curar es preciso cuidar y sólo quien se cuida o es cuidado puede llegar a curarse, aunque
no siempre de un modo necesario.
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Ética del cuidar. Fundamentos, contextos y problemas
Un primer rasgo fundamental de la ética del cuidar es la práctica de la acogida. La acogida del
otro, del otro-enfermo, del otro-vulnerable, constituye el axioma central de la ética del cuidar
y en torno a este axioma se cimienta.