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EL CUENTO NORTEAMERICANO.

EDGAR ALLAN POE TEMA 2

Una nación tan joven como los Estados Unidos de América no contaba con una
literatura propia. Será la generación que empieza a publicar hacia 1800 la que tenga que
crear un nuevo lenguaje literario, propio de un país nuevo; la duda consistirá en mirar
hacia Europa o hacia el interior del continente americano. Lo que sí está claro es que el
desarrollo de la prensa ayudó a la publicación de estas nuevas obras, y, especialmente,
de un “nuevo” género: el cuento; normalmente ambientado en las “viejas” ciudades del
Este o del Sur, suele ser un cuento de fantasía, basado en las tradiciones de los primeros
colonos, o de terror, próximo a la novela gótica (ver tema 1), pero que sustituirá el
castillo medieval por la vieja mansión decadente.

El primero de los grandes autores de relatos es Washington Irving, quien será


durante décadas el autor más influyente de Estados Unidos, especialmente por su Libro
de esbozos (1820), donde reúne ensayos y cuentos históricos, mezclando, además, a la
manera típica de la época, prosa breve descriptiva, reflexiva y narrativa sin
relimitaciones genéricas. Las dos historias más conocidas son “Rip van Winkle” y “La
leyenda de Sleepy Hollow”, que trasladaban el material folclórico europeo a las
colonias holandesas del valle del Hudson y combinaban un popular colorido local y de
época con elementos humorísticos. Además, con la figura de Rip van Winkle, que huye
de su pendenciera mujer, se sume en un sueño de veinte años en las montañas y regresa
a su pueblo natal, completamente transformado desde la Independencia, creó un
prototipo de antihéroe americano. Al mismo tiempo, con el bosquejo de la forma
narrativa breve, ofreció el primer modelo del género del cuento, que luego sería
desarrollado por Hawthorne y Poe, adquiriendo una importancia primordial en la
literatura americana. Otras obras suyas son Historia de Nueva York (1809), Cuentos de
un viajero (1824), y Cuentos de la Alhambra (1832) obra en la que cae en los tópicos
del romanticismo sobre España y el mundo musulmán.
Los cuentos de Nathaniel Hawthorne iban encaminados hacia lo “moralmente
pintoresco”, valiéndose de convenciones como la parábola, la leyenda, el apunte o el
ensayo. Hawthorne se consagró al análisis psicológico de la inevitable implicación en la
culpa, de las conductas egoístas, del arrogante aislamiento del individuo de la
fraternidad de los hombre, del conflicto entre la cabeza y el corazón y, especialmente,
de la doctrina puritana del pecado original. Muchos de los relatos cortos de Hawthorne,
en sus Cuentos contados dos veces (1837) y Musgos de una vieja rectoría (1846),
anticipan los motivos de sus novelas. Así, “El velo negro del pastor” y “El joven
Brown” ilustran el autoaislamiento del torturado por escrúpulos excesivos sobre el
poder de la maldad; “La hija de Rappacini” y “El artista de lo bello” muestran las
sobrelimitaciones del científico sin conciencia y del artista poseído; y “Mi pariente
Molineux” y “Wakefield” tratan sobre la enajenación del individuo en el entorno
urbano, bien a través de las desilusiones del joven recién llegado, bien a través del
ciudadano medio entrado en años.
Las obras de Hermann Melville tratan del sombrío poder de la perversidad
humana, basándose en experiencias autobiográficas, a las que asoció una temática
metafísica que mostraba al hombre en su incapacidad para llevar una vida moral y en
conflicto constante con un cruel universo. En Los cuentos de la piazza (1856), Melville
publicó una colección de prosas breves en las que merecen destacar dos historias
parabólicas: “Benito Cereno”, donde evoca, por medio del motín en un buque de
esclavos, una irritante atmófera de inversiones entre el ser y la apariencia; describe la
relación entre la inocencia, el engaño, el misterio y el mal.En “Bartleby, el escribiente”,
nos presenta al protagonista que da nombre al relato, un triste oficinista de Wall Street
cuyas sucesivas negativas a trabajar, a moverse, a comer, le conducirán de modo
inexorable a la muerte en la cárcel; es un relato de barreras, vacío e incomprensión, un
inquietante estudio sobre la alienación radical y la muerte a través de la paulatina
negación a vivir del protagonista; ofrece una perspectiva enigmática y profundamente
existencial, predecesora de las de la época moderna

Pero el gran autor de cuentos norteamericano es Edgar Allan Poe. Con Poe, el
cuento, especialmente el de terror, alcanzará sus más altas cimas hacia los años 30 del
siglo XIX, periodo que vio nacer el cuento como género autónomo. El norteamericano
es maestro absoluto del género porque, en primer lugar, lo es de la técnica del relato
breve en sí. Por un lado su gran instinto narrativo y por otro su gran bagaje poético le
indujeron a incorporar a un ámbito que él determinó muy exigente y especializado,
elementos sin embargo muy dispares, procedentes de las artes plásticas, de la música, de
la misma poesía, a los que incorporaba incluso los efectos distorsionantes de los
alucinógenos. Decidió a la vez que era preciso despojar al relato de todo elemento
narrativo accesorio, alejándolo de la prolijidad novelística. Sobraba todo aquello que no
contribuyera al efecto puntual deseado; así, de entrada, en sus cuentos no tienen cabida
las consideraciones sociales, morales,. En sus poderosas fantasmagorías no se trasluce
otra cosa que una imaginación y una inteligencia portentosas rígidamente al servicio de
un designio artístico. Poe no se fundamentó en una tradición específica. Ante las
acusaciones que se le dirigían de tratar de imitar a los alemanes, afirmó: «Ese terror no
viene de Alemania, sino del alma» (prólogo de Cuentos de lo grotesco y arabesco, lo
que ha sido corroborado por gran parte de la crítica). Ningún otro autor, anterior o
posterior, ha sabido evocar como él una atmósfera malsana y de pesadilla, hilvanar las
escenas con tan infernal habilidad, culminar las historias con tan sonora consistencia;
retratar "los efectos de la condenación.
El interés de Poe como narrador se centra en la dimensión psicopatológica de los
espacios entre el sueño y la realidad, entre la vida y la muerte. Sus preferencias se
orientan hacia las fascinantes y horribles visiones que crea una fantasía enfermiza. Así,
en los Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (1839) ya están desarrollados muchos de
sus temas técnicas típicos: la acción, relatada con tensión magistral y encaminada a un
final efectista, desencadena el miedo a caer, a quedarse encerrado, a ahogarse o ser
perseguido, y, con la ayuda de las refinadas estrategias de la sugestión, produce una
impresión intensa y al mismo tiempo compleja en el ánimo del lector. A menudo dicha
acción muestra la hipersensibilidad imaginativa y la mórbida extravagancia del
protagonista o del narradores primera persona, que no sabe conciliar en la vida el ideal
con la realidad, proyectando la propia esquizofrenia y desdoblamiento de la
personalidad en una dramática relación con su doble (“William Wilson”) y
permaneciendo impotente ante el fenómeno de la inevitable decadencia física e
intelectual del propio entorno (“La caída de la casa Usher”), Luego, en los Cuentos
(1845) y en otras recopilaciones posteriores, Poe añadió los cuentos de raciocinio, que
comprenden historias de detectives como “Los crímenes de la calle Morgue”, donde
presenta las características de este género. Allí el personaje central es su singular
detective aficionado, su intuición y su brillantez analítica, muy por encima de la policía;
en cuanto a su acompañante, más bien mediocre, actuará como narrador, informándonos
de los pasos decisivos para el esclarecimiento del crimen; en este grupo se pueden
clasificar ciertas historias de intriga como “El escarabajo de oro”, donde el motivo de la
búsqueda del tesoro va unido al desciframiento de un código secreto. Por lo demás, Poe
volvió una y otra vez a la fórmula de las historias de terror con significado profundo.
Así, en “La máscara de la muerte roja” evoca una danza macabra con la peste como
fondo; en “El corazón delator” dramatiza las alucinaciones de una conciencia cargada
por la culpa; en “El barril de amontillado” muestra el emparedamiento de un hombre
vivo como un acto sádico de venganza; en “El pozo y el péndulo” describe los suplicios
de un torturado.
El escritor argentino Julio Cortázar ordena sus relatos de acuerdo con el 'interés'
de sus temas. «Sus mejores cuentos son los más imaginativos e intensos; los peores,
aquellos donde la habilidad no alcanza a imponer un tema de por sí pobre o ajeno a la
cuerda del autor.». Los agrupa en: cuentos de terror, sobrenaturales, metafísicos,
analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, y grotescos y satíricos. Los
cuentos de terror o cuentos góticos constituyen su obra más conocidaEl escritor y crítico
irlandés Padraic Colum afirmó que relatos como "El barril de amontillado", "El pozo y
el péndulo", "La caída de la casa Usher", "Ligeia", etc. se hallan entre «los mejores
cuentos del mundo».130
Ya no se advirtieron más señales de vida en Valdemar y,
opinando que había fallecido, lo confiamos al cuidado de los
enfermeros. En ese momento observamos un intenso movimiento
vibratorio en la lengua. El hecho continuó por espacio quizá de un
minuto. Al terminar este periodo, brotó de las distendidas e inmóviles
mandíbulas una voz, una voz que sería una locura intentar describir.
(De "La verdad sobre el caso del señor Valdemar", 1845)

El de terror fue un género que adoptó Poe para satisfacer los gustos del público
de la época.Sus temas más recurrentes tienen que ver con la muerte, incluyendo sus
manifestaciones físicas, los efectos de la descomposición de los cadáveres ("La verdad
sobre el caso del señor Valdemar"), el entierro prematuro ("El entierro prematuro"), la
reanimación de cadáveres ("Conversación con una momia", "La caída de la casa
Usher")... Otros temas recurrentes en sus historias macabras son la venganza ("Hop-
Frog", "El barril de amontillado"), la culpa y la autopunición ("William Wilson", "El
corazón delator", "El gato negro", "El demonio de la perversidad"), la influencia del
alcohol y el opio ("El gato negro", "La caída de la casa Usher", "El Rey Peste"), el
poder de la voluntad ("Ligeia", "Morella"), etc.
Poe igualmente dio origen al relato de detectives con sus cuentos analíticos y de
raciocinio: "La carta robada", "Los crímenes de la calle Morgue", "El escarabajo de
oro" y "El misterio de Marie Rogêt", influyeron directamente en autores posteriores
como Arthur Conan Doyle, cuyo Sherlock Holmes está inspirado directamente en el
Auguste Dupin de Poe. Pero Poe no era consciente de que estaba inventando un género
nuevo.
Dio asimismo un significativo giro al género emergente de la ciencia-ficción,
respondiendo así a los recientes avances científicos y tecnológicos, como el globo
aerostático, en su cuento "El camelo del globo".
En lo tocante a su técnica, y su muchas veces apuntada intensidad narrativa, Poe
«comprendió que la eficacia de un cuento depende de su intensidad como acaecimiento
(...) Cada palabra debe confluir, concurrir al acaecimiento, a la cosa que ocurre, y esta
cosa que ocurre debe ser sólo acaecimiento y no alegoría (como en muchos cuentos de
Hawthorne, por ejemplo) o pretexto para genealizaciones psicológicas, éticas o
didácticas (...) La cosa que ocurre debe ser intensa. Aquí Poe no se planteó estériles
cuestiones de fondo y forma; era demasiado lúcido como para no advertir que un cuento
es un organismo, un ser que respira y late, y que su vida consiste -como la nuestra- en
un núcleo animado inseparable de sus manifestaciones».
Los personajes de Poe no dirigen sus vidas, sino que se ven arrastrados muchas
veces por las circunstancias y por sus propios sentimientos e instintos. Normalmente no
toman decisiones, sino que sobreviven a la vida como pueden; no hay decisiones, sólo
un dejarse llevar. Muchos protagonistas masculinos, además, son locos o borrachos,
aventureros o escépticos.
Poe valoraba en el relato corto por encima de todo la imaginación, así como la
originalidad y la verosimilitud. Por lo tanto, el criterio que primaba en este tipo de
relatos era exclusivamente estético.

William Wilson

En 1839, Poe escribió uno de sus relatos más celebrados, en el que exploraba el
tema del doble. En este caso, el segundo William Wilson es la parte aparentemente
positiva y la conciencia del “original”. Si en un primer momento el doble es un amigo,
luego empieza a competir con el original, con quien también comparte el nombre, y al
final lo desenmascara en sus asuntos más turbios, y destruye todo aquello que consigue,
aunque sin mostrarle jamás su cara. Pero no hay duda posible: además de que viste
exactamente igual, le intuye en cada uno de sus actos. Finalmente, William Wilson
enloquece ante el acoso y lo mata en un duelo; pero, al hacerlo, también se mata a sí
mismo.
Se han destacado en el relato diferentes notas autobiográficas, como la vida en la
escuela, al principio del relato, basada en sus experiencias en colegios británicos.
Igualmente, se ha querido ver en la idea del doble que lucha contra sí mismo una
referencia a Poe y su lucha contra su lado más oscuro.
Poe reconoció que se había inspirado en un relato de Washington Irving, aunque
también se han rastreado influencias de Calderón de la Barca o de Charles Dickens.
Pero, especialmente, hay que reconocer la influencia de este relato en dos obras
maestras de la literatura, El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, y Dr. Jekyll y Mr.
Hide, de Robert Louis Stevenson.

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