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Algunos dicen “no se ocupen del pasado que el pasado ya no existe”, pero el
pasado está vivo, presente, doloroso, en cada una de nuestras células,
frecuentemente, produciendo enfermedades.
El problema del pasado es simplemente que haya pasado, que lo dejemos atrás
como una estatua congelada.
Pero al pasado hay que hacerlo presente vivo para transformar su historia, para
leerlo en otro código, para interpretarlo en el código del amor y cuando
interpretamos el pasado en el código del amor, nuestras heridas de la infancia se
sanan.
Y ahí nosotros somos los psicólogos, los psiquiatras, podemos sanar nuestra vida;
todos estamos llenos de dolores, y a veces de dolores absurdos, que cargamos en
la vida sin ni siquiera reconocer que existen.
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Cuando hacemos eso podemos ir más lejos, así es, como actuamos, para la
autosanación.
Yo puedo decirme, por ejemplo, ¿de dónde viene esta alergia?, si tengo una
alergia y quiero librarme de ella.
La alergia es algo que rechazo, un virus, una bacteria, un hongo, el frío, el calor,
pero eso no es del todo cierto, eso es quedarnos muy cortos.
No hay personas que sean alérgicas sólo al frío, las personas alérgicas al frío
también tienen miedo a la soledad, tienen miedo al frío del alma, al frío en los
sentimientos, a la frialdad del papá o de la mamá, al desafecto, es decir, el frío es
simplemente, un símbolo.
“Cuando yo soy alérgico a algo, hay algo… que rechazo… o que temo”.
El miedo provoca más lumbago que todas las hernias discales, todos los
problemas articulares, todos los problemas de columna, porque el temor hace
que metamos, literalmente, el rabo entre las patas, cerramos el esfínter anal
interno, a ese nivel, hay un centro de energía muy importante y nos cerramos a la
vida, contraemos toda la musculatura lumbosacra, esa parte queda mal irrigada y
nos dan unos lumbagos terribles, y ese lumbago, es el nombre clínico… del miedo.
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Si logro reconocer el núcleo del miedo, si logro observar mi cuerpo y veo que
tengo los glúteos y toda esta parte contraída, si logro respirar hacia esa zona y
liberar el sentimiento del miedo, y llamar al miedo y decirle “tú eres la mejor
parte de mi mismo, cuando asciendes y te revelas, eres mi prudencia, ya no eres
miedo, sino que eres prudencia, eres parte de mi amor también”.
Cuando yo, a través de la respiración, logro ascender esa energía del miedo y
logro transmutarla al altar del corazón, que es donde realmente nace el hombre
que puede sanarse y puede sanar la vida, entonces desaparece el lumbago.
El sanador no lo hace por el paciente, yo como sanador soy un imán que le doy la
carga que su alma necesita, realmente, la sanación es rescatar la autonomía, la
autogestión y la libertad del otro, para sanarse.
La verdadera sanación es, darte las herramientas para que tú, desde tu
consciencia, te sanes, no desde tu consciencia racional, sino desde tu sentimiento,
desde tu amor, desde tu afecto.
La paz está ahí, ha estado siempre ahí, es parte de nuestra esencia, se trata
simplemente de quitar todos aquellos apegos, aversiones, sentimientos,
separatismos, toda aquella capa de ignorancia, para que la paz se revele tal cual
es, y cuando la paz se revela, germina el amor y cuando germina el amor, la
sanación es posible, aunque lo que tenga sea… un cáncer, o un lupus.
Esto no es para creerse Supermán, uno puede ser muy orgulloso y decirse “estoy
triste porque no me curé el cáncer”, eso no es un fracaso, el cáncer es un
maestro, a veces aprendemos la lección en una ocasión, otras veces necesitamos
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diez oportunidades y otras necesitamos cien vidas tal vez, pero lo importante es
aprender la lección.
Pero una vez que sentimos la emoción, hay una pregunta fundamental
¿Cuál era el mensaje, qué me quería decir esta actitud y esta enfermedad?
Cuando yo no digo NO, en la vida, termino resentido y con ira, pero la ira no es el
problema, la ira me está diciendo, que hay que aprender a reafirmarme diciendo.
NO.
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Crecer espiritualmente, no es decirle que sí, a todo el mundo.
Así que yo tengo que descubrir la lección, debajo del evento negativo, porque el
evento negativo no es sino… la apariencia, la sombra.
Pero esa sombra cuando la quito, abre una puerta de luz, una lección que yo
puedo aprender en mi vida.
Arde la arena a sólo unos metros del Palacio de Miramar. Los donostiarras
disfrutan del primer y esplendoroso domingo de verano y sin embargo el salón de
esa gran mansión isabelina, se encuentra también a rebosar. Desborda el verano
en la perla del Cantábrico, pero el médico colombiano mantiene a cientos de
personas clavadas en las sillas. El sol puede esperar.
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Místico sin cueva
Jorge Carvajal Posadas emana la profundidad del sabio, la seguridad del científico,
la belleza del poeta y la generosidad del hombre comprometido con su tiempo.
Sin embargo más allá del cirujano que ha hollado nuevos y más amplios
horizontes de terapias, del conferencista que llena aforos en Europa y América a
su paso, más allá del poeta viajero que va dejando aquí y allá una bella mirada del
mundo, del observador de una realidad tan lacerante como esperanzada, Jorge
Carvajal es un místico de nuestros días. Su palabra resuena en la más interna
geografía. Por eso la gente deja la playa, el sol y el agua…, saben que sus discursos
van directos al alma, en constante exhortación a la búsqueda del centro.
Nuestro interlocutor es un místico sin cueva, de los que se plantan en medio del
asfalto, aún a riesgo de retumbar preguntas sin respuesta: “¿Qué puede pasar con
la gota de agua congelada en el Ártico…” El piensa que le seguimos, pero se nos
escurre su gota tocada de eternidad.
Aromar la Tierra
Esa apuesta tan vital le empuja a amar con pasión su país. Anima a visitar el
mágico realismo de su geografía. El médico de Medellín se crece en medio de una
tensión, de una turbulencia que le presenta diariamente reto de equilibrio y
serenidad. Las víctimas de los atentados saben también de su cirugía, de sus
resonancias, de sus colores, de su acupuntura, de su homeopatía…, pues Carvajal
toma lo mejor de todos los territorios terapéuticos y los individualiza en cada
paciente. Colombia desafía continuamente a este hombre que no conoce los
límites de la entrega: “Somos flores, nuestro cometido es aromar la tierra”.
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Viene de la geografía más convulsa del planeta y sin embargo su presencia es
todo paz. No es fácil ubicar al doctor Carvajal. Lo podemos encontrar en
congresos especializados, siempre intentando ampliar los márgenes de la
ortodoxia, revelando las claves de la bionenergía, la medicina con la que se le
identifica, o de la terapia láser, uno de los métodos que le caracterizan… Lo
podemos ver con sus colegas galenos, defendiendo la necesidad de abordar el
tema de la salud desde más allá del cuerpo, invitando a “rescatar” el alma del
paciente, abundando en la ciencia que el denomina de la sintergética, o ciencia de
la síntesis. Le podemos ver también en multitudinarios aforos compartiendo con
gentes sencillas su intenso “sabor de la vida” (sabiduría) en charlas salpicadas de
fina y profunda poesía. Le podemos ver en sus seminarios en Barcelona, Mallorca,
Madrid y San Sebastián, pues su gente y seguidores no le perdona menos de dos
visitas al año.
Más y mejores técnicas sí, pero con la magia viva del sentir. Afrontar la
enfermedad y el dolor sí, pero sin perder de vista el sentido del vivir. Talvez
tendremos menos hospitales y más trabajo ambulatorio, menos cirugías y más
educación, menos medicamentos y más bebidas caseras, menos vitaminas y más
alimentos de buena calidad.
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¿Una medicina más humana?
Algo así. Apostamos por una ciencia con alma, una disciplina que no mate la fe y
la esperanza. Una propuesta para que cada quien rescate el poder de gestionar su
propia salud, para que nacer y morir no sean los límites infranqueables de la vida
y vivir se convierta en el arte original de ser. Un movimiento hacia la
participación, un cese de la conspiración que ha dejado marginado al hombre de
la responsabilidad sobre su propia vida; un rescatar la indivisible integridad del ser
humano.
Es imposible acceder al ser humano olvidando la esencia del ser humano que es la
“psique”, que es el alma. No se trata de dejarles la psicología a los psicólogos, a
los psiquiatras, es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los
especialistas. Tenemos que rescatar la psicología para la vida cotidiana.
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¿Rescatar el alma con qué objetivo…?
Sin paz ninguna de las cosas que haga tiene sentido. Es el dígito en una gran cifra.
Todas las acciones son ceros y sin el dígito de la paz nada vale la pena, ni tu
dinero, ni tu posición, ni tu prestigio... Pero si tienes paz interior, todo lo demás se
vuelve valioso.
Todo puede ser refugio o morada. Si nos lleva a una mayor comprensión y
libertad es morada del alma. Si nos lleva a una mayor dependencia y esclavitud es
un refugio. De la misma forma, podemos hacer del cuerpo un templo de la
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conciencia o un simple refugio para escaparnos de la inclemencia. También todos
los lugares pueden ser habilitados como refugios o como instrumentos del alma:
las iglesias, las ciencias, el conocimiento, los sitios sagrados y los profanos, serán
lugares para afrontarnos o para escondernos.
Cuando empiezas a conocerte, sabes que tú eres el arco y eres la flecha, pero
sobre todo tú eres el blanco. Cuando das en el blanco de tu propio centro, cuando
ya no tienes los blancos en el placer, el poder, la recompensa, cuando el arquero
no tiene sino el blanco de su corazón, en ese momento siempre da en el blanco.
Das en el blanco cuando descubres esa ciencia interior que viene desde el centro
y el centro es el liberador de la ilusión.
Así es. Todo en la tierra se acelera porque el hombre está en ella. La destrucción y
la creación se vuelven en el hombre como una impetuosa corriente. Tenemos la
terrible o gloriosa facultad de destruir o crear. Somos enzimas de la tierra,
catalizadores de la evolución.
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¿Estamos cerca del vergel o del desierto?
Toda la creación está a nuestra disposición para oprimir o para liberar; para
sembrar la muerte y desertificar, o para sembrar la vida y cosechar. El hombre
acelera todas las vibraciones para unirlas en la gran alquimia de la vida. Todas las
semillas latentes pueden florecer. Todas las cosechas evolutivas de la tierra
pueden echarse a perder. Nuestra naturaleza es la de ser co-creadores.
Por supuesto, pero para ello es preciso observar la parábola del sembrador. Es
necesario mirar la cosecha que la vida nos ha legado con reverencia y amor, de lo
contrario las semillas morirán en los bolsillos del egoísmo y lo que la naturaleza ha
construido por siglos y siglos morirá en nuestra inconsecuencia.
¡Tanta vida se puede dar con la mirada, tanta esperanza se puede germinar con
una sola palabra, tanto amor implícito hay en el humano potencial, que sólo es
preciso abrir las compuertas del ser para dejarlo correr! ¿Cuántas creaciones
esperan la magia de un aliento sagrado? ¿Cuántos sueños esperan la vibración de
una voz para despertar?
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La tensión es creativa. La violencia es al fin y al cabo energía. Nuestros temores,
nuestros sentimientos son energía. No son en principio ni buenos, ni malos,
depende sólo de la dirección que les demos. Cuando en el centro del caos
estamos dispuestos a escuchar, podemos emerger a un nuevo orden y cultura.
Cambiar nuestro punto de observación del mundo, cambiar nuestra actitud es ya
transformar el mundo desde adentro.
Apura raudo sus últimas preguntas, pues le aguarda el auditorio del palacio. Sobre
el jardín que se asoma a la bahía de la Concha revolotean las últimas palabras que
viene de regalarnos el cirujano de almas y que apagan la grabadora: “Nos
sanamos cada vez que reconocemos en todos los eventos un maestro; cada vez
que antes de afirmar o negar, estamos dispuestos a aprender; cada vez que
podemos ver aún en las cosas más oscuras, una evidencia de los infinitos métodos
del Creador. En el surco de mi paz siembro la semilla del amor y florezco a la
libertad”. ¡Gracias por la siembra señor doctor!
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