Вы находитесь на странице: 1из 3

¿Me meto o no en las

tareas de mi hijo?

Para algunos escolares las tareas pueden ser una pesadilla. Este sentimiento
muchas veces agobia también a los padres, que sienten como suyas las tareas
de sus hijos. Algunos los ayudan hasta el punto de hacerles las tareas,
mientras que otros se despreocupan, pensando que ese tema corresponde
exclusivamente a la relación entre el colegio y el niño.

El interés de las madres y padres de familia en el desempeño escolar de hijas e


hijos es una pieza fundamental para lograr el éxito académico, pero en este
papel de guía o tutor es importante tener claro cuál debe ser su campo de
acción o hasta dónde llega su responsabilidad en la formación de personas
inteligentes, responsables, creativas, críticas, independientes y líderes de
cambio.

Las tareas son una proyección del programa escolar, pero su objetivo es la
educación integral del niño. “Con ellas se busca ayudarles a aceptar sus
responsabilidades. Detrás de un niño que hace sus tareas está una persona
responsable, trabajadora, esforzada, que cumple su obligación aunque le
cueste. Los padres deben ser, por tanto, elementos activos en ese proceso
educativo, ayudando para que lo logren”.
Según la psicóloga Shirley Zúñiga, los progenitores deben entender que las
tareas tienen como objetivo que los niños aprendan hábitos de estudio, así
como el sentido de responsabilidad que deben aplicar en cualquier campo de la
vida.

“El padre o la madre es solo un orientador o facilitador pero nunca debe


confundirse que debe hacerle el trabajo al estudiante, porque considere que es
una tarea difícil o porque si él lo hace, su hijo podrá obtener mejor calificación
que el resto del grupo”, advierte la especialista, a la vez que señala que un
progenitor no debe asumir el papel de protagonista”.

En Primero de Primaria la presencia de uno de los padres junto al menor, en la


hora de las tareas, es fundamental para inculcar hábitos de trabajo y estudio,
pero como guía y no como hacedor. A partir de Segundo, el niño debe empezar
a hacerlas en forma cada vez más independiente. De lo contrario, no se
cumplirán cabalmente los objetivos de los trabajos para la casa.

Más independientes
En cualquier proceso de aprendizaje se requiere de tiempo y paciencia. No se
trata de decir a un niño de 6 años “desde ahora vas a hacer las tareas solo”. El
hábito tiene que comenzar desde el primer día en que el menor llega con un
trabajo para la casa. Lo ideal es que siempre haga las tareas en un lugar fijo, a
una hora determinada, con buena iluminación, con materiales a mano y sin
distracciones. Al principio los padres deben ayudar al niño a organizarse y
marcarle límites para que se acostumbre a hacer las tareas solo después.

Una vez que el hábito de hacer las tareas ha sido bien asimilado, los padres
tienen que despegarse poco a poco. “Así pasarán de hacerlas junto a él -no por
él- a sólo supervisarlas, es decir, ver si las hizo o no, si quedaron bien o
evaluar si necesita más apoyo”.
Cuando el niño ingresa al colegio quiere por una parte ser autónomo, tomar la
iniciativa y asumir riesgos, pero por otra es poco constante. Muchas veces llega
a la casa y lo primero que dice es “más tarde hago las tareas” o “estoy
cansado, quiero jugar primero”. Como ahora es él quien debe organizar su
tiempo de estudio, se le puede hablar del causa-efecto diciéndole por ejemplo,
“si haces la tarea más tarde, vas a estar cansado y no te va a quedar bien”.

Otro factor importante es que junto con el aumento de las obligaciones


escolares, viene el deseo de participar en actividades extra escolares. En esos
casos, como tendrá menos tiempo para las tareas, debe con mayor razón tener
reglas y horarios claros.

Dentro de esta autonomía hay que ser flexibles, porque si bien a esta edad
quieren ser más independientes, aún necesitan a la mamá o al papá al lado.
Por ejemplo, un niño puede llamar varias veces a su mamá diciendo que no
comprende una tarea, cuando en realidad lo que quiere es que le preste
atención. Por eso, si nos damos cuenta que el niño no está evadiendo su
responsabilidad, se le puede acompañar un rato mientras hace las tareas, pero
sin que eso se transforme en un hábito.

Padres Guías
Como supervisores, hay que ser cuidadosos al corregir una tarea. Sin ser
agresivos, se debe preguntar al niño si encuentra que está bien hecha. No hay
que caer en la ironía, en las descalificaciones, en palabras ofensivas o en
arrancar la hoja. Cuando uno arremete contra el niño porque se equivocó, él
toma una actitud indolente y piensa: “siempre encuentran mal lo que hago,
aunque me esfuerce”.

Es mejor guiar al niño para que descubra su error, hacerle ver que le puede
quedar mejor y plantearle un desafío, por ejemplo, decirle: “que pena que te
bajen la nota porque la tarea no quedó bien, mejor intenta hacerla de nuevo”.
Ante faltas de ortografía, suciedad, desorden o letra fea, debe estimularlo a
hacerlo cada vez mejor. Tampoco se puede caer en incoherencias como por
ejemplo, por un lado pedirle que haga mejor las tareas, con más calma y, al
mismo tiempo, apurarlo para que termine.
Cuando se busca la raíz del problema se puede ver si se trata, por ejemplo, de
una mala organización del trabajo, en este caso le puede decir: “tal vez es
mejor que primero hagas la tarea de matemáticas que te cuestan más, y
después la de lenguaje que te es más fácil”. Lo importante es que siempre se
tenga claro que la idea es apoyar o guiar y no hacer el trabajo por ellos. De
este modo, el niño irá aprendiendo de sus errores y mantendrá una actitud
reflexiva.

En el rol de los padres como supervisores de las tareas de sus hijos, también
cabe una complicidad. Se les puede contar que se estuvo en la misma
situación, que muchas veces les costaba hacer las tareas y confidenciarle
algún truco que usaba para hacerlas mejor. Este es un buen acercamiento con
el niño porque se da cuenta que sus padres pasaron por lo mismo y que
tampoco eran perfectos.

Nos podemos encontrar con personas menores de edad que no admiten que
ningún adulto les supervise cuando están haciendo sus deberes. Son
estudiantes que no permiten que nadie les explique cómo hacer las cosas.
Entonces, la tarea se convierte en toda una batalla porque el padre exige que
vaya impecable sin borrones o mala letra. En estos casos, el adulto no debe
recurrir a amenazas, frases hirientes o hacer comparaciones con otros sobre su
desempeño.

Tampoco el adulto debe ser exigente con respecto al tiempo que duran
haciendo una tarea o estudiando para un examen. Cada uno de nosotros tiene
una forma de aprender. Hay estudiantes que requieren oír varias veces un
tema para entender. En cambio, hay otros que con solo leerlo una vez
aprenden todos los conceptos.

Вам также может понравиться