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De las revoluciones artísticas y literarias y la reconstruir de la conciencia y el arte de escribir. Aventura e historia personal. De Proust y la Revolución a La Locura de Lázaro, pasando por Anales del alba, El misterio de Ítaca y Retrato del artista en el destierro. Crítica literaria, crítica de la cultura. Autobiografía intelectual.
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6i01 Presencia Murcia y el Taller de la Gracia Conferencia
De las revoluciones artísticas y literarias y la reconstruir de la conciencia y el arte de escribir. Aventura e historia personal. De Proust y la Revolución a La Locura de Lázaro, pasando por Anales del alba, El misterio de Ítaca y Retrato del artista en el destierro. Crítica literaria, crítica de la cultura. Autobiografía intelectual.
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De las revoluciones artísticas y literarias y la reconstruir de la conciencia y el arte de escribir. Aventura e historia personal. De Proust y la Revolución a La Locura de Lázaro, pasando por Anales del alba, El misterio de Ítaca y Retrato del artista en el destierro. Crítica literaria, crítica de la cultura. Autobiografía intelectual.
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MURCIA Y EL TALLER DE LA GRACIA
Prrgin cin, 1f0, Spliom UTE
vizé la forma mas natural de comenzar
esta conferencia sea recurrir a Fray
Luis: *... decfamos ayer
Ustedes no pueden saberlo, pero.
en el fondo, esta conferencia es una
vuelta a casa, a invitacidn de Ramén
Jiménez Madrid, Regreso fisico, material, por unos
dias; ya que, en el fondo, a pesar de las aparicneias,
quiz nunca me marehé, 0 me obligaron a
marcharme, las circunstancias de la vida.
Intenia
explicarme,
En a vida de los hombres, de las familias, hay
cosas materiales y cosas inmateriales. Las cosas
materiales saltan a a vista: una casa, un trabajo,
unas deudas. Las cosas inmateriales las guarda cada
cual en el almario de su conciencia. Digo bien
almario: algo asf como un ciminuto armario donde
la memoria guarda las cosas nuestras que atafien a
nuestra vida moral. La casa del alma, se hubiese
dicho en otro tiempo.
Luego, quizd tenga que volver sobre esa palabra,
almario, que. si no recuerdo mal. le tomo prestada
al poeta Luis Rosales, mi maestro. Ahora, me
gustarfa detenerme unos instantes en esas cosas que
se guardan en la conciencia y son parte esencial de
nosotros mismos. Son cosas como las maneras con,
Jas que un padre educa a sus hijos: cosas como el,
arte de una madre a Ja hora de preparar la mesa y
el mantel para su familia; o cosas como la alegria
6 la rebelién de un hombre joven, en el instante de
contemplar una injusticia compartir el pan y el
vino con otros hombres.
Esas cosas, esas maneras de ser y de estar en la
vida, que son bien visibles y materiales, son
totalmente incomprensibles sin el auxilio de otras,
cosas bien inmateriales, aunque no por eso menos,
reales, como son la conciencia y las palabras.
Las palabras, incluso estas modestas palabras
fas con las que intento explicarles algo, las palabras,
también tienen una historia. Y esa historia de las
palabras es lo tinico que tenemos a la mano par
-ntar comprender nuestro atribulado paso por la
vida.
Asien mi caso, hace muchos affos que la vida
ime arrane6 de cuajo de mi casa, de mi pueblo, de
mi tierra. Y seguramente Hevo muchos aio
cspirando mal, desarraigado, desterrado, condenadlo
a vivir en otras casas, en otros pueblos, buscando
como he podido el aire y los alimentos
imprescindibles para ir tirando.
in nuestro tiempo, cémo olvidarlo, hay muchos
hombres y mujeres desarraigados. Y quiza el
desarraigo sea en bastante medida la condicién del
hombre moderne. En mi caso, he intentado
explicarme muchas veces de dénde venia mi
desarraigo propio, peculiar, intimo. He intentado
muchas veces desbrozar el camino que me condujo
al desarraigo, sin que yo lo supiese. Y ese camino
que, mal que bien, intentan desbrozar las palabras,
ese camino que las palabras roturan, iluminan y
construyen, ese camino siempre me conduce a losmismos lugares, que son lugares desaparecidos, en
algunos casos, 0 lugares que han cambiado, con el
paso del tiempo, para transformarse en cosas y Ingares
bien distintos para las gentes, hombres y mujeres
que vinieron después. Sin embargo, como las cosas
de la vida son asf, sospecho que algunos de esos
lugares fntimos de mi memoria también son lugares
familiares para algunos de vosotrox.
Por ejemplo:
En el sal6n de mi casa hay una foto que reproduce
el retrato de una mujer joven, de muy poco menos
de veinte aftos. Esa mujer joven es mi madre. El
cuadro pertenece a mi hermano y esté fechado en
Murcia, el uno de enero de 1944, en la prisién de las
Agustinas, donde lo pinté un compafiero de celda
de mi padre, encarcelado afios atras, culpable de
haber fundado una escuela racionalista, acompafiado
de la que todavia no era mi madre, en Totana,
En el comedor de mi casa, sobre el piano, hay
otra foto. Es una foto sepia, sin fecha ni autor,
apaisada. A la izquierda, en primer plano, est4 el
casino de Totana. Al fondo de la imagen hay un.
cdificio desaparecido. Exe edificio perteneci6 a mis
abuelos y bisabuelos maternos, y se llamaba La
Tercena. Hasia su muerte, muy lejos de su pueblo,
mi madre fue siempre, para quienes la conocieron,
“Luz, la de La Tereena”
En el pasillo que une mi despacho con las
habitaciones de mis hijos, en mi casa, hay una foto
aérea, en color, que comienza a amarillear, con el
paso del tiempo: es una foto aérea de Aguilas. En el
pasillo que conduce al dormitorio de mi casa, hay
otra foto en color, de la que soy autor. En pie, un
hombre ya muy mayor, pero todavia esbelto, da la
‘mano a una mujer joven que puede ser su hija y es
mi mujer, Carmen, Ambos estan posando hacia cl
final de un paseo, ala orilla det mar, y, como fondo,
el aprendiz de fot6grafo ha escogido una de las
curiosidades del lugar, que algunos de vosotros
reconoceréis sin dificultad: es el Pico del Aguilica.
en Aguilas.
Ustedes me dirdn que de la cércel de las Agustinas
al pico del Aguilica, pasando por el casino y la
Tercena, en Totana, no hay mucho trecho. No lo.
hay, en efecto. Pero, para poder seguir cl camino
que me he propuesto desenmaranar, quiza deba
hablarles, todavia, de otra fotografia, Es la fotografia
de un nifio que apenas tiene dos afios y hace un
cierto esfierzo para mantenerse en pie, en la playa,
donde juega con la arena y chapotea con la finisima
espumu de las olas de una mar muy quiet, tranquila,
que se pierde en el horizonte calino y azul. Esa playa
es la de Calabardina, donde el nifio, su abuelo y sus
padres pasaban aquel verano, en Ia calle Jorge Luis
Borges.
Coincidencia, la de vivir en una calle consagrada
al gran poeta argentino, que me permite recordar un
Poema suyo que yo mismo he citado en el umbral
de uno de mis libros y eva por titulo Juan 2, 14.
De hecho, hay varios poemas de Borges que llevan
ese titulo. Y, en verdad, la historia de todas las
literaturas, el enigma ttimo del origen y fin de Ia
cultura, quiz sea una large, inconclusa, atormentada
y gloriosa metamorfosis de este versiculo de Juan:
Yel Verbo se hizo carne.
‘Tras esas intimidades, me permitiran que utilice
‘una sola palabra en aleman. Es una palabra familiar
y oscura. Los diccionarios suelen traducir la palabra
alemana heimar por tierra o pais natal, patria chica,
terrufio... Sin embargo, utilizada por Nietzsche, esa
misma palabra es indisociable de “Ia casa del ser”
heideggeriana 0 “la casa encendida” de Luis Rosales:
morada del ser.
En sus comentarios sobre el fin 0 la consumacién
tiltima de Ja metafisica y la poesfa, Heidegger subraya
que el hombre moderno vive la tragedia de la pérdida,
el destierro 0 el fin de la heimat, justamente,
condenado a un desarraigo mortal. En cierta medida,
Ta supervivencia misma de todas las cosas del espiritu
pasa por la biisqueda y reconsiruccién de esa morada
{ntima, moral y material, terrenal y espiritual, cuya
ausencia es un tormento féustico para el hombreSo
Fictiativa
condenado a morar en el desarraigo, sin Dios ni
heimat.
Jlinger decfa que la gran tarea del hombre del
siglo XXI serfa la “repoblacién espiritual” del
mundo, vietima de la desalmada colonizacién y
desertizacicn industrial del planeta. En ésas estamos,
Lamilenaria guerra entre los‘Titanes y los Inmortales,
prosigue en muchos frentes, en detrimento de estos
diltimos, que muchos consideran definitivamente
amenazados. Quizé.
En mi caso, Ramon Jimenez Madrid, que es de
Aguilas, y José Luis Molina Martinez, que es de
Lorea, me han ayudado como nadie a reconstruir
mi heimat intima.
Gracias a José Lis, buena parte de mi biblioteca
personal ha sido acogida y es hoy propiedad de
Lorca y su biblioteca municipal. Creyente sin falla
en las cosas de la palabra, los libros y la cultura,
esa nueva relacién con mi tierra natal (nacf en
Totana, a 11 kilémetros de Lorca) se me antoja el
cimiento del hogar mas hondo: compartir el pan y
Ja palabra con otros hombres de la misma tierra,
Gracias a Remén, esa comunién —que leva
muchos afios germinando, sin que yo lo supiese:
desde que él publicé sus Novelistas murcianos
actuales, en 1982; ensayo que yo he tardado
veintitrés langos afios en descubrir-, gracias a Ramén,
digo, esa comunién de las palabras y la tierra da
nuevos frutos en su generosa visién de las cosas de
Ja lengua y la literatura asociadas a Aguilas, por
donde pasan y se detienen personajes como Eliodoro
Puche, Antonio Prieto, Juan Goytisolo, Manolo
Varquez Montalbin, Carlos Clementson, Berta
Manzanares, Pedro Cobos y Suan Quifionero, mi
padre.
Asi, Ios libros, los frutos y los dones recogidos
por los caminos del desarraigo vuelven a la patria
natal, la heimar holderliniana, ofteciendo un hogar
al desterrado. Que soy yo.
E] camino que va de esa tierra, esa casa, ese pais
natal, esa helmar, ala tierra, Ia casa, el pals extranjero
donde yo vivo, es el camino que he intentado
repoblar escribiendo libres, que es una de las maneras
mis tradicionales de ameblar la casa vacfa del ser.
No fue ni es cosa ficil. Y sospecho que todavia me
queda basi ino por andar.
nte
‘Cuando yo comencé a escribir, mi tnico bagaje
era un montén enorme de lecturas, desordenadas
pero esenciales: Baroja, Azorin, Gabriel Mir6,
Telstoi, Dostoievski, Proust, Thomas Mam, Kipling,
Marck Twain. Y pude beneficiarme muy pronto de
dos cosas determinantes en la vida de un aprendiz
de escritor: del manejo més 0 menos aproximado
de una lengua extranjers, el francés, en mi caso, de
entrada; y del consejo pervonal de unos maestros
de os que noes facil encontrar en las escuela; unos
maestros que me ensefiaron las cosas de la lengua,
Jos libres y lahistoria de la cultura que, por aquellos
afios, no siempre podian aprenderse, ni macho
‘menos, ni en los libros, ni en las escuelas, ni en la
universidad,
Cuando yo tenfa quince aiios, mi familia se
arruing definitivamente. si es que alguna vez habia
conseguido salir de la precariedad més absoluta.
Consecuencia de la ruina, mi fami
dividir y tuvo que emigrar. Mi padre comenz6 por
buscar trabajo en Francia, en Saint-Etienne, en el
departamento de la Loire. Y en una escuela ptiblica
de un barrio de emigrantes polacos y refugiados
espafioles aprendi yo a leer francés. Entre los quince
Y los veinte aftos, eambié y cambiamos seis veces
de casa y domicilio, siempre provisional, Cuando
comencé a ganarme la vida, yo solo, alos diecinueve,
tuve la suerte de caer en un peridiico, el viejo y
difunto Informaciones madrilenio, donde apenas
ganaba para i tirando, con unas ventajas en especies,
sin embargo, sencillamente excepcionales: podia
vivir sélo escribiendo de libros: y recibta, gratis,
paquetes y paquetes de libros, buenos, malos,
malfsimos, indispensables, que me permitfan
descubrir nuevos mundos, comprarme oiros libros
¥ cultivarme, a salto de mata, contando con e] apoyo,
ia se volvié a