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EXTRAÍDO DE A PATH WITH HEART POR JACK KORNFIELD
Siéntate cómodamente en un lugar tranquilo. Deja que tu cuerpo descanse.
Respira con suavidad. Deja marchar tus pensamientos, el pasado, el futuro, los
recuerdos y los planes. Sólo estate presente. Deja que la maravilla de tu cuerpo
te diga qué partes necesitan ser curadas.
Deja que los dolores físicos, la tensión, la enfermedad o las heridas se muestren
por sí solas. Lleva tu atención con cuidado y suavidad a estas partes del cuerpo
que te duelen. Lentamente y con cuidado, siente su energía física. Nota lo que
hay dentro de ellas en la profundidad: las palpitaciones, la tensión, los
pinchazos, el miedo, las contracciones… todo eso que llamamos dolor.
Permítete sentir el dolor en su totalidad, de una forma receptiva y con atención
cuidadosa. Entonces, toma conciencia de las partes que rodean tus puntos de
dolor. Si hay tensión ahí también, siéntela… respira suavemente y ve abriendo
estas zonas.
De la misma forma, toma conciencia de si hay aversión o resistencia en tu
mente. Observa los pensamientos y los miedos que acompañan al dolor. Estos
son algunos de ellos:
"Esto no se me va a quitar nunca.”
"No puedo soportarlo.”
"No me merezco esto."
"Es demasiado dolor, demasiado profundo." etc.
Deja que estos pensamientos permanezcan bajo tu atención un poco de tiempo.
Entonces vuelve con suavidad hacia tu cuerpo físico. Deja que tu conciencia
vaya más profundo ahora. De nuevo siente las capas de dolor que encuentres
en los puntos a los que has llevado la atención. Cuando una capa se abra, deja
que por sí sola se intensifique o se disuelva. Trae tu atención al dolor como si
estuvieras consolando a un niño, tomándolo en tus brazos y dándole cariño y
cuidado. Respira suavemente con tu intención puesta en ese punto, acepta lo
que está pasando con una bondad sanadora.
Continúa esta meditación hasta que te sientas re‐conectado con esa parte de tu
cuerpo que te pide atención. Finalmente te sentirás en paz.