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SUMARIO GENERAL

Cuando la obra se inicia, se está celebrando el funeral por el segundo marido de Bernarda Alba.
Solas en la casa, las criadas ponen de manifiesto su odio por Bernarda, a la que presentan como un ser
clasista, autoritario y mezquino.
Bernarda confirmará estos rasgos de su carácter ante las mujeres que han acudido a darle el pésame.
Tras retirarse las mujeres, Bernarda impone a sus cinco hijas un luto de ocho años; mientras este luto
dure, no mantendrán ninguna relación con el mundo exterior.
Las hijas de Bernarda se inquietan. Son ya mayores y temen permanecer solteras. El rigor inflexible del
luto contrasta con sus deseos de amor, de fundar una familia.
A la mayor, Angustias, de 39 años, hija del primer marido de Bernarda, la ronda Pepe el Romano, un
atractivo joven, de veinticinco años, de la misma localidad.
La figura del Romano, que pide la mano de Angustias atraído por la riqueza de la muchacha perturba y
altera el ambiente familiar. Recordemos que Angustias ha heredado de su padre, el primer marido de
Bernarda, mientras que sus hermanas no heredarán apenas nada del suyo, segundo marido de Bernarda.
Adela y Martirio – las dos hermanas menores – también se enamoran del joven. Será Adela la que
consiga atraer su atención e iniciar una apasionada relación amorosa con el Romano.
Bernarda no quiere atender las veladas advertencias de la Poncia acerca de los encuentros entre Adela
y Pepe y continúa los preparativos de la boda de su hija Angustias.
Los celos de Martirio, que ve que el Romano no va a ser para ella, provocan la catástrofe: Martirio
denuncia a Adela cuando ésta se encuentra con su amante en el corral de la casa.
Bernarda, que acude al lugar presurosa, dispara contra Pepe, Martirio declara a Adela que Pepe ha
muerto. Al creerlo muerto, Adela, cegada por el dolor, se suicida. Bernarda ordena que se guarden las
apariencias: su hija ha muerto virgen.
La muerte inicia y cierra la obra.

ACTO PRIMERO

I. Caracterización de Bernarda por sus criadas


Ante el espectador aparece una habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Salen a
escena la Criada y la Poncia, ambas al servicio de Bernarda. Durante su ausencia la Poncia le ha quitado a
su señora chorizo y la Criada se lleva garbanzos. Poncia ordena a la Criada que limpie bien todo. El miedo
hacia Bernarda se mezcla con un sentimiento de odio contenido que empuja a la Poncia a calificarla de
malos nombres. A través de Poncia sabemos que Bernarda tiene cinco hijas y que la mayor, Angustias,
hija del primer marido, es la única que ha heredado. Suenan las campanas llamando al último responso.
Poncia sale hacia la iglesia para oír cantar al párroco.
Entra una Mendiga a pedir las sobras de la comida pero la Criada no está dispuesta a compartirlas con ella
y la despide de manera cruel. En escena la Criada pronuncia un monólogo en el que pone de manifiesto el
contraste entre ricos y pobres (entre Bernarda y ella). La Criada revela también los abusos a los que la
sometía el marido de Bernarda. Sorprendida por la entrada de las mujeres de luto, intenta disimular
fingiendo desesperación por la muerte de su señor.

II. Comportamiento social de Bernarda


Bernarda entra junto con las mujeres del pueblo que han asistido al funeral; todas van de luto. Su
primera intervención es dura y autoritaria, impone silencio a la Criada. Para Bernarda los pobres son
como animales. Una muchacha intenta tímidamente contradecir las opiniones de Bernarda pero ésta le
recrimina su osadía. Magdalena, que está llorando, es reprendida por su madre. Las mujeres, incómodas,
cambian de tema e inician una conversación forzada sobre los trabajos del campo, sobre el calor del
verano…
La referencia a los hombres da pie para que la Muchacha le hable a Angustias de Pepe el Romano,
diciendo que estaba con los hombres del duelo. Bernarda niega la evidencia al afirmar que su hija sólo ha
visto su madre. Las mujeres manifiestan su odio a Bernarda mediante insultos que profieren contra ella
en apartes y en voz baja – signo del temor que les infunde su sola presencia. Bernarda censura a las
mujeres que miran a los hombres en la iglesia, así impide que la conversación gire en torno a los
hombres. Después inicia una curiosa letanía. Al final de la letanía las Mujeres se retiran. Bernarda teme la
crítica y la murmuración de la gente del pueblo.
III. Comportamiento familiar de Bernarda
Bernarda se queja de las lenguas de sus vecinas y se lamenta del pueblo sin vida en el que viven.
Acalorada, pide un abanico. Adela, la hija menor, le ofrece el suyo, redondo con flores rojas y verdes. Su
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madre se enfada con ella y exige un abanico negro; de improviso Bernarda informa a sus hijas que
guardaran un luto de ocho años.
Magdalena protesta: a sus ojos los ocho años de luto hacen imposible cualquier proyecto de
matrimonio. Se lamenta con amargura y pesimismo. Bernarda la reprende con tono autoritario.
La tensión de la escena queda cortada por los gritos de María Josefa, la madre de Bernarda, que está
encerrada en una habitación. Bernarda la ha mantenido oculta para que no la viesen las mujeres del
duelo.
Adela regresa y pregunta por Angustias. Al no verla, Bernarda teme que se haya acercado al grupo de
los hombres, y la llama. Angustias intenta disimular, pero Bernarda la amenaza y la insulta por acercarse
a los hombres. Y acaba golpeándola con el bastón.
IV. Relación de Bernarda con la Poncia
Bernarda se queda a solas con Poncia, que insinúa que Angustias ha estado detrás de una ventana,
oyendo la conversación de los hombres. Bernarda se interesa por la conversación de los hombres. Poncia
intenta justificar a Angustias diciendo que está ya en edad de casarse (tiene 39 años). Pero Bernarda no
quiere novios para sus hijas. Su espíritu clasista se opone a que se casen con campesinos y gañanes. Al
oírla, Poncia desata su crítica diciendo que en otro pueblo sus hijas serían las pobres del lugar. Herida
nuevamente en su orgullo, Bernarda se dirige duramente contra la Poncia y le recuerda las distancias que
existen entre ellas.
La Criada interrumpe anunciando la visita de don Arturo, el notario, que viene a hacer las particiones.

V. Obsesión de las hijas de Bernarda por los hombres


Entran Amelia y Martirio, hablando sobre Adelaida, una amiga común, que no ha asistido al duelo ya
que le tiene miedo a Bernarda, porque ésta es la única que conoce la historia de su padre y el origen de
sus tierras. Esta historia lleva la conversación al tema de los hombres. Martirio, acomplejada por su
fealdad, expresa el miedo que siente ante ellos. Amelia le recuerda que Enrique Humanes anduvo
enamorado de ella. Pero Martirio aclara que luego se casó con otra que tenía más que ella.
Entra Magdalena: ha estado viendo las cosas antiguas de la abuela y dice que aquella era una época
más alegre. Piensa que lo malo de su época es que se pudren por el “qué dirán”, que sus vidas están
controladas por las apariencias y el temor de los demás. Les cuenta a sus hermanas que Adela se ha
puesto el traje verde y que se ha ido al corral para lucirse ante las gallinas.
Angustias entra y sale fugazmente de escena. Al verla, Magdalena comunica a sus hermanas que Pepe
el Romano viene a casarse con Angustias. Piensa que Pepe va tras el dinero de Angustias, porque su
hermana es vieja, y enfermiza. Además él tiene veinticinco años y es muy atractivo. Por eso lo normal
sería que pretendiera a Martirio, Amelia o Adela.
Entra Adela. Hablan de su vestido verde hasta que Magdalena propone que se lo regala a Angustias
para su boda con Pepe. Adela, sorprendida, decepcionada e incluso dolorida por la noticia, rompe a llorar
y se queja del luto y del encierro a que están sometidas.
La Criada anuncia que Pepe viene por lo alto de la calle. Amelia, Martirio y Magdalena salen corriendo
para verlo. Adela se retira rápidamente hacia su habitación.
Entran Bernarda y la Poncia hablando del dinero que le ha quedado a Angustias. Vuelven las hijas a
escena. Bernarda corta una incipiente discusión invocando su autoridad.

VI. Las Verdades de Maria Josefa


Entra en escena Maria Josefa, viejísima, ataviada con flores en la cabeza y en el pecho. Bernarda riñe a
la Criada por haber dejado escapar a la anciana. Maria Josefa replica que se quiere casar con “un varón
hermoso de la orilla del mar. ” Bernarda no consigue hacer callar a su madre y María Josefa continúa
empeñada en cantar las verdades. Mientras se la llevan, la anciana sigue gritando.

ACTO SEGUNDO

Se desarrolla en otra habitación blanca del interior de la casa de Bernarda. Ha pasado algún tiempo.
En escena, sentadas en sillas bajas y cosiendo, las hijas y la Poncia. Preparación de la boda de Angustias
Las muchachas cortan y bordan sábanas; se echa de menos la presencia de Adela. Lo que tiene Adela
es el mismo mal que aqueja a las demás excepto a Angustias: tristeza, pena, deseos de libertad, ansia de
amor… Angustias, que percibe la envidia de sus hermanas, se muestra provocativa. Para aminorar la
tensión, Amelia comenta el calor que está haciendo día y noche; pero ello da pie a la Poncia para insinuar
que la noche anterior Pepe no se alejó de la ventana de Angustias hasta las cuatro de la madrugada. La
novia lo niega. Las primeras sospechas asaltan al espectador/lector.
La Poncia, curiosa y provocativa, se interesa por la primera conversación que mantuvo Angustias con
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su novio. Esta declaración contrasta vivamente con el ardor e ímpetu que según la Poncia manifestó su
marido cuando se vieron por primera vez. Tras su charla Poncia previene a las muchachas.
Animada por la conversación, Magdalena sale en busca de Adela. La Poncia comenta que Adela está
enferma, Martirio insiste en que no, que sólo está durmiendo, Angustias añade que la envidia se la come.
La incorporación de la hermana menor da lugar a una serie de veladas acusaciones por parte de Martirio.
La discusión cede gracias a la llegada del vendedor de encajes. El odio de Adela hacia Martirio estalla con
dureza ante la mirada inquisitorial de su hermana.

I. La pasión amorosa de Adela


Se marchan todas menos Adela y Poncia, que ya está enterada del amor de Adela hacia Pepe el
Romano. Intenta convencerla para que deje en paz a su hermana pero Adela no acepta sus consejos y la
amenaza. Poncia intenta mantenerse desafiante, pero la pasión de Adela se ha desbordado. Tras la
discusión, la muchacha y Poncia se despiden amenazantes. Nos hallamos ante un clímax dramático: la
Poncia ha descubierto el amor de Adela y en sus manos está el hacerlo público.

II. La libertad de los hombres


Tras haber visto los encajes, las mujeres regresan hablando de labores y de niños. De repente se oyen
los segadores que vuelven al trabajo. El calor de la tarde y la alegría de los hombres concentra la atención
de la conversación. Adela envidia la libertad de los hombres, Magdalena, Martirio y Amelia se limitan a
lamentarse de su desgracia.
La Poncia habla de los hombres, alimentando los deseos de las muchachas. Las mujeres se lamentan
una vez más de su condición femenina. Los hombres se van alejándose, se oye una canción simbólica.
Martirio repite con nostalgia los dos primeros versos (deseos de libertad), Adela repetirá con pasión los
dos últimos (amor y pasión).

III. Dudas e insinuaciones de Martirio


Poncia, Adela y Magdalena salen corriendo a ver a los segadores desde la ventana. Al notar el
decaimiento de Martirio, Amelia se interesa por su estado. Martirio no sabe si descubrir o no a Amelia sus
sospechas sobre Adela. Insinúa que ha oído ruidos durante las últimas noches. Amelia no capta la
insinuación. Martirio finalmente no dirá nada.

IV. Enfrentamiento abierto entre las hermanas


Angustias, colérica, viene reclamando el retrato de su novio. Las hermanas niegan haberlo robado.
Martirio se permite, incluso, insinuar que Pepe suele visitar el corral. Ante la insistencia de Angustias por
averiguar quién le ha quitado el retrato, Adela - sensible a la alusión de su hermana - responderá mirando
a Martirio, dando a entender que a ella no le hace falta el retrato…
Bernarda, avisada por los gritos y el escándalo, interviene para apaciguar los ánimos. Ordena a la
Poncia registrar las habitaciones de sus hijas.
Poncia viene por fin con el retrato, que estaba entre las sábanas de la cama de Martirio. Bernarda la
golpea con el bastón y profiere insultos y maldiciones contra su hija. Martirio justifica su conducta
alegando que se trataba de una broma. Ante la disculpa, Adela salta llena de celos. Martirio aprovecha la
ocasión para amenazarla y formular sus sospechas delante de su madre.
Sin embargo, nadie parece querer entender. Angustias cree que las dos hermanas se han enamorado
de su novio, pero sus sospechas no van más lejos. La ingenuidad de Angustias desata la rivalidad hasta
entonces latente entre las hermanas y estalla abiertamente el odio contenido. Bernarda manda callar a
sus hijas.

V. Ambigüedad e insinuaciones de la Poncia


Al quedarse a solas con la Poncia, Bernarda decide que Angustias tiene que casarse enseguida para
disipar los problemas. Poncia objetará, no habla con claridad sino con rodeos, con medias palabras, con
metáforas e insinuaciones.
Bernarda asegura que lo del retrato ha sido una broma. Pero Poncia insiste en que aquí pasa una cosa
muy grande. Bernarda le recuerda a la Poncia con crueldad su mezquino origen (la madre de la Poncia era
una prostituta). Poncia continúa insinuando y provocando a su señora con sus constantes sospechas y
acusaciones. Pero Bernarda no comprende, confía en sus hijas, pero ante todo, en su propia autoridad.
Poncia alude incluso a las visitas nocturnas de Pepe.
Angustias, que acaba de entrar, corrige a la Poncia diciendo que Pepe lleva más de una semana
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marchándose a la una. Pero Martirio confirma las palabras de Poncia. Por primera vez Bernarda se siente
desconcertada. A la hora de la verdad, Poncia no quiere comprometerse y se lava las manos.

VI. Expresión de la rivalidad entre Adela y Martirio


En lo alto de la calle hay un gran gentío y todos los vecinos están en sus puertas. Las mujeres acuden
a ver qué sucede. Adela y Martirio regresan discutiendo con violencia. Adela suplica a su hermana que no
se interponga en sus amores con Pepe pero Martirio no está dispuesta a permitirlo, porque ella está
también enamorada.
VII. Linchamiento de la hija de Librada
La Poncia relata el sucedido. Bernarda, enloquecida por la situación que reina en su propia casa,
vocifera con crueldad y anima también en favor del linchamiento de la muchacha. Adela se identifica con
la mujer y clama su defensa.

ACTO TERCERO

La escena se desarrolla ahora en un patio interior con las paredes ligeramente azuladas. Bernarda y sus
hijas están cenando acompañadas por Prudencia, una amiga de Bernarda, que se sienta aparte, sin cenar.

I. Contraste entre las actitudes de Prudencia y Bernarda


Bernarda se interesa por la familia de Prudencia, cuyo marido se ha enemistado con sus parientes por
culpa de la herencia y no ha perdonado aún a su hija alguna ofensa cometida por ésta contra el honor
familiar. Bernarda considera que el padre hace bien pero Prudencia sufre y padece las consecuencias y
sólo encuentra consuelo en la Iglesia. La conversación toma otros derroteros y hablan de la boda de
Angustias. Parece ser que la calma ha regresado a la casa de Bernarda, Prudencia se levante y se
despide.

II. Aparente calma en la casa de Bernarda


Acabada la cena, Adela quiere acercarse hasta el portón. Amelia propone acompañarla, Martirio, que la
vigila constantemente, se suma al paseo nocturno. Mientras tanto, Bernarda aconseja y amonesta a
Angustias, no le importan los sentimientos, sino que se guarden las apariencias. Como Angustias
sospecha que su novio le oculta muchas cosas, su madre le recomienda que no intente descubrirlas y que
no le pregunte, añadiendo que lo mejor es que él no note nada.
Adela, Martirio y Amelia, vuelven del portón. El enfrentamiento entre Adela y Martirio continúa,
manifestándose mediante velados comentarios, en los que se observa la pasión amorosa de Adela y los
celos de Martirio. Una vez más Bernarda corta la discusión. Adela, ensimismada, sigue hablando de
estrellas, luces de relámpagos, noches hermosas… que revelan su entusiasmo y su alegría.

III. La Poncia insiste en sus acusaciones y sospechas


Bernarda se jacta de la vigilancia que ejerce sobre sus hijas y Poncia le transmite sospechas siempre
con una ambigüedad calculada. El orgullo de Bernarda impide que estas insinuaciones le lleguen, porque
está segurísima de su autoridad. Dicho esto, se retira a descansar.

IV. Autojustificación de la Poncia y presagios de tragedia


Poncia sabe mucho más de lo que dice. Tanto la Criada como Poncia se encuentran asustadas por las
relaciones de Adela y Pepe, la tormenta puede estallar en cualquier momento. Se callan al oír ladrar a los
perros. Inmediatamente se asoma Adela con la disculpa de que tiene sed. Vuelve a su habitación y las
criadas se retiran a descansar.

V. Sueños, locura y metáforas de María Josefa


La escena queda casi a oscuras y en silencio. Surge misteriosamente María Josefa con una oveja en los
brazos, cantando una canción de cuna y desaparece. De repente cruza la escena Adela y se introduce con
sigilo en el corral. Martirio, vigilante, la va siguiendo. Pero el regreso de María Josefa detiene a Martirio.
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La anciana expresa metafóricamente sus deseos y define la opresiva situación del ambiente familiar. No
sin esfuerzo Martirio consigue que su abuela se retire a descansar.

VI. Estallido de la rivalidad entre Adela y Martirio


Martirio se acerca a la puerta del corral y llama a su hermana. Sale Adela un poco despeinada. Martirio
pretende que deje a Pepe el Romano. El intento de Martirio es vano, herida por los celos, no puede
soportar las palabras de su hermana. Desesperada, Martirio reconoce su amor por el Romano. Adela
intenta abrazarla pero Martirio la rechaza con odio.
Entonces Adela se afirma y asume su condición de amante de Pepe el Romano. Ya no le importa la
opinión de las gentes ni que la persigan. Martirio continúa empeñada en detenerla pero Adela amenaza.
Se oye un silbido - dado por Pepe - y Adela se dirige al corral. Su hermana se interpone en su camino y
despierta a voces a su madre.

VII. Rebelión y suicidio de Adela


Aparición de Bernarda : Martirio acusa inmediatamente a su hermana. Furiosa y colérica, Bernarda se
aproxima de su hija pero Adela le arrebata el bastón. Bernarda sale precipitadamente en busca de la
escopeta. Se escucha un disparo.
Adela sale corriendo porque cree que ha matado a Pepe, Martirio lo confirma. Bernarda aclara que salió
corriendo en su jaca, pero Adela ya no la oye. De pronto se escucha un golpe : Adela se ha encerrado.
Cuando la Poncia logra abrir la puerta, se lleva las manos al cuello. El horror invade a las hermanas,
excepto a Martirio.
Termina la obra con un dramático diálogo en el que Bernarda impone silencio y pretende ocultar lo
sucedido ante los ojos del pueblo. La última palabra de Bernarda será la misma que pronunció en su
primera intervención: ¡Silencio!

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