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Juan Vasen
“A mi me crió la televisión”.
Nicolás
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Publicado en Reporte Publicidad (40) Diciembre 2001.
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cantimplora con agua, en lugar de beberla con desesperación la rechazaba con gesto
airado: -“Quiero Coca -Cola”.
En los últimos tiempos, en la publicidad de otra gaseosa se definía que “La imagen no
es nada, y la sed es todo”. De allí brotaba además un consejo: “Hacele caso a tu sed”.
Si antes la publicidad apelaba a las bondades de un producto y luego, más envolvente,
nos incluía en una escena deseada; ahora parece que ya no quiere vendernos nada,
no necesita seducirnos a través de imágenes. Ahora simplemente nos conmina a
hacerle caso a dimensiones casi básicas, hondamente enraizadas en nuestra
subjetividad. Esas que Silvia Tocco resalta en su poema “Suerte”: “No padre. No
quiero suerte. No la quiero. Quiero hambre. Quiero sed.”
Hay en esto mucho que se gana. Los humanos de casi todos los sectores sociales nos
vamos convirtiendo en seres sofisticados, nuestros gustos y necesidades se despegan
de la naturaleza para ligarse a lo producido por la cultura. Pero, entonces ¿habrá otro
vehículo que el humano donde pueda ser soportado un proceso de transmisión? Ese
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que anuda la curiosidad infantil por un lado y los anhelos de trascendencia por otro? Si
no hay encarnadura en el lugar del Otro, con o sin camisón, ese espacio se
desmaterializa, se vacía, se hace abismo. Porque ciertas cosas sólo son transportadas
por humanos con tracción a sangre. Un medio de transporte que va quedando en
desventaja como carro en la autopista.
Para sostener ese noble combate diario por la dignidad, ¿se tratará de elegir entre
sufrimiento y televisión? O se tratará de ir, críticamente, más allá de la imagen. En
este sentido la publicidad tiene razón: Hacéle caso a tu sed.