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Disminución de la frecuencia de deposiciones.

El estreñimiento es más frecuente en los ancianos (que comunican más esfuerzo para
defecar y una sensación de bloqueo anal) que en las personas de edad media. Constituye la
queja gastrointestinal más habitual en las personas de edad avanzada. La prevalencia global
de estreñimiento comunicado espontáneamente es del 24-37%, y las mujeres se quejan de
estreñimiento con mayor frecuencia que los hombres.

Etiología
Entre los cambios en la fisiología anorrectal relacionados con la edad que predisponen al
estreñimiento en los ancianos, cabe citar el aumento de la distensibilidad rectal y la
alteración de la sensibilidad del recto (lo que requiere acumular un mayor volumen de
heces para provocar el deseo de defecar). Los ancianos tienen también una menor presión
del esfínter anal en reposo, así como menor presión máxima esfinteriana, lo que predispone
a la incontinencia fecal. La prolongación del tránsito colónico, un cambio relacionado con
la edad que afecta sobre todo a la región rectosigmoidea, desempeña un escaso papel.

Síntomas, signos y complicaciones El estreñimiento del anciano se divide clásicamente en


dos categorías principales: megarrecto funcional, que se manifiesta en forma de recto
agrandado e impactación fecal, y el retraso del vaciamiento rectosigmoideo, que se
manifiesta como un excesivo esfuerzo para la defecación y heces pequeñas duras. La
disfunción del suelo pélvico también da lugar a retraso del vaciamiento. Esta anomalía se
observa predominantemente en las ancianas, debido a la laxitud del suelo pélvico y a la
falta de abertura del ángulo anorrectal.

La principal complicación del estreñimiento en el anciano es la impactación fecal , que


puede dar lugar a obstrucción intestinal, ulceración del colon (también denominada
ulceración esterocorácea), incontinencia por rebosamiento (fuga de material fecal alrededor
de las heces obstructivas) o diarrea paradójica. La impactación fecal es más probable en
pacientes con movilidad limitada o capacidad mental disminuida, que presentan
alteraciones del hábito intestinal (p. ej., disminución de la frecuencia, diarrea de comienzo
reciente, incontinencia). La impactación fecal también puede asociarse con retención
urinaria e infección del tracto urinario. El excesivo esfuerzo durante la defecación puede
ejercer efectos deletéreos sobre la circulación cerebral, coronaria y arterial periférica, con
riesgo de síncope, isquemia cardíaca y crisis isquémicas transitorias. Además, el esfuerzo
excesivo puede generar hemorroides, fisuras anales y prolapso rectal, con el resultado de
dolor y hemorragia anales.

Diagnóstico Durante la evaluación del paciente estreñido, el aspecto principal es


comprender la naturaleza de su queja. Se prestará atención a sus conceptos sobre el hábito
intestinal y a su estado psicológico.

La búsqueda selectiva de depresión y ansiedad puede detectar anomalías no reconocidas y


tratables. La revisión de los antecedentes médicos y el consumo de fármacos (v. tablas 110-
1 y 110-2) puede poner de manifiesto posibles factores contribuyentes.
La exploración física va dirigida sobre todo a buscar evidencias de enfermedad metabólica,
muscular o neurológica. Todos los pacientes deben ser sometidos a examen rectal para
evaluar la presencia de lesiones perineales, determinar las características de las heces
(pequeñas o grandes, duras o blandas) y excluir una masa rectal baja o anal. La presencia de
una ampolla rectal vacía no excluye la posibilidad de impactación fecal más alta.

Los estudios de laboratorio pueden excluir anomalías metabólicas subyacentes, en especial


hipotiroidismo. La radiografía de abdomen muestra la cantidad y la distribución de las
heces en el colon; la presencia de niveles aire-líquido requiere consulta quirúrgica.

La colonoscopia o el enema de bario deben utilizarse cuando hay un cambio reciente del
hábito intestinal a efectos de descartar lesiones estructurales subyacentes (p. ej., cáncer,
estenosis). La presencia de anemia o de sangre oculta en heces también requiere
evaluación, incluida colonoscopia.

Tratamiento El estreñimiento de la mayoría de los ancianos puede tratarse con cambios


dietéticos y conductuales, y con el uso juicioso de laxantes y enemas. Los fármacos
utilizados para tratar el estreñimiento se enumeran en la tabla 110-3.

La intervención dietética comienza con hidratación adecuada, un aspecto clave en el


tratamiento del estreñimiento, sobre todo en los ancianos que consumen diuréticos. Los
alimentos ricos en fibra (p. ej., salvado y cereales completos, vegetales, frutos secos) suelen
ser beneficiosos y evitan la necesidad de administrar suplementos. Cuando la dieta no
proporciona fibra suficiente (por lo general se precisan 20 g diarios), son útiles los
suplementos (p. ej., metilcelulosa, psilio). Dado que muchos de estos productos tienen un
elevado contenido en azúcar, hay que seleccionarlos con cuidado.

Otros alimentos (p. ej., ciruelas, melones, otros alimentos con carbohidratos complejos)
también pueden ayudar a normalizar los movimientos intestinales.

Los cambios conductuales comprenden el ejercicio, que ejerce un marcado efecto


estimulador sobre la defecación y ayuda a fortalecer los músculos abdominales que
contribuyen a la defecación. Los pacientes estreñidos deben intentar mover el intestino a
primera hora de la mañana, sobre todo después del desayuno, cuando la actividad del colon
es mayor.

Los enemas pueden utilizarse cuando existe impactación fecal, por lo general de agua sola
o de fosfato y bifosfonato sódicos. Los enemas de agua jabonosa dañan la mucosa y
provocan retortijones, por lo que deben evitarse. Dado que el volumen rectal aumenta con
la edad, el enema debe contener entre 500 y 1.000 ml. Una vez eliminado el bloqueo inicial
ya sea manualmente o con enemas, la limpieza del colon con soluciones de polietileno-
glucol-electrólitos (por vía oral o por sonda nasogástrica) es útil para movilizar las
colecciones de heces más proximales.

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