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+lA. Mooo~~~ CoCo 1130 EDWARD P. THOMPSON
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$ 3,-1S TRADICiÓN, REVUELTA


Y CONSCIENCIA DE CLASE
Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial

Prólogo de
JOSEP FONTANA

EDITORIAL CRITICA
Grupo editorial Griialbo
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LA SOCIEDAD INGLESA DEL SIGLO XVIII:


¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? •

1
Lo que sigue a continuación podría ser descrito más como un
intento de argumentación que como un articulo. Las dos primeras
secciones forman parte de un trabajo argumentativo sobre el pater-
nalismo y están muy estrechamente relacionadas con mi artículo
"Patrician Society, Plebeian Culture», publicado en el Jouma! 01
Socia! History (verano 1974). Las restantes secciones (que tienen su
propia génesis) avanzan en la exploración de las cuestiones de clase
y cultura plebeya l Ciertas partes del desarrollo se fundamentan en
investigaciones detalladas, publicadas y sin publicar. Pero no estoy
seguro de que todas ellas juntas constituyan una "prueba» de la
argumentación. Pues la argumentación sobre un proceso histórico de
este tipo (que Popper sin duda describiría como "holístico») puede
ser refutada; pero no pretende poseer el tipo de conocimiento posi-
tivo que generalmente afirman tener las técnicas de investigación
positivistas. Lo que se afirma es algo distinto: que en una sociedad
cualquiera dada no podemos entender las partes a menos que enten-

>~ <(Eighteenth~Century English Sodety: Class Strugg]c without Class?»,


Social Histor)', IIl, n.' 2 (mayo 1978).
1. La polémica comenzó hace seis o siete años en el Centro pata el
Estudio de Historia Social de Warwick. Alguna parte de las secciones 1 y II
fueron presentadas en el Congreso Anglo~Americano de Historiadores (7 ju-
¡io 1972), en Londres. La sección V fue añadida para el debate del Seminario
del Centro Davies, Universidad de Prinlcton (febrero 1976). Y yo he inter-
polado, en la sección VI, algunas notas sobre la <~clase» presentadas en la
Séptima Mesa Redonda de Historia Social en la Universidad de Constanza
(junio 1977). Estoy agradecido a mis anfitriones y colegas en estas ocasiones,
y por la valiosa polémica que siguió. Me doy cuenta de que un artículo
amalgamado de esta forma debe carecer de cierta coherencia.
¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 15
14 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE

triarcales como características del sistema gremial de la Edad Media


damos su función y su papel en su relación mutua y el1 su relación
en que:
con el total. La «verdad" o la fortuna de tal descripción holistica
sólo puede descubrirse mediante la prueba de la práctica histórica. Los oficiales y aprendices de cada oficio se hallaban organi-
De modo que la argumentación que se presenta a continuación es zados como mejor cuadraba al interés de los maestros; la relación
una especie de preámbulo, un pensar en voz alta. patriarcal que les unía a los maestros de los gremios dotaba
a éstos de un doble poder, por una parte mediante su influencia
directa sobre la vida toda de los oficiales y, por otra parte,
porque para los oficiales que trabajaban con el mismo maestro
1
éste constituía un nexo real de unión que los mantenía en cohesión
frente a los oficiales de los demás mae~tros y los separaba de
Se ha protestado con frecuencia que los términos «feudaL>, «ca- éstos ...
pit3lista) o «burgués» son en exceso imprecisos e incluyen fcnó~
menos demasiado vastos y dispares para hacernos un servicio an,¡] í Marx afirmaba que en la «manufactura» estas relaciones eran susti-
tico serio. No obstante, ahora es constante el considerar útil una tuidas por «la relación monetaria entre e! trabajador y el capitalista»,
nueva serie de términos, tales como «preíndustriah>·., «tradicional», pero, «en el campo y en las pequeñas ciudades, esta relación seguía
«paternalÍsmo» y «modernización», que parecen susceptibles prác- teniendo un color patriarca!».' Es este un amplio margen, sobre
ticamente de las mismas objeciones, y cuya paternidad teórica es todo cuando recordamos que en cualquier época previa a 1840 la
menos segura. mayor parte de la población vivía en estas condiciones.
Puede tener interés el que, mientras e! primer conjunto de tér- De modo que podemos sustituir e! «matiz patriarcal» por e! tér-
minos dirige la atención hacia el conflicto o la tensión dentro de! mino «paternalismo». Podría parecer que este qual1tum social má·
proceso social -plantean, al menos como implicación, las cuestiones gico, refrescado cada día en las innumerables fuentes del pequeño
de ¿quiél1?, ¿a qtliéll?-, e! segundo conjunto parece desplazarnos taller, la unidad doméstica económica, la propiedad territorial, fue
hacia una visión de la sociedad como orden sociológico autorregula- lo bastante fuerte para inhibir (excepto en casos aislados, durante
torio. Se nos presenta, con un especioso cientifismo, como si estu- breves episodios) la confrontación de clase, hasta que la industriali-
vierfl.í1 carentes de valores. zación la trajo a remolque consigo. Antes de que esto ocurriera, no
En ciertos escritores «patriarcal» y «paternal» parecen ser térmi- existía una clase obrera con conciencia de clase; ni conflicto de clase
nos intercambiables, e! uno dotado de una implicación más seria, el alguno de este tipo, sino simplemente fragmentos de! protoconflicto;
otro algo más suavizada. Los dos pueden realmente converger tanto como agente histórico la clase obrera no existía y, puesto que así es,
en hecho como en teoría. En la descripción de Weber de las socie- la tarea tremendamente difícil de intentar descubrir cuál era la ver-
dades «tradicionale,,>, el foco de! análisis se centra en las relaciones dadera conciencia social de los pobres, de los trabajadores, y sus for-
familiares de la unidad tribal o la unidad doméstica, y desde este mas de expresión, sería tediosa e innecesaria. Nos invitan a pensar
punto se extrapolan las relaciones de dominio y dependencia que sobre la conciencia de! oficio más que de la clase, sobre divisiones
vienen a caracterizar la sociedad «patriarcaL> como totalidad; formas verticales más que horizontales. Podemos incluso hablar de una so-
que él relaciona específicamente con formas antiguas y feudales de ciedad de <<una clase».
orden social. Laslett, que nos ha recordado apremiantemente la im- Examinemos las siguientes descripciones de los caballeros terra-
portancia central de la «unidad doméstica» económica en e! siglo XVII, tenien tes de! siglo XVIII. El primero:
sugiere que ésta contribuyó a la reproducción de actitudes y relaciones
patriarcales v paternales que permearon a la totalidad de la sociedad, 2. Esto lJracede de Un pasaje muy general de La ideología alemana (1845).
y que qUlza siguieron haciéndolo hasta e! momento de la <<indus- Yo no recuerdo ninguna parte de la misma generalidad en El capital. (Marx
y Engels, La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1974, pp. 58 y 64.)
trialización), [vlar;.;:" es verdad, tendía a considerar las actitudes pa-
'ji
",",'

16 TRADICIÓN, "EVUELTA y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 17

La vida de una aldea, una parroquia, una ciudad mercado y su que la autoridad econ6mica y social, poderes judiciales, sumarios, etc.,
hínterland, todo un condado, podía desarrollarse en torno a una estuvieran unidos en un solo punto.
casa grande y su solar. Sus salones de recepción, jardines, establos Quedan, sin embargo, algunas dificultades. Podemos denominar
y perreras eran el centro de la vida social local; su despacho una concentraci6n de autoridad econ6mica y Cultural «paternalismo»
de la propiedad, el centro donde se negociaban las tenencias
si así 10 deseamos. Pero, si admitimos el término, debemos también
agrarias, los arrendamientos de minas y edificios, y un banco de
admitír que es demasiado amplio para un análisis discriminatorio. Nos
pequeños ahorros e inversiones; su propia explotación agraria, una
exposición permanente de los mejores métodos agrícolas disponi-
dice muy poco sobre la naturaleza de! poder y e! Estado, sobre for-
bles ... ; su sala de justicia ... el primer baluarte de la ley y él orden; mas de propiedad, sobre la ideologla y la cultura, y es incluso dema-
su galería de retratos, salón de música y biblioteca) el cuartel gene- siado romo para distinguir entre mollas de explotaci6n, entre la mano
ral de la cultura local; su comedor, el fulero de la politica local. de obra servil y libre.
Además, es una descripci6n de relaciones sociales vista desde
y be aquí el segundo: arriba. Esto no la invalida, pero debemos ser conscientes de que esta
descripci6n puede ser demasiado persuasiva. Si s610 nos ofrecen la
En el curso de adrninistmr su propiedad para sus propios primera descripci6n, es entonces muy fácil pasar de ésta a la idea
intereses) seguridad y conveniencia ejerció muchas de lns funciones de <mna sociedad de una sola clase»; la casa grande se encuentra en
del Estado. Él era juez: resolvía disputas entre sus allegados. Era la cumbre, y todas las llneas de comunicaci6n llevan a su comedor,
la policía: mantenía el orden entre un gran número de gente ...
despacho de la propiedad o perreras. Es esta, en verdad, una impre-
Era la Iglesia: nombraba al capellán. generalmente algún pariente
si6n que fácilmente obtiene el estudioso que trabaja entre los dom·
cercano con o sin formacíón religiosa, para mirar por su gente.
Era una ngencia de bienestar público: cuidaba de los enfermos, men tos de propiedades particulares, los archivos de los quarter ses-
los ancianos, Jos huérfanos. Era el ejército en caso de revuelta: siol/s, o la correspondencia de Newcastle.
.. armaba él sus parientes,! partidarios como sí fuera una milicia Pero pueden encontrarse otras formas de describir la sociedad )'

particular. Es m,ís, mediante lo que se convirtió en un intrincado además de la que nos ofrece Harold Perkin en el primero de los ~
sistema de matrimonios, parentesco y patrocinio ... podía solicitar extractos. La vida de una parroquia puede igualmente girar en torno ~
la ayuda, en caso de nrxcsidad, de un gran número de parientes al mercado semanal, los festivales y ferias de verano e invierno, la
en el campo o en las óudades que poseían propiedades y poder fiesta anual de la aldea, tanto como alrededor de 10 que ocurrla en
similares a los suyos. j
la casa grande. Las habladurlas sobre la caza furtiva, el robo, el ~

escándalo sexual y el comportamiento de los superintendentes de


Ambas son descripciones aceptables del caballero terrateniente pobres podían ocupar las cabezas de las gentes bastante más que las
del siglo XVIII. No obstante, ocurre que una describe a la aristocracia distantes idas y venidas de la posesi6n. La mayor parte de la comu-
o la gran gel1try inglesa, la otra a los dueños de esclavos del Brasil nidad campesina no tendda demasiadas oportunidades para ahorrar
colonia1.' Ambas servirían, igualmente, y con mínimas correcciones, o invertir o para mejorar sus campos; posiblemente se sentían más
para describir a un patricio de la campagl1a en la antigua Roma, uno preocupados por e! acceso a la cocci6n, a las turberas y a los pastos
de los terratenientes de Almas muertas de Gogol, un dueño de es- de! común que por la rotaci6n de los nabos. La justicia podía perci- B(C
clavos de Virginia,' o los terratenientes de cualquier sociedad en la birse no como un «baluarte» sino como un tirano. Sobre todo, podla i
r
existir una radical disociad6n -en ocasiones antagonismo--- entre ~
r
3. Harold Perkin, Tbe Origins 01 Modem ElIglish Society, 1780-1800, la cultura e incluso la «polltica» de los pobres y aquellas de los !
1969, p. 42; Alcxander Marchant, «Colonhl Brazib>, en X. Livermorc, ed.,
Portugal and Brazil: An Introduction, Oxford) 1953, p. 297.
grandes. ¡
Pocos estarlan dispuestos a negar esto. Pero las descripciones del l'
4. Eugene D. Genovese, The World the Slaveholders Made, Nueva York,
1969, esp. p. 96. orden social en el primer sentido, vistas desde arriba, son mucho
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1;1

,
" 18 TRADICIÓN, REVIIELTA y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 19
II I ~
~ más corrientes que [os intentos de reconstruir una vlslOn desde The poor at hand their natural patrons saw,
abajo, Y siempre que se introduzca [a noción de «paterna[ismo» es el And lawgivers were supplements of law! *
1~ ~~ primer modelo el que nos sugiere, Y el término no puede deshacerse
~ ~ de implicaciones normativas: sugiere calor humano, en una relación
"1J .i
y continúa para negar que estas relaciones tengan alguna realidad
,
~ mutuamente admitida; el padre es consciente de sus deberes y res- en el momento:
~J ponsabilidades hacia el hijo, el hijo el;tá conforme o activamente cons-
ciente a su estado filiaL Incluso el modelo de la pequeña unidad
~4 ~ ... Fashion's boundless sway
doméstica económica conUeva (a pesar de los que lo niegan) un Has borne the guardian magistrate away.
cierto sentido de confort emocional: «hubo un tiempo -escribe Save in Augusta's streets, on Gallia's shores,

~j Laslett- en que toda la vida se desarroUaba en la familia, en un


círculo de rostros amados y familiares, de objetos conocidos y mima-
The rural pa tron is beheld no more ... * *

~, dos, todos de proporciones humanas".' Sería injusto contrastar esto Pero podemos elegir Ins fuentes literarias como nos plazca. Po-
N~ con el recuerdo de que Cumbres borrascosas está enmarcado exacta- dríamos retroceder unos sesenta o setenta años hasta sir Roger de

~i mente en una situación familiar corno esta. Laslett nos recuerda un


aspecto relevante de las relaciones económicas a pequeña escala, in-
Coverley, un tardío superviviente, un hombre singular y anticuado,
y por ello al mismo tiempo ridículo y entrañable, Podríamos retro-

~.,;
~ l..
cluso si el calor pudiera ser producido por la impotente rebelión con-
tra una dependencia abyecta, con tanta frecuencia como por el respeto
ceder otros cien años hasta el Rey Lear, o hasta e! «buen anciano»
de Shakespeare, Adam; nuevamente los valores paternalistas se con-
~ ': muluo. En los primeros años de la revolución industrial, los trabaja- sideran <<una antigualla», se deshacen ante el individualismo compe-
&\ dores rememoraban a menudo los valores patetnalistas perdidos; titivo de! hombre natural del joven capitalismo, en el que «el vínculo
~~ Cobbett y Oastler elaboraron el sentimiento de pérdida, Engels aEr- entre e! padre y el hijo está resquebrajado» y donde los dioses FO-
[itl,1_,' 111Ó el agravio.
Pero esto plantea otro problema. El patetnalismo como mito o
tegen a los bastardos. O podemos seguir retrocediendo otros cien
años hasta sir Thomas More. La realidad de! paternalismo aparece
ideología mira casi siempre hacia atrás. Se presenta en la historia siempre retrocediendo hacia un pasado aún más primitivo e ideali-
inglesa menos como realidad que como un modelo de antigüedad, zado' Y el término nos fuerza a confundir atributos reales e ideoló-
recientemente acabada, edad de oro de la enal los actuales modos y glCOS.
lil,J··
.
"
maneras constituyen una degeneración. Y tenemos el Country Justice Para resumir: paternalismo es un término descriptivo impreciso.

~
de Langhorne (177 4): Tiene considerablemente menos especificidad histórica que términos
corno feudalismo o capitalismo; tiende a ofrecer un modelo de orden
\'7hen thy good father held this wide doma in, social visto desde arriba; contiene implicaciones de calor y de re!a-
~i
~j- -.i The voice oi sorrow never mourn'd in vain.
Sooth'd by his pity, by his bounty fed,
* Cuando tu buen padre tenía este amplio dominio, I La voz del dolor
1t·'J·'
;:\l, <
The skk found medecine, and the aged bread. nunca lloró en vano. I Calmados por su piedad, por su abundancia alimen-

1 , He left their irlterest to no parish cate, tados, / Los enfermos encontraban medicina y los ancianos pan. I Nunca aban-
No bailiff urged his little empire there; donó sus intereses a los cuidados de la parroquia. I Ni hubo bailío alguno que
No village tyrant starved them, 01' opprcss'd; impusiera allí su pequeño imperio; I No hubo tirano de aldea que los matara
de hambre o los oprimiera; / Aprendió sus necesidades, y ellas satisfacía .. ' / /

I
He learn'd their wants, and he those \vants redress'd ...
Los pobres veían a su lado a sus protectores naturales, / y los que impartían
la ley sustituían a la ley misma.
~ ** .. El viaje sin limites de las cos~umbres I Se ha llevado al magistrado
~\ guardián. I Excepto en las calles de Augusta, en las costas de Galia, I El
it·~ patr6n rural ya nunca se vislumbra ...
~~
<!-':
5. Peter Laslett, The World We Have Losl, 1965, p. 21. 6. Raymoncl Williams, The Counlry and Ihe Cily, Oxford, 1973, passim.
•1
,~
,1 20 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 21
)
~ ciones personales que suponen nociones valorativas; confunde lo real camente paternalistas, Lo primero que notamos en ella es la impor-
con lo ideal. No significa esto que debamos desechar el término por tancia del dinero, La gentry terrateniente se clasifica no por naci-
completa inutilidad para todo servicio, Tiene tanto, o tan poco, valor miento u otras distinciones de status, sino por sus rentas: tienen tan-
como otros términos descriptivos generalizados -autoritario, demo- tas libras al año, Entre la aristocracia y la gentry con ambiciones,
crático, igualitario- que por sí mismos, y sin sustanciales añadi- los noviazgos los hacen los padres y sus abogados, que los llevan con
duras, no pueden caracterizar un sistema de relaciones sociales, Nin- cuidado hasta su consumación; el acuerdo matrimonial satisfactoria-
gún historiador serio debe caracteri¡;ar toda una sociedad como pa-
,,~ ternalista o patriarcal. Pero el patcrnalismo puede, como en la Rusia
mente contraído, Destinos y puestos podían comprarse y venderse
l (siempre que la venta no fuera seriamente conflictiva con las líneas
,
1 zarista, en el Tapón meiji o en ciertas sociedades esclavistas, ser un de interés político); los destinos en el ejército, los escaños parlamen-
I componente p~ofunda~cnte importante no sólo de la ideología, sino tarios, libertades, servicios, todo podía traducirse en un equivalente
!
IJ
de la mediación institucional en las relaciones sociales'" ¿Cuál es el monetario: el voto, los derechos de libre tenencia, la exención de

I
estado de la cuestión con respecto a la Inglaterra del siglo XVIII? impuestos parroquiales o servicio de la milicia, la libertad de los
, burgos, las puertas en las tierras de! común, Este es e! siglo en que
,
el dinero «lleva toda la fuerza», en el que las lihertades se convierten

ir II

Dejemos a un lado de inmediato una línea de investigación ten-


tadora pero totalmente improductiva: la de intentar adivinar el peso
en propiedades y se cosifican los derechos de aprovechamiento, Un
palomar situado en una antigua tenencia libre puede venderse, y
con él se vende el derecho a votar; los escombros de un antiguo
caserío se pueden comprar para reforzar las pretensiones a derechos
específico de ese misterioso fluido que es el «matiz patriarca!", en comunales y, por tanto, para cerrar un lote más del común,
este o aquel contexto y en distintos momentos del siglo, Comenzamos Si los derechos de aprovechamiento, servicios, etc, se convir-
con impresiones; adornamos nuestros presentimientos con citas opor- tieron en propiedades que se clasificaban con el valor de tantas li-
tunas; terminamos con impresiones.

I!
bras, no siempre se convirtieron, sin embargo, en mercancías accesi-
Si observamos, por el contrario, la expresión institucional de las bles para cualquier comprador en el mercado libre, La propiedad
relaciones sociales, esta sociedad parece ofrecer pocos rasgos auténti- asumía su valor, en la mayor parte de los casos, sólo dentro ele Ima
determinada estructura de poder político, influencias, intereses y
7, El significado del análisis del paternalismo en la obra de Eugene D, dependencia, que Namier nos dio a conocer- Los cargos ti tulares pres-
Genovese, que culmina en Rcll, lardan, Roll (Nueva York, 1974), no puede
ser una exageraci6n. Lo qm: puede serlo, en opinión de los críticos de tigiosos (tales como rongers, keepers, constables) y los beneficios
Genovese, es el grado de «re.dprocidad» de la relación entre los dueños de que con ellos traían podían comprarse y venderse; pero no todo el
esclavos y éstos y el grado de adaptación (o conformidad) aceptado por los mundo podía comprarlos o venderlos (durante los gobiernos de Wal-
'~
esclavos en ~l «espacio para vivín~ proporcionado por la manífiesta hegemonía
• de los amos (Berbert G, Gutman, The Block Family in Slavery and Freedom, pole, ningún par tory o jacobita tenía probabilidades de éxito en
~
>
..: Nueva York, 1976, esp, pp, 309-326, Y Eric Perkins, «Rall, fardan, Rall: este mercado); y el detentador de un cargo opulento que incurría
A "Marx" fa! the Master Class», Radical History Review, Nueva York, Ill,
TI,O 4 (otoño 1976), pp. 41-59, En una respuesta provisional a sus críticos
en la desaprobaciÓn de políticos o Corte podía verse amenazado de
Ubid., invierno 1976-1977), Genovese observa que suprimió 200 páginas sobre expulsión mediante procedimientos legales, La promoción a los pues-
revueltas de esclavos en el hemisferio occidental (que aparecerán en un tos más altos y lucrativos de la Iglesia, la justicia o las armas, se
volumen subsiguiente); en la parte publicada se ocupó de «analizar la dialéc-
I tica de la lucha de clases y el duro antagonismo en una época en que la
con{rontaci6n abierta de tipo revolucionario era mínima». :r-..1.ientras que la
encontraba en situación similar, Los cargos se obtenían mediante la
influencia política pero, una vez conseguidos, suponían normalmente

I situación de los esclavos y de los trabajadores pobres ingleses del siglo XVIII
es difícilmente comparable, el análisis de Gcnovese de hegemonía y reciproci-
dad -y la polémica que le siguió- es de gran relevancia para los temas
de este artículo.
posesión vitalicia, y el beneficiario debía exprimir todos los ingresos
posibles del mismo mientras pudiera, La tenencia de sinecuras de
Corte y de altos cargos políticos era mucho menos segura, aunque
1j
I•
22 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE tLASES SIN CLASES? 23
; asiento, o licencia para el comercio de esclavos con la América espa-
I l de ningún modo menos lucrativa: el conde de Rane\agh, el duque de
I Chandos, Walpole y IIenry Fax, entre otros, a111JSarOn fortunas du- ñola, y fue la expectativa de beneficios masivos de esta concesión
1 •
l ' rante su breve paso por el cargo de Pagador General. Y, por otra 10 que hinchó la Somh Sea Bubble_ No se pueden hacer pompas
, ,1
parte, la tenencia de posesiones territoriales, como propiedad abso- (bubble) sin escupir, y los escupitajos en este caso tomaron la forma
i' de sobornos no sólo a los ministros y a las queridas de! rey, sino
luta, era enteramente segura y hereditaria. Era tanto el punto de

11
I i
acceso para e! poder y los cargos oficiales, CalDO el punto al cual
retornaban el poder y los cargos. Las rentas podían aumentarse me-
también (parece seguro) al mismo rey_
Estamos acostumbrados a pensar que la explotación es algo que
I -i diante una administración competente y mejoras agrícolas, pero no ocurre sobre el terreno, en e! momento de la producción. A princi-
I. ofredan las ganancias fortuitas que proporcionaban las sinecuras, los pios del siglo XVIII se creaba la riqueza en este nivel primario, pero
I~ ,1n cargos públicos, la especulación comercial o un matrimonio afortu- se elevó rápidamente a regiones más altas, se acumuló en grandes
m~ nado. La influencia política podía m'.lxilTlizar los beneficios más que paquetes y los verdaderos agostos se hicieron en la distribución,
I1
~ -~
la rotación de cuatro hojas, como, por ejemplo, facilitando la conse-
cución de decretos privados, tales como el cerramiento, o el conver-
acaparamiento y venta de articulas o materias primas (lana, grano,
carne, azúcar, paños, té, tabaco, eseiavos), en la manipulación del
i tir un paquete de ingresos sinecuristas no [rtnados por vía notmal en crédito y en la incautación de cargos del Estado. Un bandido patricio
t
,-!
posesiones hipotecadas, allanando el camino para conseguir un ma-
trimonio que uniera intereses armónicos o logrando ~lcceso preferente
compitió para lograr el botín del poder, y este solo hecho explica las
grandes sumas de dinero que estaban dispuestos a emplear en la
1 a una nueva emisión de bolsa. compra de escaños parlamentarios. Visto desde esta perspectiva, el
l Fue esta una fase depredadora del capitalismo agrario y comercial, Estado no era tanto e! órgano efectivo de una clase determinada como
-~ y el Estado mismo em uno de los primeros objetos de presa. El un parásito a lomos de la misma clase (la gelttry) que había triun-
triunfo en la alta política era seguido por el botín de guerra, así fado en 1688. Y así se vela, y Se consideraba intolerable por muchos
.~
como la victoria en la guerra era con frecuencia seguida por el botín miembros de la pequeña gel1try tory durante la primera mitad del si-
n
!- .~.,¡ político. Los jefes triunfantes de las guerras de Marlborough no sólo glo, cuyos impuestos y tierras velan transferidos por los medios t:1ás
obtuvieron recompensas públicas) sino también enormes sumas sus- patentes a los bolsillos de los cortesanos y políticos wbig, a la misma
traídas de la subcontratación militar de forrajes, transporte u orde- élite aristocrática cuyos grandes dominios se estaban consolidando
nanzas; Marlborough recibió el palacio de Blenheim, Cobham y frente a los pequeños, en estos años. Incluso hubo un intento por
Cadogan los pequeños palacios de Stowe y Caversham. La sucesión parte de la oligarquía, en la época del duque de Sunderland, de con-
hannoveriana trajo consigo una serie de bandidos-cortesanos. Pero firmarse institucionalmente y autoperpetuarse mediante la tentativa
los grandes intereses financieros y comerciales requerían también de lograr el Peerage Bill (Proyecto de Ley de Nobleza) y la Septen-
'1
acceso al Estado, para obtener cédulas, privilegios, contratos, y la nial Act (Ley Septena!)_ El que las defensas constitucionales contra
.~
fuerza diplomática, militar y naval necesarias para abrir el camino esta oligarquía pudieran al menos sobrevivir a estas décadas se debió
",
"'1\
al comercio' La diplomacia obtuvo para la South Sea Company el en gran medida a la obstinada resistencia de la gelttry independiente
rural, en gran parte tory, en ocasiones jacobita, apoyada una y otra
vez por la multitud vociferante y turbulenta.
8. No debemos olvidar que la gran investigación de Narnier del carácter
del sistema parlamentario se criginó como estudio de (~TI1e Imperial Problem Todo esto se hacía en nombre de! rey_En nombre del rey podían
during the American Revolution», prefacio de la primera edición de Tbe los ministros de éxito purgar incluso al más subordinado funciona-
Struct.tlre 01 Politics at the Accessiol1 01 George JJI. Desde la época de
Namier, el «problema imperiah> y sus constantes presiones en la vida política
rio del Estado que no estuviera totalmente sometido a sus intereses_
y económica de Inglaterra ha sido despreciado con excesiva frecuencia, y des- «No hemos ahorrado medios para encontrar a todos los malvados, y
pués olvidado. Véase también los comentarios de lrfan Habib, «Colonializatíon hemos despedido a todos aquellos de los cuales teníamos la más
-~:
oE the Indian Econorny, 1757-1900», Social Scicntíst, Delhi, n,O 32, esp.
pp. 25-30. mínima prueba, tanto de su actual como de su pasado comporta-
24 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 25

miento», escribían los tres .,crvi1cs comisaríos de Adu1118S de Dublín mayor, al poder en una marea de aclamación popular, a pesar de la
al duque de Sunderland en agosto de 1715. Es <<11uestro deber no hostilidad, le los políticos y de la Corte}!
permitir que ninguno de nuestros subordinados coma el pan de Su «Los sucesores de los antiguos Cavaliers se habían convertido en
lvIajestad, si no tienen todo el celo y afecto imaginables hacia su ser- demagogos; los sucesores de los Raundheads en cortesanos», dice
vicio y el Je1 Gobierno».' Pero uno de los interescs primeros de los Macaulay, y continúa: «Durante muchos años, una generación de
depredadores políticos era limitar la influencia del rey a la de prillltls Whigs que Sidney habría desdeñado por esclavos, continuaron li-
inter predatal·es. Cuando al ascender Jorge II pareció dispuesto a brando una guerra a muerte con una generación de Taries a los
prescindir de \'7 alpole, resultó que era susceptible de ser comprado cuales Jeffreys habría colgado por republicanos»." Esta caracteriza-
como cualquier político whig, aunque a más alto precio: ciún no sobrevive mucho tiempo· después de mediado el siglo. El
odio entre whigs y faries se había suavizado mucho (y -para
\l.7alpnle conocía su dchcr. Nuncrl fue sohcr,lno tratado con algunos historiadores- desaparecido) diez años antes del ascenso de
mayor generosidad. El l\cy, 800.000 libras, lllás el excedellte de Jorge IU, I la subsiguiente «matanza de los inocentes Pelhamitas».
todos los impuestos asignndos n ln lista civil, calculados por 1-lcrvcy Los supervivientes taries procedentes de la gran gentry volvieron a
en otras 100.000 libra>: la l\cina, 100.000 libras al año. Corría el las comisiones de paz, recuperaron su presencia política en los con-
rumor de que Pulteney ofrecía más. Si así era, su incapacidad dados y abrigaron esperanzas de compartir el botín del poder. Al
polítíca era asombrosa. Nadie a excepción de Walpole pocHa ascender la manufactura en las escalas de riqueza frente al trasiego
haber esperado obtener tajes concesiones a través de los Comu- mercantil y la especulación, también ciertas formas de privilegio y
nes .'. llDa cuestión que el Soherano no ull"dó en clptar ' .. corrupción se hicieron odiosas a los hombres adinerados, que llega-
«Considere, Sir Robert), dijo el Re:!,-, ronl"oneando de gratitud
ron a aceptar la palestra racionalizada e «imparcial» del mercado libre:
mientras su ministro se disponía a dirigirse a Jos Comunes, (..:que
10 que me tranquiliz:1 en esta cuestión e;; lo que hará también su
abara uno podía hacer su agosto sin la previa compra política en
't'anql1itidnd; va a decidirse p:lra mi vida y para su vida.,> 10 los órganos del Estado. El ascenso de Jorge IU cambió de modos
diversos los términos del juego político; la oposición sacó su vieja
retórica liberal y le dio lustre. Para algunos adquirió (como en la
Así que el deber de \'7 alpole resulta ser el respeto mutuo de dos la-
ciudad de Londres) un contenido verdadero y renovado. Pero el rey
drones de cajas fuertes asaltando las cámaras del mismo banco.
Durante estas décadas, los conocidos «recelos» wbig de la Corona desafortunadamente malogró tvdo intento de presentarse como rey
ilustrado, como la cúspide de una burocracia desinteresada. Las fun-
no surgían del miedo a que los monarcas hannoverianos realizaran
ciones parasitarias del Estado se vieron bajo constante escrutinio y
un golpe de estado y pisotearan bajo stlS pies las libertades de los
ataque a destajo (ataques contra East India Company, contra puestos
súbditos al adquirir poder nhsoluto; la retórica se destinaba exclu-
sivamente ,¡ las tribunas públicas. Surgía del miedo más real a que y sinecuras, contra la apropiación indebida de tierras públicas, la
,
.~

el monarca ilustrado encontrara lDedios para elevarse, como personi-


ficación de un poder imparcial, racionalizado y burocr<Ítico, por en- 11. P. D. Langford, "William Pitt and Public Opinion, 1757», English
Historiea! Review, CCCXLVI (1973). Pero, cuando estuvo en el poder, el
cima y más allá del juego depredador. El atractivo de un rey tan «patriotismo» de Pia sólo se limitó a la parte derecha del gobierno. La parte
patriótico hubiera sido inmenso, no sólo entre la gelltry menor, sino izquierda, Ne"\1:castle, «tomó el tesoro, el patronazgo civil y eclesiástico. y la
disposición ---le aquella parte del dinero del servicio secreto empleado en
entre grandes sectores de la población: fue precisamente el atractivo aquel momento en sobornar a los miembros del Parlamen:o. Pitt era secre-
de su imagen de patriota incorrupto 10 que llevó a \'7illiam Pitt, el tario de Estado, y tenía la dirección de la guerra y los asuntos exteriores. De
modo que toda la porquería de todos las ruidosas y pestilentes alcantarillas
del gobierno se virtió en un solo canal. Por los restantes canales sólo pasó lo
brillante y sin mácula,> (T. B. Macaulay, Critical and Historieal Essays, 1880,
9. MSS de Blcnheim (Sundcrland), D I1, 8. p. 747).
10. J. H. Plumb, Sir Robel! 1Falpole, 1969, II, pp. 168-169. 12 Ihid, p 746.
26 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 27

reforma del Impuesto de Consumos, etc.); pero su papel esencial crítica de la alta política que se encuentra en Los viajes de Gulliver
parasitario persistió. y en Jana/ban Wilde, en parte en las sátiras de Pope y en parte en
«La Vieja Corrupción» es un término de análisis político más Humphrey Clinker, en «Vanity of Human Wishes» y «Londo11» de
serio de lo que a menudo s" cree; pues como mejor se entiende el Johnson y en el «Traveller» de Goldsmith. Aparece, como teoría polí~
poder político a lo largo de la mayor parte del siglo XVIII es, no como tiea, en la Fábula de las abejas de Mandeville y reaparece, de forma
un órgano directo de clase o intereses determinados, sino como una más fragmentaria, en las Political Disquisitions de Burgh. 15 En las pri,
formación lolítica secundaria, un lugar de compra donde se obte~ meras décadas del siglo, la comparación entre la alta política y los
rlÍan o se incrementaban otros tipos de poder económico y social; en bajos fondos era un recurso corriente de la sátira:
relación a sus funciones primarias era caro, ampliamente ineficaz, y
sólo sobrevivió al siglo porque no inhibió seriamente los actos de Sé que para parecer aceptable a los hombres de alcurnia hay
que esforzarse en imitarlos, y sé de qué modo consiguen Dinero
aquellos que poseían poder económico () político (local) de facto.
y puestos. No me sorprende que el Talento necesario para ser un
Su mayor fuente de energía se encontraba precisamente en la debi~ gran Hombre de Estado sea tan escaso en el mundo, dado que tan
lidad misma del Estado; en el desuso de sus poderes paternales, but"O~ gran cantidad de los que 10 poseen son segados en lo mejor de
cráticos y proteccionistas, en la posibilidad que otorgaba al capita~ sus vidas en el Old,Baily.
lismo agrario, mercantil y fabril, para realizar su propia autorrepro~
ducción; en los suelos fértiles que ofrecía al laissez~faireIl Así se expresaba John Gay, en una carta privada, en 1723 16 La idea
¡."

Pero raramente parece ser un suelo fértil para el paternalismo. constituye la semilla de la Beggar's Opera. Los historiadores han
Nos hemos acostumbrado a una visión algo distinta de la política desatendido generalmente esta imagen como hiperbólica. No deberían
del siglo XVIII, presentada por historiadores que se han acostum~ hacerlo.
brado a considerar la época en los términos de las apologías de sns Hay, desde luego, que hacer alguna salvedad. Pero una, sin em~
principales actores." Si se advierte la corrupción, puede legitimarse bargo, que no puede hacerse es que el parasitismo estaba frenado, o
mencionando un ¡)recedente; si los wbigs era depredadores, también los recelos ~igilados, por una clase media en progresivo aumento de
lo eran los /aries. No hav nada fuera de orden, todo está incluido en profesionales e industriales, con fines claros y con cohesión 17 Esta
«los criterios aceptados de la época». 1'e1·0 la visión alternativa que clase no empezó a descubrirse a sí misma (excepto, quizás, en Londres)
yo he ofrecido no debe producir sorpresas. Es, después de todo, la hasta las tres últimas décadas del siglo. Durante la mayor parte elel
mismo, sus miembros potenciales se contentaban con someterse a una
1.3. Debo subrayar que esta es una V1510n del Esuldo vista desde «dentro», condición de abyecta dependencia. Excepto en Londres, hicieron
Desde «fuera,>, en Su efectiva presencia militar, naval, diplomátíca e imperial,
directa o indirecta (como en la paraestatal Easl India Company) debe verse pocos esfuerzos (hasta el Association Movement de finales de los tl
cun un aspecto mucho más agresivo. La mezcla de debílidacl interna y fuerza años 1770) para librarse de las cadenas del soborno electoral y la in~
externa, y el équilibrio entre ambas (en política de ~<gucrra» y de «paz») nos ~
conducen hasta la mayoría de las cuestiones de principio reales abiertas en Ja fluencia; eran adultos que consentían en su propia corrupción. Des, lf':]

aLa política de mediados del siglo XVIII. Era cuando la debilídad inherente pués de dos décadas de adhesión servil a Walpole, surgieron los Disi~ ~l
~.'i
t'l
:l Sll parasitismo interno destruía sus venganzas en derrotas externas (\a pér- 1;.\
dida de Menorca y el sacrificio ritual del almirante Byng; el desast.re ame-
ricano) cuando los elementos de la clase dirigente se veían empujados por el 15. «En nuestra época la OpOSlC10n está entre una Corte corrupta a la d

shock fuera de meros faccionalismos y a una política de principios clasista. que se ha unido una innumerable multitud de todos los rangos y posiciones , ~

comprados con dinero público, y la parte independiente de la nación» (Politícal ¡-1


14. Pero ha hahido un cambio significativo en la reciente historiografía,
Disquisitirms, or an Enquiry ¡nto Public Erron Defects and Abuses, 1774). 1'1
hacia un tomar más en serio bs relaciones entre los polít.icos y la nación J J

política «sin puer~as». Véase l II. Plumb, ({Political Mao», en James 1.,. Esta es, por supuesto, también la crítica de la vieja oposición «rural» a
Clifford, cel., Man versus Sociefy in Ei,r,hteentlFCentury 13ritail1, Cambridge, Walpole.
1;
1968; y, notablemente, John BrC\ver, Par/y Ideology ami PO/JUlar Politics at 16. C. F. Burgoss, ed., Letters of Jolm G.y, Oxford, 1966, p. 45.
¡he Accessiol1 01 George IJI, Camhriclge, 1976; así como Ilmchos otros estu- 17, Pero téngase en cuenta el análisis relevante en John Cannon, Parlia-
dios eSl-'lecializados. mel1tary Reform, 1640~18J2, Cambridge, 1973, p. 49, nota 1.

.'~ 28 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CeASE ¿LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 29

,"
), dentes con su recompensa: .'500 libras asignadas al mcritorio clen'. esta condición de «cliente», con sus concomitantes humillaciones y
Cincuenta añDS pasaron sin que pudicran lograr la dcrogación del Test sus obstáculos para la carrera abierta al talento, movió gran parte
:~ y las Corporation Acts (Leves Corporativas). Como hombres de la del radicalismo intelectual de principios de los años 1790; sus asen as
Iglesia, la mayoría adulaban para obtener ascensos, eemban y bromca. abrasan los pies incluso en los tranqnilos y racionalistas períodos de
,~
¡ ,,l,
ban (con resignación) a la mesa de sus protectores y, como el la prosa ele Godwin.
I .,
¡ ':-~ párroco \Voodforde, no se ofendhn por recibir una propina del sefior De modo que, al menos durante las primeras siete décadas del
I ' 18 siglo, no encontramos clase media alguna industrial o profesional que
en llna boda o un b<lutizO. C01110 registradores, abogados, tutores,
administradores, mercaderes, etc., se encontraban dentro de los 1ími~ ejerza una limitación efectiva a las operaciones del depredador poder
1:~
les de la dependencia; sus cartas respetuosas, en quc solicitaban pues. oligárquico. Pero, si no hubiera .habido frenos de ninguna clase,
,j tos o favores, están preservada;:; en las colecciones de manuscritos ningún atenuante al dominio parasitario, la consecuencia habría sido

I.¡ de los grandes." (Como talcs, las fuentes tienen la tendencia histo.
riográfiea a sobrec1estacar el elementl' de deferencia en la sociedad
necesariatnente la anarquía, una facción baciendo presa :-.in restric-
ción sobre otra. Los principales atenuantes a este dominio eran
del sigll' XVIII; un hombre en la sitcaeión, forzosa, de solicit"r favo. cuatro.

I
~~
res no revel"d Su verd"du·a opinión.) En general. l"s clases medias
se sometieron a una telacíóll de clicnte1ismo. OClsio1l81mclTte un indi-
viduo podía librarse, pero incluso las "rtes permanecieron coloread"s
por su dependencia de la liheralidad ele sus mecenas.'o El aspirante
a profesional o conlcrciante busc<lba ll1enos el remedio a su senti-
miento de agravio en la organiz"ción social que el1 18 tnovilid"d
Primero, ya hemos hablado de la tradición en gran medida lor)'
de la pequeña gen!Yy independiente. Esta tradición es la única que
sale ele la primera mitad del siglo cubierta de honor; reaparece, con
manto whig, en el Association Movcment de los años 1770 22 En
segundo lugar, está la prensa: en sí misma una especie de presencia
de clase media, ,1de1antándose a otras expresiones articuladas, nna
social (o geogdfica, a Bengala, o al "Occidente» de Enropa: al presencia que extiende su alcance al extenderse la alfabetización, y
Nuevo Mundo). 1ntent"ba comprar la inmunidad a la deferencia
adquiriendo la riqueza que le proporcionaría «independencia», o
tierras y status de gen!!'y." El profundo resentimiento generado por pp. 216·218, 250. El afortunado mercader de Birmingham, William Button,
anoUl en su flutobiografífl la forma en que llegó a comprar tierra por pümera

ti~~j
vez (en 1766 a la edad de 43 f1ños): «Desde que tenía ocho años había
.... 18. «11 nbril1779 T-Tahía Coches en la Tglesia, El Sr. Custance, inmedia- desarroll<1do el amor {l la tierra, y fl menudo preguntaba acerca de ella, y
tamente después de la Ceremonia, Se me acerc6 con el clC.'CO de que fl.ccrtara deseaba tener alguna propia. Este ardiente deseo del barro nunca me 8b20-
un requeño presente; estaba envuelto en un pedazo de p3pcl blanco muy donó ." (rhe Lile 01 \Villiallt Hullan, 1817, p. 177).
fllTcglado y, ::11 abrirlo, vi que contenía no Inenos de ]8 suma de 4.4.0. Dio 22. Aunque la oposición del campo a \Xlalpole tenía dcmalldas centrales
tarnbién al oficial 0.10.6.» (The Dia!')' 01 a Cou17try ParsOIl, 196.3, p. 152). qlle enm democráticas formalmente (parlamentos 811u31es, disminución de
19. «El correo de todo miembro del Parlamento con las más mínimas fllncionario~ y de la corrupción, terminar con el ejército regular, etc), la demo~
prctel1sioncs de illflucncia eSlnba repleto de ruegos y petícíoncs de votantes cr"cÍa que <:e pedía era desde luego limi~ada, en general, a la gentry terra~
"• para ellos, sus parientes o subordinados. Puestos en las Adunnas y Consumos,
en el Ejército y en la Armada, en la Iglesia, en las Compañías de India
teniente (frente a los intereses monetarios v de la Corte), como quedaba
chlro en la constante defensa tory de las cualificaciones de propiedad terri-
"
Oriental, Africa y Levante, en ~odos lüs departamentos" del Estado desde torial ]Jat"fl los miembros del Parlamento. Véase el útil análisis de Quentin
porteros a füncionarios: trabajos en la Corte para la verdadera gef1try o Skinner (que, sin embargo, no toma en consideración la dimensión de la
sinecuras en Irlanda, el tw:::r ,)0 diplomático, o cmüquicr otro lugar doncle nación política «sin puertas}) a la que apel6 Bolingbroke), «The PrincipIes
los deberes h~eran ligeros y los s:lbrios estables» (J. H. Plllmb, ({Polítical ano Practice of Oppositiotl: The Case of Bo1íngbroke Versus \Valpole», en
I'v1an)}. en op. cit., p. 6). Neil McKendrick, ed., Historical perspectives, 1974; H. T. Díckinson, «The
20. De ::lC]uí la iracllnd;:¡ nota ele Blake a sir ]oshlla Reynolds: «¡Libera- Eightecnth-Century Debate Ot1 the "GlorloUS Revolutioo'",)o, History, LXI,
lidad.1 no queremos liberAlidad. QUCfemos precios j\JS\()S y Valores Pro por- n.' 201 (febrero 1976), pp. 36.40; y (para la continuidad entre la plataforma
cion:ldos y llD~ demanda genrT:ll para el Arte) (Gcoffrey Kcynes, cel., The dd viejo partido del Campo y los nuevos whigs radicales), Brewer, op. cit.,
Complete Wl'itil1gs 01 1VíIliall1 E/alce, 1957, p. 446). pp. 19, 253-255. Los whigs hannoverianos también apoyaban las cualifica-
21. Para comentarios terribles sobre deferencia e independencia, Vé85C dones de gran propiedad pata los miembros del Parlamento (Cannon, op.
Mary Thmlc, cd., The Auto,1iogI'Jph)' 01 Fra!Jcis Placc, Cambridge, 1972, cit., p. 36).
~:
~\ 30 TRADICIÓN, REVUELTA y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 31
al aptender por sí misma a crecer y conservar sus libertades L1 En de poder y la begemonía cultural de la gentr)' no se ve amenazada,
tercer lugar, existe «la Ley», elevada durante cstc siglo a un papel siempre que la gentry satisfaga ciertas expectativas y realice ciertos
más prominente que en cualquier otro período de nuestra historia, (parcialmente teatrales) papeles. Existe, sin embargo, una recipro-
y que servía como autoridad «imparcial» arbitrante en lugar de la cidad en la relación gentry-plebe. La debilidad de la autoridad espi-
débil y nada ilustrada monarquía, una burocracia corrupta e ineficaz, ritual de la Iglesia hizo posible el resurgir de una cultura plebeya
y una democracia que of1ecía a las activas intromisiones del poder extraordinariamente vigorosa fuera del alcance de controles externos.
poco más que una retóricc. sobre su linaje. El Derecho Civil propor- y lejos de resistirse a esta cultura, en las décadas centrales del siglo,
cionaba a los intereses en competencia una seLÍe de defensas de Su la gen/r)' más tradicional le otorgó un cierto favor o lisonja. «Existe
propiedad, v las reglas del juego sin las que todo cllo habría caído una mutualidad en esta relación que es difícil no analizar al nivel de
en la anarquía. (El Derecho Criminal, que estaba en su mayor parte relación de clase.»
dirigido contra la gente de tipo disoluto o levantisco, prescntaba un Yo acepto el argumento de que mucbos artesanos urbanos reve-
aspecto totalmente distinto.) En cuarto y último lugar, está la omni- laban una conciencia «vertical" del «Oficio» (en lugar de la con-
presente resistencia de la multitud: una multitud que se extendía en ciencia «horizontal» de la clase obrera industrial madura). (Este es
ocasiones desde la pequeña gentr)', pasando por los profesiol1elcs, uno de los motivos por los que he adoptado el término plebe prefe-
hasta los pobres (y entre todos ellos, los dos primeros grupos inten- rentemente al de clase obrera).2.' Pero esta conciencia vertical no
taron en ocasiones cOlubinar la oposición al sistema con el anoni~ estaba Mada con las cadenas diamantinas del consenso a los gober-
mato), pero que a ojos de los grandes aparecía, a través de la neblina nantes de la sociedad. Las fisuras características de esta sociedad no
del verdor que rodeaba sus parques, compuesta de «tipos disolutos se producían entre patronos y trabajadores asalariados (como en
y levantiscos». La relación entre In gentr)' y la multitud es el tema las clases «horizontales»), sino por las cuestiones que dan origen
particular de este trabajo. a la mayoría de los motines: cuando la plebe se unía como pequeños
consumidores, o como pagadores de impuestos o evasores del im-
puesto de consumos (contrabandistas), o por otras cuestiones «hori-
III zontales», libertarias, económicas o patrióticas. No sólo era la con-
ciencia de la plebe distinta a la de la clase obrera industrial, sino
Pero lo que a mí me preocupa, en este punto) no es tanto cómo también sus formas características de revuelta: como, por ejemplo,
se expresaba esta relación (ello ha sido, y continúa siendo, uno de la tradición anónima, el «contrateatro» (ridículo o ultraje de los
los temas centrales de mi trabajo) cuanto las implicaciones teóricas símbolos de autoridad) y la acción rápida y directa.
de esta formación histórica en particular para el estudio de 10 lucha Yo sostengo que debemos considerar a la multitud «como era,
de clases. En «Patrician Societv, P!ebeian Culture»" he dirigido la
J atención hacia la erosi6n real de las fonnas de control paternalistas 2'5. Hay otros motivos; y uno es históricamente específico a la sociedad
~ británica del siglo XVIlt, y es posible que desUque que yo no doy «plebe» como
por la expansión de la mano de obra «iibre», sin amos. Pero, térmillo universalmente válido de todas las sociedades en la «etapa» de «proto-
-:: aun cuando este cambio es sustancial y tiene consecuencias signiLíca- industriali7,ncióm~. Para la clase dominan~e británica, el mundo grecorromano
tivas para la vida política y cultural de la nación, no representa nna (más específicamente la Roma republicana) proporcionaba un modelo socio-
lógico y político muy coherente con respecto al cual medían sus propios
«crisis» del antiguo orden. Este, contenido en las viejas estructuras problemas y conducta. Como ha observado Alasdair Maclntyre: «Para la
naciente sociedad burguesa, el mundo grecorromano proporcionaba el manto
23. Véase Brewcr, o{J. cit .., cap. 8; y, para un ejemplo de 51..1 extensión que llevan los valores humanos}). La educación clásica ofrecía «el estudio
Jlt0vincial, John J\·10ncy, «Taverns. Coffee Houscs and Cluhs: local Po!itics de tnda una sociedad, del lenguaje, la líteratura, la historia y la filosofía de la
and Popular Articul<1C}' in the Dirmingham Area in thc Agc of the American cultur3 grecorromana,> (<<Bteaking the Chains oE Reasom>, en E. P. Thompson,
Revolution», Histm·ical J(Juma!, XIV, n." 1 (1971). ed., Out 01 Apathy, 196(), p. 205; véase también Brewer, op. cit., pp. 258-259).
24. Los siguientes tres Jl~¡rrafos otrccen un resumel1 de mi artículo en el En momentos de autorreflexión y autodramatización, los gobernantes de la
Joumal 01 Social Hi5/0I'y, \711, n.O 4 (ver3no 1974). Inglaterra del siglo XVIII se veían como patricíos y al pueblo corno plebe.
32 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 33

sui gelleris} con sus propios objetivos, operando dentro de 1.1r1<1 a los trahajadores agrícolas informó a favor de que se extendieran
compleja y delicada polmidad de fuerzas en su propio contexto». amplios poderes disciplinarios sobre toda la mano de obra: los jueces
y veo la clave crítica de este equilibrio estructural en la relación de paz debían tener autoridad para obligar a los trabajadores mascu·
gelllr)'-multitud en el «recelo» de la gen/r)' hacia el Estado, la debili- linos no casados a cumplit un servicio anual, debía consolidarse la
dad de los órganos de éste y la especial herencia legal. «El precio que estimación de jornales, los jueces de paz debían tener poderes para
atistocracia y gé'll/ry pagal0n a cunbio de una mnnarquÍ<] limitada y vincular a los trabajadores que dejaran su trabajo sin terminar, y
un Estado débil era, forzosamente, dar licencia a la multitud. Este mayores poderes aún para castigar a servidores holgazanes y revol-
es el contexto central estructural de la reciprocidad de relaciones tosos." El proyecto sin fechar de «secciones de una ley para evitar
entre gobernantes y gobernados.» tumultos y mantener la paz en las elecci~nes» que se encuentra entre
No era 1m precio que se pagara con gusto. A lo largo de la pri- los papeles de \>V'alpole, indica que algunos de sus allegados deseaban
mera mitad del siglo, en particular, los 1Ubi.~s detcs(;,ban a la licen- ir más lejos: <~L8S personns nocivas o alhorotadoras ... frecuente·
ciosa multitud. rOl: lo menos desde la época de los motines de Sacha. mente se reúnen de modo tumultuoso o amotinado» en las ciudades
verell buscaron la oportunidad de frenar Sil :lcción2(· E!los [n(ton durante las elecciones. Entre los remedios que se proponían se en-
los autores del Riot Act (Ley ,le Motines). En el momento de 10 contraba la rigufosa exclusión de tocla persona no habitante o votante
subida de Walpole hubo indudables intentos de encontrar una de estas ciudades durante el período de votación; el nombramiento de
solución más autoritaria al problema del poder y el orelen. El ejército condestables extraordinarios con poderes extraordinarios; multas y
permanente se convirtió en uno de los recursos normales ele gobiet- penas l)('1' causnr desórdenes electorales, romper ventan8S, tirar pie-
no."7 El patronazgo local se apretó y se limitaron los obstáculos dras, etc., debiendo dobla¡' el castigo en los casos de delincuentes
electorales," Durante el mismo Parlamento que aprohó el Black Act que no fueran votantes; y la prohibición de «todo tipo de Banderas,
(Ley Negra), un comité nombrado para estudiO[' las leyes relctivas Estandartes, Colores o Insignias», divisas o distintivos políticos.'o No
se pCfmitiría ni la acción directa, ni las actuaciones públicas y ban·
2(¡. Es ~:-,ombro;;o que le recuerden n uno que el duque de Newc:\stle hizo deras de le multitud sin derecho al voto. La ley, sin embargo, nunca
su aprendizaje político congregan Jo una multitud, como rccordnba él en 1768 alcanzó el libto de estatutos. Estaba, incluso para el Gran Hombre,
(<<Adoro a la muchedumbre, l1n<l vez yo mismo me pu~c a la Glhez<i de una. más allá de los límites de 10 posible. Cualquier licencia otorgada a
Debemos 1:1 sucesión hannoveriana :1 la muchedumbre" J. Para el breve episodio
de la organización de muchedumbres camorristas rivales en Londres a la la multitud por los wbigs dmante estos años surgía menos de senti·
subida de Jorge 1, véase James L. Fitt~, {(Ne\\'castlc's Moh», Aibio!!, V, n." 1 mientos de libertad que de un sentido realista de estos límites. Y ellos,
(prim,wera 1973), pp. 41-49); y Nicholas Rogers, «Popubr Prolest in Early a su vez, etan impuestos por un especial equilibrio de fuerzas que
Hanoverial1 London». Past ond .Prescl1t (de próxinu aparición).
27, Skilmer, op. cit., pp. 96-97. no puede, después de todo, se!' analizado sin recmrir al concepto de
28. El c 1mbio crítico hacia una oligarquía disciplinéldJ se produce a clase.
comienzos de los años 1720: es decir, en el momento en que la ascendencia
de \~Jalpole anuncia <,estabilidad política». La energía de 1m clector;ldo en
expansión, indefel'enciado, ha sido mostrado en ba~tantcs estudios: J. H.
Plumb, «The Gtowth of the Electoratc in England fmm 1600 to 1715», Pf]St
alld Fresen!, XLV (1969); W. A. Spcck, Tory alid Whig: The 5tmggle ill ¡he
IV
CO!Jstituencies, l7Dl-1715, 1970. Esto da un relieve mucho m~s preciso al
proceso contrario, después de 1715 y el Septennial Act (17lh): las determina· Parece necesario, una vez más, explicar cómo entiende el histo-
ciones cada "cz más estrechas de la Cámrlra sobre el voto local (véase Cannon, riador -o cómo entiende este bistoriador- el término "clase». Hace
op. cit., p. 34, Y su útil capítulo «Pndding Time)~, en general); la compra
y control de distritos; el desuso de las elecciones, etc. Adem;ís de Cannol1, unos quince aoos concluí un ttabajo, algo prolongado, de análisis de
\'éase \YJ. A. Speck, Stability ond Strifc, 1977, pp. 16-19, 164; Brcwer, Ofi· cit.,
p. 6; Y especialmente el muy meticuloso an;ilisis de Gcof(rev Holmcs, Tbc 29. Comlnol1s Journals, XX (11 febrero 1723-4).
Electorale Ortd tbe NElfÍOJlol 1.\7ill in lhe First Age 01 Part}", University of .JO. Cambridge University Librar)', C(holmolldeley) H (oughtoll) MSS,
Lancaster, 1976. P 64 (39).
I~
II
I··~
~
~
~,
¿
34 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 35

I j un momento particular de la formación de las clases. En el prefacio porcionarnos los determinantes objetivos de la clase: por ejemplo
~
~ hice algunos comentarios sobre las clases que concluían: «La clase es como exprestones de relaciones diferentes de producción."
Hi
I ¡
definida por los honbres al vivir su propia historia, y, al final, es la
única definidón».31
3) Partiendo de este (falso) razonamiento surge la noción alter-
nativa de clase como una categoría estática, o bien sociológica O
heurística. Ambas son diferentes, pero ambas emplean categorías de

I
Se supone hoy, generalmente entre una nueva generación de teóri-
cos marxistas, que esta afirmación tiene que ser o bien «inocente» estasis. Según una muy popular (generalmente positivista) tradición
1 o (peor aún) «no inocente»: es decir, evidencia de ulla ulterior en~ sociológica, clase puede ser reducida a una auténtica medida cuanti-
trega al empirismo, historicismo, etc. Estas personas tienen formas tativa: determinado número de seres en esta 11 otra relación a los
I mucho mejores par" definir la clase: definiciones <¡ne pneden. ade- medios de producción, o, en térmii10s más corrientes, determinado

~
más, ser rápidamente aprehendidas dentro ele la pr{¡ctien teórica y número de asalariados, trabajadores de cuello blanco, etc. O clase
que no conllevan la fali!;a de la investigación histórica. es aquello a lo qne la gente cree pertenecer en su respuesta a un
El prefacio era, no obstante, ponderado y surgía tanto de la formulario; nuevamente la clase como categoría histórica -la observa-
práctica histórica como de la teórica. (Yo no partía de bs conclu- ción del comportamiento a través del tiempo- ha sido dejada de
• lado.
siones del prefacio: éste expresaba mis conclusiones.) En términos
.,
"
generales, y después de más de quince años de práctica, yo sosten- 4) Quisiera decir que el uso marxista apropiado y mayoritario
dría las mismas conclusiones. Pero quizá debiern rdormularlas y de clase es el de categoría histórica. Creo poder demostrar que es
matizarlas. este el uso del mismo Marx en sus escritos más históricos, peto no
1) Clase, según 111i uso del térm111o, es una categoría histórica; es este el lugar para hablar de autoridades en sus escritos. Es sin
es decir, está detivada de la observación del proceso social a lo duda el uso de muchos (aunque no todos) de los que se encuentran
largo del tiempo. Sabemos que hay clases p01'que las gentes se han en la tradición británica de historiografía marxista, especialmente de
comportado tepetidan1ente de modo clasista; estos sucesos histórÍcos la generación mayor." No obstante, ha quedado claro en años re-
;<8
descubren regularidades en las respuestas a situaciones similares, y en cientes que clase como categoda estática ha ocupado tamhién sectores
un momento dado (la formación «madura» de la clase) observamos muy influyentes del pensamiento marxista. En términos económicos
la creación de instituciones y de una cultura con notaciones de clase. vulgares, esto es sencillamente el gemelo de la teoría sociológica
que admiten comparaciones transnacioO<11es. Teotizamos sohre estn positivista. De un modelo estático de relaciones de producción capi-
evidencia como teoría general sobre las clases y su formación, y talista se derivan las clases que tienen que corresponder al mismo,
esperamos encontrar ciertas regularidades, «etapas» de desanollo, y la conciencia que corresponde a las clases y sus posiciones relativas.
etcétera. En una de sus [otmas (generalmente leninista). bastante extendida,
? ,,~ 2) Pero, en este punto, se da el Caso en exceso frecuente de esto proporciona una fácil justificación para la polftica de «sustitu-
ción»: es decir, ]a «vangllardi:1.» que sabe mejor que la clase misma
" que la teoría preceda a 1,1 evidencia histórica sobre la que tiene
cuáles debea ser los verdaderos intereses (y conciencia) de ésta. Si
'- como misión teorizar, Es fácil suponer que las clases existen, no
como un proceso histórico, sino dentro de nuestro propio pensa- 32. No es mi intención sugerir que un análisis estructural estático como
miento. Desde luego no admitimos que estén sólo en nuestras éste no p'lcch ser lanto valioso como esencial. Pero 10 que nos da es una
cabezas, auoque grao parte de lo que se argumenta sob1'e las clases !(Í~dC,l determinante (en el sentido de «poner límites) y «ejercer presiones»:
\'éase el análisis de importancia etÍtica del determinismo en Raymond \'\Tilliaros,
sólo existe de hecho en nuestro pensamiento. Por el contrario, se; .\farxism and Literafure, Oxfotd t 1977L y no la conclusión o la ecundón
hace teoría de modelos y estructuras que deben supuestamente pro- históricas; que estas relacíones de producción = a estas formaciones de clase.
Véase tamhién más adelante, párrafo 7) y nota 36.
33. Según mi opinión, es el uso que generalmente se encuentra en la
,':1
31. The Making 01 Ihe Eng/ísb Workil1g Class (edición Pelbn), p. 11.
[Hay trad. cast.: La jorml1Ción históric{/ de la clase obrera, trad. ele Ángel Abad, práctica histc1rica de Rodney Hilton, E.
cho .. otr0s.
r Hobsbawm, Cristopher Hill, y mu-
~ vnl" T,¡ji3. Bflrcc1ona, 1977.]
ii
36 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCTENCIA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 37
I ocurriera que «ést~l» no tuviera conciencia alguna, sen lo que' fuere
lo que ten23) es una «falsa conciencia», En 11na forma flltcrnativa
correspondencia de la categoría con la evidencia histórica se hace
mucho menos directa. Si la clase no era un concepto asequible den-
(mucho más sofisticada) -por ejemplo, cn Althusser-- todavía en- tro del propio sistema cognoscitivo de la gente, si se consideraban
1 contramos l'n3 categorb profundamente estática; una categoría Q11C a s! mismos y llevaban a cabo sus batallas históricas en términos de

I sólo halla su definiciór. dentro de una totalidad estructurnl altamente


teorizada, que desestima el veTdadero proceso CXl'crilllc;ltal histó1'Íco
de la formación de las clases. A pesar de ln sofisticación ele esta
teoría, los tesultados son mny similares a la versión vulgilt econó-
mica. Ambas tienen Jna noción parecida de dalsa conciencia" o
«estados» o «jerarquías» u «órdenes», etc., entonces al describir
estas luchas históricas en términos de clase dehemos extremar el
cuidado contra la tendencia a leer retrospectivamente notaciones sub-
secuentes de clase. Si decidimos continuar empleando la categoria
heurística de clase (a pesar de esta dificultad omnipresente), no es
«iclcologh\}), aunque b teDría althusserianil tiende a tener un arSe- por su perfección como concepto, sino por el hecho de que no dis-
nal teórico mayor pet ,! explicar el dominio idcológico y la mistifi- ponemos de otra categoría alternativa para analizar Uf' proceso bis-
cación de ]a conciencia. t6rico universal y manifiesto. Por ello no podemos (en el idioma
5) Si volvemos a la ehse como categoría histórica, es posible inglés) hablar de ducba de estados» o ducha de órdenes», mientras
ver que los histori~\d(lrcs pueden empIcar el concepto en dos sc_ntidos que «lucha de clases» ha sido utilizado, no sin dificultad pero con
diferentes: a) referido a un contenido histótico real correspondiente, éxito notable, por los historiadores de sociedades antiguas, feudales
empíricamente observahle; [,) como catcgoría heurística o analítica y modernas tempranas; y estos historiadores, al utilizarlo, le han
.1
para oqw.nízaf la evidencia histórlcD.) con una correspondencia 1ll1lcho impuesto sus propios refinamientos y matizaciones al concepto con
menos directa ,:'4 En mi opinión, el concepto puede utilizarse con respecto a su propia especialidad histórica.
propiedad en Jl11bos sentidos; no obst:mte, snrgc a menudo la con- 6) Esto viene a destacar, no obstante, que clase, en su uso
fusión cuando nos trasbd:unns de 11110 ~,l otro. heurístico, es inseparable de la noción de «Iucba de clases». En mi
a) Es cicrto que el uso moderno de clase surge del m¡]fCo ele opinión, se ha prestado una atención teórica excesiva (gran parte de
la sociedad inelustrial capitalist" del siglo X1X. Esto es, cl"se seg!ín la misma claramente abistórica) a «clase» y demasiado poca a <<lucha
su uso moderno sólo fue ~\s('qulblc al sistema cognoscitivo de las de clases». En realidad, lucha de clases es un concepto previo as!
gentes que vivían en dicha época. De aquí q\IC el concepto no sólo como mucho más universal. Para expresarlo claramente: las clases
nos permita organizar y analiznt la cvídencin; está también, en un no existen como entidades separadas, que miran en derredor, en-
sentido dLstinto, preJfnte en la (!vidrllda misma. Es pnsiblc observar, cuentran una clase enemiga y empiezan luego a luchar. Por el con-
en la IngLllerra, Francia o Alemania industriales, instituciones de trario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en mo-
c1asc, pnrtidos dc cbsc, cu1turns de c1nsc, ctc. Esta evidencia bistó dos determinados (crucialmente, pero no exclusivamente, en relacio-
rica a su vez ba chelo origen Jl concc'pto milc1uro de c1;1se y, 11!1sta nes de producción), experimentan la explotación (o la necesidad de
cierto punto, le t),1 imprin1icio su propia cspccificidnd hi~t()rica. mantener el poder sobre los explotados), identifican puntos de inte-
b) Debemos guardarnos de esta (anacrónica) especificidad his- rés antagónico, comienzan a luchar por estas cuestiones y en el pro-
tórica cuando emDleamus el término en Sil segundo sentido pnra el ceso de lucha se descubren como clase, y llegan a conocer este
análisis de sociedades "nteriores " la revolución industrial. Pues la descubrimiento como conciencia de clase. La clase y la conciencia de l~
clase son ~iempre las últimas,· no las primeras, fases del proceso i¡
34. eL E. 1. Hobsha'\vm, ~,-Cla~s Consciousncss 1\1 l-1ístory,>, en Is\v>in
real histórico.'" Pero, si empleamos la categoría estática de clase, o si ji
Mcszaros, cd., AS{1ects 01 f-h~!r7ry a/1J Class C(lI1scint/sl1css, 1971, p. R: «Bajo iil1
el capilalismo la clase es 1.111<1 rcalilhid inmcdiaLl y en cierto sentido C\ircct;'- 35. ef. Hobsbawm, ibid., p. 6: "Para los prop6sitos del historiador ...
mentC' CX1)crimcntada, micntrHs que en épOG1S prcGlpitalistas no puede ser nl<Ís la clase y los problemas de la concie:ida de c1ase son inseparables. Clase iI
11
que una construcción analítica que (h ~enticlt1 [t 1l!1 complejo de datos de en su sentido más pleno sólo llega a existir en el momento hjst6rico en que la
otro modo inexplicables). Vl-ilSC tflmbién ¡/lid, pp. 5-h. cIase empieza a adquirir conciencia de sí misma como tal,..
38 TRADICIÓN, REVUELTA Y CO~SCIENCIA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 39

obtenemos nuestro concepto del modelo teórico previo de una propiamente dicha de la nistoria es más verdadera o más real que
totalidad estructural, no lo creeremos así: creeremos que la clase está otra, y clase se define a sí misma en su efectivo acontecer.
instantáneamente presente (derivada, como una proyección geomé- Las clases, en su acontecer dentro de las sociedades industriales
trica, de las relaciones de producción) y de ello la lucha de clases." capitalistas del siglo XIX, y al dejar su huella en la categoría heurís-
Estamos abocados, entonces, a las interminables estupideces de la tica de clase, no pueden de hecho reclamar universalidad. Las clases,
medida cuantitativa de clase, o del sofisticado marxismo newtoniano en este sentido, no son más que casos especiales de las formaciones
según el cual las clases y las fraccion~s de clase realizan evoluciones históricas que surgen de la lucha de clases.
planetarias o moleculares. Todo este escuálido confusionismo que
nos rodea (bien sea positivismo sociológico o idealismo marxista-
estructuralista) es consecuencia del etror previo: que las clases exis- v
ten, independientemente de relaciones y luchas históricas, y que
luchan porque existen, en lugar de surgir su existencia de la lucha. Volvamos, pues, al caso especial del siglo XVIII. Debemos espe-
7) Espero que nada de lo escrito anteriormente haya dado rar encontrar lucha de clases, pero no tenemos por qué esperar
pábulo a la noción de que yo creo que la formación de clases es inde- encontrar el caso especial del siglo XIX. Las clases son formaciones
pendiente de determinantes objetivos, que clase puede definirse sim- históricas y no aparecen sólo en los modos prescritos como teórica- ( ¡
plemente como una formación cultural, etc. Todo ello, espero, ha mente adecuados. El hecho de que en otros lugares y períodos poda- \
sido refutado por mi propia práctica histórica, así como por la de mos observar formaciones de clase «maduras» (es decir, conscientes
otros muchos historiadores. Es cierto que estos determinantes obje- e históricamente desarrolladas) con sus expresiones ideológicas e ins- .
tivos exigen el examen más escrupuloso." Pero no hay examen de titucionales, no significa que 10 que se exprese de modo menos
li

-. '"
~
i
determinantes objetivos (y desde luego, modelo teórico obtenido de
él) que pueda ofrecer una clase o conciencia de clase en una ecuación
decisivo no sea clase.
En mi propia práctica he encontrado la reciprocidad gentry-mul-

1sJ simple. Las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus titud, el «equilibrio paternalista» en el cual ambas partes de la
I
~

~.¡ relaciones de producción y al experimentar sus situaciones determi- ecuación eran, hasta cierto punto, prisioneras de la contraria, más
~ nantes, dentro «del conjunto de relaciones sociales», con una cultura útil que las nociones de «sociedad de una sola clase» o de consenso.
B) y unas expectativas heredadas, y al modelar estas experiencias en Lo que debe ocuparnos es la polarización de intereses antagónicos
• formas culturales. De modo que, al final, ningún modelo puede pro- y su correspondiente dialéctica de la cultura. Existe una resistencia
~ porcionarnos 10 que debe ser la «verdadera» formación de clase en muy articulada a las ideas e instituciones dominantes de la sociedad
' }.. '.1'·

~ una determinada «etapa» del proceso. Ninguna formación de clase en los siglos XVII y XIX: de ello que los historiadores crean poder

'.,.
~

1 ~
36. La economía política marxista, en un proceso analítico necesario,
construye una totalidad en la cual las relaciones de producci6n se proponen
ya como clases. Peto cuando volvemos desde esta estructura abstracta al
proceso hist6rico pleno, vemos que la explotación (econ6mica, militar) se
experimenta de modos clasistas y sólo entonces da origen a la formación de
analizar estas sociedades en términos de conflicto socia1. En el si-
glo XVIII la resistencia es menos articulada, aunque a menudo muy
específica, directa y turbulenta. Por ello debemos suplir parcialmente
esta articulación descifrando la evidencia del comportamiento y en
parte dando la vuelta a los blandos conceptos de las autoridades diri-
l.,
1 clases: véase mi «An Orrery of Errors», Reasoning, One, Merlin Press, sep- gentes para mirar su envés. Si no 10 hacemos, corremos el peligro
~ tiembre 1978. de convertirnos en prisioneros de los supuestos de la propia imagen
~ 37. Para los de!crminantes de la estructura de clase (y de la propiedad
~ de relaciones de «extracción de la plusvalía» que imponen límites, posibilidades, de los gobernantes: los trabajadores libres se consideran de «tipo
~i y «modelos a largo plazo» en las sociedades de la Europa preindustrial),
j disoluto y levantisco», los motines espontáneos y «ciegos»; y ciertas
;,~
véase Robert Brenner, «Agradan Class Structure and Economic Deve10pment
in Pre-Industrial Europe», Pasl and Present, LXX (febrero 1976), esp . clases importantes de protesta sodal se pierden en la categoría de
•,
~
pp. 31-32. «delito». Pero existen unos pocos fenómenos sociales que no revelan
40 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 41

un significado distinto al scr sometidos " este examen dialéctico. con la multitud en un polo, la aristocracia y la gentry en otro, y en
La exhibición ostentosa, las pelucas empolvadas y el vestido de los muchas cuestiones, y hasta finales del siglo, los grupos profesionales
grandes deben también considerarse -como se quería que fueran y comerciantes vinculados por líneas de dependencia magnética a
considerados- desde abajo, entre el auditorio del teatro de hege- los poderosos o, en ocasiones, escondiendo sus rostros en una acción
monía y control clasista. Incluso la «liberalidad» y la «caridad» de- común con la multitud. Esta metáfora permite entender no sólo la
ben verse como actos premeditados de apaciguamiento de clase en frecuencia de situaciones de amotinamiento (y su dirección), sino
momentos de escasez y extorsión premeditada (bajo la amenaza de también gran parte de lo que era posible y los límites de 10 posible
motín) por parte de la multitud: 10 que es (desde arriba) un «acto más allá de los cuales no se atrevía a ir el poder. Se dice que la
de concesión», es (desde abajo) un «acto de logra!». Una categorla reina Carolina se aficionó taoto en
una ocasión al Sto James Park
tan sencma como la de «robo» puede resultar ser, en ciertas circuns- que preguntó a Walpole cuánto costaria cerrarlo para hacerlo pro-
tancias, evidencia de los intentos prolongados, por parte de la comu- piedad privada. «Sólo una corona, Señora», fue la respuesta de
nidad agraria, de defender prácticas antiguas de derechos al común, Walpole."
o de los jornalero:; de defender los emolumentos establecidos por Utilizo por tanto la terminología del conflicto de clases mientras
la costumbre. Y siguiendo cada una de estas claves hasta su punto que me resisto a atribuir identidad a ulla clase. No sé si esto puede
de intersección, se hace posible reconstruir una cultura popular esta- parecer herejía a otros marxistas, ni me preocupa. Pero me parece
blecida por la costumbre, alimentada por experiencias muy distintas que la metáfora de un campo de fuerza puede coexistir fructífera-
de las de la cultura educada, transmitida por tradiciones orales, re- mente con el comentario de Marx en los Grundisse de que:
producida por ejemplos (quizás al avanzar el siglo, cada vez más
En toda forma de sociedad es una determinada producción
por medios literarios), expresada en Simbo los y ritos, y muy distante
y sus relaciones las que asignan a las demás producciones y sus
de la cultura de los que tienen el dominio de Inglaterra. relaciones rango e influencia. Es una iluminación general en la
Yo dudaría antes de describir esto como cultura de clase, en el que se mezclan los restantes colores y que modifica sus tonalidades
sentido de que se puede hablar de una cultura obrera, en la que los específicas. Es un éter especial que define la gravedad específica
niños se incorporan a la sociedad con un sistema de valores con de todo 10 que existe en él.39
patentes notaciones de clase, en el siglo XIX. Pero no puedo enten-
der esta cultura, en su nivel experimental, en su resistencia a la Lo que Marx describe con metáforas de «rango e influencia»,
homilia religiosa, en Sll picaresca mofa de las próvidas virtudes bur- «iluminación general» y «tonalidades» se presentarla hoy en un
guesas, en su fácil recurso al desorden y en sus actitudes irónicas lenguaje estructuralista más sistemático: términos en ocasiones tan
hacia la ley, a menos que se utilice el concepto de antagonismos, duros y de apariencia tan objetiva (como el «represivo» y los «apara-
adaptaciones y (en ocasiones) reconciliaciones dialécticas, de clase. tos ideológicos de Estado» de Althusser) que esconden el hecho de
Al analizar las relaciones gentry-plebe, nos encontramos no tanto qne signen siendo metáforas dispuestas a congelar un proceso social
con una reñida e inflexible batalla entre antagonismos irreconcilia- fluido. Yo prefiero la metáfora de Marx; y la prefiero, en diversos
bles, como con un «campo de fuerza» societa!. Estoy pensando en aspectos, a ~t1S metáforas subsecuentes de «base» y «superestructura».
un experimento escolar (que sin duda no he comprendido correcta- Pero 10 que yo sostengo en este trabajo es (en la misma medida que
mente) en que una corriente eléctrica magnetizaba una placa cu-
bierta de limaduras de hierro. Las limaduras, que estaban uniforme- '8. Horace Walpole, Memoirs 01 Ibe Reign 01 King Georg" Ibe Second,
mente distribuidas, se arremolinaban en un polo o en otro, mientras 1847, !I, pp. 220-221.
que entre medias las limaduras que permanecían en su lugar toma- 39. Para una traducción ligeramente distinta, véase Grundrisse, Penguin,
1973, pp. 106-107. Incluso aquí, sin embargo, la me~áfora de Marx hace refe-
ban el aspecto de alineaciones dirigidas hacia uno u otro polo rencia no a la clase o las formas sociales, sino a las relaciones económicas
opuesto. Así es prácticamente como veo yo In sociedad del siglo XVlII, rocxi~tef1tes dominante y subordin::lda.
42 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 43

lo es el de Marx) un argumento estructuralista. Me he visto forzado estas especiales destrezas viene la introducción en la experiencia so.
a constatarlo al considerar la fuerza de las diversas objecciones al cial o sabiduría común de la comunidad: cada generación está en
mismo. PUeS todo rasgo de la sociedad del siglo XVIII que ha sido relación de aprendiz con sus mayores. Aunque cambia la vida social,
considerado, puede encontrarse de forma más o menos desarrollada aunque hay gran movilidad, el cambio no ha alcanzado aún el punto
en otros siglos. Hubo jornaleros libres y motines de subsistencias en en que se asume que los horizontes de las generaciones sucesivas
los siglos XVI, XVII Y XIX, hubo indiferentismo religioso y una serán diferentes; 40 ni tampoco se ha interpuesto aún signíficativa~
auténtica cultura folklórica plebeya en los mismos siglos; hubo activa mente esa máquina de aceleramiento (o extrañamiento) cultural que
renovación de ritua les paternalistas --especialmente en cantos de viene a Ser la educación formal en la transmisión generacional.
siega, cenas de arrendatarios, obras de caridad- en el campo del Pero las prácticas y normas se reproducen de generación en gene-
siglo XIX. y asr sucesivmncnte. ¿Qué es, plles, lo especifico del si- ración en el ambiente lentamente diferencia dar de la «costumbre».
glo XVIII? ¿Cuál es la «iluminación gcnetab que modifica las «tona- De ello que las gentes tiendan a legitimar la práctica (o la protesta)
lidades específicas» de su vida social y cultural? en términos de uso consGetudinario o de emolumento o derecho
Para responder a estas preguntas debemos reformular el anterior prescriptivo. (El hecho de que --desde puntos de partida algo dis-
análisis en términos más estructurales. El error más corriente hoy tintos- este tipo de argumento tienda también a controlar la alta
día es el de hacer la definición de las antítesis culturales del si- cultura política, actlÍa también como refuerzo de esta disposición
glo XVIII (industrial / preindustrial; moderno / tradicional; clase plebeya). Las traelidones se perpetúan en gran medida por transmi-
obrera «madura» / «primitiva») inaplicables, porque suponen el sión oral, con su repertorio de anécdotas y ejemplos narrativos; donde
~ descubrir .:n una sociedad previa categorías pata las cnales esa so- una progresiva alfabetización suple a la tradición oral, las produc-
,)

ciedad no poseía recursos y esa cultura no poseía términos. Si clcsea- ciones impresas de más amplia circulación (libritos de romances, al-
'Ji
1110S efectuar una definición antitéticamcntc, las antítesis relevantes manaques, pliegos, «últimos discursos ante la muerte», y relatos anec~
j!1J.!'
f,j
que se pueden aplicar a la cultura plebeya del siglo XVllI son dos: dóticos de crímenes) tienden a someterse a las expectativas de la
1) la dialéctica entre lo que es y 110 es cultum -las experiencias for- cultura oral más que a desafiarla con alternativas. En cualquier caso,
mativas del ser social, y cómo eran éstas modeladas en formas en muchos puntos de Gran Bretaña --y especialmente en aquellas
culturales, y 2) las polaridades dialécticas --antagonismos y recon- regiones donde la dialéctica es más fuerte--, una educación básica
ciliaciones- entre las culturas refinada y plebeya de la época. Es por elemental coexiste, a lo largo del siglo XIX, con el lenguaje -y quizá
esto por lo que he hecho tan largo rodeo para llegar al verdadero tema la sensibilidad- de lo que empieza a Ser <<la vieja cultura».
de este trabajo. En el siglo XVIII, esta cultura no es ni vieja ni insegura. Trans-
Por descontado esta c"ltura exhibe ciertas características común- mite vigorosamente - y quizás incluso genera- formas de compor-
mente atribuidas a la cultura «tradiciona]". Especialmente en la so- tamiento ritualizadas y estilizadas, bien como recreación o en forma
ciedad rural, pero también en zonas fabriles y mineras densamente de protesta. Es incluso posible que la movilidad geográfica, junto con !¡I
!:l
pobladas (las ciudades textiles del oeste de Inglaterra, los mineros la disminución del analfabetismo, extiendan de hecho su alcance y I;j
,~;' esparzan estas formas más ampliamente: el «fijar el precio», como l,.I'i
de estaño de Coroualles, el Black Country), existe un fuerte peso de
I!~ expectativas y definiciones colZSuetudinarias. El aprendizaje como acción central del motín de subsistencias, se extiende a lo largo de i:
l.
iniciación en las destrezas adultas no está limitado a su expresión la mayot parte del país; el divotcio ritual conocido como «venta de ,1,
l'

esposa» parece haber esparcido su incidencia en todo el país desde ),


1 industrial reglamentada. La niña hace su aprendizaje de ama de casa, í:
ii
primero con su madre (o abuela), después como criada doméstica; I
1 como madre joven, en los misterios de la crianza de los niños, es 40. Vé~se los perceptivos comentarios sobre el sentido «circula.o) del
! espacio en la parroquia agrícola antes del cerramiento en John BarreI, The
aprendiza de las matronas de la comunidad. Es 10 m51110 en los
I j oficios carentes de un aprendizaje regulado. Y con la introducción en
Idea 01 Laodscape aod Ihe Sense 01 Place: An Approach lo Ihe Poelry 01
Jolm Ciare, Cambridge. 1972, pp, 103, 106.
44 TRADICI()N, RF,VUEL'fA y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 45

algún desconocido punto de origen. La evidencia de música escabrosa la paradoja de una cultura tradicional que no está sujeta en sus
indica que en las comunidcdes más tradicionales ~._y éstas no eran operaciones cotidianas al dominio ideológico de los poderosos. La
siempre, de ningún modo, aquellas que poseían un perfil rural o agra- hegemonía de la gentr)' puede definir los límites del «campo de
rio- operaban fuerzas muy poderosas, autoactivantes, de regulación fuerza» dentro de los cuales es libre la cultura plebeya para actuar
social y moral. Esta evidencia puede demostrar que, mientras cierto y crecer, pero, dado que esta hegemonía es más secular que reli-
comportamiento dudoso se toleraba hasta cierto punto, más allá del giosa () mágica, no es mucho lo que puede hacer para determinar el
miSlll0 la c01l1unidad intentaba imponer sus propias expectativas, carácter de esta cultura plebeya. Los instrumentos de control e imá-
heredadas en cuanto a los papeles maritales aceptables y la conducta genes de hegemonía son los de la ley y no los de la Iglesia y el
sexual, sobre los transgresores. Incluso en este caso, sin embargo, poder monárquico. Pero la ley no si"embra pías cofradías de hermanas
tenen10S que proceder con cuidado: eslo no es solamente «una cultura en las ciudades, ni obtiene confesiones de los delincuentes, sus súbdi-
tradicional», Las normas que así se defienden no son idénticas él las tos no rezan el rosario ni se unen a peregrinaciones de fieles; en lugar
proclamadas por la Iglesia o las autoridades; son dcfini,bs en el ele ello, leen pliegos en las tabernas y asisten a ejecuciones públicas y
interior de la cultura plebeya misma, y las mismas formas ritnales al menos algunas de las víctimas de la ley son consideradas, no con
que se emplean contra un conocido JeHncuente sexual pueden ern- horror, sino con ambigua admiración. La ley puede puntear los lími-
pIearse contra un esquirol, o contra el señor y sus guardas de la caza, tes ele1 comportamiento tolerado por los gobernantes; pero, en el
el recandador, el juez de paz. Es más, las formas no son herederas siglo XVIII, no entra en las cabañas, es mencionada en las oraciones
de expectativas y reproductoras de normas simplem"nte: pnede del ama de casa, decora las chimeneas con iconos o informa una
qne las farsas populares del siglo XVII y principios del XVIII estén visión de la vida.
dirigidas contra la mujer que peca contra las prescripciones patriar- De ahí una paradoja característica del siglo: nos enconuamos
cales de los roles conyugales, pero la música cscabtosa del siglo XIX con una cultura tradicional y rebelde. La cultura conservadora de la
está generalmente dirigida contra los que pegan a sus mujeres o (me- plebe se resiste muchas veces, en nombre de la «costumbre», a aque-
nos frecuentemente) contra hombres casados conocidos por seducir llas innovaciones y racionalizaciones económicas (como el cerramien-
y dejar cmbatnzaclas n muchachas ióvenes.41 to, la disciplina de trabajo, las relaciones libres en el mercado ele
Es est,l, pues, una Cllltura consetvadotn en sus formas; ést'JS cereales) que gobernantes () patronos deseaban imponer. La innova-
apelan a la costumbre e intentan fortalecer los usos tradicionales. ción es más evidente en la cima de la sociedad que más abajo, pero,
Las formas son también, en ocasiones, irracionales: no apelnn a la puesto que esta innovación no es un proceso técnico-sociológico sin
«razón» mediante folletos, sermones o discursos espontáneos; im- normas y neutro, la plebe 10 experimenta en la mayoría de las oca-
ponen las sanciones de la fuerza, el ridículo, la vergüenza y la intimi- siones en forma de explotación, o expropiación de derechos de apro-
dación. Pero el contenido de esta cultura no puede ser descrito como vecbamiento tradicionales, o disrupción violenta de modelos valo-
conservador con tanta facilidad. Pues, en su «ser sociah> efectivo, rados de trabajo y descanso. De ello que la cultura plebeya sea
el trabajo .ce está <<liberando», década tras década, cada vez más, de rebelde, pero rebelde en defensa de la costumbre. Las costumbres
.10s controles tradicionales señoriales, parroquiales, corporativos y que se defi~nden pertenecen al pueblo, y algnnas de ellas se funda-
paternales, y se está distanciando cada vez más de relaciones di 'ec- 1
mentan de hecho en una reivindicación bastante reciente en la prác-
tas de c!ientelismo con la gell!")'. De ello que nos encontremos con tica. Pero enando el pueblo busca una legitimación de la protesta,
recurre a menudo a las regulaciones paternalistas de una sociedad
41. Véase mi (<.Rough Ml1sic: Le Ch::uivari Angbis), /111l1l1leI ESe, XXVlI, más autoritaria y selecciona entre ellas aquellas partes mejor pensadas
0.° 11 (1972); y mis otros cornentnrios en el curso dC'l Congreso sobre -<,Le para defender sus intereses del momento; los participantes en moti-
Charivariy, bajo los auspicios de la Écolc des Hautes Études en Scicnces
Sociales (Vr scction), París, 2.5·27 de abril de 1977 (de próxima publi-
nes de subsistencias apelan al Book of Orders (Libro de Órdenes) y
c:1ción ). a la legislación contra acaparadores, etc., los artesanos apelan a cier-
46 TRADIClÓN, REVUELTA Y CONSCIENcrA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 47
las partes (por ejemplo, la regulación del aprendizaje) del código economía de mercado y la economía moral tradicional de la plebe.
Tudor regulatorio del trabajo.42 Pero, .,i desciframos el comportamiento, ¿ se sigue de ello que
Esta cultura tiene otros rasgos «tradicionales», por supuesto. Uno tengamos que ir más allá e intentar reconstruir con estos fragmentos
de ellos que me interesa en particular es la prioridad que se otnrga, de clave un sistema cognoscitivo popular con su propia coherel'cia
en ciertas regiones, a la sanción, intetcatnbio o lTIotívación «no-cco- ontológica y estructura simbólica? Los historiadores de la cultura
nómic<1» frente [l la direCVlmente monetaria. Una y otra vez, al exa- popular de los siglos XVII y XVIII pueden enfrentarse a problemas
minar formas de comportamiento del siglo XVII1, nos encontramos algo diferentes a este respecto. La cuestión se ha planteado en un
con la necesidad de «descifraD> 43 este comportamiento y descubrir reciente intercambio entre Hildred Geertz y Keith Thomas 44 y, a
las reglas invisibles de acción, diferentes a las que el historiador de pesar de que yo me asociaría firmemente a Thomas en esta polémica,
«movimientos obreros» espera encontrar. no podría responder, desde la perspectiva del siglo XVIII, en los
En este sentido, compnttÍl11os algunas de las preocupaciones del mismos términos exactamente. Cuando Geertt espera que un sistema
historiador de Jos siglos Xv[ y XVII en cuanto a una oricnt8.ción «an- coherente subraye el simbolismo de la cultura popular, yo tengo que
tropológica>>: así por ejemplo, al descifrar la rmísica escabrosa, o la estar de acuerdo con Thomas en que «la inmensa posibilidad de
venta de esposa, o estudiar el simbolismo de la protesta. En otto variaciones cronológicas, sociales y regionales, que presenta una so-
sentido, el rtoblema es diferente y qurzá más complejo, pues la lógica ciedad tau diversa como la de la Inglatetta del siglo XVII» - e in-
capitalista y el comportamiento tradicional «no-económlcO~> se en- cluso más la del siglo XVIII-, impide estas expectativas. (En todo
cuentran en conflicto activo y consciente, C01110 en la resistencia a momento, en este trabajo, al referirme a la cultura plebeya he sido
nuevos modelos de consumo (<<necesidades»), o en la resistencia muy consciente de sus variaciones y excepciones.) Debo unirme a Tbo-
a una disc¡~Jlina del tiempo y la innovación técnica, o a la racionaliza- mas aÚn más fuertemente en su objeción a «la distinci6n simple que
¡~1
ción del trabajo que amenaza con h destrucci6n de pnícticas tradi- hace Geertz entre alfabetizados y analfabetos»; cualquier distinción l'
,,1
l;¡
cionales y, en ocasiones, la organización familiar de relaciones y roles de este tipo es nebulosa en todo momento del siglo: los analfabetos j~

oyen las producciones de los que no lo son leídas en voz alta en las 1\
de producción. De aquí que podamos cntender la historia social del iii
¡[I,
siglo XVIII corno una serie de confrontaciones entre una innovadora tabernas, y aceptan de la cultura educada ciertas categorías, mien-
tras que algunos de los que saben leer y escribir utilizan sus muy
limitadas destrezas literarias sólo de forma instrumental (para escri-
42. En fcchn Lm tardh C0l110 18,11 cicr~os sofisticndos tradf"1I!lionistas
londinenses, al apelar n. las cláusulas sobre el aprendizaje del Estntllto ele bir facturas o llevar las cuentas), mientras que su «sabiduría» y f
"1
Artífices (ql\lcciÍnicos! ¡¡Proteged vuestras libertades contra los Ilwasorcs sin
Lev!!»I, comenzaban con \lna «Od2 a la memoria de la Reina Isabel,>: «Su
sus costumbres se transmiten aun en el marco de una cultura pre- i,,1
me·moría es toda\'la dulce al j0rnalero, .1 Pues protegidos l)Of sus leyes, resislfll
alfabetizada y oraL Durante unos setenta años, los coleccionistas y !!
hoy I Violaciones, que de otro modo prevalecerl<ln. 1/ Patronos tiránicos, especialistas en canci6n folklórica han disputado enconada mente en-
innov<1dnres sl1nplcs / Se ven impedidos y limitados por sus gloriosas reghls. J tre sí sobre la pureza, autenticidad, origen regional y medios de dis-
De los derecho5- del trabajador es ella todavía U11a garan~ía ... ,). !\('rort o/ t!J('
Trial 01 Alexander \Vadsl/.I()rlh againsf Peter Lauric (28 de mayo eJe. lB"!}), persi6n de su material, y sobre la mutua interacci6n entre las cultu- i:
1';
il
Columbia University Library, Scligman Coliection, Place p<ll11ph1cts, vnl. Xíl ras musicales refinada, comercial y plebeya. Cualquier intento de lí
43. Espero que mí uso de «descifrar» no asimile mi atgutncntación innlf'-
segregar la cultura educada de la analfabeta encontrará incluso ma- tri
di<ltamente a esta o aquelln ('sCllela ele semiótica. Lo que quíero decir debe
quedar c1al"O en las siguientes páginas: no es suficiente describir simplemente
las protestas simbólicas pnpulares (quema de efigies, ponerse hojas ele encina,
yores obstáculos. I~
En lo que Thomas y yo podemos disentir es en nuestros cálculos
colgar botas): es también necesario recobrar el signifiC<Klo de estos símbolos
con respecto a lln universo simbólico más amplio, v así encontrar Sil f1!cr7:l., con respecto al grado en que las formas, rituales, simbolismo y su-
tanto como afrenta a l::t l1C'~:.emonía de los poderosos y corno expresión de ID" persticiones populares permanecen como «restos no integrados de ¡I!
(''\:pcct~1ti\·as ek In I1HI1titud: \'bse el sugerente iIl"tículo de \xri1!i<1m R. Hcdc1y, ¡~
,,1'h(' Tcxti\c Tradc and Ihe L1l1guagc of the CrO"wd at Rouen, 1752-·1871}),
Pa.a and P"esC1Jf. LXXIV (febrero 1977). 44. Jor"'ldl 01 I/1terdisciplil1ary History, VI, n.O 1 (1975). 1I
iil
"~e.-_____________

,1~
48 TRADICIÓN, REVU1:'LTA y CONSCIENr::l A DE CLASE ¿ LUC l-I A DE CLASES SIN CLASES? 49 I
,~
modelos de pensamiento rrl<Ís antiguos», los cUJles, incluso tOnlfldos y les dírán que 10 es».47 «Dios bendiga a sus señorías» entraña un I
en conjunto) constítuycn «no un solo código, sino 11nFl nmalgatna de sentido de condescencia desdeñosa; «quien quiera» sabe lo que es R
j
despojos culturales de muchos distintos modos de pensamiento, crís- cierto e-excepto, por supuesto, el párroco y el señor y sus bien li

educados hijos-; cualquiera sabe mejor que el mismo párroco lo que r•


ti<1no y pagano, teutónico y clásico; y serta absurdo pretender que j
todos estos elementos hayan sido barajados de modo que formen es... i «cristiano»! En otras ocasiones, la asimilación de antiguos !il
ti!
un sistema nuevo y cohercnte».4 5 Yo he hecho ya una crítica de las fragmentos a la conciencia popular o incluso al arsenal de la pro-
referencias de 1hom<1s <1 la (<ignorancia popubp>, a la cual ha res- testa popular es muy explícita: de la quema de brujas y herejes m
pondido brevemente Thomas; 46 y sin duda puede hablarse de ello toma la plebe el simbolismo de quemar a sus enemigos en efigie;
más detenidamente en el futuro, Pero, ¿será quizás el siglo, o los las «viejas profecías», como las de Merlín, llegan a formar parte del
campos de fuerza relevantes de los distintos siglos, aSl como el repertotio rle la protesta londinense, apareciendo en forma de folleto
tipo de evidencia que cada uno de ellos hace prominente, lo que durante las agitaciones que rodearon el cerramiento de Richmond
haga la dHerencia? Si lo que estudiamos son la «magia», la astro- Park, en pliegos y sátiras en época de Wilkes,
logía o los silbíos, ello puede ilpoyar las conclusiones de Thonuls; Es en la clase misma, en derto sentido un conj unto Huevo de
si lo que observamos son las procesiones bufns popl11ares, los rilaS categorías, más que en más antiguos I1lOdelos de pensamiento, donde
de pasaje o las formas características de motín y protesta del si- encontramos la organización formativa y cognoscitiva de la cultura
glo XVIII, apoyaría las mías. plebeya, Quizás, en rea Hdad, era necesario que la clase fuera posible
Los datos del siglo XVIIl me parecen señalar hacia un universo en el conocimiento antes de que pudiera encontrar su expresión ins-
mental bastante m"s coherente, ell que el símbolo infomla la práctica, titucionaL Las clases, por supuesto, estaban también muy presentes
Pero la coherencia (y no me extrañaría si en este momento alg{lO en el sistema cognoscitivo de los gobernantes de la sociedad, e infor-
antropólogo tirara este trabajo disgustado) surge no tanto de una maban sus instituciones y S\1S rituales de orden, pero esto sólo viene
estructuta inherente cognoscitiva como de un campo de fuerza deter- a destacar el que la ge/ltl'y y la plebe tenían visiones alternativas de
minado y llDa oposiclcSn sociológica, pCC111infcs a 1n sociedad del la vida y de la gradación de sus satisfacciones, Ello nos plantea pro-
siglo XVllI: para habbr cbro, los elementos desunidos y fragmen- blemas de evidencia excepcionales, Todo lo que nos ha sido trans-
tados de mas antiguns form<1s de pensamiento quedan integrados por mitido mediante la cultura educada tiene que ser sometido a un
la clase. En algunos casos esto no tiene significado político y social minucioso escrutinio, Lo que el distante clérigo paternalista considera
alguno, más allá de la antítesis elemental de las definiciones dentro «ignorancia popular» no puede aceptarse como tal sin una investiga-
de culturas antitéticas: el escepticismo en relación a las homilías del ción escrupulosa, Para tomar el caso de los desórdenes destinados a
párroco, la mezc1a de 111fltcl'lal1SmO efectivo y vestigios ele supersti- tomar posesión de los cuerpos de los ahorcados en Tyburn, que Pe-
ciones de los pobres, se cotlserVJn con especilll confinnzn porque ('stns ter Linebaugh ha (creo) descifrado en Albiol1's Fatal Tree: era sin
actitudes están amparadas pot- el ámbito de una cultnra más amplia duda un gesto de «ignorancia» por parte del amotinado el arriesgar
y más robusta. Esta confianza nos sorprende llnn y otra vez: (l)ios su vida para que su compañero de taller o rancho no cumpliera la
bendiga a sus scñorí<ls», exclamó un habitonte del West Country Inuy r,](ion,1I y utilitaria función de convertirse en espécimen de disec-
ante un reverendo coleccionista de folklore bien cntt<ldo el siglo Xlx, ción en la sala del citujano, Pero no podernos presentar al amotinado
al ser interrogado sohre 1<1 venta de espOS<1S, «que p1.lec\e preguntar como figura arcaica, motivada por los «despojos» de los antiguos
a quien quiera si no es eso el matrimonio bueno, sólido y cristiano modelos de pensamiento, y despachar luego la cuestión lOn una refe-
rencia a las supersticiones de muerte y les 1'Oh IhauIJZaturges, Line-
4'5. Keith Thomas, Rcligioll and the Declinc o/ lI'f.-1.2jc, 1971, pp. 627-628.
46. «Anthropology ,md the Discipline of nistmical C0I11CXb>, Afidlal1d
Histnry, 1. n.O 3 (pdmlwcra 1972); JOl/mal 01 TlItcrdisciplíltary [-Jístory . VI, 47, S. Baring-Gould, Devonshire Characters and Strange Events, 1908,
' - " 1 (1q7<:;\ nt.., 1()4-10'l. eso. nota :n. r 59
¡ ,

I~ 50 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿ LUC H A DE CLASES SIN CLASES? 51


!! baugh nos demuestra que el amotinado estaba motivado por su soli-

I
notaciones predictivas del tiempo; no proyectan «carreras», o ven sus
daridad con la víctima, respeto por los parientes de la misma, y vidas con un aspecto determinado ante ellos, o reservan para uso
nociones del respeto debido a la integridad del cadáver y al rito de fututo semanaS enteras de altas ganancias en ahorros, o planean la
enterramiento que forman parte de unas creencias sobre la muerte compra de casas, o piensan en unas «vacaciones» una sola vez en su
ampliamente extendidas en la sociedad. Estas creencias sobreviven vida. (Un joven, sabiendo esto por medio de su cultura, podia salir,
con vigor hasta muy avanzado el siglo XIX, como evidencia la fuerza una ve7, en su vida, a los caminos «para ver mundo».) De ello que la
de los motines (y prácticamente histerias) en varias ciudades contra experiencia o la oportunidad se aprovecha donde surge la ocasión,
los ladrones de cadáveres y su venta.'" La clave que informa estos con pocas consideraciones sobre las consecuencias, exactamente como
desórdenes, en Tyburn en 1731 o Manchester en 1832, no puede impone la multitud su poder en ·momentos de acción directa insur-
el entenderse simplemente en términos de creencias sobre la muerte y gente, a sabiendas de que su triunfo no durará más de una semana
if~ sobre la forma debida de tratarla. Supone también solidaridades de o un día.
clase y la bostilidad de la plebe por la crueldad psíquica de la jus- Pues la cultura plebeya está, finalmente, restringida a los pará-
ticia y la comercialización de valores primarios. Y no se trata sólo, metros de la hegemonía de la gelltry: la plebe es siempre consciente
en el siglo XVIII, de que se vea amenazado un tabú: en el caso de la de esta restricción, consciente de la reciprociclad de las relaciones
(\\
disección de cadáveres o el colgar los cadáveres con cadenas, una gel1try-plebe," vigilante para aprovechar los momentos en que pueda
clase estaba deliberadamente, y como acto de terror, rompiendo o ejercer su propia ventaja. La plebe también adopta para su propio
explotando los tabúes de otra. uso parte de la retórica de la gelltry. Pues, otra vez, este es el siglo
Es, pues, dentro del campo de fuerza de la clase donde reviven en que avanza el trabajo dibre)}. La costumbre que era «buena» y
~t:;
~ y se reintegran los restos fragmentados de viejos modelos. En un «vieja» había a menudo adquirido valor recientemente. Y el rasgo
sentido, la cultura plebeya es la propia del pu,-:blo: es una defensa distintivo del sistema fabril era que, en muchos tipos de empleo, los
contra las intromisiones de la gCl1try o el clero; consolida aquellas trabajadores (incluyendo pequeños patronos junto con jornaleros y
costumbres que sirven sus propios intereses; las tabernas son suyas, sus familias) todavía controlaban en cierta medida sus propias rela-
suyas las ferias, la música escabrosa forma parte de sus propios me- ciones inmediatas y sus modos de trabajo, mientras que tenían muy
""1 dios de autorregulación. No es una cultura «tradicional» cualquiera poco control sobre el mercado de sus productos o los precios de
sino una muy especial. No es, por ejemplo, fatalista, ofrece consuelo materias primas o alimentos. Esto explica parcialmente la estructura
y defensas para el curso de una vida que está totalmente determi- de las relaciones industriales y la protesta, así como los instrumentos
nada y restringida. Es, más bien, picaresca, no sólo en el evidente de la cultura y de su cohesión e independencia de contra!." Explica
sentido de que hay más gente que se mueve, que se va al mar, o son también en gran medida la conciencia del «inglés nacido libre», que
llevados a las guerras y experimentan los azares y aventuras de los senlÍa como propia cierta porción de la retórica constitucionalista ele
caminos. En ambientes más estables -en las zonas en desarrollo de sus gobernantes, y defendía con tenacidad sus derechos ante la ley
manufactura y trabajo libre-, la vida misma se desenvuelve a 10 y sus derechos a protestar de manera turbulenta contra militares,
largo de caminos cuyos avatares y accidentes no se pueden prescribir patrulla de reclutamiento o policía, junto con su derecho al pan hlanco
o evitar mediante la previsión: las fluctuaciones en la incidencia de y la cerveza barata. La plebe sabía que una clase dirigente cuyas
mortalidad, precios, empleo, se viven como accidentes externos más pretensiones de legitimidad descansaban sobre prescripciones y leyes
allá de todo control; la alta tasa de mortalidad infantil hace absurda
la planificación familiar predictiva; en general, el pueblo tiene pocas 49 Compárese con Genovese, Roll, fordan, Roll, p. 91: (Los esclavos
aceptaban la dísci¡11ina de reciprocidad, pero con una diferencia profunda. A la
48. Pe ter Linebaugh, «The Tyburn Riot against the Sutgeons», en Douglas ielen de deberes recíprocos añadieron la doctrina de derechos recíprocos».
f-Lly y o:ros, Albioll'I Fatal Tree, 1975; Ruth Richardson, «A Dissection ot lO. Sostengo aquí la idea de Getald M. Sider, «Christmas Mumming and
thc i\natomy Act;.> , Sffldin in Lahnur Bislor)'. 1, Brigbwn, 1976. the Nnv Yeflr i11 Glltpnrt NewfoundJancl», Fas! aJfd Present (mayo 1q76).
52 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIF,NCIA DE CLASE ¿LUC ¡¡ A DE CLASES SIN CLASES? S3
tenía poca nutoridnd p.1t(1 desestimar sus propias costumbres y Algunos honrados jueces se reunieron para aSlstn al día de Coro-
leyes. nación en \XTattleton, y hacia el atardecer cU<'lndo sus mercedes
La reciprocidad ele estas relaciones subraya la importancia ele la estuvieran tranquilos <'.]l.1ef{<'ln h(lcer nnn fogata campestre, Sabién-
expresión simbólica ele hegemonía v protesta en el siglo XVIII. Es dolo algunos patanes lomaron un enorme nabo y le metieron
tres ,relns colocándolo sobre la casa de Chetwynd ' .. Fueron a
por ello que, en mi trabajo previo, dediqué tanta atención a la
decir a sus mercedes que para honrar la Coronación del Rey
noción de teatro. Desde luego cada sociedad tienen $11 propio estilo
Jorge había aparecido una estrella fulgurante sobre el hogar del
de teatro; gran parte de la vida política de nuestras propias socieda- Sr. Chetwynd. Sus mctcedes tuvieron el buen conocimiento de
des puede entenderse sólo como una contienda por la autoridad sim- 111ont1t a caballo e ir a ver esta m(lravilla, y se encontraron, para
bólicaS! Pero lo que estoy diciendo no es solamente que las con- su considerable decepción, q\ie su estrella habíase quedado en
tiendas simbólicas del siglo XVI n eran peculiares de este siglo y llabo:72
exigen mnyor c:::;tudio. Yo creo que el simbolisl11C1, e11 este siglo,
El nabo er,', por supuesto, el emblema panicobr de Jorge 1 elegido
tenía una especial importancia debido a la debilidad de otros órganos
pO\" la multitud jacobita cuando estaban de buen humor; cuando csta~
de control: la autoridad de la Tglcsia está en retirada y no ha llegado
han de mal humor era el rey cornudo, y se empleahan los cuernos en
aún la autCH"ilbd de las escuelas y de los llledios milsivos de colnu-
lugar del nabo. Pero otras confrontaciones simbólicas de estos años
nicación. La gell/n tenía ttes prinCIpales recursos de control: un
podían llegar a ser verdaderamente muy hirientes. En una aldea de
sistema de influencias v promociones que difícilmente podía incluir
Somerset, en 1724 tuvo lugar una oscura confrDntación (una entre va-
a los desfavorecidos pobres; la majestad y el terror de la justicia,
rias del mismo tipo) por lo erección de una «Vara de Mayo».'·' Un
y el simbolismo ele su hegemonía. Ésta era, en ocasiones, un delicado
terrateniente y magistrado de la localidad parece haber derribado «la
equilibrio snci<11 en el que los gobernantes se veian forzados a hacer
vieja Vara de Mayo», recién adornada con flores y guirnaldas, y
concesiones. De ello que la rivalidad por la autoridad simbólica
haber enviado después a dos hombres al correccional por cortar un
pueda considerarse, no como Uné] forma de representar ulteriores
olmo pata hacer una nueva vara. Como respuesta se cortaron en su
contiendas «reales», sino como una vcrdndcra contienda en sí misma.
jardín monznnos y cerezos, se mató a un buey y se envenel1nron
La protesta plcbevn, a veces, no tenía más objetivo que desafiar la
perros. Al ser soltados los prisioneros, se reerigió la vara y se celebró
seguridad hegemónica de la p,ell/rv, extirpar del poder sus mixtifica~
el «Día de Mavo',
. con baladas sediciosas y. libelos burlescos contra
dones simbólicas, o incluso sólo blasfemar. Era una lucha de «apa-
riencins), pero el resultado de la misma podía tener consecuencias
el magistrado. Entre los que adornanan la vara habia dos trabaja-
dores, un lllaltero, un cnrpintero, un herrero, un tejedor de lino, un
materiales: en el modo en que se aplicaban las Leyes de Pobres, en
carnlcero, un molinero, un posndero, un mozo de cuadra y dos ca-
las medidas que la p'cl1!r)' crda necesarias en épocas de precios altos,
en que se aprisionara o se dejara en libettad a \'Vilkes. balletcls. SJ
Al menos debemos retornar al siglo XVIII prestando tanta aten- 52. Hilt. MSS. Comm, Por·tZa/1d MS.s, VII, pp. 245·246.
ción a la contienda simbólica de las calles como a los votos de la * Un palo al~o pintado con rayas espirales de distintos colores y cot0nado
de flores, instalndo en un espRcio abierto, para que las gentes en fiestas bailen
Cámara de los Comunes. Estas contiendas aparecen en toelo tipo de a su alrededor en 1ft celebración del Día de M:1yo (l de mayo). (N. del l.)
formas y lugares inesperados. Algunas veces consistía en el uso jocoso 5.1. Public Record Office (e11 adelante PRO). KB 2 (1), Affidavits, Pascua
10 G 1, relativos (\ Hcnstridge, Somcrsct, 1724. A la subida de Jorge, la gente
de un simbolismo jacobíta o antihnnl1overirmo, un retorcer la cola del pueblo en Bedford «vistieron la Vara de Mayo de luto») y un oficial
ele la gCIl!"". El Dr. Stratford escribió desde Berkshire en 17\8: militar la derribó. En ;:tgosto 172,) hubo una refriega sobre una Vara de
MilYo en Bflrford (\\Tilts.), entre Jos habitantes y un caballero que sospechaba
que h V3ra hí\hía 5ido rohndrt oe sus hosques (como era probablcmen:e la
Los nísticos de estn región son muy retozones y muy insolentes. verdad). El caballero pidió 1m pelotón para ayudarle, pe re los habitantes
g3mnon: parn Bedford, ,1111 Aceoanl 01 Lhe Rio/s, TU1?lults and ofha Treovma-
51. Véa5c Conor Cruisc O'Bricn, "Politics r1S Drilma as l-'olitics»), Pnwer Me Prarliccs silla His MajeslY'-Í Accessiol1 fa Ihe Thml1c, 1715, p. 12'; pata
t1nd Nncvn York, 1969.
C011SclOtl5Ji¡-55,
Ihrford, Mis/'s "J?ecJ:.ly JOUr11(¡{ (28 agosto 1725).
~
~
1 54 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 55

Al traspasar la mitad del siglo, el simbolismo jacobita decae l' el su escrito a un maestro de escuela que efectuaba esta especie de
ocasional Yransgresor distinguido (quizás introduciendo sus propios tarea clerical. Nuevamente el punto de vacilación fue la terminación
intereses bajo la capa de la multitud) desapatece con él." El simbo- de la proclama: a la derecha «Marineros», a la izquierda «Ni W ... ,
lismo de la protesta populat después de 1760 es a veces un desafío ni R ... ». El maestto tenía e! suficiente aprecio a su cuello para no
a la autoridad de forma muy directa. Y no se empleaba el simbolis- ser autor de tal esetito. Siguió entonces este diálogo, por propio
mo sin cálculo o cuidadosa premeditación. En la gran huelga de acuetdo, aunque parece una conversación improbable para las esca-
marineros del Támesís de 1768, en que unos cuantos miles marcha- leras de Shadwell:
ron al Parlamento, la afortunada snpervivencia de un documento nos
permite obsétvar este hecho en acción.55 En el momento álgido de Marineros: No eres Amigo de los Matinetos.
la huelga (7 de mayo 1768), en que los marineros no recibían satis- Maestro: Señores, soy tan Alnigo Suyo que de ningún modo quiero
facción a1g u na, algunos de sus dirigentes se dirigieron a una tabe1"l18 ser el Instrumento pata causarles la mayor Injuria cuando se
del muelle \. pidieron al tabernero que les esnibiera uJ1a proclama les Proclame Traidores a nuestro Temido Soberano Señor el
con buena letra y forma apropiada que tenían In intención de colo- Rey y provocadores de Rebeldía y Sedición enne sus compa-
ñeros, y esto es lo que yo creo humildemente ser el Contenido
car en todos los muelles y escaleras del río. El tabernero leyó el
de Su Escrito ...
papel y encontró «mucbas Exptesiones de Traición e Insubotdina- Marineros: La Mayoría de nosotros hemos arriesgado la vida en
ción» y al pie «Ni M ... , ni R. .. » (esto es, «Ni Wilkes, ni Rey»). El defensa de la Persona, la Corona y Dignidad de Su Majestad
tabernero (por ptopio aeuetdo) teconvino con ellos: y por nuestro país hemos atacado al enemigo en todo momento
con coraje y Resolución y hemos sido Victoriosos. Pero, desde
Tabernero: Ruego n los Cab(\lIcfos que no hablen de coacción o el final de la Guerra, se nos ha despreciado a nosotros 105
sean culpables de la menor Incgularidad. Marineros y se han reducido nuestros Salarios tanto y siendo
j\1t1rineros: ¿Qué significa esto, Señor?, si no nos desagravian tan Caras las Provisiones se nos ha incapacitado para procurar
rápidamente hay Barcos y Grandes Cañones disponibles que las necesidades corrientes de la Vida a nosotros y nuestras Fa-
l1tilizaremcs como 10 pida la ocasión para desagraviarnos y milias, y para hablarle claro si no nos Desagravian rápida-
además estamos dispuestos <1 desarbolar todos los barcos del mente hay suficientes Barcos y Cañones en Deptford y Wool-
Río y luego le diremos adiós a usted y a la vieja Inglaterra wich y armaremos una Polvareda en la Laguna como nunca
y navegaremos hacia otro país ... vieron los LOl;ldinenses así que cuando hayamos dado a los
Comerciantes ~n coup de grease [sic] navegaremos hasta Fran-
Los marineros estaban senci1lamente jugando el mismo juego que la cia donde estamos seguros de encontrar una cálida acogida.
legislación con sus repetidos decretos sobre delitos capitales y sus
anulaciones legislativas; ambas partes de esta relación tendían a ame- Una vez más los marineros fueron decepcionados; y con las pala-
nazar más que a realizar. Decepcionados pm el iaberneto, le llevaron bras, «¿crees que un Cuerpo de marineros Btitánicos va a recibir
órdenes de un Maestro de Escuela viejo y Retrógrado?», se despiden.
54. Sin embargo, como nos recllerdan los episodios de Varas de Mayo,
la tradición tory de paternalismo, que se remonta al Book of Sports (Libro En algún lugar lograton un esctibano, pero incluso éste rehusó la
de Deportes) de los Stuart, V que otorga patronazgo o un cálido permiso totalidad del encargo. A la mañana siguiente apareció efectivamente
a las recreaciones del pueb1<J, sigue siendo extremÁdl1!11et1te fuerte incluso la proclama en las escaleras de! río, firmada a la detecha «Marine-
en el siglo XIX. Esta cuestión es demasiado extensa para ser tratada en este
trabajo, pero véase R. \V. Ivla1coltnson, Popular Recreatío11s in El1glish Society, ros» y a la izquierda ... <<¡Libenad y Wilkes por siempre!».
1700·1850, Cambridge, 1973. El punto cena al de esta anécdota es que, en el clímax mismo
55. William L. Clemcnt Library, Ann Arbor, Michigan, Shelbume Papen,
vol. 133, «IV1emorials of Dialogues betwixt Several Seamen, a Certain Victurlller, de la huelga marinera, los dirigentes del movimiento pasaron varias
& a S. Master in lhe Late Rio1». Agrndezco al bibliotecario y a su personal horas de la tabema al maestro y de éste a un escribano, en busca de
que me permitieran consultar y citar estos papeles. un escribiente dispuesto a estampar la mayor afrenta a la autoridad
56 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE ¿ LIJe H A DF CLASES SIN CLASES? 57

que pudiera imagin'l.fsc: «Ni Rey». Es posible que los marineros no der la retórica antiaulotltaria de la tradición radical wbig; los poetas
fueran en ningún sentido reflexivo republiGlDos; pero era este el no pueden trascender la sensibilidad del bumano y generoso paterna-
mayor "C3í1ón» simbólico que podían disparar y, si hubiera sido lista 57 La furiosa cmta anónima que surge de las más bajas profun-
disparado con el <1¡xnente apoyo cic unos curtntos miles de hombres didades de la sociedad maldice contra la hegemonía de la gentry,
de mar británicos, habría sido sin du<..h:¡ un gran cañc'lnazo:56 pero no ofrece una estrategia para reemp1azarla,
La contienda simbólica adquiere su sentido sólo dentro de un _En cierto sentido es esta unR conclusión bastante conservadora,
equilibrio determinado de relaciones sociales. La cultma plebeya no pues estoy sancionando la imagen retórica que de sí misma tenía la
puede ser analizada aisladamente de este equilibrio; sus definiciones sociedad del siglo XVIl1, a saber, que el Acuerdo de 1688 definió su
son, en algunos aspectos, antagónicas 3 las definiciones de la cultura forma y sus relaciones características. Dado que el Acuerdo estableció
educada. Lo que va he intentado demosttar, quizá repetitivamente, la forma de gobictno de una hurguesía agraria,58 parece que era tanto
es que es posible que cada uno de los elementos de esta sociedad, la forma del poder estatal como el moelo y las relaciones de produc-
tO\TI<ldos por scpanldo, tengan sus precedentes y sus Sl1ccsnres, pero c¡6n los que determinaron las expfesiones políticas y culturales de los
que, al tomarlos en su conjunto, forman una totalilbd quc es m{]s cien nños siguientes. Ciertamente el Estado, débil como era en sus
que la simple suma de pnrtcs: es un conjunto de relaciones estruc- funciones burocráticas y racionalizadoras, era inmensamente fuerte y
turado, en el que el Estado, la ley, la ideología antiautoritaria, las agi- efectivo como instrumento auxiliar de producci6n por derecho pro-
taciones )' acciones directas de la multitud, cumplen papeles intrínse- pio: al abrir las sendas del imperialismo comercial, al imponer el
cos al sistema, y dentro de ciertos límites asignados por este sístema, cerramiento de los campos, al facilitaf la acumulaci6n y movimiento
límites que son simultáneamente los límites de lo que es política- de capital, tanto mediante sus funciones bancarias y de emisión de ti-
mente «posible» y, hasta un p:ado extraordinario, también los lími- 57. Yo 110 (hJ~(l de que huhiera una auténtica y significativa tradición
tes de lo que es intelectualmente y cultllfalmcnte «posible». La mul- paternalisln entre la f!.clllry y los grupos profesionales. Pero esa es otfa
titud) incll.lso Ct18ndo es más avanzada, sólo raramente puede tl'ascen- cuestión, lAl que me ocupa a mí aquí es la definición de los límites del
lJaternalisnlD, y presentar objeciones ~\ la idea de que las relaciones sociales
(o de clase) dd siglo XVlJI es:aban mediatizadas por el paternalismo, en sus
56 Hastn qué ¡ml1to las idc~s cxplícítas antimonnrquicns y republicanas ¡lropios 1"érminos.
cst:lhan presentes entre el t)ucbl0, cSl1t?_cinlmentc lhnantc los turbtllcntos a\10S 58. El profesor J. H. Hexter se quedó sorprendido cuando yo pronuncié
1760, es Ull,l Cucstil1n m,ls ft"CClJC!1tC!11cn:c dejad,l de ];ldo con un,l ncgativn, esta unión impropia (<<burguesía agraria») en el seminario del Davis Centre
que investigada. El CnOrtllCmcnte ndinso tn,b¡ljo de Gcorg(~ Hutlé sobre la de Princdon en 1976. Perry Andel·soll también quedó sorprendido diez años
multitud londinense tiende a evidencinr un escepticismo metodológico hacia ante~: <'<Socialísm ancl Pseudo"Emp¡ricism~>, New Left RcvieuJ, XXXV (enero--
las motivaciolles pnHticas "ídealcs»: "sí, se ha tropezado con el fU1l10r, en febrero 1966), p. 81: «Ona burguesía, si es que el término va a retener algún
otra fuente, de que los manifestantes utilizabnn el sll)gaJl «Ni \"\Tilkes, Ni Rey», significado, es un3 clase con base en las cíudadcs; eso es lo que significa la
pl"W lo ha c!escchfldo com(' un ~imrlc fumor; véase e, Fudé, \Vilkc.í dlld p::tlflbnn). Véase tfllnbién (en mi lado de la polémica), Genovese, Tbe \Ylorld
Lilli"rfy, Oxford, 1962, p. 50; Vé;lS~ nrcwcr, 0r. cit., p. 190; \Y/. J Shclton, fbe Slaveholdcrs Made, p. 249; Y un comentario juicioso sobre este asunto
de Richard .1ohnsoo, \Vorki,¡?, Papen in Cultural Studies, Birmingham, IX
EI!glish Hlfugcr al/ti INdustrial Disordcr5, 1973, pp. 1.88, ]90. Por olra pfltte,
tenemos el fl'crtc ClíPeo! de J. tI. PIUlllh: «Los hi"tori"ldrncs, me parece, (primaverfl 1976), Mi rcforn1111Actón de este {algo cohvencional} argtlmento
nunca dan el suficien1e é¡lfasis a la pr('\,:::I1('!lCia de cnco!lfl(los sentimientos rnarxis:a se hizn en «The PecuHarities o.f thc English)}, Socialisf RegiJter
antimonárqllicos, lJtorrepuhlicanos en los ailn~ 1760 v lT7fb (<<Politica1 j\:Ian»-, 09(,5), esp. p. 318. En él subr<1Yo no sólo la lógica económica del CApitalismo
op. cit., p. 15). «N() <.:S prohahlc que pCHhnlos d(·'scuhrir 1:1 verdad en lf1s ngrario, sino la amalgama específica de atributos urbanos y rurales en el
fucnte:; impre<:;ls, sujetas al escrutinio del Abogado del Tcsorn, Hay momen- estilo ele vida de In W'11fry del siglo XVllI: los lugares de baños; la temporada
tos, dUranll' es:a;; déc,d8s, en que se tiel1f~ la scns"ciún de q\le una buena de Londres o la temporada de ciudad; los ritos de pasaje periódicos urbanos,
pl-Htc del jlueblo inglés cstClban 11l,ís dispucst'0s a separarse de la Cor(l\l(l que en Cdllcflción o en los VrlrÍOR mercados matrimoniales; y otros atributos espe-
J\~S <11l1cric1!los; pCrl1 tuvieron la clcsgrlcia de nn CS!.;H protegido<; por el cíficos de la cultura mixta agraria-urbana. Los argumentos económicos (ya
Al1~ntico. En 1775, aígunns ,utc!'anos rrivilcgiadanlcntc silU8doc:: rudieron se- presentados caneel-amente POt Dobb) han sido reforzados por Brenner) op. cit.,
pararse m:ís dirc(t1l1l1Cllte, ~' h,s ,lgentes americanos (di<:frazados con rnpas de esp, pp. 62-68. Se encuen~ta mtÍs evidencia sobre las comodidades urbanas
Tnl1jcrl CS1,lh;ln rccluLl1ll1o '1l"11Y8I11C!1'.C m;'is de UIl harco (omp]c1u dt~ cmpin· al alcance de b f!.fnfry en Petcr Borsay, «The Englísh Urhan Renaissance:
teros na\'ales de \XT0C.]-\I:ich» (\Xlilli>Ull 1,. Ckment Libro)!"v, \Fcddcrbftr/l Papen, The Df'\7eloplnent of Provincial Urban Culture, c. J 680-c. 1760», Social
11, J, Pn\\'!1;lll a Ak.xandcr \Vcddcrbllrn, 2.3 dc agosto- dE: 1775). Hisl()f"Y, V (mayo 1977).
58 TRADICTÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA nr; CLASE ¿LUCHA DE CLASES SIN CLASES? 59

tu los como, más abiertamente, mediante las extracciones patasitarias impusieron a los ricos ciertos deberes y funciones paternaEstas tanto
a sus propios funcionarios. Es esta combinación específica de debili- como se les imponía a ellos la deferencia. Ambas partes de la ecua-
dad y fuerza lo que proporciona la «iluminación general» en la que ción estaban restringidas a un mismo campo de fuerza.
se mezclan todos los colores de la época; ésta la que asignal", a En segundo lugar, debemos recordar otra vez la inmensa distan-
jueces y magistrados sus papeles; la que bada necesario el teatro de cia que había entre las culturas refinada y plebeya; y la energía de
hegemonía cultural y la que escribía para el mismo el guión paterna· la auténtica auto activación de esta última. Sea lo que fuere esta
lista y antiautoritario; ésta la que otorgaba a la multitud su oportuni- hegemonía, no envolvía las vidas de los pobres y no les impedía
dad de protesta y presión; la que establecía las condiciones de nego- defender sus propios modos de trabajo y descanso, fotmar sus pro-
ciación entre autoridad y plebe y la que ponía los límites más allá de pios ritos, sus propias satisfocciones y' visión de la vida. De modo
los cuales no podía aventurarse la negociación. que con ello quedamos prevenidos contra el intento de forzar la
Finalmente, ¿con qué ak:lllCc y en qué sentido utilizo el concepto noción de hegemonía sobre una extensión excesiva y sobre zonas
de «hegemonía cultural»? Puede responderse a esto en los niveles indebidas." Esta hegemonía pudo haber definido los límites externos
prÁctico y teórico. En el práctico es evidente que la hegemonía ele de lo que era políticamente y socialmente practicahle y, por ello,
la ge1lt,." sobre la vida política de la nación se impuso de modo efec- influir sobre las formas de lo practicado: oheda el armazón desnudo
tivo hasta los años 1790:" Ni la blasfemia ni los episodios esporá- de una estructura de relaciones de dominio y subordinación, pero
dicos de incendios premeditados ponen esto en duda; pues éstos no dentro del trazado arquitectónico podían montarse muchas distintas
quieren desplazar el dominio de la gel1try sino simplemente castigarla. escenas y desarrollarse dramas diversos.
Los límites de lo que era políticamente posible (hasta la Revolución Con el tiempo, una cultura plebeya tan robusta como ésta pudo
Francesa) :se expresaban externamente en forma constitucional e, in- haber alimentado expectativas alternativas, que constituyeran un
ternamente, en el espíritu de los hombres, como tablíes, expectativas desafío a esta hegemonía. No es así como yo entiendo lo sucedido,
limitadas y una tendencia a formas tradicionales de protestR) destina- pues cuando se produjo la ruptura ideológica con el ¡laternalismo,
das a menudo a recordar a la gelltry sus deberes paternalista,. en los años 1790, se produjo en ptimer lugar menos desde la cultnra
Pero también es necesario decir lo que 110 supone la hegemonía. plebeya que desde la intelectual de las clases medias disidentes y
No supone la admisión por parte de los pobres del pnternalismo en desde allí fue extendida al artesanado urban0 6 ! Pero las ideas paini-
los propios términos de la gel1try o en la imagen ratificada que ésta
tenía de sí misma. Es posible que los pobres estuvieran dispuestos 60. En una crítica relevante de ciertos usos del COl1cep:o de hegemonía,
a premiar con su deferencia a la gCl1trYJ pero sólo a un cierto precio. R. J. Mortis observa que puede Ímplicar «prácticamente la imposibilidad de la
d8se obrera o de secciones organizadas de la misma para poder generar
El precio era sustancial. Y la deferencia estaba a menudo privada de ideas radicales independientes de la ideología dominante». El concepto
toda ilusión: desde abajo podía considerarse en parte necesaria para implica la necesidad de buscar intelectuales para él mismo, mientras que el
la autoconservaciótl, en parte como la extracción calculada de todo sistema de valores dominante se ve como «una variable exógena indepen-
dientemente generada}} de grupos o clases subordinados (<<Bargaining with
lo que pudiera extraerse. Visto desde esta perspectiva, los pobres Hegcmony;), 13ullc/in 01 (he Society 101' the Study o{ Lahotlr Hi.ítor)l, XXXV,
ntnño 1977, pp. 62-63). Véase también la aguda respuesta de Genovese a las
59. Digo esto a pesar ce la cuestión suscitada en In nota '54. Si los senti- críticas a este punto: «La hegemonía implica lucha de c1ase~ y no tiene
mientos republicanos se hubierfln convertido en una hlcrza efectiva, creo que ningún ."entielo aparte de eHa No tiene nada en com\ll1 con historia del
sólo 10 habrían hecho bajo la dirección de una gentry repuhiican<1, en la (011$CI150 y Icpresenta su antítesis: una forma de definir el contenido histórico
primera etapa. Recibo con gusto la nueva visión de Jaho Brewer del ritual de la lucha de clases en épocas de quiescencia) (Radical History Review,
y el simbolismo de la oposición wilkcsiana (Rrewer, op. cit .. esp pp. 181-191 L invierno 197()-1977, p. 98). Me alegro de que esto se haya dicho.
Pero si \Vilkes hizo el papel del tOf1'~O para la multitud, nunca dejó de ser 61. La cuestión de si una clase subordinada puede o no desarrollar una
un tonto-caballero En términos generales, mi artículo se ha ocupado princi- crítica intelectual coherente de la jdeología dominante .~y una estrategia que
palmente de la «autollctivante» multitud plebeya, y (una seria debilidacD me llegue más allá de los límites ele su hegemonía~~ me parece ser una cuestión
he visto forzado a dejar fuera la multitud con licencia o manipulada por la histórica (es decir, una cuestión respecto a la cual la historia ofrece muchas
gCl1try. respuestas diferentes, algunas muy matizadas), y no una que puede ser resuelta
60 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CU\S.E ¿LUC.H A DE CLASES STN CLASES? 61

las, transportadas por los artesanos a una CIlltnra plebeya más ex~
tensa~ desarrollaron en ell<l nlÍces instantáneamente, y quizá la pro- VI
tección que les proporcionó esta robusta e independiente cultura les
permitiera (loreeer y propag?rse, hasta que se produjeron las grandes La VleJfl eCUHClon patcrn~1isTllo-deferencia perdh fuerza incluso
y nada dderentes agitaciones populares al término de las guerras antes ele la Revolución Francesa, aunque vio una tCllll'ntal reanima-
francesas. ción en las muchedumbres pnrtidarias de Tglesia y Hey de principios
Digo esto teóricamente. El concepto de hqrcITIonía es inmensa- de los años 1790, el especuículo militar y el antig,dicanismn de las
mente valioso, y sin él no sabríamos entender la estrllcturaóón de guerras. Los motines de GorJon habían presenciado el clímax, y tam-
relaciones del siglo XV1!1. Pero mient,""s que esta hegemonía cultural bién la apoteosis, de In licencia plebeya; ~ inflingieron l1l1 trauma a los
pudo definir los límites de lo posible, e inhibil~ el desarrollo de hori- gobernantes que puede ya observarse en el tono cada vez más disci-
zonte;:; y ¡::xpcctativns altctnativps, este proceso no tiene nnda de plinario ele los ni10S 1780. Pero, por entonces, la telnción tecíproca
determinado o automático, 1Jna hegemonía tal sólo puede ser mante, entre W'/1tr)' y plebe, inclinándose ahora 1e un lado. ahmn del otro,
nida por los gohernantes mediante 11n constante y dicstl-o ejercicio, hahía durado un siglo, Por muy desigual que resultMa estn relación.
de teatro y concesión. En segundo lugar, la hegemonía, incluso cuan- la gentil' necesitaba a pesar de todo cierta clase de apovo de los po-
do se impone con fortuna. no impone una visión de la vida totali- bres, y éstos sentían que eran neccsitndos. Durante CAsi cien años los
zadora; más bien impone orejeras que impidan In visión en ciettas pobres no fueron los completos perdedores, Conservaron su cultura
direcciones mientras la dejan libre en otras, Puede coexistir (como tradicional; logral'on atajar parcinlmente la disciplina Ioboral del pri~
en efecto 10 hizo en la Inglaterra del siglo XVIII) con una cultura me!: industrialismo; quizás ampliaron el alcnncf' de las Leyes de
del pueblo vigorosa y autoactivante. derivada ele SllS propias expe~ Pohres; obligaron a que se ejerciera una caricbd que pudo evitar
r¡encías y recursos. Esta cultura, que se resiste en muchc).) l~untos a que los aRos de escasez se convirtieran en crisis de subsistencias; y
cualquier forma de dominio exterior, constituye una nmenaZa omni" disfrutaron de las libertades de Lrnzarse a las calles. empujar, b()s~
presente a las descripciones oficiales de la realidad; dados los violen- tezar y dar hurras, tirar las casas de panaderos o disidentes detesta-
tos uaqueteos dE' la experiencia y la inuotnisión de propagandistas hles, y de 1'na disposición bulliciosa y no vigilada que asombraba a
«sediciosos». la multitud partidaria de Iglesia v Rey puede hacerse los visitant12:s cxtt<-lnjeros y casi les indujo crróncnrnentc a pensar que
jacobina ü ludit", la leal al'mada zarista puede convertirse en una eran "libres», Lns aiíos 1790 eliminaron tal ilusión v, a raíz de las
flota bolchevique insuuecta, Se sigue que no puedo aceptar la opi- experiencias de esos nños, la relación de reciprocichld S;lltÓ, Al saltar,
nión, ampliamente difundida en algunos círculos estructuralístas y en ese mismo momento, perdió la gen!ry su confiada hegemonía cul-
marxistas de Europa occidental. de que la hegemonía imponga un turaL Pareci" repentinamente quc el mundo no cstabn. después de
dominio total sohre los gobernados --o sobre todos aquellos que no todo, ligado en t.odo punto por sus gobernantes y vigilndo por su
son intelectuales-- que alcanza hasta el umbral mismo de su expe~ poder. Un hü1l1hfC era un hombre «<1 pesrt!' de todo». Nos apart3mos
rienda) e implnnta en sus espíritus desdE' su nacimiento categorías del campo de fuerza del siglo XVI11 v entramos en un pcrí"do en que
de subordinación de las cuales son incapaces de liberarse y para enya se produce una reorganización estructural de rcL1Cioncs de clase e
corrección su experiencJa resulta impot.ente. Pudo oCLluir esto, aquí ideología, Se hace posible, por primera vez, analizar el pl"Oceso his~
y allá, pero no en Inglat<'rt:a. no en el siglo XVIII, tlÍrico en los términos de notaciones de clase del siglo XIX,

C(1J1 pr01lunci;-¡micntns de «pr,íctic;-¡ tcúricm" "fl l1ÚrnCf(1 de «in!clcctlJ~le~ org~­


nicn:;)~ (en el sentido de Cnllmcil entre los 'WtC'Sil.!105 y tr;lhaj::1.dotcs de Gran
Thetililil entre J "lOO \' J R"ín !lO elche subcstjlJ1~lr:;c
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 63

ocasional y espasmódica, en la trama histórica, en épocas de distur-


bios sociales repentinos. Estas irrupciones son compulsivas, más que
autoconscientes o autoactivadas; son 'simples respuestas a estímulos
económicos. Es suficiente mencionar una mala cosecha o una dismi-
nución en el comercio, para que todas las exigencias de una explica-
ción histórica queden satisfechas.
Desgraciadamente, aun entre aquellos pocos historiadores ingleses
LA ECONOMíA «MORAL» DE LA MULTITUD que han contribuido a nuestro conocimiento de estos movimientos
EN LA INGLATERRA DEL SIGLO XVIII· populares, se cuentan varios partidarios de la imagen espasmódica.
No han reflexionado, sino de manera superficial, sohre los mate-
riales que ellos mismos han descubierto. Así, Beloff comenta con
Al que acapare el trigo el pueblo lo maldecid; respecto a los motines de snbsistencias ({oad riols) de principios del
Inas la bendición recaerá sobre quien ]0 venda. siglo XVIII: «este resentimiento, cuando el desempleo y los altos pre-
cios se combinaban para crear condiciones insoportables, se descar-
Proverbios XI, 26
gaba en ataques contra comerciantes de cereales y molineros, ataques
que muchas veces deben de haber degenerado en simples excusas para
1 el crimem,-' Sin embargo, registraremos inútilmente sus páginas en
busca de la evidencia que nos permita detectar la frecuencia de esta
«degeneración». Wearmouth, en su útil crónica de los disturbios, se
Hemos sido prevenidos, en los últimos años --por George Rudé permite ennnciar nna categoría explicatoria: la «miseria».' Ashton,
entre otros-, contra el uso impreciso del término «populacho». Qui- en su estudio sobre los motines de subsistencias entre los mineros,
siera en este artículo extender la advertencia al término «motín», formula e! rrgumento propio del paternalista: «la turbulencia de los
especialmente en lo que atañe a los motines de subsistencias en la mineros debe, por supuesto, ser explicada por algo más elemental
Inglaterra del siglo XVIII. que la política: era la reacción instintiva de la virilidad ante el ham-
Esta simple palabra de cinco letras puede ocultar algo susceptible bre»' Los disturbios fueron «rebeliones de! estómago», y puede
de describirse como una visión espasmódica de la historia popular. sugerirse que esto, en cierto modo, es una explicación reconfortante.
De acuerdo con esta apreciación, rara vez puede considerarse al La línea de análisis es: hambre-elemental-instintiva. Charles Wilson
pueblo como agente histórico con anterioridad a la Revolución continúa la tradición: «Alzas espasmódicas en e! precio de los ali-
Francesa. Antes de este período la chusma se introduce, de manera mentos incitaron al modn a los barqueros del Tyne en 1709 y a los
mineros del estaño a saquear graneros en Falmouth en 1727». Un
* «Tbe Moral Econorny of the English Crowd ín the Eightecnth Ccntury»¡ espasmo condujo a otro: el resultado fue el «pillaje».'
Past al1d Present, n.O 50 (febrero 1971), pp. 76-136. (Copyright mundial: Past
and Present Socicty, Corpus Chrísti College, Oxford). Este artículo se basa 1. M. BeloH, Publie Order al1d Popular Dislurbal1ees, 1660-1714, Oxfotd,
en una investigación comenzada en 1963 y tetrtt"ada duran te los tí ltimos 1938, p. 75.
cinco años por las exigencía~ de trabajo en una nueva universidad. Una primera 2. R. F. Wearmouth, Metbodism al1d Ibe Common People 01 Ibe Eigbleelllb
versión fue presentada en una conferencia organizada por el Departamento Century, Londres, 1945) esp. caps. 1 y 2.
de Historia de la Universidad del E~:ado de Nueva Y otk en Buffalo, en 3. T. S. Ashton y ]. Sykes, The Coal 1I1duslry 01 lhe Eigbteenlb Cenlury,
abril de 1966. Tengo que agradecer a la Fundación NuffieId una reciente Manchester, 1929, p. 131.
ayuda de investigación, y a Mr. Ma1colm Thomus, Miss J. Neeson y Mr. E. E. 4. Charles Wilson, England's Apprenticesbip, 1603-1763, Londres, 1965,
D0dd su ayuda. El trabajo original ha sido tevisado y ampliado en varios p. 345. Es cierto que los magistrados de Falmouth informaron al duque de
puntos. [Publicado antetÍotmente en castellano en Revista de Occidente, n.O 1.33 Newcastle (16 noviembre 1727) de que <dos revoltosos mineros del estañm>
(abril 1974), pp. 54-125.] habían «irrumpido y saqueado varías despensas y graneros de cerc:1h:,. Su in-
64 TRADICIt)N, RFViJE1.:l'A y CONSCtENCfA DI', CJ,ASF. LA ECONOMÍA MORAL DE LA MlJLTITUn 65

Durante dé,cadas, la historia sodal sistemática ha quedado reza·· El lado débil que comparten estas explicaciones es una imagen abre-
gada con respecto a la historia económica, hasta el momento actual viada del homhre económico. Lo que es quizá un motivo de sorpresa
en que se da por hecho que ui1a especialización en la segunda dis- es el clima intelectual-esquizoide, que permite a esta historiografía
ciplina confiere, autom,\ticalnente, igual nivel de 11crícia -a ]a primera. cUf1ntitativa coexistir (en los mismos sitios y a veces en las mismas
Ono no puede quejarse, por lo tanto, de que las recientes investiga- mentes) con una antropología social que deriva de Durkheim, Weber
ciones hayan tendido a tergiversar y cuantificar testimonios que sólo o Malino\Vski. Conocemos muy bien todo lo relacionado con el deli-
se han entendido de manera imperfecta. El decano de la escuela cado tejido de las normas sociales y las reciprocidades que regulan
espasmódica es, 'lor supuesto, Rostow, cuyo tosco «gráfico de la la vida de los isleños de Trohriand, y las energías psíquicas involu-
tensión social" fue presentado en 1948 por ¡lrimeta vez.' De acuerdo cradas en el contenido de los c\Jltos ele· Melanesia; pero, en algún
con este gráfico, no necesitamos más que unir un índice de desempleo momento, esta criatura social infinitamente compleja, el hombre
y uno de altos precios alimenticios pmn encontrarnos en condiciones me1ancsio, se convierte (en tll1cstrns hjstorias) en el minero inglés
de hacer un gráfico del curso de los distnrbios sociales. Esto contiene del siglo XVTTT que gnlpea sus 1TInnos espasmódicatllC'ntc sobre su
llDa verdad autocvidcntc (1a gente protesta cuando tiene hambre); estómago v responde a estímulos económicos elementales.
de igual manera que un «gLáfico de la tensión sexua1» Jllostr;tría que A esta visión espasmódica opondré mi l)fopio punto de vista. 6
el comienzo de la madurez sexual puede corre1ncionarse co11 una Jna- Es posible ddcctar en casi toda acción de masas del siglo XVIII alguna
yor frecuencia en dicha actividad. La objeción es que este gráfico, noción lcgitimizantc. Con el concepto de legitimizaci6n quiero decir
si no se usa con discreción, puede dar por concluida la investig3clón el que los hombres y las mujeres que constituían el tropel creían es-
en el punto exact.o en que ésta adquiere verdadero interés sociológico tar defendiendo derechos o costumbres tradicionales; y, en general,
o cultural: cuando está hambrienta (o con apetito sexual), ¿qué es que estaban apoyados por el amplio consenso de la cOlllunidad. En
lo que hace la gente?, ¿cómo es modificada su conducta por la cos- 0casiones este consenso popnbr era confirmado por una cietta tole-
tumbre, la cultura, y la tazón? Y (habiendo convenido en que el rancia por parte de las autoridnc1cs, pero en la Jn8YOrí;¡ ele los CASOS,
estímulo primario de la «miseria» está presente), ¿contribuye la con- el consenso era tan mateado y enérgico que anulaba las motivaciones
ducta de las gentes a una función más compleja, y cultutalmente de temor n respeto.
mecliatizad,l) que -por 111ocbo que se cueza en el horno del análisis El lllotín de subsistencias en la Inglaterra del siglo XV1I1 fue
estaelístico- no puede rettoUaerse de nuevo al estímulo? O"a fotma muy compleja de acción popular directa. disciplinada y
Son muchos, entre nosotros, los historiadores del desarrollo cul- con claros objetivos. IIasta qué punto estos ohjetivos fueron alcan-
pables de un craso reduccionismo económico que elimina las com- zados --esto es, hasta qué punto el motín de subsistencias fue una
plejidades ele motivación, conducta y función; reduccionismo que, de forma de r1cción coronnda por el éxito---- es una cuestión muy in~
gdvertirlo en el trabajo de sus colegas marxistas, les haría protestar. trincada para abotdarla dentro de los límites ele un artículo; pero
pnede al menos plantearse en vez de negarla y abandonarla sin
examen, como de cost\lmbre, y esto no puede hacerse h,,,'a que sean
forme concluye eol1 un comentario que sugiere que no {UCfClO mucho más identificados los ohjetivos propios de la tnuchcdumhre. Es cierto,
capaces que alguno~ historiadores modernos en c0111prcndcr la racion:::tlidad de la
acción directa de los ml11cros: <da causa de estos atropel\os, según pretendían pnr SUpl1cstO) que los motines de subsistencins eran provocndos por
los amotinados, efa la escasez de grano en el condado, pero esta sugerencia precios que sl.1bínn vertiginosatl1ente, por práctic{1:"; incorrectas de los
es probablemente falsa, pues la m3yotÍa de los que se llevaron el grano lo comerciantes, o por hambre. Pero ·estos agravlos opetaban dentro
dieron o lo vendieron a un cuarto dc su precio,), PRO, sr 36A.22.
5. \v. \"r. Roslm-v, 13rilüh EconolJly in fbe Ninctecnib CC 11 !ury, Oxford,
1948, e~p. pp. 122-1.25. Elltre los más jnl'cre:~antes estudios que relacionan Ú He: ('nconl t<1rlo de 1:'1 máxima milidlld el estudio pionero de R. B. Hose,
precios-cosechas Y disturbios populares están: E. J. Hobsb::nvm, «Economic "Eightccnth (('ntory Pricc Riots <1!1d Pl1h1ic Pnlicy in Englanch, [lllernatÍOl1al
Fluctuations and SOIllC Social :rvJcvcmcnts.'-,., Lahourhti!, MCII, Londres, 1964, Y R.c.'FieUl 01 Snrifl! }-lis!()I"Y. VI (19Gl), y G. Fudé, Thr Croll,d in History,
T. S. Ashtol1, Eco!lomic Fluctualiol1s i/1 Ellgland, 1700-1800, OxforJ, 1.959. :\Qc\,<1 YNk, 19(d.
TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMÍA MOHAL DE LA MULTITUD 67
66

de un consenso popular en cuanto a qué prácticas eran legítimas y boyante flotaba sobre un mercado irascible, que podía en cualquier
cuáles ilegítimas en la comercialización, en la elaboración del pan, etc. momento desatarse en bandas de merodeadores, que recorrían el
Esto estaba a su vez basado en una idea tradicional de las normas y campo con cachiporras, o surgían en la plaza del mercado para «fijar
obligaciones sociales, de las funciones económicas propias de los dis- el precio» de las provisiones a un nivel popular. Las fortunas de las
tintos sectores dentro de la comunidad que, tomadas en conjunto, clases capitalistas más fuertes descansaban, en último término, sobre
puede decirse que constituían la «economía '''morar' de los pobres». la venta de cereales, carne, lana; y los dos primeros artículos debían
Un atropello a estos supuestos morales, tanto como la privación en ser vendidos, con poca íntervención de los intermediarios, -a los mi-
llones de personas que componían la legión de los consumidores.
sí, constituía la ocasión habitual para la acción directa.
Aunque esta «economía moral» no puede ser descrita como -«po·· De aquí que las fricciones del mercado nos lleven a una zona crucial
lítica" en ningún sentido progresista, tampoco puede, no obstante, de la vida nacional.
definirse como apolítica, puesto que supone nociones del bien pú- En el siglo XVTII la clase trabajadora no vivía sólo de 1'''", peto
blico categórica y apasionadamente sostenidas, que, ciertamente, en- (como muestran los presupuestos reullidos por Eden y David Davies)
contraban algún apoyo en la tradición paternalista de las autoridades; muchos de ellos subsistían casi exclusivamente por el pan. Este pan
nociones de las que el pueblo, a su vez, se hada eco tan estrepitosa- no era todo de trigo, si bien el pan de trigo fue ganando terreno
mente que las autoridades eran, en cierta medida, sus prisioneros. De continuamente sobre otras variedades hasta principios de la década
aquí que esta economía moral tiñese con carácter muy general el de 1790. Durante los años sesenta, Charles Smith calculó que de la
gobierno y el pensamiento del siglo XVIII, en vez de interferir única- supuesta población de alrededor ele 6 miJlones de Inglaterra y Gales,
mente en momentos de disturbios. La palabra «motín» es muy corta 3.750.000 comían pan de trigo, 888.000 lo consumían de centeno,
739.000 de cebada y 623.000 de avena.' Hacia 1790 podemos calcu-
para abarcar todo esto. lar que por lo menos dos tercios de la población consumían trigo.'
El esquema de consumo refleja, en parte, grados compnrativos de
pobreza, y en pArte, condiciones ecológicas. })istritos con suelos po-
II
bres y distritos de tierras altas (como los Peninos) donde el trigo no
Así como habhmos del nexO del dinero en efectivo surgido de la maduraba, eran Jos bastiones del consumo de otros cereales. Aun,
en los años noventa, los trabajadores de las minas de estaño de
revolución industrial, existe un sentido en el que podemos bablar
del nexo del pan en el siglo XVIII. El conflicto entre campo Y ciudad Cornualles subsistían en su mayor parte gracias al pan de cebada.
fue mediatizado por el precio del pan- El conflicto entre tradiciona- Se consumía mucha harina de avena en Lancashire y Y orkshire, y
lismo y la nueva economía política pasó a depender de las Leyes no sólo por parte de los pobres. Los informes de Notthumberland
Cerealistas. El conflicto económico de clases en la Inglaterra del si- son contradictorios, pero parecería que Newcastle y muchas aldeas
glo XIX encontró su expresión característica en el problema de los mineras de los alrededores se habían pasado por entonces al trigo,
salarios; en la Inglaterra del siglo XVIII, la gente trabajadora era mientras que el campo y ciudades más pequeñas se alimentaban de
pan de avena, de centeno, un pan mezcla de vados cereales {I o una
incitada a la acción más perentoriamente por el alza de precios.
Esta conciencia de consumidor altamente sensible coexistió con la mezcla de cebada y legumbres secas. 1O
gran era de mejoras agrícolas del cinturón cerealista del Este y del 7. C. Smith, Threc Tracts on lhe COlon-TraJe ona Corn-Laws. Londres,
Sur. Esos años que llevaron la agricultura inglesa a una nueva cima 1766', pp. 140, 182-185. .
en cuanto a calidad, están jalonados de motines --o como los con- 8. Fitzjohn Brand, A Determinatirm 01 lhe Average Depl'cssion 01 \V heal
iN \t'ar bclow lbat 01 the Preceding Peace ... ) Londres, 18:00, pp. 62-63, 96.
temporáneos a veces los describen, de <<Ínsurrecciones» o «levanta- 9. Para ({maslim> (un pan hecho de varios cereales)) véase Sir William
mientos ele los pobres»- 1709, 1740, 1756-1757, 1766-1767, 1773, Ashley, The Bread 01 our Forclathers, Oxford, 1928, pp. 16-19.
1732, y, sobre todo, 1795 y 1800-1801. Esta industria capitalista 10. C. Smith, op cit., p. 194 (par!'! 17(5). Pero el alcaldr: de N('\,-'nlst!c
68 TRAnTClóN, REVUELTA Y CONSCTF,NCJA nE CL¡\SF
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUt)
69
A lo l"rgo del siglo, nuevamente el pan Llanco fue gallOnc!o te
A finales de siglo, los Sentlmlcntos de status estabBn profunda-
treno a variedndes m<Í.f. oscuras de harina integral. Esto se debió en
mente arraigados dondequierB que prevaleciese el pan de trigo y este
parte a una cuestión de valores de status, de posición relativa, que se
fuese "1nenazado 1'0,. la posibilidad de mezclas más bstas. Se insi-
asociaron ;11 pnn blanco, pero en modo nlguno fue exclusivall1C'_ntc
nó" que los ttabajadores acostumbmdos al pan de ttigo 110 podían
por eso. El problema es m~ís complejo, y pueden mencionarse rápidn-
en verdad trahajar -sufríau de dehilidad, indigestión, o náuseas-
fIlen te varios de sus aspectos.
si les [orzaban a catnhiat al pan hecho con l\1e7.clas más bast"s. Aun
Era productivo p3r1 los panaderos y molineros vender pan blanco
frente a los "troces precios de 1795 y 1800-1801, la resistencia de
o harinas finas, pues el beneficio que podía obtenerse de estas ventas
gran parte de los trabajadores resultó invencible.'·' Los diputados del
era, en general, lTInyor. (Irónicamente, esto fue en parte consecuen-
gremio en Calne inform"ton al Consej~ Privado (Pri,,1' C()u7Icil) en
ciJ de la protección patcrnalista al consumidor, pues el J\ssizc of
1796 que RC'.nte «que merece confianza>;> estaba usando las mezc1a~
Bread --·regulación o «Reglamento sobre el Precio del P<'lIl» , de de cchada y trigo requerjdas por lRs autoridades, y que los nrtesanos
acuerdo con el precio del grano- intentaba evitar que los panaderos y obrerDs pobJ-es con fBmilias numetoS"S
obtuvieran sus ganancias del pan de los pobres; por lo tanto, iba en
Ínterés del panadero el hacCf la menor canl idad posible para «uso han uSildo en general sol<lmenl.e pi111 de cebacli1. El resto, que
doméstico», y esta pequeña cantidad hacerla ele pésima calidad.) 11 En Slllnan qlli'1;;1 alrededor de 1J{1 tercio de los artcs:mos pobres, y
las ciudades, que estaban aletta contta el peligro de la "dulteracicín, otros, con familias mns pequeñas (diciendo que ellos no podí:1n
el pan negro era sospechoso, pues podía ocultar fáci1l11ente aditivos ohtener más que pan) han comido, como antes de la escasez, sob. .
tóxicos. En las óltim"s dócachs del siglo muchos molineros "dapta- mente pan de panaderífl hecho de Higo llamado de segunda.
ton sus maquinarias y sus tamices en tal fonna que, de hecho, no
servían para prepann- la h<1rinJ para la hogaza doméstica de tipo in- El algmlcil de Heigate informaba en términos simibre<;:
termedio, !Jroducicndo sólo las mejores calidades para el pan bbnco
y los desperdicios, el salvado, para un pan negro que un observador En cuanto a los ttabajadore" pohres que flpcnn.s tienen ot.ro
consideró «tan rancio, repu 151vo y pernicioso como pata poner en ~ustcnto que el pan y que por la costumhre del vecindario siempre
han comido pan hecho solamente con trigo, entre elJos, no he
peligro la constitución fisica>;>.12 Los intentos realizados por las autori-
impuesto ní cxpresnoo el deseo de que con::;nmiescn pan de mezcla,
dades, en épocas de escasez, para imponer la manufactura de cali~
dades de harina más bastas (o, como en 1795, el uso gencr"1 dc la
hogaza «doméstica»), encontraron muchas elificult"des y con frecuen-
cia resistencia, tanto por parte de los molineros como de los pana- Cnnbridge, 1795, esp. pp. 25 .. 27. VéAse también 10td Tolln Sbdfield, Remark,;
(1/1 ,he [)c{irirfley o! Graln occ(1sioned by [he bad Haruesf ni 1799, Londres,
deros." 1800) esp. pp. 10.5 .. 106, para la evidencia de que (1795) «no hay pan dnmés~
tiro hecho en J,ondrcs}). Un correspollsnl de HO!llton describía en 176G el pan
doméstico como «una infame mezcla de sa lvado molido v cernido, al cual se
informaba (4 mayo 1796) que el pan de centeno era «muy usado por los
añade la peor clase de harín<1 inclasificl1ble»: [Jüt, iHS.S. CÓfJ1I11., eir)' 01 Excier,
trabajadores empleados en la Tndustria del Carhóm>, y 11n infemnador de serie LXXTII, p. 255. Sobre esta compleja cuestión, véase además S. y B.
flexharn Ahbcy decía que cebada, cebada y kgumhrcé' ~ccas, o alnbias <<eS el \\fcbh, ~(The Assizc of Breacb, EC0110!n;C .Toumal XIV (1904), esp. pp. 203-206.
único pan de los trabajadores pobres y de los ctiados de los agriC1. 1ltores . e
14. R. N. Salaman, Tbe [-listar')! a1Jd Social lnflucl1cr 01 I.hc Pota/o,
indu:-:.o de muchos agricultores», con ccnleno o «maslim> en las ciudades: PRO,
pe l.33.A.88. Camhridge, 19 49, esp. IIp. 493-517. La' resistencia se extendía desde las rcgionc"
consumidoras de trigo del sm y del centro a las consumidoras de avena del
11. Nathaniel Forstcr, AH Enquil')' illto the Cause of ¡be HiJ!,b Fria af
norte; un cmrcsponsal ele Stockport en 1795 ohr,crvó que «1.lIla muy generosa
Proflis-ions"¡ Londres, 176'-7, pp. 14<1-147.
12. J. S. Girdkr, ObsenJ¡1/ioils 011 tbe Pcntici()ff,í COllseqllcllces o{ FOJ'estall-
suscripción r1 sido hecha con el propósito de distribuir harina de avena u
otras ptClvisioncs entre los pobres a precios reducidos. ~ Esta medida, siento
ing, Regratillf!. and 1llgrossill5?, Londres, 1800, p. 88. decirlo, da poca satisfacción al pueblo, que to[lavía clama e insístc en obtener
13. El problema fue discutido con lucidez en [Gobernador] POW\l<1l!, pan ele 'trigo»: PRO, \VO 1.1094. Véase también J. L. y B. Hammond, The
COluidcratiol1,Í 011 the Scarcity and Higb Prices o{ J3read~corn (md Bread, Villag,e Labourer, Lundres, ed. 1966, pp. 119-123.
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUn 71
70 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE

por miedo a que no estén suficientemente alimentados pata poder El modelo paternalista exIstía en un cuerpo desgastado de ley
con su traba jO. estatuida, Así como en el derecho consuetudinario y ]ns costumbres.
Era el modelo que, muy frecuentemente, informaba las acciones del
Los pocos trabajadores que habían probado pan hecho de mez- gobierno en tiempos de emergencia hasra los años sctenta; yal cual
clas, «se encontraron déhiles, afiebrados, e incapaces para trabajar muchos magistrados locales continuaron apelando. Según este mo-
con un cierto grado de vigon>. Cuando, en diciemhre de 1800, el delo, la comercialización debía ser, en lo posible, dil-ecta, del agricul-
gobierno presentó un decreto (popularmente conocido como el De- tor al consumidor. Los agricultores habían de traer su cereal a granel
creto del Pan Negro o «Decreto del Veneno») que prohibía a los al mercado local; no debían venderlo mientras estuviera en las mieses,
molineros e18borar otra barina que no fuera de trigo integral, la y tampoco retenerlo con la esperanza de subir los precios. Los mer-
respuesta popular fue inmediata. En Horsham (Sussex), cados tenían que estar controlados; no se podían hacer ventas antes
de hotas determinadas, que se anunciarían a toquc de campana; los
Un grUllO de tnl1jctC's fue al molino de viento de Godscn, pobres deberían tener la oportunidad de comprar ellos primero grano,
donde, injuriando al molinero por haberles dado harina morena, harina de flor o harina, en pequet10s paquetes cuyo peso y medida
se apoderaron del lienzo del tamiz con el que el molinero estaba estuviesen debidamente supervisados. A una hora determinada, cuan-
preparando la harina de acuerdo con las normas del Decreto del do sus necesidades estuvieran cubicrtas, hahía de sonar lIna segunda
Pan, y lo cortaron en mil pedazos; amenazando al mismo tiempo campana, y los comerciantes al por mayor (con la oportuna licencia)
con tratar ;:lsÍ todos los utensilios similares que intentase usar podían hacer sus compras. Los traficantes estahan cercados de trabas
en el futuro de igual manera. La amazónica dirigente de esta y restricciones, inscritas en los mohosos pergaminos de las leyes
cabalgata en say<lS, ofreció después <l sus colegas licor) por valor
contra el acaparamiento, regateo y monopolio, codificadas durante el
de una guinea) en la taberna de Ctab Tree.
reinado de Edua.rdo VI. No debían comprar (y los agricultores no
debían vender) por muestreo, No debían comprar el cereal en la
Como resultado de semejantes actitudes, el decreto fue revocado en
mies ni adquirirlo para revender (dentro del plazo de tres meses), en
menos de dos meses.
el mismo mercado) con ganancias, o en mercados cercanos, etc. Cierta-
Cuando los precios eran altos, más de la mitad de los ingresos
mente durante la mayor parte del siglo XVIII el intermediario siguió
semanales de la familia de un trabajador podía muy bien gastarse
siendo legalmente sospechoso) y sus transacciones, en teoría, fueron
exclusivamente en pan 15 ¿Cómo pasaban estos cereales desde la tierra severamente acotadas .16
a los hogares de los trabajadores? A simple vista parece sencillo. He
De la supervisión de los mercados pasamos a la protección del
aquí el grano: es cosechado, trillado, llevado al mercado, molido
consumidor. Los molineros y -en mayor escala- los panaderos era o
ell el molino, cocido y comido. Pero en cada etapa de este proceso
considerados servidores de la comunidad que trabajaban, no para
hay toda una irradiación de complejidades, de oportunidades para
la extorsión, pun tos álgidos alrededor de los cuales los motines po-
16. El mejor estudio general de los mercados de grano del siglo XVIII es
dían surgir. Y apenas se puede proseguir sin esbozar, de manera todavía R. B. Westerfield, Míddlemen in English Btúiness, 1660-1760. Ne\v
esquemática, el modelo paterna lista del proceso de elaboración y I-laven, 1915, cap. 2 Véase también N. S. B. Grass, The Evol.utiol1 01 the
comercialización -el ideal phtónico tradicional al que se apelaba Englirh Corn Market f'·m" the Twelfth to the Eighteenth Century, Cambridge,
Mass., 1915; D. G. Barnes, A History 01 the English Corl1 Laws, Londres,
en la ley, el panfleto, o el movimiento de protesta-- y contra el que 1930; C. R. Fay, The Corn Laws and Sncial England, Cambridge, 1932; E.
chocaban las emb.lIazosas realidades del comercio y del consumo. Lipsan, Ecol1Omic HÜlory 01 Englalld, Londres, 1956', 1I, pp. 419-4419; L. W.
Moffitt, E1/gland Ofl the Eve 01 lhe Industrial RevolutiOfl, Londres, 1925,
cap. 3; G. E. Pussell y C. Goodmen, «Traffie in Farm Produce in Eighteenth
15. Véase especialmente los presupuestos en D. Davies, The Case 01 Century Eng13nd», Agricultural His!ory, XII, n.O 2 (1938); ,hnet Blackman,
LabOllren in Husballdr:v, BJth, 1795, Y en Sir Frederick Eckn, The Sfate 01 the «The Food Supply of ao Industrial Town (Sch( ffieldh, Business History, V
Poor. Londres, 1797. T<llnbién, D. J. V . .Tones. «Thc Corn lZints in \XTales, (1963 )
17nllQ(¡1" 111",,!,¡' l-Jiu r.::! í'., 11 nO 4 f191S5). 3rt. 1. p. 347.
72 TTU\u\CIÓN. REVUELTA y CONSCIENCIA DE CLASE

lucrarse, sino para lograr una ganancia razonable. Iv1uchos de lo~


pobres cornprab<.Hl su grano e11 el mercado directamente (o lo obte-
I LA ECONOMÍA MORAr. DE LA MI.J!.'! 1 ¡"un

que ]a campana del ayunt~micnto sonaba. El AssizC' nf Rread estllbo.


mín vigente dunmtc el siglo XVln en Londres y en mucllas ciudncles
19
de rn r rcaclo_ En el C:1S0 de la venta por muestreo podemos observar
73

nían como un suplemento del salario o espigando); lo llevaban al


molino para ser molido, en cuyo caso el nl0linero podía cobrar la el peligro de asumir premnturamentc In disolución de las restricciones
maquila acostumbrada, y ellos cocer después su propio pan. En Lon- consagradas por ln costumbre.
dres y en las grandes c:udadcs donde esto había dejado ele ser la Sc supone con frecuencia que la venta de grano r~or muestreo
norma hacía mucho tiempo, el beneficio o ganancia del panadero era estaba generalizada a mediados del siglo XVll, CIlando Best descrihe
calculado ,le acuerdo con el Assize of Bread, en el que, tanto el la práctica en el este de Yorkshire,20 y eon segmidad en 1725, cuando
precio como el peso de la hogaza eran fijados con relación al precio Deloe redactéÍ su farnoso informe sobre' el comercio cerealista." Pero,
vigente del trigo r , mientrns lnllChos grandes agricultores vendían s.in duda por muestreo
Este modelo, por ,",upucsto, se <lleja en muchos puntos de lRs en la mayorh de los condados, por aqucl1as fechas, los ilntiguos mer-
rca1id;Jdes del siglo Lo más sorprendente es observar hasta qué
XVIII cndos de pucstos criln corrientes to(bvía y sobrcvivíill1 mín en los
punto funcionaba en parte tOllavía, Por ello, Aikin puede así des- alrededores de Londres. En 1718 el autor de un l'anflel<¡ dcscrihía
cribir en 1795 la ordc!1'H.b rcguhciúll del mercado de Preston: la decadencia de Jos II1cl"Cados rumles C01110 l1l1 hecho qlle había te
nido lugar en años recientes:
Jos mercadas sC111:1nales ... están cxtrcm;ldamcnte bien regulados
pat<l evitar el acaparamiento y el regateo. Sólo a la gente del Se pueJen ver pOC3S C05,15 l1p,nte ele jl1gUCtcrÍ:1s ~' puestos de
pueblo se le permite comprar a primera horn, de las ocho a las baratijas y chucherías ... Los impuestos casi h;:tll desaparecido;
nueve de la mañ;:111a, a las nueve pueden COnl.prM los demás; pero y donde --scglín memoria de muchos de los habitantes-···· solínl1
nint2"un:l lllCrG\I1Cí:l sin vender puede retirarse del mercado hasta venir antes n la ciudad en un dí;l, cien, doscientas, quizá 1"1"('.'-
la unr¡ en pllnto . cxccpnl<llb el pescndo 18 cienta;; cargas de gU.no, y en algunos 1l1unicipios Clwtrociclltns
ahofil. crece la hierba en el emplazamiento elel mercl1dí!.
En el mismo año, en el Sudoeste (otta de las zonas conocic1:1s por su
tnldicionalismo), las. ,'\lltotídadc:; 1111lnicipalcs de Exeter intentaron Los agricultores (se lamentaba) habían llegado a esquivar el mercado
cClntrnbr :1 los «revelldedores, buhoneros y detJl1ístas» excluyéndolos y a operar con corredotcs y otros «conttaban,list8s» (1 las puertas de
del mcrcndo dcsde las ocho de la mañana h:1sta mediodía, hora en aquel. Otros agricultores trrlÍan tod8vía al mcrcnclo una única cnrga
«para hacer un sÍtnl.lbcro de merc'Klo y pAra que les fijaran el pre.
J
17. S. y B. \\'/ebb. «The Assizc p{ Brc<1~b, Enmomic }L, XIV (.1904). cio», pero el verdadero negocio se hacÍll en «paquetes de gnmo r.n
18. J. Aikio, A DcsC/"ipt1(}!J o/ lhe COUl1l/'y Irol1J fhid)' lo lorly Míles
rOtll1d ALmchestcl", Londres, 1795, p. 286. Uno de los mejores fl1'Chivos de un una bolsa o en un p¡:¡ñuelo que son llamados JJZucslraJ,».n
bicn rcgu.iad.n mcrcado señorial del siglo XVIU es el de i'vhnchestcr. Aquí fneron Esta era, en efecto., ]a tendencia; peto mucllos pequeños agricul-
nombrados durante todo el siglo vigilantes de 111ctGlCl" pMa el pes(~do y .h
carne) para pesos y medidas de grano, para catTlcs blancas. ~"'lara el 1\ssi7,c of
totes continuaron vendiendo Su grano en Jos puestos del mercado,
Bread, así como catadores ele cel·Vel.a y <1gen~es pata impedir <(monopolio, como entes. y el viejo modelo quedó en la mente de los hombl'cs
nCflparamicnto y rcgatcQ», hastfl los liños 17SÜ fueron frcc1.1cn\es hs 1T111l!-;-¡S
por {leso o medida eSG1SOS, carnes invendibles) etc.; la stl[)crvisi6n f1lc c.lcs~)\lés
algo más ligerA (aunque continuó), con un resurgi111iento dc la vigihncia en 19. S. y B. Wcbb, op. cit., passim, y J. Btlrnctt, (,The BaHn¡:; Jndustry
los aílos 1.790. Se i111pusieron lllUlt{lS por vCllder cargas de gt'ano antes de que in thc Ninetcenth Cenl1.l1"Y'», B.T/SSineI His!nty, V (1963), pp. 9R-99.
sonar:l la Camp,lJ13 dc1 mercado en 17)4, 1737 Y 1748 (Cl1<1l1dn \\1i1\i:lIH Wyat 20. R1Iral Eco11omy ;11 y or I:s !Jire in 1G41 (Sllttee!' Socicty, XXXHI), 1g.57,
pp. 99-1ll5.
f\lc muhado en 20 chelines «por vender ilntes de que soniltrl la C!1!l1\XIIl8. y decla-
rM que vendería a cualquier lInfa del Día a pesar del Señnr del 1'' C\1(1<1 (1 de Ctml- 21. TIJe Com¡)!cfc E1Jgli.dJ Tl'adesman, Londres, 1727, 1I, parte 2.
quicr otra pcrSOn,h}), y otra vcz en 1760,. Thc Cor!rf Lecr Rccord.l· 01 !he AL1IIor 22. Anon., An Essay lo Provc lhal RegralOi'S, E1JgrosS('1".l, Fores/allers,
01 Manchesfcr, cct J. P. Ea1"\Vilker, f\·l<,chc.ster, 1888-1889, vol.<:. Vfl, VllI, IX, Hawhn, and ]obben 01 COnJ, Cattle, and o/ber l"farJ;ct(7blc Goot!s are
p<lssím. Para la regulación del uGlpnramicnto en ·t-,,1anchcstcr, véase: m;\s aclclflntc DeJfruc/if'c 01 Trade, OpprcJson lo thc Poor, alu{ a CO!11moll Nuis(11Icc lo {he
Ringdom in Gcucrol, Londres, 1718, pp. 13, 18-20.
not;'! 46.
74 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 75
COlno fuente de resentimiento. Una y otra vez fueron impugnados (Estas prácticas podían dar oeaSlon a un motín; en junio de 1757,
los nuevos procedimientos de comercialización. En 1710, una petición se informó de que <da población se sublevó en Oxford y en pocos
a favor de la gente pobre de Stony Stratford (Buckinghamshire) se minutos se apropió y dividió una carga de trigo que se sospechaba
lamenta de que los agricultores y comerciantes estaban «comprando y había sido vendida por muestra y traída al mercado solamente para
vendiendo en los corrales y en las puertas de sus Graneros, de ral salvar las "p&riencias».) La segunda carta es de 1772, de un corres-
maneta que ahora los pobres habitantes no podemos consegnir una ponsal en Dorchester, y describe una práctica diferente de tasa de
molienda en proporción razonable a nuestto dinero, lo cual es una mercado; sostiene que los grandes agricultores se reunían para fijar
gran calamidad». En 1733 varios municipios apelaron a la Cámara de los precios antes de ir al mercado,
los Comunes en contra de tal práctica. Halsemere (Surrey) se lamen-
taba de molineros y harineros que acaparaban el comercio; «compra- y muchos de estos hombres no venderán tnenos de cuarenta
ban secretamente grandes cantidades de cereales de acuerdo con pe- bU.'ihels/' que 105 pobres no pueden comprar. Por esto el molinero,
queñas muestras, y se regaban a comprar el que había sido expuesto que 110 es enemigo del agricultor, da el precio que éste te pide y el
pobre tiene que aceptarlo.
en el mercado público». Esta práctica sugiere In existencia de una
ocultación y pérdida de diafanidad en los procedimientos de comer-
Los paternalistas y los pobres continuaron lamentándose del
cia lización.
desarrollo de estas prácticas de mercado que nosotros, en visión
Con el transcorso del siglo no cesaron las quejas, aunque ten-
retrospectiv3, tendemos a aceptar como inevitables y «naturales»."
dieron a trasladarse hacia el Norte y el Oesre. Con ocasión de la
Pero lo que puede parecer ahora como inevitable no era necesaria-
escasez de 1756, el Consejo Privado, además de poner en movi-
mente, en el siglo XVIII, materiaaprobable. Un panfleto caracterís-
miento las viejas leyes contra el acapararniento, promulgó una pro-
tico (de 1768) clamaba indignado contra la supuesta libertad de cada
clama ordenando a «todos los agricultores, bajo severas penas, traer
agricultor pora hacer 10 que quisiera con sus cosas; esto sería liber-
sus cereales al mercado público, y no venderlo a muestreo en sus
tad «natura],>, pero 110 «civil»:
propios lares». Pero a las autoridades no les agradaba sentirse dema-
siado presionados en este asunto; en 1766 (otro afio de escasez) los No puede decirse, entonces, que sea la libertad de un ciudadano
magistrados de Surrey inquirieron si comprar por muestreo era, en o de uno que vive bajo la protección de alguna comunidad; es
efecto, un delito punible, y recibieron una respuesta prodigiosamente más bien la libertad de un salvaje; por consiguiente, el que se
evasiva: el secretario de Su Majestad no está autorizado, en tazón de aproveche de eUa, no merece la protección que el poder de la
su cargo, para interpretar las leyes. Sociedad proporciona.
Dos cartas dan alguna idea del desarrollo de nuevas prácticas en
el Oeste. Un corresponsal que escribía a lord Shelbourne en 1776 La asistencÍ1 del agricultor al mercad0 es <<una parte material de su
acusaba a los comerciantes y molineros de Chippenham de «com- obligación; no se le debería permitir guardar sus mercanCÍas o ven-
[)lot» : derlas en otro lugar».24
Pero después de 1760, los mercados tuvieron tan poca función
Él mismo mandó comprar una arroba de trigo al mercado,
* Medida inglesa de áridos, equivalente a 36,35 litros. (N. de t.)
y aunque había allí muchas cargas, y era inmediatamente después 23. Pueden encontrarse ejemplos, dentro de una abundante literatura en
de haber sonado la campana del mercado, dondequiera que su Gentleman's Magazine, XXVI (1756), p. 534; Anon. [Ralph CoulI:eviUe], The
agente solicitase, la respuesta era «Está vendido». De forma que, Cries 01 the Public, Londres, 1758, p. 25; Anan. [e. L.], A Letter to a
aunque para evitar el castigo de la ley, 10 traen al mercado, el Member al Padiament proposing Amendments lo lhe Lau)J against Forestallers,
Ingrossers, and Regraters, Londres, 1757, pp. 5-8; Museum Rusticum el Com-
negocio se hace antes, y el mercado es sólo una farsa ... mercia/e, IV (1765), p. 199; Forster, op. cit., p. 97.
24. Anon., An Enqtáry into the Priee 01 Wheat, Malt .. , Londres, 1768,
pp. 119-123.
TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSC1ENC1A Dr. CLASF
7(,
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 77
en la mavor parte de hs tierras del Sut V en hs Midhnc\s que, cn
c\ichos distritos, las quejas contra la venta por muestreo son menos se alejaba de la realidad? La respuesta varía según las autoridades
frecuentes, n pesar de que, a finales ele siglo, sc protcst,ü)a todavía implicadas v con el correr del siglo, Pero puede darse una respuesta
de que los pobres no pudiesen comprar pequeñas cantidades." En general: los paternalistas, en su práctica normal, aceptahan en gran
algunos Jugares del NDrte el asuntD era distinto. Ona pctición de los patte el cambio, pero volvían a este modelo en cuanto surgía alguno
trabajadDres de Leeds en 1795 se queja de "los agenles de cereales situación de emergencia. En esto eran, en cierta medida, prisioneros
y molineros y un grupo de gente que nosotros l1am311l0S rq?;8tones del pueblo, que adoptaba partes del modelo como su derecho y pa-
y los llarineros que tienen el grano en sus manos de rnR.T1Cra que trimonio. Existe incluso la impresión de que; en rC<-11ic18d, se acogía
pueden retenerlo v venderlo a.l ptecio que quieran, " no vendcrlo». bien esta ambigüedad. En distritos con motines, en época de esca-
"Los agricultores no llevan n"ís grano al metcado que el que llevan sez, daha a los magistrados cierta capacidad de maniohra, y prestaha
en :;n5 boisillos como muestra 10 cua' hace quejarse mucho a los cierta aprobación a sus intentos de reducir los precios empleando la
pobres». Tanto fue el tiempo que tmdó en abrirse camino y resol· pcrsuasión. Cuando el Consejo Privado autorizó (como sucedió en
verse un proceso, que. lTIUy n menudo. se documenLl ya cien años 1709, 17 40, 17 56 Y 1766) la emisión de proclamas en letra gótica
antes. ilegible amenazando con terribles castigos a acaparadores, buhoneros,
Se ha seguido este ejemplo para ilustrar la densidad v particula- trajineros, revendedores, mercachifles, etc., ayudó a los magistrados
ridad del detalle, la variedad de las costumbres locales y el mm bo a inculcar el temor de Dios entre los molineros y comerciantes loca·
que el resentimientCl popular podía t0mar c"audo cambiaban las les. Es cierto que la legislación contra el acaparamiento fue revocada
viejas pdcticas de mercado. La misma densidad, la misma diversichd, en 1752, pero el Acta de revocación no fue bien redactada, y durante
existe en el área de comercialización) cscas,Hnente definida. El n10·· la gran escasez quc siguió, en 1795, lord Kenyon, el justicia mayor,
de10 patem"lista {altaba, por supuesto, en muchos (,t""s puntos. El tomó la responsabilidad de anunciar que el acaparamiento continuaba
A,<;;::;1Z(' of Bread, si bien fue dectivn p<1r~l controlar L1S gal1nnc1o-\s de siendo un (leHto procesable según el derecho consuetudinario; <~a
10s panaderos, se limitaba a rd1el,n el precio el1 curse) del trigu () la pesar de qlle el decreto dc Eduardo VI fue revocado (si lo fue aCer-
harina y no podía de nínguna \ll¡111Cfa influir sobre 1<lS precios en sí. tada o desacertadamente no soy yo quien deba decidirlo) mín sigue
Los molineros eran ahor", en Bertlordshir e v el valle de Támcsis, siendo un delito de derecho consuetudinario, coetáneo a la constitu-
empresarios acaudalados, y a veces comerciantes de grano o malla, ción». El reguero de procesos que puede observarse a lo largo del
así como grandes fabricantes de harina." Fuera de los distritos siglo -normalmente por delitos insignificantes y sólo en años de
cerealistas ~)rincipales~ los mercados l.Uh;lnOs no podían en modo escasez-·-- no se agotc\: por el contrario, en 1795 y 1800-1801 hubo
alguno ser abastecidos sin las open)Ciones de agentes euva,s activida· quizá más procesos que en cualquier otro período de Jos veinticinco
des hubierw queehde' anuladas de habcrse impuesto estricU1l1ente años anteriores H Pero está bien claro que estaban destinados a pro-
la legislación contra los aC8paradorcs. ducir un efecto simbólico, con objeto de hacer ver a los pobres que
¿Hasta qué punto reconocieron las autoridades qllC su modelo las autoridades actuaban en vigilancia de sus intereses.
De aquí ql1e el modelo patemalista tuviera una existencia ideal,
25, Véase) por ej" Davies ([¡¡fra. p. 92), Sr: informó de"de Cnrnll<i\ks
fTI 1795 que «(muchos 8griolltores tehllsan vender [cel,~l(_h\] en pCqUcl1¡lS Ci\I1- pero también una existencia real frngmentaria, En años de buenas
tidadcs a los pobres, 10 cual causa ¡lranctcs murmuraciones»: PRO, HO 42.14, cosechas y precios moderados, las autoridades lo dejaban caer en el
y desde Essex en 1800 que «en ;1!g.nnos lugares no se dcctÚ<ln vcnU1S excepto
('n 105 sitios ordinarios, dQnde compraclnrc<; y vendedores \ principalmente moli-
neroS y agentes) cenan juntos .. el bencficiD dd Moc¡¡do se hél. pndido casi
para el vecindario»; tales prácticas $C)\l menciolHKhs «con gran indignación 27. Girdler (op. cit., pp. 212-260) da una lista de varias sentencias en 1795
y 1800, En varios condados se establecieron asociaciones privadas para juzgar
por las clases m,Í.$ hajas>:>: PRO, HO ¡~2,54. 8 los acaparadores: Rev. ]. Malham, Tbe scarcity 01 Graif1 cOflsidered Salisbury,
26. f . .l. Fi'Sher, «The Dcvclopr¡:("!1t ot the Lnndoll Fond i'v\arket, 1540- J

1800, pp. 35.-44. El acaparamiento, etc.) siguieron siendo delitos de derecho


16--W)), Ecoll_ Hi5f. Rrt'icH'. V (19'::q.lt)351. ("0fn11n h:1<:t" lRtlA· \'(1 l-.J..... T,.l"~~,,...~.1-. r..I:~,,.._", ,..1 r: .. ~I:,I, T .... T 1
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 79

78 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE. CLASE y sus colegas eran inmorales 31 o no estaban interesados en el bien

público." Significaba, más bien, que se limpiaba a la nueva econo-


olvido. Pero si los precios subían y los pobres se mostraban levan- mía política de imperativos morales intrusos. Los antiguos panfletis-
tiscos se lo reavivaba, al menos para crear un efecto simbólico. tss eran, en primer lugar, moralistas y sólo en segundo economistas.
En la nueva teoría económica no entraban cuestiones sobre política
moral de la comercialización, a menos que fuera como preámbulo
III y motivo de peroración.
En la práctica, el nuevo modelo funcionaba del siguiente modo.
Pocas victorias intelectuales han sido más arrolladoras que la La operación natural de la oferta y la demanda en el mercado libre
que los exponentes de la nueva economía política ganaron en ma- llevaría al máximo la satisfacción de todos los sectores y establecería
teria de regulación del comercio interno de cereales. A ciertos histo- el bien común. El mercado no estaba nunca mejor regulado que
riadores esta victoria les parece, en efecto, tan absoluta, que difícil.. cuando se le dejaba autorregularse. En el curso de un año normal,
mente pueden ocultar su malestar con respecto al partido derrotado. el precio del grano se ajustaría a través del mecanismo del mercado.
El modelo de la nueva economía política puede tomarse muy bien Inmediatamente después de la cosecha, los pequeños agricultores y
por el de Adam Smith, a pesar de que quepa considerar a La riqueza todos aquellos que tenían que pagar salarios por la recolección y
de las naciones, no sólo como punto de partida, sino también como rentas de la fiesta de San Miguel (correspondiente a los meses ele octu-
una gran terminal central en la que convergen, a mediados del si- bre, noviembre y diciembre), trillarían su grano y lo traerían al merca-
glo XVIII, muchas líneas importantes de discusión (algunas de ellas, do, o permitirían la salida de lo que habían contratado de antemano
como la lúcida obra de Charles Smith, Tracts on the Com Trade, para ser vendido. Desde septiembre a Navidades se podían esperar
1758-17 59, apuntaban específicamente a demoler las viejas regu- precios bajos. Los agricultores de tipo medio retendrían sus cereales,
laciones paternalistas de mercado). El debate producido entre 1767 con la esperanza de que subieran los precios en el mercado, hasta
y 1772, que culminó con la revocación de la legislación contra el el comienzo de la primavera; mientras que los agricultores más
acaparamiento, señaló una víctoria., en esta área, para el laíssez ¡aire) opulentos y los pertenecientes a la gentry agricultora retendrían parte
cuatro años antes de ser publicada la obra de Adam Smith. de su grano {Xlr más tiempo todavía --de mayo a agosto-- con la
Esto significaba más un antimodelo que un nuevo modelo: una expectativa de llegar al mercado cuando los precios alcanzaran su
negativa directa a la desintegradora política de «previsión» de los punto máximo. De esta manera se racionaban adecuadamente las
T ndor. «Sea revocado toelo decreto relacionado con las leyes de ce- reservas de cereales de la nación, a través del mecanismo del precio,
reales -escribió Arbuthnot en 1773-; dejemos que e! cereal corra durante cincuenta y dos semanas, sin ninguna intervención del Es·
como el agua, y encontrará su nivel»." La «ilimitada, incontenida tado. En la medida en que los intermediarios intervenían y compro-
libertad de! comercio de cereales» fue también la exigencia de Adam metían por adelantado el grano de los agricultores, realizaban, más
29
Smith La nueva economía suponía una "desmoralización» de la
teoría del comercio y del consumo de tanto alcance como la deroga- 31. La sugerencia fue hecha, sin embargo, por alguno de los oponentes de
ción, ampliamente debatida, de las restricciones contra la usura.'" Smith. Un panflctista, que pretendía conocerle bien, sostenía que Adam Smith
le había dicho que «la Religión Cristiana degrada la mente humana)}, y que la
Con el término «desmoralización» no se quería sugerir que Smith «Sodomía era una cosa en sí indiferente». No sorprende que sostuviera puntos
de vista inhumanos sobre el comercio de granos: Anon., T houghts 01 an Old
Alan 01 Independenl Mind Ihough Dependenl Porlune on Ihe Presenl High
28. J. Arbuthnot («Un agricultor»), An Inquiry into tbe Connection Prias 01 Corn, Londres, 1800, p. 4.
Bctwecn the Presef1t Pría 01 ProvisiOfIS and ¡he Size 01 FOl'ms, Londres,
32. A nivel de Intenci6n no veo razón para discrepar del profesor A. W.
1773, p. 88.
C..,oats, «The Classical Economists and the Labourer», en E. L. Jones y G. E.
29. La «disgresión con respecto al Comercio de Granos y a las Leyes de Mingay, eds., Ld11d) LabotJr afld Poprdatíol1, Londres, 1967. Pero la intenci6n
Cereales») de Aclam Smith, está en el libro IV, cap. 5 de The \Veallb 01
Nati(ms. es una mala medida del interés ideológico y de las comecuencÍas históricas.
30. R. H. Tawnev discl1te el problema en Rcli;inn t1nd ¡be' ni.fE' 01
TRADICTÓN, T' \rUELTA y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 81
80
Smith se adapta mejor a le~ realidades del siglo XVIII que el paterna-
eficientemente aún, este serviClo de racionamiento. En a1105 de esca-
lista, y era superior en simetría y envergadura de construcción in-
sez el precio del grano podía subir hasta alturas pEligrosas; pero esto
telectual. Pero no deberíamos pasar por alto el aparente (lire de vaJi·
era providencial, pues (además de suponer un incentivo para el im-
dez empírica que tiene el modelo. Mientras que el primero invoca
portador) era otra nueva forma eficaz de racionar, sin la cual, todas
una norma moral -lo que deben ser las obligaciones recíprocas de
las existencias serían consumidas en los nueve primerns meses del
los hombres-- el segundo parece decir: «este es el modo en que
a.ño y en los tres meses restantes la escasez se convertiría en autén-
las cosas actúan, o actuarían si el Estado no interfiriese». Y sin em-
tica hambre. bargo, si 'e consideran esas partes de La riqueza de las Ilaciones,
Las únicas vias por Ins que se podía romper esta economía
impresionan menos como ensayo de investigación empír_íc8 que como
autorregulable, eran la interferencia del Estado y del prejuicio popu-
un soberbio ensayo de lógica válido en sí mismo.
lae ll Habia que dejar fluir libremente el cereal desde las "reas de
Cuando consideramos la organización real del comercic) de ce
superabundancia a las zonas de escasez. Por lo tanto, el inrernK
reales en el siglo XVIII no disponemos de verificación empírica para
diario representaba nll papel necesario, productivo l' loable. Los
ninguno de los dos modelos. Ha habido poca investig"ción detallach
prejuicios contra los acaparadores fueron rechazados tajantemente
sobre la comercialización; 34 ningún estudio importante de una fjgur::!
por Smith como supersticiones a igual nivel que la brujería. La inter-
clave: el molinero." Aun la primera letra del alfabeto de Smith --el
ferencia con el modelo natural de comercio podía producir hombres
supuesto de que los altos precios eran una forma efectiva de raciOfla-
locales o desalentar a los agricultores en el aumento de su produc-
miento-- queda nada más que como una meU1 afirmación. Es noto-
ción. Si se obligaba a ventas prematuras o se restringían los precios
rio que la c1emanda de grano, o pan, es muy poco flexible. Cuando
en épocas de escasez) podrian consumirse con exceso las existencias. ~x
" el pan es caro, los pobres ----como le recordaron" un observador de
Si los agricultores retenían S'J grano mucho tiempo, saldrían proba-
alta posición- no se pasan a los pasteles. Según algunos observa-
blemente perjudicados al caer los precios. La misma lógica puede
dores, cuando los precios subían los trabajadores podrían CClmer la
aplicarse a los demás culpables a ojos del pueblo: molineros, hari-
misma cantidad de p"n, pero era porque eliminaban otros productos
neros, comerciantes y panaderos. Sus comercios respectivos eran
de su presupuesto; podían incluso comer más pan para CClmpensar la
competitivos. Como m\lcho, sólo podian distorsionar el nivel natural
pérdida ele otros artículos. De un chelín, en un año normal, seis
de los precios en periodos cortos) y a menudo para su propio per-
peniques se destinarían a pan, seis a «carne de mala calidad y mo-
juicio en última instancia. A finales de siglo, c\lando los precios
chos productos de huerta»; pero en on año de precios altos, todo el
comenzaron a dispararse, el remedio se buscó, no en una vuelta a la
chelín se gastaría en pan .36
regulación del comercio, sino en mejoras tales como el incremento
de los cercamientos, y el cultivo de terrenos baldíos. 34. Vé<1~e, sin embargo, A. Everi:t, (iThe I'vhnkctíng of Agricultu,al
No debería ser necesario discutir que el modelo de una economía Produce», en Joan Thirsk, ecl., The Agrarian Hülory 01 EUf!,la!ld [{nd '"Vales.
natural y autorregulnble, q\le labora providencialmente para el bien voL IV; 15001(,40, Cambridge, 1967, y D. Baker, "The Marketing nf Coro
in the first Half (lf thc Eighteenth-Centmy: North-cast Kent», A,gric. Hist.
de todos, es una superstición del mismo orden que las teorías que R"v, XVIll (1970)
At
sustentaba el modelo paternalista; a pesar de que, curiosamente, es 35. lby alguna información lÍtil en R, Bennett y ]. Elton, History 01
'l~.< CMn Mí/ling, Liverpool, J 898, 4 vols.
esta una superstición que algunos historiadores de la economía han
36. Emanuel Collins, Lyíng Detecud, Bris:ol, 1758, pp. 66,67. Esto parece
,ido los últimos en abandonar. En ciertos aspectos, el modelo de confirmado por los presupuestos de Davies y Eden (véase nota 15), y por los
n!--scrvadores del siglo XIX: véase E. P. Thompson y E. Yeo, eds., TIJé T}lIknnwn
.\favhew, Londrc~J ]971, ap. Il. E. I-I. Pbclps Brown y S. V, Hopkins, «Seven
33. Smith opinaba que bs dos iban a la par: «las leyes concernientes al Centuries of the Prices of Consumables compared with Builders' \xr~ge' rates)),
gmDo pueden compararse en todas partes a las leyes concernientes a la religión. Eco1tnmica, XXII (1956), pp. 297-298, conceden que sólo un 20 por 100 del
La gente se siente tan Íntclcsada en lo que se refiere, bien a su subsistencia pre-5upuesto total doméstico se gastab'J en alímentos harinosos, aunque los
en esta vida, bien a su felicidad en la vida futura, ql1e el gobierno debe ceder presupuestos de Davies y de Edcn (tomados en al1tY- de precios altos) mues-
'"
ante sus prejuicios .>~. ~
82 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA FC.ONOM íA MOHA L Dr:. LA I\Hn.TITUD S3
De cualqtJier manera, es bien sabido que los movimientos de los
precios del grano no pueden ser explicados por simples mecanismos tancias favorables, de aprovechar su dominio sobre un artículo ele
de precio, ele oferta y demanda; y la prima pagada para alentar a la primera necesidad y elevar el precio para el consumidor, de igual
exportación cerealista, distorsionaba aún más las cosas. Junto con el manera que las naciones desatrolladas e industrializadas de hoy han
aire y e! agua, el grano era un artículo de primera necesidad, extra- podido aumentar e! precio de ciertos artículos manufacturados con
ordinariamente sensible a cualquier deficiencia en el abastecimiento. destino a las naciones menos desattolladas
En 1796, Arthur Young calculó que el déf'cit total de la cosecha de Al avanzar el siglo, los procedimientos de mercado se volvieron
trigo fue menor de! 25 por ciento; pero el precio subió en un 81; menos claros) pues el grano pasaba a través de una red más compleja
proporcionando, por tanto, según sus cálculos, a la comunidad agrí- de intermedíarios. Los agricultores ya no vendían en un mercado
cola un beneficio de 20 millones de libras más que en un año not- competitivo y libre (que en un sentido local y ·regional, constituía la
maL" Los escritores tradicionalistas se lamentaban de que los agri- meta de! modelo paternalista y no la del modelo del laissez faire),
cultores y comerciante:::. actuaban por la fuerza del «monopolio»; su sino n COlllercwnres o molineros que estaban en mejor situaciém para
punto de vista fue rebatido, en escrito tras escrito, como "dcma- retener las existencias y mantener altos los ptecios en el mercado.
siado absurdo para ser tratado seriamente: ivamos!, i más de dos- En bs últimas décadas del siglo, al crecer la población, el consumo
cientas mil personas ... !»,38 El asunto a tratar, sin embargo, no era presionó continuamente sobre la producción, y Jos ptoductores pu-
si e:::te agricultor o aquel comerciante podía actuar como un «mono- dieron dominar, en forma más general, un mercado de ventas. Las
polista», sino si los intereses de producción y de comercio en su con- condiciones de las épocas ele guerra, que en realidad no inhibieron
junto eran capaces, en una larga y continuada sucesión de circuns- demasiado la importación de grano durante los períodos de escasez,
sin embargo acentuaron en esos años las tensiones psicológicas. 39 Lo
que importaba para fijar el precio posterior a la cosecha era la
tran un término medio de 53 por ciento. Esto sugiere nuevamente que en taJes
años el consumo de pan permaneció estable, pero otros artículos alimenticios expectativa del rendimiento ele esta, y en las ü!timas décadas del
fueron suprimidos por completo. Es posible que en Londres hubiera ya una siglo hay evidencia del desarrollo de grupos de presión de agriculto-
mayor diversificación de la dicta hacía los años 1790. P. Colquhoun escribió a res . que conocían muy bien los efectos psicológicos involucrados en
Portland, 9 Jc julio de l795, que había abundancía de verduras en el mercado
de Spitglfields, especialmente pat:ltas, «ese gran substituto del Pan), zanahorias el nivel de los precios posteriores a la cosecha, y fomentahan asidua-
y nahos: PRO, PC 1.27.A.54. .
mente expectativas de esca.sez. 4°N· - de escasez,
ototlamente, en anos
37 Annals 01 Agriculture, XXVI (1796), pp. 470, 473. Davenant había los agricultores ostentaban una faz sonriente,41 mientras que en años
estitnado en 1699 que uoa deficiencia de un décimo en la cosecha subín el
precio tres décimos: Sir C. Whitworth, The Poliiical and Commercial W' orks de cosechas abundantes e! premio inconsiderado de la Señora Natu-
01 Charles Davenanl, Londres, 1771, 1I, p. 224. El problema está tratado en raleza provocaba gritos de <'idesastre!» en Jos agricultores. Y por
la obra de W. M. Stern) «The Bread Crisís in Britain, 1795-1796), Economica,
nueva ser., XXXI (1964), Y J. D. Gould, <~Agricultural Fluctuations and the muy ahundante que pudiera aparecer la cosecha ante los ojos del
Engl;sh Economy in the Eighteenth Century», JI. Ec. Hisl., XXII (1962). ciudadano, en cada caso iba acompañada de comentarios sobre el
De Gould hace hincapié sobre un punto mencionado a menudo en apologías mildiu, las inund<lcíones, las espigas atizonadas que se convertían en
contemporáneas de los precios altos (p. ej., Farmer'J Magazine, 1I, 1801,
p. 81), según el cual los pequeños ogricultores en años de escasez necesi~aban polvo cuando cotnenzaba la trilla, ete.
toda la cosecha para simiente y para su propio ,-oosumo: en factores como
este ve él <da explicación teorética principal de la extrema volatilidad de los 39. 0lson, EcoflOmics ni lhe Wartime Shortage, cap . .3; W. F. GaIpin,
precios de granos en los comienzos de la época moderna). Se requeriría más Tbc Grain Supply 01 E/lgland d¡¡ring lhe Napoleollic Period, Nueva York,
investigación del real funcionamiento del mercado antes de que tales explica- 1925.
ciones fueran convincentes. r
40. Véase, p. ej., Anon. «Un Molinero de malta del Oeste» l COllsidcra-
38. Anon. [«Un Agricultor»], Three Letters to (l Member 01 lbe HOl/se 01 tiollS Off the prcscnl High Prices 01 Provisiof1S, and lhe Neccssitics 01 Lile,
Cnmm0115 Concerning the Priccs 01 Provisions, Londres, 1766, pp. 18-19. Londre" 1764, p. 10.
P~n\ otros ejemplos, véase Lord John Sheffie1d, OhscrvatiollS mI lhe Corn Bill 41. «Espero --escribía un terrateniente de Yorkshire en 1708!........ que la
cmd Present Sl.arcily and high Price 01 Provisions, Londres, 1800, p. 33; J. S. escasez de grano que probablemente continuará bnstantes años, hará la agri-
Fry, Lellers on lhe COrH-T rade, Bristol, 1816, pp. 10-11. cultura muy rentable para nosotros, roturando y mejorando toda nuestra nueva
tierra», citado por BeloH. op. cit., p. 57.
,cq TR:\PIC](\.":. HE\"llFLl·,\ y (~(1.'<.'(·lF"Cl.-\ nr Cl .\~F LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 85
1 peníques por celemín. Fue una bendiciétn parn lo~ Pobres y
El rn",dcl\..) de lil"rc lllcrc:1dc\ 5Urcnc un:l ::;ccucllcia de rcqucfios Q


él ~r;lndes (l&ricultorc5 que tL~cn su gr;mo ;11 mercc1c1o durante el año:
bUeno p,Ha mí. Compré 320 arrobas: w
pcr-r.) :1 fínes de siglll. 8] stlccder5e los 1ltPS precios un ;1ño tras otro,
La gannncia en esta transacción fue superior a mil libras,
un mayor número de pequeiios 3gricultores podíiln retener sus pro-
"isiones h8:::ta Ql1t' el meruuJo subícra ;:¡ sntisfacción suyn. (Después
de tod\..l, p:lr;1 ello5 no crn un aSllnto de comercialización ttltin;uia,
sino de intenso, de vital interés: su ganancia anu;¡} podía depender, IV
en gran medid3) del precio al que tres o ctwtro montones de grano
podían llegar a venderse.) Si tenían que pagar renUs, el desannllo Si se pt1eden reconstruír claros modelos' altetn:Hivos U'as J[I po"
b:111Ul.río nual facilitó al agricultor la obtención de préstatnos.'l1 El
lítica de nndicionalistas y economistas políticos, ¿podría hacerse lo
motín de septiembre u octubre rcsldt<Í desencndenndo muy a menudo mismo con 1n cconomÍ8 «moraL de lA. multitud? Esto es menos
porque no se producía h C<lída de los precios c1espl1és de una sencillo. Nns C'nfrentamos con un complejo de an¡Hisis racional, pre-
cosecha ap:uentemcntc ;:¡bundanlc) y ello indicaba un" conhnnta- juicio y modelos tradicionales de respuesta a la escasez. Tampoco es
cicSn consciente entre el productor reluctante y el consumidor fu- posible, en un momento dado, identificar claramente a los grupos
que respaldaban las teorías de la multitucL Estos abarcan <l seres
rlosO.
Traemos a colaci.ón c:::tos comentarios, no para tcfutar a l\dam capaces de expresarse articubdamente y seres incapaces de eHo) e
Smíth, sino simplemente p8ra indicar 1ns puntos donde hny que tener incluyen hombres con educación y elocuencia. Después de 1750) todo
precaución hasta que nuc.':;tros conocimientos se amplíen. Con res- año de escasez fue acompañado de un torrente de esnitas y cartas
pecto <11 modelo de hfisscz f(lÍre no hny que decir sino que no se lul. a la prensa de vdor desiguaL Era una queja común a todos los pro-
demostrado empíricnmente; que es intrínseclmente improh,lb1c, y tagonistas del Uhre comercio de granos la de que la gen!r)' ilusa
que exis1c cierta eyidcncin en n'ntLl. Nos han rccord,lc1o reciente- agregabl combustible a In, llamas del descontento del populacho,
mente que «lo~ comc1'cia111es f!,l11;lhan dinero en el siglo XVIII», y 11n)' cierta verdad en e~to. La multitud dedujo su sentimiento
que los comerciantes de grano lo deben haher gtll1ado «J11tlnípulnndo de legitimid"d, en realidad, del modelo paternalista, A muchos caba-
el mcrcado)~.4.' Estas l11anipuhcioncs se registran ocasionalmente) si lleros r\l1l1 les molestaban los intermediarios, a quienes Cl"lllSideraban
bien ratnt11ente de manc1';] tan franca como fue anotado por 1111 flgri- como intrusos. Allí donde los señores de los feudos conservaban aún
cultor y comerciante de granos de \X'hittlcsford (Camhridgeshire), en derechos de mercado, se sentían molestos por la pérdida (a través de
su diario, en 1802: la venta por muestreo, etc) de tales impuestos. Si eran propietarios
~gricult(lrcs, que presenciaban cómo se vendía la harina o la carne fl
Yo compré Centeno hace Doce Meses n cínCllCIlI<1 chelines 1<1 precios desproporcionadamente ah os en relación a 10 que ellos reci-
arroba. Podría haberlo vendido a 122 chelines in arroha. Los bían ele los tratantes, les molestaban aún más las ganancias de estos
pobres consiguieron su h<Jrin,1, hucn centeno, a 2 chclillC's 6 peni- vulgares comerciantes, El autor del ensayo de l7l8 nos presenta un
ques el celemín. La Parroquia me pagó 1::; difcrcllci" que fue 1 chelín título que es un resumen de su tema: Un ensayo para demostrar que
lor RegatOl1es, AfoI10polis!as, Acaparadores, TraiÍllel'OS e Illterme-
42,El hecho es ohscn'8do en Anoo., A Leffer fa Ihe Rt. !-Ion. \Villiam diarios de (;,.on05, Ganado y otros bienes comerciales ... SOI1 Destruc-
PiN (he Causes 01 l/U: Hif!.h Pricc 01 Provisio!ls, Hcrcford, 179,'5, p. 9;
011 toreJ del Comercio, Opresores de los Pobres y Uf! Perjuicio C'omtii1
Anon. [<,Una Socicd;-¡d de Agricultores Pnícticos»)], A Lelfcr lo Ihe R/. HCJ11. para el Rc;,JO ('71 General. Todos los comercj~mte.s (a menos que
Lnrd Somerl-,¡llc, Londres, 1800, p. 49. efr. L.. S. Pressnell, COílfllry Banking
in [be Industrial Rel.:olufiol1, Oxford, 1956-, pp. 346·348. fueran simples boyeros o carreteros que transportasen provisiones de
43. C. \Y/ ..:. Grainr,er y C. M. El1iott, «A F"C5h Lonk <Jt \XThc<Jt Prices
rlnd i\hrkets in the Eighteenth Ccntur~}»·, Ecof1. Hist. Rev.} 2.' sn., XX (1967), 44. E. M. llnmps0o, The Treatmcnl nI Popa/v in Camhridf!..cshire, 1597-
p. 26-2. 18J4, C>lmhrid¡?:c, 1934, p, 21.1.
8(, TRADTCIÓN, REVUEL'rA y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMíA MORAL DE LA MULTITUD 87

un sttio a ctto) le parecen a este escritor, que no deja de ser obser- se publiuH1 en todos los periódicos y están pegadas en todos los
vador, «un grupo de hombres viles y perníciosos}), y, en los clásicos rincones por orden de los jueces) para tnlimidar a los Inonopolistas,
contra los cuales se propagan muchos tumores. Se enseña al pueblo
términos de condc:na que los campesinos arraigados a la tierra adop-
a abrigar una muy alta opinión y un respeto hacia estas leyes ...
tan con respecto al burgués, dice:

son una clase de gente vagabunda llevan todas sus pertenencias Ciertamente, acusaba a los jueces de alentar «la extraordinaria
(ansi,en, \' sus existencias no pasan de ser un simple traje de pretensión de que la fuerza y el espiritu del populacho son necesa-
montar. un buen caballo, una lista de ferias y mercldos, y una rios para poner en vigor las leyes». Pero si realmente se ponían en
cantidad prodigiosa de desvergüenza. Tienen la marca de Caín, y marcha las leyes, se aplicaban, sin excepción, contra pequeños delin-
como él vagan de un lugar a otto, llevando a cabo unas transac- cuentes -picaros locales o placeros que se embolsaban pequeños be-
ciones no autorizadas entre el comerciante bien intencionado y el neficios en transacciones sin importancia~ mientras que no afectaban
honesto consu11l1dor. 45 a los grandes comerciantes y molineros. 46
Así, tomando un ejemplo tardío, un juez de paz anticuado y
Esta hostilidad hacia el comerciante se daba aún entre muchos malhumorado de Middlesex, J. S. Girdler, inició una campaña gene-
n18gistrados rl.1rales, cuya inactividad se hacía notar, en algunos C1SOS, ral de procesos contra esos transgresores en 1796 y 1800, con octa-
cuando disturbios populares 2.nasaban zonas bajo su jutÍsdicción, No villas ofreciendo tecompensa por información, eartas a la prensa, etc.
les disgustaban los ataques contra los disidentes o los agentes de Se impusieron condenas en vatios Quarter Sessions, * pero la canti-
granos cuáqueros. El autor de un escrito de Bristol, que es claramente dad ganada por los especuladores no sumaba más que diez o quince
un agente de cereales, se quejaba amargamente en 1758, ante los jue- chelines. Podemos adivinar a qué tipo de culpables afectaban los
ces de paz, de «sn populacho:jue impone leves}), el cual habia impedi- procesos del juez por el estilo literario de una carta anónima que
do, el año anterior. la exportación de cereales de los valles del Severo recibió:
y \YJye) y de «llluchas solicitlJdes infructuosas hechas a varios Jueces
de Paz». Ciertamente, crece la convicción de que un alboroto populat Savemos que eres enemigo de Agricultores, Molineros, Arineros
({mtra los hcaparadores no era mal acogido por algunas autoridades; y Panaderos y de nuestro Comercio si no avria sido por ml y por
distraía la dtención puesta en agricultores y rentistas, mientras que otro' ú hijo de perra uvicras sido asesinado hace mucho por ofrecer
vagas amenazas del Quarter SessiOl1al * contra los acaparadores da-
ban a los pobres la idea de que las autoridades se ocnpaban de sus 46. Contrariamente a la SupoSlCiOn común, la legislación sobre acapara-
miento no había caído en desuso en la primera mitad del siglo XVIII. Los juicios
intereses. Las viejas leyes (ontf[! los acaparadores, se lamentaba un eran poco frecuentes, pero suficientes para sugerir que tenían algún efecto en
comerciante en 1766 J regular el pequefio comercio en el mercado abierto. En M:lOchester (véase nota
18) rnult-as por acapammiento o regateo fueron impuestas -a veces amlalmente, a
veces cada dos o tres años, desde 1731 a 1759 (siete multas}. Los productoF;
45 Aclaro Smith observó casi sesenta años después que «el odio popular. implicados incluían mantequilla, queso, leche, ostras, pescado, carne, zanahorias,
qllC afecta :11 comercio del grano en los años de escasez, únicos años en que guisantes, patatas, nabos, pepinos, manzanas, alubias, uvas, pasas de Corinto,
puede ser muy rentable, hace a gente de carácter y for:-una adversos a tomar cerezas, pichones, aves de corral, pero muy raramente avena y trigo. Después
parte en él. Se abandona a un grupo infetior de comerciantes}). Veinticinco de 1760 las multas son menos frecuentes pero incluyen 1766 (trigo y mante-
años más tarde el conde FítZ\villiam escribía: «los comercial1tes en grano se quilla), 1780 (avena y anguilas), 1785 (carne) y 1796, 1797 Y 1799 (en todos,
están retirando del comercio, temerosos de traficar con un artículo comercial patatas). Simbólicamente, el número de agentes de Court Leet nombrados
((ln el cual les ha hecho susceptibles a tanta injuría y calumnia, para ser anualmente para impedir el acaparamiento subió de 3 o 4 (173ü-1795) a 7
dirigido por un populacho ignorante, sin confianza en la protección de aquellos en 1795, 15 en 1796, 16 en 1797, Además los transgresores fueron juzgados
que deben ser más i1us~rados}): Fitz\villíam a Port1and, 3 septiembre 1800, ocasionalmente (como en 17'7) en Quarter Sessions. Véase Earwaker, Court
PRO, HO 42.51. Pero un examen de las fortunas de familias tales como los Leel Records (citado en nota 18), voE. VII, VIII y IX, y Constables' Accounts
l1nwards, Frys y Gurneys podría poner en duela tal evidencia literaria. (nota 49), n, p. 94.
* Órgano informativo de los tribunales llamados <,Quarter Sessions). * Tribunales de jueces de paz de los condados, de jurisdicción civil y
(N del t.) limitada, que actuaban trimestralmente. (N. del t.)
88 TRADICIÓN, REV1JF,LT/\ y CONSCIENCIA m~c CLASF,

I
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MUL'J'IT1_lD 89
tus c(lndC'nJda~ fCCompCnS;l,", ')' perseguir Nucstn 1 (~(lm('rci(l Dios
te maldiga y arruine tú no bívids p,Ha VCl' otr<l cn:;('chn [I¡el (descubierta por la muchedumhre) produjo la quemA de cril"" y
cedazos, y la destrucción de las piedr8s de molino y bs tned;:¡s .49
A tradicionalistas compasivos como Gircller se unieron ciudadn· Habio otras áreAS ir,ualmente sensibles, donde lns quej'ls de la
nos de variados rangos. Para la mayoría de los londinenses cualqnier multitud eran olimentadas por las Je los tradicionalist~s o por las de
pctsC'na que tuviera algo que ver con el comercio de gr;lIlOS) harinn profesi'onalcs urbmos. Ciertamente, se puede s~]gcrir que si los
o pnn, resultah1 Sllspecta de todo tipo de extorsiones. Los grnpos motines o la fijación de precios por la muchedumbre actuaban de
urbanos de presión eran,o por supuesto, especblmentc poderosos a acuerdo a un modelo teórico consistente, este modelo era una tecons"
tr\lccióh selectiva del modelo páternalista, que tomobo de él todos
tl1cclindos de siglo y presiollJban en pro de que terminaran lns primas
aquellas Ciltactcrísticas que más favotecían a los pobres y que of rccÍiln
A ¡" exportoción, o de lo prohibición de todo expnrtación en épocas
de escasez. Pero Londres y hs ciudades gmndcs nbl"igaban inmensas \lna perspectivo de grano barato. Sih embargo, ero menos gener"liza~
dor que el punto de visto de los paternalistos. Los datos conscrvndns
reservas de rescntimicntn, V alg,mas de las aCl1;:;~lCion('s tn~S violentas
vinieron de ese medio amhiente. Un C1crt(l doctor Nbnning, en los en tchción con lns pobres muestran un mnyor particularismo: S{ln
este molinero, aquel comerciante, esos agricultores que retienen el
oños 1750, publicó alego tos de que el pan efa adnltcfado no sólo
con lllumbre, tiza, blanco de España y harina de fréjoles, sino tmn- ccreal, los que 'provoca11 la indignación y la Acción. Sin embargo, este
bié_ll con cal muerta y albayalde. Más sensacionnl fue su afirmación particularismo estaba animado por nociones generales de derechos
de que los molineros mezclaban en la harina «bolsas de huesos viejos que se nos revelnn de forma más clara únicamente cuando eX~l1nin<llTIos
molidos>;: «los osarios de los muertos sao hurgados, para agregar la muchedumbre en acción; porque, en un sentido) 1<1 economíf\ ln()-
tal de la multit.ud rompió decisivamente con 1:1 de los paternalistas)
inmundicias a la comida de los vivos», o. como comentaba otto
puesto que la ética popular sancionabA la acción directa c-te la mu-
p:1nfletist<1, «la época actu<li está comiéndose vorazmente los huesos
chedumhre, mientras que los valores de orden que opuntabbon el
ele la anterior». modelo p:-lternalist.a se oponían a ella categóricamente.
Lns acusaciones de l'"bnning fueron mucho 1n3S allá de los límites
La economía de los pohres era todavío local y regionAl, derivada
de J:, credibilidod. (On crítico coleuló que si se huhiera usado cal en
de uno economía de subsistencia. El grano debío de ser consumido
J:, escala de sUS alegatos, se hubiera urilizado más en los hornos de
Londres que en la industrio de In construcción.) 47 Ademns de alum- en la región en la cual se cultivaba, especialmente en épocns de
escasez. La exportación en épocas de eSCflSe7, suscitó un profundo
bre) que se usaba en profusión 1':1r:1. blanquear el pnn, la mnnera
disgusto durante varias centurias. Un magistrado escribió Jo siguiente
más común de adulteración era probablemente una mezc1a de harina
. d h '
ranCla y estropea a con arma nueva. 48 P 1 11" 1
ero a po") aclon ,Ir _lana 1/.
o>
en 1631, sobre un motín debido a b exportación, en Suffolk: '<vel'
tendía a creer que se practicaban adulteraciones aún m,-ls nocivas, y cómo les es arrebatado su pan y enviado a exttal10s ha convertido
la impaciencia de los pobres en furia y desesperoción desen.frenochs».
csta creencia contrihuyó a una pelea, la «Shudehill Fight» en MAO-
chester, en 1757, donde se creío que uno de los molinos atacados En un informe muy gráfico sobre un motín en el mismo condado
setenta y ocho at10S desI_més (1709), un comerciante descrihíó C{)llln
mezebba «Cereal, Habicbuc1as, Huesos, Blanqueador, Paja Picada,
incluso Estiércol de Caballo» en sus hnrinas, mientras que en otro .el Populacho se ahó, él crce que etan unos cientos, y dijo que el
grano no debín de ser sacado fuero de Jo ciudad,,: "de entre el rOpl1~
molino la presencia de adulterontes peligrosos cetco de las tolvos
Jacho algunos tenían aL-tlJardas, otros pajos y Ot1'OS cachiporr<1s
Viajando haciA Norwich, en varios lugares de la ruta:
47. Emanuel Co1lins, op. cit." pp. '1 (r37; P. Markham, Syhoroc, Londres,
1758, J) pp. 11-31; Poisofl Detccfcd: nI" Fl"íg,htful Trutbs in a Treatise on
49. J. P. Earwaker, The COflstahles' ACCOtn1tS 01 lbe Ma110r 01 Mallcbestcl",
Bread, L(lndrc~, 1757, esp. pp. 16<38. .\hnchestet, 11'91. TU, pp. 359~361; F. Nicholson y E. Axon, «The Ibtficld
48. Vérrse, por ejemplo, John Smith, AtJ Impartia[ Relation of Fadl
Famil)' of M:'Il1chc!'iter, and the Food Riots of 1757 and 1812h, Tral1s. Lal1cs.
Conccrning ¡be Malcpractircs 01 Bllh::-I"S, Londres, s.f., ¿1740? "d Chcsh. Antiq. ,loe., XXVIII (1910~1911), pp. 83.90.
90 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 91

el Popubcho, sabiendo que ét iba a cruZar carg<1c!o con grano, le cios a veces por debajo de los de! mercado inglés, con la ayuda de
dijo <¡ue no debería pasar por la Ciudad, porque era un Canalla, subvenciones extraídas de los impuestos ingleses. De aquí que e!
y un Traficante de grano, y algunos gritaron: Tiradle piedras,
rencor máxtmo recayese a veces sobre el exportador que era visto J
otros Tiradlo del caballo, otros GolpeadIo, y aseguraos de que le
corno e! hombre que busca ganancias privadas -y desbonestas- a
habéis dado; que él ... les preguntó qué les hacía sublevarse de
ese modo inhumano para el perjuicio de ellos y del país, pero expensas de sus compatriotas. A un agente ele North Yorkshire, a
ellos seguían gritando que era un Canalla y que iba a llevarse el quien dieron un chapuzón en el tÍo en 1740, le dijeron que ~<no era
grano a Francia ". mejor que nn rebelde». En 1783 se colocó un cartel en la cruz del
mercado en Carlisle, que comenzaba así:
Exceptuando Westminster, las montañas, o los grandes distritos
de pastoreo, los hombres nunca estaban lejos del grano. La industria Peter Clemeseson y Mases Luthart esto es para daros una
fabril estaba dispersa por el campo: los mineros del carbón marcha- Advertencia de que debéis Abandonar vuestro Comercio ilegal
o Morir y Maldita sea vuestra compr<1 ele grano para m;:!tar de
ban a su trabajo junto a los campos de cereales; los trabajadores
hambre a los Pobres Habitantes de la Ciudad y Suburbios de
domésticos dejaban sus telares y talleres para recoger la cosecha. Cadislc para mandarlo (l Francia y recibir la Prima Dada por la
La sensibilidad no estaba confinada sólo a las exportaciones al extran- Ley por llevar el Grano fuera del País, pero por el Señor Dios
jero. Las áreas de exportación marginales eran especialmente sensi- Todopoderoso nosotros os daremos la Prima a Expensas de Vues-
bles, pues en ellas se exportaba poco cereal en años normales, pero, tras Vidas, Malditos Canallas ...
en épocas de escasez, los traficantes podían esperar un precio de ganga
en Londres, que, en consecuencia agravaba la escasez 10ca1.5(I Los "y si Alguna T::.verna en Catlisle (continuaba el cartel) Te per-
hulleros -de Kingswood, del Forest of Dean, de Shropshire, del mite a ti o d Luthatt guardar en sus Casas el Grano sufrirán por
Noroeste-- eran especialmente propensos a la acción en aquellos ello.» Este sentimiento renació en los últimos años de] siglo, especial-
tiempos. Notoriamente los mineros del estaño de Cornualles poseían mente en 1795, cuando circulaban rumores por el país sobre expor-
una irascible conciencia de consumidores, y una decidida inclinación taciones secretas a Francia. Por otra parte, los años 1795 y 1800
a recurrir a la fuerza. "Nosotros tuvtmos al demonio y todo 10 de- conocieron de huevo el renacer de una conciencia regional, tan vívida
más que trae un motín en Padstow», escribió un señor de Bodmin como la de cien años antes. Las carreteras fueron bloqueBdas para
en 1773, con una admiración mal disimulada: impedir les exportaciones de la parroquia. Se detuvo a los carros y los
clescargar-on en las ciudades por donde pasaban. El movimiento de
Algunas personas han ido muy lejos en la exportación de grano en convoyes noctutnos asumió las proporciones de una opeta~
grano Setecientos u ochocientos mineros del estaño se unieron, ción milit8.r:
y primero ofrecieron a los agentes de grano diez y siete chelines
por veinticuatro galones de trigo, pero como les dijeran que no Lns carros crujen prnfunclamentc bajo 51J'> pesadas cngas,
les darían nada, ellos inmediatamente rompieron y abrieron las I\1ientras siguen su oscuro curso por ]m camin0s;
puertas de la bodega y se llevaron todo lo que había allí sin dinero Una rueela tra;:; otra, en una temerosa procesión lenta,
nI preCIO. Con rncdia cosecha, :l sus destinos van
La expedición secreta, corno la noche
El resenttmtento más grande fue provocado a mediados de siglo QUE' cubre sus intenciones, aún rehúye 1<1 luz
por las exportaciones al exterior, por las que se pagaron primas. Se ),vlientras que el pobre labrador, cuando deja su lecho,
consideraba al extranjero como una persona que recibía cereal a pre- Ve el inmenso granero tan vacío como su cobertizo.51

50. D. G. D. Isaac, 'lA Study of Popular Disturbancc in Britain, 1714-


175 'h, Edimburgo, Unív. Ph. D. thesis, 1953, cap. 1. .51. S. J. Ptatt, S . . .mlpathy ami Other PO('JJJs. Londres, 1807. ~"1p. 222.2n.
92 TRADICIÓN, REVOEL'rA y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MOHAL DE LA MULTITUD 93

Se amenazó con destruir los c:lnnle~,. Se asaltaron barcos en 10.0; Ni el molinero ni el harinero vendcl·fin al trabajador una c;:¡n-
puertos. Los mineros de- la mina de carbón de Nook, CCrGl ele I-Invcr- tidad menor a un saco de harin:1 por deh;1jo del precio al por
[orchvest, ~!menaZJron con cerrar el cstu1rio en un punto angosto. menor ,,1 que se vende en las tiendas, y el bolsillo del poh¡·c pocns
veces podrá permitirle comprar todo un S"KO de una sola vez.
Ni lag gabarras de log ríos Scvern y \'Vye se libraron del ataque. 51
La indignación podía inflamarse también contta un cOl11crciant-e
De aquí que el trabajador se viese empujado a la pequeñn tienda al
cuyas obligaciones con un mercado fonÍnco interrumpían los sumi-
por menor, donde los precios eran aumentados.-"] Los viejos mer-
nistros regulares de la Cl'munidad local. En 1795, ulJ agricultor y
cados decayeron, 0, donde se mantuvieron, cmnbiaron sus funciones.
tabernero acaudabdo, próximo a Tivcrton, se quejó al Ministerio de
Si un cliente intentaba comprar un solo queso.o UD pedazo de tocino
b Guerra de asambleas desordenadas «que amenazan con tirar abajo
--escribía Girdlcr en 1800····- «está seguro de que le contestan con
o quem'lr ;u casa porque recibe Mantequilla de sus vecinos Agricul.
un insulto, y le comunican que todo el 101e ha sido comprado por
tares y Lecheros, pn1':1. cnviarln con el cano del camino vecinal, que
algún contratisLl ]ondinensc».
pasa por su puerta, a Londres». En Chudlcigh (Devon), en el
Como expresiva de estos ngravios -que nlgunns veces ocasio
mismo aoo, la muchcJulllbtc dcstl-ozó la malluiJl,\ri;l de un molinero
naton un rnotín·-~· podemos tomar llnn carta an611ima dejada en
que dejó -:-le ~ulnini~trar harin;l a b comunidad local porque hahía
1795 a la puerta del alcalde de Salisbury:
sido contratado por el Departamento de Avituallamiento de la Arma·
da para hacer galletas para los barcos: esto originó (dice el intere- Caballeros de la Corporacíón yo les ruego pongan fin a esta
sacio en una frase teveladora) «la Idea de que e echo [sic 1 rnl1cho pt,-lctiOI de la que se hace uso en nuestros l\1crcados por Rook
daño a la Comunidad». Treinta años antes un grupo de comerciantes y (ltroS trajinantes al darles la Libertad de Entrometerse en el
londinenses necesitó de la protección del ejército para sus depósitos Mercado en todo de tal manera que los Hahitantcs no Pllcdcn
de queso sitllados a 10 largo del río Trcncl: comprar un solo Artícu10 sin ir a parar para ello al Comerciante
y Pagar precios Extorsionantes que ellos creen apropiados y (tún
Los depósitos en pc1¡,gro por los mil1erq~ amotinados !lO son avasalbt· a la Gente como si esta no mereciera ser tenida en con-
propiedad de ningún monopolizador, sino ele l1n numeroso cuerpo sidnación. Pero pronto les llegará su Fin, tan pronto como los
de traficantes de queso, y absolutamente necesarios pata la recep- Soldados hayan salido de 1:1 ciudad.
ción del queso, para transportado a HulI, y que desde allí se flete
para Londres.
Se pidió a la corporación ordenara a los trajin<ll1tes que salieran del
Estos ¡lgravios se relacion 1n con la queja, ya obsenrada, con res- mercado hasta que la gente del pueblo huhieta sido atendida, «y n(1
pecto a la ldirada de mercnncÍas del mercado püblico. Al irse alejan- pennitáis a Jos Carniceros mandar ]a carne fuera en reses enteras
do de Londres los comerciantes y concurrir más frecuentemente a sino obligecllos a cortarla en el Mercaclo y atencler a In Ciudad jwirne-
mercados provinciales, podían ofrecer precios y comprar en Gltltida- ro». La carta informa al alcalde de que más de trescientos ciudndilJlOS
des lo cual provocaba en los agricultores un sentimiento de molestia han «jurado positivamente ser fieles los unos a los otros pRra la
nI tener que atender los pequeños peeJidos de los pobres. ',Ahora no Destrucción de los Trajinantes».
es negocio para el agricultor -escribía Davics en 1795-· vcnder Doncle los trabajadores podían comprar ce tea les en pequeñas
grano por b1lshet al por menor a este o aquel pobre; excepto en algu- cantidades podían surgir graves prohlemas sobre pesos y medidas.
nos lugares determinados, y como favor) a sus propios trabajadores.}) «Somos exhortados en el Evangelio de San Lucas: Dad y se os dará,
y donde los pobres cambiaban su demanda de grano por la de
harina la historia era muy parecida: 53. (,E1 primet prinCIpIO que deja :;cntfldo un panndero, cuando viene a
una parroquia, es hacer a tod(\:; los pobres deudores suyo.<;; luego h2lcc el p[\n
52. E. P. Thompson, The Making 01 ¡he English Workinf. Clan, Penguin del peso y cRlidad que le place .», Gettt[eman's Magazine, XXVI (17'56),
cd., 19681, pp. 70-7.3. p.557.
94 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 95
huena medida, apretada, rcmccicIa, desbordante será la que os echarán habrá una gran compañía que quemará la pegueñfl medida cuando
en vuestro senO.1> Esto no era, desgradadamente, la práctica que vosotros estéis en la cama y dormidos y vuestros graneros y all11iares
seguían todos los agricultores y come,ciantes en la Inglaterra protes- y a vosotros también con ellos
tante. Un (Iecreto de Carlos n hahía incluso dado a los pohres el
derecho de saClldir la medida de harina; tan valioso era el grano del Un colaborador ele los AUl10ls o/ Agríeulture de Hampshire ex-
pobre que lIna pérdida en la medida podía significar la diferencia de plicó en 1795 que los pobres «han concebido erróneamente la idea
p;1sar un día sin hogaza. El mismo decreto intent6, con una total de que el precio del grano ha aumentado por la última reformo del
ralla de éxito, imponer la medida ele Winchester, como patrón na- bUJhel de Uueve galones a la medida de Winchester, babiendo pasado
cional. Una gran diversidad de medidas que variaban incluso deu- esto en un momento en que subían los pretios en el mercado, por
lro de los límites de un mismo condado de un mercado ciudadano a lo cual se pagó igual cantidad de dinero por ocho galones que
otro, daba abundantes oportunidades para pequeñas ganancias. Las la que se solía p<lgar por nueve>>-. «Confieso», continúa,
antiguas medidas eran generalmente 1TIflyorcs ~~;tlgl1nélS veces mucho
mayorcs- que la de Winchcstcr; a veces etan apoynebs por los que tengo una predilección indudable por la medida de nncvc
<lgt-icl1ltores () comerCi<111tes, pero más a menudo 10 Críln por los clien- galones, porque es la medida más aproximada a un bllshel de
les. Un observador comentó que «las clases más bajas la detestahan harina; y por consiguiente, el pobre es capaz de juzgar qué es
(la medida de \X!inchesterl, por lo pcqneño de su contenido, y los lo que debe pagar por un bushel de harina, lo cual, en la medida
presente requiere más aritmética de la que él puede conocer.
comcrciant~s ... los instigaban a ello, siendo su interés mantener toda
aquella incertidumbre con respecto a los pesos y las medidas».54
Los intentos de cambiar la medida encontraron muchas veces Aun así, las nociones aritméticas de! pobre podían no haber sido tan
re~istencía, y ocasionalmente, d1cron lugar a motínes. Una carta de erróneas. Los cambios en las medidas, como los cambios en la moneda
n[; minero de ele e Hill (Shropshire) a un «Compafíero de Infortunio» decimal, tendían por arte de magia a desfavorecer al consumidor.
declaraha: Si los pobres compraban (a fines de siglo) menos canlidad de
grano en el mercado público, esto indicaba también el ascenso bacia
El Parb111cnto para rucstro alivio p~na ayudarnos a morir de una condición de mayor importancia del molinero, El molínero ocupó,
h"'lllbre va a reducir nuestras Medidas y Pesos al Nivel más bajo. durante muchos siglos, un lugar en el folklore popular tan pronto
SC11ll0S ",lrededor de Diez mil pet;;;ol1as conjuradas y listas en todo
envidiable n:mo lo contrario. Por un lado, era considerado como un
momento. Y queremos que toméis las Armas y Chafarotes y juréis
libertino fabulosamente afortunado, cuyas proezas se perpetúan aún
ser fieles los unos a los otros No tenemos más que una Vida
que Perder "V no vamos 2 morir de hambre
quizá en e! sentido vernáculo de la palabra «moler». Quizá lo ade-
cuado del molino de pueblo, oculto en un lugar apartado del río,
al cual las ll1ujeres y doncellas del pueblo traían su grano para mo-
Un"s cartas a agricultores de Northiam (Sussex) advertían:
lerlo; quizá también su poder sobre los medios de subsistencia; quizá
S\1 condición social en el pueblo, que le convertía en un buen parti-
Caballeros todo 10 que deseo es que toméis esto como una
advertencia a todos vosotros para que dejéis los pequeños bus beis do; todo pudo haber contribuido a la leyenda:
y toméis la antigua medida nuevamente porque si no lo hacéjs
joven mOZ:1 vigorosa tan vigorosa y alegre
1:..1118
54. Annols 01 Agriculture, XXVI (1796), p. 327; Museum RU5licum el Fue "d molino un día Traigo un celemín de grano para moler
Cnmmerria{e, IV (1756), p. 198. La diferencia entre bushels podía ser muy
Sólo puedo quedarme un momento
mnsiderable: frente al busbel de \'{finchestCT de 8 galones, el de Stam(ord
tenía 16, el de Carlislc, 24 y el de Chester, 32: véase J. Houghton, A CollectÍon
{or Tmpro1!cment 01 Husl:;andry ond TraJe, Londres 1727, n.O XLVI, 23 de Ven siéntate, dulce y hermosa querida mía
junio de 1693. No puedo moler tu grano) me lo temo,
~

96 TRADICIÓN) REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASF


LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 97

lvli~
piedra:" están alt8s y el ;1~ua bnj<l clientes.) Al transcurrir el siglo, el paso ele mucbos molinos a fines
No puedo moler pues el molino no anda industriales colocó él los pequeíl0s molinos de trigo supervivientes en
una posición mt1s ventajosa. Y en 1796 estas injusticias se hicieron
Entonces ena se sentó sohre un saco sentir con sufkiente fuerza como para permitir a sir Francis Bassett
HabJ8ron de esto y aquello presentar Ll MiIler's Toll Bill (Ley de Impuestos del Molinero), que
Hab1:1ron de amor, y de que era agradable int.entaba regular más est.rictamente sus prácticas de pesos y me-
EHa prnnto descubrió ClllC eJ molino molería didas,
Sin embargo, estos molineros eran., por supuesto, lA gentecilla
Por otro lado, la reputación del molinero era menos envidiable. del siglo XVIII. Los graneles molineros del valle del Támesis y de las
,,¡Amar ' », exclamo Nellie Dcan en \f7l1thcrillg Hei,ghts: ,,¡Amar l grandes ciudades respondían a un tipo diferente de empresarios que
¿Oyó alguien alguna vez cosa parecida) Podía también hablar de comerciaban ampliamente en harina y malta. A los mo]inerns no
;111131' 31
molmero que viene una vez ;,11 año a comprar n\lestro gtano». les afectaba la Tasa del Pan (Assize ol Bread), y podían hacer reper-
Si creemos todo ]0 que ha sido eser; tn sobtc él en estos años) la cutir inmcdiatmncnte sobre c.l consumidor nwlquier alzA en el precio
l\istoria dclmolinero ha cambiado poco desde el (/Cuento de Rcevcsl>, del grano. J nglat,~rra tenía tAmbién, en el siglo XVlIr, sus ballalités
de Chaucer. Pero mientras que el pequcI10 molinero rural era ,lCU- menos conocidas, incluyendo esos vestigios extrAordin<lrios) los moli-
sado de costumbres típicamente medievales ~recípientes excesiva- nos con nerechos señoriales (soke-mílls), que ejercían un monopolio
mente grandes para recolectar el impuesto en especie, hatina oculta absoluto en el molino de grano (y venta de harina) en centros fabri-
en ías cajas de las piedras, etc.-- su duplicado, el molinero más les importantes, entre ellos Manchester, Bradford y Leeds. En la
importante, era acusado de agregar nuevos y mucho más osados mayoría de los casos los feudatarios que poseían los derechos seño-
desfalcos: riales por ~(l utilizrlción del molino (maqllila), los vendían o art"r-nda··
han a especuladores privados. 1'v1ás tormentosa aún fue b hist.oria
i\nte~ robaba con discrccj(lf)
de los Molinos-Escuela en Manchester, cuyos derechos señoriales
PCfO <-1hora es UIl !Jdrón (,s«llldal(l~o.
eran destinadCls a notación carit.ativa para mmltener la escuela secun-
daria. Dos arrendatarios de estos derechos, poco populares, inspi-
En un extremo nÚll tenernos el pcql1cílO mnlinn f11r;11 exigiendo
í1ll¡mcstos de ;lCtlcrdo :1 5U prcjli,l c05tll111hrc. IJ i1l1pue~to pndí<1 ser
raron en 17 3 7 los versos del doctor Byrom:
cohm.do en h,ullla (siempre de «la rnejor de bs héHinas, y ele la
h<1l"inn más fina que está en el centro de b 1.01v:1>'> L \' como la pro- HueSDS y Piel, el":1n dos molineros flAcos,
Que mataban de hambre a la ciudad, o andaban cerca de ello;
pnrcÍón no variabn con las fluctaci(1nes de precios, efa una ventaja
Pero sepan, Piel JI Huesos,
para el molinero si Jos precios ctan altos. Alrededor de los pequeños
que Carne y Sangre no pueden soportJr!o.
molinos que exigían impuestos (mm donrlc el impuc<;tn había sido
conmntrldo por pt1gos en ¿ineto) bs injustícias se rnllltiplicahan, y
había intentos espasmódÍC"os de rcgu];¡ci{~n. Desde qnc los mnlirw-
Cuando, en 1757, los nuevos arrendatarios qnlsleton prohibir lo im·
portación de harina a la cindad en desarrollo, mientms que al mismo
ros se dedicaron con mayor íntcnsicbd al comercio) y a moler el
tiempo manejaban sus molinos (se alegi1ba) con extorsión y demora)
grano por ~ u propia cuenta para los panaderos, tenían peco tiempo
la carne y la sangre no pudieron realment.e soportarlo por mas tiem-
para los pequeños clientes (con un saco o dos de grano espigadn); de
po. En la lamosa «pelea de la colina Shnd» (Shud-hiil FiRht) de ese
aquí t<1rdanzas sin fin; y de aqllí tnlllhién que, cuando h harína era
año, por lo menos cuatro hombres fueron muertos a tiros de mosque-
de\'llelta al cliente, podín ser el producto de otro grane' de calidad
te, pero finalmente los derechos sobre molienda fueron abolidos.
inferÍor. (1Iubo quejas de que algunos molineros cornprabal1 a mit.ad
E incluso en donde no obtenían este tipo de derechos, un molino
de precio grano dañado y que lo mezclaban con el grano de sus
98 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMf ¡\ MORAL nF, LA MtJLTrnJD 99
pocHa igualmente dominar a una populosa comunidad, y podía
estratagemas, algunas de las cuales -como el pall de peso escaso,
provocar la furia popular por un aumento repentino en el precio de
adulteración, mezcla de harinas baratas y dañad<1S~- est<1ban sujetas
la harina o un deterioro evidente de su calidad. Los molinos fueron
a rectificaciones .legales o a recibir instRntáneas represalias de la muJ-
el blanco visible y tangible de algunos de los motines urbanos más tilucl EJ pan<lclero, ciertamente, tenía a veces que atender a sus pro-
serios del siglo. Los molinos de Albion en el puente de Blackfriars
pt;:¡s relaciones púh1icas, aun al extremo de tener que alisten a la ml1l-
(los primeros molinos de vapor de Londres) eran gobernados por
titud a su Livor: Cuando llann1h Pain de Kcttcring se ql1cje; a J()~
un sindicato cuasi-filantrópico; sin embargo, cuando se quemaron
alguaciles so1,re la escasez de peso del p811, el panadel'o «levantó al
en 1791, los londinenses bailaron y cantaron baladas de júbilo en
populacho conl'ra ella. y dijo que mcre\ín ser azohlda, pues ya
las calles. El primer molino a vapor de Birmingham (Snow Hi!!) no había suficientes heces de b sociedad de este tipo». Much;lS corpo
10 pasó mejor, pues fue blanco de un ataque masivo en 179.5. l'adones, él. 10 latgo del siglo, hicieron gran espectác\llo de h supcrvi-
Puede parecer a primera vista muy curioso que tanto los comef-
si6n de pcsos y !Tlediclr!s, y del castigo ele lns transgresores. El '<.Tllstice
cl:111tcs como los molineros continuaran figurando entre los objetivos
Ovc¡'c1o» de Bcn Johnson estaba todavía ocupado en las (;111es de
de los motines de fines de siglo, cuando en muchos puntos de las Rcading, C~)nvcntry o Londres:
MidIands y del Sur (y seguramente en áreas urbanas) la clase obrera
se había acostumbrado a comprar pan en las panaderías más que
Alegre, entra en todas las ccrvccerÍ<ls v baja a todos los ~(Stann<;.;
grano o harina en los mercados. No sabemos bastante como para
miele las tort;1.S pesa las hogn(ls de pan en Sil dedn cor;li:z1n
hacer un gráfico del cambio con exactitud, y seguramente se siguió d::t las tortas a los pobres, el pan BI hambricnto, la!) llntil1as ;1. Sus
cociendo el pan en las casas en gran medida. Pero aun donde el cam- niños
bio fue completo, no se debe subestimar la complejidad de la situa-
ción ni los objetivos de la. multitud. rlubo, por supuesto, mtlChfsimos Denl'ro de esta tradición encontramos a 1J11 lTIJgistrado de Londres,
pequeños motines frente a las panaderías, y mucbas veces la multitud en 1795, quc, l1egrlOdo rd csccnariCJ de un motín en Scvcn Dials,
«[ijaba el precio» del pan. Pero el panadero (cuyo naba jo en tiem- donde lo multitud estaba ya demoliendo una panadería acusada de
pos de altos precios puede haber sido muy poco envidiable) era el vender pfln de peso escaso, intervino, se apoderó de las merc111cías
único que, entre todos los que bregaban con las necesidades de la gcnte del panflclero, pesó las hogazas y, encontrándolas realmente deficien-
(tcl'ratenientes, agricultores, arrieros y molineros), se hallaba en con- tes de peso, las distribuyó entre la multitud.
tacto diario con el consumidor, y se encontraba más protegido que i:
Sin duda los panaderos, que conocían a sus clientes, se quejaban
cualquiera de los demás por la visible insignia del paternalismo. El ,- a veces de ~'11 impotencia para reducir Jos rJrecÍos, y dirighn a la mul-
Assize of Bread limitó clara y públicamente sus beneficios legítimos .•
titud hacia el molino o el mercí1do de gtan()s, «DCSPllés de vaciar
(tendiendo también de este modo a dejar el comercio de panadería ¡ 1111"has panaderías» referia el molinero ele Snow Hill, Rinninr-h,un.
en manos de numerosos comerciantes pequeños con poco capital) pro- refiriéndose al ataque de J 79,J, «víniel'on en grandes grupos contra
tegiéndolos así, hasta cierto punto, de la cólera popular. Incluso nosotros .. ». Peto en muchos C(¡SOs 13 multitud elegía clar;1mente
Charles Sm!!h, el hábil exponente del libre comercio, pensaba que la
sus propios hlancos, eludiendo deliberadamente a los panaderos. Así
continuación de! Assize era oportuna: «En Pueblos y ciudades gran-
en 1740 en Norwich la gente «fue a casa de cada uno de los Panade-
des siempre será necesario establecer el Assize, para convencer al
ros de la Ciudad, y fijó una Nota en su Puerta con estas palabras:
pueblo de cme el precio que exigen los Panaderos no es más que lo "Trigo a Diez y Seis Chelines la Rastra"». En el mismo año en \'(Tis-
que creen razonable los Magistrados». beach obligaron a <<1os Comerciantes a vender Trigo a CU<1tro peni-
El efecto psicológico del Assize fue, por ello, considerable. El
ques el husbel no sólo a ellos, sino también a los Panaderos,
panadero no podía tener esperanza de aumentar sus beneficios por donde ellos regulaban los .Pesos y Precios del Pan».
encima de la cantidad calculada en e! Assize más que con pequeñas
Pero a esta altura está clato que estamos tratando con un mode,
100 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE

lo de acción mucho más complejo que el que puede explicarse satis~


factoriamente por un encuentro cara a cara entre el populacho y
molineros determinados, comerciantes o panaderos. Es necesarío
I; LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD

Podían entonces ordenar a los agricultores mand:n ({cantidades con-


veníentes>~ al mercado, pata ser vendidas, {,y esto a precio f<17011a-
hle». Los nlguílciles adquirieron luego autoridad para «estílblecer un
101

cierto precio por bushel de toda clase de granm>. La reina y su


dibujar una imagen más amplia de las acciones de la multitud. Consejo opinaban que los altos precios se dehian en parte a los
monopolistas, y en parte a la «avaricia~> de los cultivadores de grano)
quienes «no están satisfechos con ninguna ganancia moderad;:!, sino
v que buscan y proyectan medios de mantener altos los precios con la
11
consiguiente manifiesta opresión de la clase m·ás pobre». Las órdenes
s" ha sugerido que el término «motín» representa un instrumento
deben ser :mpuestas «sin ninguna parcialidad que perdone a ningún
de análisis basto, torpe, para muchos de los agravios y circunstan~
hombre» .55
cias determinados. Es también un término impreciso para describir
En esencia, pues, el Book of Orders otorgaba a los magistrados el
los movimientos populares. Si buscamos la fórmula característica de
la acción directa, deberíamos tomar, no las disputas en las panade~ poder (con la avuda de tribunales locales) de inspeccion;¡r las exis-
tencias de c~reales en cámaras y graneros; de ordenar el envío de
tÍns en las afueras de Lanches, ni aun bs grandes refriegas provoca-
ciertas cantidndcs nI mercfldo; y de imponer con severidad tochls las
das por el descontento contra los grandes molineros, sino los <<levan-
normas de h legislación sobre licencins y acapar8mientn, No se portía
tamientos pepulares» (muy especialmente los de 17 40, 17 56, 1766,
1795 v 1800) en los cuales los mineros del carbón y del estaño, los ~
vender grano fuem del mercado público, «salvo a alguno, pobres
artesanos, o Jornaleros de 18 parroquia en que viven, que no pueden
tejedores y operaríos de calcetería fueron quienes se destacaron. Lo i':
llegar convenientemente a las Ciudades de Mcrcac1c)}>. Lns Ordenan··
extraordinarío en estas «insurrecciones>} es, en primer Jugar, su dis- 5(

zas ele 1630 no facultaban explíciratnente a los alguaciles para fijar


ciplina y, en segundo lugar, el hecho de que exhiben un modelo de
el precio, rero les ordenaban asistir al mercado y asegurarse de que
conducta cuyo origen debemos buscar unos cientos de años atrás;
«se proveía a Jos pobres de los Granas necesarios con tanta con-
que más bien crece en complejidad en el siglo XVIII; que se repite,
veniencia en los Precios, como pudiera ser obtenida por la Persui1-
aparentemente de manera espontánea, en diferentes puntos del país
sión más enérgica de l"s alguaciles». El poder- de fijar el precio del
y después del transcurso de muchos años tranquilos. La ncción cen~
~rano o la harina quedaba, en casos de emergencia, a mitad de c3mi··
tral en este modelo no es el saqueo de graneros ni el robo de grano
o harina sino el acto de dijar el preClO».
Lo extraordinario de este modelo es que reproduce, a veces con -1
li no entre la imposici()n y la persuasión. 56

55. Hav algún informe sobre el funcionamiento del Book of Orders en


gran precisión, las medidas de emergencia, en épocas de escasez, cuya . E. M. Leon~rd, Em1y HistMy 01 Enf!.lish POOl" Re/id, Cunbridge, 1900: Graso,
f}[l_ cit., pp_ 236·242; Lipson, op. cit., nT, pp. 440.450; B. E. Supple, COIJl~
(unción, entre los años 1580 y 1630, fue codificada en e! Book of rnrrcial Crisü t1nd ChI1l1P.,e in EI1f!./and. 1600-1642, Cambridge, 19CJ4, p. 117.
Orders. Estas medidas de emergencia se emplearon en épocas de Hay documentos que ílustran su funcionamiento en O//icial Papen n/ Núfhm;iel
escasez en los últimos años de! reinado de Isabel 1, Y fueron pues- Bacon o/ St¡ljkc? Nor!olk (Camdcn Saciety, 3: seL, XXVI, 1915), P[1. 130-157.
56. Por un Acta de 15.34 {25 George VIII, cirea 21, el Consejo Privado
tas en vigor, en forma un tanto revisada, durante el reinado de tenía poder para tasar los precios del grano en caso de emergencia. En una
Carlos l, e:1 1630. Durante el reinado de Isabel I se exigía a los m,ís bien confusa nota. Gras (op. cit., pp, 132-13j) opina que, después de 1550,
dicho pnder no se us6 nunC:1. En cualquier caso no fue nlvidado; una pro--
magistrados la asistencia a los mercados locales, clama de 1(103 aparece para fijar los precios (Seiigman Colkction, Cohm1hia
Uní\', Lib., Proclamntions, James 1, 160j); el Book ot Ordcrs de 1630 cClndllvc
y donde encuentre q-ce es insuficiente la cantidad traída pata rnn ln arlvertcncia de que, «si los dueños de grano y otros prori~ultios de
abastecer y atender a dichos mercados y especialmente a las clase!' Víveres.. no cumplen voluntariamente estas órdenes»-, Sn Majestad (¡dad
más pobres, se dirigirá a las casas de los Agricultores Y otros Orden :de que sean fijados Precios ni;"~Dnablcs»; el Consejo Privado intentó
runtrolar 10$ precios por medio de una prochlma en 1709, Liverpool Papers,
dedicados a la labranza y verá qué depósitos y provisiones de grano Brit, l\lus., add. tvIS. _'8353, fol. 195, y el a5un10 fue activamente disclltido
ha retenido tanto trílJado como no trillado
102 TRAD1CIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MlJLTI'rUD 103

Esta legislación de emergencia se fue desmoronando durante hs Ciento treinta años después (1768) se clavaron nuevamente hojas
guerras civiles. 57 Pero la memoria popular, especialmente en una so· incendiarias en las puertas de las igleSIas (flsÍ como en las enseñas de
cicdad analfabeta, es extraordinariamente larga. Poca duda cabe de las posadas) de ¡,arroquias dentro del mismo contorno de Scray, en
que hay una tradición directa que se extiende desde el Book of Kent, incitando a los pobres a sublevarse. Pueden observarse mu-
Orelers de 1630 a los movimicutos de los trabajadores de la confec- chas continuidades semejantes, aUl1que sin duda e! modelo de acción
ción en el este y oeste de Inglaterra durante el siglo XVlIl. (La per- directa se extendió a nuevos distritos en el siglo XVIII. En mucha;')
sona con letras también tiene recuerdos muy profundos: el propio ocasiones, en las antiguas regiones fabriles del Este y el Oeste, la
Book 01 Orders fue vuelto a publicar, extraoficialmente, en 1662, y multitud sostuvo que, puesto que las autoridades se negaban a im-
nuevamente en 17 58, con un discurso preliminar para el lector que poner <<las leyes», tenían que imponerlas por si mismos. En 1693, en
se refería a la actual «perversa alianza para producir la escasez»,) Banhury y Chipping Norton la multitud «sacó el grano a la fuerza
Las ordenanzas mÍsmas eran en parte una respucstll a las pre- de Jos calTOS, cuando se 10 nevaban los acaparA.d(ltcs, diciendo que
siones de los pobres: ¡j estaban rCSl1eltos a ejecutar las leyes, ya que los magistrados 110 se
(4
oCllpabrtn de hacerlo». Durante los desórdenes que se extendieron por
\1
El Grano es tan caro 1/ el Oeste en 1766 el sberi!! de Gloucestershire, un pañero, no pudo
Que no dudo que muchos morirán de hall1brc este año. ocultar su respeto por los amotinados, los cuales

Así decía una copla fijada a la entrada de la iglesia en la parroquia fueron ... a una casa de labranza y atentamente expresaron su
de Wye (Kent) en 1630: deseo de que se trillara y llevara al mercado el trigo y se vendiera
en cinco chelines por bushel, prometido 10 cual y hahiéndoles dado
Si no os ocupáis de esto algunas provisiones sin solicitarlas, se marcharon sin la menor
Algunos de vosotros vais a pasarlo mal. violencia u ofensa.
Nuestras almas nos son caras,
De nuestro cuerpo tenemos algún cuidado. Si seguimos otros pasajes de! relato del sheril! podemos encon-
Antes de levantarnos trar la mayor parte de las características que presentan estas acdoncs:
Menos cantidad será suficiente
Vosotros que estáis establecidos El Viernes pasado, al toque de trompeta, se puso en pie una
Mirad de no deshonrar muchedumbre compuesta toda ella de h gente más haja, como
Vuestras profesiones ... tejedores, menestrales, .labradores, aprendices y chicos, etc.

en 1757; véase Smith, Three Tracts 011 the Com Trade, pp. 35. Y (aparte «Se dirigieron a un molino harinero que está cerca del pueblo
del Assize of Bread) otros poderes de tasa de precios subsistieron. En 1681 abrieron los costales de Harina y la tepartieron y se la llevaron y des.
en el mercado de Oxfotd (controlado por la Universidad) se fijaron precios truyeron el grano, etc.» Tres días después envió otro informe:
para la mantequilla, queso, ave;, carne, tocino, velas, avena y alubias: «The
Oxford Market», Cnlleelal/ea, 2.' ser., Oxford, 1890, pp. 127-128. Parece que
el Assize of Ale desapareció en Midd1csex en 1.692 (Lipson, op. cit.) 11, p. 501) Visitaron a Agricultores, Molineros, Panaderos y tiendas de
y en 1762 <;e autorizó a los cerveceros a subir el precio de una forma t:17:o- buhoneros, vendiendo grano, harina, pan, queso, mantequilla y toci ..
nable (por 2 Geog. III, c. 14); pero cuando en 1762 se propuso elevar el no a sus propios precios. En general devolvieron el producto (es
precío en medio penique el cuartillo, Sir John Fielding escribió al conde de
Suffolk que el aumento «no puede considerarse razonable; ni se someterán decir, el dinero) a los propietarios o en ausencia de ellos dej::Hon el
a él los súbditos»: Calendar of l-fome Office Papen, 1773, pp. 9-14; P. Mathias, dinero; y se comportaron con gran regularidad y decencia donde no
Tbe Brewí!tg Industry in Englfllld. J700-1830, Cambridge, 19.59, p. 360. encontraron oposición, con desenfreno y violencia donde la ellcon~
57. G. D. Ramsay, «Industrial Laisser-Faire and the Polícy of CromweIh,
Econ. Hist. Reo., 1." ser., XVI (l946.), esp. pp. 103-104; M. James, Social traron; pero saquearon muy poco, pata evitar ]0 cual no permiten
Problems and Paliey durif1g the Pu,.itatt RefJolutio1z, Londres, 1930, pp. 264-271. ahora a las Mujeres y a los muchachos que les acompañen.
104 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMíA MORAL DE LA MULTITUD 105
DC'spués de visit8t los molinos y meren Jos en los alrededores de
G-Ioucester, Sttoud y Cirenccstcr, se dividieron en grupos de cin- de los molinos locales, destruyendo maquinaria, cortando sacos y
cuenta y cien y visitaron las "Ideas y fincas pidiendo que se llevara el llevándose grano y harina. En 1766, la multitud que recorría el valle
grano al mercado a precios justos, y entrando a la fuerza en los del Támesis en acto de inspeccionar, se bautizó a sí misma con el
graneros. Un grupo grande visitó al shfl"iff en persona, soltaron sus nombre de «los Reguladores»; un agricultor aterrorizado les permitió
porras mientras les hablaba de sus delitos, escuchaton con paciencia, dormir en la paja de su corral y «pudo oír desde su Aposento que
«gritaron alegremente Dios Salve al Rey» y después recogieron sus hablaban entre sí sobre a quién habían asustado más, y dónde habían
pOlras y voívieron a la buena labor de fijar el precio. El movimien- tenido mejor fortuna». El modelo se continúa en la década de 1790:
to tuvo en parte el carácter de huelga general de todo el distrito en Ellsmere (Shropshire) la multitud detuvo el grano que era conduci-
textil: «1os amotinados entraron en nuestros talleres y forzaron a a
do a los molinos y amenazó individualmente los agricultores; en el
salir ¡] todos los hombres, quisieran o no unirse n ellos». Bosque de Dean los mineros visitaron los molinos y las viviendas de
Fue este un movimiento cxtr<1onLnariamcntc disciplinado y a los agricultores, exigiendo dinero «3 las personas que encontraban en
gff\n escala. Pero el relato nos lleva a observar características que se la carretera»; en el oeste de Cornualles los mineros del estaño visi-
encuentran tepctidillllCntc. Así, el movirnlcntn de la multitlld desde el taron las fincas con un dogal en una mano y en la otra un acuerdo
mcrcc"do hacia los molinos y de allí (C01110 en el Hook o[ Orelers) a ins escrito de llevar e! grano a precios reducidos al mercado. Lo notable
fincas) donde se inspeccionaban las existencias y se ordenaba a los es la moderación, más que el desorden. Y no cabe la menor duda de
agricu Itores enviar el grano al mercado al precio dictado por la que estas acciones eran aprobadas por un consenso popular abruma-
multitud: todo esto se encuentra habitualmente. Ello iba a veces dor; se siente la profunda convicción de que los precios deben ser
acompañado de la tradicional ronda de visitas a las residencias de regulados ~n épocas de escasez, y de que los explotadores se excluyen
las personas importantes, para pedir contribuciones, forzadas o vo- a sí mismos de la sociedad. En ocasiones, la multitud intentaba por
luntarias. En Norwich, en 1740, In multitud, después de obligar a la persuasión o por fuerza atraerse a un magistrado, jefe de la policía
baja de precios en la ciudad, y de apoderarse, en el tÍo, de una barca- de la parroquia, o a algún otro representante de la autoridad, para
za cargada de trigo y centeno, pidió contribuciones a los ticos de la presidir la laxa/ion populatú. En 1766 en Drayton (Oxon.) miembros
cluch"t_d: de un trape! fueron a casa de John Liford «y le preguntaron si era
Jefe de Policía; al contestar "sí" Cheer le dijo que debía acompañarlos
El martes pot la M:1ñana temprano, se reunieron nuevamente, a la Cruz V recibir el dinero de tres sacos de harina que habían
al toque de los Cuernos; y después de una breve Confabulación, tomado de una tal Betty Smith y que venderían a cinco chelines el
se divjdieron en grupos y salieron del Pueblo por diferentes Puer- ~, bushei»; la misma muchedumbre se agenció al jcEe de policía de
tas, llevando delante de ellos un largo cartel que- proponía visitar Abingdon para el mismo servicio. El jefe de policía de Handborough
n los Caballeros y Agricultores de las aldeas vecinas, para exigirles
(también en Oxfordshire) fue requerido de manera similar, en 1795;
Dinero, Cerveza Fuerte) etc. En muchos lugares, donde la Gene~
la multitud fijó un precio -y un precio sustandal- de 40 chelines
rosídad de la Gente no respondía :l. sus Expectaciones, se dice que
mostraron su resentimiento pisoteando el Grano de loS" Campos el saco de un carro de harina que había sido interceptado, y le fue en-
tregado el dinero correspondiente a no menos de quince sacos. En la
Las multitudes, en Sll deambular con el propósito de inspeccionar, isla de Ely, en el mismo año, «el populacho insistió en comprar carne
se mostraron muy activas durante este año, especialmente en Durham a 4 peniques la libra, y pidieron al Sr. Gardner, un Magistrado, que
v Northumberland, el \'Vest Riding y varias zonas del norte de Gales. supervisara la venta, como había hecho el Alcalde en Cambridge el
Los manifestantes en contra de la exportnción, que salieron de Dews~ Sábado por la noche». Y también en 1795 hubo un cierto número
b11l"y (abril de 1740), iban encabezados por un tamborilero y «algo de ocasionts en que la milicia o las tropas regulares supervisaron
parecido a una enseña o hlndcr:1»; realizaron un recorrido regular ventas forzadas, algunas veces a punta de bayoneta, mientras sus
oficiales miraban resueltamente hacia otro lado. Una operación combi-
TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 107
106

nada de soldados y muchedumbre forzó al alcalde de Chichester a tomarían :::in compcnsaClon alguna». Con frecucnci<l aparecen moti-
acceder a fijar el precio de! pan. En Wells miembros del 122 regi- vaciones de castigo o venganza. El gran motín de Newcastle de
1740, en que los mineros y los bateleros irrumpieron en e! ayunta-
miento empezaron
miento, destruyeron los libros, se repartieron el contenido de las arcas
por abuchear a los que ellos denominaban acaparadores o trafi- municipales y arrojaron barro y piedra a Jos concejales) se produjo
cantes de mantequilla, a quienes persiguieron en distintas partf.'s tan sólo a consecuencia de dos provocaciones: primero, tras romperse
del pueblo ~·se apoderar:::m de la mantequilla- la reunieron tod8 un acuerdo entre los dirigentes de los mineros y los comerciantes (en
-le pusieron centinelas- y después la echaron, y la mezclaron que actuó un concejal como árbitro), acuerdo que fijaba los precios del
en una cuba -y después la vendieron al por menor) pesándola ell grano; segundo, cuando representantes de la autoridad, aterrorizados,
balanzas y vendiéndola al precio de 8 peniques la libra ... aunque dispararon contra la multitud desde las escaleras del ayuntamiento.
el precio normal que le daban los intermediarios era algo más En 1766, en Gloucestershire, se dispareron tiros contra la multitud
de 10 peniques. desde una cosa, lo cual -escribe el Iheriff-

Sería absurdo sugerir que, cuando se abría brecha tan grande en les molestó tanto que entraron por la fuerza en la casa, y destruye-
los muros del respeto, no aprovechasen muchos la oportunidad para ran todos Jos muebles, ventanas, ete., y quitaron parte de las tejas;
llevarse mercancías sin pagar. Pero existen abundantes testimonios después reconocieron que se arrepentían mucho de este acto por~
que no era el dueño de la casa (que estaha fuera) el que había
ele lo contrario, y algunos son impresionantes. Está el caso de los
disparado contra ellos
encajeros ele Honiton que, en 1766, quitaron e! grano a los agriculto-
res, lo vendieron en el mercado a precio popular y devolvieron a los En 179'5 los mineros del estaño organizMon un ataque contra un
agriCllltores, no sólo el dinero, sino también los sacos; la muchedum- comerciante de Penryn (CornuaIles) que había sido contratado para
bre de Oldham, en 1800, que racionó a cada comprador a dos cele- enviarles cebada, pero que les había mandado grano estropeado y en
mines por cabeza, y las muchas ocasiones en que se detenían los germinación. Cuando se atacaba a los molinos, y se estropeaba la
carros en la carretera, se vendía su contenido y se confiaba el dinero maquinarja, era a menudo como consecuencia de una advertencia
al nl1'retero.5l! prolongada eue no había sido escuchada, o como castigo a alguna
j\1lcls aún, en aquellos casos en que se tomaban las mercancías práctica escandalosa,
sin pagarlas, o en que se cometían actos de violencia, sería prudente Realmente, si deseamos poner en duda la visión no lineal y es-
averiguar si el caso presenta alguna circunstancia particular agra- pasmódica del motín de subsistencias, no tenemos más que Rpuntar
vante. Se hace la distinción en el informe de una acción llevada a hacia este tema continuado de la intimidación popular, en el que
cabo en Portsea (Hants.) en 1795. Los panaderos y carniceros fueron homhres y mujeres a punto de morir de inanición atacaban nn obs-
los primeros a quienes ofreció la multitud los precios por ella fijados: tante molinos y graneros, no para robar el alimento, sino para cas-
«a los que se amoldaron a estas exigencias se les pagó con exactitud,>, tigar a los propietarios, Repetidamente, el grano o la harina eran
pero los que se negaron vieron sus tiendas desvalijadas, «sin recibir dE'rramndos ? lo largo de cnrteteras y setos, arrojado al do) estropea-
más dinero que el que quiso dejar el populacho». Los canteros de da la maquinaria v abiertos los diques de! molino. Ante ejemplos de
Port Isaac (Cornualles), en el mismo año, se apoderaron de la cebada un comportamiento tal, las autoridades reaccionaban tanto con indig-
almacenada para la exportación, pagando un precio razonablemente nación como con asombto. Era un comportamiento (en su opi.nión)
alto de 11 peniques el bushel, advirtiendo al mismo tiempo al pto- sintomático del estado de ánimo «frenético» y destemplado de una
pictario que «si ¡ore tendía transportar el Remanente vendrían y 10 gente cuyo cerebro estaba excitado por el hambre. En 1795, tanto el
justicia mayor como Arthur Young, dirigieron discursos a los pobres
58. R. B. Rose, op. di.} p. 435; Edwin Butterworth, Historical Sketches en los que se destacaba que la destrucción del grano no era el mejor
01 Oldham, Oldham, 1856, pp. 137,139, 144,145.
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 1119
108 TRADICIÓN) REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE

medio de mejorar el suministro de pan. Hannah More añadió una VI


dlomilía de Medio Penique». Un versificador anónimo de 1800 nos
da un ejemplo bastante más vivo de estas amonestaciones a las clases Las iniciadoras de los motines eran, con .frecuencia, las muje-
bajas: res. SabelTI'Js que en 1693 una gran cantidad de mujeres se dirigie~
ron al mercado de Northampton, con «cucbíllos escondidos en sus
Cuando pasas las horas con tus Amigos del campo, corpiños para forzar la venta del grano según su propia evaluación».
y tomas, con la abundancia que quietas, el vaso desbordante En un motín contra exportación en 17 3 7, en Poole (Dorset), se in-
Cuando todo se vuelve ttanquilo, si oyes por casualidad formó que <dos Grupos se CDmponen de muchas Mujeres, y los Hom-
~<Que son los Acapamdores los que encarecen tanto el grano;
bres las apoyan, y Juran que si alguien se atreve a molestar a algu-
Que necesitan y conseguirán pan: ya han comido bastante
na de las Mujeres en sus Acciones, ellas pueden levantar un Gran
Arroz y Sopa, y engrudos por el estilo:
Lo tomar<Ín sin pedirlo: y se esforzarán por la fuerza y la violencia Número de Hombres y destruir tanto Barcos calDo Cargamentos». El
En vengarse ele estos ladrones de granos}}: populacbo fue alzado en Stockton (Dnrham) en 1740 por una "SeI10-
Joho jura que luchará mientras le quede aliento, ra con un palo y una corneta». En Haverfordwest (Pembr{)ke), en
«Es mejor ser colgado que morir de hamhre: 1795, un qnticuado juez de paz que intentó, con ayuda de un subal-
Quemará el granero del Señor Hoardúm, eso hará, terno, luchar con los mineros del carbón, se quejó de que "das muje-
Sofocará al viejo Filch Bag, y destruirá su molino)? res íncitab,n a los Hombres a la pelea, y eran perfectas fnrias.
\' cuando preparen la Púa y la Horca Recibí algunos golpes de alguna de ellas sobre mís Espaldas ... ».
y todos los útiles de la guerra rústica". Un periódico de Birmingham describía Jos motines de Snow Hi11
Háblales de los males que acompañan los actos ilegales,
como obra de «una chusma, incitada por furiosas mujeres>? En doce-
Acciones que, comenzadas en la ira, terminan en dolor,
Que quemar pajares, y destruir molinos, nas de casos ocutre lo mismo: las mujeres apedreando a un comer~
No producirá grano ni llenad los estómagos. ciante poco popular con sus propias patatas, o combinando astuta-
mente la furia con el cálculo de que eran algo más inmunes que
¿Pero eran realmente tan ignorantes los pobres? Uno sospecha lQS hQmbres a las represalias de las autoridades; <<las mujeres dijeron
que los molineros y comerciant'?s que estaban ojo avizor con respecto a los hombres del vulgo>}, dijo el magistrado de Haverforclwest refi-
a la gente y al tiempo procuraban elevar al máximo sus beneficios, riéndose a los solcbdos, «que ellas sabían qUf:' las tcnÍ:.Ul en sus COtB-
conocían mejor las circunstancias que los poetastros sentados en sus zones y que no les harían ningún daño}}.
escritorios. Pues los pobres tenían sus propias fuentes de informa~ Estas mujeres parecen baber pertenecido a una prehistoria ele su
ción. Trabajaban en los puertos. Transportaban las barcazas a lo sexo anterior a la caída, y no haber tenido conciencia de que debían
largo de los canales. Conducían los carros y manejaban las barreras haber esperado unos doscientos años pata su liberación. (Southcy
de peaje. Trabajaban en los graneros y molinos ... Con frecuencia podia escribir, C01110 lugar común, en 1807: <~L.3S mujeres están más
conocían los hecbos locales mucho mejor que la gentl'y; en muchas dispuestas ;l amotinarse: tienen menos temor a la ley en parte por
J

acciones fueron derechos a las provisiones de grano escondidas cuya ignorancia, y en parte porque abusan del privilegio de su sexo, y pm
existencia habí",1 negado, de ,bueoa fe, los jueces de paz. Si es cierto consiguiente en todo tumulto público sobresalen en violencia y feto-·
que los rumores iban muchas veces más allá de todo lírnite, tenían cidad.») 50 Eran también, por supuesto, las más involucradas en la
siempre al menos su raíz en tll1<1 ligera base de realidad. Los pobres 59. Leftas !rom E1tglawl. Londres, 18l4, Il, p. 47. Las mujeres tenían
sabían que la única forma de someter a los ricos era retorcerles el otros recursos además de la ferocidad: un coronel de Voluntarios Sí' laJnentaba
de que <w] Diablo en forma de Mujetes está ahora usando toda su influencia
bmzo. para inducir a la tropa a romper su lealtad a sus Oficiales»: Lt.-Col. J. Entwislc,
Rochelalc, 5 agosto 1795, PRO, WO l.lO&6.
110 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCTENCIA DE CLASE

compra y venta car8 a cara, la~ más sensibles a la trascendencia del


precio, las nüís experimentadas en detectar el peso eSGISO o la calidad
I LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD

su conformidad hacía muy difícil cualquier prosecución subsiguiente)


cotrÍa el peligro de perder todas sus mercancífls. Cuando fue inter-
111

inferior. Es probable que con mucha frecuencia las mujeres precipi- ceptado un carro con sacos de trigo y harina en Handborough (Oxon.),
tnran Jos movimientos espontáneos) pero otros tipos de acciones se en 1795, unas mujeres se subieron al carro y tiraron los sacos a los
preparaban con más cuidado. Algunas veces se clavaban carteles en las lados de la carretera. «Algunas de las personas allí reunidas dijeron
puertas de iglesias o posadas. En 1740 due pregonado en Ketring que darían Cuarenta Chelines por el Saco de Harina, y que pagarían
un Partido de Fútbol de Quirientos Hombres de un lugar, pero la eso, y no darían más, y que si eso no era bastante, lo tomarían por
intención era Destruir los Molinos de la Señora Betey ]esmaine». la fuerza.» El propietario (un yeaman) * lo aceptó finalmente: "Si
A (inales ele siglo, es posible que se hiciera más corriente la distri- tiehe que ser ese el precio, que lo sea». El procedimiento de forzar In
hución de avisos escritos a mano. Proveniente de \'i7 akefield (York- negociación puede verse con igual claridad en la declaración de
shire), 1795: Thomas Smith, un panadero. que fue a Hadstock (Essex) con pan en
sus alforjas (1795). Fue detenido en la calle de la aldea por un grupo
Pa1"n avisar de cuarenta o más mujeres y niños. Una de 18s mujeres (esposa de
A todas lns 1v1ujercs domiciliadas en \V'lkcficld que se desea un trabajador) detuvo su caballo
se: relÍnan en la Iglesia Nueva .. , el próximo Viernes a las Nueve
para fijar el precio del trigo ... y habiéndole preguntado si había rebajado el precio del Pan, él
le dijo que no tenía Órdenes de los Molineros de rebajarlo, y ella
Por desco de los habirantes de Ha1ifax dijo entonces «Por Dios que si no lo rebajas no dejarás ningún
que se reunÍrán con ellas allí. Pan en este Pueblo) ..

De Saarron (Cortlualles), 1801: varias personas entre la multitud ofrecieron entonces 9 peniques
por un pao de 4 lihras, mientras que él pedía 19 peniques. Enton-
A todos los Hombres trabajadores ~' Comerciantes en la Ccn~ ces «juraron que si no se lo daba a 9 peniques la Hogaza se lo quit('l~
tena de Stratton que están dispuestos a ;;;alvar a sus iv1ujetes e rían, y antes de que pudiera dar otra respuesta, varias Personas que
Hijos de la Terrible condición de ser llevados a la TvIucrte por estaban a su alrededor sacaron varías I-Iogazas de sus Cestas ... ».
H8.111bre por el insensihle y ac,lpar¡:¡dor Agricultor Reuníos todos Sólo al llegar a este punto aceptó Smith vender a 9 peniques la
inmediatamente y marchad en temeroso Orden de Batalla a Vi- hogaza. La negociación fue bien entendida por ambas partes, y los
yiendas de los agricultores usureros, y Obligad los a Vender el
vendedores al por menor, que tenían que contar con sus clientes
Grano en el I\1ercaclo, a un precio justo y razonable ... 6O
tanto en los años buenos como en los malos, capitulaban con frecuen-
cia ante las primeras señales de turhulencia por parte de la multitud.
La aCClcm espontánea en pequefía escala podía derivarse de una
En disturhios a gran escala, una vez formado el núcleo del motín,
especie de abucheo o griterío ritual frente a la tienda del vendedor
el resto de b muchedumbre era a menudo levantado a toque de trom-
al por men·)r, de la intercepción ele carros de grano o harina al pasar
peta y tambores. "El lunes pasado -comenzaba una carta de un ma-
por un centro populoso, o de la simple congregación de una multi-
gistrado de Shropshire en 1756-·, los mineros de Broseley se reu-
tud amenazante. Con gran rapidez se dcsarrolhba una situación de
nieron al sao de las trompetas, y se dirigieron al Mercado de \X7en-
negociaClon: el propietario de las provisiones sabia muy bien que si
lock .,,» El punto crítico era la reunión de un núcleo determinado.
no aceptaba voluntatiamente el precio impuesto por la multitud (y
No sólo se explica el destacado papel de los mineros por su «vin-
()o. Ketteting: PRO, SP 3650: para otros ejemplos del uso del hítbol lidad" y por el hecho de estar particularmente expuestos a la explo-
{';Ha congregar :1 las 11l;1QS, véase R. 1\1. i\1alcnlmsoll, «Popular Recrc<ltions in
r.l1f~!í~h Snciety, 1700-1¡:;;50)~ \Varwick Uni\'. Ph. D. thesis, 1970, pp. 89-90. >lo Hacendado o lanrador 3CClmodado. (N. del f.)
I
J 12 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DF CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 113

ud6n del consumidor, sino también por su número y por b nntutal la ,actividad de los vigl1erO!1S y el pcqueño campesinado ftancés.
disciplina de una comunidad minen!. «El jueves por la mañana Muchos productores de cereal, por supuesto, continuaron con la cos-
--declaró John Todd, un minero de la mina de carbón Heaton, tumbre de vender grano barato a sus propios jornaleros. Pero esto
Gateshead (1740)-, en el momento en que empezaba la ronda de se aplicaba sólo a los jornaleros regulares, con contratos anuales, y "
noche», sus compañeros de mina, «en número de 60 u 80 detuvieron ciertos distritos. Por otra parte, los trabajadores rnrales sí que
la bomba de agua de la mina '" y se propuso venir a Newcastle para participaban en los motines cuando otro grnpo (como los mineros)
fijar los precios del grano ... ». Cuando vinieron desde lo mina de formaba el núcleo original, o cuando una cierta actividad Jos reu-
carbón Nook a Haverfordwest en 1795 (e! magistrado relata que su nía en número suficiente. Cuanclo un grupo grande de trabajadore,
ayudante dijo: «Doctor, aquí vienen los mineros". yo levanté la vista recorrió el valle del T ámesis en 1766, la ·acción había comenzado

I
y vi una gran multitud de hombres, mujeres y niños con potras de entre cuadrillas que trabajaban en la barrera ele portazgo de una
roble que bajaban por la calle gritando "todos a una, todo.~ a una'\>), carretera, (luienes dijeron «con una sola voz: Vamos todos n una a
los mineros explicaton más tarde que habían venido a petición de los Nc\VsbJry en una corporación para Poner más Barato el Pam). Una
pobres de 1.1 ciudad, que no tenían el nnimo necesario p8nl fijiU el vez en el ¡--ueblo, lograron más apoyos, desfilando pOI' la pInza y
precio por su CUenta. dando tres vítores. En el East Anglia en 1795 se crecí un mieleo simi-
La composición de 1:1 multitud en cuanto a profesiones nos pro- lar eéltre los bal1.ken (cuadrillas «empleadas para limpiar Zanjas de
porciona pocas sOl'presas. Era (parece) bastante representativa de Dren"je y en la presa» l. Los banken estaban tamllién menos sujetos
las ocupaciones de las «clases más bajas» en las zonas de motines. a la identificación inmediata y al castigo, o a las venganzas del pater-
En ~Titncy (Oxon.) encontramos informes contra un tejedor de man- nalismo rural que los tr8baiadores de la tierra, puesto que eran, «en
tas, un sastre) la mujer de un vendedc)t· de bebidas alcohólicas y un su mayor ~Jdtte) extranjeros de diferentes comarcas los ctI81es no
cri,Hlo; en Saf[ron \,\7:dden (Essex) acus;lCiClllCS contn1 dos cabestre- son tan fácilmente ap8ciguados como los que viven en el lugar».
ros, un zapatero, un nlbañiJ, \ln carpIntero, un asetr:1Jor, un traba- En realidad el motín de subsistencias no precisaba de un alto
jndor en estambre, y nueve 1abtadorc::;; en varias aldeas de Devon- grado de organización. Necesitaba un consenso de apoyo en la comu-
shirc (Sampford Peverell, Dur1escomb, Culmstock) cncontnl1110S con nidad, y un modelo de acción heredado, con sus propios objetivos y
que se l1CUS3 n un l1ibndero, dos tejedores) un card;l(lor de lnn<1, un restrtccione5;. La persistencia de esta form8 de acción suscita una
zapateta, un bordador y diez trabajadores; en el suceso de Handbo-
rough se habló en nnn información de un carpintero, un C[lntero, un
aserrador y siete labradores. I-Iabía menos acusaciones en relación n
I cuestión lnteresante: ¿hasta qué punto tuvo, en cualquier sentido,
éxito? ¿IIubiern continuado durante tantos años --tealrnente cien-
tos de años- si hubiera fracasado decididamente en lograr sus obje-
la supuesta instigncíón por pJtte de personas con u.na posición supe-
rior en la \·¡da de las que Rudé y ottos han ohservado en Francia,
a pesar de que se sugería con frecuencia que los ttabajadore:; emn
alentados por sus superiofes a ndoptnr un tono hostil hacia agricul-
tores e intermediarios. Un observador del sudoeste sostellía en 1801
que los motines estaban «cíel"tamentc dirigidos por comcrciantes in-
I
!
tivos) y no hubiera deiado tras sí más que unos pocos molinos des-
truidos y víctimas en las horcas? Es una pregunt8 especialmente difí·
ci! de contestar; pero que debe ser planteada.

VIl
feriores, cardadores, y disidentes, que se mantenüm np:1ttados pero,
por su lenguaje e inmediata influencia, gobernab<ll1 a las clases bajas». A corto plazo, parece probable que el motín)' la fijación de pre-
Ocasionalmente, ¡.;e adujo que person-as que emplealxm muchos tra- cios frustraron sus propios objetivos. Los agricultores eran a veces
b:,ljadores habían animado a sus propios obreros a nctuar. intimidados hasta tal punto que se negaban después, durante varias
Otra diferencia importante, en comparación con Francia) era la semanas, a llevar sus productos al mercado. Es probable que la inter-
rebtiva inactividad de los lab,ad01'es de Inglaterra en contraste con
I
~
,
dicción del movimiento del grano dcntru de la región no hiciera más
¡ 14 'IHADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCTA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 115

que agravar la escasez en otras. AUi1ql1c pueden encontrarse ejem- 1766, no pudo sino acudir al mercado de Strond con s\]s «hombres
plos en que e! motín parece producir una caída de los precios, y de jabalina». Un magistrado de Suffolk, en 1709, se abstuvo de en-
ejemplos también de lo contrario, e incluso otros en los que parece carcelar a los dirigentes de la muchedumbre porgue "el Populacbo
haber poca diferencia en el movimiento de precios en mercados donde amenazó con destruir tanto su casa como el Calabozo si castigaba a
hubo y no hubo motín, ninguno de esos ejemplos ---5cnn calculados cualquiera de sus compañeros». Otro magistr8do que, en 1.740, di-
por agregación o por término medio-- tiene por qué revelar necesa- rigió un harapiento y nada marcial posse commÍlatu5 a través del
riamente el efecto que la expectación del motín ptoducín sobre la Yorksbire del norte basta Durham, baciendo prisioneros por el ca-
situación total del mercado.61 mino, quedó desalentado al ver a los ciudadanos de Durham darse la
Podemos tomar una analogía de la guerra. Los beneficios reales vuelta y liberar a dos de los presos a la puerta de la cárcel. (Tales
inmediatos de la guerra rara vez son significativos, ni para vence- rescates eran normales.) Un exportador de grano, de Flint, tuvo una
dores ni para vencidos, pero los beneficios que pueden obtenerse de experieneia aún más desagtadable en el mismo año: los amotinado¡
la amenaza de guerra pueden ser considerables y, sin embargo, la entraron en su casa, se bebieron la eerveza y el vino de su bodega,
AlnenaZa de guerra no comporta terror alguno si no se llega nunca y permanecieron
<1 la sanción de la guerra. Si el mercado fue un campo de batalla de
la guerra de clases en la misma medida en que llegaron a serlo la con una Espada Desnuda apuntando al pecho de mi Nllera
fábrica y la mina durante la revolución industrial, entonces la ame- Tienen muchas Armas de Fuego, Picas y Espadas. Cinco de ellos
naza del motín afectaría a la situRción total de mercado, no sola- con Picas declaran que cuatro son suficientes para llevar mis
mente en años de escasez, sino también en años de cosecha media, Cuatro Cuartos y el otro mi Cabeza en trÍunfo con ellos .'.
y no solamente en poblados destacados por su susceptibilidad al
motín, sino también en aldeas donde las antoridades deseaban per- La cuestión del orden no era ni mucho menos sencilla. La insuficien-
severar una tradíción de paz. Por muy meticulosamente que cuanti- cia de las fuerzas civiles se combinaba con la repugnancia a emplear
fiquemos Jos datos disponibles, no pueden Éstos mostrarnos a qué la fuerza militar. Los funcionarios mismos tenían la suficiente huma-
nivel habrían subido los precios si se hubiera eliminado totalmente la nidad y estaban acorralados por ambigüedades suficientes, en cuanto
nmcnaza de motín. a sus poderes en caso de disturbios civiles, como para mostrar una
Las autoridades de zonas propensas al motín dominaban a menu- marcada falta de entusiasmo por ser empleados en este "Servicio
do Jos disturbios de manera equilibrada y competente. Esto nos per- Odioso». Si los magistrados locales llamaban a las tropas, o autori-
mite a veces olvidar que el motín era una calamidad que producía zaban el uso de armas de fuego, tenían que seguir viviendo en el
con frecuencía una profunda dislocación de las relaciones sociales de la distrito después de la marcha de las tropas, incurriendo en el odio de
comunidad, cuyos efectos podían perdurar durante años. Los magis- la población local, quizá recibiendo cartas amenazadoras o siendo
trados provinciales se encontraban muchas veces en un extrem;:Jdo víctimas de rupturas de ventanas e incluso de incendios. Las tropas
aislamiento. Las tropas, si es que se las llamaba, podían tardar dos, alojadas en un pueblo se hacían rápidamente impopulares incluso
tres o más días en llegar, y la multitud lo sabía muy bien. El sherilf entre aquellos que al principio las habían llamado. Con extraña regu-
de Gloucestersbire, en los primeros días del ,<levantamiento» de laridad las peticiones para recibir ayuda de tropas son seguidas, en
los documentos de! Ministerio del Interior o del lvlinisterio de la
61. Indudablemente, investigaciones pormenorizadas de movimientos de
pi"C(105 a corto pla7.0 en relación con los motines, quc varios investigadores Guerra, tras un intervalo de cinco o seis semanas, por peticiones para
dcs:1.tTotLm ahora con ayuda de computadoras, ayudará a afinar la cuestión) su retirada. Una lastimosa súplica de los habitantes de Sunderland,
~lCro las variables son muchas, y la cvídencia con respecto a algunas (antici-
encabezada por su rector, pedía, en 1800, la retirada del 68 regi-
pación de motín, persuasión ejercida sobre arrendatarios, comerciantes, etc.,
S\1scri!xioncs caritativas, aplic1Cjrín de precios. para pobres, etc.) es a menudo miento:
difícil de encontrar y de cuan:ílícar.
116 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 117

Su principal objetivo ('$ el robo. Varias petsonas han sido media guinea. Habían actuado en efecto de acuerdo con el Book of
golpeadas y despojadas de sus relojes, y siempre se ha hecho de la Orders.
manera más vlolenta y brutal. Este tipo de negociaclon en los comienzos del motín, solía ga-
rantizar concesiones a la multitud. Pero debemos también observar
A un joven le fracturaron el cráneo, a otro le cortaron el labio supe- los esfuerzos de los magistrados y terratenientes para prevenir el
rior. Los habitantes de Wantage, Farringdon y Abingdon pidieron motín. Así, un magistrado de Shropshire en 1756 descrihe cómo
los mineros «dicen que si los agricultores no traen su grano a los
en nombre de Dios ... que se lleven de este lugar la seCClOll del
mercados, irán cllos a sus casas para trillarlo ellos mismos»:
Regimiento de Lord Landaff {) si no el Asesinato será forzosamente
la consecuencia, pues un grupo de Villanos comO este no ha Yo he enviado orden a mis arrendatarios para que cada uno
entrado nunca en este pw~blo. lleve cierta cantidad de grano al mercado los Sábados como único
medio de prevenir mayores daños.
Un magistrado local, que apoyaba esta petición, añadía que el «sal-
veje comportamiento de los so:dados. exaspera a la población hasta En el mismo aflo puede vetse a los magistrados de Devon realizando
10 indecible. El trato normal de los campesinos en ferias y merca- esfuerzos similares. Se habían producido motines en Ottery, el grano
dos se ha deteriorado mucho:>. de los agricultores había sido arrebatado y vendido a 5 chelines un
El motín era una calamidad. El «orden» que podía seguir tras bus"el y varios molinos habían sido atacados. Sir Geotge Yongc
el motín, podía ser una calamidad aún mayor. De aquí la 3.nsiedad envió a su criado a fijar un pasquín admonitorio y conciliador en el
de las autoridades por anticiparse al suceso o abortarlo con rapidez mercado:
en sus primeras fases, por medio de su presencia personal, por exhor"
El populacho se congregó, insultó a mi Cdado e intimidó al
taciones y concesiones. En una carta de 1763 el alcalde de Penryn, Pregonero ... al leer el pasquín (kcl:nawn que nn servía, no nece-
sitiado por iracundos mineros del estaño, escribe que el pueblo fue sitaban molestarse Jos Cab('¡}leros porgue Ellos fijarían el precio
visitado por trescientos «de aquellos bandidos, C011 los cuales nos a 4 chelines 9 peniques en el próximo Día ele Mercado: en vista
vimos forzados a parlamentar y llegar a un acuerdo por el cual les de esto fui ayer al Pueblo y dije tanto a la Gente Comlín como
permitimos que obtuvieran el p-r:1110 a \.In tercio menos de 10 que a los de mejor clase, que si la situaci6n no perméwecÍa tr~lllqui1a
h:1bí<l costtldo 8. los propietrll"ios).:>. T;l{eS acuerdos, ll1~lS o menos fOt- habría ele Hamar al ejército ...
7.ados, eran corrientes. Un experimentado magistrado de Warwick.-
Él y dos miembros de la gel1try de la vecindad enviaron su propio
shite, sir Richard Newdigate, anotó en su diario del 27 de septiembre
grano a los mercados locales:
de 17(,6:
He ordenarlo que el mío se venda a 5 chelines 3 peniques
A las once cabalgué a Nuneaton y con las personas princi-
y 5 chelines 6 peniques por bushel a ht gente más pobre, puesto
pales del pueblo me entrevisté con los mineros y el populacho de
que hemos decidido mantenerlo algo por encima del precio dictado
Bedworth que vínicron vociferando y armados con palos, pidieron
por el populacho. Consultaré con Jos molineros para snher si pueden
10 que querían, prometí s3tisfacer todas sus peticiones razonables
darnos algo de Harina ."
si se apaciguaban y tiraban <;us palos lo c11n1 hicieron todos en el
prado; después fui con ellos a todas las casas en que creían se El alcalde de Exeter contestó a Yonge q\le las antorichcles de la
hahía acaparado V permití a ') n 6 cntntr para registrar y persuadir
ciudad habían ordenado que se vendiera el grano a .'5 chelines ro perlÍ-
a los dueños de vender el queso que se encontrase
ques: (/fodo quedó tranquilo en cuanto los agriculuwes bajaron el
Entonces los mineros abandonaron en orden el pueblo, después de precio ... ». Medidas similates se tomahan todavía en Devon en
que sir Richard Newdigate y otros dos les hubieran dacio cada uno 1801, «ciertos caballeros entre los Inás respetables de la vecindad de
¡
J 1g THADlcrÓN, REVUELTA Y CONSC1ENCIA DE CLASE
LA ECONO!\-1ÍA MORAL DE LA MULTITUD 119
Exctcr ... ordenaron ... a sus Arrendatarios nevar el Gnll10 al suscripciones, aunque tranquilizaban una zona, podian provocar un
:rvicrcHlo IXljO pena de no renov8rles los arrend~lmicntos». En 179.5 motín en otra adyacente al despertar un agudo sentimiento de desi-
y t 8()(q 80 1, órdenes como estas de los terratenientes tradicionalistas gualdad, En 1740, un acuerdo concertado en Ncwcastle pnra reducir
a sus arrendatarios eran frecuentes en otros condados, El conde de los precios entre los comerciantes y una delegación de una manifes-
\Varwick (un archipaternalista y un defensor de la legislación contra tación de 1l1ineros (actuando concejales como mediadcnes), produjo
<lcJp<nador~s con el máximo rigor) recorrió en persona sus propieda~
el que ln ciudad se viera inundada por «gente del campo» de las
des dando órdenes como estas a sus arrendatariDs. aldeas de los alrededores; se intentó sin éxito limitar la venta a per-
Presiones tales en prevención de un motín, pueden haber sido sonas con un certificado escrito de un «Ajustador, un Encargado del
n1<'ís eficaces de lo que se ha supuesto en cuanto a llevar gtfll10 al Depósito del Carbón, nn Medidor o un Capillero», La participación
mercado, frenar la subida de precios e impedir cieHo tipo de lucro. de soldados en motines encaminados a fijar el precio fue explicada
1'",1:t5 ,nín) unn predisposición al lTlo1.Ín era dertnmente cfcctivíl como por el duque de Hich1l1ond como produc¡d~ por l1n<l desigualdad si-
advertencia a los ricos de que dehÍ<lJ1 poner en buenas condiciones milar: alegahan los soldados que «mientl'as 1<1 Gente del C;1lllpO es
la organización de la beneficencia parroquial y de la Glridnd, grano socorrida por sus Parroquias y Subscripciones, los Soldados no reci-
y p<lIl subvencionado par~l los pObITS. En enero de 17.57, la corpo- ben ningún Beneficio similar». Además; tajes suscripciones, <1unque
r<1ción de Reacling acordó: su intención era «sobornan> al motín (real o potencial), pndínn 8. me-
nudo producir el efecto de elevar el precio del pan para los que no
Que se organizara una S11SCIJpCl0I1 para reunir dinero para
participahan del beneficio de la suscripción.') Puede observatse este
compr;¡r P;¡n que scnl dist!:ibuido entre los Pobres a un precio
qlle será fijado muy por d(,bajo del precio actual del Pan .. proceso en Devon del sur, donde .las flutor.ídades !lctunban todavía en
1801 dentro de la tradición de l/TI, Una multitud se manifestó en
la corporación misma donó 21 libras, Tales medidas se adoptaban Exeter, en el mercado, pidiendo trigo a 1 () chelines el hllshel:
con much<1 f reenencia, por in1ciativa unas veces de una corporación,
otrns de un individuo de la geJltry, nlgunas de un ttibul1al 11111nicipnl Los Caballero,,, y los Agricultorc,<; se reunieron y el Pueblo
tJ-imcstral, otras de las autoridades parroquiales, o ele los patronos, esper6 Sll decisión ".. fueron informados de qlle no se accptnría
cspccinlmente de flquellos que cmp1c8ban un número considemblc ningún Precio gtlC ellos propusicnlD o fijaran, y principillmcntc
porque el principio ele Fijar un Precio encontrada su npnsici{lll.
de tr,lbajadol"es (C01110 los mineros del plomo) en distritos nisIados.
Los Agricultores después acordaron el de 12 chelines y que cadn
L;lS medidas tomadas en 1795 fueron especialmente amplias, va- Habitante lo obtuvÍcra en proporción a su Familia
ri"das y bien documentadas, Iban desde suscripciones directas para Los Argumentos de los descontentos en Exmouth son muy con-
reducir el precio del pan (las p,uroquias enviaban a veces sus propios tundentes. «Dadnos cualquier cantidad que permitan las Existen-
agentes directamente a los puertos a comprar grano importado), pa- cias Disponibles, y a un precio por el cual po(bmos obl.encrl<l, y
sanclo por precios subvencionados para los pobres, hasta el sistema es1"aremos satisfechos; no aceptaremos ningul1l1 Subscripción de la
Spcenhamland,* El examen ele dich<ls medidas nos adentraría más Gcntry porque al.lmenta el precio, y supone una rlrivación para
el.los.~)
profundamente en la bistoria de l<ls Leyes de Pobres ele lo que es
nuestra intcnción)D2 pero los efectos érall en ocasiones curiosos. Las
Lo que importa ::lquí 110 es solament.e que los precios, en momentos
,'c Si~tema de ayuda a los pobres aclopt"do en 1795 por los magistrados
del Berkshire y que se mantuvo en gran parte de Inglaterra incluso hasta de escasez, estuvieran determinados por muchos otros factol"es ade.
principÍ(ls del siglo XIX. (N. del t.) •
62 Espcci"lmentc útiles son 1<1:; respuestas de Jos corresponsales en Anl1(ll.~ 63. Un punto que debe ser comidcraclo en todo an8.1isis cl.lantific;:¡do: el
n{ ,'l.f1,l"icu!ltIrC, XXIV y XXV 079'i). Véase tmllbién S. y B. \'\1chb. «The preCio que quedaba en el mcrcndo después de l111 motín pnclía .rubí,-, 8unq1.1C, 8
;\ssi7.c of 13rc;1(1)>, oIJ. cit.} pp. 2C!8·209; J. L. y B. l1am!1lnnd, ofJ. cit.) cap. VI; consecuencia del motín o de la nmenaza de motín, el pobre poc1ín recihir grano
\YJ. 1\'1. Sto-no op. cit., pp. 181-186. (\ precios subvencionados.
LA ECONOMÍA T\'¡ORAL DE LA MULTITUD 121
120 'rRADICIÓN, REVUELTA y CONSCIENCTA DE CLASE

orden en ('"te Puchlo, sed el cu1pahle condenado H Prisi6n en el


m:~s de las simples fuerzas de 1l1C1T,ldo: cualquiera con un conoci- acto».
miento, incluso pequeño, de las muy difamadas fuentes «literarias»)
tiene que ser consciente de ello. Es más importante observar todo el Después contrataron la compra de trigo a 10 chelines y 12 peniques
contexto socioeconómico dentro del cual operaba el mercado, y la el bushel, suministrándolo a la «Lista de Pobres» a 8 chelines hasta
lógica ele la presión popular. Otro ejemplo, esta vez de un mercado la cosecha. (60 /mshels a la semana en este período supondrhn un
libre de motines hasta el momento, puede mostrarnos esta lógica en suhsidio de entre 100 Y 200 libras.) "Por estos medios resrauramos
acción. El relato proviene de un agricultor acomodado, John Toogoocl la Paz, y desilusionamos a muchos Sujetos vagos y desordenados c1e
en Sherborne (Dorset). El año 1757 comenzÓ con una «queja ge- las Parroquias Vecinas, que aparecieron en el MercRdo con los
nerah· contra los altos precios, y frecuentes informes de motines en Sacos vncíos, esperando haber obtenido Grano sin Dinero.» Tohn
ottos lug;:tres: Toogood (-:5cribiendo este relato para guía de sus hijos, concluía
J

con el consejo:
El 30 de abril) siendo Día de 1vlcrcado, muchos de nuestros
ociosos e insolentes Hombres y Mujere.s Pobres se reunieron y
Si circunstancias como estas conclltren en el futuro ell vuestra
empezaron un 1\110 tí n en la Plaza del Mercldo, fueron al Molino
Vida y algllno de vosotros está dedicado él los Negocios de la
de Oborl1 y trajeron muchos Sacos de Harina y dividieron el Botín
Agricultura, no dejéis que os tiente un ojo Codicioso a ser los
aqHí en Triunro.
primeros en aumental' el Precio del Grano, sino dejad mejor que
vuestra Conducta muestre alguna Compasión y Caridad hacia la
E1 lunes siguiente se encontró en la abadín una carta anontma, diri- Conclici{)n del Pohre ..
gida al hermano de Toogood (que acababa de vender 10 bllshels
de trigo a 14 chelines 10 peniques ~«verd8deramente un precio
Es dentro de un contexto como este donde puede descuhrirse b
alt()))-- a un molinero): ;,<Señor, si no traéis vuestto Trígo al rvlerca- función del motín. Este pudo ser contraproducente (1 corto plazo,
do, y lo vendéis a un ptecio razonable, serán destruidos vuestros gra- aunque no :"le haya demostrado todavía. Pero, repetimos, el motín era
neros ... » una calamidad social, que debía evitarse a cualquier coste. Podía
consistir éste en lograr un término medio entre un precio «econó-
Puesto que los mutines son una Co::;a muy nueva en Shetborne ...
mico» muy alto en el mercado y un precio «moral» tradicional deter-
y puesto que las Parroquias vecinas parecían estar a punto de
participar en este Deporte, pensé que no había Tiempo que perder, minado por la multitud. Este término podía alcanzarse por la inter-
y que era conveniente aplastar esle l'v\al de Raíz, para lo cual toma- vención de los paterna listas, por la automoderación de ngricu1tores
mos :;¡s sij2:uientes lvledida!". y comerciantes, o conquíst3ndo un8 parte de la mllltitud por medio
Habiendo convocado una "Reunión en el Hospicio, se acordó de la cRridad y tos subsidios. Como cantaba 'llegrem<"ntc n"nmh
que el señor Jeffrey y yo hiciéramos un Informe de todas las More, en el personeje elel sentencioso Jack Anvil al intentar disuadir
FamiJias del Pueblo más necesitadas, hecho esto, reunimos alre- éste 3 Tom Hood de \_l11ir~e 31 motín:
dedor de 100 libros por S1.lbscripc!(lneS y antes del Sigtiiente Día
de T\1ercado, nuestro Juez de Pa;: y otros habitantes principales Así, trabajaré todo el día, y el Domingo buscaré
hicieron una Procesil~n J. través de todo el Pueble, y publicaton en la Iglesia cómo :>oportat toda:> las necesidades de la 5('mana.
por medio del Pregonero del Pueblo el siguiente Aviso: Las gentes de bien, también, nos proporcionad n provisiones,
«(Que se entregará <l las Familias Pobres de este Pueblo una Harán suscripciones -y renunciarán a sus hizcochos y pasteles.
Cantidad de Trigo suficiente para su ivlantenirniento todas las
Semanas h3sta la Cosecha 31 Precio de 8 chelines por bushel y que Derry doum
si cualquier persona despué" de este aviso pt.'lblico utilizara cual·
quier expresión 8.!llCl1<l.Z;\(.1ora n ('(1mctiera cualquier motín o De5-
122 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 123

Si, dcrry dowlJ y ¡tra-Jará-Jará! Sin embargo, siendo como era el ca- ... tenemos un Ejército de más de tres mil todos dispuestos a luchar
rácter de las gentes de bien, era más probable que un motín ruidoso y maldito sea si no hacemos polvo el ejército del Rey
en la parroquia vecina engrasara las ruedas de la caridad, que la ima- Si resulta que el Rey y el Parlamento DO 10 remedian
gen de J ack Anvil arrodillado en la iglesia. Como lo expresaron sucin- Convertiremos Inglaterra en Basura
y si incluso así no abaratan las cosas
tamente las coplas colocadas fuera de las puertas de la iglesia en
Maldito sea si no quemamos el Parlamento y lo arreglamo,<; todo
Kent en 1630,
Cuanto antes nos levantemos En 1772, una carta de Colches ter, dirigida a todos los agricultores,
Menos sufriremos. molineros, carniceros, tenderos y comerciantes de granos, advertía
a todos los «Malditos Pillos» que tnvieran c~¡jdado,

VIII pOfque estamos en noviembre y tenemos unas doscientas o tres-


cientas bombas listas para los Molineros y par<1 todos, y no hflhn~
Hemos estado examinando un modelo de protesta social que se ni rey ni parlamento sólo una maraña de pólvora por tod<1 la
deriva de un consenso con respecto a la economía moral del bienes- nación.
tar público en tiempos de escasez. Normalmente no es útil examinarlo
con relación a intenciones políticas claras y articuladas, a pesar de Se advirtió a los cahalleros de Fareham (Hants.), en 1766, que se
que éstas ~urgieran a veces por coincidencia casual. Pueden encon- prepararan «para UDa guerra del Populacho o Civil» que «atranca-
trarse a menudo frases de rebdión, normalmente destinadas (sospe- ría a Jorge de su trono y derrumharía las casas de los pillos y des-
ellO) a helar la sangre de los ricos con su efecto teatral. Se decía que truiría los sitiales de los Legisladores». «Es mejor Soportar un Yugo
los mineros de Newcastle, animados por el éxito de la toma del ayun- Extranjero que ser maltratados de esta forma», escribía un aldeano
tntntento, <,cran partidarios de poner en práctica los antiguos prin- de cerca de Hereford al año siguiente. Y casos similares se encuentran
cipios niveladores»; al menos desgarraron los retratos de Carlos II en casi todos los lugares de Inglaterra. Es, principalmente, retórica,
y Jacobo II e hicieron pedazos sus marcos. En contraste, los barque- aunque una retórica que deshace la retórica de los historiadores
ros de Henley (Oxon.) gritaron «Viva el Pretendiente», en 1743, y respecto a la deferencia y solidaridad social en la Inglaterra ele
olguíen en Woodbridge (Suffolk) clavó un aviso en el mercado, en Jorge IlI.
1766, que el magistrado local consideró «particularmente descarado y Unicamente en 179.5 y 1800-1801, cuando es frecuente encontrar
sedicioso y de alto y delicada significación>>: «Deseamos --deda~ un matiz jacobino en estas cartas y volantes, tenemos la impresión
Cjue nuestro exilado Rey pueda venir o enviar algunos funcionarios». de que existe una corriente subterránea de motivaciones po1íticas
Es posible que esa misma intención amenazante tuvieran en el Sudoes- articuladas. Un tajante ejemplo de ellas es cierta copla dirigida a «los
te, en 1753, las amenazas de que «los Franceses estarán aquí pronto». que hacen :os caldos y los Amasadores» que alarmó a un magistrado
Más habituales son las amenazas generales de «nivelación», e de Maldon (Essex):
imprecaciones contra los ricos. En \Vitney (1767) una carta ase-
Queréis que se alimenten los pobres de bazofia y granos
gureba a los alguaciles de la ciudad que la gente no permitiría a «estos
y bajo la guillotina querríamos ver vuestras cabezas
lnolditos pillos resollan tes y cebados que Maten de Hambre a los porque creo que es una vergüenza atender a los pobres así
Pobres de Manera tan Endemoniada para que ellos puedan dedicarse y creo que algunas de vuestras cabezas serán un buen espectáculo.
a b caza, lns carteras de caballos, ctc, y para mantener a sus fami·
lias en el Orgullo y la extravagancia». Una carta dirigida al Gold Cientos y cientos de cartas como estas circularon en estos años. De
Cross de Snow Hill en Birmingham (1766), firmada por «Kidder- Uley (Glos.) <<DO el Rey sino una Constitución abajo ahajo abajo oh
minster y Stourbridge», se acerca más al tipo de la copla caed altos gorros y orgullosos sombreros por siempre abajo abajo ... ».
124 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 125

En Le\ves (Sl1s~ex) después de haber sido ejecutados varios hnmbres de acción subsiste en los años 1840 e incJnso más tarde, con raíces
de la milicia por su participación en la fijación de precios, fue co[oca~ especialmente profundas en el Sudoeste. Pero en las nuevas zonas de
do un cartel: «i A las Armas, soldados!». la revolución industrial evoluciona gradualmente hacia otras formas
de acción. La ruptura en los precios del trigo después de las guerra,
Levantaos y vengad vuestra causa facilitó la transición. En las ciudades del Norte, la lucha contra los
Contra esos malditos bestias, Pitt y Jotge,
agiotistas de grano dio paso a la lucha contra las Leyes Cerealistas
Porque ya que no pueden mandaros a Francia
A ser asesinados como Cerdos, o atravesados por una Lanza,
Hay otra razón por la cual los años 1795 y 1800·1801 nos sitúan
Sois requeridos urgentemente para que volváis rápidamente en un terreno histórico distinto. Las formas de acción que hemos
y os maten corno Cuervos, o colgados por turno ... examinado dependen de un conjunto particl1lar de relaciones socia-
les, un equilibrio especial entre la autnridad paternalista y la muche-
En Ramsbury (\Vtlts.l. en 1800, se fijó un cartel en un árbol: dumbre. Este equilibrio se dislocó con las guerras por dos motivos.
En primer lLlgar, el antijacobinismo de la gel1try produjo un nuevo
Terminad con vuestro Lujurioso Gohierno tanto espiritual como temor hacia cualquier forma de actividad popular; los magistrados
temp0ral n os !v10ríréis de Hamhrc-. O;; hfln quitncln el pan, Queso, estaban dispuestos a ver señales de sedición en las acciones encami*
Carne cte., etc, ctc.. cte., etc, y hasta vucsttas vi (1<1 s os han nadas a la fijación de precios, incluso cuando no existía tal sedición;
quitado <1 OlJles en sus Expediciones que ia Familia Borbónica de- el temor a la invasión levantó a los Voluntarios, dando de esta
fienda su propia causa y volvamos nuestra vista, los verdaderos
forma a los poderes civiles medios mucho más inmediatos para en-
ingleses, hacia nosotros devolvamos a algunos a Hanover de donde
frentarse a la muchedumbre, no parlamentando y con concesiones,
salieron, Abajo con vuestra Constitución. Erigid una repüblica o
vosotros y vuestros hijos pasar'éi;; hambre el Resto de vuestros
sino con la represión" En segundo lugar, esta represión resultaba
días. Queridos Hermanos. reclinaréis vuestras cabezas y moriréis legitimizada, en opinión de las autoridades centrales y de muchas
baío estos Devoradores de Hombres y dejaréis a vuestros hijos locales, por el triunfo de una nueva ideología de economía política.
hajo d peso dd Gobierno de Pillos que os está devorando. El secretarío del Interior, duque de Porthnd, sirvió como dip1J-
Dios Salve a los Pobres y abajo Jorge IlL tado temporal de este triunfo celestial. Hizo gala, en 1800-1801, ele
una firmeza completamente nueva, no solamente en su manera de
Pero estos aÍlos de crisis bélicas (1800-1801) necesitarían un estudio tratar los desórdenes, sino en anular y reconvenir a las autoridades
apartc. Estamos llegando al fin de una tradición, y In nueva apenas locales que todavía apoyaban el viejo paternalismo. En septiembre
ha surgido. En estos años, la forma alternativa de presión económica de 1800 tuv" lugar en Oxford un episodio significativo. Por un cierto
--presión sobre los sabrios- se hace más vigorosa; hay también asunto relacionado con la determinación del precio de la mantequilla
algo más que retórica bajo el lenguaje sedicioso: organización obrera en el mercado, la caballería hizo su aparición en la ciudad (a petición
clandestina, juramentos, los sombríos United Englishmen (<<Ingleses -se descubrió- del subsecretario). El secretario del Ayuntamiento,
unidos»). En 1812 los motines tradicionales de subsistencias coinci- por indicación del alcalde y los magistrados, escribió al secretario
den con el ludismo* En 1816, los trabajadores de East Anglia no de la Guerra, expresando su «sorpresa porque un cuerpo del ejército
solamente fijan los precios. sino que también exigen un salario míni~ de soldados de caballería haya aparecido esta mañana temprano>>:
mo y el fin del socorro Speenhamland. Se acercan estos motines a
In revuelta de trabajadores, muy diferente, de 1830. La antigua forma Tengo el placer de- informark que la población de Oxf0td no
ha mostrado hasta el momento ninguna disposición al motín, excepto
que c·l haber traído al mercado algunas cestas de mantequilla \'
fe ~.lovimíento que tenia por obícto destruir maquinaria, que hizo su
aparición en Inglaterra a fines de un 1, y cuyos componentes, formados en
band~s, se l.lamaron ludds. (N. del t.) 64. J. R. Wcstern, «The Volunteer Movement as 20 Anti·Rcvoll.ltionarv
Force, 179.J·IROb, Eng Hísl. Rev. LXXI (1956).
126 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 127

haberlas vendido a un chelín 1<1 libra y dado cuenta del dinero A lo largo de 1800 y 1801 el duque de Portland se ocupó de impo-
al propietario de la mantequilla pucda responder a tal desctip- ner las mismas doctrinas. El remedio contra los desórdenes era el
ción ejército o los voluntarios; incluso las generosas suscripciones para
conseguir grano barato debían ser desaconsejadas, porque agotaban
"No obstante la extrema tensión de los tiempos», las autoridades de las existencias; la persuasión ejercida sobre agricultores o comercian~
la ciudad eran de <<la decidida opinió!1» de que no había «lugar en tes para reducir los precios era delito contra la economía política.
esta ciudad para la presencia del Ejército regular» especialmente por- En abril de 1801 escribía al conde Mount Edgcumbe,
que los magistrados esta han desplegando la mayor actividad para
Su Señoría debe excusar la libertad que me tomo de no dejar
reprimir «lo que ellos creen ser una de las causas principales de la pasar desapercibido el acuerdo al cual, según menciona, han llegado
carestía, los delitos de acaparamiento, monopolio y reventa .. » voluntariamente los Agricultores de Cornua11es para proveer a los
La carta del secretario del Avuntamiento fue enviada al duque de Mercado de Grano y otros Artículos de Provisión a PrecÍos redu-
Portland, :le quien recibió una grave reprimenda: cidos ...

Su Excelencía desea que informe al Alcalde y lvI<'lgistrados, El duque había recibido información de que los agricultores habían
qllC~ PUCS{Cl que su situaci«n oficial le permite <'lprccinr de manera sido objeto de presiones por parte de las autoridades del condado:
muy especial el alcance del daño Plrblíco que se seguirá inevita-
blemente de la continuación de: los ;;;ucesos tumultuosos que han
mi experiencia ... me obliga a decir que toda empresa de este
tenido lugar en varias panes del Reino como consecuencia de .la
tipo no puede ;;;er justificada por la naturaleza de las cosas y tiene
actual eSCasez de provisiones, se considera más inmedi<ltamente obli-
inevitablemente, y pronto, que aumentar y agravar la desgracia
gado ,1 ejercer su propio juicio y discreción en ordenar que se
que pretende aliviar, y me atreveré incluso a afirmar que cuanto
t0men las medidas adecuaths para la eliminación inmediata y efec-
más general se haga más perjudiciales serán las consecuencias que
tiva de tan peligrosas acciones. Porque lamentando mucho Su Ex-
a la fuerza la acompañarán, porque necesariamente impide el Em-
ccJencifl la cau;;;a de estos Motines, nada es más cierto que estos
pleo oe Capital en la Agricultura ".
no pueden producir atto efecto que el de aumentar el mal más
;¡l1á de todo posible cálculo. Su Excelencia, por tanto. no puede La «naturaleza de las cosas» que en otros momentos había hedlo
permitirse pa$,n en 5iilcncio lil parte de su carta que afirma «que
imperativa, en épocas de escasez por 10 menos, una solidaridad sim-
la población de Oxford no ha mostrado hosta el momento ninguna
bólica entre las autoridades y los pobres, dictaba ahora la solidaridad
disposición al motín, excepto que el haber tr8ído al mercado
algunas cestas de mantequilla, y haberlas vendido a un chelín la entre las autoridades y «el Empleo de Capital». Es, quizás, adecuado
libra, y dado cuenta del dinero al propietario de la mantequilla, que el ideólogo que sintetizó un antijacobinismo histérico con la
pueda responder a tal descripcióm" Lejos de considerar esta cir- nueva economía política fuese quien firmase la sentencia de muerte
cunstancia desde el p1.1nto de vista trivial en que <lparece en S11 de aquel paternalismo que, en sus más sustanciosos pasajes de retó-
carta (incluso suponiendo que no esté conect<lda con otr<lS de natu- rica, había celebrado. «El Pobre Trabajadon>, exclamó Burke: «deje-
raleza similar y aún más peligrosas, que esperamos 110 sea el C8S0). mos que la compasión se muestre en la acción»,
SU Excelencia lo ve desde el punto de vista de un al<lquc violento
e injustificado a la propiedad, preñ<ldo de las Ill~S fatrdes COtlsc" pero que nadie se lamente por su condición. No es un alivio
cuencias para la Ciudad de Oxford y sus habitantes de cualquier para sus míseras circunstancias; es sólo un insulto para su mísero
clase; lo cual, Su Excelencia d::!. por supuesto que el Alcalde y entendimiento Paciencia, trabajo, sobriedad, frugalidad y reli-
IvIagi:;;traclos debían haber pens,ldn que era su oblig<'ldo deber su- gión le deben ser recomendados; todo 10 demás es un fraude
primir y castig8r Il1cdi~lnte el inmediato apresamienlo y condena totaJ.t:5
de los transgtesores.
65. E. Burke, ThotlJ!,hts and Details on Scarcif)', originolly pre,rented lo the
12B 'fRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE
LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 129

Contra un tono como este, el cartel de Ramsbury Ct<l 1<1 Ílllkil res- Orders de 1630 consideraba el precepto moral y el ejemplo como
puesta posible. una parte integral de las medidas de emergencia:

que todas las buenas Medidas y Persuasiones sean u!iUzaclas por


IX los Justicias en sus distintas Divisiones, y por Admoniciones y
Exhortaciones en Sermones en las Iglesias que los Pobres sen n
Espero que de este relato haya surgido un cuadro algo diferente provistos de Gr:1!1o a Precios convenientes y caritativos. Y adelnás
Jel acostumbrad .. , flc intentado describir, no un espasmo involun- de esto, que las clases más ricas se~Hl seriamente movid:1s por la
tario, sino un modelo de comportamiento del cual no tenia pOl" qué caridad cristian:1, a hacer que su grano sea. vendido al Precio com{¡!1
del Mercado a las clases más pobres: Una acción piadosa, que serñ
avergonzarse un isleño de Trobriand.
sin duda recompensada por Dios Todopoderoso.
Es difícil reimaginar los supuestos morales de otra configlltación
;;\ocÍn1. No nos es fáci1 concebir que Imela haber una él'oc<l, dentro de Por lo menos uno de estos sermones, predicado en Bodmin y Fow·cy
1111:1 comunidad Inenor y más in Legrada, en que parecía «antinatural»
(Cornualles) (antes de r-cunirse el Ql1arter Session), en 1630, por el
que un hombre se beneficiara de las necesidades dt otro, y cuando se reverendo Charles Fitz·Gcffrey, era todavía conocido por los lectores
daba por supuesto que, en momentos de escasez, los precios de estas del siglo XVIll. Los acapar-adores de trigo eran denunciados como
({Jleccsídades» debían permanc.:r al nivel acostumbrado, incluso aun-
que pudiera haber menos. esos que odian nI Hombre, opuestos al bien Común, como si el
«La economí" del municipio medieval -escribió R. H. Taw. mundo se hubicl'a hecho sólo para ellos, que se apropiarfrtn de l;¡
ney~ era tal, que el consumo ostentaba, en cierta tnedid,), la misma tierra, y de sus frutos, exclusivamente p<Ha ellos (('linO las

primacía en la mentalidad pública, como árbitro indiscutido del es- Codornices engol'dan con Cicuta, que es 1m veneno para otras cria-
fuerzo económico, que el siglo XIX atribuía a los beneUcios».u, Estos tur;lS, así eIJos se alimentan de la escasez ...
Sl1pUC~tüs se encontraban, naturalmente, fuertemente amenazados rnu-
cl10 antes del siglo XVIII. Pero en nuestras historias se abrevian con
Son «enemigos de .Dios y del I-:Iombrc, opuestos tanto a 1ft Gracia
Jcm~lsiada frecuencia bs grandes transiciones, Abandonamos el aca- como a Ja Naturaleza». Por lo que respecta ;:11 comerciante, que ex-
paramiento y la dacttina del precio justo en el siglo xvn y empe- porta grano en momentos de escasez, «el sabor del lucro le es dulce,
ZanlelS la historia de la economía de libre mercado en el XIX. Pero
a pesar de haberlo sacado hurgando en el charco de la más sucia pro-
fesión de Europa ... »."
la muerte de la antigua economía motal de abastecimiento tareló
tanto en consumarse como la muerte de la intetvención paterna lista Al avanZar e1 siglo xvn enmudeció este tipo de cxhort:lción espe- 1

en la industria y el comercio. El cor1surnidor defendió SllS viejas no-- cialmente entre los pnrít8.nos. Fn Baxter, unA. p:1tte del precepto mo-
dones de derecho tan tenazmente como (qui¡;<Ís el mismo hombre ral se diluye en nna p<lrtc de cnsuística y otra de prudencin comer-
en otro papel) defendió su situaci6n profesional como artesano. cial: «dehe ejercerse .h catÍc.bcl así COmo la justicia'», si bjcn los pro.
Estas nociones de derecho estaban claramente articuladas y lleva- ductos podían ser retenidos en espera de la subid<l de precios, esto
ron durante mucho tiempo el imprimat"r de la Iglesia. El J)ook of no debí:1 hacerse <{en perjuicio de la nación, como si el retenerlos
fuera la causa de la escasez,;..68 Las antiguas enseñanzas morales se
dividieron, progresivamente, entre la {!,entry p;1tcrnalista pOl" un lado,
y la plebe rebelde por otro. Hay un epitafio en la iglesia de 5to-
lU, Holt. W'illiam Pi!! in NOt'ember, .1795. L,ondres, 1800, p. '1. Indudable-
mente, este p<lnf1eto tuvo influencia sobre Fitt y Portbnd, y puede har,er 67. C. Fitz-Geffrcy, GOdJ.f Blessing UpOI1 (he Providers 01 Cornf': ami
contribuido a las más dura::- disposiciones de 1800. Got/'s Curse UPOl1 the l-loarden:, Londres, 1631; repr. 1648, pp. 7, 8, U.
66. R. H. Tawney, RcligiOli mtd the Risc 01 Capitalísm, Londres, 1926,
p. 33.
68. Tawney, op. cit., p. 222, Véase tamhién e Hi11, ,Yociety ond PurítonÍJm
in Prc-Rct!olutionor)' El1fJond, Londres, 1964, esp. pp. 277-278.
I
TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMÍA MORAL DE LA MULTITUD 131
130
nekigh (Warwicks.) dedicado a Humphrey How, portero de lady cielo° al infierno, pensad en el sermón que se predicó el 11 de
map;n pnrquc malditos seRmos si no os ohligamos pensáis matar
Lcigh que murió en 1688: de hambre a los pobres vosotros malditos hijos de put<l
Aquí Yace uD Fiel Amigo del Pobre
Que repartió Abundantes Limosnas de la Despensa de su señor 1 ({¡Mujer Avariciosa!») decían los mineros de estaflo dirlgiéndose a
una aC<=lparadora de trigo de CornuaIles, en 1795: «estamos deci-
No Lloréis pobre gente aunque haya Muerto Vuestro Servidor
El Señor en persona Os Dará Pan a Diario didos a reunirnos y marchar inmediatamente hasta lIegar a tu fdolo
Si el rvlercado Sube nO Protestéis Amargamente Contra Sus Precios o tu Dios J tu Moisés, [?] a quien consjc!eras como tal y destruirlo
El Precio es Siempre el 1vEsmo a las Puertas de Stone Lcigh. y lo mismo tu Casa ... »,
110y no damos importancia a los mecanismos extorsionantes de
Los antiguos preceptos resonaron a todo 10 largo del siglo XVIII Y lIna economía de mercado no regulado porque a la mayoría de nos-
oc;1Sionalmente podían todavía oírse desde el púlpito: otros nos CalIsan sólo inconvenientes y perjuicios de poco bulto. En
el siglo XVIII no era este el caso. Las eSCaseces eran verdaderas esca~
La Exacción de cualquier tipo es vil; pero en lo que se rdicre seceso Los ¡crecios altos significaban vientres hinchados y nii'ios en·
al grano es del tipo más vil. Recae con más peso sobre los Pobres) fermos cuyo alimento consistía en un pan basto hecho con harina
es robarles por que 10 son es asesinar abiertamente a aquellos rancia. No se ha publicado todavía ningún testimonio qne muestre
que encuentran medio muertos Y saquear el Barco naufragado ... algo parecido a la clásica Grire des subsistal1ces francesa en la Ingla-
estos son los Asesinos flcusados por el Hijo de Sirach, cuando
terra del siglo XVIII: es verdad que la mortalidad de 1795 no se
dijo: El Pa" del pobre es SU vida: aquel que se lo robare es p01"
ello tm Hombre Sanguinario . Con justicia puede llamarse a tales aproximó a la de Francia en el mismo año) pero hubo Jo que la clase
opresores Hombres Sanguinarios; Y con seguridad que de la Sangre acomodada describió como una desgracia «vetdaderélmente penosa»;
de aquellos que mueren rOl' su culpa se les tornará cuenta. la subida de precios, escribió uno, «les ha despojado ele las Ropas
que cubrían sus hombros, les ha arrancado los zapatos y las medias
de los pies, y arrebatado la comida de la boca». El levantamiento
Se encontraban con más frecu211cia en folletos o periódicos:
de los mineros del estaño en Cornualles fue precedido de escenas
:t-.bntcner alto el Precio del Sostén mismo de la vida en una angustiosas: .los hombres se desmayaban en el trabajo y tenían que
Venta tan extravagante, que el pobre no puede comprarlo es ser llevados a sus casas por sus compaf'leros, que no estaban en
la mayor iniquidad de que cualquier hombre puede ser culpable; mucho mejot cstildo. La escasez fue acompañad él por unil eridcmiil
no es menos que el Asesinato, no, el más Cruel Asesinato. de «Fiehre Amarilla», muy probablemente la ictericia que acompaña
a la inanición. En un año como este. el «buhonero» de \Xlords\Forth
A veces en hojas sueltas impresas y baladas: deambulaba entre las cabañas y vio

Idos ahora hombres ricos de corazón duro, Las desgracias de aquella estación;
Llorad y gritad en vuestra desgracia, Muchos ricos se hundían, como en un sueño, entre los pobres,
Vuestro oro corrupto se levantará contra vosotros, y muchos pobres dejaron de vivir
y será Testígo contra vuestras almas ... y sus lugares no les reconocieron

vues- Ahnra bien. si el mercad" era el punto en el que lns trabajadores


y frecuentemente en cartas anommas. "No hagáis del dinero
sentían con mayor frecuencia que estaban expuestos a la explotación,
tro dios», ~e advertía a los caballeros de Newbury en 1772:
era también el lugar --especialmente en distritos rl1rale~ o en dis-
sino pensad en los pobres, vosotrOS ¡::randes hombres pensáis ir al tritos fabriles dispersos-- donde podbn llegar a organizarse con más
132 TRADICIÓN, REVUELTA Y CONSCIENCIA DE CLASE LA ECONOMíA MORAL DE 1.A MULTITUn 133

bcilidad. La comercialización (o la «compra») se hace progresiva zón a su JRelO, fuc encontrada en 1<1s cRIles).). En Jos grandes motlnes
mente más impersonal en una sociedad industrial madura. En la In- de Merthyr, de 18.31, Se sacrificó un tetnel'O y una hogaza empapada
glaterra o le Francia del siglo XvIII (en regiones del sur de Italia, o en su sangre, clavada en el asta de nOn bandeta, sirvió como emble-
de Haití, o de la India rural, o del Africa de hoy) el mercado per- ma de la revuelta.
tnaneció como nexo social tanto como económico. Era el lugar donde Esta furifl en relación con el grflno es una culminación cudosa
se llcvaban a cabo cientos de trans8cciones socirdes y personales, de la época de los aclelantos agrícolas. En la década de 1790, la
donde se cOlnunícaban las noticias, circulaban el rumor y la murmu- gel1try misma estaba algo perpleja. Paralizados a veces por un exceso
ración v se discutía de política (cuando se hacía) en las posadas o de alimentos nlltritivos, los magistrados, de vez en cuando, abando-
bodegas que rodeaban la plaza del mercado. Era el lugar donde la naban su industriosa compilación de archivos para Jos di::;cíp111os de
gente, por razón de su nÍlmero, sentía por un momento que era sir Lewis Namicr, y miraban desde las alturas de sus parques ;.1 los
{ucrte.(i9 campns de cereales donde sus lahriegos pa~ilbm hamblT. (Tvlás de un
Las confrontacíones en el mercndo, en llna socicclnd «prcindus-- magistr~ldo csnihi{, a] l-lollle Officc, en c0yuntl1ra t<111 crítica, des-
triah), son, por supucsto, m,\s universales ql1e cualquier experiencia cribiendo las medidas que tomarla contra lo~ amol il1:1dos si no
naciol1Rl, y los preceptos morales elementales del (,precio rRzonable)} estuviera confinado en su casa por ]a g<Jta.) El cond~clo no estará
son igualmente universales. Se puede sugerir, en verdad, la supervi- seguro durante la cosecha.) escribió el señor lugnrtcnicntc de Cnm-
vencia en Inglaterra de una imaginería pagana que alcanza niveles bridgeshire, «sin algunos soldados, pues había oído que el Pueblo
más oscuros que el simbolismo cristiano. Pocos rituales folklóricos tenía la intención de llevarse el trigo sin pedirlo cuanclo estuviera
han sobrevivido con tanto vigor hasta fines del siglo XVJ1I como toda madurc»>, Consideraba esto como «verdaderamente un asunto muy
la parafernalia hogm"cña durantel:-t cosecha, con sus encantos, sus serio» y «en este campo abierto, muy fácil ele que se haga, por lo
cenas, sus ferias y festivales; jnc1uso en áreas fabriles el año trans~ menos a hurtadillas».70
curda todavía al ritmo de 18s estaciones y no al de los bancos. La «No pondrás freno al buey que trilla el grano.» El avance de
escasez representa siempre para tales comunidades un profundo la nueva economín política de lihre- mercado supuso tal11hién el defi
impacto psíquico que, cuando VH acompañado del conocimiento de moronamiento de la antiguR. economíA moral de apu1 visíonélmiento.
injusticias, y la sospecha de que b escasez es manipu lada, el choque Después de las gueaas lo único que quedaba de ella en la caridad,
se convierte en furia. y el Speenharnland. La economía «mora]" ele la muchcelllmhrc tard,í
Impresiona, 81 abrirse el nuevo SIglo, el creciente simbolismo ele más tiempo en morir: es recogida en los primeros tn01inos harineros
la sangre, v su asimilación a la demauda de pan. En Nottingbam, cooperativos, por algunos de los socialistAS seguidotc~ de Owcn, y
en 1812, las mujeres marcharon con una hogaza colocada en lo alto subsistió durante años en algún fondo de las entrañas de la Sociedad
de 1111 palo listada de rojo y atada con un crespón negro, represen- Cooperativa Mayorista (Cooperative \Vholcsale Society). Un síntoma
tando el «hambre sangrienta, engalanada de arpillera». En Yeovil de su final desaparición es que hayamos podido aceptar durante
(Somerset), en 1816, apareció una carta anónima, "Sangre y Sangre tanto tiempo un cuadro abreviado y (<:ec011omista}) del motín de
y Sangre, tiene que haber uoa Revolución General ... », firmada con subsistencias, como respuesta directa, espasmódica e irracional al
un tosco corazón sangrante. En los motines de East Anglia, en el hambre; t111 cuadro que es en sí mismo un producto de la economía
mismo año, frases como «Tomaremos sangre antes de cenao), En
Plymouth, <moa I-Iogaza que ha sido haFíada en sangre. con un cora- 70. En 1795. cuando entregaba a los pohres pan negm slJbvencionndo de
su propia p:uroQl1ifl, el párroco \\7oodforde no dejó de cumplir con la obliga"
dón de su ~)rnpja cena: 6 de marzo, <c par:'! cenar Un Par de Pollos hervidos
ó9. Sidney Mintz, <,lntcrnal Markct Systems as Mechanisms of Social y- Cabenl de Cerdo, muy buena sopa de Guisantes, un excelente filete de Vaca
¡\tticu1ation>~) Infcrmcdíatc Societies. Social Mobility al1d CommunicatíOll, Ame- hervido, 1111 prodigiosamente bueno, grande v muy gordo Pavo asado, Macarro--
rican Etbnological Society, 1959, y del mismo autor «Pcasant :tvbrkets», Scieltfi- nes, Tarta de crema», etc.: James \'{Toodforde, J);ary 01 {/ COflftlry Panrm, ed.
fir American, CCllI (1960), pp. 112-122. J. Bercsford, Wotld's Classies, Londres, 1963, pp. 4RJ, 485.
1:34 TRADIC1ÓN, REVUELTA y CONSCIENCIA DE CLASE

polítíca que redujo las reciprocidades humanas al nexO salar_ial. Más


generosa, pero también más autoritaria, fue la afirmación del "herir!
de Gl011cestershire en 1766. Las masas de aquel año, escribió, habían
cometido muchos actos de violencia,

algunos de desenfreno y excesos; y en algunas ocasiones algunos


actos de valor, prudencia, justicia y consecuencia con aquello que
pretendían obtener. EL ENTRAMADO HEREDITARIO:
UN COMENTARIO *

Los ensayos presentados en el volumen del que, originalmente,


formaba pmte este capítulo nos han hablado mucho del tejido
social de comunidades determinadas y de ciertas relaciones existen-
tes en su interior, que ejemplifican las pr:ícticas hereditarias. Hemos
aprendido menos, quizá, sobre su desarrollo en el tiempo, ya que
las intenciones de los sistemas hereditarios, como en otras cues-
tiones, ofrecen a menudo conclusiones muy diferentes a las proyec-
tadas. Si diseccionamos Jos sistemas hereditarios en condiciones de
estasis, el pensamiento puede llegar a aceptar una falacia que, en
horas de vigilia, conocemos perfectamente como falsa, y es que
aquello que se hereda permanece como constante histórica: «propie-
dad», «pertenencia» o, más sencillamente, «la tierra», tierra que, a
fín de cuentas, pasaba en efecto de generación en generación, que
podemos aún pisar, que puede aún hoy ser dedicada en gran medida
al mismo tipo de cultivo, o madera, o ganado, que hace trescientos
años.
Naturalmente sabemos que esta constancia es ilusoria. En térmi-
nos de tierras Jo que se transmite a través de los sistemas heredita-
rios es eon mucha frecuencia no tanto la propiedad de las mismas,

«The Grid of Inheritance: a Commenb>, en E. P. Thompson, }ack Goody


y .Toan Thirska, Family and Inber;lance, Cambridge University Press, Londres,
1976, cap. 9, pp. 328-360. Estos comentarios están basados en trabajos, alguno
de los cuales no ha sido publicado todavía: para las zonas de bosque de
Be-rkshire y I-Iampshire del este, \,(!higs al1d HUl1tCrI, Londres, 197.'5, y p~:¡fa
(I!gún otro de Jos aspectos de las costumbres del siglo z,,-VITI, «Comman Right
;lnd Enc1oSUfe)}, CUJtomJ in Common (de próxima aparición). En cWl1quier caso,
aquí ::;c proponen mucho;; puntos como preguntas, que necesitan más investiga-
ción, m<Ís que com0 conclusiones.

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