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2ª edición
Tratamiento en
gastroenterología,
Tratamiento en
Gastroenterología,
Hepatología y
Nutrición Pediátrica
2ª edición
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Tratamiento en
Gastroenterología,
Hepatología y
Nutrición Pediátrica
2ª edición
Sociedad Española de
Gastroenterología, Hepatología
y Nutrición Pediátrica
Junta Directiva
Presidente: Federico Argüelles Martín
Secretario: Gustavo Silva García
Tesorera: Pilar Pavón Belinchón
Vocales: Mª Dolores García Novo
Enriqueta Román Riechmann
Amaia Sojo Aguirre
Coordinador
Gustavo Silva García
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 12:54 Página 04
Reservados todos lo derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en
medio alguno, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones o cualquier sistema
de recuperación de almacenaje de información sin la autorización por escrito del editor.
Edita: ERGON
C/ Arboleda, 1. 28221 Majadahonda (Madrid)
ISBN: 978-84-8473-680-6
Depósito Legal: M-29361-2008
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Gregorio Marañón
Agradecimientos
Prólogo a la 1ª edición
Prólogo a la 1ª edición
Prólogo a la 2ª edición
Deseo finalizar con un recuerdo muy cariñoso para quien fuera miembro des-
tacado y eminente de nuestra sociedad, el Dr. Juan Ferrer Calvete, hombre de
bien, amigo, colaborador eficiente y entusiasta, que participó en la primera
edición como autor y que nos dejó para siempre. El tiempo no lo ha borrado
de nuestra memoria.
Autores
Sumario
1. Enterocolitis necrotizante 1
E. Aznal Sáinz, J. Guibert Valencia, F. Sánchez-Valverde Visus
2. Reflujo gastroesofágico y esofagitis en niños 9
H. Armas Ramos, L. Ortigosa del Castillo
3. Reacciones adversas a alimentos. Alergia alimentaria. 25
Alergia a proteínas de leche de vaca
A. Sojo Aguirre , G. Silva García
4. Dolor abdominal crónico y recurrente en el niño 41
y adolescente
A. Pereda Pérez, O. Berbel, C. Maluenda Carrillo
5. Helicobacter pylori. Gastritis y úlcera péptica 51
M.J. Martínez Gómez, V. Varea Calderón
6. Hemorragia digestiva en Pediatría 63
J.M. Ramos Espada, M. Calabuig Sánchez
7. Diarrea aguda 79
C. Calvo Romero, J.M. Marugán de Miguelsanz
8. Diarrea crónica inespecífica. Síndrome de colon irritable 91
J.I. García Burriel, J. de Manueles Jiménez
9. Enfermedad celíaca 99
E. Donat Aliaga, C. Ribes-Koninckx, I. Polanco Allué
10. Síndrome de sobredesarrollo bacteriano 111
E. Román Riechmann, M.L. Cilleruelo Pascual
11. Trastornos motores esofágicos y gástricos 119
A. Bautista Casasnovas
12. Alteraciones de la motilidad intestinal 131
J.M. Sarriá Osés, J.A. Tovar Larrucea
13. Diarrea grave rebelde 143
G. Prieto Bozano
14. Síndrome de intestino corto 151
C. Sierra Salinas, V. Navas López, J. Blasco Alonso
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1. Enterocolitis necrotizante
E. Aznal Sáinz, J. Guibert Valencia, F. Sánchez-Valverde Visus
FUNDAMENTOS
La enterocolitis necrotizante (ECN) es la urgencia gastrointestinal más fre-
cuente en el neonato.
Afecta fundamentalmente al recién nacido pretérmino (< 35 semanas de ges-
tación y < 1.500 g), durante las dos primeras semanas de vida.
El resultado de los avances en el cuidado perinatal y neonatal implica una
mayor supervivencia en el recién nacido pretérmino, lo que conlleva a un riesgo
mayor de desarrollar una ECN.
Su incidencia es variable (1-2,4‰ recién nacidos vivos; 1-5% de los ingresos
en cuidado intensivos neonatales, aumentando hasta un 2-28% en recién naci-
dos prematuros < 1.500 g) y su tasa de morbimortalidad muy elevada, especial-
mente en los de menor peso y edad gestacional y en los que requieren cirugía. De
ahí la importancia de realizar una prevención, diagnóstico y tratamiento precoces.
Sobrecrecimiento Endotoxinas,
ác. grasos cadena corta
y producción de gas
Signos sistémicos
Distrés respiratorio, apnea o bradicardia (o ambas), letargia, decaimiento, ter-
molabilidad, palidez, irritabilidad, rechazo de la alimentación, hipotensión (shock),
disminución de la perfusión periférica, acidosis, oliguria o diátesis hemorrágica.
Signos abdominales
Distensión y dolor abdominal, asas intestinales palpables, aspirado gástrico
(residuos de la alimentación), vómitos (biliosos, hemáticos o ambos), íleo, eri-
tema o induración de la pared abdominal, masas abdominales localizadas per-
sistentes, ascitis o heces sanguinolentas.
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Enterocolitis necrotizante 3
II. Establecido
A. Enf. Leve Lo mismo que en IB Íleo, hipersensibilidad Íleo, neumatosis
intestinal, dilatación
B. Enf. Lo mismo que en IIA, Hipersensibilidad, Lo mismo que en IIA
moderada más acidosis masa más gas en vena
metabólica leve, porta, con o sin ascitis
trombocitopenia leve
III. Avanzado
A. Enf. grave Apnea, hipotensión, Peritonitis, distensión, Lo mismo que en IIB
bradicardia, acidosis, eritema más ascitis
CID, neutropenia
B. Enf. muy Lo mismo que en IIIA Lo mismo que en IIIA Lo mismo que en IIIA
grave, intestino más neumoperitoneo
intacto intestino
perforado
Características de laboratorio
No se dispone de pruebas de laboratorio específicas para la ECN.
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Estudios radiológicos
Frecuentemente ponen de manifiesto un patrón aéreo anómalo compati-
ble con un íleo. Es preciso incluir tanto una proyección anteroposterior como
una lateral o un decúbito lateral izquierdo. Estas radiografías pueden mostrar
un edema de la pared intestinal (característica radiológica utilizada para confir-
mar el diagnóstico), aire venoso portal o hepático o una neumobilia o neumo-
peritoneo. En fases muy iniciales, una simple distensión de las asas intestinales
o un edema de la pared intestinal y ascitis, pueden ser signos radiológicos de la
enfermedad.
Existen estudios que utilizan la ecografía-Doppler intestinal como guía para
el tratamiento de la ECN.
Estudios hematológicos
La trombocitopenia, la acidosis metabólica persistente y la hiponatremia
refractaria grave constituyen la tríada más frecuente.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
1. Neumonía y sepsis. Distensión y dolor abdominal ausentes.
2. Catástrofes abdominales quirúrgicas. En ocasiones el diagnóstico se establece
solo mediante laparotomía exploradora.
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Enterocolitis necrotizante 5
PREVENCIÓN
Entre las medidas usadas comúnmente para evitar la aparición de brotes
de NEC están las precauciones epidémicas meticulosas. Aunque los agentes anti-
microbianos orales se han usado como profilaxis, la posibilidad de aparición de
resistencias limita su uso rutinario.
El aporte de leche humana a los prematuros ha demostrado disminuir la inci-
dencia de NEC. Los factores inmunoprotectores, la composición de ácidos gra-
sos y oligosacáridos en la leche materna, juega un importante papel antiinfla-
matorio y antimicrobiano, respectivamente.
La práctica agresiva de alimentación enteral es un factor de riesgo que se
asocia a NEC. Esto ha llevado a los neonatólogos a, en ocasiones, dejar al bebé
únicamente con alimentación parenteral, conociendo que esta estrategia causa
atrofia de la mucosa intestinal y retardo global de la maduración de sus funcio-
nes. La nutrición enteral mínima es un método seguro en estos casos.
En la actualidad, en cuanto a la profilaxis de la NEC, las intervenciones nutri-
tivas con lípidos antiinflamatorios, aminoácidos, como glutamina y/o arginina,
oligosacáridos o prebióticos son más efectivas y económicas que las terapias anti-
citoquina dirigidas a mediadores antiinflamatorios. Las proteínas recombinantes
como lactoferrina, PAF-acetilhidrolasa y los factores de crecimiento, también pue-
den ser prometedores.
MANEJO Y TRATAMIENTO
Las medidas terapéuticas son las siguientes:
1. Supresión de la alimentación y medicación enteral. Nutrición parenteral (en
un intento de mejorar la función gastrointestinal y evitar el riesgo de la ali-
mentación parenteral, muchos neonatólogos utilizan protocolos de esti-
mulación del intestino, también denominado alimentación enteral mínima
o trófica, con dietas elementales y/o hidrolizados de alto grado).
2. Descompresión abdominal con sonda orogástrica.
3. Asistencia respiratoria temprana ante la aparición de episodios de apneas o
patrón respiratorio acidótico.
4. Tratamiento con antibióticos de amplio espectro (basándose en la flora
predominante en la unidad de cuidados intensivos y sus patrones de resis-
tencia), previa obtención de muestras de sangre, orina, LCR y heces. Habi-
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RESUMEN
1. Proceso agudo más frecuente en el recién nacido pretérmino, caracteriza-
do por síntomas gastrointestinales (intolerancia a los alimentos, vaciamien-
to gástrico tardío, hipersensibilidad y distensión abdominal, sangre oculta o
microscópica en heces) acompañados de otros síntomas sistémicos, como
letargia, apnea, dificultad respiratoria y perfusión inadecuada. En casos avan-
zados se encuentra acidosis, shock, bacteriemia y coagulación intravascular
diseminada.
2. Diagnóstico precoz mediante sospecha y observación cuidadosa de signos
abdominales inespecíficos. Es preciso confirmar este diagnóstico mediante
estudio radiológico, intervención quirúrgica y, en algunos casos, mediante
anatomía patológica.
3. Tratamiento médico inmediato basado en medidas intensivas.
4. Tratamiento quirúrgico en aproximadamente el 40% de los casos con el obje-
tivo de resecar el intestino necrótico. Previo a la cirugía, el drenaje perito-
neal, puede evitar grandes resecciones intestinales.
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Enterocolitis necrotizante 7
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natal Ed 2003; 88: F354-8.
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2. Reflujo gastroesofágico y
esofagitis en niños
H. Armas Ramos, L. Ortigosa del Castillo
PRUEBAS COMPLEMENTARIAS
Radiología
El tránsito digestivo superior con papilla de bario ha sido considerado como
técnica de elección en el pasado para el estudio del RGE, en base a su accesibili-
dad; sin embargo, ha demostrado tener escaso rendimiento diagnóstico en esta
patología. Todos los autores han mostrado su acuerdo en el influjo de la subjetivi-
dad del radiólogo que interpreta las imágenes y en la falta de criterios a la hora
de emplear maniobras productoras de reflujo, para determinar su baja sensibilidad,
ya que la irradiación no permite prolongar mucho tiempo la prueba, y una espe-
cificidad inversamente proporcional a la insistencia o habilidad del radiólogo.
La sensibilidad, especificidad y el valor predictivo positivo, se encuentran
según distintos autores próximos al 31-86%, 21-83% y 80-82%, respectivamente.
La fluoroscopia con bario, presenta mayor utilidad para identificar cuadros
causantes de vómitos “estructurales”, congénitos o adquiridos, como membra-
nas, estenosis, o malrotaciones gastrointestinales, hernia hiatal, etc.
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Ecografía
Es un procedimiento inocuo y fiable con una sensibilidad que supera en
manos expertas el 65%, con ecografistas pacientes que permitan alargar el tiem-
po de exploración. Durante el episodio de RGE, el paso retrógrado del conteni-
do gástrico a esófago produce un patrón de ecos brillantemente abigarrados de
microburbujas, llenando el esófago inferior. Una ventaja de esta técnica es que
el paciente no recibe radiación y nos puede descartar obstrucciones distales (este-
nosis hipertrófica de píloro, membranas antrales o duodenales, etc.), pero entre
sus inconvenientes hay que destacar que no nos informa sobre otros datos ana-
tómicos y no cuantifica el RGE, aparte del tiempo, generalmente elevado que se
necesita para un buen estudio.
pH-metría esofágica
La pH-metría esofágica como método referencial en el diagnóstico del RGE
requiere una serie de cuidados preliminares al objeto de poder minimizar los pro-
blemas metodológicos, por lo que ha sido motivo de distintos estudios-proto-
colos.
Se han de utilizar microelectrodos de pH de cristal o de antimonio mono-
cristalinos, previamente calibrados con el de referencia externa que requiere pasta
conductora para unirlo a la piel, y que irán conectados a una unidad de alma-
cenamiento de datos de memoria estática tipo Holter con programas para iden-
tificar distintas situaciones y/o eventos, consiguiendo así una mejor reproduci-
bilidad de los resultados.
La monitorización del pH también puede variar dependiendo de varias situa-
ciones, entre otras: la frecuencia de la alimentación, la acidez gástrica, las carac-
terísticas y consistencia de los alimentos (principalmente la acidez), la posición
del paciente, la duración total de la monitorización y el tiempo dormido.
Se debe realizar ante un paciente con sospecha de RGE en el momento en
que no incida otra patología intercurrente, que en los días previos no reciba ali-
mentos ricos en grasa, chocolate, menta, alcohol, etc.; ni medicación tipo adre-
nérgicos, teofilina, dopamina, etc., al cual, excepto en determinadas situaciones
se le aconseja retirar la medicación antirreflujo al menos 48 horas antes, y los antiá-
cidos (ranitidina, omeprazol) 72-96 horas antes del inicio de la monitorización.
La pH-metría intraesofágica de 24 horas es una prueba con una alta sensi-
bilidad y especificidad para el diagnóstico del RGE. Sin embargo, tiene incon-
venientes: no es fisiológica, no mide reflujos con pH >4, no correlaciona el grado
de intensidad de la ERGE o de la esofagitis, no valora el volumen refluido al
esófago, no detecta las complicaciones…
Indicaciones
Las indicaciones para la realización del registro pH-métrico fueron estableci-
das recientemente por la NASPGAN y la ESPGHAN, aunque estas indicaciones
deben ser individualizadas según la situación de cada paciente en concreto. En
general, la pH-metría estará indicada en tres tipos de situaciones:
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Gammagrafía
Es una técnica rápida y no invasiva que ofrece algunas ventajas respecto al
esofagograma común con bario, en cuanto a que permite la vigilancia constan-
te durante todo el tiempo que dura su práctica con menor radiación, en com-
paración con la fluoroscopia, que solo permite una monitorización intermitente
por un lapso de tiempo relativamente pequeño. Tiene una mayor sensibilidad a
pesar de ofrecer unas imágenes menos nítidas, pero existe un porcentaje signi-
ficativo de falsos positivos que la hacen inapropiada como único método diag-
nóstico. Según algunos autores, en niños su sensibilidad oscila entre el 15-59%,
y su especificidad entre el 83-100%.
Entre las ventajas de la gammagrafía se citan:
1. Menos exposición a la radiación.
2. Mejor vigilancia de los RGE postprandriales.
3. Útil para identificar anomalías de la función motora del esófago, y con capa-
cidad para evaluar el volumen refluido y la velocidad del vaciamiento eso-
fágico del mismo.
4. Estudio del vaciamiento gástrico, midiendo la actividad isotópica gástrica
al principio y final de la prueba.
5. Inusitado interés en la detección de broncoaspiración por reflujo gastro-
duodenal, aunque con algunas limitaciones técnicas.
Endoscopia
La endoscopia esofágica, con toma de muestras biópsicas múltiples, permite
obtener con mayor fiabilidad información sobre los efectos lesivos del RGE en la
mucosa, pero más difícilmente puede establecer su diagnóstico cuando no se cons-
tatan sus consecuencias, pues hay que recordar que puede existir ERGE sin esofa-
gitis, y que la mucosa endoscopicamente normal no excluye la presencia de RGE.
En la práctica se debe indicar en aquellos niños con criterios de ERGE com-
probado por pH-metría esofágica para descartar esofagitis acompañante, o como
primera prueba diagnóstica ante una ERGE con signos evidentes de hemateme-
sis, disfagia, pirosis, dolor retrosternal, etc.
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Manometría
El estudio manométrico del esófago es una prueba más en la evaluación
del RGE, con escaso valor diagnóstico como único método de comprobación,
pues no informa de la presencia sino de la probabilidad del mismo.
El estudio manométrico no ha sido suficientemente explotado en el niño
desde el punto de vista diagnóstico y es posible que necesite ulteriores refina-
mientos. Junto a su dificultad, el alto precio del material y la necesidad de una
prolongada dedicación de personal especializado la hacen poco accesible.
El valor principal de la manometría en la ERGE estriba en su capacidad de
excluir o confirmar anomalías motoras esofágicas, por lo que debe indicarse en
todos los pacientes en los que exista disfagia sin estenosis, síntomas atípicos, o
se considera una posible indicación de cirugía antirreflujo.
pH, por lo que se adapta mejor para medir el reflujo, especialmente en el perío-
do postprandial en el que se tampona el reflujo, y para detectar los síntomas aso-
ciados con los episodios de reflujo no ácidos o débilmente ácidos. Sin embar-
go, el análisis de un trazado de impedancia requiere más tiempo y conocimientos
que el de la pH-metría y está sometido posiblemente a una mayor variabilidad
interobservadores y a una menor reproducibilidad. El alto coste del material y
el tiempo necesario para la interpretación del registro siguen constituyendo sen-
dos obstáculos por el momento.
El principio básico de impedancia es idéntico al de la monitorización de la
pH-metría: registro de datos esofágicos a través de una sonda colocada por vía
nasal y conectada a un dispositivo grabador. La sonda de impedancia de diá-
metro similar a la de pH, posee varios anillos de impedancia e incluye 1-2 sen-
sores de pH. La impedancia, o resistencia eléctrica, viene determinada por la can-
tidad y el flujo de iones al interior del tejido. Cuando el esófago está vacío, la
impedancia es elevada, mientras que el paso de un bolo disminuye la impedan-
cia, y el paso de aire la aumenta. Por lo tanto, la impedancia-pH-metría puede
detectar todos los episodios de reflujo e identificar el contenido, la dirección y la
localización del RGE independientemente de su pH. Es probable que el análisis
de correlación con los síntomas, especialmente con los extraesofágicos, sea más
convincente con la impedancia que con la monitorización del pH. Existen estu-
dios en niños que verifican su utilidad en el diagnóstico del RGE y las condicio-
nes asociadas. Se describen cifras de sensibilidad y especificidad que varían amplia-
mente y que para algunos autores pueden alcanzar 94,6 y 76,6, respectivamente.
TRATAMIENTO
2. Tratamiento postural
A partir de la aparición de trabajos que demostraban una correlación direc-
ta entre la muerte súbita del lactante (MSL) y la posición prona con inclinación
de 30 grados anti-Trendelenburg, se desaconseja colocar a los lactantes en esta
postura, que al igual que en los adultos, había sido preconizada hasta entonces
por la evidencia de su máxima acción anti-RGE demostrada mediante estudios
monitorizados de pH-metría esofágica. Excepcionalmente, en lactantes mayores
sin riesgo aparente de MSL y niños con difícil control de su ERGE, podrían bene-
ficiarse de esta posición sobre un colchón plano y duro en los períodos post-
prandiales diurnos mientras sean vigilados. En caso contrario, es preferible reco-
mendar la postura en decúbito lateral izquierdo sin necesidad de elevar la cabecera
de la cuna, tanto en recién nacidos como en lactantes.
3. Tratamiento farmacológico
En el momento actual, los frenadores de ácido deben ser recomendados
como medicación de primera línea en la ERGE, antes que los procinéticos, con
el objeto de reducir la acidez gástrica y, por ende, del material refluido a esófa-
go-boca y tracto respiratorio.
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Antiácidos
Actúan neutralizando la acidez gástrica, mejorando la presión del esfínter
esofágico inferior y depurando la acidez esofágica, con lo que reducen los sín-
tomas de pirosis y dolor, alivian la esofagitis y previenen los síntomas respira-
torios desencadenados por el ácido. El tratamiento con altas dosis de hidróxi-
do de aluminio y magnesio ha demostrado ser tan efectivo como la cimetidina
para el tratamiento de la esofagitis péptica en niños de 2-42 meses; sin embar-
go, estos tratamientos pueden elevar los niveles de aluminio y magnesio en
plasma provocando osteopenia, anemia microcítica, neurotoxicidad o estreñi-
miento, por lo que únicamente deben recomendarse en tratamientos a corto
plazo.
Se ha utilizado con más éxito la combinación de antiácido y ácido algínico
formando una cubierta espesa en la superficie del contenido gástrico protegiendo
al esófago del material ácido refluido, pero preocupa su alto contenido en sodio
y su tendencia a la anemia microcítica, al estreñimiento, a aglutinar a modo de
bezoar y sus implicaciones neurotóxicas o sobre el metabolismo óseo.
La efectividad de los alginatos antiácidos frente al RGE en monoterapia o en
combinación con procinéticos no es convincente. Según Vandenplas, a pesar de
los escasos estudios en niños y dada la “experiencia clínica sugestiva”, pueden
utilizarse en cortos períodos en niños con regurgitaciones y ERGE moderados,
administrados 30 minutos antes de las comidas, a dosis recomendadas que osci-
lan entre 0,5-10 cc/kg/dosis.
Supresores de ácido
• Bloqueantes de los receptores H2 de la histamina
Han desplazado a los anteriores en el tratamiento de la ERGE, pero resultan
menos eficaces que los inhibidores de la bomba de protones (IBP). Los bloquean-
tes H2 actúan disminuyendo la secreción ácida, inhibiendo los receptores para la
histamina de las células parietales gástricas. No logran disminuir el número de epi-
sodios de RGE, ni su duración, pero neutralizan la acidez del material refluido.
Cimetidina, ranitidina, nizatidina y famotidina han demostrado su efecto bene-
ficioso disminuyendo la sintomatología por RGE y la curación en esofagitis.
En nuestro medio la ranitidina es muy usada en la ERGE, pero debe hacerse
con precaución, pues además de los efectos secundarios habituales, se ha des-
crito un incremento de infecciones respiratorias por desequilibrio de la flora sapro-
fita, disminución del ritmo y la contractilidad cardíaca, posibilidad de acelerar
la muerte neuronal en niños que han padecido un fenómeno hipóxico-isqué-
mico y, además, presenta mayor rapidez a la taquifilaxia o tolerancia durante el
uso clínico prolongado.
Procinéticos
El tratamiento procinético del RGE se basa en la evidencia de su capacidad
de aumentar la peristalsis esofágica y acelerar el vaciamiento gástrico. Han sido
relegados a un segundo plano, desde que su máximo representante, la cisapri-
da, ha sido limitado en uso por sus efectos secundarios.
• Cisaprida
Es un agente serotoninérgico mixto que facilita la liberación de acetilcolina
en las sinapsis del plexo mientérico. Aumenta el tono y la presión del EEI, la ampli-
tud de las ondas peristálticas del esófago y la aceleración del ritmo de vaciado
gástrico.
Su uso actual queda restringido al ámbito hospitalario reservado para pacien-
tes con ERGE sin riesgo que no responden al resto de medidas del tratamiento
médico y antes de indicar el tratamiento quirúrgico, especialmente en malnu-
tridos, episodios aparentemente letales, asma, PCI, etc. Pautada a 0,2-0,3
mg/kg/día en 3-4 dosis, administrada 15-20 minutos antes de las tomas, es habi-
tualmente bien toleradao, excepto en algunos lactantes prematuros y/o car-
diópatas, que pueden presentar trastornos de la repolarización cardíaca. No sería
necesaria la realización de un ECG e ionograma previos a la administración del
fármaco en pacientes sin riesgo, ya que la normalidad de sus resultados no
disminuye la posibilidad de que se presenten arritmias cardíacas durante el
tratamiento, que se puede iniciar a dosis bajas. La cisaprida ha demostrado ser
el procinético más eficaz en el tratamiento del RGE en niños, superior a dom-
peridona o metoclopramida.
No obstante, las evidencias anteriores que apoyaban abiertamente el uso
de la cisaprida, quedan cuestionadas con la revisión Cochrane de Augood y
cols. de 2003, que seleccionó siete estudios con 236 niños mayores de 28
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• Domperidona
Este benzimidazol, antagonista de receptores de dopamina, aumenta el
tono del EEI y mejora el vaciamiento gástrico, pero su eficacia en el tratamiento
del RGE es limitada y no existen suficientes estudios controlados con placebo
que lo avalen, aunque sí parece ser más efectiva comparada con la metoclo-
pramida.
A dosis de 0,2 mg/kg de peso tres veces al día, reduce los RGE postpran-
diales, pero puede presentar efectos secundarios extrapiramidales en menores
de un año o alteraciones del intervalo QTc.
• Metoclopramida
Agente colinérgico que estimula a los receptores antagonistas de la dopa-
mina y libera acetilcolina de las neuronas colinérgicas, aumentando la contrac-
tilidad del cuerpo esofágico y del antro gástrico y el tono del EEI, y relajando el
píloro y el bulbo duodenal. Su eficacia en la lucha contra el RGE es contradicto-
ria y más evidente en su administración por vía intravenosa. Por vía oral no dis-
minuye la frecuencia o duración de los reflujos en niños.
La medicina basada en la evidencia, amparada en la revisión Cochrane de
2004 sobre 771 niños y 20 trabajos, 7 de los cuales comparaban la eficacia de
la metoclopramida frente a placebo, parece constatar la reducción de los sínto-
mas diarios y el índice de reflujos, pero no el resto de parámetros pH-métricos,
incrementando los efectos secundarios.
Precisamente, son los efectos secundarios (hasta un 20%) los que desacon-
sejan su uso indiscriminado en menores de un año: signos extrapiramidales o dis-
quinesias tardías, astenia, irritabilidad, trastornos del sueño y ocasionalmente
metahemoglobinemia.
• Betanecol
El betanecol, agonista de los receptores tipo B del ácido gamma-aminobu-
tírico, parece aumentar la acción colinérgica muscarínica, con aumento del tono
del EEI y la amplitud y velocidad de las ondas peristálticas del esófago. Al tra-
tarse, sin embargo, de un agonista del receptor de la muscarina, aumenta las
secreciones salivales y bronquiales, y puede contribuir a la aparición de bronco-
espasmo, por lo que no es tolerado por recién nacidos o lactantes pequeños con
riesgo respiratorio.
La eficacia de este fármaco, experimentada en población adulta, se ha com-
probado recientemente en niños con trastornos neurológicos y ERGE, tratados a
0,7 mg/kg/día, dividido en tres dosis, 30 minutos antes de las comidas, y con-
trolados mediante pH-metría pre y postratamiento, obteniéndose una disminu-
ción significativa de los vómitos y todos los parámetros de la pH-metría.
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• Eritromicina
Macrólido que actúa a nivel de los receptores de la motilina. Acelera la moti-
lidad antral coordinando la antropilórica y facilitando el vaciado gástrico, y la pre-
sión basal del EEI, pero no afecta a la peristalsis esofágica. Su uso en niños con RGE
a 3-5 mg/kg/dosis en 3 dosis es limitado y no existen estudios convincentes.
Otros procinéticos, como trimebutina, cleboprida o cinitrapida, tienen poca
utilidad en la edad pediátrica y no están exentos de efectos secundarios.
B. Tratamiento quirúrgico
Las indicaciones más frecuentes de tratamiento quirúrgico son: insuficiente
control de los síntomas con el tratamiento médico, necesidad de tomar medi-
cación permanentemente, manifestaciones respiratorias graves claramente rela-
cionadas con el RGE, en el esófago de Barret, y en los pacientes con ERGE y retra-
so mental grave. Los objetivos del tratamiento quirúrgico son: mejoría sintomática,
curación de las lesiones hísticas, evitar las complicaciones y reducir el uso de recur-
sos sanitarios.
Se ha propuesto que la cirugía (abierta o laparoscópica) mediante la técni-
ca más empleada (funduplicatura de Nissen) podría ser una buena alternativa
al tratamiento médico, pero no es claramente más eficaz, y no está exenta de
morbilidad si no se realiza en centros especializados.
Recientemente, se están desarrollando en adultos técnicas antirreflujo median-
te nuevos métodos endoscópicos de tratamiento endoluminal: técnicas quirúr-
gicas de gastroplastia endoluminal (EndoCinch®, Plicator®); radiofrecuencia (Stret-
ta®); inyección de polímeros (Enterix®, Plexiglás®) y prótesis expandible de hidrogel
(Gatekeeper reflux repair system).
RESUMEN
Las diferencias entre reflujo gastroesofágico fisiológico y enfermedad por RGE
quedan definidas por la frecuencia, duración contenido y gravedad de los epi-
sodios de reflujo. Las manifestaciones clínicas de la ERGE en niños incluyen: vómi-
tos, pobre ganancia de peso, disfagia, dolor abdominal o subesternal, esofagi-
tis y trastornos respiratorios. La práctica clínica de la historia y la exploración física
suelen ser suficientes para establecer el diagnóstico de RGE, reconocer sus com-
plicaciones e iniciar el tratamiento. La evaluación y manejo de los niños con ERGE
depende de la presencia de signos y síntomas y de las pruebas complementarias
(estudio radiológico con contraste, monitorización de pH-metría esofágica, endos-
copia y biopsia. Un ensayo terapéutico limitado en el tiempo puede permitir rela-
cionar síntomas y RGE: vómitos recurrentes y/o pobre ganancia de peso y/o
irritabilidad y/o trastornos del sueño y/o asma y/u otros síntomas respiratorios
y/o pirosis en el niño. Sin embargo, en casos de disfagia u odinofagia con recha-
zo del alimento, apnea o ALPE, asma persistente con mala respuesta terapéuti-
ca, etc.) deben ser sometidos a diferentes regímenes terapéuticos: cambios die-
téticos y fórmulas espesadas, postural, cambios del estilo de vida, supresores de
ácido (antagonista H2 e IBP), procinéticos y cirugía.
BIBLIOGRAFÍA
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Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 24
INTRODUCCIÓN
La situación clínica resultante de una respuesta anómala en determinados
individuos tras la ingestión de alimentos es un hecho ampliamente conocido y
frecuente. Se pueden producir diferentes tipos de reacciones, siendo esta pato-
logía tributaria, entre otros, de alergólogos y gastroenterólogos, y esta circuns-
tancia va a explicar, al menos en parte, la falta de unanimidad que ha existido
sobre la terminología a utilizar. El concepto de reacciones adversas alimentarias
no es de fácil definición, dado que concierne a toda respuesta anormal a los ali-
mentos, y a lo largo del tiempo se han ido realizando diferentes clasificaciones,
estando vigente en el momento actual la clasificación y nomenclatura propues-
tas por la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica y la World
Allergy Organization.
Terminología
– Reacción adversa a alimentos es un término genérico que indica una rela-
ción causa-efecto entre la ingestión de un alimento y una respuesta anormal.
Si esta reacción es reproducible, puede deberse a fenómenos tóxicos, far-
macológicos, trastornos metabólicos o a una respuesta inmune específica.
– Alergia a alimentos es un término que se emplea para describir una reac-
ción adversa condicionada por una respuesta inmune, tipo IgE o mediada
por células, frente a antígenos alimentarios. Cuando no existe evidencia de
respuesta inmune, pero sí una relación casual se habla de intolerancia.
– Sensibilización a alimentos indica una respuesta IgE demostrable frente a
un alimento que no corresponde necesariamente a manifestaciones clíni-
cas de alergia.
Cada alimento tiene un considerable número de proteínas que potencial-
mente pueden ser alergénicas, y la capacidad sensibilizante de una proteína está
en relación con su peso molecular. La parte del alérgeno que es reconocida por
la IgE específica se denomina epitopo. Numerosas proteínas alimentarias pueden
provocar estas reacciones anómalas, y en los niños se van desarrollando a medi-
da que se van introduciendo los alimentos en su dieta y, dado que con la leche
de vaca se introducen las primeras proteínas exógenas (las más significativas son
la fracción caseínica y las proteínas séricas), no es de extrañar que sea ésta el
alimento que produce mayor número de reacciones en la primera infancia, cons-
tituyendo además uno de los mejores modelos para el estudio de otros tipos de
respuestas anómalas.
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EPIDEMIOLOGÍA
En la actualidad las enfermedades alérgicas son un fenómeno en notable cre-
cimiento y evidentemente dentro de esta patología se encuentra la alergia ali-
mentaria, pero es difícil estimar la prevalencia real de estas reacciones anóma-
las ya que, al no existir uniformidad de la terminología aplicada a la hora de definir
los diversos cuadros, se encuentran importantes diferencias que están en rela-
ción con factores, como son los hábitos alimenticios, el tipo de población estu-
diada, la metodología empleada o los criterios diagnósticos. En la población gene-
ral alrededor de un 20% de los individuos pueden presentar en algún momento
de su vida una reacción adversa por alimentos, pero sin embargo la alergia
propiamente dicha se calcula que afecta a un porcentaje más bajo. En el niño
la alergia alimentaria es más frecuente que en el adulto y se considera que exis-
te un pico máximo en los menores de tres años de edad, estimándose en Euro-
pa una prevalencia media de entre el 6 y el 8% en niños y del 2% en adultos.
Respecto a la alergia a proteínas de leche de vaca (APLV), aunque en la literatu-
ra se maneja una gran variabilidad de cifras, en general se estima que la alergia
mediada por IgE afecta a un 2-5% de la población infantil y respecto a la no
mediada por IgE se estima que podría ser en torno al 4% en el primer año, des-
cendiendo notablemente en años posteriores. En un estudio realizado en nues-
tro país, Bousoño encuentra en una consulta de gastroenterología una frecuen-
cia del 5,5% de reacciones adversas a alimentos, de las que el 3,5% se
correspondían con reacciones no mediadas por IgE.
El alérgeno más frecuentemente implicado es la leche de vaca, ya que es
el primer alimento que el niño recibe con capacidad para provocar una reac-
ción adversa, pero debemos recordar que la frecuencia relativa de los dife-
rentes alimentos incriminados refleja los hábitos alimentarios y culturales de
cada país. En general, tras la leche los alimentos más frecuentes son: huevo,
pescado, cereales, legumbres, frutos secos y frutas. Aunque la alergia a uno o
dos alimentos (aproximadamente 60%) es la situación más frecuente, en los
últimos años la alergia alimentaria múltiple está aumentando considerable-
mente. Además, hemos de recordar que los niños atópicos tienden a presen-
tar mayor frecuencia de alergia alimentaria y así, por ejemplo, aproximada-
mente el 35% de los que tienen dermatitis atópica asocian alergia a alimentos
mediada por IgE y del 6 al 8% de los asmáticos tienen broncoespasmo indu-
cido por alimentos.
En general, es un fenómeno transitorio en la infancia, aunque en ocasio-
nes pueden persistir síntomas. La tendencia natural es resolverse en el tiem-
po y las diferencias en la adquisición de tolerancia dependen del alimento
implicado y de factores inherentes a cada individuo. La evolución de las reac-
ciones no mediadas por IgE es la obtención de tolerancia más precoz que en
los cuadros mediados por IgE. En el caso de la leche, se estima que en el 25-
50% de los casos se desarrolla la tolerancia antes del año de evolución, en el
50-75% antes de los dos años y hasta aproximadamente el 85% antes de los
tres.
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No clasificadas
Estreñimiento
Reflujo gastroesofágico
Cólico del lactante
Otras
ETIOPATOGENIA
Las enfermedades alérgicas emergen a partir de complejas interacciones entre
diversos factores, como son la predisposición genética, factores inmunológicos
e influencias ambientales, que serían responsables de desviar el sistema inmu-
nológico. La alergia alimentaria ocurre en sujetos genéticamente predispuestos
en los que la tolerancia oral (fenómeno fisiológico definido como un estado de
no-respuesta inmunitaria de antígenos administrados por vía oral, pero que sí
provocan una reacción inmunitaria si son introducidos por otra vía) no se desa-
rrolla correctamente o se altera una vez establecida y entre los factores que pue-
den contribuir a su desarrollo, y que podrían actuar conjunta o separadamente,
estarían una historia de atopia familiar, la propia capacidad alergénica del ali-
mento, la frecuencia de su consumo y la edad de la introducción, en relación con
la inmadurez en las funciones digestivas e inmunológicas del tracto gastrointes-
tinal (aumento de la permeabilidad intestinal, barrera mucosa incompleta, etc.),
la microflora intestinal, la disminución de la frecuencia de enfermedades infec-
ciosas o cambios higiénico-ambientales y en la alimentación.
CLÍNICA
El tracto gastrointestinal no solo es un órgano diana para las reacciones alér-
gicas, sino que es también el vehículo para liberar antígenos a otros órganos,
como la piel, el aparato respiratorio o el aparato cardiocirculatorio, circunstancia
que puede al menos explicar en parte que la sintomatología sea tan variada y
extensa (Tabla I). En la mayoría de las ocasiones los síntomas son relativamente
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DIAGNÓSTICO
Clásicamente se ha basado en la historia clínica y en las pruebas de provo-
cación con la ayuda de los diferentes exámenes complementarios y las condi-
ciones mínimas para establecerlo son la mejoría clínica tras la retirada de los ali-
mentos implicados y la recaída tras la reintroducción de los mismos. Es evidente
que en ocasiones habrá que realizar un diagnóstico diferencial de los distintos
cuadros clínicos que se pueden presentar y que se basará en la relación entre los
síntomas y la introducción-retirada del alimento implicado en la dieta. Los pila-
res fundamentales son:
A. La historia clínica, realizada de forma exhaustiva y detallada, continúa sien-
do una herramienta fundamental de este proceso diagnóstico, intentando
establecer con ella si ha ocurrido una reacción alérgica (tiempo de aparición
de los síntomas, gravedad, frecuencia, etc.) y que alimento ha participado
(identificación, cantidad ingerida, tolerancia previa o posterior, etc.). Ade-
más, son importantes los antecedentes tanto personales como familiares
de atopia y los posibles factores de riesgo. El examen físico va dirigido, entre
otros hechos, a detectar estigmas de enfermedad atópica y a evaluación de
su desarrollo ponderoestatural y situación nutricional.
B. Exámenes complementarios
a. Pruebas de laboratorio
1. Hemograma e IgE sérica total, altamente inespecíficos. La presen-
cia de eosinofilia e IgE muy elevada son de utilidad para distinguir
entre individuos atópicos o no.
2. La IgE específica circulante, detecta anticuerpos IgE específicos con-
tra un alérgeno determinado y se puede realizar mediante diferentes
métodos serológicos (RAST, CAP, ELISA, etc.). Guarda correlación con
los resultados de las pruebas cutáneas y permite una valoración cuan-
titativa. Es muy útil cuando las pruebas cutáneas estén contraindica-
das (riesgo de anafilaxias) o sean difíciles de valorar (alteración por
enfermedad de la piel), además de poder servir de valiosa ayuda para
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TRATAMIENTO
El tratamiento básicamente consiste en eliminar de la dieta el alimento res-
ponsable. Los pacientes con una historia previa de reacciones graves deberán
tener epinefrina autoinyectable, además de un plan de urgencia en caso de inges-
tión accidental.
A. Desde el punto de vista farmacológico varios medicamentos han sido utili-
zados a lo largo del tiempo en el intento de proteger a los pacientes con
hipersensibilidad a los alimentos. Los antihistamínicos orales pueden aliviar
parcialmente algunos síntomas, como los cutáneos. Los corticoides sistémi-
cos pueden ser necesarios en algunos casos de pacientes con manifestacio-
nes gastrointestinales graves y refractarias a las dietas de exclusión o en desór-
denes crónicos mediados por IgE como la dermatitis atópica. Recientemente,
en algunos cuadros como la esofagitis eosinofílica, se ha tratado con éxito
a los pacientes con fluticasona deglutida de inhaladores. Los estabilizado-
res de membrana de los mastocitos, los inhibidores de leucotrienos, etc. tam-
bién se han utilizado. El cromoglicato de sodio oral ha sido estudiado en algu-
nos procesos, así como el ketotifeno y el montelukast, sin obtener resultados
altamente satisfactorios. Se han explorado también nuevas formas de inmu-
noterapia con alérgenos recombinantes y secuencias inmunoestimuladoras,
y se ha propuesto la utilización de anti-IgE. Además, en los últimos años se
ha trabajado en el uso de procedimientos de inducción de tolerancia o hipo-
sensibilización, y se ha propuesto utilizar probióticos e intervenciones nutri-
cionales (ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, antioxidantes) en
vistas a favorecer mecanismos antiinflamatorios.
B. La eliminación del alérgeno responsable es la acción más importante, pero
no se puede olvidar un aspecto fundamental como es un correcto manejo
nutricional para evitar una posible malnutrición secundaria. La exclusión del
alérgeno debe ser absoluta e incluir cualquier preparado alimenticio que
pueda contenerlo, aunque sea en mínimas cantidades. Esta dieta debe ser
estricta, existiendo el peligro de las transgresiones y teniendo en cuenta el
umbral de tolerancia, y además debe cumplir las normas habituales de la ali-
mentación en todo niño y adaptarse a las condiciones funcionales gastroin-
testinales. Es preciso garantizar que la dieta sea adecuada para asegurar un
crecimiento y desarrollo apropiados.
C. En los lactantes, como la APLV es el cuadro más frecuente, la dieta de exclu-
sión al recomendarse cambiar el origen de las proteínas conlleva sustituir la
fórmula adaptada por una “fórmula especial alternativa” y cuando la dieta
sea ya diversificada, la exclusión afecta a todos aquellos alimentos que pue-
den contener dichas proteínas. Los niños alimentados al pecho pueden seguir
siendo amamantados, siempre que la madre realice una dieta de eliminación
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PREVENCIÓN
1. Cuando se habla de prevención, básicamente, se refiere a la primaria, que
es la que trata de evitar la sensibilización a los alimentos y esta prevención
se ha planteado en dos grandes niveles: a) sobre la dieta materna: aunque
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RESUMEN
La alergia a alimentos supone en el momento actual un problema cada vez
más frecuente, y emerge a partir de complejas interacciones entre diversos fac-
tores, como son la predisposición genética, factores inmunológicos e influencias
ambientales. Ocurre fundamentalmente en la infancia y se manifiesta con una
gran variedad de síntomas clínicos, pudiendo ser resultado de uno o más meca-
nismos inmunes, que a menudo son reacciones inmediatas mediadas por IgE, o
bien puede estar mediada por un mecanismo no inmunológico, siendo el ali-
mento más frecuentemente implicado la leche de vaca. El diagnóstico debe basar-
se en la sintomatología clínica, en la respuesta a la exclusión del alimento sos-
pechoso y en las pruebas de provocación con el mismo, con la ayuda de los
exámenes complementarios (IgE específica circulante, pruebas cutáneas, endos-
copia/biopsia, etc.). El tratamiento básico es la eliminación total y absoluta del
alimento causal y en los casos precisos, sobre todo en los pacientes más peque-
ños, la utilización de fórmulas alternativas de alergenicidad muy reducida, sin
olvidarnos de los aspectos nutricionales. En general, se alcanza la tolerancia a lo
largo del tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
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mulas para el tratamiento y prevención de las reacciones adversas a proteínas de leche
de vaca. An Esp Pediatr 2001; 54: 372-9.
Documento del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría en el que se
revisan las características y composición de las diferentes “fórmulas especiales” que son uti-
lizadas en las reacciones adversas a proteínas de leche de vaca, así como las indicaciones
de su uso, los aspectos nutricionales y los problemas de manejo. Finaliza el artículo con
unas recomendaciones sobre cuándo y cómo hay que utilizar tanto las fórmulas hidroli-
zadas (semielementales y extensivamente hidrolizadas) como las de soja y las dietas ele-
mentales.
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children. JPGN 2000; (Suppl. 30): S87-94.
Interesante y extenso trabajo realizado por un panel de expertos en gastroenterología, aler-
gia e inmunología sobre la situación actual de los conocimientos de las enfermedades gas-
trointestinales inducidas por alimentos. Revisan diferentes aspectos de estas reacciones
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adversas alimentarias, como los inmunológicos (desarrollo, tolerancia, evolución, etc.) o los
clínicos (descripción de los cuadros diferentes clínicos). Además, establecen un consenso
para su clasificación diagnóstica, finalizando con un sumario y recomendaciones.
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ment of cow’s milk protein allergy. Arch Dis Child 2007; 92 (10): 902-8.
Los autores desarrollan una guía para pediatras para el diagnóstico y tratamiento de la
APLV en los lactantes y las recomendaciones se desarrollan a partir de directrices y están-
dares existentes, de la experiencia clínica y cuando era posible, de evidencias extraídas de
la literatura.
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INTRODUCCIÓN
La prevalencia del dolor abdominal de larga duración en niños es descono-
cida. Supone el 2-4% de las consultas pediátricas. Entre un 13-17% de los esco-
lares experimentan dolor abdominal semanalmente. En un estudio reciente
longitudinal prospectivo sobre una población de entre 2 y 6 años, la prevalencia
a los 2, 3 y 6 años fue del 3,8%, 6,9% y 11,8% respectivamente.
DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN
Se considera que un dolor cuya duración supere un mes se denomina dolor abdo-
minal crónico (DAC). Cuando este DAC supera los tres meses se denomina dolor abdo-
minal recurrente, definido según los clásicos criterios de John Apley y Nora Naish
desde 1957, establecidos en un estudio sobre 1.000 niños en edad escolar que incluía
a aquellos que presentaban al menos tres episodios de dolor suficientemente grave
como para afectar su actividad, en un periodo de no menos de tres meses.
En los menores de 4 años el DAC se establece como un “diagnóstico”, debién-
dose descartar siempre organicidad, así como un trastorno somatomorfo (Tabla I).
En los mayores de 4 años el DAC no es un diagnóstico sino un “síntoma”, pudién-
dose establecer el diagnóstico de funcional siguiendo los criterios del comité Roma III.
Se debe descartar organicidad y tener en cuenta la posibilidad de un trastorno soma-
tomorfo. Los diferentes subtipos figuran en la tabla I. El dolor abdominal funcional
es la causa más frecuente de dolor abdominal crónico; es un diagnóstico específico y
por tanto, el término dolor abdominal recurrente, tal y como se utiliza clínicamente y
en la bibliografía, como diagnóstico, debe abandonarse en este grupo de edad.
FISIOPATOLOGÍA
Los estudios actuales muestran que más que un trastorno basal de la mo-
tilidad es una reactividad intestinal anormal frente a estímulos fisiológicos (ali-
mentos, distensión del intestino, cambios hormonales), nociceptivos (procesos
inflamatorios) o psicológicos estresantes (separación de los padres, ansiedad). Es
decir, se asocia con una hiperalgesia visceral y una disminución del umbral álgi-
co en respuesta a cambios de presión intraluminales. Se reconocen dos tipos
de hiperalgesia, primaria y secundaria. La hiperalgesia primaria, ocasionada por
estímulos dolorosos precoces o múltiples, originaría una sensibilización de las
neuronas de los ganglios de la cadena dorsal, produciéndose dolor ante estímu-
los habitualmente por debajo del umbral de dolor, hiperalgesia, o incluso por
estímulos que normalmente no producen dolor, alodinia. La hiperalgesia secun-
daria, por el incremento de la percepción consciente del dolor, estaría ocasio-
nada por cambios bioquímicos en la vía sensitiva aferente, que envía los estímulos
dolorosos de la médula espinal a la corteza cerebral.
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Mayores de 4 años
1. DAC orgánico
2. DAC por somatización
3. DAC funcional (“SÍNTOMAS”) (criterios de Roma III):
a. Dispepsia funcional
b. Síndrome de intestino irritable
c. Migraña abdominal
d. Dolor abdominal funcional
- Síndrome de dolor abdominal funcional
DIAGNÓSTICO
Un interrogatorio y un examen físico completos son los componentes de
mayor importancia en la valoración de cualquier enfermo con DAC. Conviene
establecer la mejor relación de confianza posible con el niño y sus padres, com-
partiendo su preocupación y entendiendo el dolor como real, ya que la simula-
ción es infrecuente en la edad pediátrica. Es importante valorar la actitud del
niño, de sus padres y la relación entre ambos. Al realizar la historia psicosocial
hay que investigar la presencia de trastornos orgánicos digestivos en los padres,
trastornos psiquiátricos familiares y valorar la presencia de factores o eventos
estresantes de la vida, síntomas emocionales-conductuales y situación del fun-
cionamiento familiar, aunque la presencia de estos tres aspectos no sirve para
diferenciar entre un trastorno orgánico o funcional.
Tras la historia clínica y una exploración completa, podremos hacer una pri-
mera valoración del cuadro, que nos oriente sobre las pruebas complementarias
iniciales. En ocasiones puede estar indicada la colaboración del paidopsiquiatra, o
incluso iniciar un tratamiento de forma empírica. Todo ello debe ser explicado de
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forma sencilla a los padres, desde nuestra primera impresión diagnóstica, así como
qué es lo que esperamos de los exámenes complementarios. Es habitual la persis-
tencia de los síntomás y es aquí donde la confianza en el pediatra ayuda al pacien-
te a superarlos, para que no supongan un impedimento para su vida ordinaria.
Al igual que las exploraciones analíticas, las radiológicas deben ser solicita-
das de forma escalonada. Ninguna debe realizarse de forma rutinaria en la pri-
mera evaluación, salvo que exista una sospecha clínica evidente de patología
orgánica o para que el paciente, sus padres y el pediatra se tranquilicen sobre
la ausencia de procesos orgánicos, sobre todo si el dolor empeora significativa-
mente la calidad de vida del paciente. La técnica de elección es la ecografía abdo-
minal y pélvica, cuya realización en ausencia de signos de alarma no tiene un ren-
dimiento óptimo. No está justificada la realización de una radiografía simple de
abdomen, siendo su indicación excepcional.
En un segundo o tercer nivel asistencial, y según la sospecha clínica, podrí-
an realizarse estudios complementarios específicos, entre los que destacan: sero-
logía para la enfermedad celíaca, biopsia intestinal, detección de antígeno en
heces para el Helicobacter pylori, endoscopia, C13 urea en el aire espirado para la
determinación del Helicobacter pylori, test de lactosa ± proteína de vaca, ph-metría
de 24 horas, tránsito intestinal superior, enema opaco, manometría anorrectal,
colonoscopia, tomografía axial computarizada y otras exploraciones.
Las enfermedades orgánicas más frecuentes asociadas al dolor abdominal
crónico figuran en la tabla III.
2. Factores precipitantes
Acontecimientos vitales estresantes o “life events”: las situaciones de pérdi-
da o duelo de un ser querido, el nacimiento de un hermano, los fracasos esco-
lares, la frustración amorosa, las situaciones de acoso o violencia escolar o las
situaciones de maltrato o abusos, entre otras muchas, pueden suponer el origen
y/o el mantenimiento de un inicio de episodios de dolor abdominal.
Mecanismo de “identificación proyectiva”: la existencia de dolor abdominal
en algún familiar cercano (ulcus, neoplasia gástrica) puede precipitar la aparición
de un síntoma similar en el niño.
3. Factores mantenedores
La presencia de una ganancia de beneficios por el hecho de padecer una
enfermedad, la antigüedad del cuadro, así como los contactos médicos previos
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Dispepsia funcional
Criterios de diagnóstico: deben cumplirse al menos una vez por semana, al
menos dos meses antes del diagnóstico y deben incluir todos los criterios siguien-
tes:
– Dolor persistente o recurrente o molestias centradas en el abdomen supe-
rior (sobre el ombligo).
– Sin evidencia de que la dispepsia sea aliviada exclusivamente con la defe-
cación o asociada con el comienzo de un cambio en la frecuencia de las heces
o en su forma.
– Sin evidencia de enfermedad orgánica (inflamatoria, anatómica, metabólica
o neoplásica) que pudiera explicar los síntomas (Tabla III).
Migraña abdominal
Criterios de diagnóstico: deben cumplirse dos o más veces en los doce meses
precedentes y deben de incluir todos los criterios siguientes:
– Intensos episodios paroxísticos de dolor abdominal agudo, de una hora o
más de duración.
– Intervalos libres de semanas a meses.
– El dolor interfiere con la actividad habitual.
– El dolor se asocia con dos o más de los siguientes síntomas: anorexia, nau-
seas, vómitos, cefalea, fotofobia y palidez.
– Ausencia de enfermedad orgánica (inflamatoria, anatómica, metabólica o
neoplásica) que expliquen los síntomas (Tabla III).
Criterios de apoyo son la historia familiar de migraña y una historia de cine-
tosis.
TRATAMIENTO
El tratamiento del DAC orgánico va dirigido a la causa desencadenante, no
siendo objeto de esta actualización. Así mismo, una vez establecido el trastorno
somatomorfo por parte del paidopsiquiatra corresponde a él su tratamiento. En
cualquier caso, trastorno orgánico, psicosomático o funcional se implican en
un número no despreciable de pacientes, y debería ser tenido en cuenta desde
el punto de vista terapéutico.
El niño con dolor abdominal se puede evaluar y tratar de un modo más idó-
neo en el contexto de un modelo asistencial biopsicosocial. Aunque los facto-
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 48
RESUMEN
El manejo diagnóstico-terapéutico de pacientes con DAC constituye un ejer-
cicio de autoconfianza, por el que con datos de la anamnesis y de la exploración
clínica se identifican signos predictivos de organicidad, que serán confirmados
por pruebas de laboratorio y/o de imagen, no debiendo realizarse exploraciones
para descartar otros procesos que por signos clínicos parezcan muy poco pro-
bables. Primero debe descartarse lo orgánico.
El modelo biopsicosocial, superado el modelo biomédico clásico causa-efecto,
se basa en el conocimiento más integral del paciente y de su entorno. Integra los
hallazgos de la esfera biológica, psicológica y social. La escucha empática y huma-
na, complementaria de la semiológica, y un alto índice de sospecha son necesarios
para identificar los DAC por trastorno somatomorfo. En algunos pacientes puede
ser útil hacer el estudio de DAC orgánico y de DAC somatomorfo simultáneamente
cuando existan datos positivos del entorno social y personal que así lo indiquen.
BIBLIOGRAFÍA
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minal pain in children: a technical report of the American Academy of Pediatrics and the
North American Society for Pediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition. JPGN
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Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 50
Estas dos citas bibliográficas son artículos recientes de consenso de la Academia Americana
de Pediatría y de la Sociedad Norteamericana de Gastroenterología Pediátrica en los que se
hace una revisión actualizada sobre el dolor abdominal crónico o recurrente en el niño esta-
bleciéndose unas guías para el clínico de asistencia pediátrica.
– Apley J, Naish N. Recurrent abdominal pains: a field survey of 1000 school children. Arch
Dis Child 1958;33:165-70.
Artículo inicial de John Apley y Nora Naish, de lectura recomendada, porque constituye la base
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tional gastrointestinal disorders: child/adolescent. Gastroenterology 2006;130:1527-37.
Una parte importante del dolor abdominal recurrente la constituyen los trastornos funcionales
recogidos en los criterios de Roma. El artículo recoge la última actualización de los criterios de
Roma y las modificaciones más destacables realizadas, del Roma II de 1999 al Roma III del
2006.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 51
INTRODUCCIÓN
El descubrimiento en 1982, del papel que Helicobacter pylori juega en la pato-
logía gastroduodenal ha supuesto una verdadera revolución en el campo de la
gastroenterología. Hasta ese momento todos los estudios sobre patogénesis de
las enfermedades gastroduodenales se centraban en la influencia de la secreción
ácida sobre la misma.
En la actualidad sabemos que el H. pylori es la principal causa de gastritis cró-
nica, un factor necesario para la producción de úlcera gástrica y duodenal y que
está claramente relacionado con el cáncer gástrico, tanto de tipo adenocarci-
noma como linfoma tipo MALT.
Se ha estimado que la enfermedad ulcerosa péptica ha afectado durante la
última década, anualmente a más de 4 millones de personas en Estados Uni-
dos.
Aproximadamente el 95% de las úlceras duodenales y el 70% de las gástri-
cas se asocian en adultos a infección por H. pylori. Las únicas variables que se rela-
cionan en distintos estudios con úlceras H. pylori negativas son la ingestión de
AINEs y algunos antibióticos.
H. pylori es una de las causas más frecuentes de infección bacteriana crónica
en el ser humano. Afecta a toda la población mundial y a todas las edades, aumen-
tando su prevalencia con la edad en todas las poblaciones estudiadas.
En países desarrollados la infección es excepcional en el primer año de vida,
baja en la infancia y aumenta posteriormente con la edad. En países en vías de
desarrollo la prevalencia ya es alta al final del primer año de vida y puede afec-
tar a la mayor parte de la población al final de la adolescencia.
La existencia de agregación intrafamiliar, con una mayor frecuencia de infec-
ción en los niños cuyo padre o madre están infectados (50% frente al 5%) sugie-
re la existencia de transmisión persona a persona como forma de contagio. Los
modelos sociales y geográficos de la infección apoyan un modelo de transmisión
fecal-oral y dado que el H. pylori se ha recuperado de la saliva y de la placa den-
tal, también es posible que la cavidad bucal sea un reservorio natural de la bac-
teria, lo que sugiere la posibilidad de transmisión oral-oral.
En España la prevalencia en niños en población escolar sana está en torno al
22%, con tasas similares al resto de los países de nuestro entorno y muy distin-
tos de poblaciones como EE.UU. o Canadá.
Los datos epidemiológicos de la Comunidad de Madrid para el último año
reflejan una prevalencia de infección cercana al 30% en la tercera década de la vida.
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GASTRITIS
La gastritis es una de las entidades inflamatorias crónicas más frecuentes en
el ser humano. El término gastritis es usado de forma incorrecta frecuentemen-
te, tanto para referirse a la sintomatología dispéptica como a los cambios ines-
pecíficos radiológicos. El diagnóstico de gastritis es histológico para lo que se
requiere la toma de biopsias endoscópicas.
Aplicando la clasificación del sistema de Sydney se describen dos tipos de
gastritis: tipo A que es la gastritis crónica predominante en cuerpo y fundus gás-
trico y generalmente de etiología autoinmune y tipo B que es la gastritis de antro
gástrico, generalmente asociada al H. pylori.
La existencia de gastritis se asocia en un pequeño número de casos a ero-
siones y úlceras en el estómago o en el duodeno. La erosión es una lesión de dis-
continuidad de la mucosa que no afecta a la muscularis mucosae, cuando esta
se afecta hablamos de úlcera. El término enfermedad ulcerosa péptica se utiliza
tanto para referirse a las úlceras como a las erosiones de estómago o duodeno.
Conceptualmente se puede clasificar la enfermedad ulcerosa péptica en pri-
maria y secundaria. Si excluimos la úlcera por gastroerosivos o la producida por
estrés, tanto en niños como en adultos más del 90% de las mismas se relacionan
con infección por H. pylori.
Aunque la relación entre el H. pylori y la enfermedad gastroduodenal ha deja-
do de ser objeto de controversia, es evidente que no todos los individuos infec-
tados desarrollan ulcera y todavía menos evolucionan a cáncer gástrico. Hasta
un 15% de los infectados padecerán un proceso ulceroso y entre un 0,5 a 1%
un proceso neoplásico.
Se considera que la inflamación de la mucosa gástrica ocurre cuando existe
un desequilibrio entre los factores citotóxicos y citoprotectores en el tracto gas-
trointestinal superior. Los mecanismos tóxicos incluyen ácido, pepsina, ácidos
biliares y H. pylori. Existen una serie de factores protectores, entre ellos los más
importantes son el moco gástrico y la secreción local de bicarbonato.
La aparición de las anomalías propias de la gastritis está ligada a factores de
patogenicidad del H. pylori asociados a las distintas estirpes bacterianas que colo-
nizan la mucosa gástrica, adhiriéndose a ella y lesionando la mucosa del estó-
mago. La adhesión del H. pylori a la mucosa gástrica se debe a distintos tipos de
adhesinas para las que existen receptores específicos en la mucosa. Se pensaba
que estos receptores solo existían en el estómago y no en el intestino ni en el esó-
fago. Sin embargo, el hallazgo de que en aproximadamente la mitad de los niños
infectados se encuentra la bacteria en el duodeno contradice esta hipótesis.
El H. pylori afecta a la integridad de la mucosa gástrica mediante la producción
de proteasas y lipasas, pero el mayor factor de virulencia es la producción de cito-
toxinas, entre las que se han identificado una toxina vacuolizante (VacA) y otra pro-
teína (CagA) con efecto citotóxico. Esta última se encuentra en adultos con mayor
frecuencia en los aislamientos de pacientes con úlcera duodenal y cáncer gástrico.
En términos generales, en niños la prevalencia de VacA y CagA es significativa-
mente menor, aumentando la misma proporcionalmente con la edad lo que expli-
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 53
ULCUS PÉPTICO
El diagnóstico de ulcus es relativamente fácil desde el uso de la fibroendos-
copia en Pediatría y cada vez son más las series que presentan datos sobre este
tipo de lesiones en los niños.
La sintomatología clínica está presidida por el dolor, los vómitos y la hema-
temesis.
Se distinguen dos situaciones: las úlceras agudas y las crónicas.
Úlceras agudas
Toda úlcera crónica ha sido en principio una úlcera aguda, y la diferencia his-
tológica está basada en que éstas profundizan más allá de la muscularis mucosae,
a diferencia de las erosiones gástricas.
Se relacionan también con las mismas situaciones de estrés que reconocíamos
en las erosiones y pueden apreciarse en todas las edades. En esta serie destaca que
el 28% de los niños con úlcera péptica aguda tenían menos de un año de edad.
La úlcera aguda de estrés casi siempre se presenta en el adulto, en forma de
pequeñas ulceraciones superficiales y múltiples. En el niño no suele ser así y en
la mayoría de los casos son únicas, a menudo grandes (0,5-2 cm de diámetro)
y son vistas tanto en estómago como en duodeno.
Las alteraciones histológicas están caracterizadas por la inflamación, con-
gestión, hemorragia y necrosis alrededor de la úlcera. La mucosa restante del
estómago puede o no presentar fenómenos de gastritis aguda con congestión y
edema.
Úlceras crónicas
También llamadas primarias corresponden a la misma enfermedad ácido-
péptica que es tan frecuente entre los adultos.
En la descripción de la lesión hay que dejar constancia clara y precisa de su
localización y morfología, así como de su tamaño y de si la lesión es única o múl-
tiple. Se ha de constatar la existencia de lesiones asociadas y signos predictivos
de riesgo hemorrágico.
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Tratamiento
Control de tratamiento con TAU-C13 (4-8 semanas después de fin del tratamiento)
TAU-C13 + TAU-C13 –
Con respecto a las úlceras gástricas, más del 60% se localizan alrededor de
la banda transversal centrada por la incisura angularis, pues a ese nivel la distri-
bución irregular de las fibras musculares crea una zona similar a lo que en geo-
logía representaría una falla. El 25% se sitúa en el antro pilórico y el 15% restante
se distribuye por el cuerpo y fundus.
Cuando están situadas en el duodeno, el 84% lo hace en el centro del bulbo
duodenal, correspondiendo 2/3 partes a la cara anterior y el resto a la cara pos-
terior. Por lo general tienen forma regular en el 60%, de los casos pero pueden
también tomar otras formas entre las que se encuentra la úlcera en salami (10%),
lineales (8%) e irregulares (12%).
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CLÍNICA
El dolor abdominal, ya sea de localización epigástrica o periumbilical, cons-
tituye el motivo de consulta habitual, acompañado en aproximadamente la
tercera parte de los niños de vómitos y en menor proporción de anorexia con
pérdida de peso, pirosis y sensación de plenitud postprandial. No existen sínto-
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MÉTODOS DIAGNÓSTICOS
El diagnóstico de la infección por H. pylori en niños puede realizarse por méto-
dos que no precisan de endoscopia, como el test del aliento con urea marcada,
distintos métodos serológicos (suero, saliva, orina) y la determinación del antí-
geno de H. pylori en heces, pero la endoscopia digestiva alta es siempre necesa-
ria para determinar el tipo de enfermedad gastroduodenal producida por la bac-
teria y además permite tomas de biopsia para examen histológico, cultivo
microbiológico con estudio de sensibilidad a antibióticos usados en el tratamiento
y optativamente test de ureasa rápida.
Endoscopia
El aspecto endoscópico del estómago del niño es muy variable existiendo
desde leve eritema a nodularidad intensa, hallazgo este muy sugestivo de infec-
ción por H. pylori y que es mucho más frecuente en niños que en adultos.
El examen histológico de las muestras obtenidas demuestra en la mayoría
de los casos la existencia de gastritis antral superficial, siendo la respuesta de neu-
trófilos como marcador de actividad menos intensa que en los adultos. En niños,
además, existe un mayor porcentaje que en adultos de gastritis linfocítica. La tin-
ción con Giemsa permite la identificación de bacilos.
Además, en la endoscopia se obtienen muestras para cultivo microbiológi-
co y la posibilidad de realizar el estudio de resistencias microbianas y determi-
nación de determinados factores de petogenicidad como cagA y vacA.
Optativamente se puede realizar el test de ureasa rápida que permite el
diagnóstico de la infección en la misma sala de endoscopia en los minutos pos-
teriores a la misma.
Serología
La respuesta inmunológica sistémica generada por H. pylori es la base de uti-
lización de diferentes métodos serológicos. Los más empleados en clínica son los
que utilizan técnicas ELISA-EIA, aunque otras técnicas como el inmunoblot,
permiten la identificación de anticuerpos circulantes frente a proteínas CagA y
VacA como marcadores de virulencia de las cepas de H. pylori.
Aunque en adultos la serología tiene una sensibilidad superior al 90%, en
niños menores de 6 años esta no supera el 60%, lo que limita su utilización en
niños como método diagnóstico. Además, la disminución del título de anti-
cuerpos tras la erradicación es lento y variable de unos individuos a otros lo
que limita su uso como método de control postratamiento. Sin embargo, su uti-
lidad es innegable en estudios epidemiológicos de amplios grupos de población.
La detección de anticuerpos en otras muestras de obtención más simple,
como saliva y orina, todavía está pendiente de demostrar su utilidad.
sibilidad y especificidad por debajo del 70%, que era todavía menor en el segui-
miento postratamiento de la infección.
El desarrollo de técnicas que emplean antígenos monoclonales ha aumen-
tado de forma significativa la sensibilidad y especificidad de la detección de antí-
geno fecal.
TRATAMIENTO
Aunque se reportan tanto erradicaciones como recurrencias espontáneas
en la infancia, una vez diagnosticada la infección por H. pylori en todos aque-
llos pacientes que presenten síntomas gastroduodenales, aun en ausencia de
enfermedad ulcerosa, la infección debe ser tratada. Uno de los temas más deba-
tidos en nuestro país es si los pacientes pediátricos deben ser investigados, ade-
más de aquellos en los que sus síntomas son sugestivos de enfermedad orgá-
nica y lo suficientemente graves que justifiquen el riesgo de la terapia. En no
poca bibliografía anglosajona se justifica la no necesidad de investigación de
esta infección, dado que su baja prevalencia, inferior al 5,8%, no implica un ries-
go significativo para desarrollar un proceso neoplásico y, por lo tanto, no exi-
giría un tratamiento erradicador. Pues bien, en nuestro país la realidad es muy
otra. Una prevalencia de un 5,8% en la población pediátrica de Canadá que
es de 6.101.800 entre 5 y 19 años, supondría un riesgo de cáncer gástrico de
unos 1.617 casos/año. En España las prevalencias son de un 13,9% para pacien-
tes entre 5-9 años, del 24% para los de 9 a 14 y de un 26% para los de 14 a 19.
Con esas cifras el número total de procesos neoplásicos sería de unos 6.998
casos/año. Se da la circunstancia de que una comunidad como Cataluña, con
tan sólo 975.875 adolescentes tendría un riesgo esperable de 1.039 casos, simi-
lar al de todo Canadá.
Dado que el argumento principal para estudiar la posible infección por Heli-
cobacter pylori y su posterior erradicación se basa en la prevalencia, nuestra rea-
lidad es bien distinta por lo que nuestra actitud también debe ser diferente.
Una vez que Helicobacter pylori ha sido identificado en la endoscopia, el
tratamiento debe ser ofrecido al paciente. Se aconseja erradicar el H. pylori pre-
viamente a la instauración de tratamiento prolongado con inhibidores de la bomba
de protones (IBP).
La presencia de patología extradigestiva asociada es indicación de tratamiento
erradicador, aunque solamente en el caso de la anemia ferropénica se ha demos-
trado que la desaparición de la bacteria se sigue de una mejoría en todos los pará-
metros sanguíneos.
El tratamiento de los familiares infectados asintomáticos en el caso de no
erradicación de la bacteria en el niño o como prevención de posibles reinfec-
ciones ha sido recomendado por algunos autores sin que exista evidencia de su
beneficio.
Un tratamiento eficaz es aquel que consigue unas tasas de erradicación supe-
riores al 80%, de duración lo más corta posible y fácil de tomar por los pacien-
tes, para asegurar así su cumplimiento.
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RESUMEN
El reconocimiento de la existencia de patología gastroduodenal en niños y
la implicación en la misma del Helicobacter pylori es relativamente reciente. Aun-
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 60
1ª línea de tratamiento
BAM/OAM/OMC durante 10-14 días.
BIBLIOGRAFÍA
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– Cadranel S, Corvaglia L, Bontems P et als. Detection of Helicobacter pylori infection in
children with standardized and simplified 13C-urea breath test. J Pediatr Gastroenterol
Nutr 1998;27:275-280.
En este artículo se establecen las bases del diagnóstico de la infección por H. pylori en niños
con test del aliento con urea-C13 utilizando una dosis única de 50 mg de urea-C13 en niños
con peso menor de 35 kg, sin pérdida de sensibilidad.
– Casswall T, Alfven G, Drapinski M, Bergstrom M, Dahlstrom KA. One week treatment
with omeprazole, clarithromycin and metronidazole in children with Helicobacter pylo-
ri infection. J Pediatr Gastroenterol Nutr 1998;27:415-418.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 61
INTRODUCCIÓN
La hemorragia gastrointestinal en el paciente pediátrico es una entidad
que generalmente provoca una alarma importante en el paciente, en sus fami-
liares y en el propio personal sanitario, aunque la mayoría de las veces no suele
tener consecuencias graves, siendo más frecuente la hemorragia digestiva baja.
La presencia de sangre en las heces o acompañando al vómito, aun siendo de
pequeña cantidad, ocasiona preocupación y generalmente la consulta del pacien-
te en un hospital.
Los mecanismos de compensación en el niño, sobre todo en el lactante y
preescolar, son menos eficaces que en el niño mayor y el adulto, lo que hace al
paciente pediátrico en estas edades más vulnerable ante una hemorragia diges-
tiva importante.
La incidencia de la hemorragia digestiva en niños es desconocida, referida a
la observada en adultos en países como Estados Unidos y Gran Bretaña, donde
es de 100: 10.000 personas y año para la hemorragia alta y 20 por 100.000 per-
sonas año, no cabe duda que, en los niños, es muy inferior.
En las unidades de cuidados intensivos pediátricos y debido a la idiosincra-
sia del los pacientes ingresados en estas unidades, el riesgo de lesiones de la muco-
sa gastrointestinal es más elevado, entre el 6 y el 20% de los mismos.
El médico deberá hacer una evaluación rápida del paciente con una ade-
cuada exploración clínica, requiriendo muy pocas veces tratamiento, salvo que
la pérdida de una importante cantidad de sangre, pusiera en peligro la estabili-
dad del mismo, en cuyo caso necesitaría un tratamiento de urgencia.
FORMAS DE PRESENTACIÓN
La hemorragia digestiva alta es la que se origina en los segmentos del trac-
to digestivo por encima del ángulo de Treitz, y la hemorragia digestiva baja cuan-
do se producen pérdidas valorables de sangre más allá de dicho ángulo.
La hemorragia digestiva, tanto alta como baja, va a expresarse clínicamente
por pérdidas mayores o menores de sangre, cuyas características pueden variar
dependiendo del lugar de origen, de la rapidez de aparición o del volumen de
la misma, denominándose, entonces, según las distintas formas de presentación:
- Hematemesis: sangre expulsada por la boca, generalmente con el vómito,
de color variable, desde rojo rutilante, que indicaría un sangrado proximal,
hasta un color negro, a veces en posos de café, sospechando entonces que
su origen pueda provenir desde esófago a duodeno.
- Melena: sangre expulsada por el recto, de color oscuro y aspecto alquitra-
nado, untuosa y maloliente, que suele originarse en tramos altos del apara-
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DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Escolares
Fisura anal Rectorragia postdeposición Inspección. Anuscopia EII (< 4 años)
Colitis infecciosa Rectorragia escasa Coprocultivo Angiodisplasias
Pólipo juvenil Rectorragia recurrente Colonoscopia Hiperplasia folicular linfoide
Invaginación intestinal Melena frambuesa Ecografía, enema baritado Duplicación intestinal
Púrpura de
Schönlein-Henoch Melena/rectorragia Exploración física Hemorroides
Divertículo de Meckel Rectorragia/hematoquecia Gammagrafía, laparotomía Abuso sexual
EII (> 4-5 años) Rectorragia variable Colonoscopia, biopsia, Traumatismos. Varices
radiografía en recto
Escolares-adolescentes
Esofagitis, gastritis, ulcus Oculta/melena/abundante Endoscopia alta Varices esofágicas
Diarrea/colitis infecciosa Rectorragia escasa Coprocultivo Úlceras medicamentosas
EII Rectorragia variable Colonoscopia, biosia,
radiografía Fisuras anales
Pólipos Rectorragia recurrente Colonoscopia Síndrome de Mallory-Weiss
IPLV: intolerancia a las proteínas de leche de vaca.
PLV: proteínas de leche de vaca.
EII: enfermedad inflamatoria intestinal.
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TRATAMIENTO
Tratamiento endoscópico
El tratamiento endoscópico es de elección en toda úlcera gastroduodenal
que presente hemorragia en los grados I y II de Forrest. Cuando se aprecie un
vaso visible no sangrante, o coágulo que no se desprende con el lavado.
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Otras técnicas
• Angioterapia
La arteriografía como método terapéutico se convierte en un procedimien-
to importante para el manejo del paciente con HD cuando el tratamiento médi-
co y endoscópico resulta ineficaz.
La realización de una arteriografía de urgencia en el caso de una hemorra-
gia grave, cuando han fallado el resto de las medidas terapéuticas, puede tener
dos variantes: el tratamiento a través de catéter de una lesión identificada pre-
viamente o bien el diagnóstico y tratamiento de una lesión no identificada pre-
viamente. A través del catéter, podemos realizar el tratamiento, bien mediante
la infusión de vasopresina intraarterial o bien mediante embolización.
• Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico está indicado para aquellos pacientes cuya hemo-
rragia no se controla con métodos endoscópicos o arteriográficos o existe una
hemorragia masiva que no puede ser controlada con medidas médicas.
Paciente estabilizado
Cirugía
Taponamiento
Cirugía Cirugía/Radiología
intervencionista
Anamnesis
Descartar sangrado alto
Exploración
Inspección anal: fisuras, hemorroides
Tratamiento específico
RESUMEN
La hemorragia que se produce como consecuencia de la aparición de un san-
grado de la vía digestiva, tanto por boca como por recto, es un síntoma muy fre-
cuente en el paciente pediátrico, que ocasiona una gran preocupación en los
padres, que no suele tener consecuencias graves y que necesita pocas veces
tratamiento, aunque sí es necesario el seguimiento del paciente muchas veces
a nivel hospitalario, ya que con gran frecuencia lo demandan los propios enfer-
mos.
Es importante el reconocimiento de cada una de las distintas formas de pre-
sentación de la hemorragia, debiendo diferenciar claramente la que se produce
antes y después del ligamento de Treitz, llamándose entonces hemorragia diges-
tiva de procedencia alta o de procedencia baja, respectivamente.
Se analizan las causas de los sangrados, que son de múltiples orígenes, des-
tacando por su frecuencia la hematemesis o melena del recién nacido tras la toma
de leche materna de un pezón fisurado o sangrante, o la rectorragia que se obser-
va por la presencia de una fisura anal generalmente secundaria a estreñimien-
to, valorando el diagnóstico diferencial por la frecuencia de presentación de la
hemorragia, por el tipo de sangrado y por las causas más comunes según el grupo
de edad en el que se presente.
Como en otras patologías se exponen los criterios semiológicos a tener en
cuenta al realizar la historia y la exploración clínica, junto a las demás explora-
ciones específicas dependiendo del origen de la hemorragia, así como el trata-
miento actualizado.
Por último, adjuntamos los algoritmos de diagnóstico y tratamiento, para
una mejor comprensión de esta patología de frecuente presentación.
BIBLIOGRAFÍA
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2007 Apr;19(4):317-20. Rectal bleeding in children: endoscopic evaluation revisited.
El autor expone, tras un estudio en pacientes con hemorragia prolongada rectal los resul-
tados de las colonoscopias practicadas (147 en total), de ellas realizaron 137 en niños, que
diagnosticaron como patología más frecuente la enfermedad inflamatoria intestinal y el póli-
po rectal.
En el 72% de los pacientes diagnosticados con enfermedad de Crohn, se asoció gastritis
crónica activa en la histología. En el 22% de los casos se diagnosticaron de pólipos.
Concluye pronunciándose a favor de la colonoscopia como exploración principal en niños
que presenten sangrado rectal prolongado, si ésta además se acompaña de dolor abdomi-
nal o diarrea aconseja ileoscopia combinada con una fibroesófago-gastro-duodenoscopia.
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Los pólipos son una causa frecuente de sangrado rectal en niños. Los adolescentes y adul-
tos se encuentran con un riesgo significativo de cáncer intestinal, siendo un importante
desafío para los gastroenterólogos tanto pediátricos, como de adultos.
El autor refiere la importancia del conocimiento de los patrones de herencia de los síndro-
mes de poliposis para la selección y estrategias a realizar en los pacientes, así como a sus
familiares, describiendo los pólipos adenomatosos familiares atenuados (AFAP) que pueden
producirse por diversos mecanismos de mutaciones.
– Hua MC, Kong MS, Lai MW, Luo CC. Perforated peptic ulcer in children: a 20-year
experience.: J Pediatr Gastroenterol Nutr. 2007;45(1):71-4.
Experiencia en 52 niños entre 2 y 18 años afectos de úlcera péptica perforada.
Todos ellos manifestaron dolor abdominal agudo, 49 pacientes (94,2%) tenían signos peri-
toneales. La radiología mostró aire libre subdiafragmático en 43 pacientes (82,7%), sien-
do esta exploración la herramienta más importante para establecer el diagnóstico, 9 pacien-
tes tuvieron complicaciones postoperatorias (17,3%). Dos pacientes fallecieron (3,8%).
Concluye que la úlcera péptica perforada (UPP) debe sospecharse en adolescentes que mani-
fiesten dolor abdominal agudo, con signos peritoneales, siendo más favorable la evolución
en los niños que en los adultos.
– ManabeN, Tanaka S, Fucomoto A, Nakao M, Kamino D, Chayama K. Double-balloon
enteroscopy in patients with GI bleeding of obscure origin. Gastrointest Endosc. 2006;
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7. Diarrea aguda
C. Calvo Romero, J.M. Marugán de Miguelsanz
DIAGNÓSTICO
Debería de seguir la siguiente sistemática:
1. Síndrome diarreico.
2. Clínico.
3. Etiológico.
1. Síndrome diarreico
Hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones:
- El peso normal de las deposiciones de un lactante es de 5-10 g/kg/día. Se
considera diarrea cuando las heces sobrepasan los 10-15 g/kg/día.
- La diarrea aguda es un proceso autolimitado a 3-6 días. Si se prolonga >2
semanas → diarrea prolongada y generalmente se habla de diarrea crónica
si se prolonga más de 6-8 semanas.
2. Diagnóstico clínico
Se basa en tres pilares:
- Historia clínica detallada.
- Exploración física.
- Exploraciones complementarias.
lo general lesiona las porciones proximales del intestino delgado, dando lugar
a deposiciones acuosas acompañadas frecuentemente de vómitos, mientras que
las DA bacterianas suelen afectar más al colon, siendo en ellas más frecuentes la
presencia de dolores cólicos, heces sanguinolentas y con moco, pero en no pocas
ocasiones determinadas bacterias producen toxinas que originan deposiciones
acuosas como única manifestación clínica y, por otra parte, algunos virus como
el rotavirus es capaz de invadir la mucosa del colon y producir deposiciones san-
guinolentas.
En la consulta diaria podemos encontrar que las deposiciones son blandas o
líquidas, con moco y sangre, ácidas y que se acompañan de sintomatología gene-
ral: fiebre, abdominalgia, vómitos…, lo que nos va a hacer pensar que el agen-
te patógeno está produciendo una diarrea por invasión-destrucción de la muco-
sa intestinal con mayor o menor grado de malabsorción. Esta forma de actuar es
la de algunos virus (fundamentalmente el rotavirus), y ciertas bacterias como Sal-
monella, Shigella, Yersinia, Campylobacter Jejuni y E. coli.
Otras veces trataremos a niños en los que de forma brusca han aparecido
deposiciones muy líquidas y numerosas, no ácidas y que conllevan gran pérdida
hidroelectrolítica, dando lugar a distintos grados de deshidratación. En estos casos
podemos pensar en una infección por E. coli enterotoxigénico, Staphylococcus
aureus, Salmonella, Rotavirus. Todo ello queda resumido en la tabla I.
Otro dato orientativo para el diagnóstico es la época del año, ya que en invier-
no es más frecuente la diarrea vírica, mientras que en verano es la diarrea bac-
teriana la predominante.
Exploración física
La podemos realizar siguiendo las “Guías prácticas para el manejo de la gas-
troenteritis en niños”, publicadas por la Sociedad Europea de Gastroenterología,
Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) en 2001 (Tabla II).
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Diarrea aguda 81
Exploraciones complementarias
La mayor parte de las veces ante un niño con diarrea no va a ser necesario
realizar ningún tipo de exploraciones complementarias, bastando con la historia
clínica y la exploración física detallada por aparatos. En cualquier caso, prácti-
camente en todos los tipos de diarrea el comportamiento terapéutico no va a
estar condicionado al conocimiento de su etiología. En caso de necesitar prue-
bas complementarias habría que pensar en las siguientes:
1. En la propia consulta se puede realizar:
• pH en heces.
• Detección de cuerpos reductores.
2. En el laboratorio:
• Analítica sanguínea, valorando fundamentalmente los electrolitos séri-
cos.
• Detección de leucocitos en heces.
• Cultivo de heces, que sin duda es la mejor exploración para realizar un
diagnóstico etiológico de causa infecciosa. Los principales agentes cau-
santes de diarrea aguda en el lactante se recogen el la tabla III.
Por último, solamente señalar al rotavirus, a nivel mundial, como el agente
causal más frecuente en el lactante y en el niño, llegando a ser el origen de hasta
el 70% de las gastroenteritis agudas en lactantes que precisan ingreso hospita-
lario. Tiene una incidencia estacional. Se conocen distintos serotipos de este virus
e incluso hay trabajos que confirman cómo existen cambios de ellos en las mis-
mas áreas geográficas. Hoy día ya existe una vacuna que previene la aparición
de formas graves de la diarrea.
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TABLA III. Principales agentes infecciosos implicados en la diarrea aguda del lactante.
Virus Bacterias
Rotavirus Salmonella
Adenovirus Shigella
Norwalk Campylobacter jejuni
Astrovirus E. coli
Coronavirus Yersinia enterocolitica
3. Diagnóstico etiológico
Aunque la diarrea aguda más frecuente en el niño es la causada por infec-
ción a nivel intestinal, es obligado tener en cuenta otros orígenes:
- Infecciones parenterales (área ORL, urinarias…).
- Intolerancias/alergias alimentarias.
- Errores dietéticos (dieta hiperosmolar, trasgresiones…).
- Iatrogenia (antibioterapia oral, laxantes…).
TRATAMIENTO
Los progresos en el conocimiento de la fisiopatología de la gastroenteritis
infecciosa han modificado considerablemente su abordaje terapéutico. En gene-
ral no existe tratamiento específico, y el manejo de la diarrea aguda en el niño
tendrá dos objetivos fundamentales: 1) reponer la pérdida de líquidos y mante-
ner una correcta hidratación, mediante la terapia de rehidratación oral; 2) man-
tener el estado nutricional con un adecuado aporte calórico e introducción
precoz de una alimentación normal.
Rehidratación oral
La terapia de rehidratación oral (TRO) ha demostrado ser la forma más segu-
ra, efectiva y barata de prevenir y tratar las alteraciones hidroelectrolíticas en la
diarrea aguda, y es el tratamiento de elección de la misma. Tiene como objetivo
reponer la pérdida de agua y electrolitos, y prevenir la deshidratación posterior.
Diseñada por la OMS en 1975 para el tratamiento de la diarrea coleriforme en
países subdesarrollados, ha permitido una reducción espectacular en la mortali-
dad mundial. Es tan efectiva como la vía intravenosa en la deshidratación leve y
moderada, con una tasa de fracasos inferior al 5%.
Se basa en que los mecanismos de absorción activa de sodio suelen perma-
necer conservados en la diarrea aguda. La presencia simultánea de sodio y glu-
cosa en la luz intestinal favorece la absorción de ambos por su cotransportador,
con la consiguiente absorción pasiva de agua acompañando al sodio.
La composición de la solución de rehidratación oral (SRO) recomendada por
la OMS para el tratamiento inicial de la diarrea aguda se muestra en la tabla IV.
En 1992, la Sociedad Europea de Gastroenterología y Nutrición Infantil (ESPG-
HAN) recomienda una SRO con menor contenido en sodio como fórmula única
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Diarrea aguda 83
para toda la TRO, dado que las diarreas en países occidentales presentan meno-
res pérdidas del mismo. Asimismo, es hipoosmolar y se sustituye el bicarbonato
por citrato para aumentar su estabilidad.
La fórmula de la ESPGHAN ha demostrado mayor eficacia que la clásica, pre-
viniendo la hipernatremia, y sin riesgo adicional de hiponatremia, en nuestro
medio, y también en diarreas no coleriformes en países en vías de desarrollo.
En pacientes con cólera se observan los mismos beneficios, pero con mayor inci-
dencia de hiponatremia asintomática. Sin embargo, la OMS y UNICEF reciente-
mente han recomendado ya el uso universal de una nueva fórmula de SRO, de
osmolaridad reducida, con menor concentración de sodio y glucosa que la pre-
via (Tabla IV), pero aún con cifras de sodio superiores a la SRO recomendada por
la ESPGHAN.
Debemos evitar las bebidas llamadas isotónicas para deportistas, colas, refres-
cos o jugos de frutas, que contienen poco sodio y tienen una elevada osmolari-
dad, así como las soluciones de rehidratación de preparación casera (limonada
alcalina), por los frecuentes errores en su preparación.
2. Fase de mantenimiento
A partir de las 4 horas, coincidiendo con el inicio de la alimentación, y siem-
pre que la primera fase de rehidratación (oral o intravenosa) haya sido satisfac-
toria. En caso de continuar con pérdidas hidroelectrolíticas importantes por heces
y/o vómitos, se repondrán las mismas administrando entre las comidas 10 ml/kg
por cada deposición líquida, y 2-5 ml/kg por vómito, sin sobrepasar los 150
ml/kg/día, pudiéndose ofrecer además agua libre en caso de necesidad.
Si en la primera valoración no existieran signos ni síntomas de deshidrata-
ción, se pasaría directamente a la fase de mantenimiento, omitiendo la fase de
rehidratación inicial.
Diarrea aguda 85
Alimentación
Existe consenso general sobre la necesidad de reinicio precoz de una ali-
mentación normal, tras una breve fase de rehidratación cuando ésta sea nece-
saria, que permita una adecuada recuperación nutricional. El ayuno prolongado
y la malnutrición conducen a atrofia vellositaria, disminución de la actividad enzi-
mática y aumento de permeabilidad de la mucosa, prolongando la enfermedad.
Por el contrario, la presencia de nutrientes realiza un efecto trófico sobre el
enterocito, y la realimentación precoz conduce a una mayor ganancia de peso,
no empeora ni prolonga la diarrea, ni produce mayor incidencia de vómitos o
intolerancia a la lactosa. Además, existe suficiente capacidad digestiva y absor-
tiva de nutrientes en la mayor parte de las diarreas.
La lactancia materna debe mantenerse sin restricciones, incluso a veces duran-
te la fase de rehidratación rápida, por su buena tolerancia y contenido en enzi-
mas, hormonas y factores antimicrobianos. Los niños que toman fórmula adap-
tada deben reanudarla normalmente, evitando diluciones de la misma, que son
ineficaces e hipocalóricas.
En los niños que realizan ya una alimentación variada, debe mantenerse una
dieta normal. Solo se deben evitar alimentos con alto contenido en azúcares sim-
ples, de elevada osmolaridad, que pueden empeorar la diarrea por su efecto
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osmótico, siendo mejor tolerados los alimentos que contienen hidratos de car-
bono complejos, como el arroz, las patatas y los cereales. Se evitarán también los
alimentos ricos en grasa, mal tolerados por su tendencia a retrasar el vacia-
miento gástrico.
Pocas veces será necesario realizar modificaciones en la ingesta de lácteos.
La posible reducción de disacaridasas no tiene repercusión clínica en más del 80%
de los niños con diarrea aguda, debiendo continuar con leche normal. Se reser-
varán las fórmulas sin lactosa para los casos de intolerancia demostrada, con dia-
rrea prolongada que empeora al reintroducir la leche, heces con pH inferior a 5,5
y/o presencia de más de un 0,5% de sustancias reductoras. El uso de hidroliza-
dos de proteínas vacunas o fórmulas de soja solo estará justificado ante una
sospecha clínica razonada de intolerancia a las mismas.
Fármacos
En general, y con la excepción del cinc, no son recomendados para su uso
clínico rutinario e incluso en su mayoría deben ser evitados por su ineficacia y
posible toxicidad. Haremos un breve comentario a las distintas opciones, agru-
padas por su mecanismo de acción.
Cinc
Es un mineral esencial para la integridad de la mucosa intestinal, transporte
de sodio y agua, y función inmunológica, y su deficiencia puede provocar dia-
rrea. La suplementación con cinc durante un episodio de diarrea aguda ha demos-
trado disminuir la duración y gravedad de la misma en países en vías de desa-
rrollo. Asimismo, continuando con dicho aporte durante 10-14 días se redujo
la incidencia de diarrea en los siguientes 2-3 meses especialmente en niños mal-
nutridos. Por estas razones, tanto la OMS como UNICEF han recomendado recien-
temente dicha suplementación universal desde el inicio de toda diarrea en la
infancia (10 mg/día para menores de 6 meses, o 20 mg/día en los mayores de
esa edad, durante 10-14 días). Posteriormente existen ensayos que no muestran
los efectos descritos ni siquiera en países en vías de desarrollo, a pesar de signi-
ficativos incrementos en el cinc plasmático. Probablemente el beneficio máximo
de la terapia sea obtenido en niños malnutridos.
Antibióticos
En general no están indicados de entrada, ya que la mayoría de las diarreas
son de origen vírico, y las bacterianas suelen ser también autolimitadas en niños
previamente sanos. Los antibióticos no suelen acortar el curso clínico, sino a veces
alargarlo, existe riesgo de resistencias y reacciones adversas, e incluso pueden pro-
longar el periodo de portador de determinados gérmenes, como la Salmonella.
La infección por E. coli enterohemorrágico (EHEC) es la más comúnmente
asociada con el síndrome urémico hemolítico. Se ha comunicado recientemen-
te que los pacientes tratados con antibióticos presentan un mayor riesgo de desa-
rrollarlo.
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Diarrea aguda 87
Alteración de la secrección
- Subsalicilato de bismuto. Ha mostrado una modesta reducción en la dura-
ción de la diarrea, producción de heces y necesidad de SRO, pero encarece
el tratamiento, existe la posibilidad de efectos adversos, adsorción de nutrien-
tes, enzimas y antibióticos. No es, por lo tanto, recomendable.
- Racecadotrilo. Inhibidor de la encefalinasa intestinal: redujo la secrección y
aumentó la absorción en los pocos estudios existentes, conduciendo a una
disminución en la producción de heces. Hay que establecer aún su seguri-
dad, indicaciones y la verdadera relación coste-beneficio en nuestro medio.
RESUMEN
Existe consenso europeo en que el manejo óptimo de niños con deshidra-
tación leve a moderada en países desarrollados debería basarse en los “Seis pila-
res de la buena práctica”, publicada por el grupo de trabajo sobre diarrea aguda
de la ESPGHAN en forma de guía práctica en el año 2001, y que resumen todo
lo expuesto (Tabla VII). Estas recomendaciones concuerdan con las de la OMS/UNI-
CEF, excepto en la composición de la SRO, y las nuevas recomendaciones sobre
la suplementación con cinc.
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Diarrea aguda 89
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Revisión sistemática de ensayos clínicos controlados y randomizados, que incluyen a 2.397
niños, comparando la eficacia y seguridad de una SRO de osmolaridad reducida con la SRO
de la OMS. El uso de la fórmula hipoosmolar se asoció a menor necesidad de rehidratación
intravenosa, así como menor volumen de heces y vómitos que la fórmula clásica, sin mos-
trar un mayor riesgo de hiponatremia.
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tinal infections. Gastroenterol Clin North Am 2006; 35: 355-65.
Existen ensayos clínicos controlados que apoyan el uso de Lactobacillus GG y Saccharomyces
boulardii para la prevención de la diarrea asociada a antibióticos. Asimismo, distintos ensa-
yos controlados con placebo con Lactobacillus GG han mostrado una reducción en la
gravedad y duración de la diarrea aguda en niños, sobe todo en la infección por rotavi-
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Estudio multicéntrico europeo promovido por la ESPGHAN, para comparar la evolución de
niños con diarrea tratados con la misma SRO, en función de una reintroducción precoz o
tardía de la alimentación. La realimentación precoz con una dieta normal conteniendo lac-
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tosa, tras 4 horas de rehidratación oral, produjo un mayor aumento de peso en los niños,
sin modificar el curso ni duración de la diarrea, ni observar mayor incidencia de vómitos o
intolerancia a la lactosa.
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http://whqlibdoc.who.int/hq/2004/WHO_FCH_CAH_04.7.pdf
Nuevas recomendaciones de 2004 de la OMS y UNICEF sobre el manejo clínico de la dia-
rrea aguda en niños, incluyendo la nueva composición de la solución de rehidratación oral
para uso universal, de “osmolaridad reducida” con respecto a la previa, y la indicación de
tratamiento con cinc.
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Etiología y fisiopatología
La etiología de la diarrea crónica inespecífica es desconocida. Se han consi-
derado un gran número de mecanismos, siendo probablemente varios los impli-
cados y no siempre los mismos. La menor ingesta de grasa en la dieta ha demos-
trado que juega un papel en un número significativo de niños con diarrea crónica
inespecífica. Otro de los mecanismos implicados es el aumento de secreciones
intestinales: se ha observado un incremento de las actividades enzimáticas ade-
nosintrifosfatasa y de la adenilatociclasa, consecuencia de una mayor síntesis
de prostaglandinas. También la ingesta de líquido por encima de la capacidad
del tracto digestivo para absorberlo, junto con el hecho de que a veces además
se acompaña de una carga osmótica elevada, pueden ser factores importantes
para el desarrollo de la diarrea crónica inespecífica en muchos niños. Algunos
autores han apuntado que la ingesta excesiva de líquidos con alta concentración
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Diagnóstico
El diagnóstico debe basarse en el cuadro clínico característico en un niño con
buen estado general, con buen estado de nutrición, y una vez excluidas otras cau-
sas de diarrea crónica (Tabla II). Por lo tanto, las exploraciones complementarias
y los estudios de función digestiva convencionales deben ser normales. La histo-
ria clínica nos puede aportar datos como la existencia de gastroenteritis previa, la
ingesta excesiva de zumos o dietas pobres en grasa. La presencia de retraso
ponderal o del crecimiento o la existencia de signos o síntomas de alergia, infla-
mación, anorexia, vómitos, sangrado rectal, etc., excluirían el diagnóstico.
En ausencia de datos de alarma y con un buen estado de nutrición las pruebas
de laboratorio van dirigidas a descartar las patologías más frecuente: estudio micros-
cópico de heces para investigar parásitos, principalmente Giardia lamblia, copro-
cultivo, estudio de los principios inmediatos, así como la sangre oculta. Pensando
en la enfermedad celíaca, y sobre todo si el cuadro clínico cursa con alteración de
la nutrición, deben realizarse anticuerpos de la clase IgA e IgG frente a la gliadina
y transglutaminasa, y dada la frecuencia de deficiencia de IgA sérica en los celíacos
es recomendable su determinación, con el fin de valorar de forma adecuada los
resultados de anticuerpos. Se aprovechará la extracción para realizar hemogra-
ma, VSG y PCR, estudio del hierro, aminotransferasas y actividad de la protrombi-
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na, por si fuese preciso realizar una biopsia intestinal. En ocasiones, el estudio median-
te pruebas de aliento puede poner de manifiesto la presencia de sobrecrecimien-
to bacteriano o intolerancia a la lactosa con escasa sintomatología clínica.
Tratamiento
En primer lugar, es muy importante evitar las dietas restrictivas que pueden
causar deprivación calórica y además empeorar el cuadro. Dada la evolución
espontánea hacia la curación, el tratamiento adecuado debe iniciarse por la infor-
mación a los padres sobre el carácter autolimitado del proceso. El niño tiene que
hacer una dieta equilibrada; su contenido en principios inmediatos, fibra, zumos
de fruta y líquidos debe ser adecuado. Han sido muy frecuentes los intentos
equivocados de controlar la diarrea con medidas dietéticas que solían disminuir
la ingesta de grasa compensada con un aumento de hidratos de carbono. Admi-
nistrando una dieta con más grasa y menos hidratos de carbono disminuimos
la motilidad y la osmolaridad, con lo que mejora la sintomatología del niño. A
veces únicamente cambiando la inadecuada leche descremada por una entera
y suprimiendo los zumos de fruta ya mejoramos el cuadro.
En casos mal tolerados por la familia con un gran componente ansioso se ha
recomendado un tratamiento farmacológico. Entre otros se ha usado la lopera-
mida en ciclos cortos, que actuaría posiblemente inhibiendo las prostaglandinas
que podrían estar elevadas en esta diarrea; también la mebeverina en tandas bre-
ves apoyados en que su acción antiespasmódica la mejora; levaduras como el
Saccharomyces boulardi y más recientemente encimas con actividad sacarasa
(Sucraid®). Muchos autores han usado la fibra vegetal (Psyllium) en dosis de 2-3
gramos, dos veces al día, durante dos semanas, mezclada con otros alimentos
para mejorar su gusto. Es posible que si se obtiene una buena respuesta sea inne-
cesario seguir con cualquiera de los tratamientos.
Profilácticamente tal vez pueda evitarse el cuadro realizando una dieta ade-
cuada en situaciones no patológicas y en el curso de infecciones, especialmen-
te en el curso de los cuadros diarreicos y en las convalecencias. Por otro lado, las
reacciones adversas a alimentos deben ser valoradas, pero las dietas de elimina-
ción deben ser específicas de aquellos alimentos causantes de la reacción, evi-
tando la eliminación de alimentos que no tengan una clara relación con el tras-
torno.
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Epidemiología
En los países occidentales se considera que un 10-20% de los adolescentes
y adultos padecen esta alteración. En niños y adolescentes este síndrome afecta
igualmente a los dos sexos. Siguiendo los criterios de Roma I se ha diagnostica-
do en el 6% de los niños de primaria y en el 14% de los alumnos de enseñanza
media. Con los criterios Roma II se ha visto en el 0,2% de los niños (con una edad
media de 52 meses) atendidos en atención primaria y en el 22-45% de los chi-
cos, entre 4 y 18 años, asistidos en centros terciarios.
Fisiopatología
Aunque existe una predisposición familiar no se conocen los posibles genes
responsables. Tampoco hay datos sobre las anormalidades fisiológicas en niños
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con síndrome del intestino irritable. Algunos pacientes han tenido síntomas por
primera vez después de un acontecimiento estresante, tal como una erupción
dentaria, una gripe o problemas domésticos o escolares. No obstante, el estrés
no causa el síndrome, aunque puede desencadenar síntomas de él. Otros pacien-
tes comenzaron con el síndrome tras una gastroenteritis aguda. Se piensa que la
persistencia de la inflamación de la mucosa o submucosa intestinal y la afecta-
ción de las fibras nerviosas y musculares podría producir alteraciones en la con-
tractilidad muscular. También se ha hablado que la existencia de un sobrecreci-
miento bacteriano participaría en el síndrome.
Una posible explicación de la etiopatogenia del síndrome serían las altera-
ciones motoras del tracto digestivo, junto con una hipersensibilidad visceral. Dicha
hipersensibilidad puede estar relacionada inicialmente con numerosos procesos,
entre los que se incluyen infección, inflamación, traumatismo intestinal o alergia
y puede estar asociada con alteraciones de la motilidad intestinal. También se
han descrito alteraciones psicológicas, como ansiedad y depresión, entre niños
con síndrome de intestino irritable y sus padres.
Tratamiento
Una vez establecido el diagnóstico, el fin del tratamiento es conseguir que
cesen los síntomas. La presencia y la gravedad del dolor deben ser reconocidos
explícitamente (¡no es un dolor imaginario!) para establecer una buena comu-
nicación con el niño y sus padres al tiempo que les tranquilizamos, indicándo-
les que a pesar del dolor el cuadro no es una enfermedad seria. Muchas veces,
en un intento de entender por qué ocurre el dolor, es recomendable la colabo-
ración del paidopsiquiatra para una valoración de los aspectos psicosociales del
niño y la familia, así como de los factores que condicionan las situaciones de
estrés. Las dificultades domésticas y psicosociales y los desencadenantes de los
síntomas deben ser descubiertos, bien manejados y a veces evitados. Está pro-
bado que el tratamiento psicológico oportuno mejora la ansiedad que puede
acompañar al síndrome.
El entrenamiento del intestino enseñando al niño a evacuar a una hora con-
creta puede mejorar el cuadro, así como las modificaciones de la dieta, pero sin
olvidar que esta manipulación debe ser muy prudente para respetar el equilibrio
de los diversos componentes y la carga energética. Si se decide suprimir un ali-
mento por ser sospechoso de la sintomatología debe contrastarse con la respuesta
a la reintroducción del mismo. Si hay diarrea y meteorismo puede probarse la
reducción de la ingesta de sorbitol, fructosa y legumbres productoras de gases.
A veces ha tenido éxito la reducción de la ingesta de lactosa. Cuando hay estre-
ñimiento se puede aumentar el aporte cotidiano de fibra. A veces la disminución
del aporte de grasas puede producir una mejoría. Se sabe que el aumento de
fibra en la dieta y una disminución de la grasa previenen los espasmos, y que los
lípidos inducen una hipersensibilidad colónica en esta patología.
El tratamiento farmacológico juega un papel coadyuvante, pero hay que
tener en cuenta que la tasa de respuesta al placebo oscila entre el 30 y el 88%
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RESUMEN
La diarrea funcional es una de las alteraciones funcionales gastrointestina-
les de la infancia. Se encuentra clasificada en el apartado G5 de los criterios de
ROMA III y es también llamada diarrea crónica inespecífica. Es la diarrea crónica
más frecuente en la infancia y es clínicamente un cuadro no doloroso, intermi-
tente y autolimitado que cursa con 3-6 deposiciones diarias, no formadas, a veces
con moco y restos alimenticios sin digerir. La etiología de la diarrea crónica ines-
pecífica permanece desconocida. El diagnóstico debe basarse en el cuadro clíni-
co característico en un niño con buen estado general, buen estado de nutrición
y excluidas otras causas de diarrea crónica. Dada la evolución espontánea hacia
la curación, el tratamiento adecuado debe iniciarse por la información a los padres
sobre el carácter autolimitado del proceso.
El síndrome del intestino irritable consiste en la existencia de dolor o males-
tar abdominal y al menos dos de los síntomas siguientes: el dolor mejora con la
defecación, el comienzo del dolor está asociado a un cambio en la frecuencia de
las deposiciones y el comienzo del dolor va asociado a un cambio de consisten-
cia en las heces. No debe haber evidencia de procesos metabólicos u orgánicos
que puedan originar los síntomas. No hay datos sobre las anormalidades fisio-
lógicas en niños con síndrome del intestino irritable. Una vez establecido el diag-
nóstico el fin del tratamiento es conseguir la retirada de los síntomas. Son nece-
sarias investigaciones futuras que permitan identificar marcadores biológicos
de diarrea funcional y del síndrome del intestino irritable, así como el desarrollo
de nuevos fármacos que sirvan para modular las anomalías de la función sensi-
tivo-motora del sistema nervioso entérico.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 98
BIBLIOGRAFÍA
– Hyams JS, Treem WR, Justinich CJ, Davis P, Shoup M, Burke G. Characterization of symp-
toms in children with recurrent abdominal pain: resemblance to irritable bowel syn-
drome. J Pediatr Gastroenterol Nutr 1995; 20: 209-14.
Es un trabajo inicial importante en el que siguiendo los criterios diagnósticos del síndrome
en los pacientes adultos estudian 171 niños mayores de cuatro años, comprobando la exis-
tencia de una clínica muy heterogénea y que la mayoría cumplían los criterios exigidos a
los adultos para el diagnóstico.
- Hyams JS. Functional gastrointestinal disorders. Curr Opin Pediatr 1999; 11: 375-8.
Se revisan las diferentes alteraciones funcionales, regurgitaciones del niño, diarrea cróni-
ca inespecífica, síndrome del intestino irritable, dispepsia funcional, disquecia del lactan-
te, estreñimiento funcional. Se valoran estas diferentes entidades también desde un punto
de vista psico-social.
- Hyman PE, Milla PJ, Benninga MA, Davidson GP, Fleisher DF, Taminiau J. Childhood func-
tional gastrointestinal disorders: neonate/toddler. Gastroenterology 2006; 130:1519-26.
A la luz de los criterios Roma I y II se hace un análisis crítico de las diferentes alteraciones
funcionales del lactante, teniendo en cuenta los requisitos diagnósticos, la evaluación clí-
nica y el tratamiento.
– Kneepkens CM, Hoekstra JH. Chronic nonspecific diarrhea of childhood: pathophy-
siology and management. Pediatr Clin North Am 1996; 43: 375-90.
Trabajo ya clásico donde se revisa de forma precisa las características del cuadro, su diag-
nóstico diferencial, mecanismos de producción, tratamiento y prevención.
- Milla PJ. Irritable bowel syndrome in childhood. Gastroenterology 2001; 120: 287-90.
Se trata de un editorial en el que se realiza una revisión de la etiología del síndrome del
intestino irritable, a propósito de un estudio incluido en el mismo número (pp.31), que
demuestra un menor umbral para el dolor rectal provocado por la distensión con un balón
y una menor contracción rectal con el estímulo de una comida.
- Rasquin-Weber A, Hyman PE, Cucchiara S, Fleisher DR, Hyams JS, Milla PJ, et al. Child-
hood functional gastrointestinal disorders. Gut 1999; 45 (Suppl. 2): 1160-1168.
Analizan las diferentes alteraciones funcionales digestivas del niño escolar siguiendo los cri-
terios Roma II, haciendo hincapié en la clínica, tratamiento y criterios diagnósticos.
- Rasquin A, Di Lorenzo C, Forbes D, et al. Childhood functional gastrointestinal disor-
ders: child/adolescent. Gastroenterology 2006; 130:1527-37.
Este estudio es similar al anterior pero ya sigue la clasificación y criterios Roma III, inclu-
yendo niños desde los cuatro años a adolescentes de dieciocho, incorporando a la clínica y
al tratamiento de cada proceso funcional la epidemiología.
- Shahbazkhani B, Forootan M, Merat S, Akbari MR, Nasserimoghadam S, Vahedi H, et
al. Coeliac disease presenting with symptoms of irritable bowel syndrome. Aliment
Pharmacol Ther 2003; 18: 231-5.
En un 11% de los adultos con un diagnóstico inicial de síndrome del intestino irritable se
encontró una enfermedad celíaca. Esto nos indica que hay que descartar siempre una into-
lerancia al gluten antes de diagnosticar el síndrome que nos ocupa.
- Talley NJ. Pharmacologyc therapy for the irritable bowel syndrome. Am J Gastroente-
rol 2003; 98: 750-8.
Se revisan los diferentes tratamientos, sobre todo farmacológicos, para los distintos sínto-
mas del intestino irritable: dolor, estreñimiento, diarrea, y sensación de plenitud.
- Liem O, Mousa HM, Benigna MA, Di Lorenzo C. Tegaserod use in children: A sin-
gle.center experience. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2008; 46: 54-58.
Se estudian setenta y dos niños tratados con tegaserod de los que 5 habían sido diagnos-
ticados de intestino irritable. Se demuestra que tegaserod contribuye a la mejoría de sín-
tomas de entidades funcionales como estreñimiento, dolor abdominal y otros entidades.
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9. Enfermedad celíaca
E. Donat Aliaga, C. Ribes-Koninckx, I. Polanco Allué
DEFINICIÓN
La enfermedad celíaca (EC) es una intolerancia permanente a las proteínas
del gluten (gliadinas, secalinas, hordeínas y, posiblemente, aveninas) que se da
en sujetos genéticamente predispuestos y que cursa con una atrofia grave de la
mucosa del intestino delgado superior. Como consecuencia, se establece una
malabsorción de nutrientes, cuya repercusión clínica y funcional va a depender
de la edad y la situación del paciente.
El tratamiento consiste en un régimen estricto sin gluten que conduce a la
desaparición de los síntomas clínicos y de la alteración funcional, así como a la
normalización de la mucosa intestinal.
La patogenia de la EC no ha sido claramente establecida, si bien la mayoría
de los modelos descritos la consideran una enfermedad inmunológica en la
que concurren factores genéticos y ambientales.
Como factores ambientales, se ha especulado sobre el papel desencadenante
de infecciones víricas y de la ingestión de cantidades elevadas de gluten, así como
de la introducción temprana del mismo en la dieta. La lactancia materna podría
jugar un papel protector frente a la EC.
PATOGENIA
En el suero de los pacientes celíacos pueden detectarse anticuerpos contra
la gliadina (AAG) de clase IgA e IgG, que disminuyen hasta valores similares a los
de la población general al excluir el gluten de la dieta. Se ha demostrado que
la producción de AAG de clase IgA e IgM está aumentada en las secreciones intes-
tinales aun en ausencia de lesión histológica significativa, por lo que se consi-
dera como un marcador precoz (EC potencial), sin que haya una correlación
estricta entre niveles séricos y niveles en secreciones yeyunales. También se ha
descrito un aumento de otros anticuerpos alimentarios, probablemente como
consecuencia del aumento de la permeabilidad de la membrana intestinal. Ade-
más, en la EC se producen anticuerpos dirigidos contra algunas proteínas de la
matriz celular de origen fibroblástico, como son los anticuerpos antirreticulina
y los anticuerpos antiendomisio. Se ha identificado a la transglutaminasa tisular
(TGt) como el principal antígeno frente al cual se dirige la respuesta inmunoló-
gica en el paciente celíaco; en más de un 90% estos son los mismos anticuerpos
que se detectan frente al endomisio del esófago de mono (Ac antiendomisio).
Aunque no se conoce el mecanismo molecular preciso por el cual se pro-
duce la EC, la identificación de la TGt como el autoantígeno frente al cual se diri-
gen principalmente los anticuerpos tisulares, ha permitido conocer nuevos datos
que explican algunos de los sucesos que acontecen en la enfermedad. La TGt
pertenece a una familia heterogénea de enzimas calcio-dependientes que cata-
liza la formación de enlaces entre proteínas. Está ampliamente distribuida en el
organismo humano, encontrándose asociada a las fibras que rodean el múscu-
lo liso y las células endoteliales del tejido conectivo. La TGt interviene en el ensam-
blaje de la matriz extracelular y en los mecanismos de reparación tisular, actuan-
do las gliadinas del trigo como sustrato de estas reacciones. En tejidos lesionados,
como la mucosa del intestino delgado de la EC no tratada, los niveles de TGt
aumentan.
Existen datos que apoyan que la TGt actúa de forma específica sobre los pép-
tidos de las gliadinas, produciendo residuos cargados negativamente por desa-
midación de una glutamina a ácido glutámico. Esta actividad produce comple-
jos entre el autoantígeno (TGt) y la gliadina, generándose epitopos nuevos capaces
de unirse muy eficazmente a las moléculas DQ2 o DQ8 (ambas con preferencia
por cargas negativas) expresadas en la superficie de las células intestinales pre-
sentadoras de antígeno, y que son reconocidos por células T derivadas del intes-
tino de pacientes celíacos. El estímulo de estas células T CD4+ (cooperadoras),
específicas para la gliadina, sobre el complejo TGt-gliadina actúa sobre las célu-
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las B para la producción de anticuerpos frente a TGt y frente a gliadina. Este mode-
lo explica por qué la mayoría de los pacientes celíacos son portadores de HLA-
DQ2 (95%) o, en su defecto, de DQ8. También explica la existencia de autoan-
ticuerpos frente a antígenos tisulares, cuyos niveles fluctúan en función de antígenos
de la dieta (gliadina), sin necesidad de la existencia de homologías entre las glia-
dinas y el autoantígeno. Si la cooperación con células B específicas para la for-
mación de anticuerpos anti-TGt proviniese de células T específicas para TGt y no
de células T específicas para gliadina, la respuesta inmune sería crónica y no esta-
ría regulada por la gliadina, como de hecho ocurre en la EC.
Estudios recientes sugieren que depósitos de anticuerpos frente a transglu-
taminasa tisular a nivel intestinal podrían estar presentes de forma muy precoz,
incluso en individuos con enteropatía de muy bajo grado, y/o con serología nega-
tiva, en los que podría sin embargo detectarse estos anticuerpos a nivel de la
mucosa, indicando un posible atrapamiento de estos anticuerpos a nivel intes-
tinal.
FORMAS CLÍNICAS
Las manifestaciones clínicas de la EC difieren considerablemente en función
de la edad de presentación. En aquellos niños diagnosticados en la primera infan-
cia son frecuentes los síntomas intestinales y el retraso del crecimiento. La llama-
da sintomatología clásica incluye diarrea malabsortiva, vómitos, cambios de carác-
ter, falta de apetito, estacionamiento de la curva de peso y retraso del crecimiento.
El abdomen prominente y las nalgas aplanadas completan el aspecto caracterís-
tico de estos enfermos. Si la enfermedad evoluciona sin tratamiento pueden apa-
recer formas graves (crisis celíaca), con presencia de hemorragias cutáneas o diges-
tivas (por defecto de vitamina K y otros factores dependientes de la vitamina K en
el intestino), deshidratación hipotónica grave y alteraciones hidroelectrolíticas,
como tetania hipocalcémica y marcada hipopotasemia, así como gran distensión
abdominal, malnutrición extrema y edemas por hipoalbuminemia.
La sintomatología extraintestinal es más frecuente en niños mayores y en la
edad adulta, estando ocasionalmente ausentes u ocupando un segundo plano
las manifestaciones digestivas. Estas formas no clásicas pueden presentarse con
estreñimiento, asociado o no a dolor abdominal de tipo cólico, distensión abdo-
minal o aparición brusca de edemas, generalmente coincidiendo con algún
factor precipitante (infección, cirugía, etc.). El retraso de talla o de la pubertad
puede también ser un dato evocador. Otra forma aislada de presentación es una
anemia ferropénica, debida a la malabsorción de hierro y folatos en el yeyuno.
En celíacos no tratados se ha descrito hipoplasia del esmalte dentario, aunque
esta alteración no sería específica de la EC. Dentro de las enfermedades neuro-
lógicas asociadas a la EC se ha referido la tríada de epilepsia, calcificaciones intra-
craneales occipitales bilaterales y enfermedad celíaca (enfermedad de Gobbi) en
la población pediátrica y la ataxia inducida por el gluten, descrita fundamental-
mente en adultos. En la tabla I se muestran algunas de las manifestaciones extrain-
testinales más habituales.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 102
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de sospecha se establece sobre la base de datos clínicos y ana-
líticos, aunque es imprescindible la realización de, al menos, una biopsia intes-
tinal y el estudio histológico de una muestra de mucosa obtenida en el duode-
no o yeyuno.
La descripción y observación de las nuevas formas clínicas oligo o mono-
sintomáticas están en estrecha relación con el desarrollo de los marcadores sero-
lógicos o anticuerpos circulantes en pacientes con EC y dirigidos frente a distin-
tos antígenos.
Los AAG se determinan mediante técnicas de ELISA que son técnicamente
fáciles, reproducibles y económicas. Los AAG de clase IgG son sensibles, pero
muy poco específicos, con un alto porcentajes (30-50%) de falsos positivos.
Los de clase IgA son muy sensibles (superior al 90%) con una especificidad varia-
ble según la población a la que se aplique; puede ser superior al 85-90% en
pacientes con patología digestiva. En general, existe una gran variabilidad en la
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 103
eficacia de los AAG, dependiendo de los tests utilizados y del ámbito y contex-
to en elque se empleen.
Los anticuerpos antiendomisio (AAE) se detectan en la muscularis mucosae
del esófago de mono o sobre cordón umbilical por métodos de inmunofluores-
cencia. Su presencia se relaciona más estrechamente con el daño de la mucosa,
en los pacientes celíacos, que los AAG. La sensibilidad y especificidad de los
AAE son superiores al 90%. La especificidad es discretamente inferior en adul-
tos en comparación con los pacientes pediátricos. Su sensibilidad varía según los
grupos de población y la edad, siendo menos sensibles que los AAG en niños
menores de 2 años y en los adolescentes y similar o superior a los AAG en los
otros grupos de edad.
La puesta a punto reciente de un método enzimático para la determina-
ción de TGt ha extendido su uso en la práctica clínica ya que combinan la alta
eficacia de los AAE –sensibilidad y especificidad > 90%– con las ventajas meto-
dológicas de los AAG (ELISA).
Recientemente se han desarrollado métodos rápidos inmunocromatogáficos
que permiten la determinación de marcadores serológicos, bien en suero, bien
en sangre, de una forma sencilla e inmediata que permite la aproximación diag-
nóstica a la cabecera del enfermo.
Tanto los anticuerpos tisulares AAE y TGt como los AAG, disminuyen hasta
niveles por debajo del valor de referencia al excluir el gluten de la dieta. Sin embar-
go, ocasionalmente, pueden persistir AAE positivos a títulos bajos, siendo los AAG
negativos, lo que podría ser indicativo de un proceso inflamatorio persistente en
el intestino delgado. Los TGt tienen un comportamiento similar a los AAE.
Por ello, estos marcadores son de utilidad en la monitorización del trata-
miento dietético, ya que transgresiones mínimas pueden, aunque no en todos
los casos, ser detectadas mediante una elevación de los AAG y, en menor medi-
da, a través de los AAE y de los TGt. En aquellos pacientes sometidos a provo-
cación con gluten, en ausencia de manifestaciones clínicas y/o de otras altera-
ciones biológicas, la elevación de uno o varios de estos marcadores va asociada
con una recaída histológica, permitiendo establecer la indicación de la biopsia
postprovocación. La determinación de otros marcadores, como los anticuerpos
antirreticulina o antiyeyunales, no tiene ningún interés práctico adicional.
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PRONÓSTICO
La malignización es la complicación potencial más grave y viene determi-
nada por la presencia mantenida de gluten en la dieta, incluso en pequeñas can-
tidades. Especialmente enfermedades neoplásicas del tracto digestivo, como car-
cinomas esofágicos y faríngeos, adenocarcinomas del intestino delgado y linfomas
no Hodgkin. Se ha observado que uno de cada veinte pacientes diagnosticados
en la edad adulta, desarrollan un linfoma de células T en los cuatro años siguien-
tes al diagnóstico. Sin embargo, un estudio reciente de ámbito europeo no ha
encontrado una menor asociación de la espera entre enfermedad celíaca y lin-
foma no Hodgkin.
Enfermedades no neoplásicas, pero de gran morbilidad y elevado coste socio-
sanitario, están también en relación con la EC no tratada. Así, junto a enferme-
dades de tipo autoinmune, pueden observarse alteraciones del metabolismo óseo,
con osteopenia/osteoporosis, infertilidad, abortos de repetición y alteraciones
neurológicas y psiquiátricas. Si bien la mayoría de estas complicaciones apare-
cerán en la edad adulta y responden a una dieta exenta de gluten, en otras situa-
ciones como la ataxia ligada al gluten, la exclusión dietética no es capaz de rever-
tir el cuadro clínico en todos los casos. Esto podría estar relacionado con el largo
período de evolución, un diagnóstico tardío, enfatizando una vez más la impor-
tancia del diagnóstico precoz.
Si el cumplimiento dietético es estricto, se ha comprobado que a los diez
años de la dieta el riesgo de enfermedades neoplásicas y probablemente tam-
bién de enfermedades autoinmunes es similar al de la población general.
GRUPOS DE RIESGO
Se consideran como tal aquellos pacientes con riesgo mayor de desarrollar una
EC al de la población general, dándose la peculiaridad de que la mayoría debuta
con formas clínicamente poco expresivas de la enfermedad, i.e., formas latentes.
• Los familiares en primer grado tienen un 10% de riesgo de llegar a desa-
rrollar la enfermedad, siendo el riego hasta del 50% en los que comparten
el mismo fenotipo HLA que el caso control.
• En las enfermedades asociadas con EC, como el síndrome de Down y la dia-
betes mellitus tipo I, el riesgo teórico es de por vida.
En estos dos últimos casos un resultado negativo no descarta de forma defi-
nitiva la EC, por lo que el despistaje por medio de marcadores serológicos debe
realizarse de forma periódica, aunque es difícil establecer cuál es la frecuencia o
periodicidad idónea. Se han descrito falsos negativos tanto para los AAG como para
los AAE y TGt, por lo que con objeto de obtener una mayor eficacia diagnóstica es
recomendable la utilización de AAG y TGt en paralelo (de forma simultánea).
Otra forma de abordar el problema, pero con un alto coste económico y no
disponible de forma generalizada, sería hacer el despistaje solo en aquellos
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TRATAMIENTO
No hay tratamiento farmacológico. La única actitud terapéutica es la supre-
sión de la dieta de todos los productos que contienen gluten, concretamente
todos los productos que incluyen harinas de cebada, centeno, avena y trigo. Aun-
que recientemente se ha puesto en entredicho la toxicidad de la avena no se dis-
pone de estudios concluyentes. En la tabla III se detallan los alimentos prohibi-
dos y permitidos para enfermos celíacos. El Codex Alimentario establece como
límites máximos de contenido en gluten para que un producto sea considera-
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do sin gluten 20 ppm para los alimentos naturalmente exentos de gluten y 200
ppm para los alimentos elaborados con almidón de trigo. Esta normativa está
actualmente en revisión, motivada por el hecho de que se desconoce qué can-
tidad máxima de gluten puede consumir un paciente celíaco sin perjuicio para
su salud, así como por la evidencia de que determinados sujetos presentan mani-
festaciones clínicas graves tras la ingesta de mínimas cantidades de esta proteí-
na. Por ello, el objetivo ideal sería la elaboración de productos completamente
exentos de gluten. El principal escollo para alcanzar este objetivo lo constituye
la complejidad para detectar el gluten de forma rutinaria, especialmente en ali-
mentos muy elaborados, junto con el encarecimiento de los productos que ello
conllevaría.
Desde hace varios años diversos equipos de investigadores europeos, agru-
pados en el Prolamin Group, están trabajando en el desarrollo de nuevos siste-
mas que permitan cuantificar con exactitud la cantidad de gluten en los alimentos.
Actualmente se dispone de diversos métodos, inmunológicos y no inmunológi-
cos (espectrometría de masas), de detección de gluten de alta sensibilidad,
permitiendo detectar gliadina a partir de 2 ppm.
Tras la exclusión del gluten de la dieta la recuperación histológica comple-
ta no se produce de forma inmediata; en los adultos puede incluso tardar más
de 2 años y en los niños no se produce antes del año de tratamiento dietético,
siendo preciso en ocasiones eliminar de la dieta o moderar temporalmente el
consumo de alimentos ricos en fibra, lactosa o proteínas de la leche de vaca. Al
instaurar una dieta de exclusión hay que tener en cuenta que la misma deberá
ser equilibrada, proporcionando al enfermo celíaco una nutrición adecuada
que cubra sus necesidades específicas en energía, agua, principios inmediatos,
vitaminas, sales minerales y oligoelementos, individualizando según la situa-
ción clínica y estado nutricional de cada paciente.
Los suplementos de hierro y/o otros minerales solo suelen ser necesarios en
situaciones de deterioro nutricional importante.
Nuevas expectativas
1. Recientemente se habla de la posibilidad de una “píldora” tras la publicación
en la revista Science por Shan et al. de un artículo en el que se explica cómo,
tras someter a una α-gliadina recombinante a procesos de digestión enzi-
mática, utilizando diferentes enzimas gástricas y pancreáticas, y analizar los
productos de digestión por distintos métodos, encontraron un péptido de
33 aminoácidos, el péptido 33-mer, resistente a todas las enzimas, mien-
tras que otros fragmentos de la gliadina sí eran hidrolizados. Igualmente,
demostraron que este péptido no se modificaba tras incubación con frag-
mentos de mucosa intestinal de ratón o humana (mucosa de enfermos no
celíacos y enfermos celíacos en remisión), mientras que otros péptidos sí eran
sensibles a la acción proteolítica de las mucosas. Sin embargo, el péptido 33-
mer sí podía ser digerido por peptidasas extraídas de ciertas bacterias o plan-
tas, concretamente de la especie Flavobacterium meningosepticum.
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RESUMEN
La EC se define como una intolerancia permanente al gluten y, más con-
cretamente, a su fracción proteica, la gliadina, así como a las proteínas análogas
del centeno, de la avena y de la cebada. La toxicidad de la avena está en los últi-
mos años en revisión. El consumo de estas proteínas conduce, en individuos con
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una cierta predisposición genética (HLA DQ2, HLA DQ8 entre otros marcadores),
a una atrofia de las vellosidades intestinales y a una hiperplasia de las criptas
del yeyuno.
La prevalencia de la EC en los países europeos está entre 1:2.500 y 1:1.000
sujetos. Estudios de despistaje en población sana establecen, sin embargo, pre-
valencias mucho más elevadas: de 1:300 hasta 1:100. Las formas clínicas sinto-
máticas representan tan solo la punta del iceberg, cuya base incluiría no solo
las formas silentes, sino también las situaciones denominadas EC latente y EC
potencial. Todo este espectro clínico quedaría englobado en el término acuña-
do en los últimos años como condición celíaca. Por ello, el número de casos diag-
nosticados de EC es con frecuencia muy inferior al real. Actualmente, la eviden-
cia de formas de presentación clínica oligosintomáticas y la morbilidad tanto
neoplásica como no neoplásica asociada a la enfermedad celíaca no tratada, y
cuyo riesgo disminuiría sensiblemente con dieta estricta sin gluten, ha motivado
un interés creciente por el despistaje precoz de la enfermedad, centrándose fun-
damentalmente en los grupos de riesgo.
BIBLIOGRAFÍA
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tissue transglutaminase and endomysium in diagnosing and monitoring coeliac dise-
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ase in the year 2000: exploring the iceberg. Lancet 1994; 343: 200-3.
Se realizó un despistaje de la enfermedad celíaca en una población escolar asintomática
del centro de Italia (3.351 niños con edades comprendidas entre 11 y 15 años). Este
estudio consistía en una primera determinación de anticuerpos antigliadina clases IgA e
IgG en sangre capilar a todos los sujetos; a todos aquellos que tenían algún valor positivo
(71 sujetos –2% de las muestras–) se les realizó una segunda determinación de anticuer-
pos antigliadina y antiendomisio clase IgA, así como la cuantificación de inmunoglobulinas
en sangre periférica. De estos, a 18 con un valor positivo para anticuerpos antigliadina,
antiendomisio clase IgA o antigliadina clase IgG y con un déficit selectivo de IgA, se les rea-
lizó una biopsia intestinal, diagnosticándose de enfermedad celíaca a 11 niños. Con este
estudio se demostró que la prevalencia real de la enfermedad es mucho mayor de la esti-
mada, existiendo un gran número de formas silentes u oligosintomáticas. Por cada caso
diagnosticado existen 6 ó 7 nuevos casos por diagnosticar.
- Dieterich W, Ehnis T, Bauer M, Donner P, Volta U, Riecken EO, et al. Identification of
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- Shan L, Molberg O, Parrot I, Hausch F, Filiz F, Gray GM, et al. Structural basis for glu-
ten intolerance in celiac sprue. Science 2002; 297: 2275-9.
En este trabajo los autores comentan que, tras someter una α-gliadina recombinante a pro-
cesos de digestión enzimática, encontraron un péptido de 33 aminoácidos, el péptido
33-mer, resistente a todas las enzimas y que no se modificaba tras incubación con frag-
mentos de mucosa intestinal de ratón o humana. Sin embargo, este péptido sí podía ser
digerido por peptidasas extraídas de ciertas bacterias o plantas, concretamente de la espe-
cie de Flavobacterium meningosepticum. Al comprobar que el péptido 33-mer incluía en su
estructura tres epítopos que en ensayos previos habían demostrado ser inductores de una
respuesta de células T específica en pacientes celíacos, los autores pensaron que este pép-
tido podía ser el elemento tóxico de la gliadina, responsable de iniciar la respuesta infla-
matoria y la lesión intestinal en los celíacos. Para confirmar esta hipótesis estudiaron la
capacidad del mismo para estimular a los linfocitos T, encontrando que provocaba una res-
puesta muy superior a la de otros epitopos inmunogénicos ya conocidos. Este hallazgo indu-
jo a pensar a los investigadores que si se incuba el péptido 33-mer con una peptidasa espe-
cífica capaz de digerirlo, al ser fragmentado éste perdería su capacidad patogénica. En otras
palabras, que la administración de una cierta cantidad de una peptidasa, junto con el glu-
ten podría evitar su efecto tóxico en los celíacos. Posteriormente, comprobaron en ensa-
yos in vitro sobre intestino de rata que el péptido tratado con la peptidasa efectivamente
perdía capacidad para estimular las células T.
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Se realiza una revisión de la problemática actual entorno a la EC.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 111
INTRODUCCIÓN
El tracto gastrointestinal humano, estéril al nacimiento, es colonizado desde
los primeros días de vida por múltiples especies microbianas. Esta colonización
no es uniforme, en el estómago e intestino proximal el número de organismos
es inferior a 105 UFC/ml (unidades formadoras de colonia), con un predominio
de bacterias aerobias, mientras que el colon presenta una carga microbiana de
1012 UFC/ml, con un predominio de bacterias anaerobias y anaerobias faculta-
tivas.
El síndrome de sobredesarrollo bacteriano (SSB) es una alteración de la eco-
logía intestinal caracterizada por una proliferación bacteriana anómala en el intes-
tino delgado, con la presencia en esta zona de una flora característica del colon
compuesta predominantemente por anaerobios estrictos (bacteroides) y colifor-
mes. Esta proliferación es secundaria a una alteración en los mecanismos que
naturalmente limitan el crecimiento bacteriano en este tramo, como son prin-
cipalmente la secreción ácida gástrica y la motilidad intestinal. También inter-
vienen en la inhibición del crecimiento bacteriano la digestión enzimática, la pro-
ducción epitelial de moco y la integridad funcional de la válvula ileocecal.
El desarrollo de este síndrome suele estar asociado a la estasis del conteni-
do intestinal producido por una anomalía estructural o de la motilidad del intes-
tino o por una alteración en los mecanismos antibacterianos citados previamen-
te. En la tabla I se exponen las principales entidades consideradas como factores
predisponentes.
CLÍNICA Y PATOGENIA
La expresión clínica de la colonización bacteriana patológica del intestino
delgado abarca, desde síntomas gastrointestinales inespecíficos leves, como abdo-
minalgia y flatulencia, a un cuadro grave de malabsorción con diarrea, esteato-
rrea, anemia y pérdida de peso. Pueden observarse raramente signos carencia-
les de vitaminas liposolubles y, algo más frecuentemente, signos de déficit de
vitamina B12 (cobalamina), como son la anemia macrocítica o síntomas neuro-
lógicos.
En la actualidad este síndrome es raramente considerado en nuestro medio
como posibilidad diagnóstica ante una diarrea crónica sin una enfermedad pre-
disponente de base. Se ha descrito como causa de síntomas digestivos crónicos
como diarrea y/o dolor abdominal leve, sobre todo en niños menores de dos
años, y también como motivo de diarrea prolongada después de una gastroen-
teritis aguda. Se ha observado una alta incidencia de SSB en adultos con un cua-
dro clínico de intestino irritable y en pacientes celíacos con persistencia de los
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síntomas tras la retirada del gluten de la dieta. En ambos casos los síntomas mejo-
ran al disminuir la contaminación intestinal con tratamiento antibiótico y se con-
sidera como posible factor etiológico una alteración en la motilidad intestinal. En
la mayoría de los pacientes sin factores predisponentes no están definidas las cau-
sas de la aparición de la colonización bacteriana anómala.
El cuadro de malabsorción asociado es secundario a los efectos de la proli-
feración bacteriana sobre los nutrientes y la mucosa intestinal. En esta se ha obser-
vado una lesión parcheada con edema y atrofia de vellosidades, daño del ente-
rocito e infiltrado inflamatorio en la lámina propia. Este daño posiblemente
esté en relación con productos metabólicos bacterianos y se acompaña de una
alteración en las enzimas de la pared intestinal (lactasa, maltasa, sacarasa y ente-
rocinasa), que puede dar lugar a una malabsorción de carbohidratos. Se ha
descrito también una enteropatía pierdeproteínas que remite con el tratamien-
to antibiótico.
El cuadro clínico descrito de dolor abdominal, diarrea y malabsorción sería
la consecuencia final de los efectos de las bacterias en la luz del intestino delga-
do proximal. Esta presencia daría lugar a:
• Deconjugación de las sales biliares y aumento de su reabsorción en el yeyu-
no, lo que conduce a una disminución de la digestión y absorción de grasas
y vitaminas liposolubles.
• Fermentación de carbohidratos no absorbidos.
• Deaminación de proteínas alimentarias, lo que interrumpe la absorción nor-
mal de péptidos y aminoácidos.
• Competencia con el huésped por la absorción de nutrientes, como la vita-
mina B12. Esta vitamina, unida al factor intrínseco gástrico, es absorbida espe-
cíficamente en el íleon. Las bacterias intraluminales, especialmente las espe-
cies anaerobias gramnegativas, asimilan la vitamina de la dieta en detrimento
del huésped. Asimismo, sintetizan y liberan folatos, con lo que es raro que
en este síndrome se observe un déficit de ácido fólico.
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DIAGNÓSTICO
La historia clínica y la exploración física deben orientar la posibilidad de que
los síntomas del paciente sean debidos a un síndrome de sobrecrecimiento
bacteriano. Asimismo, es importante tener en cuenta las diversas patologías en
la estructura y función del tracto gastrointestinal que contribuyen a su desarro-
llo.
Dentro de las exploraciones complementarias estaría indicada la realiza-
ción de un estudio rutinario preliminar de malabsorción. Incluiría hemograma,
niveles séricos de vitamina B12 y vitaminas liposolubles, ácido fólico, proteínas
totales, albúmina, calcio, magnesio, hierro, inmunoglobulinas, serología de enfer-
medad celíaca, tiempo de protrombina y estudio de parásitos y grasas en heces.
En algunos casos deben realizarse estudios de imagen del intestino delgado y
colon para descartar anomalías anatómicas.
tarse por el ritmo del vaciamiento gástrico y el tiempo de tránsito intestinal. Hay
que tener en cuenta que aproximadamente en el 15-27% de los pacientes, la
flora intestinal no produce H2, sino metano, dando lugar a resultados falsamen-
te negativos. Asimismo, el uso de antibióticos afecta a la fermentación bacteria-
na de los azúcares utilizados en los tests y baja los niveles de hidrógeno.
Los azúcares utilizados en esta prueba son la lactulosa y la glucosa. Tras
una noche de ayuno y con una dieta sin lactosa y baja en fibra el día anterior,
se recogen las muestras antes y cada 15 minutos durante dos horas tras la inges-
ta de 1 g/kg de glucosa o 0,2 g/kg hasta una máximo de 10 g de lactulosa. En
condiciones normales en un paciente productor de H2 se produce un ascenso
superior a 10 ppm entre los 60 y 180 minutos de la prueba; este ascenso se pro-
duce cuando el azúcar es metabolizado por las bacterias del colon. Cuando exis-
te un sobrecrecimiento bacteriano, el nivel de H2 espirado se eleva más de 10
partes por millón por encima de la basal en dos muestras consecutivas durante
la primera hora de la prueba, o es superior a 20 partes por millón en la deter-
minación realizada en ayunas.
Existe escasa experiencia en pacientes pediátricos con otras pruebas como
el test del aliento con xylosa-C13.
Prueba terapéutica
El problema del diagnóstico del sobrecrecimiento bacteriano radica en la difi-
cultad de las exploraciones a realizar, la falta de estandarización de las mismas
y la escasa experiencia en pacientes pediátricos. Mientras no haya evidencia para
un consenso sobre los métodos de diagnóstico de este síndrome, a nivel prácti-
co y a pesar de las desventajas potenciales de tal decisión, el diagnóstico se podría
realizar ante un cuadro clínico compatible que responde al tratamiento empíri-
co con los antibióticos orales apropiados.
TRATAMIENTO
El abordaje terapéutico incluye el tratamiento específico de la enfermedad
de base si existe, el soporte nutricional y la terapia antibiótica oral.
El soporte nutricional es una parte importante del tratamiento y contempla
la instauración de dieta pobre en lactosa, si existen síntomas sugestivos de malab-
sorción de carbohidratos, así como la corrección del déficit de micronutrientes,
principalmente de la vitamina B12, aunque este déficit es raro en la infancia, ya
que se requieren períodos carenciales prolongados para que se agoten los depó-
sitos corporales.
Respecto al tratamiento antibiótico, aceptado como el más efectivo, se han
utilizado una gran diversidad de antibióticos de amplio espectro vía oral para dis-
minuir la replicación bacteriana, pero no hay suficientes estudios controlados que
aporten evidencia científica sobre la eficacia real del tratamiento y sobre cuál es
la pauta más idónea. El objetivo no es tanto erradicar la flora bacteriana anómala
del tracto digestivo superior, sino modificarla para que haya una mejoría en los
síntomas.
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RESUMEN
El síndrome de sobredesarrollo bacteriano es una proliferación bacteriana
anómala en el intestino delgado que se da sobre todo en sujetos con alteracio-
nes estructurales o de la motilidad intestinal. Se manifiesta clínicamente por
síntomas gastrointestinales inespecíficos, principalmente abdominalgia y diarrea.
El diagnóstico de sospecha se basa en la clínica. La confirmación se realiza
mediante el cultivo del jugo duodenal que es el estándar diagnóstico. Dado lo
problemático de esta prueba se utiliza como alternativa el test del H2 espirado
con sustrato de lactulosa o glucosa. Sin embargo, debido a la falta de estanda-
rización de estas pruebas, el método más utilizado en la práctica clínica es la desa-
parición del cuadro clínico tras la realización de un ciclo de tratamiento anti-
biótico empírico.
El abordaje terapéutico incluye el tratamiento de la enfermedad predispo-
nente si existe, el soporte nutricional necesario y la terapia antibiótica. No hay
evidencia científica suficiente sobre la pauta de tratamiento antibiótico a seguir,
sobre todo en la edad infantil. Las recomendaciones más aceptadas consideran
ciclos de amoxicilina-clavulánico o de metronidazol.
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Este artículo valora la incidencia del síndrome de sobredesarrollo bacteriano como causa
de dolor abdominal recurrente y/o diarrea crónica y describe el protocolo del test del alien-
to con sobrecarga de glucosa en niños con sospecha de sobrecrecimiento bacteriano. Des-
cribe una incidencia de este síndrome en el 34% de los niños estudiados y una clara mejo-
ría de los síntomas con el tratamiento antibiótico (colistina y metronidazol durante 10 días).
Concluye la necesidad de investigar la presencia de un sobredesarrollo bacteriano ante sín-
tomas digestivos crónicos en la infancia y especula con la inmadurez de los mecanismos inhi-
bidores del crecimiento bacteriano en la infancia como posible mecanismo patogénico.
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En la primera parte de este estudio se determina la dosis óptima de C13-xylosa (50 mg) y
los porcentajes de eliminación de C13 en el aliento en niños sanos. En la segunda parte
se valora la eficacia del test en un grupo de 6 pacientes con sospecha de sobrecrecimiento
bacteriano. Hubo una buena correlación entre los resultados del cultivo y del test excepto
en un paciente. En este niño el cultivo fue negativo y el test en estudio positivo. Se espe-
cula con la idea de que el sobredesarrollo fuera localizado y, por tanto, no detectado por el
cultivo pero sí por el test de C13-xylosa.
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El objetivo de este estudio es la validación de la prueba de H2 espirado con lactulosa fren-
te al cultivo de aspirado duodenal. La elevada sensibilidad (85,7%), especificidad (90,9%)
y valor predictivo negativo (93,8%), junto con su carácter no invasivo hacen del test del H2
espirado una buena alternativa en el diagnóstico del sobredesarrollo bacteriano del pacien-
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Introducción
Las alteraciones de la motilidad esofágica se conocen actualmente como tras-
tornos motores esofágicos (TME), y se definen como anormalidades de la fun-
ción motora, causados por una alteración en los mecanismos de control neuro-
hormonal o muscular del cuerpo esofágico y/o de sus esfínteres.
Los TME se clasifican en tres grupos:
A. TME Primarios entre los que se encuentran la acalasia o el espasmo difuso
esofágico.
B. TME secundarios a patología orgánica esofágica: esofagitis por reflujo,
causticación esofágica o atresia esofágica.
C. TME secundarios a enfermedades generalizadas: esclerodermia, miopa-
tías, o pseudoobstrucción intestinal crónica.
1. Acalasia
Introducción
Acalasia o achalasia (termino más utilizado en la literatura británica) signifi-
ca falta de relajación y se aplica a una rara enfermedad, de etiología desconoci-
da caracterizada por una falta de relajación del esfínter esofágico inferior en
respuesta a la deglución. Suele acompañarse, además, de un peristaltismo eso-
fágico defectuoso, con ondas peristálticas terciarias no propulsivas y ocasional-
mente espasmo esofágico difuso.
La acalasia esofágica es un trastorno motor que afecta virtualmente a toda
la longitud esofágica.
El primer caso fue descrito por Thomas Willis en 1674. En 1913, Sir Cooper
Perry, le sugiere el termino a Arthur Frederick Herzt que utiliza por primera vez
el término acalasia y describe la entidad tal como hoy la conocemos. Años más
tarde AF Herzt, cambió su apellido a Hurst, y la enfermedad también se conoce
como acalasia de Hurst.
Su etiología es desconocida, e histológicamente se observa degeneración de
las células ganglionares en los plexos mioentéricos y cambios inflamatorios cró-
nicos.
La sintomatología consiste en disfagia y clínica respiratoria, predominando
en los niños más pequeños la sintomatología respiratoria sobre la digestiva.
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Epidemiología
Es una enfermedad poco común y menos frecuente aun en pediatría, ya que
solamente el 4% de los pacientes se presentan antes de los 15 años de edad.
Se estima una incidencia en Estados Unidos de 0,5-1 caso cada 100.000 perso-
nas por año. Presenta mayor preponderancia en varones, dos tercios de los pacien-
tes publicados son varones, frente a un tercio de mujeres. Aparece como com-
ponente de algunas enfermedades genéticas con el síndrome de Sjögren, el
síndrome triple A o síndrome de Allgrove, caracterizado por acalasia, insuficien-
cia adrenal y alacrimación, y también como parte del síndrome de Alport y del
síndrome de Down en algunos pacientes.
Etiología
La etiología de la acalasia permanece sin aclarar. Se han propuesto distin-
tos mecanismos: genéticos, agentes infecciosos, destrucción autoinmune y dege-
neración neural primaria.
En un estudio sobre la base genética de más de 1.000 familiares de 159
pacientes con acalasia, se demostró que la acalasia carece de transmisión here-
ditaria autosómica recesiva y que los factores ambientales no son relevantes en
la etiología de la enfermedad.
La etiología infecciosa es posible, ya que entre el 4 y el 8% de los pacientes
con enfermedad de Chagas desarrollan un megaesófago y una pobre relajación
del EEI, que se comporta como una acalasia. Es posible que el Trypanosoma cruzi
invada directamente o produzca toxinas u origine factores antigénicos que des-
truyan las neuronas esofágicas, lo más aceptado actualmente es la destrucción
por mecanismos inmunológicos. También se han implicado los virus de la vari-
cela y del sarampión.
Como consecuencia de todo ello, el principal dato identificado en la acalasia
es una inhibición defectuosa del tono del EEI, pero su origen permanece oscuro.
Patología
Los datos anatómicos son siempre claros: el esófago se encuentra muy dila-
tado proximalmente y muy estrechado a nivel distal, con pliegues mucosos y pla-
nos musculares hipertrofiados.
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Los primeros cambios patológicos que aparecen son los relacionados con
la inflamación de los nervios mioentéricos, que después conduce por necrosis o
degeneración a todos los demás hallazgos observados. Estos cambios inflama-
torios son los más consistentes, se encuentran en los nervios mioentéricos y alre-
dedor de los mismos, produciendo fibrosis neural.
Los datos microscópicos son variables, desde la degeneración a la ausencia
completa de las células ganglionares en los plexos mioentéricos.
Secundariamente a la obstrucción se producen diversos grados de hiper-
trofia muscular, preferentemente de la musculatura circular, así como a nivel de
la mucosa, hiperplasia escamosa y cambios similares a los observados en la eso-
fagitis por reflujo.
Fisiopatología
Toda la inervación del esófago distal y el EEI proviene del núcleo motor dor-
sal del vago y termina en los ganglios de los plexos mioentéricos. En este plexo
se encuentran dos tipos de neuronas: A) neuronas excitadoras que provocan la
contracción de las capas musculares a través de receptores colinérgicos; y B) neu-
ronas inhibidoras que actúan sobre las capas musculares a través del péptido
intestinal vasoactivo (VIP).
En reposo el EEI se encuentra contraído, las terminaciones colinérgicas pro-
ducen este tono de reposo, mientras que las terminaciones inhibitorias vagales
producen la relajación del mismo,
En los sujetos sanos, el núcleo motor dorsal del vago, modula los impulsos
inhibitorios y excitatorios al EEI, dependiendo de los estímulos que recibe de
los nervios sensitivos de la faringe, esófago y estómago.
El péptido intestinal vasoactivo y el óxido nítrico (NO) juegan un papel
muy importante sobre la motilidad del EEI. In vitro, el VIP es un potente inhi-
bidor de la de la contracción del EEI. En los pacientes con acalasia se ha obser-
vado una disminución o ausencia de neuronas que contienen VIP a nivel del
EEI.
El papel del NO a nivel esfinteriano parece ser de hiperpolarización y con-
secuentemente relajación, mientras que en los pacientes con acalasia se observa
un déficit parcial o completo de NO a nivel esfinteriano. Funcionalmente se acep-
ta que la liberación de NO origina relajación esfinteriana, pero el mecanismo ínti-
mo no se conoce plenamente.
Sintomatología
La sintomatología inicial consiste en disfagia y síntomas respiratorios.
En los niños muy pequeños predomina la sintomatología respiratoria: tos
crónica, sibilancias recurrentes y neumonías de repetición o bronquitis crónica,
con lo cual y ante la ausencia de disfagia, suele retrasar el diagnóstico correcto.
En niños mayores, los síntomas digestivos son más obvios: disfagia, regur-
gitación de contenido alimenticio no digerido y pérdida de peso, pudiendo acom-
pañarse de dolor retroesternal y pirosis.
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Métodos diagnósticos
Radiología
La radiología torácica y el tránsito intestinal, son estudios necesarios en el
diagnóstico de la acalasia.
La Rx simple de tórax puede mostrar datos de patología pulmonar crónica,
mediastino ensanchado y un nivel hidroaéreo por encima del diafragma, origi-
nado por los alimentos retenidos en el esófago. A nivel abdominal es caracterís-
tico observar la ausencia de la burbuja gástrica, hallazgos no definitivos pero
siímuy orientativos de acalasia,
El tránsito esofagogástrico mostrará un esófago proximal dilatado, sin con-
tracciones y un estrechamiento a modo de pico de pájaro en la unión esofago-
gástrica, con mínimo o nulo paso de contraste al estómago, las llamadas común-
mente terminación en “punta de lápiz” o “cola de rata” . Estos datos radiológicos
son característicos de acalasia, y en el niño no son necesarios los estudios mano-
métricos para confirmar el diagnóstico, aunque si recomendables.
No son útiles para el diagnóstico los estudios mediante TAC, aunque si lo
pueden ser los estudios de RNM.
Los estudios gammagráficos en los trastornos motores esofágicos, juegan un
papel menos relevante de lo esperado, siendo útiles en los casos iniciales y dudo-
sos, para la evaluación del tiempo de tránsito esofágico y tiempo de vaciado.
Manometría
La manometría esofágica es la técnica de elección para la confirmación del
diagnóstico de acalasia.
La relajación anormal del EEI (incompleta o incluso ausente) tras la deglución
será el hallazgo más consistente con el diagnóstico de acalasia. Puede observarse
también peristaltismo esofágico pobre o nulo y presiones elevadas a nivel del EEI.
La exploración debe ser cuidadosa, situando la sonda de manometría en la
posición correcta y evaluando repetidas veces la función del EEI mediante la admi-
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Endoscopia
La exploración endoscópica se reserva para diferenciar la acalasia de este-
nosis orgánicas secundarias, detectar la existencia de divertículos o hernia hia-
tal que pudiera complicar el tratamiento o identificar la presencia de alteracio-
nes a nivel de la mucosa, como esofagitis. El cuerpo esofágico suele estar dilatado,
aunque en niños pequeños puede ser difícil de identificar esta dilatación, el EEI
se observa como fruncido y no se abre con la insuflación, pero se atraviesa fácil-
mente con una mínima presión del endoscopio, lo que suele ser malinterpreta-
do, informando la exploración como normal. La mucosa puede estar friable y
mostrar ulceraciones.
Tratamiento
El tratamiento de la acalasia debe estar encaminado al alivio de los síntomas,
desaparición de la obstrucción y mejoría de la disfagia.
Los tratamientos médicos se basan en conseguir la relajación del EEI, mien-
tras que los tratamientos quirúrgicos buscan destruir el EEI o disminuir su resis-
tencia.
Se considera que el tratamiento es fundamentalmente quirúrgico. Las dos
formas básicas de tratamiento son la dilatación y la operación de Heller.
Tratamiento médico
Se han realizado numerosas pruebas con distintos tratamientos médicos:
anticolinérgicos, bloqueantes del los canales del calcio y nitratos. Todos estos tra-
tamientos buscan la disminución de la presión en el EEI, pero su efecto es tran-
sitorio.
Entre los bloqueantes de los canales del calcio, el nifedipino es el más utili-
zado y el que mejores resultados ha obtenido, con dosis de 10-30 mg antes de
cada comida, pero presenta frecuentes efectos colaterales durante el tratamien-
to y la sintomatología persiste, aunque con menor intensidad.
La utilización de nitratos antes de las comidas producen una disminución de
la presión a nivel del EEI, incluso mayor que la observada con nifedipino, pero
sus efectos colaterales en niños desaconsejan su uso prolongado.
El tratamiento medico solo está indicado mientras los niños se encuentran a
la espera del tratamiento quirúrgico definitivo, o en aquellos casos que no son
susceptibles de tratamiento quirúrgico por la gravedad del paciente o la pato-
logía acompañante. Además, el tratamiento médico es claramente inferior en
resultados a la dilatación neumática con balón, que se presenta como el méto-
do quirúrgico más básico.
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Tratamiento quirúrgico
• Inyección endoscópica de toxina botulínica
La toxina botulínica, (BOtulinum TOXin o BOTOX) ha sido ampliamente uti-
lizada, como relajante de la musculatura estriada, basados en que el Botox es un
potente inhibidor de la liberación presináptica de acetilcolina.
Se utiliza inyectándolo endoscópicamente en el EEI. Múltiples estudios han
demostrado que el Botox es efectivo a corto plazo en el tratamiento de la aca-
lasia, solo de 3 a 7 meses, reduciendo la presión del EEI, mejorando el aclara-
miento esofágico y mejorando la sintomatología en el 70% de los pacientes, su
eficacia a largo plazo disminuye al 30%, siendo necesario la utilización de múl-
tiples inyecciones e incluso cirugía en la mayoría de los casos.
El Botox debería reservarse a pacientes que rechazan la cirugía o con alto
riesgo quirúrgico, niños mayores y en pacientes que continúan con sintomato-
logía tras dilatación esofágica o cardiomiotomía.
• Dilatación esofágica
La dilatación esofágica con balón, produce una notable mejoría clínica, pero
se acompaña de una tasas de perforación de hasta el 12%. Es un método más
beneficioso en adultos que en niños, y hoy sabemos que la tasa de recidiva es
mayor en los pacientes más jóvenes.
Después de una o dos sesiones de dilatación mejora el 20-40% de los pacien-
tes. Como complicaciones se encuentran: aparición de reflujo gastroesofágico, hemo-
rragia y neumonitis. Actualmente se acepta que la dilatación esofágica es menos
efectiva que lo que previamente se había publicado. En pacientes jóvenes y en los
que no responden a una sesión de dilatación, debe indicarse la cardiomiotomía.
• Cardiomiotomía
El tratamiento quirúrgico está basado en la técnica descrita por Heller hace 90
años. La intervención original de Heller requiere una incisión en el área espástica
del cardias en las caras anterior y posterior. La técnica actual o de Heller modifica-
da, consiste en una cardiomiotomía solamente anterior, que debe prolongarse hacia
la vertiente gástrica 1 cm, dividiendo la musculatura lisa sin lesionar la mucosa. Para
evitar el desarrollo de reflujo gastroesofágico, se indica rutinariamente la realiza-
ción de un procedimiento antirreflujo parcial (técnica de Thal, Dor-Thal, Toupet o
Boix-Ochoa) , mejor que una funduplicatura completa, tipo Nissen, ya que la pobre
motilidad esofágica podría hacer que apareciese disfagia de nuevo.
La cardiomiotomía puede realizarse tanto por vía abdominal como torácica,
aunque los resultados parecen ser mejores cuando se realiza por vía abdominal.
Las reintervenciones se hacen siempre por vía abdominal.
En los últimos años, el abordaje laparoscópico o toracoscópico se ha exten-
dido, obteniendo los mismos resultados que con la cirugía abierta.
Las complicaciones incluyen perforación intra o postoperatoria y recurren-
cia de los síntomas, bien por miotomía incompleta, bien por antireflujo excesi-
vamente apretado.
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3. Acalasia cricofaríngea
Aunque clásicamente la acalasia afecta al esófago distal, se han descrito casos
de acalasia cricofaríngea primaria. En esta forma existe una zona de alta pre-
sión a nivel del músculo cricofaríngeo y raramente alteraciones de la motilidad
en el cuerpo esofágico.
Los niños presentan síntomas intermitentes de dificultad para deglutir a nivel
cervical, que se manifiestan por tos y atragantamiento cuando intentan tragar.
Pueden también presentar dolor cervical durante estas crisis.
El diagnóstico definitivo suele ser difícil, ya que los estudios manométricos a
este nivel son difíciles de realizar. El tránsito con bario muestra en las proyeccio-
nes laterales un engrosamiento del músculo cricofaringeo a nivel posterior. La
mayoría de los pacientes responden a la dilatación forzada del esfínter esofágico
superior bajo anestesia general. Si este tratamiento fracasa, una miotomía cri-
cofaríngea origina un alivio total de la sintomatología con excelente resultado
a largo plazo.
1. Esclerodermia
La esclerodermia es una enfermedad sistémica de causa desconocida, carac-
terizada por una disposición anómala del colágeno y otros tejidos conectivos
en la piel y en otros órganos diana. La esclerodermia es la enfermedad del colá-
geno más característica que afecta al tracto digestivo en el 90% de los pacien-
tes, y su manifestación más común es a nivel esofágico. Los efectos sistémicos se
deben a la obliteración de los pequeños vasos, vasculitis y fibrosis secundaria.
Los datos manométricos característicos incluyen la disminución de la presión
en el EEI, contracciones de baja amplitud en el cuerpo esofágico y cuando la
enfermedad avanza más, peristaltismo anormal en la porción esofágica con mús-
culo estriado, el tercio superior. Estos trastornos esofágicos han sido también rela-
cionados con otras enfermedades del colágeno como la polimiositis, dermato-
miositis y lupus eritematoso sistémico.
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GASTROPARESIA
La gastroparesia constituye un síndrome definido por un retraso en el vacia-
miento gástrico esencialmente de sólidos, sin evidencia de obstrucción mecáni-
ca y caracterizado por nauseas crónicas, disconfort epigástrico y vómitos recu-
rrentes.
Algunos autores consideran la gastroparesia como una forma de pseudo-
obstrucción intestinal crónica, con afectación gástrica exclusiva, ya que com-
parten mucha de su sintomatología.
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existir síntomas de obstrucción mecánica, así que son de discutible utilidad para
la generalidad de los casos. Las medidas quirúrgicas pueden ser necesarias para
practicar gastrostomías descompresivas, piloroplastias, piloromiotomías o yeyu-
nostomías para alimentación.
RESUMEN
1. TM esofágicos: son provocados por alteración en los mecanismos de control
neurohormonal o muscular. Se clasifican en:
A. TME primarios:
La acalasia esofágica afecta a toda la longitud esofágica. Solo en el 4%
de los niños aparece antes de los 15 años. Los datos patológicos son
degeneración de las células ganglionares en los plexos mioentéricos y
cambios inflamatorios crónicos. La manometría muestra ondas de alta
presión en cuerpo esofágico, con elevación de la presión del EEI. La
sintomatología consiste en disfagia y síntomas respiratorios. En los niños
pequeños predomina la sintomatología respiratoria.
Rs de tórax y el tránsito son de gran ayuda diagnóstica con un esófago
proximal dilatado y un estrechamiento en pico de pájaro en la unión
esofagogástrica.
Tratamiento fundamentalmente quirúrgico: dilatación y la operación de
Heller. La dilatación esofágica es menos beneficiosa y más peligrosa en
niños que en adultos. La cardiomiotomía anterior asociada a un proce-
dimiento antirreflujo, que puede realizarse por vía abdominal o toráci-
ca, tanto por vía laparotoracoscópica como abierta.
El 90% de los tratados quirúrgicamente mejora su sintomatología.
B. TME secundarios a patología orgánica (reflujo gastroesofágico, atresia
esofágica, esofagitis cáustica).
C. TME secundarios a enfermedades generalizadas (esclerodermia, pseu-
doobstrucción intestinal crónica).
2. TM gástricos: la gastroparesia es un TM definido por un retraso en el vacia-
miento esencialmente de sólidos, sin evidencia de obstrucción mecánica y
se caracteriza por nauseas crónicas, disconfort epigástrico y vómitos recu-
rrentes.
El 50% de los casos son idiopáticos. Puede aparecer como complicación de:
cirugía, lesiones nerviosas o musculares intrínsecas y extrínsecas, infecciones,
alteraciones endocrinometabólicas, medicamentos.
Las infecciosas, gastroenteritis por rotavirus o bacterias, son transitorias y
se recuperan completamente. Al inicio del cuadro los niños presentan dila-
tación gástrica y vómitos, además de diarrea. El diagnóstico es clínico, rara
vez, están indicadas las exploraciones complementarias.
Métodos de diagnóstico: manometría gástrica, electrogastrografía, gam-
magrafía, tránsito intestinal y estudios con carbono.
El tratamiento es nutricional, sintomatológico y médico para mejorar la moti-
lidad gástrica.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 130
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Esta publicación recoge 12 pacientes pediátricos con acalasia (entre 3,5 y 7 años de edad)
tratados mediante cardiomiotomía laparoscópica con fundoplicatura anterior de Thal y Dor.
Con un seguimiento de entre 18 y 60 meses, incluyendo examen clínico y radiología con
bario. En el postoperatorio todos los pacientes recuperaron una curva normal de crecimiento
y tuvieron una resolución completa de la sintomatología respiratoria y digestiva. Un pacien-
te tuvo que ser reintervenido 2 años más tarde por persistencia de dolor, observándose una
cardiomomiotomía incompleta. Concluyen que la cardiomiotomía laparoscópica de Heller
con fundoplicatura anterior de 180º con la técnica de Thal y Dor, es una técnica útil y segu-
ra en el tratamiento de la acalasia en pacientes pediátricos.
- Gockel I, Bohl JR, Doostkam S, Eckardt VF, Junginger T. Spectrum of histopathologic
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Excelente revisión de una casuística de 25 años, con un grupo amplio de pacientes pediá-
tricos, desde los 5 meses hasta los 16 años de vida. Se ha realizado un análisis exhausti-
vo de la clínica, el modo de presentación de la enfermedad, así como los medios de diag-
nóstico utilizados a lo largo de los años. Se presentan las distintas modalidades de tratamiento
quirúrgico, describiendo sus complicaciones, y las nuevas terapias con toxina botulínica.
- Jackson CCA, Liu DC. Achalasia. En Textbook of Pediatric Gastroenterology and Nutri-
tion. Editor Stefano Guandalini. Editorial Taylor & Francis, Londres-New York, 2004.
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Heller myotomy with anterior fundoplication ameliorates symptoms of achalasia in
pediatric patients. J Am Coll Surg 2007, 204: 977-983.
Este estudio analiza los resultados después de la cardiomiotomía laparoscópica con fundo-
plicatura anterior en pacientes pediátricos y compara sus resultados con los obtenidos en adul-
tos. Las alteraciones postoperatorias son similares en adultos y niños. La cardiomiotomía lapa-
roscópica mejora la clínica en todos los pacientes y debe ser la técnica más recomendada.
- Sewell RK, Bauman NM. Congenital cricopharyngeal achalasia: management with botu-
linum toxin before myotomy. Arch Otolaryngol Head Neck Surg 2005, 131: 451-453.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 131
Diagnóstico
La secuencia diagnóstica se fundamenta en la sospecha clínica y en la exclu-
sión de causa mecánica (estudio radiológico). Posteriormente se realizarán estu-
dios analíticos para descartar una causa subyacente. Si todo es normal el cuadro
será compatible con pseudoobstrucción primaria idiopática. Los estudios de medi-
cina nuclear, manometría e histopatología ayudarán (a lo largo de la evolución
del paciente y cuando este lo requiera) a confirmar el diagnóstico, determinar la
extensión de la enfermedad y precisar el pronóstico.
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Radiología
La inmensa mayoría presentan en algún momento dilatación o niveles hidro-
aéreos característicos de obstrucción. Pueden estar ausentes en fases precoces,
sobre todo en recién nacidos.
En los estudios superiores con contraste se observa dilatación en más de la
mitad de los pacientes. La malrotación es un hallazgo relativamente frecuente
sobre todo en los cuadros congénitos (hasta diez veces más frecuente que en la
población general y hasta en un 28% de los casos) y en general no discrimina
entre cuadros neuropáticos y miopáticos. Si se asocia además estenosis hiper-
trófica de píloro puede definir un cuadro de carácter familiar.
El enema opaco puede mostrar dilatación o microcolon y la ecografía y los
estudios cistográficos descartarán la existencia de megacistis y dilatación pie-
loureteral.
Estudios analíticos
Se utilizarán fundamentalmente para la búsqueda de procesos subyacentes:
hemograma completo, velocidad de sedimentación, PCR, ionograma, bioquí-
mica que incluya glucosa, calcio, magnesio, fósforo, BUN, creatinina, enzimas
musculares, hormonas tiroideas y estudios para el virus de Epstein-Barr, citome-
galovirus y herpes. Si la clínica lo sugiere, y en función de la edad de inicio, mar-
cadores de enfermedad celíaca (AGA, ATGt), inmunoglobulinas, ionotest, mar-
cadores de autoinmunidad y de enfermedad del tejido conectivo, cribaje de
catecolaminas, medicaciones y tóxicos. La determinación de pH, láctico y pirú-
vico nos pueden sugerir la necesidad de un estudio para metabolopatías más
completo (ácidos orgánicos, aminoácidos, estudios enzimáticos, mitocondria-
les y de la cadena respiratoria). Conviene recordar que la mayoría de los casos
serán primarios.
Estudios manométricos
La manometría rectoanal se utilizará básicamente en el despistaje de la enfer-
medad de Hirschsprung. La manometría esofágica, tanto estacionaria como ambu-
latoria, informará de la participación o no de este segmento en el trastorno motor
y del carácter neuropático o miopático.
La manometría antroduodenal es la de mayor utilidad para afianzar el diag-
nóstico, descartar una obstrucción mecánica y clasificar el síndrome en neuró-
geno, miógeno o indeterminado. La existencia de una dilatación visceral impor-
tante puede hacer inviable su realización. A grandes rasgos podemos definir tres
patrones:
1. Neuropático, con ondas incoordinadas, no peristálticas y de amplitud nor-
mal.
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Estudios histológicos
Cuando el paciente lo requiera por otros motivos, durante la realización de
una laparotomía se obtendrán biopsias de pared total. Además de las tinciones
rutinarias se deben procesar muestras para microscopía electrónica y tinciones
histoquímicas incluyendo inmunohistoquímica. Los fenotipos más frecuentes
se resumen en la tabla II.
Tratamiento
Los objetivos finales del tratamiento de la pseudoobstrucción serán:
1. Mantener adecuada nutrición e hidratación.
2. Restaurar la motilidad intestinal.
3. Tratar las complicaciones, como el sobredesarrollo bacteriano y el dolor intra-
table.
Para cumplir estos objetivos se requiere de la combinación de un tratamiento
médico, quirúrgico y soporte nutricional. Siempre que sea posible se aplicará el
tratamiento específico de la causa subyacente.
Tratamiento médico
En la fase aguda se indicarán medidas para descompresión (sondaje naso-
gástrico o nasoduodenal, nursing). Reposición hidroelectrolítica con atención
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Tratamiento quirúrgico
Siempre que sea posible debe evitarse la laparotomía. Si el diagnóstico de
una causa obstructiva mecánica no se ha podido descartar por otros medios,
debe valorarse la posibilidad de laparoscopia. Las indicaciones quirúrgicas más
frecuentes en el manejo de estos pacientes son la instauración de ostomías para
alimentación (gastro-duodenostomías, yeyunostomías) y las enterostomías para
descompresión cuando fracasa el tratamiento médico. El sitio de su realización
se valorará individualmente, buscando el punto más distal posible. En general se
recurre a una ileostomía distal. Otras intervenciones menos frecuentes son las
resecciones de segmentos muy dilatados en afectaciones segmentarias, la reali-
zación de un by-pass y en casos muy seleccionados enterectomía subtotal o total.
Si la pseudoobstrucción evoluciona a fallo intestinal y la nutrición parenteral agota
sus posibilidades terapéuticas (complicaciones infecciosas graves, desarrollo de
hepatopatía, pérdida de accesos vasculares) o existe un deterioro irreversible
de la calidad de vida se planteará la realización de un trasplante.
Soporte nutricional
La gravedad de esta enfermedad obliga, en la mayoría de los pacientes pediá-
tricos, a la instauración de nutrición parenteral total o parcial, tanto en los epi-
sodios de reagudización como a largo plazo.
Inicialmente se favorecerá la alimentación vía oral con dietas como las des-
critas previamente y con suplementos en general líquidos e hipercalóricos pobres
en fibra y sin lactosa. Estas medidas no suelen ser suficientes y suele precisarse
alimentación enteral vía sonda nasogástrica, nasoduodenal, gastrostomía, gas-
troduodenostomía o yeyunostomía. Según la edad, altura de administración y
de los aportes requeridos (valorando los requerimientos calculados o estimados
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mediante balances y calorimetría y los aportes que reciba vía oral o parenteral)
se seleccionará el tipo de alimento, aporte continuo, intermitente o en bolos y el
volumen.
La nutrición parenteral prolongada se realizará siempre que sea posible de
forma domiciliaria, ciclada y manteniendo el máximo aporte nutricional tolera-
do por vía oral o enteral.
ENFERMEDAD DE HIRSCHSPRUNG
La enfermedad de Hirschsprung (EH) es un defecto congénito de la motili-
dad del colon terminal relacionada con defectos en la inervación de este seg-
mento intestinal que origina obstrucción o subobstrucción intestinal en el recién
nacido y estreñimiento pertinaz más adelante. Se llama también aganglionis-
mo cólico, porque la lesión fundamental es la ausencia de neuronas en los gan-
glios intrínsecos de los plexos intramurales del recto, de la región distal del sigma
y, en más raras ocasiones, de segmentos más extensos del intestino. Dichas neu-
ronas derivan de los neuroblastos de la cresta neural embrionaria que emigran
desde su origen a ambos lados del tubo neural cefálico para colonizar las pare-
des de las vísceras constituyendo los plexos intramurales de Meissner y de Auer-
bach. Estas neuronas, que se agrupan en ganglios, representan la segunda cone-
xión de los circuitos parasimpáticos que promueven el peristaltismo cólico, así
como las interconexiones entre plexos y el sistema que relaja la fibra lisa. Junto
a la ausencia de células ganglionares, existe una profusa red hipertrofiada de
fibras amielínicas en el lugar de los mismos. El resultado funcional de estas ano-
malías es que el recto, o los demás segmentos afectos, permanecen contraídos
y vacíos originando una obstrucción que conduce a la dilatación del colon supra-
yacente, motivo por el que la enfermedad se llamó originalmente megacolon.
Esta porción distendida tiene las paredes hipertróficas y gruesas.
El aganglionismo se limita en más del 80% de los casos al recto y parte del
sigma y solamente en unos pocos enfermos llega a afectar a la totalidad del colon.
Excepcionalmente puede extenderse a gran parte del intestino delgado y hasta
hay formas totales en las que todo el tubo digestivo carece de neuronas. Se ve
más frecuentemente en hombres que en mujeres, afecta particularmente a niños
con trisomía 21 y hay casos en los que otros miembros de ambos sexos de la
familia sufren la enfermedad, lo que sugiere un origen genético. Hoy sabemos
que en una parte de los casos, sobre todo en los casos familiares o las formas lar-
gas, hay mutaciones del protooncogén RET o de sus ligandos GDNF y NTN, de
los genes EDN3 (endotelina 3), EDNRB (receptor de la endotelina B) o de otros
como ECE-1 o el factor de trascripción SOX10, pero el patrón de herencia no ha
sido establecido con exactitud, pues hay formas autosómicas dominantes y rece-
sivas.
El diagnóstico de la enfermedad es clínico pero necesita, dado que su tra-
tamiento requiere intervenciones quirúrgicas, confirmación radiológica de la
extensión de la zona agangliónica, demostración manométrica de la disfunción
anorrectal y comprobación histológica de la inervación anormal.
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Diagnóstico
Radiología
En la placa simple del abdomen suele verse el colon dilatado y a veces tam-
bién distensión del intestino delgado. El contraste aéreo a veces permite sospe-
char la extensión del aganglionismo, pues si está dilatado el sigma solamente
puede tratarse de una afectación rectal, mientras que si lo que se ve dilatado es
el delgado puede evocarse una forma más extensa. El enema con contraste, que
debe realizarse con radioscopia y con un medio hidrosoluble para evitar la impac-
tación ulterior, no persigue rellenar el colon, sino opacificar el recto no disten-
dido hasta llegar a la zona dilatada. Esta exploración es crucial para precisar la
extensión de la enfermedad y debe hacerse siempre por un radiólogo experto
para evitar un relleno masivo que impida la visualización de la zona afecta.
Manometría
El recto y el ano están sincronizados, de modo que la distensión del primero
provoca la relajación del esfínter interno, que es la porción más distal de la mus-
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culatura circular del colon. Este reflejo inhibidor anorrectal (RIA) hace posible la defe-
cación en el individuo sano. Cuando no desean evacuar, las personas sanas pue-
den contrarrestar este reflejo con la contracción voluntaria del esfínter externo y
del elevador del ano. La ausencia de inervación en la EH hace imposible la sin-
cronización anorrectal eliminando dicho reflejo. La comprobación manométrica
de su ausencia es prácticamente patognomónica de la EH, lo que le da un interés
diagnóstico extremo. La manometría puede ser difícil en niños pequeños pero
usando sondas de tamaño adecuado puede ponerse de manifiesto, incluso en
ellos, la ausencia del RIA al distender el recto cuando hay aganglionismo.
Histología
La demostración de la ausencia de células ganglionares y de hiperprolifera-
ción de fibras colinérgicas requiere una biopsia que incluya la submucosa y las
capas musculares, lo que implica una verdadera operación transanal, aunque sea
de pequeña envergadura. Cuando el diagnóstico se requiere durante una ope-
ración por obstrucción intestinal el problema es menor, pues se biopsian las capas
musculares desde fuera de la luz. Para hacer menos invasiva la biopsia se ha desa-
rrollado una técnica histoquímica que permite demostrar, aun en biopsias muco-
sas con solamente una pequeña cantidad de submucosa, la hiperproliferación de
fibras, que se ponen de manifiesto con una tinción histoquímica, la acetilcoli-
nesterasa, que es el enzima que degrada la acetilcolina, mediador de las fibras
colinérgicas. Este procedimiento es posible realizarlo usando pinzas de biopsia
por succión, que hacen posible obtener muestras adecuadas a cualquier edad sin
anestesia ni preparación previa.
Tratamiento
El tratamiento de la EH es siempre quirúrgico y persigue la extirpación del
colon agangliónico (siempre el recto y una longitud adicional variable de intes-
tino por encima de él) y la anastomosis de colon gangliónico suprayacente con
el recto terminal lo más cerca posible del ano, preservando la continencia.
Antes de la operación pueden ser precisas medidas transanales de evacua-
ción intestinal como sondajes, enemas, tactos rectales o supositorios que pon-
gan en contacto la cámara de alta presión correspondiente al colon inervado dila-
tado con el exterior. Mediante estas medidas, conocidas como nursing, suele
resolverse la obstrucción neonatal o episodios oclusivos ulteriores. Solamente en
raras ocasiones la obstrucción no se resuelve con nursing y puede ser necesaria
una intervención quirúrgica que suele conducir a una colostomía o a una ileos-
tomía, dependiendo de la longitud del segmento agangliónico. También puede
ser precisa una enterostomía cuando se produce una enterocolitis grave en el
recién nacido o lactante joven con EH, ya que en tales casos el riesgo de muer-
te es elevado, por lo que la prioridad terapéutica es la descompresión del intes-
tino obstruido y permeabilizado a gérmenes y toxinas.
En todos los demás casos, es decir, en la gran mayoría, pues no olvidemos
que del 80 al 85% de los pacientes sufren aganglionismos rectales o rectosig-
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moideos cortos, la descompresión del colon es posible por vía transrectal, lo que
permite abordar el tratamiento definitivo sin urgencia. Hasta hace algunos años
se difería la rectosigmoidectomía definitiva hasta el final del primer año, fre-
cuentemente con una colostomía más precoz para facilitar el vaciamiento. Sin
embargo, hoy en día es una práctica común tratar a estos pacientes desde el
momento del diagnóstico, muchas veces en las primeras semanas o meses de
la vida, pues no hay evidencia de que los riesgos sean mayores, la operación es
técnicamente más sencilla y los resultados tan buenos o mejores que cuando se
opera más tarde.
Hay varias operaciones posibles, como la resección transabdominal del
colon dilatado y de la mayor parte del recto que pueda extirparse por esta vía.
Esta técnica fue descrita por Rehbein en Alemania y tiene partidarios en Euro-
pa. Otra técnica también muy popular es la propuesta por Duhamel en Fran-
cia, en la que se realiza un descenso retrorrectal del colon inervado con anas-
tomosis laterolateral al recto enfermo seccionado a nivel de la reflexión
peritoneal. Nosotros preferimos la rectosigmoidectomía abdominoperineal
con anastomosis colorrectal, propuesta por Swenson en los EE.UU., o la rec-
tosigmoidectomía abdominoperineal con disección submucosa del recto y
anastomosis coloanal, propuesta por Soave en Italia. Tanto la operación de
Swenson como la de Soave o la de Duhamel pueden ser realizadas en parte
con ayuda laparoscópica en algunos casos, lo que reduce el trauma quirúr-
gico. En los últimos tiempos, y a propuesta de De la Torre Mondragón, de
Méjico, se está popularizando rápidamente una variación puramente transa-
nal de la operación de Soave, en la que se hace la disección entre la mucosa
y la capa muscular circular del recto abriendo el peritoneo desde dentro del
mismo y ligando cuantos vasos sigmoideos sean necesarios para realizar un
descenso del colon sano y una anastomosis dentro del cilindro muscular rec-
tal entre el colon y el ano.
En nuestra opinión, intervenciones menos radicales para la EH clásica, como
la sección o extirpación de parte del esfínter interno del ano (esfinteromiotomía),
no son adecuadas, pues el beneficio temporal obtenido por el debilitamiento de
la barrera anorrectal es transitorio y no suelen obtenerse curaciones a largo plazo.
Las formas más largas, como el aganglionismo cólico total, se tratan hoy día
con intervenciones semejantes anastomosando directamente el íleon sano al ano
generalmente sin interposición de reservorios. Los raros casos de aganglionismo
intestinal total o muy extenso requieren enterostomía, reposición de las pérdi-
das y alimentación parenteral y/o enteral continuas, lo que conduce a largo plazo
a lesiones hepáticas que pueden hacer inevitable el trasplante intestinal o hepa-
tointestinal.
Los resultados de la rectosigmoidectomía, cualquiera que sea su modalidad,
son buenos en una gran mayoría de los casos (prácticamente el 90%). En el
10% restante de los casos puede persistir el estreñimiento o, lo que es peor, pro-
ducirse incontinencia. El régimen defecatorio de la gran mayoría de los niños ope-
rados con éxito de la EH rectosigmoidea clásica es prácticamente normal. Cuan-
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RESUMEN
• La pseudoobstrucción intestinal crónica es un síndrome raro caracterizado
por síntomas de obstrucción intestinal en ausencia de una lesión mecánica
que obstruya la luz. Habitualmente los niños tienen una presentación con-
génita o durante el primer año de vida y es de carácter primario.
El diagnóstico se basa en la clínica y en estudios radiológicos. Otros estudios
se orientan a descartar procesos malabsortivos, enfermedades de la mucosa
intestinal, pancreáticas, hepáticas y metabólicas. Los estudios de motilidad
afianzan el diagnóstico y orientan el pronóstico. Una manometría normal
descarta la enfermedad. Si es imprescindible la laparotomía, se puede inves-
tigar histopatológica y histoquímicamente la pared total.
El tratamiento busca aliviar la obstrucción, mejorar la motilidad, asegurar un
adecuado soporte nutricional y tratar el dolor y el sobredesarrollo bacteria-
no. Precisa de actuaciones médicas (descompresión mediante sondaje; pro-
cinéticos como cisaprida, eritromicina, análogos de colecistoquinina y octre-
ótido; analgesia; antisépticos intestinales), quirúrgicas (ostomías para
alimentación enteral y descompresión, resecciones segmentarias o amplias
o trasplante intestinal) y soporte nutricional (en la mayoría con necesidad de
nutrición parenteral total o parcial).
• La EH es una disfunción obstructiva del colon distal de origen genético en la
que faltan las neuronas de los plexos intrínsecos imposibilitando la relajación
del segmento afecto del colon que está funcionalmente paralizado. Se mani-
fiesta por obstrucción neonatal y/o estreñimiento pertinaz que se alivia vacian-
do el colon a través del ano. En ocasiones la obstrucción funcional es com-
pleta y solamente se alivia con una enterostomía. Puede asociarse una
enterocolitis grave.
El diagnóstico se hace mediante enema opaco para apreciar la extensión del
aganglionismo, manometría anorrectal para evidenciar la ausencia de reflejo ano-
rrectal inhibidor y biopsia histológica e histoquímica.
El tratamiento consiste en la extirpación del segmento enfermo y el resta-
blecimiento de la continuidad con anastomosis cerca del ano preservando la con-
tinencia. Hoy día se tiende a hacer estas operaciones en el período neonatal o
poco después y se usa cada vez más la vía transanal pura. Los resultados son exce-
lentes en la mayoría de los casos en lo referente a evacuación y continencia.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 141
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terios anatomopatológicos en los años 50 del siglo XX para diseñar una operación curati-
va de la enfermedad.
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Diagnóstico
Clínico
Diarrea prolongada en lactante menor de tres meses, particularmente duran-
te el primer mes de vida, que precisa nutrición parenteral durante más de un
mes. La diarrea es de naturaleza malabsortiva y exudativa con importante com-
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Laboratorio
Las alteraciones analíticas son inespecíficas y están relacionadas con la malab-
sorción, enteropatía exudativa y malnutrición (anemia, hipoproteinemia con hipo-
albuminemia, hipocalcemia, hipocolesterolemia, hipoprotrombinemia, acidosis
metabólica, hipokaliemia, etc.).
Biopsia yeyunal
No siempre es posible realizarla por el bajo peso y gravedad clínica. Pue-
den observarse lesiones inespecíficas de intensidad variable: atrofia vellositaria
parcial o subtotal, infiltrado inflamatorio inespecífico de la lámina propia.
Etiológico
Es obligado investigar causas específicas de malabsorción como desenca-
denantes del cuadro: insuficiencia pancreática (fibrosis quística, síndrome de
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Tratamiento
• Corrección de los trastornos hidroelectrolíticos.
• Antibioterapia sistémica o enteral en caso de infección documentada.
• Tratamiento etiológico en caso de malabsorción específica (enzimas pan-
creáticos, dieta de exclusión, aportes electrolíticos, cirugía, etc.).
• Alimentación oral o enteral a débito continuo con hidrolizados extensos o
dietas elementales.
• Evitar los intentos repetidos de realimentación porque agravan la malnutrición.
• En la mayor parte de los casos, reposo digestivo con nutrición parenteral
exclusiva durante al menos 2-3 semanas para mejorar las funciones digesti-
vas y corregir la malnutrición.
• Realimentación progresiva y prudente con dietas elementales o hidrolizados
extensos.
• Tras la curación de la diarrea, retrasar varios meses la instauración de una ali-
mentación normal con proteínas alergénicas (leche de vaca, soja, pescado, huevo).
• El tratamiento farmacológico (octreótido, loperamida, resincolestiramina,
etc.) solo está indicado en casos seleccionados.
Enteropatía autoinmune
Se define como una diarrea grave rebelde asociada a un síndrome disinmunita-
rio, sin déficit inmunológico grave, caracterizado por la presencia de autoanticuer-
pos circulantes y/o enfermedades autoinmunes. Se describió en 1978 en un adoles-
cente portador de un déficit de IgA y posteriormente se observó su carácter familiar.
Diagnóstico
Clínico
Comienzo tardío, generalmente del 2º al 4º mes, afecta fundamentalmente
a varones (80%), con frecuencia tiene carácter familiar y se manifiesta como una
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diarrea secretora profusa (50-100 ml/kg/día) con elevado contenido en sodio (80-
130 mEq/L), a veces con componente hemorrágico (anemia) o exudativo (hipo-
albuminemia). Con frecuencia la diarrea se precede, asocia o se continúa de mani-
festaciones autoinmunes (diabetes, nefropatía, hipotiroidismo, anemia hemolítica).
Histológico
Atrofia vellositaria grave con hiperplasia críptica e infiltrado mononuclear de
linfocitos y macrófagos en la lámina propria. Puede afectar al estómago, intesti-
no delgado y colon.
Inmunológico
Anticuerpos antienterocito, sobre todo IgG, pero también pueden ser IgA e
IgM. Pueden detectarse también autoanticuerpos (antimúsculo liso, antitúbulo
renal, antitiroideos, antiislotes pancreáticos).
Tratamiento
• La diarrea secretora no responde a medidas dietéticas.
• Nutrición parenteral exclusiva prolongada.
• Corticoterapia, sola o asociada a inmunomoduladores: azatioprina, micofe-
nolato, ciclofosfamida, ciclosporina, tacrolimus, sirolimus, infliximab.
• Respuesta variable y recaída frecuente al suspender los inmunosupresores.
• Habitualmente no hay indicación de trasplante intestinal.
• Se ha propuesto la posibilidad de trasplante de médula ósea.
Diagnóstico
Clínico
Diarrea secretora profusa (sodio fecal > 100 mEq/L) de comienzo neonatal,
con contenido mucoso abundante que persiste pese al reposo intestinal. Habi-
tualmente no hay antecedente de polihidramnios. Posible antecedente familiar
de cuadro similar.
Histológico
El microscopio óptico permite apreciar una imagen de atrofia vellositaria
en grado variable, sin hiperplasia críptica llamativa con acumulación de material
PAS positivo en la zona cercana al borde en cepillo y sin infiltrado inflamatorio.
No obstante, las alteraciones vellositarias no son constantes, pudiendo presen-
tar una mucosa de aspecto normal. Utilizando anticuerpos antiantígeno carci-
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Tratamiento
• Esta diarrea es absolutamente intratable.
• No responde al reposo intestinal ni a ningún fármaco.
• Nutrición parenteral con carácter definitivo.
• Trasplante intestinal.
Diagnóstico
Clínico
Diarrea secretora de comienzo neonatal que no responde al reposo intesti-
nal. Posible antecedente de consanguinidad o fallecimientos familiares por dia-
rrea inexplicada.
Histológico
Atrofia vellositaria constante, a menudo moderada, con lesión epitelial. El
epitelio de superficie es hiperplásico con apilamiento de enterocitos o extrusión
enterocitaria hacia la luz intestinal, dando una imagen en penacho (tufting
enteropathy). Las criptas tienen un aspecto anormal con dilataciones pseudo-
quísticas y criptas ramificadas. Disminución del número de linfocitos intraepite-
liales. Anomalías de la laminina y el proteoglicano a nivel de la membrana basal
del epitelio intestinal.
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Tratamiento
• Diarrea intratable que no responde al reposo intestinal.
• Nutrición parenteral definitiva.
• Trasplante intestinal.
OTROS TRASTORNOS
Síndrome IPEX
El síndrome IPEX (inmunidad, poliendocrinopatía, enteropatía y ligado al cro-
mosoma X) es un trastorno específico de enteropatía autoinmune, de carácter
familiar, producido por mutaciones del gen FOXP3, caracterizado por diarrea
secretora (150 ml/kg/día; Na >100 mEq/L) de comienzo precoz (<3 meses)
que se asocia a diabetes y otras manifestaciones.
Clínica
Diarrea secretora, intolerancia alimentaria, diabetes mellitus, dermatitis ató-
pica, hipotiroidismo, glomerulonefritis, tubulopatía renal, anemia hemolítica,
trombopenia, malnutrición y fracaso de desarrollo.
Diagnóstico
Los estudios endoscópicos alto y bajo muestran la existencia de una muco-
sa de aspecto granular. El estudio histológico demuestra una atrofia vellositaria
moderada o intensa con infiltrado mononuclear masivo. Es frecuente la eosino-
filia periférica con IgE muy elevada. La presencia de autoanticuerpos positivos es
variable.
Tratamiento
Es similar al descrito en la enteropatía autoinmune.
Diarrea sindrómica
Trastorno muy raro, de probable herencia autosómica recesiva, caracteriza-
do por diarrea intratable de inicio precoz que se asocia a dismorfia facial, retra-
so mental, tricorrexis nodosa, insuficiencia hepática y, ocasionalmente, a inmu-
nodeficiencia. Los pacientes presentan lesión vellositaria en grado variable y es
frecuente la mortalidad precoz.
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Anendocrinosis entérica
Es el trastorno de descripción más reciente. Se caracteriza por una diarrea
malabsortiva intratable de comienzo neonatal que afecta a varones y se asocia
a mutaciones de la neurogenina 3. Es frecuente el desarrollo evolutivo de dia-
betes mellitus tipo 1. Los autoanticuerpos son negativos y el estudio histológi-
co con tinciones específicas (cromogranina y sinaptofisina) pone de manifiesto
la ausencia de células enteroendocrinas en el intestino delgado y colon. El cua-
dro no responde al tratamiento inmunosupresor y precisa nutrición parenteral
prolongada.
RESUMEN
El síndrome de diarrea grave rebelde ha evolucionado en los aspectos con-
ceptuales y pronóstico con relación a la mejora del tratamiento nutricional y
de la calidad del estudio histológico. Actualmente incluye dos situaciones clí-
nicas diferentes: diarrea grave prolongada y diarrea grave rebelde. La dia-
rrea grave prolongada se inicia en el primer trimestre de vida en forma de dia-
rrea persistente con compromiso nutricional, estableciéndose un círculo vicioso
de diarrea-malabsorción-malnutrición. Habitualmente el cuadro responde al
reposo intestinal con nutrición parenteral. El término de diarrea grave rebel-
de se reserva para los casos refractarios al tratamiento, y que dependen de
nutrición parenteral prolongada o definitiva, como son los trastornos autoin-
munes y las anomalías mucosas. La enteropatía autoinmune se manifiesta
como una diarrea secretora o exudativa de comienzo tardío, con anticuerpos
antienterocito y autoanticuerpos circulantes, que precisa nutrición parenteral
prolongada y tratamiento inmunomodulador. La atrofia microvellositaria y la
displasia epitelial intestinal son trastornos familiares de probable transmisión
autosómica recesiva, que se manifiestan en forma de diarrea secretora intra-
table de comienzo neonatal. El diagnóstico es histológico y precisan nutrición
parenteral definitiva y trasplante intestinal. Otros trastornos raros y mal cla-
sificados pueden igualmente producir un fracaso intestinal prolongado o per-
manente.
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BIBLIOGRAFÍA
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Estudio multicéntrico italiano de 3 años de duración en el que se analiza una serie de 32
niños afectos de diarrea grave rebelde. Las causas más frecuentes fueron enteropatía autoin-
mune y atrofia microvellositaria y, en notable menor medida, intolerancia alimentaria y sín-
drome postenteritis. Siete pacientes fallecieron y 15 precisaron nutrición parenteral defini-
tiva y algunos trasplante intestinal.
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Serie de seis niños con displasia epitelial. Todos presentaban diarrea secretora intratable
que requirió nutrición parenteral permanente. Familiaridad en cuatro casos. El estudio
histológico demostró displasia epitelial con imagen en penacho y anomalías crípticas con
formación de pseudoquistes glandulares.
- Goulet OJ, Brousse N, Canioni D, Walker-Smith JA, Schmitz J, Phillips AD. Syndrome of
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cal survey of 47 cases. J Pediatr Gastroenterol Nutr 1998; 26: 151-61.
Estudio clínico-patológico multicéntrico retrospectivo de una serie de 47 pacientes con atro-
fia vellositaria persistente. El grupo I corresponde a pacientes con enteropatía autoinmu-
ne que presentan diarrea exudativa o secretora de comienzo tardío, anticuerpos antiente-
rocito positivos y asociación o no con otras enfermedades autoinmunes. El grupo II, con
diarrea secretora de presentación precoz, incluye pacientes con displasia epitelial y dia-
rrea sindrómica.
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FISIOPATOLOGÍA
Las consecuencias fisiopatológicas de la resección intestinal dependen del
grado y localización de la resección, de la integridad y adaptación del intestino
restante y de los efectos secundarios sobre otros órganos. Se ha considerado que
la resección del 25% del intestino delgado tiene solo efectos menores; la resec-
ción del 50% acarrea una malabsorción moderada, y si es del 75% provoca malab-
sorción grave con importantes problemas nutricionales. Por otra parte, metabó-
licamente, la pérdida del íleon es más perjudicial que la pérdida de yeyuno, no
solo por ser el lugar para la absorción selectiva de vitamina B12 y reabsorción de
ácidos biliares: el íleon posee mayor capacidad de adaptación que el yeyuno, y
además la resección de íleon disminuye el tiempo de contacto entre los nutrien-
tes luminales, las enzimas digestivas y la superficie absortiva. La pérdida de la vál-
vula ileocecal no solo produce un acortamiento del tiempo de tránsito, sino que
también facilita la colonización bacteriana retrógrada del intestino delgado. El
colon es imprescindible para la absorción de gran cantidad de agua y sodio, por
lo que la colectomía total puede conllevar problemas hidroelectrolíticos, espe-
cialmente si se acompaña de resección de intestino delgado.
La consecuencia de una ablación extensa de intestino delgado es la pro-
ducción de diarrea con malabsorción de macro y micronutrientes existiendo fuer-
te correlación entre la masa residual de enterocitos y el nivel de citrulina en
sangre, con menor concentración plasmática a mayor resección intestinal. La
malabsorción puede incluir a nutrientes, fluidos o electrolitos. Existe hipergastri-
nemia por pérdida del control del feedback que produce hipersecreción ácida, lo
que explica, al menos parcialmente, la enfermedad péptica y la esofagitis, tan
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ADAPTACIÓN INTESTINAL
Tras un tiempo variable de dependencia de la NP, algunos pacientes alcan-
zan la adaptación intestinal, siendo posible de ese modo la retirada de la NP. El
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TRATAMIENTO
Debe ser individualizado según edad del paciente, patología de base, exten-
sión y localización de la resección, presencia de válvula íleocecal, y por el estado
anatómico y funcional del colon. Los objetivos del tratamiento son: a) conseguir
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Nutrición enteral
La nutrición luminal, aunque sea mínima, es esencial para la adaptación intes-
tinal. Cuando la pérdida de líquidos y electrolitos ha disminuido, se inicia la nutri-
ción enteral en forma de dieta elemental o semielemental. Hasta ahora no ha
sido determinada la fórmula ideal para el niño con SIC. Es importante prestar
atención a la grasa de la fórmula, pues en estas condiciones es el nutriente más
importante; los ácidos grasos de cadena larga poseen mayor efecto trófico que
la grasa de cadena media, producen menor carga osmótica y además no cons-
tituyen un substrato apropiado para la proliferación bacteriana.
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Tratamiento farmacológico
1. Afectada la digestión luminal como consecuencia de la interrupción de la cir-
culación enterohepática de ácidos biliares o por dilución de excesivas secre-
ciones gastrointestinales, se recomienda la colestiramina con cubierta enté-
rica para tratar el efecto catártico de los ácidos biliares que ocasionan diarrea
acuosa, aunque en los casos de resección ileal masiva puede incrementar la
esteatorrea al reducir la concentración de ácidos biliares.
2. La hipergastrinemia es habitual en estos pacientes y puede ser responsable
parcialmente de la diarrea acuosa. Se aconseja el uso de un antisecretor, rani-
tidina o de omeprazol, para limitar la hipersecreción gástrica, aunque real-
mente el tratamiento influye poco en la disminución de la diarrea.
3. Si la pérdida intestinal de agua y sodio es elevada, puede administrarse octre-
ótido, pero tiene efecto negativo sobre el proceso adaptativo intestinal, pero
puede ser útil en casos bien seleccionados.
4. La administración profiláctica de antibióticos durante 10-14 días por mes
puede ser necesario, puesto que existe un SBI que se desarrolla como con-
secuencia de hipoperistalsis, por obstrucción incompleta, o por ausencia
de la válvula íleocecal. La pauta más utilizada es la administración oral de
metronidazol solo o en combinación con gentamicina o trimetropin-sulfa-
metoxazol. El carácter eosinofílico del proceso inflamatorio intestinal sugie-
re un mecanismo de hipersensibilidad posiblemente mediado por el exa-
gerado número de bacterias adherentes a la superficie mucosa intestinal, lo
que justifica el tratamiento combinado de antibióticos y antiinflamatorios.
En determinados casos se puede combinar con sulfasalazina y prednisona en
caso de producción de enterocolitis. En ausencia de válvula ileocecal puede
reducirse el SBI con enema de limpieza con suero fisiológico.
5. Hasta hace poco se había preconizado el uso de probióticos como Lactoba-
cilus o Sacharomyces boulardii por su acción beneficiosa sobre la flora coló-
nica. Actualmente se sabe que la administración de Lactobacillus GG no solo
no mejora el estado de hiperpermeabilidad intestinal en niños con SIC; ade-
más existe un aumento del riesgo de bacteriemia especialmente si es por-
tador de catéter venoso central.
6. Es útil la aplicación de eritromicina a dosis de procinético para mejorar el
vaciamiento gástrico y la deficiente peristalsis. El empleo de antiperistálticos
,como loperamida, puede llegar en ocasiones a exacerbar el SBI.
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RESUMEN
El síndrome de intestino corto se produce cuando la malabsorción ocurre
como resultado de una resección intestinal extensa. El proceso de adaptación
intestinal incluye un aumento en el diámetro intestinal, altura vellositaria y en
la longitud intestinal. Los aspectos básicos del tratamiento consisten en nutrición
parenteral bien monitorizada, evitando las infecciones y consiguiendo de forma
progresiva, con los ajustes en la nutrición enteral, una adaptación intestinal efi-
caz. Desgraciadamente, algunos niños desarrollan diversas complicaciones como
sepsis secundarias a catéter, trombosis del acceso vascular y enfermedad hepá-
tica. Las condicionesde asepsia, así como el empleo de la nutrición parenteral
cíclica domiciliaria, llegan a conseguir notables avances en el futuro de estos
pacientesque en determinados casos pasa obligatoriamente por el trasplante
de intestino delgado solo o combinado con el de hígado.
BIBLIOGRAFÍA
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Las medidas para la prevención de la hepatopatía colostásica desben ser consideradas desde
la fase inicial del tratamiento con nutrición parenteral total. La reducción en el aporte de
glucosa, lípidos y proteínas debe ser evaluada meticulosamente.
- Pager DR, Marcon M, Wales P, Pencharz PB. Use of N-Acetyl Cysteine for the treatment
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tion. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2008;46:220-223
La administración de cisteína en perfusión endovenosa de 12-14 horas reduce el estrés oxi-
dativo sobre el hígado con colestasis, especialmente si recibe solución de nutrición paren-
teral rica en metionina y pobre en cisteína.
- Spencer AU, Neaga A, West B, Safran J, Brown P, Btaiche I, et al. Pediatric short bowel
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La colestasis y la longitud del intestino delgado ajustado a la edad son los mejores predic-
tores de mortalidad en pacientes pediátricos con síndrome de intestino corto. La longitud
intestinal ajustada a la edad y la válvula ileocecal son buenos predictores para la retirada
de la nutrición parenteral
- Goulet O, Sauvat F. Short bowel syndrome and intestinal transplantation in children.
Curr Opin Clin Nutr Metab Care. 2006;9(3):304-13
Los pacientes con enfermedad hepática avanzada en fase terminal, presentan un elevado
riesgo antes y después del trasplante intestinal.
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HIDRATOS DE CARBONO
La asimilación de los hidratos de carbono requiere la hidrolisis de los mismos
hasta los monosacáridos que los constituyen y posteriormente la captación de
estos monosacáridos por la mucosa intestinal y su transporte por mecanismos
selectivos.
Los hidratos de carbono son hidrolizados hasta glucosa, fructosa y galacto-
sa antes de ser absorbidos. La absorción a través del ribete en cepillo y de la mem-
brana basolateral del enterocito es mediada por un mecanismo sodio-depen-
diente.
La glucosa y galactosa se transportan por un transportador común (SGLT1)
mientras que la fructosa lo hace por la acción de un transportador único (GLUT5).
La salida de estos monosacáridos desde la célula se hace por medio de un
transportador a través de la membrana basolateral por acción de dos transpor-
tadores GLUT2 y GLUT5. La mutación de SGLT1 causa un defecto grave en la
absorción de glucosa y galactosa, pero la mutación de GLUT2 afecta poco al
transporte de glucosa y galactosa.
Estudios realizados en pacientes afectos de síndrome de Fanconi-Bickel sugie-
ren que puede existir otro mecanismo que permita la salida celular de glucosa
y galactosa por exocitosis.
Cuando existe una alteración en estos mecanismos de hidrolisis y/o trans-
porte, independientemente de la causa, se producen síntomas relacionados con
la presencia intraluminal de azúcares no digeridos que llegan intactos al colon,
donde son atacados por la flora intestinal, dando lugar a monosacáridos, áci-
dos orgánicos de cadena corta como láctico, butírico, propiónico y acético, anhí-
drido carbónico e hidrógeno, que son osmóticamente activos y condicionan la
sintomatología del trastorno: diarrea generalmente acuosa, con emisión explo-
siva de heces, borborigmos, dolor abdominal, eritema perianal y meteorismo.
Los defectos selectivos de absorción de hidratos de carbono congénitos
son raros y afectan a la absorción de glucosa y galactosa, fundamentalmente.
Son el resultado de una alteración genéticamente condicionada en el mecanis-
mo de transporte en la mucosa intestinal de glucosa, galactosa y sodio que com-
parten el mismo sistema de absorción. Los sujetos heterocigotos no presentan
ninguna sintomatología. En algunos casos también se han descrito trastornos
selectivos de absorción de monosacáridos secundarios a infecciones entéricas
graves con lesión de la mucosa intestinal.
Las manifestaciones clínicas de esta anomalía congénita se inician de inme-
diato o en los primeros días de vida del recién nacido tras la ingesta de leche cuya
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PROTEÍNAS
Son macromoléculas constituidas por aminoácidos que desempeñan impor-
tantes papeles fisiológicos.
La digestión se inicia en el estómago y continúa en el intestino delgado
por acción de los enzimas proteolíticos que son segregados en forma de pro-
fermentos y que se activan por proteolisis. La pérdida de un pequeño fragmen-
to proteico convierte el profermento en fermento activo. El resultado final de la
acción coordinada de las diferentes peptidasas da lugar a péptidos de pequeño
tamaño, entre 2 y 6 aminoácidos y a aminoácidos libres.
A nivel del ribete en cepillo del enterocito también actúan peptidasas para
convertir los oligopéptidos resultantes de la digestión intraluminal en péptidos de
2 ó 3 moléculas de aminoácidos o aminoácidos libres para poder absorberlos.
El transporte de aminoácidos en el riñón e intestino es importante para apor-
tarlos a todos los tejidos y mantener la homeostasis de aminoácidos en plasma.
La importancia de la integridad funcional de los mecanismos de transporte se
demuestra al estudiar las consecuencias de alteraciones de estos procesos de
absorción y transporte (enfermedad de Hartnup, y otras).
En los últimos 15 años se han descrito muchos transportadores específicos y
ello ha permitido definir estos trastornos a nivel molecular, y ha contribuido tam-
bién a conocer la cooperación entre transportadores apicales y basolaterales de
las membranas celulares. Este transporte no solo utiliza mecanismos sodio-depen-
dientes, sino también el gradiente de otros aminoácidos y mecanismos relacio-
nados con la bomba de protones.
Con muy escasas excepciones los aminoácidos son transportados indivi-
dualmente por más de un transportador y así se facilita la capacidad de reserva
en casos de alteración de un determinado sistema de transporte.
Existen mecanismos de transporte de aminoácidos selectivos: específicos para
aminoácidos dicarboxílicos (glutámico y aspártico), iminoácidos (prolina, hidro-
xiprolina), neutros (valina y leucina), básicos como la lisina, etc.
En todos los casos se trata de un transporte activo que consume energía y
es análogo al existente en el túbulo renal, lo que justifica la coexistencia de
anomalías de transporte a nivel intestinal y del túbulo renal.
Las consecuencias de las alteraciones del transporte de los aminoácidos a
nivel intestinal son muy variables, desde sólo eliminación anormal de aminoáci-
dos sin traducción clínica hasta enfermedades graves. El trastorno más frecuen-
te es la alteración en el transporte de la cistina, denominado cistinuria.
En la cistinuria se describe un defecto en la reabsorción de cistina, ornitina,
arginina y lisina en los túbulos renales y también en la mucosa del intestino. Estos
pacientes muestran tendencia a la formación de cálculos renales, que pueden ser
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Enfermedad de Hartnup
Es una enfermedad autosómica recesiva, en la que existe un defecto en el
transporte de aminoácidos neutros (monoaminocarboxílicos) en la mucosa intes-
tinal y en los túbulos renales.
Muchos niños afectados por esta enfermedad permanecen asintomáticos,
pero lo más frecuente es que aparezcan lesiones de fotosensibilidad cutánea. Tras
las primeras exposiciones al sol la piel se vuelve áspera y eritematosa y poste-
riormente, si se prolonga la exposición al sol, aparecen lesiones similares a las de
la pelagra y de la misma localización. Puede aparecer también ataxia intermi-
tente. Hay algún caso descrito con déficit mental y otros con irritabilidad, ines-
tabilidad psicoafectiva y tendencia a la autolisis.
El polimorfismo clínico parece tener relación, sobre todo, con la gravedad
del defecto de la afectación intestinal.
El diagnóstico se sospecha por la semiología y los datos de laboratorio más
llamativos. Estos son la excreción exagerada de aminoácidos neutros: alanina,
serina, treonina, valina, leucina, isoleucina, fenilalanina, triptófano, tirosina e his-
tidina. La eliminación urinaria de prolina, hidroxiprolina y arginina es normal,
dato este que establece la diferencia con el síndrome de Fanconi. La concentra-
ción plasmática de aminoácidos neutros es normal, debido a que la absorción de
dipéptidos permanece conservada y se comprueba un aumento importante de
eliminación de derivados indólicos, ya que el triptófano no absorbido es degra-
dado en el intestino por las bacterias.
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RESUMEN
Los defectos selectivos del transporte de nutrientes a nivel de intestino son tras-
tornos poco frecuentes que presentan un espectro clínico muy variable que, en
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 165
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Es un capítulo redactado por un experto en la materia que revisa meticulosamente los dife-
rentes trastornos congénitos del transporte de nutrientes en el intestino. Aporta datos muy
interesantes respecto a las manifestaciones clínicas que pueden ayudar a establecer el diag-
nóstico de sospecha y da normas de diagnóstico por el laboratorio y sobre el tratamiento.
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En este trabajo se realiza una revisión exhaustiva de los trastornos de absorción de grasas
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En este capítulo se revisan los aspectos nutricionales de las proteínas y se analiza el pro-
ceso de digestión intraluminal y transporte intestinal, analizando los mecanismos comunes
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para cada grupo de aminoácidos. La lectura de este capítulo permite conocer la fisiología
de la absorción de las proteínas, lo que permite comprender mejor las anomalías de este
transporte.
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ELEMENTOS TRAZA
Se consideran elementos traza aquellos elementos de la dieta humana que
encontrándose en cantidades mínimas en el organismo desempeñan un papel
fisiológico fundamental en el metabolismo celular y en la protección del orga-
nismo contra los daños de la oxidación.
Se define como elemento traza aquel que constituye menos del 0,005-0,01%
del peso corporal total. A nivel práctico se diferencian de los minerales en que su
necesidad diaria en la ingesta es menor de 100 mg.
Aunque no todos tienen la misma importancia en términos de salud públi-
ca, los elementos traza son imprescindibles en el metabolismo celular y en los
fenómenos de reproducción y supervivencia, tanto a nivel animal como vegetal.
Estos micronutrientes a diferencia de las proteínas, las grasas y los principales
minerales, no contribuyen a la formación de la estructura corporal, ni sirven como
depósitos de energía.
En la actualidad se conoce el efecto que producen tanto el exceso como la caren-
cia de los siguientes elementos traza: yodo, zinc, cobre, selenio, molibdeno y cromo.
Otros, como el manganeso, se sabe que tiene un papel importante al actuar como
cofactor enzimático, sin que hasta el momento su carencia o exceso hayan tenido
repercusiones en la nutrición humana. El cobalto sólo es esencial como componente
de la vitamina B12. No se incluye en este grupo al flúor, porque su acción funda-
mental es la de un agente farmacológico beneficioso para la higiene dental.
Otros micronutrientes denominados ultraoligoelementos (boro, silicio, vana-
dio, níquel y arsénico) también pueden ser esenciales para la salud humana, pero
se precisan cantidades tan pequeñas de los mismos en relación a su aporte habi-
tual en la dieta y en otras fuentes del entorno que la aparición de síntomas en
relación a su carencia es excepcional.
Los oligoelementos esenciales, a excepción del yodo que es imprescindible
para la formación de las hormonas tiroideas, actúan como componentes de meta-
loenzimas y de otras proteínas (hemoglobina, mioglobina), o como cofactores
de enzimas. Esas funciones explican que sean imprescindibles para mantener la
integridad estructural y/o mejorar la función de compuestos tan diferentes como
los ácidos nucleicos, las porfirinas, la insulina y la vitamina B12.
Basándonos en su comportamiento bioquímico distinguimos dos tipos de
elementos traza:
- Oligoelementos aniónicos: yodo y selenio, caracterizados por atravesar las
membranas celulares con facilidad, tener una buena y sencilla absorción y
circular unidos a diversas proteínas no específicas. Su excreción es funda-
mentalmente urinaria.
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VALORACIÓN CLÍNICA
En el año 2004 la Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación, y la Organización Mundial de la Salud publicaron los requeri-
mientos y rangos de seguridad de los oligoelementos, su papel fisiológico, su bio-
disponibilidad y las interacciones que pueden desencadenar. Los requerimientos
descritos en esta revisión corresponden a la última publicación del Comité de
Nutrición de la Academia Americana de Pediatría para el bienio 2003-2004.
La mayoría de los oligoelementos, a excepción del hierro (posee índices de
valoración nutricional específicos), del cobre (buena correlación sérica) y del man-
ganeso (adecuada correlación eritrocitaria), presentan una pobre correlación
entre sus depósitos corporales y su concentración sérica o eritrocitaria, de ahí que
su utilidad en la valoración del estado nutricional esté limitada.
Para solucionar este problema se ha intentado, aunque con poco éxito, estu-
diar la actividad de las metaloenzimas de estos micronutrientes como método
de valoración nutricional, pudiendo en el momento actual realizar el estudio de
la eritrocito superóxido-dismutasa en la insuficiencia prolongada del cobre y la
cuantificación sérica de la glutatión-peroxidasa en la insuficiencia de selenio. Se
desconocen los índices satisfactorios del estado nutricional del molibdeno y del
cromo.
La edad pediátrica engloba situaciones clínicas específicas en las que el défi-
cit de estos micronutrientes puede verse favorecido: la prematuridad extrema,
los recién nacidos con muy bajo peso al nacer, los lactantes con enfermedades
crónicas que se acompañen de malnutrición, los pacientes tributarios de nutri-
ción parenteral y el consumo incrementado de alimentos manufacturados expues-
tos a cuadros carenciales o de intoxicación.
Las insuficiencias de micronutrientes que se ven con más frecuencia en nues-
tro medio son la deficiencia de hierro y de yodo (esta última limitada a zonas
endémicas y a poblaciones inmigrantes), siguiéndoles en importancia clínica el
déficit de zinc, cuya carencia, a expensas sobre todo de los países en vías de desa-
rrollo alcanza, según la OMS, al 30% de la población.
HIERRO
El hierro es un componente esencial del hemo, el cual forma parte de diver-
sas proteínas necesarias para el metabolismo oxidativo. Como parte de la hemo-
globina el hierro es necesario para el transporte del oxígeno desde los pulmones
hasta los tejidos, y como parte de la mioglobina es necesario para almacenar el
oxígeno utilizado en la contracción muscular. Además, forma parte de enzimas
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YODO
Su importancia biológica se debe a que forma parte de las hormonas tiroi-
deas T3 y T4, las cuales desempeñan una labor fundamental en los fenómenos de
crecimiento y de desarrollo del sistema nervioso central, así como en los proce-
sos de génesis de calor y de regulación del metabolismo basal, mediante incre-
mento del consumo de ATP.
Está presente en los alimentos, sobre todo en forma de yoduros y en menor
medida unido como covalente a aminoácidos. Aunque su contenido varía depen-
diendo de la composición del suelo y por la diferente forma de realizar los culti-
vos, sus principales fuentes dietéticas son los pescados, los crustáceos y los maris-
cos. Su concentración en otros alimentos como cereales, leche y derivados, aves,
huevos y vegetales, depende de la riqueza de yodo en esos suelos y en el agua,
y de la composición de los piensos que sirven de alimento a esos animales.
Otro hecho relevante que debemos tener en cuenta a la hora de valorar su inges-
ta es que los procesos de cocción y almacenamiento por calor van a reducir su
contenido en diverso grado: hervido el 60%, el asado a la pancha en un 23% y
la fritura un 20%.
Su vía de ingreso en el organismo es digestiva con una absorción rápida y
completa (salvo que su ingreso sea en forma de hormonas tiroideas presentes en
alimentos de origen animal, en cuyo caso la disponibilidad no supera el 50%)
por el intestino delgado, siendo el sistema excretor renal el responsable de su
regulación.
La excreción urinaria es un indicador sensible de la ingesta y del estado nutri-
cional del yodo, considerándose un nivel adecuado aquel que sea igual o supe-
rior a 100 µg de I/g de creatinina. Hablaremos de riesgo de deficiencia si sus nive-
les oscilan entre 50 y 100, moderada entre 50 y 30, y grave si sus niveles no
alcanzan los 30 µg.
La ingesta media recomendada para la población infantil depende de su edad:
• Primer año de vida: 110-130 µg/día.
• De 1 a 8 años: 90 µg/día.
• De 7 a 12 años: 120 µg/día.
• Adolescentes: 120-150 µg/día (necesidades similares a la población adulta).
De las necesidades de yodo referidas, solo las del primer año y sobre todo
las del primer semestre en casos de niños prematuros son las menos precisas, y
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Zinc
El zinc interviene en tal cantidad de procesos biológicos como componen-
te enzimático que es difícil conocer qué función se altera con su deficiencia. Se
sabe que su déficit se asocia con disfunción del sistema inmune, retraso del cre-
cimiento y alto riesgo de muerte por diarrea e infección respiratoria aguda, sobre
todo en países en vías de desarrollo.
Además, el zinc al actuar como estabilizador de las membranas celulares desem-
peña un importante papel no solo en las funciones inmunitarias, sino también en
la resistencia celular al daño de los radicales libres. En los últimos años también se
ha demostrado que desempeña un papel esencial en la transcripción génica.
El ser humano adulto se estima que contiene aproximadamente 1,6 g de
zinc, localizándose sobre todo en el sitema musculoesquelético, a excepción del
recién nacido en el que el 25% del mismo se localiza en el hígado. Su déficit es
uno de los más frecuentes entre los micronutrientes en niños menores de cinco
años en países en desarrollo. Alrededor del 30% de la población mundial tiene
déficit de zinc, debido a que su principal fuente de incorporación es la carne roja,
cara y escasa para la población de esos países.
El zinc es absorbido a nivel de las vellosidades intestinales por un proceso
saturable mediado por un transportador y por difusión no saturable. Aunque es
probable que comparta el receptor e incluso el transportador con el hierro, no
parece que la absorción de hierro interfiera su absorción hasta límites de reper-
cusión clínica. De hecho, apenas se conocen otros componentes de la dieta que
pueden inhibir su absorción.
Su concentración media en suero es de 80 µg/dl, cifras similares a las obte-
nidas en lactantes alimentados con leche materna y con leche adaptada.
A nivel clínico su evaluación nutricional es compleja, porque sus niveles séri-
cos dependen de tantos factores que podría ocurrir que en estados catabólicos
francos su concentración plasmática fuera normal o incluso elevada como con-
secuencia de su liberación de los tejidos al líquido extracelular.
En la actualidad parece que la determinación más útil para definir su valo-
ración nutricional es la cuantificación de la concentración de metalotioneína eri-
trocitaria o plasmática. El descenso de metalotioneína en presencia de cifras séri-
cas bajas de zinc indica un déficit franco de dicho oligoelemento, que obligaría
a su reposición farmacológica.
La síntesis proteica depende de numerosas enzimas que contienen zinc, y
como el sistema inmunológico, la piel y el tubo digestivo poseen un elevado ritmo
de síntesis proteica, su déficit va a repercutir en las funciones de los mismos pro-
duciendo: anorexia, acrodermatitis, retraso del crecimiento, alopecia, diarrea,
retraso de la maduración sexual y disminución de la inmunidad con incremen-
to del riesgo a las infecciones.
La cuantificación sérica de zinc en los pacientes con desnutrición funda-
mentalmente proteica está casi siempre disminuida, probablemente por la baja
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Cobre
Su importancia nutricional se relaciona con su necesidad para el buen fun-
cionamiento de diferentes e imprescindibles mecanismos metabólicos en los que
intervienen: citocromo C-oxidasa, superóxido dismutasa, tirosinasa, aminooxi-
dasa, dopamina-β-hidroxilasa, lisil oxidasa, ceruloplasmina y factor de la coa-
gulación.
Su absorción se produce fundamentalmente en los tramos altos del intesti-
no delgado, pudiendo ser absorbido, en condiciones favorables, hasta un ter-
cio del cobre ingerido, el cual es finalmente incorporado al tejido hepático. A
nivel plasmático, a excepción de en sangre portal en donde va unido a la albú-
mina, va ligado en un 90% a la ceruloplasmina.
Su excreción es fundamentalmente biliar, con pérdidas adicionales por la piel
en forma de sudor.
Para realizar una valoración nutricional del cobre disponemos de dos pará-
metros fiables a nivel sérico: su propia cuantificación y la concentración sérica de
la ceruloplasmina, siendo ambos parámetros útiles para detectar su déficit,
aunque teniendo siempre en cuenta que la ceruloplasmina, como reactante de
fase aguda que es, puede aportar una información limitada en aquellos pacien-
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Manganeso
La enzimas que contiene manganeso son la arginasa, la piruvato carboxila-
sa y la manganeso-superóxido dismutasa. Se calcula que un ser humano adulto
contiene de 11 a 22 mg de manganeso, siendo a nivel de hueso, hígado, pán-
creas y riñón donde alcanza sus mayores concentraciones. A diferencia del cobre
no se han identificado proteínas que lo almacenen.
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Selenio
Es un componente de la enzima glutatión peroxidasa que protege a las mem-
branas celulares de la acción de los peróxidos lípidos y de los radicales libres,
desempeñando, al igual que la vitamina E, una importante función antioxidan-
te. Además, la glutatión oxidasa tiene una importante función inmunitaria al capa-
citar a los neutrófilos y a los macrófagos para completar la lisis intracelular.
El selenio está presente en los alimentos y en el cuerpo humano en forma de
aminoácidos: seleniometionina y seleniocisteína. Se desconoce su mecanismo de
absorción, pero se ha estimado que su absorción supera el 50% de su ingesta.
Las principales vías de excreción son las heces y la orina.
Para efectuar su valoración nutricional debemos tener en cuenta que su con-
centración sérica refleja su ingesta reciente, mientras que su concentración intra-
eritrocitaria refleja su ingesta en un plazo relativamente largo. En individuos con
ingesta insuficiente de selenio existe correlación entre las concentraciones séri-
cas y eritrocitarias de este oligoelemento y la actividad de una enzima que lo con-
tiene, la glutatión peroxidasa, cuya actividad se puede medir en sangre completa,
plasma, suero y/o en los hematíes.
No se han descrito síntomas clínicos en relación con déficits de selenio en
nuestro medio, limitándose en la literatura a tres grupos: 1) por ingesta insufi-
ciente relacionada con determinadas áreas geográficas en las que la concentra-
ción de selenio en sus tierras es notablemente baja, actuando el selenio bien como
único factor etiológico o asociada a virus y/o micotoxinas (la enfermedad de Kes-
han, una miocardiomiopatía endémica de zonas montañosas y rurales del este
de China, y la enfermedad de Kaschin-Beck, osteoartropatía progresiva, endé-
mica de ciertas regiones de China y de la antigua Unión Soviética); 2) en aque-
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llos pacientes que han precisado durante mucho tiempo nutrición parenteral; y
3) asociado a condiciones crónicas de estrés oxidativo como ocurre en los pacien-
tes infectados por el VIH. En un estudio realizado en Barcelona (Sabe R et al, 2002)
se demostró que los niños hijos de madres infectadas por el VIH tenían niveles
séricos de selenio inferiores a los que tenía una población de niños sanos.
En los últimos años y en el estudio de la situación nutricional de los pacien-
tes con infección por el VIH se postula que el suplementar la dieta de estos pacien-
tes con selenio puede disminuir la virulencia del VIH y retrasar la progresión de
la enfermedad, pero todavía se necesitan más investigaciones para poder con-
siderar esa intervención una evidencia demostrada.
Los síntomas clínicos que se relacionaron con este déficit son: mialgias, debi-
lidad, miocardiopatía y pseudoalbinismo. A nivel analítico además del déficit de
selenio y de actividad de la glutatión peroxidasa también se detecta macrocitosis.
Para los lactantes y los niños se ha estimado que la ingesta recomendada
oscila de 15 µg/día en los primeros 6 meses de vida, hasta los 55 µg/día en el
adulto, cifra considerada suficiente para saturar la glutatión oxidasa.
En general, los alimentos ricos en proteínas como la carne, el pescado y los
mariscos, así como las vísceras de los animales y las legumbres son los grupos de
alimentos que tienen un mayor contenido de selenio en nuestra dieta.
Molibdeno
Es un componente necesario de tres enzimas: la xantina oxidasa dehidro-
genasa, aldehído oxidasa y sulfito oxidasa, responsables de catalizar reacciones
de óxido-reducción.
La mayor parte de contenido corporal de molibdeno está en el hígado, en
los riñones y en el hueso.
Se absorbe entre el 25 y el 80% del ingerido en la dieta, fundamentalmen-
te por difusión y sobre todo a nivel del intestino delgado proximal. Su vía prin-
cipal de eliminación es la urinaria.
En la actualidad no hay métodos adecuados para su valoración nutricional,
desconociendo el rango de valores normales del molibdeno en el suero humano.
No se conoce en nuestro medio clínica debida a un déficit de su ingesta limi-
tando los efectos de su déficit, en animales de experimentación, a trastornos del meta-
bolismo de ácido úrico y aumento de susceptibilidad a la toxicidad de los sulfitos.
El exceso de su ingesta de molibdeno (más de 10-15 mg/día) puede pro-
ducir hiperuricemia y gota, pero estos hallazgos solo son posibles en poblacio-
nes como la armenia en las que se consume de forma mantenida aceite con ele-
vado contenido de este nutriente.
Las estimaciones sobre las necesidades dietéticas de molibdeno son muy
variables, debido a dificultades técnicas en su cuantificación. A nivel teórico se
considera que la ingesta dietética sana y adecuada de molibdeno es de 15 a 30
µg/día durante los primeros 6 meses y de 20 a 40 µg/día para el semestre siguien-
te. En la dieta este oligoelemento es aportado principalmente en judías, gui-
santes, cereales, leche y derivados, y verduras.
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Cobalto
A diferencia de los otros oligoelementos esenciales el cobalto se necesita
en forma de un compuesto preformado de cobalto que es la vitamina B12.
Su carencia ocasiona los mismos trastornos que la carencia de vitamina B12:
polineuropatía y neuritis óptica. Las fuentes más importantes de cobalto son: las
vísceras de cerdo, hígado de ternera, leche y mariscos. Su concentración sérica
como tal oligoelemento no tiene importancia biológica, desconociendo cuáles
son sus requerimientos mínimos.
Cromo
Aunque es admitido que el cromo es un nutriente esencial (su administra-
ción corrige la intolerancia a la glucosa en los pacientes con nutrición parenteral
total, al potenciar la acción de la insulina) no ha podido identificarse un com-
puesto orgánico que lo contenga con actividad biológica.
Su absorción es muy baja (del 1 al 3% del ingerido) y parece producirse en
tramos altos del intestino, pero su mecanismo de absorción todavía no ha sido
identificado. Su principal vía de eliminación es la renal.
Su valoración nutricional se ve dificultada por dos hechos: su presencia en
muy baja cantidad en los líquidos biológicos y su ubicuidad ambiental. Ni su con-
centración sérica, ni su concentración en cabello, ni su excreción urinaria son
métodos estandarizados para conocer su índice nutricional. Aún así, algunos estu-
dios sugieren que concentraciones séricas muy bajas pueden indicar una defi-
ciencia importante.
Es posible que un déficit marcado de cromo secundario a desnutrición pueda
ser responsable, en parte, de algunos casos de intolerancia a la glucosa, hiper-
glucemia, hipoglucemia y resistencia a la insulina.
Se considera que la ingesta segura de cromo durante los primeros 6 meses
de vida oscila entre los 0,2 µg/día, que ascienden a 5,5 µg/día durante el segun-
do semestre. Ingestas estimadas entre los 1-3 años, 4-8 años y mayores de 9 años
son, respectivamente, 11, 15 y 25-35 µg/día.
Su carencia se limita fundamentalmente a tres situaciones clínicas: la nutri-
ción parenteral, la malnutrición y los síndromes de malabsorción; pudiendo oca-
sionar retraso en el crecimiento, neuropatía periférica, intolerancia a la glucosa
y/o elevación de los niveles de ácidos grasos libres, colesterol y triglicéridos.
Este nutriente se encuentra ampliamente distribuido en la naturaleza (abun-
da en zonas con industrias de carbón). Las carnes procesadas, los granos de cere-
ales enteros y las especias son la mejor fuente de cromo de nuestra dieta.
RESUMEN
Los elementos traza son aquellos micronutrientes que se encuentran en el
organismo en cantidades menores del 0,005-0,01% del peso corporal total, no
contribuyendo a la formación de la estructura corporal ni siendo útiles como
depósito energético. Desempeñan un papel fundamental en el metabolismo celu-
lar y en la protección del organismo frente a los daños de la oxidación. Los ele-
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mentos definidos como esenciales, a excepción del yodo, actúan como com-
ponentes de las metaloenzimas o como cofactores de enzimas.
Se revisan las dificultades que presenta la valoración clínica de estos oligoele-
mentos, dada la pobre correlación existente entre su concentración sérica y sus
depósitos corporales, y se pormenorizan algunas nuevas técnicas de cuantificación.
Aunque en nuestra población los déficits de estos elementos traza son, a
excepción de hierro, excepcionales, ciertas situaciones clínicas propias de
la edad pediátrica pueden desencadenarlos, destacando sobre todo la pre-
maturidad extrema, los recién nacidos con muy bajo peso al nacer, los lac-
tantes con cualquier tipo de malnutrición, los niños sometidos a nutrición
parenteral prolongada y el consumo incrementado de alimentos manufac-
turados.
Sin embargo, a nivel mundial el déficit de estos micronutrientes todavía oca-
siona un problema sanitario de primera magnitud, destacando como ejemplo las
estimaciones de la OMS sobre el déficit de zinc, que se cree que alcanza al 30%
de la población mundial.
En nuestro medio se destaca como más frecuentes la deficiencia de hierro y,
en determinadas zonas y en poblaciones de inmigrantes, el déficit de yodo.
A lo largo del trabajo se describen las características biológicas, la forma de
asimilación y eliminación de cada oligoelemento, así como las principales fuen-
tes de aporte, las ingestas recomendadas y su importancia nutricional.
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En este capítulo del Tratado de Nutrición en Pediatría se realiza un revisión en profundidad
del papel de los elementos traza en la nutrición infantil, describiendo de forma particular
las funciones, necesidades y toxicidad de los diferentes oligoelementos, así como una des-
cripción clínica de los déficits más frecuentes.
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INTRODUCCIÓN
La malabsorción de un azúcar determinado consiste en un fallo en su diges-
tión normal y absorción desde la luz intestinal, con o sin síntomas de intoleran-
cia (flatulencia, borborigmo, dolor y distensión abdominal, diarrea). La produc-
ción de síntomas no solo depende de la capacidad absortiva del intestino, sino
que influyen también factores como la cantidad de azúcar ingerido, tiempo de
vaciamiento gástrico, respuesta del intestino delgado a la carga osmótica y
actividad de las bacterias intestinales. El diagnóstico de malabsorción es de labo-
ratorio, mientras que el de intolerancia es un diagnóstico clínico.
El sorbitol es otro azúcar que está presente junto a la fructosa en algunos
zumos de frutas (pera, manzana, etc.). Puede ser causa de diarrea crónica y dolor
abdominal recurrente.
El déficit congénito de sacarasa isomaltasa es una enfermedad infradiag-
nosticada. La prevalencia depende de las variaciones del fenotipo y gravedad de
la deficiencia.
FISIOPATOLOGÍA
El azúcar no hidrolizado permanece en la luz intestinal. Parte difunde y es eli-
minado por orina y heces. La mayor parte es hidrolizado por bacterias saprofitas
del colon, resultando sustancias reductoras de menor tamaño y ácidos grasos de
cadena corta, gases (hidrógeno, metano, dióxido de carbono), glucosa, galac-
tosa y otras sustancias que aumentan la osmolaridad de la luz intestinal, dismi-
nuyen el pH luminal, facilitan el paso de agua a la luz y producen distensión de
asas y diarrea. Los ácidos grasos son irritantes para la mucosa colónica y res-
ponsables del aumento del peristaltismo. Algunos productos de esta degrada-
ción servirán para el diagnóstico.
CLASIFICACIÓN
• Intolerancia a la lactosa.
• Intolerancia a la sacarosa isomaltosa.
• Malabsorción de monosacáridos:
- Malabsorción de glucosa galactosa.
- Intolerancia a la fructosa.
• Miscelánea:
- Diarrea inducida por lactulosa.
- Diarrea por sorbitol.
- Intolerancia a la trehalosa.
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DEFINICIÓN
• Intolerancia a la lactosa: síndrome clínico con uno o más de los siguientes sín-
tomas: dolor abdominal, diarrea, náuseas, flatulencia y aumento de las depo-
siciones después de la ingestión de lactosa o alimentos que contienen lactosa.
• Malabsorción de lactosa: es la demostración en la analítica de la no absorción
del azúcar, exista o no clínica.
• Déficit primario de lactosa: ausencia de lactosa que se desarrolla en niños de
distinta edad, en distintos grupos raciales. Causa más común de malabsor-
ción de lactosa.
• Déficit secundario de lactosa: déficit de lactosa secundaria a un daño intestinal,
como una gastroenteritis aguda, diarrea persistente, sobrecrecimiento bacte-
riano en intestino corto, quimioterapia o daño a nivel de la mucosa intestinal.
• Déficit congénito de lactosa: extremadamente raro, afecta a recién nacidos,
que se presentan con diarrea intratable en cuanto se le introducen leche
maternizada o fórmulas con lactosa. La biopsia es normal histológicamente,
pero existe ausencia o disminución de lactosa en la mucosa.
CLÍNICA
Es común en los distintos tipos de malabsorción. Se caracteriza por la pre-
sencia de diarrea acuosa, de olor ácido, con ruidos hidroaéreos, distensión abdo-
minal y eritema perianal. Apetito conservado. A veces, irritabilidad, alteración del
estado nutritivo y deshidratación, tras la ingesta del azúcar.
DIAGNÓSTICO
Suele seguirse el siguiente algoritmo diagnóstico:
• Cribado de azúcares.
• Test de absorción oral y de hidrógeno espirado.
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En heces
• Cuantificación de cuerpos reductores (Clinitest): negativo < 0,25%, positivo
> 0,5%. Tiene valor en lactantes. Indica la presencia de azúcares no absor-
bidos como monosacáridos o disacáridos, excepto la sacarosa, que no es
reductor.
• Determinación del pH fecal: positivo ≤ 5,5. La lactosa no absorbida es un sus-
trato para las bacterias intestinales, especialmente en el colon, produciendo
ácidos grasos y gases, causantes de flatulencies. Los ácidos grasos bajan el
pH fecal, este es muy inespecífico pero puede ser un marcador de malab-
sorción de lactosa.
• Cromatografía de azúcares: método costoso y no disponible. Solo es utiliza-
do en la investigación.
En sangre
• Curva de sobrecarga oral de lactosa: administración de 2 g de lactosa por
kilogramo de peso (máximo 50 g). Método invasivo y no utilizado.
En aire espirado
Test del hidrógeno espirado: mecanismo de producción de gas en el colon;
tras la fermentación bacteriana de un determinado substrato en el colon se
produce CO2 + H2 + ácidos grasos de cadena corta. Parte del CO2 es expulsado
y parte difunde a través de la mucosa (14-21%), pasa a la sangre y llega al alvé-
olo donde se produce el intercambio gaseoso.
La producción de H2 espirado es posible desde el período neonatal, dispo-
niendo la mayor parte de individuos de flora productora de H2. Alrededor de un
10-20% de la población no es productora de H2 (ya sea por no disponer de flora
o por tratamientos previos). Por tanto, excepto en individuos no productores de
H2, su detección en el aire espirado es una medida indirecta de la presencia en
el colon de carbohidratos no absorbidos o de sobrecrecimiento bacteriano.
• Técnica: mide el H2 espirado basal y tras la administración del azúcar testa-
do. Se realizan mediciones cada 30 minutos durante 2-3 horas. Un incre-
mento >20 ppm sobre la basal se considerará patológica y dudosa de 10-20
ppm. Un pico máximo a los 60 minutos sugiere malabsorción de dicho azú-
car, cuando el pico aparece a los 60 minutos o el H2 basal es > 40 ppm se
sospecha sobrecrecimiento bacteriano.
• Indicaciones:
– Diagnóstico de malabsorción de hidratos de carbono: lactosa, sacarosa,
glucosa, galactosa, fructosa.
– Detección de individuos no productores de H2: se da lactulosa.
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• Sustratos utilizados:
– Polisacáridos: almidón, harina de arroz.
- Dosis habitual de almidón: 100 g.
- La harina se absorbe por completo. Puede estar modificada en enfer-
medades que cursen con insuficiencia pancreática, lesión de la muco-
sa intestinal, sobrecrecimiento bacteriano. No se suele realizar.
– Lactosa:
- Dosis habitual: 1-2 g/kg (solución acuosa al 10%), máximo de 25 gra-
mos o 5 cc/kg de leche, máximo 500 cc. Nosotros, para el diagnóstico
de intolerancia a la lactosa ontogénica, utilizamos leche para la identi-
ficación como causa de dolor abdominal recurrente al considerarlo más
fisiológico.
- En algunos trabajos se ha constatado que los resultados dependen de
la dosis. Dosis de 2 g/kg en la edad pediátrica pueden sobrepasar la
capacidad fisiológica de absorción de lactosa y dar falsos positivos. La
concentración y forma de administración de la lactosa también puede
influir en los resultados a través de modificaciones de la velocidad de
vaciamiento gástrico y del tránsito intestinal. Si se da en forma de leche
aumenta el tiempo de tránsito.
– Sacarosa:
- Dosis habitual: 1-2 g/kg de peso en solución acuosa al 10%, máximo
de 30 g.
- Se utiliza para la detección del déficit congénito o adquirido de saca-
rasa y permite valorar el estado de la mucosa intestinal.
– Lactulosa:
- Dosis habitual: 0,5 g/kg al 50%.
- El organismo no dispone de disacaridasa específica para este azúcar,
existiendo, por tanto, una malabsorción fisiológica del mismo.
– Glucosa-galactosa:
- Dosis habitual: 1 g de cada monosacárido/kg.
– Fructosa:
- Dosis habitual: 1 g/kg. A dosis superiores (2 g/kg) el 71% de niños dan
falsos positivos. Si se añade glucosa o galactosa mejora la absorción de
fructosa, probablemente por la activación de su transportador.
3. Factores respiratorios: la respiración debe ser lo más regular posible, algo difí-
cil en la edad pediátrica. La hiperventilación, llanto, etc., diluyen el H2 dando
falsos negativos.
4. Factores ambientales: tabaco, humedad, etc., aumentan la tasa de H2.
5. Factores dependientes del sustrato:
- Concentración.
- Forma (acuosa, solución, leche).
- Vómitos.
- Ayuno insuficiente.
- Excesiva ingesta de hidratos de carbono en la víspera.
TRATAMIENTO
La terapéutica dietética contra la intolerancia a los hidratos de carbono debe
ir dirigida a la supresión del azúcar, sustituyéndolo por otro con buena capaci-
dad digestiva y de transporte.
Tratamiento dietético
En la intolerancia primaria
• Retirada del azúcar de por vida. En la intolerancia ontogénica, la capacidad
residual de lactasa es variable de un individuo a otro, por lo cual la toleran-
cia será también variable. En estos se aconseja, además de una dieta exen-
ta del azúcar en cuestión y de sus derivados, la ingesta de yogur con culti-
vos vivos activos, ya que la lactasa de estos microorganismos se libera in vivo
y facilita la hidrolisis intestinal de lactosa. Debido a que la lactosa es un
azúcar importante para la buena absorción de calcio se aconseja, en dietas
exentas de lactosa prolongadas, añadir suplementos de 800 mg/día o 1.200
mg/día en adolescentes.
Se ha comprobado que en el caso de la sacarosa isomaltosa se van hacien-
do tolerantes con la edad, sobre todo los tipos III y IV, en los que la actividad iso-
maltasa está prácticamente intacta y, por lo tanto, van a tolerar los alimentos
ricos en almidón.
Los niños con malabsorción de glucosa galactosa toleran bien la fructosa.
En la intolerancia secundaria
• Prácticamente la única intolerancia secundaria va a ser a la lactosa.
• Retirada de la lactosa durante un período de 4-6 semanas (en algunas enfer-
medades debe prolongarse más tiempo). No somos partidarios de la utili-
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Tratamiento enzimático
• β-galactosidasa exógena: tratamiento de reemplazo enzimático con lactasa
exógena, producida por la levadura Kluyveromyces lactis (Saccharomyces). Tiene
dos presentaciones, una como solución líquida que administrada al produc-
to lácteo (papilla, flanes, natillas, yogurt) degrada la lactosa a glucosa y galac-
tosa,o como tabletas que se toman antes del producto lácteo.
• Sacrosidasa: Sucraid®: enzima con actividad sacarasa obtenida de la leva-
dura Saccharomyces cerevisiae cuya administración implica una disminución
del dolor abdominal, diarrea, meteorismo y distintos síntomas.
RESUMEN
1. La intolerancia a la lactosa es una causa frecuente de dolor abdominal en
niños y adolescentes.
2. La Intolerancia a la lactosa atribuible al déficit primario de lactasa es infre-
cuente antes de los 2-3 años, cuando aparece antes de esta edad se debe
buscar otra etiología
3. El tratamiento de la intolerancia a la lactosa mediante la eliminación de leche
y otros productos lácteos no es del todo necesario, debido a los nuevos avan-
ces en la intolerancia a la lactosa, que incluye el uso de productos parcial-
mente digeridos (como yogur, quesos que continenen Lactobacillus acidofi-
lus y leche pretratada). La dieta debe incluir un aporte extra de calcio para
obtener la cantidad diaria recomendada.
BIBLIOGRAFÍA
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APÉNDICE.
FÓRMULAS CON BAJO CONTENIDO EN LACTOSA
Nombre Energía Proteínas Hidratos de Lípidos
(Kcal/100g) (g/100 g) carbono (g/100 g)
(g/100 g)
Almirón modificado 522 11,1 55,8 28,3
(Nutricia) C/S: 40/60 Lac/DMT:20/8
O-LAC 50 520 11,9 50 28
(Mead-Jonson) C/S: 50/50 Lac/Pol Glu: 55/45
Nidina 1 Confort 519 11,7 56,2 27,5
(Nestlé) C/S: 0/100 Lac/DMT/Alm: 43/31/26
sin que el modesto incremento en la síntesis que el hígado realiza pueda repa-
rarla. La pérdida de otras proteínas, IgA, IgG e IgM no es compensada de nin-
guna manera, ya que su síntesis solamente se desencadena por estímulos anti-
génicos. Sin embargo, la repercusión en los niveles séricos de las diferentes
proteínas es desigual: las de vida media más larga (albúmina, IgG) serán las más
afectadas, mientras que los niveles de proteínas de vida media muy corta (fibri-
nógeno, ceruloplasmina, IgM) apenas se verán alterados. Por esta razón, la dis-
minución en los niveles séricos de albúmina e IgG es la primera indicación de que
está ocurriendo una EPP. La consecuencia clínica de estos hechos es la pérdida
de presión oncótica con la consiguiente aparición de edemas periféricos. En las
EPP debidas a alteraciones en el flujo linfático con salida de linfa a la luz intesti-
nal no solo ocurre la pérdida proteica, sino también otros constituyentes de la
linfa, como los quilomicrones y linfocitos, siendo la linfopenia un hecho carac-
terístico en estos pacientes.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de EPP debe sospecharse en cualquier paciente con edemas
e hipoproteinemia sin evidencia de pérdidas proteicas extradigestivas (protei-
nuria) ni disminución de la síntesis de proteínas (hepatopatía). El diagnóstico defi-
nitivo se basa en la demostración de la exudación intestinal de proteínas séricas.
La administración de albúmina marcada con Cr51 es la técnica de referencia; per-
mite no solo demostrar la pérdida intestinal, sino también cuantificar su grave-
dad. Sin embargo, existen varios inconvenientes que hacen que esta prueba no
sea fácilmente incorporada a la rutina clínica: exige una recogida prolongada de
las heces, el uso de isótopos radiactivos, con serias limitaciones para su utiliza-
ción habitual en pediatría y su realización solo está al alcance de laboratorios
especializados con capacidad para trabajar con radioisótopos.
La albúmina marcada con tecnecio 99, es otra de las técnicas empleadas.
Ofrece la posibilidad de localizar mediante imágenes de escintigrafía el lugar por
el que se produce la pérdida proteica, facilitando de esta forma el diagnóstico
etiológico en base a la porción del tracto gastrointestinal afectado. Su uso ha
aumentado con los años, pero la interpretación de sus imágenes requiere pre-
caución, pues en algunos casos la afectación es más difusa de lo que se puede
observar inicialmente en las imágenes.
En los últimos años se ha introducido un método que no requiere el uso de
isótopos radiactivos. La determinación de las concentraciones fecales de α-1-anti-
tripsina ha sido utilizada rutinariamente para documentar la pérdida intestinal de
proteínas. La α-1-antitripsina, glicoproteína de 54 kDa, es una α-1-globulina sin-
tetizada en el hígado que reúne las condiciones para ser una proteína capaz de
medir las pérdidas proteicas intestinales, ya que tiene un peso molecular similar
a la albúmina, su nivel plasmático varía poco de un día a otro y no es secretada
activamente ni absorbida en el tracto gastrointestinal. Además, su actividad enzi-
mática intrínseca hace que sea altamente resistente a la degradación intestinal
por las proteasas digestivas y toda la que llega al intestino aparece intacta en
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 191
TRATAMIENTO
El único tratamiento posible es aquel que corrige la causa de la EPP. La diver-
sidad de entidades clinicopatológicas que pueden abocar a esta situación hace
que los tratamientos posibles sean de muy diversa índole. En los pacientes con
hipoproteinemia grave la administración intravenosa de albúmina (1 g/kg admi-
nistrados en 4 horas) ayuda a mantener la presión oncótica solo de manera tran-
sitoria, ya que se degrada muy rápidamente.
RESUMEN
La pérdida patológica de proteínas plasmáticas por el tubo digestivo apare-
ce en una gran variedad de situaciones clínicas; siendo la mayoría de las veces,
el acontecimiento central de la enfermedad. Los métodos isotópicos, la deter-
minación de α-1-antitripsina en heces o el aclaramiento de esta proteína docu-
mentan la fuga proteica enteral y son útiles para establecer el diagnóstico y el
seguimiento de estos pacientes. El único tratamiento posible es el de la causa
subyacente.
BIBLIOGRAFÍA
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diovasc Surg Pediatr Card Surg Annu 2002; 5: 3-11.
Artículo de revisión en que los autores hacen referencia al desconocimiento actual sobre
la fisiopatología de la EPP de los pacientes sometidos a la operación de Fontan. Según estos
investigadores, la anormalidad en la circulación intestinal de los pacientes con EPP podría
deberse a un bajo gasto cardíaco. En este artículo exponen los resultados de su estudio en
40 pacientes a los que se les realizó la operación de Fontan, 13 de los cuales tenían sínto-
mas y signos de EPP comparándolos con 25 pacientes sanos.
– Sierra Salinas C, Vicioso Recio MI, Barco Gálvez A, del Río Mapelli L, Martínez Valverde
A. Investigation of protein-losing enteropathy in pediatric patients. An Esp Pediatr 1997;
47: 144-50.
Interesante artículo de autores españoles en el que estudian a 20 pacientes en edad pediá-
trica con patología gastrointestinal comparándolos con un grupo control de niños sanos
y con otro con patología cardíaca, llegando a la conclusión que la enteropatía pierde pro-
teínas se detecta con relativa frecuencia en pacientes pediátricos con patología cardíaca
o gastrointestinal.
– Waldmann TA. Protein-losing enteropathy. Gastroenterology 1966; 50: 422-43.
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– Weizman Z, Binsztok M, Fraser D, Deckelbaum RJ, Granot E. Intestinal protein loss in acute
and persistent diarrhea of early childhood. J Clin Gastroenterol.2002 Apr; 34(4):427-9.
Estudio prospectivo realizado en niños menores de tres años con el objetivo de conocer el
grado de pérdida proteica de las diarreas agudas y crónicas, variabilidad según el micro-
organismo causante y repercusión en el estado nutricional e inmunológico.
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CONCEPTO
La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) se define como un trastorno cons-
tituido por dos entidades clínicas diferentes: la colitis ulcerosa (CU) y la enfer-
medad de Crohn (EC). El denominador común es la presencia de inflamación
crónica a nivel intestinal, que suele acompañarse de manifestaciones extradi-
gestivas, principalmente articulares, mucocutáneas, oculares, hepatobiliares y
urinarias. Su evolución es crónica, alternándose periodos de actividad con fases
de latencia. Existe una clara predisposición genética y la participación de fac-
tores ambientales parece también decisiva. Su prevalencia es mayor en la raza
blanca, en los judíos y entre los miembros de una misma familia cuando exis-
ten afectados; no parece existir diferencias entre sexos. Se desconoce su etio-
logía, aunque están demostradas alteraciones inmunológicas y de la permeabi-
lidad intestinal.
La EC es un proceso inflamatorio crónico, mediado por células T, que puede
afectar a cualquier parte del tracto gastrointestinal. La alteración de la pared es
transmural y discontinua. Aproximadamente una tercera parte de todos los casos
se manifiesta clínicamente antes de los 20 años y en la edad pediátrica la mayo-
ría de los casos se presentan alrededor de los 10 a 12 años, aunque hay descri-
tos pacientes con EC, incluso en los primeros meses de vida. Las manifestaciones
clínicas, biológicas, radiológicas, endoscópicas e histológicas son características,
pero ninguna es patognomónica.
A diferencia de la EC, la CU se caracteriza porque la afectación se limita exclu-
sivamente a la capa mucosa del intestino grueso, no encontrándose nunca afec-
tación transmural ni en el intestino delgado. La inflamación suele afectar espe-
cialmente al recto. En aproximadamente el 10% de los casos no es posible definir
si se trata de EC o de CU, ya que existen características clínicas o histológicas
de ambas, por lo que se utiliza el término colitis indeterminada (CI). Aproxima-
damente un 30% de las CI terminan siendo CU y un 25% EC, mientras un
45-50% permanece a largo plazo como CI.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
Los síntomas y signos dependen de la localización de las lesiones y de la etapa
en la que se encuentre la enfermedad. La enfermedad suele tener un comienzo
lento e insidioso y la sintomatología con frecuencia inicia de forma progresiva.
Durante las fases de actividad, cuando la afectación esta aún limitada al colon,
el síntoma guía suele ser la diarrea mucosanguinolenta con crisis de dolor abdo-
minal tipo cólico, mientras que la alteración del intestino delgado cursa con una
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DIAGNÓSTICO
En la actualidad no existe un método diagnóstico específico para la EII. Muchos
pacientes pueden presentar signos y síntomas inespecíficos dificultan el diag-
nóstico, y no siempre es fácil establecer una diferencia clara entre la EC y la CU,
especialmente en las fases iniciales. El primer paso para el diagnóstico de EII es
sospechar la posibilidad de su existencia a partir de la historia clínica y la explo-
ración física, que son elementos indispensables. Siempre se debe hacer una eva-
luación completa para determinar la extensión y gravedad de la enfermedad, así
como identificar todas aquellas complicaciones que pueden existir desde etapas
muy tempranas, como malnutrición, alteración del patrón de crecimiento, retra-
so de la maduración sexual y osteoporosis.
Debido a la alta prevalencia de malnutrición y alteraciones en el desarrollo
en estos pacientes, se debe realizar una evaluación nutricional muy completa que
de manera ideal debe incluir datos antropométricos, encuesta dietética, niveles
en sangre de albúmina, prealbúmina, micronutrientes y oligoelementos, como
calcio, fósforo y magnesio, valoración de la maduración sexual en pacientes ado-
lescentes y, cuando sea posible, una densitometría ósea y análisis de la compo-
sición corporal.
Exámenes biológicos
El abordaje diagnóstico inicial debe incluir una hematimetría completa, pudien-
do encontrarse una anemia microcítica, leucocitosis y trombocitosis. También sue-
len encontrarse hipoalbuminemia y ferropenia. Los reactantes de fase aguda, como
la proteína C reactiva y la velocidad de sedimentación eritrocitaria, están aumen-
tados cuando existe actividad inflamatoria; ambos parámetros son bastante sen-
sibles, pero tienen poca especificidad. Existen marcadores inflamatorios de “segun-
da generación” con mayor especificidad, como la calprotectina, la lactoferrina
fecal y más recientemente la proteína S100A12 fecal. La cuantificación de α-1-
antitripsina fecal y sanguínea puede ser útil para valorar la pérdida intestinal de
proteínas. Como parte del diagnóstico diferencial es necesario descartar la pre-
sencia de infecciones bacterianas por Salmonella, Shigella, Clostridium u otros gér-
menes, que pueden producir cuadros clínicos y alteraciones endoscópicas e his-
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Estudios de imagen
El estudio del tránsito intestinal con bario puede aportar datos importantes
que complementan los hallazgos clínicos y analíticos cuando se sospecha EC y
es especialmente útil para identificar la presencia de estenosis. El tránsito digesti-
vo completo está indicado ante la sospecha de EC, ya que permite ver las posibles
estenosis, fístulas y divertículos. Su utilidad en la CU es marginal. El enema bari-
tado informa indirectamente sobre la situación del intestino grueso y es de utili-
dad en la EC con localización cólica o ileocólica y muy informativo en la CU.
La ecografía abdominal, cuando es realizada por ecografistas expertos, puede
aportar datos importantes sobre edema y fibrosis de la pared intestinal.
La tomografía axial computarizada (TAC) y la resonancia magnética (RM)
son exámenes que se emplean en casos seleccionados, aunque no están indica-
dos como evaluaciones diagnósticas de primera línea.
Endoscopia
La endoscopia sigue siendo el método de elección para el diagnóstico y segui-
miento de la EII ya que, además de permitir visualizar el estado macroscópico de
la mucosa intestinal, hace posible la obtención de muestras de biopsia para el
estudio histológico.
Cuando existe CU o EC con participación colónica, la colonoscopia permi-
te visualizar la reacción inflamatoria de la mucosa cólica, con frecuencia ede-
matosa y friable, con pérdida del patrón vascular y con lesiones ulcerosas y pseu-
dopolipoideas. Una característica de la CU es la continuidad de las lesiones, así
como la afectación del recto, mientras que en la EC la afectación es discontinua.
Las úlceras características en la EC suelen ser mayores de 5 mm, aunque pueden
llegar a tener 3 cm de diámetro; son de forma redonda u ovalada con bordes
precisos y limpios. La visualización del íleon terminal, región frecuentemente afec-
tada en la EC, debe intentarse siempre durante la exploración endoscópica.
La cápsula endoscópica puede ser de mucha utilidad en casos donde se sos-
pecha alteración en el intestino delgado o cuando no ha sido posible valorar el
íleon terminal. Tiene la desventaja de no permitir la realización de biopsias y su
coste relativamente elevado. Está autorizada por la FDA desde octubre de 2003
en niños mayores de 10 años y se encuentra disponible en España, pero aún exis-
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ten pocos trabajos publicados, por lo que sus indicaciones, limitaciones y apor-
taciones tendrán que ser revisadas en el futuro.
Las alteraciones endoscópicas o únicamente histológicas a nivel del intesti-
no proximal son frecuentes en la EC, aunque no suelen existir manifestaciones
clínicas. No es imprescindible, aunque si recomendable, la realización rutinaria
de endoscopia oral a estos pacientes, ya que los hallazgos pueden ayudar al diag-
nóstico. Los hallazgos endoscópicos e histológicos positivos en intestino delga-
do y mucosa gástrica excluyen la CU y apoyan el diagnóstico de EC.
Histología
Las características histológicas sugestivas de CU son: disminución y distor-
sión de las criptas, aumento difuso e intenso del infiltrado celular de la lámina
propia de la mucosa, plasmocitosis basal difusa e intensa depleción de mucina.
La afectación es continua, predominantemente de recto y colon. Típicamente se
trata de una enfermedad del colon izquierdo, de tal modo que la proctitis (10%),
la proctosigmoiditis (25%) y la colitis izquierda (25%) son las formas más fre-
cuentes. La pancolitis se observa en 10-30% de los casos.
La EC se caracteriza por lesiones discontinuas y segmentarias, la inflamación
es transmural, de todas las capas de la pared intestinal y es frecuente la presen-
cia de granulomas epitelioides. Las criptas suelen estar dilatadas o ramificadas.
Pueden existir células basales gigantes y un exceso de histiocitos en la lámina
propia. Ocasionalmente puede existir depleción de mucina.
Técnicas de radioisótopos
El estudio de leucocitos marcados con indio 111 o tecnecio 99 es útil para
determinar las zonas con actividad inflamatoria durante las fases de actividad de
la enfermedad, pero no debe ser considerado un estudio básico para el diag-
nóstico por su alto porcentaje de falsos negativos y por la incapacidad de demos-
trar con precisión la distribución de la enfermedad, en especial cuando afecta a
la región ileal.
lógica. Este último grupo se denomina por algunos autores como “agentes modi-
ficadores de la enfermedad” .
La historia natural de la EII ha propiciado el desarrollo de herramientas clí-
nicas que se utilizan para la toma de decisiones en el seguimiento de estos pacien-
tes. En el caso de la EC, el índice pediátrico de actividad de la EC cuantifica pará-
metros clínicos (dolor abdominal, número y características de las deposiciones,
estado general y capacidad funcional, peso, talla, palpación abdominal, pre-
sencia de enfermedad perirrectal y manifestaciones extradigestivas) y biológicos
(velocidad de sedimentación, albúmina y hematocrito). La puntuación obtenida
permite clasificar la enfermedad de forma más objetiva en grave, moderada, leve
o en remisión clínica. En el caso de la CU aún no existe un índice exclusivo para
pacientes pediátricos, por lo que se pueden utilizar diversos índices de colitis dise-
ñados para adultos.
Uno de los aspectos relegados a un segundo plano hasta hace poco tiem-
po es la calidad de vida y, aunque aún no existe un consenso sobre cual debe ser
el cuestionario específico para medirla en los niños afectados con EII, sí hay ya
instrumentos validados en centros especializados, como el cuestionario de cali-
dad de vida utilizado en el Mass General Hospital for Children en Boston, EE.UU.,
validado en 220 niños con EII.
Tratamiento farmacológico
Aminosalicilatos
Los aminosalicilatos más utilizados son la sulfasalazina (SASP) y los derivados
del ácido 5-aminosalicílico (5-ASA). Se pueden usar en la etapa de inducción ini-
cial a la remisión, mantenimiento y recaídas, tanto en EC como en CU, a pesar
de tener un modesto efecto antiinflamatorio. Son más efectivos en la CU que en
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Corticosteroides
Los corticosteroides fueron los primeros fármacos utilizados ampliamente
como tratamiento primario de la EII. Los más utilizados son la prednisona y la
metilprednisolona, por vía rectal, oral o intravenosa, y la budesónida, disponible
en cápsulas y enemas de acción local. Los corticoesteroides sistémicos son efec-
tivos para controlar la enfermedad activa, induciendo la remisión en un 60-90%
de los casos, pero no deben ser utilizados en las fases de mantenimiento. Ade-
más, no son capaces de inducir la remisión histológica.
El esquema habitual para inducir la remisión es prednisona a dosis de
1 mg/kg/día (máximo 50 mg/día) por cortos períodos de tiempo. Hasta un 35%
de los pacientes con EC pueden llegar a ser corticodependientes y un 20% cor-
ticorresistentes. Su uso debe ser evaluado cuidadosamente por los efectos secun-
darios, entre los que se encuentran alteraciones graves del crecimiento, reten-
ción de líquidos, ganancia de peso, estrías abdominales, redistribución del tejido
adiposo, hipertensión, alteración del metabolismo óseo, alteraciones dermato-
lógicas, hiperglucemia, cataratas subcapsulares, miopatías, pseudoartritis y
alteraciones emocionales. La tendencia actual en países de Europa y Canadá es
utilizarlos únicamente en la inducción de la remisión en CU y utilizarlos cada vez
menos en la EC activa.
Una evidencia muy reciente, obtenida a partir de una cohorte de 99 niños
en Canadá con colitis ulcerosa grave, señala una alta frecuencia de inefectividad
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Antibióticos
Los antibióticos son útiles en algunas formas clínicas de EII, porque pueden
disminuir la inflamación crónica de la mucosa intestinal al disminuir la concen-
tración luminal de las bacterias y modular la respuesta inmune mediada por célu-
las. El más utilizado hasta el momento es el metronidazol, aunque existen pocos
estudios realizados en niños. La dosis recomendada es de 20 mg/kg/día y pare-
ce ser más efectivo en la EC perianal fistulizante y en la inflamación del reservo-
rio (“pouchitis”) que en las presentaciones ileocolónicas de la EC y en la CU en
general. Sus efectos indeseables incluyen náuseas, sabor metálico, vómitos, cefa-
leas, glositis, urticaria, ardor uretral o vaginal y dispepsia, que pueden presen-
tarse hasta en el 90% de los pacientes. El efecto adverso más significativo, la neu-
ropatía periférica, se presenta con la administración prolongada; se caracteriza
por parestesias en las extremidades y aparece hasta en un 50% de los casos. Este
efecto es dependiente de la dosis y por lo general se presenta tras varios meses
de tratamiento. La mayoría de los efectos adversos revierten al suspender la medi-
cación, con excepción de la neuropatía que, con relativa frecuencia es irreversi-
ble.
Otro antibiótico utilizado ampliamente en pacientes con EC perianal es cipro-
floxacino. Aunque parece ser bastante bien tolerado, su eficacia no ha sido estu-
diada en niños y su seguridad es cuestionable por el riesgo de presentar altera-
ciones articulares. La dosis recomendada es de 20 mg/kg/día.
Inmunomoduladores
Las tiopurinas, azatioprina (AZA) y su metabolito 6-mercaptopurina (6-MP)
se han utilizado desde hace mucho tiempo para el tratamiento de pacientes cor-
ticodependientes y corticorresistentes. Son los inmunomoduladores más emple-
ados en la actualidad y tienen una seguridad y eficacia similares. Tradicionalmente
la AZA es más utilizada en Europa y la 6-MP en América. La AZA es rápidamen-
te absorbida y convertida en 6-MP para sufrir una transformación intracelular en
su metabolito activo, la 6-tioguanina (6-TGN). Es posible que la administración
temprana de AZA/6-MP esté asociada con una mejor evolución de la EII: mejor
patrón de crecimiento, menor número de recaídas, menor número de compli-
caciones fistulizantes o estenóticas y menor requerimiento de cirugía. Algunos
centros especializados recomiendan tratar de forma rutinaria a los pacientes con
EC y pancolitis moderada/grave con nutrición enteral exclusiva y AZA desde el
momento del diagnóstico, y una vez alcanzada la remisión utilizar de primera
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Terapias biológicas
Desde 1993 se encuentra disponible el infliximab para el tratamiento de la
EII. Se trata de un anticuerpo monoclonal humano quimérico antifactor alfa de
necrosis tumoral (TNFα), citoquina que juega un importante papel en el meca-
nismo de inflamación tisular de la EII. Su empleo en pacientes pediátricos está
autorizado por la FDA desde 1998. En la edad pediátrica está indicado en los
casos refractarios al tratamiento convencional, en ocasiones como último recur-
so antes de indicar el tratamiento quirúrgico. El infliximab es capaz de retrasar la
cirugía, pero no de evitar su eventual realización. Algunos centros especializados
lo utilizan como tratamiento de primera línea en casos moderados y graves, aun-
que esta práctica es aún motivo de debate. Puede utilizarse también como un
tratamiento de “interfase” en aquellos pacientes corticorresistentes o cortico-
dependientes mientras la terapia de mantenimiento con inmunosupresores
(AZA/6MP) comienza a hacer efecto. Es muy efectivo para inducir la remisión,
tanto clínica como histológica, que suele conseguirse después de dos a tres infu-
siones intravenosas (75-95%). Los niños que no alcanzan la remisión después de
la tercera infusión suelen ser candidatos a cirugía.
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Tratamiento nutricional
La malnutrición es un problema bastante frecuente en pacientes pediátricos
con EII, especialmente en EC de moderada a grave. Incluso desde el momento del
diagnóstico, más de la mitad de los niños y adolescentes afectados, presentan algún
grado de pérdida de peso y/o alteración de la curva normal del crecimiento.
Los factores responsables del déficit nutricional son múltiples, ya que la
situación inflamatoria condiciona un aumento de los requerimientos energéti-
cos y las manifestaciones clínicas suelen conducir a un aporte dietético insufi-
ciente además es frecuente encontrar cierto grado de maldigestión y malab-
sorción de nutrientes. Todos estos factores en conjunto producen un déficit
global de macro y micronutrientes, con riesgo incrementado de infecciones,
disminución de las funciones musculoesqueléticas, retraso del crecimiento y
del desarrollo puberal y alteraciones de la inmunidad celular. Por lo tanto, las
principales metas terapéuticas del soporte nutricional incluyen la corrección de
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TABLA II. Factores que influyen en la eficacia del tratamiento primario con nutrición
enteral exclusiva en la enfermedad de Crohn.
Factor Favorable Desfavorable
Duración Inicio reciente Inicio tardío
Distribución anatómica Intestino delgado Colitis extensa/
± colon proximal Gastroduodenitis
Actitud del paciente Muy motivado Negativo, ambivalente
Soporte/recursos médicos Equipo experimentado, Equipo sin experiencia
entusiasta
Actitud familiar Apoyo incondicional, Indiferencia,actitud
motivados negativa
Tratamiento quirúrgico
En la CU, la cirugía es curativa y se debe recurrir a ella de forma electiva cuan-
do no sea posible lograr remisiones estables y una calidad de vida adecuada con
el tratamiento médico. La técnica quirúrgica de elección es la proctocolectomía
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Alimentos funcionales
Los probióticos pueden alterar la flora bacteriana intestinal por medio de inter-
acciones competitivas con la flora indígena, producción de metabolitos con efec-
to antimicrobiano y modulación de la respuesta local inmune. Aunque no pare-
cen quedar muchas dudas sobre su seguridad, su efectividad en el tratamiento de
la EII continua siendo objeto de polémica. Aún no esta recomendado su uso
rutinario en la edad pediátrica, aunque de manera empírica sí se utilizan. Los agen-
tes más utilizados son los lactobacilos acidófilos a diferentes dosis y con diversos
esquemas de duración, lo cual dificulta la realización de metaanálisis.
Los ácidos grasos omega 3 son seguros y pueden ser eficaces para mantener
la remisión en la EC cuando se utilizan en forma de cápsulas con cubierta enté-
rica, la evidencia parece demostrar que su eficacia es menor cuando se consu-
men en forma de cápsulas de gel o líquidos. Aunque muchos autores reco-
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RESUMEN
Tablas III y IV.
BIBLIOGRAFÍA
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nes for the management of growth failure in childhood inflammatory bowel disease.
Inflamm Bowel Dis. 2008 Feb 11; [Epub ahead of print].
Artículo de revisión que aborda de forma práctica y completa el manejo integral del niño
con alteración del crecimiento secundario a EII. Los autores proponen recomendaciones
terapéuticas basados en la evidencia científica disponible hasta mediados de 2007.
– Hyams J, Crandall W, Kugathasan S, Griffiths A, Olson A, Johanns J, Liu G, Travers S,
Heuschkel R, Markowitz J, Cohen S, Winter H, Veereman-Wauters G, Ferry G, Baldas-
sano R; REACH Study Group. Induction and maintenance infliximab therapy for the
treatment of moderate-to-severe Crohn’s disease in children. Gastroenterology. 2007;
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Estudio internacional multicéntrico que evalúa la seguridad y eficacia del infliximab en 112
niños con EC activa de moderada a grave como terapia para la inducción y el manteni-
miento.
– Markowitz J. Current treatment of inflammatory bowel disease in children. Dig Liver
Dis. 2008;40(1):16-21.
– Turner D, Walsh SM, Benchimol EI, Man EH, Thomas KE, Chow C, McLernon RA,
Walters TD, Swales J, Steinhart AH, Griffiths AM. Severe pediatric ulcerative colitis: inci-
dence, outcomes and optimal timing for second line therapy. Gut 2008; 57:331-338.
Reciente estudio retrospectivo realizado en Toronto que aporta novedosos datos sobre la
respuesta al tratamiento y efectividad de los corticoesteroides en 99 niños con colitis ulce-
rosa grave durante un periodo de 10 años. Uno de los pocos estudios publicados que se
concentran exclusivamente en niños con colitis ulcerosa.
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INTRODUCCIÓN
El estreñimiento es un motivo de consulta frecuente en la edad pediátrica.
Su prevalencia estimada es hasta el 7,5%, con oscilaciones según los países estu-
diados del 0,3 al 29%. No existe unanimidad en la definición de estreñimiento,
siendo la más aceptada en la actualidad la que indica que durante al menos 8
semanas deben existir dos o más de las siguientes características:
- Menos de tres deposiciones/semana.
- Más de un episodio de incontinencia fecal/semana.
- Heces de gran diámetro en el recto o palpables a nivel abdominal.
- Deposiciones excesivamente voluminosas que obstruyen el WC.
- Existencia de posturas y actitudes retentivas para evitar la defecación.
- Defecación dolorosa.
El número de deposiciones no se utiliza como único criterio en la definición,
ya que el patrón defecatorio normal es cambiante con la edad; así, mientras que
en la primera semana de vida la media es de 4 deposiciones/día, la frecuencia va
disminuyendo hasta 1,7 a los 2 años y 1,2 a los 4 años.
La encopresis, definida como el escape involuntario de heces en niños mayo-
res de 4 años, es una complicación frecuente de la retención fecal que acom-
paña al estreñimiento.
FISIOLOGÍA
La motilidad del colon está constituida por contracciones lentas de abrazo y
propulsión del bolo fecal y contracciones de masa que recorren en sentido oro-
anal todo el colon varias veces al día (al despertar y tras las comidas). El meca-
nismo de la defecación comienza con la distensión por parte del bolo fecal de las
paredes del recto y la consiguiente estimulación de los presorreceptores presen-
tes en la pared rectal. La transmisión de este impulso nervioso se efectúa en
dos sentidos:
- En sentido distal a través de los plexos mientéricos de la pared rectal, produ-
ciendo la relajación refleja de la musculatura lisa del esfínter anal interno (RIA).
- En sentido ascendente, a través de fibras sensitivas, a la corteza cerebral per-
mitiendo la percepción consciente del deseo de defecar y la contracción tran-
sitoria de la musculatura estriada del esfínter anal externo (reflejo anal exci-
tatorio) y del músculo puborrectal. Si esta contracción se mantiene, el recto
se acomoda al aumento de volumen y desaparece la sensación de urgencia.
La relajación del esfínter anal externo permite la salida del bolo fecal con la
ayuda de la relajación del músculo puborrectal y el incremento de la presión
intraabdominal.
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Medicaciones
Metilfenidato
Fenitoína
Anticolinérgicos
Medicación con codeína
Antiácidos
Fenotiazidas
Uso crónico de laxantes
ETIOLOGÍA
La etiología del estreñimiento es muy variada (Tabla I), pudiendo deberse a
alteraciones anatómicas, neurológicas, musculares o anomalías en el mecanismo
defecatorio. No obstante, en más del 90% de los casos es idiopático o funcio-
nal y solo un 5-10% está ligado a causas orgánicas que requieren tratamientos
médicos o quirúrgicos específicos.
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DIAGNÓSTICO
Una buena historia clínica y exploración física son indispensables para la eva-
luación completa de un niño que padece estreñimiento.
Historia clínica
El motivo de consulta suele ser la dificultad y disminución del número de depo-
siciones, en ocasiones en un contexto doloroso, o bien estrías hemorrágicas en la
deposición, dolor abdominal y ocasionalmente escape involuntario de heces. La
historia clínica deberá incluir: antecedentes de estreñimiento en la familia, tiem-
po de la primera emisión de meconio, edad de aparición del estreñimiento y fac-
tores predisponentes. En los niños con enfermedad de Hirschsprung se inicia en el
período neonatal, mientras que en el estreñimiento funcional, aunque el comien-
zo puede ser muy precoz, la edad de inicio suele ser más tardía, coincidiendo muchas
veces con la retirada del pañal. Se debe interrogar sobre la frecuencia y caracte-
rísticas de las heces (número a la semana, consistencia, tamaño); también preguntar
si la defecación es dolorosa y si existe sangre al final de la misma. La retención volun-
taria de las heces por parte del niño aboga a favor de causa no orgánica. Tam-
bién se investigará si el niño toma alguna medicación que pueda producir estre-
ñimiento. Se revisarán los hábitos dietéticos, valorando especialmente la ingesta
de fibra y agua. Es importante investigar otros problemas de comportamiento rela-
cionados con la alimentación, el sueño o la dinámica escolar y familiar.
La existencia de otros síntomas, como fiebre, distensión abdominal, anore-
xia, náuseas, vómitos o afectación de la curva ponderal harán sospechar pato-
logía orgánica.
Exploración física
Tras valorar el estado general y nutricional (alterados en el megacolon agan-
gliónico), la inspección y palpación se centrarán en el abdomen para descubrir
distensión abdominal o masas en colon sigmoide o en recto.
La exploración del periné y área perianal es esencial para determinar la loca-
lización del ano o detectar malformaciones anorrectales, fisuras anales, y/o lesio-
nes dérmicas secundarias a la incontinencia fecal. El tacto rectal informará sobre
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Pruebas complementarias
Una historia clínica y exploración física esmeradas son suficientes, en gene-
ral, para establecer si el estreñimiento es funcional u orgánico, no siendo nece-
saria la realización de otras exploraciones complementarias. La radiografía sim-
ple de abdomen no está indicada de rutina, aunque es útil para detectar
alteraciones de la columna lumbosacra. No será necesario realizarla si en el tacto
rectal se detectan gran cantidad de heces retenidas en la ampolla rectal.
En ocasiones se precisan otras pruebas complementarias cuando el estreñi-
miento persiste a pesar de la buena adherencia al tratamiento. Estas pueden
incluir:
• Enema de bario: para descartar anomalías anatómicas o bien megacolon con
presencia de zona de transición entre el segmento aganglionar estenótico
y el intestino ganglionar dilatado en la sospecha de enfermedad de Hirschs-
prung. En casos de aganglionismo total falta este dato. También es difícil la
diferenciación entre el estreñimiento funcional y la enfermedad de Hirschs-
prung con segmento agangliónico ultracorto. Para obtener una buena infor-
mación no se debe realizar la limpieza del colon antes de la realización del
enema.
• Manometría anorrectal, para descartar enfermedad de Hirschsprung. Aun-
que en esta patología la encopresis es rara, puede estar presente si se trata
de un segmento agangliónico ultracorto.
• Biopsia rectal: con tinción de acetilcolinesterasa (ACHE), que está aumen-
tada en la ausencia de células ganglionares.
• Manometría colónica: cuando se sospecha la existencia de miopatía/neu-
ropatía del colon.
• Resonancia magnética nuclear: para poner de manifiesto patologías intra-
medulares.
• Analítica: hemograma, bioquímica completa, urocultivo, hormonas tiroideas,
marcadores serológicos de enfermedad celíaca, electrolitos en el sudor, etc.
• La evaluación psicológica es importante y no debe olvidarse su realización.
En la figura 1 se expone un esquema para la evaluación diagnóstica del niño
con estreñimiento.
Estreñimiento
Grave Leve-moderado
Manometría-reflejo RIA
Fase de mantenimiento
La terapia de mantenimiento debe incluir una dieta con adecuado aporte de
fibra y líquidos, junto con la administración de laxantes osmóticos o con solu-
ción evacuante de polietilenglicol a dosis bajas, diarias, durante algunos meses,
suspendiéndolos solo cuando el niño haya consolidado un hábito defecatorio
regular. Estudios de seguimiento a largo plazo han demostrado que un número
significativo de niños requiere esta terapia de forma habitual a lo largo de toda
su vida. El estreñimiento de inicio precoz, la historia familiar, la alteración grave
de la sensación rectal y la presencia de anomalías de la expulsión se han mos-
trado como factores predictivos de cronicidad para el estreñimiento.
En los niños que no responden a ninguna de las terapias habituales, y que son
de difícil manejo, el tratamiento ha de ser individualizado pudiendo considerarse otras
terapias de “rescate”, como los laxantes estimulantes, que pueden ser usados en cor-
tos períodos de tiempo. Hay experiencia con senna (4 gotas/25 kg de peso/día) y
bisacodilo en ≥ 2 años (1/2-1 supositorio de 10 mg o 1-2 pastillas de 5 mg por dosis).
La terapia con biofeedback manométrico ha sido evaluada en diversos estu-
dios controlados que ponen de manifiesto su eficacia y puede ser una opción en
niños con disfunción del suelo de la pelvis, ya que mejora la sensibilidad de la
percepción rectal enseñando al niño a evitar la contracción paradójica del esfín-
ter anal externo o en niños con estreñimiento crónico funcional que no respon-
den al tratamiento convencional.
El uso del tegaserod (agonista selectivo de los receptores de serotonina
5-HT4) debe todavía evaluarse en niños mediante estudios amplios. En cuanto
al empleo de probióticos, los datos que existen en la actualidad sobre su efica-
cia son inconsistentes.
RESUMEN
El estreñimiento es un motivo frecuente de consulta en la edad pediátrica.
Aunque la etiología del mismo puede ser muy variada, en la mayoría de los casos
se trata de estreñimiento idiopático o funcional (90-95%), pero es importante
conocer las causas orgánicas del estreñimiento, ya que pueden requerir trata-
mientos médicos o quirúrgicos específicos.
En el estreñimiento existe dificultad para la eliminación de las heces reteni-
das y endurecidas, por lo que la defecación llega a ser dolorosa, dando lugar a
un bloqueo voluntario, creando así un círculo vicioso que mantiene la situa-
ción. Una historia clínica y exploración física minuciosas son indispensables para
la evaluación completa de un niño que padece estreñimiento, siendo suficientes
en la mayoría de los casos para establecer si este es funcional u orgánico, no pre-
cisando otras pruebas complementarias. Las medidas terapéuticas se adaptaran
al grado de estreñimiento y a la presencia o no de fisuras, impactación fecal o
encopresis. Se debe consultar con un gastroenterólogo pediátrico cuando exis-
te fracaso de la terapia, sospecha de enfermedad orgánica o cuando el manejo
del estreñimiento sea complejo.
BIBLIOGRAFÍA
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Excelente artículo en el que se revisan aspectos relacionados con la clínica, las pruebas com-
plementarias y las medidas terapéuticas empleadas en el niño con estreñimiento.
– Constipation Guideline Committee of the North American Society for Pediatric Gas-
troenterology, Hepatology and Nutrition. Evaluation and treatment of constipation
in infants and children. Recommendations of the North American Society for Pediatric
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PANCREATITIS
Pancreatitis aguda
La pancreatitis aguda probablemente sea el trastorno más común del pán-
creas en la infancia, después de la fibrosis quística. La parotiditis, enfermedades
biliares (microlitiasis o barro biliar), anomalías anatómicas congénitas y las con-
tusiones abdominales constituyen las causas más comunes de pancreatitis.
Patogenia
No se conoce bien la secuencia de acontecimientos que desembocan en una
pancreatitis. Después de una agresión inicial, con obstrucción de los conduc-
tos, se activan las proenzimas pancreáticas por hidrolasas de la célula acinar, deter-
minando la autodigestión del órgano, activando y liberando otras proteasas acti-
vas. Los signos histopatológicos de pancreatitis aguda dependen de la liberación
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Clínica
Dolor abdominal, localizado en el epigastrio, continuo, obligando a man-
tener una postura antiálgica con flexión de caderas y rodillas, tumbado sobre un
lado. El niño se encuentra muy mal, con aspecto de gravedad. Son frecuentes
los vómitos persistentes, precisando ingreso hospitalario en la mayoría de las oca-
siones para tratamiento hidroelectrolítico por riesgo de deshidratación.
Diagnóstico
Suele diagnosticarse determinando la amilasa pancreática y lipasa séricas.
Inicialmente, en un 10-15% de los pacientes los niveles séricos de amilasa pan-
creática pueden ser normales y también normalizarse en dos días de evolución.
La lipasa sérica puede ser más específica que la amilasemia cuando existen lesio-
nes inflamatorias agudas del páncreas, y se mantiene elevada más días (6-10
días). En las pancreatitis agudas pueden existir otras alteraciones del laborato-
rio (hemoconcentración, alteraciones de la coagulación, leucocitosis, hiperglu-
cemia, glucosuria, hipocalcemia, elevación de GGT e hiperbilirrubinemia).
La exploración radiológica del tórax puede revelar la existencia de atelecta-
sias laminares, infiltrados basales, elevación del diafragma, derrame pleural izquier-
do o edema pulmonar. La radiografía de abdomen puede mostrar un asa centi-
nela, dilatación del colon transverso, calcificación pancreática (pancreatitis crónica
recurrente), borramiento del psoas izquierdo, existencia de un pseudoquiste,
opacidad abdominal difusa (ascitis) o burbujas peripancreáticas. La ecografía
abdominal facilita una gran información para el diagnóstico y seguimiento de los
niños con pancreatitis, con aumento del tamaño del páncreas, hipoecogenici-
dad pancreática, existencia de edema, existencia de masas, colecciones líqui-
das y abscesos, aunque hasta un 20% de los niños con pancreatitis muestran un
estudio ecográfico normal al principio. La tomografía axial computarizada (TAC),
resonancia magnética nuclear (RMN) y la colangiopancreatografía mediante RMN
pueden completar el estudio ecográfico y ayudar al diagnóstico de la pancrea-
titis en niños. La colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) resul-
ta decisiva para el estudio de la pancreatitis recurrente, el páncreas divisum, la
disfunción del esfínter de Oddi y la patología de vesícula biliar.
Tratamiento
Los objetivos del tratamiento médico consisten en aliviar el dolor y norma-
lizar las alteraciones hidrolectrolíticas. Aspiración nasogástrica en la presencia de
vómitos. Mantener dieta absoluta y alimentación parenteral. La alimentación oral
puede iniciarse cuando se normalice la amilasemia y desaparezcan los síntomas clí-
nicos. El tratamiento quirúrgico puede ser necesario para el drenaje de los absce-
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Pancreatitis crónica
La pancreatitis crónica recidivante o recurrente en los niños suele ser pro-
ducida por anomalías congénitas de las vías biliares y del páncreas (páncreas divi-
sum) o ser hereditaria (Tabla I). Los síntomas suelen iniciarse en los primeros diez
años, inicialmente de forma leve y el dolor suele desaparecer en 2-6 días, pero
los episodios de dolor son cada vez más intensos. En los periodos asintomáticos
no se aprecian anomalías hasta que aparecen calcificaciones, pseudoquistes y
la insuficiencia pancreática. En ocasiones se asocia con hiperlipemias (tipo I, IV y
V), ascaridiasis y fibrosis quística.
En los pacientes que sufran varios episodios de pancreatitis también hay que
valorar los niveles de lípidos séricos, calcio y fósforo, áscaris en el examen de las
heces y un test del sudor, así como el estudio genético de las mutaciones en el
gen catiónico del tripsinógeno (R117H y N 211) o en el de su inhibidor intrace-
lular específico (SPINK-1).
La radiografía simple de abdomen puede revelar la existencia de calcifica-
ciones y la ecografía o la TAC abdominal la presencia de un pseudoquiste o defor-
maciones del conducto de Wirsung y descartar litiasis en las vías biliares. La CPRE
permite visualizar las alteraciones anatómicas o colocar prótesis en las vías pan-
creáticas. La evolución de la pancreatitis crónica recurrente es hacia una destruc-
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ción gradual del parénquima pancreático, incluyendo las estructuras de las célu-
las acinares exocrinas y ductales, así como de los islotes de células endocrinas, con-
duciendo a una insuficiencia pancreática exocrina y a diabetes mellitus.
En las recidivas se maneja como una pancreatitis aguda, con rehidratación y ali-
mentación parenteral, siguiendo con alimentación enteral, tratando la insuficien-
cia pancreática crónica con enzimas pancreáticos y tratamiento quirúrgico con pro-
cedimientos de drenaje y derivación (pancreaticoyeyunostomía en asa en Y de Roux).
SÍNDROME DE SHWACHMAN-DIAMOND
El síndrome de Shwachman-Diamond (SSD) es un trastorno genético auto-
sómico recesivo poco frecuente, calculándose su incidencia entre uno por cada
100.000 a 200.000 recién nacidos vivos, si bien para otros autores, debido a la
variedad de fenotipos, la frecuencia podría alcanzar hasta uno por cada 10.000
recién nacidos vivos y puede atribuírsele ser la causa del 3% de las insuficien-
cias pancreáticas exocrinas congénitas en la edad pediátrica.
Aparte de otros disturbios menos frecuentes, viene caracterizado por la exis-
tencia de hipofunción pancreática exocrina, disfunción de la médula ósea, talla
baja y anomalías esqueléticas. Fue descrito en 1964 por Shwachman, Diamond
y Oski y, simultáneamente, por Bodian, Sheldon y Lightwood.
Pese a su escasa prevalencia (no llegan a 300 los casos descritos en todo el
mundo) constituye la segunda causa congénita de insuficiencia pancreática exo-
crina tras la fibrosis quística.
Etiología
La enfermedad está causada por una mutación en el gen SBDS en el cro-
mosoma 7q11. El SDBS codifica una proteina de 250 aminoácidos. Una copia
del pseudogén con un 97% de los nucleótidos exactos reside en un segmento
genómico localmente duplicado de 305 kilobases. De forma interesante, un 89%
de mutaciones recurrentes resultan de la conversión del gen con, por lo menos,
uno de dos cambios en la secuencia del pseudogén que resulta en proteínas trun-
cadas. La proteína se cree que está envuelta en el metabolismo del ARN.
Padre y madre actúan como portadores del síndrome sin padecerlo. En cada
embarazo existirá el 25% de probabilidades de un recién nacido vivo afecto del
síndrome, un 50% de ser portador y un 25% de no ser afecto ni portador. No
existen diferencias raciales y la relación varón/mujer es de 1,7/1.
Diagnóstico
Estará basado en la sospecha clínica y, en la mayoría de los casos, en los exá-
menes complementarios confirmatorios. Los primeros signos y síntomas suelen
aparecer en el primer año de la vida y afectan a varios órganos, tejidos y sistemas.
Insuficiencia pancreática
Suele aparecer entre los 6-7 meses de edad e incluso antes. Ya en el útero las
células acinares del páncreas exocrino están sustituidas en mayor o menor grado
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Sangre periférica
Casi la mitad de los pacientes presentan anemia normocroma y normocíti-
ca, aunque en ocasiones puede ser macrocítica, neutropenia persistente o cícli-
ca en más del 95% de los pacientes y trombocitopenia en alrededor del 23% de
los pacientes. En algunas ocasiones pueden presentar pancitopenia.
En aproximadamente el 75% de los pacientes está elevada la hemoglobina
fetal (HbF) con niveles superiores al 10%. El grupo de trabajo del Hospital for Sick
Children de Toronto, ha realizado un estudio de una cohorte internacional de 88
pacientes, encontrando neutropenia en el 98%, anemia en el 44%, trombocito-
penia en el 34% y pancitopenia en el 19%. En la morfología de la médula ósea
estudiada en 40 de estos pacientes (45% del total) se encontró que 6 eran nor-
males, 24 presentaron una médula hipocelular, 4 hipoplasia granulocítica, 1 hipo-
plasia megacariocítica, 3 hiperplasia granulocítica y 2 hiperplasia eritroide. Doce
de los pacientes presentaron retraso madurativo de la serie mieloide.
Cipolli y cols., en su cohorte de 13 pacientes, encuentran alteraciones muy
similares a las del grupo de Toronto y en la mitad de sus pacientes constatan alte-
ración de la quimiotaxis de los neutrófilos. Con todo, el defecto más frecuente-
mente constatado es la neutropenia, que puede observarse persistentemente en
más del 30% e intermitente en más del 60% de ellos.
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Médula ósea
Es hipocelular y frecuentemente con disminución de la maduración de la
serie mieloide. Como en otros disturbios medulares parecidos, los pacientes con
SSD tienen una tendencia especial a presentar transformaciones malignas y así,
si inicialmente se estimaba que un 5% de ellos la padecían, los últimos datos
de Londres y Toronto estiman que esta complicación se ha subestimado, y que
en la actualidad entre el 12 y el 25% de los pacientes puede presentar una trans-
formación mieloide maligna. Esto sitúa al SSD en la segunda entidad congénita,
tras la anemia de Fanconi, con posibilidad de degeneración maligna. Esta posi-
bilidad de malignización es más frecuente en los varones que presentan panci-
topenia progresiva. Las transformaciones más observadas son leucemia mieloide
aguda, linfoide aguda y mieloide crónica juvenil. Estas posibilidades de malig-
nización hacen que, además del estudio estandarizado de sangre periférica, sea
conveniente monitorizar el estudio de médula ósea por aspiración, especialmente
en aquellos pacientes de mayor riesgo.
Todas estas alteraciones hematológicas justifican parte de los signos y sín-
tomas presentes en los pacientes con SSD ya que, con independencia de las dege-
neraciones malignas, suelen tener petequias, hematomas por contusiones leves,
epistaxis, rectorragia y/o melena, hematuria, infecciones bacterianas recurrentes
de vías respiratorias altas y bajas, de oído medio, de senos, infecciones cutáneas,
estomatitis aftosa, micosis cutáneas y ungueales y, con menos frecuencia, oste-
omielitis y sepsis. Puede jugar en ello un papel importante la neutropenia y, más
aún, la alteración de la quimiotaxis neutrófila.
La vida media es de 24 años para aquellos que padecen anemia aplásica y
de 10 años para los que presentan algún tipo de leucemia.
Esqueleto
Entre el 50 y el 75% de los pacientes con SSD presentan anomalías esque-
léticas variadas a partir de los seis meses de edad. La más frecuente es la con-
drodisplasia metafisaria de caderas con tendencia a coxa vara. En rodillas (genu
valgo), tobillos, hombros y muñecas también se observa este defecto o disosto-
sis metafisaria. La caja torácica puede ser estrecha y larga. Otros defectos menos
frecuentes descritos son clinodactilia, sindactilia, osteopenia, colapso vertebral y
duplicación de la falange distal del pulgar.
La ecografía y sobre todo la radiología convencional, serán los medios utili-
zados para confirmar o descartar la existencia de estos defectos y valorar su evo-
lución.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 225
Hígado
Hepatomegalia en alrededor del 15% de los pacientes y elevación de las tran-
saminasas en el 60%. Ambas tienden a mejorar con la edad. En los pocos pacien-
tes en que se ha realizado biopsia hepática se ha observado, con frecuencia varia-
ble, infiltración grasa, inflamación crónica portal y periductal y tractos fibrosos
periportales.
Desarrollo psicomotor
En general suele ser normal y sólo un pequeño porcentaje de los pacientes
presenta un retraso psicomotor que mejora poco con el tiempo. Un 3% pre-
senta déficit de atención y un 16% retraso escolar, aunque no está bien esta-
blecido si la causa se debe al propio síndrome en sí o al absentismo escolar fre-
cuente en estos pacientes.
Piel
Pueden presentar piel seca, eccema, ictiosis moderada e hiperpigmentación.
La causa es desconocida, aunque parece poder ponerse en relación con la mal-
nutrición debida a la mala digestión.
Ojos
Se ha encontrado con diversa incidencia ptosis, estrabismo, coloboma y que-
ratitis punctata.
Riñón
La urolitiasis (por oxalato) es muy poco frecuente al igual que la acidosis tubu-
lar renal.
Dientes
Con frecuencia presentan un pobre desarrollo dentario que a veces se diag-
nostica como displasia dental. Su causa es desconocida, aunque puede ser en parte
ligada a los defectos esqueléticos y en parte debida a periodontitis frecuentes.
Corazón
Solo ocho pacientes (todos en Finlandia) han presentado necrosis mio-
cárdica extensa. En todos ellos el diagnóstico fue realizado en la autopsia. Es
frecuente, sin embargo, encontrar hipertrofia de ventrículo derecho como
resultado de las frecuentes bronconeumopatías agudas y crónicas de estos
pacientes.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 226
Alteraciones hormonales
Es frecuente la asociación con diabetes tipo 1, así como retraso puberal.
Sin embargo, la asociación con el déficit de hormona de crecimiento es inu-
sual, aunque ya se han comunicado al menos cuatro casos.
Fibrosis quística
Presenta electrolitos elevados en el sudor, el flujo pancreático es menor y más
espeso. La alteración genética es diferente, aunque también reside en el cro-
mosoma 7.
Síndrome de Johanson-Brizzard
Este síndrome presenta insuficiencia pancreática exocrina, bajo peso al naci-
miento, enanismo, sordera, microcefalia, hipotiroidismo, retraso mental, caren-
cia de la dentición permanente e hipoplasia de las alas nasales.
Hipoplasia cartílago-pilosa
También es un desorden autosómico recesivo, pero es más frecuente en la
comunidad de Amish y en la población finlandesa. Tienen cabello fino, ralo e
hipopigmentado, disostosis metafisaria, miembros cortos y talla baja por desa-
rrollo anómalo del cartílago de los huesos largos e inmunodeficiencia celular o
combinada. Solo ocasionalmente presentan neutropenia. No están claras las
bases fisiopatológicas de la inmunodeficiencia ni de la linfopenia, pero hay un
aumento de apoptosis de células T y su alteración genética radica en el cro-
mosoma 9.
Anemia de Fanconi
Aunque tiene muchos aspectos comunes con el SSD en piel, talla baja,
pubertad, aumento de HbF, trastornos esqueléticos (entre los cuales la hipo-
plasia o ausencia de pulgares caracteriza más a la anemia de Fanconi), etc.,
esta entidad presenta otras alteraciones frecuentes, como son microcefalia,
hiperreflexia, retraso mental, microftalmía, etc. Por otra parte, su primer signo
hematológico es la pancitopenia y no la neutropenia y la médula ósea es aplá-
sica, en tanto que en el SSD es más característica la hipocelularidad y/o la
detención de la maduración mieloide. No presenta déficit pancreático exo-
crino.
tanto leves como graves y algunos pacientes desarrollan leucemia mieloide aguda
o mielodisplasia y se asocia, como otras, a monosomía del cromosoma 7.
Tratamiento
Vitaminoterapia
La mala digestión/malabsorción de grasas trae como consecuencia una absor-
ción deficiente de vitaminas liposolubles, por lo que es aconsejable su adminis-
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Dieta
La gran variación en la expresividad del SSD en todos sus aspectos hace que
en cada paciente se deba de realizar una intervención nutricional personalizada.
Es por ello que en este apartado, como en otros, solo se pueda hablar de consi-
deraciones generales.
Proteínas
En el lactante con SSD se debe intentar que sea lo más parecida posible a
la del resto de lactantes, pero con suplementación enzimática si la precisa. A veces
está indicada la utilización de hidrolizados proteicos que al estar predigeridos
permiten disminuir la cantidad de enzimas a administrar.
Se recomienda que la proteína ingerida sea de alto valor biológico, al menos las
dos terceras partes del total de la ingesta, dejando el tercio restante a la contenida
en los vegetales. Deben de aportar entre el 11 y el 15% de las calorías totales.
Grasas
Se estima, en general, que las grasas deben aportar el 40% de las calorías y que
el ácido linoleico comporte el 1-2% del aporte calórico como preventivo de su défi-
cit y del 7% o más para la recuperación de un déficit si este se ha instaurado.
Hidratos de carbono
Deben constituir entre el 45 y el 48% de las calorías ingeridas y preferible-
mente en forma de carbohidratos complejos y con fibra, en lugar de azúcares
simples, cuyo uso se debe restringir para evitar adicción. La ingesta de hidratos
de carbono deberá modificarse en ciertos casos, como cuando se presente con
diabetes mellitus.
RESUMEN
• La pancreatitis se considera una causa poco frecuente dentro del diagnósti-
co del dolor abdominal en la infancia. Pero en todo paciente con dolor abdo-
minal que acude a un servicio urgencia hospitalario se deben realizar prue-
bas de laboratorio, niveles de amilasa y lipasa sérica, así como pruebas de
imagen con una ecografía abdominal, que permitirán un diagnóstico clíni-
co precoz y con ello mejorar las posibilidades de tratamiento.
• El síndrome de SSD, descrito hace casi 40 años, es una entidad clínica poco
frecuente que se hereda con carácter autosómico recesivo. Se caracteriza,
principalmente, por disfunción medular ósea con neutropenia cíclica o per-
manente, insuficiencia pancreática exocrina, talla corta y alteraciones óseas.
Pese a su baja incidencia, ante todo paciente pediátrico que presente algu-
na de estas alteraciones, debe de descartarse o confirmarse la posibilidad de
esta afección para iniciar su tratamiento lo más precozmente posible.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 230
BIBLIOGRAFÍA
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biliary disease in children. J Gastroenterol Hepatol 2003; 18: 915-21.
En el presente estudio se incluyen 56 niños con pancreatitis aguda, de los cuales 16 (29%) fue-
ron asociados con enfermedad biliar, 4 niños y 12 niñas con rango de edad de 2 a 13 años.
Entre las causas de enfermedad biliar, fueron siete quistes de colédoco, barro biliar en seis, litia-
sis biliar en dos y anomalías pancreatobiliar en uno. Los autores sugieren que la enfermedad
biliar puede ser una de las causas de pancreatitis aguda en los niños y que las características
clínicas que manifiestan son ictericia y/o anormalidades en los test de función hepática.
– Cipolli M, D’Orazio C, Delmarco A, Marchesini C, Miano A, Mastella G. Shwachman’s
sindrome: pathomorphosis and long term follow-up. J Pediatr Gastroenterol Nutr 1999;
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En la práctica no existía score predictivo de la gravedad de la pancreatitis aguda en los niños.
En este estudio multicéntrico, en seis centros, valoraron los scores de Ranson y Glasgow al ingre-
so, incorporando nuevos parámetros clínicos en la valoración de los pacientes. Los parámetros
fueron: edad (< 7 años), peso (< 23 kg), leucocitos al ingreso (> 18.500 céls/mm3), LDH al
ingreso (> 2.000 U/L), Ca++ (< 8,3 mg/dl, a las 48 h), albúmina a las 48 h (< 2,6 g/dl),
secuestro de fluidos a las 48 h (> 75 ml/kg/48 h) y un aumento del BUN (> 5 mg/dl). El nuevo
sistema mostró mejor sensibilidad versus el score de Ranson y de Glasgow (70% vs 30% y 35%,
respectivamente) y mejor valor predictivo negativo (91% vs 85% y 85%). La especificidad (79%
vs 94% y 94%) y un valor predictivo positivo (45% vs 57% y 61%) En conclusión, el nuevo sis-
tema de valoración resultó ser mejor en este grupo que los sistemas existentes.
– Jackson WD. Pancreatitis: etiology, diagnosis, and management. Curr Opin Pediatr
2001; 13: 447-51.
Los autores revisan 484 pacientes, adultos y niños, durante un periodo de 20 años, some-
tidos a cirugía por pancreatitis crónica. Las indicaciones de intervención quirúrgica fueron
dolor abdominal (95% de los casos) y pseudoquistes complicados (27%). La pancreatec-
tomía total presentó una mortalidad del 5% a los 30 días y morbilidad del 47%. La pan-
creaticoduodenectomía presentó una mortalidad del 3%, y morbilidad del 32%. La mor-
bilidad se asoció a la insuficiencia pancreática, úlcera péptica y ulceras anastomóticas. Sin
embargo, el 79% de los pacientes presentó una función normal después de la cirugía.
– Kornfeld SJ, Kratz J, Diamond F, Day NK, Good RA. Shwachman-Diamond syndrome
associated with hypogammaglobulinemia and growth hormone deficiency. J Allergy
Clin Immunol 1995; 96: 247-50.
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– Shwachman H, Diamond LK, Oski FA, Khaw KT. The syndrome of pancreatic insuffi-
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– Smith OP. Shwachman-Diamond syndrome. Semin Hematol 2002; 39: 95-102.
Este artículo es un excelente recopilatorio del síndrome de Shwachman-Diamond, tanto por
su metodología de exposición como por su recogida bibliográfica. Es muy minucioso en lo
referente a los aspectos inmunológicos, hematológicos (médula ósea y periférica) y algo
escaso en los aspectos óseo y pancreático, lo cual es perfectamente excusable en una publi-
cación dedicada a hematología.
– Boocock GR. Mutations in SBDS are associated with Shwachman-Diamond síndro-
me. Nat Genet 2003; 33(1):97-101.
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 231
DIAGNÓSTICO
Los criterios diagnósticos vigentes se basan en la presencia de características
fenotípicas compatibles con FQ o antecedentes familiares de enfermedad en her-
manos o primos o un cribado neonatal positivo, junto con una prueba de labo-
ratorio que evidencie disfunción de la proteína CFTR: concentración de cloro
en sudor superior a 60 mmol/L, detección de dos mutaciones reconocidas de FQ
o demostración de alteraciones en el transporte iónico a través del epitelio nasal
(DPN). Las manifestaciones clínicas más sobresalientes que sugieren el diagnós-
tico de la enfermedad se mencionan en la tabla I. En la actualidad, en la mayo-
ría de los casos en países desarrollados, el diagnóstico se realiza en recién naci-
dos con una prueba de cribaje positiva.
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TABLA II. Situaciones en las que se debe realizar un test del sudor.
- Manifestaciones clínicas típicas
- Historia familiar (hermanos o primos)
- Íleo o peritonitis meconial
- Ictericia en el recién nacido de etiología no clara
- Alcalosis hipoclorémica o golpe de calor
- Fracaso del desarrollo
- Prolapso rectal
- Pansinusitis
- Pancreatitis recidivante
- Cirrosis inexplicable
- Colelitiasis
- Neumonía estafilocócica
- Presencia de Pseudomonas morfotipo mucoide en los pulmones
- Bronquiectasias
Estudio genético
Para el diagnóstico se requiere la demostración de la existencia de dos muta-
ciones responsables de la alteración de la proteína CFTR. Es importante consi-
derar que el barrido completo del gen se realiza únicamente en contados labo-
ratorios especializados.
La FQ diagnosticada en la edad adulta difiere considerablemente de la forma de
presentación en la infancia. Así, el 90% de los pacientes presentan clínica respirato-
ria con una alteración de la función pulmonar leve-moderada o incluso normal, y tan
solo un 15% tiene insuficiencia pancreática. Aunque la mayoría de los pacientes pre-
sentan bronquiectasias difusas, la colonización bronquial crónica por Pseudomonas
aeruginosa es menos frecuente, predominando otros gérmenes como el Haemophi-
lus influenzae y el Staphylococcus aureus. En algunos pacientes se llega a diagnosti-
car FQ por pancreatitis crónica o recurrente o en un estudio por infertilidad al detec-
tarse una azoospermia con ausencia bilateral de conductos deferentes (Tabla III).
TRATAMIENTO
En los Estados Unidos en 2007, la mediana de la edad de supervivencia de
pacientes con FQ se estimó entre 37 y 40 años. Este gran avance en la edad de
supervivencia en las últimas dos décadas se ha debido en gran parte a un mejor
entendimiento de la enfermedad desde un punto de vista integral, donde los
aspectos pulmonares, gastrointestinales, nutricionales y metabólicos son atendi-
dos de forma más eficaz. Por otra parte, este aumento en la edad de supervi-
vencia y en la calidad de vida ha originado nuevos retos terapéuticos, que en el
pasado no eran motivo de preocupación, tal es el caso de los pacientes con FQ
que desean tener hijos. La fertilidad suele ser un problema más común en los
varones, a diferencia de las mujeres que suelen ser fértiles, pero que es necesa-
rio considerar factores importantes para evitar problemas durante el embarazo,
como la diabetes gestacional.
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Antibióticos
Los antibióticos conforman uno de los pilares básicos del tratamiento de
los pacientes con FQ. Permiten reducir el número de gérmenes patógenos que
producen la infección y que desencadenan la respuesta inflamatoria en las vías
respiratorias. El tratamiento antimicrobiano rara vez logra erradicar los gérme-
nes patógenos, por lo que su objetivo terapéutico está dirigido a controlar la
infección, más que a curarla. La elección de los antibióticos se determina según
el tipo de germen y sus sensibilidades, y la ruta de administración de los fárma-
cos, intravenosa, oral o inhalada, se decide en función de la gravedad del cua-
dro respiratorio. El tratamiento intravenoso es el más efectivo en las exacerba-
ciones respiratorias moderadas y graves. Habitualmente se emplean esquemas
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con doble antimicrobiano a altas dosis durante dos a tres semanas, debido a que
su efecto sinérgico disminuye el riesgo de aparición de resistencias. Los antibió-
ticos intravenosos también pueden administrarse, aunque no exista una exa-
cerbación, para intentar frenar un deterioro insidioso clínico y de la función res-
piratoria cuando no han resultado eficaces otras terapias.
El régimen antibiótico más habitual en las exacerbaciones infecciosas por
Pseudomonas aeruginosa es un aminoglucósido más una cefalosporina de terce-
ra generación como la ceftazidima. Si los gérmenes son resistentes a la ceftazi-
dima deberán utilizarse otros, como los antibióticos β-lactámicos activos contra
la P. aeruginosa. El ciprofloxacino suele reservarse para la administración oral,
debido a la escasez de fármacos antipseudomonas disponibles por esta vía y al
elevado índice de resistencias que ocasiona su utilización continuada. Si el Staphy-
lococcus aureus o el Haemophilus influenzae colonizan las vías respiratorias ade-
más de la P. aeruginosa, deben añadirse otros antibióticos con acción contra estos
gérmenes o cambiar el esquema inicial.
Los antibióticos intravenosos no necesitan administrarse necesariamente
en el hospital, por lo que en muchas ocasiones, cuando el estado clínico del
paciente y las circunstancias socioculturales lo permiten, el tratamiento puede
hacerse en el domicilio. Este tipo de práctica reduce el número de ingresos
hospitalarios y mejora notablemente la calidad de vida. En los enfermos que pre-
cisan con mucha frecuencia ciclos antibióticos intravenosos es recomendable
colocar vías centrales de acceso periférico, que ofrecen comodidad con riesgo
mínimo de complicaciones.
Tanto el tratamiento oral como el inhalado se utilizan en las exacerbaciones
leves o moderadas, entendiendo por ellas las exacerbaciones que cursan con
aumento en la tos y volumen de expectoración sin un cambio significativo de
la función pulmonar. Son pocos los fármacos disponibles por vía oral frente a la
Pseudomonas aeruginosa, los más empleados son las quinolonas (ciprofloxaci-
no) y menos frecuentemente el sulfametoxazol-trimetoprim y el cloranfenicol.
El principal problema que presenta el ciprofloxacino es la rápida generación de
resistencias a las 3 ó 4 semanas de tratamiento, aunque suelen recuperar las sen-
sibilidades a las semanas o meses de la suspensión del mismo. No se ha demos-
trado la efectividad del tratamiento de mantenimiento con antibióticos orales
para prevenir o retrasar el deterioro de la función respiratoria en los pacientes
con FQ, existiendo dudas razonables de que pueda producir cambios en la flora
respiratoria normal, favoreciendo la aparición de gérmenes patógenos multi-
rresistentes. La indicación principal de los antibióticos inhalados es la terapia de
mantenimiento. Existe evidencia contradictoria en relación al beneficio clínico
que podría resultar de añadir antibióticos aerosolizados al tratamiento intrave-
noso estándar.
Broncodilatadores
La eficacia de los broncodilatadores inhalados en esta patología continúa sien-
do tema de debate. No obstante, se recomienda su utilización si con ello se con-
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Mucolíticos y DNasa
Las terapias mucolíticas tradicionales, como la N-acetilcisteína, se han demos-
trado útil en dosis más altas que las empleadas antiguamente. Desde hace varios
años esta disponible la DNasa recombinante humana. Este fármaco reduce la vis-
coelasticidad del esputo al hidrolizar el ADN extracelular liberado por los poli-
morfonucleares y las bacterias. La mayoría de los estudios publicados a la fecha
confirman su utilidad en casos bien seleccionados y con afectación pulmonar
moderada. El empleo de suero salino hipertónico al 7% inhalado, para crear un
ambiente hiperosmolar y aumentar el líquido pericelular, es un alternativa que
se emplea con más frecuencia.
Fármacos antiinflamatorios
La terapia antiinflamatoria es aparentemente útil en prevenir el deterioro de
la función pulmonar, ya que las vías aéreas de estos pacientes presentan una gran
inflamación como respuesta a la infección bacteriana persistente. Los glucocor-
ticoides orales, como terapia de mantenimiento, se han demostrado útiles en
el tratamiento de esta enfermedad, pero su uso no se contempla en la actuali-
dad, debido a sus efectos secundarios indeseables, especialmente en niños y ado-
lescentes. Para obviar este efecto indeseable, se emplean corticoides por vía inha-
lada que son más seguros. En los últimos años se ha demostrado la eficacia de la
azitromicina como agente antiinflamatorio, y fármacos como las estatinas y el
metotrexato, en la reducción del número e intensidad de las exacerbaciones res-
piratorias. Se requieren más estudios para determinar la dosis y duración óptima
del tratamiento con estos agentes farmacológicos.
Fisioterapia respiratoria
La fisioterapia respiratoria tiene como objetivo limpiar las vías respiratorias
de secreciones viscosas y espesas que contienen altas concentraciones de bac-
terias, elastasas, citocinas y productos bacterianos. La fisioterapia puede realizarse
por diferentes métodos como el tradicional de percusión del tórax, el ejercicio
físico, la utilización de dispositivos mecánicos como el flutter y técnicas específi-
cas de respiración o de tos. No existen suficientes datos para poder concluir cuál
es el sistema más eficaz. Se recomienda que todos los pacientes inicien con fisio-
terapia respiratoria lo más precozmente posible, independientemente de que
la afectación pulmonar sea muy leve. El ejercicio físico desempeña un papel muy
relevante, ya que favorece la limpieza de las vías aéreas, mejora los parámetros
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Suplementación enzimática
Aquellos pacientes con insuficiencia pancreática requieren apoyo con suple-
mentación enzimática para conseguir las mínimas pérdidas fecales de grasas, vita-
minas, proteínas y ácidos biliares, mejorando así la digestión y la absorción de
los alimentos y vitaminas liposolubles. El tratamiento incluye la administración
de extractos pancreáticos gastroprotegidos que evitan la inactivación de las enzi-
mas por la secreción clorhidropéptica del estómago. Es preciso conseguir la dosi-
ficación adecuada, sin olvidar la importancia que tiene tomar los enzimas en el
momento y forma adecuados. El Comité de Consenso de la Fundación Ameri-
cana de Fibrosis Quística indica las siguientes recomendaciones para la admi-
nistración de enzimas pancreáticos: lactantes: 1.000-2.000 unidades (250-500
unidades/kg de peso y toma) de lipasa por cada 120 ml de fórmula o toma de
pecho; niños menores de 4 años: 1.000 unidades de lipasa/kg/toma; niños mayo-
res de 4 años y adultos: 500 unidades de lipasa/kg/toma hasta un máximo de
2.500 unidades de lipasa/kg/toma. Se recomienda que con los aperitivos o snacks
se administre la mitad de la dosis calculada para las comidas principales. En cual-
quier caso, la dosificación de enzimas debe ajustarse siempre de forma indivi-
dualizada en cada paciente, según el grado de esteatorrea y según la ingesta ali-
mentaria y nunca debe sobrepasarse la dosis de 10.000 unidades de lipasa/kg/día.
Una dosificación adecuada permite una dieta sin restricciones, variada y con el
aporte energético necesario para cubrir todas las necesidades del paciente. Deben
administrarse también vitaminas liposolubles, principalmente A y E, siendo meno-
res las necesidades de vitamina K, salvo en los casos de colostasis y toma fre-
cuente de antibióticos.
Tratamiento nutricional
Mantener un estado nutricional adecuado es un aspecto preponderante en
el tratamiento de la FQ, ya que repercute directamente en la calidad de vida y en
la supervivencia. Desde el momento del diagnóstico debe prevenirse la malnutri-
ción no solo clínica, sino subclínica, iniciando con énfasis la educación nutricional
de los padres y pacientes mayores y asegurando una ingesta adecuada para lograr
un balance positivo de energía en todos los momentos, tanto durante los períodos
de remisión como durante las exacerbaciones. La intervención nutricional agresi-
va no debe demorarse cuando el paciente tiene desnutrición moderada o grave.
En los pacientes con FQ existen múltiples causas que favorecen un balan-
ce energético negativo: factores genéticos, ingesta energética disminuida,
pérdidas aumentadas, aumento del gasto energético, inflamación tisular man-
tenida e infección crónica con exacerbaciones frecuentes. Muchos pacientes tie-
nen un adecuado estado nutritivo que se va deteriorando lentamente de forma
constante, pero poco evidente, ya que es frecuente que durante las sucesivas
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Los dos primeros años de la vida son una etapa de crecimiento rápido y las
pérdidas proteicas suelen ser importantes, por lo que los aportes de proteínas
deben ser evaluados cuidadosamente. La adolescencia es otro período de creci-
miento especialmente rápido, en el que además, con frecuencia algunos pacien-
tes tienen depresiones, se rebelan contra la enfermedad y están particularmen-
te negativos para cumplir los tratamientos. Por todo ello, se requiere un control
exhaustivo del estado nutritivo y de los aportes energéticos reales.
Conseguir mantener una nutrición correcta precisa de la colaboración de
todo el equipo multidisciplinario que atiende a estos enfermos, ya que todos
deben ser conscientes permanentemente de la importancia de la nutrición. La
participación de especialistas en nutrición y de dietistas resulta fundamental.
Suplementos nutricionales
Las indicaciones para el empleo de estos suplementos precisan una valora-
ción individual de cada caso. En general, pueden estar indicados cuando sea nece-
sario conseguir mayores aportes calóricos que los que el paciente es capaz de inge-
rir con la alimentación natural. Los suplementos líquidos suelen aportar entre 1
y 2 kilocalorías por mililitro, lo que permite proporcionar en un pequeño volumen
muchas calorías. Existen también presentaciones sólidas en forma de barritas con
buen sabor y de gran densidad energética. Los suplementos deben valorarse en
el paciente con infecciones frecuentes, cuando hay insuficiencia respiratoria, en
los fracasos del desarrollo con percentiles inferiores al p25 y en los casos de nutri-
ción deficiente con disminución de la velocidad de crecimiento o con un índice
de peso/talla entre el 85 y el 90% del peso ideal por un IMC inferior al p10.
Los suplementos deben indicarse de forma individualizada, administrándolos dos
o tres veces al día por boca o en forma de nutrición enteral nocturna, bien con sonda
nasogástrica o a través de gastrostomía cuando se prevea que la suplementación va
a ser necesaria durante largo tiempo. Una pauta orientativa puede ser: para niños de
1 a 3 años de 200 a 400 calorías al día; de 3 a 8 años de 400 a 800 calorías al día y
de 8 años en adelante de 400 a 1.000 calorías al día. La utilización de suplementos
es una práctica habitual y existen numerosos preparados comerciales en nuestro
medio que pueden usarse tanto en niños como en adolescentes y adultos.
debe ser alta. El problema radica en que a dosis altas la absorción no es buena,
particularmente en los pacientes con FQ.
RESUMEN
La FQ es una enfermedad genética, de herencia autosómica recesiva, pro-
ducida por mutaciones de un solo gen localizado en el brazo largo del cro-
mosoma 7, que codifica una proteína de 1.480 aminoácidos, denominada
CFTR, que regula directamente los movimientos de las partículas de cloruro
e indirectamente los movimientos del sodio y agua, dando lugar a la pro-
ducción de un moco espeso en los órganos donde está alterada la proteína:
pulmones, páncreas, intestino, hígado, glándulas sudoríparas y conductos
deferentes en los varones. El diagnóstico se fundamenta en criterios clínicos,
en el análisis de los valores de cloro en el sudor, en el estudio de las muta-
ciones del gen y en el estudio de la diferencia de los potenciales nasales. El
test del sudor es el único test cuantitativo a realizar y una excelente herra-
mienta diagnóstica. Las bases del tratamiento de la FQ son la utilización de
enzimas pancreáticos en los pacientes con insuficiencia pancreática, una nutri-
ción adecuada, la limpieza mecánica de las secreciones purulentas del trac-
to respiratorio inferior y el tratamiento antibiótico enérgico de las exacer-
baciones pulmonares.
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Artículo de revisión muy actual y completa que aborda con profundidad las diferentes estra-
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CONCEPTO
El síndrome de los vómitos cíclicos (SVC) fue descrito por primera vez por
Lombaerd en París (1861) y Samuel Gee en Londres (1882). Se trata de un tras-
torno gastrointestinal funcional, de naturaleza desconocida, frustrante y des-
concertante, que se caracteriza por la aparición súbita de episodios recurrentes
y estereotipados de náuseas y vómitos intensos, de una duración variable (horas
a días), autolimitado y separado por periodos en los cuales el paciente se encuen-
tra totalmente libre de síntomas. Estas características lo distinguen claramente
del vómito crónico, en donde el niño tiende a experimentar un patrón diario
de vómitos.
PREVALENCIA
Su incidencia exacta es desconocida, pero se cree que ha aumentado en
los últimos 15 años, aunque este supuesto parece más consecuencia de su mejor
reconocimiento. Afecta al 2% de los niños en edad escolar sin predominio de
sexo, o tal vez con un ligero predominio en el sexo femenino. Se ha descrito tam-
bién en personas adultas.
ETIPATOGENIA
Los vómitos cíclicos han sido recientemente reclasificados en la segunda edi-
ción de clasificación de las cefaleas como síndromes periódicos, que son pre-
cursores comunes de la migraña.
La etiología de esta entidad sigue siendo desconocida, o cuando menos obs-
cura, aunque la migraña, la epilepsia y el síndrome del colon irritable se han pro-
puesto como factores causales o precipitantes. Por lo menos un tercio de los casos
evolucionan a la migraña, mientras que una historia familiar de migraña se reco-
ge en 80% de las familias y en 50% de los familiares de primer grado. Se han
invocado otros factores, entre los que cabe destacar: alteraciones en la motilidad
gastrointestinal, inestabilidad del sistema nervioso autónomo, alteraciones del
eje hipofiso-hipotalámico-adrenal, enfermedades mitocondriales de la oxidación
de los ácidos grasos y alteraciones de los canales iónicos. Por diversos estímulos
desencadenantes se liberaría una serie de mediadores, como la vasopresina, la
serotonina y la motilina, junto a la corticotropina y el cortisol, que serian res-
ponsables del aumento de la secreción gástrica e intestinal, del enlentecimien-
to del vaciado gástrico y de la activación, por ende, del reflejo emético. Recien-
temente se han descrito tres generaciones de una familia en las que cuatro
miembros padecen de vómitos cíclicos.
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SINTOMATOLOGÍA CLÍNICA
El “buque insignia” y hecho notable del cuadro es el patrón cíclico del vómi-
to, que nada tiene que ver con el de los vómitos crónicos. El vómito es grave,
recurrente, a veces discreto, estereotipado y episódico.
Puede estar precedido por un pródromos de corta duración, aproximada-
mente de una a una hora y media, sin aura visual, que se manifiesta en forma de
nauseas, palidez, letargia y anorexia, seguido a continuación del cuadro de vómi-
tos en toda su expresión. El vómito es típicamente proyectivo (50%) y contiene
bilis (76%), moco (72%) y sangre (72%) debida a la herniación retrógrada del
cardias o, con menor frecuencia, a un síndrome de Mallory-Weiss.
El vómito en sí mismo adopta una sorprendente intensidad, con un pico
medio de intensidad de 6 emesis por hora, una vez cada 10 minutos, y un total
de 15 emesis por episodio.
El niño adopta una actitud que ha sido definida como “coma consciente”:
prefiere el ambiente oscuro y tranquilo, se niega a hablar y los ruidos u olores
le provocan vómitos. También es frecuente el rechazo a tragar la saliva, expul-
sándola constantemente a una toalla o recipiente. Por el contrario, otros niños
ingieren grandes cantidades de líquidos para aliviar la sensación de pirosis y de
dolor retroesternal o se provocan el vómito buscando el alivio momentáneo que
sigue a cada emesis.
La duración de cada episodio es variable, de 3-4 horas a 3-4 días y es lla-
mativo el hecho de que muchos pacientes perciben la finalización del cuadro,
expresándolo, “como ya no vomito más, ya puedo comer”.
Los síntomas autonómicos son frecuentes, especialmente la letargia y la pali-
dez. Entre los síntomas digestivos además del vómito (100%), presentan dolor
abdominal (80%), arcadas (76%) y náuseas (72%). La presencia de estos síntomas
no establece si el órgano diana primario es el cerebro o el aparato digestivo.
Los síntomas neurológicos, si están presentes, se manifiestan en menos de
la mitad de los pacientes, por lo que no sustentarían plenamente la hipótesis
de la relación entre la migraña y el SVC. Tales síntomas están comandados por
las cefaleas (40%), fotobia (32%) y fonobia (28%).
Dos tercios de los pacientes pueden identificar un desencadenante próximo,
como el estrés psicológico, no solo positivo (cumpleaños, fiestas, vacaciones, via-
jes, etc.), sino negativos (problemas familiares, escolares, etc.), el estrés físico,
la ansiedad, las infecciones respiratorias, la sinusitis crónica, los atracones y la
ingesta de alimentos específicos (chocolate, quesos, glutamato). En ocasiones se
aprecia un perfil de personalidad determinado mostrándose como niños muy
inteligentes, perfeccionistas e intolerantes.
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DIAGNÓSTICO
El vómito no es un síntoma específico y el vómito cíclico es un cuadro com-
plejo que puede ser consecuencia de un problema en cualquier órgano impor-
tante. Aunque se han hecho intentos para asegurar el diagnóstico mediante una
descripción y definición detalladas, no hay ningún test especifico que permita
precisar el diagnóstico del SVC, y esta etiqueta puede utilizarse solamente des-
pués del paso del tiempo y de la exclusión de otras enfermedades.
La aplicación de los criterios diagnósticos, discutidos en el primer simposio
internacional sobre el síndrome de los vómitos cíclicos realizado en Londres en
1994, es de gran ayuda (Tabla I).
El padecimiento por lo menos de 3 episodios, la ausencia de síntomas entre
cada uno y la repetición del cortejo sintomático en cada uno de ellos son muy
orientativos.
Hay un notable solapamiento entre el SVC, y la migraña abdominal y crane-
al. Es probable que la mayor parte de los vómitos cíclicos sean una forma de migra-
ña en la infancia y adolescencia, si bien la evidencia es circunstancial. La preva-
lencia de migraña en niños con el SVC (21%) es el doble que en la población
pediátrica general (10,6%); también la prevalencia del SVC en niños con migra-
ña (3,8%) es el doble que en la población general (1,9%). Además, hay hechos
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Despistaje metabólico
• Sangre: gasometría, coagulación, plomo, amonio, láctico, carnitina total y acil-carnitina
• Orina: aminoácidos, ácidos orgánicos, acilglicina
• Pruebas especiales: catecolaminas, porfobilinógeno, ácido delta-aminolevulínico
Test de embarazo
Es muy conveniente guardar una muestra de sangre y orina en los episodios agudos, cuando no
se disponga inmediatamente de laboratorio metabólico
clínicos comunes entre estas entidades, como son el modo de presentación, desen-
cadenantes, la mejoría de las crisis, el buen estado de salud entre cada episodio,
la asociación de síntomas gastrointestinales y sensoriales, las alteraciones vaso-
motoras durante los episodios y la prevalencia significativamente más alta de migra-
ña entre los familiares de primer grado de los niños con el SVC (Tabla I).
No hay ninguna prueba especifica para hacer el diagnóstico del SVC. Por
lo tanto, no se debe olvidar nunca la posibilidad de patologías serias como cau-
santes, ya que puede haber una enfermedad subyacente en uno de cada 8 pacien-
tes. Así hay que prestar atención a signos y síntomas de alarma, como cefaleas
intensas, hemorragia gastrointestinal, dolor abdominal localizado, pérdida de
peso, empeoramiento progresivo, episodios prolongados que requieren hospi-
talizaciones repetidas, cambios en el patrón de los síntomas o ante el fracaso
de cualquier tratamiento.
Durante el episodio se debe realizar un hemograma, glucemia, urea, crea-
tinina, ionograma, amilasa, gasometría capilar y pruebas hepáticas, incluyendo
despistaje de enfermedades metabólicas ante la mínima sospecha. Los estudios
de imagen (gastroduodenal y tránsito intestinal, ecografía abdominal, TAC, RM,
endoscopia etc.), se valorarán y pondrán en práctica cuando haya algún signo
de alerta (Tabla II).
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
Como el vómito es un síntoma inespecífico y el vómito cíclico es un cuadro
complejo que puede ser consecuencia de alguna alteración en un sistema orgá-
nico mayor, hay que plantearse el diagnóstico diferencial con diversas entidades:
1. Aparato digestivo: reflujo gastroesofágico, esofagitis, obstrucción intesti-
nal, malformaciones (malrotación), enfermedad inflamatoria intestinal, apen-
dicitis crónicas, trastornos hepatobiliares (discinesia de la vesícula biliar), pan-
creatitis, disautonomía, etc.
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PRONÓSTICO
La historia natural del síndrome, en la mayoría de los casos, es hacia la desa-
parición de los síntomas en la medida que el niño crece, lo que es un hecho, alre-
dedor de la preadolescencia y de la adolescencia precoz. Pero hay muchos niños
(50%) en los que ha desaparecido el cuadro de vómitos, pero desarrollan una
migraña.
TRATAMIENTO
Dado que la fisiopatología es desconocida, la falta de ensayos terapéuticos
controlados y la existencia de una respuesta placebo alta, el tratamiento del SVC,
sigue siendo empírico y tiene diferentes ejes (Tabla III):
• Abortar la crisis, si es posible.
• Mejorar de forma sintomática los episodios que no puedan ser abortados.
• Prevenir los episodios en la fase prodrómica.
• Tratamiento profiláctico para reducir la frecuencia de las crisis.
El tratamiento de los episodios lleva consigo medidas de soporte que depen-
den del estado clínico del niño. Debe descansar en una habitación tranquila, a
oscuras, para evitar la sobrestimulación que puede actuar como un factor desen-
cadenante. Hay que utilizar una solución hidroelectrolítica con glucosa al 10%,
que puede tener una eficacia del 42% en la resolución del cuadro sin otra medi-
cación, ajustada al grado de deshidratación, si existe.
Se recomienda la utilización del ondansetrón (bloquea los receptores sero-
toninérgicos 5HT3), por vía intravenosa, para el tratamiento de las náuseas y
de los vómitos, a la dosis de 0,15-0,3 mg/kg/dosis cada 4-6 horas. Si los vómi-
tos persisten, se puede emplear el lorazepam, a la dosis de 0,05-0,2 mg/kg/dosis
cada 6 horas. Esta benzodiacepina une a sus propiedades sedantes y ansiolíti-
cas un efecto antiemético notable.
Los neurolépticos, como la clorpromazina, parecen menos eficaces, además
del riesgo de producir reacciones extrapiramidales, pero se pueden utilizar a dosis
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de 0,5-1 mg/kg/dosis cada 6-8 horas, por vía intravenosa, y según la respuesta
clínica.
La esofagitis péptica y la disfagia pueden prevenirse con la utilización de rani-
tidina, a dosis de 4-5 mg/kg/día o de omeprazol, a dosis de 1-3 mg/kg/día. Ambos
medicamentos se pueden utilizar por vía intravenosa.
Los dolores abdominales responden al tratamiento con antiinflamatorios no
esteroideos por vía oral o intramuscular. Puede haber una secreción inadecua-
da de hormona antidiurética, que precisa el tratamiento adecuado.
Si el paciente reconoce los pródromos, hay una historia familiar de migraña,
cumple los criterios diagnósticos del SVC (clásico o asociado a migraña) y son
capaces de tomar y retener la medicación oral, pueden intentar abortar la cri-
sis. Para ello se emplea un antiemético, como el ondansetrón o el lorazepan,
un protector gástrico, como la ranitidina o el omeprazol, así como ibuprofeno
para mitigar los dolores abdominales. También se ha utilizado el sumatriptán, un
antagonista 5HT por vía intranasal o subcutánea.
La fase de recuperación puede durar de minutos a días y muchos pacientes
reconocen el final del episodio y piden comer. Aun así, la tolerancia hay que hacer-
la de forma cuidadosa y sin prisa para evitar recurrencias.
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RESUMEN
El síndrome de los vómitos cíclicos es una patología mal conocida, que
está emparentada con la migraña, y cuyo reconocimiento es importante para
hacer un diagnóstico correcto, con los exámenes complementarios precisos. El
pronóstico es bueno, si bien un cierto número de pacientes evolucionan hacia
una migraña. El tratamiento profiláctico debe ensayarse cuando esté indicado,
ya que se ha mostrado efectivo.
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INTRODUCCIÓN
El acúmulo de un cierto número de eosinófilos en el tracto gastrointestinal
es un hallazgo frecuente en múltiples patologías gastrointestinales y en deter-
minadas enfermedades de carácter sistémico (Tabla I).
Bajo el término trastornos gastrointestinales eosinofílicos primarios (TGIEP)
se engloban un grupo de entidades caracterizadas por una inflamación rica en
eosinófilos que afecta primariamente a una o varias partes del tracto gastroin-
testinal, en ausencia de otras causas conocidas de eosinofilia. Dentro de este
grupo de patologías se incluyen la esofagitis eosinofílica, la gastroenteritis eosi-
nofílica (gastritis/enteritis) y la colitis o proctocolitis eosinofílica. Debido a su rela-
tivamente reciente conocimiento, existen discrepancias en cuanto a conside-
rarlas como entidades independientes o formando parte de una misma enfermedad
con diferentes formas de presentación.
DATOS EPIDEMIOLÓGICOS
No existen datos epidemiológicos claros. Consideradas hasta hace poco tiem-
po como poco frecuentes, en los últimos años su diagnóstico está experimen-
tando un claro aumento en los países industrializados, especialmente en el caso
de la esofagitis eosinofílica, cuya incidencia se estima en la actualidad en torno
al 1-2/10.000 niños en algunas regiones de Estados Unidos. Lo que parece evi-
dente, aparte de un aumento real en la incidencia de estas patologías, es el hecho
que en la actualidad existe un mayor conocimiento de las mismas por parte del
clínico, lo que facilita su mejor y más precoz identificación. Considerados glo-
balmente podrían tener una incidencia superior a las enfermedades inflamato-
rias intestinales, por lo que actualmente no pueden considerarse como un grupo
de enfermedades raras. Pueden presentarse en todas las edades y razas, siendo
más frecuente en varones (3/2). La historia natural de la mayoría de estos pro-
cesos es desconocida, aunque en muchos casos evoluciona de forma crónica e
intermitente.
ETIOPATOGENIA
El reclutamiento de eosinófilos y su localización en los tejidos inflamados obe-
decen a mecanismos complejos en los que intervienen diferentes marcadores infla-
matorios, como las interleucinas (IL) 3, 4, 5, el factor estimulador de colonias de
los granulocitos, RANTES, etc. De entre las diferentes citocinas y quimocinas impli-
cadas en la modulación de la inflamación eosinofílica en los cuadros alérgicos,
parece demostrado que únicamente la IL-5 y la eotaxina regulan, de manera selec-
tiva, la migración de eosinófilos. La IL-5 es una citocina producida por células TH2
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eosinófilos circulantes muy elevados y que cumplen los criterios que definen el
síndrome hipereosinofílico idiopático (SHEI). Este síndrome es un desorden leu-
coproliferativo que se caracteriza por la presencia de eosinofilia periférica masi-
va (>1500/mm3) durante al menos 6 meses, en ausencia de causa conocida y
con posible afectación de cualquier órgano. Se calcula que hasta un 14% de
los pacientes con SHEI presentan afectación digestiva, pero la implicación de
otros órganos (principalmente corazón, piel, SNC), diferencia esta entidad de los
TGIEP. De todas formas la relación entre estos dos procesos sigue siendo con-
trovertida. Mientras algunos autores consideran que se trata de dos enferme-
dades diferentes, otros postulan que la gastroenteritis eosinofílica (GEE) es un
subgrupo de SHEI con afectación aislada del tracto gastrointestinal. La primera
teoría vendría avalada por dos hechos: 1) mientras que la gastroenteritis eosi-
nofílica suele tener un curso benigno, pese a las recaídas, el pronóstico del SHEI
es generalmente grave e incluso fatal y 2) existen diferencias entre los dos pro-
cesos respecto a sus causas: reclutamiento local y activación de eosinófilos en
el tracto gastrointestinal en la GEE y reclutamiento y activación sistémicos en el
SHEI. De todas formas, la posible existencia de formas transicionales entre la GEE
y el SHEI hace a veces difícil la diferenciación entre estos dos procesos. Por ello
se recomienda descartar el SHEI en pacientes con TGIEP, especialmente en aque-
llos en los que se objetiva manifestaciones extradigestivas (cutáneas, cardíacas,
respiratorias, neurológicas).
Esofagitis esinofílica
La esofagitis eosinofílica (EE), también denominada esofagitis alérgica o idio-
pática, es una inflamación crónica del esófago caracterizada por una importan-
te infiltración mucosa eosinofílica. La denominación de esofagitis eosinofílica pri-
maria diferencia esta entidad de otras patologías que pueden acompañarse de
una infiltración secundaria, como es el caso de la esofagitis asociada al reflujo
gastroesofágico (RGE), esofagitis infecciosas (candidiasis, herpéticas, infestacio-
nes parasitarias), enfermedad de Crohn, síndrome hipereosinofílico, hiperreacti-
vidad a fármacos o conectivopatías (Tabla III).
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Tratamiento
Tratamiento dietético
La medida de elección son las dietas de exclusión en aquellos pacientes en
los que se demuestra algún alimento implicado, pero la respuesta es muy varia-
ble. Cuando no se obtiene respuesta o existen múltiples alimentos implicados se
han intentado dietas oligoantigénicas o bien dietas elementales. En estos casos
se objetiva una buena repuesta, tanto clínica como histológica, (hasta el 98% de
los casos), si bien la edad de presentación de esta enfermedad (preadolescen-
tes y adolescentes) supone una limitación importante de cara a la aceptación y
cumplimentación de estas dietas tan restrictivas. La persistencia de la sintoma-
tología pese a la instauración de una dieta de exclusión correcta en pacientes con
clara base alérgica deberá hacernos descartar la posible implicación conjunta de
otros alérgenos, fundamentalmente aeroalergenos.
Tratamiento farmacológico
Se ha basado fundamentalmente en el uso de los esteroides. Diversos estudios
demuestran la desaparición de la sintomatología y la mejoría (que no resolución)
de la infiltración mucosa en pacientes tratados con corticoterapia sistémica. Sin
embargo, la supresión del tratamiento se acompaña de una alta tasa de recurren-
cia, tanto clínica como anatomopatológica. La experiencia existente hasta el momen-
to justifica la utilidad de los esteroides sistémicos en caso de necesidad de un alivio
rápido de la sintomatología, incluyendo aquí los pacientes con disfagia grave, des-
hidratación, importante pérdida de peso o estenosis esofágica. Las dosis a utilizar
serían 1-2 mg/kg/día de prednisona, máximo 40-60, cifras equiparables a las uti-
lizadas en la enfermedad inflamatoria intestinal, y el descenso progresivo de las
dosis debería hacerse también de manera semejante al realizado en dicha enfer-
medad. Con el fin de minimizar los efectos secundarios que el uso de esteroides
puede ocasionar en estos pacientes, diferentes estudios han evaluado la efectivi-
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Dilataciones esofágicas
La EE asociada a diferentes grados de estenosis esofágica se ha descrito en
pacientes adultos con enfermedad de larga evolución. Estas situaciones pueden
ser tributarias de dilataciones neumáticas, bien con balón, bien por medio de
bujías de Savary. La dilatación esofágica es efectiva en la desaparición manteni-
da (hasta 6 meses) de la disfagia, pero constituye una técnica dolorosa, no exen-
ta de posibles complicaciones (laceraciones y, en menor medida perforación),
con alta tasa de recidivas subsidiarias de nuevas dilataciones y que no modifica
la patología de base.
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Tratamiento
La instauración de dietas de exclusión en los pacientes con alergia alimen-
taria demostrada logra en la mayoría de los casos la desaparición de la clínica.
Pero hay un subgrupo de pacientes que no presentan historia de alergia, que no
relacionan su sintomatología con la ingesta de determinados alimentos, y que
no presentan buena respuesta a dietas de exclusión ni a fórmulas elementales.
En estos pacientes, el tratamiento con cursos cortos de esteroides (sistémicos clá-
sicos o budesónida de liberación ileal) ha demostrado su eficacia en el control de
los síntomas. Pese a ello, un grupo de pacientes presentarán enfermedad reci-
divante y van a requerir tratamientos prolongados con esteroides. Otros trata-
mientos, como cromoglicato sódico (estabilizador de la membrana de los mas-
tocitos), ketotifeno (agente antihistamínico) y montelukast han sido invocados
como agentes ahorradores de esteroides en la GEE. Existen también casos des-
critos refractarios o dependientes de esteroides que han precisado el uso de ali-
mentación parenteral e inmunosupresores (azatioprina, 6-mercaptopurina).
Tratamiento
En los casos de aparición de los síntomas durante la lactancia materna, se
recomienda el cumplimiento de una dieta exenta de leche de vaca por parte
de la madre, con posible limitación de otros alimentos con importante poder
sensibilizante. Si no se observa la resolución del cuadro (normalmente se resuel-
ve en unas 72 horas), se recomienda la retirada de la lactancia materna y el ini-
cio de lactancia artificial con hidrolizado extenso de proteínas de leche de vaca
o fórmula elemental, como en el caso de aquellos casos cuyos síntomas se ini-
cian durante la lactancia artificial. Se recomienda iniciar el ensayo terapéutico
con un hidrolizado extenso (por mejor palatabilidad y menor costo) y pasar a
fórmula elemental en el caso de falta de respuesta. Si con estos cambios no cede
el cuadro, habrá que replantear el diagnóstico.
El pronóstico de este proceso es benigno, presentando la mayor parte de los
pacientes una buena tolerancia al año de vida y la práctica totalidad a los 2-3
años de vida. Se recomienda, por tanto, introducir la leche adaptada (con una
primera etapa de hidrolizado si el paciente ha requerido leche elemental) al
año de vida y, en caso de fracaso, hacer nuevos intentos a los 18 y 24 meses. Con
ello, la mayor parte de los pacientes ingerirán leche de vaca a los dos años de
vida.
RESUMEN
Los TGIEP deben sospecharse ante todo paciente con sintomatología diges-
tiva de evolución tórpida y en la que se asocie la existencia de antecedentes alér-
gicos, eosinofilia, elevación de IgE y/o antecedentes familiares de TGIEP. El diag-
nóstico se basa en la existencia de una eosinofilia tisular y es indispensable descartar
otras causas que también pueden presentarla. En algunos casos puede demos-
trarse la presencia de trastornos alérgicos ligados a alimentos o a neumoalérge-
nos. La ausencia de eosinofilia periférica, de elevación de la IgE o la negatividad
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BIBLIOGRAFÍA
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El grupo del Children’s Hospital de Pennsylvania, dirigido por Liacouras, es el que ha publi-
cado las series más amplias de pacientes pediátricos afectos de EE, y este estudio retros-
pectivo constituye un punto de referencia obligado en el estudio de esta entidad. Del pro-
pio Liacouras es el concepto de EE como “una epidemia de nuestros días”.
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INTRODUCCIÓN
La gastroenterología fue una de las primeras especialidades médicas que asi-
miló la importancia de la bioquímica, y más tarde de la biología molecular en
la génesis de las enfermedades.
Existen pruebas fundamentales (parámetros bioquímicos en sangre, pruebas
de despistaje, de balance y sobrecarga), pruebas especiales (estudio de la fun-
ción pancreática exocrina, valoración de proteínas como indicadores nutricio-
nales, etc.) y pruebas específicas (cuantificación de iones en sudor, determina-
ción de minerales, oligoelementos, vitaminas, etc.), que nos permiten valorar con
más exactitud una situación fisiopatológica.
En ningún caso los análisis complementarios deben ser el inicio del camino
hacia una actitud diagnóstica ni sustituyen una correcta anamnesis y exploración
física; su determinación debe estar siempre correcta y razonablemente orienta-
da hacia un objetivo concreto y su interpretación se hará en función de los datos
obtenidos previamente por la evaluación del clínico.
Con fines prácticos se describen las pruebas de laboratorio a utilizar en el
estudio de diferentes situaciones fisiopatológicas del aparato digestivo.
GLÁNDULAS SALIVALES
La saliva es una secreción acuosa que contiene mucina, inmunoglobulinas,
enzimas (tialina o amilasa salival) y sales orgánicas. El potasio es cuatro veces
superior al plasma. La amilasa total y la fracción pancreática se determinan median-
te autoanalizador y de la diferencia entre ambas se obtiene el valor de la amila-
sa salival, que está elevada en la parotiditis, obstrucción de conducto salival, ceto-
acidosis diabética y otras situaciones clínicas menos frecuentes.
• Gastrina sérica: valor normal en niños: 15-95 pg/ml. Está aumentada en los
pacientes infectados con Hp, en la anemia perniciosa y en gastrinomas.
• PG-I sérico: valor normal en niños: < 80 pg/ml. Aumenta proporcional-
mente con la secreción ácida y en los pacientes Hp positivos. En la atrofia
gástrica se encuentra disminuido. El cociente PG-I/PG-II normal: 2-6. Un
cociente inferior a 2 indica atrofia de la mucosa gástrica. Se determinan
por enzimoinmunoanálisis (ELISA).
• H. pylori: se localiza en el epitelio gástrico; su actividad ureasa permite a la
bacteria desdoblar la urea en NH3 y CO2, metabolitos que se utilizan en los
test de detección.
Diagnóstico invasivo: gastroscopia y biopsia y test de urea rápido. En la
biopsia gástrica se ha identificado el genotipo del Hp VacA y el gen CagA
como factores de virulencia del Hp. El VacA es una citotoxina vacuolizante
de las células del epitelio gástrico y el CagA es una proteína citotóxica aso-
ciada. Ambas citotoxinas se pueden identificar en suero por ELISA.
Diagnóstico no invasivo:
– Determinación de anticuerpos Hp mediante ELISA en suero, saliva, heces: no
pueden ser utilizados para confirmar la erradicación del Hp, ya que los títu-
los de anticuerpos decrecen lentamente tras el tratamiento pero sí son úti-
les en estudios de prevalencia e investigación. El antígeno fecal es útil en
el diagnóstico (VPP 100%).
– Prueba del aliento con urea 13C: identifica la infección activa. Los valores
normales dependen de la fuente de urea utilizada y fluctúan entre 2,5-5%.
Es ideal para la confirmar erradicación y evitar una segunda endoscopia.
También es útil el antígeno fecal que se determina por EIA. Reciente-
mente se ha publicado un nuevo método que determina 13C-bicarbona-
to en sangre a los 30 minutos de la ingestión de 125 mg de 13C-urea. Para
su cuantificación es necesaria la espectrometría de masas.
Factores que afectan los resultados de los test con 13C: una mala técnica en
la recogida de la muestra y realizar el test antes de cuatro semanas tras
finalizar el tratamiento con inhibidores de la bomba de protones (omepra-
zol, lansoprazol), sales de bismuto o antibióticos.
• Vaciamiento gástrico: se han utilizado diferentes métodos para el vaciamiento
gástrico; el más adecuado en los niños es el 13C octanoico que consiste en
agregar a la fórmula 1 µg/ml de 13C octanoico. El volumen de aire espirado
recogido es de 10 ml cada 15 minutos, durante 4 horas. Las muestras se ana-
lizan en un espectrómetro de masas. Valor normal > 21,5% cPDR (excreción
acumulada de 13CO2 en 4 h). Patológico < 11,9% cPDR. Falsos negativos:
producción colónica de CO2 y estados febriles por aumento de oxidación y
ejercicio.
Malabsorción de grasas
La esteatorrea o exceso de grasas en las heces se produce por alteración de
la lipolisis, disminución de la concentración micelar de ácidos biliares, alteración
de la absorción por atrofia vellositaria u obstrucción de los vasos linfáticos. Una
esteatorrea aislada masiva sugiere una deficiencia de lipasa o colipasa, y se con-
firma determinando la lipasa en el contenido duodenal. Se sospecha por el aspec-
to brillante de las heces, olor rancio y aumento de las gotas de grasa al micros-
copio (> 60 gotas por campo) y se cuantifica por métodos granatarios, Van de
Kamer o infrarrojo cercano (NIRA) en muestra de heces de 72 horas (adultos con
sobrecarga de grasa 80-100 g). Valor normal: < 6 g/24 h adultos y < 3 g/24 h
niños. Los resultados pueden ser expresados como porcentaje de heces secas,
porcentaje de heces húmedas, gramos en 24 h, coeficiente de absorción (nor-
mal > 95%) o como coeficiente de excreción. La malabsorción de grasa dismi-
nuye los niveles de lípidos séricos y de vitaminas liposolubles (A, D, E y K).
Métodos indirectos
Las enzimas pancreáticas se pueden cuantificar en orina (amilasa), en suero
(tripsina inmunorreactiva, polipéptido pancreático, test del PABA, pancreolauril
(PL) o test de la fluoresceína dilaurato, amilasa y lipasa sérica) y en heces (exa-
men microscópico, grasas fecales, nitrógeno fecal y enzimas fecales: quimotrip-
sina y elastasa).
• Actividad de amilasa sérica: se eleva desde 2-12 horas del inicio de la sin-
tomatología. Permanece elevada 3-5 días. No hay correlación entre el nivel
de amilasemia y la gravedad clínica. Valor normal de amilasa total: 35-127
U/L entre 1-19 años. Se determina por autoanalizador. Hay hiperamilasemia
en la pancreatitis aguda (la afectación crónica del páncreas no suele elevar
la amilasemia), obstrucción del conducto pancreático, obstrucción biliar,
tumor pancreático y ulcus gástrico penetrante en páncreas.
• Actividad de lipasa sérica: los niveles permanecen elevados durante un
período de 2 semanas. Se determina por autoanalizador. Valor normal en
niños: 18-140 U/L, según la edad. La lipasa sérica aumenta en pancreatitis
aguda, carcinoma de páncreas y cirrosis hepática. Se debe hacer una deter-
minación simultánea de amilasa y lipasa.
• Tripsina inmunorreactiva: se determina en suero por RIA. Valor normal: 10-
57 ng/ml. Aumenta en pancreatitis aguda, coledocolitiasis, etapas tempra-
nas de la fibrosis quística (FQ) (cribaje neonatal) y disminuye en la pancre-
atitis crónica con insuficiencia exocrina.
• Quimotripsina fecal (QF): se puede determinar en heces de 24 horas o en
muestras aisladas; requiere la suspensión del tratamiento con enzimas pan-
creáticas 5 días antes de la recogida. Hay factores que la modifican, como la
microflora intestinal, por lo que solo el 0,5% de la actividad duodenal apa-
rece en las heces. Método de estudio: colorimétrico. Rango normal en heces
de 24 horas: 23-46 U/g. Valor normal en muestra aislada 6-30 U/g de heces.
• Elastasa-1 fecal (E1): es una endopeptidasa con una alta estabilidad intestinal
y es resistente a la degradación de la flora intestinal. Es eficaz en los controles
evolutivos, ya que su determinación por ELISA no interfiere con el tratamien-
to enzimático. Actualmente es el test más específico, sensible y práctico. Valor
normal: > 200 µg E1/g de heces. Entre 100-200 µg/g de heces: insuficiencia
pancreática moderada. Menos de 100 µg/g de heces: insuficiencia grave.
Métodos directos
Los test directos para el estudio de la función pancreática son altamente sen-
sibles y específicos, pero precisan intubación y aspiración del contenido duode-
nal bajo la supervisión radiológica.
• Test de estimulación hormonal: se realiza con preparados hormonales muy
puros de secretina o colecistoquinina (CCK). Dosis de estimulación: 1-2 U/kg
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HÍGADO
Marcadores de citolisis
• Aminotransferasas séricas: se relacionan con una lesión superficial (GPT/ALAT)
o profunda (GOT/ASAT) del hepatocito y se determinan por autoanalizador.
Valor normal: 5-45 U/L entre 1-19 años (más elevados en menores de 1 año
de edad). Aumentan en hepatitis agudas víricas, tóxicas, alcohólica o medi-
camentosa (sobre todo ALAT) y hepatitis crónicas (predominio de ASAT).
• Gammaglutamiltranspeptidasa (GGT): es una enzima tanto de citolisis
como de colestasis. Es más sensible que la ALAT como marcador de coles-
tasis intra y extrahepática prolongada. Se determina por autoanalizador. Valor
sérico normal: 5-30 UL según la edad. Los valor normales están más eleva-
dos en niños menores de 2 meses debido a un aumento de la actividad de
la enzima en las primeras etapas de la vida. Aumenta en las hepatitis víricas
agudas, colestasis intra y extrahepática, afectación hepática en infecciones
como mononucleosis infecciosa, enfermedad por citomegalovirus, pancrea-
titis y colecistitis agudas, en la hepatitis alcohólica (donde se alcanzan nive-
les muy elevados) y con algunos medicamentos anticomiciales, como dife-
nilhidantoína y fenobarbital.
Marcadores de colestasis
• Fosfatasa alcalina (FA): existen dos isoenzimas; la FA ósea, principal com-
ponente y la FA hepática. Se determina en suero por autoanalizador. Valor
normal: 145-420 U/L de 1-9 años; 130-560 U/L de 10-15 años, y 50-260 U/L
de 16-19 años. Los valores normales son menores en las niñas que en los
niños. Aumento normal en períodos de crecimiento y de reparación ósea.
Aumento patológico en ictericia obstructiva (cirrosis biliar primaria, neo-
plasias de vías biliares), granulomas hepáticos (brucelosis, sarcoidosis), vas-
culitis hepáticas (periarteritis nodosa), litiasis del colédoco, hiperparatiroi-
dismo primario, neoplasias óseas, raquitismo y enfermedad de Paget juvenil.
Disminuye en el hipotiroidismo, enfermedad celíaca, escorbuto y acondro-
plasia.
• Gammaglutamiltranspeptidasa (GGT): enzima que puede reflejar tanto
colestasis como citolisis. Véase apartado de marcadores de citolisis.
• Bilirrubina sérica: existen dos tipos de bilirrubina (Bi): indirecta (Bi I), no
conjugada y por tanto insoluble en agua, y directa (Bi D), conjugada con
ácido glucurónico y soluble en agua.
Valor normal: Bi total: 0,2-1 mg/dl; Bi D: 0-0,2 mg/dl; Bi I: 0,2-0,8 mg/dl.
La Bi I aumenta en la hemolisis, en incremento de la producción, menor
eliminación hepática y alteraciones del metabolismo de la Bi. La Bi D o con-
jugada está elevada en enfermedad hepatocelular y disfunción excretora del
hígado por obstrucción o inflamación, sepsis, enfermedades endocrinas,
enfermedades metabólicas, etc. Hay disminución de la Bi total en la ane-
mia ferropénica intensa y anemia aplásica.
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Color
• Marrón (estercobilina) Normal
• Acólico Obstrucción biliar, gástrica o intestinal
• Alquitranado (sangre) Sangrado intestinal superior
• Rojo (sangre) Sangrado intestinal terminal
• Grisáceo (pus) Colitis necrotizante, disentería bacilar, absceso o fístula anal
Olor
• Sui generis (triptófano) Normal. Presencia de indol o escatol
• Ácido (azúcares) Malabsorción o mala digestión
• Putrefacto (proteínas) Malabsorción proteica
• Rancio (grasa) Malabsorción de grasas
Moco
• Amorfo, sangre, pus Colitis ulcerosa, disentería bacilar
• Membranoso Enterocolitis, mixoma
COPROLOGÍA
El examen de las heces tiene su máxima indicación clínica en las diarreas cró-
nicas y en los procesos que cursan con alteraciones digestivas. Comprende: obser-
vación directa de las heces, examen macro y microscópico o digestión de prin-
cipios inmediatos (Tablas I y II), el análisis químico, determinación de grasas
fecales, nitrógeno fecal, cribado de azúcares, iones fecales (Na+, K+, Cl-) y áci-
dos biliares totales, además del examen bacteriológico y parasitológico.
Diarrea crónica
El diagnóstico diferencial de la diarrea crónica varía con la edad. Las alte-
raciones congénitas del transporte de nutrientes (clorhidrorrea), malabsorción
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Tejido conjuntivo
• Unido a fibras musculares Insuficiencia gástrica
Células amiláceas
• Células sin almidón Digestión normal de glúcidos
Tránsito acelerado
• Células con almidón Insuficiencia pancreática
Grasa
• Grasa neutra Insuficiencia pancreática
• Ácidos grasos Insuficiencia biliar, malabsorción
• Jabones Presencia de Ca++ y Mg++ en intestino
Leucocitos
• Polimorfonucleares Shigella, Escherichia coli, Campylobacter
• Linfocitos Salmonella
VALORACIÓN NUTRICIONAL
Para detectar la desnutrición y mantener la vigilancia de médicos y enfer-
meras se ha sugerido utilizar indicadores de fácil aplicación, sin riesgo y econó-
micos. De los filtros que se han propuesto el Control Nutricional (CONUT) es uno
de los de uso más frecuente. Utiliza como indicadores: la albúmina, linfocitos y
colesterol total.
Las proteínas viscerales se utilizan para el seguimiento de la ingesta de N2,
aunque una disfunción renal o hepática, una alteración hormonal o drogas pue-
den alterar sus valores. Se determinan por inmunonefelometría.
La concentración de proteínas séricas depende del hígado, donde se sinte-
tizan, por lo que la insuficiencia hepática afecta su producción. Los estados de
deshidratación aumentan las concentraciones séricas de estas proteínas, mien-
tras que la sobrehidratación las disminuye, independientemente del estado nutri-
cional. La administración de hormonas anabólicas o de crecimiento mejora la sín-
tesis. Las proteínas séricas más utilizadas son:
• Albúmina sérica: es uno de los principales indicadores del estado nutri-
cional y de la gravedad del daño corporal; se asocia a morbilidad y mor-
talidad. Valor normal: 3,5-5 g/dl. Su vida media es de 18 a 20 días. La reser-
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RESUMEN
Los exámenes de laboratorio son decisivos en el estudio de numerosas enfer-
medades digestivas y tienen una jerarquía como todos los signos de exploración,
siendo importante situarlos en el lugar que les corresponde siguiendo un razo-
namiento diagnóstico. De forma práctica se han expuesto las pruebas de labo-
ratorio de uso más común siguiendo la distribución anatómica del tracto diges-
tivo, haciendo un breve análisis de su fundamento bioquímico o fisiológico,
indicando la técnica utilizada y los valores normales y enumerando las patolo-
gías en las que pueden estar alteradas. Se incluyen además otras determinacio-
nes de aplicación reciente como son los nuevos marcadores de la enfermedad
inflamatoria intestinal (calprotectina), de la función pancreática (elastasa fecal) y
del estado nutricional (adipocitocinas).
BIBLIOGRAFÍA
– Balcells A. Exámenes de sangre. Química hemática. En: Balcells Gorina A, editor. La clí-
nica y el laboratorio. 19ª edición. Barcelona: Masson, SA; 2002. p. 59-148.
Compendio actualizado, claro y conciso no solo de exámenes de laboratorio sino también
de pruebas funcionales, con referencia a todos los sistemas del organismo, en el que cons-
tan los valores normales, su significado clínico y las entidades patológicas asociadas a las
alteraciones por exceso o por defecto de los parámetros cuantificados.
– Codoceo Alquinta R. Gastroenterología: Pruebas básicas de diagnóstico. Madrid: Publi-
caciones Científicas ELP; 1991. p. 3-236.
Manual eminentemente práctico y de gran utilidad circunscrito a las pruebas de labora-
torio en el campo de la gastroenterología, que describe determinaciones analíticas basales,
pruebas de orientación diagnóstica y pruebas de balance y sobrecarga de los principios
inmediatos con posibilidad de realizarse en nuestro medio, además de la interpretación clí-
nica de los valores patológicos obtenidos en los diferentes procedimientos.
– D’Ínca R, Dal Pont E, Leo V, et al. Calprotectin and lactoferrin in the assesment of intes-
tinal inflammation and organic disease. Int J Colorectal Dis 2007; 22: 429-37.
– Fruhbeck G, Gómez-Ambrosi J, Muruzábal FJ, Burell MA. The adipocyte: a model for
integration of endocrine and metabolic signaling in energy metabolism regulation. Am
J Physiol Endocrinol Metab 2001; 280: E827-47.
– Iglesias P, Álvarez Fidalgo P, Codoceo R, Díez JJ. Serum concentrations of adipocytoki-
nes in patients with hyperthyroidism and hypothyroidism before and after control of
thyroid function. Clin Endocrinol (Oxf) 2003; 59: 621-9.
– Kuntzen O. Páncreas exocrino. En: Kaess H, Kuntzen O, Liersch M, eds. Laboratorio y
exploraciones funcionales en patología digestiva. Barcelona: Ediciones Médici, SA; 1987.
p. 150-247.
El texto abarca exploraciones funcionales y de laboratorio aplicables a los trastornos del sis-
tema digestivo. Está dividido en varios capítulos que incluyen estudios gástricos, explora-
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INTRODUCCIÓN
Las hepatitis víricas agudas son enfermedades ocasionadas por virus hepa-
totropos con diversos modos de transmisión y epidemiología, que producen
una inflamación hepática difusa. La mayoría de los casos se resuelven espon-
táneamente, aunque algunos pueden progresar a hepatitis crónica, y, ocasio-
nalmente, a hepatitis fulminante. Los virus de las hepatitis reconocidos en la
actualidad son cinco: A, B, C, D, y E. El virus A produce la clásica hepatitis infec-
ciosa, de contagio fecal-oral, y el virus B la hepatitis sérica, cuyo contagio se
realiza por vía parenteral. Los otros virus productores de hepatitis son mucho
menos frecuentes como causa de hepatitis aguda en nuestro medio. El virus C,
que se transmite por vía parenteral, presenta escasa importancia en la apari-
ción de hepatitis aguda, puesto que ésta pasa frecuentemente desapercibida,
siendo por el contrario su papel primordial como productor de hepatitis cró-
nica. El virus D, o delta (δ) es un virus defectivo que requiere la coinfección con
el virus B para poder producir patología. El virus E, origina hepatitis aguda en
un porcentaje importante de casos a nivel mundial, pero por el momento es
muy escasa su incidencia en nuestro medio. Otros virus, como el virus de la
hepatitis F (VHF), el virus de la hepatitis G (VHG/GBV-C) y los virus transmiti-
dos por transfusión (TTV), no son importantes en la etiología de la epatitis
aguda, por lo que no es necesaria su investigación en estos casos, estando, ade-
más, por determinar su papel patógeno en cuanto a la producción de altera-
ción hepática. Las infecciones hepáticas causadas por virus no específicos de
las hepatitis, y que originan una enfermedad más generalizada (Epstein-Barr,
citomegalovirus, virus de la fiebre amarilla), no se recogen en el término de
hepatitis vírica aguda.
En un porcentaje pequeño (5-7%) de hepatitis, tanto agudas como cróni-
cas, presumiblemente virales, no se puede identificar ninguno de los virus pre-
viamente citados. Podrían corresponder a otros virus todavía no identificados,
proponiéndose para estos casos el término de hepatitis no A-G.
ETIOLOGÍA
acidez (pH 3,0). Se destruye por la ebullición (un minuto a 100°C), la cloración
y los rayos UV. Sin embargo, puede permanecer en los alimentos que se consu-
men crudos o poco cocinados (al vapor). Se aísla en heces durante el período de
incubación de la enfermedad; en cambio es muy difícil hallarlo en la sangre por-
que, tras su ingreso por vía oral, produce una viremia de corta duración. La repli-
cación viral depende de la captación hepática y su síntesis ocurre de forma exclu-
siva en los hepatocitos. La respuesta inmune humoral consiste en la aparición de
IgM específicas (IgM anti-VHA) contra las proteínas de la cápside viral durante el
período de incubación, unos 10 días antes del comienzo de las manifestaciones
clínicas, persistiendo durante un período de 3 a 6 meses, y teniendo, por lo tanto,
valor diagnóstico. Las IgG específicas (IgG anti-VHA), apenas detectables duran-
te el período de estado, se elevan en la convalecencia manteniendo títulos altos
indefinidamente, confiriendo inmunidad permanente del sujeto frente a este
virus.
El antígeno “e” (AgHBe) se correlaciona con una replicación activa del virus,
siendo su presencia en el suero un indicador de contagiosidad. El anticuerpo
Anti-HBe aparece muy tardíamente (5-6 meses) en los enfermos curados de
hepatitis B.
El ADN del virus B (ADN-VHB) determina su especificidad genética. La iden-
tificación del ADN-VHB mediante la técnica de hibridación molecular y, más
recientemente, por la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), permite valo-
rar directamente el grado de replicación viral.
Actualmente se conocen hasta 8 genotipos diferentes del virus B (denomi-
nados A, B, C, D, E, F, G y H) basados en una divergencia > al 8% de la secuen-
cia nucleotídica. Algunos de ellos están distribuidos universalmente, mientras que
otros se localizan solo en determinadas áreas geográficas. Por ejemplo, en el área
mediterránea predominan los genotipos A y D. Pueden tener implicación diver-
sa en cuanto a evolución clínica o respuesta al tratamiento.
EPIDEMIOLOGÍA
Hepatitis A
Se distribuye a nivel mundial e infecta a personas de todo sexo y edad, aun-
que la mayor incidencia pediátrica se sitúa entre los 5 y 15 años; es más frecuente
su adquisición en condiciones higiénico-sanitarias deficientes. Al ser eliminado
por las heces, la transmisión del VHA se produce por vía fecal-oral. El contagio
se produce por contacto directo con el enfermo o sus deyecciones contami-
nantes, utensilios de comida, o por las bebidas y alimentos contaminados por
las heces (verduras, mariscos, etc.). Pueden aparecer brotes familiares o en colec-
tividades infantiles (colegios, guarderías, campamentos de verano, etc. La inci-
dencia real de la enfermedad puede pasar desapercibida, pues las formas clíni-
cas abortivas y asintomáticas son muy comunes. Se conoce también la posibilidad
de contagio por vía parenteral y sexual, descrita primordialmente en el colec-
tivo de homosexuales masculinos, pero es una eventualidad remota ya que, al
contrario de lo que ocurre en la hepatitis B, la fase de viremia es muy breve y
no existen portadores sanos del virus. La transmisión perinatal es muy impro-
bable.
La contagiosidad se corresponde con la fase de eliminación de virus por las
heces, se inicia alrededor de una semana después del contagio y dura hasta dos
semanas desde el comienzo del periodo ictérico. La receptividad es prácticamente
universal, aunque en la mayoría de los niños la enfermedad no se diagnostica por
cursar de manera subclínica o anictérica. El período de incubación es de 15 a 40 días,
con un promedio de 25-30 días, hasta la aparición de la ictericia.
La incidencia y prevalencia del virus A están ligadas directamente al grado
de desarrollo socioeconómico e higiénico-sanitario del país o región, distin-
guiéndose tres patrones epidemiológicos.
El primer patrón, de endemicidad elevada, se observa en los países menos
desarrollados, sobre todo en Africa, Asia y Sud América. La exposición se pro-
duce en la infancia, debido a la contaminación y presencia ubicua del virus. La
población adulta es inmune, puesto que ya ha desarrollado la infección (gene-
ralmente asintomática), y posee anticuerpos de tipo IgG.
El segundo patrón, de endemicidad intermedia, ocurre en países que han
mejorado sus condiciones higiénico-sanitarias en los últimos años. La exposición
se produce en la adolescencia y adultos jóvenes.
El tercer patrón, de baja endemicidad, tiene lugar en los países más desa-
rrollados, con un elevado nivel higiénico-sanitario (Europa, América del Norte).
Aquí, los adultos son susceptibles y pueden adquirir la enfermedad por viajes a
zonas endémicas, o por brotes epidémicos, relacionados, bien con la ingesta
de alimentos contaminados o contacto directo con enfermos provenientes de
dichos países.
En España, su incidencia ha disminuido claramente en los últimos 20 años,
pero sigue siendo responsable de más del 50% de hepatitis aguda en nuestro
medio, dada la existencia de reservorios.
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Hepatitis B
Presenta un alta incidencia y prevalencia a nivel mundial; la OMS estima
que más de un millón de personas fallecen al año por esta infección y que más de
cuatrocientos millones son portadores. Afecta a niños de todas las edades, aun-
que la incidencia de enfermedad clínica en la edad infantil es inferior que en la
hepatitis A; aumenta a partir de los 12 años de edad, posiblemente por el inicio
de las conductas de riesgo a esta edad. Las principales fuentes de contagio son
los enfermos de hepatitis aguda y los portadores sanos. Dependiendo de la edad
de adquisición de la infección, se encuentra el riesgo de desarrollar enfermedad
cónica. Así, este es muy elevado en los niños que la adquieren por transmisión ver-
tical, disminuyendo al porcentaje similar a los adultos a partir de la edad escolar.
La vía de transmisión es a través de la exposición a sangre o fluidos corporales (sali-
va, semen, secreciones vaginales, sangre menstrual, leche, sudor, lágrimas u orina).
La vía parenteral mediante transfusiones, representa en el momento actual un ries-
go prácticamente nulo en nuestro medio. Existe la posibilidad de contagio median-
te el contacto con sangre en ciertas circunstancias que se efectúan en un medio
deficientemente esterilizado (tatuaje, piercing, drogadicción), y la transmisión
sexual en adolescentes. Es poco probable un contagio por vía oral (deglución de
productos infectados o a través de la saliva), y se piensa que lo que ocurre en rea-
lidad es una transmisión parenteral encubierta, a través de pequeñas heridas en
la mucosa orofaríngea o digestiva. La mayor importancia epidemiológica a nivel
mundial la representa la transmisión vertical o madre-hijo que se efectúa por expo-
sición percutánea o de las membranas mucosas al material infectado, en recién
nacidos de madres enfermas o portadoras del virus. El riesgo de transmisión es
mayor cuando la madre padezca la hepatitis clínica o presente el Ag HBe o el ADN-
VHB + en el tercer trimestre del embarazo.
La vía predominante de la transmisión del virus de la hepatitis B varía según
la prevalencia de la infección por este virus. Así, en regiones de endemicidad ele-
vada (> del 8% de portadores) (China, Indonesia, Africa subsahariana, sudeste de
Asia y e islas del Pacífico), la transmisión vertical es la principal forma de transmi-
sión, con la consecuente adquisición de infección crónica en alrededor del 95%
de los infectados. Además de ella, la infección también se puede adquirir en
edades precoces de la vida (en el primer o segundo año), a partir de transmisión
horizontal de otros miembros de la familia que también pueden ser portadores.
En regiones de endemicidad intermedia (2-7% de portadores), (Europa del
Este y del Norte, Japón, Países Mediterráneos, Oriente Medio, América Central y
del Sur) la infección se puede producir en cualquier grupo de edad, generalmente
a partir de exposición percutánea. Los casos adquiridos en la infancia tienen mayor
probabilidad de evolución a cronicidad.
En regiones de baja prevalencia (<2% de portadores) (América del Norte,
Europa del Oeste, Ausatralia, Nueva Zelanda) la transmisión es principalmente
horizontal (a partir de un individuo infectado), siendo la forma principal la trans-
misión sexual (bien homosexual o heterosexual). También es importante el uso
compartido de agujas en consumidores de drogas intravenosas o el riesgo labo-
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Hepatitis D
La infección por virus delta requiere la infección concomitante o previa por el
VHB, ya que se trata de un agente viral defectivo. El virus delta puede iniciar la infec-
ción al mismo tiempo que el VHB (coinfección) o atacar a un individuo infectado
crónicamente por el VHB (sobrerinfección). La transmisión es similar a la del VHB.
Hepatitis C
La infección por este virus es un problema de salud que se calcula que afec-
ta a unos 180 millones de personas; en España, la prevalencia de esta infección se
sitúa alrededor del 1 al 2%. Únicamente el 20% de los infectados eliminarán al
virus sin problema. A pesar del número elevado de personas infectadas, solo una
parte de ellos presentará problemas graves derivados de la infección crónica.
El VHC se transmite por vía parenteral. El contagio por medio de trans-
fusiones ha disminuido has hacerse casi inexistente en países industrializados.
Actualmente el contagio se efectúa principalmente por compartir agujas con-
taminadas (drogadictos), cobrando especial importancia la transmisión verti-
cal madre-hijo durante el embarazo y parto a partir de mujeres infectadas por
el contacto con la sangre materna contaminada en el momento del parto. Esta
vía es mucho menos frecuente que la anterior, y para que la transmisión ver-
tical tenga lugar es necesario que la madre sea virémica en el momento del
parto, siendo esta situación más frecuente en mujeres con infección por VIH.
Los anticuerpos anti-VHC transferidos de la madre se pueden detectar, en niños
no infectados, hasta los 16 primeros meses de vida. La positividad de estos
anticuerpos a partir de los 18 meses indica que el niño ha sido infectado. El
virus C se ha identificado en la leche materna, pero no se ha asociado a trans-
misión de la enfermedad. La posibilidad teórica de contagio a través de insec-
tos vectores existe, puesto que el virus posee características comunes con otros
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Hepatitis E
Esta hepatitis epidémica ocasiona una infección aguda y autolimitada pre-
dominante en adultos jóvenes. En la infancia, afecta sobre todo a niños mayores
y adolescentes. Es más grave en mujeres embarazadas, en las que produce una
mayor mortalidad a consecuencia de hepatitis fulminante, encefalopatía o coa-
gulación intravascular diseminada, con pérdida fetal consiguiente. El periodo de
incubación es de 30 a 40 días. La infección se propaga por la ingesta de agua
contaminada y probablemente alimentos, y la fuente de infección son las heces,
tanto humanas como de animales. Los casos secundarios en familiares pueden
llegar al 20%. En nuestro país se ha descrito una prevalencia de anticuerpos en
niños del 5,3%.
ANATOMÍA PATOLÓGICA
Las alteraciones anatomopatológicas del tejido hepático son semejantes en
todas las hepatitis víricas. La primera lesión observable es una infiltración de célu-
las mononucleares. En las formas más graves la infiltración da paso a la produc-
ción de una necrosis. De todos modos, no está indicado el estudio anatomopa-
tológico del hígado en el caso de las hepatitis agudas.
SINTOMATOLOGÍA
El período de incubación de las hepatitis víricas carece de sintomatología
clínica. La aparición de los primeros síntomas marca el inicio del cuadro clínico,
en el que se distinguen tres períodos: preictérico, ictérico, y postictérico o de con-
valecencia. Sin embargo, la enfermedad puede desarrollarse sin ninguna sinto-
matología o esta ser vaga e inespecífica, por lo que, al faltar el síntoma capital,
la ictericia, puede pasar totalmente desapercibida.
FORMAS CLÍNICAS
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de hepatitis aguda debe diferenciarse de otros trastornos que cau-
san síntomas similares en la fase prodrómica, ya que se asemeja a una infección víri-
ca inespecífica. Si la historia clínica orienta hacia un posible contacto, la determina-
ción de las transaminasas es confirmatoria, en caso de que estén incrementadas.
Datos analíticos
Bilirrubina sérica
En las hepatitis agudas existe una hiperbilirrubinemia, sobre todo a expen-
sas de la fracción conjugada. Los niveles muy elevados de bilirrubina, en un pacien-
te con persistencia de sintomatología, pueden indicar un daño hepático grave.
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Tiempo de protrombina
Es muy útil para valorar la gravedad del daño hepático. En la hepatitis aguda
suele ser normal. La prolongación del tiempo de protrombina (menor del 50%
del normal) significa un daño hepático intenso, sobre todo si es resistente a la
vitamina K.
Glucemia
Una hipoglucemia pronunciada solo se observa en casos de necrosis hepá-
tica grave. En la hepatitis aguda común es normal o ligeramente disminuida por
el ayuno.
Diagnóstico etiológico
El establecer el diagnóstico etiológico de la hepatitis es muy importante
por cuanto este presenta implicaciones pronósticas: la determinación de la
IgM anti-VHA es la forma de elección para el diagnóstico de hepatitis A. Para
el diagnóstico de la hepatitis B, la determinación del AgHBs y, sobre todo, de
la IgM anti-HBc en el caso del período “ventana”, entre la desaparición del
AgHBs y la no aparición todavía del antiHBs. El diagnóstico de una hepatitis
delta se realiza habitualmente por la determinación de sus anticuerpos IgM
anti-VHD. El diagnóstico de la hepatitis C requiere la presencia del anti-VHC
y la exclusión serológica del virus A, B y otros virus hepatotropos. La identi-
ficación del ARN del virus C mediante PCR incrementa las posibilidades diag-
nósticas en la fase aguda. La detección de la IgM anti-VHE nos indica la infec-
ción por el virus E.
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PRONÓSTICO
La hepatitis viral suele tener en la infancia un pronóstico benigno, siendo la
forma habitual de evolución la de una hepatitis aguda no complicada, especial-
mente la causada por el virus A, si bien en algunos casos puede presentarse
una hepatitis fulminante, o una evolución a la cronicidad en el caso de los virus
B y C.
La hepatitis A no evoluciona nunca hacia la cronicidad ni malignización. Solo
en un 0,1-0,2% de los pacientes se presenta una hepatitis fulminante. En un esca-
so porcentaje de pacientes puede presentarse una forma colestásica o recurren-
te que se resolverán espontáneamente. La hepatitis B se puede complicar con una
hepatitis fulminante hasta en un 0,5%. El riesgo de cronicidad por hepatitis B es
inverso a la edad; así, un 95% de los neonatos infectados se hacen portadores
crónicos. La evolución hacia un estado portador crónico disminuye a un 25% en
la edad preescolar.
La hepatitis D confiere peor pronóstico a la hepatitis B. En la hepatitis C el ries-
go de evolución a la cronicidad es más elevado que en la B, con un 50% de hepa-
titis crónica tras una infección por este virus, y una progresión a cirrosis hepáti-
ca en 20% de ellas. La hepatitis E no evoluciona hacia la cronicidad. Presenta
mayor incidencia de forma fulminante que el resto, sobre todo en mujeres emba-
razadas. La edad del niño presenta también implicaciones pronósticas, ya que
las formas clínicamente manifiestas en la época del lactante presentan especial
gravedad.
TRATAMIENTO
Las hepatitis agudas, como el resto de las enfermedades víricas, carecen de
tratamiento etiológico. Únicamente, en el caso de hepatitis aguda por virus C
postransfusional se ha demostrado que la administración de interferón durante
la fase aguda puede disminuir el porcentaje de evolución a cronicidad. El niño
puede recuperar su actividad habitual en el transcurso de unas 2 semanas en los
casos de hepatitis no complicadas. En el adolescente el periodo de convalecen-
cia es más prolongado. No es necesario un reposo en cama prolongado, ni tam-
poco una dieta especial. Tampoco es necesaria la hospitalización, salvo en lac-
tantes o preescolares pequeños, para vigilancia, así como en los casos de posible
evolución a forma fulminante.
PROFILAXIS
Ya que no se dispone de tratamiento, la profilaxis de las hepatitis víricas es
muy importante. Las normas de higiene personal ayudan a prevenir la transmi-
sión, sobre todo en el caso de la hepatitis A y E. En el caso de las hepatitis de
transmisión parenteral deben utilizarse medidas de barrera frente a la infección
(guantes, mascarillas..) y considerar todo fluido corporal como potencialmente
infeccioso. El análisis sistemático de la sangre o productos sanguíneos que se uti-
lizan para tranfusión ha disminuido enormemente la posibilidad de transmisión
por esta vía.
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Profilaxis de la hepatitis A
Vacuna: las vacunas disponibles actualmente se producen a partir de virus
inactivados. Inducen la producción de anticuerpos específicos en el 100% de los
vacunados. Se administran 2 dosis separadas por 6 a 12 meses. Tras una dosis de
vacuna, el 95% de los individuos presenta anticuerpos a partir de las 2-4 sema-
nas, confiriendo protección durante 1 año. Tras la dosis de refuerzo (a los 6-12
meses de la primera), el porcentaje de seroprotección alcanza el 99-100%, y esta
dura de 10 a 20 años. En la edad pediátrica existen colectivos de niños que son
grupos de riesgo para esta infección, y en los que la vacuna estaría indicada,
como son los niños afectos de hepatopatía crónica, principalmente hepatitis C,
o candidatos a trasplante hepático. Algunos autores la recomiendan también para
los niños que acuden a guardería a partir de los 12 meses de edad.
No es una vacuna incluida de momento en el calendario vacunal, salvo en
Cataluña, donde se administra a los 12 años de edad, combinada con la de la
hepatitis B, y en Ceuta y Melilla, en el 2º año de vida, debido a la elevada inci-
dencia de la infección por el virus A en estas últimas. Los niños menores de 1 año
pueden poseer anticuerpos transmitidos que interferirían con la vacuna, por lo
que su aplicación debe diferirse hasta esa edad.
Profilaxis de la hepatitis B
Inmunoglobulina humana Anti-HB (HBIG). En la práctica no se usa más que
combinada con la vacunación.
Vacuna. Las actuales vacunas que se obtienen por ingeniería genética con-
tienen únicamente el AgHBs purificado.
La edad parece ser un factor importante en la respuesta a la vacunación.
Los recién nacidos responden muy bien, con la aparición de Anti-HBs en prác-
ticamente el 100% de los vacunados. Los individuos inmunodeprimidos pueden
no responder a la vacunación. En cuanto a los efectos secundarios, sólo apare-
cen en un pequeño porcentaje de pacientes, y consisten en dolor local, artralgias
y ligero malestar general.
Pauta de vacunación
Se aplican 3 dosis pediátricas con el esquema de 0, 1 y 6 meses de interva-
lo entre ellas. El intervalo máximo desde la 1ª dosis hasta la 2ª puede ser de 2
meses, y hasta la 3ª de 12 meses.
Eficacia de la vacuna
La vacuna induce una respuesta de anticuerpos protectores (Anti-HBs) en
el 95-98% de los individuos vacunados con una respuesta inmune normal, por
lo que, en la práctica, no es necesario hacer un control postvacunación, salvo en
casos puntuales (hijo de madre portadora). Los títulos protectores (a partir de 10
mUI/ml) se empiezan a alcanzar a las 2 semanas de la 2ª dosis. En un individuo
que ha seroconvertido tras la vacunación, la protección específica se mantiene
aun cuando desciendan con el tiempo los niveles de Anti-HBs <10 mUI/ml, ya
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Circunstancias especiales
La exposición manifiesta de niños no inmunes a sangre AgHBs positiva debe
ser tratada con HBIG, a dosis de 0,06 ml/kg, i.m., lo antes posible, idealmente
antes de las 24 horas o, al menos, en los 7 días que siguen a la exposición. Simul-
táneamente recibirán una vacuna antihepatitis B, dosis que se repetirá al mes y
a los seis meses.
Punción accidental de aguja de jeringa u otro objeto punzante con contenido
hemático, aún desconociendo si está contaminado con el virus B. En estos casos,
si el niño no estuviera vacunado, se efectúa el esquema rápido de vacunación (0-
1-2 meses del contacto, con una dosis de refuerzo a los 12 meses), acompaña-
da de una dosis inicial de gammaglobulina hiperinmune de 0,06 ml/kg (máxi-
mo 5 ml). Si el niño ya estuviera vacunado, pero el nivel de anticuerpos fuera
<10mUI/ml, se administrará una dosis de recuerdo.
Profilaxis neonatal. Al neonato de madre AgHBs debe administrarse 0,5 ml de
HBIG intramuscular de forma precoz, a ser posible antes de que transcurran las seis
primeras horas que siguen al nacimiento y no después de las doce, para que sea
efectiva. El recién nacido recibirá además una dosis de vacuna HB. Esta primera
dosis puede aplicarse simultáneamente con la HBIG, pero inyectando en otro lugar
(cara lateral del muslo), o retrasarse hasta un máximo de una semana. La lactancia
materna no está contraindicada en los hijos de madres AgHBs positivas.
En los recién nacidos de madre seronegativa, de peso <2.000 g, se espera-
rá hasta llegar a dicho peso para iniciar la vacunación.
Profilaxis de la hepatitis D
La profilaxis de exposición es similar a la del VHB. La protcción frente al virus
B evita la infección con el D.
Profilaxis de la hepatitis C
La mejor forma de prevenir la hepatitis ocasionada por virus C es entender
la epidemiología de este virus, puesto que, en el momento actual no se dispo-
ne de una vacuna que pueda evitar esta infección. Podría ser útil la inmunoglo-
bulina hiperinmune, no disponible actualmente. Las precauciones con respecto
al empleo y manejo de la sangre y derivados son las mismas que para el VHB. En
Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 295
Profilaxis de la hepatitis E
Puesto que este virus se transmite, al igual que el virus A, por vía fecal-oral,
a través de agua y alimentos contaminados, la profilaxis está basada en medidas
higiénicas y de control sanitario. Cuando se viaja a zonas endémicas hay que pro-
curar beber agua embotellada y no tomar bebidas con hielo, ni frutas sin pelar,
al igual que abstenerse de tomar verduras crudas. Se ha estudiado una vacuna
frente al virus E (no comercializada en nuestro país), que parece tener un 95%
de eficacia en la prevención de la infección sintomática en varones. No se cono-
ce su eficacia en otros grupos de población ni la duración de la protección.
RESUMEN
La hepatitis vírica aguda es una enfermedad inflamatoria aguda y difusa
del hígado ocasionada por virus específicos hepatotropos, que presentan diver-
sos modos de transmisión y epidemiología. La sintomatología se inicia por un
periodo prodrómico inespecífico con manifestaciones digestivas (náuseas, vómi-
tos, anorexia), generales (astenia, fiebre, mialgias), y a veces de tipo respiratorio,
de forma inespecífica, semejante a otras viriasis. La sintomatología puede pro-
gresar y aparecer ictericia, que es el síntoma clave de esta entidad. Sin embargo,
en un porcentaje elevado de casos, esta no aparece o es muy leve. La mayoría
de casos se resuelven de forma espontánea, aunque algunos virus tienen espe-
cial predisposición a la cronicidad, (el virus C de la hepatitis y el virus B, éste últi-
mo en relación a la edad en que se adquiere la infección). Ocasionalmente, se
puede desarrollar un fallo hepático agudo. El diagnóstico se establece, ante la
sospecha clínica o epidemiológica, mediante la determinación de las transami-
nasas séricas, que suelen estar muy elevadas (más de 10 veces la normalidad). Es
primordial el diagnóstico etiológico para poder fundamentar el pronóstico y la
posible evolución a cronicidad. En la profilaxis de esta enfermedad se encuentra,
además de una adecuada higiene y control en el agua y la manipulación de ali-
mentos, la identificación de los sujetos infectados para poder evitar la cadena
epidemiológica. Una profilaxis específica, mediante gammaglobulina y/o vacu-
na se puede realizar en el caso del virus A y del virus B. El tratamiento es sinto-
mático.
BIBLIOGRAFÍA
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Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 297
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de infección actual por el VHB se basa en la detección de HBsAg
en suero. En la infección autolimitada, el HBsAg desaparece en menos de 6 meses.
La demostración de HBsAg + en suero por un período superior a 6 meses define
la infección crónica por VHB.
DETECCIÓN
La hepatitis crónica B normalmente no produce síntomas, debe investigarse
en todo niño con elevación de las transaminasas o con riesgo. Este grupo lo cons-
tituyen los que conviven con un portador, niños adoptados o inmigrantes pro-
cedentes de áreas geográficas de alta endemia, así como los nacidos de madres
infectadas por el virus de la hepatitis B. Tras la implantación de la vacuna HB,
en nuestro país los niños de riesgo son fundamentalmente los procedentes de
áreas geográficas de alta endemia. Excepcionalmente la infección crónica por
el VHB puede detectarse por manifestaciones extrahepáticas como síndrome
nefrótico o acrodermatitis papulosa.
PRONÓSTICO
Se estima que un 15-40% de los infectados crónicos tendrán complicaciones
graves a lo largo de toda la vida. En el plazo de observación pediátrico, hasta 18
años de edad, el riesgo acumulado de cirrosis es 3-5% y de hepatocarcinoma 1-4%.
Los datos en la hepatitis B crónica en adultos sirven para estimar el posible
pronóstico a largo plazo de la infección crónica de inicio infantil. Los portado-
res inactivos asiáticos o caucásicos tienen un riesgo muy bajo de cirrosis, 0,1 por
100 personas año. Con hepatitis crónica HBeAg + muestran una tasa de cirrosis
acumulada en 5 años de 8% (asiáticos) y 17% (europeos). En la hepatitis cróni-
ca HBeAg negativa, la tasa de cirrosis acumulada en 5 años es del 13% (asiáti-
cos) y 38% (europeos). El riesgo acumulado en 5 años de padecer hepatocarci-
noma en un paciente asiático es del 1, 3 y 17% para portadores inactivos, pacientes
con hepatitis crónica sin cirrosis y pacientes con cirrosis compensada, respecti-
vamente. En Europa la incidencia acumulada de hepatocarcinoma en 5 años es
del 0,1% en portadores inactivos, del 1% en hepatitis crónica y del 10% en cirro-
sis compensada.
MEDIDAS GENERALES
Prevención
1. Vacunación universal. Es clave para disminuir la prevalencia de portadores
crónicos en una sociedad. Después de 3 dosis la vacuna induce en el 95-98%
de los sujetos la producción de anti-HBs (>10 mUI/ml), eficaz para impedir
la infección En los respondedores a la vacuna que con el paso de los años tie-
nen concentraciones de anti-HBs <10 mUI/ml se cree que el contacto con el
virus B induciría una respuesta inmune de recuerdo y no requieren nuevas
dosis de vacuna.
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TRATAMIENTO
Objetivo
El objetivo del tratamiento es: a) prevenir el desarrollo de hepatopatía grave
o b) mejorar al paciente con hepatopatía grave. En raras ocasiones es curativo.
Las acciones beneficiosas de los fármacos ocurren en un porcentaje variable de
pacientes y pueden consistir en: a) eliminación completa de la infección; b) reduc-
ción del tiempo de inflamación en fase HBeAg, acelerando el proceso de sero-
conversión; c) normalización bioquímica en hepatitis HBeAg+ o HBeAg (-) a
través de la supresión de la transcripción de ADN-VHB.
FÁRMACOS
1. Interferon-alfa
• Acción: antiviral, inmunomoduladora y antiproliferativa. Los interferones se
producen en los leucocitos muy rápidamente tras la infección por múltiples
virus diferentes. Disponen de receptores de membrana, la señal llega al núcleo,
induciendo genes específicos. Así, inician y regulan una gran variedad de
acciones que combaten la entrada, liberación de la envoltura, transcripción,
traducción, maduración, ensamblaje o liberación de los virus. Tienen pro-
piedades inmunomoduladoras, aumentan la proliferación de células B y favo-
recen a los linfocitos T CD8+.
• Preparados comerciales: se obtienen por recombinación. Se absorbe >80%
de la dosis parenteral, la eliminación es por catabolismo renal.
Interferón alfa-2b: INTRON A® viales de 10 y 18 millones de UI (MU), pluma
multidosis de 18, 30 ó 60 MU.
Interferón alfa-2a: ROFERON A® jeringas precargadas de 3, 4.5, 6 ó 9 MU.
• Pauta de tratamiento: administración sc o IM, 3 veces a la semana, de 5-6
MU por m2/dosis, máximo 10 MU, durante 6 meses.
• Definición de respuesta: obtención del aclaramiento de HBeAg en los 12 meses
siguientes al comienzo del tratamiento. En los respondedores es habitual
observar un incremento de ALT precediendo a la seroconversión, como suce-
de en el proceso natural de inmunoeliminación. La respuesta es estable y va
seguida de mejoría histológica y normalidad funcional, en el mismo por-
centaje que en la seroconversión espontánea.
• Tasa de eficacia: el metaanálisis de estudios en niños muestra que la sero-
conversión es lograda en un 33%, frente al 10% en niños control, en el plazo
de un año. Es igual a la de controles al 3º año de seguimiento, por lo que
el efecto se considera de aceleración del proceso y por tanto reducción del
tiempo de inflamación en los respondedores. Los más proclives a respuesta
son aquellos con mayor elevación de la ALT, niveles de ADN-VHB medios o
bajos y/o lesiones histológicas con inflamación periportal. El aclaramiento
del HBsAg sucede en 20% de los respondedores a interferón, más alto que
en los que seroconvierten espontáneamente.
• Efectos adversos: son más frecuentes en el primer mes de tratamiento, la mayo-
ría susceptibles de tratamiento sintomático. Un 80% presenta reacción febril
durante unas horas tras la dosis con dolores musculares, articulares o cefa-
lea asociados, por lo que es necesario atenuar las molestias con paracetamol
o dipirona y administrar el fármaco al final de la tarde. Son frecuentes las
aftas bucales leves o herpes labial. En la mayoría hay pérdida de peso (<5%
del basal) durante el primer mes, y lento crecimiento a lo largo del trata-
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2. Interferón pegilado
• El proceso de pegilación consiste en la unión de polietilenglicol (PEG) en una
o varias localizaciones de la molécula del interferón, lo que permite mayor
duración de los niveles de interferón y espaciar las dosis 7 días. Los efectos
adversos y vigilancia del tratamiento son iguales a los detallados para inter-
ferón alfa. En adultos se ha empleado PEGIFNalfa2a 180 µg/semana x 12
meses (para 1,73 m2, la dosis en niños equivalente para superficie corpo-
ral) o PEGIFNalfa2b 1,5 µg/kg/semana x 6-12 meses (pauta igual para niños).
• Preparados comerciales:
- PEGASSYS: PEG ramificado unido a interferón alfa2a (40 kDA)
- PEGINTRON: PEG lineal unido a interferón alfa2b (12 kDA)
Lamivudina
• Acción: es un análogo de nucleósido que impide la formación de nuevos virus,
al interrumpir la actividad de la polimerasa viral (inhibe la retrotrascripción
de ARN pregenómico a ADN VHB).
• Preparados comerciales:
- ZEFFIX® comprimidos de 100mg, suspensión oral (5 mg/ml).
- EPIVIR® comprimidos de 150 y 300 mg, suspensión oral (10 mg/ml).
• Pauta de tratamiento: Se administra una vez al día 3 mg/kg (dosis máxima
100 mg). Precisa descenso de dosis en pacientes con filtrado glomerular <
50 ml/min.
Duración del tratamiento: a) hasta 4-6 meses después de obtener serocon-
versión; o b) un tiempo fijo (12 meses); o c) indefinido mientras el pacien-
te tenga beneficio bioquímico y virológico. La seroconversión aumenta al
prolongar el tiempo de tratamiento a 2 años, pero aumenta la tasa de resis-
tencia por mutación viral (resistencia en: 22% al año, 55% a los 2 años y
64% a los 3 años).
• Definición de respuesta:
a) Obtención de seroconversión durante el tratamiento, estable tras la reti-
rada (mantener terapia 4-6 meses después de obtener seroconversión).
b) Respuesta bioquímica y virológica: obtención de normalidad de la ALT,
ADN-VHB < 105 copias/ml y mejoría histológica. En los pacientes HBeAg+
si no se acompaña de seroconversión, o en los pacientes tratados por
hepatitis crónica HBeAg (-), esta respuesta no será mantenida tras la reti-
rada del fármaco. La respuesta bioquímica y descenso del ADN-VHB es
ventajosa especialmente en los afectos de hepatopatía grave.
• Tasa de eficacia:
- Niños HBeAg+: se obtiene seroconversión tras 12 meses de tratamiento
en el 23% (vs 13% en controles). La cifra de ALT es el mejor predictor
de respuesta. El 10% de los respondedores eliminó HBsAg. En muchos
pacientes que seroconvierten bajo tratamiento con lamivudina no se
observa el empeoramiento funcional característico de la inmunoelimi-
nación natural. Los niños tratados tienen una ALT normal y ADN-VHB
< 105 copias/ml desde el 4º al 12º mes de tratamiento.
Los niños no respondedores al interferón, responden a la lamivudina
igual que los pacientes nunca tratados antes.
- Adultos con hepatitis HBeAg negativa: en el mes 12º obtienen una respuesta
bioquímica el 96% y ADN-VHB negativo por hibridación el 68%, al mes
30 un 42 y 41% tienen respuesta bioquímica y virológica, respectiva-
mente. El tratamiento prolongado se acompaña de resistencia viral.
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Adefovir dipivoxil
• Acción: es convertido a adefovir, un análogo del nucleótido, que inhibe la
actividad de retrotranscripción de ARN pregenómico a ADN-VHB al ser incor-
porado en la cadena en crecimiento.
• Preparado comercial: HEPSERA® comprimidos 10 mg.
• Pauta de tratamiento: la dosificación en adultos es de 10 mg oral diario, en
niños depende de la edad; 0,3 mg/kg/día (2 a 6 años); 0,25 mg/kg/día (6-
11 años); o 10 mg/día (a partir de 12 años). Es necesario reducir la dosis si
existe alteración del filtrado glomerular.
• Eficacia: los resultados preliminares de un ensayo internacional en 173 niños
de 2 a 18 años randomizados en proporción 2:1 (115 ADV, 58 placebo) indi-
can que a las 48 semanas hay un 16% de seroconversión anti-HBe compa-
rado con 5% en el grupo control. El efecto antiviral óptimo, con un ADN-
VHB indetectable por PCR (<1.000 copias/ml) junto con la normalidad de la
ALT, se obtuvo en el 23% de los niños mayores de 12 años (comparado con
el 0% en controles). Durante el tiempo analizado (48 semanas) no se detec-
taron mutantes resistentes (rtN236T o rtA181V) y no hubo efectos adversos.
En adultos: en los estudios realizados el efecto de descenso de ADN-VHB es
menor que con lamivudina, pero tiene la ventaja de menor tasa de resis-
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tencia viral (11% a 4 años) que permite un tratamiento más prolongado con
el fin de mantener la respuesta bioquímica y virológica, y rescatar a pacien-
tes con recaída por resistencia a la lamivudina. Al igual que con la lamivu-
dina, el tratamiento debe ser continuado 6 meses después de lograr la sero-
conversión, para evitar posibles recaídas.
Entecavir
• Acción: es un análogo de nucleósido que inhibe la replicación viral en 3
etapas que involucran a la polimerasa, la trascriptasa inversa y la síntesis de
la cadena positiva del ADN.
• Preparado comercial: BARACLUDE®.
• Pauta de tratamiento: adultos 0,5 mg/día en pacientes no tratados previa-
mente y 1 mg/día para pacientes resistentes a la lamivudina. No se conoce
aún la dosis para niños.
• Eficacia: se ha ensayado únicamente en adultos. Es más potente que la lami-
vudina y obtiene mejores resultados en la inhibición de la replicación viral,
el perfil es similar a lamivudina en cuanto a seroconversión. El desarrollo de
mutantes resistentes es hasta el momento raro, salvo en pacientes previa-
mente tratados con lamivudina.
Telbivudina
Es un análogo de nucleósido más potente que la lamivudina según los ensa-
yos realizados, pero se describe la aparición de resistencias cruzadas con las de
lamivudina a partir del año de tratamiento.
Otros fármacos
Como tenofovir, clevudina y emtricitabina están en estudios en fase III en
adultos.
RESUMEN
La hepatitis crónica B puede causar complicaciones graves a lo largo de la
vida al menos al 15% de los afectos, por inducir cirrosis durante la fase HBeAg+,
cirrosis por inflamación progresiva en la fase anti-HBe, o hepatocarcinoma.
Son susceptibles a tratamiento los niños con ADN-VHB ≥105copias/ml (HBeAg
positivo o negativo) asociado a disfunción hepática (ALT > de 2 veces lo normal).
En niños el tratamiento aceptado es: a) alfa-interferón 5-6 MU/m2 subcutá-
neo 3 veces por semana (o interferón pegilado alfa2b 1,5 µg/kg/semana) duran-
te 6 meses; o b) lamivudina 3 mg/kg/día (máximo 100 mg) oral 12-24 meses.
El tratamiento con interferón permite acelerar el proceso de seroconversión,
lo que disminuye el tiempo de inflamación hepática. Obtienen beneficio el 33%
de los tratados. Los efectos secundarios son frecuentes durante la terapia. Está
contraindicado en menores de 2 años, hepatópatas graves y en presencia de
enfermedad significativa de otros órganos, trasplante o enfermedades autoin-
munes.
TABLA I. Fármacos disponibles y resultados en pacientes HBeAg+. 306
IFN alfa PegIFNalfa2a Lamivudina Adefovir Entecavir Telvibudina
5 MU/m2 3 veces 180 µg semana 3 mg/kg/día 10 mg/día 0,5 mg/día 600 mg/día
por semana (para 1,73 m2) Máx 100 mg (>12 años y adultos) 48 semanas 52 semanas
12-24 semanas PegIFNalfa2b 48-52 semanas 48 semanas
1,5 µg/kg/semana
48 semanas
Libro Tto. Gastro 01-28
Estudiado en niños Sí No Sí Sí No No
Efectos adversos Sí Sí No No No No
Seroconversión anti-HBe 33% 34% 23% 16% 21% 22%
Resistencias por mutación viral No No 20% año 1 0% año 1 <1% año 2 25% año 2
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BIBLIOGRAFÍA
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se basa la actual actitud de terapia en adultos, dirigida a mantener niveles de ADN-VHB
<105 copias/ml para evitar las complicaciones (cirrosis y cáncer hepático). En el estudio
de 3653 adultos con seguimiento de 11 años, el nivel de ADN-VHB basal mayor o igual a
105 copias/ml fue un factor predictor fuerte de hepatocarcinoma, independiente de HBeAg,
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Libro Tto. Gastro 01-28 5/6/08 09:48 Página 308
CONCEPTO
Es una enfermedad necroinflamatoria persistente en el tiempo, que ocasio-
na una lesión progresiva del hígado, con riesgo de cirrosis a largo plazo. Se carac-
teriza por la presencia de replicación viral continuada en el hígado, con una per-
manente detección de viremia del VHC. El VHC no es citopático directo y la
inflamación en el hígado es debida a la respuesta inmunológica frente al virus.
Tiene una prevalencia del 1-2% en la población general, actualmente constitu-
ye la principal causa de cirrosis y hepatocarcinoma en adultos en Europa y Esta-
dos Unidos. Es subclínica hasta estadios avanzados de enfermedad, por lo que la
detección tiene lugar en chequeos analíticos. El diagnóstico permite aplicar un
tratamiento eficaz, que será curativo en la mitad de los pacientes. El virus cau-
sal tiene una baja transmisión entre personas que no están expuestas a inócu-
los parenterales. En los niños ocurre con muy baja incidencia, en hijos de madres
con hepatitis C que son infectados en el periodo perinatal.
ETIOLOGÍA
El virus de la hepatitis C es un virus de 30-60 nm perteneciente a la familia
Flaviviridae, género Hepacivirus. El genoma es una molécula ARN de polaridad posi-
tiva. Contiene solamente un marco de lectura (ORF) que codifica una poliproteí-
na de alrededor de 3.000 aminoácidos. En los extremos del ARN hay regiones que
no son traducidas (UTR-untranslated region). El 5´UTR contiene el lugar de entra-
da a la subunidad 40S del ribosoma e inicia la traducción del marco de lectura. La
poliproteína que se forma es procesada luego por proteasas celulares y virales, en
la membrana del retículo endoplásmico hepatocitario, y da lugar a 10 proteínas
que se clasifican como “estructurales” y “no estructurales”. Las proteínas estruc-
turales son core (C), que forma la nucleocápside viral, y las glicoproteínas E1 y E2,
que forman la envoltura. Estas proteínas son liberadas por peptidasas de la célu-
la hospedadora. Las proteínas no estructurales NS2 a NS5B están involucradas en
el procesado de la proteína y en la replicación viral. La región C-terminal de la pro-
teína NS3 incluye actividades helicasa ARN y NTPasa. La NS4B es una proteína
integral de membrana de función desconocida. La NS5A es una proteína de fun-
ción desconocida, y NS5B es la ARN polimerasa ARN dependiente.
La infección ocurre por transmisión perinatal, sexual o parenteral. El virus tiene
tropismo por las células hepáticas, donde ocurre la replicación. Todo el ciclo repli-
cativo del VHC ocurre en el citoplasma hepatocitario. El VHC circula en el suero de
los sujetos infectados en varias formas, como viriones unidos a lipoproteínas de
muy baja densidad, como viriones unidos a inmunoglobulinas y como viriones
libres. Además, hay partículas semejantes a nucleocápsides de VHC sin envoltura.
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FISIOPATOLOGÍA
Solamente una semana después de la infección aparece una viremia detec-
table. La respuesta inmune celular del hospedador comienza alrededor de un
mes después y la humoral un mes más tarde.
Al comienzo de la infección hay una respuesta de inmunidad innata con pro-
ducción aumentada de interferón en los hepatocitos, un mes después se inicia la
respuesta inmune celular con células CD4+ y CD8+ y al segundo mes aparecen
anticuerpos anti-VHC. La lesión hepática comienza coincidiendo con la respuesta
inmunológica. Por motivos no bien conocidos, la mayoría de los infectados, adul-
tos o niños, no son capaces de eliminar la infección. Contribuye a la evasión
viral su capacidad de generar variantes, sobre todo en las regiones E1 y E2 que
codifican la envoltura, escapando a la acción de anticuerpos neutralizantes.
DIAGNÓSTICO
La detección de anti-VHC se realiza mediante técnicas de ELISA. Las técnicas
de PCR de ARN-VHC permiten evidenciar la presencia de virus circulante.
En la infección autolimitada, generalmente subclínica, deja de ser detecta-
ble en suero el ARN-VHC de forma permanente, el individuo mantiene anticuerpos
anti-VHC positivos de manera indefinida o bien desaparecen 10-20 años después.
En algunos casos la infección aguda evoluciona sin que sea detectable anti-
VHC inicial ni en la evolución. Esos pacientes solamente pueden ser detectados
mediante estudios de reactividad de linfocitos frente a antígenos del VHC, un
método no aplicable en la práctica clínica habitual.
La infección crónica se caracteriza por la persistencia de viremia, a niveles que
oscilan en el seguimiento, sin correlación con la elevación de aminotransferasas.
Hay anti-VHC permanentemente positivo. La definición de hepatitis C crónica
en pacientes adultos es de un proceso de elevación de aminotransferasas y detec-
tabilidad de ARN-VHC en suero durante más de 6 meses. En los niños no hay una
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EPIDEMIOLOGÍA
El VHC solamente afecta a humanos y se difunde poco por vías naturales. La
expansión de la enfermedad por el VHC tuvo lugar en el siglo XX, por vía paren-
teral, mediada por actividades médicas como transfusiones de hemoderivados,
cirugía, y administración de medicación por vía parenteral, junto a otras activi-
dades como el uso de drogas ilegales, acupuntura y tatuajes. La transmisión hori-
zontal es poco eficaz por convivencia, es excepcional la atribución de una infec-
ción a la convivencia, con relación estrecha, con un portador del VHC. La transmisión
por relación hetero u homosexual ocurre en el 4% entre parejas expuestas duran-
te años. La transmisión madre a hijo perinatal afecta al 4-10% de los hijos.
Los estudios de prevalencia de anticuerpos anti-VHC en la población general
adulta proporcionan una estimación de 170 millones de personas afectas en todo
el mundo. Las tasas de anti-VHC+ son del 0-0,9% en Europa del Norte y del 1-2,4%
en Europa Mediterránea y Estados Unidos. En algunos países (Egipto) se describen
superiores a 10%, relacionadas con antiguas campañas de control de esquistoso-
miasis que incluyeron un tratamiento por vía parenteral en la población general.
Dentro de un país, la mayor edad asocia una tasa de anti-VHC superior, debi-
do a que en el pasado eran más frecuentes las exposiciones parenterales de ries-
go (inyecciones con agujas no desechables, manipulaciones dentales, transfu-
siones, etc.).
Los estudios en poblaciones generales de niños son escasos. En el área medi-
terránea un 0,1-0,3% de niños de 2 a 16 años tienen anti-VHC+ . En Estados Uni-
dos se detectó en 0,1%. Sin embargo, en algunos países la tasa de niños sero-
positivos ha sido superior como en Arabia (0,9%) o Taiwan (0-1,9% en edades
crecientes).
El descubrimiento del VHC y la disponibilidad de anti-VHC como marcador
de la infección permitieron desde principios de los 90 la exclusión de donantes
de sangre y de órganos infectados por el virus. Las medidas generalizadas de este-
rilización de materiales y el uso de materiales desechables han contribuido a la
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rareza de la transmisión parenteral (en los países desarrollados) desde esa época.
Persisten casos aislados atribuidos a transmisión por instrumentos de endosco-
pia con pinza de biopsia inadecuadamente esterilizados, por contaminación acci-
dental de viales multiuso (quimioterapia, heparina, contraste radiológico...),en
unidades de hemodiálisis, o por hospitalización larga en estrecho contacto con
pacientes con VHC. Las recomendaciones para reducir la transmisión nosocomial
están bien establecidas. Existe un bajo riesgo residual de hepatitis transfusional,
por hemoderivados procedentes de sujetos que se encuentran en la fase de incu-
bación de hepatitis C que aún no han desarrollado anti-VHC. Actualmente las
medidas de cribado en los bancos de sangre incluyen la determinación del ARN-
VHC, con lo que el riesgo se reduce a 0,7 por millón de donaciones.
Las series publicadas de niños con hepatitis C recogen un importante núme-
ro de infecciones de origen parenteral. Cuando aparecieron las técnicas de deter-
minación de anti-VHC se observó que un número muy importante de niños esta-
ban infectados en grupos de riesgo por padecer enfermedades que hacían
necesario aportar hemoderivados, como hemofilia, talasemia, enfermedades
oncológicas, cirugía cardíaca, diálisis o trasplante de órganos. Los niños que habí-
an recibido una transfusión aislada, como en el contexto de manejo de proble-
mas neonatales, tenían una tasa de anti-VHC alrededor del 1%.
En los niños se ha comprobado el efecto de las medidas de prevención de la
transmisión transfusional, y una reducción del número de casos totales a lo largo del
tiempo (Tabla I). La transmisión madre-hijo perinatal justifica el 95% de los casos de
hepatitis C en niños nacidos después de 1990. No ocurren infecciones transfusio-
nales y los antiguos grupos de riesgo están exentos del problema. Un número peque-
ño son de fuente desconocida, en gran parte representando infecciones adquiri-
das en otros países de procedencia o casos en que la madre no pudo ser estudiada.
A lo largo de los años hay, además, una reducción del número de casos infantiles de
origen vertical porque disminuye la tasa de anti-VHC en las mujeres jóvenes, por el
efecto de la menor transmisión transfusional y por haber cambiado el patrón de
adicción a drogas ilegales a formas de administración no endovenosa.
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Transmisión madre-hijo
Los niños nacidos de madre anti-VHC+ tienen un riesgo de infección del
1,7-4%. Tras la recopilación de numerosos estudios realizados para estimar
el riesgo de transmisión las conclusiones principales son: 1) no tienen riesgo
los nacidos de madres anti-VHC+ sin viremia (ARN-VHC negativo); 2) los naci-
dos de madres antiVHC+ ARN-VHC positivas tienen un riesgo de adquirir la
infección del 4-10%, no hay diferente riesgo entre los nacidos por parto vagi-
nal o cesárea, ni entre los alimentados al pecho o con lactancia artificial; 3)
los nacidos de madres coinfectadas por el VHC (ARN-VHC+) y VIH presentan
un riesgo aumentado (transmisión en 19%), que se ha reducido en las épo-
cas recientes en que las madres reciben tratamiento antirretroviral de alta efi-
cacia.
La determinación de anti-VHC no es obligatoria ni recomendada en las
gestantes sin riesgo conocido para padecer hepatitis C, al no permitir el resul-
tado modificar los cuidados para evitar la transmisión al hijo. Sin embargo, en
centros terciarios se practica el cribado de forma habitual. Un 0,1-2% de muje-
res son anti-VHC+ y de ellas el 60% presentan ARN-VHC+. Por sentido común
son desaconsejados los procedimientos invasivos durante la gestación y la moni-
torización con punción de la calota del niño durante el parto cuando la madre
padece la infección. La amniocentesis no está contraindicada. La detección en la
madre permite el estudio del niño con riesgo.
Los hijos de madre anti-VHC+ tienen anti-VHC en sangre por transferencia
pasiva transplacentaria. Este anticuerpo permanece detectable en el lactante
durante los primeros 12-15 meses de vida, ocasionalmente hasta el 18 mes.
La definición de transmisión de VHC madre-hijo incluye: 1) la detección de anti-
VHC en un niño mayor de 18 meses; o 2) la detección de ARN-VHC en un
niño de más de 2 meses de edad, preferiblemente confirmado en dos muestras.
Las determinaciones de ARN-VHC en sangre de cordón o durante el primer mes
de vida han tenido resultados poco fiables por falsos positivos y por ello se desa-
consejan.
Las recomendaciones para control de los niños nacidos de madres con hepa-
titis C son la realización de chequeos en dos momentos, el primero a la edad
de 2-6 meses y el segundo a los 18-24 meses.
La transmisión madre-hijo puede suceder teóricamente intraútero, al final
del embarazo o en el parto. Una vez descartada la transmisión pre o perinatal, la
convivencia del niño con la madre no proporciona un riesgo apreciable, no se
indica por ello la realización de más chequeos.
Nº niños 64 42 98 92
Edad a la biopsia (años) 8,2 (2-14) 15±1,8 (Cohorte) 14±3,5 1-17
8,8±5 (Referidos)
Libro Tto. Gastro 01-28
progresión de fibrosis no relación con fibrosis infección tuvo correlación Duración de la infección, en
positiva con fibrosis niños con enf. asociada
Mujeres, OR 0,31
P. Jara Vega, R. Batista
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PRONÓSTICO
La característica principal de la hepatitis crónica C es su mantenimiento en
el tiempo y la progresión lenta de la fibrosis. En niños se ha cuantificado la pro-
gresión dividiendo la puntuación de fibrosis en la biopsia (empleando la escala
METAVIR, de 0 a 4) por los años de duración de la infección y ello dio una media
de progresión de 0,227 ± 0,372 puntos/año (mediana 0,142). La fibrosis pro-
gresa de forma no lineal y variable entre individuos. Podría estimarse por la
progresión media que una cirrosis pueda establecerse como media a los 28 años
de la infección. Dado que no hay estudios prospectivos del curso de la infec-
ción desde la infancia a la edad adulta son de interés los datos proporcionados
por estudios realizados en pacientes adultos.
En el estudio de pacientes adultos, las infecciones que comenzaron a una
edad menor de 40 años tienen en el plazo de 20 años una tasa de hepatopatía
grave de 2-8%, en las infecciones iniciadas a una edad >40 años el 20% de los
casos desarrollan cirrosis tras 20 años. La estimación del porcentaje de pacientes
que en el curso de la vida tienen enfermedad grave es diferente según los estu-
dios. En un plazo de 20 años desde el comienzo de la infección, entre los aten-
didos en áreas especializadas el 20% desarrolla cirrosis, pero en los pacientes
identificados en cribado de la población general o donantes de sangre un 4-
7% tendrán cirrosis.
TRATAMIENTO
Hay diferentes acercamientos respecto a la indicación de tratar a niños con
hepatitis C. Una actitud justificable es administrar tratamiento, pues permite la
curación definitiva en un grupo de pacientes. A lo largo del tiempo, de forma
paralela a los resultados obtenidos en adultos, hay experiencia en niños con la
aplicación de monoterapia con interferón alfa, del uso combinado de interfe-
rón alfa y ribavirina y, en la actualidad, con el empleo de interferón pegilado aso-
ciado a ribavirina. El tratamiento carece de autorización en la mayoría de países
para su empleo en niños, y por ello debe aplicarse en centros seleccionados y
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Eficacia en niños
El tratamiento combinado de peginterferón y ribavirina ha proporcionado
tasas de respuesta sostenida mejoradas respecto a otros tratamientos, y actual-
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Semana 12ª:
RNA-VCH
Respecto a pretratamiento
SVR global 61 46 59 50
SVR Genotipo 1 18/34 (52,9%) 33/92 (36%) 22/46 (47,8%) 12/26 (46%)
SVR Genotipo 2 y 3 7/7 (100%) 21/25 (84%) 12/13 (100%) 3/3 (100%)
5/6/08
SVR
Edad < 12 años 43/75 (57%) 9/20 (45%)
Edad > 12 años 11/43 (26%) 6/10 (60%)
Página 320
con genotipo 2/3 (p=0,0003). En la semana 12ª el 62,3% de los tratados obtu-
vieron el ARN-VHC negativo. El 91% de los pacientes con genotipo 1 y el 92,3%
de los casos con genotipos 2/3 que consiguieron respuesta sostenida tuvieron
viremia indetectable en la semana 12 de tratamiento.
En estos ensayos no hubo diferencias de respuesta según la edad (menores
de 12 años comparado con mayores: 54,8 vs 63.3% en el estudio alemán, 45 vs
60% en el estudio español), ni en la cifra de ALT basal o comparando niños con
transaminasas normales con los que presentaban alteración funcional previa al
tratamiento. La carga viral basal y el índice de Knodell no influyeron en la res-
puesta en niños españoles. En ambos estudios, la respuesta de los pacientes con
adquisición de la infección por vía transfusional tuvo una tendencia a ser supe-
rior a la de niños infectados por vía madre-hijo (niños alemanes: 70,4 vs 48%,
p=0,087; niños españoles 78 vs 38%, p=0,1).
En el grupo de niños que actualmente constituyen la población más nume-
rosa, consistente en infectados por genotipo 1 por vía madre-hijo, el tratamien-
to combinado es eficaz en el 37,5 y 35% de los casos (España y Alemania, res-
pectivamente).
Efectos adversos
Los efectos adversos del interferón pegilado combinado con ribavirina se
comparan favorablemente con el empleo de interferón alfa, al disminuir el núme-
ro de inyecciones y de reacciones inmediatas a la inyección. Otros efectos adver-
sos han sido de igual naturaleza e intensidad. Todos pudieron mantener la asis-
tencia al colegio. El cambio transitorio de carácter o estado de ánimo se ha
observado en el 15-30% de los niños, sin casos graves. La cifra de hemoglobi-
na desciende 1,6-1,4 g/dl respecto al valor basal; en el 5-23% de los casos la neu-
tropenia indicó reducción de la dosis de peginterferón. Las alteraciones signifi-
cativas de función tiroidea fueron observadas en 5/61 niños alemanes, los 5 niños
fueron tratados con L-tiroxina y mantuvieron el tratamiento combinado, 2 siguie-
ron precisando hormona tiroidea a los 12 meses de seguimiento. Hubo un caso
de diabetes mellitus. En el estudio español, el tratamiento combinado fue sus-
pendido por hipertiroidismo en 2 niños, y las alteraciones se resolvieron en ambos.
En conclusión, la eficacia del tratamiento combinado en niños avala su apli-
cación. Sin embargo, debe ser estudiado más profundamente, y ampliada la
investigación de los factores involucrados en el desarrollo de alteraciones tiroi-
deas y diabetes en algunos niños.
RESUMEN
El diagnóstico de cronicidad debida a infección por virus C se debe basar en
la demostración de ARN-VHC positivo al menos 3 años después del contacto
de riesgo.
Se define respuesta al tratamiento a la negativización del ARN-VHC en el
suero, al final del tratamiento que se mantiene negativa 6 meses después de la
finalización del mismo.
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112 niños, evaluando la fibrosis mediante escala Metavir. La gravedad de la fibrosis depen-
de del tiempo de infección. Analiza la progresión de la fibrosis, concluyendo que la esti-
mación matemática es que la progresión con la edad conducirá a cirrosis tras un tiempo
de evolución de 28 años como media, existiendo individuos fibrosantes lentos, intermedios
y rápidos.
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Infect Dis 2003; 36: 275-280.
De 224 niños españoles e italianos con hepatitis C, en la primera consulta se observó en el
90% elevación de ALT, en el 50% la cifra es 2 veces menor de lo normal. En un segui-
miento medio de 5 años, un 4,5% de los niños llegó a tener transaminasas normales man-
tenidas. El patrón más frecuente fue la disfunción continuada y un 40% tuvo fluctuaciones
con valores normales
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Clínica
Se debe sospechar en un niño con síntomas de agudos o crónicos de hepa-
titis en ausencia de otras etiologías, sobre todo si en él o en sus familiares coexis-
ten enfermedades autoinmunes.
Más de la mitad de los niños presentan al inicio una clínica similar a una hepa-
titis aguda prolongada y un 10% (sobre todo pacientes LKM1 y menores de 2
años) debutan como fallo hepático, el resto inician una clínica insidiosa de enfer-
medad hepática y un pequeño porcentaje son diagnosticados de forma casual.
Excluidos los niños con fallo hepático, la clínica es similar en la tipo 1 y en la tipo
2.
Histología
La diana de la lesión es el hepatocito. Por tanto, existirá hepatitis con acti-
vidad moderada o grave con necrosis en sacabocados con o sin hepatitis lobu-
lar o necrosis en puentes centro-portal, siendo el infiltrado portal predominan-
temente linfoplasmocitario. No deben existir lesiones biliares, granulomas, depósitos
de cobre u otros cambios que sugieran otra etiología. Los hallazgos de ductope-
nia o colangitis destructiva añadida pueden apoyar el diagnóstico de colangitis
esclerosante autoinmune descrito en niños. Es necesario realizar una colangio-
grafía para diagnosticar la enfermedad. La presencia de esteatosis o sobrecarga
de hierro sugieren diagnósticos alternativos como hepatitis C, enfermedad de
Wilson o toxicidad por drogas.
La histología inicial es de cirrosis en la mitad de los niños. Los niños con fallo
hepático presentan colapso multi o panacinar.
Bioquímica
Puede existir cualquier elevación de aminotransferasas, que suele ser impor-
tante, sin elevación marcada de la fosfatasa alcalina. Los niveles de aminotrans-
ferasas y gammaglobulina no predicen el patrón histológico ni la presencia de
cirrosis. Las concentraciones de cobre, ceruloplasmina y alfa-1-antitripsina deben
ser normales.
La concentración de gammaglobulinas séricas o IgG total debe ser mayor de
1,5 veces su límite superior.
Casi la mitad de los niños presenta datos de insuficiencia hepática (INR alar-
gado y disminución de albúmina) al inicio de la enfermedad. Se suelen asociar
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 327
Autoanticuerpos
Seropositividad de ANA, AML o LKM1 a título mayor de 1:20 en niños median-
te inmunofluorescencia indirecta o en sección de tejido de roedores. Se debe
excluir infección por virus de la hepatitis A, B y C y otros virus hepatotropos (cito-
megalovirus y Epstein-Barr) así como exposición a drogas hepatotóxicas y a alco-
hol.
Los criterios diagnósticos han sido definidos por un grupo de expertos (Tabla
I). Las diferencias entre diagnóstico definitivo y probable se deben fundamental-
mente al grado de elevación de gammaglobulinas o de inmunoglobulina G, nive-
les de autoanticuerpos y exposición a medicación o a infecciones que puedan
producir daño hepático. No existen requerimientos de tiempo para poder esta-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 328
ANTICUERPOS CONVENCIONALES
Se deben determinar los ANA, antimúsculo liso y anti-LKM1 en pacientes con
hallazgos clínicos, de laboratorio e histológicos que sugieran hepatitis autoinmu-
ne.
ANA
Es el marcador tradicional de hepatitis autoinmune y está presente solo (10%)
o con anti-ML (15%) en el 25% de los niños que presentan hepatitis autoinmu-
ne en nuestro medio. La reactividad nuclear puede ser comprobada por inmu-
nofluorescencia indirecta, en líneas celulares Hep-2 o por enzimoinmunoensa-
yo usando placas de microtítulo con antígenos recombinantes adsorbidos o
altamente purificados. Las dianas de los ANA son inciertas en la hepatitis autoin-
mune y muchos ANA no son reactivos con los antígenos nucleares recombi-
nantes principales. Así, y hasta que se definan completamente los parámetros de
enzimoinmunoensayo, es preferible realizar los ANA mediante inmunofluores-
cencia indirecta.
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Anti-LKM1
Típicamente aparecen en ausencia de ANA o anti-ML. Muestran reactividad
frente a túbulos proximales de riñón y hepatocitos de rata por inmunofluorescen-
cia indirecta. Los LKM1 reaccionan con alta especificidad frente a una secuencia
corta lineal de antígeno recombinante, citocromo monooxigenasa CYP2D6 (P450
II D6) y también inhiben la actividad in vitro del CYP2D6. Los linfocitos que infil-
tran el hígado tienen reactividad específica frente a CYP2D6 y así se implica a este
citocromo como un autoantígeno en la hepatitis autoinmune, ya que se ha demos-
trado su exposición en la membrana del hepatocito. Existe homología entre el
CYP2D6 y el genoma del virus C y se puede encontrar anti-LKM en esta infección
que suele reaccionar frente a epitopos distintos en el CYP2D6 recombinante que
los que se asocian a la hepatitis autoinmune. Los niños con infección por el VHC
y anti-LKM asociado muestran mayor fibrosis en la histología hepática. Los LKM
solo causan el 4% de las hepatitis autoinmunes en EE.UU., pero en Europa son res-
ponsables de casi la mitad de casos en niños.
pANCA
Son comunes en las enfermedades autoinmunes y generalmente están dis-
ponibles. Se han usado para reclasificar a pacientes con hepatitis crónica crip-
togenética en hepatitis autoinmune. No tienen especificidad diagnóstica ni impli-
caciones terapéuticas.
OTROS AUTOANTICUERPOS
En los últimos años se han continuado caracterizando nuevos anticuerpos,
ya que pueden ser la causa del proceso inmunopatogénico subyacente y ser cla-
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Antiactina
Tienen menor sensibilidad que los anti-ML y no parecen que los reempla-
cen para el diagnóstico. Son más frecuentes en paciente: DR3 con menor edad
de inicio y peor respuesta a tratamiento y pueden tener un valor pronósti-
co.
Anti-ASGPR
Pueden coexistir con ANA, anti-ML y anti-LKM1 y tener importancia pro-
nóstica. Están presentes en un tercio de los niños. Se dirigen frente a una gli-
coproteína transmembrana en la superficie del hepatocito que puede captu-
rar internalizar y presentar antígenos potenciales. Su presencia se correlaciona
con la actividad histológica y su desaparición con la respuesta al tratamien-
to. Su persistencia anuncia la recaída tras la retirada de corticoides. Así, los
anti-ASGPR pueden ser un marcador genérico de hepatitis autoinmune, una
prueba biológica de un importante autoantígeno y un índice de respuesta a
tratamiento.
Anti-SLA/LP
Son marcadores muy específicos de hepatitis autoinmune y están presen-
tes en el 75% de los niños. El antígeno diana es una proteína citosólica de 50 kD,
que es probablemente un transportador de ribonucleproteína (T-RNA) involucra-
do en la incorporación de selenocisteína en las cadenas polipeptídicas o una seri-
na hidroximetil transferasa involucrada en la vía de la selenocisteína. No define
un subgrupo de hepatitis autoinmune, pero permite reclasificar pacientes con
hepatitis criptogenética como autoinmune. Se asocia a HLA DR3 y propensión
de recaída. En Europa existe un test comercial para detectarlo. Se detecta en niños
con hepatitis autoinmune tipo 1 y 2, aunque a mayor título en la tipo 2. Es más
frecuente en las niñas; los niños que los presentan tienen menor edad al diag-
nóstico.
Anti-LC1
Es específico de hepatitis autoinmune y su diana antigénica es la formi-
minotransferasa y la argininosuccinato liasa. Es prevalente en menores de 20
años. El 32% de los pacientes anti-LC1 son también anti-LKM1. Es el único mar-
cador en el 10% de pacientes con hepatitis autoinmune, aunque también se
ha detectado en pacientes con colangitis esclerosante primaria. El anticuerpo
se ha asociado con coexistencia de enfermedad inmunológica, presencia de
inflamación hepatocelular marcada, ausencia de infección por el VHC y pro-
gresión rápida a cirrosis. No se ha detectado en niños con hepatitis autoinmu-
ne fulminante. Los niveles de anti-LC1 fluctúan con la actividad inflamatoria en
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SUBCLASIFICACIONES
Se han propuesto dos tipos según los marcadores inmunológicos. No tienen
distinta etiología ni respuesta a tratamiento en niños mayores.
INDICACIONES DE TRATAMIENTO
Los ensayos controlados han demostrado mejoría clínica e histológica con
tratamiento con corticoides en las formas graves. Los pacientes con cirrosis res-
ponden igual de bien que los no cirróticos y la esperanza de vida a los 20 años
en pacientes tratados es mayor del 80%.
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Respuesta completa
Es la mejoría marcada de síntomas y vuelta a la normalidad completa de
todos los parámetros de función hepática y gammaglobulinas en el primer año
y mantenida al menos durante 6 meses de terapia de mantenimiento o, si se
ha realizado una biopsia en este período, con actividad mínima.
Recaída
Es el restablecimiento de la actividad de la enfermedad después de la induc-
ción de remisión bien al suspender el tratamiento o intentar reducirlo. Los pacien-
tes con recaída muestran mayor progresión a cirrosis.
Tratamiento convencional
La pauta inicial de tratamiento consiste en prednisona a dosis de 2 mg/kg/día
con dosis tope de 60 mg/día durante 15 días. Si se obtiene una buena respues-
ta se asocia azatioprina a dosis 1-2 mg/kg y se desciende la dosis de predniso-
na hasta llegar a 0,1-0,2 mg/kg/día en 6-8 semanas. Posteriormente, si la fun-
ción hepática es normal se pasa a administración de prednisona en días alternos
manteniendo fija la azatioprina. La monoterapia con prednisona está indicada en
niños con citopenias graves asociadas o no a hiperesplenismo. Se deben realizar
controles rutinarios de función hepática, hemograma y amilasa cada 4 semanas
hasta la remisión y luego trimestralmente.
Los niños tienen buena respuesta al tratamiento, con normalización de la
función hepática en 6-9 meses en el 80%. Son factores pronóstico relacionados
con evolución hacia el fallecimiento o necesidad de trasplante: la menor edad al
diagnóstico, presencia de LKM1, tiempo de protrombina prolongado, mayor cifra
de bilirrubina y mayor índice de actividad histológica. De forma que los niños
con hepatopatía grave inicial consiguen la remisión en un 75% y casi el 100%
de aquellos con hepatopatía no grave.
El objetivo en los niños es mantener transaminasas normales o con mínima
alteración con la menor dosis posible de medicación. A largo plazo se suelen con-
seguir dosis bajas y el tratamiento debe ser individualizado. En niños no existe
experiencia con azatioprina sola como mantenimiento.
El punto final de tratamiento sería cuando se ha conseguido una función
hepática normal mantenida durante 2 años y la biopsia hepática no muestra infla-
mación. Hay que tener en cuenta que en el 55% de los pacientes con transami-
nasas normales y gammaglobulina durante el tratamiento se encuentra en la
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Tratamientos alternativos
• Budesonida: es un corticoide de segunda generación cuyos metabolitos care-
cen de actividad glucocorticoide. Se ha usado en Europa en estudios piloto
con buenos resultados.
• La ciclosporina, que inhibe la calcineurina e impide la transcripción de la
interleucina 2, reduce la expresión de citocinas y disminuye la proliferación
de linfocitos T. Se ha demostrado su eficacia y falta de efectos adversos impor-
tantes en tratamientos cortos. Se debe monitorizar la función renal y tensión
arterial. Solo debe usarse en centros con experiencia en el empleo de este
fármaco, ya que en tratamientos prolongados puede inducir la aparición
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RESUMEN
La hepatitis autoinmune es una enfermedad sintomática y grave de la infan-
cia. La clave inicial en su diagnóstico es la detección de autoanticuerpos en un niño
con disfunción hepática. Otros criterios diagnósticos son: presencia de hipergam-
maglobulinemia, disfunción hepática sin elevación importante de fosfatasa alcali-
na, lesión histológica con necrosis erosiva e infiltrado portal de linfocitos y células
plasmáticas y respuesta al tratamiento inmunosupresor. El diagnóstico es difícil a
veces, debido a la ausencia de hipergammaglobulinemia al inicio hasta en un 20%
de los niños, la variedad de signos y síntomas de presentación, la ausencia de auto-
anticuerpos en el momento del inicio y, en un grupo reducido de pacientes, por
presentar síndrome de sobreposición con colangitis esclerosante primaria.
El tratamiento previene el curso natural de la enfermedad a daño grave y
fallecimiento. Se basa en el empleo de prednisona generalmente asociada a aza-
tioprina para permitir dosis menores de la primera. La respuesta global al trata-
miento es buena y se produce en el 90% de pacientes. La retirada del tratamien-
to produce recaída de la enfermedad casi de forma constante, por lo que el
tratamiento suele ser indefinido. Los niños con hepatopatía grave al inicio preci-
san trasplante hepático en un 25% por falta de respuesta inicial o evolución hacia
cirrosis descompensada en el seguimiento. Un 10% de niños presenta fallo hepá-
tico al diagnóstico, tiene mala respuesta al tratamiento y precisa trasplante en el
50-75% de los casos. Los tratamientos con otros inmunosupresores asociados
con la ciclosporina deben reservarse para pacientes que debutan con fallo hepá-
tico, son refractarios al tratamiento convencional o presentan complicaciones
graves secundarias al tratamiento esteroideo.
BIBLIOGRAFÍA
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2): S62-73.
En este artículo se revisan los criterios diagnósticos y el tratamiento de la hepatitis autoin-
mune en niños por un grupo de expertos. A pesar de que hay rasgos clínicos y bioquími-
cos característicos, existen situaciones en que el diagnóstico puede ser difícil como en el sín-
drome de sobreposición de colangitis esclerosante-hepatitis autoinmune, en niños sin
hipergammaglobulinemia o en pacientes con infección por el VHC y anti-LKM positivos. Se
ratifica la utilidad del tratamiento con corticoides y azatioprina en la mayoría de los casos.
El tratamiento con otros inmunosupresores como la ciclosporina se debe reservar a situa-
ciones especiales y centros con experiencia en su uso. El trasplante hepático queda limita-
do a casos refractarios al tratamiento convencional.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 337
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Es el primer estudio europeo sobre el tratamiento con ciclosporina A en niños con hepati-
tis autoinmune tipo 2. Se emplea en 15 niños como inmunosupresión primaria, por tener
factores de riesgo de mala tolerancia a esteroides y en 5 pacientes como tratamiento de
rescate (que habían recaído, previamente tratados con dosis elevadas de esteroides). En
todos ellos se obtuvo remisión y los efectos secundarios fueron leves. En otros dos pacien-
tes con fallo hepático agudo se logró la remisión añadiendo ciclosporina al tratamiento con-
vencional con corticoides y azatioprina.
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En este artículo se presenta la experiencia del King’s College Hospital en 52 niños con hepa-
titis autoinmune: 32 tipo 1 y 20 tipo 2. La forma más frecuente de presentación es como hepa-
titis aguda en el 56% de los casos y fallo hepático en el 11,5%. Los niños con tipo 1 son meno-
res y presentan cifra de bilirrubina y AST más elevadas. La mitad de los pacientes presentan
insuficiencia hepática en la presentación y cirrosis en la histología. Los pacientes que debutan
como fallo hepático suelen precisar trasplante, siendo excepcional la mejoría con tratamien-
to esteroideo. En el resto de pacientes se consigue la remisión en el 93% con tratamiento
con prednisona más azatioprina o prednisona sola. Se consigue retirar el tratamiento en el
19% de pacientes con hepatitis autoinmune tipo 1 y en ninguno con tipo 2. Diecinueve niños
presentan uno o más episodios de recaída. Los niveles de bilirrubina y el INR prolongado al
diagnóstico son factores predictivos de muerte o necesidad de trasplante.
– Obermayer-Straub P, Strassburg CP, Manns MP. Autoimmune hepatitis. J Hepatology
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INTRODUCCIÓN
El hígado, denominado gráficamente “laboratorio principal del cuerpo huma-
no”, está configurado por una compleja estructura anatomofuncional que inter-
viene en múltiples procesos metabólicos, tanto del niño como del adulto, y asume,
entre sus importantes y numerosas competencias, el papel de filtro y aclaramien-
to de ciertas sustancias nocivas, exógenas o endógenas, medicamentos o tóxi-
cos, que por cualquier circunstancia afectan al organismo.
INCIDENCIA EN EL NIÑO
La enfermedad hepática inducida por drogas es más frecuente en el adulto
que en el niño. No está claro por qué los adultos son más susceptibles que los
niños a sufrir hepatitis tóxicas y medicamentosas, aunque se cree que es porque,
a diferencia de los adultos, los niños raramente toman medicamentos con efec-
tos hepatotóxicos, de forma particular los empleados en el tratamiento de afec-
ciones cardiovasculares, antihipertensivos y antidepresivos, entre otros, que
son más propios de ese grupo etario. Además, el proceso metabólico de fárma-
cos y drogas a nivel hepático difiere claramente en ambos grupos, de tal mane-
ra que a medida que avanza la edad, tal vez por realizarse las reacciones hepa-
totóxicas más lentamente, la gravedad de las lesiones es mayor.
En la actualidad se admiten varios factores epidemiológicos que van a favo-
recer la toxicidad hepática de ciertos fármacos. Así, un estudio realizado en pacien-
tes pediátricos controlados en régimen hospitalario y ambulatorio, ha determi-
nado su mayor incidencia en niños menores de 5 años, y dentro de este grupo,
aquellos que padecen alguna enfermedad neoplásica.
También el sexo es un factor que discrimina la hepatotoxicidad de ciertos
fármacos: la azatioprina en el varón y la metildopa y nitrofurantoína en la mujer
son claros ejemplos. Los cambios metabólicos propios de la pubertad pueden
modificar la susceptibilidad al daño hepático, siendo superponibles a los del adul-
to joven, de forma más intensa en la mujer que en hombre.
El estado nutricional y la masa magra corporal (mayor en el niño) es otro fac-
tor a considerar en la particularidad de la toxicidad hepática: el halotano en la
obesidad y el paracetamol en el ayuno y/o desnutrición lo corroboran.
Otro factor epidemiológico a tener en cuenta es el relacionado con el estilo
de vida: los niños y la mayor parte de adolescentes no beben alcohol de forma
rutinaria ni fuman, lo que les mantiene libres de los hábitos que claramente pre-
disponen a la hepatotoxicidad por drogas en los adultos.
La inmunosupresión en pacientes a los que se ha realizado un trasplante de
órgano, sea o no el hígado el órgano trasplantado, condiciona otra forma de toxi-
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cidad hepática inducida por fármacos. Las frecuentes infecciones por gérmenes
oportunistas precisan del empleo de fármacos cuya toxicidad puede infligir daño
hepático (tal el caso de los antifúngicos, antivirales, antibióticos), hecho que oca-
sionalmente aboca a fallo hepático agudo. Es muy importante valorar esta toxi-
cidad, más, si se tiene en cuenta lo variado y complejo conque se manifiesta
clínicamente, permitiendo junto a la biopsia hepática, diagnosticar y tratar pre-
cozmente esta no rara complicación.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
En ocasiones se manifiesta como una hepatitis con síntomas inespecíficos
como pueden ser fatiga, anorexia, náuseas y vómitos. En otras ocasiones es asin-
tomática, apreciando únicamente una elevación de las transaminasas séricas.
Algunas drogas inducen hepatotoxicidad a nivel ductular, manifestándose por
colostasis. Clínicamente hay ictericia, prurito, elevación importante de la fosfa-
tasa alcalina y elevación discreta de las aminotransferasas. La colestasis asocia-
da a los esteroides contraceptivos es un ejemplo de este tipo de daño hepático.
Otras drogas ocasionan cuadros mixtos, colestasis y hepatitis. El algunos casos la
ictericia es debida a la lesión de los transportadores moleculares localizados en
la membrana canalicular. Un ejemplo de este tipo de lesión llamada hepatoca-
nalicular es la debida a la clorpromazina y eritromicina. A su vez, junto a estos
tres tipos de lesión hepática inducida por drogas, se pueden incluir a síndro-
mes sistémicos específicos. El síndrome de hipersensibilidad incluye fiebre, infla-
mación de otros órganos y sistemas (Stevens-Jhonson, disfunción renal, mio-
carditis), linfadenopatía, eosinofilia, y linfocitosis atípica. Este cuadro sugiere un
mecanismo inmunoalérgico, tal vez debido a un metabolito tóxico. Otras veces
se observa una hepatitis crónica activa, asociada en ocasiones a una hepatitis
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Paracetamol
El paracetamol o acetaminofeno es el analgésico-antitérmico más vendido
en el mundo, el fármaco más usado en Pediatría y el que con mayor frecuencia
está implicado en intoxicaciones pediátricas. El fallo hepático inducido por para-
cetamol es la segunda causa de trasplante hepático infantil. La dosis terapéuti-
ca de paracetamol es 10-15 mg/kg cada 4-6 horas, siendo la dosis máxima 90
mg/kg/día en pediatría y 4 gramos/día en adultos. La dosis tóxica por inges-
tión única es de 150 mg/kg en niños menores de 12 años y 7,5 gramos en ado-
lescentes y adultos.
El 95% de este fármaco sufre metabolismo hepático por conjugación con
ácido glucurónico, ácido sulfúrico y cisteína, y un 5% se N-hidroxila por la iso-
enzima CYP2E1 para formar N-acetil p-benzoquinoneimina (NAPQI) que interac-
ciona con los grupos sulfhidrilos del glutatión. El NAPQI es altamente hepato-
tóxico, y normalmente es detoxificado por el glutation y la unión a grupos
sulfhidrilos. Este metabolito ejerce su toxicidad al unirse de forma covalente a
macromoléculas, produciendo radicales libres que provocan una necrosis hepá-
tica en tan solo 12 horas. Si se ingieren dosis altas de paracetamol se generan
cantidades de NAPQI capaces de agotar las reservas hepáticas de glutatión. La
toxicidad es mayor cuando se asocian inductores del citocromo P450, con fár-
macos que compiten en la conjugación del paracetamol incrementando la for-
mación del metabolito tóxico y cuando están reducidas las reservas de glutation
(alcoholismo, malnutrición).
Clínicamente la toxicidad por paracetamol (dosis dependiente), se manifies-
ta con síntomas inespecíficos en las primeras 24 horas: el paciente puede presen-
tar malestar general, náuseas, dolor abdominal, vómitos y sudoración (con aumen-
to de gammaglutamil-transpeptidasa); hasta las 72 horas la sintomatología puede
mejorar, pero comienzan a elevarse las transaminasas hepáticas. Alrededor del
tercer o cuarto día se produce el máximo daño hepático, pudiendo presentarse
diátesis hemorrágica, encefalopatía, convulsiones, hipoglucemia e insuficiencia
hepática, que con frecuencia tienen un desenlace fatal. Si el paciente supera los
primeros siete días, se produce una recuperación clínica, acompañada de un des-
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censo de los niveles enzimáticos, que pueden tardar unas 3 semanas en norma-
lizarse. El empleo de su antídoto N-acetilcisteína en las primeras 24 horas puede
prevenir la lesión hepática, aunque el riesgo de desarrollar una lesión irreversible
aumenta a medida que se retrasa su administración.
Amiodarona
Es un derivado benzofurano yodado que se emplea rara vez en niños para el
tratamiento de arritmias cardiacas. Induce hepatotoxicidad, manifestada por ele-
vación de las aminotransferasas y hepatomegalia. Debido a la lentitud de su eli-
minación, puede inducir cirrosis hepática. Las manifestaciones agudas son extre-
madamente raras en el niño.
Antiinflamatorios no esteroideos
En general muestran poca hepatotoxicidad, estimándose un riesgo absolu-
to de 9/100.000. Su interés viene dado por el elevado número de fármacos
que componen este grupo y por el uso limitado en la edad pediátrica. Se ha des-
crito necrosis hepatocelular con colestasis en la administración de indometacina,
diclofenaco, ibuprofeno, naproxeno, piroxicam y sulindaco.
Antineoplásicos
En general las drogas antineoplásicas se emplean asociadas. La sintomatolo-
gía es variada predominando la elevación de las aminotransferasas, destacando
por su frecuencia las nitroureas, 6-mercaptopurina, arabinósido de citosina, cis-
platino y dacarbazina. La hepatopatía por L-asparraginasa se asocia a esteatosis
grave, necrosis hepatocelular y fibrosis (suele revertir al suprimir el fármaco). La
tioguanina, arabinósido de citosina, busulfán, DTIC y BCNU, la administración
simultánea de ciclosporina y metotrexato, se asocian a la enfermedad venooclu-
siva hepática (elevación de GOT y GPT, ascitis, ictericia, etc.).
Aspirina
Su empleo en pediatría se concreta a la artritis reumatoide. La toxicidad es
dosis-dependiente, presentando dolor abdominal, anorexia, náuseas, vómitos,
hepatomegalia e hipertransaminasemia. Puede desarrollarse excepcionalmente
el síndrome de Reye.
Azatioprina
Formada a partir de la 6-mercaptopurina, es un potente inmunosupresor
usado en el tratamiento de la enfermedad inflamatoria crónica, EIC y en enfer-
medades autoinmunes en el niño. Su hepatotoxicidad no es frecuente, aunque
se ha asociado a trasplantados hepáticos.
Carbamazepina
Derivado dibenzazepínico con estructura química similar a la imipramina (tri-
cíclica). La hepatotoxicidad es muy poco frecuente en niños, manifestándose
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Cocaína
Todavía no se ha reportado en niños o adolescentes. Producen necrosis zonal
con esteatosis. El etanol y fenobarbital incrementan su toxicidad.
Ciclosporina
Potente inmunosupresor, usado ampliamente en el tratamiento del rechazo
de órganos. La hepatotoxicidad, mínima, se suele manifestar por colostasis, sin
evidenciar daño celular.
Éxtasis
Anfetamina sintética empleada con fines psicotrópicos y estimulantes. Su
toxicidad se manifiesta por hipertermia, arritmia cardiaca, rabdomiolisis y fallo
renal agudo. La hepatotoxicidad es muy alta, siendo en ocasiones letal o requi-
riendo un trasplante hepático urgente. Se ha comunicado su hepatotoxicidad en
adolescentes, manifestada por dolor abdominal y fatiga, y en ocasiones, depen-
diendo de la susceptibilidad, coagulopatía, hipoglucemia y fallo hepático agudo.
Eritromicina
Todas las formas de eritromicina, más el estolato, son potencialmente hepa-
totóxicas. Su toxicidad se presenta en forma de anorexia, náuseas, ictericia y dolor
en hipocondrio derecho. En el niño puede manifestarse por hepatomegalia y
esplenomegalia ocasionalmente.
Fenobarbital
La hepatotoxicidad es muy rara en el niño. Cuando se presenta es debido a
un síndrome de hipersensibilidad multisistémico, asociado a la carbamazepina,
fenitoína y fenobarbital.
Haloperidol
Se han comunicado reacciones colestásicas y eosinofilia.
Halotano
Su hepatotoxicidad se cree que es debida a fenómenos inmunológicos,
pudiendo manifestarse por una hepatitis asintomática, con elevación de la AST-
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ALT tras la exposición al fármaco y más raramente como una necrosis hepatoci-
taria masiva con fallo hepático agudo. La mayoría de los casos descritos se obser-
van después de exposiciones repetidas o prolongadas, favorecidos por cierta pre-
disposición genética, hipoxia hepática o la administración concomitante de
fármacos inductores hepáticos. En estos casos se observa una producción ele-
vada de metabolitos hepatotóxicos que se unen de forma covalente a macromo-
léculas hepáticas, transformándolas en componentes inmunogénicos.
Isoniazida
Aunque su hepatotoxicidad es más frecuente en adultos que en niños, son
numerosas las comunicaciones pediátricas, incluyendo casos fatales de necrosis
hepática. La elevación asintomática de las aminotransferasas se puede apreciar
en alrededor del 7 al 17,1% dependiendo de las series, en contraposición a la
hepatitis necrótica que lo hace entre el 0,1 y el 7,1%. En el 1/1.000 es sintomá-
tica. Se ha constatado su relación con la dosis administrada.
Ketoconazol
En contraste con la anfotericina, el ketoconazol se muestra como hepato-
tóxico, incluso en niños, con manifestaciones de rash cutáneo, eosinofilia y necro-
sis hepatocelular, con o sin colostasis en casos graves, y con elevación modera-
da de las aminotransferasas en las formas asintomáticas.
Metotrexato
Sus efectos negativos sobre el hígado son la fibrosis con esteatosis, que oca-
sionalmente evolucionan hacia cirrosis hepática. Se especula sobre el papel que
desempeña el 7-hidroximetotrexato, un metabolito poco soluble, en la toxicidad
hepática.
Minociclina
Derivado tetraciclínico indicado en el tratamiento del acné juvenil. La toxi-
cidad puede manifestarse por fenómenos de hepatitis con ictericia y elevación
de aminotransferasas, acompañados con positividad de los ANA, y en ocasio-
nes con poliartritis. El mecanismo parece inmunoalérgico.
Pemoline
Usado en trastornos de déficit de atención, puede desarrollar hepatotoxi-
cidad (desde una simple elevación de aminotransferasas hasta fallo hepático
agudo). La reducción o discontinuidad de la dosis administrada se acompaña
de mejoría.
Penicilinas
Sus derivados sintéticos se asocian a toxicidad hepática. La oxacilina, clo-
xacilina y flucloxacilina pueden inducir colostasis, al igual que el amoxi-clavulá-
nico, aunque no descritas en la edad pediátrica.
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Pirazinamida
Antituberculoso muy eficaz en terapia combinada. La dosis pediátrica es de
15-30 mg/kg/24 horas, con un máximo de 2 g/día. Su hepatotoxicidad (dosis
dependiente), hace que solo se use en la primera fase de del tratamiento com-
binado y en meningitis tuberculosa. La hepatotoxicidad se puede manifestar por
hipertransaminasemia, colostasis, hepatitis a veces con afectación sistémica, e
insuficiencia hepática. No es necesario suspender el tratamiento a no ser que se
alcancen transaminasemias por encima de cinco veces el valor normal, siendo lo
más frecuente observar un descenso espontáneo, a pesar de mantener el trata-
miento.
Retinoides
Se sabe que la ingesta prolongada de vitamina A es hepatotóxica, con cam-
bios en las células estrelladas del hígado, esteatosis y fibrosis. El etretinato es más
tóxico.
Amanita phalloides
El consumo de hongos silvestres del género Amanita produce hepatotoxici-
dad e insuficiencia hepática aguda, siendo la Amanita phalloides la variedad
que con mayor frecuencia la produce (90%). La Amanita posee al menos dos
potentes toxinas: amatoxinas y phallotoxinas, que son péptidos bicíclicos. Las
amatoxinas determinan daño hepatocelular, debido a su capacidad de inhibir
la enzima RNA topoisomerasa II, bloqueando la transcripción de genes en el
núcleo del hepatocito. La alfa-amanitina es extremadamente tóxica, bastando
5 mg para causar la muerte a un adulto. Un píleo (“sombrero”) promedio con-
tiene 30 a 90 mg de esta sustancia. La alfa-amanitina puede ser detectada por
radioinmunoensayo en sangre u orina, aunque su determinación no se realiza
rutinariamente. Las toxinas no se inactivan con la cocción.
La sintomatología clínica de la intoxicación por Amanita phalloides se inicia
en las primeras 24 horas, caracterizándose por dolor abdominal, náuseas, vómi-
tos, diarrea, fiebre, deshidratación, hipotensión y alteraciones hidroelectrolíticas.
Tras una aparente mejoría de 24-48 horas de duración, aparecen ictericia, insu-
ficiencia hepática aguda y encefalopatía, con una mortalidad del 20 al 30%.
Aunque no se dispone de antídoto específico, se han empleado silimarina
(interrumpe la circulación enterohepática y estimula la síntesis proteica), peni-
cilina G a altas dosis (inhibiendo la circulación enterohepática), ácido tióctico
(activa determinados sistemas enzimáticos), y N-acetilcisteína, todos con efec-
tividad discutida.
No hay mucha experiencia de la diálisis hepática de albúmina con el siste-
ma MARS. El trasplante hepático es la única medida que se ha mostrado eficaz
en el tratamiento de la insuficiencia hepática aguda. Recientemente se ha lle-
gado al consenso sobre su indicación absoluta, con independencia de que haya
o no encefalopatía, cuando el intervalo entre la ingestión de Amanita phalloides
y la diarrea sea inferior a 8 horas.
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
El no disponer de métodos específicos para el diagnóstico de hepatotoxici-
dad inducida por fármacos o drogas, la posibilidad de ingestión simultánea de
más de uno, diferentes estados de nutrición y coexistencia de enfermedad hepá-
tica relacionada o no con el proceso que se estudia, van a ocasionar problemas
diagnósticos. Este se basa fundamentalmente en su sospecha, ante determina-
das manifestaciones clínicas, cronología de su desarrollo y exclusión de otras cau-
sas de hepatopatías. Ciertos fármacos se encuentran involucrados con mayor fre-
cuencia, destacando entre otros los antiinflamatorios no esteroideos,
anticonvulsivantes, estrógenos contraceptivos orales, antibióticos e inmunosu-
presores. El consumo precoz de drogas por adolescentes y niños, obliga a con-
siderar el éxtasis, cocaína y alcohol, como posibles tóxicos a investigar.
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Rara vez hay que realizar la biopsia hepática para el diagnóstico. Se puede
recurrir a determinados parámetros de laboratorio que expresan un tipo de daño
hepático: hepatocelular (GOT0GPT > 2 los valores normales, o GOT/FA ≥ 5 los
valores normales); colestásica (FA > 2 los valores normales, o > FA con GOT/FA <
2), y mixta (>GPT-FA o GOT/FA ≤ 2-5 los valores normales.
PRONÓSTICO
Factores determinantes del pronóstico van a ser la edad, el estado nutricional del
paciente, afectación hepática previa, el tipo de droga o tóxico, la cuantía de la dosis
y la forma en que fue recibida (rápida o lentamente). Histológicamente, las lesiones
que presentan un patrón de afectación hepatocelular van a tener peor pronóstico.
La precocidad en la detección del daño hepático y su correlación con la inges-
tión de una o más drogas, son de suma importancia a la hora de establecer el
tratamiento y emitir un pronóstico.
TRATAMIENTO
La principal medida terapéutica es la suspensión inmediata del fármaco sos-
pechoso, tras lo cual se suele producir una regresión del daño hepático con pos-
terior resolución espontánea. Una agresión grave y prolongada conduce frecuen-
temente a una lesión irreversible.
Se debe proceder a la hospitalización cuando se sospeche reacción hepato-
celular con ictericia, intentando prevenir en lo posible el fallo hepático agudo.
Solo en determinados casos se puede utilizar un tratamiento específico. La admi-
nistración de antídoto se limita a la intoxicación por paracetamol (N-acetilciste-
ína) y Amanita phalloides.
El uso de esteroides es controvertido, a no ser en las formas de hepatitis agu-
das graves con manifestaciones multisistémicas (fenitoina, fenobarbital o car-
bamacepina), contribuyendo a reducir la mortalidad. Situaciones concretas van
a requerir tratamiento sintomático, caso del prurito en la colestasis, no demos-
trando eficacia alguna el empleo de ácido ursodeoxicólico.
Por el contrario, el hecho de disponer de nuevas armas terapéuticas como la diá-
lisis hepática con el sistema MARS y soporte en una unidad de cuidados intensivos,
nos permite controlar el fallo hepático agudo dando tiempo a la posible reversión del
proceso tras la supresión del tóxico, a la vez que se ponen en marcha otras medidas
terapéuticas más complejas, como puede ser el trasplante hepático.
RESUMEN
El hígado del niño, a diferencia del adulto, es menos vulnerable a las agre-
siones de tóxicos y medicamentos, debido a las peculiaridades propias de la edad,
como pueden ser la mayor capacidad funcional de aclaramiento del hepatocito
del niño, mayor masa magra relativa y menor exposición a alcohol, drogas y
medicamentos asociados, que potenciarían los efectos adversos.
La hepatotoxicidad de un fármaco o droga es a menudo asintomática, pre-
sentándose únicamente con elevación de los niveles de aminotransferasas.
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Los autores hacen un metaanálisis de los estudios previos sobre la incidencia de reacciones
adversas a fármacos con los pacientes pediátricos ingresados y ambulatorios en el hospital
de niños de Derbyshire, Derby, Reino Unido), para evaluar datos de incidencia y definir
medidas de prevención que se pudieran adoptar. Los estudios se obtuvieron de la base de
datos de MEDLINE y de EMBASE. Se incluyeron 17 estudios; una vez cruzados todos los
datos se concluyó que la reacción adversa a drogas y medicamentos en niños, constituye
un problema de salud pública. La exactitud en la totalidad de las prescripciones y la infor-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 351
mación clínica que se daban eran incompletas, dificultando que los médicos de la salud
hicieran estrategias y ejecutasen medidas preventivas basadas en la evidencia. Además,
resaltan la necesidad de estudios metodológicos de farmacovigilancia para una promoción
eficaz de un uso más seguro de fármacos en los niños.
– Escudié L, Francoz C, Vinel JP, Moucari R, Cournot M, Paradis V, Sauvanet A, Belghiti
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 352
31. Ascitis
E. Medina Benítez, A. Barrio Merino
CONCEPTO Y ETIOLOGÍA
La ascitis es la acumulación anormal de líquido en la cavidad peritoneal. Su
presentación puede ser congénita o adquirida, siendo en este caso la enferme-
dad hepática la causa más frecuente, especialmente la cirrosis. La ascitis congé-
nita requiere un estudio extenso para descartar entre otras causas anomalías lin-
fáticas (ascitis quilosa) o hepatopatías debidas a enfermedades metabólicas,
especialmente las enfermedades lisosomales. En la ascitis adquirida, la evaluación
clínica y analítica suele evidenciar cirrosis u otras causas de hipertensión portal
sinusoidal o postsinusoidal, enfermedades renales, cardiopatías con fallo ventri-
cular derecho, pancreatitis, etc. La tuberculosis o los tumores son menos frecuen-
tes que en el adulto. En este capítulo se comentará el enfoque y tratamiento de
la ascitis debida a hipertensión portal.
La aparición de ascitis en un niño con hepatopatía crónica es un signo de
mal pronóstico que establece su indicación como candidato a trasplante hepá-
tico. En estudios realizados en adultos con cirrosis a los dos años de la aparición
de ascitis la supervivencia es del 50%. Las distintas opciones terapéuticas de la
ascitis pueden mejorar la calidad de vida, aunque no mejoran la supervivencia.
El trasplante hepático es el único procedimiento curativo en esta situación.
Analítica
Tras una valoración clínica completa, debe realizarse una analítica que inclu-
ya: hemograma, gasometría, estudio de coagulación, bioquímica hepática (con
albúmina), urea, creatinina e iones en sangre, y determinación de sodio, potasio
y creatinina en orina (preferentemente de 24 horas), al menos tras cuatro o cinco
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Ecografía
Debe realizarse siempre, preferentemente con estudio Doppler, pues detec-
ta la ascitis preclínicamente y permite un tratamiento precoz. Permite valorar: 1)
el grado de ascitis; 2) la presencia de líquido ecogénico o tabiques que hagan
sospechar infección, fuga biliar o hemorragia; 3) la aparición de complicacio-
nes vasculares; 4) el tamaño hepático en las cirrosis postnecróticas, que se corre-
laciona con un peor pronóstico; y 5) la morfología renal, para descartar com-
plicaciones renales asociadas y en su caso servir de apoyo al diagnóstico del
síndrome hepatorrenal (funcional).
Paracentesis
Indicaciones
La paracentesis diagnóstica es una prueba imprescindible, ya que permite rea-
lizar un estudio bioquímico, citológico y microbiológico del líquido ascítico, valo-
rando su composición y la presencia de complicaciones, en especial la infección.
En el paciente con hepatopatía crónica sin clínica asociada y ascitis leve o mode-
rada no está indicada de rutina. Sí ante una descompensación brusca, ante una
ascitis refractaria o cuando exista clínica sugerente de complicaciones.
Técnica
La paracentesis es sencilla y segura, se realiza en la línea media del abdomen
a unos dos centímetros por debajo del ombligo o en el punto medio de la línea
que une el ombligo con la cresta ilíaca, generalmente con sedación superficial.
Se suele hacer con un catéter vascular, extrayendo al menos 20 cc de líquido,
depositando el contenido en tubos con anticoagulante (para valorar la celulari-
dad), tubo seco para la bioquímica y medios de cultivo, preferentemente bote-
llas de hemocultivo. El cultivo debe realizarse siempre, aunque no exista clínica
infecciosa. El control ecográfico puede estar indicado en casos de gran viscero-
megalia o ascitis tabicada. En general puede hacerse con seguridad aunque exis-
ta coagulopatía.
Ascitis 355
TRATAMIENTO
El tratamiento del paciente con hepatopatía crónica y ascitis permite mejo-
rar la calidad de vida del paciente y evitar complicaciones como la peritonitis bac-
teriana espontánea antes del trasplante hepático. El tratamiento médico se fun-
damenta en el estado fisiopatológico de retención de sodio, hiperaldosteronismo
o hipoalbuminemia que subyace en estos enfermos e incluye la restricción de
sodio, los diuréticos (fundamentalmente la espironolactona y furosemida), las
infusiones de albúmina o la paracentesis terapéutica. Estos recursos terapéuticos
se usan de forma escalonada o conjunta dependiendo de la intensidad de la asci-
tis o de la respuesta al tratamiento. La determinación periódica del peso, tensión
arterial, diuresis y de los iones y creatinina en sangre y orina sirven para moni-
torizar el tratamiento.
Reposo en cama
• Fundamento: la posición en decúbito disminuye la actividad del sistema reni-
na-angiotensina-aldosterona y, por tanto, la retención de Na.
• Inconvenientes: en el niño el reposo prolongado es difícil de llevar cabo.
Restricción de sodio
• Fundamento: medida básica en el paciente con ascitis, pues la retención renal
de Na perpetúa la ascitis. Puede ser suficiente en pacientes con ascitis leve y
excreción urinaria de Na > 15 mEq/24 h.
La restricción de líquido no es necesaria, salvo que exista hiponatremia dilu-
cional o refractariedad al tratamiento diurético.
• Dosis: restringir la ingesta a 1-2 mEq/kg/día.
• Efectos secundarios: en el niño las dietas hiposódicas pueden contribuir a
la anorexia y desnutrición de los pacientes con hepatopatía, por lo que se
debe ser juicioso con la restricción.
Diuréticos
• Fundamento: se usan la espironolactona o la furosemida con el objetivo de
inducir natriuresis y una pérdida asociada de agua. Su empleo puede ser
secuencial aumentando la dosis (en monoterapia siempre con espironolac-
tona) o combinado desde el inicio. Se debe evitar el uso agresivo de los diu-
réticos para evitar la hipovolemia, la insuficiencia renal, los trastornos hidro-
electrolíticos y la precipitación de encefalopatía hepática. Debe emplearse la
menor dosis posible que logre un buen control clínico. La pérdida de peso
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Albúmina
• Fundamento: las infusiones de albúmina se pueden usar para corregir la hipo-
albuminemia que pueden presentar los pacientes cirróticos, para inducir diu-
resis rápida en ascitis moderadas o graves, junto a la furosemida intraveno-
sa y en las ascitis refractarias tras la paracentesis evacuadora.
• Dosis: 1-2 g/kg en 2-3 horas al 5-20%.
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Ascitis 357
Paracentesis terapéutica
• Fundamento: la paracentesis evacuadora es el tratamiento de inicial de elec-
ción en el paciente adulto con ascitis grave o a tensión y en la ascitis refrac-
taria. Provoca menos complicaciones que el tratamiento diurético, acortan-
do la estancia hospitalaria, si bien no mejora la supervivencia con respecto a
otros tratamientos. En el paciente pediátrico se puede realizar con monito-
rización hemodinámica y sedación, corrigiendo previamente las alteraciones
de la coagulación. En esta indicación debe realizarse con sistemas adecua-
dos de paracentesis (disponibles comercialmente) de mayor diámetro que
los catéteres vasculares que tienden a colapsarse con facilidad.
• Dosis: lo ideal es la extracción de todo el contenido, aunque se define como
paracentesis de gran volumen cuando supera los 50 ml/kg. Deben reponer-
se 6 a 8 g de albúmina intravenosa como expansor por cada litro de ascitis
extraído.
• Efectos secundarios: recurrencia de la ascitis, puesto que la paracentesis tera-
péutica no altera los mecanismos de la formación de ascitis y esta tiende a
reaparecer. Como complicación debe tenerse en cuenta la llamada disfun-
ción circulatoria postparacentesis, provocada por el descenso rápido de la pre-
sión intraabdominal y caracterizada por disminución del gasto cardiaco y
aumento de la actividad de la renina en plasma. Aunque puede ser asinto-
mática, esta situación se asocia a un mayor número de complicaciones como
la hemorragia intraperitoneal postparacentesis y a una frecuencia mayor
de reacumulación de la ascitis. El uso concomitante de la albúmina como
expansor (frente a otros como el dextrano o poligelina) disminuye su fre-
cuencia. Tras la paracentesis el paciente debe continuar con el tratamiento
diurético adecuado para el control de su ascitis.
Trasplante hepático
Es el único tratamiento curativo y que mejora la supervivencia en los pacien-
tes con hepatopatía y ascitis. Las tasas de supervivencia alcanzan en la actuali-
dad el 90%. Es importante considerar que un buen manejo médico de la ascitis
pretrasplante, sin deterioro de la función renal mejorará el pronóstico postras-
plante.
Ascitis refractaria
Se designa como ascitis refractaria la ausencia de respuesta a máximas dosis
de diuréticos o bien a la presencia de complicaciones derivadas de los mismos
a las dosis habituales. Es poco frecuente en el paciente pediátrico, debiendo
excluirse otras causas de ascitis, favorecedoras o precipitantes, mediante para-
centesis, ecografía u otros estudios. Debe excluirse también un mal cumplimien-
to del tratamiento o la dieta y un uso excesivo de antiinflamatorios no esteroide-
os, que contrarrestan en el riñón el efecto de los diuréticos. En la ascitis refractaria
el tratamiento inicial es la paracentesis evacuadora con infusiones de albúmina.
Tanto si existe asociado síndrome hepatorrenal como si la función renal es nor-
mal, se están empezando a utilizar los vasoconstrictores sistémicos (terlipresina
i.v., midrodina oral) en el paciente adulto para mejorar la función circulatoria en
la ascitis refractaria. Si el trasplante no se realiza con prontitud y se requieren fre-
cuentes paracentesis podría indicarse la realización de TIPS.
COMPLICACIONES
Ascitis 359
Ascitis
Paracentesis terapéutica
PBE No PBE
Trasplante hepático
Síndrome hepatorrenal
Se define como una insuficiencia renal funcional en el paciente con hepa-
topatía crónica o en el fallo hepático agudo, debida a vasoconstricción renal grave
con disminución del filtrado glomerular. En el niño es mucho menos frecuente
que en adulto, donde suele asociarse a ascitis refractaria o presencia de compli-
caciones como infección. Se caracteriza por oliguria, fracción de excreción de
sodio en orina < 1%, disminución del filtrado glomerular y aumento de creatini-
na y cociente creatinina urinaria/plasmática < 10, en ausencia de hipovolemia
u otras causas de nefropatía (nefrotoxicidad...). Su presencia se asocia a un aumen-
to de la mortalidad. Aunque en adultos se usan vasoconstrictores sistémicos (ter-
lipresina, ornipresina, norepinefrina), no existen estudios en pediatría. Se han
sugerido unas dosis de 5-20 µg/kg/dosis cada 4 horas en bolo i.v. de terlipresi-
na o de 0,2 µg/kg/minuto en infusión continua de norepinefrina durante un máxi-
mo de 15 días. El síndrome hepatorrenal se previene con el adecuado control del
tratamiento diurético, de la hemorragia digestiva o de la peritonitis bacteriana.
RESUMEN
• La causa más habitual de la ascitis adquirida es la hepatopatía crónica con
hipertensión portal sinusoidal y postsinusoidal.
• La aparición de ascitis en esta situación es un signo de mal pronóstico que
indica la necesidad de considerar el trasplante hepático, único tratamiento
que mejora el pronóstico.
• La evaluación del niño con ascitis debe incluir estudios analíticos de fun-
ción hepática y renal, así como de forma obligatoria la paracentesis y eco-
grafía Doppler, sobre todo ante deterioros bruscos o inexplicados, para des-
cartar causas precipitantes o complicaciones.
• El tratamiento médico suele controlar la ascitis en la mayoría de los casos,
mejora la calidad de vida y disminuye el riesgo de infección del líquido
ascítico.
• La paracentesis de gran volumen está indicada en la ascitis a tensión y en
la ascitis refractaria, junto con infusiones de albúmina.
• El uso de TIPS en el paciente pediátrico para el control de la ascitis refracta-
ria como puente hasta el trasplante está limitado por la dificultad técnica y
las complicaciones.
• Debe descartarse la peritonitis bacteriana en ascitis refractarias o ante empe-
oramientos clínicos. La profilaxis primaria con quinolonas en pacientes de
riesgo mejora la evolución.
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Ascitis 361
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 363
los casos. La sangre portal circula a contracorriente por las venas gástricas para
desembocar en los plexos esofágicos y alcanzar así el sistema de la vena ácigos
y la cava superior. El peligro de la hemorragia gastrointestinal solo está relacio-
nado con las colaterales de la submucosa del esófago; sin embargo, existen múl-
tiples anastomosis entre estas venas submucosas y las periesofágicas, lo cual con-
lleva una dilatación de las distintas venas de drenaje del estómago y de los capilares
intraepiteliales del fundus gástrico, dando lugar a la gastritis hemorrágica del
cirrótico. Las anastomosis rectales son menos frecuentes en la infancia. Suelen
presentarse en el 6% de los casos y en ellas se presenta una inversión del flujo
portal por las venas mesentérica inferior y hemorroidales para desembocar en las
ilíacas internas y después en la cava inferior. Las anastomosis parietoperitoneales
se presentan en el 25% de los casos, son más frecuentes en el niño que en el
adulto, y se localizan en las zonas de adherencia de los órganos del tracto diges-
tivo con el peritoneo. La vía de derivación son las venas intercostales que van a
buscar la ácigos y la cava superior.
De forma secundaria a la aparición de shunts portosistémicos, en la enferme-
dad hepática avanzada se produce aumento del retorno venoso y disminución
de la poscarga con aumento del gasto cardíaco. Existe un aumento de los media-
dores humorales, que no han sido aclarados por el hígado, y que contribuyen a
la dilatación arteriolar. Pueden intervenir las prostaglandinas, la adenosina, el fac-
tor relajante derivado del endotelio y el óxido nítrico. La vasodilatación arterio-
lar produce un aumento de la retención de sodio, hiperaldosteronismo y expan-
sión del volumen vascular. Todo ello conduce a un estado hiperdinámico
caracterizado por taquicardia, disminución de las resistencias vasculares sisté-
micas, un aumento del flujo portal y perpetuación de la HP.
Recordemos que el sistema portal es de baja presión y proporciona el 75%
del flujo sanguíneo hepático aportando oxígeno, hormonas y nutrientes. La inte-
rrupción del drenaje venoso, sea cual sea la etiología, produce disminución de la
perfusión y a la larga isquemia hepática e insuficiencia hepatocelular, que con-
duce a la cirrosis
ETIOLOGÍA Y CLÍNICA
Etiología
causen tromboflebitis séptica portal, como la onfalitis, son otra de las causas de
la lesión de la vena porta. Las malformaciones verdaderas se deben a una altera-
ción en el desarrollo embrionario y se suelen observar en asociación cambios his-
tológicos displásicos en el parénquima hepático. Pueden existir otras malfor-
maciones venosas asociadas en otras zonas del organismo. Por último, está la
causa idiopática cuya etiología no ha sido dilucidada.
En la trombosis portal podemos encontrarnos dos tipos de hallazgos vascu-
lares. El cavernoma, ovillo varicoso, que intenta suplir en parte el flujo portal al
hígado, y que se forma debido a las venas normales de la región que se desarro-
llan en torno a la porta obstruida (venas del hilio hepático, de la porta, de las vías
biliares, del diafragma y del ligamento suspensorio del hígado). En otras oca-
siones la trombosis portal se extiende y afecta a las ramas intrahepáticas de la
porta, y distalmente a la mesentérica superior y esplénica, lo cual dificulta pos-
teriormente la realización de un shunt quirúrgico adecuado. En estos casos pode-
mos encontrarnos también anomalías de las ramas venosas intrahepáticas, con
división y segmentación anormal. En el examen histológico pueden hallarse ano-
malías de los espacios porta y dilataciones sinusoidales, lo cual puede explicar
el hallazgo de pruebas funcionales alteradas en algunas ocasiones. El alargamien-
to del tiempo de protrombina que pueden presentar estos pacientes es debido
a la hipoperfusión portal. La mayoría de los pacientes presentan sangrado antes
de los 8 años de edad y en el 50% episodios de resangrado dentro de los 2 años
siguientes (a no ser que se tomen medidas terapéuticas).
Hígado cirrótico
En la cirrosis se produce un bloqueo de los sinusoides hepáticos por reduc-
ción de su volumen a causa de la fibrosis de la arquitectura portal. Las cirrosis
biliares, de las cuales la atresia de vías biliares es la más frecuente, las cirrosis post-
necróticas, las secundarias a enfermedades metabólicas y las idiopáticas condu-
cen a HP. La gravedad está condicionada, a su vez, por el grado de insuficien-
cia hepática.
Hígado no cirrótico
La causa más frecuente es la fibrosis hepática congénita. Es una enfermedad
hereditaria autosómica recesiva que produce un bloqueo presinusoidal. Cursa
con displasia biliar, y fibrosis portal-perilobular. La HP es consecuencia de la fibro-
sis, que conlleva obstrucciones segmentarias de las ramas intrahepáticas de la
vena porta, que son escasas y pequeñas, formando a su vez pequeños minica-
vernomas intrahepáticos que rodean a dichas zonas obstruidas. La asociación de
afectación renal es constante, y suele corresponder a poliquistosis renal de tipo
infantil. Otros cuadros que estarían incluidos en este grupo, pero con una fre-
cuencia menor, serían: granulomas, hemangiomas, hiperplasia nodular focal,
hiperplasia nodular regenerativa, tumores, y la poliquistosis hepatorrenal.
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Clínica
El signo más constante de la HP en los niños es la esplenomegalia. La hemo-
rragia digestiva en la fase aguda puede plantear problemas diagnósticos en un
paciente no conocido, pero en la mayor parte de los casos es la complicación
de una HP previamente diagnosticada. La hemorragia suele presentarse en
un 70% aproximadamente, de los pacientes con HP. En la mayoría de los casos
se debe a la ruptura de varices submucosas esofágicas, y suelen estar relacio-
nados con situaciones que aumentan la presión portal: ejercicio, deportes vio-
lentos, infecciones del tracto respiratorio, estreñimiento, o medicamentos
irritantes de la mucosa, como el ácido acetilsalicílico o antiinflamatorios. Inme-
diatamente después de un episodio hemorrágico el bazo se contrae y puede
dejar de palparse o disminuir transitoriamente de tamaño. La presencia de asci-
tis indicará enfermedad hepática crónica. Algunos pacientes desarrollan hipo-
xia al presentar shunts arteriovenosos pulmonares que conducirá a una hiper-
tensión arterial pulmonar.
DIAGNÓSTICO
Laboratorio
El hiperesplenismo suele conllevar una pancitopenia periférica con aumen-
to de la hematopoyesis medular. La trombocitopenia suele ser la primera mani-
festación, seguida de neutropenia. Los tests de función hepática pueden estar
alterados en función de la etiología de la HP. Se debe realizar la determinación
de la proteína C, S y antitrombina III en casos de trombosis portal.
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Ecografía
En estos momentos la ecografía es la exploración más útil y de primera elec-
ción para el estudio de la HP. Se valora la ecogenicidad y tamaño hepático, la
presencia de esplenomegalia y ascitis. La ecografía Doppler da información sobre
la dirección y velocidad del flujo portal, presencia de circulación colateral y posi-
bles shunts espontáneos a territorio renal. A nivel prehepático nos da idea de la
extensión de la oclusión portal y transformación cavernomatosa. Imágenes de
alteración renal en la fibrosis hepática congénita. Y a nivel posthepático nos per-
mite la valoración del flujo de las suprahepáticas y vena cava, así como el diag-
nóstico de estenosis y membranas.
Otras exploraciones
– Resonancia magnética nuclear: se puede emplear para el estudio del siste-
ma vascular. Estudio de posibles shunts arteriovenosos pulmonares.
– Arterioportografía: a partir de la inyección de contraste en la arteria espléni-
ca y mesentérica se obtienen imágenes del sistema portal. Hoy en día es una
exploración que se reserva para valorar la cirugía derivativa.
– Biopsia hepática: en caso de necesitar profundizar en el diagnóstico de enfer-
medad hepática no catalogada.
– Gradiente de presiones: es una exploración que no suele emplearse habitual-
mente en la infancia. Nos medirá la diferencia de presión en la vena hepá-
tica. Puede ser útil para el estudio de la hipertensión portal intrahepática y
valoración de las correcciones quirúrgicas.
– Endoscopia: diagnóstico de varices y gastropatía gástrica hipertensiva. Valo-
ración del tamaño de las varices, tensión de la pared, y ulceraciones que
orientarán hacia el riesgo de sangrado.
TRATAMIENTO
Farmacológico
En caso de alto riesgo de sangrado el tratamiento de elección es con beta-
bloqueantes, los cuales disminuyen el gasto cardíaco y producen vasoconstric-
ción esplácnica, lo cual reduce el flujo portal y secundariamente la presión veno-
sa de las varices. Los diferentes trabajos sitúan la prevención del sangrado alrededor
de un 50%. Se utilizan el propranolol a dosis de 2-8 mg/kg/24 horas, repartido
en tres dosis o bien el atenolol a dosis de 1 mg/kg/24 horas, en dos dosis. Hay
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Sangrado
Esofagoscopia: localización/intensidad
Estabilización hemodinámica del paciente.
Endoscopia: Esclerosis-Ligadura
que ajustar la dosis para lograr una reducción de un 30% de la frecuencia car-
díaca. Suele lograrse disminuir el gradiente venoso por debajo de 11 mmHg.
Están contraindicados en caso de bloqueo cardíaco y enfermedad pulmonar obs-
tructiva. Se continúan dando también para prevenir las recidivas que suelen pre-
sentarse en el 20-30% de los pacientes.
En casos de reflujo gastroesofágico debe incluirse el tratamiento farmaco-
lógico con cimetidina u omeoprazol. La ascitis se controlará mediante una res-
tricción de sodio a 1-2 mEq/kg/día y administración de espirolactona entre 2-6
mg/kg/día. En caso de descompensaciones se deberá asociar la administración
de furosemida a dosis de 1-4 mg/kg/día junto con seroalbúmina. Raramente es
necesaria la paracentesis evacuadora, dado que en caso de ascitis graves y no
controlables estará indicado el trasplante de hígado.
RESUMEN
En la hipertensión portal el aumento de la presión de las colaterales porto-
sistémicas ocasiona los síntomas típicos de la HP. La obstrucción portal puede ser
prehepática, intrahepática con hígado cirrótico o no, posthepática. El signo clí-
nico más constante es la esplenomegalia, y síntomas asociados dependerán de
la presencia de cirrosis hepática. La hemorragia suele presentarse en el 70% de
los casos y es debida a la sangría de las varices de la capa submucosa del esófa-
go. La ecografía Doppler es la exploración de elección para el diagnóstico y segui-
miento de estos pacientes. En caso de sangrado y una vez normalizado hemodi-
námicamente el paciente se procederá a la esclerosis o ligadura en banda de
las varices. Posteriormente, con tratamiento farmacológico de propranolol se
intentará el control de futuras hemorragias. El tratamiento definitivo dependerá
de la causa de la HP. En caso de hipertensión portal prehepática se deberá recu-
rrir a un shunt quirúrgico. En las HP de origen intra-posthepático se deberá recu-
rrir al trasplante hepático.
BIBLIOGRAFÍA
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Este tratado de hepatología sigue siendo un texto clásico para el estudio de la hepatología
en la infancia. Describe la anatomía y fisiopatología de todos los hallazgos relacionados con
la hipertensión portal. Efectúa una clasificación magistral, desmenuzando todos los por-
menores clínicos dependiendo de la localización de la hipertensión. Presenta a su vez toda
la casuística acumulada durante muchos años de experiencia en el Hospital de Bicetre (Paris).
– Molleston JP. Variceal Bleeding in Children.. J Pediatr Gastroenterol Nutr. 2003;37:538-
545.
Se trata de un trabajo de Revisón de las recientes series publicadas en pediatría sobre:
tratamiento de la hemorragia aguda, la necesidad de la endoscopia como screening pro-
nóstico, y la profilaxis primaria y secundaria.
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Se trata de un estudio prospectivo llevado a cabo en 50 pacientes (media de edad 7,4 años,
rango entre 4 meses y 14 años) con hemorragias secundarias al sangrado de varices eso-
fágicas. La causa en todos los casos era obstrucción portal extrahepática. La esclerotera-
pia endoscópica fue repetida cada 2-3 semanas hasta su erradicación (no visualización de
varices en la endoscopia). La erradicación de las varices fue conseguida en 44 niños (88%)
con una media de 8 sesiones por niño. El sangrado inicial fue controlado en todos los casos
con la primera escleroterapia. El riesgo de resangrado, una vez erradicadas las varices des-
cendieron a una media de 0,2 episodios por mes. Ninguno de los pacientes precisó de correc-
ción quirúrgica o falleció. Concluyen los autores que la escleroterapia correctamente efec-
tuada es un método seguro y efectivo para el control de las varices esofágicas, que puede
evitar el shunt quirúrgico.
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INTRODUCCIÓN
En la última década se ha profundizado considerablemente en el conocimien-
to del metabolismo del hierro y de los mecanismos reguladores de su absorción,
transporte y almacenamiento en el organismo, tanto en condiciones normales
como patológicas. El término hemocromatosis se refiere a diversos trastornos en
los que existe acúmulo de hierro en el organismo. Las hemocromatosis pueden
ser hereditarias o adquiridas. Las hemocromatosis hereditarias están relaciona-
das con mutaciones genéticas de las distintas proteínas que intervienen en el meta-
bolismo del hierro y que regulan su absorción y distribución en el organismo. En
las hemocromatosis adquiridas el acúmulo de hierro es secundario a otras enfer-
medades de base y situaciones en las que puede producirse sobrecarga férrica.
Los avances en la comprensión de los mecanismos etiopatogénicos relacio-
nados con la homeostasis del hierro han permitido una mejor clasificación de los
distintos tipos de hemocromatosis, facilitando el diagnóstico más preciso y tra-
tamiento precoz de estos trastornos. La mayor parte de las hemocromatosis here-
ditarias que se manifiestan clínicamente en la edad adulta se deben a mutacio-
nes del gen HFE, descubierto en 1996. Posteriormente se han identificado otros
defectos genéticos no-HFE, relacionados con varias proteínas que intervienen en
la regulación del metabolismo del hierro, entre las que destacan la hepcidina,
la hemojuvelina y la ferroportina. Las mutaciones de los genes que codifican la
hepcidina y la hemojuvelina, así como algunas de la ferroportina, son respon-
sables de formas de hemocromatosis con manifestaciones clínicas más preco-
ces y graves que las de la hemocromatosis hereditaria clásica. El reconocimiento
de los diversos tipos de hemocromatosis hereditaria tiene interés para los pedia-
tras por varios motivos. La hemocromatosis HFE es un trastorno genético pre-
valente y aunque sus manifestaciones clínicas no suelen aparecer hasta la edad
adulta, el screening genético contribuye a su detección en individuos con facto-
res de riesgo, cuando se puede evitar la grave disfunción orgánica que ocasiona.
Por otra parte, aunque las hemacromatosis no-HFE son infrecuentes, algunas
de ellas se expresan clínicamente entre la primera y la tercera década de la
vida, como es el caso de la hemocromatosis juvenil. En los últimos años se han
identificado otras raras alteraciones hereditarias del metabolismo del hierro cuyas
manifestaciones clínicas también aparecen durante la edad pediátrica o en pacien-
tes jóvenes, como la aceruloplasminemia, la atransferrinemia y el síndrome de
hipertransferrinemia asociado a cataratas, si bien este último no cursa con sobre-
carga férrica. La hemocromatosis neonatal es otra forma rara de hemocromato-
sis, de etiopatogenia no bien definida, que se inicia intraútero y se manifiesta en
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 374
ción del Fe 2+ a Fe3+ antes de unirse a la transferrina plasmática. Una vez trans-
ferido a la circulación sistémica, el transporte plasmático del hierro se efectúa fun-
damentalmente mediante la transferrina, quedando disponible para su captación
por los distintos tejidos. Para que se produzca la entrada del hierro desde el plas-
ma a las células del organismo y a los hepatocitos se requiere la presencia de
receptores de la transferrina (TfR1 y TfR2), así como la proteína HFE, proteína trans-
membranosa que modula la unión entre la transferrina y su receptor, contribu-
yendo a regular la captación y absorción del hierro.
El hígado realiza varias funciones principales en la homeostasis del hierro,
siendo el lugar fundamental de almacenamiento en forma de ferritina. Otra fun-
ción hepática es la síntesis de algunas proteínas que intervienen en el metabolis-
mo del hierro, como la transferrina y la ceruloplasmina. Los hepatocitos pue-
den liberar hierro a través de la membrana plasmática mediante la ferroportina-1,
proceso que también requiere ceruloplasmina. Por último, el hígado contribu-
ye a la homeostasis y tráfico del hierro en el organismo mediante la producción
de la hepcidina.
Tras el descubrimiento del gen que codifica la proteína HFE, se descubrió la
hepcidina y posteriormente la hemojuvelina. La hepcidina es un péptido hormo-
nal sintetizado en el hígado, distribuido en el plasma y excretado por la orina. La
hepcidina es el principal regulador de la homeostasis de este metal en los mamí-
feros, mientras que la hemojuvelina es una proteína de membrana que actúa
como regulador positivo de la síntesis de hepcidina. El mecanismo de actua-
ción de la hepcidina es a través de su interacción con la ferroportina, el único
exportador celular conocido de hierro, que se expresa en los enterocitos, macró-
fagos y hepatocitos. La hepcidina se une a la ferroportina e induce su degrada-
ción, inhibiendo de esta forma la liberación del hierro celular y disminuyendo su
transferencia al plasma. En consecuencia, la hepcidina actúa como un regulador
negativo de la absorción intestinal de hierro, inhibiendo también el reciclaje de
este elemento en los macrófagos, así como su movilización de los depósitos hepá-
ticos. Al establecer la interconexión entre los enterocitos duodenales y los macró-
fagos por una parte y los depósitos de hierro en el hígado por otra, la hepcidi-
na controla la concentración plasmática y distribución tisular de este elemento.
La síntesis de hepcidina aumenta durante los procesos inflamatorios e infeccio-
sos, causando atrapamiento de hierro en macrófagos, enterocitos y hepatocitos.
El resultado es una disminución en los niveles séricos de hierro que contribuye al
desarrollo de la anemia de los procesos infecciosos e inflamatorios crónicos. Por
el contrario, la anemia y la hipoxia son estímulos negativos para la síntesis de
hepcidina, con aumento consecuente de la transferencia de hierro al plasma.
En los últimos años se ha constatado que los distintos tipos de hemocro-
matosis hereditaria que cursan con sobrecarga férrica (como la malfunción de la
proteína HFE, de los TfR2 y de la hemojuvelina) tienen en común una disminu-
ción de la producción de hepcidina, lo que sugiere que la regulación de los nive-
les basales de hepcidina requiere la presencia de HFE, TfR2 y hemojuvelina. Tam-
bién se han reportado mutaciones del gen de la hepcidina y del de la ferroportina,
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 376
Etiopatogenia
En 1996 se identificó el gen HFE, localizado en el brazo corto del cromoso-
ma 6 próximo al locus HLA-A. Inicialmente se describieron dos mutaciones del
gen HFE en pacientes con hemocromatosis hereditaria: la C282Y (sustitución del
aminoácido cisteína por tirosina en la posición del aminoácido 282) y la H63D
(sustitución de histidina por aspartato en la posición del aminoácido 63). En
población blanca occidental, la frecuencia alélica para la mutación C282Y es de
6.8% y para la mutación H63D 1,6%. En España, la frecuencia alélica para la
mutación C282Y es de 5.5% y para la mutación H63D 35%, la más alta publica-
da. Aproximadamente 85-90% de los pacientes son homocigotos para la muta-
ción C282Y (C282Y/C282Y) y 3-5% presentan ambas mutaciones en estado hete-
rocigoto (doble heterocigoto C282Y/H63D). Se han reportado más mutaciones
(S65C y otras), aunque su frecuencia y repercusión clínica son menores.
Tras su absorción intestinal, el hierro transferido al plasma es vehiculizado por
la transferrina hasta alcanzar el hígado, médula ósea y demás tejidos. El hierro trans-
portado en la sangre por la transferrina se acopla a los receptores de la la transfe-
rrina TfR situados en la membrana plasmática de las células. La función del gen HFE
es codificar la síntesis de la proteína transmembranosa HFE, que contribuye a regu-
lar la absorción y la captación del hierro circulante. La proteína HFE se une en la
membrana plasmática a los receptores TfR1, inhibiendo el acoplamiento de la trans-
ferrina a los TfR1 e impidendo la captación del hierro circulante mediada por estos
receptores. Si bien el mecanismo exacto del fallo de la regulación de la absorción
de hierro aún no se conoce con precisión, la hipótesis actual es que como conse-
cuencia de la mutación C282Y se produciría una alteración de la estructura ter-
ciaria de la proteína HFE y/o una ausencia de su expresión en la superficie de las
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Diagnóstico
En la figura 1 se expone el algoritmo diagnóstico de la hemocromatosis here-
ditaria y en la tabla II las principales alteraciones analíticas. La hemocromatosis
hereditaria tipo 1 debe sospecharse cuando existen síntomas o hallazgos suges-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 380
HH: hemocromatosis hereditaria; PHF: pruebas de función hepática; IST: índice saturación
transferrina; RM: resonancia magnética; HJV: hemojuvelina; HAMP: hepcidina; FP-1: ferro-
portina-1; TfR2: receptor transferrina-2.
a. Manifestaciones clínicas
Deben diferenciarse dos fases de la enfermedad: la fase latente (precirrótica)
y la fase cirrótica (fibrosis de intensidad variable por el depósito progresivo del
hierro). Los síntomas rara vez se presentan antes de los 20 años. La clínica clási-
ca suele aparecer hacia la cuarta década en varones y quinta o sexta década en
mujeres. La expresión clínica de la enfermedad es entre 5 y 10 veces más frecuen-
te y precoz en el varón que en la mujer, ya que las pérdidas menstruales reducen
el acúmulo de hierro. Cuando la enfermedad progresa las manifestaciones más
comunes son: hepatopatía, diabetes mellitus, miocardiopatía, hipogonadismo
hipogonadotrófico, artritis e hiperpigmentación cutánea. El hígado es el órgano
que primero y más constantemente se afecta. Inicialmente, la afectación hepáti-
ca puede manifestarse por hepatomegalia y moderada elevación de las amino-
transferasas, pero las alteraciones analíticas son escasas. La función hepática puede
mantenerse hasta fases avanzadas de la enfermedad, cuando se ha instaurado la
cirrosis, con alto riesgo de desarrollo de hepatocarcinoma. La diabetes mellitus
aparece hasta en un 40% de los pacientes cirróticos y suele requerir tratamien-
to con insulina. La disfunción de la hipófisis anterior ocasiona una disminución
de las hormonas LH y FSH, con descenso de testosterona en los varones (hipo-
gonadismo hipogonadotrófico). La hiperpigmentación cutánea se detecta en
fases avanzadas. La artropatía y la cardiopatía (insuficiencia cardíaca, arritmia ven-
tricular o supraventricular) también suelen presentarse en fases avanzadas, pero
pueden ser la primera manifestación de la enfermedad. En los últimos años la
incidencia de todas estas complicaciones se ha reducido considerablemente gra-
cias al diagnóstico y tratamiento precoces.
b. Pruebas serológicas
La concentración plasmática de hierro está elevada, asociada al aumento de
la saturación de transferrina. La elevación del índice de saturación de transferri-
na (IST) es la manifestación fenotípica más temprana de la hemocromatosis here-
ditaria tipo 1 y la mejor técnica para un diagnóstico temprano, siendo más sen-
sible que la elevación de la ferritina. Un IST superior al 50% en los varones (45%
en las mujeres) identifica virtualmente a todos los homocigotos, debiendo rea-
lizarse el estudio genético para descartar la enfermedad. No obstante, el IST tam-
bién aumenta en enfermos con sobrecarga secundaria de hierro. La determina-
ción de la ferritina sérica es también muy útil y constituye un buen reflejo de
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 382
c. Estudio genético
El estudio genético supera algunas limitaciones que pueden presentar el IST
o los otros parámetros del hierro influidos por el estado nutricional, pérdidas
de sangre u otros factores. Puede efectuarse para confirmar la sospecha diagnós-
tica de la enfermedad, de modo que el hallazgo de homozigosis C282Y o de
doble heterozigosis C282Y/H63D corroboran el diagnóstico de hemocromato-
sis HFE. También puede utilizarse para el cribado familiar, ya que facilita la detec-
ción de pacientes asintomáticos entre los familiares de primer grado (padres, her-
manos, hijos) de los pacientes con mutaciones del gen HFE. Cuando un paciente
es homocigoto C282Y y su cónyuge es portador heterocigoto C282Y, debe efec-
tuarse el análisis en todos los hijos. Si el paciente es homocigoto C282Y y el cón-
yuge no es portador, todos los hijos serán portadores heterocigotos y ninguno
homocigoto.
d. Biopsia hepática
El descubrimiento de las mutaciones del gen HFE ha modificado los criterios
diagnósticos e indicaciones de la biopsia hepática en la hemocromatosis HFE. La
biopsia hepática se puede evitar en los homocigotos C282Y y en los heterocigo-
tos dobles C282Y/H63D en ausencia de hiperferritinemia marcada (300-1.000
ng/ml) y de elevación de aminotransferasas, ya que en estos casos se puede pre-
decir la ausencia de cirrosis, aunque puede estar justificado iniciar el tratamien-
to con flebotomías. La biopsia hepática está indicada para descartar cirrosis en
los pacientes que presentan ferritina superior a 1.000 ng/ml, especialmente con
hepatomegalia o aumento de la AST. Permite determinar la localización y cuan-
tía de los depósitos de hierro, calcular el índice hepático de hierro (IHH) y valo-
rar el grado de lesión histológica (presencia de cirrosis). En las hemocromatosis
hereditarias el IHH es más elevado que en las hemocromatosis adquiridas y el
acumulo de hierro se produce en los hepatocitos, mientras que en los estados de
sobrecarga secundaria de hierro el depósito ocurre primero en las células de Kupf-
fer y posteriormente también en los hepatocitos.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 383
e. Estudios de imagen
La sensibilidad de la TC es baja, en especial cuando los depósitos del metal
son todavía escasos. La RMN es un método no invasivo, sensible y específico, que
permite detectar depósitos de hierro clínicamente significativos y cuantificar la
sobrecarga hepática. También facilita la detección de hepatocarcinoma. Actual-
mente hay cada vez más experiencia en su uso, que se va extendiendo progre-
sivamente. Otra técnica no invasiva que permite cuantificar el hierro corporal
es la susceptometría magnética (SQUID). Es fiable y precisa, habiendo demostra-
do su utilidad en el diagnóstico de pacientes con hemocromatosis primaria y
secundaria. El elevado coste limita su disponibilidad, por lo que es todavía un
método restringido a la investigación.
Cribado poblacional
El cribado poblacional de la hemocromatosis hereditaria tipo 1 se ha consi-
derado de interés al ser una enfermedad relativamente frecuente, potencialmen-
te grave, con un largo período asintomático, que tiene tratamiento efectivo y
para la que existen pruebas sencillas de cribado. Dos métodos podrían ser utili-
zados en poblaciones juveniles como screening: bioquímico (IST, ferritina) y gené-
tico (detección de la mutación). El screening mejora significativamente con la rea-
lización de ambos, ya que los dos tienen ventajas y desventajas. La forma más
común de detección de la hemocromatosis hereditaria HFE es la determinación
del IST y de la ferritina sérica, pese al gran número de falsos positivos en el con-
texto de otras enfermedades (reactante de fase aguda), así como de falsos nega-
tivos (pacientes jóvenes con sobrecarga férrica todavía escasa, en especial muje-
res). Las ventajas de estos tests son el coste reducido y que los valores ya están
aumentados antes de que la sobrecarga férrica produzca sintomatología. El cri-
bado poblacional mediante estudio genético podría tener interés si se considera
la prevalencia relativamente alta de la enfermedad, pero debe tenerse en cuen-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 384
Tratamiento
a. Depleción de hierro
La depleción del exceso de hierro mediante flebotomías es la base del trata-
miento. Si se inician precozmente, antes de que el depósito haya causado cirro-
sis o diabetes, la expectativa de vida del paciente es similar a la de la población
general. Inicialmente, se efectúan flebotomías semanales (500 ml de sangre en el
paciente adulto). Por cada unidad de sangre extraída se eliminan 250 mg de hie-
rro. La eliminación de los depósitos de hierro excesivos es un proceso lento y pro-
longado. A medida que el organismo se depleciona de hierro, disminuye la ferri-
tina sérica, pero el IST, la sideremia y la hemoglobina, no descienden hasta que
no se ha removido la mayor parte del hierro acumulado. Deben conseguirse valo-
res de IST < 50% y ferritina < 50 ng/ml. En la fase de mantenimiento el paciente
suele requerir una flebotomía cada 3 ó 4 meses. Los quelantes de hierro, como la
desferrioxamina tienen una capacidad limitada para movilizar hierro (10-20 mg
diarios), pero los nuevos quelantes orales (diferiprona, deferasirox) pueden cons-
tituir un tratamiento alternativo cuando las flebotomías no son toleradas o están
contraindicadas. La dieta pobre en hierro puede tener un efecto protector en la
expresión de la enfermedad, contribuyendo a reducir el acúmulo de hierro.
HEMOCROMATOSIS JUVENIL
Las mutaciones de los genes que codifican la hepcidina y la hemojuvelina, son
responsables de la hemocromatosis juvenil (tipo 2), que tiene un debut clínico más
precoz y grave que la hemacromatosis HFE. También algunas de las mutaciones de
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HEMOCROMATOSIS NEONATAL
Es un trastorno raro, descrito en 1957, del que se han reportado aproxima-
damente un centenar de casos. Se caracteriza por alteración de la homeostasis
del hierro de comienzo intrauterino, que da lugar al acúmulo de hierro en los
tejidos fetales con una distribución similar a la de la hemocromatosis hereditaria.
Se manifiesta por hepatopatía y afectación multiorgánica, debida a los depósi-
tos hepáticos y extrahepáticos de hierro (exceptuando bazo, médula ósea y gan-
glios linfáticos). La etiología y mecanismos etiopatogénicos que conducen a la
siderosis hemocromatósica en esta enfermedad no son bien conocidos, habién-
dose implicado factores genéticos y no genéticos. Las tasas de recurrencia fami-
liar son elevadas, habiéndose postulado un patrón de herencia autosómica rece-
siva, si bien no se han identificado locus ni defectos genéticos específicos. Se ha
planteado también la posibilidad de que se trate de un trastorno mitocondrial
o bien causado por la transmisión transplacentaria de algún agente viral. Otros
trabajos sugieren que se trata de una respuesta anómala (de tipo aloinmune) del
sistema inmunitario materno contra proteínas fetales, que produciría daño hepá-
tico y tisular como consecuencia del depósito de hierro en el hígado y otros teji-
dos fetales.
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RESUMEN
En la última década se han producido importantes avances en el conocimien-
to de la homeostasis del hierro y de los mecanismos reguladores de su absorción,
transporte y almacenamiento en el organismo, tanto en condiciones normales como
patológicas. También se han perfeccionado las técnicas de valoración de la sobre-
carga férrica y el contenido de hierro en hígado mediante técnicas de RMN y SQUID.
Además, el estudio genético mediante análisis molecular ha facilitado la detección
de varias mutaciones que se relacionan con diversas formas de hemocromatosis
hereditaria. El reconocimiento de las diversas formas de hemocromatosis heredita-
ria tiene interés para los pediatras por varios motivos. Algunos casos de hemocro-
matosis hereditaria tipo 1 (mutaciones del gen HFE) pueden sospecharse en la ado-
lescencia. Por otra parte, el estudio genético ha facilitado la detección de esta
enfermedad en fase presintomática en individuos con factores de riesgo, como
cuando existen antecedentes en familiares de primer grado. La hemocromatosis
juvenil (mutaciones de la hemojuvelina, hepcidina y algunas de la ferroportina)
cursa con manifestaciones clínicas más precoces y graves que las de la hemocro-
matosis HFE, iniciándose entre la primera y tercera década de la vida, por lo que
debería diagnosticarse precozmente. La posibilidad de hemocromatosis juvenil
debería considerarse en pacientes que presentan determinadas alteraciones hor-
monales (hipogonadismo hipogonadotrofico, diabetes), así como alteraciones del
ritmo cardiaco y/o de las pruebas funcionales hepáticas de causa no determinada.
En estos casos es recomendable el estudio del metabolismo del hierro y cabe
considerar la valoración del contenido de hierro en hígado mediante RMN cuan-
do el metabolismo del hierro está alterado. El tratamiento de la hemocromatosis
hereditaria HFE y da la hemocromatosis juvenil son las flebotomías. Actualmente
se dispone de agentes quelantes orales eficaces, pero que solo deben utilizarse
cuando no es posible o está contraindicado el tratamiento mediante flebotomías.
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 389
INTRODUCCIÓN
La enfermedad de Wilson (EW) es una enfermedad autosómica recesiva, pro-
ducida por un acúmulo anómalo de cobre en el hígado, cerebro, riñón y otros
órganos, en los que produce un efecto tóxico y una alteración de intensidad varia-
ble. La prevalencia de la enfermedad se estima en 30 por millón de habitantes.
La incidencia de portadores heterozigotos es de aproximadamente 1 por cada
100 individuos.
La primera descripción data de 1912, ampliándose el conocimiento sobre
esta enfermedad en los años siguientes, siendo en 1990 cuando se localiza el gen
que se relaciona con la enfermedad en el cromosoma 13 y posteriormente es
identificado designándole como ATP7B. Este gen codifica un transportador que
se expresa fundamentalmente en los hepatocitos y cuya función principal es la
de transporte transmembrana del cobre y su excreción hacia el canalículo biliar.
Su ausencia produce el acúmulo de cobre en el hígado y el consiguiente daño
celular. La proteína ATP7B también interviene en la incorporación del cobre a la
ceruloplasmina para su secreción a la sangre y, por tanto, también estará dismi-
nuida produciéndose aún mayor acúmulo del cobre hepatocitario. Algunas veces
el cobre puede pasar al torrente sanguíneo y depositarse en otros órganos, sobre
todo cerebro, riñón y córnea
CLÍNICA
La edad de presentación de esta enfermedad suele ser en niños mayores de
cinco años o adultos jóvenes. La expresión clínica varía desde afectación hepática
aislada (forma de presentación habitual en niños) como disfunción asintomática,
hepatitis crónica, cirrosis y menos frecuentemente insuficiencia hepática aguda grave.
En niños mayores y adultos predomina (sobre la disfunción hepática) la afec-
tación neurológica, con síntomas extrapiramidales que afectan sobre todo a la
escritura, habla (disartria), temblor, sialorrea, ataxia y manifestaciones psiquiátri-
cas (depresión, alucinaciones, etc.). En esta forma de presentación suele acom-
pañarse de depósito de cobre en la membrana corneal de Descemet: anillo de
Kayser-Fleischer, visible con lámpara de hendidura por oftalmólogos experimen-
tados. Aunque es muy típico no es específico de esta patología y puede presen-
tarse en otras, sobre todo en enfermedades crónicas colestáticas.
Los enfermos con EW pueden presentar otras manifestaciones como la afec-
tación renal derivada de la tubulopatía acompañante con aminoaciduria y fosfa-
turia. A veces presentan nefrolitiasis.
Otro dato acompañante ocasional son las alteraciones esqueléticas en forma
de osteoporosis y artritis, pancreatitis, cardiomiopatía y, sobre todo, anemia hemo-
lítica aguda o crónica, Coombs negativa, que puede preceder en ocasiones a la
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PRUEBAS DIAGNÓSTICAS
Aminotransferasas
Habitualmente están elevadas de forma moderada y no siempre expresan la
gravedad de la afectación hepática. Generalmente están invertidas, siendo más
elevada la AST que la ALT (más de 4 veces), como expresión de un daño profun-
do mitocondrial.
Fosfatasa alcalina
Puede estar normal o descendida. La relación entre la cifra de fosfatasa alca-
lina y la bilirrubina tiene valor pronóstico en las formas fulminantes, siendo peor
si esta relación es inferior a dos. Esto tiene valor en pacientes adultos, no así en
niños en los que se artefacta por el crecimiento.
Ceruloplasmina
Es un reactante de fase aguda de síntesis hepática, secretada a la circulación
desde los hepatocitos. Es un transportador de cobre (6 átomos de cobre por molé-
cula): holoceruloplasmina. También puede cuantificarse la forma no unida a cobre:
apoceruloplasmina. En individuos sanos transporta el 90% del cobre circulante.
En la mayoría de los laboratorios se considera normal una cifra de ceruloplasmi-
na superior a 20 mg/dl.
Los niveles pueden medirse enzimáticamente por actividad oxidativa cobre-
dependiente, por métodos de radioinmunoensayo o inmunodifusión, o los más
avanzados mediante anticuerpos monoclonales que diferencian las dos formas
de ceruloplasmina (apo y holoceruloplasmina), que son las técnicas más exactas
pero más complejas de realizar, haciendo falta mayor experiencia en su aplica-
ción clínica.
Los niveles de ceruloplasmina son fisiológicamente bajos en los primeros seis
meses de vida; posteriormente se elevan hasta normalizarse al final del primer
año.
En la EW es típico encontrar niveles bajos de ceruloplasmina, aunque tam-
bién puede verse en pacientes con pérdida renal o entérica de proteínas, fase
final de otras hepatopatías, hipo y aceruloplasminemia. Aproximadamente entre
un 5 y un 10% de los pacientes con EW presentan cifras normales. Los hetero-
cigotos suelen presentar cifras ligeramente inferiores al rango de normalidad.
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Estudios genéticos
La utilidad de los análisis de las mutaciones del gen ATP 7B, del que se han
descrito más de 100, queda limitada a las situaciones que obliguen a distinguir
entre heterozigotos frente a pacientes presintomáticos. Si conocemos la muta-
ción que presenta el enfermo, podemos buscar entre sus familiares dicha muta-
ción, de tal modo que si se presenta en ambos alelos será un enfermo pero en
fase asintomática. Y si presenta mutación en un único alelo será heterozigoto
para la enfermedad.
La mutación más frecuente descrita en Europa Central y del Este es H1069Q,
que está presente entre el 50 y el 80% de los pacientes.
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1. Cuantificación de ceruloplasmina
2. Pruebas de función hepática
Otros exámenes
• En pacientes con clínica neurológica marcada es de gran ayuda la resonancia
magnética, que mostrará las lesiones fundamentalmente en ganglios basales.
• El anillo de Kaiser-Fleischer se encuentra en más del 90% de los pacientes
con clínica neurológica, no así en pacientes con afectación exclusivamente
hepática cuya presencia es menos probable.
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
En el paciente pediátrico con disfunción hepática, y a veces ante el único
hallazgo de una hiperbilirrubinemia indirecta (como expresión de una hemolisis
subclínica), habrá que sospechar la existencia de una EW y las pruebas que obten-
dremos irán desde una disminución de la cifra de ceruloplasmina en sangre, con
excreción urinaria de cobre (espontánea o tras sobrecarga), y en menos del 50%
anillo de Kayser-Fleischer.
En el paciente de más edad y con predominio de síntomas neurológicos, la
sospecha será ante dicho cuadro extrapiramidal acompañado de disfunción hepá-
tica, que muchas veces es asintomática. Las pruebas serán similares y el por-
centaje de pacientes con anillo de Kayser-Fleischer se eleva al 90%. En ambos
tipos de pacientes sintomáticos el diagnóstico no plantea problemas y la cuanti-
ficación de cobre en tejido no es imprescindible.
Pero esto no siempre es así, y en algunos enfermos con alto índice de sospe-
cha clínica no se demuestra descenso de ceruloplasmina, disminución del cobre
en sangre, ni excreción de cobre urinario; en estos casos resulta obligado la demos-
tración de una elevación de cobre en tejido hepático.
Tampoco resulta sencillo el diagnóstico cuando se realiza el estudio de pacien-
tes asintomáticos o familiares de enfermos, en los que las pruebas diagnósticas
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TRATAMIENTO
Medicaciones
Los primeros tratamientos de la EW datan de aproximadamente 50 años,
cuando se comienzan utilizar quelantes intravenosos (BAL); unos años después
se inicia el uso de quelantes orales que producen una eliminación urinaria del
cobre. El primero y principal es la D-penicilamina (Tabla II).
D-penicilamina
Se absorbe rápidamente en el tracto gastrointestinal y su excreción es en el
80% renal, con una vida media de 1,7 a 7 horas. La dosis en niños es de 20
mg/kg/día, comenzando a la mitad de la dosis. La dosis máxima es de 1 g al día.
Su administración se divide en 2-3 dosis y la absorción mejora si se administra
separada de las comidas y de otras medicaciones.
Inicialmente se indicó en pacientes sintomáticos, observándose un mejoría
de los síntomas hepáticos entre el segundo y sexto mes. Los síntomas neuroló-
gicos pueden empeorar hasta en la mitad de los pacientes al inicio del tratamien-
to. Tiene numerosos efectos secundarios, que en el 20 al 30% son graves y
obligan a suspender el tratamiento.
Las reacciones de hipersensibilidad tempranas (una a tres semanas desde el
inicio) son sobre todo dermatológicas con erupciones cutáneas, así como linfa-
denopatías y neutropenia. Actualmente, dada la disponibilidad de otras medica-
ciones alternativas, no está justificado el ensayo de tratamiento con menor dosis
y corticoides como se hacía anteriormente.
Las reacciones tardías incluyen nefrotoxicidad (proteinuria, hematuria), altera-
ciones dermatológicas (lupus-like, pénfigo, liquen), toxicidad medular, incluso apla-
sia, miastenia, retinitis. Todas ellas son indicación para cambiar la pauta de tratamien-
to, lo que permite que en la mayoría de los casos desaparezcan dichas complicaciones.
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Trientina
Introducido en el año 1989 como quelante de cobre, es un tratamiento alter-
nativo a la D-penicilamina. Tiene una absorción intestinal peor que la anterior y
también promueve la excreción urinaria de cobre. No está claro si la eficacia es
mayor o no, pero sí se ha comprobado que tiene menos efectos secundarios y
que el empeoramiento de los síntomas neurológicos es mucho menor con esta
medicación.
La dosis es de 20 mg/kg/día administrado en dos o tres dosis y también mejo-
ra la absorción separado de las comidas. Debe indicarse en los casos de intole-
rancia a la D-penicilamina y, dado que aún no está comercializado en España,
debe obtenerse a través de medicamentos extranjeros. Su eficacia se monitoriza
cuantificando la excreción urinaria de cobre. Su inconveniente es que no es esta-
ble a altas temperaturas durante mucho tiempo.
Sales de cinc
Las sales de cinc no son quelantes del cobre como las anteriores, sino que su
mecanismo de acción es induciendo la síntesis de metalotioneína del enterocito,
interfiriendo la absorción intestinal de cobre. La metalotioneína liga al cobre pre-
sente en el enterocito e impide su paso a la circulación portal. La dosis de cinc
elemental en niños hasta 50 kilos es de 50 mg a 75 mg al día dividido en tres
dosis; a partir de este peso y en adultos la dosis es de 150 mg repartido igual-
mente en tres dosis.
Tiene pocos efectos secundarios, salvo irritación gástrica y a veces pancreatitis
química asintomática. Reduce la quimiotaxis leucocitaria. No empeora el cuadro
neurológico al inicio del tratamiento. Su indicación es generalmente como trata-
miento de mantenimiento o se puede utilizar como primera línea de tratamiento
para pacientes asintomáticos. Se ha publicado el tratamiento combinado de que-
lantes con sales de cinc (separando su administración en el tiempo), pero aún no
hay estudios concluyentes para demostrar la mejoría en los resultados sobre las tera-
péuticas convencionales. Las formas con mejor tolerancia digestiva son el acetato
y el gluconato, frente al sulfato de cinc. La monitorización se realiza mediante com-
probación de mejoría clínica y bioquímica, así como excreción urinaria de cobre.
Tetratiomolibdato
Es un agente quelante aún no comercializado, cuyo uso actualmente está
restringido al tratamiento de pacientes con síntomas neurológicos graves y bajo
ensayo clínico.
Agentes antioxidantes
Se ha descrito la mejoría clínica de los enfermos con la utilización de algu-
nos agentes antioxidantes como tratamiento adyuvante, como la vitamina E.
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TABLA III. Nuevo índice de Wilson para predicción de mortalidad (King’s College).
Bilirrubina
Puntuación (µmol/L) INR AST (IU/L) Leucocitos Albúmina (g/L)
0 0-100 0-1,29 0-100 0-6,7 >45
1 101-150 1,3-1,6 101-150 6,8-8,3 34-44
2 151-200 1,7-1,9 151-300 8,4-10,3 25-33
3 201-300 2,0-2,4 301-400 10,4-15,3 21-24
4 > 300 > 2,5 > 401 > 15,4 < 20
*Si la puntuación es igual o mayor de 11: elevado riesgo de mortalidad sin trasplante.
Dieta
Es recomendable evitar los alimentos con alto contenido en cobre, como
chocolate, nueces, setas, mariscos, vísceras. No sirve como tratamiento único,
sino que debe ir siempre acompañada de medicación.
RECOMENDACIONES DE TRATAMIENTO
1. El tratamiento inicial en un paciente sintomático debe realizarse con un agen-
te quelante (penicilamina o triemtine), solo o asociado a sales de cinc.
2. El tratamiento de mantenimiento o el tratamiento de pacientes presintomá-
ticos puede realizarse con fármaco quelante, si la tolerancia es buena, o con
sales de cinc.
3. En las formas con hepatopatía avanzada y descompensada solo el 50% res-
ponden al tratamiento médico y en el resto es necesario el trasplante orto-
tópico de hígado.
4. Cuando la enfermedad de Wilson se presenta como un fallo hepático agudo
grave, es importante establecer unos parámetros que nos indiquen la posi-
bilidad de respuesta a tratamiento médico. En este sentido, se han descrito
por Nacer (1996) una serie de parámetros clásicos para evaluar en el momen-
to del diagnóstico: la cifra de bilirrubina, la aspartatoaminotransferasa y la
prolongación del tiempo de protrombina. Se les asigna una puntuación de
0 a 4 y según el resultado de esta se establece un pronóstico evolutivo. Si
la suma de estos valores es superior a 6-7 puntos y, sobre todo, cercana a 12
puntos, dicho pronóstico se ensombrece, siendo fatal cuando no se realiza
el trasplante hepático. En el año 2005, se ha publicado por el grupo del
King’s College, tras revisar los anteriores, un nuevo índice valorando 5 fac-
tores: AST, bilirrubina, INR, albúmina y recuento de leucocitos. Se les asigna
una puntuación de 0 a 4 y si el resultado es de 11 o superior, la posibilidad
de recuperación con tratamiento médico es escasa, siendo necesario incluir
al paciente en lista de espera para trasplante hepático (Tabla III).
La presentación como insuficiencia hepática grave suele ocurrir en pacientes
jóvenes y excepcionalmente puede presentarse en adultos de mayor edad
como consecuencia de la suspensión del tratamiento médico. No existe expe-
riencia en cuanto a la eficacia del trasplante hepático cuando predominan los
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CONTROLES DE TRATAMIENTO
Inicialmente se recomiendan revisiones frecuentes hasta completar la dosis
y para vigilar la presencia de efectos secundarios precoces que obliguen a la sus-
pensión de dicho tratamiento. En estas revisiones se realizará un examen físico
con analítica completa de sangre y orina, metabolismo del cobre y determina-
ción de cobre en orina. Posteriormente se irán espaciando las revisiones hasta un
mínimo de dos veces al año. Si aparecen efectos tardíos es obligado plantearse
una terapia alternativa.
PRONÓSTICO
En las formas de presentación con afectación hepática leve o moderada que
responden al tratamiento medicamentoso el pronóstico vital es excelente siem-
pre que este se mantenga indefinidamente y la función hepática se normaliza en
el 1º o 2º año de tratamiento.
En las formas de insuficiencia hepática grave y cirrosis hepática descompen-
sada que precisan trasplante hepático el pronóstico es similar al resto de pato-
logías que requieren trasplante (supone según las series entre el 1 y el 5% de las
indicaciones) . Los pacientes no precisan tratamiento específico posterior dado
que el trasplante corrige el defecto.
RESUMEN
La EW es una enfermedad autosómica recesiva cuyo defecto se debe a una
mutación en del gen ATP-7B localizado en el brazo largo del cromosoma 13. Esta
mutación induce una alteración que favorece el acúmulo anómalo de cobre en
hígado, cerebro, riñón y otros órganos, produciendo un efecto tóxico y altera-
ciones en grado variable.
La edad de presentación suele ser en niños mayores de cinco años o adultos jóve-
nes; la clínica puede ser desde una afectación hepática aislada en forma de disfun-
ción asintomática, hepatitis crónica, cirrosis y con menos frecuencia insuficiencia hepá-
tica grave. Asimismo, en niños mayores y adultos además de la afectación hepática,
que puede pasar inadvertida, se encuentra afectación neurológica de grado variable.
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BIBLIOGRAFÍA
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Resultados de un estudio multicéntrico europeo y americano, en el que se plantea un score
para el diagnóstico de la enfermedad de Wilson.
– Nazer H, Ede RJ, Mowat AP, Williams R. Wilson’s disease: clinical presentation and use
of prognostic index. Gut 1986; 27: 1377-81.
Estudio clásico, mencionado en todas las revisiones y trabajos sobre la enfermedad de Wil-
son, en el que plantea la realización de una serie de parámetros sencillos al ingreso del pacien-
te con enfermedad de Wilson grave, que permiten establecer el pronóstico vital y valorar ade-
cuadamente la necesidad de realizar o no trasplante hepático en función de las posibilidades
de supervivencia. Los parámetros que valora este estudio son: la cifra de bilirrubina sérica
total, la aspartatoaminotransferasa y la prolongación del tiempo de protrombina.
– Roberts EA, Schilsky ML. A practice guideline on Wilson disease. Hepatology 2003; 37:
1475-91.
Revisión completa y actualizada de la enfermedad de Wilson, sus manifestaciones clínicas,
criterios diagnósticos y tratamiento. Tienen gran interés sus recomendaciones finales en
cada apartado y sus consideraciones específicas, sobre todo en lo que se refiere al manejo
de la insuficiencia hepática fulminante y la detección de portadores y pacientes presinto-
máticos en los familiares.
– Sutcliffe RP, Maguire DD, Muiesan P, Dhawan A, Mieli-Vergani G, O’Grady JG, et al.
Liver transplantation for Wilson’s disease: long-term results and quality-of-life assess-
ment. Transplantation 2003; 75: 1003-6.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 401
INTRODUCCIÓN
La deficiencia homocigota de α1-antitripsina PiZZ es una entidad autosó-
mica codominante presente en aproximadamente 1:1.600 a 1:2.000 individuos,
asociada a una reducción en un 85-90% de la concentración sérica de α1-anti-
tripsina. La sustitución de un aminoácido resulta en una proteína anormal, que
no puede ser secretada al plasma y a los fluidos corporales, siendo retenida en el
retículo endoplásmico del hepatocito. La α1-antitripsina es una glucoproteína
cuya función fundamental es inhibir las proteasas destructoras de los neutrófi-
los (especialmente la elastasa leucocitaria). Es sintetizada primordialmente en el
hígado y sus niveles plasmáticos se elevan de tres a cinco veces en situaciones de
inflamación o daño tisular, comportándose como un reactante de fase aguda.
Estudios epidemiológicos han demostrado que sólo el 10 a 15% de los indi-
viduos con deficiencia de α1-antitripsina (PiZZ) desarrollará enfermedad hepática
significativa en los primeros 20 años de la vida. Sin embargo, esta deficiencia cons-
tituye la causa metabólica más frecuente de enfermedad hepática e indicación de
trasplante hepático en niños. También es la causa genética más frecuente de enfi-
sema pulmonar en adultos. La enfermedad hepática parece resultar de la reten-
ción en el retículo endoplásmico de los hepatocitos de una α1-antitripsina anor-
malmente polimerizada hepatotóxica; la susceptibilidad del subgrupo de pacientes
con deficiencia que desarrollan enfermedad hepática podría explicarse por algún
factor adicional que reduzca la degradación de la proteína acumulada. El daño
pulmonar es consecuencia de la destrucción alveolar producida por la actividad
proteolítica de la elastasa de los neutrófilos sobre el tejido conectivo, no inhibida
por la presencia insuficiente de α1-antitripsina en suero y líquido pulmonar.
*Los heterocigotos SZ raramente presentan enfermedad pulmonar. **El umbral para el desa-
rrollo de enfisema 11 mM/L corresponde aproximadamente a un nivel estándar de 80 mg/dl.
Enfermedad hepática
Durante las dos primeras décadas la disfunción hepática es la mayor amena-
za para la salud de las personas afectas. Se produce fundamentalmente en indi-
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Enfermedad pulmonar
La prevalencia de enfermedad pulmonar obstructiva en sujetos con deficien-
cia grave de α1-antitripsina (PiZZ) se ha estimado en 75 a 85%, apareciendo en
la edad adulta. Los niños con fenotipo ZZ no desarrollan sintomatología clínica
de enfisema ni presentan alteraciones significativas de la función pulmonar, aun-
que pueden tener un riesgo incrementado de asma. El hallazgo de dicha defi-
ciencia en un niño estudiado por patología pulmonar crónica no indica que esta
sea la causa subyacente, aunque puede representar un factor de exacerbación
de la enfermedad de base. Los niños con fenotipo ZZ que no han presentado
ningún síntoma respiratorio deben ser referidos al neumólogo de adultos para
estudio y seguimiento a los 18 años de edad.
El tabaquismo acelera la aparición de enfisema aumentando su gravedad.
Generalmente los síntomas se desarrollan en la tercera a cuarta década de la vida
en los fumadores. Los no fumadores pueden no desarrollar enfisema o alteracio-
nes en la función pulmonar hasta los 60 a 70 años de edad. Los efectos del humo
del tabaco son particularmente importantes en individuos que comienzan a fumar
en la adolescencia. El enfisema muestra un patrón radiológico característico con
afectación predominante de las bases y es más frecuente en los varones.
Otras manifestaciones
Otras manifestaciones descritas infrecuentemente en el adulto son: panicu-
litis necrotizante y granulomatosis de Wegener (vasculitis ANCA+).
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 405
1. Fracción α1-globulina
Dado que la α1-antitripsina constituye el 90% de la fracción α1-globulina circu-
lante, se puede sospechar la deficiencia cuando existen niveles muy bajos de dicha
fracción en el proteinograma obtenido en pacientes con enfermedad hepática.
2. Cuantificación de α1-antitripsina
Puede realizarse mediante inmunodifusión radial, electroinmunodifusión, ELISA
o nefelometría. Los valores normales dependen de cada laboratorio, aunque gene-
ralmente se sitúan entre 80 a 180 mg/dl (p5 y p95 a los 6 meses de edad). En el feno-
tipo ZZ los niveles séricos son generalmente menores a 60 mg/dl. La cuantificación
de la α1-antitripsina proporciona solo un diagnóstico de sospecha por los siguientes
motivos: 1) algunos de los estándares comerciales sobreestiman las concentracio-
nes hasta en un 30 a 40%, recomendándose la utilización de patrones puros y la
expresión de los niveles en micromoles (µM); 2) los niveles pueden estar más bajos
en lactantes pequeños o en situaciones de insuficiencia hepática por otra causa o
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5. Biopsia hepática
La biopsia hepática no es imprescindible para establecer el diagnóstico ya
que se considera el fenotipo de α1-antitripsina como la prueba determinante. Sin
embargo, proporciona información acerca de la gravedad del daño hepático. El
hallazgo histológico característico de la deficiencia de α1-antitripsina PiZZ es la
presencia de glóbulos en los hepatocitos: eosinofílicos en la tinción de hemato-
xilina-eosina y PAS positivos (PAS+), diastasa resistentes en las tinciones especí-
ficas. Son más frecuentes en los hepatocitos periportales, pudiendo también estar
presentes en las células de Kupffer y ductales. Por imunofluorescencia e inmu-
nohistoquímica se puede comprobar que dichos glóbulos corresponden a α1-
antitripsina almacenada. En la microscopía electrónica se ven depósitos amorfos
de glicoproteína en el retículo endoplásmico rugoso. Los góbulos PAS+ pueden
ser difíciles de detectar en las biopsias realizadas en lactantes menores de tres
meses, no estando presentes en todos los hepatocitos. En otras ocasiones los acú-
mulos PAS+ pueden presentar aspecto difuso como polvo intrahepatocitario. Pue-
den estar presentes aunque de manera menos abundante en los individuos hete-
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TRATAMIENTO
Enfermedad hepática
El manejo de los individuos con hepatopatía por deficiencia de α1-antitripsi-
na debe incluir la monitorización periódica clínica y de la función hepática (per-
fil hepático y ecografía hepática). Se recomienda la vacunación frente a los
virus A y B de la hepatitis. Debe realizarse el tratamiento médico y nutricional de
la colestasis, así como la monitorización y prevención de las complicaciones como
sangrado, ascitis, prurito, malnutrición, deficiencia de vitaminas liposolubles,
infección y retraso de crecimiento. La mayoría de los niños con síntomas hepá-
ticos precoces se recuperan espontáneamente y no desarrollan insuficiencia hepá-
tica. Algunos pacientes con daño hepático en grado significativo e incluso con
cirrosis pueden permanecer estables por muchos años. La enfermedad hepáti-
ca progresiva con fallo hepático es subsidiaria de trasplante, con las mismas indi-
caciones que para otras enfermedades hepáticas. Tras el trasplante el fenotipo de
α1-antitripsina que se expresa es el del donante y el receptor no presenta mayor
riesgo de enfisema.
No existe un tratamiento específico para la enfermedad hepática. Debido a
que la hepatopatía no está producida por una falta de protección antielastasa, la
infusión de α1-antitripsina exógena no mejora la enfermedad.
Enfermedad pulmonar
El principio más importante del manejo de la afectación pulmonar asociada a
deficiencia de α1-antitripsina es desaconsejar el consumo de tabaco, puesto que
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CRIBADO NEONATAL
Los beneficios potenciales del cribado neonatal de la deficiencia homoci-
gota de α1-antitripsina (PiZZ) son controvertidos aunque la experiencia en
Suecia sugiere que permite reducir el tabaquismo y por tanto la enfermedad pul-
monar en la edad adulta. Sin embargo, determinados aspectos como los refe-
rentes al empleo, acceso a sistema sanitario y consecuencias psicosociales en
pacientes asintomáticos han limitado su aceptación en muchos países. No se
recomienda en el momento actual el despistaje neonatal universal.
RESUMEN
La deficiencia homocigota de α1-antitripsina (PiZZ) es una entidad autosó-
mica codominante frecuente, aunque solo el 10 a 15% de los individuos desa-
rrolla enfermedad hepática significativa. Esta puede manifestarse como colesta-
sis o enfermedad hemorrágica tardía del lactante, hepatitis crónica, cirrosis o
hipertensión portal en el lactante, niño o adulto. También puede conducir a car-
cinoma hepatocelular en el adulto. La enfermedad pulmonar característica se
desarrolla en la edad adulta como enfisema, siendo más frecuente y más pre-
coz en fumadores.
Se puede sospechar esta entidad por la disminución de niveles de α1-antitrip-
sina en suero, pero el diagnóstico se basa en la migración alterada de la molécu-
la de α1-antitripsina anormal en el suero por electroforesis. Los fenotipos clara-
mente relacionados con enfermedad hepática y pulmonar son PiZZ y PiSZ. El
tratamiento de la enfermedad hepática es fundamentalmente de soporte, estan-
do indicado el trasplante hepático en los casos de insuficiencia hepática terminal.
Los adultos con enfisema pueden beneficiarse de la administración de α1-antitrip-
sina intravenosa y del trasplante pulmonar en casos de insuficiencia pulmonar.
BIBLIOGRAFÍA
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81.
Revisión actualizada de la deficiencia de α1-antitripsina en niños, con especial atención a
la epidemiología, genética, clínica y métodos diagnósticos. Revisa los datos disponibles sobre
el pronóstico de enfermedad hepática, tanto en los niños que presentaron colestasis neo-
natal como en los que no lo presentan. Actualiza los conocimientos sobre la fisiopatología
de la enfermedad hepática y sobre dicha base apunta las nuevas estrategias de tratamien-
to, dirigidas primordialmente a evitar el acúmulo de α1-antitripsina en el retículo endoplás-
mico.
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Estas tres últimas referencias recogen el estudio prospectivo de incidencia de enfermedad
hepática en la deficiencia de α1-AT realizado por Sveger en Suecia. Se estudian 200.000
recién nacidos (entre 1972 a 1974), identificando 127 con fenotipo PiZZ, cohorte que es
seguida hasta los 26 años de edad. Catorce (11%) desarrollan colestasis del lactante y otros
8 más hepatoesplenomegalia o alteraciones leves de las pruebas de función hepática (17%
del total presentan algún tipo de enfermedad hepática de lactantes). A los 26 años de edad
solo el 9% de la cohorte de 127 niños con deficiencia PiZZ presentaba alguna evidencia de
disfunción hepática.
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pir Crit Care Med 2003; 168:818-900.
Publicación que recoge la guía de diagnóstico y tratamiento de los individuos con defi-
ciencia de α1-antitripsina elaborada conjuntamente por la American Thoracic Society y la
European Respiratory Society. Basándose en las publicaciones más relevantes elaboran reco-
mendaciones de diagnóstico y manejo para esta enfermedad en cuanto a su reconocimien-
to clínico, indicaciones de estudio genético, enfermedad pulmonar, enfermedad hepática
y terapias disponibles.
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INTRODUCCIÓN
El acúmulo de lípidos en el tejido puede producirse en diversas circunstan-
cias, siendo las más destacadas las que derivan de alteraciones del metabolis-
mo intermediario, por deficiencia enzimática causada por una alteración gené-
tica o por causa multifactorial, menos conocida.
En las debidas a causa genética, el depósito lipídico deriva de errores con-
cretos innatos del metabolismo, mediante deficiencia de alguna actividad enzi-
mática. Las enfermedades más destacadas son, por una parte, las dependien-
tes del depósito lisosomal de lípidos simples, triglicéridos (TG) o ácidos grasos
(AG) libres y, por otra, las derivadas del acúmulo de lípidos conjugados (lipi-
dosis), que no afectan exclusivamente al hígado, sino también a otros siste-
mas u órganos corporales a los que alteran sus funciones (Tabla I). El depósi-
to se produce en las vacuolas y tiene dos formas histológicas de presentación,
la macro y la microvesicular. Las células más proclives a la degeneración grasa
son las cardíacas y hepatocitos y el depósito lipídico puede verse en el cito-
plasma y en las organelas, fundamentalmente en los lisosomas. La patología
de causa multifactorial es un amplio apartado en el que la esteatosis se asocia
con diversas enfermedades, quizá desencadenantes del depósito graso a nivel
hepático. Sin embargo, con gran frecuencia, no es evidente la causa de dicha
acumulación lipídica.
Patogenia
La grasa tiene función de almacenamiento y aporte de energía y, en oca-
siones de ayuno, primario o secundario a otra patología, cuando no existe posi-
bilidad de recurrir a la glucolisis, los AG se movilizan desde los adipocitos para
aportar la energía necesaria. Si el sistema metabólico intracelular no es eficaz, por
deficiencia de cualquier actividad de las múltiples enzimas específicas, se produ-
ce hipoglucemia hipocetósica y fallo metabólico con ausencia de producción
energética.
Clínica
De los mecanismos patogénicos expuestos y de los órganos preferentemen-
te afectados es frecuente asociar clínicamente las siguientes manifestaciones: a)
afectación hepática, con esteatosis variable; b) daño de los músculos esqueléti-
cos, con rabdomiolisis, miopatía y mioglobinuria; c) cardiopatía, progresivamen-
te hipertrófica, arritmias e insuficiencia funcional, que suele ser causa de muer-
te, bien en fase aguda –muerte súbita– o por insuficiencia cardíaca; d) afectación
neurológica, menos frecuente y que ocasionalmente puede ser grave y derivar
en coma y, a veces, con lesión neuropática periférica; y e) retinitis pigmentaria,
quizá vinculada a deficiencia del ácido docosahexanoico (DHA). En alguno de
estos errores congénitos metabólicos hay asociación con vómitos cíclicos, ano-
rexia y afectación del desarrollo ponderal. En las formas infantiles sin tratamien-
to, la muerte sobreviene entre el período neonatal y los 4-5 años.
Diagnóstico
Inicialmente es de sospecha, al detectar los síntomas y signos expuestos. El
estudio se amplía con el análisis bioquímico, encontrando en la fase aguda una
situación que deriva de la patogenia descrita: hiperamoniemia, incremento de
aminotransferasas y de creatinfosfoquinasa y, ocasionalmente, acidosis meta-
bólica. Por ello, para completar esta fase, hay que determinar ácidos orgánicos
y acilglicinas en orina, carnitina total y libre y acilcarnitinas en sangre, así como
AG libres y 3-hidroxilados. Sólo en casos excepcionales, y siempre bajo monito-
rización del paciente y controlado por un experto, se puede realizar este estudio
bioquímico después de provocación de la patología mediante ayuno o tras la
sobrecarga de TG de cadena larga o media.
La biopsia hepática expresará esteatosis, macro o microvesicular, susceptible
de desaparecer con tratamiento eficaz, aumento del tamaño de las mitocondrias
con desestructuración de sus crestas e inclusiones cristaloides en la matriz mito-
condrial. Ocasionalmente hay esteatohepatitis, con necrosis e infiltración celular,
sin que hasta el momento se conozca completamente bien el desencadenante y
mecanismo de tal complicación. La incidencia de ambas patologías es aproxima-
damente del 20% en la población general.
El diagnóstico de certeza lo aportará el estudio dirigido a detectar la deficien-
te actividad enzimática en tejido, fibroblastos o linfocitos. Como en la mayoría
de estas entidades es posible el diagnóstico prenatal y de portadores. En esta
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Tratamiento
Es importante no permitir un período de ayuno superior a 5-8 horas, por lo
que debe administrarse alimento continuado ante situaciones de fracaso meta-
bólico para evitar la hipoglucemia. También se recomienda una dieta cuantita-
tivamente hipograsa, con enriquecimiento de triglicéridos de cadena media (TCM)
y aporte preciso de AG esenciales. Estas recomendaciones pueden observarse
también en lactantes al disponer, en su caso, de alimentos especiales comercia-
lizados. Ocasionalmente puede precisarse una pequeña cantidad de insulina con
objeto de metabolizar la glucosa precisa. El aporte de detoxificadores es útil en
casos agudos, dando glicina y/o carnitina y se debe recomendar la ingesta de
riboflavina, ya que es importante como coenzima. En caso de presentar deficien-
cia de carnitina, o si está inactivada, es imprescindible aumentar su aporte.
ESTEATOSIS HEPÁTICA
Existe otro grupo de enfermedades de depósito graso, exclusivamente hepá-
tico, más frecuentemente estudiado en el adulto, aunque también puede apare-
cer en la infancia, que está asociado a ciertas enfermedades o factores de ries-
go y suele ser asintomático, inespecífico y reversible. Este acúmulo lipídico o
esteatosis es fundamentalmente de lípidos simples. El diagnóstico se realiza cuan-
do el contenido de lípidos hepático excede del 5-10% del peso.
Aunque no se conoce con certeza, la esteatosis hepática puede ocurrir por
alteración de cualquiera de los siguientes pasos metabólicos: a) incorporación de
los AG exógenos o endógenos (tejido adiposo) al interior del hepatocito; b)
síntesis intracelular de los AG desde el acetato; c) capacidad de oxidación de
los AG a cuerpos cetónicos; d) esterificación, vía α-glicerolfosfato, necesaria para
conseguir el paso desde AG a TG; e) salida de los TG al exterior celular, por defec-
to de síntesis de apoproteínas y de transporte hemático de lipoproteínas.
En niños, las causas facilitadoras de las alteraciones de estos pasos metabó-
licos no se conocen bien, aunque hay asociaciones patológicas que pueden
desencadenarlas. Así, por ejemplo, la falta crónica de oxigenación disminuye la
oxidación de los AG, el ayuno prolongado provoca la producción de energía
desde los AG de los adipocitos, la malnutrición proteico-calórica (kwashiorkor)
disminuye la disponibilidad de apoproteínas y algunas toxinas o medicamentos
alteran la función metabólica mitocondrial. En adultos, la causa más frecuente
y mejor estudiada es la intoxicación crónica etílica. Otras circunstancias nosoló-
gicas asociadas son obesidad mórbida, diabetes mellitus, fundamentalmente
tipo II, resistencia a la insulina, nutrición parenteral total, síndrome de Reye,
reducción rápida de peso, postcirugía por by-pass yeyunoileal, enfermedad infla-
matoria intestinal, salicilatos, ácido valproico, antivirales y hepatitis por virus C,
entre las más destacadas. El 50% de las personas con diabetes y el 75% de las
personas obesas presentan esteatosis hepática. Finalmente, hay pacientes que
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Patología
Existe hepatomegalia difusa. Macroscópicamente el hígado tiene un color
amarillo pálido, por los β carotenos, y es de consistencia blanda. Para detectar la
presencia de grasa tisular se requieren tinciones especiales. Las vacuolas, reple-
tas de TG, aparecen en el citoplasma inicialmente rodeando al núcleo, pero poco
a poco se van uniendo hasta desplazarlo a la periferia.
Existen dos patrones morfológicos diferenciados, el macro y el microvesicu-
lar, pudiendo coexistir ambos. La forma macrovesicular, más frecuente, consiste
en una gran vesícula lipídica que desplaza al núcleo excéntricamente, no asocia
daño necrótico y es reversible. La microvesicular, sin embargo, consta de peque-
ñas gotas de grasa distribuidas difusamente por el citoplasma, suele asociarse con
alteración de la β oxidación de lípidos y tiene peor pronóstico. Aunque en la este-
atosis hepática simple no suele existir infiltración celular, en el caso de rotura de
la envoltura vesicular la grasa puede actuar como un cuerpo extraño y provocar
una reacción inflamatoria celular de eosinófilos, macrófagos, linfocitos y células
gigantes, con eventual formación de granulomas o lipogranulomas. Esta com-
plicación, conocida como esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), tiene peor pro-
nóstico, ya que puede evolucionar a fibrosis y acabar en un proceso cirrótico.
ESTEATOHEPATITIS NO ALCOHÓLICA
Es una patología de reconocimiento emergente cuya frecuencia se descono-
ce, aunque parece subestimada, ya que se encuentra en un alto porcentaje de
autopsias, sobre todo de jóvenes muy obesos. Surge aparentemente como una
complicación evolutiva de la esteatosis simple hepática, aunque se desconoce
con certeza el mecanismo de la transformación. Aunque se asocia con diversas
enfermedades y factores de riesgo, casi en el 45% de las historias clínicas no se
encuentra ninguna causa que lo justifique.
Patogenia
Hipotéticamente, ocurre una inhibición de la β oxidación mitocondrial de
los AG, resultado de un disbalance entre la oferta de AG desde la lipogénesis del
tejido adiposo y la salida a la circulación sanguínea de las VLDL de la célula hepá-
tica. Este disbalance puede desencadenarse por exceso en la oferta de los AG
(obesidad, diabetes, resistencia a insulina, pérdida rápida de peso, alimenta-
ción artificial mal equilibrada, sobre todo parenteral en prematuros), acción de
tóxicos y endotoxinas (enfermedad inflamatoria intestinal, diverticulosis, intes-
tino contaminado, Bacillus cereus, cirugía intestinal con asa excluida, alteración
en el ciclo de la urea, enfermedad de Wolman con depósito de colesterol este-
rificado), medicamentos (antivirales, valproato, salicilatos, esteroides, antidepre-
sivos), virus (VHC) y criptogenética, posiblemente genética. El disbalance lipídi-
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Patología
Hepatomegalia, inicialmente de consistencia blanda, con endurecimiento
progresivo por la cirrosis. Aparecen los dos tipos morfológicos de vesículas, macro
y microvesículas y hay infiltración celular, fundamentalmente de neutrófilos y lin-
focitos, necrosis periportal y fibrosis en puentes. En los hepatocitos puede encon-
trarse, al igual que en la hepatitis alcohólica, degeneración balónica y cuerpos
de Mallory, que colaboran en la fibrogénesis. Ultraestructuralmente se ve un
aumento de tamaño de las mitocondrias y edema de las crestas mitocondriales.
Clínica
La mayoría son asintomáticos. Es típica la hepatomegalia y el incremento
progresivo de ALAT, de 2-3 por encima de sus valores normales. Existe aumen-
to de la ferritina, con saturación normal de la transferrina. Progresivamente apa-
recen signos de insuficiencia hepática e hipertensión portal, con sus respectivas
complicaciones.
Diagnóstico
El de esteatosis suele ser casual, ecográfico. En casos de esteatosis focal, deba-
jo de la cápsula de Glisson, son útiles las técnicas de imagen. Los resultados
bioquímicos referidos, en ausencia de otras causas de hepatitis, aconsejan la prác-
tica de la biopsia hepática, que permite el diagnóstico.
Tratamiento
Es el de la patología de base, cuando existe, recomendándose no someter-
se a pérdidas acusadas de peso en poco tiempo y evitando el consumo de alco-
hol. En caso de EHNA criptogenética no existe tratamiento eficaz. El ácido urso-
deoxicólico está utilizándose con aparentes buenos resultados y hasta ahora no
se ha comprobado la eficacia con el uso de antioxidantes. Una terapia de futu-
ro parece ser la de S adenil-L-metionina y, quizá, los anti-TNF.
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LIPIDOSIS
Es la esteatosis que resulta del acúmulo de lípidos complejos. Su base es gené-
tica y la herencia autosómica recesiva, excepto en la enfermedad de Fabry que se
hereda ligada al cromosoma X. El diagnóstico se basa en la detección de los sín-
tomas o signos de alarma, análisis bioquímico que comprueba la deficiencia enzi-
mática y estudio anatomopatológico del tejido donde se acumulan los lípidos.
Con objeto de poder detectar portadores de la enfermedad, diagnosticarla pre-
natalmente, o con objetivos de investigación, es imprescindible completar el estu-
dio con determinación del ADN, aplicando técnicas de ingeniería genética.
La patología se desarrolla en el feto, aunque puede no expresarse hasta los
primeros años de vida y es siempre progresiva y degenerativa. Su expresión feno-
típica es variable y no siempre tiene concordancia con el genotipo. Es una pato-
logía poco frecuente y, en la mayoría de los casos, no existe tratamiento eficaz,
aunque recientemente la terapia de sustitución enzimática está dando unos resul-
tados excelentes en alguna de estas enfermedades de depósito. El diagnóstico
histológico puede realizarse incluso retrospectivamente, en muestras almace-
nadas, pudiendo facilitar así a la familia el consejo genético.
Entre las enfermedades con depósito de lípidos complejos las más destacadas
son las de Gaucher, Niemann-Pick, Krabbe, Farber, leucodistrofia metacromática
y Fabry, todas ellas de aparición en los primeros años de la vida (Tabla II).
Dislipemias genéticas
Estas enfermedades en las que por afectación de las vías exógena, endóge-
na o reversa, existe depósito graso, predominantemente de TG y/o colesterol,
serán tratadas más ampliamente en otro capítulo. Las dislipemias también pue-
den ser secundarias a otros trastornos, como hipotiroidismo, nefrosis, diabetes,
insulinorresistencia, obesidad, etc. El depósito lipídico varía según la causa desen-
cadenante, siendo más acusado en arterias (aterosclerosis), sistema reticuloen-
dotelial, tejido subcutáneo y tendones. El diagnóstico se basa, fundamentalmen-
te, en la determinación bioquímica en suero de TG, colesterol total y fraccionado
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Enfermedad de Gaucher
Consiste en la deficiencia de la actividad de una enzima glucocerebrosidasa,
concretamente de β-glucosidasa ácida y ocurre por defecto del gen situado en
el cromosoma 1 (1q21), por lo que en el lisosoma de las células, fundamental-
mente del sistema reticuloendotelial, hay acúmulo de glucocerebrósidos. Se here-
da de forma autosómica recesiva y cursa de tres formas clínicas. La del tipo I se
manifiesta en el adulto y no es neuropática. La del tipo II es aguda, grave, infan-
til y cursa con afectación grave del SNC, bazo, hígado y médula ósea, con mani-
festaciones clínicas hematológicas y lesiones óseas. Los pacientes fallecen antes
de los 2 años de vida. El tipo III o juvenil es parecido al II, pero menos acusado.
Diagnóstico
La clínica alerta hacia el diagnóstico de una tesaurismosis, al detectar hepatoes-
plenomegalia, afectación multiorgánica y lesión grave del sistema nervioso central
(SNC). El estudio histoquímico demuestra células del sistema reticuloendotelial con
acúmulo de glucocerebrósidos en gran cantidad, formando las llamadas células de
Gaucher. También los estudios de imagen son expresivos, pero el diagnóstico de sos-
pecha se basa en la demostración de la disminución o ausencia de la actividad de la
enzima β-glucocerebrosidasa en fibroblastos u otras células del sistema reticuloendo-
telial. Esta constatación no permite el diagnóstico diferencial entre los 3 tipos gené-
tico-clínicos de la enfermedad ni tampoco la detección de portadores.
Tratamiento
En el tipo I la terapia consiste en reemplazamiento enzimático de la proteí-
na, recombinante, obtenida por técnicas de ingeniería genética. Este trata-
miento ha demostrado gran eficacia y pocas complicaciones. Así, a los 6 meses
de tratamiento, se obtiene incremento de los niveles de hemoglobina de 1,5
mg/dl y disminución del 25% de la hepatoesplenomegalia evitando la esplenec-
tomía. Sin embargo hasta un 10-15% de los pacientes generan anticuerpos de
tipo IgG que pueden ocasionar reacciones alérgicas. En ellos estaría indicada la
utilización de inhibidores de la enzima gluosilceramida sintasa. Su mecanismo de
acción consiste en disminuir la producción de gluocerebrósidos hasta un nivel
que pueda ser metabolizado por la actividad residual de glucocerebrosidasa. Aun-
que en el tipo II de la enfermedad de Gaucher es dudoso el resultado terapéuti-
co del trasplante alogénico de progenitores hematopoyéticos, sí se ha consta-
tado su eficacia en el tipo III de dicha enfermedad.
Enfermedad de Niemann-Pick
Se caracteriza por la acumulación de esfingomielina y otros lípidos en los dis-
tintos órganos. Existen cinco tipos diferentes: el A y el B se producen por defi-
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Patogenia
Se produce un depósito de distintos lípidos en los órganos, que varían según
el tipo clínico. En el tipo A la esfingomielina se acumula masivamente en el hígado
y bazo y, en menor cantidad, en cerebro. En el tipo B la diferencia es la ausencia
de depósito en el sistema nervioso. En el resto de las formas clínicas tampoco exis-
te acúmulo cerebral y es muy leve en el resto de los órganos. En el tipo C el coles-
terol se deposita en la sustancia gris y, en menor cantidad, en la sustancia blanca
en los tipos A y B. En el resto de las formas clínicas la elevación es moderada.
Patología
Los órganos más afectados son el bazo, ganglios linfáticos y médula ósea.
En hígado existe afectación de los hepatocitos y depósito lisosomal de esfingolí-
pidos y colesterol. En el SNC hay un menor tamaño cerebral por desmielinización
difusa y en el tipo A se puede observar un depósito neuronal. Otros órganos que
pueden afectarse son el riñón, tiroides, páncreas y pulmón. Ultraestructuralmen-
te se observan las denominadas células espumosas, con un núcleo pequeño excén-
trico y el citoplasma está lleno de vacuolas de esfingomielina.
Clínica
El tipo A se denomina forma clásica infantil. Representa el 75% de los casos y
la actividad enzimática es menor del 5%. La clínica se inicia en los primeros meses
de vida con hepatoesplenomegalia masiva. La patología neurológica se manifiesta
por hipotonía, rigidez, retraso psicomotor y convulsiones; pueden afectarse los
pares craneales y existir patología bulbar. Entre los síntomas digestivos predomi-
nan, anorexia, vómitos, diarrea e ictericia. Puede objetivarse una mancha rojo-cere-
za en la retina y afectación macular. La muerte ocurre hacia los tres años de edad.
El tipo B, forma visceral o crónica, no es neuropática. La actividad enzimá-
tica es menor del 10%. La clínica también se inicia en los primeros meses y la
esplenomegalia suele ser el hallazgo inicial, con hiperesplenismo asociado. La
afectación hepática puede derivar en cirrosis. Neurológicamente no se observa
alteración o es leve e inespecífica. Posteriormente aparece hepatomegalia, retra-
so ponderoestatural y afectación pulmonar, la cual es grave y, a los 15-20 años
de edad, suele ocasionar hipoxemia, al alterarse la difusión de gases en la mem-
brana alveolo-capilar. También es característica la hiperlipidemia, a expensas fun-
damentalmente de triglicéridos y disminución del colesterol HDL con aumento
del LDL, lo cual puede asociar enfermedad aterosclerótica.
El tipo C es la forma subaguda o juvenil. Tienen ictericia neonatal prolon-
gada y, posteriormente, los pacientes se mantienen asintomáticos hasta el pri-
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Diagnóstico
El de sospecha es clínico. La radiografía de tórax muestra infiltrados retícu-
lo-nodulares difusos. En el estudio histológico, tanto en hígado como en otros
órganos, aparecen las típicas células espumosas, con depósito lipídico. El diag-
nóstico de certeza se hace al comprobar la disminución de la actividad de la enzi-
ma en fibroblastos o leucocitos periféricos. En el tipo C el colesterol esterificado
está disminuido. También es posible el análisis mediante ingeniería genética del
ADN, con lo que se facilita el diagnóstico del estado de portador y la detección
prenatal por estudio enzimático en amniocitos o células del corion.
Tratamiento
No es específico. Se ha intentado el trasplante hepático con malos resulta-
dos. El de médula ósea parece disminuir la afectación neurológica y mejorar la
clínica, aunque no se dispone de experiencia a largo plazo para poder asegu-
rarlo. El implante subcutáneo de membranas amnióticas humanas cursa con mejo-
ría transitoria. La terapia génica es la esperanza del futuro.
Enfermedad de Krabbe
También conocida como leucodistrofia de células globoides, es un trastorno
hereditario causado por deficiencia de la actividad de galactosilceramidasa, una
enzima lisosomal que cataliza el primer paso de la degradación de la galactosil-
ceramida. La patología se localiza principalmente en el sistema nervioso, aunque
se puede encontrar también en hígado, bazo, leucocitos, suero, fibroblastos y
vellosidades coriales. La incidencia se estima de 1:100.000 a 1:200.000 recién
nacidos vivos y afecta por igual ambos sexos. Es de herencia autosómica recesi-
va y el gen y sus mutaciones están en el cromosoma 14 (14q31).
Patología
Afecta al sistema nervioso, con disminución del tamaño cerebral y reducción
de la sustancia blanca, por desmielinización difusa. Microscópicamente se visua-
lizan células globoides de un núcleo y también cuerpos globoides multinuclea-
dos, cuyo origen parece residir en los macrófagos. En el sistema nervioso peri-
férico existe degeneración axonal y de las vainas de mielina, con acúmulo de
histiocitos.
Clínica
Hay descritas dos formas de presentación de la enfermedad. La infantil o del
lactante aparece entre tres y seis meses de edad y progresa rápidamente. Se mani-
fiesta preferentemente con irritabilidad, convulsiones, vómitos, anorexia e hiper-
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tonía. Pueden aparecer manchas rojo cereza en retina y atrofia óptica en el pri-
mer año de vida. El desarrollo mental se deteriora progresivamente y la muerte
ocurre antes de los tres años. La forma de inicio tardío aparece entre seis meses
y ocho años. Destaca por una gran variabilidad clínica y ausencia de neuropatía
periférica. Los pacientes en los que la clínica se manifiesta en los tres primeros
años presentan pérdida de visión, irritabilidad, ataxia, disminución de la capa-
cidad psicomotriz e hipertonía. En los que la enfermedad aparece más tarde exis-
te afectación de la vía piramidal, dificultad progresiva para la deambulación, retra-
so psicomotor, ataxia progresiva y pérdida de agudeza visual.
Diagnóstico
El de sospecha se basa en la clínica. En líquido cefalorraquídeo hay elevación
de proteínas, albúmina y α2-globulina. Las pruebas de imagen demuestran des-
mielinización y el electromiograma incremento de los potenciales polifásicos, con
denervación, fibrilaciones y disminución de la velocidad de conducción. Éste últi-
mo hallazgo se correlaciona con la gravedad de la enfermedad y está presente
desde el primer día de vida. El diagnóstico histológico se basa en las células
globoides del tejido nervioso, pero el de confirmación se realiza al objetivar la
menor actividad de galactosilceramidasa en suero, fibroblastos cultivados o
leucocitos. El diagnóstico diferencial se realiza con enfermedades neurológicas
congénitas o perinatales, así como con otras esfingolipidosis.
Actualmente es posible realizar el diagnóstico prenatal mediante la medición
de la actividad de la enzima en las vellosidades coriales o en las células del líqui-
do amniótico.
Tratamiento
Sintomático. El trasplante de células madre procedentes de cordón umbili-
cal de donantes no emparentados ha resultado eficaz en la forma infantil de la
enfermedad, sobre todo cuando se realiza antes de que aparezcan los primeros
síntomas. En este grupo de pacientes se produjo una mielinización progresiva del
sistema nervioso central. Se encuentra en investigación la terapia génica.
Enfermedad de Farber
También es conocida como lipogranulomatosis de Farber, deficiencia de cerami-
dasa o ceramidosis. Es una enfermedad hereditaria del metabolismo de los lípidos debi-
do a la deficiencia de ceramidasa ácida lisosomal. Esta enzima cataliza la síntesis y degra-
dación de la ceramida y secundariamente el acúmulo de la misma, así como de
gangliósidos y otros glicolípidos, en diversos tejidos como hígado, pulmón, sustancia
blanca cerebral, riñón y ganglios. Es poco frecuente y se hereda con carácter autosó-
mico recesivo. El gen responsable se ha localizado en el cromosoma 8 (8p22-p21.3).
Patología
Están afectados múltiples órganos, como hígado, sistema nervioso, pulmo-
nes, piel, articulaciones, laringe y ganglios linfáticos. Histológicamente se obser-
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Clínica
La sintomatología no se presenta de modo uniforme en todos los pacientes,
dando lugar a cinco formas clínicas que varían en el tipo y en el inicio de las mani-
festaciones. El tipo I o forma clásica debuta en las primeras semanas de vida, con
una tríada característica: llanto ronco, afectación articular y nódulos subcutáneos.
Tanto la degeneración neurológica como la afectación del aparato respiratorio son
constantes. Los tipos II y III no suelen tener afectación neurológica y, si la presentan,
es leve. No obstante, la gravedad clínica viene determinada por la afectación grave
articular, pulmonar y, en la mayor parte de los enfermos, malnutrición grave y fallo
del crecimiento. Los pacientes con el tipo IV se caracterizan por afectación neuroló-
gica grave y progresiva y gran hepatoesplenomegalia, aparente desde el periodo
neonatal. El tipo V debuta entre el año y dos años y medio de vida, con degenera-
ción progresiva y grave del sistema nervioso central, lo que ocasiona tetraplejia, mio-
clonías y retraso mental. Respecto al aparato digestivo, todos pueden presentar ano-
rexia, vómitos, disfagia y macroglosia. Existen otras alteraciones, como son afectación
cardiaca valvular, mancha rojo cereza macular y adenopatías. Los pacientes con afec-
tación neurológica grave suelen fallecer en los primeros años y, los demás, en la ter-
cera o cuarta década de la vida, siempre por insuficiencia respiratoria.
Diagnóstico
El de presunción es clínico. La certeza viene determinada por la demostra-
ción de la deficiencia enzimática en los fibroblastos, leucocitos o hígado, o median-
te técnicas de ingeniería genética. En tejidos se observa el depósito de ceramida
y su presencia se detecta en orina. Es posible el diagnóstico prenatal midiendo
la ceramidasa ácida en las vellosidades coriales y en los amniocitos y su deter-
minación en tejidos permite identificar a los portadores.
Tratamiento
Hasta hace pocos años solo era sintomático, con terapia esteroidea o antiin-
flamatoria para la afectación articular y otras medidas paliativas que incluían ciru-
gía. Se había intentado, sin éxito, el trasplante de médula ósea en pacientes con
enfermedad neurológica avanzada. Sin embargo, cuando se realiza en pacientes
sin este tipo de afectación, se obtienen buenos resultados. Actualmente, se encuen-
tra en fase de investigación la terapia génica.
Leucodistrofia metacromática
También llamada lipidosis por sulfátidos. Es un trastorno autosómico rece-
sivo del metabolismo de los esfingolípidos, que se produce en la mayoría de los
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Patogenia
La arilsulfatasa A es un enzima lisosomal que interviene en el metabolismo
de diversos sulfolípidos, junto a la proteína activadora de esfingolípidos. La
consecuencia es la acumulación de glucoesfingolípidos sulfatados en diversos
tejidos: sulfato de galactosilceramida en el SNC y periférico y sulfato de lactosil-
ceramida, además, en otros órganos como hígado, vesícula y riñón.
Patología
En el sistema nervioso central existe desmielinización difusa, con disminu-
ción de mielina y oligodendrocitos y gliosis reactiva. Las neuronas corticales se
encuentran intactas. Existe depósito de material metacromático, en forma de
esferas, que se acumula tanto en el sistema nervioso como en otros órganos.
En el riñón se detecta en los túbulos y asa de Henle y se elimina por la orina. La
vesícula biliar se fibrosa y aumenta de tamaño por los macrófagos cargados de
lípidos. También se deposita en hígado, con afectación de las células de Kupffer,
hepatocitos y células epiteliales de los conductos intrahepáticos.
Clínica
Es una enfermedad típicamente infantil, siendo poco frecuente en adultos.
Se han descrito diversas formas clínicas en función tanto de la edad de aparición
como del defecto bioquímico. La congénita cursa con crisis clónicas y pausas de
apnea. La infantil tardía se manifiesta en los dos primeros años de vida con hipo-
tonía, reflejos osteotendinosos débiles o ausentes e incapacidad para la mar-
cha. Posteriormente, los pacientes sufren degeneración macular, progresiva
disminución de la agudeza visual y nistagmus. Puede aparecer una mancha
rojo cereza en la mácula, con degeneración de la misma. Otros síntomas son
hipertonía, espasticidad o tetraplejia, retraso mental, desconexión con el medio
y síntomas de afectación bulbar. La muerte ocurre en los cinco primeros años de
vida. La forma juvenil aparece entre los cuatro y doce años como fracaso escolar
y alteraciones del sueño, lenguaje y conducta. Los pacientes muestran signos
extrapiramidales con hipertonía y ataxia, que incapacita progresivamente la deam-
bulación. Finalmente, pueden sufrir crisis clónicas y contracturas musculares.
La visualización, mediante ecografía, de la vesícula biliar, evidencia paredes
engrosadas, barro biliar y/o formaciones polipoideas en su interior y ello permi-
te el diagnóstico diferencial con otras patologías desmielinizantes.
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Diagnóstico
Se sospecha por la clínica neurológica progresiva. En el estudio del líquido
cefalorraquídeo, inicialmente normal, se observa un aumento de proteínas. Con
técnicas de imagen se objetiva una desmielinización difusa y en el electroence-
falograma aparecen ritmos lentos. La velocidad de conducción de los nervios
periféricos está muy disminuida y los potenciales evocados auditivos y visuales
suelen estar prolongados. El diagnóstico definitivo se realiza mediante la confir-
mación de la ausencia de actividad de la arilsulfatasa A en leucocitos periféricos
o cultivo de fibroblastos y al observar histológicamente el depósito de material
metacromático. En orina se detectan sulfátidos. Es posible el estudio genético
prenatal y de portadores, al confirmar la disminución de la actividad enzimáti-
ca en el líquido amniótico o en las vellosidades coriales.
Tratamiento
No existe uno específico. Solo rehabilitación, nutrición y mantenimiento
de higiene adecuada. El trasplante de médula ósea puede disminuir la progre-
sión de la enfermedad, sobre todo en los afectados por la forma juvenil y en aque-
llos con curso asintomático de la forma familiar infantil tardía. En éstos, se esta-
bilizan las funciones cognitivas superiores, aunque la pérdida de funciones motoras
suele seguir su progreso.
Recientes estudios en ratones knockout para déficit de arilsulfatasa A han pues-
to de manifiesto la posibilidad de éxito terapéutico con reemplazo enzimático,
así como de trasplante de células madre modificadas genéticamente.
Enfermedad de Fabry
Constituye una alteración hereditaria del metabolismo de los glucoesfingo-
lípidos (esfingolipidosis) de carácter recesivo y ligada al cromosoma X (Xq22.1),
que se caracteriza por la deficiencia de actividad, total o parcial, de la alfa galac-
tosidasa A. Su prevalencia se estima entre 1/40.000 y 1/117.000 recién nacidos
varones, con distribución mundial, aunque es más frecuente en la raza caucási-
ca. Aparecen síntomas de esta deficiencia en ambos sexos, pero es en los varo-
nes homocigotos en los que alcanza la máxima intensidad. Las mujeres hetero-
cigotas muestran una sintomatología leve o están asintomáticas, excepto cuando
se produce el fenómeno de inactivación del cromosoma X, lionización, en cuyo
caso la gravedad puede ser similar a la de los varones.
Patología
La deficiencia de la enzima produce acumulación de glucoesfingolípidos
en el organismo, principalmente de globotriaosilcerámido (Gb3), con especial
predilección por el endotelio vascular y las fibras de músculo liso, aunque tam-
bién afecta a células renales, miocárdicas, válvulas cardiacas, y neuronas de
ganglios dorsales o del sistema nervioso autónomo Se observan vasos dilata-
dos en la dermis, con algún trombo intraluminal y células vacuoladas en las
paredes de los vasos. También en el parénquima renal existe vacuolización espu-
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Clínica
Es muy heterogénea. Las primeras manifestaciones suelen ser diarrea, dolor
abdominal y crisis de dolor. Estas, llamadas crisis de Fabry, constituyen el sínto-
ma más debilitante de la enfermedad y se caracterizan por sensación de quema-
zón u hormigueo y dolor muy agudo en manos y pies, que se irradia a las regio-
nes proximales. Las alteraciones de la sudoración, con hipohidrosis o anhidrosis,
son también hallazgos frecuentes en los primeros estadios de la enfermedad
Los angioqueratomas constituyen un rasgo característico y varían en cuan-
to a la edad de presentación, número y tamaño. Son lesiones papuloeritemato-
sas, de distribución simétrica y de localización preferente en el hemicuerpo infe-
rior. La piel suele ser muy seca y presentar hiperqueratosis o ictiosis, asociadas a
hipo o anhidrosis. También existe afectación ocular, de córnea, cristalino, con-
juntiva y retina, por la alteración vascular. Las lesiones oculares características son
la cornea verticillata y la catarata subcapsular posterior. La sordera y tinnitus son
manifestaciones precoces de afectación del sistema auditivo. Con el tiempo, las
lesiones vasculares progresan y pueden asociar hipertensión, hipertrofia ventri-
cular izquierda, angina o infarto de miocardio e insuficiencia cardíaca y renal. En
el sedimento urinario pueden aparecer inclusiones lipídicas. El deterioro pro-
gresivo de la función renal produce la muerte que, sin trasplante renal, ocurre
hacia los 40 años. Otros síntomas como disnea, diarrea, osteoporosis y retraso
del crecimiento y de la pubertad son menos frecuentes. No todos los pacientes
presentan esta clínica tan grave.
Diagnóstico
El diagnóstico clínico es sencillo, mediante exploración oftalmológica, car-
diológica y presencia de angioqueratomas. Sin embargo, en los primeros años
de vida, cuando las manifestaciones clínicas no son tan evidentes, habría que
agudizar la capacidad clínica para detectar las alteraciones características y evi-
tar retraso en el diagnóstico. La confirmación se realiza mediante comprobación
de la disminución de la actividad enzimática en plasma, leucocitos o fibroblastos
y, prenatalmente, en las células del líquido amniótico y de las vellosidades corió-
nicas. Es posible detectar a los portadores mediante el análisis de la mutación
específica, por ingeniería genética.
Tratamiento
Diversos estudios, corroborados por el registro europeo Fabry Outcome Sur-
vey (FOS), han demostrado eficacia y seguridad de la terapia de reemplazo enzi-
mático. Son dos las posibilidades terapéuticas: agalsidasa α, obtenida de célu-
las humanas, y agalsidasa β, obtenida de células de hámster. Ambas consiguen
buenos resultados al disminuir los síntomas subjetivos de dolor y la masa del ven-
trículo izquierdo. Los parámetros más sensibles para determinar la eficacia del
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RESUMEN
La enfermedad por depósito lipídico es el resultado de diversas patologías
ligadas, fundamentalmente, a trastornos del metabolismo de los ácidos grasos.
Unas se deben a causa genética y se manifiestan preferentemente en la infancia.
Cursan, bien con depósito intracelular de lípidos simples por trastornos de la
β-oxidación o de alteraciones del complejo de la carnitina, o con depósito de lípi-
dos complejos, fundamentalmente esfingolípidos. En ambas circunstancias, la
afectación patológica sucede en diversos órganos corporales y suele ser rápida-
mente degenerativa y mortal. Su diagnóstico de sospecha es clínico y el de cer-
teza se obtiene al determinar la deficiencia enzimática específica.
En otras circunstancias la enfermedad por depósito graso aparece exclusiva-
mente en el hígado, dando lugar a la esteatosis hepática, de mayor frecuencia
en el adulto que en la infancia. Presenta un patrón patológico bien definido y es
de etiología multifactorial. La esteatosis hepática suele asociarse con otras enfer-
medades generalizadas y con tóxicos, pero en ocasiones es imposible su carac-
terización etiológica. En este último caso, conocido como esteatosis y/o esteato-
hepatitis no alcohólica, la enfermedad es asintomática y puede evolucionar a
fibrosis y cirrosis. Su diagnóstico suele ser casual, por ecografía y es preciso el
estudio histológico.
BIBLIOGRAFÍA
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Revisión completa, con 115 citas bibliográficas, de las características y clasificación pato-
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 427
Glucógeno
Fructosa
Galactosa
Lactosa Glucosa
Sacarosa
Sorbitol ... Piruvato
Figura 1.
Fructoquinasa
Fructosa Fructosa 1 fosfato
Fructosa 1-6
difosfo aldolasa
Figura 2.
Genética
Es una enfermedad autosómica recesiva cuyo defecto génico se localiza en
el cromosoma 9q 13-32, aunque hay varias mutaciones identificadas y no está
probado que la gravedad clínica guarde relación con la mutación. La forma más
frecuente en Europa y EE.UU. (supone un 85%) se debe a una mutación única.
En el exón 5 una guanina es sustituida por una citosina y esto condiciona que en
la proteína que codifica la alanina en la posición 149 sea sustituida por una
prolina. El diagnóstico prenatal se puede hacer por estudio del líquido amnióti-
co y/o biopsia de vellosidades coriales.
Manifestaciones clínicas
Los síntomas clínicos no aparecen hasta la ingestión de fructosa, sacarosa o
sorbitol. Puede aparecer una hipoglucemia inmediata y síntomas abdominales y si
la situación se mantiene puede condicionar un fallo hepático con ictericia y alte-
raciones de la coagulación y una disfunción del túbulo proximal, que si no se diag-
nostica puede llevar a la muerte que se produce por fracaso hepático. Suele con-
dicionar una afectación importante del crecimiento. Hay algunos pacientes con
formas más benignas y en los que la clínica se manifiesta más tarde en la vida, gene-
ralmente en época preescolar. Estas diferencias probablemente se deben a las dife-
rentes mutaciones génicas y/o a distintos niveles de actividad enzimática residual.
Diagnóstico
Se sospecha al aparecer sustancias reductoras en orina durante un episodio
compatible y en un niño que está ingiriendo fructosa. En este momento la deter-
minación de gliceraldehído urinario puede ayudar al diagnóstico. El test de tole-
rancia a la fructosa puede ser peligroso, dado que inicialmente hay una bajada
brusca de la glucemia y del fosfato y posteriormente del magnesio y del ácido
úrico, habiéndose descrito situaciones graves tras la sobrecarga. Para la confir-
mación diagnóstica se recurre a la determinación de la actividad de la fructoal-
dolasa B en tejido hepático y a la demostración de la alteración génica.
Tratamiento
Consiste en eliminar la fructosa de la dieta con la dificultad que esto conlle-
va, dado que la sacarosa suele ser componente de numerosos productos inclui-
dos fármacos, dentríficos… aunque no es infrecuente que los propios pacientes
rechacen los alimentos que no deben tomar. Con un tratamiento correcto la afec-
tación orgánica remite y el desarrollo neurológico y ponderoestatural son ade-
cuados. A lo largo de la vida puede haber un cierto aumento de la tolerancia a
este azúcar. Es llamativa la menor incidencia de caries de los pacientes adultos
dado que no han ingerido sacarosa.
Hay una tercera deficiencia de actividad enzimática relacionada con el meta-
bolismo de la fructosa que es la alteración de la fructosa-1,6-bifosfatasa hepá-
tica. No se trata de una alteración de la vía metabólica de la fructosa en sí,
sino que es un enzima importante en la neoglucogénesis. Se incluye en este
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Galactocinasa
Galactosa Galactosa-1-fosfato Glucosa-1-fosfato
Aldolasa Galactosa-1-fosfato
uridil transferasa
Galactitol Galactonato
UDP Glucosa UDP Galactosa
Epimerasa
Figura 3.
capítulo, porque comparte datos clínicos y de manejo con los cuadros previa-
mente referidos.
Se trata de un defecto autonómico recesivo que se caracteriza en el periodo
neonatal por presentar episodios de hiperventilación, apnea, hipoglucemia con
cetosis y acidosis láctica. Posteriormente los episodios se desencadenan por el
ayuno y la fiebre, aunque la tolerancia a estas situaciones aumenta con la edad.
Genética
Es una enfermedad con herencia autosómica recesiva, cuyo defecto génico
se localiza en el brazo corto del cromosoma 9 (región p13) y consta de 11 exo-
nes. El enzima es un polipéptido de 370 aminoácidos y un peso molecular de
aproximadamente 44. Hay descritas al menos 160 mutaciones siendo unas pocas
muy comunes y el resto muy infrecuentes. La mayoría de los pacientes (aproxi-
madamente el 75%) que presentan el cuadro clínico completo son portadores
de la mutación Q188R, que condiciona la sustitución de una glutamina por
una arginina en esta posición; sin embargo, en las formas clínicamente más leves
el 48% de los alelos presentan la mutación S135L. Esta mutación es sobre todo
frecuente en descendientes de africanos. El diagnóstico prenatal, si se conoce
la mutación a partir de un caso índice, es posible por biopsia corial. En caso de
no ser así se puede estudiar la actividad enzimática en cultivos de células amnió-
ticas o biopsias coriales o por estimación del galactitol en el líquido amniótico
sobrenadante.
Manifestaciones clínicas
El comienzo suele ser neonatal precoz, tras la ingesta de lactosa, pero en oca-
siones el daño se produce intraútero, bien por el paso transplacentario de la galac-
tosa materna o por la síntesis endógena. Los síntomas clínicos son muy variables
y algunos de ellos inespecíficos, como el rechazo del alimento y el escaso aumen-
to de peso, y otros sugieren la lesión de los órganos afectos (Tabla I). Las cata-
ratas aparecen a los pocos dias de vida. Es llamativo el riesgo aumentado de pade-
cer sepsis neonatal, sobre todo por E. coli que con frecuencia enmascara y retrasa
el diagnóstico.
Aunque se trata de una enfermedad grave hay dos formas clínicas más benig-
nas: la llamada variedad Duarte, en la que únicamente hay disminución de la acti-
vidad enzimática en hematíes sin significación clínica, y otra frecuente en afro-
americanos en los que hay un 10% de actividad residual en hígado y mucosa
intestinal por lo que los síntomas son muy leves.
La mayoría de los pacientes del sexo femenino (del 75 al 96%) tienen dis-
funciones gonadales que parecen ser intrínsecas a la enfermedad y no debidas a
situaciones asociadas ni al mal cumplimiento de la dieta. Suele tratarse de un
hipogonadismo hipergonadotrófico y se deberá monitorizar el perfil hormonal y
administrar terapia sustitutiva si hay un importante retraso de la pubertad. Suele
haber una duración de la actividad ovárica probablemente más corta que en
los sujetos sanos, por lo que se pueden considerar técnicas novedosas como la
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 434
Diagnóstico
Hay algunos países en los que su detección se incluye en el screening neo-
natal, con el objetivo de establecer un diagnóstico y tratamiento precoces,
pero su necesidad e idoneidad ha estado muy discutida en función de su baja
incidencia y que su diagnóstico es posible en el periodo neonatal. Aunque en
algunos países que está realizando las comparaciones clínicas a largo plazo
apoyan el que no se considere necesario en el momento actual. Lo más fre-
cuente es que el cuadro clínico sea precoz y ante su sospecha se pongan en
marcha los medios diagnósticos oportunos. Inicialmente se hace demostran-
do la presencia mantenida de galactosa en orina en un recién nacido con
clínica sugestiva y que recibe lactosa en la dieta. Esto se hace realizando una
determinación de azúcares reductores y si es positivo posteriormente se com-
prueba que el azúcar reductor no es glucosa por medio del test de la gluco-
sa-oxidasa (multistix o similar). En cualquier caso hay que tener presente que
no es un test sensible ni específico, ya que puede haber galactosuria, aun-
que en pequeñas cantidades, en niños con enfermedad hepática y en algunas
tubulopatías y puede no detectarse siempre en pacientes afectos de galacto-
semia por la escasa ingesta o por su rápida desaparición de la orina. Las alte-
raciones analíticas pueden reflejar el daño hepático, la disfunción tubular y
otras menos frecuentes (Tabla II). Es pues necesaria la confirmación del diag-
nóstico que se hace estudiando la existencia de galactosa-1-fosfato en eri-
trocitos y la actividad enzimática.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 435
Tratamiento
Desde el momento de la sospecha clínica y tras haber realizado la toma de
muestras es necesario eliminar toda fuente de galactosa de la dieta. En el perio-
do de lactante hay que utilizar fórmulas exentas totalmente de lactosa. Aunque
los hidrolizados proteicos sin lactosa se pueden utilizar se prefieren las fórmulas
de soja, por la posibilidad de que en los primeros haya lactosa residual en las frac-
ciones de caseína y seroproteínas. Una vez introducido el beikost hay que elabo-
rar dietas considerando el contenido en galactosa de los alimentos naturales y
sobre todo la tolerancia de cada paciente en particular. Los alimentos de carne
preparados para la alimentación del niño contienen galactosa en forma libre o
como componente de otras sustancias en cantidades mínimas que van de 0,031
a 0,148 mg/100 g, de forma que se consideran aptos para la alimentación y
manejo dietético de estos pacientes.
El contenido en galactosa de los alimentos no lácteos es escaso de forma que
son una fuente proporcionalmente pequeña si se tiene presente que existe un
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Pronóstico
Con un diagnóstico y tratamiento precoces se suele recuperar la función renal
y la hepática, regresa la catarata y se recupera el ritmo de crecimiento. En muchas
ocasiones a pesar de una buena monitorización de los niveles de galactosa-1-fos-
fato los pacientes tienen un retraso del lenguaje y del aprendizaje, por lo que
se piensa que puede haber un déficit asociado de UDP-galactosa que colabora
en el retraso desarrollo con una cierta producción de galactosa endógena. En
algunos adultos se ha referido la aparición de ligera ataxia y temblor intencional
a pesar de un tratamiento correcto.
Es importante en la adolescencia efectuar un estudio del contenido mineral
óseo dado que la ingesta de calcio suele ser insuficiente y la falta de lactosa tam-
bién puede obstaculizar su absorción.
RESUMEN
• Alteraciones del metabolismo de la fructosa. La alteraciones del metabolismo
de la fructosa son infrecuentes, se heredan de forma autosómica recesiva y
los signos clínicos aparecen tras la ingesta del monosacárido fructosa. Hay
dos enfermedades distintas en relación con el enzima con disminución de su
actividad: la fructosuria benigna y la intolerancia hereditaria a la fructosa. En
la primera, la presencia de fructosa en la orina suele ser el único dato clínico
y su hallazgo habitualmente es casual. En la segunda, aunque hay referidos
cuadros clínicos de diferente gravedad, suele haber datos sugestivos de
enfermedad metabólica con hipoglucemia y fallo hepático. El tratamiento es
eliminar la fructosa y los productos que la contengan de la dieta.
• Alteraciones del metabolismo de la galactosa. Hay tres enzimas implicadas
en el metabolismo de la galactosa y la falta de actividad de cada una de ellas
puede dar origen a una situación clínica distinta. El déficit de galactosa-1-
fosfato uridil transferasa condiciona la llamada galactosemia clásica que es
una enfermedad grave, de comienzo neonatal y que sin tratamiento lleva a
la muerte. Igualmente grave puede ser el déficit de epimerasa, mientras que
la falta de actividad de la galactocinasa ocasiona únicamente catarata y en
algún caso pseudotumor cerebri. El tratamiento consiste en eliminar la
galactosa y los productos que la contengan de la dieta, aunque hay que tener
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 438
BIBLIOGRAFÍA
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Se revisan 25 publicaciones de las que se analizan 55 pacientes con déficit de galactocina-
sa con el fin de valorar los síntomas clínicos más frecuentes y la evolución en el tiempo. El
dato clínico con más frecuencia referido, presente en casi todo los pacientes, fue la cata-
rata seguida en una menor proporción del pesudotumor cerebri. La evolución posterior
fue muy favorable comprobándose que se trata de una enfermedad mucho más benigna
que la galactosemia clásica.
– Bosch MA. Classical galactosaemia revisited. J Inherit Met Dis 2006;29:516-525.
– Jacobs C, Schewistr S, Dorman B. Galactitol in Galactosemia. Eur J Ped 1995;154:S20-
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La galactosa y galactitol urinarios son útiles para el seguimiento clínico de los pacientes
afectos de galactosemia clásica. En los sujetos no tratados la excrección de ambos meta-
bolitos es mucho más alta que en los no afectos, pero no guardan relación exacta entre
ellos. Tras el tratamiento la excrección de galactosa se normaliza, pero el galactitol se sigue
manteniendo en niveles superiores a los de los sujetos sanos. Lo mismo sucede con los nive-
les plasmáticos.
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– Schweitzer-Kranyzs S. Early diagnosis of inherited metabolic disorders towards impro-
ving outcome: the controversial issue of galactosaemia.
Se estudian las diferencias entre los sujetos diagnosticados por screening y se concluye que
las complicaciones a largo plazo no varían. Únicamente aquellos que el tratamiento dieté-
tico se comenzó muy tardiamente tienen una peor evolución.
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El Galactosaemia Steering Group del Reino Unido se propone tras hacer un registro nacio-
nal valorar la frecuencia y principales hechos clínicos, métodos diagnósticos y tratamien-
tos. Se hace una revisión de los problemas ginecológicos y de su manejo que es consensua-
do por la Sociedad de Endocrinología y Diabetes.
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 439
38. Glucogenosis
M. Martínez-Pardo
INTRODUCCIÓN
El glucógeno
La glucosa es la fuente principal de energía celular en los mamíferos, sien-
do indispensable para el metabolismo energético neuronal. Para poder sumi-
nistrar continuamente glucosa a los tejidos, y no depender de la ingesta conti-
nua de glucosa, esta se almacena en las células en forma de glucógeno.
El glucógeno es un polímero de glucosa formado básicamente por gluco-
sas unidas por enlaces glucosídicos α1-4 que forman la llamada amilosa, en la
cual, y cada 4-10 enlaces α1-4, se unen otras glucosas con enlaces glucosídicos
α1-6 formando una estructura muy similar a la amilopectina. Esta estructura bási-
ca ocupa el menor espacio posible en las células, plegándose sobre sí misma, y
se almacena en forma de rosetas en el hígado (partículas α de glucógeno) o bien
en forma más alargada en el músculo (partículas β de glucógeno).
440 M. Martínez-Pardo
Glucogenosis 441
La encrucijada de la glucosa-6-fosfato
El glucógeno se sintetiza a partir de la glucosa-6-fosfato, a la que se llega
desde muy diferentes precursores y vías metabólicas (Fig. 4):
- Desde la glucosa circulante procedente fundamentalmente de la ingesta: por
fosforilación en carbono 6 por la glucokinasa hepática o las hexokinasas de otros
tejidos (músculo, eritrocitos, astrocitos, leucocitos... distintos al hepatocito).
- Desde otros monosacáridos: galactosa y fructosa (solo en el hepatocito).
- Desde la alanina y piruvato por la gluconeogénesis, solo en el hepatocito.
- Desde los triglicéridos-glicerol: por la gluconeogénesis del hepatocito.
El glucógeno se degrada en todas las células del organismo (excepto en las
neuronas) para formar glucosa-6-fosfato como producto final, la cual sigue dife-
rentes caminos dependiendo del tejido donde se forme:
A. En el hepatocito, la G6P procedente de la degradación del glucógeno, se defos-
forila por la glucosa-6-fosfatasa, sale al torrente sanguíneo y se distribuye para
el consumo energético especialmente en el sistema nervioso central.
Es muy importante saber que en el hepatocito la G6P:
1. Se transporta a los microsomas por el transportador de la G6P.
2. Se defosforila por la glucosa-6-fosfatasa (G6Pasa), produciendo fosfato
(Pi) y glucosa, que a su vez salen al citoplasma por transportadores espe-
cíficos.
3. Desde el citoplasma, la glucosa sale al torrente sanguíneo a través del
transportador de membrana citoplasmática del hepatocito, GLUT 2.
B. En el eritrocito la G6P a través de la glicolisis se convierte en piruvato y lac-
tato y este último sale al torrente sanguíneo. Además, la G6P, a través del
metabolismo de las pentosas, se utiliza en la síntesis de ribosa-5-fosfato y en
el metabolismo de las purinas.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 442
442 M. Martínez-Pardo
Glucogenosis 443
Sujetos sanos
Defectos de glucogenogénesis
7 Glucogenosis I
Glucogenosis III
6 Glucogenosis IV
Citopatías mitocondriales
Lactato mmol/L (mM)
0
Basal 30 min 60 min 90 min 120 min
Figura 5. Sobrecarga de glucosa para lactato. A) En sujetos sanos el lactato basal es < 2,5 mM y
el incremento del lactato en cualquier tiempo respecto al valor basal es inferior a (+) 0,5 mM.
B) En la glucogenosis I: la sobrecarga de glucosa produce disminución del lactato. En la gluco-
genosis III el incremento del lactato es (+) y > 0,5 mM. En la glucogenosis VI la curva está den-
tro de la normalidad. C) En defectos de la glucogenogénesis, desde un lactato basal normal, el
incremento máximo del mismo suele ser > (+) 3 mM. D) En las citopatías mitocondriales, se
parte de un lactato alto y el incremento de lactato es > (+) 0,8 mM.
444 M. Martínez-Pardo
18
Lactato en mmol/L (mM)
16
14
12
10
8
6
4
2
0
Basal 0 min 2 min 5 min
Figura 6. Test de isquemia ejercicio. Valoración de amonio y de lactato, basal y postejercicio en ana-
erobiosis. A). En sujetos sanos: el lactato puede multiplicar x 5 los valores basales, y el amonio al
menos triplica los valores basales. B) En las deficiencias de fosforilasa muscular y en los defectos
de glicolisis muscular el amonio puede aumentar hasta 50 veces los valores basales, mientras que
no hay síntesis de lactato en el ejercicio anaerobio. Los valores basales normales son: lactato < 2,5
mM y amonio < 50 µmol/L. Nota: los valores de amonio en la gráfica están en (µmol/L x 100).
Glucogenosis 445
Andersen Hígado y bazo: ++ Glucosa y lactatos normales descritas en este capítulo 1) Anatomía patológica
Hígado-músculo Desnutrición, ascitis, La CK puede estar alta 2) Actividad enzimática Trasplante hepático Diagnóstico prenatal:
Glucógeno anómalo hipertensión portal en las formas actividad enzimática y
Suave: hepática Solo se afecta función hepática hepáticas puras genética molecular en
09:40
deficiencia de PGM (PGM) Eritropatía: hemolisis Anemia hemolítica como en la deficiencia de y en biopsia muscular
Músculo y eritrocitos Sin hepatopatía Función hepática normal sintetasa (Figura 6)
Utilización del Test de isquemia ejercicio:
glucógeno no aumenta el lactato
++: aumentado; - -: disminuido; CK: creatín kinasa.
M. Martínez-Pardo
TABLA IIA. Alteraciones de la degradación del glucógeno: deficiencia de fosforilasa b kinasa (FbK)(5,6). La fosforilasa b kinasa activa a la glucógeno fosforilasa.
La FbK se expresa en diferentes tejidos con isoenzimas distintos, codificados por genes diferentes. Su deficiencia da lugar a la denominada glucogenosis IX
cuyos fenotipos dependen del gen afectado. Esta tabla resume la relación fenotipo/genotipo de la glucogenosis IX.
Glucogenosis
transaminasas, colesterol,
IX a2 Hígado, Ligada al X (Xp22) pero PHKA2/αL
triglicéridos e hipercetosis en
Normal o aumentada mutaciones diferentes
ayuno. Hipoglucemia variable
en eritrocitos
5/6/08
IX c (γ) Hígado, células sanguíneas Autosómica PHKG2/γTL Igual que la forma IX α1 pero
de evolución más grave con
cirrosis hepática
Glucogenosis V Gen PGYM: Intolerancia al ejercicio, Aumento de GOT y Test de Actividad fosforilasa Ejercicio suave.
(Enfermedad de Mc Cr. 11q13-qter calambres musculares. CK isquemia muscular deficiente Evitar ejercicio
Ardle) R49X: frecuente Mioglobinuria. Suelen No hay hemolisis ejercicio violento.
K608K, Y573X y tolerar ejercicio m. No patológico: Estudio mutaciones NO hay tratamiento
Fosforilasa muscular c1876 G>A en toleran el ejercicio violento y No aumen- gen específico
españoles. de corta duración (carrera al ta lactato y
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*Normocetosis = relación ácidos grasos libres (mM)/cuerpos cetónicos (mM) entre 0,5 y 1,2.
M. Martínez-Pardo
TABLA IIC. Alteraciones de la degradación del glucógeno: eficiencia de la enzima desramificante.
Glucogenosis III a Desramificante Hepatomegalia grande, Aumento de: GOT, Sobrecarga Act. enzimática y Evitar hipoglucemia.
Dextrinosis límite, Cr 1p21 dura, sin nefromegalia, sin GPT, CK y úrico, de glucosa contenido del Dieta rica en
Libro Tto. Gastro 29-58
miocardio fibrosis y adenomas Puede no haber 12% del peso en mejoran con la
Síntomas de miopatía acidosis láctica pero seco, y es anómalo edad. La miopatía
Se afecta la hidrolisis (calambres, cansancio el lactato aumenta Dx prenatal: empeora en la edad
del enlace α1-6. muscular, mioglobinuria) tras ingesta de actividad enzima en adulta.
09:40
Hay depósito de que aumen con la edad. glucosa (amniocitos y vellos. No se recomienda
glucógeno anómalo Miocardiop. hipertrófica coriales) trasplante hepático
El 78% en forma Dx diferencial con salvo en cirrosis y
hepatomuscular (III a) otras glucogenosis. hepatocarcinomas.
Página 449
Glucogenosis III b Desramificante Síntomas exclusivos La CK es normal. El Igual que La actividad Igual que en III a
Cr 1p21. hepáticos sin afectación resto igual que en en la desramificante está
Hígado solamente muscular. La miocardiopatía III a III a afectada en el
aparece en la edad adulta. hígado y puede ser
Igual que en IIIa normal en el
músculo
449
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450 M. Martínez-Pardo
Glucogenosis 451
5. Tratamiento:
a. Tratamiento dietético: en aras de prevenir la hipoglucemia y evitar en lo
posible los trastornos metabólicos. Recomendamos loa polímeros de glu-
cosa (almidones de maíz y de arroz). Recomendamos no utilizar sacaro-
sa ni glucosa anhidras para la dieta alimenticia oral en cualquier edad,
así como utilizar leche en cantidad no superior a 0,5 L/24 h en pacien-
tes con edad superior a 2 años.
b. Tratamiento médico: allopurinol a dosis de 10 mg/kg/día (dosis máxi-
ma 300 mg/día) con úrico en sangre superior a 6 mg/dl; bicarbonato
sódico para alcalinizar orina y mantenerla a pH de 7-7,5.
c. Tratamiento de las complicaciones: el mejor tratamiento preventivo para
todas ellas, es hacer una dieta adecuada. La utilización del factor de esti-
mulación de neutrófilos, en pacientes con glucogenosis I b, con neutro-
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452 M. Martínez-Pardo
Glucogenosis 453
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454 M. Martínez-Pardo
INTRODUCCIÓN
La colangitis esclerosante primaria (CEP) es una enfermedad hepatobiliar pro-
gresiva, de etiología desconocida, aunque generalmente atribuida a un proce-
so autoinmune, en el que los factores genéticos tienen un papel importante y
que se caracteriza por la inflamación crónica y fibrosis de los conductos biliares
intra y/o extrahepáticos que ocasionan la estenosis de los mismos. El proceso
inflamatorio y fibrosante puede alcanzar tanto a los conductos pequeños como
a los grandes, de forma que los pequeños conductos intrahepáticos se oblite-
ran y estenosan evolucionando hacia su destrucción y desaparición. La dilatación
focal de los conductos biliares próxima a la zona de estenosis, proporciona el
característico aspecto arrosariado de la vía biliar en la colangiografía, imagen
esencial en el diagnóstico de la enfermedad. Los hallazgos histológicos son
muy variables y menos llamativos que los radiológicos, siendo la presencia de
fibrosis concéntrica periductal la de más valor diagnóstico. La enfermedad pro-
gresa hacia el desarrollo de una cirrosis biliar, hipertensión portal e insuficiencia
hepática y constituye una indicación de trasplante hepático en niños.
La colangitis esclerosante es una enfermedad poco frecuente, que afecta a
pacientes de cualquier edad, pero su diagnóstico es más frecuente en adultos
jóvenes entre los 18 y los 35 años de edad. La prevalencia de la CEP en la pobla-
ción general, salvando las diferencias geográficas, es de 2,4-5,5 pacientes/100.000
habitantes. La incidencia de la enfermedad varía también según las diferentes
regiones del mundo. En Europa, la incidencia documentada es de 0,9 y de 1,3
casos/100.000 habitantes/año en el Reino Unido y en Noruega, respectiva-
mente. El más reciente estudio poblacional realizado en Canadá, refiere una inci-
dencia de 0,92 casos/100.000/año, con una mayor frecuencia en hombres,
1,01/100.000/año, que en mujeres, 0,84/100.000/año, pero sin diferencias sig-
nificativas en cuanto a la distribución por sexos. Las más importantes series pediá-
tricas publicadas, incluyen un número variable de niños, entre 30 y 50 aproxi-
madamente en periodos de seguimiento de 15-20 años. La incidencia de la
CEP en la población pediátrica en el citado estudio canadiense es de 0,23
casos/100.000/año. En los niños, la distribución por edades va desde el perio-
do neonatal hasta la edad juvenil, pero se diagnostica más frecuentemente en la
segunda década de la vida, con predominio en varones. La verdadera incidencia
de la enfermedad en la edad pediátrica está probablemente subestimada, pero
su diagnóstico es cada vez más frecuente debido, por un lado, a una mayor con-
cienciación respecto a la entidad y, por otro, a una mayor difusión de los medios
diagnósticos, en particular la de una técnica muy útil y no invasiva como es la
colangio-resonancia magnética.
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P. Urruzuno Tellería
ETIOPATOGENIA
La causa de la CEP es desconocida, así como tampoco se conocen los meca-
nismos responsables de la lesión progresiva de los conductos biliares. Se han pro-
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DIAGNÓSTICO
El diagnóstico se basa en unas manifestaciones clínicas compatibles, que
en la mayoría de los niños preceden en meses o en años a las de una enferme-
dad inflamatoria intestinal, unos datos de laboratorio que muestran sobre todo
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P. Urruzuno Tellería
Manifestaciones clínicas
Aproximadamente el 30% de los niños que padecen una CEP están asinto-
máticos en el momento del diagnóstico y su descubrimiento es casual. La sin-
tomatología puede iniciarse a cualquier edad y de forma insidiosa con síntomas
inespecíficos como el dolor abdominal, malestar general, fatiga, anorexia, pérdi-
da de peso, así como con síntomas específicos de la edad pediátrica como el
retraso del crecimiento y de la pubertad. La enfermedad hepática se manifiesta
con hepatomegalia, ictericia, esplenomegalia y prurito. Cuando la hepatopatía
está avanzada pueden añadirse síntomas asociados a la hipertensión portal como
la ascitis. Una de las complicaciones de la CEP es la colangitis que cursa con fie-
bre e incremento de los síntomas de colestasis.
El dolor abdominal es el síntoma más frecuente, especialmente en aquéllos
pacientes que además presentan una EII, en los que se acompaña de otras mani-
festaciones digestivas como la diarrea y la presencia de sangre en las heces. En
estos casos asociados a una EII, es cuando la anorexia y la pérdida ponderal son
más evidentes.
En el periodo neonatal el cuadro clínico es el de una colestasis que obliga a
un diagnóstico diferencial con las colangiopatías idiopáticas de la infancia (atre-
sia biliar, síndrome de Alagille, hepatitis neonatal...).
La asociación con otras enfermedades autoinmunes es infrecuente en la CEP
y tiene lugar aproximadamente en menos del 5% de los casos. En el 10-20%
de los pacientes, la enfermedad puede asociarse con una histiocitosis, en cuyo
caso se pueden añadir manifestaciones como la diabetes insípida, linfadenopa-
tía, infiltrado pulmonar y lesiones óseas. Una inmunodeficiencia puede añadir-
se a la CEP en el 10% de los pacientes.
Laboratorio
Los hallazgos del laboratorio son inespecíficos pero la elevación de la gam-
maglutamiltranspeptidasa (GGT) es el parámetro más sensible como expresión
del daño del conducto biliar. La elevación de la fosfatasa alcalina (FA), que es
un dato importante en los adultos, no lo es tanto en los niños, que habitualmen-
te, con algunas diferencias según las edades, tienen cifras elevadas de FA relacio-
nadas con el crecimiento. En el 25%-50% de los pacientes pediátricos las cifras
de FA están en rango normal. Las aminotransferasas y la bilirrubina pueden estar
moderadamente incrementadas en la mayoría de los pacientes. Las amino-
transferasas pueden ser normales en el 10% de los pacientes, mientras que la bili-
rrubina puede ser normal en cerca del 90% de los mismos. La trombocitopenia
y la leucopenia son secundarias a la hipertensión portal y al hiperesplenismo.
Todas las series pediátricas refieren hipergammaglobulinemia en un 60-70%
de los pacientes. El 70% de los niños tienen niveles elevados de IgG, mientras
que la elevación de los niveles de IgM tiene lugar en el 25% de los casos. La
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Radiología
Los hallazgos de la colangiografía son los más específicos de la colangitis
esclerosante primaria, bien realizada por vía retrógrada mediante una colangio-
pancreatografía retrógada endoscópica (CPRE), o bien por punción percutánea
(transhepática o transvesicular). Actualmente las imágenes obtenidas mediante
una colangiopancreatorresonancia magnética (CPRM) ofrecen una alta sensibi-
lidad y especificidad, y dado su carácter no invasivo puede ser la primera prue-
ba de imagen de elección para el diagnóstico de la CEP en pediatría, sustituyen-
do a las técnicas radiológicas invasivas tanto en niños mayores como en los
más pequeños. La colangiorresonancia magnética nos permite también el diag-
nóstico de la fibrosis y el control de la evolución de la enfermedad a la cirrosis
biliar. La ecografía realizada por manos expertas es muy útil para orientar el diag-
nóstico
Las imágenes de la colangiografía son patognomónicas de la CEP, y muestran
áreas de estenosis múltiples y dilataciones irregulares de los conductos biliares que
pueden afectar tanto a la vía biliar intrahepática como a la extrahepática (apro-
ximadamente en el 50% de los pacientes ambas están comprometidas). La afec-
tación es difusa y las imágenes de la colangiografía muestran estenosis de los con-
ductos biliares segmentarias, focales y de diverso grado (de 0,2 a 2 cm), que
delimitan zonas de ductos normales o dilatados, que dan a la vía biliar un aspec-
to arrosariado. Puede haber defectos en la opacificación de alguna rama del árbol
biliar, defectos de las paredes de los conductos biliares y defectos de repleción
intraluminal. Es muy característica la estenosis a nivel de la confluencia de los con-
ductos hepáticos. Las técnicas radiológicas, especialmente la CPRE nos permiten
también diversas actuaciones terapéuticas sobre la vía biliar estenosada.
Histología
La biopsia hepática puede ayudarnos para confirmar el diagnóstico, si bien
los hallazgos histológicos son variables y menos específicos que los radiológicos.
La lesión característica es la fibrosis periductal concéntrica “en hojas de cebo-
lla” alrededor de los ductos biliares de mediano y gran tamaño, que va seguida
de la degeneración y atrofia del epitelio hasta reemplazar el ducto segmentario
por un cordón fibroso y de una gran pérdida de ductos biliares interlobulillares.
Estas lesiones son prácticamente diagnósticas de la CEP, aunque no están pre-
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P. Urruzuno Tellería
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
El diagnóstico diferencial debe realizarse con otras enfermedades hepáticas
asociadas a una EII, como puede ser una hepatitis tóxica secundaria a algunas
terapias antinflamatorias utilizadas en el tratamiento de esta enfermedad. Otras
hepatopatías relacionadas con inmunodeficiencias, pseudotumores, etc., exigen
también el diagnóstico diferencial con la CEP. Sin duda lo más complicado, en
algunas ocasiones, es diferenciar la CEP de la HAI en aquellos cuadros que se sola-
pan. Aunque hay autores que consideran que ambas entidades son parte del
mismo proceso; sin embargo, no se ha observado en la CEP una respuesta favo-
rable al tratamiento con inmunosupresores. Por otro lado, la colangiorresonan-
cia magnética puede ser de gran ayuda en el diagnóstico diferencial entre ambos
cuadros clínicos.
TRATAMIENTO
a. Cuidados generales. Si el paciente está asintomático debe hacer una vida
normal. Se recomienda una actividad física normal y un aporte nutritivo y
calórico adecuado a la edad del niño. Son necesarios unos aportes suplemen-
tarios de calcio y vitaminas liposolubles (A, D, E, K) cuya absorción está com-
prometida en las colestasis.
b. Tratamiento médico. Dado que se desconoce con claridad la etiopatogenia
de la enfermedad, no existe un tratamiento específico de la CEP y el trata-
miento médico va dirigido a evitar la progresión de la destrucción de los duc-
tos biliares y el acúmulo de ácidos biliares tóxicos. El ácido ursodesoxicóli-
co (AUDC) tiene un efecto citoprotector del hepatocito y una acción colerética
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 461
que mejora el flujo biliar y desplaza a los ácidos biliares endógenos más hidro-
fóbicos y tóxicos. El AUDC es utilizado en niños a las dosis habituales 10-20
mg/kg/día repartidos en dos o tres dosis con buena tolerancia y con mejo-
ría significativa de la función hepática. En las escasas series pediátricas publi-
cadas se ha observado una reducción de los niveles de GGT, FA y aminotrans-
ferasas con dosis altas de AUDC, pero no hay estudios randomizados y se
desconoce el efecto a largo plazo, aunque en algunos de estos estudios han
comprobado que el tratamiento con AUDC no impide la progresión de la
enfermedad. Estudios randomizados, doble ciego realizados en adultos
con dosis altas (20 mg/kg) de AUDC han comprobado mejoría bioquímica
y reducción de la progresión de las lesiones ductales, así como una posible
reducción del riesgo de desarrollo de un colangiocarcinoma.
La terapia inmunosupresora, combinada o no con AUDC, se ha utilizado
en niños con un cuadro solapado de HAI y CEP con resultados dispares. La
respuesta al tratamiento con corticosteroides (1-2 mg/kg/día), con o sin aza-
tioprina (1-2 mg/kg/día), es inicialmente satisfactoria, observándose mejo-
ría clínica y bioquímica al mejorar la inflamación del parénquima, pero es
ineficaz en el control de la progresión de la enfermedad biliar
El prurito es uno de los síntomas de la colestasis que más influyen en la
calidad de vida de estos pacientes. Los fármacos habitualmente empleados
para el tratamiento del prurito son las resinas, especialmente la colestirami-
na (0,5 mg/kg/día, en tres dosis). El colestipol es otra resina de la que se tiene
menos experiencia en niños, pero que supone una alternativa a la colestira-
mina. Clásicamente se ha utilizado el fenobarbital (3 mg/kg/día) como cole-
rético e inductor enzimático y puede ayudarnos en el tratamiento del pru-
rito. En pacientes que no responden al tratamiento convencional puede
resultar útil la terapia con rifampicina (10 mg/kg/día). Otras alternativas tera-
péuticas son los antihistamínicos, naloxona, metiltestosterona, plasmafére-
sis y luz ultravioleta.
c. Tratamiento de las estenosis. Las estenosis de la vía biliar intra y extrahepáti-
ca pueden agravar los síntomas de colestasis. Son frecuentes las estenosis del
conducto hepático común a nivel de la bifurcación o las localizadas en las dos
ramificaciones principales. La opción terapéutica es la dilatación con balón de
las zonas estenosadas, con o sin colocación de prótesis autoexpandibles, ya
sea por endoscopia (CPRE) o por abordaje percutáneo. El acceso endoscópi-
co permite además la realización de una esfinterotomía para mejorar el flujo
biliar y facilitar la salida de posibles concreciones biliares. El principal efecto
no deseado de estos procedimientos es la infección y la sepsis de origen biliar.
Estos procedimientos mejoran transitoriamente el cuadro colestático, pero no
hay evidencia de que impidan la progresión de la enfermedad.
d. Tratamiento de las complicaciones. Incluye el tratamiento antibiótico de las
colangitis agudas. Si los pacientes presentan colangitis recurrentes, se puede
plantear la profilaxis continuada con antibióticos, aunque su eficacia no está
comprobada. Otra de las complicaciones derivadas de la obstrucción biliar
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P. Urruzuno Tellería
RESUMEN
La CEP es un proceso inflamatorio crónico que afecta a la vía biliar intra
y/o extrahepática. Es poco frecuente, aunque no raro en los niños. Puede acom-
pañarse de fenómenos inmunológicos que sugieren una etiología autoinmune
aunque los mecanismos patogénicos no son totalmente conocidos. Habitual-
mente se asocia a otras enfermedades, en especial a la EII, y frecuentemente
presenta datos clínicos e histológicos que se solapan con la de una HAI. La cla-
sificación de las formas de presentación de la CEP no está consensuada. Clíni-
camente cursa como una colestasis y para el diagnóstico es esencial la com-
probación de las estenosis y dilataciones de la vía biliar mediante colangiografía,
obteniéndose cada vez mejor rendimiento con la colangio-resonancia magné-
tica. La fibrosis periductal es la lesión histológica característica, pero la mayo-
ría de las veces la histología es inespecífica. El tratamiento con AUDC y la
dilatación de las estenosis mejoran el cuadro clínico, pero no evitan la pro-
gresión a la cirrosis biliar, la descompensación hepática y la necesidad de un
trasplante hepático
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 465
INTRODUCCIÓN
Los tumores hepáticos primarios son raros en el niño, pues suponen el 1-2%
de todas las neoplasias infantiles si exceptuamos las leucemias y linfomas. De los
diversos tumores hepáticos los más frecuentes son el hepatoblastoma, el carci-
noma hepatocelular, el hemangioendotelioma y el hamartoma mesenquimal.
Estos dos últimos, junto con el hepatoblastoma, aparecen sobre todo en niños
menores de dos años de edad, y el 90% de los hemangioendoteliomas se pre-
sentan en los tres primeros meses de vida.
El diagnóstico se realiza en un gran número de casos por pruebas de ima-
gen (ecografía, TAC, RM), aunque a veces se precisa biopsia.
- Mesodérmicos:
* Sarcoma embrionario
* Rabdomiosarcoma
* Colangiocarcinoma
* Angiosarcoma
En este capítulo comentaremos los quistes y fundamentalmente los tumores
de especial relevancia, bien por su frecuencia o por su importancia clínica.
ADENOMA HEPÁTICO
Es raro en niños y suele ir asociado a enfermedades de depósito, anemia de
Fanconi, etc. Suele ser único, de gran tamaño, encapsulado y bien vasculariza-
do, y en dos tercios de los casos, subcapsular o profundo y de pequeño tamaño.
En ocasiones se describe antes del año de edad. Su mayor incidencia se da
en el niño mayor. Suele descubrirse cuando existe otra enfermedad asociada
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como glucogenosis tipo I, diabetes infantil tipo Mody 3 o más raramente, galac-
tosemia. En la anemia de Fanconi tratada con andrógenos suelen aparecer ade-
nomas múltiples a menudo revelados por un hemoperitoneo.
Tiene un potencial riesgo de malignización, por lo que en presencia de hepa-
titis B o C y elevación de la α-fetoproteína debería ser tratado como si fuera un
carcinoma hepatocelular.
La RM es el mejor método diagnóstico.
Los pequeños adenomas no requieren tratamiento, excepto si aumentan de
tamaño durante el embarazo. La resección está indicada también cuando miden
más de cinco centímetros, por el riesgo de rotura.
HAMARTOMA MESENQUIMAL
Ha sido descrito en la literatura con numerosos nombres: hamartoma mesen-
quimal quístico, linfangioma cavernoso, fibroadenoma solitario de células bilia-
res. Se presenta habitualmente antes de los 2 años de edad como una tumora-
ción palpable y ocasionalmente con ingurgitación de las venas de la pared
abdominal. Afecta más a los varones. Suele ser solitario y de localización prefe-
rente en el lóbulo derecho.
Histológicamente se compone de múltiples quistes rellenos de fluido muci-
noso claro y un estroma compuesto de ductus biliares, hepatocitos, mesénqui-
ma y múltiples ramas de venas portales. Dependiendo del grado de vasculari-
zación puede provocar, si tiene fístulas arteriovenosas grandes, una insuficiencia
cardíaca congestiva.
El diagnóstico se realiza mediante ecografía, donde se aprecian múltiples
quistes ecogénicos con un septo de separación. Si los quistes son muy peque-
ños, el tumor puede mostrarse como una masa única. En la TAC se aprecia una
masa multilocular, bien circunscrita, que contiene quistes de baja intensidad sepa-
rados por septos sólidos y estroma. El estroma y los septos pueden ser vascula-
res y ocasionalmente muestran captación del contraste, dando una imagen seme-
jante a la del hemangioendotelioma.
La α-fetoproteína puede estar variablemente elevada, planteándose un diag-
nóstico diferencial con el hepatoblastoma y precisándose en estos casos la prác-
tica de una biopsia para la confirmación diagnóstica.
El tumor tiene tendencia a crecer en los primeros meses para posteriormen-
te estabilizarse; en ocasiones regresa, mientras que en otras vuelve a crecer.
El tratamiento tradicional suele ser la extirpación y si no se puede se realiza
su enucleación o marsupialización.
HEMANGIOENDOTELIOMA
Es la neoplasia vascular hepática primaria más común en niños, y represen-
ta el 1-2% de todos los tumores hepáticos infantiles. La edad media de presen-
tación es a los 45 días de vida, siendo diagnosticados en más del 90% de los casos
en los primeros tres meses de edad. Es más frecuente en el sexo femenino y en
la raza blanca.
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HEPATOBLASTOMA
Es el cáncer primario hepático más frecuente en niños, constituyendo el 1%
de los cánceres totales en el niño: tras el neuroblastoma y el tumor de Wilms,
es el tercer tumor abdominal por orden de incidencia en la infancia. En el 80%
de los casos aparece antes de los 3 años de edad, siendo su incidencia de 0,5 a
1,5 casos por millón de niños hasta los 15 años, en Occidente. Al igual que el
hepatocarcinoma se le ha relacionado con diversas patologías como el síndrome
de Beckwith-Wiedemann, hemihipertrofia y poliposis adenomatoidea familiar
(Tabla I), barajándose la existencia de alteraciones genéticas predisponentes como
la pérdida de heterozigosidad 11p15, alteraciones en el cromosoma 5, etc., aún
no concluyentes. Otras situaciones predisponentes son el estado de portador cró-
nico del virus HB, la administración de drogas como andrógenos y metotrexato,
y algunas metabolopatías como el déficit de α-1-antitripsina y la tirosinemia tipo
I. Es más frecuente en varones y asienta más a menudo en el lóbulo derecho.
Suele debutar como una masa abdominal sin otros síntomas acompañantes.
La aparición de pérdida de peso, anorexia, vómitos y dolor abdominal indica
enfermedad avanzada. El Laboratorio suele mostrar anemia, leucocitosis mode-
rada y trombocitosis (> 500.000 mm3), secundaria al aumento de producción de
eritropoyetina inducida por la interleukina 1b segregada por las células del hepa-
toblastoma. Alrededor del 70% de los niños con un hepatoblastoma tienen muy
elevada la α-fetoproteína, un marcador inespecífico, pero que resulta muy útil
para monitorizar la efectividad del tratamiento, las recurrencias y la presencia de
enfermedad residual.
El diagnóstico de sospecha se hace por la historia clínica, la exploración y
pruebas de imagen, pero la biopsia es la que asegura el diagnóstico definitivo.
La ecografía orienta el diagnóstico: masa bien definida, hiperecogénica, sólida,
intrahepática y localizada en casi el 70% de los casos en el lóbulo derecho. La
TAC delimita mejor la masa, y si se administra contraste puede identificar la afec-
tación vascular. La RM permite asegurar la extensión segmentaria del tumor y
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(1)
Este sistema clasifica el tumor con arreglo a las siguientes características (clasificación T):
afectación ganglionar (única o múltiple), tamaño tumoral (≤ 2 o > 2 cm), invasión vascular
(sí o no), número de lóbulos hepáticos afectados (1 o > 1) y enfermedad extrahepática (sí o
no). Otras clasificaciones son la N, que define la presencia de afectación ganglionar (N0: no
afectación ganglionar regional; N1: sí afectación ganglionar regional), y la M, que se refiere a
la existencia o no de metástasis a distancia (M0: no metástasis; M1: sí metástasis).
El estadiaje del tumor se determina combinando la clasificación T con las clasificaciones N y M.
Puede aparecer como una masa única solitaria sobre todo en lóbulo hepático
derecho, como una lesión multicéntrica o como una afectación extensa del híga-
do. En la RM el tumor es hipointenso en T1 e hiperintenso en T2, apreciándo-
se una pseudocápsula fibrosa como una zona de baja señal rodeando el tumor.
Es obligado hacer radiografía y TAC torácicas para descartar metástasis.
El tratamiento también es semejante al del hepatoblastoma: al igual que
en este, la resección quirúrgica completa es un factor pronóstico favorable, pero
en el carcinoma hepático el pronóstico es menos esperanzador.
La experiencia del trasplante hepático es muy reducida y su papel muy con-
trovertido porque en la mayoría de los casos el tumor, en el momento de su
diagnóstico, está muy avanzado. Los criterios que se siguen son los mismos
que en los adultos (criterios de Milán), dada la escasa incidencia y experien-
cia en niños, y son los siguientes: no más de tres tumores de < 3 cm, o un solo
tumor de < 5 cm, estando en debate actualmente su indicación en tumores de
7 cm en hígados sanos: pese a todo lo dicho debería considerarse su realiza-
ción en pacientes con tumor irresecable y sin metástasis a distancia, ni inva-
sión vascular.
SARCOMA EMBRIONARIO
Supone la tercera neoplasia maligna de la infancia en cuanto a incidencia,
y del 9 al 15% de todos los tumores hepáticos en niños.
Suele presentarse como una gran masa difícil de resecar. Es un tumor de origen
mesenquimatoso, muy heterogéneo en cuanto a su aparición, lo que hace que su
diagnóstico anatomopatológico, en ocasiones, no sea fácil. También se le ha dono-
minado mesenquimoma maligno, rabsomiosarcoma hepático y fibromiosarcoma.
Se le considera predominantemente un tumor pediátrico, y se presenta habi-
tualmente de los 6 a los 10 años de edad. Suele manifestarse como distensión
abdominal secundaria a la gran hepatomegalia que produce, dolor abdominal,
vómitos o disnea.
El diagnóstico se hace fundamentalmente por estudio anatomopatológico,
aunque supone todo un reto incluso para los patólogos más expertos. La α-feto-
proteína y otros marcadores tumorales suelen ser negativos.
Existe una excelente correlación entre la aparición predominantemente sóli-
da aportada por la ecografía y los hallazgos histopatológicos. Sin embargo, la
TAC y RM muestran una imagen discordante, de aspecto quístico debido al
elevado componente mixoide de la matriz del tumor, que contiene mucopolisa-
cáridos ácidos hidrofílicos que atraen agua al interior del tumor, lo que condicio-
naría la menor captación de los tejidos blandos en la TAC y una hiperintensi-
dad en T2 en la RM. La administración de contraste ayuda a demostrar la naturaleza
sólida del tumor, recomendándose imágenes tardías, ya que de este modo se
observa un reforzamiento de la tumoración.
El diagnóstico diferencial se hará con el carcinoma hepatocelular, hepato-
blastoma, hamartoma mesenquimatoso, linfoma, adenoma hepático, abscesos
bacterianos y parasitarios y hematoma postraumático en resolución.
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RABDOMIOSARCOMA
Aunque puede asentar en el hígado o en el hilio hepático lo más frecuente
es que afecte al árbol biliar extrahepático.
Incide sobre todo en niños preescolares, y produce ictericia obstructiva, dolor
abdominal, vómitos y fiebre, por lo que puede inicialmente ser diagnosticado
erróneamente como un quiste de colédoco.
Como métodos diagnósticos destacan la ecografía y la TAC, aunque muchas
veces es precisa una biopsia.
El tratamiento consiste en la resección total de la masa, y cuando se prevea
que no será posible se administra quimioterapia previa: VP16, ifosfamida, vincris-
tina, adriamicina y ciclofosfamida. La radioterapia sobre la zona afecta constitu-
ye una opción cuando quedan restos tumorales.
COLANGIOCARCINOMA
Envuelve el árbol biliar intrahepático en niños con atresia biliar, enfermedad
de Caroli, fibrosis quística y colangitis esclerosante.
Su tratamiento será quirúrgico, siempre que se localice únicamente en los
ductus proximales.
ANGIOSARCOMA
Es muy poco frecuente, y afecta más al sexo femenino. La edad predominan-
te es de los 3 a los 5 años.
Ha sido descrito en niños que han sido tratados previamente de un heman-
gioendotelioma.
El tratamiento es quirúrgico.
LESIONES METASTÁSICAS
Es un dato a tener en cuenta a la hora de hacer el diagnóstico diferencial, ya
que puede tratarse de la metástasis de otro tumor intraabdominal. En este sen-
tido los tumores que dan más metástasis son el neuroblastoma y el tumor de
Wilms, seguidos de los linfomas y las leucemias.
Un cuidadoso estudio de imagen, además del uso de marcadores tumorales,
permitirán localizar el tumor primitivo.
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RESUMEN
Los tumores hepáticos son raros en niños, suponiendo menos del 2% de
todos los tumores infantiles. Pueden diagnosticarse de forma casual en una
exploración abdominal o tras una prueba de imagen realizada por otro moti-
vo. Se clasifican en únicos o múltiples y, por su naturaleza, pueden ser quísti-
cos o sólidos: los quísticos son generalmente benignos en tanto que los sóli-
dos pueden ser tanto benignos como malignos. Los sólidos benignos más
comunes son los hemangiomas, la hiperplasia nodular linfoide y el hamartoma
mesenquimal. Los tumores malignos pueden ser primarios o secundarios a una
metástasis de un tumor primario de otra localización. Todos los tumores pue-
den tener características patognómonicas en los distintos estudios de imagen,
pero en muchas ocasiones es necesaria la práctica de una biopsia para llegar al
diagnóstico definitivo. En cuanto al tratamiento depende de muchos factores,
como el aspecto, número de focos, sintomatología clínica, ciertos cambios que
pueden producirse en el tumor y, sobre todo, del riesgo de malignización. En
cualquier caso, en los tumores malignos el tratamiento consiste en su resec-
ción quirúrgic,a junto con la administración de quimioterapia o radioterapia,
y cuando aquella no sea posible por afectación de ambos lóbulos hepáticos
puede ser necesario un trasplante hepático. Y en lo que respecta a los tumores
benignos dependerá de cada caso: embolización, resección total, marsupiali-
zación, etc.
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Artículo excelente, muy completo y de reciente publicación, que aporta estudios novedosos
sobre la etiología y patogenia del tumor y estandariza con claridad los estadios del mismo,
haciendo hincapié en el valor del trasplante ortotópico en aquellos casos en los que esté
indicado el trasplante.
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FACTORES DE RIESGO
Contribuye al aumento de la prevalencia no solo disponer de métodos diag-
nósticos mejores, sino también la mayor supervivencia de pacientes con pato-
logías graves, como son los grandes prematuros, sepsis, enterocolitis necrotizan-
te, cirugía mayor y los trasplantes. Todas estas situaciones requieren ayuno
prolongado y nutrición parenteral total, que son factores de riesgo para la for-
mación de cálculos biliares. Las cefalosporinas de tercera generación y la furo-
semida están también asociadas a la formación de barro biliar. La ceftriaxona
causa la aparición de imágenes ecográficas de litiasis biliar en los 7 primeros días
de su utilización, en un 10% de los pacientes; suele ser asintomática y la litiasis
desaparece generalmente entre uno y tres meses después.
Existe una serie de enfermedades que predisponen al desarrollo de litiasis
biliar; las más frecuentes son las anemias hemolíticas crónicas, obesidad, fibrosis
quística y enfermedad de Crohn con afectación ileal. Friesen, en una serie de 693
niños, encuentra que la etiología se correlaciona con la edad, observando que
en los menores de un año, el 37% de los cálculos son idiopáticos; factores de
riesgo como la nutrición parenteral y la cirugía se daban en un porcentaje del
29% y la sepsis en un 15%. En preescolares, las enfermedades hepatobiliares y
la cirugía fueron las causas más frecuentes (28 y 21%), no encontrando etiolo-
gía en un 14%. En niños entre 6 y 11 años, el 23% tenían enfermedad hemolí-
tica, 8% obesidad, 5% cirugía y en un 4% eran idiopáticos.
Las complicaciones de la litiasis son la infección, la emigración del cálculo
al colédoco, con obstrucción total o parcial del flujo biliar, la impactación del cál-
culo en el cístico y en el esfínter de Oddi, produciendo pancreatitis.
TIPOS DE CÁLCULOS
Según su composición se clasifican en cálculos de colesterol y pigmentarios.
Los primeros tienen en su composición más del 50% de colesterol y el resto
lo componen proteínas, sales cálcicas, mucina u otros materiales. Son radiolúci-
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DIAGNÓSTICO
Las manifestaciones clínicas del llamado cólico biliar son dolor en hemiab-
domen superior derecho, irradiado a epigastrio o escápula, de características cóli-
cas y a menudo desencadenado por comida grasa; los niños mayores rara vez lo
refieren, aunque sí se observa en adolescentes. Los síntomas de litiasis biliar en
la infancia son inespecíficos, con dolor abdominal crónico o molestias de tipo dis-
péptico, frecuentemente con vómitos asociados al dolor. La ictericia solamente
se observa en situaciones de obstrucción del colédoco. La existencia de fiebre
obliga a descartar colecistitis.
El método diagnóstico más sensible y específico es la ultrasonografía. Median-
te ella se puede detectar la presencia de barro biliar o la existencia de cálculos
que se visualizan como objetos hiperecogénicos, que dejan sombra acústica. Con
esta exploración se puede determinar la localización y el tamaño de los cálcu-
los y el engrosamiento de la pared vesicular sugestivo de colecistitis. Esta técni-
ca, fácil, no invasiva ni costosa, debe realizarse rutinariamente en pacientes con
patologías o factores de riesgo asociados a litiasis biliar.
La radiografía simple de abdomen permite identificar los cálculos de alto con-
tenido en calcio. La colangiorresonancia es útil para las situaciones de dilatación
de la vía biliar extrahepática en las que la ecografía no permita la exploración del
extremo distal del colédoco. El funcionalismo de la vesícula se puede determinar
mediante gammagrafía con tecnecio o con ecografía en ayunas y tras ingesta de
comida grasa para valorar el vaciamiento.
TRATAMIENTO
La litiasis del niño tiene peculiaridades diferentes a las del adulto y existe poca
literatura sobre los procedimientos terapéuticos más idóneos. La decisión del tra-
tamiento debe hacerse teniendo en cuenta si hay o no síntomas, edad del pacien-
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Tratamiento médico
El tipo de cálculo influye en el tratamiento. El barro biliar y la litiasis de cál-
culos de colesterol (radiolúcidos) son susceptibles de disolverse con la adminis-
tración de ácidos biliares.
Puede emplearse el ácido ursodesoxicólico (AUDC) y el quenodesoxicólico.
La dosis de AUDC es de 15 a 20 mg/kg/día y la del quenodesoxicólico de 10
mg/kg/día. El AUDC se usa preferentemente por su mayor rapidez y eficacia en
su actuación, su buena tolerancia y sus menores efectos secundarios, salvo la dia-
rrea, que puede aparecer en un porcentaje inferior al 7%.
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Litotricia
Utiliza ondas de choque que desintegran los cálculos. Los mejores resultados
se obtienen en los cálculos radiolúcidos y únicos, de tamaño entre 20 y 30 mm, en
pacientes sintomáticos, siempre que tengan la vesícula funcionante y cístico paten-
te. Habitualmente se asocia a terapia con AUDC, antes y después de la litotricia.
La técnica tiene pocos efectos secundarios (3-5%), a veces derivados de la
misma y otras de la eliminación del cálculo fraccionado, como colecistitis, pan-
creatitis y colestasis. Presenta una tasa de recurrencias en torno al 9% durante el
primer año. Su uso no está recomendado en niños. En pediatría debe plantear-
se para casos muy concretos, como pueden ser pacientes sintomáticos con cál-
culo único, radiotransparente y con enfermedad de base grave que contraindi-
que la colecistectomía.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento definitivo de la litiasis consiste en la colecistectomía. Actual-
mente la colecistectomía laparoscópica permite la resolución definitiva de la litia-
sis mediante cirugía mínimamente invasiva, sin los inconvenientes y con compli-
caciones menores que la cirugía tradicional. Es una intervención fácil en cirujanos
entrenados en técnicas laparoscópicas. En el niño se realiza con solo tres tróca-
res de 4 mm que apenas destruyen el músculo de la pared intestinal. El postope-
ratorio es muy corto y en 24 horas el niño puede integrarse a su entorno fami-
liar. El índice de complicaciones es muy bajo en manos expertas.
Además, la laparoscopia permite solucionar otras patologías concomitantes
como la hernia inguinal o realizar una esplenectomía en situaciones de hiperes-
plenismo, asociación frecuente en los pacientes con enfermedades hemolíticas.
Las indicaciones correctas de colecistectomía serían:
1. Pacientes de cualquier edad con sintomatología clara de colecistitis por litia-
sis, consistente en ictericia, fiebre y dolor en hipocondrio derecho. La ten-
dencia actual es a realizar la colecistectomía precozmente, en la primera
semana, sin esperar a que transcurran 6 semanas como se recomendaba
anteriormente. El tratamiento de las colecistitis moderadas o graves incluye
el empleo de antibióticos, principalmente una cefalosporina de 3ª genera-
ción, junto con metronidazol, reservando el meropenem para los casos
con mala evolución.
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¿Observación? Colecistectomía
Figura 1. Algoritmo de tratamiento de la litiasis biliar. Las vías líneas discontinuas requieren
valoración individual. (Modificado de Jaward J. World J Surg 1998).
2. Niños mayores de 4-5 años con sintomatología más larvada, como dolor
abdominal crónico, si presentan cálculos radioopacos o si existen factores de
riesgo asociados, especialmente enfermedades hemolíticas, en las que el ries-
go de litiasis y de complicaciones se incrementa con la edad. No se reco-
mienda la cirugía en niños menores de 4 años asintomáticos o con síntomas
inespecíficos (Fig. 1).
RESUMEN
Existe un aumento de la prevalencia de litiasis biliar en niños, debido a un
mejor diagnóstico por la ecografía y mayor supervivencia de los pacientes con
patologías graves de base. Los factores de riesgo en la infancia son fundamen-
talmente el ayuno prolongado y la nutrición parenteral. Otras situaciones pato-
lógicas que predisponen a la formación de cálculos son: cirugía mayor, cardía-
ca o abdominal, prematuridad, colestasis crónicas, sepsis, trasplantes de órganos,
enfermedades hemolíticas, fibrosis quística y enfermedad de Crohn con afecta-
ción ileal. En muchas ocasiones, sobre todo en la primera infancia, la litiasis es
idiopática. La composición de los cálculos es diferente a la de los adultos, predo-
minando los pigmentarios y con sales cálcicas. En el niño pequeño no se obser-
van los síntomas típicos de cólico biliar, siendo más habituales el dolor abdomi-
nal crónico, a menudo con vómitos asociados al dolor, o dolores de tipo dispéptico.
Las litiasis asintomáticas sin factores de riesgo, que se descubren como hallaz-
go casual, no requieren tratamiento médico ni quirúrgico y en ellas se puede
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adoptar una actitud expectante con controles periódicos. Los niños pequeños
menores de 4-5 años, asintomáticos u oligosintomáticos con cálculos peque-
ños y radiolúcidos deben tratarse con AUDC. Los niños sintomáticos son subsi-
diarios de colecistectomía programada para evitar complicaciones, al igual que
los niños mayores con cálculos duros y factores de riesgo, aunque presenten esca-
sa sintomatología. La técnica de elección es la colecistectomía laparoscópica. Las
complicaciones requieren colecistectomía, en el caso de colecistitis, o extracción
del cálculo por colangiopancreatografía retrógrada endoscópica o radiología
intervencionista, en el caso de pancreatitis.
BIBLIOGRAFÍA
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Revisión sistemática de cinco ensayos que incluyen 451 pacientes con colecistitis aguda,
comparando los riesgos y beneficios de la colecistectomía laparoscópica temprana (menos
de siete días del inicio de los síntomas) versus la colecistectomía laparoscópica tardía (más
de seis semanas después del ingreso). Un 17,5% de los pacientes del grupo de tratamien-
to tardío precisó colecistectomía de urgencia debido a colecistitis no resuelta o recurrente.
La estancia hospitalaria total del grupo de tratamiento temprano fue menor, y no se obser-
varon diferencias significativas en la morbilidad entre ambos grupos, incluyendo la inciden-
cia de infecciones ocasionadas por la cirugía. Se concluye que la colecistectomía tempra-
na durante la colecistitis aguda parece segura y acorta la estancia hospitalaria.
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Se trata de una excelente revisión, con amplia bibliografía de la litiasis biliar en los niños,
dentro de un capítulo dedicado a la patología vesicular. Señala las diferencias con respec-
to a los adultos en la composición de los cálculos y los factores de riesgo. Establece pau-
tas de tratamiento y señala las diversas opciones del tratamiento médico y quirúrgico, sobre
la base de los estudios multicéntricos de los grupos de trabajo para la litiasis de adultos y
de las series pediátricas publicadas.
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Describe la experiencia acumulada de las 100 primeras colecistectomías laparoscópicas
pediátricas: indicaciones de esta técnica, tiempo de duración de la intervención y compli-
caciones asociadas, tanto de la cirugía electiva como de la urgente. Concluyen que es
una técnica segura. No se pronuncian acerca de la realización de la colangiografía ruti-
naria.
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Se describen 12 pacientes diagnosticados de litiasis antes del primer año de vida. El diag-
nóstico más precoz se realizó intraútero. Las asociaciones más frecuentes encontradas fue-
ron prematuridad en 7, enterocolitis necrotizante en 3 e intestino corto por resección intes-
tinal en 2. El factor de riesgo más frecuente de litiasis fue la nutrición parenteral, que recibieron
8 de los 12 niños. Un tercio de los pacientes eliminó espontáneamente los cálculos. Dos
pacientes presentaron cólico biliar en los 2 primeros años y fueron colecistectomizados, los
restantes permanecieron asintomáticos por un período de seguimiento de 2 a 6 años.
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Estudio retrospectivo de 28 niños con litiasis biliar y 65 con barro biliar. Encuentran litia-
sis idiopáticas en el 23% y asociación a enfermedad hemolítica en el 39%. Los factores de
riesgo para la litiasis variaron con la edad al igual que la sintomatología clínica. En el grupo
de pacientes con barro biliar encuentran asociación con la nutrición parenteral, la duración
de la misma y la administración de antibióticos. El barro biliar se formó y desapareció en
pocos días. En el grupo de litiasis las complicaciones ocurrieron en un 14% de los pacien-
tes del grupo sintomático. Para los autores, el barro biliar es un proceso dinámico que no
predispone a litiasis.
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INTRODUCCIÓN
El término “colestasis” define la presencia de una alteración en el flujo biliar.
Se caracteriza por la retención de bilirrubina, ácidos biliares y otros componen-
tes de la bilis.
Los recién nacidos y lactantes sanos presentan una alteración de flujo biliar fisio-
lógica hasta que se completa la maduración anatómica y funcional del hígado en
la vida postnatal. Esa inmadurez justifica que las enfermedades hepáticas que
inciden a esa edad desencadenen ictericia como principal manifestación clínica y
que patologías extrahepáticas de suficiente gravedad (shock, cardiopatía, sepsis,
etc.) puedan ir acompañadas de una colestasis en el recién nacido o lactante.
El término colestasis del lactante se refiere a un síndrome clínico común de
ictericia e hipocolia que motiva la consulta médica y en el que debe investigar-
se la hepatopatía causal. El diagnóstico diferencial de las diferentes entidades
puede ser difícil, ya que a menudo se solapan los rasgos clínicos, bioquímicos e
histológicos.
Aunque no puede generalizarse, debido a la diversidad de causas de enfer-
medad colestática en el niño, algunas de ellas susceptibles de un tratamiento efi-
caz, debe considerarse que no son procesos benignos, ya que la mayoría ocasio-
nan disfunción hepática crónica, con alteración de la calidad de vida o necesidad
de trasplante hepático.
DEFINICIÓN
Síndrome de disfunción hepática con alteraciones en el flujo biliar, definido
analíticamente por elevación de ácidos biliares séricos y de bilirrubina directa
(> 2 mg/dl) en sangre.
PRESENTACIÓN CLÍNICA
Cuadro de ictericia con decoloración parcial (hipocolia) o total (acolia) de las
deposiciones y coluria. Bioquímicamente el rasgo diferencial es la hiperbilirrubi-
nemia directa o conjugada (bilirrubina directa mayor de 2 mg/dl o mayor del
20% de la cifra de bilirrubina total), junto con la elevación de los ácidos biliares
en suero. Debe descartarse una colestasis, mediante determinación de la cifra de
bilirrubina directa, en todo recién nacido con ictericia prolongada (más de 15
días).
En la mayoría de las ocasiones son entidades que debutan en el período neo-
natal o durante el primer año de vida, bien por tener algunas de estas causas
un trasfondo genético o por cierta “predisposición” (inmadurez hepática anató-
mica y funcional).
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INCIDENCIA
La incidencia estimada de colestasis neonatal es de 1/5.000 recién nacidos.
La causa más frecuente en niños con patología neonatal importante (prematuri-
dad, etc.) sería la inmadurez hepática asociada a diferentes noxas (cardiopatía,
infección, cirugía, nutrición parenteral, etc.). En el recién nacido o en el lactan-
te sin patología neonatal las causas más frecuentes son, de mayor a menor fre-
cuencia: atresia biliar extrahepática, déficit de α1-antitripsina, síndrome de Ala-
gille y colestasis intrahepática familiar progresiva (CIFP).
CLASIFICACIÓN ETIOLÓGICA
Debido a la ya referida “predisposición” del recién nacido y lactante para
desarrollar una colestasis, son muchas las posible entidades clínicas que la pue-
den producir (Tabla I).
Incidencia
La incidencia en Europa es de 1/18.000 recién nacidos vivos.
Etiología
Etiología desconocida. No hereditaria. Reconocidos dos fenotipos clínicos,
la forma embrionaria o sindrómica (10-20%) que asocia anomalías (poliesplenia,
situs inversus, malrotación intestinal, porta preduodenal, anomalías cardiológicas
y vasculares) y la forma perinatal o adquirida (80-90%) con dos mecanismos
patogénicos diferentes. En la embrionaria, se sugiere una alteración en la morfo-
génesis de la vía biliar causada por anomalías en diferentes genes. En la perina-
tal, la agresión al epitelio biliar por un insulto perinatal (viral o no) desencadena-
ría una respuesta inmune con desarrollo progresivo de inflamación y de fibrosis
de la vía biliar extrahepática, del parénquima hepático y de la vía intrahepática.
Cuadro clínico
Cuadro clínico característico, con recién nacido a término de peso y aspec-
to normales que desarrolla ictericia con hipoacolia de inicio entre las 2 y 6 sema-
nas de vida, con hepatomegalia firme y posterior esplenomegalia y buen estado
general. Suele existir una fase inicial en la que las deposiciones todavía tienen
color antes de la obliteración completa de la vía biliar. En la evolución espontá-
nea, a partir de los 2-3 meses, van apareciendo signos de hipertensión portal
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Datos de laboratorio
Presentan un patrón de colestasis con aumento de bilirrubina directa, GGT
habitualmente superior a 300 UI/L y aumento de la fosfatasa alcalina. Habitual-
mente se acompaña de ligera elevación de transaminasas (ALT/AST) como dato
de necrosis celular. No se asocian datos de fallo hepático.
Diagnóstico
Debe ser siempre considerado ante cuadro clínico sugestivo de acolia con
hepatomegalia en recién nacido o en el lactante pequeño con ictericia. Apoyan
su diagnóstico la ausencia de excreción intestinal en gammagrafía hepática pre-
via administración de fenobarbital (5 mg/kg/día durante 3 días) y hallazgos com-
patibles en la biopsia hepática (colestasis, proliferación ductal y fibrosis portal)
y lo confirma una laparotomía exploradora con visión directa de la vía biliar y
realización intraoperatoria de colangiografía. Por este motivo debe realizarse dicha
intervención en todo recién nacido con acolia mantenida en el que no se confir-
me claramente otra posible etiología.
Tratamiento
El tratamiento de la atresia biliar es quirúrgico con derivación del flujo biliar
mediante portoenterostomía (técnica Kasai) entre el inicio de la vía biliar intra-
hepática permeable y un asa de yeyuno (en “Y” de Roux intestinal para restable-
cer la continuidad intestinal y disminuir la posibilidad de reflujo del contenido
intestinal a la vía biliar).
La complicación más frecuente es la aparición de colangitis aguda bacte-
riana; por ello, se recomienda en el postoperatorio inmediato la antibioterapia
parenteral, que suele ser sustituida posteriormente por antibióticos orales duran-
te el primer año de vida. Algunos niños con episodios repetidos de colangitis
requieren una pauta de profilaxis antibiótica mantenida. No existe consenso sobre
la utilidad en el empleo de corticoides. El tratamiento médico de sostén y el apoyo
nutricional es común al resto de patologías que cursan con colestasis crónica. Se
basa en la utilización de fármacos favorecedores del flujo biliar (fenobarbital, ácido
ursodeoxicólico), vitaminas liposolubles, extractos pancreáticos, así como en la
prevención y tratamiento de las infecciones intercurrentes y las complicaciones
derivadas de la afectación de la función hepática (Tabla II).
Pronóstico
Son prioritarios el diagnóstico y tratamiento precoces (antes del mes y medio
o dos meses de vida de cara a obtener el restablecimiento del flujo biliar). Sin
cirugía la mortalidad estimada es del 100% antes de los 3 años de vida por
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Factores pronósticos
Edad de la cirugía. Es el factor pronóstico más importante. La cirugía reali-
zada antes de las 8 semanas de vida se correlaciona con tasas de hasta un 70%
de restablecimiento de flujo biliar frente a un 30% en los niños operados entre
las 8 y 12 semanas de vida. A partir de los tres meses de vida los resultados son
desalentadores, sin que se consiga restablecer el flujo biliar y con daño hepáti-
co progresivo.
Restablecimiento del flujo biliar tras la cirugía. El descenso de ictericia con
heces coloreadas o la desaparición de la ictericia son los factores que más fiable-
mente se relacionan con un mejor pronóstico a medio y largo plazo.
El factor modificable que mayor influencia presenta en el pronóstico es la
experiencia del centro quirúrgico, mejores resultados descritos tras la centraliza-
ción de casos.
La forma anatómica completa de atresia y la forma sindrómica (con asocia-
ción de malformaciones esplénicas) se asocian a peor pronóstico.
Histología. La presencia de cirrosis y la escasez o ausencia ductal a nivel del hilio
hepático son factores pronóstico desfavorables. El diámetro de los conductos bilia-
res en la porta hepatis < 150 µ conlleva peor pronóstico (controvertido).
Epidemiología
Patrón de herencia autosómico dominante al menos en el 40-50% de los
casos, pero con una gran variabilidad en su expresión clínica. En el resto de los
pacientes, al no tener ningún antecedente familiar, se considera debido a muta-
ciones de novo. Es muy frecuente la repetición del síndrome de Alagille en los her-
manos de un niño afecto, aunque difieran en la gravedad.
Etiopatogenia
Se ha localizado el defecto genético en dos genes diferentes. En la mayoría
de los casos (alrededor del 90%) se han identificado mutaciones en el gen JAG 1,
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Clínica
La colestasis de inicio neonatal o en el lactante pequeño cursa en un 80% de
los casos con ictericia, coluria, hipocolia, hepatomegalia y retraso en el desarro-
llo, con aparición posterior de prurito intenso y xantomas. En otros pacientes los
síntomas de hepatopatía aparecen pasado el período de lactante, generalmente
con prurito leve o moderado y subictericia fluctuante. Estas formas menos gra-
ves de afectación hepática pueden detectarse tras consultar por la afectación de
otros órganos.
Analítica
Hiperbilirrubinemia y elevación de ácidos biliares séricos, hipercolesterole-
mia y elevación de GGT y transaminasas (moderada). Con suplementos de vita-
mina K la coagulación es normal.
En ausencia de tratamiento, la intensa colestasis da lugar a raquitismo, frac-
turas de repetición, retinopatía pigmentaria, arreflexia, estrabismo, malnutrición
grave y sangrado por deficiencia de vitamina K. Aun con el tratamiento médico
de la colestasis el crecimiento en talla es inferior al normal, son frecuentes la osteo-
porosis, las fracturas patológicas y los signos menores de deficiencia de vitami-
na E.
Diagnóstico
El diagnóstico de certeza se realiza cuando el paciente tiene al menos tres de
los siguientes rasgos: escasez de conductos biliares interlobulares en la biopsia
hepática (pueden no ser aun evidente en el lactante pequeño), estenosis peri-
féricas de arteria pulmonar, embriotoxon posterior, vértebras en mariposa, facies
peculiar o antecedente familiar. Empieza a estar disponible la posibilidad de diag-
nóstico genético bien mediante secuenciación completa del gen JAG1 o búsque-
da dirigida de la mutación familiar si esta es conocida o bien mediante técnicas
más sencillas de citogenética molecular, como hibridación in situ, aunque solo
son eficaces en solamente el 7% de casos con deleciones completas de dicho
gen.
Tratamiento
No tiene tratamiento específico. El tratamiento con fenobarbital, resincoles-
teramina, ácido ursodeoxicólico y vitaminas mejora la evolución espontánea de
la enfermedad disminuyendo la intensidad de los síntomas (Tabla II). Están des-
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critos casos con mejoría parcial de los síntomas mediante la derivación parcial,
externa de la bilis.
En un pequeño porcentaje de niños afectos de síndrome de Alagille existe
acolia refractaria al fenobarbital y se comprueba mediante laparotomía la exis-
tencia de atresia de la vía biliar extrahepática. La enfermedad, a pesar de realizar
una portoenteroanastomosis, tiene una evolución diferente a la atresia biliar extra-
hepática. Según la experiencia de algunos autores, la mayoría de los niños con
colestasis intrahepática sindrómica asociada a atresia biliar intervenida precisa-
rán un trasplante hepático precoz.
Pronóstico
Hasta un 50% de los niños tienen una colestasis grave que precisa la realiza-
ción de trasplante antes de la edad adulta y en un tercio de ellos se añaden sig-
nos de hipertensión portal o insuficiencia hepatocelular.
El pronóstico vital por la hepatopatía es mejor en los casos de inicio tardío
y en los pacientes cuya hepatopatía fue detectada dentro de un estudio sistemá-
tico de los familiares. A lo largo de la adolescencia pueden remitir el prurito y la
hiperlipemia. No obstante, aproximadamente en un 15% será necesario un tras-
plante hepático.
Incidencia
Representa entre un 10-15% de las causas de colestasis y aproximadamen-
te un 10% de las indicaciones de trasplante hepático en la infancia. Especial inci-
dencia en determinados grupos étnicos. En la mitad de los casos existe antece-
dente familiar o consanguinidad.
Etiopatogenia
Se han identificado varios subtipos, clásicamente se agrupan según cifra nor-
mal o elevada de GGT, CIFP con GGT normal (CIFP 1 y 2), con GGT elevada
(CIFP3):
• CIFP 1: mutaciones en el gen ATP8B1, localizado en cromosoma 18, ocasio-
na un defecto de la proteína FIC1 (translocadora de aminofosfolípidos). El
gen tiene expresión hepática y extrahepática (fundamentalmente en intes-
tino, páncreas, riñón). Mecanismo patogénico complejo no bien definido
todavía, parece existir una alteración en los mecanismos de regulación de
síntesis y transporte de sales biliares a nivel hepatocitario e intestinal. Feno-
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Cuadro clínico
Las CIFP 1 y 2, debutan como colestasis neonatal o en el período de lac-
tante, desarrollo de prurito intenso en los primeros meses de vida discordante
con el grado de ictericia. La ictericia puede cursar en brotes. Hepatomegalia gran-
de y firme y esplenomegalia poco marcada. Deterioro nutricional y retraso de
talla llamativos. En la CIFP 1 existen manifestaciones extrahepáticas como dia-
rrea precoz crónica, pancreatitis y retraso de crecimiento marcado; evolucio-
nan a cirrosis en 1º década. En la CIFP 2 no hay manifestaciones extrahepáti-
cas, es frecuente la aparición de litiasis biliar; evolución más grave que la CIFP 1
con desarrollo precoz de insuficiencia hepática (en los primeros 3 años).
La presentación como colestasis neonatal de la CIFP 3 es superponible a la
atresia biliar extrahepática, con ictericia y acolia, lo que motiva la realización de
laparotomía exploradora en un gran número de pacientes; evolución con pru-
rito menos intenso que en CIFP con GGT normal y con desarrollo precoz de hiper-
tensión portal.
Analítica. Histología
Analítica con hiperbilirrubinemia, GGT y colesterol normales (CIFP 1 y 2) o ele-
vados (CIFP 3). Biopsia hepática inespecífica con colestasis canalicular, la ductopenia
es frecuente en la CIFP 1 y la transformación gigantocelular en la CIFP 2. La biopsia
en la CIFP 3 es semejante a la de la atresia, con proliferación ductal y fibrosis.
Diagnóstico
Se han producido grandes avances en el diagnóstico de estas enfermedades,
con el desarrollo de técnicas de inmunohistoquímica en tejido hepático y de aná-
lisis de mutaciones. El diagnóstico preciso debería basarse en la identificación de
mutaciones en los respectivos genes, pero en la práctica clínica este método es
caro y laborioso. La ausencia de expresión de BSEP en tejido hepático por téc-
nicas de inmunohistoquímica confirma el diagnóstico de CIFP 2; en el caso de
CIFP 3, la inmunohistoquímica permite identificar a más de la mitad de los pacien-
tes, que no expresan MDR3, pero su expresión normal no descarta la enferme-
dad (proteínas no funcionales). En estos últimos pacientes y en los pacientes con
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Tratamiento
El tratamiento médico es el habitual de la colestasis. En los pacientes con
CIFP tipo 1 el trasplante hepático se indica por mala calidad de vida (prurito) y
cirrosis, pero el curso postrasplante es complicado, con ausencia de catch-up de
crecimiento, diarrea crónica y esteatosis del injerto; recientemente se ha descri-
to que hasta el 50% de estos pacientes podrían beneficiarse de la derivación biliar
parcial mediante anastomosis de asa yeyunal de vesícula biliar al exterior. En el
caso de CIFP 2, la indicación de trasplante es por insuficiencia hepática; se han
descrito también buenos resultados con la derivación biliar externa. Hasta un
30% de los pacientes con CIFP 3 responden a dosis elevadas de ácido ursodeo-
xicólico (30 mg/kg/día), los pacientes con mutaciones graves no tienen respues-
ta y el trasplante hepático es el tratamiento indicado.
Déficit de alfa1-antitripsina
Incidencia
Afecta a 1:2.000 recién nacidos vivos, de los cuales entre un 10-20% desa-
rrollará una hepatopatía de grado variable durante la infancia.
Etiopatogenia
Una mutación en el cromosoma 14 condiciona la producción de una a1-anti-
tripsina anómala con acúmulo intrahepatocitario como posible mecanismo pato-
génico. Existen varios fenotipos; el PiZZ es el que se asocia con más frecuencia
al déficit marcado y a la enfermedad.
Clínica
En el 50% de los casos debuta la hepatopatía como una colestasis en los pri-
meros meses de vida con hipocolia e incluso acolia y sin coagulopatía. Es frecuen-
te el antecedente de bajo peso al nacimiento.
Diagnóstico
Diagnóstico de sospecha con cifra baja de a1-antitripsina en sangre (menor
de 100 mg/dl) y confirmación mediante determinación de fenotipo compati-
ble (PiZZ) por electroforesis y demostración por inmunohistoquímica de acúmu-
lo de a1-antitripsina en tejido hepático.
Tratamiento
No existe tratamiento específico. Evolución con desaparición de la ictericia
en la mayoría de los casos de debut colestático, aunque un 60-70% de ellos pre-
cisará trasplante hepático antes de los 15 años.
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Enfermedades metabólicas
Diferentes metabolopatías pueden producir una colestasis de inicio precoz,
aunque no suele ser esta el síntoma predominante, sino otros hallazgos como:
• Fallo hepático con déficit de actividad de protrombina (< 60%) que no se
corrige tras administración de vitamina K (2 mg vía intravenosa o intra-
muscular durante 2-3 días), hipoglucemia, colinesterasa baja, etc.
- Tirosinemia: diagnóstico tras la realización de perfil de aminoácidos en
sangre y orina (elevación de Tyr y Phe no específicas) y succinil-aceto-
na en orina (elevación específica en tirosinemia). Tratamiento con res-
tricción dietética a la necesidades mínimas de Phe y Tyr y administración
de NTBC (1 mg/kg/día). Trasplante hepático si no existe respuesta en 2-
3 semanas.
- Galactosemia: diagnóstico mediante cuantificación de actividad de galac-
tosa 1-P-uridil-transferasa en hematíes (no valorable si se ha producido
recientemente una transfusión de concentrado de hematíes). Tratamien-
to con exclusión dietética de lactosa.
- Fructosemia: sospecha clínica ante el rechazo tras introducción en la
dieta. Confirmación mediante biopsia hepática y determinación de fruc-
tosa 1 P-aldolasa. Tratamiento con exclusión dietética de fructosa, saca-
rosa y sorbitol.
• Hepatoesplenomegalia:
- Glucogenosis (I y III).
- Enfermedades de depósito liposomal.
- Niemann-Pick A y C.
- Enfermedad de Wolman: clínica con diarrea. Radiografía abdomen/eco-
grafía con calcificación de suprarrenales. Diagnóstico con determinación
de lipasa ácida en biopsia de piel. No existe tratamiento disponible.
- Hemocromatosis neonatal: enfermedad de probable inicio en período
fetal y base aloinmune (enfermedad materna con afectación fetal). Clíni-
ca bastante característica con fallo hepático y signos de hepatopatía evo-
lucionada (hepato-esplenomegalia, ascitis, lesiones de fibrosis intensa/cirro-
sis) desde los primeros días o semanas de vida). Diagnóstico de sospecha
tras cuantificación de ferritina e índice de saturación de transferrina en
suero (ambas muy elevadas). Confirmación mediante biopsia hepática
(infrecuente que sea factible por alteración de coagulación) o biopsia
de glándulas salivales en la mucosa oral. Tratamiento de sostén con antio-
xidantes y plasmaféresis. Trasplante hepático inmediato.
Fibrosis quística
Infrecuente desarrollo de colestasis neonatal (2% de los casos de esta enfer-
medad). Diagnóstico: (ver capítulo correspondiente a esta enfermedad). El tra-
tamiento es el común a todas las colestasis (Tabla II) y ácido ursodeoxicólico (15-
20 mg/kg/día) que, aunque mejora los parámetros bioquímicos de disfunción
hepática, no se ha demostrado que evite la evolución a cirrosis.
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Otras etiologías
• Errores innatos en metabolismo de ácidos biliares: ausencia de síntesis de áci-
dos biliares primarios por diferentes déficit enzimáticos (4-3 oxosteroide 5
β-reductasa, 3 β-hidroxi-5C27 deshidrogenasa, etc.). Se puede realizar el
diagnóstico de confirmación al detectarse metabolitos específicos en orina
mediante espectrometría de masas. Tratamiento eficaz con ácido ursodeo-
xicólico y ácido biliar primario.
• Enfermedad de Zellweger (ausencia de peroxisomas).
• Linfohistiocitosis hemofagocítica.
Anamnesis
Antecedentes de interés:
• Familiar: consanguinidad (CIFP, metabolopatía, síndorme de Niemann-Pick).
Padres o hermanos con cardiopatía, nefropatía, voz atiplada y/o alteraciones
del fenotipo facial (síndrome de Alagille). Antecedente de hermanos falleci-
dos en período neonatal: galactosemia, tirosinemia, hemocromatosis.
• Embarazo: prurito (raro: CIFP), seroconversión, TORCH, sífilis (hepatitis neo-
natal).
• Parto: pretérmino (colestasis por inmadurez), distocia grave (colestasis por
hipoxia-isquemia). Alteraciones de la placenta (edematosa: hemocromato-
sis neonatal).
• Neonatal inmediato:
- Peso del recién nacido: bajo (síndrome de Alagille, déficit de α1-antitrip-
sina, infección connatal).
- Meconio: retraso eliminación/íleo meconial (fibrosis quística).
- Alimentación: con fructosa (intolerancia hereditaria), con lactosa (galac-
tosemia).
- Pruebas metabólicas de cribado: anormales (Phe: tirosinemia, T4: hipo-
tiroidismo). No siempre detectan tirosinemia. El panhipopituitarismo no
se manifiesta con aumento de TSH.
- Otros antecedentes patológicos: nutrición parenteral, hipoxia, infec-
ción.
Exploración física
• Estado general: afectado (infecciones TORCH o bacterianas, galactosemia,
tirosinemia, intolerancia a fructosa, fallo por virus, hemocromatosis neona-
tal). No afectado en otras causas.
• Color de ls heces: la acolia obliga a descartar atresia biliar, pero puede darse
en otras (otras obstructivas, Alagille, déficit α1-antitripsina, fibrosis quística).
• Hígado: grande (común a cualquier etiología salvo al fallo agudo viral por
necrosis).
• Consistencia del hígado: aumentada (atresia biliar).
• Esplenomegalia (atresia biliar, déficit de α1-antitripsina, TORCH, síndrome
de Niemann Pick, sepsis).
• Fenotipo peculiar (síndrome de Alagille, TORCH, hipopituitarismo, cromo-
somopatía, síndfome de Zellweger).
• Otros: soplo cardíaco (síndrome de Alagille, atresia biliar, TORCH, cromoso-
mopatía), situs inversus torácico/abdominal (< 10% atresia biliar), quistes
renales y cerebrales (síndrome de Zellweger).
Analítica
• Pruebas de valoración clínica: hemograma, AST, ALT, bilirrubina total y direc-
ta, albúmina, colesterol, fosfatasa alcalina, GGT, glucosa, colinesterasa,
coagulación, iones.
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Pruebas de imagen
• Ecografía: identifica una posible malformación en la vía biliar (quiste) o barro-
litiasis. En la atresia biliar suele aparecer normal o vesícula pequeña. En per-
foración idiopática de la vía biliar: ascitis (bilis).
• Gammagrafía hepatobiliar (HIDA): debe realizarse tras varios días de induc-
ción con fenobarbital. La excreción intestinal del trazador en 24 horas des-
carta la atresia biliar. Las alteraciones de la captación hepática (pobre, irre-
gular) sugieren una hepatitis neonatal o colestasis intrahepática. Extravasación
de trazador: perforación idiopática.
Biopsia hepática
TRATAMIENTO
PRONÓSTICO
• Excelente (evolución hacia la normalidad con tratamiento): inmadurez, por
nutrición parenteral transitoria, por hipoxia o hipoperfusión, galactosemia,
intolerancia a la fructosa, infección bacteriana, hipopituitarismo, litiasis, bilis
espesa, malformaciones de la vía biliar, perforación idiopática de la vía biliar,
hepatitis infecciosa congénita y neonatal idiopática.
• Habitual a hepatopatía crónica: atresia biliar, síndrome de Alagille, CIFP, défi-
cit de α1-antitripsina, tirosinemia tipo I, fibrosis quística. Son patologías sus-
ceptibles de trasplante hepático.
• Grave: hepatitis fulminante viral, hemocromatosis, enf. de Wolman, tirosine-
mia. Puede precisar trasplante hepático urgente en el neonato o lactante.
Cualquier colestasis no tratada adecuadamente puede originar morbus hemo-
rrágico (posible secuela neurológica).
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BIBLIOGRAFÍA
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lestasis: Summary of an American Association for the study of liver diseases single-topic
conference. Hepatology 2005; 42: 222-235.
Resumen de la Conferencia de la Asociación Americana para el estudio del hígado cele-
brada en septiembre de 2004 y centrada en los avances moleculares sobre las colestasis
intrahepáticas, con la presentación de una propuesta de clasificación de estos trastornos
basada en dichos avances. Expone el conocimiento actual sobre los sistemas de transpor-
te de la membrana canalicular y sobre los circuitos moleculares que controlan la morfogé-
nesis de la vía biliar.
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Guía en la que se aborda la evaluación inicial del recién nacido ictérico con el fin de iden-
tificar precozmente al paciente colestásico y evitar el retraso en el diagnóstico de la atresia
biliar. Revisión de la sensibilidad y especificidad de las pruebas complementarias emplea-
das para el diagnóstico de la atresia biliar (biopsia hepática, ecografía, HIDA…).
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Completa revisión sobre la atresia biliar, abordando la patogenia, las características clíni-
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ETIOLOGÍA
La etiología depende de la edad. El 45% de casos, según las series, no tienen
etiología definida y se agrupan bajo el denominador de hepatitis noA-noE, la más
frecuente en edad pediátrica. En la Tabla I se recogen las causas más frecuentes.
Infecciones
Son la causa más frecuente de FHA de etiología conocida, variando el agen-
te según la edad.
• Los herpesvirus son más frecuentes en neonatos y lactantes.
• Hepatitis con marcadores serológicos negativos (noA-noE): la más frecuen-
te en los países desarrollados. Período prolongado de tiempo entre la icte-
ricia y la encefalopatía. Curso clínico grave, poca capacidad de regeneración.
Puede acompañarse de anemia aplásica.
• Virus de la hepatitis B (VHB): causa importante de FHA en países endémi-
cos y sin programas de vacunación.
• Virus de la hepatitis A (VHA): la causa más frecuente en países no desarrolla-
dos, pero mucho menos frecuente en nuestro medio (0,1-0,4%) y su pro-
nóstico es mejor.
• Virus de la hepatitis C (VHC), es muy raro que sea causa de FHA.
• Virus de la hepatitis E (VHE) se asocia a viajes al subcotinente indio.
• Los virus de Epstein-Barr (VEB), parvovirus B19 ocasionalmente producen
FHA. Otros virus, como CMV, herpes virus 6, adenovirus, enterovirus, Echo-
virus, varicela, sarampión, fiebre amarilla, enfermedad de Lassa, dengue, son
causas excepcionales de FHA en nuestro medio.
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Fármacos
Son la segunda causa de FHA. Son muchos los fármacos implicados (isonia-
cida, paracetamol, ácido valproico, salicilatos, hidantoínas, tetraciclinas, fenotia-
cinas, halotano, eritromicina, antiinflamatorios no esteroideos, dapsona, amio-
darona, disulfiram, propiltiouracilo, carbamazepina, etc.). El tipo de lesión es
variable, siendo más graves la necrosis hepatocelular, que la colestasis o esteato-
sis. Según que el daño sea dosis-dependiente o no, se definen dos grupos:
1) mecanismo hepatotóxico directo; y 2) reacción idiosincrásica (paracetamol,
valproato sódico). Tienen mejor recuperación que las de etiología infecciosa.
Tóxicos
Amanita phalloides, disolventes industriales, arsénico.
Hepatopatía autoinmune
Es una causa poco frecuente de FHA, cursa con hipergammaglobulinemia
y autoanticuerpos positivos. La hepatitis de células gigantes con anemia hemo-
lítica Coombs +, es una enfermedad infrecuente y de mal pronóstico, en la que
el trasplante hepático no está indicado.
Enfermedades neoplásicas
Infiltración hepática tumoral masiva, como linfomas y leucosis, a conside-
rar la linfohistiocitosis hemofagocítica, de mal pronóstico y no curable con tras-
plante hepático.
Otras causas
Síndrome de Budd-Chiari, hepatectomía parcial, hipertermia, infección bac-
teriana grave (brucelosis, tuberculosis, fiebre Q).
CLÍNICA
Es muy variable; depende de la edad, la etiología y de las complicaciones que
aparecen a lo largo de la evolución. En niños mayores de 1 año suele tratarse de
niños previamente sanos que, en el contexto de un cuadro dominado por la icte-
ricia, no mejoran o incluso sufren un empeoramiento clínico y/o un deterioro de
los parámetros de función hepática, junto con fiebre, anorexia, vómitos y dolor
abdominal. La asterixis, los temblores y el “fetor” hepático, suelen estar ausentes.
Otras veces son lactantes anictéricos en los que predominan la hipoglucemia, el
rechazo de la alimentación, vómitos o signos neurológicos (coma, convulsiones).
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico del fallo hepático agudo debe realizarse en tres pasos sucesivos:
1. Diagnóstico de confirmación del FHA. Se basa en la clínica, en las altera-
ciones de laboratorio y en la exclusión de enfermedad hepática previa con
las excepciones ya mencionadas (fallo neonatal o del lactante). Hay que des-
cartar otras causas de disminución de la actividad de protrombina: coagu-
lopatía de consumo y malabsorción. Hay que confirmar que la encefalo-
patía no se deba a un trastorno neurológico de otra causa. En un paciente
con enfermedad hepática son signos de alarma las transaminasas muy ele-
vadas, el alargamiento del tiempo de protrombina que no responde a la
vitamina K, la ictericia persistente con aumento progresivo de la cifra de bili-
rrubina, la disminución del tamaño del hígado y la disminución del nivel de
conciencia. En el FHA la disminución brusca de las transaminasas implica
mal pronóstico.
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DIAGNÓSTICO ETIOLÓGICO
• Serología: VHA, VHB, VHC, EBV, CMV, VIH y otros virus (parvovirus B19, ade-
novirus, etc.) y bacterias (valorando la edad del paciente).
• ADN-VHB, ARN-VHC.
• Tóxicos en sangre (niveles paracetamol) y orina.
• Inmunoglobulinas y autoanticuerpos (ANA, ac. anti-músculo liso, ac. anti-
LKM).
• Test de Coombs
• Cultivos: sangre, orina.
• Estudio de metabolopatías:
1. Alfa-1-antitripsina (incluyendo fenotipo).
2. En niños mayores de 3 años: ceruloplasmina y cupremia, eliminación de
cobre en orina de 24 horas y tras toma de penicilamina. Hay que con-
siderar que la cupruria elevada en orina no es específica de enferme-
dad de Wilson, ya que el FHA puede aumentar la eliminación urinaria de
cobre.
3. En lactantes: succinil-acetona en orina. Aminoácidos en sangre y orina.
Ácido láctico y equilibrio ácido-base en sangre. Ácidos orgánicos en orina
y cuerpos reductores en orina. Galactosa-1-fosfatouridil-transferasa eri-
trocitaria. Cultivo de fibroblastos. Lipasa ácida lisosomal. Biopsia muscu-
lar. Espectrofotómetro de masa (tándem-masa).
Despistaje infeccioso
Otras determinaciones
• Hemograma: anemia hemolítica (enf. de Wilson), o disminución de series
por aplasia medular.
• Estudio ácido-base, electrolitos.
• Grupo sanguíneo y pruebas cruzadas.
• Estudio cardiológico y Rx. de tórax.
• Ecografía abdominal y ECO-Doppler. Descartar lesiones ocupantes de espa-
cio y/o valorar signos de hipertensión portal. La disminución del tamaño
hepático en las exploraciones ecográficas es signo de mal pronóstico.
• Biopsia hepática (generalmente no se puede realizar por la alteración de la coa-
gulación, salvo por acceso transyugular), aunque generalmente es poco útil.
TRATAMIENTO
El tratamiento se puede dividir en medidas generales, aplicables a todos los
enfermos con FHA, medidas específicas: según la etiología y complicaciones, y
medidas extraordinarias. Su objetivo principal es prevenir el daño neurológico
irreversible hasta que el órgano se recupere o el paciente sea trasplantado.
Medidas generales
Dada su elevada morbimortalidad, los pacientes con FHA deben ser ingresa-
dos en una unidad de cuidados intensivos y trasladados a un centro con progra-
ma activo de trasplante hepático. Es aconsejable monitorizar diversos paráme-
tros, como: el estado de consciencia, constantes vitales, monitorización cardíaca
(FC, TA), frecuencia y patrón respiratorio, saturación arterial transcutánea, pre-
sión venosa central y diuresis y establecer algunas medidas generales.
Medidas profilácticas
• Evitar los factores desencadenantes y circunstancias agravantes.
• Evitar la sobrecarga de líquidos.
• Tratar precoz y enérgicamente la hipoglucemia y la hipokaliemia.
• Evitar el sobrecrecimiento bacteriano y la producción de amonio:
- Lactulosa (Duphalac®) 5-30 cc o 1-2 ml/kg cada 4-6 h o lactitol (Empor-
tal®) por vía oral o sonda nasogástrica. Se puede utilizar la vía rectal: ene-
mas, 10 ml/kg de la dilución 300 ml de lactulosa y 700 ml de agua (cui-
dado con la sobreestimulación), con el objetivo de conseguir 3
deposiciones líquidas/día.
- Descontaminación intestinal: antibióticos no absorbibles vía oral, como
la neomicina (50-100 mg/kg/día en 3-4 dosis). Recientemente se ha uti-
lizado la rifaximina.
• Profilaxis de hemorragia digestiva: ranitidina (1,5-2 mg/kg/6 h/i.v.), ome-
prazol 1-2 mg/kg/día o sucralfato (250 mg-1 g/4 h, v.o. o SNG).
• Evitar el uso de sedantes (benzodiacepinas). Si precisa analgesia utilizar meta-
mizol magnésico. Si es imprescindible la sedación: clormetiazol (bolo 10mg/kg,
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Otros fármacos
• Flumazenil: mejora transitoriamente el grado de encefalopatía, pero no afec-
ta a la supervivencia del paciente (dosis similares a la intoxicación por ben-
zodiacepinas). Se ha sugerido que una falta de respuesta indica mal pronós-
tico.
• Prostaglandinas (PGE1): aunque no ha conseguido demostrar una mejo-
ría de la supervivencia de los pacientes con FHA, parece aumentar la per-
fusión del sistema porta, con efecto trófico sobre el hepatocito. Se inicia
a 0,1-0,2 µg/kg/h subiendo hasta 0,4-0,6 µg/kg/h en función de la tole-
rancia hemodinámica.
• N-acetilcisteína: algunos autores la utilizan por su efecto sobre el metabolis-
mo del oxígeno; utilizada con prostaglandinas parece que mejora este efec-
to. Se utiliza a dosis similares a las de la intoxicación por paracetamol.
Medidas preventivas
• Evitar hipovolemia e hipotensión arterial (disminución de la perfusión renal).
Mantener una PVC entre 3-8 mmHg.
• Evitar los factores desencadenantes:
- Suspender los fármacos nefrotóxicos.
- Diuréticos a altas dosis.
- Paracentesis masiva sin infusión de albúmina.
- Prevenir la hemorragia gastrointestinal.
Medidas terapéuticas
• Medidas de depuración extrarrenal (hemodiálisis, hemofiltración continua o
hemoperfusión). Siempre que se realice la hemoperfusión colocar el MARS.
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ALTERACIÓN DE LA COAGULACIÓN
Presente en el 100% de los pacientes. Suele preceder a la encefalopatía e
informa de la gravedad del cuadro. Su origen radica en la disminución de los fac-
tores de la coagulación de síntesis hepática (I, II, V, VII, IX y X), puede asociarse
a una coagulación intravascular diseminada por disminución del plasminógeno
y de la antitrombina III. Es frecuente la disminución del número y alteración de
la función de las plaquetas. La actividad de protrombina disminuye por debajo
del 50%, y es un importante parámetro de evolución del FHA. Se manifiesta como
equimosis, petequias o sangrado por los puntos de venopunción. Puede haber
hemorragias digestiva o de otros órganos internos. La hemorragia gastrointes-
tinal complica el FHA en el 60-70% de los casos. Es muy importante su diag-
nóstico y tratamiento precoz, pues frecuentemente la hemorragia es el desenca-
denante de la encefalopatía hepática.
Son signos de mal pronóstico un factor V <17%, un factor VII <8% y un INR
>4. No hay evidencia de que la administración profiláctica de factores de la coa-
gulación disminuya el riesgo de sangrado o mejore la superviviencia y puede pro-
vocar sobrecarga de volumen. En general la presencia de hemorragia se ha
relacionado más con trombocitopenia que con niveles bajos de factores de la
coagulación.
Medidas
• Profilaxis de la hemorragia digestiva alta con antagonistas de los recepto-
res H2 (ranitidina: 1,5 mg/kg/6 h) o inhibidores de la bomba de protones
(omeprazol: 1-2 mg/kg/día) por vía intravenosa o sucralfato (250 mg-1g/4
horas) por vía oral o sonda nasogástrica.
• No utilizar plasma fresco o derivados de forma profiláctica, solo si hay ries-
go de sangrado, hemorragia o antes de proceder a maniobras, diagnósticas
o terapéuticas, invasivas.
• Vitamina K, 1 mg/kg/día/i.v. (dosis máxima 10 mg/día).
• Concentrado de plaquetas si trombopenia <30.000/mm3 y se va a realizar
alguna técnica invasiva con riesgo de sangrado.
• Exanguinotransfusión o MARS.
Medidas
• Monitorización frecuente de la glucemia (frecuencia variable). Perfusión de
glucosa hipertónica. Mantener glucemias en 150 mg/dl.
• Control del equilibrio ácido-base e ionograma (diario).
• Control del ácido láctico.
Medidas
• Cultivos de sangre, orina y otros líquidos biológicos al ingreso en la unidad
de cuidados intensivos.
• Antibióticos de amplio espectro (cefotaxima, i.v.), evitando los aminoglucó-
sidos.
• Anfotericina B liposomal (Ambisome®) profiláctica (1 mg/kg/día/i.v.), cuan-
do el paciente se incluye en lista de trasplante, manteniéndose 21 días post-
trasplante.
• Descontaminación intestinal: norfloxacino+nistatina, o anfotericina B+coli-
micina + tobramicina, o anfotericina B aislada.
• Si se sospecha infección, extracción de nuevos cultivos y antibioterapia empí-
rica: cefalosporina de tercera generación o carbapenems (cefotaxima, cefu-
roxima, aztreonam), vancomicina (o teicoplanina) y fluconazol. No usar ami-
noglucósidos. Posterior modificación de la antibioterapia según gérmenes y
sensibilidad.
Medidas
• Monitorización de presiones pulmonares y gasto cardíaco con un catéter de
Swan-Ganz.
• Balance hídrico riguroso. Evitar la sobrecarga hídrica por el riesgo de edema
cerebral o pulmonar y la hipovolemia por el riesgo de hipoperfusión tisular
e insuficiencia renal.
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ALTERACIONES RESPIRATORIAS
La insuficiencia respiratoria está presente en el 40-60% de los pacientes. Puede
deberse a múltiples causas: depresión respiratoria de causa central, síndrome de dis-
trés respiratorio tipo adulto, aspiración, atelectasias, neumonía nosocomial. La ence-
falopatía grado II-III suele acompañarse de hiperventilación y alcalosis respiratoria
y la grado IV con hipoventilación, hipoxia e hipercapnia. Además de las infeccio-
nes respiratorias, muy frecuentes, también lo es el edema pulmonar, más en adul-
tos que en niños, aun sin sobrecarga de líquidos, no conociéndose bien su causa
aunque se han implicado la vasodilatación y la pérdida de la integridad vascular.
Puede responder a los diuréticos y corrección de la presión oncótica plasmática.
La infección pulmonar es relativamente frecuente (Staph. aureus, gramnega-
tivos, Pseudomonas y Candida), influyendo varios factores de riesgo: edema
pulmonar, intubación, ventilación mecánica y el estado de inmunodeficiencia
funcional. No está indicada la profilaxis antibiótica.
Medidas
• Radiografía de tórax, al ingreso.
• Gasometría arterial o capilar, como mínimo diaria.
• Evitar la hipoxia y la hipercapnia. Oxígeno en mascarilla o gafas nasales, intu-
bación y ventilación mecánica según evolución de la encefalopatía (grado
III) o signos de insuficiencia respiratoria (PaCO2 > 60 mmHg, PaO2 < 50 mmHg
con FiO2 de 0,5). La intubación precoz no mejora el pronóstico.
• Sonda nasogástrica abierta, para evitar la broncoaspiración.
MEDIDAS ESPECÍFICAS
No existe ningún tratamiento específico que haya demostrado su eficacia en
el tratamiento del FHA de causa vírica, excepto en las infecciones por herpesvi-
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OTRAS MEDIDAS
Soporte hepático
• No biológicos (aislados o en combinación):
- Hemodiálisis.
- Plasmaféresis.
- Exanguinotransfusión de doble volumen.
- Hemodiafiltración.
- Hemoperfusión a través de columna de carbón.
- MARS (soporte no biológico: membrana de polisulfonas y albúmina).
Sistema de recirculación de absorbentes moleculares.
- Sistema Prometheus.
• Biológicos (bioartificiales). Además de la acción detoxificadora suplen la fun-
ción sintética, disminuyen la PIC, aunque no se ha demostrado que mejoren
la supervivencia.
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Trasplante hepático
Es la única medida curativa disponible en la actualidad, aunque, en general,
los resultados son peores que en el trasplante hepático electivo. El trasplante
hepático ha cambiado notablemente el pronóstico de los pacientes con FHA ya
que es la única medida terapéutica que ha conseguido disminuir la mortalidad
de forma significativa. Aunque la supervivencia de los pacientes trasplantados
por FHA es menor que la de los trasplantados por otras indicaciones, supera el
75% en algunas series.
TABLA III. Criterios del King´s College para inclusion de niños con fallo hepático agudo
en programa de trasplante hepático.
FHA secundario a no intoxicación por paracetamol
• Tiempo de protrombina > 50 segundos (AP. 24%).
• Tiempo de aparición de encefalopatía tras ictericia > 7 días.
• Etiología: hepatitis noA-noC o tóxico-medicamentosa.
• Edad menor de 10 años o mayor de 40.
• Bilirrubina > 17,5 mg/dl.
La concurrencia de 3 de estos criterios o bien, aisladamente, un tiempo de protrombina
mayor de 100 segundos (AP <12%) son indicación de trasplante hepático con independen-
cia de la encefalopatía.
FHA secundario a intoxicación por paracetamol
• pH < 7,3 tras 24 h de la intoxicación (independientemente del grado de encefa-
lopatía).
• Creatinina > 3,4 mg/dl.
• Encefalopatía grado III o IV.
• bilirrubina total > 17,5 mg/dl.
• Tiempo de protrombina > 100 segundos (12%).
Niños
Encefalopatía grado III-IV y factor V < 25%
• FHA, criterios del King’s College (Tabla III) y criterios de Cliché (Tabla IV)
• Enfermedad de Wilson (puntuación de Nacer) (TablaV).
• Intoxicación por paracetamol (criterios del King’s College) (Tabla III).
• Tirosinemia: trasplante hepático si bilirrubina >100 µmol/dl o la actividad de
protrombina no aumenta después de 14 días de tratamiento.
• Hemocromatosis neonatal: elevación mantenida de la bilirrubina: >20 mg/dl;
alteración persistente de la coagulación: tiempo de protrombina > 20 segun-
dos; encefalopatía grado II; hipoglucemia persistente: glucemia <4 mmol/L;
elevación persistente de la ferritina: > 1.000 µg/L.
Las tablas III y IV resumen los criterios utilizados en adultos y la tabla VI los
criterios pronósticos en niños. El mantenimiento del niño en código urgente es
una situación dinámica, que puede ser alterada en el caso de mejoría en la fun-
ción hepática o de la situación clínica. Es imprescindible la evaluación del pacien-
te cada 4-6 horas.
La necesidad urgente de obtener un hígado en un corto período de tiem-
po hace que se acepten, más frecuentemente, hígados no compatibles o subóp-
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EVOLUCIÓN Y PRONÓSTICO
Los indicadores pronósticos son difíciles de establecer en los niños, ya que
casi todos los estudios se han realizado en adultos, además la mayoría de los pará-
metros que se han propuesto tienen un buen valor predictivo positivo, pero bajo
valor predictivo negativo, y son más fiables en estadios finales del FHA.
Mortalidad
Con tratamiento conservador hasta un 70-80%, en algunas series. Factores
que influyen en el pronóstico:
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RESUMEN
• Identificación rápida de la insuficiencia hepática aguda grave: coagulopatía
y/o encefalopatía.
• Traslado a un centro con cuidados intensivos pediátricos y programa activo
de trasplante hepático.
• Comprobar las condiciones de traslado, que no deterioren al paciente (aumen-
to de la presión intracraneal).
• Iniciar el tratamiento con medidas generales de soporte:
- Monitorización de constantes y presión venosa central, glucemia, gaso-
metría e iones y equilibrio ácido-base, función hepática y coagulación,
función renal y hemograma, diariamente como mínimo.
- Elevación de la cabecera de la cama. Mantener la cabeza semiflexiona-
da.
- Evitar los estímulos sensoriales y sedación con intubación, si hay agita-
ción psicomotora.
- Balance hídrico. Evitar la hipervolemia. Colocación de catéter de Swan-
Ganz.
- Anti-H2, omeprazol o sucralfato como profilaxis de la hemorragia gas-
trointestinal. No utilizar plasma fresco o derivados profilácticamente.
Solo están indicados en caso de hemorragia o maniobras invasivas.
- Prevención de la encefalopatía hepática. Lactulosa o lactitol. Restricción
proteica (0,5-1 g/kg/día) en caso de encefalopatía I-II; dieta absoluta si
el grado de encefalopatía es mayor.
- Prevención del edema cerebral.
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BIBLIOGRAFÍA
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El artículo examina los conocimientos actuales de la epidemiología, patobiología y trata-
miento del FHA en la edad pediátrica. Identifica los puntos objeto de estudios futuros.
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co en niños. Hace hincapié en el manejo inicial de la afectación multisistémica que causa
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El tratamiento del niño con fallo hepático agudo o enfermedad hepática crónica terminal
debe ser multidisciplinario y exige una monitorización intensiva. Se revisan las opciones
terapéuticas de las complicaciones del FHA: ascitis refractaria, síndrome hepatorrenal, ence-
falopatía hepática y edema cerebral
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Revisión amplia del fallo hepático neonatal, etiología con especial atención a las infeccio-
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Artículo de revisión que se centra en las alteraciones de los mecanismos de defensa del hués-
ped en el fallo hepático agudo, en los procedimientos y situaciones que favorecen la infec-
ción en estos pacientes y, de manera espacial, en las características de las infecciones
bacterianas y fúngicas. También revisa los estudios realizados sobre el tratamiento y pre-
vención de la infección.
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Estudio prospectivo, multicéntrico (21 centros en EE.UU., Canadá, UK) que recoge datos
demográficos, etiológicos, clínicos, laboratorio, y de evolución de 384 niños, recién nacidos
a 18 años. Incluye pacientes con coagulopatía sin encefalopatía. Evalúa la tasa de mor-
talidad y supervivencia con o sin trasplante.
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INTRODUCCIÓN
Desde que en 1967 se realizó el primer trasplante hepático (TxH) pediátrico
las indicaciones de esta terapéutica y el número de trasplantes en la población
infantil se ha ido incrementando día a día. En el momento actual el número de
niños trasplantados en Europa supera los 2.500; de estos, aproximadamente el
40% corresponde a niños menores de 2 años y el 50% a niños entre 2 y 12 años.
El número de trasplantes hepáticos pediátricos realizados en los Estados Unidos
es de aproximadamente el doble.
El trasplante hepático es una opción terapéutica de gran complejidad que
entraña una mortalidad del 10% en el primer año, si bien con una superviven-
cia a los 5-10 años en torno al 80%, siendo la viabilidad del injerto en principio
indefinida. Estos resultados han sido alcanzados gracias a la aplicación de alter-
nativas quirúrgicas, como el trasplante de injerto segmentario (o reducido), el
split (trasplante compartido) o más recientemente el de donante vivo y a los
importantes avances en el tratamiento médico, especialmente en el campo de la
inmunosupresión. La calidad de vida a medio-largo plazo postrasplante está direc-
tamente relacionada con los efectos secundarios y complicaciones de un trata-
miento farmacológico que, en el momento actual, debe mantenerse de forma
indefinida.
Por ello la selección de candidatos susceptibles de TxH debe ser extremada-
mente rigurosa, tanto en cuanto a la certeza de ser la única opción terapéutica,
como en cuanto a determinar el momento óptimo para realizar el TxH.
1. Colestasis
2. Enfermedades metabólicas
2.4 Glucogenosis
- Tipo I: en principio no requiere TxH, salvo que desarrolle adenomas múlti-
ples o en el caso que el control metabólico afecte la calidad de vida.
- Tipo III-IV: progresan hacia el desarrollo de cirrosis e hipertensión portal. Son
susceptibles de TxH si no hay contraindicación secundaria a la afectación
muscular y cardiaca.
ción hepática está conservada. El TxH en estos casos es curativo al resolver el défi-
cit enzimático, siendo problemática la toma de decisión del momento del tras-
plante, que en estos casos depende del pronóstico y calidad de vida a medio
plazo de la enfermedad, frente a las posibilidades de supervivencia y complica-
ciones del TxH.
2.6.5 Otros
Se debe valorar el TxH en casos como acidemias orgánicas (acidemia pro-
piónica y metilmalónica), enfermedad de Gaucher, enfermedad de Niemann-
Pick, enfermedad por jarabe de arce, etc. En estos casos, el TxH es paliativo ya
que el problema enzimático afecta a otros sistemas del organismo, por lo que
convendría valorar el trasplante de hepatocitos.
3. Hepatitis autoinmune
Es una indicación poco frecuente, ya que suele responder al tratamiento
inmunosupresor con prednisolona y azatioprina. Solo estará indicado en aque-
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4. Hepatitis crónica B y C
Aunque es motivo frecuente de TxH en el adulto, en la edad pediátrica es
poco frecuente, dado que no suelen desarrollar disfunción hepática grave. Pre-
sentan una elevada tasa de recurrencia tras el TxH, especialmente la infección
por el VHC.
7. Otros
7.1.1 Benignos
Hemangioma-hemangioendotelioma, adenomas, hiperplasia nodular focal.
El TxH solo está indicado en los casos excepcionales que cursen con disfunción
hepática o estén asociados a un gran aumento del tamaño hepático con afec-
tación de otros órganos en los que la resección quirúrgica no sea posible.
7.1.2 Malignos
Hepatoblastoma, carcinoma hepatocelular, rabdomiosarcoma de vías bilia-
res. Se realizará el TxH si no son resecables o son resistentes al tratamiento qui-
mioterápico. No deben existir metástasis en otros órganos, por lo que se realiza-
rá una búsqueda exhaustiva de las mismas; en ocasiones aparecen tras el
tratamiento inmunosupresor una vez realizado el TxH.
TABLA II. Scores pronóstico de evolución en pacientes con hepatopatía crónica: paráme-
tros de evaluación e interpretación.
1. SCORE DE MALATACK. Evalúa el riesgo de muerte por la hepatopatía en los 6 meses
siguientes a la valoración.
Variable Puntuación
Colesterol < 100 mg/dl +15
Historia de ascitis +15
Bil. indirecta > 6 mg/dl. +13
Bil. Indirecta 3-6 mg/dl. +11
PTT prolongado > 20 s +10
Score total Grupo Riesgo
0-28 Bajo riesgo < 25%
28-39 Riesgo medio 25-75%
40 Riesgo alto > 75%
TxH urgente
2. CHILD PUGH SCORE. Este score evalúa el riesgo quirúrgico del TxH
Variable/Puntuación 0 1 2
Encefalopatía No Grado I-II Grado II-IV
Ascitis No Moderada Recidivante
Bilirrubina (mg%) 1-2 2-3 >3
Albúmina (g/L) > 3,5 2,8-3,5 < 2,8
Alargamiento TP 1-4” 4-6” > 6”
Score total Estadio Riesgo
5-6 A Aceptable
7-9 B Moderado
≥ 10 C Alto
TABLA III. Criterios predictivos de muerte y necesidad de TxH del King’s College Hospital.
Londres.
Causas de fallo hepático agudo Criterios
Intoxicación por paracetamol pH < 7,3 (independientemente del grado de encefa-
lopatía)
o
Tiempo de protrombina > 100 segundos (INR > 6,5)
y creatinina en suero > 3,4 mg/dl (300 µmol/L) en
pacientes con encefalopatía grado III o IV
Todas las otras causas Tiempo de protrombina > 100 segundos (indepen-
dientemente del grado de encefalopatía)
o
Una de las siguientes tres variables (independiente-
mente del grado de encefalopatía):
Fallo hepático causado por hepatitis no-A no-B, hepa-
titis por halotano, o reacción a drogas idiosincrásica
Duración de la ictericia previa a el inicio de los sínto-
mas de encefalopatía < 7 días
Tiempo de protombina > 50 seg (INR > 3,5)
Bilirrubina > 17,5 mg/dl (300 µmol/L)
score evalúa el riesgo quirúrgico del TxH, mientras que el de Malatack evalúa el
riesgo de muerte por la hepatopatía en los 6 meses siguientes a la valoración.
Otros indicadores de mal pronóstico no incluidos en el score por alterarse fácil-
mente mediante manipulaciones terapéuticas serían los siguientes: Na < 136
mEq/L; Cl < 97 mEq/L; albúmina < 3 g/dl; tiempo de protrombina prolongado
> 5 segundos; tiempo de protrombina prolongado > 5 segundos después de
vitamina K y NH3 en ayunas.
Se ha desarrollado el PELD (Pediatric End-Stage Liver Disease) score, que a
través de 5 parámetros objetivos permite seleccionar a aquellos pacientes
con mayor disfunción hepática, pudiendo ser útil para priorizar el TxH en
aquellos niños que están en lista por el mayor riesgo de muerte, según:
- R = (0,463 [edad*] – 0,687 x Loge [albúmina g/dl] + 0,480 x Loge [bilirru-
bina total mg/dl] + 1.857 x Loge [INR] + 0,667 [retraso en el crecimiento**])
x 10.
- (*) < 1 año = 1; ≥ 1 año = 0. (**) > 2 desviaciones estándar por debajo
de la media para la edad = 1; ≤ 2 desviaciones estándar por debajo de
la media para la edad = 0.
• En pacientes en situación de fallo hepático agudo, el trasplante hepático
puede ser la única opción terapéutica. Los factores fundamentales para esta-
blecer el pronóstico son: la edad, la etiología (hepatitis no-A no-E), la exis-
tencia de encefalopatía, la disminución de la hepatomegalia con descenso
de transaminasas y aumento de los valores de bilirrubina y una coagulopa-
tía persistente con actividad protrombínica inferior al 20%. En la tabla III se
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 534
pueden observar los criterios de inclusión para el TxH del King’s College Hos-
pital. Cuando la etiología es vírica puede ser difícil establecer el momento
del trasplante que dependerá de la existencia de una regeneración hepática
suficiente; en estos casos la cuantificación de α-fetoproteína puede ser un
buen indicador de la capacidad de regeneración.
Contraindicaciones absolutas
1. Neoplasia hepática con metástasis o metástasis hepáticas por neoplasia extra-
hepática.
2. Enfermedad extrahepática grave que no sea reversible tras el trasplante hepá-
tico (afectación neurológica irreversible, enfermedad cardiopulmonar grave,
fallo multiorgánico, toxicidad por valproato, síndrome de Alpers, etc.).
3. Sepsis (en particular fúngica) en el momento de la operación. Se pospondrá
hasta que la infección esté controlada.
Contraindicaciones relativas
1. Shunt mesocava.
2. Trombosis portal, agenesia de la porta.
3. Infección por el VIH.
4. Hipertensión pulmonar.
Determinadas situaciones comportan un mayor riesgo o mayor frecuencia
de complicaciones médicas y/o quirúrgicas como: edad menor de 1 año o peso
inferior a 10 kg, malnutrición grave, síndrome hepatorrenal, encefalopatía hepá-
tica grave y cirugía abdominal mayor previa.
RESUMEN
El trasplante hepático constituye una opción terapéutica aceptada tanto en
el fallo hepático agudo como en la disfunción hepática crónica grave, así como
en enfermedades congénitas del metabolismo, cuyo error enzimático primario
se sitúa preferentemente en el hígado y la corrección del déficit evita la progre-
sión de la enfermedad o previene la disfunción de otros órganos vitales.
La mortalidad del trasplante hepático es del 10% durante el primer año, con
una supervivencia en torno al 80% a los 5-10 años. El éxito del trasplante hepá-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 535
tico está en relación con la selección del candidato, tanto en cuanto a la certe-
za de ser la única opción terapéutica como en considerar el momento oportuno
de llevarlo a cabo. Consideramos como momento óptimo cuando, a pesar del
riesgo del trasplante y los inconvenientes del tratamiento farmacológico, este
representa un beneficio positivo sobre las complicaciones de la enfermedad de
base o el deterioro en la calidad de vida del paciente. Igualmente también con-
tribuye al éxito una correcta evaluación pretrasplante que permita, por una parte,
establecer una presunción pronóstica y, por otra, descartar posibles contraindi-
caciones, así como instaurar medidas terapéuticas que mejoren las condiciones
con las que el paciente llegue al trasplante.
De forma habitual, en pacientes con hepatopatía crónica se utilizan los sco-
res de Child-Pugh y Malatack para decidir la indicación de trasplante y recien-
temente se ha desarrollado el PELD (Pediatric End-Stage Liver Disease) que per-
mite priorizar el trasplante hepático en aquellos niños que están en lista por el
mayor riesgo de muerte. En pacientes en situación de fallo hepático agudo el
trasplante hepático puede ser la única opción terapéutica y se utilizan los crite-
rios del King’s College Hospital.
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Se revisan determinados aspectos del trasplante, como son las innovaciones en la técnica
quirúrgica, los avances en el tratamiento médico y los factores relacionados con la super-
vivencia del injerto y del paciente que han influido en cuanto a las indicaciones y la selec-
ción del candidato y el momento del trasplante hepático.
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 536
Los problemas que pueden surgir después del trasplante hepático son múl-
tiples y variados; en general estarán relacionados con: A) la situación preoperato-
ria del receptor (malnutrición, fallo renal, hipertensión portal); B) la técnica qui-
rúrgica; C) la calidad del propio injerto; y D) de manera directa o indirecta con
la medicación inmunosupresora que el receptor necesite para evitar el rechazo.
Debido a la larga supervivencia que actualmente presentan estos enfer-
mos, ponderar estas anomalías, intentar prevenirlas si es posible, o tratarlos ade-
cuadamente en caso necesario, es de suma importancia para evitar morbilidad,
que afecte a su calidad de vida en el mejor de los casos, o prevenir males mayo-
res que pueden afectar, no solo a la viabilidad del injerto, sino incluso a la pro-
pia supervivencia del paciente (Figs. 1 y 2).
COMPLICACIONES QUIRÚRGICAS
Tratamiento
El único tratamiento es el retrasplante con carácter de urgencia, ya que, en
caso contrario, la mortalidad en la primera semana es superior al 90%.
Durante la espera puede intentarse, ponderando la relación riesgo-benéfi-
cio, el tratamiento con prostraglandina E1.
538
Paciente trasplantado
Medidas de
profilaxis
rias (ecografía,
Corticoide
Profilaxis de etc.)
Dipiridamol Omeprazol
infección bacteriana
Anticalcineurínico Antibioterapia
09:40
Profilaxis de
CMV y EBV Tacrolimus
Profilaxis de Ciclosporina
Pneumocistis carinii
Página 538
Otros: (MMF,
basiliximab, sirolimus...)
Figura 1.
C. Díaz Fernández
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 539
Tratamiento
Como en la disfunción primaria, si la evolución es mala, el único tratamien-
to eficaz es el retrasplante. Esta situación, sí puede beneficiarse de la administra-
ción de prostraglandina E1 en perfusión endovenosa que se iniciará a dosis de 0,2
µg/kg/h, incrementándose progresivamente, si no sobrevienen efectos secunda-
rios indeseables, hasta un máximo de 0,8 o incluso 2 µg/kg/hora. Si es bien tole-
rada, se mantendrá hasta que se normalice la actividad protrombinica (entre 4 y
7 días). Su uso estaría justificado por la teórica capacidad de mejorar la microcir-
culación hepática. Efectos secundarios frecuentes pueden ser: hipotensión arte-
rial, dolor abdominal, diarrea, etc.
3. Hemorragia postoperatoria
Es relativamente frecuente, favorecida por la habitual situación del recep-
tor pretrasplante (hipertensión portal, coagulopatía, etc.), sobre todo si el injer-
to colocado es reducido o segmentario.
La sospecha diagnóstica se realizará si se observa contenido hemático abun-
dante a través de los drenajes abdominales, que se acompaña de anemización
grave. Si la anemia se mantiene a pesar de reponer adecuadamente la volemia
debe reintervenirse inmediatamente para reparar la zona o vaso sangrante. Si
el sangrado es más leve, puede mantenerse una actitud expectante, reponiendo
con hemoderivados en la idea de que con la mejoría en la función del injerto y
la coagulopatía, cese el sangrado y la situación mejore.
Médicas Quirúrgicas
5/6/08
Dilat.
.../...
intrahep.
Figura 2.
C. Díaz Fernández
Médicas Quirúrgicas
Libro Tto. Gastro 29-58
Infección Efectos secundarios Rechazo crónico Disfunción del injerto Trombosis Trombosis Lesión
(Miscelánea) arterial venosa isquémica
vía biliar
Toxicidad renal
5/6/08
Bacteriana Virus
Osteoporosis
Tóxicos
09:40
Fúngica
Otras (crecimiento...)
Autoinmune
Vírica (UBV)
Sd. linfo-
Oportunistas
proliferativo
Página 541
Retrasplante
Otros tumores
Figura 2. Continuación.
541
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 542
Otras formas más tardías y menos abruptas pueden manifestarse por: fiebre
elevada en picos (bacteriemia), alteraciones o fístula en la vía biliar; episodios
recurrentes en bacteriemia, con o sin zona de infarto o absceso hepático. Hay
que tener en cuenta, sin embargo, que un pequeño porcentaje de pacientes,
pueden permanecer asintomáticos y aparecer la trombosis varios meses postras-
plante. Su forma de manifestación clínica, puede ser una estenosis de la vía biliar
única o múltiple o picos febriles.
En manos expertas, la prueba fundamental para el diagnóstico es la ecogra-
fía Doppler, que debe realizarse frecuentemente, si existen factores de riesgo.
Si no se visualiza flujo arterial o en caso de duda, deberá realizarse una angio-
resonancia o arteriografía si el diagnóstico es temprano, con el fin de realizar tra-
tamiento trombolítico directo en la arteria hepática, o valorar cirugía para trom-
bectomía y reconstrucción de la anastomosis arterial.
Si el diagnóstico es más tardío, con afectación general y daño hepático grave,
la única opción de tratamiento es el RETRASPLANTE urgente.
Es muy importante insistir en las medidas de profilaxis, que se resumen en:
a. Mantener al paciente en el postoperatorio con cifras de hemoglobina en
torno a 10-11 g/L y hematocrito entre 30-33%.
b. En cuanto mejoren los parámetros de coagulación, mantener perfusión continua
de heparina, en dosis de 300 U/kg/día en los primeros días del postoperatorio.
c. Posteriormente administrar dipiridamol 3 veces al día en dosis de 1
mg/kg/dosis. Se mantendrá como mínimo durante 1 mes y, si existiesen fac-
tores de riesgo, durante 3 meses o lo que se considere necesario.
d. Se utilizará plasma fresco en el postoperatorio, únicamente cuando los fac-
tores V y VIII se encuentren por debajo del 25% del valor normal.
Tratamiento
La trombosis precoz de la arteria hepática requiere la realización de Retras-
plante en la mayoría de los casos.
Si embargo, si la detección es muy precoz, la REVASCULARIZACIÓN URGENTE,
a veces evita el retrasplante. Para intentar esta revascularización, pueden rea-
lizarse diferentes técnicas:
- Trombectomía pasando una sonda de Fogarty.
- Revisión de la anastomosis con extracción del trombo y reconstrucción de la
misma.
- Administración de uroquinasa o estreptoquinasa en bolo intraarterial.
Si existen abscesos intrahepáticos, estos pueden requerir, además de anti-
bioterapia de amplio espectro o antifúngicos según cultivos bacteriológicos, tra-
tamiento con drenaje percutáneo.
8. Complicaciones biliares
La vía biliar es una fuente frecuente de complicaciones en el trasplante hepá-
tico, sobre todo en el de donante vivo, donde la incidencia es muy elevada.
- Daño inmunológico.
- Infecciones.
Si la estenosis se produce en el postoperatorio precoz del trasplante, el tra-
tamiento será quirúrgico con revisión y reconstrucción de la anastomosis.
Habitualmente, esta complicación es más tardía (entre 2-6 meses postras-
plante). Puede ocurrir:
a. A nivel de la anastomosis (la más frecuente).
b. Fuera de la anastomosis, en cuyo caso puede ser hiliar, si se origina en la bifur-
cación de los conductos hepáticos o difusa, si aparece en los conductos intra-
hepáticos.
Clinicamente las estenosis biliares pueden ser asintomáticas o manifestarse
con clínica de colangitis de repetición si se ha realizado una anastomosis bilio-
digestiva.
Bioquímicamente presenta elevación de los enzimas hepáticos, sobre todo
los de colestasis.
Puede objetivarse en la ecografia una dilatación de la vía biliar intrahepática
y, de forma frecuente, coexiste litiasis biliar.
En la biopsia hepática existen signos de colestasis con o sin colangitis. Por la
frecuente asociación con problemas isquémicos de la arteria hepática, debe com-
probarse siempre, por ecografía Doppler, que existe un flujo arterial adecuado,
completando con otras pruebas de imagen si existen dudas sobre el mismo.
Tratamiento
El tratamiento de elección en la estenosis biliar anastomótica tardía, consis-
te en la realización de una colangiografía percutánea transparietohepática (es
necesario que existe dilatación de la vía biliar intrahepática), que sirve de con-
firmación diagnóstica, realizando al tiempo, dilatación con balón de la zona este-
nóstica. Se coloca un drenaje intero-externo que permite observar la evolución
y realizar sucesivas dilataciones, si es preciso; al mismo tiempo, si existe litiasis
biliar, se intenta arrastre y/o fragmentación de los cálculos si son grandes, para
permitir el paso a través de la anastomosis; en ocasiones puede ser útil la colo-
cación de una endoprotesis biliar.
Ocasionalmente, este tratamiento no es eficaz y es necesario realizar una
reconstrucción de la vía biliar.
Antes y después del procedimiento, se administrarán antibióticos de cober-
tura entérica pudiendo mantenerse además tratamiento continuado con ácido
ursodeoxicólico por vía oral.
Con este tratamiento se obtienen resultados muy pobres en las estenosis
hiliares y difusas, de ahí que en estos casos, si la lesión es grave el único trata-
miento será el retrasplante.
8.4 Hemobilia
Es una complicación poco frecuente, generalmente secundaria a la realiza-
ción de una biopsia hepática o una colangiografia percutánea. Puede originar
una anemización importante u obstruir temporalmente la vía biliar, por la forma-
ción de un coágulo.
Excepcionalmente requiere cirugía.
COMPLICACIONES MÉDICAS
1. Rechazo
Consiste en la respuesta inmunitaria del receptor a los antígenos del injer-
to donante. Con el fin de evitar o disminuir esta respuesta inmune, es obliga-
do instaurar un tratamiento inmunosupresor desde el momento del implan-
te. A pesar de ello, es la complicación médica más frecuente, por detrás de la
infección, ya que se ha objetivado algún episodio de rechazo en el 33,3%
de pacientes de nuestra serie, sin realizar biopsias seriadas, lo que indica que
el porcentaje sería mayor si incluimos rechazos leves, sin gran expresividad clí-
nica ni bioquímica, que se controlan al aumentar la inmunosupresión (en algu-
nas series hasta el 70% en el primer mes). La inmunsupresión convencional
puede realizarse según dos pautas diferentes: 1) ciclosporina Neoral 10
mg/kgdía en 2 dosis, ajustando dosis posteriormente según niveles en sangre,
azatioprina 1,5-2 mg/kg/día los primeros 3 meses y corticoides 10 mg/kg intra-
operatorio y posteriormente 2 mg/kg/día, la primera semana con descenso
progresivo hasta 0,25 mg/kg/día el segundo mes; 2) tacrolimus, 0,15-0,3
mg/kg/día en 2 dosis, ajustando posteriormente según niveles y corticoides
en dosis similar a la pauta anterior. En situaciones de especial riesgo pueden,
además, utilizarse anticuerpos monoclonales como basiliximab o daclizu-
mab y en pacientes con daño renal grave, una alternativa podría ser, la sus-
titución o reducción de inhibidores de la calcineurina por micofenolato-mofe-
til o sirolimus. Puede existir una disfunción renal secundaria al tratamiento
con ciclosporina o tacrolimus que incluye alteración en mayor o menor grado
del filtrado glomerular y tubulopatia con acidosis metabólica, hiperpotasemia
e hipomagnesemia, que precisa tratamiento compensatorio (Tabla I).
Según el momento de aparición y las características clínicas e histológicas,
el rechazo puede ser:
a. Hiperagudo
Muy infrecuente. Su mecanismo de producción es básicamente una reacción
mediada por anticuerpos. Se desarrolla en un margen de horas, después del
implante. El prototipo correspondería al rechazo que ocurriría, aunque no siem-
pre, en el receptor trasplantado con injerto AB0, incompatible. Produce una insu-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 547
Tratamiento
Dependerá del momento de aparición, de la gravedad histológica y de la
enfermedad de base. En general, sobre todo el rechazo celular agudo precoz, se
trata con bolos de esteroides (15-20 mg/kg/día), durante 3 días consecutivos, con
reducción progresiva hasta alcanzar la dosis de mantenimiento. Con ello se obtie-
ne respuesta en el 90% de episodios, que ocurren precozmente y en el 50-70%
de los tardíos. Los efectos secundarios de los corticoides a tener en cuenta son:
- Mayor susceptibilidad a infecciones.
- Hiperglucemia.
- Hipertensión.
- Retención de sodio.
- Alteraciones del carácter.
- Miopatía.
Si tras el tratamiento con corticoides no existe resolución, se debe realizar una
biopsia de control que confirme la persistencia del rechazo y descarte otras causas.
Si persisten signos histológicos de rechazo (rechazo agudo corticorresisten-
te), se realizará:
a. Conversión a tacrolimus en pacientes que recibían ciclosporina previamente,
comenzando con una dosis de 0,3 mg/kg/día en 2 tomas, modificable poste-
riormente en función de los niveles séricos y la evolución clínica y bioquímica.
Debe controlarse la función renal y la cifra de potasio, lípidos y glucemia, ade-
más de los niveles séricos del fármaco, sobre todo, si se están administrando
otros fármacos que inhiban o estimulen el sistema enzimático citocromo P 450.
Se vigilarán, además, los efectos secundarios de tacrolimus que pueden ser dosis-
dependientes: cardio y neurotoxicidad, nefrotoxicidad y diabetes.
b. Valorar, si existe lesión renal, terapia con anticuerpos monoclonales y/o mofe-
til-micofenolato, que permitirian mantener el inhibidor de la calcineurina en
niveles más bajos.
c. Rechazo crónico
Desde la utilización de tacrolimus, el rechazo crónico es menos frecuente. Cli-
nicamente aparece de forma progresiva, con ictericia que se acompaña de eleva-
ción de transaminasas y enzimas de colestasis y bilirrubina. La función de síntesis del
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 549
injerto se afecta solo en los estadios finales. A veces va precedido por uno o varios
episodios de rechazo agudo, que no han respondido totalmente al tratamiento.
El diagnóstico es histológico y está caracterizado por:
- Existencia de colestasis o signos de necrosis. En los estadios iniciales puede
ser el único dato objetivable al inicio (biopsia percutánea).
- Destrucción progresiva de los conductos biliares interlobulares con desapa-
rición de los mismos en al menos un 50% de los espacios porta.
- Arteriopatía obliterativa de las arterias de mediano calibre, con infiltración
de la íntima arterial por células espumosas que obliteran su luz. Como las
arterias hepáticas de mediano calibre solo están localizadas en el hílio
hepático, a veces es dificil detectar esta lesión en una biopsia percutánea.
El rechazo crónico suele aparecer en el primer año postrasplante y consti-
tuyen factores de riesgo las enfermedades de base autoinmune, la infección
por citomegalovirus, el rechazo agudo no resuelto y el antecedente de retras-
plante por rechazo crónico.
Tratamiento
Clásicamente se consideraba un proceso progresivo e irreversible que evo-
lucionaba invariablemente hacia la pérdida del injerto, por lo que el único tra-
tamiento era el retrasplante.
Esta situación ha cambiado desde la introducción del tacrolimus. Con este inmu-
nosupresor, asociado o no a otros inmunosupresores, se han conseguido posibilida-
des terapeúticas eficaces para el rechazo crónico, sin recurrir al retrasplante, sobre
todo si el diagnóstico es precoz y la lesión histológica no es todavia grave. Así
pues, tacrolimus es un fármaco eficaz en el tratamiento del rechazo crónico, sobre
todo en sus estadios iniciales, evitando, en muchas ocasiones, el retrasplante. La aso-
ciación con micofenolato-mofetil también se ha utilizado con éxito en algunos pacien-
tes, consiguiendo rescatar el injerto. Si el rechazo crónico está plenamente estable-
cido, con bilirrubina sérica muy elevada o con ausencia total de conductos biliares
interlobulares en la histología, el tratamiento farmacológico puede no ser efectivo,
debiendo indicarse en estos casos el retrasplante sin demora, ya que el retraso, solo
conllevará un mayor deterioro clínico del enfermo y la aparición de complicaciones
que añaden mayor morbi-mortalidad perioperatoria.
2. Infección
Es la complicación más frecuente en el postoperatorio. Afecta a más del 80%
de los pacientes. Influye en su aparición:
- Situación previa del receptor (nutrición, etc.).
- Tipo de cirugía (mayor incidencia en trasplantes reducidos, sobre todo si se
usa goretex).
- Reintervenciones posteriores.
- Sangrado.
- Tiempo de ventilación mecánica.
- Tipo de inmunosupresión y niveles mantenidos.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 550
TX HEPÁTICO: COMPLICACIONES
PTLD
Características
Diagnóstico: Biopsia
Figura 3.
Tratamiento
- Reducción o retirada de la inmunosupresión, acompañada de resección de
la proliferación local, si es posible.
- Antiviral (ganciclovir i.v.).
- Quimioterapia, radioterapia, quimioterapia de baja intensidad y/o anti-
cuerpos monoclonales (rituximab) en caso de linfoma, que lógicamente ten-
drá un riesgo mucho más elevado.
Globalmente se obtiene la remisión en el 80% de los casos, y se puede desa-
rrollar rechazo, con riesgo de pérdida del injerto en un 10% de los pacientes.
La relación de PTLD con el EBV ha motivado que sea necesario un seguimien-
to estrecho de esta infección, con tratamiento antiviral, si existe viremia en san-
gre, aunque esta sea asintomática, manteniéndolo hasta lograr la negativización
sostenida.
En nuestra serie, inicialmente, la infección por el EBV afectaba al 36,7% y
PTLD al 10,8% a los 5 años postrasplante, no habiendose observado diferen-
cias significativas según el tipo de inmunosupresor. En el momento actual, tras
la profilaxis mantenida con ganciclovir i.v., y valganciclovir oral hasta el 6º mes
postrasplante, la incidencia de PTLD, se ha reducido de manera importante.
Otros “tumores de novo” pueden aparecer en pacientes trasplantados: vis-
cerales sólidos (leimiosarcoma, etc.). Como prevención de tumores cutáneos
debe evitarse la exposición solar prolongada y usar cremas con un alto índice de
protección.
grave pretrasplante)
Complicaciones del trasplante hepático
IgG-VHA
PCR cuantitativa,
Herpes virus
Figura 4.
553
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 554
PRONÓSTICO Y SUPERVIVENCIA
- La supervivencia actual, en nuestra serie, es del 96% al año y 93% a los 5
años, con una supervivencia global del 86,6%.
- El trasplante de donante vivo relacionado ha disminuido mucho el tiempo de
espera, mejorado el pronóstico, aunque presenta todavía mayor morbilidad.
- El 10-25% de los pacientes trasplantados sufren una complicación vascular.
- Los pacientes que requieren retrasplante, tienen mayor riesgo de fallo del
injerto y mayor morbi-mortalidad, sobre todo si son pequeños o reciben
un trasplante segmentario.
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En este artículo se analizan los datos del registro SPLIT de 44 programas de Trasplante
Hepático en Norteamérica. Es una serie extensa de 2.192 trasplantados (1.183 enteros,261
split, 388 reducidos y 360 de donante vivo). Se comparan los resultados obtenidos, según
las diferentes técnicas quirúrgicas, comprobando, al igual que ocurre en otras series, un
mayor número de complicaciones biliares y vasculares en split y trasplante reducido, en
relación con trasplante entero. Concluyen que las variantes técnicas (split, reducido), incre-
mentan, de manera significativa el “pool” de donantes reduciendo de forma considerable
el tiempo en lista de espera, aunque presentan un incremento significativo de la morbili-
dad postoperatoria.
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 555
INTRODUCCIÓN
El trasplante intestinal (TI) es actualmente un recurso fundamental en el tra-
tamiento del fallo intestinal irreversible (FI), y se considera como la opción tera-
péutica de elección en casos de FI de mala evolución, o en aquellos en los que
esta es previsible. Los resultados clínicos del procedimiento han mejorado sen-
siblemente en los últimos 15 años, gracias a una mejor selección de los recep-
tores, sucesivos refinamientos de las técnicas quirúrgicas, importantes progresos
en el conocimiento y tratamiento de las complicaciones postoperatorias, así como
una mejor comprensión de la inmunología del trasplante, y la estandarización de
los grados de rechazo. De esta forma, en pocos años ha dejado de ser la última
salida en casos desesperados para convertirse en el tratamiento de elección en
casos seleccionados.
Son muchas las causas que pueden conducir a fallo intestinal, y muy diver-
sos también los efectos del FI sobre otros órganos y sistemas. Para adaptarse a
las diferentes necesidades ocasionadas, el TI es un procedimiento con una extra-
ordinaria diversidad técnica. En consecuencia, en las indicaciones de TI, ade-
más de precisar los enfermos susceptibles de beneficiarse del procedimiento, se
deberá igualmente discutir la técnica adecuada.
EL fallo intestinal se define como: “la dependencia de nutrición parenteral
para cubrir los requerimientos nutricionales y de crecimiento en el niño”. Se trata
de una definición clínica, y está supeditada a las consecuencias del FI, lo que indu-
dablemente supone una dificultad añadida en el proceso de decisión a la hora
de sentar la indicación de TI.
- Trasplante de hígado sin TI: indicado en niños con FI secundario a SIC que
poseen una longitud de intestino residual que podría ser suficiente para alcan-
zar a largo plazo autonomía digestiva completa, y sin embargo son referidos
a centros de trasplante ante la progresión de la hepatopatía hacia enferme-
dad hepática terminal. El objetivo es romper el círculo vicioso de la desnu-
trición por incapacidad de absorción de nutrientes secundaria a la hepato-
patía, que interfiere con el proceso de adaptación intestinal.
- Uso extendido del trasplante multivisceral: propuesto recientemente para
niños de muy bajo peso, en sustitución del trasplante combinado de híga-
do-intestino. Los niños con daño hepático irreversible habitualmente tienen
una gran esplenomegalia por hipertensión portal; el estómago y duodeno
suelen estar dilatados, y con frecuencia han sufrido episodios de pancreati-
tis. La resección del estómago, duodeno y páncreas nativos extirpa órga-
nos potencialmente disfuncionales, permite una mayor cavidad para el injer-
to, proporciona un acceso directo a la aorta abdominal y mantiene en
continuidad el tracto gastrointestinal, que es trasplantado en forma ortotó-
pica; son precisas menos anastomosis intestinales y vasculares (no es nece-
sario el drenaje venoso de las vísceras abdominales del receptor), y permite
el uso de donantes de menor peso.
Criterios absolutos
- Déficit neurológico profundo o progresivo.
- Enfermedad incorregible no gastrointestinal.
- Sepsis activa.
- Malignizaciones.
- Problemas psicosociales, graves e irresolubles.
Criterios relativos
- Inmunodeficiencia.
- Drogodependencia.
- Imposibilidad de asegurar accesos venosos profundos durante los 6 meses
postrasplante.
- Neoplasias benignas de pronóstico poco claro.
COMPLICACIONES
Muchas de las complicaciones del TI son consecuencia de las peculiaridades
del tracto gastrointestinal: gran carga de tejido linfoide del intestino, la reno-
vación continua del epitelio intestinal y la colonización por gérmenes, estimán-
dose que existen unas 1014 bacterias repartidas entre 400 a 500 especies diferen-
tes. De hecho, infección y rechazo son las principales complicaciones del trasplante
intestinal.
Complicaciones técnicas
Las complicaciones técnicas son poco frecuentes, a excepción de los niños
muy pequeños (menores de 2 años) en donde los problemas técnicos son res-
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ponsables de la mitad de los casos de pérdida del injerto. En los trasplantes que
incluyen el hígado, las complicaciones biliares han desaparecido con la técnica
“en bloque”, que no precisa de reconstrucción biliar. La enterocolitis necrosan-
te es una complicación rara, pero grave, pues se acompaña de gangrena intes-
tinal. Su patogenia es desconocida, aunque se supone que deben de estar impli-
cados fenómenos de isquemia reperfusión tras la isquemia fría del injerto, así
como episodios de hipovolemia. El cierre de la pared, como se vio más arriba,
produce complicaciones con frecuencia en niños con intestino corto.
Rechazo
El rechazo es la complicación más frecuente del TI, y la primera causa de pér-
dida del injerto. Su diagnóstico resulta con frecuencia problemático y, aunque se
han evaluado marcadores bioquímicos como la proteína de adhesión de ácidos
grasos, estudios de permeabilidad con Cromo 51-ácido etilen diamino tetra acé-
tico y más recientemente niveles séricos de citrulina, el diagnóstico de rechazo
se basa aún en criterios histológicos. Con este propósito, la toma de muestras
por endoscopia, a intervalos regulares, y a demanda cuando la situación clínica
lo requiera, es el procedimiento habitual de diagnóstico. La videoendoscopia con
magnificación se correlaciona muy bien con los datos histológicos, pero su uso
no está muy divulgado, y solo es aplicable a niños mayores. Histológicamente el
rechazo agudo se caracteriza por infiltrado de linfocitos activados en la lámina
propia, lesión del epitelio de las criptas y apoptosis. Se estratifica en leve, mode-
rado y grave. El rechazo crónico es una entidad emergente, conforme se incre-
menta la experiencia con TI. Cursa con diarrea y hemorragias, con zonas de este-
nosis y dilataciones demostrables por radiología. Histológicamente se caracteriza
por pérdida de las criptas y vellosidades, existencia de infiltrado predominante-
mente plasmocitario y ulceraciones. Las lesiones epiteliales son consecuencia
tanto del daño directo de la respuesta inmune, como del daño indirecto secun-
dario a arteriopatía obliterante, al ser el endotelio igualmente tejido diana en este
tipo de rechazo.
Infección
Segunda complicación por orden de frecuencia, después del rechazo, y la
principal causa de muerte, responsable del 50% del total. El uso de accesos veno-
sos profundos, la sepsis de origen intraperitoneal, por problemas técnicos (dehis-
cencia, perforación, necrosis, etc.) y las infecciones de origen intraluminal pre-
disponen al desarrollo de fenómenos sépticos. Existe, además, una estrecha
relación entre sepsis y rechazo, consecuencia del incremento de la traslocación
tras un episodio de rechazo.
Dismotilidad y diarrea
La diarrea secretora postrasplante en ocasiones constituye un problema grave,
especialmente en los niños. En algunos casos se asocia a rechazo, y responde a
un incremento de la inmunosupresión. En la mayoría de los casos, la etiología no
es muy clara, implicándose la acción de determinados virus, trastornos de moti-
lidad, la denervación con alteración del tono simpático, la desconexión linfática,
denervación intestinal, incremento de la carga osmótica intraluminal por malab-
sorción de ácidos grasos hidroxilados, carbohidratos y sales biliares, enfermedad
de injerto contra huésped y efectos adversos de la inmunosupresión (Micofe-
nolato Mofetilo particularmente).
TABLA I. Análisis multivariante de los factores que influyeron en la mejoría de los resulta-
dos. Periodo 2000-2005 (fuente: Registro Internacional de Tasplante Intestinal2).
Injerto Paciente
p RR p RR
TI agrupados por año 0,0308 0,58 ns –
Experiencia < 10 casos 0,0530 2,11 0,00530 2,14
Estado pretrasplante 0,0006 0,43 0,0004 0,40
(hospitalizado/domicilio)
Primer TI 0,0024 0,29 0,0040 0,30
Inducción solo con FK506 ns – 0,0098 3,92
por vía oral, así como en enfermos con pseudoobstrucción idiopática crónica
intestinal, que relacionan la alimentación oral con experiencias previas desagra-
dables de dolor abdominal, flatulencia etc. No parece corregirse con el tiempo,
requiriendo en algunos casos de apoyo psicológico. A los 5 años del trasplante
intestinal, más de la mitad de los niños trasplantados sufren esta complicación.
- Enfermedad de injerto contra huésped: produce diarrea, lesiones cutáneas
y colestasis. Pese a la gran carga de tejido linfoide del intestino trasplantado,
sorprendentemente, pocos enfermos desarrollan esta complicación.
- Recidiva de la enfermedad: solo descrita hasta el momento en adultos. Exis-
ten dos casos documentados de recurrencia de enfermedad de Crohn, uno
en Miami y otro en Canadá, un caso de recurrencia de un tumor desmoide
en un enfermo con síndrome de Gardner.
- Trastornos psiquiátricos: son más frecuentes en niños mayores, como con-
secuencia de la gravedad de la enfermedad, dependencia prolongada de
nutrición parenteral, enfermedad crónica etc.
receptores (caracterizada por una mayor tasa de enfermos que acuden al tras-
plante desde su domicilio), y la utilización de algún inductor de la inmunosupre-
sión, ya sea con anticuerpos antirreceptores de interleukina 2, timoglobulina o
Campath. Más del 75% de los enfermos que sobreviven por encima de 6 meses
al trasplante consiguen autonomía digestiva completa, quedando libres de nutri-
ción parenteral, con una calidad de vida buena, medida en el registro por el índi-
ce de Karnofsky. Esta mejoría, sin embargo, se ha conseguido principalmente
durante el primer año postrasplante, y los resultados a lago plazo sin embargo,
no mejoran tan significativamente con el tiempo. El reto por tanto consiste en
incrementar las investigaciones y en desarrollar nuevas estrategias destinadas a
prevenir las complicaciones tardías del procedimiento.
1
Síndrome de intestino corto. 2Trasplante intestinal. †Todos candidatos a trasplante combinado
con hígado, relacionandose la causa de muerte con enfermedad hepática terminal.
RESUMEN
Los resultados más recientes del trasplante intestinal, con una supervivencia
inmediata al procedimiento superior al 80% de los casos, y una gran proporción
de supervivientes que consiguen autonomía digestiva completa y desempeñan
actividades acordes con su edad, permiten considerar el TI como el tratamien-
to de elección en enfermos con fallo intestinal irreversible en los que es previsi-
ble una mala evolución con nutrición parenteral.
El daño hepático asociado a la administración de nutrición parenteral es la
indicación más frecuente de TI, especialmente en los niños, más susceptibles que
los adultos a desarrollar esta complicación. Otras indicaciones aceptadas de TI
son el fallo intestinal irreversible asociado a pérdida significativa de accesos veno-
sos profundos, infecciones graves con riesgo vital asociadas al uso de catéteres
centrales, y casos de fracaso intestinal que conducen habitualmente a una muer-
te precoz, como cuadros de intestino ultracorto, diarreas intratables, y fallo intes-
tinal asociado a elevada morbilidad y mala calidad de vida.
El TI se practica en clínica humana bajo tres modalidades técnicas: tras-
plante de intestino aislado, trasplante combinado de hígado intestino y trasplan-
te multivisceral. Refinamientos de las técnicas originales, que incluyen reduc-
ciones de los injertos hepáticos y/o intestinales, la opción con injerto de donante
vivo, etc., permiten actualmente cubrir las diferentes necesidades, a la vez que
incrementar la probabilidad de acceso al trasplante, objetivo especialmente nece-
sario en niños muy pequeños o de muy bajo peso candidatos a trasplante hepa-
tointestinal.
Uno de los aspectos más interesantes de los programas de TI es haber per-
mitido la evolución hacia Unidades de Rehabilitación Intestinal, que integran
en un equipo multidisciplinar las tres modalidades de tratamiento: soporte nutri-
cional, farmacoterapia y cirugía. Estas unidades optimizan los resultados, mini-
mizan los costes y permiten ofrecer un tratamiento individualizado y adaptado
a las necesidades individuales.
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A corto plazo
• Evitar la desnutrición precoz, con el fin de disminuir la morbilidad (infec-
ciones, prolongación de la ventilación mecánica) y la mortalidad.
A largo plazo
• Cubrir las necesidades de nutrientes para que se aproximen a los valores intra-
útero de un feto normal con la misma edad postconcepcional, que será con-
siderado como el “feto de referencia”.
• Alcanzar un crecimiento lineal, una composición corporal y un desarrollo psi-
comotor que esté cercano a los márgenes normales en niños nacidos a tér-
mino.
• Prevenir las enfermedades metabólicas (obesidad, dislipemia, hipertensión)
asociadas a la sobrealimentación temprana.
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ALIMENTACIÓN ENTERAL
La tendencia actual para la nutrición del recién nacido prematuro es la ali-
mentación enteral precoz, en cuanto el tubo digestivo sea funcional debido a sus
múltiples ventajas. En pacientes críticamente enfermos se aconseja la alimenta-
ción enteral mínima que, aunque no exista una definición unánime para ella,
se refiere a la alimentación enteral de 5-25 ml/kg/día de leche humana, artifi-
cial o ambas. Incluso con volúmenes inferiores a 1 ml/kg/día (de hasta 0,1
ml/kg/día) (“comidas cebadoras”) se consiguen efectos fisiológicos.
Objetivos
• Mantener una tasa de crecimiento igual a la del último trimestre de gesta-
ción.
• Mantener la división celular rápida y la síntesis de nuevos tejidos de la edad
gestacional correspondiente.
• Aproximar la composición de los tejidos lo más cercana posible a la del patrón
gestacional de referencia.
Tipos de alimentación
Procedimientos
Dependiendo del peso, edad gestacional, estado general, disponibilidad o
no de leche materna y si presenta patología asociada (distrés respiratorio, asfi-
xia, respiración asistida, hemorragias cerebromeníngeas) se usarán diferentes pro-
cedimientos y vías de administración.
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Enteral intermitente
La enteral intermitente en forma de bolo, gavage o chupete (dependiendo
de forma individual) es la más aconsejable, ya que se liberan hormonas gastroin-
testinales de forma cíclica, requieren equipo mínimo, riesgo más bajo de preci-
pitación de nutrientes en el sistema de suministro y mayor facilidad de admi-
nistración. Se ha descrito, asimismo, una disminución de alergia alimentaria y
mayor aumento de peso que con la forma continua. Los inconvenientes son la
posible distensión gástrica con repercusión en la función pulmonar.
Enteral continua
Tiene la ventaja de producir menos distensión gástrica, necesitar menor mani-
pulación (importante en apneas), así como inducir menos episodios de hipoxe-
mia y cianosis. Como inconvenientes, el que puede inducir pérdidas de calcio,
hierro y cinc de las fórmulas (por inestabilidad) y adherencia de la grasa a las
paredes de la sonda, con pérdida energética. Sus indicaciones son para los niños
que no toleran las intermitentes por intervención quirúrgica intestinal, reflujo gas-
troesófagico y residuos gástricos persistentes, así como en el distrés respiratorio
grave. Una alternativa es la administración continua durante una hora, con perío-
do de reposo de una o dos horas.
Vías de administración
Directa
Los niños con un peso superior a 1.800 g o edad gestacional superior a 34
semanas pueden tomar de forma directa leche materna o fórmula adaptada, ya
que coordinan la succión y deglución.
Nasogástrica
Es la que se usa con más frecuencia, ya que posee la ventaja de poder fijar la
sonda. Sus inconvenientes radican en que puede interferir con la respiración,
inducir mayor resistencia a la vía aérea y en ocasiones provocar exceso de secre-
ción nasal, así como ulceraciones del septo y mucosa nasal.
Orogástrica
Se utiliza con menos frecuencia, ya que se debe introducir y retirar en cada
toma por la dificultad de su fijación y cuando se mantiene fija puede reducir la
formación de saliva con obstrucción ductal e inflamación aséptica local. Para evi-
tar el riesgo de aspiración se indica esta vía en niños con CPAP, requiriendo aspi-
ración de aire intermitentemente y control de restos, perímetro abdominal y rui-
dos intestinales. En la actualidad su uso está teniendo mayor auge.
Transpilórica
La colocación de la sonda a nivel duodenal o yeyunal a través del píloro solo
está indicada en niños con reflujo gastroesofágico grave y en los que presentan
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gran retención gástrica por retraso importante del vaciamiento gástrico, lográn-
dose con ello evitar la distensión gástrica, así como los episodios de vómitos y
aspiraciones. No se recomienda de forma rutinaria, ya que posee los inconve-
nientes de la dificultad de su colocación, inducir mayor colonización bacteriana
del intestino delgado, malabsorción, dificultad para la absorción de grasas y pota-
sio, frecuencia mayor de ECN y de perforación intestinal.
Forma de administración
Directa
Se inicia con un volumen de 25 ml/kg/día, aumentando cada día la misma
cantidad hasta llegar a 165-180 ml/kg/día.
Nasogástrica u orogástrica
Siempre que sea posible, incluso con nutrición parenteral y/o con ventila-
ción mecánica, se debe recurrir a la alimentación enteral precoz, aunque sea de
forma mínima, a ser posible desde el primer día de vida. Para ello ha de asegu-
rarse la ausencia de distensión abdominal y de anomalías gastrointestinales, la
presencia de ruidos intestinales activos y la expulsión previa de meconio contro-
lando, una vez instaurada, la aparición de intolerancia alimentaria.
Los niños críticamente enfermos, independientemente de la nutrición
parenteral que precisen, pueden recibir alimentación enteral mínima, inicián-
dose a razón de 0,5 ml/hora en menores de 1 kg y de 1 ml/hora en iguales
o mayores de 1 kg, o bien 0,1-1,0 ml/kg una o dos veces por día para ambos
pesos. No se aumenta el volumen hasta que el paciente esté clínicamente esta-
ble.
Para los niños que no se encuentren en esta situación, y cuando su estado
general lo permita, se aumenta progresivamente el volumen entre 10-20 ml/kg/día
en función de la tolerancia digestiva, disminuyendo de forma paulatina la NP
hasta alcanzar las necesidades nutricionales totales por la vía enteral (hasta un
máximo de 200 ml/kg/día). Este método parece seguro y no se asocia con mayor
riesgo de ECN. El aporte enteral representa un aprovechamiento del 80% de la
misma cantidad por vía enteral.
Contraindicaciones
• Cualquier condición que pueda disminuir el flujo sanguíneo intestinal:
- Hipoxia intestinal (tras asfixia significativa o asociada a hipoxemia persis-
tente).
- Hipoflujo sanguíneo intestinal (hipotensión).
- “Robo” del flujo sanguíneo intestinal diastólico (ductus arterioso perme-
able).
- Reducción transitoria del flujo sanguíneo de la arteria mesentérica supe-
rior (administración de indometacina en bolo rápido).
• En la ECN.
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Calcio y fósforo
Es necesaria su suplementación para evitar la hipomineralización, osteope-
nia, fracturas y raquitismo, patologías muy frecuentes en estos niños. Se han
aconsejado los requerimientos del feto en el último trimestre del embarazo y que
son para el calcio de 120-160 mg/kg/día (70-200 mg/100 kcal) y para el fósfo-
ro de 60-80 mg/kg/día (50-117 mg/100 kcal), con una ratio calcio/fósforo de 2.
En la práctica, estos aportes son difíciles de cubrir por la mala tolerancia diges-
tiva, aportándose generalmente dosis inferiores. Para evitar una precipitación de
fosfato cálcico es aconsejable darlos por separado, agregándose en primer lugar
el fósforo, que se mezcla con la leche y, posteriormente, el calcio, que se dará en
otra toma y de forma repartida. Por otra parte, se deben evitar los aportes exce-
sivos de calcio por su posible implicación en la malabsorción de grasas y en la
producción de bezoar, acidosis metabólica, hiperfosfaturia, hipercalciuria y nefro-
calcinosis.
Hierro
La Academia Americana de Pediatría (1985) ha recomendado 2 mg/kg/día
hacia los dos meses de edad con un máximo de 15 mg/día, hasta el año de edad.
En la actualidad la tendencia es iniciarlo a las 2 semanas de edad, pudiendo reque-
rir dosis más altas de hasta 3-4 mg/kg/día en menores de 1.500 y 1.000 g res-
pectivamente, para prevenir la deficiencia de hierro. Sin embargo, su exceso
puede provocar hemolisis si no se acompaña de vitamina E, así como favorecer
la infección. En los pretérminos que reciban eritropoyetina humana recombinan-
te se aconseja su suplementación con más de 2 mg/kg/día.
Vitamina D
Se han recomendado aportes entre 400-1.600 UI/día, no demostrándose en
múltiples estudios que altas dosis de la misma demuestren ninguna ventaja. La
Academia Americana de Pediatría aconseja dosis de 400 UI, mientras que la ESPG-
HAN aconseja dosis de 800 UI. Para la enfermedad metabólica ósea se recomien-
dan 800 UI/día.
Otros
Deben recibir un preparado polivitamínico y mineral para completar las nece-
sidades del resto de estos nutrientes. Dado que pueden ser hiperosmolares e indu-
cir diarrea es aconsejable la distribución de la dosis diaria total.
Controles
Se debe vigilar el estado nutricional mediante la medición periódica de cal-
cio, fósforo, fosfatasas alcalinas, sodio, albúmina, prealbúmina y nitrógeno urei-
co séricos, así como valorar la excreción urinaria de calcio y de fósforo (se pre-
cisa orina de 24 horas) o bien índice calcio/creatinina urinario y/o cociente
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NUTRICIÓN PARENTERAL
Los RNPE no pueden cubrir al inicio todos sus requerimientos de nutrientes
utilizando solo la vía enteral dada su inmadurez anatómico-funcional. Esta limi-
ta los aportes e incrementos diarios de alimentación enteral, debido al riesgo
de intolerancia digestiva y de enterocolitis necrotizante.
Indicaciones
• RNPE que por su prematuridad no son capaces de utilizar parcial o totalmen-
te la vía enteral.
• RNPE cuya patología médica o quirúrgica impida la utilización de la vía enteral.
La NP debe mantenerse hasta que se pueda proporcionar un volumen de ali-
mentación enteral suficiente para lograr un aporte de macro, micronutrientes y
calorías que permita el crecimiento del RN.
Vías de acceso
- Acceso venoso periférico: las soluciones con una osmolaridad igual o superior
a 600-800 mOsm/L son irritantes para el epitelio vascular, por lo que el apor-
te de nutrientes por esta vía está limitado a una solución con 0,6-0,8 kcal/ml
(dextrosa al 10%, aminoácidos al 2% y lípidos en la cantidad necesaria).
- Acceso venoso central (catéter epicutáneo-cava o catéter venoso central de
inserción periférica y catéter umbilical): permiten administrar soluciones con
una osmolaridad superior a 800 mOsm/L. El catéter umbilical es un catéter
central que se introduce a través de la vena o de la arteria umbilical. Son caté-
teres con una duración limitada que se deben colocar en las primeras horas
de vida, ya que con posterioridad los vasos umbilicales se colapsan. En el caso
del catéter venoso es preferible retirarlo antes del día 14, debido al riesgo
de complicaciones trombóticas e infecciosas. El catéter epicutáneo-cava se
coloca percutáneamente y, si no presenta complicaciones, pueden mantener-
se todo el tiempo que se precise con un estricto cuidado de la vía y vigilancia
de la colonización bacteriana. Los cuidados a realizar son similares a los de
otras vías centrales, pero es recomendable, en catéteres con una inserción
superior a una semana, cultivos seriados de las conexiones herméticas.
Aporte hídrico
Los RNPE precisan aportes elevados de líquidos, ya que las pérdidas trascu-
táneas son altas como consecuencia de la inmadurez de su piel (Tabla I). Es reco-
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Controles
• Peso diario (cada 12 horas en RN de menos de 1.000 g o cada 24 horas en
mayores de 1.000 g). El límite de la pérdida de peso aceptable es 2-3%/día
y de 7-12% total.
• Densidad urinaria (óptima 1.004-1.008).
• Osmolaridad urinaria (óptimo 200-400 mOsmol/L).
• Diuresis correcta: 1-4 ml/kg/hora, en RN de menos de 1.000 g el primer día;
es normal entre 0,5-1 ml/kg/hora.
Hidratos de carbono
Los hidratos de carbono (HC) son la principal fuente de energía del feto y
del RN. Han de constituir un 35-55% de las calorías totales, cantidad suficiente
para que no utilice las proteínas o los lípidos como fuente energética. La NP debe
contener desde el primer día una cantidad suficiente de HC para cubrir las nece-
sidades basales (5 mg/kg/min), con incrementos diarios de 1 mg/kg/min, hasta
lograr un aporte máximo de 10-12 mg/kg/min. En prematuros de peso inferior
a 1.000 g se puede aumentar hasta 12-13 mg/kg/min si la tolerancia es correc-
ta. Cuando el aporte es superior a lo requerido puede haber un aumento del con-
sumo de O2 y de la producción de CO2.
Los controles de glucemia al inicio serán frecuentes, precisando una deter-
minación cada seis horas. Si se inicia tratamiento con insulina se realizarán cada
tres horas, junto con una valoración de la glucosuria. El objetivo es mantener la
glucemia entre 80-120 mg/dl ya que si aparecen valores superiores a 120 mg/dl
(dintel renal de glucosa en el RNPE) hay riesgo de hiperosmolaridad, diuresis
osmótica y no se alcanzan los aportes deseados. Así mismo, parece que el buen
control puede influir positivamente en el desarrollo neurológico posterior. La insu-
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Aminoácidos
Una de las funciones fundamentales de los aminoácidos (AA) en los RNPE es
la síntesis proteica y no han de utilizarse como fuente energética, excepto en el
RN de menos de 28 semanas. Deben constituir un 10-20% de las calorías totales
administradas. Los RN que no reciben proteínas pierden diariamente 0,5-1 g/kg
de sus depósitos corporales, por lo que es probable que las necesidades míni-
mas para revertir el balance nitrogenado negativo y reiniciar el crecimiento sean
de 1-1,5 g/kg/día. Estudios recientes sustentan la necesidad de iniciar el aporte
de AA inmediatamente después del nacimiento y alcanzar con rapidez las dosis
máximas, siempre que se guarde una relación nitrógeno/kcal no proteicas ade-
cuada. Con ello se obtienen mejores resultados neurológicos y unas medidas antro-
pométricas más próximas a las de los fetos de la misma semana gestacional.
• Un aporte proteico deficitario dará lugar a diversas complicaciones:
- Aumento de la susceptibilidad a las infecciones.
- Mayor debilidad muscular, por lo que aumenta el tiempo de ventilación
mecánica.
- Mayor posibilidad de déficits neurológicos.
• Un aporte proteico excesivo puede originar una termogénesis aumentada,
hiperamoniemia (amonio superior a 150 µmol/L), acidosis metabólica, alte-
ración del patrón plasmático de aminoácidos e hiperazoemia, aunque tal vez
ésta última podría indicar una utilización correcta de las proteínas.
La cantidad de AA en la NP de los menores de 1.000 g en el primer día de
vida es de 1,5 g/kg/día con incrementos de 0,5 g/kg/día hasta un límite 3,5-
4 g/kg/día.
Los RNPE presentan algunos sistemas enzimáticos hepáticos y renales inma-
duros por lo que algunos AA, como la taurina, la cisteína y la tirosina, son
esenciales en este período de la vida y se han de administrar en la solución.
Por el momento no hay evidencia de que la administración de glutamina
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Controles
- Peso diario, longitud y perímetro cefálico semanales.
- Proteínas somáticas: proteínas, albúmina, prealbúmina.
- Urea sérica y urinaria.
- Balance nitrogenado 1-2 veces/semana.
Lípidos
Son responsables de gran parte del aporte calórico, de proporcionar ácidos
grasos esenciales (ácido linoleico mínimo: 0,25 g/kg/día), fundamentales en el
desarrollo del sistema nervioso central y mejoran el balance nitrogenado. Deben
constituir un 30-50% de las calorías totales (25-40% de las calorías no proteicas).
La infusión se iniciará a partir del segundo día de vida con aportes de 0,5-1
g/kg/día. Los incrementos serán de 0,5-1 g/kg/día y el límite final es de 2,5-4
g/kg/día. La infusión se administrará en 24 horas para evitar picos plasmáticos
que condicionarían su depósito en el sistema reticuloendotelial. Se recomienda
no superar 0,5-1 g/kg/día en caso de hipertensión pulmonar, infección grave,
hiperbilirrubinemia neonatal grave, trombocitopenia inferior a 100.000/mm3,
insuficiencia hepática y en enfermedades pulmonares. Se deben tener también
en cuenta los lípidos contenidos en algunas medicaciones (anfotericina liposo-
mal…) con el fin de evitar la sobredosificación.
Los RN prematuros y los RN de bajo peso tienen una capacidad reducida
para aclarar lípidos, ya que la actividad de la lipoproteinlipasa, la lipasa pancre-
ática y la lecitín-colesterol-aciltransferasa está disminuida, especialmente en los
neonatos menores de 26 semanas, con retraso de crecimiento intrauterino o
estrés (cirugía, hipoxia, sepsis). La heparina a 1 UI/ml probablemente mejora la
actividad de la lipoproteinlipasa del endotelio capilar extrahepático y de la lipa-
sa hepática así como reduce el riesgo de trombosis, sin embargo estos dos pun-
tos no se han podido demostrar de momento.
Se recomiendan las soluciones al 20% por producir menor elevación de lípi-
dos plasmáticos y tener una relación triglicéridos/fosfolípidos más adecuada.
Actualmente se consideran seguras las soluciones mixtas de triglicéridos de cade-
na larga y de cadena media y las soluciones basadas en aceite de oliva que ade-
más aportan estabilidad a la emulsión.
Controles
Triglicéridos (nivel óptimo 150-250 mg/dl): si aparece hipertrigliceridemia
se ha de disminuir el aporte o realizar infusión intermitente. La hipertrigliceri-
demia puede dar lugar a alteración de la función del sistema reticuloendotelial,
de la capacidad de difusión del oxígeno alveolar, hiperviscosidad sanguínea e
incremento de la agregación plaquetaria.
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Carnitina
La carnitina facilita el paso de ácidos grasos de cadena larga a la mitocon-
dria para su oxidación. La síntesis en el RNPE es del 12% debido a su inmadu-
rez enzimática. A pesar que en pacientes con NP durante más de cuatro sema-
nas se han descrito niveles plasmáticos y tisulares inferiores a los normales no
existen datos que indiquen que la carnitina tiene efectos beneficiosos, aunque
tampoco nocivos. Se sugiere considerar la incorporación de carnitina en NP pro-
longadas.
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AGRADECIMIENTOS
Al Servicio de Neonatología de la Unidad Integrada de Pediatría (Hospital
Clínic y Hospital Sant Joan de Déu), al Servicio de Farmacia del Hospital Sant Joan
de Déu y a los compañeros neonatólogos del Servicio de Neonatología del Hos-
pital Universitario Materno-Infantil de Canarias (Las Palmas de Gran Canaria) por
su ayuda en la confección del presente capítulo.
BIBLIOGRAFÍA
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ga A, Carrascosa A, eds. Nutrición en la infancia y adolescencia. 3ª ed. Madrid: Ergon,
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Excelente y amplia revisión del tema con importantísima bibliografía, así como comenta-
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 586
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 587
Con los avances tecnológicos de finales del siglo XX, la nutrición ha sufrido
grandes cambios y el conocimiento de la prevención de enfermedades a través
de una correcta nutrición ha ganado muchos partidarios. Sin embargo persiste
la idea de que la mejor forma de alimentar un recién nacido y lactante es la lac-
tancia materna. Numerosas razones justifican esta forma natural de alimentación
los primeros meses de la vida:
• Equilibrio entre los principios inmediatos aportados.
• Cantidad de minerales y oligoelementos.
• Aporte de pre y probióticos.
• Paso de productos inmunes, como anticuerpos pasivos, células vivas.
• Motivos higiénicos: paso de la leche desde su lugar de producción directa-
mente al interior del aparato digestivo del lactante.
• Razones psicológicas: unión madre-hijo, mayor estímulo del bebé, etc.
La imposibilidad de la madre de alimentar a su hijo con la leche de su pro-
pio pecho justifica que en muchas ocasiones haya que recurrir a la alimenta-
ción con leches artificiales, derivadas de la leche de vaca. Esta imposibilidad radi-
ca sobre todo en motivos laborales: la legislación limita el permiso laboral para
la lactancia a los tres primeros meses postparto, motivo por lo que pocos avan-
ces podremos conseguir para incrementar la duración de la lactancia materna
si la madre debe atender sus obligaciones laborales para pocos meses tras el parto.
La alimentación del recién nacido y lactante presenta unas características
peculiares. Por una parte, debe cubrir las necesidades metabólicas para un correc-
to crecimiento y, por otra, para la maduración de órganos vitales como son el
cerebro, riñones, hígado, etc.
La Asociación Española de Pediatría (AEP), la Sociedad Europea de Gastroen-
terología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN), la Sociedad Española
de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP) y la Acade-
mia Americana de Pediatría (AAP) recomiendan la lactancia materna como el
mejor alimento del recién nacido y lactante durante los primeros 4-6 meses de
vida, coincidiendo en 3 puntos básicos:
1. La leche materna es el mejor alimento para el recién nacido y lactante.
2. Si no es posible aconsejan una leche adaptada o fórmula infantil.
3. La alimentación complementaria debe iniciarse a partir del 4º mes de vida
valorando previamente la maduración del niño y su estado nutricional.
La leche materna cubre todas las necesidades básicas y de crecimiento y es
bacteriológicamente segura, ya que contiene proteínas e inmunoglobulinas que
le confieren protección frente a infecciones entéricas.
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TABLA I.
Trimestre kcal/kg/día peso/kg cc/leche/3-4 h
Primero 110-120 3,40 60-90-120
4,50 90-120-150
5,30 140-160
Segundo 100-110 6,50 180-210
Tercero 90-100 7,60 210-240
Cuarto 80-90 9,50 240
NECESIDADES NUTRITIVAS
El agua representa el 60% del peso corporal del adulto y el 90% del peso
corporal del recién nacido. La energía calórica proviene de los denominados prin-
cipios inmediatos en las siguientes proporciones:
1. Proteínas: 10%.
2. Grasas: 35%.
3. Hidratos de carbono: 55%.
Las calorías son necesarias para la actividad física, mantenimiento de los teji-
dos, termorregulación y crecimiento. Tampoco debe olvidarse la importancia de
las vitaminas y oligoelementos para un correcto crecimiento y maduración del
bebé. Este equilibrio debe mantenerse siempre que pensemos en niños sanos.
Las recomendaciones energéticas durante el primer año de vida están indi-
cadas en la tabla I.
No todos los principios inmediatos aportan igual cantidad de calorías a igual
peso, ya que tienen diferente valor energético. Así:
• 1 gramo de proteínas aporta 4 kilocalorías.
• 1 gramo de hidratos de carbono aporta 4 kilocalorías.
• 1 gramo de grasa aporta 9 kilocalorías.
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LACTANCIA MATERNA
La mejor manera de alimentar al bebé es con leche de la propia especie. En
todas las especies de mamíferos, la leche está adaptada para cubrir todas las nece-
sidades metabólicas y de crecimiento de las crías y está en relación con el grado
de madurez del individuo en el momento del nacimiento.
La lactancia materna, además del papel nutricional, permite que el bebé per-
ciba estímulos sensoriales como calor, olor, etc. que ayudan a adquirir un mejor
desarrollo. Amamantar también tiene efectos beneficiosos para la madre.
La primera semana es esencial para el éxito de la lactancia. Conviene favo-
recer la relación madre-hijo inmediatamente tras el parto e iniciar la lactancia tan
pronto como el estado físico de la madre y el hijo lo permita, a ser posible antes
de las 6 horas. Durante los primeros días, la madre necesitará ayuda para vencer
los inconvenientes que se presentan durante la lactancia, como llanto, somno-
lencia, regurgitaciones del bebé, pezones sensibles, dolor por la episiotomía,
depresión postparto e inseguridad en el éxito de la lactancia. Los primeros días
las tomas deben ser cada 2 horas para ir espaciándolas en semanas posteriores
hasta llegar a cada 3-4 horas.
La mayoría de la leche la obtiene el niño al principio de la tetada, el 50% en
los primeros 2 minutos y el 80-90% en los primeros 7-8 minutos.
La composición de la leche no es la misma a lo largo de la tetada, siendo al
final más rica en grasa, produciendo un efecto de saciedad. Por este motivo los
niños alimentados con biberón, al ser la composición idéntica a lo largo de toda
la toma, no presentan este efecto de saciedad y por ello tienen tendencia a
presentar un peso superior a los que siguen lactancia materna. Dicho peso supe-
rior no equivale a un mejor estado nutricional.
Proteínas
En lo que hace referencia a las proteínas de la leche humana, debemos señalar
que:
• El contenido es sensiblemente inferior en la leche de madre que en la leche
de vaca.
• Estas proteínas de la leche humana están adaptadas a las necesidades del
recién nacido; a mayor velocidad de crecimiento, mayor contenido en pro-
teínas y sales minerales. Siendo la velocidad de crecimiento de la especie
humana de las más bajas de la escala zoológica, el contenido en proteínas
es lógico que sea más bajo que el de la leche de vaca.
• Están adaptadas por la limitada capacidad de excreción de los órganos excre-
tores.
• Hay un predominio de las proteínas séricas sobre la caseína.
Fundamentalmente, las proteínas de las leches infantiles para los primeros 6
meses deberían ajustarse a cuatro conceptos fundamentales:
• Primero: ser de buena calidad, es decir, contener los 10 aminoácidos esen-
ciales (metionina, valina, leucina, lisina, isoleucina, cistina, histidina, treoni-
na, triptófano y fenilalanina) en una secuencia adecuada y algunos amino-
ácidos semisenciales como la taurina y la arginina.
• Segundo: contenerlos en una cantidad adecuada: Fomon, en 1991, propu-
so 1,2 g por kg y día el primer mes de la vida. El Committee on Nutrition de
la ESPGHAN propuso entre 1,8 g a 2,8 g por 100 kcal.
• Tercero: que al ingerirlas induzcan en sangre un aminograma semejante al
que exhibe el recién nacido o lactante alimentado con leche materna.
Esto no se consigue con la leche de vaca no modificada, que posee apro-
ximadamente un 18% de proteína de suero (alfalactoalbúmina y betalac-
toglobulina) y un 82% de caseína, que induce altos niveles de fenilalanina
y tirosina y bajos de cistina y triptófano. Para alcanzar el aminograma dese-
ado en sangre hay que llegar a un 40% de caseína y un 60% de proteína
sérica, un 30% de caseína y un 70% de proteína de suero o un 50% de
ambas.
• Cuarto: que incluyan unos niveles de triptófano adecuados. El triptófano es
un aminoácido importante porque es un precursor de la serotonina que inter-
viene en la función de los neurotransmisores cuyo déficit provoca una alte-
ración de los patrones del sueño.
Con el contenido proteico elevado de la mayoría de las leches infantiles el
contenido en triptófano es el adecuado, pero a costa de que el contenido
del resto de la mayoría de aminoácidos sea elevado.
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Grasas
El aporte correcto en grasas según ESPGHAN sería de 4,4 g a 6 g por 100
kcal del total energético diario. Para ello en las leches infantiles se usan aceites
de cártamo, soja, girasol, oliva, o bien aceites procedente de semillas de colza,
sésamo y algodón.
Añadiendo ácidos grasos procedentes de la yema de huevo se puede conse-
guir la adición de ácido linoleico, aproximándose así al acidograma de la leche
materna (Tabla II) consiguiéndose así un perfil en el que el ácido láurico y mirís-
tico forman parte en un 8 a 3% de los ácidos grasos totales y los trans-ácidos gra-
sos estarán por debajo del 6% de los ácidos grasos totales. De los ácidos grasos
esenciales (EFA) que no se pueden fabricar y deben ser aportados desde el exte-
rior, el ácido linoleico aportará un 7,1% del aporte energético total, el ácido lino-
lénico un 0,9% de la energía total y la relación omega-6/omega-3 estará entre
un 5 y 15.
Los ácidos grasos poiliinsaturados de cadena larga (LCPUFA), como el ara-
quidónico (AA) docosohexaenoico (DXE) y el eicosapentaenoico (EPA) (Tabla III)
son importantes en la fisiología del sistema nervioso, inmunológico y en la gené-
tica. Se ha demostrado una correlación directa entre los aportes de los LCPUFA
y ciertas funciones del sistema nervioso central (SNC).
Por ello cabe preguntarse si es recomendable la incorporación de los
LCPUFA a las leches infantiles, teniendo en cuenta que tanto el AA como el DXE
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Figura 1. Posición del ácido palmítico en el triglicérido en la leche materna y en la de inicio con
grasa de leche de vaca no modificada.
haya palmítico libre, al menos en un 45-50% todavía por debajo del 75% de la
leche humana, pero muy por encima de 13% de la leche de vaca. Con esta modi-
ficación de la grasa se consigue una disminución de la esteatorrea y de la canti-
dad de jabones calcáreos de las heces. Los 2 monopalmitatos, por estar unidos
a la molécula del triglicérido en posición 2, se absorben perfectamente (Fig.1).
Hidratos de carbono
En lo que concierne a la parte hidrocarbonada de las fórmulas, el azúcar
mayoritario ha de ser la lactosa. En la actualidad, la adición de prebióticos (galac-
to o fructo-oligosacáridos) o probióticos solo está autorizada en las leches de con-
tinuación.
A pesar de los múltiples trabajos sobre los beneficios de los probióticos el
Comité actual de Nutrición de la ESPGHAN, sigue siendo parco en sus juicios
favorables sobre la adición de probióticos a las leches infantiles. Consideran
que la leche de continuación fermentada con bacterias productoras de ácido lác-
tico, no contiene bacterias fiables en el producto final, debido a su inactivación
por el calor y por otras causas ocurridas durante el proceso de elaboración; a
pesar de aceptar que hay dos estudios en los que se demuestra que este tipo
de fórmulas reduce la gravedad de las diarreas infecciosas en niños, el Comité
insiste en que no se pueden extraer conclusiones generales a partir de la infor-
mación científica disponible actualmente. Otros autores difieren de estas conclu-
siones.
De 0 a 4 meses
La lactancia materna o fórmula de inicio 1 (leche 1) está indicada para cubrir
todas las necesidades del lactante hasta los 4-6 meses de vida. Se administrará
cada 3-4 horas.
La madre debe lavarse las manos con agua y jabón antes de cada mamada.
Debe limpiar el pezón y la areola cuidadosamente con agua hervida antes y des-
pués de darle el pecho a su hijo. Debe sentarse cómodamente, con la espalda
bien apoyada y recta, el ambiente tranquilo, con la luz adecuada y, si es posible,
en el mismo lugar de la casa. El bebé debe estar en posición semivertical y la
madre debe comprimir el pecho alrededor del pezón con los dedos pulgar e índi-
ce para que la nariz del niño quede libre.
Una buena técnica de lactancia materna consistirá en dar un pecho duran-
te unos 7-8 minutos y pasar al segundo hasta que el niño se canse y quede satis-
fecho. En la siguiente mamada se empezará por este último y así sucesivamen-
te. La costumbre de mantener el bebé al primer pecho durante 10-15 o más
minutos, mientras el otro pecho rebosa de leche, solo conduce a que el bebé
se canse y trague aire, con lo que se provoca meteorismo y no pocos cólicos
del lactante.
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De 4 a 5 meses
A partir del 4º mes de vida se inicia la papilla de frutas (por la tarde) que
corresponderá a una merienda con aporte de vitaminas naturales y fibra, que son
importantes para la salud del niño. Tras la papilla de frutas a los pocos días pue-
den añadirse a 1 ó 2 biberones al día unas cucharaditas de harina sin gluten.
De 5 a 6 meses
De los 5 a 5 meses y medio de edad se inicia la primera papilla salada en la ali-
mentación del bebé que consiste en un puré de verduras de pollo. Se inicia con 60-
70 gramos de pollo para ir aumentando en los siguientes días hasta los 100-120 gra-
mos. Paralelamente se van reduciendo el número de tomas por día y se puede
cambiar la fórmula de inicio (leche 1) por una leche de continuación (leche 2).
Una vez cumplido el 6º mes de vida se amplía la variedad de harina, esco-
giéndose entre las que contienen gluten.
De 7 a 8 meses
Entre el 7º y 8º mes se introduce la ternera alternándola con el pollo en la
toma del mediodía.
A partir del 8º mes se inicia una papilla salada por la noche con la introduc-
ción del pescado blanco (rape, merluza, lenguado) 3-4 veces a la semana. Con
la introducción del pescado se inicia el aporte de aceites de pescado de gran inte-
rés para un correcto equilibrio entre la grasa saturada (de origen animal) y poliin-
saturada (de origen vegetal y marino). El aporte de leche diario debe ser apro-
ximadamente de 500 cc durante la infancia.
Al tomar el niño el pescado en la cena, en los casos que sólo haga 4 tomas
al día, el aporte de leche se vería mermado si no se aplica algún cambio en su
alimentación. El aporte de leche en esta edad todavía es básico para un buen
desarrollo, por lo que no debe ser inferior a los 500 cc/día. Para ello, el día en
que se desee darle pescado al bebé se suprimirá la papilla de frutas y se adminis-
trará una papilla con leche 2 y cereales igual a la del desayuno.
De 10 a 12 meses
A los 10-12 meses de vida se introduce el huevo para la cena alternando con
el pescado una vez a la semana. Primero será huevo duro y solo la yema; pasa-
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Elaboración
Lavar previamente las piezas de fruta antes de pelarlas. Pelarlas a continua-
ción. Trocear sacando el corazón y pasar por la batidora. Administrar al niño
inmediatamente para no perder los aportes vitamínicos. Se pueden añadir 2-
3 cucharadas de cereales (sin gluten hasta el 6º mes cumplido y con gluten a
partir del 6º mes) a gusto del niño.Tiempo aproximado de elaboración: 10
minutos.
Elaboración
Se pone a hervir todo hasta la cocción completa. Se deshuesa el pollo. Se
trocea todo y se pasa por la batidora. Finalmente se añaden 10 cc de aceite de
oliva y un poco de sal. Tiempo aproximado de elaboración: 30 minutos.
tránsito intestinal, dar volumen a las heces y aportar vitaminas, minerales y oli-
goelementos. Se puede aumentar el aporte de fibra incrementando la cantidad
de judías verdes a 80-90 gramos. El pollo sin piel es una carne fácil de cortar o
triturar y fácil de masticar; mejor el muslo, que es más tierno que la pechuga.
Plato fácilmente digerible y nutritivo para los primeros meses del bebé. Se puede
hacer a la plancha a los pocos días de hacerlo hervido, tras acostumbrar al niño
al sabor salado de la papilla.
Elaboración
Se pone a hervir todo. Se trocea todo y se pasa por la batidora. Finalmente
se añaden 10 cc de aceite de oliva y un poco de sal. Tiempo aproximado de ela-
boración: 30 minutos.
Elaboración
Se pone a hervir todo. Se trocea y se saca la espina del rape. Se pasa por la
batidora. Finalmente se añaden 10 cc de aceite de oliva y un poco de sal. Tiem-
po aproximado de elaboración: 30 minutos.
Elaboración
Se hace un huevo duro de unos 10 minutos. Después se pone a hervir la pata-
ta, zanahoria y judías verdes hasta la cocción. Se trocea todo junto con el huevo
duro una vez sacada la cáscara. Se pasa por la batidora. Finalmente se añaden
10 cc de aceite de oliva y un poco de sal. Tiempo aproximado de elaboración:
30 minutos.
RESUMEN
La alimentación del recién nacido y del lactante presenta unas característi-
cas peculiares sobre la alimentación de los adultos, ya que debe cubrir las nece-
sidades metabólicas para un correcto crecimiento y debe servir para la madura-
ción de órganos vitales, como son el cerebro, riñones, hígado, etc. La mejor forma
de alimentar a un recién nacido y lactante es la lactancia materna, al menos duran-
te los 4-6 primeros meses de vida, debido a muchas razones como son: mejor
aporte de minerales, oligoelementos, pre y probióticos, paso de productos inmu-
nes como anticuerpos y el favorecer la unión madre e hijo. Cuando sea imposi-
ble la lactancia materna habrá que recurrir a la alimentación con leches artifi-
ciales, fórmula de inicio hasta el 4º-6º mes y fórmula de continuación a partir del
4º-6º mes hasta los 2-3 años. El pediatra y la madre deben conocer cómo debe
modificarse la alimentación del niño sano según la edad. Así, las frutas se intro-
ducen al 4º mes, el pollo a los 5º-6º mes, la ternera al 6º-7º mes, el pescado al
8º mes, el huevo-yema cocida al 9º-10º mes y el huevo-clara cocida al 11º-12º
mes. A partir del año puede iniciarse progresivamente la alimentación con galle-
tas, yogur natural, queso, etc. y acostumbrar al niño a los hábitos familiares, pro-
porcionando siempre unos aportes calóricos adecuados.
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Excelente revisión en la que los autores hacen hincapié en la importancia que tienen los áci-
dos grasos poliinsaturados de cadena larga en la alimentación. Remarcan la dificultad en
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 601
INTRODUCCIÓN
En las sociedades occidentales los cambios en el estilo de vida y hábitos
dietéticos han favorecido el desarrollo en el adulto de enfermedades crónicas y
degenerativas que constituyen, hoy en día, el principal problema de salud de
estas colectividades. Por tanto, es lógico que una de las mayores preocupacio-
nes de los organismos sanitarios y de la propia población sea la promoción de
modificaciones dietéticas desde edades tempranas de la vida, como medio de
prevención y control a corto y a largo plazo de estos procesos. Estos cambios
implican la prevención de enfermedades nutricionales crónicas: obesidad, hiper-
tensión arterial, aterosclerosis y enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, dia-
betes, estreñimiento, síndrome de intestino irritable y diversos cánceres, relacio-
nadas en su mayoría con un consumo excesivo o desequilibrado de ciertos
nutrientes.
En este sentido, las estrategias de cribado y detección de niños de riesgo por
sus antecedentes familiares, así como el establecimiento de recomendaciones
nutricionales se están estableciendo a partir de los 2 ó 3 años de edad. Incluso el
acto de la comida debe ser utilizado durante esta etapa de la vida como un medio
educativo para la adquisición de hábitos alimentarios que repercutirán en el com-
portamiento nutricional del futuro adulto. El objetivo de este capítulo es plan-
tear de forma práctica las peculiaridades biológicas, las necesidades nutriciona-
les y la promoción de hábitos saludables en estas edades.
1. Desarrollo somático
El desarrollo es la conjunción del crecimiento y de la maduración. Transcu-
rridos los 2 primeros años de la vida del niño correspondientes al período de cre-
cimiento acelerado, se pasa a la etapa de crecimiento estable correspondiente
a las edades preescolar (3-5 años) y escolar (desde los 6 años al comienzo de la
pubertad). El crecimiento longitudinal en el preescolar es de 6-8 cm/año y el
incremento ponderal de 2-3 kg anuales. En el escolar se retarda más el crecimien-
to longitudinal (5-6 cm/año) y la ganancia de peso es de 3-3,5 kg/año. Paralela-
mente continúa la maduración de órganos y sistemas. El desarrollo psicológico
en los preescolares incluye la incorporación paulatina de habilidades motoras y
del lenguaje; más tarde, durante la época escolar, maduran habilidades como
la lectura, escritura, operaciones matemáticas y adquisición progresiva de cono-
cimientos
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 604
3. Actividad física
Se incrementa de forma progresiva, aunque con una amplia variabilidad entre
niños, siendo algunos muy activos frente a otros muy sedentarios con gran dedi-
cación a los ordenadores, videojuegos y a la televisión. Algunos escolares mayo-
res desarrollan una actividad deportiva intensa (particularmente los que ejerci-
tan gimnasia de competición y/o danza) que los hace vulnerables a la insuficiencia
nutricional.
otra más pequeña y viceversa. En la edad escolar la actitud ante la comida cam-
bia, recuperándose el apetito en relación a la edad anterior y tendiendo a desa-
parecer las apetencias caprichosas. Durante este tiempo el horario de las comi-
das suele ser más irregular y desordenado, particularmente en los mayores, en
los que influye mucho el ritmo escolar. Es muy importante que en estas eda-
des los padres y educadores enseñen a consumir alimentos variados y saluda-
bles y que a su vez, los niños sean capaces de regular por sí mismos la cantidad
de energía consumida.
RECOMENDACIONES NUTRICIONALES
Los objetivos de la nutrición en el preescolar y escolar son: 1) asegurar su
crecimiento y desarrollo, adecuándose a la actividad física y 2) promover hábi-
tos dietéticos saludables que prevengan del desarrollo de enfermedades nutri-
cionales a corto y a largo plazo.
1. Calorías diarias
Las necesidades de energía se ajustarán de forma individual al tamaño cor-
poral y al nivel de actividad física con la finalidad de evitar el sobrepeso. Las nece-
sidades diarias han sido publicadas por dos informes internacionales: el Comité
de Nutrición de la Academia de Ciencias Americana, 2002 (Ingestas Dietéticas
de Referencia –Dietary Reference Intakes, DRIs) y también por la FAO/WHO/UNU,
2004 (Food and Agriculture Organization/World Health Organitation/United
Nations University). Como se aprecia en la tabla I las necesidades energéticas son
similares en ambos informes para los dos grupos de edad. Los requerimientos
energéticos se han calculado como la suma del gasto energético total (GET) más
el valor de la energía depositada como consecuencia del crecimiento y que se
corresponde en esta edad a unas 20 kcal/día. A su vez el GET es el resultado del
metabolismo basal, la termogénesis de los alimentos y la actividad física. Convie-
ne aclarar que cuando se habla de requerimientos energéticos se están expre-
sando los cálculos promedio de la población sana. En las DRIs se expone las ecua-
ciones de predicción en función del coeficiente de actividad física (CAF) que se
obtiene del nivel de actividad física (NAF). El NAF equivale al GET dividido por el
metabolismo basal. Los niveles de actividad se clasifican en: 1) Sedentario (NAF
≥1,0<1,4): el CAF para ambos sexos será de 1,0; 2) Poco activo (NAF ≥1,4<1,6):
el CAF para chicos será de 1,13 y para chicas de 1,16; 3) Activo (NAF ≥1,6<1,9):
el CAF para chicos será de 1,26 y para chicas de 1,31; 4) Muy activo (NAF
≥1,9<2,5): el CAF para chicos será de 1,42 y para chicas de 1,56.
- Ración calórica de los principios inmediatos: en la dieta tiene que existir
una proporción entre los diferentes principios inmediatos administrados. Los
hidratos de carbono deberán aportar entre el 50 y 55% de las calorías tota-
les de la dieta; las proteínas deberán aportar el 15% de la energía y las gra-
sas entre el 30 y el 35% de la energía de la dieta. Es cuanto a la distribu-
ción diaria de la energía en las diversas comidas del día es recomendable
destinar el 25% calorías para el desayuno (incluyendo el almuerzo de media
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WHO, 2004**
Chicos Chicas
kcal/día kcal/día
Edad (años) kcal/kg/día (promedio edad; peso) kcal/kg/día (promedio edad; peso)
3-8 75 1.467 72 1.330
(5-6 años; 19,7 kg) (5-6 años; 18,6 kg)
9-13 63 2.340 56 2.150
(11-12 años; 37,5 kg) (11-12 años; 39,5 kg)
*Cálculo: GE + ED
- Niños (3-8 años): 88,5 – [61,9 x edad (años)] + CAF x [26,7 x peso (kg) + 903 x talla
(m)] + 20 kcal
- Niños (3-8 años): 135,3 – [30,8 x edad (años)] + CAF x [10 x peso (kg) + 934 x talla
(m)] + 20 kcal
- Niños (9-18 años): 88,5 – [61,9 x edad (años)] + CAF x [26,7 x peso (kg) + 903 x
talla (m)] + 25 kcal
- Niñas (9-18 años): 135,3 – [30,8 x edad (años)] + CAF x [10,0 x peso (kg) + 934 x talla
(m)] + 25 kcal
*Cálculo adolescentes con sobrepeso: GE para el mantenimiento del peso
- Niños (3-18 años): 114 – [50,9 x edad (años)] + CAF x [19,5 x peso (kg) + 1161,4 x
talla (m)]
- Niñas (3-18 años): 389 – [41,2 x edad (años)] + CAF x [15,0 x peso (kg) + 701,6 x talla
(m)]
2. Proteínas
Su ingesta recomendada (DRIs, 2002) varía en función de la edad y del peso cor-
poral se especifica. Entre 1-3 años se requieren 1,1 g/kg/día disminuyendo a 0,95 a
partir de los 4 años en adelante. Estas cantidades se han calculado aplicando como
criterio el mantenimiento del balance de nitrógeno más el depósito proteico gene-
rado por el crecimiento. Es recomendable que la fuente alimentaria sea de origen ani-
mal y vegetal al 50%. También es importante considerar el fenómeno de comple-
mentación proteica, por el cual la combinación de alimentos proteicos dentro de la
misma comida puede compensar entre sí sus aminoácidos esenciales haciendo que
las proteínas de esa comida incrementen su valor biológico. Por ejemplo, la combi-
nación de pan y leche o de lentejas y arroz es muy beneficiosa.
3. Lípidos
Del 35% de las calorías se recomienda administrar un 10% en forma de grasa
saturada, un 15% de monoinsaturada y el 10% restante de poliinsaturada (con una
relación aproximada ω-6:ω-3 de 10:1). El colesterol total no debe sobrepasar los 100
mg/1.000 kcal o 200 mg/día. Las ingestas adecuadas de ácidos grasos esenciales se
han estimado en: linolénico 10 g/día de 4-8 años y 12 g/día de 9-13 años; y de α-
linolénico de 0,9 y 1,2 g/día, respectivamente. Las principales recomendaciones
sobre el consumo de grasas se resumen en las siguientes: ingerir lácteos semidesna-
tados siempre que el estado nutritivo sea adecuado; incrementar el consumo de
aceite de oliva, por su aporte de de monoinsaturados y principalmente virgen por-
que suministra, además, antioxidantes (tocoferoles, carotenos, etc.); incrementar el
consumo de pescados como fuente principal de ω-3; consumir frutos secos natura-
les ricos en monoinsaturados (cacahuete, pistacho, almendras, nueces) y poliinsa-
turados (nueces). Por otra parte, se debe restringir el consumo de carnes grasas,
mantequilla, margarina (contenido en ácidos grasos trans) y bollería industrial (esta
última rica en aceite de coco, fuente vegetal de grasa saturada).
4. Hidratos de carbono
Las ingestas de referencia establecen su consumo en 130 g/día (DRIs, 2002).
Solo el 10% de los azúcares consumidos (máximo del 25%) deberán ser en forma
de azúcares simples reduciendo el consumo de sacarosa en prevención de la caries
dental, hiperlipidemia y obesidad. El 90% restante serán carbohidratos com-
plejos (en forma de cereales, tubérculos, legumbres y frutas).
5. Fibra
La ingesta recomendada en g/día se puede calcular en niños mayores de 2
años como el número de años que tenga más 5 (edad + 5). Según esto, la can-
tidad para un niño de 3 años sería de 8 g/día y a los 14 años de 19 g/día. Las
DRIs (2000), sin embargo, han establecido niveles superiores aparentemente difí-
ciles de alcanzar, basados en una ingesta de 14 g/1.000 kcal, protectora frente
a la enfermedad coronaria (19 gramos a los 3 años, 25 entre 4-8 años y 26-31
gramos hasta los 13 años).
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 608
Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRIs) 1997-2001.
1
American Academy of Pediatrics, American Dental Association y American Academy of Pedia-
tric Dentistry.
6. Minerales y oligoelementos
Las necesidades de minerales como el calcio, fósforo, magnesio, hierro, cinc
y flúor se recogen en la tabla II. Las de calcio se han establecido basándose en la
adquisición del contenido mineral óseo que prevenga la osteoporosis. Respecto
al flúor se recomiendan aquellas cantidades que disminuyen la incidencia de la
caries dental. Dado que la fuente principal de ingreso de flúor es el agua de bebi-
da habrá que contemplar su suplementación en aquellas zonas donde esta con-
tenga cantidades insuficientes (< 0,3 mg/litro). Sin embargo, dado el riesgo de
fluorosis, en este momento, solo se recomienda suplementar con fluoruro a aque-
llos chicos y chicas con riesgo de desnutrición y en niños con enfermedades cró-
nicas que conllevan trastornos de la salivación y deglución.
7. Vitaminas
Las recomendaciones de las vitaminas liposolubles y de hidrosolubles se espe-
cifican en la tabla II. En vitamina D se establecen aportes de 200 UI (5 µg) debien-
do suplementarse en niños con irradiación solar insuficiente. Dado su papel en
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 609
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS
1. Calcular las calorías de forma individualizada en función de la progresión
del peso respecto a la talla y según el grado de actividad física, intentando
adecuarlas a las actividades escolares. De forma especial, el deportista esco-
lar debe incrementar el aporte energético en relación al tipo de actividad y
a la duración de la misma.
2. Ofrecer una alimentación variada atendiendo a la calidad más que a la can-
tidad de los alimentos. La dieta del escolar debe incluir alimentos de todos los
grupos, con el fin de conseguir un aporte de nutrientes satisfactorio. En la
tabla III se recogen las raciones diarias recomendadas de los principales gru-
pos de alimentos basadas en la pirámide de los alimentos de la Sociedad Espa-
ñola de Nutrición Comunitaria (SENC). En su elección hay que tener en cuen-
ta los gustos, costumbres y condicionamientos sociales de la población a la
que va a dirigirse, para poder ofrecer diversas posibilidades con alimentos de
un valor nutritivo similar. Cuando el niño pequeño rechace un alimento debe
ofrecerse de una forma atractiva transcurridos unos días. Pueden ser necesa-
rios hasta ocho o diez intentos para que sea aceptado. En los mayores la expli-
cación de los beneficios del alimento surte con frecuencia efectos positivos.
3. Repartir las comidas del día en 3 principales (desayuno, comida y cena)
y 1 ó 2 intermedias (almuerzo y merienda), promoviendo de forma espe-
cial la importancia del desayuno. Una distribución calórica aceptable den-
tro de la jornada sería: en el desayuno el 25% de la energía diaria; en la comi-
da el 30%; en la merienda el 15-20% y en la cena el 25-30% restante. De
esta forma, el 55% de las calorías se recibirán en la primera mitad de la jor-
nada, con objeto de cubrir mejor los gastos del período de mayor activi-
dad intelectual y física. La cena debe tener una composición complemen-
taria a la comida, aportando alimentos que no se toman habitualmente en
la comida del mediodía.
4. Utilizar preparaciones culinarias sencillas, que no precisen la adición de
cantidades importantes de grasa y/o sal en su elaboración. Es recomendable
utilizar aceite de oliva frente a otro tipo de grasas.
5. Las fuentes de proteínas deben combinar las de origen animal, principal-
mente a través de huevos, lácteos y pescado, con las de origen vegetal a par-
tir de las legumbres y cereales. En el desayuno es muy recomendable la com-
binación de leche y pan por su complementación en aminoácidos.
6. En relación a las grasas, debe incrementarse el consumo de monoinsatura-
das (aceite de oliva virgen, frutos secos) y de poliinsaturadas, especialmen-
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TABLA III. Guía para la alimentación del niño preescolar y escolar (basada en la pirámide
de los alimentos de la SENC).
Edad: 2 a 6 años Edad: 6 a 14 años
Alimento Raciones Raciones
Lácteos 2-3 3-4
Leche 200-250 ml, Leche 200-250 ml,
2 yogures, 2 petit, 1 cuajada 2 yogures, 2 petit, 1 cuajada
40 g queso magro/80 fresco 40 g queso magro/80 fresco
Carne, pescado Total 2/día, alternando Total 2/día, alternando
huevos y Carne (60-70 g) Carne (80-100 g)
legumbres Pescado (70-90 g) Pescado (100-120 g)
Huevos (1 mediano); Huevos (1-2 medianos);
3/semana. 3/semana.
Jamón 25-30 g Jamón 30-40 g
Legumbres 160 g/semana Legumbres 160-180 g/semana
Cereales, 3-4/día 3-6/día
pan arroz, pasta…*
Aceite de oliva 10 g 10 g
Frutas** y verduras*** 2 y 2/día 2 y 3/día
Frutos secos (20-30 g) 3-7/semana 3-7/semana
Agua 6-8 vasos/día 6-8 vasos/día
* Ración de cereal = rebanada gruesa de pan, 30 g de cereales, 1/2 taza de cereal o pasta cocida
(60-80 g crudo), patata 120-200 g/guarnición 60-90 g
** Ración de fruta = 120-200 gramos de fruta:
- 1 pieza de fruta mediana; 1 taza de fresones, cerezas, uvas, moras
- 1 rodaja grande de melón, sandía o piña
- 2 ó 3 piezas de frutas pequeñas como los albaricoques, ciruelas o mandarinas
*** Ración de verdura = 120-200 g/guarnición 60-90 g.
RESUMEN
Los objetivos de la nutrición en el preescolar y escolar son:
1. Asegurar su crecimiento y desarrollo, adecuándose a la actividad física.
2. Promover hábitos dietéticos saludables que prevengan del desarrollo de enfer-
medades nutricionales a corto y a largo plazo (obesidad, aterosclerosis, hiper-
tensión, osteoporosis, estreñimiento, diabetes, cáncer).
3. Las características biológicas que sustentan los requerimientos en estas eda-
des son: 1) Crecimiento estable (el incremento longitudinal en el preescolar
es de 6-8 cm/año y el ponderal de 2-3 kg anuales; en el escolar es de 5-6
cm/año y la ganancia de peso de 3-3,5 kg/año); 2) Actividad física varia-
ble; y 3) Actividad social creciente.
Recomendaciones nutricionales
– Mantener estado de nutrición adecuado aportando energía en función de la
edad, de la progresión del peso para la talla y de la actividad.
– Distribuir la ración calórica aportando un 15% de las calorías en forma de
proteínas (de origen animal y vegetal), 35-30% en lípidos y 50-55% en hidra-
tos de carbono.
– En relación a las grasas, incrementar el consumo de monoinsaturadas (acei-
te de oliva virgen, frutos secos) y de poliinsaturadas, especialmente de ω-3
(pescados), y reducir el de saturadas (leche entera, carnes, embutidos y bolle-
ría industrial).
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BIBLIOGRAFÍA
– Agencia española de seguridad alimentaria y nutrición (http://www.aesan.msc.es).
En esta página se puede consultar entre otros la Estrategia NAOS (Estrategia para la nutri-
ción, actividad física y prevención de la obesidada) y el programa PERSEO para la promo-
ción de hábitos saludables en el ámbito escolar.
– American Academy of Pediatrics. Comité de Nutrición, ed. Alimentación del niño.
En: Manual de Nutrición Pediátrica. 5ª ed. México: Intersistemas, 2006; 119-36.
– American Heart Association, Gidding SS, Dennison BA, Birch LL et al. Dietary recommen-
dations for children and adolescents: A guide for practitioners. Pediatrics 2006; 117:544-
59.
Expone la guía nutricional de la AHA (American Heart Association) avaladas por la AAP
(American Academy of Pediatrics) detallándose las recomendaciones para la prevención en
la infancia de la enfermedad cardiovascular. Está dirirgida a los médicos incluyendo reco-
mendaciones prácticas dietéticas y de actividad física para las familias.
– Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRI) for
energy, carbohydrate, fiber, fat, fatty acids, cholesterol, protein and amino acids. Was-
hington DC: The National Academy Press; 2002.
Se establecen las ingestas recomendadas sustentadas en indicadores objetivos que estiman
las calorías según el balance energético, reconociendo que las recomendaciones anteriores
eran excesivas al basarse en ingestas de poblaciones sobrenutridas. Incorporan como valo-
res antropométricos de referencia las tablas de crecimiento del CDC, 2000. En hidratos
de carbono se estiman las ingestas totales diarias y los efectos sobre el índice glucémico de
los alimentos. Se define la fibra y las ingestas adecuadas que, como se detalla en el texto,
son muy superiores a las establecidas por la American Health Foundation, 1995. En rela-
ción a las proteínas, las cantidades recomendadas son menores que las publicadas por
las RDA en 1989, concretamente en el primer semestre, en el que se reducen al 70%. En el
resto de las edades los cambios son de mucha menor consideración. Respecto a las gra-
sas no se ha encontrado suficiente evidencia de prevención de enfermedad como para esta-
blecer la ingesta total de grasas, pero se establecen las ingestas adecuadas en ácido lino-
leico y a-linolénico.
– Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRI) for
calcium, phosphorus, magnesium, vitamin D and fluoride. Washington DC: The Natio-
nal Academy Press; 1997.
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Primer informe publicado sobre las Dietary Reference Intakes (DRI), en donde se explican
sus categorías, aspecto importante para interpretar y utilizar adecuadamente las ingestas
recomendadas. Estas categorías incluyen: 1) EAR (Estimated average requirement = reque-
rimiento promedio calculado), que define el nivel de ingesta que debe cubrir las necesida-
des del 50% de los individuos de la misma edad y sexo; se basa en indicadores nutricio-
nales objetivos como balances metabólicos, niveles séricos, etc. 2) RDA (Recommended
dietary allowance = ración dietética recomendada), que constituye el nivel de ingesta
suficiente para cubrir las necesidades del 98% de los individuos. Se calcula como las EAR
más 2 desviaciones estándares. 3) AI (Adequate intake = ingesta adecuada), que se apli-
ca cuando no se dispone de datos suficientes para determinar las anteriores. Se basan en
aproximaciones de las cantidades ingeridas por poblaciones sanas (ejemplo: en lactantes
de 0-5 meses, las AI se basan en los aportes del nutriente por la leche materna). 4) UP
(Upper level = nivel máximo tolerable), que corresponde a la cantidad máxima de un nutrien-
te que evita el riesgo de efectos adversos para la salud. En este informe se establecen las
ingestas de calcio para la adquisición del contenido mineral óseo preventivo de la osteopo-
rosis, las de flúor para evitar la caries y las de vitamina D en función de la exposición solar.
– Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRI) for
thiamine, riboflavin, niacin, vitamin B6, folate, vitamin B12, pantothenic acid, biotin
and choline. Washington DC: The National Academy Press; 1999.
– Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRI) for
vitamin C, vitamin E, selenium and carotenoids. Washington DC: The National Aca-
demy Press; 2000.
– Food and Nutrition Board. Institute of Medicine. Dietary Reference Intakes (DRI) for
vitamin A, vitamin K, arsenic, boron, chromium, copper, iodine, iron, manganese,
molybdenum, nickel, silicon, vanadium and zinc. Washington DC: The National Aca-
demy Press; 2001.
– Leis R, Tojo R.. Alimentación del niño escolar. En: En: Comité de Nutrición de la AEP,
ed. Manual práctico de nutrición en pediatría. Madrid: Ergon 2007;91-106.
– Mataix Verdú J, Alonso Franch M. Nutrición en situaciones fisiológicas. Niño preesco-
lar y escolar. En: Mataix Verdú J, editor. Nutrición y alimentación humana. Madrid:
Ergon; 2001. p. 425-47.
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 615
INTRODUCCIÓN
La adolescencia es la edad que sucede a la niñez y que transcurre desde la
pubertad hasta el desarrollo completo del organismo. La pubertad es el proceso
de maduración del eje hipotálamo-hipofisario-gonadal que da lugar al crecimien-
to y desarrollo de los órganos genitales y, concomitantemente, a cambios físicos
y psicológicos hacia la vida adulta que conducen a la capacidad de reproducción.
Etimológicamente, el término adolescencia procede del vocablo latino ado-
lescere, que significa cambio. Los acontecimientos que caracterizan a la puber-
tad son: adrenarquia o aparición de vello sexual y axilar; telarquia o desarrollo
mamario y menarquia o aparición de la menstruación (eyaculación en los niños).
Los cambios que se producen durante la pubertad o adolescencia afectan bási-
camente al fenotipo, al sistema neuroendocrinológico y a la esfera psicosocial.
Desde el punto de vista de la nutrición y alimentación, conviene recordar los pri-
meros y tener en cuenta los últimos como componentes del comportamiento ali-
mentario.
OMS, 1985.
Energía
El mayor componente del gasto energético es el correspondiente al gasto
energético de reposo, cuyo principal factor determinante es la masa magra,
de mayor magnitud en los varones. El otro componente energético más impor-
tante es la actividad física, también superior habitualmente en los varones. Exis-
ten numerosas ecuaciones que permiten el cálculo del gasto energético en repo-
so en niños y adolescentes. En nuestro medio se recomienda el uso de las
propuestas por Schofield (que incluyen el peso y la talla) y por la FAO/OMS/UNU
(Tabla I).
Las ingestas recomendadas de energía son iguales en ambos sexos hasta lle-
gar a la pubertad, en donde ya se establecen las correspondientes diferencias en
función de la aparición de la pubertad y los modelos de actividad física que se
van estableciendo. Las recomendaciones energéticas para adolescentes asumen,
por lo tanto, un amplio rango de variación sobre el valor medio indicado, de
modo que se puede llevar a cabo un ajuste individual teniendo en cuenta el peso
corporal, la actividad física y la velocidad de crecimiento.
La distribución calórica a lo largo del día debe ser similar a la siguiente: desa-
yuno, 20-25% de las calorías totales; comida, 30-35% de las calorías; merienda,
15-20% de las calorías; cena, 25% del total consumido en el día. Esta última se
debe considerar como una comida de seguridad, que aporte los nutrientes que
puedan haber sido deficitarios durante el día.
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TABLA II. Ingesta recomendada (AI) de calcio, vitamina D y flúor en niños y adolescentes
de ambos sexos.
Edad (años) Calcio (mg/día) Vitamina D (µg/día) Flúor (mg/día)
0-0,5 210 5 0,01
0,5-1 270 5 0,5
1-3 500 5 0,7
4-8 800 5 1,0
9-13 1.300 5 2,0
14-18 1.300 5 3,0
Grasas
Una parte importante del aporte energético lo representa el aporte de gra-
sas, 9 kcal por gramo. Se recomienda una ingesta inferior al 30% de la ingesta
energética, aunque si la distribución cualitativa de las grasas es adecuada, con
una ingesta elevada de grasa monoinsaturada, se podría aceptar hasta un 35%.
Proteínas
Las ingestas recomendadas se calculan en función de la velocidad de creci-
miento y la composición corporal, aconsejando unas cifras medias de 45 g/día y
59 g/día para los dos grupos de adolescentes varones y de 44 g/día y 46 g/día
en el caso de mujeres (9 a 13 años y 14 a 18 años, respectivamente). Conviene
aclarar que, en general, la ingesta proteica real en adolescentes, como en el resto
de la población, es superior a la ingesta recomendada.
Vitaminas
Como consecuencia de las necesidades aumentadas de energía, los requeri-
mientos de tiamina, riboflavina y niacina también están incrementados, ya que
intervienen en el metabolismo intermediario de los hidratos de carbono. Tam-
bién son más altas las demandas de vitamina B12, ácido fólico y vitamina B6, nece-
sarias para la síntesis normal de ADN y ARN y para el metabolismo proteico. El
rápido crecimiento óseo exige cantidades elevadas de vitamina D y calcio, y para
mantener la normalidad estructural y funcional de las nuevas células se requie-
ren mayores cantidades de vitaminas C, A y E.
Minerales
Los que presentan mayores problemas en los adolescentes son el calcio
hierro y cinc. El crecimiento y los cambios en la composición corporal que se pro-
ducen en la adolescencia justifican la ingesta recomendada de 1.300 mg/día
de calcio en ambos períodos de la adolescencia (Tabla II). Hay que tener en cuen-
ta que es fundamental que en la adolescencia se alcance una masa ósea adecua-
da. El lograr una adecuada osificación ósea cobra una especial importancia en las
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:40 Página 618
Frutas
Las frutas y sus zumos al 100% proporcionan vitaminas A y C y potasio.
Son también pobres en grasa y en sodio. En la práctica se debe: a) comer fru-
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OCASIONAL
Grasas (margarina, mantequilla...)
Dulces, bollería
Carnes grasas,
embutidos.
DIARIO
2 RACIONES
Carnes magras, pescado,
huevos, legumbres y frutos secos.
2-4 RACIONES
Leche, yogur,queso 3-5 raciones
(preferentemente aceite de oliva)
4-6 RACIONES
pan, cereales,
cereales
integrales,
arroz, pasta,
patatas
tas frescas y sus zumos al 100% y evitar la fruta enlatada edulcorada; b) comer
la fruta entera; c) comer cítricos, melones y bayas, que son ricos en vitami-
na C.
Verduras
Las verduras proporcionan vitaminas, incluyendo las vitaminas A y C, fola-
tos, minerales, tales como hierro y magnesio y fibra. Además, son pobres en grasa.
Un adolescente debe ingerir 2-4 porciones cada día. En la práctica se debe: a)
comer una variedad de verduras para proporcionar todos los nutrientes dife-
rentes que suministran, incluyendo verduras de hojas verdes, verduras de color
amarillo, verduras ricas en almidón (patatas, maíz, guisantes), legumbres y otras
verduras (lechuga, tomates, cebollas y judías verdes); b) no añadir mucho acei-
te a las verduras y evitar la adición de mantequilla, mayonesa y arreglos para
ensalada.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 620
ACTIVIDAD FÍSICA
La actividad física suele disminuir durante la adolescencia, en particular en
las chicas. La falta de actividad física se produce por un desconocimiento de los
beneficios asociados a la práctica de actividad física, a la falta de motivación, a la
falta de tiempo y, en muchos casos, a la falta de instalaciones adecuadas. Sería
importante practicar y reforzar aquellas actividades de la vida ordinaria, como
caminar habitualmente, subir y bajar escaleras, etc.
RESUMEN
- La dieta equilibrada deberá proponerse de manera individual.
- Para proponer una dieta equilibrada individual es necesario conocer el esta-
do nutricional.
- La valoración nutricional comprende: anamnesis, historia dietética, explora-
ción clínica, antropometría, valoración del gasto energético (calorimetría)
y datos bioquímicos.
- Los índices de composición corporal más utilizados son el índice de masa
corporal y el porcentaje de grasa total corporal.
- Los objetivos nutricionales se deben ajustar a la velocidad de crecimiento y
a los cambios en la composición corporal.
- Las recomendaciones energéticas se deben ajustar teniendo en cuenta el
peso corporal, la actividad física y la velocidad de crecimiento.
- Se deben establecer hábitos alimentarios que promocionen la salud a corto,
medio y largo plazo.
- La educación nutricional debe respetar la independencia y la capacidad para
hacer elecciones dietéticas adecuadas.
- Se recomienda una dieta rica en cereales, verduras, frutas y aceite de oliva crudo.
- Las causas más frecuentes de desequilibrio alimentario son los hábitos ali-
mentarios no convencionales, trastornos del comportamiento alimentario
y prácticas de deportes de competición.
BIBLIOGRAFÍA
– Bueno M, Moreno LA, Bueno G. Valoración clínica, antropométrica y de la composi-
ción corporal. En: Tojo R, editor. Tratado de nutrición pediátrica. Barcelona: Doyma;
2000. p. 477-90.
– Moreno LA, González-Gross M, Kersting M, Molnar D, de Henauw S, Beghin L, Sjöström
M, Hagstromer M, Manios Y, Gilbert CC, Ortega FB, Dallongeville J, Arcella D, Wärn-
berg J, Hallberg M, Fredriksson H, Maes L, Widhalm K, Kafatos AG, Marcos A, on behalf
of the HELENA Study Group. Assessing, understanding and modifying nutritional sta-
tus, eating habits and physical activity in European adolescents. The HELENA Study.
Publ Health Nutr 2008; 11: 288-299.
En este artículo se describe la metodología de valoración de la situación nutricional que se
debería aplicar en el ámbito de los países europeos. Inicialmente se debería disponer de
información sobre la historia personal y familiar referida al adolescente y su familia, así
como aspectos socioeconómicos que pueden condicionar el estado nutricional. Para la valo-
ración de la ingesta dietética se recomienda la utilización de recuerdos de 24 horas reali-
zados durante al menos dos días no consecutivos. La actividad física se debería valorar, en
la medida de lo posible, mediante métodos objetivos, como la acelerometría. La composi-
ción corporal se debe valorar mediante medidas antropométricas realizadas con un méto-
do estandarizado y por personal debidamente entrenado.
– Casas J, González-Gross M, Marcos A. Nutrición del adolescente. En: Tojo R, editor. Tra-
tado de Nutrición Pediátrica. Barcelona: Doyma; 2000. p. 437-53.
– Moreno LA, Rodríguez G. Nutrición en la adolescencia. En: Gil A. Tratado de nutrición.
Madrid: Acción Médica; 2005. p. 371-390.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 624
En este capítulo del completo Tratado de Nutrición, se revisan las características nutricio-
nales de los adolescentes. Se valoran los requerimientos de energía, macro- y micronutrien-
tes. Se hace especial hincapié en los patrones alimentarios y de estilos de vida que se obser-
van a menudo en estos chicos. Se describen también los riesgos nutricionales asociados a
dichos patrones y se hacen propuestas para mejorar la situación en la práctica habitual.
– Delemarre-van de Waal HA. Regulation of puberty. Best Pract Res Clin Endocrinol Metab
2002; 16: 1-12.
Excelente artículo de revisión donde se define la pubertad y adolescencia y se describe
este proceso fisológico que constituye el final de la edad pediátrica. En él que se hace una
descripción muy detallada sobre los mecanismos neurohormonales que modulan la produc-
ción y liberación de las hormonas gonadotropas.
– Mataix J, Sánchez M. Adolescencia. En: Mataix J, editor. Nutrición y alimentación huma-
na. Madrid: Ergon; 2002. p. 869-81.
– Moreno LA, Rodríguez G, Garagorri JM. Metabolismo energético. Requerimientos. En:
Bueno M, Sarría A, Pérez-González J, editores. Nutrición en Pediatría, tercera edición.
Madrid: Ergon; 2007. p. 43-48.
– Sarría A, Moreno LA, Bueno M. Guía para la planificación dietética y promoción del
bienestar nutricional. En: Tojo R, editor. Tratado de Nutrición Pediátrica. Barcelona:
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– Sarría A, Moreno LA, Bueno M. Requerimientos nutricionales recomendados durante
la niñez y la adolescencia. En: Tojo R, editor. Tratado de Nutrición Pediátrica. Barcelo-
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– Sarría A, Moreno LA. Alimentación del adolescente. En: Bueno M, Sarría A, Pérez-Gon-
zález J, editores. Nutrición en Pediatría, tercera edición. Madrid: Ergon; 2007. p.
223-232.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 625
FISIOPATOLOGÍA: MALNUTRICIÓN-ENFERMEDAD
La enfermedad condiciona una disminución del apetito, disminución de la
biodisponibilidad de los nutrientes y una alteración en la utilización metabólica
de los nutrientes. Todo ello condiciona un desajuste entre la entrada y la nece-
sidad de los nutrientes.
Cuando el aporte energético proteico y de micronutrientes no es adecua-
do para cubrir los requerimientos de un individuo se inicia un proceso de adap-
tación metabólica, el cual entraña una serie de cambios en la utilización y oxida-
ción de nutrientes, así como en los procesos de regulación de dicha utilización
metabólica. En esta situación hay una lenta pérdida de proteínas periféricas y de
proteínas viscerales. Sin embargo, en situación estable las proteínas perdidas
en tejidos periféricos son utilizadas por los tejidos magros centrales. Cuando fra-
casa la adaptación metabólica se establece una malnutrición energético-protei-
ca o subnutrición.
En situación de enfermedad, el proceso de adaptación se dificulta por la alte-
ración en el metabolismo intermediario de los nutrientes que conlleva la propia
enfermedad; dicha alteración va a depender de los siguientes hechos:
la ingesta por la anorexia inducida por las sustancias que desencadenan la res-
puesta inflamatoria sistémica, condicionará un déficit de los nutrientes que han
sido utilizados en dicha respuesta.
La malnutrición que se desarrolla tras el fracaso de la adaptación metabóli-
ca va a condicionar un aumento del daño del órgano afecto y alteraciones en
el sistema inmunológico que aumentarán el riesgo de infección; ambas conse-
cuencias empeoran a la vez el pronóstico de la enfermedad de base y la situa-
ción nutricional. Por todo lo dicho, es fácil pensar que es muy difícil poder demos-
trar que la malnutrición per se es el único factor que condiciona el empeoramiento
del pronóstico.
Cuando la enfermedad asienta en un individuo con un buen estado nutri-
cional, los AA procedentes de proteínas de los tejidos periféricos son utilizados
para la síntesis proteica visceral, el déficit va a depender del tamaño de este pool
proteico endógeno y de la demanda de nutrientes producida por el estrés meta-
bólico o por el estado de enfermedad. Si la enfermedad asienta en un indivi-
duo malnutrido, el pronóstico de la misma empeora.
SOPORTE NUTRICIONAL
Por lo dicho previamente, el soporte nutricional debe incluir las siguientes
fases:
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TABLA II. Valoración rápida del grado de malnutrición y enfermedad (Modificado de J. Kon-
drup).
Grado de Gravedad de la Soporte
Puntuación malnutrición de la enfermedad Nutricional
0 = Normal IW >90%; No enfermedad No necesita
Talla > 90% Edad
Curva ponderal normal
Ingesta adecuada
1 = Leve IW > 80% Enf. crónica estable: Suplementos
Curva ponderal lenta cirrosis, IRC, FQ, orales.
Función normal o estable. diabetes, cáncer, Monitorización
Ingesta del 60-80% intervenciones leves,
Afectación complicaciones
antropométrica leve quirúrgicas leves
2 = Moderado IW: 75-80% Cirugía mayor. Soporte
Curva plana o Quimioterapia. nutricional
Pérdida de peso Radioterapia especializado:
Pliegues y perímetros: monitorizar la
Z < 0. Déficit subclínico ingesta
de micronutrientes.
Prealbúmina < 18 mg/dl
3 = Grave IW < 75% Trauma mayor, Soporte
Pérdida de peso quemadura, nutricional
Ingesta < 25% complicaciones especializado:
Afectación funcional posquirúrgicas graves, nutrición enteral
Afectación clínica TMO, trasplante o nutrición
hepático, Tx renal, parenteral
sepsis, pancreatitis
grave.
IW: índice de Waterlow. IRC: Insuficiencia renal crónica, FQ: Fibrosis quística, TMO: Trasplante de
médula ósea.
4. Método de administración
Durante la edad pediátrica lo aconsejable es mantener una ingesta oral y
se eligen para ello las tomas del día. Se debe realizar el aporte diurno con alimen-
tos naturales, completándose el aporte requerido por el paciente con fórmulas
de nutrición artificial administradas durante la noche, utilizando bomba de nutri-
ción enteral. En ocasiones, como ocurre con los pacientes cardiópatas hemodi-
námicamente inestables, es necesaria la utilización de la nutrición enteral duran-
te las 24 horas del día para evitar los aumentos del gasto cardíaco que normalmente
se producen con el fraccionamiento dietético.
Cuando el paciente no es capaz de deglutir por trastornos neurológicos o la
ingesta oral está muy disminuida (anorexia intensa, lesiones esofágicas secunda-
rias a quimioterapia, estenosis esofágicas en los niños con epidermolisis bullosa)
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5. Elección de la fórmula
La selección de la fórmula a utilizar depende de la edad, de la patología de
base y de los requerimientos y del funcionamiento de TGI.
En la edad pediátrica en nuestro país, únicamente hay fórmulas diseñadas
para lactantes. En el caso de afectación del TGI se pueden utilizar fórmulas con
las proteínas hidrolizadas o elementales, en caso de enfermedad con fracaso de
órgano se puede alterar la densidad energética (cardiopatía, FQ, etc.) o aumen-
tar las calorías no proteicas por gramo de nitrógeno (en caso de IRC), utilizan-
do fórmulas modulares para suplir la fórmula de inicio elegida.
En las ocasiones en que es necesaria la restricción de fósforo o de potasio,
contamos con una fórmula diseñada para lactantes (Kindergen®), cuyo conteni-
do de fósforo y de potasio es casi despreciable, en ocasiones es necesario asociar
a fórmulas de inicio para mejorar el aporte de fósforo. En caso de fallo hepático
es aconsejable aumentar el aporte de AA ramificados, aconsejándose suplir la fór-
mula con un módulo de AA ramificados. En ocasiones suele poder usarse una fór-
mula diseñada para lactantes con fallo hepático (Generaid plus®).
En general, durante la edad pediátrica se utilizan fórmulas modulares para
alterar el porcentaje calórico de los nutrientes en las fórmulas diseñadas para lac-
tantes normales. Estas fórmulas suplementadas se utilizan normalmente hasta la
edad de 2 años.
En los niños mayores solo tenemos una fórmula elemental (Damira ele-
mental®), fórmulas poliméricas estándar (Ensure Junior®, Isosource junior®) con y
sin fibra e hipercalóricas (Ensure Junior plus®, Resource Junior®, Nutrini Energy®).
En los niños mayores, en caso de fallo orgánico (IRC, fallo hepático, cardio-
patías congénitas, etc.) es necesario el uso de fórmulas diseñadas para pacientes
adultos. En estas situaciones debemos tener en cuenta la osmolaridad y los micro-
nutrientes de estas fórmulas cuando son utilizadas en pacientes pediátricos.
Siendo la glutamina un AA condicionalmente esencial en situaciones de enfer-
medad, se ha recomendado la administración enteral de la misma en determi-
nadas situaciones patológicas, consiguiéndose reducir la morbilidad infecciosa y
disminuir el tiempo de ingreso hospitalario. Este hecho tiene una extraordinaria
importancia clínica, no sólo en pacientes con enfermedad del TGI, sino también
en los pacientes con un estrés metabólico grave.
En caso de enfermedad por error innato en el metabolismo que requiera tra-
tamiento dietético, el soporte nutricional se puede realizar con fórmulas adecua-
das según el déficit enzimático, fórmulas que están perfectamente adaptadas
para las distintas edades de los pacientes.
ingreso del niño con su madre. El inicio de la nutrición enteral domiciliaria siempre
debe hacerse en el hospital, para que el nutricionista conozca la tolerancia del niño
a la nutrición enteral y la madre sepa reconocer las posibles complicaciones, que
además conozca el material a utilizar y el modo de adquisición de dicho material.
Vía parenteral
Cuando el TGI no es útil para cubrir los requerimientos energético-proteicos
totales es necesaria la instauración de nutrición parenteral. En el caso de fraca-
so intestinal crónico el paciente debe ser preparado para una nutrición paren-
teral domiciliaria. En nuestra experiencia la nutrición parenteral de larga dura-
ción no solamente se ha indicado por patología primaria del TGI, en ocasiones
la mala tolerancia secundaria a otra patología (etiología oncológica) o pacientes
en los que las pérdidas son tan elevadas que con los aportes GI no llegamos a
cubrir los requerimientos (epidermolisis bullosa).
Para una nutrición parenteral prolongada es necesaria la instauración de
un catéter central y deben evitarse las complicaciones metabólicas, sobre todo
las hepatobiliares, que pueden llegar a comprometer la vida del niño. El médi-
co debe tener en cuenta que una nutrición parenteral domiciliaria es de alto ries-
go y debe estar monitorizada por profesionales con especial dedicación al sopor-
te nutricional para disminuir el número de complicaciones metabólicas y técnicas.
Hay que tener en cuenta que la bolsa de nutrición parenteral contiene más de
50 elementos, por lo que su preparación debe ser cuidadosa y será realizada en
farmacias que estén adiestradas en la preparación de las mismas.
El adiestramiento de los padres en el cuidado del catéter debe realizarse de
modo cuidadoso, ya que es la única manera de disminuir las complicaciones infec-
ciosas.
Monitorización
Tras la instauración de un soporte nutricional en caso de enfermedad cró-
nica es obligada la monitorización del paciente. Los tiempos para realizar la moni-
torización dependerán del grado de afectación del paciente. En general, se esta-
blecerá en principio una frecuencia mensual y posteriormente trimestral. El objetivo
es corregir errores en los primeros cálculos y actualizar los aportes si se consigue
la ganancia ponderoestatural programada. La monitorización se hace con el aná-
lisis de la composición corporal y la realización de balances energético-proteicos.
RESUMEN
En el caso de enfermedad crónica, el riesgo de subnutrición o malnutrición
es alto. Esta malnutrición condiciona un empeoramiento del pronóstico de la
enfermedad de base. La malnutrición está causada por una disminución de la
ingesta y una mala utilización metabólica de los nutrientes. Esta última depende
de la respuesta inflamatoria sistémica, del tipo de órgano afecto y del grado de
afectación. Es importante poder detectar precozmente a los pacientes que requie-
ren un soporte nutricional específico.
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BIBLIOGRAFÍA
– Christine A. Russell. The impact of malnutrition on healthcare costs and economic con-
siderations for the use of oral nutritional supplements. Clin Nutri 2007 Suppl 1, 1-32.
Suplemento dedicado al Symposium realizado en el 28 Congreso de la ESPEN. Se revisa
la evidencia en el uso de suplementos orales en el soporte nutricional del paciente con enfer-
medad crónica. Se analiza el impacto económico que supone la malnutrición en los pacien-
tes de enfermedad crónica.
– ESPEN Guidelines on Enteral Nutrition. Ed Valentín L, Schütz T, Allison S, Howard P,
Pichard C, Lochs H. Clin Nutr 2006; 25:177-360.
Publicación de las guías clínicas de la Sociedad Europea de Nutrición enteral y Parenteral
(ESPEN). Información basada en evidencia acerca de los problemas de tiempo, dosis, com-
posición y ruta de administración del soporte nutricional.
– García de Lorenzo A, Zarazaga A, García-Luna PP, González-Huix F, López-Martínez J,
Miján A, et al. Clinical evidence for enteral nutritional support with glutamine: a syste-
matic review. Nutrition 2003; 19: 805-11.
Se analiza de manera sistemática la calidad de la evidencia científica para establecer una
recomendación basada en la eficacia de la nutrición enteral enriquecida con glutamina
en diferentes situaciones médicas y quirúrgicas. Se han considerado: los beneficios de la
administración de glutamina vía enteral en las diferentes situaciones patológicas y las dosis,
duración y tiempo de iniciación de las dietas enriquecidas con glutamina. Se concluye que
las dietas con glutamina son bien toleradas, que la glutamina mejora la función inmuno-
lógica, reduce el tiempo de estancia en el hospital y mejora la mucositis postratamiento en
los pacientes con patología oncológica. La dosis y duración varía en dependencia de la situa-
ción patológica; el inicio debe ser precoz.
– Kondrup J, Allison SP, Elia M, Vellas B, Plauth M. Educational and Clinical Practice Com-
mittee, European Society of Parenteral and Enteral Nutrition (ESPEN). ESPEN guideli-
nes for nutrition screening 2002. Clin Nutr 2003; 22: 415-21.
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Guía clínica para el cribaje del riesgo nutricional aplicable a la comunidad y al hospital
basado en la evidencia científica disponible hasta el 2002. Los datos no pueden basarse en
metaanálisis porque en general los estudios de seguimiento en soporte nutricional son sim-
plistas y, o bien se utiliza una sola fórmula, o bien los distintos métodos de soporte son usa-
dos de modo intercambiable en el mismo paciente. En el cribado que proponen los autores
se utilizan datos que en el paciente pediátrico no son igualmente útiles, tales como el
índice de masa corporal.
– Kyle UG, Unger P, Dupertuis YM, Karsegard VL, Genton L, Pichard C. Body composi-
tion in 995 acutely ill or chronically ill patients at hospital admission: a controlled popu-
lation study. J Am Diet Assoc 2002; 102: 944-55.
Es un estudio muy interesante porque compara la composición corporal de la población
enferma con controles. La población estudiada fue de 1990 pacientes, 995 enfermos y 995
controles. Se concluye que, a pesar de objetivarse diferencias mínimas entre pacientes y
controles utilizando el índice de masa corporal, la masa corporal magra (MCM) en los
pacientes fue significativamente inferior que en los controles. Por otro lado, el 25% de los
enfermos agudos y el 37% de los crónicos tenían un índice de MCM por debajo del percen-
til 10, sin embargo, sólo el 15% de los agudos y el 18% de los crónicos tenían un IMC igual
o menor de 20 kg/m2.
– Marchand V, Motil KJ. Nutrition support for neurologically impaired children: A clini-
cal report of the North American Society for Pediatric Gastroenterology, Hepatology,
and Nutrition. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2006; 43: 123-35. Artículo de revisión acer-
ca del soporte nutricional en los pacientes encéfalopatas.
– Maroulis J, Kalfarentzos. Complications of parenteral nutrition at the end of the cen-
tury. Clin Nutr 2000; 19: 295-304.
– Robbins J. Transthyretin from discovery to now. Clin Chem Lab Med 2002; 40: 1183-
90. Es una revisión de la utilidad de la transtiretina como marcador de malnutrición y
enfermedad crónica, desde su descubrimiento en 1950.
– Kyle UG, Kossovsky MP, Karsegard VL, Richard C. Comparison of tools for nutritional
assessment and screening at hospital admission: A population study. Clin Nutri 2006;
25: 409-417.
Se analiza la sensibilidad, especificidad y el valor predictivo de la valoración global subje-
tiva (SGA), índice de riesgo nutricional (NRI), el método de cribaje para la malnutrición uni-
versal (MUST) utilizado por la Sociedad de Nutrición Británica y el test de riesgo nutricio-
nal-2000 (NRS-2002). En una población de 995 pacientes. Conclyen que el de mayor
sensibilidad y especificidad fue NRS-2000. El estado nutricional y riesgo puede ser valo-
rado por SGA, MUST y NRS-2000 en pacientes hospitalizados.
– Warady BA, Vimal Chadha Chrocic Kidney disease in children: The global perspecti-
va. Pediatr Nephrol 2007; 22: 1999-2009.
Artículo educacional. Analiza el estado de los conocimientos actuales acerca de la insufi-
ciencia renal en los niños, hacen hincapié en que la información acerca de la incidencia y
prevalencia limitada e imprecisa. Concluye que es necesario conocer si el potencial impac-
to de la intervención es el deseado.
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OBESIDAD INFANTIL
La obesidad en el niño y en el adolescente es el trastorno nutritivo crónico
más frecuente, constatando, al igual que en adultos, un incremento progresivo
en los últimos treinta años, en todos los países desarrollados. En Estados Unidos
de Norteamérica, se ha triplicado la presencia de sobrepeso (de acuerdo con la
definición de la CDC) en el rango de 2 a 19 años en este período; desde el 5,1%
en la década de los 70 hasta el 17,1% en el registro del año 2003 al 2004. En
España, en el período comprendido entre 1984 (Estudio Paidos) y 2000 (Estudio
enKid), la prevalencia de obesidad ha aumentado del 5 al 15% y la de sobrepe-
so entre los 2-17 años es del 24,7%, según la última Encuesta Nacional de Salud
en el 2005. Asimismo, el estudio AVENA desarrollado en el 2000-2002, sobre una
muestra de 2.320 adolescentes entre 13 y 18 años, demostró una prevalencia de
sobrepeso más obesidad en adolescentes del 25,6% y 19,13% respectivamente.
La obesidad infantil consiste en la acumulación excesiva de tejido adiposo
que conduce a un incremento en el riesgo de padecer patologías asociadas, prin-
cipalmente cardiovasculares y metabólicas, así como de la mortalidad, lo que
motiva a los profesionales y a las estructuras sanitarias a intentar su prevención.
En la población infantil, el retraso en la aparición de comorbilidades hasta la vida
adulta dificulta una definición precisa de la obesidad en función de riesgos
futuros. La evidencia científica indica, que la obesidad en la primera década de
la vida y, sobre todo, desde el comienzo de la segunda, es una enfermedad que
tiende a cronificarse y agravarse. Se asocia progresivamente a cambios en la dis-
tribución y depósitos de grasa corporal y al desarrollo de comorbilidad. El des-
vio del IMC y de la circunferencia de la cintura hacia la derecha contribuye a
incrementar el riesgo, como demuestran el estudio Galinut y Bogalusa, afec-
tando a la estructura y función de órganos y aparatos importantes en la econo-
mía humana y repercute negativamente en el metabolismo, la regulación hor-
monal, la homeostasis, así como la conducta, la autoestima, la aceptación social
de los niños y adolescentes y en su calidad de vida. La obesidad ha favorecido
que enfermedades consideradas del adulto se presenten en la primera década de
la vida, como diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico (Fig. 1).
ETIOPATOGENIA
Tradicionalmente la obesidad se clasifica, de acuerdo con su etiología, en dos
grandes grupos: obesidad primaria o exógena y obesidad secundaria (Tabla I).
Se considera obesidad primaria a aquella debida a un desequilibrio entre la inges-
ta y el gasto energético, sin ninguna patología subyacente identificable como
causa del incremento ponderal (3-5%). Dentro de la obesidad secundaria se incluí-
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Psicosocial Neurológico
Baja autoestima Pseudotumor cerebri
Depresión
Trastornos alimentarios
Piel
Pulmonar Intertrigo
Apnea sueño Acantosis nigricans
Asma
Intolerancia al ejercicio Cardiovascular
Dislipemia
Gastrointestinal Hipertensión
Cálculos biliares Coagulopatía
Esteatohepatitis Inflamación crónica
Pancreatitis Disfunción endotelial
Síndrome metabólico
Renal
Glomeruloesclerosis Endocrino
Diabetes tipo 2
Músculo-esquelético Pubertad precoz
Epifisiolisis cabeza femoral
Enf. de Blount Sd. ovario poliquístico
Fractura antebrazo
Pie plano Hipogonadismo
Hipovitaminosis D
Cáncer? Accidentabilidad
Susceptibilidad Obeso
genética
DEFINICIÓN
La obesidad, desde el punto de vista conceptual, se define como un incre-
mento del peso corporal a expensas del aumento del tejido adiposo. La obesi-
dad, definida como un acúmulo excesivo de grasa, es un diagnóstico compro-
metido en la infancia y en la adolescencia. De esta definición general se deduce
que para diagnosticar obesidad hay que medir la grasa corporal, para lo cual se
dispone de métodos directos e indirectos. Aunque hay métodos directos, como
la densitometría y otras técnicas introducidas más recientemente para valorar
la cantidad y distribución de grasa, en la práctica clínica la estimación indirecta
mediante la valoración de parámetros antropométricos sigue siendo la técnica
de mayor utilidad.
Dentro de los parámetros antropométricos (Tabla II) se obtendrán las siguien-
tes medidas: peso, talla, perímetro braquial (en el brazo izquierdo no dominan-
te), pliegues cutáneos (tricipital y subescapular izquierdo o del lado no dominan-
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Peso (kg)
• Peso relativo = ——————————— = *100 > 120
Peso ideal para talla (kg) 123-130: Grado I
130-140: Grado II
140-150: Grado III
> 150: Grado IV
Peso talla
• Índice nutricional = —————————––––––––—— = *100 > 120
Peso ideal para (P50) talla ideal (P50)
DIAGNÓSTICO
La valoración de un niño con sobrepeso y obesidad se fundamenta en una
historia clínica específica para orientar la etiología de la obesidad y cuantificar
la gravedad de la misma (Tabla III). Hay que precisar, que la obesidad simple o
exógena representa un 95% de la obesidad en la infancia y en la adolescencia.
Iniciaremos el estudio mediante una historia clínica completa, teniendo un cui-
dado especial en la detección de antecedentes familiares de obesidad y de dia-
betes, así como una exploración física adecuada con objeto de valorar la distri-
bución de grasa, la existencia de hipogenitalismo y la existencia o no de acantosis
nigricans, suelen tener una talla normal o por encima de lo normal debido a que
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PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
El incremento de la prevalencia de la obesidad infantil, ha generado la nece-
sidad de una intervención institucional coordinada para su prevención. Así, en el
2004, la 57 ª Asamblea Mundial de la Salud perteneciente a la OMS, la declara
epidemia del siglo XXI y aprueba la creación de una estrategia sobre alimenta-
ción, actividad física y salud. En este contexto el Ministerio de Sanidad y Con-
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Fenotipo
Normal Dismórfico
Talla Síndromes
(Tabla II)
Intervención nutricional
El tratamiento dietético del paciente obeso es uno de los pilares fundamen-
tales en el manejo de la obesidad. El principio de la intervención dietética se fun-
damenta en ajustar la energía y los nutrientes a las necesidades reales del niño.
Se pueden seguir tres tipos de dieta en función del aporte calórico de cada
una de ellas:
1. Consejo nutricional o dieta equilibrada con normal aporte calórico (DBNC)
2. Dieta equilibrada con bajo aporte calórico (BLCD).
3. Dieta con muy bajo aporte calórico (VLCD).
El tipo de dieta que se debe prescribir varían en función de la edad del niño,
según el grado de obesidad, el tiempo de evolución y la presencia y gravedad
de las patologías concomitantes. En los niños y adolescentes con sobrepeso y en
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Diario
3-5 raciones al día
Diario
6-11 raciones
al día
Tomado de Bueno M, Sarria A, Pérez González JM (eds.). Nutrición en Pediatría (2ª ed). Madrid:
Ergon; 2003. p. 343-354.
diez semanas, tras los cuales y tras haber conseguido el 120% del peso ideal
para la talla, se pasa a dietas de 1.200 kcal/día, lo que aporta el 48% para varo-
nes y el 55% de la ingesta calórica total recomendada en las RDA. Los resulta-
dos con este tipo de dieta son contradictorios y no está claro que suponga un
beneficio a largo plazo cuando se compara con dietas menos restrictivas. Se
recomienda suplementación vitamínica en todas las dietas con aporte calórico
inferior a 1.300 kcal (son deficitarias en hierro, zinc, magnesio y vitaminas del
grupo B), por lo que se aconsejan complejos vitamínicos en pacientes que las
sigan largos períodos de tiempo.
Actividad física
El ejercicio incrementa el gasto energético y completa la acción de la restric-
ción del aporte sobre el balance energético, a pesar de su valor limitado para pro-
ducir balances energéticos negativos importantes, se debe recomendar por
una serie de efectos beneficiosos: disminuye la lipogénesis, aumenta el consumo
energético y disminuye la masa grasa. Aumento de la sensibilidad a la insulina,
aumento del C-HDL que confiere un perfil no aterogénico, favorece la utilización
de ácidos grasos por el músculo, preservación de la masa muscular y de la masa
magra total. El ejercicio físico combinado con dieta es más eficaz para perder
peso, disminuir la grasa abdominal y mejorar el rendimiento cardiocirculatorio
(nivel de evidencia A), pero solo con ejercicio las pérdidas de peso son modes-
tas, por tanto debe considerarse como una medida adicional.
Los esfuerzos se deben orientar en dos vertientes: por un lado, disminuir
el tiempo dedicado a actividades sedentarias; por otro, incrementar la activi-
dad física cotidiana y el tiempo dedicado al juego dinámico. Diversos estudios
demuestran la existencia de una asociación positiva entre las horas dedicadas
a la televisión a los videojuegos y el exceso de peso. Su repercusión en el gasto
energético total diario permite diferenciar dos tipos de actividad física: 1) Acti-
vidad física espontánea (AFE),ocupa la mayor parte del gasto por actividad físi-
ca, tiene gran peso en el gasto energético total, elevando el gasto basal duran-
te todo el día; 2) Ejercicio físico o actividad física, intensa, planeada, estructurada
y repetitiva, en el momento actual continúa el debate para determinar la acti-
vidad necesaria para mantener el peso, la mayoría de los autores señalan 25-
30 minutos diarios de actividad moderada (aeróbicos) al menos 5 días a la
semana (y a ser posible todos los días de la semana) o de 60 minutos de una
actividad física moderada e intensa al menos 5 días a la semana durante 6-7
días a la semana (Tabla VII).
Tratamiento conductual
La modificación de los hábitos de conducta y el apoyo psicológico son impres-
cindibles para motivar al niño y a la familia en la reducción del peso. Es funda-
mental integrar al entorno familiar y la psicología del niño, ya que no es infre-
cuente observar una cierta permisividad y proteccionismo de los hábitos
alimenticios y conductuales del niño obeso por parte de los familiares. Johnson
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indica que el ambiente óptimo para el niño obeso es aquel en que los padres
colaboran facilitando alimentos sanos, pero en el que el niño/adolescente asume
el control de cómo debe consumirlos. Sin embargo, esta modificación de los
hábitos alimentarios no es mantenida en el tiempo a largo plazo y suele conlle-
var la recuperación del peso perdido hasta en un 80-90% de los casos. Este hecho
constituye no solo el fracaso terapéutico si consideramos que el mantenimiento
del nuevo peso es tan importante o más que la pérdida inicial, sino que genera
en el paciente una frustración que tendrá una influencia negativa en los siguien-
tes intentos de pérdida de peso.
El tratamiento conductual del niño obeso debe iniciarse con un adecuado
acercamiento por parte del profesional, siempre considerando el componente
de reprobación social de la propia condición, cierta culpabilidad, baja autoesti-
ma, ansiedad y cierto grado de distorsión en la comunicación. Los programas
son llevados a cabo por un equipo multidisciplinar y a través de reuniones perió-
dicas o contacto a través de vía telefónica, televisiva o Internet. La intervención
se centra en tres puntos:
1. La monitorización: la forma más habitual de realizarla es a través del regis-
tro de alimentos consumidos y de la actividad física realizada por parte del
propio paciente. Este método permite identificar las conductas erróneas y
planificar una intervención sobre las mismas
2. La modificación: hay factores físicos, sociales y cognitivos que dificultan la
perpetuación de los cambios sugeridos. Se entrena al paciente para elabo-
rar respuestas frente a los mismos.
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3. Los refuerzos: enseñar al paciente a reconocer los logros e insistir en las ven-
tajas que suponen. Es importante enseñar al paciente a identificar los estí-
mulos ambientales y cognitivos que bloquean la modificación de comporta-
mientos. Se explica la importancia de comer despacio y mantener una
alimentación variada, así como a resolver las barreras que surgen para el
seguimiento de las pautas establecidas con respecto a la realización de ejer-
cicio y el consumo de alimentos.
El tratamiento conductual debe estructurarse en torno a objetivos claros y
alcanzables, describiendo los mecanismos a emplear para alcanzarlos. La piedra
angular del mismo es la automonitorización, acompañada del control de estímu-
los, la reestructuración cognitiva, la solución de problemas y la prevención de
recidivas, extendiéndose hasta las actitudes referentes a la comida o al ejercicio
físico y considerándose el tratamiento más eficaz a largo plazo en la obesidad
infantil. Los programas más efectivos son aquellos que proporcionan períodos
largos de contacto con estrecho seguimiento y que ofrecen una planificación
estructurada sobre las conductas que deberán modificarse.
Tratamiento farmacológico
La utilización de fármacos anorexígenos o lipolíticos en pediatría es aún limi-
tada y, al igual que los adultos, siempre debe combinarse con un cambio en los
hábitos de vida. En la actualidad solo existen dos principios activos aprobados
por la Administración de Alimentos y medicamentos de los EE.UU. (FDA), para
el tratamiento de la obesidad infanto-juvenil: la sibutramina y el orlistat, en pacien-
tes de más de 16 y 12 años de edad, respectivamente. Sin embargo, la Agencia
Europea e Medicamento (EMEA) no contempla el empleo de ninguno de ellos
por debajo de los 18 años de edad.
La sibutramina es un inhibidor de la recaptación de serotonina, dopamina, y
noradrenalina, al que se le atribuye un efecto anorexigénico central y termogé-
nico periférico. Su seguridad no ha sido probada en menores de 16 años, estu-
dios en adolescentes han mostrado un descenso del metabolismo basal, sin efec-
tos beneficiosos adicionales a la restricción calórica en la reducción ponderal. Los
efectos adversos parecen menores que con otros fármacos, aunque se ha descri-
to como simpaticomimético, taquicardia e hipertensión.
El orlistat, producido por la bacteria Streptococus toxitricini, actúa como un
potente inhibidor de las lipasas pancreática que a dosis de 120 mg tres veces al
día, disminuye la absorción de grasa en un 30%. Los efectos secundarios que
puede provocar es diarrea, flatulencia y aumento importante del contenido graso
de las heces; durante el tratamiento se precisa la suplementación con vitaminas
liposolubles. Este fármaco produce una reducción media del IMC de –1,9 kg/m2,
disminuye el riesgo cardiovascular, ya que desciende los valores de colesterol total,
c-LDL y mejora la resistencia periférica a la insulina. Siempre que se asocie a medi-
das dietéticas y ejercicio físico. Probablemente en un futuro próximo podría
indicarse su uso con una dieta hipocalórica en adolescentes con obesidad grave,
para conseguir la pérdida de peso y el mantenimiento de la misma a largo plazo.
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Tratamiento quirúrgico
Fomentada por los resultados en los pacientes obesos adultos, la cirugía bariá-
trica se está comenzando a aplicar a pacientes adolescentes. Hay sociedades que
han emitido sus recomendaciones para la elección de candidatos, como la Ame-
rican Pediatric Surgical Association Clinical Task Force on Bariatric Surgery:
1. No pérdida de peso tras 6 meses de tratamiento coordinado por un equi-
po multidisciplinar.
2. Paciente en estado de maduración superior a un Tanner III.
3. Obesidad con un IMC > 40 kg/m2 asociado a comorbilidades graves (diabe-
tes mellitas tipo 2, apneas obstructivas, pseudotumor cerebri).
4. Obesidad con un IMC > 50.
5. Evaluación médica y psicológica previa.
6. Embarazo no previsto en un año.
7. Problemas graves de socialización.
8. Buen apoyo familiar.
9. Los pacientes deben estar bien seleccionados e informados.
10. Los pacientes deben tener capacidad para tomar decisiones informadas.
Pese a ello, para considerar a un adolescente candidato a la cirugía bariátri-
ca, además de las estimaciones antropométricas (IMC > 40 kg/m2) y la presen-
cia de comorbilidades asociadas, es preciso considerar el crecimiento corporal
y cognitivo del paciente, siendo escasos en el momento actual los centros pro-
vistos de equipos multidisciplinares para la realización y seguimiento de estas
intervenciones. Es el único tratamiento de la obesidad mórbida, aunque solo
habrá que recurrir a ella en casos extremos y siempre cuando hayan fracasado
las terapias convencionales y se haya completado el proceso de crecimiento y
maduración.
El pediatra de atención primaria debe ”detectar la población de riesgo”,
sobre la que deberá incidir de manera especial promoviendo la adquisición de
hábitos alimentarios saludables y de actividad física. Si el seguimiento es estre-
cho, podrá detectar precozmente el sobrepeso y la eficacia de medidas será
mayor. En todas las etapas de la edad pediátrica se ha evidenciado una corre-
lación entre determinadas características clínicas del individuo y su familia y la
obesidad del adulto, con factores de riesgo que se demuestran en el estudio
enKid, tanto sociodemográficos como de antecedentes de la primera infancia y
estilos de vida en el desarrollo de obesidad infantil. Normalmente las cifras del
IMC disminuyen a partir del primer año de vida hasta los 5-6 años de edad,
en que aumentan de nuevo, conocido como rebote adiposo. Numerosos estu-
dios han relacionado el adelanto de este con el desarrollo de obesidad. Por últi-
mo, la adolescencia supone otra de las etapas de riesgo, la probabilidad de un
niño obeso de convertirse en adulto obeso aumenta del 20% a los 4 años, a un
80% en la adolescencia, debiendo proveer recomendaciones para un balance
energético adecuado. Se debe invertir esfuerzos en enseñar a los niños y a sus
padres hábitos de vida saludable que puedan mantenerse de forma indefinida
en la edad adulta.
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INTRODUCCIÓN
La anorexia (AN) y la bulimia nerviosas (BN) son trastornos del comporta-
miento alimentario (TCA) en las que el hecho común es la obsesión por adel-
gazar, constituyendo la tercera causa de enfermedad crónica entre los adoles-
centes del mundo occidental. Son enfermedades con trascendencia social sobre
las que el pediatra tiene un importante papel en la detección precoz y especial-
mente en el establecimiento de medidas preventivas.
Se trata de una alteración multifactorial, de base biopsicosocial en la que
intervienen la predisposición genética, las características y dinámica familiares,
los conflictos psíquicos y las influencias y expectativas de la sociedad. Es evi-
dente que para el desarrollo de ambas enfermedades se precisa tanto una vulne-
rabilidad biológica y una predisposición psicológica individual como la influen-
cia de la sociedad con su culto a la delgadez. Una vez establecida la alteración
del comportamiento alimentario, la malnutrición es la principal responsable de
las alteraciones psíquicas y mentales que cronifican la enfermedad.
El sexo femenino es un factor de riesgo no solo por la influencia cultural, sino
también por las características biológicas. No obstante, los TCA pueden aparecer
también en el sexo masculino. La adolescencia, con sus cambios psicoemociona-
les es la edad de máximo riesgo, aunque cada vez se describen casos más preco-
ces, y el trastorno puede mantenerse en la edad adulta. Ello habla a favor de fac-
tores genéticos, habiéndose descrito alteración en los neurotransmisores implicados
en el control del hambre-saciedad, de los impulsos y del estado anímico.
Asistimos en la actualidad a un incremento de la frecuencia de los TCA. Sin
embargo, la prevalencia real es difícil de establecer en función de que los pacien-
tes son detectados en distintos servicios y, a veces, con criterios diagnósticos dife-
rentes. A pesar de ello, hay trabajos que establecen una prevalencia de la AN del
0,5-1% de las mujeres entre 15 y 40 años y de hasta casi un 5% de las adoles-
centes si se incluyen formas atípicas o leves. Estas formas subclínicas son difíciles
de diagnosticar ya que, al menos al comienzo, no es sencillo diferenciar la pre-
ocupación normal por adelgazar de la patológica. La BN es, sin duda, mucho
más frecuente, pero tiene mayores dificultades diagnósticas, ya que durante bas-
tante tiempo la situación puede mantenerse oculta, hasta que aparecen compli-
caciones o son descubiertas por la familia. Al igual que la AN la incidencia es
mayor en mujeres, pero no hay que olvidar que ambas situaciones se dan con
una frecuencia creciente en el varón (8-10% del total en cualquier edad y 15-
20% en prepúberes).
El pediatra de atención primaria, por su accesibilidad al adolescente y su fami-
lia, ocupa una posición clave en la detección precoz de estos trastornos; en la
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Antropométricamente
Debe medirse peso, talla, perímetros (cefálico, braquial, cintura/cadera) y
pliegues (especialmente tricipital y subescapular). Las relaciones peso/talla en
percentiles son especialmente útiles si se tienen datos previos. Aunque el peso es
el principal parámetro, no hay que olvidar que en la AN su pérdida puede estar
enmascarada por los edemas, la ingesta excesiva de agua, o la ocultación de obje-
tos pesados que portan fraudulentamente. Habitualmente se utiliza el índice de
masa corporal (peso/talla2) por su elevada correlación con la reserva de grasa cor-
poral. Mediante el mismo se puede cuantificar la afectación nutricional y su evo-
lución con el tratamiento, sin embargo pierde valor en en situaciones extre-
mas. Por ello es útil la medida de la composición corporal al menos con técnicas
sencillas como la bioimpedancia. En la BN la antropometría puede ser normal e
incluso evidenciar sobrepeso u obesidad.
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Alteraciones bioquímicas
Analíticamente debe solicitarse una hematocitometría (que puede ser nor-
mal o con cierto grado de anemia e incluso pancitopenia en las malnutriciones
graves). Perfil lipídico: que evidencia hipercolesterolemia de origen poco claro,
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Criterios de hospitalización
• Pérdida ponderal superior al 30%, lo que supone un riesgo de realimenta-
ción inadecuada.
• Alteraciones hidroelectrolíticas graves, hasta la normalización de las mismas.
• Complicaciones orgánicas importantes.
• Graves conductas purgativas para controlar los vómitos/atracones/medica-
ción.
• Ambiente familiar muy distorsionado o con dificultades para la colaboración,
necesidad de aislamiento familiar.
• Síntomas depresivos importantes.
• Trastornos graves de la personalidad con conductas autodestructivas.
• Riesgo autolítico.
• Evolución negativa con tratamiento ambulatorio.
El ingreso debe programarse en un servicio con personal entrenado y cono-
cedor de todos los aspectos del tratamiento, ya que las pacientes tienden a mani-
pular y buscar la colaboración de algún miembro del equipo, enfrentándolo a los
otros.
Existen diferentes protocolos de tratamiento, pero son escasos los trabajos
en los que se evalúen comparativamente los resultados evolutivos finales. A corto
plazo parece dar buenos resultados la terapia cognitiva-conductual, trabajando
por conseguir evitar los errores dietéticos, aumentar la autoestima y las actitudes
hacia la delgadez. La labor del nutrólogo es fundamental, ya que ninguna inter-
vención terapéutica dará resultados si no se recupera el estado nutricional.
PLAN TERAPÉUTICO
1ª etapa: rehidratación
Cuidadosa, ya que los desequilibrios hidroelectrolíticos se acompañan de un
incremento importante del sodio intracelular (a pesar de la natremia baja) y
disminución de las reservas de potasio (aunque la kaliemia sea normal o incluso
elevada). Por ello, la administración de líquidos al inicio debe restringirse a cubrir
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2ª etapa: realimentación
También de forma progresiva y preferentemente por vía oral, para facilitar la
reversión de las alteraciones que se fueron instaurando durante la malnutrición
(déficits enzimáticos, hormonales, de proteínas transportadoras, de neurotrans-
misores, de la motilidad gastrointestinal, cardiocirculatorios, renales, etc.). Es
importante vigilar la aceptación de la paciente y sus posibles conductas fraudu-
lentas (ocultamiento de alimentos, ingesta excesiva de agua, vómitos provoca-
dos). En esta etapa se comenzará ya la psicoterapia y administración de fárma-
cos si el psiquiatra lo considerase conveniente, acompañando las ganancias
ponderales de refuerzos positivos. La alimentación por sonda se reservará para
los casos de falta de colaboración, respuestas negativas o conductas purgativas
continuadas. En todo caso, la duración de la nutrición enteral será lo más corta
posible.
Una situación intermedia, tanto para el inicio de la terapia (en las formas
no muy comprometidas) como al alta hospitalaria es el control en las unidades
de hospital de día donde las pacientes pueden ser seguidas más directamente,
tutelando su reincorporación a la vida normal.
Desde el punto de vista nutricional es importante corregir las deficiencias
acompañantes, despejar las dudas y recelos frente a determinados alimentos,
hacer una educación nutricional, vigilar los hábitos de ingesta y tratar/prevenir
las complicaciones, especialmente la osteoporosis.
El pronóstico a largo plazo de la AN es incierto. Más del 50% recuperan el
peso normal, mientras que un 10% mantiene la malnutrición en los mismos lími-
tes, existiendo riesgo de mortalidad en un 0,5-5% de los casos, ligada especial-
mente a la malnutrición y sus complicaciones. El seguimiento debe mantenerse
al menos dos años después de haberse normalizado el estado nutricional y las
conductas purgativas. Pasados 12 años aproximadamente un 75% mantiene una
situación aceptable, mientras que el 25% restante evoluciona hacia la cronicidad
con aparición de bulimia y con mal pronóstico. En la BN los resultados a corto
plazo son algo mejores. Aunque hay pocos estudios de largo seguimiento, no
parece que con el paso del tiempo la eficacia se mantenga tanto. El riesgo de
mortalidad es más alto (5-15% según las estadísticas), generalmente ligadas a
autolisis o complicaciones de la malnutrición y conductas purgativas (Tabla III).
Algunos rasgos se asocian a un mejor pronóstico, tales como el comienzo tem-
prano; el menor rechazo al cuerpo, a la enfermedad y a la sexualidad; la menor
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RESUMEN
Los trastornos de la conducta alimentaria, AN y BN tienen una incidencia pro-
gresivamente creciente en nuestra sociedad, afectando fundamentalmente a chi-
cas adolescentes. Es importante que los pediatras conozcan tanto los signos de sos-
pecha como los criterios diagnósticos y las pautas terapéuticas del mismo, ya que
se trata de procesos graves, de evolución crónica, con muchas complicaciones y
riesgo de mortalidad. En el este capítulo se presentan tanto la definición como
los criterios diagnósticos más comúnmente aceptados (DMS-IV y CIE-10) de ambos
trastornos. Con respecto al plan terapéutico, debe llevarse a cabo por un equipo
multidisciplinar en el que el especialista pediátrico debe tener un papel preponde-
rante en todos los aspectos nutricionales, siendo coordinados por un psiquiatra.
Aunque existen diferentes protocolos, no hay estudios comparativos sobre cuál
es el más efectivo a largo plazo. El pronóstico de los TCA está condicionado por
múltiples factores, entre los que se señalan el comienzo prepuberal y la rápida
instauración del tratamiento; de ahí la importancia de que el pediatra detecte pre-
cozmente estas alteraciones, antes incluso de que estén totalmente instauradas.
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actuales de prevención y tratamiento de los TCA, así como la importancia de la atención
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INTRODUCCIÓN
El término desmedro o falta de medro o su equivalente inglés failure to thri-
ve se utiliza para describir un cuadro clínico que ocurre en lactantes y niños
pequeños caracterizado por una ingesta insuficiente a juicio de los padres, con
curva de peso y a menudo de talla no adecuada y con posible retraso en el
desarrollo motor y social. Este síndrome, que se establece sin una causa apa-
rente, puede evolucionar hacia la malnutrición; este hecho, junto a que con
cierta frecuencia la primera manifestación de algunas enfermedades orgánicas
es el cambio de carácter y el enlentecimiento de la curva ponderal hace que
a veces el término de desmedro sea utilizado como sinónimo de malnutrición
incipiente de etiología no conocida. En cualquier caso el desmedro conlleva
manifestaciones clínicas psicosociales, junto con signos nutricionales inci-
pientes.
La importancia de este síndrome viene dada por su incidencia, la cual es muy
variable dependiendo de los criterios diagnósticos que se utilicen, de si se estu-
dia en el medio hospitalario o en atención primaria y, en este último caso, de las
condiciones socioeconómicas de la sociedad en donde se estudia. Dependiendo
de estos factores, la incidencia en atención primaria oscila entre aproximadamen-
te el 1% en Suecia y el 10% en EE.UU. y en el medio hospitalario es causa de
entre el 1 y el 5% de las admisiones. Entre un 10 y un 15% de los pacientes
con hospitalización prolongada sufren desmedro, el cual muchas veces no se
diagnostica.
Otro de los aspectos que confiere importancia al desmedro es sus conse-
cuencias a medio y largo plazo. La malnutrición, con sus complicaciones (infec-
ciones, diarrea, etc.), así como la posibilidad de requerir hospitalización, son
las consecuencias a corto-medio plazo. A largo plazo, diferentes estudios mues-
tran que los pacientes que han sufrido desmedro pueden presentar en la ado-
lescencia problemas con la alimentación, tanto en el hogar como en los come-
dores escolares, así como problemas en el desarrollo del lenguaje, habilidades
de lectura menos desarrolladas, menor madurez social y mayor incidencia de
trastornos conductuales. Estos datos sobre la incidencia y consecuencias del
desmedro indican la necesidad de un correcto enfoque diagnóstico y terapéu-
tico.
DEFINICIÓN
Entre las diferentes definiciones de desmedro, una de las más utilizadas es la
de Fomon, que aplica dicho término a lactantes y niños habitualmente menores
de 3 años que cumplen las siguientes dos condiciones:
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ETIOLOGÍA
Clásicamente el desmedro se ha clasificado como:
• Orgánico, cuando hay una enfermedad evidente en su génesis.
• No orgánico en ausencia de ella, lo cual suele implicar un problema social
o familiar.
Por ello, en este último caso se utilizan términos como síndrome de depriva-
ción psicoafectiva o nanismo psicosocial. Actualmente se prefiere el término des-
medro mixto, ya que un paciente que padece una enfermedad crónica puede agra-
varse si el medio sociofamiliar no es adecuado y un paciente afecto de desmedro
por deprivación psicoafectiva puede agravarse si presenta simultáneamente enfer-
medades crónicas, como infecciones respiratorias repetidas o diarrea crónica.
Existen tres grandes causa para el fallo de medro que no son excluyentes
entre sí:
a) Aporte insuficiente de alimentos.
b) Mala digestión o malabsorción.
c) Necesidades energéticas aumentadas.
PAUTA DIAGNÓSTICA
Curva pondoestatural
El registro de la curva ponderal debe ser lo más completa posible, aunque
consignando únicamente los datos obtenidos en condiciones estandarizadas
(paciente desnudo, báscula y tallímetros adecuados). Junto a estos datos antro-
pométricos deben consignarse las posibles enfermedades padecidas y sucesos
sociales (separación de los padres, nacimiento de un hermano) para poder corre-
lacionarlos entre sí.
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Exploración
Junto con el hábito constitucional (leptosómico, asténico, atlético, pícnico)
deben consignarse los signos nutricionales clásicos (turgencia cutánea, distri-
bución del panículo adiposo, tono muscular) y los posibles signos de deficiencias
nutricionales específicas (palidez conjuntival, queilosis, gingivitis, signos raquíti-
cos, etc.).
Estudios complementarios
No existe un único parámetro o batería de ellos que permita estudiar total-
mente a un paciente con desmedro, por lo que se debe hacer un estudio basal que
incluya hemograma completo, ferritina, sideremia e índice de saturación de trans-
ferrina, anticuerpos antigliadina y antitransglutaminasa tisular, análisis de orina
(anormales, densidad, sedimento, urocultivo), parásitos en heces y, si el paciente
tiene una talla inferior al percentil 10, determinación de la edad ósea, la cual
debe repetirse a los 6-12 meses para su valoración. Deben añadirse, además, los
estudios complementarios sugeridos por la historia clínica y la exploración.
VALORACIÓN DIAGNÓSTICA
Los datos obtenidos con la historia clínica, somatometría seriada, explora-
ción y exámenes complementarios deben permitir el diagnóstico etiológico de
desmedro no orgánico y orgánico y, en este último caso, con afectación predo-
minante del peso o de la talla. En nuestro medio las enfermedades orgánicas que
afectan más frecuentemente al peso son las enfermedades digestivas (reflujo gas-
troesofágico, enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, parasito-
sis, etc.), enfermedades oncológicas e infecciosas. En la tabla I se muestra el diag-
nóstico diferencial del desmedro con afectación predominante de la talla. Las
infecciones respiratorias repetidas o crónicas son la causa más frecuente de
desmedros mixtos (orgánico más inorgánico).
TRATAMIENTO
El tratamiento es complejo, por lo que debería ser realizado por un equipo
multidisciplinario constituido por un pediatra nutricionista, un dietista, un psicó-
logo y un trabajador social, para poder abordar todos los aspectos de este sín-
drome. Las condiciones de trabajo en atención primaria suelen requerir que el
pediatra asuma todas las funciones del equipo, junto con el trabajador social.
Estas funciones son básicamente:
Tratamiento dietético
Debe recomendarse una dieta completa y variada adaptada a las costum-
bres de la familia y a los gustos del paciente. Deben ofrecerse ideas y trucos para
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que los alimentos “entren por los ojos” y que, aunque coman relativamente poca
cantidad, aporten todos los nutrientes. Para ello deben recomendarse dietas en
las que predomine un alimento que le guste al niño y ofrecerlo de diferentes for-
mas culinarias, de manera que sirva de vehículo para nutrientes aportados con
los alimentos complementarios (arroz con puré de legumbres, paella, arroz a la
cubana). Dado que estos niños “se cansan” de masticar deben aportarse alimen-
tos reblandecidos con salsas o en formas de masticación fácil (croquetas, albón-
digas) y mezclas de legumbres con cereales (arroz con lentejas, escudella, coci-
do, etc.), que se complementan al tener cada uno de ellos un aminoácido limitante
diferente. Estas normas, y otras muchas que se podrían añadir, implican que el
pediatra debe tener conocimientos básicos de nutrición y de dietética, así como
disponer del tiempo suficiente para explicarlos a los padres.
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Fármacos
No hay datos que demuestren la eficacia de fármacos antianoréxicos, por lo
que su utilización es inútil. En pacientes en los que el desmedro ha evoluciona-
do a una malnutrición franca se ha utilizado el megestrol, pero su eficacia real
(aumento del tejido no magro) y posibles efectos secundarios (supresión de la
función suprarrenal) cuestionan su utilidad.
Tratamiento psicológico
Es fundamental en el desmedro no orgánico y en el mixto. El pediatra debe
iniciarlo y puede requerir la ayuda del psicólogo. Básicamente se basa en:
• Explicar a los padres qué es el desmedro para que puedan comprender la
actitud del niño en las comidas.
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Hospitalización
Dada la complejidad del síndrome (diferenciación de las formas no orgáni-
cas de las orgánicas, presión familiar, cronicidad del proceso, poca eficacia del
tratamiento a corto plazo), el paciente puede requerir la hospitalización. Las indi-
caciones son:
• Desmedro de etiología no conocida que esté evolucionando a malnutrición.
• Complicaciones asociadas (infecciones, diarrea).
• Problema social no controlable.
• Fracaso del tratamiento ambulatorio.
Durante la hospitalización el equipo multidisciplinar debe instaurar conjun-
tamente todas las medidas terapéuticas citadas.
Si la causa del desmedro es orgánica debe tratarse la misma, mientras que
si la causa es una ingesta insuficiente, el tratamiento nutricional será prioritario.
En cualquier caso debe iniciarse el tratamiento nutricional si ya existe malnutri-
ción y para conseguir el brote de crecimiento debe administrarse un 25-50% más
de calorías sobre los requerimientos basales, por lo que en ocasiones puede ser
necesaria su administración por medio de gastroclisis nocturna. En estos casos se
aporta de esta forma aproximadamente el 60% de la energía calculada. Estos
pacientes pueden estar ingresados durante un tiempo prolongado sin aumentar
de peso.
La fórmula a administrar, en el caso en que sea necesario prescribir una ali-
mentación enteral nocturna, dependerá de la edad del paciente y del estado
de sus funciones digestivas. Los niños con procesos de digestión y absorción nor-
males deben recibir una dieta polimérica completa. Cuando exista una patolo-
gía digestiva o se trate de niños menores de dos años, se puede recurrir a una
dieta semielemental.
RESUMEN
El desmedro es un síndrome caracterizado por incrementos de peso y/o talla
inadecuados, actitudes anómalas en las comidas y retraso en el desarrollo motor
y social. Su etiología es multifactorial, existiendo factores orgánicos, no orgáni-
cos y mixtos. La identificación de la enfermedad y/o factores causantes del mismo
puede ser difícil y ocasionalmente requerir hospitalización. El tratamiento, ideal-
mente, debe ser instaurado por un equipo multidisciplinar que incluya a un nutri-
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cionista, dietista, psicólogo y asistente social. En las fases iniciales o en las formas
no graves el pediatra de atención primaria debe asumir todas estas funciones.
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ed. Pediatric Nutrition Handbook. 5ª edición. Ilinois: Elk Grove Village; 2004: p. 339-
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mary school. Acta Paediatr 1994; 83: 54-8.
Autores suecos con amplia experiencia en el diagnóstico y tratamiento del desmedro mues-
tran los problemas conductuales de los pacientes seguidos a largo plazo.
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1ª ed. Barcelona: Ediciones Doyma; 2001. p. 695-701.
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– Wright CM. Identification and management of failure to thrive: a community perspec-
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Actualización del desmedro, con un énfasis especial en el manejo dentro de un contexto
multidisciplinario.
– Zenel JA. Failure to thrive: a general pediatrician’s perspective. Pediatr Rev 1997: 18:
371-8.
Excelente revisión que aborda todos los aspectos del desmedro: definición, consecuencias,
valoración diagnóstica y tratamiento.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 679
INDICACIONES
La NE se empleará siempre que la vía digestiva pueda ser utilizada total o par-
cialmente, por ser más fisiológica, presentar menos complicaciones y menor coste
que la nutrición parenteral, pudiendo establecerse una alimentación enteral exclu-
siva o mixta con nutrición parenteral. En líneas generales estará indicada en todos
aquellos niños con desnutrición establecida o en riesgo de desarrollarla, bien de
forma primaria o secundaria, con el objetivo de proporcionar los nutrientes ade-
cuados para recuperar o mantener el crecimiento y desarrollo normal.
Deberá, pues, considerarse en los niños incapaces de alimentarse normal-
mente (prematuridad, atresia esofágica, anorexia nerviosa, parálisis cerebral) o
de ingerir el aporte extra que precisen para hacer frente a las necesidades deri-
vadas de su patología (grandes quemados, enfermedades cardiorrespiratorias,
traumatismo) o en aquellos en que una alimentación normal resulte inadecuada
por la existencia de alteraciones en la digestión, absorción (intestino corto, dia-
rrea grave rebelde, desnutrición), metabolización y/o eliminación de nutrientes
(Tabla I). Estos factores no son excluyentes entre sí y podremos encontrar enfer-
mos en los que la indicación de NE se justifique por varios motivos.
Globalmente, existirán pacientes con una capacidad gastrointestinal intacta
y otros con limitaciones de diverso tipo e intensidad.
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Tomado de Martínez Costa C, Sierra C, Pedrón Giner C, Moreno Villares JM, Lama R, Codoceo
R. Nutrición enteral y parenteral en Pediatría. An Esp Pediatr 2000; 52 (Suppl. 3): 1-33.
CONTRAINDICACIONES
Actualmente quedan reducidas a los casos de fracaso intestinal: obstrucción,
íleo paralítico, perforación, peritonitis, isquemia intestinal, vómitos persistentes
y diarrea grave con alteraciones metabólicas secundarias.
Contraindicaciones relativas son los casos de náuseas, vómitos o diarrea de
repetición.
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NE intermitente
Su administración es la más fisiológica, requiere material sencillo y per-
mite la movilidad del paciente y la estimulación de la alimentación oral al pro-
vocar alternativamente períodos de hambre y saciedad. Se debe realizar solo
en el estómago, ya que administrada distal al píloro ocasiona síndrome de dum-
ping. Sus inconvenientes sobre la NEDC es que presenta mayor frecuencia de
náuseas, vómitos, dolor abdominal y diarrea, así como mayor riesgo de aspi-
ración.
NE a débito continuo
Esta modalidad mejora la tolerancia digestiva, condiciona un balance ener-
gético más eficiente y permite alcanzar las metas nutricionales antes que una ali-
mentación fraccionada. Está indicada en: la alimentación postpilórica, cuando
existe riesgo de aspiración, en enfermedades con disminución del área absorti-
va bien por resección u otros síndromes de malabsorción, en los enfermos que
no toleran la alimentación intermitente y en las situaciones de alto gasto ener-
gético. También pueden ser candidatos a este tipo de infusión los pacientes en
ayunas durante períodos previos de 5-7 días, sometidos o no a cirugía reciente
que, además, no toleran soluciones hiperosmolares.
Aunque por el hecho de ser un sistema de flujo continuo cerrado, teórica-
mente existe menos posibilidad de sobrecrecimiento bacteriano, la alcalinización
del pH gástrico puede condicionarlo y potenciar un mayor índice de neumonía
nosocomial, extremo actualmente en discusión.
La administración de fármacos en NEDC requiere una supervisión cuidado-
sa, pues algunos deben darse en ayunas al absorberse mejor como electrolitos
débiles. En ocasiones será necesario monitorizar sus niveles séricos al iniciar
esta técnica (fenitoína, teofilina, ciclosporina).
Una modalidad especial es la nutrición cíclica que supone la infusión conti-
nua en períodos de tiempo variables, en general 8 a 12 horas nocturnas, sien-
do la técnica de elección en NE domiciliaria. Está especialmente indicada en esco-
lares y adolescentes con enfermedades crónicas, como fibrosis quística, enfermedad
inflamatoria intestinal.
MATERIAL
Sondas de gastroenterostomía
Suponen la colocación, generalmente mediante técnica endoscópica o qui-
rúrgica directa, de una sonda en cualquier segmento del tracto digestivo. Están
indicadas en las nutriciones enterales de larga duración (superior a 2-3 meses).
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Gastrostomía
Es el método más usado, principalmente en pacientes con alteraciones neu-
rológicas y de la deglución y en aquellos con soporte nutricional prolongado.
Requiere un estómago no alterado por enfermedad primaria, con vaciamiento
gastroduodenal normal, sin fístulas gastrointestinales altas.
La técnica más utilizada es la gastrostomía endoscópica percutánea (PEG).
Es el procedimiento de elección, excepto en los pacientes con deformidades gra-
ves de tórax y columna que alteran la posición del estómago, malrotación, en
ciertos casos de cirugía abdominal previa y en aquellos con obstrucciones o este-
nosis esofágicas que impiden el paso del endoscopio. Existen también abordajes
percutáneos mediante laparoscopia y mediante radiología. La gastrostomía
quirúrgica se realiza habitualmente mediante la técnica de Stamm.
Las sondas de gastrostomía con seta o balón intragástrico pueden ser susti-
tuidas a partir de los tres a seis meses, una vez formada la fístula gastrocutánea,
por otras tipo botón. Son de pequeño tamaño y pasan desapercibidas debajo de
la ropa. Precisan la inserción de una alargadera para administrar el alimento. Las
hay de distintos calibres que permiten solo el paso de alimentos líquidos o tam-
bién el de sólidos. Están provistas de tapón y una válvula que impide la salida del
líquido y permite una infusión fácil.
Los pacientes sometidos a PEG pueden alimentarse precozmente (a partir
de las 4 horas) y su recuperación es más rápida que con las técnicas quirúrgi-
cas. El tipo de complicaciones es similar, estimándose en un 7%. Las más usua-
les son: escapes del contenido gástrico alrededor del catéter con erosión de la
piel, infección de esta, granulomas y prolapso de mucosa gástrica. Mucho menos
frecuentes son las fugas a peritoneo, fístulas gastrocólicas, descolocación inad-
vertida de la sonda con obstrucción del tracto de salida gástrico o desplazamien-
to al trayecto de la fístula gastrocutánea, síndrome de dumping, obstrucción de
la sonda, náuseas, aspiración broncopulmonar y reflujo gastroesofágico. Para
evitar este último se ha propuesto la realización de gastropexia a nivel de la cur-
vatura menor e incluso la asociación de un Nissen en enfermos con parálisis cere-
bral. Además la gastrostomía puede modificar la colonización bacteriana gas-
trointestinal.
Duodenostomía
Realizada durante la cirugía por obstrucción duodenal o piloroduodenal, con
colocación de sonda transanastomótica y drenaje gástrico mediante gastrosto-
mía o sonda.
Yeyunostomía
El abordaje del yeyuno se puede realizar directamente mediante catéter con
aguja, habiendo quedado prácticamente en desuso las técnicas quirúrgicas. Se
emplea con éxito para la alimentación precoz de pacientes quirúrgicos, ya que
la recuperación de la motilidad normal es bastante rápida (12-24 horas). El acce-
so puede realizarse también a través de una gastrostomía (gastroyeyunostomía),
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2. Sistemas de infusión
Bombas
Las indicadas para la NE son las de tipo peristáltico. Impulsan el líquido median-
te un rotor, aplicando una presión y relajación sucesivas en una parte de la línea.
Aseguran la exactitud del volumen suministrado conociendo el de la porción del
tubo de silicona que es comprimida por el rotor. Algunos equipos disponen ade-
más de cuentagotas. Programan flujos entre 1 y 300 ml/hora y su margen de error
es de un 8-10% (frente al 2% de otras bombas volumétricas tipo pistón, cámara
o jeringa). Van provistas de batería recargable y de alarmas de oclusión y batería
baja. Los aparatos que incorporan sistemas cuentagotas pueden ocasionar gran-
des variaciones en el volumen introducido por cambios en el tamaño de las gotas,
relacionados con la viscosidad de la fórmula.
Las bombas de jeringa, cuyo émbolo es accionado por un motor de veloci-
dad regulable son de gran precisión (± 2%), sobre todo en flujos bajos, pero tie-
nen el inconveniente de administrar volúmenes totales reducidos. Son de utili-
dad en la alimentación de recién nacidos o de lactantes críticos, sobre todo en
las primeras etapas de su alimentación. Tienen el inconveniente de que la dispo-
sición horizontal de la jeringa facilita la sedimentación de los productos en
disolución.
El uso de bombas es necesario en la NEDC transpilórica o durante la noche,
en neonatos y lactantes pequeños, en pacientes graves y en aquellos con baja
tolerancia a fluctuaciones en el volumen infundido.
3. Fórmulas
Tipos de fórmulas
Completas
Aportan los tres principios inmediatos (proteínas, grasas y carbohidratos) con
una distribución calórica adecuada y las cantidades de minerales, vitaminas y oli-
goelementos recomendadas por los organismos internacionales, de forma que,
administradas en cantidad suficiente para alcanzar las necesidades de fluidos
según la edad, pueden constituir la única fuente de alimentación a largo plazo.
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Incompletas
Cuando por sí solas no pueden cubrir todas las demandas nutricionales. Inclu-
yen los suplementos orales y los módulos.
Los suplementos están compuestos por varios nutrientes y se emplean para
complementar la alimentación ordinaria por vía oral. Se caracterizan por su alta
palatabilidad. En general, sólo están indicadas en pacientes con función gastroin-
testinal normal o casi normal, pues suelen contener proteínas enteras, en muchas
ocasiones lactosa, carbohidratos hidrolizados parcialmente y triglicéridos de cade-
na larga. También existen productos diseñados para patologías específicas. Exis-
ten varios tipos de presentaciones: en polvo para diluir con leche, líquida, sóli-
da (tabletas) o semisólida (pudding). No se contemplan como productos
financiables por el Servicio Nacional de Salud.
Los módulos están constituidos por uno o varios nutrientes (proteínas, car-
bohidratos, grasas, vitaminas o minerales) y permiten la elaboración de dietas
modulares completas individualizadas para pacientes con patologías especiales.
También sirven para enriquecer dietas completas en el correspondiente nutrien-
te.
Elección de la fórmula
Para la elección de la fórmula a administrar se tendrán en cuenta tres facto-
res fundamentales: la edad del niño, la capacidad funcional del aparato digesti-
vo y la patología subyacente.
Ensure Junior plus 150 4,2 7,5 16,7 390 Brik 200 ml, vainilla,
drink (Abbott) (11%) (44,5%) (44,5%) fresa
82/18 Vegetal, MCT 20% DTM/sac (70/30)
Fortini (Nutricia) 150 3,4 6,8 18,8 380 Brik 200 ml, vainilla
(9%) (41%) (50%)
5/6/08
Isosource Junior 122 2,7 4,7 16,4 Fibra 0,76 366 Botella 250 ml, fresa,
fibra (Nestlé) (9%) (35%) (56%) Soluble/insoluble vainilla, chocolate
100/0 Vegetal, MCT 17% DTM/sac (77/23) (40/60)
Nutrini energy 150 4,1 6,7 18,5 320 Botella 200 ml, neutro
(Nutricia) (11%) (40%) (49%)
100/0 Vegetal, MCT 0% DTM
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Nutrini energy 150 4,13 6,7 18,5 Fibra 0,75 320 Botella 200 ml, neutro
multi fibre (Nutricia) (11%) (40%) (49%) Soluble/insoluble
100/0 Vegetal, MCT 0% DTM (50/50)
Resource Junior 150 3 6,2 20,6 330 Brik 200 ml, fresa,
(Nestlé) (8%) (37%) (55%) vainilla, chocolate
82/18 Vegetal y láctea DTM/sac (64/36)
C. Pedrón Giner, C. Martínez Costa
C/S: Relación caseína seroproteínas. MCT: Triglicéridos de cadena media. DTM: Dextrinomaltosa. Sac: sacarosa
TABLA III. Fórmulas poliméricas pediátricas (presentación en polvo)
Composición Energía Proteína (g) Grasa (g) H. carbono (g) Fibra (g) Dilución Presentación
por 100 ml (kcal) (%kcal) (% kcal) (% kcal) Otros (mOsm/L)
% C/S Fuente,%MCT Fuente
Nutrición enteral
Ensure Junior polvo 492 14,8 24,6 53 – 20% Lata 400 g, vainilla,
(Abbott) (12%) (45%) (43%) FOS 1,7 chocolate
82/18 Vegetal, MCT 20% DTM/sac (70/30) Lactobacillus 1x106 299
Libro Tto. Gastro 29-58
Bifidobacterias 1x106
Resource CF 465 15 22,8 49,2 5,2 1 sobre en Sobres 32,5 g,
(Nestlé) (13%) (44%) (43%) FOS 65% 100 ml neutro, vainilla,
100/0 Vegetal, MCT 17,5% Otros/lactosa Fibra trigo 35% chocolate
5/6/08
C/S: relación caseína seroproteínas. MCT: triglicéridos de cadena media. DTM: dextrinomaltosa. Sac: sacarosa; FOS: fructooligosacáridos.
Página 689
689
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NE intermitente
El volumen inicial, expresado en ml/kg/toma será de 10 a 15 en el niño menor
de 1 año, 5 a 10 hasta los 6 años, de 3 a 5 hasta los 14 años y de 3 posterior-
mente. Los aumentos diarios serán del 25 al 50% del volumen de la toma del día
anterior.
La administración se realizará con el paciente incorporado, a intervalos regu-
lares similares a la alimentación oral correspondiente a su edad, mediante jerin-
ga, goteo por gravedad o bomba de infusión y lentamente (10-60 minutos),
no superando en el niño mayorcito volúmenes totales de 300 ml. La sonda debe
quedar bien cerrada, previa limpieza con agua tras cada toma para evitar obs-
trucciones. Se evitará medir los residuos gástricos para impedir la oclusión de la
sonda. Si es necesario controlarlos debido a una tolerancia deficiente, se reali-
zará antes de cada administración debiendo ser inferiores a la mitad de la toma
anterior.
Controles
Los controles a realizar durante el tiempo de soporte nutricional variarán
según el enfermo. En líneas generales hay que señalar las valoraciones antropo-
métricas, bioquímicas y electrolíticas, el control de emplazamiento de la sonda
y de su permeabilidad, la comprobación diaria de que los aportes enterales se
ajustan a las indicaciones, el control urinario (volumen, densidad, glucosuria) y
el control de heces (frecuencia, consistencia, sustancias reductoras, sangre). Es
fundamental el balance de líquidos y el peso diario en aquellos enfermos con
administración de fórmulas hiperconcentradas, con alto contenido proteico, alte-
ración neurológica, vómitos y/o diarrea, fiebre o poliuria.
De tipo mecánico
• La oclusión de la sonda es la más frecuente y se previene mediante el lava-
do frecuente con agua, particularmente después de la administración de fár-
macos, y evitando que se torsione. Las medicaciones se darán en forma líqui-
da, trituradas y diluidas posteriormente si su presentación es en tabletas.
Existen guías para la administración de fármacos a través de sondas, pues
todas las formas farmaceúticas no son adecuadas para ser administradas por
sondas de alimentación.
• La irritación del tabique nasal o de la orofaringe es poco frecuente con las
sondas de poliuretano y silicona, aunque sigue siendo necesaria una peque-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 692
Complicaciones gastrointestinales
• La diarrea es la más frecuente, sobre todo en la alimentación postpilórica y
en los enfermos con hipoalbuminemia. Puede deberse a múltiples causas: sobre-
carga de líquidos o exceso de osmolaridad de la fórmula, avances demasiado
rápidos de la velocidad o concentración, contaminación de la fórmula por pre-
paración o manejo inadecuado desde el punto de vista higiénico, sobredesa-
rrollo bacteriano, localización de la sonda en la parte inferior del antro, migra-
ción al duodeno o intolerancia a alguno de los componentes del preparado.
• Es posible observar también náuseas, vómitos, distensión abdominal y reflu-
jo gastroesofágico. Es obligado en estos casos comprobar la correcta situa-
ción de la sonda. Los vómitos también pueden deberse a infusiones rápidas,
retraso en el vaciado gástrico, gastritis, vómitos provocados o intolerancia
a la fórmula.
Complicaciones metabólicas
• Consisten en trastornos en el balance de líquidos y/o electrolitos (Na, K, P,
Mg y Cl). Las más frecuentes son por defecto. El síndrome de realimentación
se presenta al alimentar rápidamente al paciente desnutrido, en relación con
el aumento de necesidades para permitir un correcto aumento de masa magra
y para reponer los déficits y pérdidas. Es importante valorar el balance de
líquidos en pacientes que no son capaces de manifestar la sensación de sed
y que reciben fórmulas concentradas. La intolerancia a la glucosa, poco
frecuente, se describe especialmente en enfermos desnutridos y con estrés,
ocasionando deshidratación por diuresis osmótica. También se han comuni-
cado deficiencias de elementos traza, ácidos grasos esenciales y vitaminas,
en nutriciones enterales de larga duración de patologías muy selecciona-
das y con dietas restrictivas.
• La interacción de fármacos y nutrientes puede ocasionar la precipitación o
desnaturalización de cualquiera de ellos y, por tanto, interferir en su absor-
ción mutua. Además, el lugar de administración de un fármaco puede alte-
rar sus propiedades de absorción y de actividad y la hipertonicidad de algu-
nos producir diarrea. Por estos motivos no se recomienda el uso de
medicaciones a través de sondas localizadas en el yeyuno.
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RESUMEN
La NE consiste en el suministro de fórmulas de composición definida a la vía
digestiva por boca o por sonda. Está indicada en aquellos niños con desnutrición
establecida o en riesgo de desarrollarla, de origen primario o secundario. Su obje-
tivo es recuperar o mantener el estado nutricional del paciente y permitir su desa-
rrollo. Una modalidad especial, la NE mínima, tiene como función estimular el
trofismo intestinal, evitando los efectos deletéreos del ayuno. La infusión en el
estómago es la vía de elección. La NE postpilórica solo se realizará en: pacien-
tes con riesgo de aspiración pulmonar, en casos de íleo gástrico y en pancreati-
tis y fístulas pancreáticas. El acceso se realizará mediante sonda nasogástrica o
yeyunal o mediante gastroenterostomía dependiendo de la duración de la NE (±
2-3 meses). Según el tiempo y modo de la perfusión se distingue:
• La NEDC durante 24 horas o en períodos menores de tiempo.
• La NE intermitente o en bolo. Se deben calcular volúmenes y concentracio-
nes progresivas acorde a las necesidades individuales.
Según la capacidad para cubrir los requerimientos nutricionales las fórmulas
pueden ser:
• Completas (poliméricas, oligoméricas o monoméricas) para niños hasta el
año de edad, de 1-10 años y para los mayores de 10 años (a los que pueden
administrarse las pediátricas o las del adulto).
• Incompletas, que incluyen los suplementos (para complementar la alimen-
tación oral) y los módulos para desarrollar dietas individualizadas y/o aumen-
tar la densidad calórica.
Las complicaciones más frecuentes son mecánicas (obstrucción y/o despla-
zamiento de la sonda) y digestivas (diarrea y vómito). Los trastornos del desarro-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 694
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Guía de soporte artificial elaborada por la Sociedad Americana de Nutrición Parenteral y
Enteral. Sus recomendaciones están basadas en una revisión exhaustiva de la literatura
buscando la mejor evidencia. Aborda, entre otros, todos los aspectos relacionados con la
nutrición enteral en pediatría: requerimientos, vías de acceso, patologías específicas de la
edad pediátrica y enfermedades durante la infancia, soporte domiciliario, interacción con
fármacos y aspectos éticos.
– Baker SB, Baker RD, Davis A, eds. Pediatric enteral nutrition. New York: Chapman &
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Libro monográfico sobre la nutrición enteral en pediatría. En la primera parte se exponen
los principios de esta técnica: desarrollo del tracto gastrointestinal en respuesta a la alimen-
tación, indicaciones y técnicas, incluyendo al niño prematuro, requerimientos, valoración
nutricional, interacción con fármacos, alimentación de transición, soporte psicológico y
domiciliario y complicaciones. En la segunda se describen las consideraciones prácticas
del soporte en determinadas patologías pediátricas, muchas de ellas exclusivas de esta edad.
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Libro monográfico sobre el soporte artificial en pediatría.
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Nutrición enteral y parenteral en Pediatría. An Esp Pediatr 2000; 52 (Suppl. 3): 1-33.
Se expone de forma concisa y práctica una guía orientativa de la nutrición artificial (ente-
ral y parenteral) desarrollada por consenso entre varios miembros de la SEGHNP. En rela-
ción a la nutrición enteral se detallan las indicaciones, vías de acceso y material con
incorporación de tablas de los distintos tipos de sondas, bombas y fórmulas. Incluye las
posibles complicaciones y soluciones y los controles clínicos y bioquímicos para la monito-
rización del paciente.
– Mascarenhas MR, Kerner JA, Stallings VA. Parenteral and enteral nutrition. En: Walker
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Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 695
1. Agua y electrolitos
Los requerimientos varían con la edad, el peso, el estado de hidratación y
la enfermedad de base. Hay que tener siempre en cuenta las condiciones que
pueden modificar estos requerimientos, por aumento de las necesidades, como
presencia de fiebre, vómitos o diarrea, o por disminución de las mismas, como
en la insuficiencia renal o cuando existen edemas. Los requerimientos de líqui-
dos están en función del gasto energético del niño y se determinan mediante
la fórmula clásica de Holliday-Segar (Tabla II). Hay que tener en cuenta en el cál-
culo de los aportes líquidos de la NP, los ingresos por fármacos y otras perfusio-
nes.
2. Aminoácidos
Las necesidades de proteínas varían también con la edad. Los aportes reco-
mendados para garantizar un buen balance nitrogenado y un crecimiento ade-
cuado son 3 g/kg/día en recién nacidos pretérmino; 2,5 g/kg/día en lactantes
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*Holliday-Segar (mantenimiento):
– Hasta 10 kg, 100 ml/kg (total 1.000 ml);
– Entre 10 y 20 kg = 1.000 ml por los primeros 10 kg más 50 ml/kg por los segundos
10 kg (total 1.500 ml);
A partir de 20 kg = 1.500 ml por los primeros 20 kg más 20 ml/kg por los kilos que supe-
ren 20 kg. Máximo 2.000-2.500 ml/24 horas.
menores de 2 años; 1,5 a 2,0 en los niños hasta la adolescencia y 1,0-1,5 en ado-
lescentes y adultos. En todo caso, deben constituir entre el 12 y el 16% de apor-
te calórico total. Estudios recientes sustentan la importancia de alcanzar rápida-
mente las dosis máximas, incluso en el neonato pretérmino siempre que se guarde
la relación nitrógeno/kcal no proteicas. En el RNPT es segura su utilización desde
el primer día con un aporte mínimo de 1,5 g/kg/día que evite el balance nitro-
genado negativo. Actualmente se tiende a comenzar con 2,5-3 g/kg/día, inclu-
so desde el primer día, siendo necesario aportes hasta de 4 g/kg/día para favo-
recer la retención proteica.
Se usan soluciones de aminoácidos cristalinos que contienen una propor-
ción adecuada de aminoácidos esenciales y no esenciales. Algunos aminoáci-
dos, en especial la taurina y cisteína, son condicionalmente esenciales en los
recién nacidos y lactantes, por lo que es aconsejable el uso de soluciones de ami-
noácidos específicas para niños, con un mayor contenido en estos aminoácidos
y menor cantidad de aminoácidos aromáticos y sulfurados. Se pretende con-
seguir un perfil de aminoácidos en el recién nacido y en lactante similar al de
los niños alimentados con leche materna. No existe acuerdo sobre la edad en
que deben emplearse estas soluciones, aunque en la práctica se usan por deba-
jo de los 10 años. Aunque existe un gran interés en la adición de glutamina a
las soluciones de NP, especialmente en situaciones de estrés, la experiencia en
pediatría es escasa y se precisan más estudios antes de recomendar su uso
rutinario.
3. Aportes energéticos
Las necesidades de energía también varían considerablemente de un indi-
viduo a otro, dependiendo de su edad, actividad física y estado de salud. Para el
cálculo de las necesidades energéticas de un niño podemos medir su gasto ener-
gético en reposo por medio de una calorimetría indirecta o estimarlo a partir
de fórmulas. Las más utilizadas son las de la OMS/FAO/ONU y las de Schofield
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Niñas:
0-3 años 58,29 x P – 31,05 16,25 x P + 1023,2 x T – 413,5 61 x P– 51
3-10 años 20,3 x P + 486 16,97 x P + 161,8 x T + 371,2 22,4 x P + 499
10-18 años 17,7 x P + 659 8,365 x P + 465 x T + 200 12,2 x P + 746
Hidratos de carbono
La D-glucosa es el único carbohidrato usado en NP en niños. Proporciona
4 kcal/g. Deben constituir el 50-60% del aporte calórico total. Su aporte, en espe-
cial en recién nacidos pretérmino, debe ser progresivo para prevenir la hiperglu-
cemia. Excepto en este grupo de edad, es excepcional la necesidad de aportar
insulina para el control de la hiperglucemia. No se debe sobrepasar la capacidad
oxidativa máxima, que en recién nacidos es de 12-14 mg/kg/minuto. Cuando
se sobrepasa esa capacidad oxidativa aparecen efectos secundarios, en especial
el depósito de grasa en el hígado, dando lugar a un hígado graso. Además, el
exceso de glucosa lleva a una mayor producción de CO2 y a un aumento del volu-
men minuto. También se ha asociado a la aparición de colestasis y a un riesgo
aumentado de complicaciones infecciosas.
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Lípidos
Los lípidos deben formar parte de las soluciones de NP por su elevada den-
sidad calórica, por ser fuente de ácidos grasos esenciales, por disminuir la osmo-
laridad de la solución y por evitar los efectos negativos de la sobrecarga de glu-
cosa. Se recomienda que constituyan del 25 al 40% de las calorías no proteicas,
pero su máxima oxidación se produce cuando suministran el 40% de las calorí-
as no proteicas en el RN y hasta el 50% en el resto de los lactantes. Los aportes
máximos diarios recomendados en NP son 3-4 g/kg/día (0,13-0,17 g/kg/hora)
en lactantes, incluidos los RNPT, y 2-3 g/kg/día en niños (0,08-0,13 g/kg/hora).
Los lípidos pueden administrarse en perfusión separada del resto de los nutrien-
tes o en una mezcla con aminoácidos y dextrosa (mezclas ternarias o “todo en
uno”), previa comprobación de su estabilidad.
Actualmente se consideran seguras las soluciones mixtas de triglicéridos de
cadena larga (LCT) y de cadena media (MCT) y las soluciones basadas en acei-
te de oliva por sus aportes de ácido oleico, por mejorar los niveles de vitamina
E y por disminuir la peroxidación lipídica. Se recomiendan las soluciones al
20% por producir menor elevación de lípidos plasmáticos y tener una relación
triglicéridos/fosfolípidos más adecuada.
El aclaramiento de lípidos en el plasma debe comprobarse midiendo los nive-
les de triglicéridos en el plasma, cuatro horas después de suspendida la infusión
de lípidos. De forma ideal deben mantenerse por debajo de 150 mg/dl. Los efec-
tos de la infusión de lípidos sobre la función pulmonar o el sistema inmune han
sido y continúan siendo objeto de debate y, con frecuencia, se han utilizado de
forma simplista. En algunas circunstancias, hay que tener precaución y reducir
los aportes (0,5-1 g/kg/día) garantizando el aporte de ácidos grasos esenciales:
infecciones graves (disminución de lipoproteinlipasa); hiperbilirrubinemia neo-
natal (riesgo de kernicterus); trombocitopenia < 100.000/mm3; insuficiencia hepá-
tica y enfermedades pulmonares.
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Dosis Infuvite Pediátrico®: RNPT < 1 kg peso 1,5 ml; 1-3 kg peso 3 ml; resto edades: 5 ml.
4. Minerales
Sus necesidades en la NP se recogen en la tabla IV. Aunque las cantidades
totales de calcio y fósforo están limitadas por su solubilidad, el empleo de fuen-
tes orgánicas de fosfato (glicerofosfato sódico sobre todo) ha permitido aportes
mayores de calcio y fósforo con bajo riesgo de precipitación. Para conseguir una
mejor retención fosfocálcica se recomiendan una relación calcio: fósforo molar
de 1,1-1,3:1 o una relación por peso de 1,3-1,7:1.
5. Vitaminas
La NP debe contener todas las vitaminas hidro y liposolubles (Tabla V).
Carecemos de recomendaciones actualizadas sobre requerimientos de vita-
minas en las soluciones de NP. Disponemos actualmente de preparados que
contienen todas las vitaminas hidro y liposolubles de forma conjunta o de forma
separada. A partir de los 11 años pueden utilizarse los preparados multivitamí-
nicos de adultos, que no contienen vitamina K. La carnitina, sintetizada a
partir de la metionina y la lisina, es el transportador de los ácidos grasos de
cadena larga a través de la membrana interna mitocondrial. Aunque puede
obtenerse tanto de la dieta como a partir de biosíntesis endógena puede con-
siderase un nutriente condicionalmente esencial en el neonato, cuya capaci-
dad de síntesis es inmadura. No existe acuerdo unánime sobre su inclusión
en las soluciones de nutrición parenteral ni sobre cuáles son las dosis más ade-
cuadas.
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6. Oligoelementos
Los oligoelementos o elementos traza forman parte, como coenzimas, de
muchas enzimas. Es recomendable la inclusión rutinaria de zinc, cobre, selenio,
cromo y manganeso para evitar deficiencias (Tabla VI). La adición de hierro
está controvertida. En el caso de existir colestasis, el cobre y el manganeso deben
administrarse con cautela. Si existe insuficiencia renal deben reducirse los apor-
tes de selenio, cromo y molibdeno. Lamentablemente no existen en el merca-
do español soluciones individuales de oligoelementos, excepto para el zinc, lo
que limita las posibilidades de modificación en situaciones patológicas.
Prescripción y composición
La prescripción de la NP es un proceso susceptible de errores. Un impreso
de prescripción bien diseñado, así como la informatización de la prescripción dis-
minuye la incidencia de errores y aumenta la eficiencia del procedimiento. Cuan-
do fuera posible, la prescripción de la NP debería centralizarse a través de un
equipo multidisciplinar de soporte nutricional. Pueden utilizarse soluciones estan-
darizadas o individualizadas de acuerdo al peso y a la edad con la ayuda de un
programa informático. La elaboración se realiza en los servicios de farmacia en
cámaras de flujo laminar horizontal, donde se traducen los gramos de glucosa,
lípidos, etc. en volúmenes de las soluciones específicas. Es preferible utilizar mez-
clas ternarias (glucosa, aminoácidos y lípidos en la misma bolsa); sin embargo,
la preocupación por su estabilidad, sobre todo en neonatos y lactantes, hace que
todavía se empleen en muchas ocasiones mezclas binarias (aminoácidos y glu-
cosa en un lado y lípidos separados). La presencia de heparina en las soluciones
facilita la coalescencia de partículas de grasa en presencia de calcio, por lo que
no se usa en las mezclas ternarias. La preparación de la mezcla requiere una exqui-
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Métodos de infusión
Habitualmente la infusión en niños se realiza de forma continua a lo largo de
24 horas. Este método se aplica tanto cuando se usan mezclas ternarias como
cuando los lípidos se administran separadamente (en este caso, la solución lipí-
dica puede infundirse en un tiempo menor). En determinadas situaciones (nutri-
ción parenteral prolongada o domiciliaria) puede ser interesante su administra-
ción cíclica (en 12-18 horas). Esta forma de infusión facilita la movilización de las
grasas produciendo menor infiltración grasa en el hígado y menor déficit de áci-
dos grasos esenciales, además de facilitar la actividad del niño al verse libre de la
fluidoterapia endovenosa durante un período variable de tiempo.
B. Control analítico
• Hemograma con recuento diferencial
• Electrolitos
• Urea/creatinina
• Glucosa en sangre
• Equilibrio ácido-base
• Calcio/fósforo
• Proteínas totales/albúmina
• (Prealbúmina)
• Enzimas hepáticos y bilirrubina
• Colesterol y triglicéridos
• Glucosa y cuerpos cetónicos en orina
COMPLICACIONES
Podemos clasificar las complicaciones en cuatro grupos: las relacionadas con
los catéteres venosos centrales (CVC); las complicaciones metabólicas; las depen-
dientes de la estabilidad de las soluciones o de las interacciones con fármacos y
las psicosociales.
Oclusión
Se define como la obstrucción parcial o completa de un catéter venoso cen-
tral que limita o impide la posibilidad de extraer sangre o infundir a través del
mismo. Puede ocurrir tanto por obstrucción de la luz del catéter como por una
compresión externa del catéter o por una malposición del mismo. Se recomien-
da infundir suero fisiológico (3 a 5 ml) a través del catéter después de la admi-
nistración de medicaciones o tras la extracción de sangre con el fin de prevenir
la oclusión. La adición rutinaria de heparina a dosis de 0,5 a 1 UI/ml en las solu-
ciones de NP es controvertida como profilaxis de la oclusión del catéter. Una vez
descartada una obstrucción mecánica, la oclusión del catéter puede tratarse con
un fibrinolítico (uroquinasa o alteplasa) si se sospecha un depósito de sangre o
fibrina y con alcohol o ácido clorhídrico si se sospecha que se deba a los lípidos
o a la precipitación de algún fármaco.
Infecciones
Las bacteriemias asociadas al catéter son una de las complicaciones más
comunes de los CVC y son potencialmente graves. La infección puede proce-
der de la flora de la piel, de la contaminación del cabezal (hub) del catéter, de
siembras hematógenas a distancia o de la contaminación de la solución infundi-
da. Las dos principales puertas de infección son el punto de inserción en la piel
(en los catéteres de corta duración) o el cabezal del catéter (en los catéteres per-
manentes). Los gérmenes causantes de bacteriemia asociada a catéter (por orden
de frecuencia) son: Staphylococcus epidermidis, Enterobacter spp, Escherichia coli,
Klebsiella pneumoniae, Pseudomonas aeruginosa, Staphylococcus aureus, Enterococ-
cus (E. faecalis, E. faecium) y Candida albicans y otros hongos.
Debe sospecharse una infección asociada a catéter si el niño presenta fie-
bre > 38,5º, acidosis metabólica, trombocitopenia o inestabilidad en la homeos-
tasis de la glucosa, en ausencia de otro foco en la exploración. Ante la sospe-
cha de infección deben realizarse hemocultivos simultáneos de sangre periférica
y central, extraídos a través de cada una de las luces del catéter, y, posteriormen-
te, comenzar antibioterapia de amplio espectro de forma empírica de acuerdo
con las pautas de cada institución. Una vez conocido el resultado del hemocul-
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2. Complicaciones metabólicas
Incluyen las derivadas del déficit o del exceso de alguno de los componen-
tes individuales de la solución de NP o de la presencia de contaminantes.
Síndrome de realimentación
Hay que ser extremadamente cuidadoso en la alimentación de niños desnu-
tridos para evitar el síndrome de realimentación. Consiste en un desequilibrio de
líquidos y electrolitos, intolerancia a los hidratos de carbono y déficit de vitami-
nas que ocurre en pacientes muy desnutridos durante una realimentación rápi-
da. Estos rápidos cambios metabólicos pueden ocasionar graves complicaciones
que amenacen la vida.
Alteraciones hepáticas
En más del 50% de niños con NP durante más de dos semanas se observan
alteraciones de las pruebas de función hepática, sobre todo GGT y bilirrubina,
generalmente de carácter autolimitado. El origen es desconocido y en su apari-
ción pueden influir distintos factores, como la disminución del circuito entero-
hepático, el empleo de soluciones pobres en taurina y ricas en glicina y a las infec-
ciones. Tras el inicio de la alimentación enteral y la retirada de la NP su corrección
es la norma. Solo excepcionalmente obligarán a modificar la composición de la
solución de NP. Son especialmente importantes en la NP de larga duración y pue-
den manifestarse como litiasis biliar o complicaciones hepáticas, desde la estea-
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tosis a la cirrosis, pasando por una simple elevación de las pruebas de función
hepática, la colestasis y la fibrosis.
La prevención de las complicaciones hepáticas debe considerar todos los fac-
tores potenciales de riesgo. Algunas medidas pueden limitar o revertir la afecta-
ción hepática: la instauración precoz de una nutrición enteral mínima, la NP cícli-
ca, el tratamiento del sobrecrecimiento bacteriano, la prevención y el tratamiento
precoz de las infecciones, el uso de una NP equilibrada (disminuir el aporte caló-
rico total, disminuir el aporte de lípidos a < 1 g/kg/día, etc.) y la administración
de fármacos coleréticos, en especial el ácido ursodeoxicólico (10 a 30 mg/kg/día),
son las armas más eficaces.
3. Problemas psicosociales
La enfermedad de base, las hospitalizaciones repetidas y prolongadas, la
dependencia de máquinas y la sobreprotección de los padres pueden perturbar
el desarrollo normal de algunos niños con NP prolongada. Hemos de procurar
enviar a los niños con NP prolongada lo más pronto posible a su domicilio.
RESUMEN
La nutrición parenteral se ha usado con éxito para promover el crecimiento
en un amplio grupo de enfermedades de la infancia, sobre todo en situaciones
con afectación grave de la función intestinal. Está indicada en aquellos pacien-
tes que no puedan cubrir sus necesidades de energía y nutrientes por vía ente-
ral por un período superior a 5 a 7 días o antes en el caso de prematuros o pacien-
tes previamente malnutridos. El cálculo de los requerimientos de energía y
nutrientes se lleva a cabo por medio de fórmulas que tienen en cuenta además
de la edad, el tamaño corporal, el sexo y la situación clínica. Los requerimien-
tos son proporcionalmente mayores cuanto más pequeño es el niño. El aporte
proteico se realiza por medio de soluciones cristalinas de aminoácidos adapta-
das al niño, es decir, enriquecidas con cisteína y taurina. La energía procede de
la glucosa, que debe aportar entre el 50 y el 60% de las necesidades energéticas
y de los lípidos. Estos son, además, la fuente de ácidos grasos esenciales. Todas
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BIBLIOGRAFÍA
– AGA Technical review on parenteral nutrition. Gastroenterology 2001; 121: 970-1001.
– American Gastroenterological Association Medical Position Statement: Parenteral Nutri-
tion. Gastroenterology 2001; 121: 966-9.
– ASPEN Board of Directors and the Clinical Guidelines Task Force. Guidelines for the use
of parenteral and enteral nutrition in adult and pediatric patients. JPEN J Parenter Ente-
ral Nutr 2002; 26 (Suppl. 1): 1SA-138SA.
Actualización imprescindible de las guías de uso de la nutrición parenteral y enteral tanto
en el paciente adulto como en el niño. Algo más de la mitad de la monografía está dedica-
da a los aspectos pediátricos. Los distintos capítulos abarcan la valoración nutricional, las
indicaciones del soporte nutricional, los requerimientos nutricionales, las vías de acceso, las
interacciones fármaco-nutriente, el soporte nutricional en las distintas etapas del ciclo de
la vida y las consideraciones específicas en pediatría, tanto las relacionadas con las carac-
terísticas del paciente como las enfermedades (enterocolitis necrotizante, síndrome de intes-
tino corto, diarrea grave rebelde, etc.). Las guías están elaboradas reflejando las mayores
pruebas científicas al valorar cada afirmación y categorizadas según niveles de evidencia
(A, B, C).
– Gómez Ramos MJ, Saturno Hernández PJ. Utilización de la nutrición parenteral total en
un hospital general: criterios de calidad y factores asociados a su cumplimiento. Med
Clin (Barc) 2002: 119: 686-9.
– Gomis Muñoz P, Gómez López L, Martínez Costa C, Moreno Villares JM, Pedrón Giner
C, Pérez Portabella C,et al. Documento de consenso SENPE/SEGHNP/SEFH Nutrición
Parenteral pediátrica. Nutr Hosp 2007; 22: 710-9 (documento completo en línea en
www.grupoaulamedica.com/web/nutricio/nutri0602007.cfm
Excelente documento de revisión, publicado en castellano, y avalado por las tres socieda-
des científicas más directamente implicadas en el soporte nutricional en Pediatría. La ver-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 709
sión en línea contiene tablas actualizadas de requerimiento, preparados, etc. Incluye comen-
tarios sobre el uso de nutrición parenteral en situaciones específicas.
– Hodge D, Puntis JW. Diagnosis, prevention and management of catheter related blo-
odstream infection during long-term parenteral nutrition. Arch Dis Child Fetal Neona-
tal Ed 2002; 87: F21-4.
– Koletzko B, Goulet O, Shamir R. ESPGHAN/ESPEN Guidelines on pediatric parenteral
nutrition. JPGN 2005; 41 (suppl. 2): S1-S87.
Si alguien quiere estar al día en nutrición parenteral pediátrica, este documento constitui-
rá una fuente madre de conocimientos. Todos los expertos europeos se reúnen para poner
en común toda la evidencia disponible sobre todos los aspectos de la nutrición parenteral
en niños. Documento consensuado entre la Sociedad Europea para la Nutrición y el Meta-
bolismo (ESPEN) y la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediá-
trica. Monografía de cabecera para todos los que trabajan en nutrición parenteral en pedia-
tría.
– Martínez Costa C, Sierra C, Pedrón Giner C, Moreno Villares JM, Lama R, Codoceo R.
Nutrición enteral y parenteral en pediatría. An Esp Pediatr 2000; 52 (Suppl. 3): 1-33.
Aunque con algo más de tres años de vida desde su publicación, constituye la guía más
completa sobre nutrición artificial en la edad pediátrica publicada en nuestro país. Los auto-
res recogen tanto aspectos relativos a la práctica clínica como una puesta al día de los pro-
ductos comercializados hasta la fecha. Destacan un extenso capítulo sobre la monitoriza-
ción, unas indicaciones precisas sobre la valoración nutricional y el momento de la intervención
nutricional y unas reflexiones éticas sobre la nutrición artificial en el niño. De lectura obli-
gada para conocer la práctica de la nutrición artificial en España.
– Moreno Villares JM, Fernández-Shaw Toda C, Muñoz García MJ, Gomis Muñoz P. Encues-
ta sobre la variabilidad en la elaboración de la nutrición parenteral en pediatría. Nutr
Hosp 2002; 17: 251-5.
– Shulman RJ, Phillips S. Parenteral nutrition in infants and children. J Pediatr Gastroen-
terol Nutr 2003; 36: 587-607.
En esta amplia revisión hace, sobre todo, hincapié en la estimación de las necesidades ener-
géticas y de fluidos, así como en los requerimientos proteicos. Se revisan los criterios para
la estimación de necesidades, el método de progresión de los aportes y las complicaciones
debidas al uso inadecuado de los nutrientes. Se describen también las soluciones de nutrien-
tes disponibles comercialmente. Los autores ponen de manifiesto con claridad aquellas cues-
tiones abiertas a discusión y cuestionan algunas de las prácticas tradicionales poco apoya-
das en pruebas científicas. Algunos aspectos relevantes como indicaciones, vías de acceso
o complicaciones, no son objeto de esta revisión.
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INTRODUCCIÓN
El aporte de alimentos funcionales en la edad pediátrica es una de las estra-
tegias más prometedoras en el campo de la nutrición infantil del siglo XXI. Se
sabe que sus efectos son beneficiosos en funciones específicas del organismo,
que van más allá de las nutricionales conocidas.
Los alimentos funcionales son aquellos, que además del componente nutri-
cional que aportan, son beneficiosos para la salud, mejoran el estado de bie-
nestar y reducen el riesgo de enfermar.
Los componentes alimentarios funcionales son: probióticos, prebióticos, sim-
bióticos, nutrientes funcionales y compuestos funcionales no nutrientes.
Los alimentos funcionales son el futuro de la nutrición como ciencia. Así lo
consideró la UE al apoyar “el sexto programa marco de investigación sobre ali-
mentos funcionales 2002-2006”.
Probióticos
El término probiótico significa “para la vida” y fue propuesto por Lilley en
1965. Fue Fuller, en 1991 el que definió a los probióticos como “alimentos suple-
mentados por organismos vivos, que producen efectos beneficiosos en el huésped al
mejorar el balance de la flora intestinal”.
El documento de consenso europeo sobre alimentos funcionales de 1998
define a los probióticos como aquellos alimentos que “incorporan microorganis-
mos vivos, principalmente lactobacilos y bifidobacterias, que consumidos en canti-
dades suficientes deben producir efectos beneficiosos para la salud y el bienestar más
allá de los efectos nutricionales habituales”.
El aporte principal de probióticos a la dieta se realiza a través de los pro-
ductos lácteos fermentados, yogures, zumos, preparados de cereales, o como
complementos en polvo que contienen bacterias liofilizadas.
Para que determinados microorganismos puedan considerarse probióticos
deben cumplir los siguientes criterios:
• Origen humano.
• No ser patógenos por naturaleza.
• Ser resistentes a la destrucción por procedimientos tecnológicos, por las secre-
ciones gástricas y por la bilis.
• Tener capacidad de adhesión al epitelio intestinal.
• Poder colonizar el tracto gastrointestinal, incluso por cortos períodos de tiem-
po.
• Producir substancias antimicrobianas.
• Modular las respuestas inmunes.
Prebióticos
El documento de consenso europeo sobre alimentos funcionales define a los
prebióticos como aquellos alimentos que “incorporan ingredientes o sustancias no
digeribles, fundamentalmente carbohidratos, que consumidos en cantidades suficien-
tes deben producir efectos beneficiosos sobre la salud y el bienestar más allá de los
efectos nutricionales habituales”. La administración de hidratos de carbono no
digeribles y la fermentación bacteriana de los mismos en el colon favorece el cre-
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Simbióticos
Son alimentos a los que se han incorporado componentes probióticos y pre-
bióticos. Están representados fundamentalmente por los productos lácteos fer-
mentados. Esta simbiosis tiene un efecto aditivo y hasta sinérgico positivo sobre
la salud y el bienestar, así como sobre la prevención del riesgo de enfermedad.
LOS PROBIÓTICOS
Los más utilizados se engloban dentro de las bacterias ácido lácticas (BAL),
y ligados a los géneros:
• Lactobacillus (acidophilus, casei, bulgaricus, reuterii, rhamnosus).
• Streptococcus (salivarius subsp. thermophilus).
• Bifidobacterium (breve, longum, infantis, animalis).
• Saccharomyces (boulardii).
Los efectos beneficiosos se deben a los productos obtenidos a partir de la
fermentación y a su acción sobre el sistema inmunitario del individuo. Para ello
es necesario que estas bacterias, una vez ingeridas, permanezcan vivas después
de atravesar el tracto gastrointestinal superior.
Los probióticos aumentan la respuesta de la IgA secretora, incrementan la
producción de citocinas y reducen el riesgo de infección, especialmente por rota-
virus. Los efectos de las leches fermentadas con BAL varían en función de la cepa
de la bacteria láctica utilizada, de la existencia de un tipo o más de bacterias lác-
ticas, de su interacción, del sustrato sobre el que fermentan y de la genética del
individuo, del tipo de enfermedad que padezca y de la dosis administrada.
Entre los efectos beneficiosos para la salud están los siguientes: el aumento
de la respuesta inmunitaria, el mantenimiento del equilibrio de la microbiota del
colon, el efecto potenciador o coadyuvante de las vacunas, la reducción de las
enzimas fecales implicadas en la iniciación del cáncer, el tratamiento de algún
tipo de diarrea, la disminución de los síntomas en la intolerancia a la lactosa y
“colaborar” con la terapia antibiótica implicada en algunas infecciones intestina-
les, entre otros.
Producción de nutrientes
Los probióticos producen nutrientes como vitaminas, ácidos orgánicos, ami-
noácidos, poliaminas, factores de crecimiento, antioxidantes y también energía.
Compiten con las bacterias patógenas por estos sustratos nutritivos a favor del
huésped.
Diarrea aguda
La razón para usar probióticos en el tratamiento y la prevención de enferme-
dades diarreicas se basa en la hipótesis de que modifican la composición de la
microflora colónica y actúan contra los patógenos entéricos inhibiendo su adhe-
sión al epitelio, favoreciendo la síntesis de sustancias inhibidoras contra patóge-
nos, la modificación de toxinas o receptores de toxinas, la competencia por los
nutrientes requeridos por los patógenos, la mejoría de las defensas inmunes de
la mucosa y la protección frente al daño que los patógenos producen en el borde
en cepillo de los enterocitos. Varios de estos mecanismos operan simultáneamen-
te y pueden ser diferentes, dependiendo de las propiedades del patógeno enté-
rico y de la cepa de probiótico.
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Intolerancia a la lactosa
En torno al 70% de la población mundial, siguiendo un gradiente Norte-Sur,
presenta intolerancia a la lactosa, relacionada con la disminución de la actividad
de la lactasa en la mucosa intestinal, determinada genéticamente. Como conse-
cuencia, la lactosa no digerida alcanza el intestino distal y es fermentada por la
flora colónica, con producción de agua, ácidos grasos de cadena corta y gas, que
dan lugar a los síntomas comunes de la intolerancia, como son el dolor abdomi-
nal, la flatulencia y la diarrea. Los alimentos lácteos fermentados, al favorecer la
digestión de la lactosa y la absorción completa de sus monosacáridos, glucosa
y galactosa, y disminuir la producción de hidrógeno, hacen desaparecer o aliviar
los síntomas gastrointestinales de intolerancia. Por tanto, alimentos probióticos
como el yogur, que contienen comunmente L. bulgaricus y S. thermophilus favo-
recen la absorción de la lactosa. Esto parece debido a que aproximadamente un
25-50% de la lactosa contenida en el yogur es hidrolizada a ácido láctico duran-
te el proceso de fermentación, a que los lactobacilos producen lactasa (β-galac-
tosidasa), que facilita la hidrolisis de la lactosa en el tracto gastrointestinal, y a
que el tiempo de tránsito intestinal está aumentado tras la ingesta de yogur en
comparación con la de leche. Es de destacar que la eficacia de la acción de los
probióticos del yogur en la intolerancia a la lactosa está condicionada por la inte-
gridad de la pared bacteriana, ya que actúa como una protección mecánica de
la lactasa durante el tránsito gástrico, permitiendo su liberación en el intestino
delgado.
Fibrosis quística
El Lactobacillus GG administrado a pacientes con fibrosis quística parece estar
relacionado con la reducción de la incidencia de infecciones respiratorias graves.
Patología metabólica
La administración de probióticos (L. bulgaricus, B. longum, S. thermophilus)
también parece aportar importantes beneficios en la absorción de minerales,
en la síntesis de ácido fólico, de vitaminas B6 y B12 y en su biodisponibilidad, al
favorecer la hidrólisis de proteínas y grasas.
5. Seguridad
Los probióticos son considerados seguros. No obstante, en pacientes inmu-
nodeprimidos o con catéteres venosos centrales se han descrito casos de bacte-
riemia por Lactobacillus y de fungemia por Saccharomyces.
Otro problema potencial es la producción de D-lactato que puede ser pro-
ducido por algunas cepas de bacterias productoras de ácido láctico, con peligro
neurológico potencial.
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LOS PREBIÓTICOS
Consideraciones
Los prebióticos se definen como ingredientes fermentables, pero no digeri-
bles, tipo hidratos de carbono u oligosacáridos, que promueven selectivamente
el crecimiento y la actividad de las especies bacterianas que se consideran bene-
ficiosas para el organismo, principalmente las bifidobacterias.
Para que un compuesto tenga acción prebiótica debe cumplir, fundamen-
talmente, los siguientes requisitos:
• Debe llegar al colon sin modificarse, tal como ocurre con la fibra alimentaria.
• Debe ser utilizado como sustrato alimenticio que estimula la flora bacteria-
na saprofita existente, obteniéndose efectos beneficiosos para el huésped.
El origen de los oligosacáridos prebióticos utilizados en alimentación puede
ser lácteo (galactooligosacáridos) o vegetal (fructooligosacáridos e inulina).
Al igual que la leche materna, los galactooligosacáridos contienen una ele-
vada proporción de galactosa. Están formados por cadenas de galactosa con
un residuo de glucosa en uno de los extremos de la cadena, y la longitud total
es de 2 a 7 monómeros.
Los fructooligosacáridos son cadenas formadas por unidades de fructosa uni-
das mediante enlaces, que contienen un residuo de glucosa en uno de los extre-
mos. La longitud de las cadenas oscila entre 2 y 7 monómeros.
Sus beneficios para la salud y su seguridad han sido verificados en numero-
sos estudios clínicos. En ellos se ha demostrado que los oligosacáridos prebióti-
cos son capaces de incrementar los recuentos de bifidobacterias intestinales, así
como causar la reducción de ciertas bacterias patógenas.
Estreñimiento
Entre los efectos beneficiosos de los prebióticos unidos o no a probióticos
(simbióticos) están los de evitar o disminuir el estreñimiento funcional.
tis ulcerosa activa mejoraron las manifestaciones clínicas y redujeron los marca-
dores inflamatorios de la mucosa intestinal.
Diarrea aguda
Los oligosacáridos podrían colaborar en la defensa natural contra las infec-
ciones entéricas de la siguiente forma: actuando como los análogos del receptor
e impidiendo la adhesión de los patógenos al epitelio intestinal, interactuando
mediante un mecanismo inmunológico, o indirectamente modificando la micro-
flora intestinal, inhibiendo los coliformes y manteniendo el trofismo de la muco-
sa, potenciando así el efecto de las llamadas “bacterias amigas”.
Cáncer de colon
Se ha demostrado en experimentación animal el efecto protector de los pre-
bióticos en el cáncer de colon, por su efecto sobre las bacterias intestinales, su
contribución a la modulación de la inmunidad entérica y la protección frente a
los efectos de los carcinógenos. La administración de una dieta con oligofruc-
tosa e inulina disminuyó la incidencia de criptas aberrantes en el colon distal
del ratón después de la exposición a dimetilhidrazina y la incidencia y mortali-
dad por infecciones entéricas y sistémicas. Se estima que la resistencia a la infec-
ción se explicaría como una respuesta inmunológica positiva, debida al cambio
metabólico de las bacterias residentes en el intestino, inducido por los prebióti-
cos.
Paciente crítico
Los pacientes críticamente enfermos que reciben alimentación parenteral y
tratamiento antibiótico concomitante pueden presentar una diarrea grave rebel-
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En otras áreas
En seres humanos, los hallazgos no son tan concluyentes, debido a que los
efectos de los prebióticos sobre el metabolismo óseo dependen de otros facto-
res como el tipo de hidrato de carbono elegido, de su índice de fermentación
por la flora intestinal de la dosis administrada, del tiempo de administración, y
finalmente de la edad del paciente (niño, adolescente), de su maduración y de
la zona elegida para medir la mineralización ósea.
Durante la lactancia, etapa de máxima vulnerabilidad del ser humano, tiene
una gran importancia la biodisponibilidad óptima de los micronutrientes. Las defi-
ciencias de hierro y cinc son las más frecuentes en esta etapa de la vida. Se ha esta-
blecido una relación entre la anemia ferropénica en los primeros años de la vida
y el retraso en el desarrollo intelectual. Las deficiencias de cinc, aunque sean leves,
se relacionan con efectos adversos sobre el crecimiento, la función inmunitaria, el
desarrollo y la actividad. La deficiencia de calcio y magnesio se relaciona a su
vez con disminución del contenido mineral óseo y con hipomagnesemia.
Para prevenir la ferropenia del lactante se recomienda reforzar con hierro los
alimentos destinados a bebés, pero algunos los rechazan por su sabor. En este
sentido existen datos de investigación reciente que muestran un posible efecto
beneficioso de los prebióticos sobre la biodisponibilidad de los minerales y los
oligoelementos incluidos en los alimentos. De ahí que el uso de oligosacáridos
no digeribles (OND) añadidos a las leches para lactantes puedan ser una alter-
nativa para aportarles elementos que favorezcan la absorción de los micronu-
trientes (Scientific Committee of Food de la European Commission).
En el adolescente es importante mantener una buena absorción de calcio,
no solo para conseguir un pico óptimo de masa ósea, sino también para preve-
nir su pérdida y así poder evitar la osteoporosis y las fracturas en la edad adulta
y en la tercera edad.
En estudios controlados, y administrando fructooligosacáridos, se evaluaron
los resultados a largo plazo sobre la absorción de calcio y magnesio. Los fructo-
oligosacáridos no influyeron en la absorción de calcio en determinaciones reali-
zadas en orina a los 8 y a los 36 días, pero aumentaron la absorción de magne-
sio a los 36 días de tratamiento. En los casos en los que no se incrementó la
cantidad de calcio excretado por orina, pero mejoró la mineralización ósea, se
estima que el aumento en la absorción se manifestó como una elevación en la
concentración del mineral captado por el tejido óseo, y el resultado fue un incre-
mento de la masa ósea.
Con relación al hierro se ha observado de forma experimental que al admi-
nistrar a ratas con ferropenia una alimentación con 7,5% de fructooligosacáridos
se incrementó la absorción de hierro. Esto se confirmó posteriormente en ratas
gastrectomizadas. Cuando se realizó la misma prueba con inulina no se recu-
peraron los parámetros hematológicos.
Con relación al magnesio, se ha observado que las dietas con un 5% de
galactooligosacáridos aumentan la absorción de magnesio en ratas y también la
concentración de magnesio en el suero y en el fémur, con una disminución de
la acumulación de calcio en el riñón y corazón. Además, la administración de un
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 723
RESUMEN
Los alimentos funcionales son aquellos, que además del componente nutri-
cional que aportan, son beneficiosos para la salud, mejoran el estado de bie-
nestar y reducen el riesgo de enfermar.
Los componentes alimentarios funcionales son: probióticos, prebióticos, sim-
bióticos, nutrientes funcionales y compuestos funcionales no nutrientes.
El aporte de alimentos funcionales o con componentes funcionales, tanto
naturales como procesados, en la edad pediátrica, supone una estrategia impor-
tante y prometedora en el campo de la nutrición infantil, ya que es evidente que
estos alimentos tienen efectos beneficiosos en funciones específicas del organis-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 724
BIBLIOGRAFÍA
– Aggett PJ, Agostoni C, Axelsson I, Edwards CA, Goulet O, Hermell O, et al. Non-diges-
tible carbohydrates in the diets of infants and young children: a commentary by the
ESPGHAN Committee on Nutrition. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2003; 36: 329-37.
Muestra el papel de los prebióticos en la dieta de los lactantes y preescolares y las recomen-
daciones de consumo.
– Björksen B, Sepp E, Julge K, et al. Allergy development and the intestinal flora during
the first year of life. J Allergy Clin Immunol 2001; 108: 516-20.
Comunica los cambios en la microflora intestinal en los primeros meses de la vida, con espe-
cial referencia a los de riesgo de atopia. Se propone la modificación de la microflora para
conseguir la prevención de la alergia.
– Boehm G, Jelinek J, Knol J, et al. Prebiotics and immune responses. J Pediatr Gastro-
enterol Nutr 2004; 39: 772-3.
Establece las posibles implicaciones inmunológicas derivadas del empleo de la mezcla
GOS/FOS. Quizá se pueda conseguir una microflora intestinal beneficiosa.
– Cucchiara S, Falconieri P, Di Nardo G, Parcelii MA, Dito L, Grandinetti A. New thrapeu-
tic approach in the management of intestinal disease: probiotics in intestinal disease
in paediatric age. Dig Liver Dis 2002; 34 (Suppl. 2): S44-S47.
Enumera enfermedades gastrointestinales pediátricas susceptibles de recibir tratamiento
con probióticos.
– ESPGHAN Committee on Nutrition. Probiotic bacteria in dietetic products for infants:
a commentary by the ESPGHAN Committee on Nutrition. J Pediatr Gastroenterol Nutr
2004; 38: 365-74.
Una buena revisión de los trabajos publicados sobre probióticos. Comenta su seguridad y
eficacia.
– ESPGHAN Committee on Nutrition. Prebiotic oligosaccharides in dietetic products
for infants: a commentary by the ESPGHAN Committee on Nutrition. J Pediatr Gastro-
enterol Nutr 2004; 39: 465-73.
Puesta al día de los prebióticos en nutrición infantil. Revisión necesaria para el conocimien-
to detallado del tema. Marca las pautas para la utilización de los prebióticos en Pediatría.
– Kalliomaki M, Isolauri E. Role of intestinal flora in the development of allergy. Curr Opin
Allergy Clin Immunol 2003; 3: 15-20.
Los autores de este trabajo comunican las alteraciones de la microflora intestinal en los
niños que van a presentar alergia. Es de lectura obligada para la justificación del tratamien-
to con probióticos en la prevención de la atopia.
– Marcos Sánchez A, González Gross M, Gómez Martínez S, Nova Rebato E, Ramos Mos-
quera E. Alimentos funcionales. En: Gil Hernández A, ed. Tratado de Nutrición. Tomo
II. Barcelona: Ars Medica; 2005. p. 543-70.
Buena información sobre los efectos de los alimentos funcionales en áreas extradigestivas.
– Moro G, Minoli I, Mosca F, et al. Dosage related bifidogenic effects of galacto- and fruc-
to-oligosaccharides in formula fed term infants. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2002; 34:
291-5.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 726
En este artículo se demuestra la eficacia de suplementar las fórmulas con GOS y FOS. La
combinación 9/1 parece ser la adecuada para conseguir una flora intestinal similar a la de
los recién nacidos y lactantes que toman leche materna.
– NASPGHAN Nutrition Report Committee. Michail S, Sylvester F, Fuchs G, Issenman
R. Clinical Practice Guideline. Clinical Efficacy of Probiotics: Review of the evidence with
focus on children. J Pediatr Gastroenterol Nutr 2006; 43: 550-7.
La más reciente revisión basada en la evidencia sobre la eficacia de los probióticos en
diferentes entidades. Supone un punto fundamental en la valoración real de estos pro-
ductos a la luz de los diferentes estudios publicados.
– Tojo Sierra R, Leis Trabazo R, Tojo González R. Probióticos y prebióticos en la salud y
enfermedad del niño. Gastroenterol Hepatol 2003; 26 (Supl 1): 37-49.
Es una revisión de las principales evidencias científicas del papel de los prebióticos y los pro-
bióticos en la prevención y el tratamiento de patologías gastrointestinales y extraintestina-
les en el niño.
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ACEITE MINERAL
• HODERNAL (Rottapharm). Aceite de parafina 4 g/5 ml. Frascos de 100 y 300
ml.
• EMULIQUEN SIMPLE EMULSIÓN (Lainco). Parafina 2,3 g/5 ml. Frasco de 230
ml.
• EMULIQUEN SIMPLE SOBRES (Lainco). Parafina 7,17 g/15 ml. 10 y 200 sobres.
• ACEITE ACALÓRICO ORDESA. Aceite de parafina 4,5 ml/5 ml y aceite de oliva
0,5 ml/5 ml. Solución 250 y 500 ml.
ACICLOVIR
• ACICLOSTAD COMPRIMIDOS (Ciclum Farma). Comprimidos de 200 mg.
Envase con 25 y 500 comprimidos. Comprimidos de 800 mg con 35 y 500
comprimidos.
• ACICLOVIR VIALES (ABBOT, Bayvit, Mabo Farma, Rovi, Tede, Faulding). 5 Via-
les de 250 mg.
• ACICLOVIR VIALES (Faulding, Rovi). 5 viales de 10 ml con 500 mg. (Faul-
ding) 1 vial de 1 g en 40 ml.
• ACICLOVIR VIALES (Combino Pharm, Domac, Genfarma, G.E.S.). 5 viales de
250 mg.
• ACICLOVIR COMPRIMIDOS (Centrum, Edigen, Mabo Farma, PharmaGenus,
Qualix). Comprimidos de 200 mg y 800 mg. Envase de 500 comprimidos.
• ACICLOVIR COMPRIMIDOS (Bayvit, Bexal, Centrum, Edigen, Kern, Korhis-
pana, Merck, MundoGen, PharmaGenus, Pliva, Qualix, Ranbaxy, Stada, Zovi-
rax). Comprimidos de 200 mg y 800 mg. Envase de 25 y 35 comprimidos.
• MAYNAR COMPRIMIDOS (Novag). 200 mg. 25 comprimidos.
• VIRHERPES comprimidos (Pensa). Comprimidos dispersables de 200 mg (25
comprimidos) y 800 mg (35 comprimidos).
• VIRHERPES VIALES (Pensa). Viales de 250 mg. 5 y 50 viales.
• VIRHERPES FORTE SUSPENSIÓN (Pensa). 400 mg/5 ml. 100 y 200 ml.
• VIRMEN COMPRIMIDOS (Menarini). Envase de 25 comprimidos de 200 mg
y de 35 comprimidos de 800 mg.
• VIRMEN FORTE SUSPENSIÓN (Menarini). 400 mg/5 ml. 100 y 200 ml.
• ZOVIRAX COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Envase de 25 comprimidos de
200 mg y de 35 comprimidos de 800 mg.
• ZOVIRAX VIALES (GlaxoSmithKline). Viales de 250 mg. 5 y 50 viales.
• ZOVIRAX FORTE SUSPENSIÓN (GlaxoSmithKline). 400 mg/5 ml. 100 y 200
ml.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 728
ADEFOVIR DIPROXIL
• HEPSERA (Gilead Sciences). Comprimidos de 10 mg. Envase con 30 compri-
midos. Uso hospitalario.
ALBENDAZOL
• ESKAZOLE (Morrith). Comprimidos de 400 mg. Envase con 60 comprimi-
dos.
ALMAGATO
• ALMAX COMPRIMIDOS (Almirall Prodesfarma). Comprimidos de 0,5 g. Enva-
se con 60 comprimidos.
• ALMAX SUSPENSIÓN (Almirall Prodesfarma). Suspensión de 1 g en 7,5 ml.
Envase con 225 ml.
• ALMAX FORTE (Almirall Prodesfarma). Sobres de 1,5 g. Envase con 30 sobres.
• ALMAX PASTILLAS BLANDAS COMESTIBLES 1 g. (Almirall Prodesfarma). Enva-
se con 45 pastillas.
ALUMINIO, HIDRÓXIDO
• ALUGEL SUSPENSIÓN ORAL (Chefaro España). Suspensión. 350 mg de hidró-
xido de aluminio/5 ml. Frasco de 250 ml.
• ALUGEL COMPRIMIDOS MASTICABLES (Chefaro España). Comprimidos con
450 mg. 50 comprimidos.
• ALUGEL MAGNESIADO SUSPENSIÓN (Chefaro España). Hidróxido de alu-
minio 350 mg/5 ml. Hidróxido de magnesio 20 mg/5 ml. Frasco de 250 ml.
• ALUGEL MAGNESIADO MASTICABLE COMPRIMIDOS (Chefaro España).
Hidróxido de aluminio 264 e hidróxido de magnesio 128 mg. Caja con 20
y 50 comprimidos.
• MAALOX CONCENTRADO COMPRIMIDOS (Aventis Pharma). Hidróxido de
aluminio 600 mg e hidróxido de magnesio 300 mg. Caja con 60 comprimi-
dos.
• MAALOX CONCENTRADO SUSPENSIÓN (Aventis Pharma). Hidróxido de
aluminio 600 mg/5 ml e hidróxido de magnesio 300 mg/5 ml. Botella de
240 ml.
• WINTON (Sanofi Aventis). Comprimidos masticables con Hidróxido de alu-
minio 200 mg e hidróxido de magnesio 150 mg. Caja con 40 comprimi-
dos.
AMILASA/LIPASA
• KREÓN 10000 (Grupo Solvay Pharma). Cápsulas con 8.000 UI de amilasa,
10.000 UI de lipasa y 600 UI de proteasa. Envases con 100 y 250 cápsu-
las.
• PANKREASE (Faes). Cápsulas con 20.000 UI de amilasa, 4.000 de lipasa y
25.000 de proteasa. Envases con 100 y 250 cápsulas.
• PANKREOFLAT GRAGEAS (Grupo Solvay Pharma). Grageas con 6.000 UI de
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 729
AZATIOPRINA
• IMUREL COMPRIMIDOS (Cellteih Pharma). Comprimidos de 50 mg. Enva-
se con 50 comprimidos.
• IMUREL INYECTABLE (Cellteih Pharma). Un vial con 50 mg. Uso hospitalario.
BISACODILO
• DULCO LAXO GRAGEAS (Boehringer Ingelheim España). Bisacodilo 5 mg/gra-
gea. Envase con 30 grageas.
• DULCO LAXO GERVASI (Gervasi Farm) Bisacodilo 5 mg/gragea. Envase con
30 grageas.
• DULCO LAXO SUPOSITORIOS (Boehringer Ingelheim España). Bisacodilo 10
mg/supositorio. Caja con 6 unidades.
BUDESÓNIDA
• ENTOCORD CÁPSULAS (AstraZeneca). Cápsulas de 3 mg. Envase con 50 cáp-
sulas.
• ENTOCORD ENEMA (AstraZeneca). Envase con 7 comprimidos de 2 mg dis-
persables y 7 frascos de 115 ml de solución.
• INTESTIFALK (Dr. Phalk Phar España). Cápsulas de 3 mg. Envase con 50 cáp-
sulas.
CICLOSPORINA
• SANDIMMUM NEORAL CÁPSULAS (Novartis Farmacéutica). Cápsulas de 25,
50 y 100 mg. Envase con 30 cápsulas. Uso hospitalario.
• SANDIMMUM NEORAL SOLUCIÓN ORAL (Novartis Farmacéutica). Solución
al 10%. Frasco con 50 ml. Uso hospitalario.
CIMETIDINA
• ALIVEG SOBRES (Smithkline Beecham). Cimetidina 200 mg. 10 sobres.
• FREMET COMPRIMIDOS (Recordati España). Comprimidos de 200 mg (envases
de 30 y 60 comprimidos); comprimidos de 400 y 800 mg (30 comprimidos).
• FREMET SOBRES (Recordati España). Sobres de 200 mg. 30 sobres.
• TAGAMET AMPOLLAS 200 mg (GlaxoSmithKline). 10 ampollas de 2 ml.
• TAGAMET COMPRIMIDOS CUBIERTA PELICULAR (GlaxoSmithKline). Com-
primidos de 200 mg en envases de 30 y 60 unidades. Comprimidos de
400 y 800 mg en envases de 800 mg.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 730
CLEBOPRIDA
• CLEBORIL COMPRIMIDOS (Almirall Prodesfarma). Comprimidos de 0,5 mg.
Envase con 30 y 60 unds. Solución 0,5 mg/5 ml en botellas de 125 y 250 ml.
• CLEBORIL GOTAS PEDIÁTRICAS (Almirall Prodesfarma). 62,5 µg/ml, 90 ml.
COLESTIPOL
• COLESTID GRÁNULOS (Pfizer). Sobres de 5 g. Envase con 30 sobres.
COLESTIRAMINA
• EFENSOL (Faes). Sobres de 3 g. Envase con 40 sobres.
• RESINCOLESTIRAMINA (Rubio). Sobres de 3 g. Envase con 40 sobres.
DEFERIPRONA
• FERRIPROX (Chiesi España). 100 comprimidos de 500 mg.
DICICLOMINA, BROMURO
• COLCHIMAX COMPRIMIDOS (Seid). 60 comprimidos con 5 mg de diciclo-
verina y 0,5 mg de colchicina.
DOMPERIDONA
• DOMPERIDONA GAMIR (Rottapharm). Cápsulas de 10 mg (30 cápsulas) y
suspensión 5 mg/5 ml (200 ml).
• MOTILIUM (Esteve). Comprimidos de 10 mg (30 comprimidos). Suspensión
5 mg/5 ml (200 ml). Supositorios adultos 60 mg, 12 unidades. Supositorios
infantiles 30 mg, 12 unidades.
• DOMPERIDONA RANBAXY (Ranbaxy). Comprimidos de 10 mg (30 unidades).
DORNASA ALFA
• PULMOZYME (Roche). Solución para uso por vía inhalatoria 1.000 UI/ml.
Envase con 30 ampollas de 2,5 ml. Uso hospitalario.
ESPIRONOLACTONA
• ALDACTONE-A (Pfizer). Comprimidos de 25 mg. Envases con 20 y 50 com-
primidos.
• ALDACTONE-100 (PfizerSearle). Comprimidos 100 mg. Envase con 20 com-
primidos.
• ESPIRONOLACTONA ALTER (Alter). Comprimidos de 25 mg. Envases con 20
y 50 comprimidos.
• ESPIRONOLACTONA ALTER (Alter). Comprimidos 100 mg. Envase con 20
comprimidos.
ESOMEPRAZOL
• NEXIUM MUPS (AstraZeneca). Comprimidos de 20 y 40 mg. Envase con 14
y 28 comprimidos.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 731
FAMCICLOVIR
• ANCIVIN COMPRIMIDOS (Cantabria). Envases con 10 unidades de 125 mg,
21 unidades de 250 mg y 7 unidades de 750 mg.
• FAMVIR COMPRIMIDOS (Novartis Farmacéutica). Envases con 10 unidades
de 125 mg, 21 unidades de 250 mg y 7 unidades de 750 mg.
FAMOTIDINA
• CONFOBOS (Smaller). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades).
Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• CRONOL (Solvay Pharm). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades).
Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• DIGERVIN (Coll Farma). Comprimidos de 20 mg (envase de 20 unidades).
Comprimidos de 40 mg (envase de 10 unidades).
• EVIANTRINA (Korhispana). Comprimidos de 10 mg (envase de 12 unidades).
• FAGASTRIL (Qumifar). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades).
Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• FAMOKEY (Inkeysa). Comprimidos de 10 mg (envase de 14 unidades).
• FAMOTIDINA BAYVIT (Bayvit). Comprimidos de 20 y 40 mg. Envases clíni-
cos de 500 comprimidos y envases de 10, 20 y 28 comprimidos.
• FAMOTIDINA CINFA (Cinfa), FAMOTIDINA STADA (Stada). Comprimidos de
40 mg (envase de 10 y 28 comprimidos) de 20 mg (envase de 20 y 8 com-
primidos).
• FAMOTIDINA EDIGEN (Edigen). Comprimidos de 20 mg (envase de 20 y 28
unidades). Comprimidos de 40 mg (envase de 10, 14 y 28 unidades).
• FAMOTIDINA MABO (MaboFarma); FAMOTIDINA NORMON (Normon);
FAMOTIDINA RATIOPHARM (Ratiopharm). Comprimidos de 20 mg (envase
de 28 unidades). Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• FAMOTIDINA RANBAXY (Ranbaxy). Comprimidos de 20 mg (envase de 28
unidades). Comprimidos de 40 mg (envase de 28 unidades).
• FAMULCER (Inkeysa). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades). Com-
primidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• GASTRODOMINA (Almirall Prodesfarma). Comprimidos de 20 mg (envase
de 28 unidades). Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• INGASTRI (Faes). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades). Compri-
midos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• INVIGAN (Almi). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades).
• INVIGAN FORTE (Almi). Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unida-
des).
• NULCERIN (Librapharm). Comprimidos de 20 mg (envase de 28 unidades).
Comprimidos de 40 mg (envase de 14 y 28 unidades).
• PEPCID (McNeil Iber). Comprimidos de 10 mg (envase de 12 unidades).
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FENILBUTIRATO SÓDICO
• AMMONAPS (Orphan). Comprimidos de 500 mg. Frasco con 250 compri-
midos. Uso hospitalario.
• AMMONAPS GRANULADO (Orphan). Granulado con 940 mg/g. Frasco con
266 g. Uso hospitalario.
FENOBARBITAL
• LUMINAL (Bayer). 50 comprimidos de 100 mg. Ampolla de 200 mg/1 mL.
Envase con 10 unidades.
• LUMINALETAS (Bayer). 30 comprimidos de 15 mg.
• GARDENAL (Sanofi Aventis). 30 comprimidos de 50 mg.
• GRATUSMINAL (Almirall Prodes). Gotas 126 mg/ml. Frasco 15 ml.
FOSCARNET
• FOSCAVIR (Astra). Viales con 24 mg/ml. Envase con un vial de 250 ml. Uso
hospitalario.
FOSFATOS
• ENEMA CASEN (Casen Fleet). Enemas de 250 ml, 140 ml y 80 ml. Compo-
sición por 100 ml: fosfato de sodio dibásico dodecahidrato 8 g; fosfato de
sodio monobásico monohidrato 16 g.
• FOSFOEVAC (Bohm), FOSFOSODA (Casen Fleet), FOSLAINCO (Lainco). Fras-
cos de 45 ml. Envase con 2 unidades. Composición por unidad: fosfato de
sodio dibásico dodecahidrato 10,8 g; fosfato de sodio monobásico monohi-
drato 24,4 g.
GANCICLOVIR
• CYMEVENE (Roche). Viales de 500 mg. Caja con 5 viales. Uso hospitalario.
GLICERINA/GLICEROL
• ADULAX (Casen Fleet). Aplicador rectal de 7,5 ml, con 4 aplicadores. Con-
tiene 6,14 g de glicerol por unidad.
• COMOSUP SOLUCIÓN RECTAL (Farmasierra). Enema con 1,8 ml de glicerol.
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GRANISETRÓN
• KYTRIL COMPRIMIDOS (Roche Farma). Comprimidos de 1 mg. Envase con
10 comprimidos.
• KYTRIL AMPOLLAS i.v. (Roche Farma). Caja de 5 ampollas de 1 mg/ml. Caja
con 1 y 5 ampollas de 3 mg/3 ml.
INFLIXIMAB
• REMICADE (Shering-Plough). Polvo para concentrado para solución para per-
fusión. Vial con 100 mg/20 ml. Un envase. Uso hospitalario.
INTERFERÓN ALFA-2 A
• ROFERÓN A (Roche Farma). Jeringas precargadas de 3, 4,5, 6 y 9 millones
de UI en 0,5 ml. Envase con 6 jeringas. Solución inyectable (1 vial/1 ml) de
18 millones de UI. Solución multidosis (3 viales/3 ml) de 18 millones de UI.
Uso hospitalario.
INTERFERÓN ALFA-2B
• INTRONA (Shering Plough). Solución inyectable de 3, 5 y 10 millones de UI. Solu-
ción inyectable pluma multidosis de 18, 30 y 60 millones de UI. 6 dosis. Polvo
y disolvente para solución inyectable de 18 millones de UI. Uso hospitalario.
LACTITOL
• EMPORTAL (Novartis Consumer Health SA). Sobres de 10 g. Envases con 20
y 50 sobres. Polvo con 200 g.
• OPONAF (Juste). Sobres de 10 g. Envases con 20 y 50 sobres. Polvo con 200 g.
LACTOBACILLUS
• CASENFILUS SOBRES (Casen Fleet). 10 sobres de 2 g con 240 millones de
Lactobacillus acidophilus.
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LACTULOSA
• BELMALAX (Belmac). Lactulosa 3,33 g/5 ml. Frascos de 200 y 800 ml.
• DUPHALAC SOLUCIÓN ORAL (Grupo Solvay Pharma). Frascos con 67 g/100
ml. Envases de 200 y 800 ml.
• DUPHALAC SOBRES (Grupo Solvay Pharma). Sobres de 10 g. Envases con 10
y 50 sobres.
• LACTULOSA LEVEL (Ern). Lactulosa 3,33 g/5 ml. Frascos de 200 y 800 ml.
LAMIVUDINA
• EPIVIR COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Comprimidos de 150 mg. Enva-
se con 60 comprimidos. Comprimidos de 300 mg. Envase con 30 compri-
midos. Uso hospitalario.
• EPIVIR SOLUCIÓN (GlaxoSmithKline). Solución oral de 10 mg/ml. Envase
con 240 ml. Uso hospitalario.
• ZEFFIX COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Comprimidos de 100 mg. Enva-
se con 28 comprimidos. Uso hospitalario.
• ZEFFIX SOLUCIÓN ORAL (GlaxoSmithKline). Solución oral de 5 mg/ml. Enva-
se con 240 ml. Uso hospitalario.
LANSOPRAZOL
• ESTOMIL CÁPSULAS (Merck FarmaQuímica). Envases de 14 y 28 cápsulas
con 30 mg. Envase de 28 cápsulas con 15 mg.
• LANSOPRAZOL ALTER (Alter), LANSOPRAZOL CANTABRIA (Cantabria), LAN-
SOPRAZOL DAVUR (Davur), LANSOPRAZOL KERN PHARMA (Kern Phar-
ma), LANSOPRAZOL MERCK (Merck Generic) , LANSOPRAZOL PHARMAGE-
NUS (Pharmagenus), LANSOPRAZOL RANBAXY (Ranbaxy), LANSOPRAZOL
RIMAFAR (Rimafar), LANSOPRAZOL STADA (Satada). Envases de 28 cápsu-
las con 30 mg. Envase de 28 cápsulas con 15 mg.
• LANSOPRAZOL BEXAL (Bexal Farm), LANSOPRAZOL CINFA (Cinfa), LANSO-
PRAZOL CUVE (Cuve Farm), LANSOPRAZOL DESGEN (Generfarma), LAN-
SOPRAZOL EDIGEN (Edigen), LANSOPRAZOL MABO (Mabo Farma), LAN-
SOPRAZOL NORMON (Normon), LANSOPRAZOL RATIOPHARM (Ratiopharm),
LANSOPRAZOL STADA (Stada), LANSOPRAZOL SANDOZ (Sandoz), LANSO-
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 735
LOPERAMIDA
• DIARFIN (Cinfa), ELISSAN (Serra Palies). Cápsulas de 2 mg. Cajas con 10 y
20 cápsulas.
• FORTASEC CÁPSULAS (Esteve). Cápsulas de 2 mg. Cajas con 10 y 20 cáp-
sulas.
• FORTASEC SOLUCIÓN PEDIÁTRICA (Esteve). Solución de 0,2 mg/ml. Frasco
de 100 ml.
• IMODIUM (McNeil Ibérica). Cápsulas de 2 mg. Cajas con 12 cápsulas.
• LOPERAMIDA RIFAMAR (Difamar), LOPERAN (Chiesi España), LOPERKEY
(Inkeysa), PROTECTOR (Quimifar). Cápsulas de 2 mg. Cajas con 10 y 20 cáp-
sulas.
• SALVACOLINA COMPRIMIDOS (SALVAT). Comprimidos de 2 mg. Envases
con 12 y 20 comprimidos.
• SALVACOLINA SUSPENSIÓN (SALVAT). Suspensión de 1 mg/5 ml. Frasco con
100 ml.
• TAGUINOL (Spyfarma). Cápsulas de 2 mg. Cajas con 10 y 20 cápsulas.
• TAGUINOL (Spyfarma) Solución pediátrica. Gotas. Solución de 0,2 mg/ml.
Frasco de 100 ml.
MAGALDRATO
• BEMOLAN (Altana Pharm). Comprimidos de 400 mg (envase con 60 com-
primidos). Comprimidos de 800 mg (envase con 30 comprimidos). Gel con
800 mg (envase con 30 sobres).
• BEMOLAN 2000 (Altana Pharm). Gel con 2.000 mg. Envase con 30 sobres.
• GASTROMOL (Cantabria). Sobre con 2.000 mg. Envase con 30 sobres.
• MAGION (Ern). Comprimidos de 450 mg (envase con 40 comprimidos).
• MINOTON COMPRIMIDOS (Madaus). Comprimidos de 800 mg. Envase con
30 comprimidos.
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 736
• MINOTON GEL (Byk Elmu). Gel con 800 mg. Envase con 30 sobres.
• MINOTON 2000 (Byk Elmu). Gel con 2.000 mg. Envase con 30 sobres.
MEBENDAZOL
• LOMPER COMPRIMIDOS (Esteve). Comprimidos de 100 mg. Envase con 6
comprimidos.
• LOMPER SUSPENSIÓN (Esteve). Suspensión de 100 mg/5 ml. Frasco con 30
ml.
• SUFIL (Elfar-Drag SA). Comprimidos de 500 mg. Envase con 30 comprimidos.
MEBEVERINA
• DUSPATALIN (Grupo Solvay Pharma). Grageas de 135 mg. Envase con 60
grageas.
(6)-MERCAPTOPURINA
• MERCAPTOPURINA GSK (GlaxoSmithKline). 25 comprimidos de 50 mg.
MESALAZINA
• CLAVERSAL 500 mg COMPRIMIDOS (Faes). Envase con 100 comprimidos.
• CLAVERSAL 500 mg SUPOSITORIOS (Faes). Envase con 100 supositorios.
• CLAVERSAL ESPUMA RECTAL (Faes). 1 g/aplicación. Envase con 14 aplicacio-
nes.
• LIXACOL (Faes). Comprimidos de 400 mg. Envase con 100 comprimidos.
• PENTASA (Ferring). Sobres de 1 g. Envases de 50 y 100 sobres.
• PENTASA ENEMA 1 g/100 ml (Ferring). Caja con 7 envases.
• PENTASA SUPO 1 g (Ferring). Caja con 28 supositorios.
• SALOFALK (Dr Falk Ph Esp). Sobres de 500 mg y 1 g. Envases de 50 y 100
unidades.
METILCELULOSA
• MUCIPLASMA CÁPSULAS (Edigen). 500 mg metilcelulosa por cápsula. 50
cápsulas.
METILPREDNISOLONA
• SOLU MODERIN (Pfizer) 40 mg. Presentaciones de 1, 3 y 100 viales. 125 mg.
Presentaciones de 1, 3 y 50 viales. 500 mg. Presentación de 1 y 50 viales. 1
g. Presentación de 1 y 50 viales.
• URBASON COMPRIMIDOS (Aventis Pharma). 4 mg (envases de 10, 20, 30 y
500). 16 mg (envases de 30 y 500 unidades). 40 mg (envase de 20 unidades).
• URBASON SOLUBLE (Aventis Pharma). 8 mg (1, 3 y 100 ampollas). 20 mg
(1, 3 y 100 ampollas), 40 mg (1, 3 y 100 ampollas), 250 mg (1, 5 y 50 ampo-
llas).
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METOCLOPRAMIDA
• PRIMPERAN AMPOLLAS (Sanofi Aventis). 100 mg (6 ampollas de 5 ml), 10
mg (12 ampollas de 2 ml).
• PRIMPERAN COMPRIMIDOS (Sanofi Aventis). 10 mg (30 y 60 comprimidos).
• PRIMPERAN GOTAS (Sanofi Aventis). 2,6 mg/ml. Frasco con 60 ml.
• PRIMPERAN SOLUCIÓN (Sanofi Aventis). 5 mg/5 ml. Botella de 250 ml.
METOTREXATO
• METOJECT (Gebro Pharma). Jeringa precargada 10 mg/ml (1 ml), 15 mg/1,5
ml, 20 mg/2 ml, 25 mg/2,5 ml (envase con una jeringa).
• METOTREXATO ALMIRALL (Merck Generic). Vial 25 mg/ml-2 ml, vial 25
mg/ml en 20 ml, 40 ml y 200 ml (envase con una jeringa).
• METOTREXATO LEDERLE (Wyeth Farma). Comprimidos de 2,5 mg (envase
con 50). Vial 25 mg/ml en 20 ml, 40 ml y 200 ml (envase con una jeringa).
• METOTREXATO PHARMACIA (Pharmacia). Vial 25 mg/ml en 2 y 20 ml (enva-
se con una unidad).
METRONIDAZOL
• FLAGYL COMPRIMIDOS (Sanofi Aventis). Comprimidos de 250 mg. Envase
con 20 comprimidos. Comprimidos de 500 mg. Envase con 10 comprimi-
dos.
• FLAGYL INYECTABLE (Sanofi Aventis). Vial de 0,5 g. Envase viaflex de 100 ml.
Vial de 1,5 g. Envase viaflex de 300 ml. Uso hospitalario.
• FLAGYL SUSPENSIÓN ORAL (Sanofi Aventis). Suspensión de 200 mg (equi-
valente a 125 mg base)/5 ml. Frasco de 120 ml.
MISOPROSTOL
• CYTOTEC (Pfizer). Comprimidos de 200 mg. Envase con 40 comprimidos.
OCTEÓTRIDA
• SANDOSTATIN (Novartis Farmacéutica). Envase con 5 ampollas de 0,05
mg/ml. Envase con 5 ampollas de 0,1 mg/ml. Envase con vial multidosis
de 1 mg/ml. Uso hospitalario.
• SANDOSTATIN LAR (Novartis Farmacéutica). Viales de 10, 20 y 30 mg. Enva-
se con 1 vial y 2 ampollas de disolvente. Uso hospitalario.
OMEPRAZOL
• AUDAZOL (Lesvi). Cápsulas de 20 mg. Caja con 14 y 28 unidades.
• AULCER (Alacan). Cápsulas de 20 mg. Caja con 28 unidades.
• BELMAZOL (Belmac). Cápsulas de 20 mg. Caja con 14 y 28 unidades.
• BELMAZOL (Belmac). Cápsulas de 10 mg. Caja con 28.
• CEPRANDAL (Sigma-Tau). Cápsulas de 20 mg. Caja con 14, 28 y 56 unida-
des.
• DOLINTOL (Ind Quim Farm) Cápsulas 20 mg. Envase 14 y 29 unidades.
Libro Tto. Gastro 29-58 6/6/08 13:00 Página 738
OMEPRAZOL i.v.
• LOSEC (Tau).Vial i.v. 40 mg/10 ml.
• OMEPRAZOL FROUS (Farmaprojects). Vial 40 mg/15 ml.
• OMEPRAZOL G.E.S. (GES Gener Esp). Vial 40 mg + amp. 10 ml.
• OMEPRAZOL GENFARMA (Genfarma Lab). Vial 40 mg + amp. 10 ml.
ONDANSETRÓN
• ONDASETRÓN EFG (Varios laboratorios) . Comprimidos 4 mg y 8 mg. Solu-
ción inyectable 4 mg/2 ml y 8 mg/4 ml.
• YATROX COMPRIMIDOS (Grupo Vita). Comprimidos de 4 mg. Envases con
6, 15 y 500 comprimidos. Comprimidos de 8 mg. Envases de 6, 15 y 500
comprimidos.
• YATROX INYECTABLE (Grupo Vita). Ampollas de 4 mg. Envase con 5 ampo-
llas de 2 ml. Ampollas de 8 mg. Envase con 5 ampollas de 4 ml.
• ZOFRAN COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Comprimidos de 4 y 8 mg.
Envases con 6, 15 y 500 comprimidos.
• ZOFRAN INYECTABLE (GlaxoSmithKline). Ampollas de 4 mg. Envase con 5
ampollas de 2 ml. Ampollas de 8 mg. Envase con 5 ampollas de 4 ml.
• ZOFRAN ZYDIS LIOFILIZADO ORAL (GlaxoSmithKline). Liofilizado con 4 y
8 mg. Envase con 10 liofilizados. Uso hospitalario.
OTILONIO, BROMURO
• SPASMOCTYL 40 (Menarini). Grageas de 40 mg. Envase con 40 grageas.
• SPASMOCTYL PEDIÁTRICO (Menarini). Grageas de 10 mg. Envase con 60
grageas.
PANTOPRAZOL
• ANAGASTRA COMPRIMIDOS (Nycomed Spain). Comprimidos de 20 mg
(envases con 28 y 56 unidades) y 40 mg (envases de 14 y 28 unidades).
• PANTECTA COMPRIMIDOS (Nycomed Spain). Comprimidos de 20 mg (enva-
ses con 28 unidades) y 40 mg (envases de 14 y 28 unidades).
• PANTOCARM i.v. (Altana). 1 vial de 40 mg. Uso hospitalario.
• ULCOTENAL COMPRIMIDOS (Nycomed Spain). Comprimidos de 20 mg
(envases con 28 y 56 unidades) y 40 mg (envases de 14 y 28 unidades).
• PANTOPRAZOL EFG (Varios laboratorios). Compr. 20 y 40 mg.
PEGINTERFERÓN ALFA 2 A
• PEGASYS (Productos Roche). Jeringas precargadas de 135 y 180 µg. Envase
1 ml/135 µg. Uso hospitalario.
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PEGINTERFERÓN ALFA 2B
• PEGINTRÓN (Shering-Plough). Polvo para solución inyectable de 50, 80,
100, 120 y 150 µg en cada 0,5 ml. Uso hospitalario.
(D)-PENICILAMINA
• CUPRIPEN COMPRIMIDOS (Rubio). Comprimidos de 50 mg. Envase con 30
mg.
• CUPRIPEN CÁPSULAS (Rubio). Cápsulas de 250 mg. Envase con 30 cápsulas.
PIRANTEL, PALMOATO/EMBONATO
• LOMBRIAREN SUSPENSIÓN (Areu S.A.) 250 mg/5 ml. Envase 30 ml.
• TRILOMBRIN COMPRIMIDOS (FarmaSierra). Comprimidos de 250 mg. Enva-
se con 6 comprimidos.
• TRILOMBRIN SUSPENSIÓN (FarmaSierra). Suspensión de 50 mg/ml. Frasco
con 30 ml.
POLIETILENGLICOL 4000
• CASENGLICOL GEL ORAL. Presentaciones: Gel oral (4 frascos) y sobres (4
sobres). Cada frasco o sobre contiene: Polietilenglicol 59,90 g. Cloruro potá-
sico 0,77 g. Cloruro sódico 1,47 g. Sulfato de sodio 5,6 g. Bicarbonato de
sodio 1,68 g. Contiene 4 sobres monodosis de 175 ml.
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PREDNISONA
• DACORTIN COMPRIMIDOS (Merck Farma Química). Comprimidos de 2,5
mg (envase con 30 unidades), comprimidos de 5 mg (envase con 30 y 60
unidades), comprimidos de 30 mg (envase con 30 unidades).
• PREDNISONA ALONGA COMPRIMIDOS (Sanofi Aventis). Comprimidos de
5 mg (envase con 30 y 60 unidades), comprimidos de 10 mg (envase con
30 unidades), comprimidos de 50 mg (envase con 30 unidades).
RABEPRAZOL
• ACIPHEX COMPRIMIDOS (Esai Farmacéutica). Envases de 28 comprimidos
de 10 mg. Envase de 14 y 28 comprimidos de 20 mg.
• PARIET (Janssen-Cilag). Envases de 14 y 28 comprimidos (Pariet 20 mg). Enva-
se de 28 comprimidos (Paritet 10 mg).
RACECADOTRILO
• TIORFAN (Ferrer Grupo). Granulado para suspensión oral 10 y 30 mg. Enva-
se con 30 sobres.
• TIORFAN CÁPSULAS 100 mg (Ferrer Grupo). Envase con 20 cápsulas.
RANITIDINA
• ALQUEN COMPRIMIDOS EFERVESCENTES (GlaxoSmithKlane). Comprimi-
dos de 150 mg (caja con 20 unidades).
• ARCID COMPRIMIDOS RECUBIERTOS (Diafarm). Comprimidos de 75 mg
(caja con 10 y 20 unidades).
• ARCID SOBRES (Diafarm). Sobres de 75 mg (caja con 10 unidades).
• ARDORAL COMPRIMIDOS (Cinfa). Comprimidos de 75 mg (caja con 20 uni-
dades).
• CORALEN COMPRIMIDOS (Alter). Comprimidos de 150 mg (caja con 28
unidades). Comprimidos de 300 mg (caja con 14 y 28 unidades).
• CORALEN AMPOLLAS (Alter). Ampollas de 50 mg (caja con 5 unidades).
• DENULCER COMPRIMIDOS RECUBIERTOS (Stada). Comprimidos de 150 mg
(caja con 28 unidades). Comprimidos de 300 mg (caja con 14 y 28 unidades).
• FAGUS COMPRIMIDOS EFERVESCENTES (Glaxo Smithk). Comprimidos de
150 mg (caja con 20 unidades).
• LAKE COMPRIMIDOS EFERVESCENTES (Faes Farma). Comprimidos de 150
mg (caja con 20 unidades).
• QUANTOR COMPRIMIDOS EFERVESCENTES (Allen Farmac). Comprimidos
de 150 mg (caja con 20 unidades).
• QUANTOR COMPRIMIDOS RECUBIERTOS (Almirall Prodesfarma). Compri-
midos de 150 mg (caja con 28 unidades).
• RAN H2 COMPRIMIDOS (Seid). Comprimidos de 300 mg (caja con 14 y
28 unidades).
• RANIDIN COMPRIMIDOS (Faes). Comprimidos 150 mg (caja con 28 un.)
Comprimidos 300 mg (caja con 14 y 28 un.)
• RANITIDINA EFG (Varios laboratorios). Comprimidos efervescentes de 150
mg (caja con 20 un.). Comprimidos recubiertos de 150 y 300 mg (caja
con 14 y 28 un.). Ampollas 50 mg/5 ml (caja con 5 amp.)
• RANIX COMPRIMIDOS RECUBIERTOS (Glaxo Smithk). Comprimidos de 150
mg (caja con 28 unidades). Comprimidos de 300 mg (caja con 14 y 28 uni-
dades).
• RANUBER COMPRIMIDOS (Valeant Ph Ib). Comprimidos de 150 mg (caja
con 28 unidades). Comprimidos de 300 mg (caja con 14 y 28 unidades).
• RUBIULCER COMPRIMIDOS (Rubio). Comprimidos de 300 mg (caja con
14 y 28 unidades).
• TANIDINA COMPRIMIDOS EFERVESCENTES (Robert). Comprimidos de 150
mg (caja con 20 unidades).
Libro Tto. Gastro 29-58 5/6/08 09:41 Página 743
RIBAVIRINA
• COPEGUS (Productos Roche). Comprimidos 200 mg. Envases con 28, 42,
112 y 168 compr.
• REBETOL (Shering-Plough). Cápsulas duras de 200 mg. Envases con 140 y
168 cápsulas. Uso hospitalario.
• REBETOL SOLUCIÓN ORAL (Shering-Plough). 40 mg/ml. Envase con 100 ml.
RIFAXIMINA
• SPIRAXIN COMPRIMIDOS RECUBIERTOS (Bama Geve). Compr. 200 mg.
Envase con 12 compr.
• SPIRAXIN GRANULADO 2% (Bama Geve). Envases con 60 y 100 ml.
• ZAXINE (Bama Geve). Comprimidos recubiertos de 200 mg. Envase con
12 comprimidos.
• AXINE GRANULADO 2% (Bama Geve). Envases 60 y 100 ml.
SUCRALFATO
• URBAL (Merck). Tabletas de 1 g. Envases de 50 y 100 tabletas.
• URBAL SUSPENSIÓN (Merck). Sobres de 1 g. Envases con 50 y 100 bolsas.
TACROLIMUS
• PROGRAF CÁPSULAS (Astellas Farma). Cápsulas de 0,5 y 1 mg. Envases con 30
y 60 cápsulas. Cápsulas de 5 mg. Envase con 30 cápsulas. Uso hospitalario.
• PROGRAF CONCENTRADO PARA INFUSIÓN i.v. (Astellas Farma). Ampollas
de 5 mg/ml. Envase con 10 ampollas. Uso hospitalario.
• ADVAGRAF CAPSULA DURA DE LIBERACIÓN PROLONGADA (Astellas farma).
Cápsulas de 0,5/1/5 mg. Envase con 30 cáp.
TINIDAZOL
• TRICOLAM (FarmaSierra). Comprimidos de 500 mg. Envase con 4 compri-
midos.
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URSODEOXICÓLICO, ÁCIDO
• URSOCHOL (Zambon). Comprimidos de 150 mg. Envase con 60 comprimidos.
• URSOBILINE (Estedi). Cápsulas de 150 mg. Envase con 60 cápsulas.
VACUNA ROTAVIRUS.
• ROTARIX suspensión oral (GlaxoSmithKline). 1 vial/1 ml.
• ROTATEQ solución oral (Sanofi Pasteur MSD). Envase 2 ml.
VACUNA VHA
• AVAXIM JERINGA PRECARGADA 0,5 ml (Sanofis Pasteur MSD). Virus hepa-
titis A 160 unidades antigénicas.
• EPAXAL (Berna Biotech). Jeringa precargada 0,5 ml.
• HAVRIX 1440 U ELISA 1 JER IM (GlaxoSmithKline). Contiene 1440 U Elisa de
antígeno hepatitis A.
• HAVRIX 720 U ELISA 1 JER IM (GlaxoSmithKline). Contiene 720 U Elisa de
antígeno hepatitis A.
• VAQTA 50 U (Sanofis Pasteur MSD). 1 vial o una jeringa precargada de 1
ml contiene virus hepatitis A 50 unidades antigénicas.
• VAQTA 25 U (Sanofis MSD). 1 vial o una jeringa precargada de 0,5 ml con-
tiene virus hepatitis A 25 unidades antigénicas.
VACUNA VHB
• ENGERIX B 10 µg (GlaxoSmithKline). 1 vial o una jeringa precargada 0,5
ml contiene 10 µg VHB (Ag de superficie).
• ENGERIX B 20 µg (GlaxoSmithKline). 1 vial o una jeringa precargada de 1
ml contiene 20 µg VHB (Ag de superficie).
• HBVAXPRO 5 µg (Sanofis Pasteur MSD). Presentaciones: 1, 10 viales de 0,5
ml y 1 jeringa precargada. 1 vial contiene 5 µg VHB (Ag de superficie).
• HBVAXPRO 10 µg (Sanofis Pasteur MSD). Presentaciones: 1 vial de 1 ml o 1
jeringa precargada. 1 vial contiene 10 µg VHB (Ag de superficie).
• HBVAXPRO 40 µg (Sanofis Pasteur MSD). Presentaciones: 1 vial de 1 ml o 1
jeringa precargada. 1 vial contiene 40 µg VHB (Ag de superficie).
VITAMINA A
• AUXINA A MASIVA (Dreiman). 10 cápsulas. Cada cápsula contiene 50.000
UI de retinol.
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VITAMINA D
• VITAMINA D3 BERENGUER (Almirall Prodesfarma). Solución oleosa 10 ml,
2.000 UI/ml.
VITAMINA E
• AUXINA E 50 (Chiesi España). 20 cápsulas con 50 mg de tocoferol/cápsula.
• AUXINA E 200 (Chiesi España). 20 cápsulas con 200 mg de tocoferol/cápsula.
• AUXINA E 400 (Chiesi España). 30 cápsulas con 400 mg de tocoferol/cápsula.
• EPHYNAL 100 mg GRAGEAS (Roche Farma). Cada gragea contiene 100
mg de tocoferol. 20 grageas.
• EPHYNAL 100 mg AMPOLLAS (Roche Farma). Cada ampolla contiene 100
mg de tocoferol.6 ampollas de 2 ml. Inyectable i.m.
• VITAMINA E 500 ARKO (Arkochim). 30 cápsulas con 500 mg de tocoferol/cáp-
sula.
VITAMINA K
• KONAKION (Roche Farma). Ampollas de 10 mg. 5 ampollas de 1 ml vía oral
o inyectable.
Ampollas de 10 mg. 50 ampollas de 1 ml. Ampollas de 2 mg. 5 ampollas de
0,2 ml.
VALACICLOVIR
• VALHERPES COMPRIMIDOS (Pensa). Comprimidos de 1 g (envase con 21
unidades). Comprimidos de 500 mg (envase con 10 y 42 unidades).
• VALTREX COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Comprimidos de 1 g (envase
con 21 unidades). Comprimidos de 500 mg (envase con 10 y 42 unidades).
• VIRVAL COMPRIMIDOS (GlaxoSmithKline). Comprimidos de 1 g (envase con
21 unidades). Comprimidos de 500 mg (envase con 10 y 42 unidades).
RESUMEN
Se revisa y actualiza el listado de fármacos útiles en Gastroenterología, Hepa-
tología y Nutrición Pediátricas, especificando las presentaciones disponibles.
BIBLIOGRAFÍA
- Villa F, et al. Medimecum 2007. Guía de terapia farmacológica. 12ª edición. Madrid:
Ed. EINSA; 2007.
- Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. GPT 1. Guía de Prescrip-
ción Terapéutica. Madrid: Pharma editores; 2006.
- http://www.portalfarma.com
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