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LA CONQUISTA DEL PERÚ

La Conquista del Perú (1532-1533) es el proceso histórico de anexión del Imperio inca al
Imperio español. El primer contacto entre un español y un inca se dio durante el gobierno
de Huayna Cápac, cuando unos chasquis (mensajeros incaicos) trajeron a un español hacia
el inca, hablaron mediante señas y luego lo dejaron ir.1 Sin embargo, fue recién en 1532 que
un ejército inca se topó con un ejército español, durante la guerra civil entre los dos
herederos al trono inca,Huáscar y Atahualpa, hijos del recién difunto Emperador Inca,
Huayna Cápac. En este encuentro, Atahualpa fue tomado preso por Francisco Pizarro y
semanas después fue ejecutado. Sin embargo, la resistencia inca continuó hasta 1574.

Antecedentes

Las primeras veces que los incas vieron a los españoles fue en la época de Huayna Cápac. 2
También fue durante su gobierno, un Sapa Inca estuvo en contacto directo con un español,
ya que unos chasquis trajeron al español Pedro de Candía al palacio de Huayna Cápac para
que se entrevistasen. La comunicación fue a puras mímicas y lo que cuentan las crónicas
fue que Candía le dijo a Huayna Cápac que él comía oro, así que el gobernador le brindó
oro en polvo y lo dejó irse

Pedro de Candía se llevó consigo a uno de los chasquis a España y lo presentó al rey, luego
lo trajo de vuelta al Tahuantinsuyo para que hiciera de traductor. Este inca sería conocido
luego como Felipillo.1

[editar] La situación incaica

Poco tiempo después del primer contacto entre Huayna Capac y Pedro de Candía, el Sapa
Inca y su sucesor, Nina Cuyuchi murieron a causa de una rara enfermedad3 (Se le atribuyen
a la viruela traída por los europeos).

Tras la anarquía Huáscar asumió el gobierno por orden de los "orejones" (nobles) de Cuzco
quienes creían que su experiencia como vice-gobernante de Cusco era suficiente para
asumir el mando.2 Después de un golpe de estado fallido, Huascar preocupado por la
confianza que tenía su hermano Atahualpa con los mejores generales del imperio, los
"ikas", ordena a Atahualpa que se aleje de ellos, pero Atahualpa reacciona armando su
ejército y declarandole la guerra. El enfrentamiento que habría durado aproximadamente
tres años, finalizó con la victoria de Atahualpa. Guerra de subversión inca.4 5

Véase también: Guerra de subversión inca

[editar] Situación de los conquistadores


Hacia 1523, a los 47 años de edad, Francisco Pizarro estaba afincado en Panamá, ciudad de
la que llegó a ser alcalde en 1522. El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro poseía
una fortuna modesta porque para emprender la aventura, él y Diego de Almagro, tuvieon
que asociarse con un cura influyente, Hernando de Luque, que a la sazón era cura de
Panamá. Villanueva habla de un cuarto "socio oculto": el licenciado Espinoza, que no quiso
figurar públicamente, pero que fue el financiero de las expediciones. Ello debió ser así, por
cuanto nunca uno sólo de los socios decidía de manera unilateral las acciones. Sólo
Francisco Pizarro, iniciada la conquista física del Perú, tomó decisiones de campaña o
sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo de Gobernador de
Nueva Castilla.

En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque para
conquistar "El Birú" (palabra que después se convertiría en Perú), repartiéndose las
responsabilidades de la expedición. Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del
abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la
provisión de ayuda. A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años
de viajes hacia el sur afrontando toda clase de incomodidades y calamidades, llegaron a la
isla del Gallo cansados y extasiados. El descontento entre los soldados era muy grande,
llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intenta
convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo la mayoría de sus huestes
quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya
en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición
descubridora.

Tan solo cruzaron la línea trece hombres. Los "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla
del Gallo", fueron: Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candía,
Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso Molina, Martín Paz, Cristóbal
de Peralta, Elias Ascoy Angulo, Domingo de Soraluce y Juan de la Torre y Díaz Chacón.

Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera la
orden del gobernador Pedro de los Ríos, cuenta el historiador José Antonio del Busto:

Cuadro que escenifica el momento.


"El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella
desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una
arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el
arma una raya sobre la arena:

Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el
que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere.

Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de
la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los
valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea,
"no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en
corazón la quedada". Sus nombres han quedado en la Historia".
José Antonio del Busto

Pizarro y los Trece de la Fama esperaron en la isla del Gallo cinco meses por los refuerzos,
los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al
mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la Isla de la Gorgona,
hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur.

Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. Dos años antes, en
1522, Pascual de Andagoya fue el primero en tratar de efectuar esa aventura: su expedición
terminó en un estrepitoso fracaso. Las noticias de la existencia de "Birú" y de sus enormes
riquezas en oro y plata, debió influir en el ánimo de tales aventureros y podría haber
aportado el ingrediente decisivo para preparar la expedición no sólo de Pizarro sino de
Andagoya. Por tal razón, Pizarro, Almagro y Luque se lanzaron a la aventura.

[editar] La conquista (tercer viaje)

[editar] Primera fase

En 1531, las tropas de Pizarro se separaron en dos; Pizarro en Coaque se dirigió hacia Puná
(en el Golfo de Guayaquil) En Puná, los españoles recibieron regalos e instrumentos
musicales por parte del curaca punaneño. Más tarde dicho curaca y los punaneños se
rebelaron por los abusos que cometían los españoles.6

Los punaneños tuvieron que enfrentarse no sólo a españoles sino también a Tumbesinos,
aliados de los españoles por viejos resentimientos de guerra hacia los isleños de Puná.

Más tarde los españoles fueron víctimas de traiciones y conspiraciones por parte de sus
aliados tumbesinos; En una ocasión los tumbesinos abandonaron en una de sus balsas en
medio del mar a tres españoles.7

[editar] Segunda fase


Hernando de Soto con su tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la noche
y en la mañana: cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos,
apoderándose de los campamentos. Al día siguiente continuó la persecución. El cacique
Quilimasa con las debidas garantías para su vida, se presentó ante Hernando de Soto, quien
lo llevó donde el Gobernador. De la conversación con Quilimasa, se entera que otros
caciques más importantes habían ordenado la muerte de los españoles.

Otra conversación importante fue la que sostuvo Pizarro con un principal venido del
interior. Al respecto Pedro Pizarro, dice: "...pues preguntando al indio qué era el dijo que
era un pueblo grande donde residía el Señor de todos ellos, y que había mucha tierra
poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas con planchas de oro; y
cierto el indio dijo verdad, y menos de lo que había..."; les informó también sobre valles
más fértiles. Además de lo anterior, informó a Pizarro sobre la situación del Imperio. Todos
estos informes entusiasmaron a Pizarro, quien decidió continuar con la conquista.

En vista que no encontraron a los indios que perseguían y que los poblados tumbesinos
habían sido arrasados por los Punás, Pizarro decide continuar dejando en ella a su teniente y
abandonarla en dos etapas. La vanguardia a su mando, acompañada por Hernando de Soto,
partió hacia Poechos. La retaguardia, al mando de Hernando Pizarro, salió de Túmbez
tiempo después, porque en sus filas había enfermos: se les ordenó que siguieran a la
vanguardia.

[editar] La fundación de San Miguel

En Poechos, Pizarro tiene noticias de Atahualpa, que se estaba desplazando de Quito a


Cajamarca. Además, tuvo detalles de la guerra que sostenía con Huáscar Inca Yupanqui.
Decide enviar a Hernando de Soto a Caxas, con la finalidad de recopilar información sobre
Atahualpa. Hernando de Soto se tomó un tiempo en esto, lo que causó la preocupación de
Francisco Pizarro. En tanto se une la retaguardia de conquistadores que venían con
Hernando Pizarro. En este tiempo se habían levantado los indios de Chira y Tangarala
(Tangarará), obligando a los españoles de Hernando de Soto, a atrincherarse en la huaca
Chira, enviando por ayuda a una parte de españoles donde Pizarro.

Francisco Pizarro deja a Hernando Pizarro en Poechos, y se dirige a la huaca Chira para
auxiliar a sus compañeros de aventuras. Allí castigó severamente a los curacas: "Trece
curacas fueron muertos a garrote y quemados sus cuerpos". Según la cosmovisión
indígena, el ser quemados los anulaba para la vida después de la muerte, ya que creían que
la muerte era un tránsito entre ésta y la otra vida, necesitaban sus cuerpos para ello; el fuego
destruía ese cuerpo.

Luego de apaciguar a Chira, se dirige a Tangarala (Tangarará), en donde funda la Villa de


San Miguel, el 15 de agosto de 1532. Fue la primera ciudad española fundada en el Perú.
Luego pasó a Piura, territorio de los tallanes. En esta ciudad, Francisco Pizarro hace el
primer reparto de tierras e indios entre los españoles que quisieron afincarse en ella. Este
primer reparto incluyó además de Piura, Túmbez (Tumbes). Pedro Pizarro, que había
quedado con su hermano Hernando en Poechos, describe la presencia de un noble inca
entre los curacas de Poechos, quien estaba allí para espiar a los españoles: "Y llegado que
fue a Caxamalca donde Atabalipa estaba, le dijo que eran unos ladrones barbudos que
habían salido de la mar, que venían caballeros en unos carneros como los del Collao, que
son los mayores que hay en esta tierra". Así Pizarro tiene por primera vez noticia de
Atahualpa, de la guerra civil que enfrentaba a los hermanos y del triunfo de los generales
atahualpanos sobre Huáscar, que había sido capturado.

[editar] Viaje de Piura a Cajamarca

Antes de entrar a la sierra, Francisco Pizarro tomó una serie de precauciones, que según
Villanueva, fueron:

1. Que su hermano Juan Pizarro, con cincuenta de a caballo, se instalase


en Piura, alerta ante las huestes de Atabalipa, haciendo gran actividad de
espionaje;
2. Y que, con las demás gente su hermano Hernando Pizarro se instalara
en Tangarala;
3. El repartimiento de Túmbez, que era el más ambicionado, lo entregó a
Hernando de Soto, cumpliendo la promesa que le hiciera a Hernando
Ponce de León cuando le fletó dos navíos en Panamá;
4. En Tangarala puso como su teniente gobernador a Antonio Navarro,
contador del rey de España;
5. Además, dejó en Tangarala a cincuenta y cinco vecinos españoles, que
se quedaron a poblarla
Villanueva Sotomayor, lib. cit.

Luego de dictar las disposiciones anteriores y de reforzar su retaguardia, se dirige a


Cajamarca por el Cápac Ñam (Camino Inca de la sierra), en donde sabía se encontraba
Atahualpa. Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel de Piura el 24 de septiembre de 1532
con "sesenta y dos de caballo y ciento dos de pie". Camino a Cajamarca, un noble orejón se
entrevista con Pizarro para hacerle saber que el Inca "tiene la voluntad de ser su amigo, y
esperalle en paz en Caxamarca". Luego de esto el indio retornó a Cajamarca a informar a
Atahualpa y a entregarle los regalos que envió con él Francisco Pizarro y para decirle "que
se apresuraría en llegar a Caxamarca y ser amigo del Inca"". Para no ser hostigado por
ambos bandos de la confrontación intestina, Pizarro pregonaba que era partidario de
Huáscar Inca Yupanqui y al Apoo, le decía que venía a apoyar a Atahualpa.

Las tropas de Atahualpa acababan de derrotar a las de su hermano Huáscar en


Huanacopampa, el cual había sido hecho prisionero. Según María Rostworowski, "El
consenso de cronistas de acuerdo en señalar las crueldades ordenadas contra los deudos,
mujeres e hijos de Huáscar. Todos fueron ahorcados y se persiguió en las casas de los
difuntos Incas a los que habían pertenecido al linaje de Huáscar. El mayor ensañamiento
se cumplió con los miembros de la panaca de Tupac Yupanqui, matando a todos los
miembros que se pudieron hallar" ("Historia del Tahuantinsuyu"). Mientras esta represión
tenía lugar, Atahualpa permanecía en Huamachuco festejando los triunfos de sus generales
y se preparaba para dirigirse a Cajamarca. En esto llegaron mensajeros enviados por los
curacas de Payta y de Tumbes avisando de la llegada de unos extraños personajes que
habitaban unas casas flotantes y montaban unos enormes animales. Quizá por curiosidad,
Atahualpa retrasó su marcha a Cajamarca para ver a los recién llegados y dio a sus
generales la orden de ir a Cajamarca con Huáscar, lugar donde se reuniría con ellos.

En la llacta de Cinto, el curaca informó a Pizarro de que Atahualpa había estado en


Huamachuco y de que se dirigía a Cajamarca con cincuenta mil hombres de guerra.
Continuando su camino hacia Cajamarca, los españoles llegaron a una bifurcación del
camino. Uno de ellos llevaba a Chincha y el otro a Cajamarca. Muchos españoles opinaban
que sería mejor ir a Chincha y evitar el enfrentamiento con Atahualpa por el momento. Sin
embargo, Pizarro decide ir a Cajamarca, por varias razones que explica Villanueva
Sotomayor:

"1. Recuerda las recomendaciones de Hernán Cortés: "lo primero que hay
que hacer es apoderarse del jefe, lo consideran como su dios y tienen
poder absoluto. Con ello, los demás no saben qué hacer".
2. Por su propia experiencia, en Coaque, la Puná y Túmbez, sabe que
apresando un curaca y teniéndolo como rehén se gana mucho. En cambio,
suelto, el curaca se convierte en enemigo peligroso.
3. Los huascaristas lo ayudan porque él se ha declarado "su partidario".
Tomar una ruta distinta a donde están los protagonistas de la guerra civil
sería perder ese valioso apoyo.
4. A Atahualpa le ha mandado decir que va a su encuentro porque "quiere
ser su amigo" y "apoyarlo" en su lucha contra Huáscar Inca Yupanqui. No
cumplir con esa promesa debilitaría las posibilidades de la sorpresa y el
engaño que le tenía preparado al Inca.
5. Cambiar la ruta hacia Chincha sería la perdición para Pizarro, porque
quedarían al descubierto sus planes secretos...".
Villanueva Sotomayor, lib. cit.#GGC11C

En un poblado de sierra, Pizarro decide dividir su ejército en dos fracciones: la vanguardia


con él y cuarenta de a caballo y sesenta de a pie. El resto, al mando de Hernando Pizarro,
formaría la retaguardia y se uniría a Pizarro cuando él lo indicase. Luego de unos días de
marcha, Pizarro mandó decir a su hermano Hernando que se le uniese para continuar el
viaje a Cajamarca juntos. Los informes que le daban eran tranquilizadores. Pizarro hace
acampar a su fracción. En ese campamento, es que Pizarro recibe una embajada de
Atahualpa, con diez llamas que el Inca había enviado como regalo y para conocer el día que
llegarían a Cajamarca, a fin de enviarles comida por el camino. En otra llacta del camino,
Pizarro recibió otro obsequio de diez llamas, más informes que lo tranquilizaron, y con
ellos se quedó uno de ellos que los acompañó todo el camino hasta Cajamarca.

En otra llacta, según Villanueva, hubo un incidente entre dos indios (entre el venido de
Cajamarca y el que dio el alcance a Pizarro, de San Miguel de Piura, que había sido
enviado a Cajamarca). La razón del pleito la explicó el indio de San Miguel así:

"1. El enviado del Inca mentía. Atahualpa no estaba en Cajamarca sino en


el campo (Baños del Inca) y tenía mucha gente.
2. A él lo habían querido matar, pero se había salvado porque amenazó
con que los embajadores de Atahualpa serían ajusticiados por el
Gobernador.
3. No permitieron que hable directamente con el Inca, porque estaba
ayunando.
4. Se entrevistó por fin, con un tío de Atahualpa, quien le requirió por los
cristianos. Su respuesta resumida por Jerez, fue: "Y yo les dije que son
valientes hombres y muy guerreros; que traen caballos que corren como
viento y los que van en ellos, llevan unas lanzas largas, y con ellas matan
a cuantos hallan, porque luego en dos saltos los alcanzan, y los caballos
con los pies y bocas matan muchos. Los cristianos que andan a pie dije
son muy sueltos, y traen en el brazo una rodela de madera con que se
defienden y jubones fuertes colchados de algodón y unas espadas muy
agudas que cortan por ambas partes, de cada golpe, un hombre por
medio, y a una oveja (nota: llama) llevan la cabeza, y con ella cortan
todas las armas que los indios tienen; y otras traen ballestas que tiran de
lejos, que de cada saeteada matan un hombre y tiros de pólvora que tiran
pelotas de fuego, que matan mucha gente".

El mensajero de Atahualpa replicó:

"1. Que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque esa llacta había
sido reservada para aposentar a los cristianos.
2. Que Atahualpa acostumbraba acampar desde que estaba en guerra con
Huáscar Inca Yupanqui.
3. Que cuando el Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino
con su padre el Inti.
4. Muy diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión "...teniendo en lo
secreto por cierto que era verdad" la versión del huascarista, su aliado".
Villanueva Sotomayor, lib. cit.#GGC11C

Luego del incidente, los españoles continuaron su camino hacia Cajamarca. Muy cerca de
esa llacta, Francisco Pizarro recibió otra embajada de Atahualpa con comida. Después de
esto caminó hasta que se ubicó a una legua de Cajamarca, "y toda la gente y caballos se
armaron, y el Gobernador los puso en concierto para la entrada del pueblo, e hizo tres
haces de los españoles de pie y de caballo". "Llegado a la entrada de Caxamalca vieron
estar el real de Atabaliba una legua de Caxamalca, en la falda de una sierra".

Los españoles habían llegado a Cajamarca por las alturas de Shicuana, al noreste del valle.
Era el viernes 15 de noviembre de 1532. Habían caminado 53 días desde San Miguel de
Piura.

[editar] Captura de Atahualpa

Artículo principal: Captura de Atahualpa


Atahualpa Inga está en la ciudad de Caxamarca en su trono usno.
Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala en Primer Nueva coronica y buen gobierno.

El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron en
Cajamarca "gente popular y algunos de la gente de guerra" de Atahualpa. Además, que
fueron muy bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles no
encontraron gente en la llacta. Herrera dice que "sólo se veían en un extremo de la plaza
unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que habían
provocado la cólera del Emperador indio" ("Hechos de los castellanos, Década V").

Cuando Pizarro entró en Cajamarca, Atahualpa se encontraba a media legua del asiento, en
los Baños del Inca, donde había asentado su real, "con cuarenta mil indios de guerra"
(Pedro Pizarro). Entrados en Cajamarca y antes de apearse, Francisco Pizarro envió a
Hernando de Soto con cinco o seis y un intérprete donde Atahualpa, para que le diga "que
él venía de parte de Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de
paz y amistad, y que viniese a ver con él".

Parece ser que el recibimiento del Inca a Hernando de Soto fue más bien seco, pero envió
una embajada para decirles que "podían quedarse en la llacta de Cajamarca, que él no
podía ir porque estaba terminando su ayuno".

El Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales se
apostasen en las afueras de Cajamarca, para atrapar y amarrar a los españoles: estaba
seguro que al ver tanta gente, los españoles huirían. Los españoles por su parte, pasaron en
vela la noche por las noticias de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, sobre la cantidad
de gente que habían visto. Y por el hecho que no sabían cómo atacaban los indios de guerra
al no haber peleado nunca contra ellos. Por su parte, Francisco Pizarro que sí tenía
experiencia, por los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la conquista de los
aztecas, tenía en mente aplicar el mismo método que el empleado en México por Cortés.
Pizarro dispuso que Pedro de Candía se colocase en lo más alto del tambo real, en el centro
de la plaza, con tres trompeteros y un falconete pequeño. Tenían la orden de disparar
cuando ya el Inca, se encontrara en la plaza. Luego del estruendo del falconete, harían sonar
las trompetas. A los de caballo los dividió en dos fracciones al mando de Hernando de Soto,
uno y de Hernando Pizarro, el otro. La orden era que cuando escuchasen el estruendo
deberían salir de sus escondites. La infantería también estaría dividida en dos fracciones,
una al mando de Francisco Pizarro y la otra al mando de Juan Pizarro. La orden, avanzar a
capturar al Inca. Todos debían estar escondidos en los edificios que rodeaban la plaza hasta
escuchar la voz de ataque: ¡Santiago!, que sería dada por el cura Valverde, en su momento.

Al día siguiente, los espías de Atahualpa le informaron de que "los españoles estaban tan
asustados que se habían escondido en los tambos". No se apuró en ir a Cajamarca el Inca,
primero comieron. Mientras, para los españoles la espera era angustiante. Pedro Pizarro,
sobre esto, escribió "... yo oí a muchos españoles que sin sentirlos se orinaban de puro
miedo".

Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresa a la plaza
de Cajamarca. Este dice: "A la hora de las cuatro comienzan a caminar por su calzada
delante, derecho a donde nosotros estábamos; y a las cinco o poco más, llegó a la puerta
de la ciudad". El inca comenzó su entrada en Cajamarca, antecedida por su vanguardia de
cuatrocientos hombres con "grandes cantares", ingresó a la plaza con toda su gente, que
cubría toda ella, en una "litera muy rica, los cabos de los maderos cubiertos de plata...; la
cual traían ochenta señores en hombros; todos vestidos de una librea azul muy rica; y él
vestido su persona muy ricamente con su corona en la cabeza y al cuello un collar de
esmeraldas grandes; y sentado en la litera en una silla muy pequeña con un cojín muy
rico". Jerez, escribía. "Entre estos venía Atabaliba en una litera aforrada de plumas de
papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata".

Cabe destacar que los acompañantes del Inca no traían armas; éstas, en poder de los
soldados, venían a retaguardia. Atahualpa se sorprendió de no ver a ningún español en la
plaza y mandó orejones a inspeccionar los tambos. Uno de los generales incas,
sospechando, mandó traer la tropa de retaguardia. Esas lanzas y esas tropas jamás llegaron
porque los acontecimientos de Cajamarca se sucedieron rápidamente y en una gran
confusión.

Francisco Pizarro envió al cura dominico, fray Vicente de Valverde, al soldado Hernando
de Aldama y al intérprete Martinillo. Ante el Inca, el cura Valverde hace el requerimiento
formal a Atahualpa de abrazar la fe católica y someterse al dominio del rey de España, al
mismo tiempo que le entregaba un evangelio. El diálogo que siguió es narrado de forma
diferente por todos los testigos. Es posible que la tremenda angustia vivida en esos instantes
impidiera después recordar las frases que se cruzaron en ese momento de tragedia.

Según algunos cronistas, la reacción del Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y
desdén. Atahualpa abrió y revisó el evangelio minuciosamente. Al no encontrarle
significado alguno a lo escrito en él, lo tiró al suelo. Villanueva, dice que "luego le pidió (el
Inca) su espada a Aldama. El español se la enseñó, pero no la entregó". La reacción
posterior de Atahualpa fue decirle a Valverde que los españoles devolviesen todo lo que
habían tomado de sus tierras sin su consentimiento; que nadie tenía autoridad para decirle al
Hijo del Sol lo que tenía que hacer y que él haría su voluntad; y finalmente, que los
extranjeros "se fuesen por bellacos y ladrones"; en caso contrario los mataría.

Grabado antiguo de la Captura de Atahualpa. Autor y fecha desconocidos.

A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado por él. Disparó el
falconete de la artillería de Pedro de Candía y las trompetas y salieron los caballos.

...sonaban los cascabeles atados a los caballos, disparaban ensordecedores los arcabuces;
los gritos, alaridos y quejidos eran generales. En esta confusión los aterrorizados indígenas,
en un esfuerzo por escapar, derribaron una pirca de la plaza y lograron huir. Tras ellos se
lanzaron los jinetes, dándoles alcance mataron a todos los que pudieron, otros murieron
aplastados por la avalancha humana".

Mientras tanto, en la plaza de Cajamarca Pizarro buscaba el anda del Inca y Juan Pizarro la
del Señor de Chincha. El Señor de Chincha y el Señor de Cajamarca fueron muertos por los
españoles que los capturaron. También mataron a mucha gente del entorno de ambos
señores. "Otros capitanes murieron, que por ser gran número no se hace caso de ellos,
porque todos los que venían en guarda de Atabaliba eran grandes señores" (Jerez).

Igual suerte hubiera corrido Atahualpa de no ser por Francisco Pizarro, que ya se
encontraba cerca de él, debido a que no podían derribar la litera del Inca, a pesar de que
mataron a los portadores de la litera, ya que otros de refresco se metían a cargarla. Así
estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca, cuando Francisco
Pizarro, gritó que "nadie hiera al indio so pena de la vida...", hasta que hicieron caer el
anda y capturan al Inca, al que ponen bajo arresto en un ambiente del Templo del Sol.

Al caer la noche de aquel 16 de noviembre de 1532, habían terminado para siempre el


Tawantisuyo, el Inca estaba cautivo y con su prisión llegaba a su fin la independencia del
estado inca.

Aquel atardecer, la ceguera de Atahualpa subestimó totalmente la tecnología y audacia de


los extranjeros. No pasó por su mente el peligro que corría al dejar a unos forasteros
avanzar hasta su real en lugar de tenderles una emboscada en un desfiladero. El Inca creyó
que podría eliminarlos en cualquier lugar y quiso primero satisfacer su curiosidad.
[editar] Tercera fase

Después de la captura de Atahualpa, se inició el saqueo del real del Inca en los Baños del
Inca. El soldado cronista Estete, dice: "... todas esas cosas de tiendas y ropas de lana y
algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran menester muchos navíos en
que cupieran". Otro cronista dice: "...el oro y la plata y otras cosas de valor se recogió
todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de Su Majestad". Jerez nos
dice del saqueo: "el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños, y
cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas diversas. Atabalipa dijo que
todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huido habían llevado otra
mucha cantidad". Fue el primer botín de importancia que tomaron los españoles.
Villanueva Sotomayor dice al respecto: "Se valoró ese primer tesoro de los incas en
"ochenta mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y catorce esmeraldas"". A su vez,
Francisco López de Gomara señala que "ningún soldado se enriqueció tanto en tan poco
tiempo y sin riesgo" aunque agrega "nunca se jugó de esa manera, pues hubo muchos que
perdieron su parte a los dados".

[editar] El Rescate

El Cuarto del Rescate (Cajamarca), habitación donde supuestamente estuvo prisionero


Atahualpa.

Estando en prisión Atahualpa, venían los curacas a visitarle trayéndole obsequios, en oro y
plata. El Inca se dio cuenta entonces de que el oro y la plata tenía para los españoles otro
valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y convenció que la
única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y así lo hizo. Le
propuso a Francisco Pizarro: "te daría de oro una sala" que tiene 22 pies de largo y
diecisiete de ancho, llena hasta una raya blanca que está en la mitad del alto de la sala; y
dijo que hasta allí henchiría la sala con diversas piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y
otras piezas, y que de plata daría todo aquél bohío dos veces lleno, y lo cumplirè dentro de
dos meses" (El Perú en los tiempos modernos). La propuesta hizo estremecer de codicia a
los españoles, y Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante
escribano. Atahualpa le informó además del Templo de Pachacámac y de sus riquezas, que
se encontraba a "diez jornadas al sur".
Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca, con
obras civiles, en las cuales trabajaron "muchos indios huascaristas". El primer cargamento
de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del Inca, "trájole unas
hermanas y mujeres de Atabaliba, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros y ollas y otras
piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que como es tan larga la
jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína; que cada día entrará
más oro y plata de los que quedan más atrás". "Y así, entran algunos días veinte mil, y
otras veces treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y
ollas grandes de tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras
muchas vasijas". Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba
Atahualpa, "hasta que cumpla su promesa".

[editar] Llega Almagro

Estando en Cajamarca Pizarro, arribaron al puerto de Manabí (actual Ecuador) seis navíos.
El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de Piura,
avisándole tal arribo. Tres de las naves mayores arribaron de Panamá, al mando de Diego
de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con 30
hombres más. En total desembarcaron, además, 84 caballos. El cacique de Túmbez entró en
rebeldía, más no levantó a su gente.

Esta tercera etapa de la conquista fue más de consolidación del triunfo que habían tenido en
la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco Pizarro debió
preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la plata, sino la
presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua para el pago de los
fletes y demás pertrechos. Para demostrar el éxito de su empresa y poder así reclutar más
gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con suma urgencia, dada la
escasez de hombres con que contaban.

[editar] Cuarta fase

El 6 de enero de 1533, Hernando Pizarro, con Francisco de Jerez, secretario del


Gobernador, parten con 20 hombres a caballo, algunos de infantería y varios indios
auxiliares, hacia Huamachuco, por orden de Francisco Pizarro. El 21 de enero de 1533,
ingresó a Cajamarca otro cargamento de oro y plata, traídos por otro hermano de
Atahualpa. Fueron “trescientas cargas de oro y plata en cántaros y ollas grandes y otras
diversas piezas”. Este hermano del Inca, informó también de la existencia de otro
cargamento que se encontraba en Xauxa, al mando del general Challcuchimac. En
Huamacucho, los españoles calman al conquistador Pizarro, al informarle que todo se
encontraba en calma, a lo que Pizarro les ordena avanzar hasta Pachacámac, ya que tenía de
rehenes a los señores de este lugar, que también habían ofrecido oro y plata por su libertad.

Entre tanto, en Cajamarca, la ambición de los españoles llegaba a límites extremos, lo que
obligó a Pizarro a comisionar a un hermano de Atahualpa, a los españoles Pedro Martín de
Moguer y a Martín Bueno, negros esclavos y cientos de indios aliados, para que viajen al
Cuzco, por el Cápac Ñam, y apresuren el envío del oro y plata de Xauxa y se informen de
la situación en la capital del Imperio. Esta tropa salió de Cajamarca el 15 de febrero de
1533.

El 14 de abril de 1533, llega Diego de Almagro a Cajamarca y el 28 del mismo mes, entró
otro cargamento de oro y plata a esa ciudad, procedente de Xauxa; traían “ciento siete
cargas de oro y siete de plata”.

El 25 de marzo de 1533, llega a Cajamarca el grupo enviado al mando de Hernando


Pizarro; habían recorrido Huamachuco, el Callejón de Huaylas, Pachacámac, Xauxa, las
pampas de Junín y el Callejón de Conchucos. De Pachacámac, traían “veintisiete cargas de
oro y dos mil de plata” y un rehén importante: el general Challcuchimac, apresado en Jauja.

El 13 de mayo de 1533, la presión de los españoles, por el reparto del botín de guerra era
tal, que obligó a Pizarro a empezar la fundición de las piezas de oro y plata que había en
Cajamarca; además, existía el convencimiento de Francisco Pizarro, que ya se había
recolectado la mayor parte del oro y plata de este reino.

Uno de los españoles, que había ido al Cuzco, informó a Pizarro que “se había tomado
posesión en nombre de su majestad en aquella ciudad del Cuzco”, entre otras cosas, como
el número y descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de la
cantidad de oro y plata recogidas, entre otras cosas. Quizá un dato importante que informan
a Pizarro es la presencia en el Cuzco del general Quízquiz con “treinta mil hombres de
guarnición”.

El 13 de junio llega a Cajamarca el oro y plata procedentes del Cuzco y de Jauja, eran
“doscientas cargas de oro y veinticinco de plata”. Días después llegaron “otras sesenta
cargas de oro bajo”.

Villanueva Sotomayor, nos dice sobre Francisco Pizarro, para cuidar sus “dos tesoros” (el
Inca y las riquezas de oro y plata): “El Gobernador hacía resguardar la plaza fuerte de
Cajamarca con una vigilancia permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo,
durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo,
amén de los espías, informantes y vigías de pie; indios y españoles”.

[editar] El reparto del tesoro

Se sabe que no existía moneda en el Imperio Inca, en donde se presume se usaba trueque.
El Oro y la Plata poseían un valor ritual, pero no tenían ni mercado ni comercio en las
culturas prehispánicas, no tenían valor comercial. [cita requerida] El valor monetario se lo añadió
el transporte español al mercado de Europa.

El 18 de junio de 1533, el Gobernador Francisco Pizarro, ordenó fundir lo recaudado y se


repartiese. Toda la fundición arrojó un valor español total de “un ciento y trescientos mil
veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro” (1.326.539 pesos de oro). En el
libro “El Perú en los tiempos modernos”, se dice al respecto: “Luego de pagar los derechos
del fundidor, el quinto real para la Corona española fue de 262.259 pesos de oro de alta
pureza; el fundidor al que se le pagó fue un orfebre español. Pero toda la fundición la
hicieron metalistas indígenas, de acuerdo con su método. “Comúnmente se fundían cada
día cincuenta o sesenta mil pesos. Esta fundición fue hecha por los indios, que hay entre
ellos plateros y fundidores, que fundían con nuevas forjas”. El total de plata fundida se
valorizó en 51.010 marcos. A la Corona le tocó 10.121 marcos.

Los de a caballo recibieron en total: 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata.
Promedio individual: 9.386,60 pesos de oro y 396,90 marcos de plata. Los de infantería
recibieron en total: 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata. Promedio individual:
3.438 pesos de oro y 143,4 marcos de plata.

El Gobernador, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo. También
entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A Diego de
Almagro y sus huestes les repartió de acuerdo con su criterio. Les dio 20.000 pesos de oro
para que se repartan entre todos ellos. Pos supuesto, recibieron mucho menos que los
caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa.

Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de
Cajamarca. Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se
distanciasen más, arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando
de cada uno de ellos. Los que en Cajamarca se beneficiaron del repartimiento fueron el cura
Valverde, 65 de a caballo y 105 de infantería. En total: 171 conquistadores. Según Pablo
Macera:

“El Rescate de Atahualpa consistió en 6,087 kilogramos de oro y 11,793 kilogramos de


plata. A cada soldado a caballo le tocaba 40 kilogramos de oro y 80 kilogramos de plata. A
los peones, la mitad. A los soldados con perros más que a los peones. A Pizarro 7 veces lo
que a un jinete de caballo, además del trono de Atahualpa que pesaba 83 kilogramos de oro.
Los sacerdotes recibieron la mitad de un peón”.
Pablo Macera#GGC11C

Prescott dice del valor monetario que en el mercado de Europa alcanzó el tesoro
transportado:

“teniendo presente el mayor valor de la moneda en el siglo XVI, vendría a equivaler en el


actual (siglo XIX) a cerca de tres millones y medio de libras esterlinas o poco menos de
quince millones y medio de duros… La historia no ofrece ejemplos de semejante botín,
todo en metal precioso y reducible como era a dinero constante”.
Prescott#GGC11C

En el marco del comercio de España, esta fortuna, que consiguió cada español, generó la
“primera inflación de la historia del Perú” considerandolo incluído en el mercado español
donde todo subió de precio. Villanueva dice que:

"...el precio del caballo antes del repartimiento 2.500 pesos; después del repartimiento
3.300. Inflación: 32%. Su precio en el mercado subió una cuarta más que el día anterior.
Una botija de vino de tres azumbres (un poco más de 6 litros), que costaba 40 pesos, se
empezó a vender a 60 pesos. Inflación: 50%. Un par de borceguíes (nota: botas hasta más
arriba de la rodilla que usaban los conquistadores) pasó de 30 a 40 pesos. Inflación: 33%.
Un par de calzas (ropa interior; calzoncillo largo, bien ceñido a muslos y piernas), de 30 a
40 pesos. Inflación: 33%. La capa subió de de 100 a 120 pesos. Inflación: 20%. Una espada
de 40 a 50 pesos. Inflación: 25%.
Villanueva Sotomayor#GGC11C

Sacando la media de lo expuesto por Villanueva Sotomayor, tenemos que al día siguiente
del reparto, hubo una inflación promedio del 32,17%.

Véase también: Revolución de los precios

[editar] Ejecución de Atahualpa

Cortanle la cavesa a Atagualpa inga, umanta cuchun.


Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala en Primer Nueva coronica y buen gobierno.

Nunca estuvo en la mente del Gobernador Francisco Pizarro, respetar la vida del Inca. Para
continuar con su estrategia, inventó rebeliones de los leales a Atahualpa,
responsabilizándolo de actos de traición.

Luego el Gobernador, con acuerdo de los oficiales de su majestad y de los capitanes y


personas de experiencia, sentenció a muerte a Atabaliba, y mandó por su sentencia, por la
traición por él cometida, que muriese quemado si no se tornase cristiano…, Atabaliba dijo
que quería ser cristiano…, y bautizóle el muy reverendo padre Fray Vicente de
Valverde…”.
Le pusieron de nombre Francisco y no de Juan, como muchos han asegurado. Juan de Santa
Cruz Pachacuti, sostiene en tiempos de Vaca de Castro, que el Inca fue muerto por garrote;
“… se le dio una vuelta al cuello con un cordel y de ese modo fue ahogado”, nos dice
Sancho de la Hoz. Por su parte Jerez, dice: “…a la hora que fue preso y desbaratado”.

La sentencia a muerte, fue dada el viernes 25 de julio de 1533 y al día siguiente sábado 26
de julio de 1533, fue muerto en la plaza de Cajamarca. Hay cierta discusión sobre las
fechas. Franklin Peace, de un documento del Archivo de Indias, encontrado en Sevilla, por
él, dice:

Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de
los dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos
en piezas labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y
manifestóles después de la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.
Franklin Peace

Por su parte María Rostworowski, escribe:

Es lógico suponer que la muerte del Inca ocurrió después del 8 de junio y antes del 29 de
julio de 1533. La partida de Cajamarca se inició a mediados de agosto por grupos, el 26 de
ese mismo mes, estaban en Andamarca y el 2 de septiembre arriban a Huaylas. La fecha
antojadiza del 29 de agosto es completamente equivocada y se hace necesario rectificar el
error”.
María Rostworowski

Muerto Atahualpa, termina la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio (aunque
Atahualpa, no fue reconocido por las panacas reales cusqueñas, los españoles lo
consideraron Sapa Inca). Para guardar las apariencias, y tener un seguro hasta la toma del
Cuzco, Francisco Pizarro, nombra otro Sapa Inca, que recae en un hijo de Huayna Cápac,
duodécimo Sapa Inca del Imperio: Túpac Huallpa, y que los cronistas españoles nombran
como Toparpa, quien reconoce vasallaje al rey de España.

Se dice mucho sobre la amistad de Hernando Pizarro con el Inca Atahualpa, cuando éste
último estuvo en prisión. Curiosamente, antes del juicio al, su hermano Francisco Pizarro,
lo comisiona para que lleve a España el primer botín. A su retorno al Perú, fue nombrado
Gobernador del Cuzco. Villanueva Sotomayor, dice:

“La ausencia temporal de Hernando Pizarro no descarta una maniobra maliciosa de los
conquistadores, ya sea por culpa de él o por imposición de su hermano. ¿Hernando Pizarro
ya sabía que iban a matar al Inca? ¿Fue ese viaje una salida airosa del capitán español,
único amigo de Atahualpa Inca? ¿O fue una premeditada maniobra de su hermano
Francisco para alejarlo y que no interfiriera en las decisiones drásticas que ya pensaba
tomar con la vida del Inca?”
Villanueva Sotomayor#GGC11C

Lo cierto es que Hernando Pizarro salió de esta plaza con el botín, que representaba el
“quinto real”, es decir, la quinta parte del botín de Cajamarca, con rumbo a San Miguel de
Piura; ahí embarcaron rumbo a Panamá, cruzando el istmo, se embarcaron nuevamente
hacia Sevilla, España. La primera de las cuatro naos, llegó a Sevilla, el 5 de diciembre de
1533, con los españoles Cristóbal de Mena y Fray Juan de Sosa (misionero de la Orden de
La Merced); el oro y la plata que se desmbarcó de dicha nao, ascendía a 38.946 pesos. El 4
de enero de 1534, arribó y ancló en Sevilla la nao “Santa María del Campo”, en donde
estaba embarcado Hernando Pizarro. Desembarcó con 153.000 pesos de oro y 5.048 marcos
de plata. Todo lo traído de Perú, fue depositado en la Casa de Contratación de Sevilla; de
ahí fue trasladado al aposento del rey de España. Finalmente, el 3 de junio de 1534,
llegaron las otras dos naos, en donde estaban embarcados Francisco de Jerez, primer
secretario del Gobernador Francisco Pizarro y Francisco Rodríguez, en una y otra nao; se
desembarcó de estas naos, 146.518 pesos de oro y 30.511 marcos de plata. Villanueva dice
que el total desembarcado por las cuatro naos,

“… fue valorizado en 708.580 pesos. El peso y el castellano eran monedas equivalentes;


pero cada uno era igual a 450 maravedíes. Sólo el oro fundido (convertido en barras y otros
pedazos) se valorizó en 318.861.000 maravedíes. La plata fundida valió 180.307.680
maravedíes”.
Villanueva Sotomayor#GGC11C

[editar] Quinta fase

A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio, con la toma de la isla de la Puná,
Tumbes, haber fundado una ciudad en San Miguel de Piura, haber tomado la plaza fuerte de
Cajamarca, tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y tener de apoyo a
muchos indios huascaristas y etnias esperanzadas en ser liberadas del yugo Inca, los
españoles aún no habían consolidado la conquista. Antes de dirigirse a Xauxa, Pizarro
envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar
al primer navío de entrase procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado,
deberían reunirse con él en Xauxa. En Xauxa, Pizarro realiza otra fundición de oro y su
respectivo reparto, con las piezas llegadas a Cajamarca antes de la salida de los españoles
de la misma.

Los españoles salieron de Cajamarca “un lunes por la mañana”. En el camino, se enteran
del asesinato de Guaritico, que era hermano de Atahualpa y de Túpac Huallpa (Toparpa),
éste era colaboracionista de los españoles y había salido antes que Pizarro de Cajamarca y
formaba su vanguardia en el viaje al Cusco. Lo anterior prueba lo que se viene diciendo,
que los españoles, a su desembarco en el Perú, ya tenían ganado a parte del Imperio, que los
ayudó; ello se debió, no a las simpatías que pudieron haber generado ellos, sino,
simplemente, a que muchos en el Imperio, ya estaban descontentos de la pesada opresión
Inca. Llegaron a Huamachuco y luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro envía una
avanzada al mando de Diego de Almagro, luego se encuentran en Huaylas, donde quedan
por ocho días.

Continúan su viaje al sur por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz, Recuay, Chiquián y
llegan a Cajatambo. Ahí, Pizarro refuerza su vanguardia y retaguardia, ante el temor de
levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía con él y
porque las llactas por donde pasaban, siempre estaban abandonadas. En este camino,
Francisco Pizarro se entera por informantes, que los generales atahualpistas Yncorabaliba,
Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Pumpu (Bombón). A partir de
entonces quedaron incomunicados, el remedo de Sapa Inca, Túpac Huallpa y
Challcuchimac. El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de esa rebelión era porque
ellos “querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y
querían gobernarla ellos”.

Tomando el camino de Oyón, se enteran que a cinco leguas de Xauxa había gente de guerra
para destruirla y para que los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma, sin
encontrar resistencia. En esta llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron la
marcha hacia Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro divide su ejército. Cerca, se da cuenta
que la llacta está íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento cordial,
“celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les
tenía gente extranjera”. Entrando a Xauxa, encuentran levantado al general Yukra Huallpa,
dejado ahí por Challcuchimac, antes de su captura, El enfrentamiento fue una atróz matanza
de indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares, emboscaron a las
tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha tropa fuera dejada por
Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa inca, había sido enviada por los
generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban con el grueso de su
ejército a 6 leguas de Xauxa y en permanente contacto con el ejército de Quízquiz, que se
hallaba en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envía una tropa a hacerles frente, más los
incas los hacen retroceder. Pizarro ante esto pretende atacar por sorpresa a la tropa inca;
pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el Cusco, se da cuenta que los puentes
estratégicos, habían sido cortados.

Francisco Pizarro, funda la ciudad de Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, deja en ella a 80
españoles, al tesorero de Su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En esta
ciudad muere misteriosamente Túpac Huallpa.

Muerto Túpac Huallpa, Pizarro convoca a Challcuchimac y otros nobles colaboracionistas


que viajaban con él, para que propongan al nuevo Sapa Inca “títere”. En esta reunión y
frente al enemigo común, nuevamente se notan las diferencias entre huascaristas y
atahualpistas, lo que es explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Challcuchimac,
propone a Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa, mientras que los nobles colaboracionistas
cusqueños proponen a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de origen cusqueño. Como
estaban cerca del Cusco, Pizarro hábilmente, se decide por el Inca de origen cusqueño.

Mientras los colaboracionistas nobles, buscaban a este hermano cuzqueño del Sapa Inca
asesinado, Pizarro envió expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares
idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Xauxa.
Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los
puentes que estuvieran cortados. Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro,
fueron constantemente ayudados por los huancas. Entraron a Tarcos, una llacta entre Xauxa
y Vilcas, el 31 de octubre de 1533. En Vilcas se enfrentan a los incas, en una feroz batalla,
que a pesar de la superioridad numérica, los incas pierden, por la superioridad de las armas
españolas, con gran matanza entre los indios.
Continuó Pizarro su viaje hacia el Cusco, cuando recibe la noticia de Hernando de Soto,
que el general inca Narabaliba, se encontraba con una tropa de 2.000 soldados, enviados
por Quízquiz en Andabailla (Andahuaylas). Algo que contribuyó a debilitar los ataques de
los incas, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran como rehén al
general Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de
Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.

Pizarro entró en Andahuaylas (Anadabailla, para los españoles), sin ser molestado, pasó la
noche y al día siguiente continuaron hasta Curamba o Airamba, en donde encontraron dos
caballos muertos. Esto preocupó al Gobernador sobre la suerte de Hernando de Soto y su
tropa. Luego de la entrada a Andahuaylas y del hallazgo de los caballos, Pizarro recibe la
noticia que Hernando de Soto, se encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado,
pero que no había tropas incas y que los caballos habían muerto de “tanto calentarse y
enfriarse”. Luego de Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje hacia el Cusco y
encontrándose en un río, recibe la noticia de un enfrentamiento de su vanguardia con los
rebeldes incas.

Lo que había pasado era que Hernando de Soto, en su avance con la vanguardia hacia el
Cusco, luego de vadear un río, al que habían cortado los puentes, se encontró con tropa
imperial, que le hizo frente. Esta tropa pertenecía al ejército imperial de Quízquiz. Los
incas, se habían dado cuenta, que ya los españoles, estaban cansados, de igual manera sus
caballos y perros, por lo que de “mutu propio”, a veces sin órdenes de Quizquiz, atacaban a
los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta, fueron
atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco jinetes
españoles. “A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la
muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de sus
caballos…”; “les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras”; “…
hirieron diez y ocho caballos y seis cristianos; pero no de heridas peligrosas, que sólo un
caballo de éstos murió”.

Luego de este ataque, los incas se fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento
franco, “casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso”, costumbre de la guerra
andina; mientras que Hernando de Soto, recurría al engaño, al fingir que se refugiaba en un
llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa imperial, los perseguía a
hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de las tropas
incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el grueso del
ejército inca vio esto, se retiró, pero acamparon muy cerca los dos ejércitos, que se oían las
voces. La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, hizo que los indios se
retiraran, sin presentar batalla. Juntos, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron
viaje hacia el Cuzco, cuando fueron informados de la presencia de una tropa inca, que había
enviado el general Quízquiz, por lo que optaron por atrincherarse en una llacta, en donde
esperaron a Francisco Pizarro.

Noticiado de estos hechos, Francisco Pizarro, sospechó que todos sus movimientos eran
espiados y que el general Challcuchimac, era el que enviaba dichos informes a las tropas
incas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cusco, Diego de Almagro, se presentó
en el campamento del Gobernador y continuaron hasta donde se encontraba Hernando de
Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día, a “Sachisagagna (Xaquixaguana), Sacsahuana
o Jaquijahuana), donde acamparon”.

Diego de Almagro y Hernando de Soto, estuvieron de acuerdo con Francisco Pizarro, que
todas las cosas que les estaban pasando, eran producto de la “infidencia de Challcuchimac”,
y lo condenaron a muerte quemado vivo. “El religioso trataba de persuadirlo a que se
hiciera cristiano diciéndole que los que se bautizaban y creían en fe verdadera en nuestro
redentor Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él iban al infierno y
a sus penas, haciéndole entender todo por un intérprete. Mas él no quiso ser cristiano
diciendo que no sabía que cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a Paccamaca
(Pachacámac) y al capitán Quízquiz que vinieran a socorrerlo". Murió en la plaza de
Sachisagagna, quemado vivo.

El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, de


Xaquixaguana, Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cusqueña,
que había andado siempre fugitivo de las huestes de Atahualpa. Manco Inca Yupanqui,
llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huayna Cápac con la Coya Imperial del
Cusco. Nació, probablemente, en 1515. Fue nominado Sapa Inca pizarrista al poco tiempo
de morir Túpac Huallpa (Toparpa). Su ascenso a Sapa Inca títere, fue pactado en el
encuentro que tuvo con Pizarro en Jaquijahuana. Su reconocimiento y colocación de la
mascapaycha se produjo en el Cusco ocupado. Fiel a los términos del compromiso
adquirido, al principio colaboró en todo con Pizarro.

Llegó a ayudarlo en la guerra contra las tropas rebeldes del general Quízquiz, hasta alejarlo
de Huánuco y situarlo a merced de los españoles y huscaristas en las tierras norteñas. Pero
la armonía entre Francisco Pizarro y Manco Inca Yupanqui duró muy poco. No por culpa
de él sino de los españoles, hasta que llegó Hernando Pizarro de España y lo puso en
libertad en febrero de 1536; pero sin que pueda salir del Cusco. Harto de la situación en que
se encontraba, se subleva a Pizarro y a los españoles.

Villanueva Sotomayor, opina que los incas, habían observado las costumbres de los
españoles, y que fatalmente, los incas no pudieron aprovechar las debilidades de los
mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la
presencia del verdadero invasor. Y lo grafica muy bien, diciendo que Manco Inca
Yupanqui, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y
habiendo ido a pescar con unos indios la “comida de los españoles del día de guardar”,
recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cusco. Regresó Manco Inca Yupanqui al
campamento donde Francisco Pizarro para decirle: “… dice que Quízquiz con su gente de
guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas
remedio”. Nos parece excelente el ejemplo del historiador Julio R. Villanueva Sotomayor,
sobre cómo los responsables del Imperio, no se daban cuenta, que el verdadero enemigo no
eran las legiones de Huáscar Inca Yupanqui ni de Atahualpa, sino, a los que ayudaban. Es
entendible la ayuda por parte de huancas, chankas, aymaras y otras etnias que estaban
sometidas al Imperio, pero, la ayuda de quechuas, que sostenían el Imperio…
La adhesión de Manco Inca Yupanqui o Manco II, a los españoles, adicionó más tropas
incas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del
conquistador para entrar al Cusco, presentando batalla a las huestes de Quízquiz.

Sin obstáculos, entró al Cusco el conquistador Francisco Pizarro, con Manco Inca y las
huestes españolas e incas huascaristas. “De este modo entró el Gobernador con su gente en
aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa
mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y
Redentor Jesucristo MDXXXIII” (nota: año 1533).

Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con
gente de Manco Inca Yupanqui que logró reunir “cinco mil guerreros”. Pizarro ordenó a
Hernando de Soto, que apoye a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo del Cusco
para presentar batalla a Quízquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento.
En la localidad de Sapi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa
combinada de Manco Inca Yupanqui, pero sin poder derrotarlo. Luego de esta batalla,
regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca,
persiguió al ejército de Quízquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el Cusco se
recibió la noticia “que les habían muerto mil indios”. Entre tanto Manco Inca Yupanqui
solicitó a los curacas “gente de guerra”, y en menos de diez días, tenía en el Cusco un
ejército de 10 mil guerreros.

El astuto Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje un día domingo saliendo de misa a la
que había asistido con Manco Inca Yupanqui. Los hizo salir a la plaza al Inca, y le ordenó a
su secretario Sancho de la Hoz que leyera la “demanda y requerimiento”. Pizarro siguió el
protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco Inca
Yupanqui y éste retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.

Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra
las tropas de Quízquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca Yupanqui, que a la
sazón contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en
movimiento, persiguiendo a Quízquiz, por la ruta de Vilcas. Llegando a Vilcas, el ejército
de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército de Quízquiz, se
encontraba en Xauxa. Esto preocupó sobremanera a la tropa española de Manco Inca
Yupanqui, porque en Xauxa, se encontraba la guarnición que había dejado Francisco
Pizarro, en su avance sobre el Cusco. Toda la caballería española al mando de Hernando de
Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca, comandados por él, se apresuraron a ir
en auxilio de los españoles dejados en Xauxa. Manco Inca Yupanqui y el resto del ejército,
regresó al Cusco. Parece que la tropa de Hernando de Soto y de Paullu Inca, llegó a tiempo,
porque el ejército de Quízquiz, había puesto sito a la plaza sin atacarla.

En uno de los reconocimientos a la plaza de Xauxa, por parte del ejército de Quízquiz,
llegaron a una legua de dicha llacta; Hernando de Soto y Paullu Inca, tomaron 20 de a
caballo y 3.000 guerreros incas y fueron en su búsqueda. Los de Quízquiz, fueron
alcanzados en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento. Villanueva, dice que el
enfrentamiento fue duro, aunque no de “cuerpo a cuerpo”, ya que un ejército se encontraba
en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta
batalla, fueron la ballesta, flechas y “arcos como de piedra”. Los españoles, decidieron
cruzar el río, mientras las tropas de Quízquiz inician la retirada del lugar, siendo
perseguidas por las tropas de Paullu Inca “hasta hacerlas ocultar en un monte”. Como no
salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas
comarcanos y miles de la tropa de Quízquiz, retirándose y siendo perseguidos por Paullu
Inca, “tres leguas”. El ejército de Quízquiz, se retiró a Tarma. Ahí, el curaca impidió la
entrada de Quízquiz a la llacta, presentándole batalla. Las tropas de Francisco Pizarro y de
Paullu Inca, se habían enfrentado a las de Quízquiz en Vilcaconga, Anta y Sapi, en el
Cusco; Jauja y Maracaylla, en Junín y en Vilcashuamán, en Ayacucho.

Francisco Pizarro se apresuró en nombrar "Sapa Inca" a Manco Inca Yupanqui, por las
razones que nos explica Villanueva Sotomayor:

“El 16 de noviembre, a un año de la toma de Cajamarca y de la captura de Atahualpa.


Pizarro convirtió a Manco Inca en Sapa Inca. … e hízolo tan presto para que los señores y
caciques no se fueran a sus tierras, que eran de diversas provincias y muy lejos unas de
otras, y para que los naturales, no se juntaran con los de Quito sino que tuvieran un señor
separado al que habían de reverenciar y obedecer y no se abanderizaran, y así mandó a
todos los caciques que lo obedecieran por señor e hicieran todo lo que les mandara".

Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía que
venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas
(principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el “Ombligo
del mundo”. Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre
estaba en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Sapa Inca. Su permanencia era
la garantía del vínculo entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie
de rehén.

"Si Pizarro no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas
que estaban en esos momentos en el Cusco, podían romper ese vínculo y actuar a su
manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quízquiz u organizar de
otro modo la resistencia”.

Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba
manipulando el gobierno del Imperio, al nombrar como Sapa Inca, primero a Túpac
Huallpa y luego a Manco Inca Yupanqui, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien
pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Sapa Inca de entre las panacas
reales, y manejar el gobierno con más independencia, para organizar mejor la resistencia
inca; pero, la guerra civil, ya había llegado a la capital del imperio también. Pero lo cierto
es que ni huascaristas ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de
unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia más organizada y
efectiva. Quizá, mientras estuvo vivo Challcuchimac, los ataques incas fueran débiles, por
el temor a las represalias de los españoles en la persona de dicho general inca; pero
asesinado el general inca, no creemos que a Quízquiz, le importara mucho la vida de
Manco Inca Yupanqui, por ser huascarista.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de
ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los
españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla. No hay
duda y esto está sumamente claro, que las armas jugaron un papel determinante en esta fase
de la historia del Perú, por las razones que se explicó anteriormente.

[editar] Los españoles en el Cuzco

No cabe duda que el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al tomarla los
españoles, mermó significativamente la resistencia inca, no sólo porque allí se encontraba
toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas
ver su capital tomada y dominada por los españoles.

Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos
que nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad
y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia
y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...

Los españoles también dieron suelta a su codicia de metales preciosos en él, saqueándolo,
especialmente el Coricancha, los palacios imperiales y otros aposentos señoriales. Este oro
y plata fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de "buen oro". El quinto real
representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 215.000 marcos: 170.000 "eran
de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en
planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.

El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del


Cuzco con el título de La Muy Noble y Gran Ciudad de Cuzco. Se hizo el acta de fundación
y se repartió entre los españoles solares, tierras e indios. Como en toda ciudad española, se
escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia y se instalaron los primeros vecinos españoles
del Cusco. Bajo el pretexto de "los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa
fe católica", se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e
impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos; en el Cusco el reparto de solares, tierras e
indios. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los
resentimientos entre ellos.

[editar] Postrimerías

Francisco Pizarro, en compañía siempre del inca Manco Inca Yupanqui y de su ejército,
sale del Cusco en busca de Quízquiz, hacia Xauxa, en la zona central norte del Imperio. En
Vilcas, el Gobernador se entera de que Quízquiz con su ejército se encontraba 40 leguas
(225 kilómetros) al norte de Xauxa, camino a Cajamarca. Pizarro solicita envío de
refuerzos y pasa a Xauxa. Allí se entera que Diego de Almagro, que había sido enviado a
socorrer al general Paullu y a Hernando de Soto, luego de ahuyentar a las tropas de
Quízquiz, pasó a Chincha y Pachacámac.

Llegado a Xauxa, el 25 de abril de 1534, Pizarro funda la nueva ciudad española de Jauja,
con reparto de solares y demás protocolo español de la ocasión. En este interín llegan los
refuerzos del Cusco, consistente en 4.000 indios a los que se unen los 30 españoles de a
caballo y 30 de a pie. Paralelo a lo anterior, Pedro de Alvarado había organizado otra
expedición de conquista al Perú y ya se encontraba en las costas del imperio con cuatro
navíos, desembarcando en Puerto Viejo (actual Ecuador) cuatrocientos soldados, "de los
cuales 150 eran de a caballo", mientras que Sebastían de Banalcázar, con 70 de a caballo.

Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruye a


Diego de Almagro para que celebre negociaciones con él. Almagro, con el apoyo de
Sebastián de Benalcázar, salió el encuentro de Pedro de Alvarado, el cual se encontraba
camino a Quito. Alvarado había salido con destino al Perú desde Guatemala, con la
intención de conquistar la zona norte del imperio inca. Para ello, desembarcó en Bahía de
Caráquez (actual Ecuador), dirigiéndose inmediatamente hacia Quito. En Riobamba se
encuentran Pedro de Alvarado con Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar y celebran
conversaciones. En ellas se acuerda que Pedro de Alvarado debía retornar a Guatemala,
dejando en el Perú a su tropa, buques y todo el parque, recibiendo a cambio una cantidad en
oro y plata como compensación.

El pago efectuado por Francisco Pizarro a Pedro de Alvarado fue una fortuna: se le
entregaron 100.000 pesos de oro. Esa compensación significaba el doble del oro que recibió
Francisco Pizarro en la repartición de Cajamarca. Era de cuatro veces más que la que
recibió Hernando Pizarro y cinco veces más que la que recibió Hernando de Soto. Por sólo
llegar hasta el Perú, Alvarado recibió más oro que la que obtuvo por todas sus conquistas
de Mesoamérica y "sin disparar un solo tiro de arcabuz". Todo lo anterior, hizo una zanja
aún más profunda entre los socios de la conquista.

Para Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Sebastián de Benalcázar, fue un negocio haber
recibido las tropas, los navíos y los pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, para poder
consolidar la conquista.

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