Melanie Smith y Rafael Ortega, Xilitla: incidentes fuera de eje, Museo
Experimental El Eco, Sullivan 43, Col. San Rafael, hasta Enero 16.
Como es bien sabido, Las Pozas (1949-1984), en la localidad de Xilitla
en San Luis Potosí, es uno de los caprichos arquitectónicos más notables del siglo XX. Obra de Edward James (1907-1984), un excéntrico aristócrata inglés que gravitaba en los márgenes del surrealismo, Las Pozas es un jardín de la imaginación, en la tradición de las folies o “locuras” de la jardinería dieciochesca francesa, que consiste en más de treinta de estructuras de concreto erigidas en medio de la selva tropical y los cursos de agua de esa localidad huasteca. Fruto del deseo de crear una especie de Edén (James imaginaba una selva de orquideas que al fracasar fue sustituido por la producción de una vegetación de concreto) las Pozas es sólo comparable en su audacia al Jardín de las rocas que Nek Chand construyó en Chandigarh, la India, con el cual comparte su alergia por el modernismo arquitectónico.
Para Melanie Smith, Xilitla planteaba un referente y un enigma.
El hecho de que Smith sea una inglesa avecindada en México conspiraba para intrigarla, pero más aun el modo en que Las Pozas apuntaba a la ambivalencia de capas históricas y económicas que es característica de su visión acerca de la condición de la modernidad y el urbanismo en la periferia. Por dos años Smith, en colaboración con el cineasta Rafael Ortega, (re)visitó Xilitla como un objeto fantasmal y misterioso que encapsula una compleja negociación entre vanguardia y trópico, aristocratismo y cultura popular, naturaleza y sueño. El resultado es un film de 24 minutos que compila una sucesión de cuadros y perspectivas que amplifican, detallan y resaltan la arquitectura de Xilitla perturbada por encuadres, reflejos, destellos, giros y espejos, en una constante oscilación entre la noche y el día, el interior y la vereda, sus construcciones y la naturaleza del entorno.
Que la película de Smith y Ortega se presente como un ensayo
de “incidentes fuera de eje” (o “incidents of misalignment”) tiene implicaciones que van más allá del hecho de que su formato, contra la convención fílmica ortodoxa, es vertical y no apaisado. Más allá del guiño hacia la intervención de la con espejos en Palenque que Robert Smithson hizo evocando el recorrido de Catherwood por Yucatán (1969), la película de Smith y Ortega enfatiza el carácter de corte en el espacio y el tiempo que habita a Las Pozas.
Mediante una variedad de secuencias en que varios
colaboradores locales acarrean un espejo por entre los pabellones de James (escenas que evocan las acciones y objetos de espejos de Robert Morris), y la interferencia de la banda sonora de pasajes de grabaciones vanguardistas, reportes climáticos e incluso una sesión del parlamento británico, la película plantea al espectador un constante efecto de “no lugar”: la imposibilidad de establecer un objeto como Las Pozas como un sitio con un carácter espacial y contextualmente fijo.
Más que una recapitulación de la historia o del mito de las
“intenciones artísticas”, el film de Smith y Ortega plantea el jardín de Edward James como un sitio-calidoscopio: una máquina de cortes y reflejos sociales y espaciales que produce a la vez vistas hermosas y un collage discontinuo, que ha logrado cancelar precisamente la temporalidad y contigüidad, la lógica del progreso histórico y/o los asideros de un “contexto”. El complejo hecho de pagodas, templos, arcadas, torres y escaleras que se tienden peligrosamente en el vacío, aparece como híbrido del delirio decorativo Nouveau- surealista y el espíritu de improvisación de la arquitectura informal, como una naturaleza fingida a la vez que himno a la entropía moderna. Lo ofrece como un sitio “contemporáneo” por su capacidad de ser un pliegue de tiempos sociales y económicos.