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través del retrovisor de la troca. Se plagió a sí mismo durmiendo y lo vigiló a través de una mínima
La lividez provocada por pachangeada, cocaína y vigilia conferían a Elías un aspecto más
el manejo de la picap. El brote de sudor frío por la frente y los toques al cigarro se habían vuelto
endémicos. No era el bato chido del que Benito se había hecho incondicional y se había convertido
La seducción del refugio en lo conocido hizo regresar a Lupe a la primera línea del frente.
acompaña a la cría abandonada por su creador. Los mejores instantes vividos con su jaina actuaban
de ungüento en sus pesares. Hasta los momentos que la vio bien fea, tuvieron faustos finales.
abogangster.
Y la huida, sin lana para salir de Elei, después de partirle la madre al pinche chanate.
Ahora que la inquietud se agarraba a su garganta, necesitaba el único báculo que soportaba
su ingravidez mental. Necesitaba comunicarse con su ruca. Necesitaba conocer la próxima parada.
Pero no quería alertar a Elías. No deseaba su conversación. Quería aislarse de la humanidad. Meter
Desaparecer.
Atravesaban Tucson cuando Elías tomó una salida hacia la ciudad. Benito, con la cabeza
apoyada en el cristal de la troca, veía el luminoso del Chilli's Grill & Bar aumentar en cada rodada.
-Qué poca madre tienes, pinche naco. Ya mero estaba a puntito de echarme un pestañazo,
güey. Te dormiste de volada y ahorita mismo te me despiertas bien pendejo. Me cae que te vas a ir
de aventón como no te quites ese agüite, carnal. Tengo ganas de dejarme caer por Nogales. Hace un
chingo de tiempo que no hay un buen reventón en Los Alacranes. Habrá raza bien ley, conjunto
Benito miró el interior de la americana que Elías le mostraba. La escuadra dorada asomaba
entre la cintura de los livais y la camisa tejana. Intuyó que la llevaba en la caña de sus botas piel de
serpiente y la cambió al bajar de la troca. Esquivando la posibilidad de ser descubierta por Don
Marco.
-¿Qué pasó, honey? En pocos días estaré p'atrás en la casa. La mera neta. Vamos a casa de
un viejito, le echamos un aliviane, nos ganamos una buena feria y de volada estamos en tu querido
-Vete a la chingadera, cabrón. Eres un pinche rajón y estoy bien enchilada contigo. No te
-No eches madres, mija. Es una chance bien padre y no la podemos desaprovechar. Me vale
madres que te friegue esta transa, pero si te quieres regresar a Mazatlán necesitamos un chingo de
lana.
-Traigo mi vida destrozada, Benito. Lloro de puro dolor y no te mereces nada de mi amor.
Prefiero la muerte a esta vida de sufrimiento. Seguro que en la otra vida hay cosas más buenas y sin
llanto ni pena seré más feliz. Me muero de tristeza, Benito. No sé donde queda mi casa y no hallo
qué hacer. Duele mucho sentirse tan sola. Me voy a mi tierra, Benito. Todavía recuerdo cuando me
decías “es tuyo mi cariño” y me prometías regresarnos. Viviríamos en casa de mis padresitos, con
mi hermana y su familia.
-Chale, pochita. Con esa bola de nacos no me encierro a vivir en una casa. No voy a llegar
como un pendejo. Sin lana y sin carro. No Lupe. Soy un gallo fino. Llegaré como el mero mero.
hamburguesa y una ración de wings chicken en salsa barbacoa. El cansancio y la cruda les hicieron
devorar la comida. El intento de Elías por averiguar el excesivo tiempo usado en el baño, fue
Benito seguridad en sí mismo y aliento para seguir los taimados pasos del bato.
-Si no traes armas cualquier sorrillo te mea -volvió Elías a la conversación abandonada,
dando dos palmadas en su oculta beretta.
-Don Carlos es bien padre. Es un gallo fino y la vida lo ha vestido de suerte. Tira estilo sin
parecer árbol de Navidad. Solo se ocupa un momento en conocer las personas, compa. La primera
vez que lo waché, agarré la onda. Es una fina persona y se expresa bien tierno. Dice que la droga
inunda las calles de los Yunaites y que en el Congreso lo saben. Pero que a los güeros les sale a
cuenta que los chamacos adictos no asistan a clase. Que no ponen el remedio ni la feria suficiente
-¿Y qué onda es esa, broder? -preguntó Benito con piadosa ingenuidad.
La temeridad de Elías y la simpleza de Benito confluían por enésima vez y, como la suerte
en una mano de naipes, les premiaba con la tiranía de la situación. Quien conseguía la condición de
superioridad, aplastaba la arrogancia del contrario. Ahora, Benito sentía la bota de Elías apoyada en
el cuello de su necedad. Su estupidez le hacía jugar con desventaja, pero no le afectó. Ni madres. La
El español dominaba en tal proporción los anuncios publicitarios que parecía hubieran
cruzado la frontera. Trámite que cumplieron sin excesiva burocracia ni largas esperas. Trámite con
Y de silencios comunes.
Poco más que unas palabras de ofrecimiento y agradecimiento antes de beber un par de
cervezas.
Tras cruzar la línea, malas rutas, malas construcciones y mexicanos con peor, o mejor suerte
que los del otro lado.
Dejaron la carretera Santa Ana-Nogales y tomaron un tortuoso camino hacia el oeste. Antes
de llegar a El Vía Crucis -prestigio totalmente justificado- entraron en una senda de tierra que
terminaba en la Hacienda Los Alacranes. Hombres armados con cuernos de chivo les pidieron sus
credenciales. Una llamada de celular permitió la entrada al naco, excitado y angustiado a partes
iguales.
El impacto que padece la camada al abandonar por primera vez la madriguera y saludar al
mundo exterior, no es equiparable al que sufrió Benito cuando se abrieron las puertas de la
Hacienda.
Igual que en una fantasía infantil materializada, sus sentidos se activaron al punto más
álgido.
La potencia generada por los incontables focos de iluminación artificial, atemorizaban la luz
de luna llena que había alumbrado el último tramo de su camino. Pero Benito, dócil de manejar en
la desmesura, se había quedado mudo ante el despliegue de recursos. Y Elías, que podría haber
aristócrata de la vanidad. Juntos, tan semejantes y tan dispares, sentados en la troca uno al lado del
otro y girando sobre sí mismos, para no desatender ni una sola de las escenas que acontecían ante
sus ojos.
Enormes trocas Ford, Chevy, Lincoln y Hammer blindadas, con rines cromados y lunas
tintadas. Elías y Benito dejaron la Lobo impresionados con el resto de camionetas. Todas
parkeadas en la vasta planicie de tierra que precedía una pretenciosa casa. Un porche con zafias
columnas de “estética clásica” les daba la entrada y atrincheraba una pequeña milicia de gatilleros.
Había docenas de ellos arropando al selecto grupo de invitados, distribuidos en parejas o tríos. El
A la derecha del burdo edificio, gallos Giro, Kelso y Yamper legítimo americano rivalizaban
en un pequeño palenque. Benito, seducido por el circular de bolsas a reventar de dinero, se acercó a
la arena. Dos animales, azuzados por sus dueños, luchaban en el centro de un pequeño ring con
exagerada violencia. El perdedor, un gallo Giro, se retorcía de dolor por la pérdida de los dos ojos
indiscreción venció al desinterés y llegó a apostar y perder cien dólares de su compa Elías.
pueblos de la zona. El patrimonio de los asistentes triplicaba al resto de Sonora. Sortearon una
catarata humana que iba de un espacio a otro. Caminaba junta una heterogénea mezcla de solícitos
empleados que forzaban el bienestar de los comensales, invitados orgullosos por el mero hecho de
Dejaron la arena del palenque por pistear unas cervezas, comer unos tacos y buscar un
-Las viejas ni wacharlas, güey. Yo te daré el pitazo de las que puedes checar. ¿Nos
acercamos al baile?
Como ratones detrás del flautista de Hamelin siguieron el grave soniquete de una tuba que
manifiesto compadre de la Federación, se la rifaba haciéndole corridos al Chapo Guzmán, jefe del
Cártel de Sinaloa.
-Al compa Vale lo va a visitar la huesuda de volada. La mera neta -auguró un viejito
empleado de la Hacienda.
Estaban abstraídos en el ambiente y gentío que saturaba el baile cuando un efusivo abrazo de
Don Carlos a Elías, contestó a Benito al porqué de su presencia entre tanto crema ranchero. El bato
no le exageró la devoción que por él sentía el viejito. El narcotraficante, con una sonrisa y el dedo
delatando la rojez ocular de Elías, moralizó sobre la inconveniencia del exceso de pericazos.
Tomó a Elías del hombro, como padre consejero de su hijo. Lo apartó de Benito y se
mezclaron entre la gente. Le puntualizó el programa. Era su preferido. Fénix, hotel For Sisons y el
güero flaco. Varias veces había pasado clavos de coca para el mismo gringo y en la misma ciudad.
Una transa a toda madre y que dejaba una buena feria. Mañana pondrían cien kilos de la fina. Entre
las 10 y las 11 pasarían la línea. El migra que Don Carlos tenía en nómina, estaba de servicio. La
La carga del narco era más liviana y la transa más tratable que la del coyote. Resultaba más
factible poner nieve al otro lado que seres humanos. Y mucho más: armas de alto poder de
Tras las advertencias al bato, el viejo cedió el protagonismo al chaka de los gatilleros. El
mejor guarura de Don Carlos les pasó una botella de 1800 reposado, les indicó dos putas con las
que podrían alternar y, a su vez, los delegó al capataz de la hacienda para su acomodo.
Se dirigieron los cinco hasta las cuadras de la finca donde había dos herrumbrosos jergones
y los homenajeó tocando el ala delantera de su sombrero a la vez que escupía al suelo.
Establecidos, con finos licores y la compañía de dos viejas tomaron posesión de la estancia
Sincronizados en el tiempo, los dos se vinieron a la vez. Cayeron rendidos y abrazados a las
rameras.
Segundos después los cuatro dormían tan plácidamente que asemejaban mansas acémilas.