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Existe una idea judía que es muy frecuente encontrar en la sociedad, es decir,
que Dios tiene la culpa de nuestras tentaciones. Para probar esto, los judíos desarrollaron
la “Doctrina de las Dos Tendencias”. Las llamaban yétser hab-tob y yétser hab-rá, la tendencia
al bien y la tendencia al mal. Era una manera de plantear al problema sobre el origen del
mal, per no de resolverlo. Específicamente no se decía de donde procedía el mal; así es que
el pensamiento judío se propuso explicarlo.
Existen muchos textos de los libros apócrifos que muestran la manera que la que
los judíos trataban de explicar este origen del mal, sin embargo ninguno de ellos pudo
abordar el tema de manera objetiva y verás.
En otro libro llamado Vida de Adán Eva, se cuenta que Satanás tomó la forma de
un ángel, y hablando por medio de la serpiente puso en Eva el deseo del fruto prohibido y
la hizo jurar que también se lo daría a Adán. Según este relato, Satanás puso el veneno de
su malicia en el fruto. Un desarrollo posterior de la historia, dice que el principio de todo
pecado fue el deseo que Satanás tenía de Eva.
A pesar de las propuestas que hacían los judíos sobre el origen del mal, no
podían hacerlo. Entonces llegaron a la conclusión de que si Dios había creado todo lo que
existe, entonces también había creado la tendencia al mal en el hombre. De allí los dichos
rabínicos:
“Dios me dijo: Me arrepiento de haber creado la tendencia al mal en el
hombre; porque si no lo hubiera hecho así, no se habría revelado contra mí. Yo
creé la tendencia al mal, y también creé la Ley como un remedio. Si usted se
ocupa de la ley, no caerá en su poder. Dios colocó la tendencia al bien en la
mano derecha del hombre y la tendencia al mal en su mano izquierda”.
Según los “sabios” judíos, quien tiene la culpa de nuestro pecado, a fin de cuentas es
Dios.
2:
Sin embargo, ¿Qué dice la Biblia respecto a esto? Si la posición que presentan los
judíos del pasado es verdad, entonces no es necesario que escuchemos este sermón, ya que
lo que la Biblia dice es mentira.
Pero estamos convencidos de que es un error fatal pensar o si quiera considerara que
el culpable de nuestro pecado es Dios.
Cualquier persona que piense que el mal es creación de Dios, tienen un mal
concepto de quien es Dios. El problema del ser humano es que quiere medir la justicia de
Dios a través de la justicia humana. Sin embargo, debemos recordar que la justicia del
hombre no se puede comparar con la justicia de Dios. El hombre es un ser caído, impuro,
muerto. Dios es un ser puro, perfecto, no existe ningún defecto en Él. No existe nada de
lo que se pueda acusar a Dios.
Por definición, Dios no puede estar cerca de algo que odia. Es simplemente
absurdo pensar que si Dios odia el pecado, Él mismo sea su autor. Solamente en la cabeza
de una persona que no piensa, en la mente de un tonto puede existir esta posibilidad.
Uno de los atributos de Dios que con más frecuencia se repiten en la Biblia es Su
santidad. En el Antiguo Testamento encontramos textos como Levítico 11:44-45, donde
leemos:
“Porque yo soy el SEÑOR vuestro Dios. Por tanto, consagraos y sed santos,
porque yo soy santo. No os contaminéis, pues, con ningún animal que se
arrastra sobre la tierra. “Porque yo soy el SEÑOR, que os he hecho subir de la
tierra de Egipto para ser vuestro Dios; seréis, pues, santos porque yo soy
santo.”
No es una casualidad que este atributo de Dios se mencione tantas veces en la Biblia.
Cada uno de los escritores de la Biblia conocía el carácter de Dios, y es por eso que se nos
recuerda de manera frecuente lo que Dios demanda de Su pueblo: santidad.
Entonces, si Dios odia el pecado ¿cómo pudo haber sido Él su autor? Por lógica,
podemos deducir que el pecado y la tendencia al mal no provienen de Dios.
Al inicio del versículo 13 nos explica el autor lo siguiente: cuando alguno es tentado,
ni siquiera considera el acusar a Dios de su tentación.
1
Gracia Venidera. John Piper. Pp.9-10
3:
Y precisamente Santiago nos muestra cuál es el origen del pecado, de nuestras
tentaciones. Lo hace al explicarnos 4 pruebas de que Dios no es ni responsable ni autor de
nuestras tentaciones, y menos aún de nuestro pecado.
La raíz de la frase “no puede ser tentado”, se deriva de la palabra apeirastos, una
construcción griega que solo aparece en este pasaje en todo el Nuevo Testamento, y
denota el concepto de alguien que no tiene la capacidad para la tentación. En otras
palabras, es lo mismo que ser invencible a los ataques del mal. La naturaleza del mal
la hace necesariamente extraña a Dios.
Dios es invulnerable al mal. Dios y el mal existen en dos esferas totalmente diferentes
y separadas. Dios es impenetrable por el mal. Dios está consciente de la existencia del
mal, pero el mal no le puede tocar, y Él mismo no puede acercarse al mal. Ambos se
excluyen.
Es como querer mezclar la luz con las tinieblas: si hay tinieblas no hay luz, solo
obscuridad; y si hay luz, no hay tinieblas. Es la misma relación que existe entre Dios y
el mal, no existe un punto de compatibilidad.
Estos dioses paganos, no solo cometen pecados, sino que inducen a sus súbditos
a cometer los mismos pecados que ellos. El problema es que como han salido de
mentes corruptas, inmaduras, caprichosas no pueden sino manifestar características
caídas de sus pecadores creadores.
Los escritores del Antiguo Testamento sabían cómo era Dios. Habacuc 1:13 dice:
4:
Muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión.
¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente, y callas cuando el
impío traga al que es más justo que él?
Dios es tan santo que nada que ni la más pequeña partícula de pecado puede
estar cerca de su presencia. Los ojos de Dios son tan puros que no puede ver la
menor impureza que cometa el hombre. El pecado y el mal en general no pueden
pasar a la presencia de Dios.
Observe por ejemplo la descripción que el autor de Hebreos hace del Señor
Jesucristo en 7:26 donde leemos:
Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado,
apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos,
Además el texto sigue diciendo: “ni Él tienta a nadie”. La idea es la misma: así
como el mal no puede pasar a la presencia de Dios, de Dios no puede provenir el
mal. Más adelante, Santiago nos explica que es lo que sí puede venir de Dios: solo
cosas limpias, puras, perfección.
Hemos visto que la diferencia entre una tentación y una prueba radica en la
respuesta del hombre: si aprueba el examen, es una prueba y fortalece su fe; pero si
reprueba el examen, es una tentación y lleva a la persona a cometer pecado.
Santiago nos muestra que es lo que sucede dentro de cada hombre que es
cautivado por la tentación. Nos dice que una persona es 1) atraída y 2) seducida por
la concupiscencia.
Recuerdo que cuando éramos niños, mi padre nos llevaba a mis hermanos y a mí
a pescar. Generalmente mi hermano más pequeño era quien pescaba más al final del
día.
Lo que sucede es que esta carnada apela a los sentidos de la persona. ¿Qué pasa?
Pensamos que esta carnada luce bien, huele bien, tiene muy buen aspecto. En otras
palabras, nos parece demasiado atractivo y se nos hace irresistible. Lo que está
pasando en esta persona es que está siendo acechada por un deseo que lo está
arrastrando a poner sus ojos en lo que le gusta.
Así como el pescado una vez que muerde el anzuelo es llevado por la fuerza del
pescador, la persona que puso sus ojos en la carnada es arrastrada por sus propios
deseos.
Nuestra tarea no radica en atar, pisotear o echar fuera demonios. Cada mañana
que nos levantamos tenemos que luchar contra algo, y ese algo no es Satanás, es
nuestro propio deseo pecaminoso que nos incita a pecar.
En el texto original existen 2 preposiciones que se utilizan para explicar esta idea.
La primera es la palabra apo que expresa la idea de un hecho indirecto. Lo
encontramos en el v. 13 y la idea es la siguiente: No somos tentado ni directa ni
indirectamente de parte de Dios. Es decir, Dios no utiliza un mediador para
tentarnos.
2
Gracia Venidera. John Piper. Pp.341-348
7:
En otras palabras, un resumen de este pasaje es: todo pecado viene del corazón
del hombre. Y con esto respondemos a la pregunta que no pudieron contestar los
judíos antiguos.
A pesar de la idea que tenemos de que el pecado es algo aislado que sucede de
un momento a otro, Santiago nos explica que el pecado es todo un proceso que se
lleva a cabo en nuestro corazón. Es un plan perverso de llevar a cabo nuestros más
bajos deseos.
Por lo tanto es necesario mencionar que cuanto más pronto nos opongamos a
este proceso, menos posibilidades habrán de pecar.
¿Cómo evitarlo? Hay varias formas de luchar contra nuestro pecado. Algunas de
ellas son:
ÿ Lectura Bíblica
ÿ Comunión
ÿ Estudio personal
ÿ Estudio en grupo
ÿ Oración
ÿ Escuchar predicaciones
ÿ Compartir con algún amigo una necesidad personal
ÿ Etc.
Un autor dice: si se completa el ciclo de la tentación, se consume el
pecado y este da a luz la muerte. El hijo concebido por la concupiscencia nace
como un asesino. El pecado da a luz la muerte física, que separa el alma del
cuerpo; muerte espiritual, que separa el alma de Dios; y muerte eterna, que
separa por siempre el cuerpo y el alma de Dios.