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Por si sirven de ayuda o reflexión algunos consejos escritos por el retórico y pedagogo
Quintliano en el siglo I.
“Sin duda no basta con que el maestro se comporte con la mayor rectitud, si no consigue,
con la severidad de la disciplina, regular también las costumbres de los que acuden a su
clase. Por lo tanto, lo primero de todo, que cobre ánimo de padre hacia sus alumnos, y
que piense que sustituye en el puesto a aquellos que le confiaron sus hijos.
A los alumnos que pregunten, responda con gusto; a los que no, pregúnteles él. A la hora
de alabar los ejercicios de los alumnos, no sea ni parco ni pródigo, porque una cosa
produce odio hacia el trabajo y la otra confianza vana.
Al corregir lo que tenga que corregir, no sea desagradable, y lo menos ofensivo posible,
pues esto aparta a muchos de su propósito de estudiar, porque sienten que se les
reprende como si se les odiara. Diga cada día el maestro alguna cosa, e incluso muchas,
que los alumnos oigan y se lleven consigo, porque aunque saque del libro de texto
abundantes ejemplos dignos de imitación, sin embargo aquella voz viva, como se suele
decir, aprovecha más, sobre todo si es la del profesor, a quien los alumnos, sólo con que
estén bien educados, aman y respetan. Y es difícil expresar cuánto más a gusto imitamos
a quienes amamos”.